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a ■ '■ r | p a « M | d ir e c c ió n y a d m in is t r a c ió n : A ■ A B i 1 ■ A r ■ 1 Hj i ealderas-”• /^ L I I B l I I B » Director: M AN UEL A L B A R I ■ _ ] i J b I ) Administrador: V. S A L A Z A R FRANQUEO CONCERTADO REGISTRADO COMO ARTICULO DE 24 CLASE EN LA ADMINISTRACION DE CORREOS Y TELEGRAFOS DE MEXICO EL DIA 10 DE JUNIO DE 1942. ...... ....... * — ______________________________________________________ 0____________________________________________________________________________________________________________________________________ __^ ^ — — = = = = = = Año I.-Número 14 México, D. F., 15 de agosto de 1942 Precio: 15 centavos La República constituye un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y Regiones. N o t a s E d i t o r i a l e s INGLATERRA Y LA INDIA.—La situación harto crítica por que >asa la guerra, en v irtud del avance de los alem anes sobre el Cáucaso, [ue la b rav u ra de los soldados rusos no basta a contener, ha venido i em peorar con la grave complicación surgida en tre In g la te rra y la ndia.^ A unque el gobierno inglés parece resuelto a dom inar con la mergía que sea m enester el m ovim iento insurrecional —y de ello son trueba las m edidas adoptadas cuando escribim os este leve comen- ario— no por eso el problem a p ierde im portancia. En el m ejor de os casos, Ing la te rra se verá obligada a gastar en la represión de los notines un esfuerzo que necesita para em peños de m ayor alcance. f no es el m enor de los daños en perspectiva, puesto que el que ipuntamos resulta parvo en com paración con lo que rep resen ta el >rovecho, que Japón puede sacar de un estado de cosas sem ejante. )esde luego, parece im posible im aginarse al Japón ausen te de los listurbios de la India, que se producen, precisam ente, cuando el ejér- :ito japones, tras un periodo re la tivam en te largo de descanso, se h a la nuevam ente dispuesto a la ofensiva y con el cam ino de la India ibierto a su acometida. Si bien no pueden abrigarse sospechas de ese >rden respecto a Gandhi —lo cual tam poco dism inuye su culpa— es evidente que Alem ania y el Japón tienen agentes eficaces que traba- an para ellos en tre los elem entos nacionalistas de la India. El Japón iene, incluso, preparado a quien, llegado el m om ento, desem peñará il papel del traidor: C haudras Bose, partidario violento de indepen- iizar a la India del dom inio de Ing la te rra y para hacerla caer en los brazos del im perio nipón. f l | . N°p Puede sernos ind iferen te la suerte de ningún pueblo opri- Í l n d i a a C° nSeCUf nCla'- n ° pueden sernos a jenas las aspiraciones de a India, aunque el m ovim iento nacionalista diste m ucho de ser uná- nm e y homogéneo. P ero el problem a de la India —alguna o tra vez aesma0n 6rÍr-d ld0 n ° j - í f d e T r jUZgado « “ P í e m e l e a tra v é s deas ap elac ion es d e su s cau d illos, la m ayor p arte d e los cu a le s — con- M lT n T r J ^ i r 0^ 03 9ra,ndes simPalías- Nos sería difícil por ¡.jempio, aplaudir a Gandhi. apóstol de la independencia de su pue- blo. p ero d ecid id o m an ten ed or d el bárbaro s is tem a d e castas sob re e l le fen sw eT d t ü°CÍal bien am ada del m ahatm a. Somos a la del L l - llbo rt1adeS' pero ?nles que n inguna nos im por- le hom bre mismo. Si la independencia de la India no hubiera ® mta8.q,Ue Para p r ° lon9ar la situación de espantosa m iseria - ! m J j l m aíen a l en que se hallan los 7° m illones de indios intocables l^ d o 3 qU1j T s' por nada del mundo, se acercará un b ram han— Í oL Í poJ nam os «“ «clpar que de esa independencia - c o m o de otras, en el fondo profundam ente reaccionarios— no podem os ser tunca devotos. Mucho m enos podríam os serlo ahora, cuando la agi- acion provocada por G andhi y sus discípulos favorece al E je lofa- 'ió T d e ^ o fd * 1501010"^8 alíísi“ as' las m ismas en que agrava la situa- ; ” d ! , dos grandes Pyeb] os cuYa sangre se está derram ando en srovecho de la causa com ún de la libertad: Rusia y China. .. EL CAUDILLO AL ACECHO. L os cables se han m ostrado p ró digos. en los días pasados, ofreciendo noticias de España. Desde las presuntas rebeldías de algunos generales —riñas de com padres que ios interesan m uy poco— hasta el ensancham iento v ital, que re- rUma —risum teneatis— la incorporación de A ndorra al Im perio Falangista, y la convocatoria de unas Cortes, rem edo grotesco de la Asamblea nacional que un día ideara el d ictador P rim o de R ivera, t n realidad, ninguna de esas noticias m erece ser considerada se r ia mente. Son inocuas y sirven, cuando más, para sub rayar el grado de atonía que_ alcanza. bajo el régim en del yugo y las flechas, la vida social española. Mas significativo es el hecho de que el gobierno fra n quista haya declarado nulo el convenio que lim itaba la extensión de las fronteras m ilitares españolas en las proxim idades de G ib ra lta r suceso al que prestan m ayor intención unas nuevas declaraciones del botarate Serrano Suner en las que se reafirm an los lazos que a tan a España con las naciones del Eje, incluido el Japón, como es lógico, inesperado puntal de la cristiandad. Véase —otras veces lo hem os hecho notar— la calculada táctica con que el franquism o, bien sea E>or boca de Serrano Suñer o por la del propio Franco, acentúa o a- minora el tono de sus sim patías to ta lita rias haciéndolas coincidir con ïl desarrollo de la guerra y la fo rtuna que acom paña a las arm as del -je. t s un juego que solo a los que se obstinan en ser engañados pue- íe enganar. Franco gana tiempo, eso es todo. La situción del país, a- rruinando, desangrando, cada día m ás poseído por el odio al régim en talangisla, no le consciente al caudillo jugadas inseguras. N ecesita :omo Mussolini, jugar su baza cuando crea que no tiene falla, lo :ual no quiere decir que, como M ussolini, no acabe por equivocarse amblen. Pero quien se haga la ilusión de que F ranco puede, en nin- gun caso, desvincularse de A lem ania e Italia, no se acred itará de ince. Subsisten, y subsistirán, todos los com prom isos m orales, políli- :os y económicos, que dieron origen a la guerra civil. Lo que hace Franco es. sencillam ente, adm inistrar la benevolencia absurda que le dispensan las naciones unidas contentas, al parecer, de o torgar ra lo de amigos a quienes clara y ev iden tem ente son sus enemigos. Las declaraciones de Serrano S uñer son lo b astan te explícitas -co m o lo fueron otras an teriores— para saber hasta qué pun to puede >onerse fe en las protestas de neu tra lidad de Franco. Es seguro que isas declaraciones no se hub ieran hecho si la ofensiva de los alem anes j re el Cáucaso hubiera sido contenida. Todavía, sin em bargo, p u e de resultar arriesgado qu itarse del todo el antifaz. La hora llegará, si acaso, cuando, victoriosa la cam paña alem ana contra Rusia, una nueva embestida en Africa ponga en peligro Egipto y el C anal de Suez. Entonces habrá llegado el in stan te de que Franco, obediente a la señal de Hitler, descubra sus cartas pidiendo en nom bre de Es- pana —y con ayuda alem ana, por supuesto— la devolución de G i braltar, Tales son los cálculos del franquism o, de perfecto acuerdo :on H itler y Mussolini, beneficiarios exclusivos, si se llevara a cabo, le la em presa. Imaginar otra cosa es pecar de sandez. Y si el em peño 10 se realiza no sera, ciertam ente, porque Franco y los suyos no lo procuren, sino porque —así es nuestra esperanza— el curso de la guerra lo haga imposible. El caudillo bufo y trágico, g raduado en traiciones, está preparando en la som bra lo único que él sabe p rep a rar: la traición. UN ATENTADO CONTRA LA ARGENTINA.—Los autores de la agresión perpetrada contra W aldo F rank en Buenos A ires acaso no hayan caído en la cuenta de que, en realidad , a quien su b árbaro proceder ofende no es al g ran escritor norteam ericano,sino a la A r gentina, país de libertades en donde la libertad , ahora, lleva grilletes. A cunas páginas adm irables de Sarm iento vuelven a ten er actualidad. A p arte o tras razones de estim ación lite raria , nos liga a W aldo F ran k la g ra titu d que m erece su am or por España y el noble a rd i m iento con que se aplicó a la defensa de la R epública española cuan do todos, o casi todos, se d ispu taban el tr is te priv ilegio de apostro farla. Allí donde la dem ocracia ha necesitado de ayuda, ha estado p resen te W aldo F rank . Lo está ahora tam bién . Su v ia je a través de t A m érica es un viaje, si cabe llam arlo así, de m isionero. E n la A r- j gentina, como en todas partes, su p a lab ra encontró ecos populares £ y profundos. Al m argen del m undo oficial —sordo a los clam ores del ( país, m ucho m ás desde la m u erte del p residen te O rtiz— W aldo F ran k , pudo com probar que la com unidad esp iritu a l de les pueblos am e ricanos ten ía prolongación y m agnífica expresión— en cuanto lo > perm ite el estado de sitio decretado por el v icepresidente C astillo J hace ya ocho m eses en los sectores m ás extensos y en los m as selectos ( cu líu ra lm en te de la A rgentina . A dvertirlo asi, y no g uardarlo en ̂ secreto, ha sido el pecado del escritor, sancionado con la expulsión, p rim ero, y con el b ru ta l aporream ien to después. El incidente no daña al escritor. Lo prestig ia, si acaso. A qu ien daña es a la A rgen tina . 1 A unque, b ien m irado, la A rgen tina no esta rep resen tad a por qu ie nes la gobiernan actualm ente , sino por cuantos, en to rno a W aldo F rank , han hecho confesión expresa y te rm in an te de su adscripción p lena a la causa de las naciones un idas y de repu lsa p ara cuanioi suponga to lerancia con la vesania to ta lita ria . i i ! En 3a. página: tex to íntegro del discurso pronunciado por | Amos Ruiz Lecina el 18 de ju lio en el C entro Español. El primer “semanista” Mat ías Gómez Latorre De red doctrinal Sería pretensión exagerada querer en estas líneas hacer no ya un retrato, pero ni siqu iera una silueta, de la p e r sonalidad de M atías Gómez Latorre, prim ero in tem acionalista, después fu n dador del P artido e inseparable cola borador duran te m ás de cincuenta años en la obra ingente que Pablo Iglesias realizó para crear el cuerpo y el alm a del p ro letariado español. M atías (como se le llam aba cariñosam ente), aunque pudo figurar en prim era linea por sus relevantísim as cualidades, estuvo siem pre situado, vo lun taria y deliberada m ente, en segundo plano; pero ha v eri ficado labor tan destacadísim a, que en modo alguno cabe en los lim ites de un artículo. De carácter apacible y discreto, bon dadoso y m odesto tenía, sin em bargo, toda la prestancia y el ta lan te de un caballero andaluz, como su conterráneo Don Lope de Sosa, inm ortalizado por la lira zum bona de B altasar d -. Alcázar. Pero bajo el aspecto bonachón de M a tías había un sentim iento de justicia íntegro, incalculado, cuyas reacciones ante toda iniquidad eran a las veces de violencia extrem ada. Así, los que le tra ta ro n asiduam ente pudieron ap re ciar en repetidas ocasiones el gesto de león en que sé transfigu raba aquel hom bre tranquilo. Nacido el año 1849 en Jaén, allí aprendió el oficio de tipógrafo y m u'- joven m archó a M adrid a ganarse la vida. En seguida, arrastrado por sus ideales de libertad y su sentido iguali tario, se puso en contacto con los in te r nacionalistas, conociendo a Francisco M ora y Pablo Iglesias, con quienes e s tuvo ya en am istad du ran te toda la vida. Con el segundo creó, en tre otras entidades, la Asociación G eneral del A rte de Im prim ir el año 1871. N unca quiso puestos de relum brón, pero Iglesias le obligaba —este es el verbo adecuado, ya que el M aestro co nocía las ex trao rd inarias condiciones de cu ltu ra y talento de M atías— a t r a b a jar a su lado y siem pre obedeció, su miso y disciplinado, a quien reconoció cualidades de forjador del proletariado español. Y así empezó el iniciador de la “S e m ana B urguesa” a dar claras m uestras de su capacidad m oral e intelectual. Pero no escribía solam ente esta Sec • ción de El Socialista, redactaba ade más, artículos de polémica, hacia ga cetillas, etc., y sobre todo com ponía el m olde y hasta ex tendía fajas para m an dar el sem anario a los cam aradas de provincias. Todo ello con aquel espíritu de generosidad y sacrificio que carac teriza los tiem pos heroicos. Hace varios años, por in iciativa do unos amigos se publicó en un volum en, bajo el títu lo Del tiempo viejo una se lección de artículos de M atías apare cidos en la p rim era época de nuestro sem anario. P rosa selecta, estilo fino, ideales puros y un afán com bativo in declinable, hacen de ese libro una v e r dadera antología del Socialismo de nuestras prim eras décadas. El Liberal de M adrid acostum braba organizar concursos periodísticos y li terarios en los que dió relieve y p e r sonalidad a varios escritores ilustres hasta entonces anónimos. En una oca sión abrió dicho diario burgués un con. curso acerca de la naturaleza, origen y significación de la jo rnada in te rn a cional que celebran los traba jadores el día lo. de mayo. Cuando el Ju rado ca lificador em itió su fallo sobre el m ejor traba jo presentado y fué a buscar en la ficha correspondiente el nom bre del au tor, se encontró sorprendido con que era un obrero m anual y para algunos m iem bros del trib u n a l absolutam ente desconocido. Matías Gómez Latorre, que había acudido casi arrastrado por a lgu nos intim os amigos, fué prem iado con el m ás alto galardón que se concedía En las postrim erías del siglo pasado al gobierno de la m onarquía se le ocu rrió ab rir am plia encuesta, m ediante inform ación oral y escrita, sobre el p ro blem a social y situación de v ida de las clases m enesterosas. El líder de estr in iciativa era el m inistro don Segis m undo M oret y este ten ía gran interés en dar relieve a la cam paña con el p ro pósito de hacer ver que la m onarquía se in teresaba por los trabajadores. El asunto fué exam inado por nues tras Sociedades obreras y se acordó acudir a la inform ación oral y escrita solicitada por el Gobierno. P or aquellos días Pablo Iglesias se hallaba preso en la cárcel de M adrid y en la distribución de la ta rea de nuestros cam aradas se trazó el siguiente plan: Ja im e Vera acudiría con un in forme en nom bre del P artido Socialis ta; Iglesias, im posibilitado de acudir personalm ente al debate, hizo un a le gato escrito como m iem bro del A rte de Im prim ir y en representación de las Sociedades Obreras. A la inform ación oral, y para in te rven ir cuando lo c re yeran oportuno, fueron nom brados Mo ra, Quejido, M atías Gómez y otros. Los dos inform es escritos — el de V era y el de Iglesias — por ahí andan impresos, en diversas ediciones, incon movibles como aciertos de doctrina y m uestra defin itiva de la clara v i sión que desde sus comienzos tuvo el p ro letariado español acerca de lo que m ejor conviene a sus intereses. De las intervenciones orales de aquella in fo r mación pública — cuyos debates se ve rificaban en el paraninfo de la U ni versidad —poco ha quedado en el eco de los recuerdos; pero consignem os que Gómez Latorre, quien se horrorizaba ante la idea de hacer un discurso, po lemizó ru d a y agriam ente con el Sr. M oret— el orador excelso de aquellos tiem pos—, al que vapuleó discutiendo sobre la situación de las clases m enes terosas y la fórm ula para resolver el problem a social. La nota destacada y vigorosa en aquel episodio m onárquico la dió, co mo es lógico, el proletariado, quien hizo fracasar la encuesta, y desde entonces fueron com probando nuestros adver sarios que la actitud del P artido Socia listaera m odesta y sublim e an te la justicia, pero hosca y enérgica para cualquier conato de farsa. Y todos los tingladillos preparados por M oret y Canalejas acerca de un a política social de atracción hacia la m onarquía se vinieron abajo. El P artido Socialista Español era ferozm ente in transigen te con sus enemigos de todas clases. Ese fué el gesto de león de Gómez Latorre, feliz in té rp re te de la opinión de los trabajadores. H abían transcurrido quince o veinte años de ta l m aniobra cuando una ta r de, en plácida te rtu lia de amigos, sien do M oret y Gómez L ato rre vocales del Institu to de Reform as Sociales, se re cordaban los debates del paraninfo u n i versitario su trem enda derro ta de en tonces y la inolvidable lección que reci biera. M atías tuvo siem pre el cariño y la devoción de los trabajadores españoles y por eso ostentó continuadam ente su representación en num erosos organis mos. En el Institu to de Reform as So ciales y en el Institu to N acional de P revisión estuvo desde que fueron crea dos y en ellos dejó m últiples e indele bles m uestras de su claro ta len to en beneficio de sus herm anos de clase. A pesar de su e terna negativa a los cargos públicos, en las elecciones de La guerra actual, con su cortejo de niseria y desolación, en el fondo no es itra cosa que la resu ltan te de las con- radicciones del régim en capitalista, y u m anifiesta incapacidad —consecuem ia lógica de su egoísmo desenfrena lo— p ara resolverlas. La burguesía [ue por ten er en sus m anos los ele nentos de producción, cam bio y dis- ribución de las riquezas del m undo ■staba obligada, por sen tido hum ano le la vida, a ev itar las m iserias de! iroletariado, en más de un siglo de do. nino económico no , dá un paso en iquel sentido. Antes, por el contrario. :n su afán de lucro desmedido, esta Rece una arrogante separación en tre :1 traba jo y el capital, situando a ésh :n el plano de privilegio, y a aquel en :1 de la m iseria. Las clases sociales juedan asi determ inadas, situando a m lado la de los seres en poder de los ¡uales, queda la riqueza. Esa clase la n rm an una m inoría —cada día más ■educida— de potentados, expresada lor banqueros, negociantes y grandes ndustriales, acaparadores de los bene- icios producto del trabajo . En el lado ¡puesto se concentran y agrupan los lesposeidos. los hom bres que, cor ¡u traba jo —m anual e intelec ual— producen riqueza sin obtener 920 fué elegido concejal del A yun am iento de M adrid, cesando en tal mesto por el golpe de la dictadura irim orriverista. P or cierto que al ocu lar el sillón curu l su patrono le des ilojó del puesto de trabajo. Veamo- 0 ocurrido. M atías trab a jab a en la m pren ta de la Casa H ernando desdo lacia más de tre in ta años consecutivos' illí comenzó como oficial, pasó a co- rec to r de pruebas y más ta rd e ocupó ■1 puesto de regente. En este cargo levaba muchos años a olena satisfac :ión de los Sres. Perlado, Báez y Com- iañía (Sucesores de H ernando!, olían lo se produce la elección de concejal, ístando en su despacho el regente so iresen tan los patronos a felicitarlo lorque han sabido lo de su elección Entonces M atías p lan tea la cuestión de :i_ debe acep tar el cargo y los Sres. 3áez y Perlado, ambos, le contestaron ]ue tan les parece bien que han venido 1 felicitarle por ello. Así auedan las losas y llega el m om ento de la toma le posesión del sillón m unicipal y el lomienzo a las actividades del cargo. ■ inm ediatam ente los patrones de Ma ;ías, de m anera violenta y sin am bages e p lantean el dilem a de que opte por ;1 puesto de concejal o por el de re- íente. V erdadero asom bro le p rodujo a batías esta actitud. De nada valieron n recuerdos, ni an terio res m anifes- aciones. ni consideraciones consecuen- es; había oue decidir. A bandonó su m esto de trabajo , donde hab ía esta- lo más de tre in ta años, la m ayor par- e de ellos siendo d irector de tan im- m rtantes talleres. El despido fué rea- izado sin consideración y sin indem - ¡ización. La conducta v illana de los Iros. Perlado. Páez y Com pañía pro- luio gran indignación y ello aconsejó intablar dem anda contra ta les seño- es, llevándose el asunto a los tr ib u íales; pero tam poco allí se consiguió lada gracias a la influencia del abo rado de dichos patronos, D. Baldo- ñero A rgente, ex m inistro, político unám bulo, liberal cam aleón y hom bre le negocios conocido por los m alició os por el m ote de “Don B andolero”. P ara ganarse su vida, a su avanza- ; edad, M atías tuvo que buscar tra- iajo y logró la regencia de la im- irenta del In stitu to N acional de P re nsión, cargo que desem peñó hasta el iltimo momento. Cuando surgió la guerra obedecien- lo órdenes del Gobierno abandonó Jadrid ly entonces la organización ibrera. con el auxilio de la Federa- ión sindical In ternacional, acordó re- oger a nuestros veteranos y a ten d er os con el llam ado Fondo de Solidari- lad Internacional. Con algunos otros om pañeros estuvo en esta institución, ¡rimero en C ataluña y luego, perdida Ispaña. pasaron a Francia, donde en in pueblecito de la D ordogne, en Dom- ne, fallecía el año 1940, a la edad de loventa y un años. En los últim os nomentos de su vida, en el exilio, des- més de tan tas desdichas y sacrificios, 'xpiraba estrechando efusivam ente la nano de un buen amigo, casi tan vie- o como él, com pañero de luchas du- ante muchos años, igualm ente reco- ;ido como veterano ilustre: Santiago ^érez Infante, que hoy tiene la suerte le convivir con nosotros la h idalguía le este pueblo mexicano. M atías Gómez L atorre. F igura in- nensa en la h istoria del p ro letariado ■spañol. Conducta digna de im itarse le todos los aspectos de la vida ciu- iadana. Su recuerdo e.s siem pre una ección. P ara todos podía y debía ser naestro ; pero siem pre conseguía ha- :erse pasar como m odesto com pañero f cam arada cordial. Su conducta ge- lerosa m erece m em oria im perecedera. Perico el CIEGO de la m ism a o tra participación que aquella que la burguesía, en su sistem a organizado de explotación hum ana, accede a conceder. Ese es el fu n d a m ento inexorable de la lucha de cia ses. P or más vueltas que se le dé al problem a, y por m uchas que sean —y lo son— los que hayan querido encon trarse a ese fenóm eno social, para ex p li car, como un hecho natural, biológico, su existencia, no ha podido d esv irtu a r se, por lo m enos en ese punto concre to, la doctrina m arxista. La in te rp re tación del m aterialism o histórico es, a ese respecto, incontrovertib le . Los econom istas burgueses, a pesar de los esfuerzos que han desarro llado para dem ostrar que el régim en cap ita lista es, en su estruc tu ra , la qu intaesencia del valor hum ano, no han podido ev itar que el m undo se escindiera en clases y que la lucha, en tre ellas, adqu iriera caracteres de ex trao rd inaria violencia. La organización del p ro letariado en partido político de clase, con conexión internacional, respondió a la que el ca pitalism o se dió para m ejor explotación de las riquezas del m undo, con bene ficio de exclusividad. La distribución de U riqueza se adm inistraba con arre glo a los intereses do la clase cap ita lis ta, sin ten er en cuenta para nada ' de los hom bres. Tam poco la de las pu e blos débiles. A aquellos y a estos se les negaba el derecho a participar de la riqueza . El poder político, oor razón de la organización económica, fué a caer en m anos de la clase exploradora, es decir, de la m inoritaria . El su fra gio universal, principio del derecho sustan tivo del régim en dem ocrático y parlam entario , resultó una ficción, cuando no una im pudicia y una v e r güenza. Solo en los grandes centros indus triales o mineros, donde el sontimionl socialista, luchando con tra la ignorancia y el em brutecim ientode las masas obre ras, había m odelado conciencias, con quistaban representación parlam en taria los obreros. Asi y todo, la burguesía, con su poder económico, som etía a du ras p ruebas al p ro le tariado m ediante el procedim iento, en tre otros, de la reducción de jornales de trabajo . So em pleaba el sistem a de in troducir el ham bre en los hogares para que el d e recho al voto no .se ejerciera, o so e jercie ra en favor de las cand ida tu ras rep resen ta tivas del capitalism o En los campos, en. los distritos rurales, allí donde las aglom eraciones h u m a nas son escasas y débiles, en las o p ciones triun faba el caciquismo, hechu ra del capitalism o rural, más bru tal en el trato , si cabe, que el cap ita lis mo industrial. La burguesía, para re forzar sus posiciones de privilegio y m antener el derecho a la explotación del hom bre por el hom bre, ten ía n e cesidad im periosa de estar en plena posesión del poder político. La lib e r tad política en el régim en capitalista es una grosera deform ación de la d ia léctica. La realidad ha dejado bien m ostrado que sin libertad económica no puede ex istir libertad política. Le- derechos del hom bre, que arrancan de la Revolución F rancesa, en la p rác tica resu ltaron ser un escarnio. El pro letariado se halló de siem pre, en tre la espada y la pared, represen tadas por el Estado que le som ete y el r oitalism o que económ icam ente le aho ga. P ara liberarse de esa situació” sólo un recurso estaba a su alcance, este: La rebelión para la conquista del poder eolítico como condición p re via p ara la transform ación del poder económico. P ero la rebelión, dada la organización del Estado capitalista, no es cosa fácil, ni m ucho menos. El Estado actual —por lo menos como era antes de la guerra— se había p re parado para resu lta r invulnerable al asalto de las m asas populares. E jército, Policía, Fuerzas de Orden público, T ribunales de justicia, toda la m aqu i naria del Estado, form aban li- gazn, un m uro de contención que, por lo que de él conocemos, podemos re pu ta r de in franqueable . A m edida que el Estado perfeccionaba su organiza ción represiva, se alejaba de las po sibilidades del p ro letariado la con quista del poder por la violencia. En la m ism a proporción se afianzaba el capitalism o en sus posiciones de do m inación. Pero sus contradicciones eco nómicas le han perdido de m anera ir re m ediable. Se opuso, por las fuerzas coaligadas del poder político y el po der económico a toda transform ación de carácter social y hum ano. No ha po dido, sin em bargo, ev ita r que la R e volución llegara. La guerra desenca denada por H itler, aunque con aspec to distin to al preconizado por Marx, en su en trañ a no es o tra cosa que la Revolución. El m undo cam ina hacia una era Socialista. T ratarem os de de m ostrarlo en otro artículo. José de la RIBERA LA GUERRA ESPAÑOLA Cuando ya estaba en máquina nuestro número anterior, recibimos un ejemplar del diario londinense “News Chronicle”, correspondiente al 18 de ulio, en el que, en lugar muy destacado, e ilustrado con fotografías, se in jertaba el magnífico artículo de Vernon Bartlett, del cual ofrecemos una traducción a nuestros lectores. Es un trabajo cuya reproducción nos honra, por el trabajo en sí, y por la personalidad de su autor, uno de los pocos que supieron ver a tiempo con claridad. Notable aniversario. Hoy hace seis años que un general español, ayudado por algunos ingleses, empezó la guerra civil. No era nuestro asunto; dijimos que España estaba muy lejos y que los españoles siempre se estaban me tiendo en líos. Habían derrocado su monarquía y ahora estaban derrocando su repú blica. De los dos lados había faltas, y nosotros teníamos otros problemas en qué preocuparnos (las ambiciones de Hitler y Mussolini, por ejemplo). No debíamos incomodar a esos dictadores. Eso es lo que nuestro Gobierno nos dijo. Ignoramos su consejo. Nos di mos cuenta de que el asunto en realidad nos concernía, y tanto nos absorbió que hasta ahora es difícil, después de seis años, escribir con imparcialidad sobre la lucha sostenida en la Península. No puedo olvidar, por ejemplo, cómo leí en los periódicos de Londres que el Gobierno de la República, todo él, era conducido por los rusos y cómo en Barcelona, Valencia, Madrid y Alicante sólo encontré uno: el embajador de la Unión Soviética. No puedo olvidar lo desagradable que es el ser bombardeado por avio nes alemanes en la carretera que va de Toledo a Madrid mientras que nues tros periódicos aseguraban a sus lectores que no había ninguna intervención germana. Y si yo no puedo olvidar estas y otras cosas, hay también ingleses que visitaron el otro lado y que no pueden olvidar los asesinatos de sus amigos españoles destruidas por una canalla ignorante y furiosa. Había más, mucho más que admiración para con el pueblo que encontra mos tras las pasiones que su lucha levantó lejos de las fronteras españolas. La reacción del pueblo británico fué mucho menos significativo aún en la traición de Munich, porque había muchos que conocían la escandalosa falta de preparación militar y que equivocadamente pensaban que debíamos apro vecharnos de la tregua que se nos daba, aunque esto costase la vida a toda una nación. El general Franco, por otro ladó, representaba un grupo de grandes pro pietarios egoístas que, con' la ayuda de los oficiales en el Ejército y de los curas en la Iglesia, órganos que se pusieron al servicio de' la Política, habían mantenido a los campesinos en un estado de ignorancia y pobreza sin igual aun en el Occidente de los Balkanes. Los republicanas debían entonces contar con nuestra simpatía si no podían esperar nuestra ayuda activa. Pero, moral aparte, había otras razones por las cuales necesitábamos la victoria de los republicanos. Era evidente que desde el principio Hitler y Mussolini querían que Franco ganase. Debe uno acordarse de las ametralla doras italianas que vinieron del Marruecos francés horas después de haber empezado la revolución. Y de ello no resultaría sino un peligro para la Commonwealth Británica al quedar un país, contando con tal geográfica po sición, bajo el control de hombres tan celosos de nuestro poder e influencia. Estas cosas evidentes, pero no para ver al Gobierno inglés repre sentando el principal papel estableciendo esa obra maestra de la Hipocresía en Diplomacia que se reunió en el Foreign Office y que buscaba cómo es conder actividades o inactividades cobardes detrás de una pantalla ahumada de mentiras y de “bluff”. A su debido tiempo los republicanos fueron ven cidos y una especie de paz fué restaurada en una España empobrecida y desgraciada. Edén, Cripps y Littelton, Summer Wells, Wallace y Winant han inten tado traducir en palabras los objetivos que queremos lograr en esta guerra. Roosevelt y Churchill los expresaron en las vagas e importantes frases de la Carta del Atlántico. Stalin y Molotov los han .subrayado. ¿Puede algún hombre honrado negar que los líderes españoles que compartieron estos objetivos están todos en el exilio o en la cárcel? ¿Puede ningún hombre honrado negar que las humillaciones a que ha sido sujeto Sir Samuel Hoare y las empalagosas adulaciones que ha tenido que distribuir no han hecho más que mantener a España en una neutralidad muy precaria? ¿Cree algún hombre honrado que los submarinos y porta aviones no han recibido informaciones y material de reparaciones de España o de las colonias españolas? La Guerra Civil Española nos enseñó —y no queremos olvidarlo— que hasta en Inglaterra hay hombres cuyo odio hacia los principios expresados en la Carta del Atlántico es tal, que prefieren poner en peligro su propio país antes que ayudar a convertir esos principios en políticas realidades. Hitler es, desde luego, el enemigo más peligroso de las cuatro libertades de Roosevelt; pero ¡ay! no es el único. Vernón BARTLETT La últimaconsigna S e n a r n t i s m n i n s i n o t> m Nuestros comunistas han celébra lo en México el Día de San Ignacio Poseídos de intensa fe religiosa, asis- ieron a solemne misa' y, más tarde incurrieron a fraternal, y supone rlos que bendecida comida, celebra- la en honor del Santo fundador de a Compañía de Jesús. No es de ahora su afinidad con <an Ignacio. El paralelismo es exac- o, geométricamente exacto, tatito, fue tal parece ,que copiaran ínte gramente los procedimientos iñiguis- as. Si éstos recibían sus misiones en loma, para desarrollarlas en provin cias, los comunistas reciben sus con- ignas —o misiones— del Buró Cen- ral, especie de concilio de máximos topes, que, luego de pasar por cé- ulas, radios y burós mínimos, para aspiración de activistas y misione- os, son lanzadas al consumo públi- o. Las casas jesuítas de probación y os retiros, tienen su adecuada ex trusión en la primaria escuela de os Amigos de la U.R.S.S. y en la lasa Marxista de Leningrado. Si los ’spirantes son decididos, disciplína los y prometedores, van por la re- fálida y, obtenida ésta, regresan pro- esos. A San Ignacio, como a los co- nunistas, le fallaron algunos de los •oadjutores espirituales o témpora- es. Los primeros se sumían anóni- namente en el vasto ámbito de la glesia. A los segundos se les colo caba la etiqueta de trotskistaé o so- '.ialfascistas. Mediante tan entrañable coinci dencia, a nadie podrá sorprender que los comunistas vascos —diremos pen insulares para emplear el vocablo de la convivencia—, al suave hálito de la gracia y sin apariciones celestia les, hoyan llegado a fraternizar, en tal solemne día, como los sabinianos. No es de ahora, sino de hace ya vanos meses, que ios comunistas ur den en fervores separatistas. El labo ratorio de las consignas compuso la fórmula: autodeterminación ele lo pueblos irredentos. La frase, demás de redonda, cae bien en la corriente de las aspiraciones autonómicas, desbor dada últimamente. Antes de abrazar la causa, arrumbaron de su enseña la hoz y el martillo, signos del tra bajo, para no herir la susceptibilidad de recientes catequizaciones. Y, des aparecido el emblema, el rojo uni forme de su bandera adquirió tonali dades policromas, compartiendo ge nerosamente su lugar con otros dos colores: el blanco y el verde, forman do todos tres los de la bicrucífera. Faltábales algo a nuestros comunis tas para la total conversión: que Jaungoikva —el Dios de los vascos o, para ser más exacto, el nombre euzké- rico de Dios— les llamara a la fe. Ya está conseguido. No por su asistencia a la misa que, en fin de cuentas, sig nificaría el rendimiento de su plei tesía al Maestro. Ha poco —tras afir mar el inalienable derecho de Euz- kadi a regirse por sí misma— jura ron que defenderían hasta el último H O T E L “ P E R L A ” L A P A Z — B A J A C A L IF O R N I A LUGAR ENCANTADOR PARA TURISTAS BAÑO EN TODAS LAS HABITA CIONES E L M E J O R H O T E L DE L A C O S T A D E L P A C I F I C O Precios al alcance de los más modestos sueldos Fábrica: General Plata, No. Mosaicos en toda clase de 70. O b » „ UOTl„ ' S ' S J . S Telf. Eric. 15-23-80 Losetas de barro Mosaicos Valencia, S. A. IMITACION CANTERA PARA REVESTIMIENTO DE FACHADAS comunista el espíritu religioso de los vascos. Mas los comunistas no han parado su atención en la inaccesibilidad de tamaña empresa. Ni con la lira de Orfeo podrían dormir a los cancerbe ros de esa posición, cancerberos sua ves, flexibles y que, por estar gober nados por idéntica pero más pura es cuela, están siempre en permanente vigilia. El enemigo es fuerte, podero so, y utiliza análogos argumentos a los del adversario. Nos acucia la cu riosidad por conocer el final de la :ontienda. Veremos si las aguas vuel ven por donde salían o si, en su afán le bailarlas a los nacionalistas vas- :os, nuestros comunistas terminan yor vitorear sinceramente a San Ig- rncio. El fenómeno no habría de sor prendernos porque tendría su ante- :edente en Oscar Pérez Solís que, de ictivísimo propagandista del comu- lismo, pasó a pacificador de almas m las teocráticas páginas de “La baceta del Norte". . . Julio DE ALDAY Páoina 9 A D E L A N T E ________ ___________ ___________ 15 de 03° sto 4* 19« Crónica de Colombia EL BACILO IMPACIENTE Hasta estas alturas santafereñas ha- llegado el cefirillo moscovita. Este airecillo sutil se cuela por las rendi jas políticas y penetra suavemente hasta los rincones penumbrosos de las almas cándidas, sin producir ape nas más que un ligero estremecimien to, como el bacilo de Peiffer. Poco a poco se acomoda, se extiende, se diluye —acaricíente y sinuoso— hasta que uno he da cuenta de que está en torpeciendo el buen funcionamiento orgánico. Como, en principio, las molestias no son muy grandes, se recurre, para combatirlas, a procedimientos case ros como, por ejempTo, el de los pa ños calientes. Sin embargo, el cefiri llo se cuela, se cuela .. . y su activi dad es cada vez más persistente, enervante y dañosa. Entonces es cuando uno piensa que se trata de algo más que un malestar pasajero y se echa a buscar la terapéutica ade cuada. Pero es inútil. Los doctos varones que investigan las actividades del ce firillo moscovita no logran dar con el antídoto. Se limitan a recomendar medidas para evitar el contagio: in yecciones morales, dieta de ambicio nes, régimen de lealtad, gimnasia in telectual. . . y, en último caso, man dan al contagiado a hacer gárgaras. El cefirillo va dquiriendo caracte rísticas de epidemia, con accesos de fiebre que, en ocasiones, llegan al ro jo vivo: una fiebre unitaria que pro duce delirios, amnesia cerebral, tras tornos morales y menopausia políti ca. En los casos más destacados se ad vierte, también, un agudo desasosiego verbalista con espasmos de egolatría. El subconsciente de los atacados, adormecido hasta ahora en burgue sas y tibias poltronas políticas, se ha despertado repentinamente como sa cudido por impaciente estímulo re volucionario. Sin despojarse aún de la etiqueta política que les distin guiera hasta ahora, los modosos, los pacatos, los cautos, los discretos, los grises y los kamarrupas salen a la luz ptiblica enarbolando una bandera ro ja, de un-rojo desvaído, debilitado, casi color de rosa; rojo vergonzante, de sofoco, de rubor amoroso, de don cella púdica...: la bandera de la unidad. Como los filántropos, que prime ro crean la miseria para luego, en ternecidos, ejercer la caridad, así los discretos, los grises, los modosos, los cautos, los pacatos y los kamarrupas han desplegado su bandera unitaria creando primero la división. Táctica y especulación acreditada. “Divide y vencerás” y “el fin justifica los me dios” son fórmulas experimentadas con prodigiosos resultados por el par drecito Ignacio de Loyola, el suave, dulce y ladino leader de la Interna cional católica. A los unitarios no les falta ya más que un lema, un slogan, una consig na. Podría ser esta, que tiene cálidas y emocionales reminiscencias fonéti cas: ;Arribistas de todos los matices: unios! MIRON U E A C L E C I 4 "HOTEL PRINCIPAL" Bolívar No. 29 Eric. 12-64-23 Mex. L-37-93 Atendido por su Dueño ANGEL DE AVILA MEXICO. D. F. CAFE “CA N TA BRICO ” V enustiano C arranza, 32. Teléfono Eric. 12-44 47 D E L I C I O S O C A F E E X P R E S ★ ★ ★ CERVEZA DE BARRIL SERV IDA POR EL M EJO R TIRADOR DE M EXICO M A R I S C O S ★ ★ ★ C O C I N A H I S P A N O M E X IC A N A LA RECONSTRUCCION DE LA POST GUERRA Montreal, agosto.—La Oficina Internacional del Trabajo ha decidido es tablecer una Comisión de “Estadistas económicos” conocidos mundialmente, a fin de que cooperen en la elaboración de los proyectos para el período di la reconstrucción de la post guerra. La decisión de formar dicha Comisión fué hecha por el Sr. E. J. Phelan, Director Interino de la O. I. T. y recibió el apoyo unánime de los miembros de la Comisiónde Crisis, entre quienes se encuentran 3 representantes di los trabajadores: Robert J. Watt, de la Federación Americana del Trabaju Joseph Hallsworth, del Congreso de Sindicatos de la Gran Bretaña, y Jei Ren.s, de la Federación del Trabajo belga. Al acordar el establecimiento de esta Comisión internacional, la Co misión de Crisis siguió la política fijada por la Conferencia extraordinaria de la O. I. T. a la cual asistieron los representantes de 35 naciones y que se verificó en el otoño pasado en Nueva York. La Conferencia dió amplia instrucciones a la O. I. T. para que coopere en el logro de una paz del pueblo, y resolvió que la O. I. T. se interese en un grado mayor que hasta ahora en los problemas económicos del mundo. La Comisión de Crisis acordó que la Comisión internacional tenga facul tades para aconsejar a la O. I. T. en las labores de reconstrucción, y además, que se le faculte para que recomiende “las disposiciones económicas que sí incluirían en los ajustes de la post-guerra, con el objeto de que sea posiblí aplicar los objetivos sociales de la Carta del Atlántico y, en particular, la adopción de medidas que permitan el empleo total y el aumento del nivel de la vida”. “No es posible”, dijo el Sr. Phelan, “que esta Organización deje de presta un interés directo e importante en esas soluciones económicas y financieras1 que se adoptarán después de la guerra. Dijo que la O.I.T. debe estar repre sentada en las Conferencias económicas internacionales, a fin de que puedl “hacer una advertencia o presentar una protesta si los expertos económico: y financieros olvidasen los problemas sociales al ocuparse de los mundiale tan sólo desde el punto de vista, relativamente estrecho, de carácter financien o económico.” El Sr. Phelan añadió que- consideraba a la nueva Comisión internaciona como “un punto entre los pueblos y las organizaciones dedicadas a estas labo res económicas y financieras y el Consejo de Administración.” El Sr. Watt en la reunión dijo que “si no podemos examinar de una ras ñera práctica las consecuencias de nuestros propios fracasos del pasado y es tudiar este problema con sentido de unidad, entonces temo que no aproveche mos lo que bien pueda ser nuestra última gran oportunidad de crear la con fianza y buena voluntad que son esenciales si-deseamos alcanzar la victoria Quiero decir con ello no solamente la victoria que deberá lograrse por medie de las armas, sino la otra, la que deberá alcanzarse al terminar esta guerra.. Joseph Hallsworth, hablando también en nombre del grupo obrero, iij( que consideraba que “sería erróneo decir que no hay momento durante 1¡ guerra en el cual no contemplamos lo que nos gustaría ver cuando las hos tilidades terminen”. La guerra se perdería si los pueblos del mundo no tuviera: la esperanza de un futuro mejor. Pero agregó la advertencia de que los tra bajadores no van a estar colocados “en la misma posición en que estábanlo! a fines de la última guerra”. “Si no podemos hacer de la O.I.T. ese instrumento,” dijo, “y convertirl! en el medio por el cual los obreros del mundo puedan expresar sus punto: de vista en colaboración con los gobiernos y patronos, no tendremos más re medio que hacer frente a otro factor el cual aún no hemos tratado, o sea, qut el movimiento sindical internacional .será llamado a realizar esta tarea y ten drá que hacerla en una forma muy desagradable para los otros grupos que forman parte de nuestra colaboración internacional.” La reunión dió instrucciones a la O.I.T. para que comunique fprma’mente a los gobiernos la sugestión de que establezcan organismos representativo! para el estudio de las necesidades económicas y sociales del mundo do la post-guerra, en caso de que todavía no los hubiesen creado. Los delegados subrayaron que estos organismos deberán contar con re- preseantes de los trabajadores y patrones y que no deberían estar consti tuidos tan sólo como oficinas gubernamentales. A R R O S , F R E S O L S I N A P S Un deber de conciencia nos impulsa a la creación de este nuevo organis mo que agrupará en el destierro a to dos los socialistas de nuestra tierra, seguros como estamos, además, de in terpretar el sentir unánime de cuan tos gimen en el cautiverio en núes tra Patria. Ante la creación acelerada del Cír culo del Pote gallego, el Círculo de la Favadá, del Círculo del Bacalao a la Vizcaína y las Angulas, del Círculo des Monchetes, y últimamente del i Círculo de Gazpachuelo, nosotros no podíamos permanecer indiferentes, ■ pues el hecho diferencial es en nues- , tra Nación más acentuado que en otra ■ alguna, siendo su nota distintiva el - “Arrós, fresols i naps”. Ha habido un compañero que propuso aoeláramos a nuestra entidad “Roal ¡de la Paella”. - Nos opusimos categóricamente. La Pa- : ella se ha convertido en un condumio i internacional, nosotros la hemos visto ? servir hasta en Madrid, que ?s un l puf-blo de Castilla muy distante de nuestras fronteras naturales, geográ ficas, lingüísticas, hidrográficas, oro- gráficas, culturales y folklóricas. Otro amigo sugirió se denominara “Roal del Garrofer”. La incultura de algu nos compañeros les lleva a hacer pro puestas semejantes. El Garrofer que en lengua de Castilla llaman Alga rrobo, es un árbol leguminoso que sé da en toda la cuenca mediterránea, incluso en Turquía. ¿Es que nosotros somos turcos? Sin ningún género de dudas, es el “Arrós, fresols i naps" el que mejor marca nuestro hecho diferencial: —“Si fores el Rei d’Espanya. ¿qué menxaries tú hui? —Pos no u saps, Arrós, fresols i naps”. Dijo nuestro glorioso poeta nacio- -> nal. Hay quienes nos han objetado d que el socialismo es una doctrina in- i, ternacionalista. Eso sería antes de - nuestra época, en los tiempos retro- i grados. ¿Acaso se pretende, después 1 de la experiencia de la guerra pe- i ninsular, que sigamos creyendo en la a solidaridad de los pueblos? Lo mis- ’. mo han atacado a nuestra tern-ta - los gallegos, los navarros, las cas te- ) llanos, los alemanes o los italianos, h a todos los metemos en el mismo saco i Nosotros declaramos desde estas tic- a rras hospitalarias, que la Patria está - en peligro y que nada nos une con - los que se nutren de garbanzos, clio- J rizos, ensaimadas, mantecadas de As- 1 torga o yemas de Avila. Para nuestro - acrisolado patriotismo, todos esos pue- - blos 3on tan ajenos a nosotros como ? los que se alimentan de roasi-beef, - petits pois, sauer kraut, macaroni o 3 cus-cu-su. Sólo seremos indulgentes , y por razones diplomáticas, con la ca- i lentica de Orán, por encontrarse allí ; los compañeros Salvador García Mu ñoz y Pedro García García, altos re- ) presentantes de Alcoy y Alcira res pectivamente. Toleramos de momento, y por motivos que callamos, los fri joles y el maíz cocido, así como las tortillas, pero en su día daremos nues tra opinión sin ambages. Tenemos nuestra lengua vernacular, > nuestra bandera y nuestro himno, . ¿Qué nos falta para ser enteramente independientes?: nuestro Roal aparte, y éste ya lo tenemos. Hemos redac tado nuestro programa político para engrandecer y dar brillo y esplendor a nuestra amantísima Patria. Empe zaremos por declarar la guerra a nues tros perversos vecinos los murcianos, para que no nos vuelvan a robar más las aguas del río Segura. Una ver dueños del Reino de Murcia, y pri sionero Melchor Guerrero, habrá coi. do en nuestro poder Cartagena, y co geremos los barcos para emprender grandes empresas que, por razones es tratégicas fáciles de comprender, hoy nos callamos. Sabemos por nuestro Servicio de contra-espionaje que tan hábilmente dirige Aniceto Iranzo que en el Or feó Catalá se preparan los planes para invadir nuestro territorio. Nosotros les tenemos que decir a esos totalitarios, que estamos apercibidos y que nues tras primeras obras defensivas, serán la construcción de una Línea Magín ot a lo largo de dicha frontera. Firma remos un Pacto conmutativo con los aragoneses,para que no se repita la faena de Don Jaime. Haremos otro pacto bilateral, una especie de Eje sin ruedas, con los castellanos, evitando con este protocolo diplomático que a un tal Rodrigo, al que nosotros Ha- mamos El Side porque somos perso nas cultas y sabemos el árabe, no nos vuelva a traer a nuestra Patria a nin guna Jimena con sus hijas y provo que nuevos conflictos con los chicos de Carrión. Y por último, hacemos esta decla ración: Si usamos en este documento la lengua castellana, es porque mien tras duren las circunstancias la he mos elegido como lengua diplomáti ca, para que nos entiendan los demás pueblos peninsulares y los continen tales e insulares de América que no conocen nuestra jerigonza. Pero que de bien entendido, y sepa todo el mundo, que poseemos nuestro léxico vernacular, i que el que vullga entra en el Regle aurá de dir la cominea: "Seixe juges menxent fexe d'un psRr xal". Las adhesiones pueden dirigirse jal Secretario compañero Bufellut, Bala ras, 37, México, D. F., hasta que ip echen a la calle. Por Valencia, Pere Culbax.—Por Aj eante, Neso Mixdía.—Por Castellón, 7* ni Fotut. E N C H I H U A H U A ¡UN VIVA A LA REPUBLICA ESPAÑOLA! El 5 de Julio, tuvo lugar en Chihuahua, con m otivo de la gira de orientación de los Sres, Senadores de 1e A lta Cámara, un gran desfile y mitin. A ellos fueron invitados los republicanos españoles, a través del CENTRO REPUBLICANO ESPAÑOL de reciente creación en la citada Ciudad: como asim ism o todas las Colonias Extranjeras que tienen fijada sv residencia en dicha Ciudad. A l frente 4?1 nutrido grupo que formaban los e xiliados españoles, flameaban al viento las banderas d< México y la República Española. La emoción embargaba el ánimo de todos- al ver de nuevo nuestros queridos cc lores junto a todos los representativos de las Naciones Unidas. Cuando los exiliados portando cuatro grandes pancartas pasábamos por delante del Palacio Municipal donde está hecha la fotografía) el Gobernando del Estado, Sr. Alfredo Chávez. pronunció un Viva la República Española, que fué contestado por todos manifestantes. Llegados al Parque Rolario de la Ciudad, lugar designado para el mitin, que estuvo abarrotado de pú blico, los Sres. Senadores hicieron uso de la palabra, destacando en sus piezas oratorias el puesto que le cupo a la República Española en la lucha- contra el fascismo. En esta forma se desarrolló un acto, que contó con todas nuestras simpatías y que dió lugar a que los españoles sintieran una de las más íntimas satisfacciones desde su arribo a estas tierras hospitalarias.—Correspon dí» ' . ¡ , O P I N I O N E S S O C I A L I S T A S "MISION DE ESPAÑA EN M EXICO.-AYER Y H O Y" Texto íntegro del discurso pronunciado por nuestro compañero A M O S R U IZ L E O N A el 18 de julio en el Centro Español H ubiera preferido que el compañero Azorín, que nos preside, hubiese concretado su intervención a concederme la palabra. Porque el poner un tin te de elogio en la p re sentación puede dar lugar a que el orador intente un tono difícil y, al no lograrlo, defraude lo que el público es pera de él. Cuando la directiva del Círculo C ultural Pablo Igle sias se acercó a mí en solicitud de que ocupara esta t r i buna para desarrollar esta conferencia, una de las ta n tas que form an parte del ciclo organizado, no me hice rogar y acepté complacido la invitación, pues creía cum plir de esta m anera con mi deber. Estimo que si queremos m antener el fervor en las ideas socialistas debemos p ro p iciar y fom entar estas reuniones para que nos conozca mos mejor, nos escuchemos, nos discutamos incluso, aun que poniendo siempre, como es natural, junto a la crí tica serena de las palabras y de las ideas, am or en el ob jeto de la discusión. Esperaba que no me hubiese llega do tan pronto el turno. Pensaba que personas de más ta lla y de más autoridad en el partido fueran desfilando ¿por este estrado antes que yo, para darnos a conocer sus inquietudes o sus orientaciones. Pero, aún cuando la fe cha señalada para mi disertación haya sido anterior a la que a mi deseo convenía, he de deciros que celebro que esta charla tenga lugar en el día de hoy. Recuerdo que hoy es una fecha luctuosa oara les españoles. Es el sex to aniversario de la iniciación de la terrib le guerra civil que desangró a España. Y he de aprovechar esta charla, este momento de reunión que vuestra atención me brinda, para solicitar un recuerdo emocionado para los caídos y para los ausentes, para aquellos que por am ar a España stufren en la prinsión franquista y tam bién para aquellos que, sin estar presos, padecen dentro de Esoaña y fuera de sus fronteras. Vaya nuestro recuerdo para todos los caídos, españoles de los diversos matices, hom bres jóve nes los más y viejos algunos, que sacrificaron su vida en holocausto de la independencia de España y de sus ideas de libertad. No quiero hacer demasiado largo este exordio. Pero antes de en tra r en el tem a de la conferencia voy a hace ros una observación. La directiva del Círculo Cultural Pablo Iglesias me dió libertad de m etro y de rim a para que expusiera en esta conferencia, según mi saber y en tender, ciertas opiniones. No puso cortapisa alguna a mis palabras, pero yo os adelanto que aunque la m ayor parte de lo que constituirá mi intervención viene avalado oor autoridades que en el orden histórico son indiscutibles, os expondré algunas opiniones de carácter personal. Y aunque sea pequeña la autoridad de las mismas, por r.er muy modesto quien las emite, nadie sino yo puedo pechar con la responsabilidad de la exposición de estas ideas. A falta de otros méritos quiero ser breve y, con vuestra venia, voy a en trar en el tem a que he elegido como m otivo de esta conferncia. LOS ALBORES DE LA CONQUISTA El tem a lo titulo “Misión de España en Méjico”.— -Ayer y hoy”, tem a que inm ediatam ente com prenderéis que es poco político. Poco político en el sentido literal que a la palabra político damos, pero que reputo de gran interés. Y que posiblem ente, si no fuera yo quien lo abordara, resu ltaría sugestionador, porque en él se re cuerda la m agnífica labor realizada por España. Recor dar la historia de España debe contribuir a que la am e mos. Yo me consideraré altam ente satisfecho si m ediante mi intervención logro que en tre todos recordemos rostros y hechos que conviene no tener desdibujados. La misión de España en Méjico comienza en los días del descubrim iento colombino y tiene la nota caracterís tica. y acentuada de un españolismo magnífico, no sola m ente en el proceso del descubrim iento sino tam bién , . en el de la conquista y en al de la colonización. La aven tu ra de España en Méjico surge como consecuencia de tres grandes ideales que m ueven al pueblo de España de, ayer a atravesar los océanos para realizar la epopeya mas grande que han visto los siglos. Lo,s tres ideales son: un espíritu^ de engrandecim iento y de conquista, motivado por el espíritu guerrero que se desarrolló en España a posteriori de la guerra de l a 1 Reconquista; un espíritu religioso que hace que los españoles corran por el mundo con un afán de evangelizar y civilizar al mismo tiempo a los pueblos y a los hom bres; y un espíritu patriótico que mueve a los españoles a lanzarse a engrandecer su país. He dicho que es em inentem ente nacional la obra de España en América. Es nacional el descubrim iento por que, aunque genovés por su origen fué el marino que atisbo el continente americano, fué como español, y en su calidad de español, sostenido por la fe y por el tesoro es pañoles, con naves y hom bres españoles y en nom bre de los reyes de España como llega a descubrir las tierras am ericanas; españoles los hom bres que descubren los ríos mas im portantes, los prim eros que conocen los más vas tos océanos y más extensos golfos; españoles los que lle gan a descubrir la existencia de dos continentes en el te rritorio del Nuevo Mundo. Y son españoles los que lo conquistan, y son españoles los que fundan escuelas, los que levantan mercados, crean la universidad, los que trasladan a territorio am ericano la im prenta, los que escriben las prim eras geografías y diccionarios, los que editan los primeros libros. Parece realm ente m entira que una sola nación, España, haya podido realizar tan in gente labor, pues con su obra logró rehacer la geografía y revolucionar el mundo de las ideas y el de los nego cios durante cerca de dos siglos. Las características hispanes de la obra de la con quista y de la civilazación son fundam entalm ente dos: conquista de territorios hecha para la Corona; explo ta ción y aprovechamiento de las colonias hechas para la nación. Se realiza la conquista de México. Sobre este tem a voy a exponer nada más cuatro palabras, no porque sea vidrioso, sino por excesivamente sabido. Solam ente he de indicar que, teniendo en cuenta lo dilatado del territorio a conquistar, la escasez de los medios que contaban los conquistadores y la cantidad de m illones de indígenas existentes en territorio mejicano, es justo lo que con pa- labra fiel se ha dicho sobre la obra de la conquista de Méjico, por los españoles y de la labor realizada por Cor tes y sus hombres en este territorio: que .resulta invero símil aún para la novela. PERIODO DE COLONIZACION Los españoles han destruido la bella Tenochtitlán, la ciudad capital del imperio de Moctezuma, han echa do por tierra los templos de los grandes dioses Huichilo- poztli y Quetzatcoatl, y al mismo tiempo siem bran los cimifntos de Ja que habría de ser esta ciudad. Los hom bres de Cortés se desparram aban por todo el te rrito rio mejicano para realizar, en verdaderas m archas forzadas, la conquista^ de tan dilatada extensión. Y en el 1535 se term ina la época de la conquista de Méjico por los es pañoles para comenzar aquel otro período que se llam ará colonización. El espíritu aventurero de los españoles g e r mina en Méjico y es en la labor de colonización en la que, a mi entender, ha puesto pilastras de m ayor valor Jla obra de los españoles en territo rio mejicano. Los espa ñoles en Méjico se preocupan desde el p rim er m om ento ppr elevar el nivel cultural, político y social de los abo rígenes. Acaso^surgieron en Méjico defensores de la raza en tre los españoles antes que los propios indios sin tieran la necesidad de verse defendidos, de ser libres. España se vuelca en Méjico, trae sus instituciones, trae, ¿por qué no decirlo?, sus defectos; pero no es menos cierto que tam bién trae sus virtudes. Inm ediatam ente de realizada la conquista, España se preocupa de m andar obreros háb i les para que realicen el trabajo en el te rrito rio m ejicano; envía plantas y animales de Europa y puede afirm arse que poco después de la conquista y de iniciada la colo nización el nivel económico del territorio m ejicano se ha elevado grandemente. Los españoles en Méjico se p re ocupan por elevar el nivel económico y vemos que muy P9Co después de la conquista, junto al maíz y al agave, plantas netamente indígenas, aparecen los campos de iri- gp, los arboles frutales, los viñedos, las m oreras, y al «usmo tiempo comienzan a pastorear en las riberas de las vegas m ejicanas el caballo, el puerco, el carnero, ei buey, anim ales en teram ente desconocidos en América. España m anda a Méjico obreros capacitados y la industria m e jicana comienza a desarrollarse. En pocos años, posible m ente antes de un siglo de realizada la conquista, las in dustrias m ejicanas han alcanzado im portancia y apare cen, jun tam ente con el traba jo del h ierro forjado, la ob tención del vino, y el traba jo de la lana y la seda junto con el algodón indígena, y las telas famosas de Saltillo con las te jerías de Puebla. España, continuando en esta labor colonizadora, envía m ineros españoles a te rrito rio mejicano, a ta l punto que para los am ericanos han sido los españoles los m ejores trabajadores de las m inas. S: bien es cierto que los aborígenes mejicanos, sobre todo lo: aztecas, conocían la explotación de las minas, no es m e nos cierto que solam ente aprovechaban aquellos yaci m ientos que estaban a flor de tie rra , o aquellas riquezas auríferas que obtenían m ediante el lavado de las arenas de los ríos. Y es un español, B artolom é M edina, quien en el año 1551 im plan ta en Méjico el proceso del m ejoram iento de la obtención del m ercurio por medio del am algam ien- to de m etales, que se pone en práctica Dor prim era vez en la ciudad de Pachuca. Y si esto es en la labor m ate rial, en la cu ltu ral Esoaña, Volcándose en Méjico, trae aquí su idioma, su religión, sus costum bres, sus escuelas, funda su U niversidad y desde el p rim er m om ento se p re ocupa por hacer de los indígenas vasallos del rey de Es paña, pero elevándolos a una categoría que no habían conocido y que no habría de reconocer a los de otras tie rras ninguna de las naciones que, creyéndose superio res a España, im plantaron procedim ientos de colonización más oerjudiciales que los de los españoles. LAS LEYES DE INDIAS Posiblem ente an te las palabras mías exponiendo la labor cu ltu ra l realizada por E spaña echéis en fa lta que no he hablado todavía de aquel m onum ento legislativo que es modelo en su género y aue se llama las Leyes de Indias, en las cuales los españoles, preocupándose por los aborígenes, regulan el traba io en la m uier, señalan las condiciones en que pueden trab a ja r los niños, llegan a la fijación de los salarios y pago de los mismos. Y lo que acaso no todos sepáis es que incluso en aquellas leyes se establece la jo rnada de ocho horas. Es decir, que España llegó en su legislación, en el aspecto social, a alcanzar una. grandeza a p a rtir del siglo XVI no superada, ni igua lada, por las leyes dadas por los inngleses ni aún por los oropios Estados Unidos. España, teniendo puesta la vista en este territorio , al que llega incluso a dar el nom bre de Nueva España, cuya conquista tan b rillan tem ente ha sido n arrada por el cronista soldado B ernal Díaz del Cas tillo. se preocupa ñor saber las condiciones m orales de los hom bres que en aauella época han de venir em igra dos de nuestra patria. P rohíbe term inan tem ente que re a licen el viaje las m ujeres solteras, propiciando de este modo la fusión de razas, para la cual nunca F spaña tuvo prejuicios. Y transp lan tando aquí organizaciones econó micas y adm inistrativas de España, llegó a establecer co mo régim en adm inistrativo del poder el virrey. Pues bien, el nropio v irrey de Méjico, el rep resen tan te direc to de la persona del m onarca, estaba sujeto al juicio de residencia m ediante el cual la audiencia, como órgano es pañol superior, podía escuchar las quejas que contra la actuación del v irrey presen taran librem ente todos los ciu dadanos en los tres mese.s siguientes al período en que había cesado el m andato de este virrey. Y prohibe a ’ v irrey que pueda tom ar esposa en te rrito rio mejicano, que pueda dedicarse al comercio o a la industria , im pi diéndole, o por lo menos poniéndole cortapisas las leyes, para que en el caso de que el v irrey sea venal no pueda im punem ente realizar cohecho. LA LEYENDA NEGRA Acaso al escucharm e piense alguno de vosotros que al ocupar yo esta tribuna, no para valorar, sino para ex poner la labor de España en las Indias, y, concreta mente, en el te rrito rio mejicano, pretendo silenciar sus errores, acallar sus defectos, am inorar sus crueldades. N ada más ajeno a mi voluntad. Aspiro a exponer fiel m ente an te vosotros los defectos que la colonización es pañola tuvo. E fectivam ente, estuvo m atizada de crueldad, estuvo teñ ida de despotismo. Pero aquí, la nación que esté lim pia de culpa, que lance la p rim era piedra. Es rea l m ente sospechoso que sean los h istoriadores ex tran jeros losque pongan —perm itidm e la vu lgaridad de la p a la bra— en solfa la obra de la colonización española, silen ciando los defectos que existieron en la obra colonizado ra de los dem ás países. Acaso podáis p regun ta r en qué consiste y en qué se fundam enta la labor de crítica que los h istoriadores ex tran jeros han realizado fren te a la obra colonizadora española. Pues el m otivo fundam en ta l es el siguiente: fué un español quien se encargó de orear a todos los vientos la b ru talidad de los encom ende ros, los actos de crueldad com etidos acaso por los rap a ces conquistadores. Fué aquel dominico y obispo de Chia pas tan conocido de todos, Bartolom é de las Casas, que con justeza pudo ser llam ado el apóstol de los indios, quien, con hum anidad realm ente altru ista , con cariño des m esurado hacia los aborígenes, se encargó en una obra, “D estrucción de las Ind ias”, de dar fundam ento y arg u mentos a los h istoriadores ex tran jeros para que el día de m añana levan taran ese m onum ento realm ente deform e que se conoce con el títu lo de la “leyenda negra”. Fué, pues, un español quien tomó a su cargo la defensa de los nativos, dem ostración de que eran los españoles los que sentían m ayor inquietud por el m ejoram iento del indio. Bueno es que recordem os a estos h istoriadores ex tranjeros, que alzaprim an los defectos de los españoles, Ja naciona lidad de aquellos otros que llevaban como nom bres Zu- m árraga, Vasco de Quiroga, Mendoza, Velasco. Motolinia, Revillagigedo y tantos y tantos españoles, frailes o laicos, que vinieron a Am érica para desde aquí propiciar el le vantam iento y la libertad de la raza aborigen. E ntre las personas que me escuchan acaso algunas se pregunten por qué motivos ha podido terg iversarse de m anera tan profunda la h istoria de la colonización espa ñola en América. La historia de la colonización española en las Indias, en los siglos XVIII, XIX y XX ha sido siem pre escrita por extran jeros, y casi siem pre por e x tra n jeros enemigos de España. Os he dicho que no voy a si lenciar los defectos. He de reconocer noblem ente que la obra de la colonización está m atizada de crueldad, cuajada de fanatism o, tiene dosis más que norm alm ente de ava ricia y de barbarie ; que en el aspecto com ercial España cometió, en su obra colonizadora, muchos errores, que se dejó llevar por el siglo en que vivía; que el comercio lo sujetó a monopolio, aum entado con restricciones y pro hibiciones que im pedían las relaciones com erciales de las colonias con otras naciones ex tran jeras. ¿Qué ha habido barbarie, crueldad, -y fanatism o en la obra colonizadora española? Justo . P ero vamos a poner las cosas en su lu gar y me vais a perm itir que os haga algunas com para ciones. Todos los historiadores ex tranjeros, al h ab lar de la obra de España en América, han coincidido en ponernos en la picota del deshonor al tra ta r el tem a del fanatism o religioso. Y no hemos de olvidar que muchos de los m ís ticos o de los religiosos que llegaron a Méjico estaban enorm em ente influidos por el fanatism o; no hemos de si lenciar que con m arca netam ente española se establece en Am érica aquel bárbaro tribunal que, por ironía del destino, se llam ó del Santo Oficio o T ribunal de la In quisición. Y coinciden todos los historiadores en ponernos en la picota del deshonor cuando se tra ta de señalar las víctim as que el fanatism o religioso o, concretam ente, el tribunal de la Inquisición ha producido en América. Os he de afirm ar lo siguiente: que siguiendo los datos que da J. A. Lorente en sus historia de la inquisición española, las víctim as que este tribuna l produce en España sobre pasan de vein tritrés mil, y aunque supongamos que Lo rente, como jesuíta, m al jesu íta y probablem ente mal es pañol, reba jara las cifras reales, pecara por defecto, h a bréis de com prender que todavía hay un gran beneficio para la fa lta de fanatism o en el pueblo español cuando se com para con las doscientas sesenta y cuatro m il víc tim as que en la flem ática Ing la te rra se producen por m o tivos religiosos. BARBARIE Y FANATISMO DE EPOCA ¿B arbarie y fanatism o en España? Cierto. P ero si repasáis conmigo la situación de Europa en aquella época posiblem ente recordaréis que en un sólo Estado, F rancia, en la noche de San Bartolom é, el cism a religioso de los hugonotes produce cuatro mil víctim as en P arís y tre in ta m il en el resto de Francia. Que es el P arlam en to de Toulouse el que ordena la quem a de cuatrocientas b ru jas, y que es el conde de Sekach quien afirm a que el núm ero de víctim as ocasionadas por el bárbaro T ribunal de la Inquisición du ran te su ejercicio en el te rrito rio es pañol es infin itam ente más nequeño que el de b ru jas que m adas en A lem ania en el siglo XVII. Y si nos "ijamos n a da más que en la guerra de los tre in ta años, verem os con qué delectación se asesina a hom bres, se viola a m ujeres, se destruyen pueblos, se incendian iglesias, se quem an aldeas en esos estados europeos que por boca de sus eco nom istas, filósofos e historiadores se asom braban del fa natism o y de la crueldad españoles. ¿B árbaro y cruel el fanatism o español? Sí, oero no es el fanatism o de un pueblo, sino el fanatism o de una época, el fanatism o de todos los puebles juntos. Otros de los tem as en que Jos h istoriadores se han fijado para señalar lo que podríam os denom inar los ;ou>’ tos morbosos en la colonización española, ha sido m D avaricia, en la sed de oro que tra ían los conquistadores, olvidando que esa fiebre de oro ha constituido un saram pión que há dom inado a todos los pueblos y a los hom bres de todas las épocas. A larm a censar lo que habría sido de los Estados Unidos, que nosotros no colonizamos, si r" hub iera descubierto el oro desde el p rim er momento. Y adem ás conviene que recordem os ctue con poca justicia pueden h ab lar de esa sed de oro o de avaricia de los es pañoles aquellos h istoriadores que pertenecen a pueblos cuyos galeones, arm ados en corso, solían asaltar los b a r cos aue desde A m érica iban hacia España, p a ra recoger en ellos violentam ente, por la rapiña, las m onedas de oro o los lingotes am onedados. Pues en aquella época España, carente casi siem pre de econom istas, no fué sino un inm enso puente in te rnacional a través del cual pasa ban los tesoros p a ra pagar los em préstitos que los reyes españoles concertaban, los cualas, r-i conquistaban tr iu n fos y lauros en los campos de batalla, iban hundiendo el sistem a económico del país y ten ían que pagar con oro m ejicano aquellos em préstitos de los banqueros ho lan deses y florentinos. ¿C rueldad en la obra de la colonización hispana? No podemos negarlo. Pero con toda esa crueldad podemos afirm ar que los españoles no pagaron nunca un tanto señalado por cada cabellera de indio que se presentara. ¿Crueldad? Es natu ra l. Em igraban aventureros. No h e mos de pensar que los hom bres que realizan este tipo de aven tu ra sean personas de una concepción m oral acrisola da. Y como existen encom enderos y existen encomiendas, sabem os que los encom enderos y las encom iendas no te n dían sino a explo tar al indio en beneficio del colono, aún cuando acaso después el colono fuera explotado en be neficio de la nación. HISTORIA ESCRITA POR ENEMIGOS Es para mí m agnífica labor de España en A m éri ca. Los h istoriadores extran jeros, en general, la han p re sentado m atizada de los más som bríos colores. Pero es que hem os tenido la desgracia de que la h istoria de Es paña en A m érica la escrib ieran los extran ieros, y de que, adem ás de ex tranjeros, fueran enemigos. El tener la p ro pia b iografía escrita por enem igos ha sido el tris te sino de m uchas nobles almas. Y desgraciados la nación y el in dividuo que tienen tan triste sino en su vida, porque tie nen que esperara que las generaciones venideras les pro porcionen los medios de que se justip recie su labor. Creo que va llegando la hora de que a España se le haga justicia. He de confesar que son los h istoriadores norteam ericanos, sobre todo Sum nis y B ourne profesor de la U niversidad de Yale, los que han echado robre sus espaldas la labor de tra ta r como se m erece la obra española en América. Y estos hom bres han term inado por a firm ar que nuestra labor en A m érica m erece la gratitud de todos los nacidos en el Nuevo Continente, y que Espa ña debe ser reconocida y honrada por su labor. No son nada ex trañas estas palabras en las escritos y en las obras de esos h istoriadores cuando afirm an y sostienen que la labor realizada por España en América ha sido la mas grande epopeya que han escrito los hom bres a través de la h istoria. Labor ingente la realizada por España, obra m agnífica llevada a cabo por un pueblo de guerreros y de místicos, de pecadores y de frailes, de sabios y de igno rantes, pero que, sintiendo hondam ente lo español, se desparram an por el m undo oara hacer conocer a los de más la un iversalidad de sus ideas: antcsapadas nuestros que, necesitando un m ayor escenario para sus empresas, buscaron en el am plio cobertor del infinito horizonte para sus hazañas. Es la época de la colonización la edad del Evangelio y la del hierro, la edad de la espada y la del cicilio, la edad de la conquista p reñada de grandeza y teñ ida de crueldad y la de la conversión m atizada de idealismo, au n que de un fanatism o que no oor más hum ano deja de ser menos brutal. EL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA Y llegam os al siglo XIX. España es dom inada por las tropas napoleónicas. El m undo conoce, porque se airean en todas direcciones, los vicos que corroen a Ja fam ilia real española M ovim ientos de rebeldía se producen en las colonias am ericanas de Méjico. U na de ellas da inm edia ta m ente el grito de alarm a contra el invasor, no p a ta se pararse de E spaña sino para no reconer el poder tirá n i co del Gobierno francés. Y aquellas ansias de libertad se inspiran después en principios de soberan ía nacional. Los estadistas de España, que no quisieron reconocer un aforism o p o n u 'a r que co rría ya, de que las colonias son como el fruto, que al lle gar a su m adurez cae del pedúnculo que los sostiene, no tuvieron la habilidad de conceder a tiem po la libertad que los m exicanos exigían y fué necesario que v io len ta m ente y por las arm as conquistaran éstos su independen cia. Entonces el pueblo m exicano sólo ve en España la representación de los virreyes absolutistas, de los frailes concupiscentes, de los conquistadores rapaces o de los funcionarios venales. Y hav una época en aue todo lo malo, todo lo podrido, todo lo indigno que en Méjico qu e da se atribuye únicam ente a la influencia de la nefasta colonización española. Todo lo español es prohibido, se considera vitando. Y pasam os un siglo en aue es difícil a lo español m antenerse en el te rrito rio mejicano. Term ina el fatídico siglo XIX, fatídico para la h isto ria de España. Pasam os por la enorm e crujía del 98 en que los h istoriadores ex tran jeros ex tendían p ara nuestro país la papele ta de defunción. Pero España, pobre, desangrada y triste, da pruebas de querer existir, anim ada por su des tino histórico, y m ostrando un ansia insuperada de volver a ser. El espíritu aventurero de los españoles del siglo XVI vuelve nuevam ente a aparecer en el siglo XX. Hacia Am érica se dirigen aquellos aventureros, descendientes de los hom bres de la colonización. L legan a las d istin tas p la yas m ejicanas estos hom bres de España, p a ra m í mucho más estimados, para mí mucho más queridos, para mí mucho más valiosos, porque eran pobres, porque eran ig norantes, porque eran sencillam ente a to rran tes en el te rrito rio mejicano. Hom bres que no tra je ron m ás volun tad que la de vencer, m ás fe en sus destinos que la necesidad de triun far, más arm as que sus brazos, m ás a ju ar que un m odesto atillo, m ás ciencia que la que les hab ía p ropo r cionado el ham bre y la in justic ia de una p a tria que au n que los hab ía tra tad o como a escoria social, ellos la ab an donaban, no obstante, con lágrim as en los ojos y saudades en el corazón. Al correr el tiem po estos españoles de to das las regiones, en su m ayoría m ontañeses, gallegos y astures, en fuerza de trabajo , de lealtad, de honradez, de una v ida de sacrificio, lograron un a fortuna, lograron p a ra la colonia española un nim bo de honradez y una a u reola de poder en el com ercio y en la industria . Y yo qu ie ro en este m om ento, con la responsabilidad exclusiva de mis palabras, p rescindiendo de los ideales políticos de sus com ponentes, ren d ir un hom enaje a esta colonia, v ie ja colonia española, que ha elevado el nom bre de Esoaña en el com ercio y en la industria en el te rrito rio m ejicano. Labor más m erito ria si se tiene en cuenta que nada r e cibían de su país de origen, que tan despóticam ente los tra tó en sus años mozos. A estos hom bres de la colonia todavía continuam os ape lándolos nosotros con el calificatitvo despectivo de “g a chupines”. Decía el señor Chim alpopoca, profesor de L en guas en el Colegio de San G regorio, de México, que “ga chupín” procede de una term inación que en m ejicano sig nifica “el que punza con el ta ló n ”, es decir, el po rtador de espuelas. Su etim ología la establece de la siguiente fo r ma: calzado, en m exicano, se dice “cactli” y punzar o picar “tzopin ia” . Y como el substan tivo m ejicano al unirse p ierde su ú ltim a sílaba, de las dos se form a el térm ino cac-zapinia que haciéndose substantivo , pues e ra particip io de presente, al perder la “i” queda el térm ino de cact-za- pin, que castellanizado se llam aba “gachupín”, té rm i no con el cual se denom inaba en la colonia a los nacidos en España que ven ían a hacer fo rtuna en la A dm in istra ción o en la Iglesia. No sé por qué in justas rem in iscen cias continuam os apelando “gachupines” a estos hom bres que pertenecen a la vieja colonia, que han conseguido hacer una fo rtuna y e levar el n ivel de España en el aspec to de los negocios. LA GUERRA ESPAÑOLA Pues bien, llegam os al m om ento presente. Sobre es- pnña se desatan las furias de la traged ia griega, cuyos cabellos, enredados de serpientes, hacen sonar los m a r ciales clarines con los cuales, tocando a luto, a destrucción y a llanto, arro jan sobre E soaña los caballos apocalípti eos. Y por un m otivo que sería pueril, si no fuera crim inal, unos hom bres desatan en España la te rrib le guerra civil. G uerra civil española de la cual sólo d iré que cuando qu iera can tarse la g randeza en el sacrificio dem ostrada por el pueblo, el tem ple de sus hom bres, la generosidad y altru ism o de las m ujeres, al sacrificio de lo.s niños, se necesitará un bardo de condiciones hom éricas. Y desatada esta guerra civil, p rim era fase de la tragedia que desan gra hoy al m undo, vimos los españoles cómo las dem o cracias sesteantes creyeron que cediendo nuestra causa como prem io al agresor asegurarían su propia tra n q u ili dad. E incluso llegaron a crear aquella institución que se Pamó Com ité de No In tervención. ¡Ah! pero no ha habido Com ité sim ilar que im pidiera a este A tila teutón, sediento de sangre, ob tener las arm as con que asestar acom etidas b ru ta les a quienes a nosotros nos im pusieron aquel canda do. Y desencadenada la gu erra civil española, E spaña la desangrada, España la exhusta, E spaña la del m illón de hom bres sacrificades en el cam po de batalla, la de cientos de miles de sus hijos penando en las prisiones franquistas, España la actual, la que ha visto organizar como razón de Estado el patíbu lo y el pelotón de ejecución, España la nuestra , la de tradicción
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