Logo Studenta

La_filosofia_natural_de_Guillermo_de_Ock

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

La filosofía natural de Guillermo de Ockham: La ontología 
subyacente al movimiento de traslación 
Olga L. Larre
Franciscan Studies, Volume 44, 1984, pp. 245-255 (Article)
Published by Franciscan Institute Publications
DOI:
For additional information about this article
Access provided at 5 Jan 2020 12:34 GMT from University of Nebraska - Lincoln
https://doi.org/10.1353/frc.1984.0017
https://muse.jhu.edu/article/453296/summary
LA FILOSOFÍA NATURAL DE GUILLERMO DE OCKHAM:
LA ONTOLOGÍA SUBYACENTE
AL MOVIMIENTO DE TRASLACIÓN
El sistema de Ockham se nos presenta por una opción di-
ametralmente opuesta a la que está en la base de los grandes sistemas
del siglo XIII, cuyas explicaciones sobre la realidad están condiciona-
das por una superación de la dispersión múltiple de los singulares. Esta
superación se realiza gracias a la afirmación de una natura en la es-
tructura óntica de los singulares y es garantía para la validez objetiva
del conocimiento universal y necesario que constituye la ciencia. La
gran revolución ockhamista va a consistir, precisamente, en cambiar
de sentido a esta opción decidida por la natura, al mismo tiempo que
se mantiene inquebrantable la afirmación de la posiblidad de una au-
téntica ciencia objetiva y válida quae est universalium.
La respuesta de Ockham al formalismo escotista— su verdadero
interlocutor histórico— acaba centrándose en el principio de individu-
ación. El singular, el individuo constituye por sí mismo un dato del
que es preciso partir. Y querer crear un problema sobre la singularidad
o sobre la individuación constituye un sinsentido semejante al de querer
encender una candela para ver la luz del sol. El único resultado al que
nos conduce es a la ofuscación de la vista: la luz se ve por sí misma,
es un hecho que está ahí y que ha de ser aceptado como punto de
partida.
Las características que le asigna Ockham a la filosofía, y es-
pecialmente a su física entendida como descripción exhaustiva y
minuciosa del singular nos ha sugerido una analogía entre el ockhamis-
mo del siglo XIV y el enfoque propio de la fenomenología. En efecto,
la fenomenología es una filosofía del siglo XX que quiere restituir a
este tiempo su misión científica fundando con recursos nuevos las con-
diciones de su ciencia. Por cierto ya Kant buscaba las condiciones a-
priori del conocimiento, pero ese a-priori prejuzga sobre su resolu-
ción. La fenomenología no quiere aceptar ni siquiera esta hipótesis;
246OLGA LARRE
de ahí su estilo interrogativo, su radicalismo e inacabamiento esen-
cial.
Al igual que el ockhamismo, la fenomenología ha nacido de una
crisis: los diez últimos años del siglo XIX, período de los primeros traba-
jos de Husserl, se caracterizan en Alemania por el desmoronamiento
de los grandes sistemas filosóficos tradicionales: Hegel que esclarecía
el pensamiento alemán cuarenta años antes queda relegado, y la influen-
cia de Schopenhauer decae progresivamente. Sin duda, pensadores
como Marx, Freud y Nietzche trabajan incansablemente, pero, de
momento, interesan tan sólo a círculos reducidos y no surgirán a ple-
na luz hasta el siglo siguiente. La ciencia llena el espacio que la filoso-
fía especulativa ha dejado vacío, y sobre el fundamento de esa ciencia
se desarrolla el positivismo a cuyo abrigo el conocimiento objetivo
pareciera encontrarse definitivamente a salvo de las construcciones
metafísicas.
Pero hacia fines del siglo XIX, la confiada seguridad del pensa-
miento positivista empieza a resquebrajarse, por cuanto cada vez más
surge el interrogante acerca de los fundamentos y el alcance de la ciencia.
Así, pues, entre el discurso especulativo de la metafísica y el razona-
miento de las ciencias debe existir una tercera vía, aquella que,
previamente a todo razonamiento nos ponga contacto directo con la
realidad, o, como dice Husserl, con las cosas mismas. El discurso
filosófico debe mantener siempre el contacto con la intuición so pena
de disolverse en especulaciones hueras.
Precisamente, en este retorno a la intuición originaria "fuente de
derecho para el conocimiento," considerado por Husserl como el prin-
cipio de los principios,1 encontramos cierta semejanza con la afirma-
ción del individuo sustentada por el Venerabilis Inceptor. En efecto, uno
de los principales objetivos de las investigaciones de Ockham consiste
en definir los criterios por los que se puede afirmar que una cosa ex-
iste. Y no existe sino lo que él denomina res absolutae o res permanentes,
esto es, sustancias determinadas por cualidades sensibles.2
Señalar este aspecto fenomenista de la filosofía de Ockham no
implica necesariamente negarle contenido metafísico. Es más,
sostenemos que la filosofía de Ockham tiene un marcado tono
metafísico pese a sus crecientes reservas sobre puntos sobresalientes
1 Husserl, Recherches logiques (Paris, P.U.F., 1961) Tome II, 8.
2 Ockham, Summa Logicae, pars I, c. 49 (OPh I, 154).
La ontología subyacente al movimiento247
y aún básicos de la ontología, por lo menos en estos dos sentidos:
a)se ocupa directamente de la ontología como ciencia;
b)utiliza conceptos y principios metafísicos.
Hay una función efectiva que el pensamiento ontológico ha teni-
do en el desarrollo de toda la filosofía de Ockham, y muy particular-
mente en su filosofía natural: una aproximación adecuada de los
fenómenos físicos en su propia originalidad exige la utilización de nuevos
modelos y métodos de conocimiento fundados en una ontología del
singular.
Atendiendo a esta expresión metafísica debemos marcar los lí-
mites de la analogía que propiciamos: pues si bien señalamos una
motivación común entre el detenimiento en el singular propio del ock-
hamismo y el retorno a la intuición originaria de la fenomenología
han de advertirse asimismo diferencias.
El método fenomenológico examina los contenidos de concien-
cia, y en vez de dictaminar si son reales, irreales, ideales o imaginarios
los examina en cuanto dados, procediendo a describirlos en su pure-
za. Y lo dado no es en la fenomenología de Husserl lo mismo que en
la filosofía trascendental un material que se organiza mediante formas
de intuición y categorías, pero tampoco es algo empírico. Lo dado es
el correlato de la conciencia intencional.
La fenomenología no presupone nada: ni el mundo material, ni
el sentido común, ni las proposiciones de la ciencia, ni las experien-
cias psicológicas. Se coloca "antes de toda creencia y de todo juicio"
para explorar simplemente lo dado. Aquí radica su diferenciación con
el ockhamismo que por ser una expresión medieval es aún una filoso-
fía realista y metafísica, al menos en el sentido asignado.
I. El concepto de traslación en Ockham
Supuestos estos aspectos generales, detengámonos ahora en la teor-
ía del movimiento de Ockham, particularmente, en su definición de
traslación.
En el siglo XIV resuena aún la doctrina escotista del fluxus formae
según la cual el movimiento local es entendido como un factor de tipo
cualitativo. El esfuerzo nominalista circula precisamente por
248OLGA LARRE
una vía contraria: en lugar de conceptos abstractos trabaja im-
plícitamente con nociones naturales y empíricas derivadas de razona-
mientos precientíficos.
De este modo se explica que en todo problema cinético, en lugar
del concepto de fluxus y de la aristotélica definición del movimiento,
utilice otra, puramente descriptiva, entendiéndolo como un sucesivo
cambio de lugar.
El término movimiento no designa una res absoluta, sino relaciones
entre res absolutae. Aplicando esta distinción al problema de la dinámica,
Ockham rechazó por completo el principio básico de Aristóteles de
que el movimiento local es una potencialidad actualizada. Si el movi-
miento fuese una realidad en sí sus partes existirán simultánea o
sucesivamente:
si se diera lo primero [existencia simultánea], el movimiento sería an-
cho, largo y profundo, todo esto inaceptable para quienes sostienen
esta doctrina. Si contrariamente [se afirma que sus partes existen
sucesivamente] concluyo que la consecuencia es asimismoinacepta-
ble, porque lo que no existe no puede ser parte de un ente, pues nin-
gún ente se compone de no entes.3
Por esta vía, Ockham formula su clásica definición de movimiento:
concluyo que para que algo se mueva, basta con que continuamente,
y sin interrupción de tiempo ni reposo intermedio vaya adquiriendo
o perdiendo algo de manera sucesiva.4
El movimiento es la existencia sucesiva, sin reposo intermedio de
una identidad continua que existe en lugares diferentes. La realidad
del movimiento se adecúa a la realidad del móvil; y es innecesario postu-
lar cualquier entidad real distinta del cuerpo en movimiento, cualqui-
er flujo; basta afirmar que, de instante a instante, el cuerpo en
movimiento tiene una relación espacial diferente con algún otro cuerpo.
En todo movimiento hay dos realidades: el cuerpo sujeto del movi-
miento, y lo que se engendra o pierde, es decir, su objeto o término.
3 Ockham, SummuL· philos, natur., lib. Ill, c. 5 (OPh VI, 262).
En éste y los casos subsiguientes nos corresponde la versión castellana
de los textos latinos.
4 Ockham, SummuL· philos, natur., Hb. III, c. 6 (OPh VI, 264).
La ontología subyacente al movimiento249
El movimiento supone de este modo una sucesión de estados admi-
tiendo cada uno de ellos la asociación de dos realidades: el sujeto y
la disposición que el sujeto adquiere o pierde, pertenecientes ambas
al género de las realidades permanentes.
En efecto, para explicar el movimiento local— nos dice Ockham—
son suficientes los elementos que observamos empíricamente: un cuerpo
y un lugar pues las realidades que se mueven !ocalmente no adquieren
nada inherente en ellas, al modo como la forma substancial existe en
la materia y el calor en el fuego; sino que sólo adquieren un lugar que
las circunscribe.5
Queda formulado así el problema de la identificación de la sub-
stancia y del movimiento, no en cuanto a sus respectivas definiciones
nominales que, ciertamente, difieren, sino en un plano real. En efec-
to, el individuo es una unidad captada intuitivamente; Ockham está
convencido de ser en este punto un fiel aristotélico, sosteniendo que
tanto la definición de Aristóteles cuanto la de Averroes, que carac-
terizan el movimiento como el acto de un ser en potencia en cuanto
está en potencia—o mejor—como el acto del móvil en cuanto móvil,
se pueden reformular en una proposición de este tenor: "lo que se mueve
posee en acto algo que primeramente no tenía pero que podía tener."
Aristóteles no ha querido concluir que el movimiento implique un acto
distinto del móvil— afirma Ockham—sino que sólo ha supuesto que
cuando algo se mueve está en acto, pero a su vez, carece actualmente
de algo respecto de lo cual se encuentra en potencia.6
Por tanto, desde una perspectiva real, sólo cabe la total identifica-
ción de la substancia y del movimiento garantizada por la inescindi-
ble unidad del individuo. En efecto,
El Filósofo no concluye que el movimiento sea un acto distinto del
móvil o de las restantes cosas permanentes, sino que sólo procura
afirmar que cuando algo se mueve, en cierto sentido está en acto, y
en otro no, por cuanto se halla en potencia. Y cuando algo cambia
súbitamente, puede salvarse asimismo la definición precedente del
siguiente modo (...): Io que cambia está en acto poseyendo algo que
no tuvo antes pero que pudo tener.7
5 Cf. Ockham, Scriptum in I Sent., d. 7, q. 1 (OTh III, 108).
6 Ockham, Summula philos, natur., Hb. III, c. 6 (OPh VI, 265).
7 Ockham, Summa Logicae, pars III—4, c. 6 (OPh I, 702).
250OLGA LARRE
En la Summa philosophia naturaUs, Ockham reseña una serie de
cinco objeciones:
1) Parece que el movimiento es un cierto flujo, mientras que los
individuos son realidades permanentes; por consiguiente, han de
diferenciarse.
A esto Ockham replica que el término flujo puede tener dos posi-
bles intelecciones:
según la primera, el movimiento es algo distinto de lo permanente,
que continuamente fluye del no ser al ser o a la inversa. Tal es la famosa
doctrina de la que habla el Comentador. Y ciertamente, es la más
famosa, pero no la que verdaderamente está en conformidad con la
intención del Filósofo y del mismo Comentador; al menos esto es lo
que pienso.
Y de un segundo modo, tal doctrina puede entenderse así: cuando
una realidad se mueve, continuamente fluye (...). De manera que las
proposiciones en las cuales se usan vocablos tales como 'flujo.' 'tránsi-
to' han de resolverse en otras en las que se utilicen estos otros térmi-
nos: 'fluye,' 'transita'; estudiándose conforme a ellas el sentido de las
primeras.8
2)El movimiento es sucesivo mientras que las res son permanentes.
La proposición: "el movimiento es sucesivo" que los absolutistas
toman como indicativa de una distinción entre movimiento — res
absolutae — responde Ockham—debe ser entendida en este preciso sen-
tido: "cuando algo se mueve, adquiere o pierde algo sucesivamente."
No es por tanto, el movimiento lo sucesivo, sino el modo de adquisi-
ción de una determinada perfección.9
3)La velocidad característica de todo movimiento señala su divor-
cio de las realidades permanentes.
La respuesta de Ockham vuelve sobre el análisis lingüístico del
concepto de "velocidad," señalando que
cuando se afirma que algo se mueve lenta o velozmente, se entiende
que en poco tiempo adquiere mucho o poco.10
4)Las realidades permanentes pueden existir sin movimiento, por
8 Ockham, SummuL· philos, natur., Hb. III, c. 7 (OPh VI, 268)
9 Ockham, Summula philos, natur., Hb. III, c. 7 (OPh VI, 268).
10Ockham, Summula philos, natur., Hb. III, c. 7 (OPh VI, 270).
La ontología subyacente al movimiento251
tanto, movimiento y realidades absolutas se distinguen realmente.11
Ockham encuentra que este argumento comete una figura de dicción.
El error involucrado en este tipo de razonamiento es semejante a este
otro:
dos realidades que pueden existir separadamente se distinguen; Só-
crates puede existir sin la blancura, por tanto, Sócrates y la blancura
se distinguen.12
En efecto. Ia afirmación:
la) una cosa permanente puede existir sin movimiento.
Ib) el movimiento no es algo distinto de las realidades per-
manentes, son mutuamente exclusivas, tanto como la verdad de la
proposición "Sócrates puede existir sin la blancura" excluye la verdad
de "Sócrates es blanco."
5) El movimiento tiene una cantidad distinta de la correspondiente
a las realidades permanentes.13
La verdad de esta premisa descansa sobre el supuesto que el movi-
miento tiene una cantidad sucesiva que no puede ser equiparada con
las realidades permanentes que poseen una cantidad también per-
manente. La clasificación de "cuantitativa" aplicada al movimiento sólo
puede ser entendida en su referencia al móvil.
Propone luego una clasificación del movimiento local atendien-
do, primeramente, a las características de su trayectoria. En tal senti-
do, el movimiento puede ser recto, circular y mixto:
es recto cuando el móvil se desplaza según una línea recta hacia lo
alto o lo bajo (...): es circular cuando el móvil permanece siempre en
el mismo lugar en cuanto a la totalidad pero no según sus partes, no
pudiendo existir un movimiento tal sino en un móvil esférico u ovalado
(...). Finalmente, un movimiento es mixto cuando (...) el móvil se
desplaza según una trayectoria sinuosa, tal como sucede cuando algo
es anguloso y rueda o gira.14
11Ockham, Summula philos, natur., Hb. III, c. 7 (OPh VI, 270).
12Ockham, SummuL· philos, natur., Hb. III, c. 7 (OPh VI, 270).
13Ockham, SummuL· philos, natur., Hb. III, c. 7 (OPh VI, 271).
14Ockham, Summula philos, natur., Hb. III, c. 9 (OPh VI, 277).
252OLGA LARRE
Tal como vemos, las especies de movimiento aparecen direc-
tamente relacionadas con la configuración geométrica de un cuerpo;
en efecto, sólo un cuerpo esférico puede moverse circularmente, mientras
que, un móvil de figura irregular tiene la posibilidad de trasladarse se-
gún una trayectoria rectilínea o bien sinuosa.
Desde la perspectiva del lugar adquirido, existen notables diferen-
cias entre el movimiento rectilíneo y elcircular. El sujeto que se mueve
circularmente gira en torno a un punto fijo; de esta manera, atendiendo
al cambio de posición, podríamos afirmar que dicho sujeto permanece
en el mismo lugar en cuanto a su totalidad, pero no según sus partes
que son circunscritas por un continente siempre distinto.
Ockham admite una doble posibilidad: un cuerpo puede moverse
y permanecer siempre en un mismo lugar, tal el caso de una esfera
que rota en torno a un centro; o bien y contrariamente, puede moverse
sin estar en lugar alguno: tal el caso de la última esfera que carece de
continente; sin embargo se puede afirmar que ella está en un lugar
por equivalencia, al imaginar que contiene un cuerpo en reposo en
torno del cual se mueve,15 siendo preciso advertir asimismo que la doc-
trina sobre
la inmovilidad de los polos y del centro es producto de una falsa im-
aginación [que supone] que en el cielo existen polos inmóviles y en
la tierra hay un centro inmóvil, siendo esto imposible. En efecto, es
imposible que el sujeto de un accidente se mueva localmente y que
éste, permaneciendo numéricamente idéntico, no se mueva.16
Según hemos visto, Ockham admite la posibilidad del movimiento
del Universo en torno a un centro inmóvil, ¿será posible admitir asimis-
mo el movimiento del Universo en torno a un centro que siendo un
cuerpo real, será por tanto una realidad móvil? Ockham responde
afirmativamente aplicando un criterio de resolución semejante al im-
plementado en el caso precedente pues es posible concluir — afirma-
que el cielo se mueve en torno a un centro móvil en tanto se admita
la existencia de algo en reposo respecto de lo cual dicho movimiento
se efectúe.17
15Ockham, Summula philos, natur., Hb. III, c. 10 (OPh VI, 283).
16Ockham, Expos. Physicorum., lib. IV, c. 7 (OPh V, 83).
17Ockham, Expos. Physicorum., lib. IV, c. 7 (OPh V, 83).
La ontología subyacente al movimiento253
Un gran maestro terminista, Juan Buridán, reacciona contra esta
tesis. El movimiento local— sostiene—es un absoluto aliter et aliter se
habere sin que la definición contenga relación alguna a un lugar o es-
pacio. El movimiento del último cielo consiste, pues, en una variación
que solamente concierne a un momento íntimo del móvil, sin ningu-
na referencia a nada exterior. Precisamente, la relación a algo
extrínseco—observa Buridán muy sagazmente—no es una condición
de la constitución óntica del movimiento sino de su percepción: para
quienes se encuentran a bordo de dos barcos que se mueven al mismo
tiempo y en la misma dirección, no existe movimiento alguno; y, sin
embargo, el movimiento es real.18
Buridán señala un aspecto que en nuestras conclusiones tendre-
mos muy en cuenta: la faceta descriptiva del análisis de Ockham que
sienta sus bases en un minucioso detalle de nuestras percepciones sobre
los singulares.
II. Conclusiones
1)La afirmación de Aristóteles que señala que el movimiento es
la actualización de lo que está en potencia en cuanto está en potencia—
dice Ockham—es equivalente a afirmar que el movimiento es un acto
sucesivo, siendo la noción de potencialidad un concepto relativo, in-
ferido sólo a-posteriori.
2)Ockham reduce el movimiento a las cosas en movimiento.
3)Desde un punto de vista lingüístico "movimiento" es un térmi-
no genérico que incluye todos los acontecimientos en los cuales un
sujeto sufre modificaciones sucesivas.
4)En la determinación del concepto de movimiento, Ockham se
sitúa en la perspectiva psicológica de su percepción. En efecto, la per-
cepción del movimiento está determinada principalmente por el cambio
18 J. Buridanus, Subtilissimae quaestiones super octo Physicorum libros
Aristotelis, QQ. VI-LX: en lo referido al movimiento local; y muy especialmente
QQ. X-XI para el tratamiento de la definición de movimiento (Parisiis, 1509,
Minerva, G.M.B.H., Unveränderter Nachdruck, Frankfurt a.M, 1964).
254OLGA LARRE
de posición de los objetos respecto de un fondo supuestamente fijo.
El mecanismo de percepción de las cosas despierta una apariencia par-
ticular que denominamos estado. Nada más natural al espíritu que la
fragmentación de la mutación, pues resulta más provechoso recurrir
a estados que a la mutación misma, se evitan así las dificultades de
la consideración del movimiento en lo que tiene de móvil. Mas de-
teniéndonos en esta reducción corremos el riesgo de perder el movi-
miento mismo, reduciéndolo a una suma de puntos espacio-temporales.
5)Supuesta esta primacía de la percepción, podríamos afirmar que
el mecanismo imaginativo utilizado por Guillermo de Ockham parece
consistir en un análisis descriptivo de la variación de la velocidad del
movimiento. Como sabemos, la percepción del movimiento supone
ciertas condiciones físicas, debe adquirir cierta velocidad para que se
lo perciba como tal: con velocidades inferiores el observador verá un
objeto en una sucesión de estados.
Tomando un ejemplo—anacrónico para Ockham, pero útil al caso
para nosotros—podríamos ejemplificar su doctrina con la técnica del
cinematógrafo: la cámara cinematográfica toma vistas sucesivas de obje-
tos en movimiento cada una de las cuales los registra en posiciones
ligeramente distintas. Al proyectar estas fotografías en la pantalla con
la misma velocidad con que las tomó la cámara resulta que la sucesión
de las imágenes estáticas de objetos en diferentes posiciones da la impre-
sión de objetos en movimiento continuo.
El método de Ockham razona sobre el movimiento como si fuera
una inmovilidad, y lo reconstruye a partir de inmovilidades. Supuesta
la sucesión real de estados, la conciencia les confiere unidad, pues el
movimiento no tiene consistencia ontológica propia sino que se reduce
a las res absolutae.
6)Ockham habla sobre la posibilidad de movimiento
la) sin lugar (tal el mentado caso del movimiento del universo).
Ib) concibiéndolo como un estado del móvil réductible a una
categoría estática.
Este último punto reviste particular interés desde la perspectiva de la
historia de la ciencia en tanto afirma que no es necesario recurrir a
un motor externo para explicar el movimiento siendo suficiente atender
a la disposición estructural del mismo móvil.
La ontología subyacente al movimiento255
7) Finalmente, consideramos que la doctrina del movimiento de
traslación de Ockham descansa sobre una ontología del singular, fun-
damento metafísico de toda la especulación ockhamista; y, sugerimos
asimismo, una motivación común entre esta filosofía del medioevo y
la fenomenología.
Universidad CatólicaArgentinaOlga L. Larre
Buenos Aires, Argentina

Continuar navegando