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UNIVERSIDAD DE LOS ANDES Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Ciencia Política Causas explicativas del fenómeno del paramilitarismo en Colombia María Margarita Ruiz Arcila Santa Fe de Bogotá, D.C. 2004 2 ÍNDICE INTRODUCCIÓN………………………………………………………………………4 1. MARCO TEÓRICO: FACTORES CONDUCENTES AL SURGIMIENTO DEL PARAMILITARISMO………………………………………………………………….6 1.1. Debilidad Estatal……………………………………………………………………6 1.2. Bipartidismo excluyente…………………………………………………………..10 1.3. Financiamiento de grupos armados………………………………………………12 2. CASO COLOMBIANO: TRAYECTORIAS HACIA EL AFIANZAMIENTO DEL FENÓMENO DEL PARAMILITARISMO…………………………………………..14 2.1. Debilidad estatal en el caso colombiano………………………………………….14 2.2. Debilidad de las Fuerzas Militares como muestra de la debilidad estatal…......16 2.3. Precariedad de la administración de justicia como muestra de la debilidad estatal…………………………………………………………………………………….22 2.4. Características particulares del bipartidismo en el caso colombiano…………..27 2.4.1. La influencia de la Doctrina de Seguridad Nacional en las Fuerzas Armadas desde los gobiernos del frente Nacional…………………………………………………………………………………..36 2.5. Financiamiento ilegal de lo grupos armados en Colombia………………………39 3. ORIGEN Y DESARROLLO DE LOS PARAMILITARES…………………….....43 3.1. Parainstitucionalidad y su conexión con el uso de la fuerza……………………..43 3.1.1. Paramilitarismo como expresión de parainstitucionalidad…………………….45 3.1.2. Financiamiento ilegal ligado a la formación de paramilitares…………………54 3.1.3. Instancias parainstitucionales relacionadas con el paramilitarismo…………..63 3 3.1.3.1. ACDEGAM (Asociación Campesina de Agricultores y Ganaderos del Magdalena Medio)………..………………………………………………………………63 3.1.3.2. MAS (Muerte a Secuestradores)………………………………………………67 3.1.3.3. PEPES (Perseguidos por Pablo Escobar)……………………………………..70 3.1.3.4. La Terraza……………………………………………………………………….70 3.1.3.5. CONVIVIR (Cooperativas de Seguridad) …………………………………….71 3.1.3.6. Vínculos Militares – Paramilitares…………………………………………….72 3.2. Denuncias por parte de paramilitares de la falta de presencia del Estado como factor de su génesis……………………………………………………………………….79 4. CONCLUSIONES………………………………………………..……………………82 5. BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………………………85 4 INTRODUCCIÓN El fenómeno paramilitar se constituido desde las últimas dos décadas en un actor poderoso que actúa en el conflicto armado colombiano. La pregunta de cuáles han sido las causas para que este actor se consolide se deben ver bajo referentes teóricos que dejen aprehender el problema. De la respuesta a esa pregunta, se pueden tomar la debilidad estatal, bipartidismo excluyente y las posibilidades de financiación de este grupo armado. La identificación de la debilidad estatal en el caso colombiano, nos deja ver cuáles son las instituciones que nos dejan abordar el problema del paramilitarismo. Así pues, las Fuerzas Armadas débiles y la precariedad en la administración de justicia develan la debilidad estatal en Colombia. Así mismo, la incapacidad de los partidos tradicionales de fraguar reformas, lo que a su vez lleva a excesos de la guerrilla, evidencia tal debilidad. De esta forma, también es conveniente preguntarse sobre el papel jugado por la Doctrina de Seguridad Nacional en el papel de las Fuerzas Militares, lo cual lleva a su análisis. De otro lado, las posibilidades de financiación ilegal en el caso colombiano también permiten preguntarse sobre los vínculos del narcotráfico con la consolidación del fenómeno del paramilitarismo. A partir de estos conceptos, es conveniente elaborar un capítulo que se dedique al origen y desarrollo del paramilitarismo, que incluye todas las causas descritas anteriormente. De esta manera, se ve cómo se desarrolla una parainstitucionalidad ligada al paramilitarismo, que tiene como rasgo principal la pérdida del monopolio de la fuerza por parte del ente estatal, lo cual a su vez demuestra su debilidad. Los vínculos desde estas instancias entre 5 militares, narcotraficantes y paramilitares, muestran cómo éstos son respuesta a un estado débil y a excesos cometidos por las guerrillas, así como de la posibilidad de enriquecer el fenómeno del paramilitarismo con los dineros provenientes del narcotráfico. 6 1. MARCO TEÓRICO: FACTORES CONDUCENTES AL SURGIMIENTO DEL PARAMILITARISMO 1.1. Debilidad Estatal Para entender la debilidad estatal es conveniente referirse a la literatura que de ella existe. En esta sección, se van a reseñar algunos autores en orden de dar una idea de lo que se entiende por debilidad estatal y su fuerte conexión con el no monopolio de la fuerza, y a su vez cómo esto incide en la formación de grupos armados, incluidos los paramilitares. En lo concerniente al monopolio de la fuerza, es conveniente nombrar el concepto de el Estado Moderno para Max Weber: “el Estado es aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio –el concepto del “territorio” es esencial a la definición- reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física legítima. En este sentido, el Estado “solo puede definirse en última instancia a partir de un medio específico que, lo mismo que a toda asociación política, le es propio, a saber: el de la coacción física” (Weber, 1992: 1056). Por otro lado, Ingrid Bolívar (1999) propone no pensar la conexión entre Estado y monopolio de la fuerza como destino final de la configuración estatal, sugiriendo de esta manera que tal manera de ver el Estado es una de las tantas formas posibles de conformación de éste1. Es el Estado moderno, entendido en el sentido de Estado Nación, 1 Para ver un detallado desarrollo de esta tesis ver: Bolívar, Ingrid. 1999. “Sociedad y Estado: la configuración del monopolio de la violencia”, Controversia, 175, p. 11 – 39. 7 el que requiere del monopolio de la violencia para expandirse. De esta manera, Bolívar recuerda que este tipo de conformación de Estado se inscribe dentro de la lógica de la configuración de los Estados en la sociedad medieval, utilizando a Charles Tilly2 para mostrar que el Estado emerge “como producto secundario y no intencional de la preparación para la guerra”3 (Bolívar, 1999:13). En la misma línea, la autora insiste en que el monopolio de la coerción es solo un recurso más de la dominación, mostrando que hay otras formas de mantenimiento del orden en la organización política de otras sociedades. Formas que recurren a distintos dispositivos como el rumor y la ridiculización. De cualquier manera, es preciso recordar, que en todas las sociedades abundan ejemplos de la tendencia de un grupo social a monopolizar fuentes básicas de supervivencia para el conjunto de la sociedad, lo que quiere decir que todas las sociedades poseen dispositivos de control sobre sus miembros (Bolívar, 1999). De esta manera se garantiza la supervivencia de la sociedad. El dispositivo de control que se expresa en el recurso del monopolio de la coerción, se entiende en el contexto específico de la configuración del Estado Nación moderno, en donde se concentra y “ejerce como elemento de una dominación legal racional” (Bolívar, 1999:15). Lo importante para rescatar de la disertación de Bolívar, es que ella comprende la evolución del Estado moderno a partir de la utilización del recurso de la violencia para expandir su dominación. Desde ese momento, estas dos instancias, se yuxtaponen constantemente, evidenciando una interacción particularmente relacionada con la constitución del monopolio.2 Bolívar cita a: Tilly, Charles. 1992. Coerción, capital y los Estados europeos 900-1900, Madrid: Alianza Editorial. 3 Para ver un detallado desarrollo de este punto ver: Bolívar, Ingrid. 1999. “Sociedad y Estado: la configuración del monopolio de la violencia”, Controversia, 175, p. 11 – 39. 8 Por su parte, Mason (2000) identifica que la expresión institucional es central para comprender la fortaleza del Estado, combinándola con la base física de éste y los principios organizativos y de legitimidad. La expresión institucional consiste en las estructuras y cuerpos del gobierno central, así como las leyes y normas relacionadas con la función gubernamental. La concentración del poder coercitivo por parte del Estado es central para el análisis de la fortaleza del Estado. En este sentido un Estado fuerte es uno en el cual las instituciones del gobierno relacionadas con la seguridad, ley orden y justicia son funcionales y efectivas, teniendo así, el poder coercitivo para repeler las amenazas a la seguridad. En este sentido es pertinente anotar que “la consolidación del control territorial, (…) el establecimiento del orden y la extracción de recursos no solo dependen de la acumulación de poder central, sino que también apoyan las actividades básicas de la guerra y de política relacionadas con la construcción de Estado y el control interno” (Mason, 2000:89). Queriendo decir entonces que esas instancias apoyan la construcción de un aparato represivo estatal efectivo, en orden de su subsistencia. Se tiene entonces que la expresión institucional debe estar en concordancia con las actividades reguladoras proveedoras de cohesión institucional para lograr el control estatal. Este último está estrechamente ligado con la concentración de la fuerza. (Mason, 2000: 87-88-89). Se tiene entonces que un Estado que no tiene el monopolio legítimo de la coerción, deja que otros actores lo usen, lo cual genera movimientos armados al margen de la institucionalidad que buscan hacer justicia y proporcionarse seguridad por sus propias manos. Esta situación genera una parainstitucionalidad que usa la violencia a su parecer, privatizando de esta manera, la seguridad y la justicia. 9 Otro punto importante de la disertación de Mason (2000) es que ella conecta la expresión institucional con la idea de Estado, al decir que las instituciones expresan la idea de Estado. La idea de Estado es un principio organizador, que cohesiona a la sociedad, vinculándola con la unión existente entre lo público y lo privado en el lazo de Estado – Nación. Pero la idea de Estado está íntimamente ligada con el sentimiento de legitimidad que genere en los ciudadanos, dado que “la pretensión de autoridad de un gobierno es legítima sólo con el consentimiento de los gobernados” (Mason, 2000: 88). En esta misma línea, Pécaut4 afirma que “es difícil hablar de ciudadanía cuando “las instituciones formales parecen singularmente abstractas y lejanas”, ya que ella implica “el sentimiento de pertenecer a un conjunto social concreto y de beneficiarse de las garantías que ofrecen las instituciones” (Bolívar, González, Vázquez, 2002:216). Así mismo, Melo (1991) caracteriza al Estado Moderno como uno que tiene la capacidad de emplear medios coactivos para imponer obediencia a sus dictados, como rasgo principal. Pero esta capacidad se basa en el consenso de los ciudadanos, lo cual hace que el uso de la fuerza se apoye en un fundamento aceptable de legitimidad (Melo, 1991:475). Así pues, las instituciones que representan al Estado, deben penetrar la población, de manera que el conjunto social se beneficie de las garantías que ofrecen tales instituciones. Eso quiere decir que si un Estado no logra que sus instituciones suplan las necesidades de sus ciudadanos, los ciudadanos no van a aceptarlas y van a buscar maneras de suplírselas por sus propios medios. Así, surgen grupos armados, al ver que las instituciones estatales, entre las cuales se cuentan las que brindan seguridad y justicia, no ofrecen sus garantías, 4 Pécaut, Daniel, 2001. “A propósito de los desplazados en Colombia”, Guerra contra la sociedad. Citado en: Bolívar, González, Vázquez, 2002:216. 10 haciendo uso de la violencia para brindarse ellos mismos la seguridad y justicia que no les brindó el ente estatal. En resumen, un Estado moderno, que no logra legitimarse ante la sociedad, a partir del adecuado funcionamiento de sus instituciones, entre las cuales se cuentan las de seguridad y justicia como vitales para su subsistencia, obliga a que se formen grupos armados al margen de la ley, que hacen uso de la violencia para proporcionarse seguridad y justicia. Esto conduce a la privatización de estas instancias, lo que hace que el Estado no tenga el monopolio legítimo de la coerción, evidenciando su inevitable debilidad. 1.2. Bipartidismo excluyente En esta sección es importante mencionar el papel de los partidos en el Estado moderno, por eso es fundamental señalar cuál es la esencia de los partidos políticos en las sociedad democrática. González (1993), asegura que las opiniones de los diferentes grupos sociales se deben tener en cuenta en una sociedad democrática, teniendo a los partidos como canales de comunicación entre dichos grupos y el Estado. Así pues, “cuando un gobierno no está abierto al debate público y no tiene garantías para que los ciudadanos participen en el gobierno se crea una hegemonía cerrada” (Dahl, 1989)5, esto hace que se cierren los canales de participación y se abra la posibilidad de la lucha armada para hacer valer sus opiniones y peticiones. 5 Dahl, Robert. 1989. La poliarquía, participación y oposición. Ed. Tecnos S.A. p. 14. Citado en Blanco, 2004:9. 11 Se tiene entonces que “la creación de canales regulares para la expresión de conflictos de intereses ha ayudado a estabilizar la estructura de un gran número de Estados-nación” (Ross, 1920; Simmel, 1923 y1958)6 y los canales de expresión se materializan en los partidos políticos. Los autores aseguran que los partidos forzan a los ciudadanos a aliarse entre ellos por encima de las líneas de división estructurales, así como a llegar a acuerdos, a escalonar peticiones y a agregar presiones (Lipset y Rokkan, 1992:236). Así pues, los partidos forman alianzas, coaliciones, que se constituyen en gobierno y oposición. Los partidos han servido como agentes esenciales de movilización y han ayudado a integrar comunidades locales en la nación (Lipset y Rokkan, 1992:234). Esto en un Estado moderno, quiere decir que lo partidos son factores de articulación entre el Estado y la sociedad civil. Si en un Estado esto no sucede, se genera exclusión de fuerzas políticas lo que a su vez lleva a la persecución política. En estas condiciones, las fuerzas excluidas recurren a formas armadas para defenderse de la persecución y lograr propósitos de participación política. Así pues, estos referentes teóricos son útiles y centrales para entender los cuestionamientos recurrentes que se hacen desde diversos autores hacia la inoperancia de los partidos políticos tradicionales colombianos para establecer un puente entre lo privado y lo público. 6 Ross, E.A.1920. The principles of Sociology. Nueva York: Century. Y Simmel, G. 1923 y 1958. Soziologie, Berlín: Duncker & Humblot. Citado en: Lipset y Rokkan, 1992:235. 12 1.3. Financiamiento de grupos armados El financiamiento de los grupos armados es una de las causas para que el conflicto armado exista, por eso es importante mencionar a Paul Collier (2000) y Collier y Anke Hoeffler (2001), los cuales sostienen que las oportunidades son más importantes a la hora de explicar el conflicto que los motivos.Su tesis se centra en que los países que tienen cómo financiar la rebelión son los que tienen conflicto armado, y consideran tres fuentes comunes: extorsión de recursos naturales, donaciones de diásporas y subvenciones de gobiernos hostiles. Colombia estaría en la primera por la producción de cocaína. Además afirman que los actores armados actúan más por codicia que por motivos sustentados en quejas como la pobreza, le inequidad social, la falta de canales de participación, etc. Por otra parte, afirman que los grupos rebeldes, no hacen guerra si no tienen cómo financiarse, por lo que concluye, con evidencia econométrica que los países que tienen conflicto armado son lo que tienen recursos como por ejemplo Colombia con la cocaína y Sierra Leone con los diamantes. En esa misma línea, Kaldor (2001) también señala que las guerras se inscriben dentro del ámbito de la codicia y que solo se hacen por razones económicas. Por otro lado, Collier (2001) cree que los grupos armados o lo que él llama ‘organizaciones rebeldes’, necesitan un discurso político para legitimarse, pero que en realidad quieren enriquecerse a costa de la lucha armada. Afirman que las quejas de organización rebelde son como la imagen es al negocio. Y que tienen que adoptar un discurso político, para funcionar. Recuerdan también, que ellos deben mantener una imagen internacional buena y 13 que por eso también deben adoptar tal discurso. Sin embargo, esta tesis no es aceptada en este trabajo, ya que a lo largo de éste se muestra evidencia de que el conflicto armado, en el cual surgen los paramilitares como actores importantes, tiene causas políticas. En la sección que desarrolla el financiamiento ilegal en el caso colombiano se desarrolla más ampliamente cómo el narcotráfico enriqueció la dinámica del conflicto, sin suponer que sea esta la única causa del conflicto armado, destacando la financiación ilegal de los grupos de autodefensa. Se tiene entonces que, aunque es importante citar a estos autores, en tanto que dan una idea de la importancia de la financiación de los grupos rebeldes, es inexacto suponer que los actores armados mantienen el conflicto sólo por razones económicas, y a lo largo de este trabajo se mencionan y desarrollan otras causas por las cuales existe el conflicto armado en Colombia, destacando la de los grupos paramilitares. 14 2. CASO COLOMBIANO: TRAYECTORIAS HACIA LA CONSOLIDACIÓN DEL FENÓMENO DEL PARAMILITARISMO 2.1. Debilidad estatal en el caso colombiano Teniendo que un Estado débil se expresa en el inadecuado funcionamiento de sus instituciones, entre las cuales están las que brindan seguridad y justicia, se puede decir entonces que la debilidad estatal en Colombia se da, entre otras razones, por unas Fuerzas Armadas debilitadas y de un poder judicial ineficiente. Así pues, en el caso colombiano, Mason asegura que hay una crisis de seguridad en Colombia. Esto se expresa en que el Estado y las Fuerzas Armadas se encuentran debilitadas y “cada vez más le dan más prioridad a la protección del régimen y de los centros urbanos, dejando que grandes regiones del país se defiendan por sí mismas. Esta dinámica ha generado el surgimiento de movimientos paramilitares que se han vuelto omnipresentes y altamente nocivos” (Mason, 2000:84) Respecto al caso colombiano, Oquist (1978), señala, que la debilidad del Estado se consolidó en el período conocido como La Violencia7 creando un derrumbe parcial del Estado. La intensa rivalidad partidista característica de este período se manifiesta en: “1) La quiebra de las instituciones políticas establecidas; 2) La pérdida de la legitimidad del 7 Período entre 1945 y 1965, que dejó una cifra no menos a los cien mil muertos, y que contiene el último gran enfrentamiento armado entre el Partido Liberal y Conservador. 15 Estado para una porción considerable de la población; 3) Las contradicciones dentro del aparato armado del Estado; y 4) La ausencia física del Estado en algunas zonas del país” (Oquist, 1978:255). Estas cuatro características se pueden traducir en que el Estado no logra legitimarse ante la población por una quiebra de las instituciones políticas entre las que se destaca las Fuerzas Militares, señalando “contradicciones dentro del aparato armado”, que demuestran su debilidad. Por su parte Orjuela (2000), muestra que la debilidad del Estado colombiano consiste en que éste no ha logrado cohesionar e integrar la población y ha fallado en su capacidad de ser mediador de los conflictos. Entre otros aspectos para mostrar tal debilidad, Orjuela muestra la incapacidad del Estado para administrar justicia, lo que redunda en el surgimiento de expresiones parainstitucionales de poder y de resolución de conflictos (Orjuela, 2000:105). Se tiene entonces que, estos conflictos al no ser canalizados por el Estado, deben encontrar otra forma de ser resueltos. Cuando esto sucede, lo que se expresa es la violencia y la anomia. La violencia surge en diversas instancias de parainstitucionalidad, tales como los grupos privados de justicia y defensa, las mafias narcotraficantes y las guerrillas. (Orjuela, 2000:104). En síntesis, se puede ver a partir de los anteriores planteamientos que el Estado en Colombia es débil porque, sus instituciones, entre las que se destacan las de seguridad y justicia no operan debidamente y por eso convierten al Estado, en un Estado débil. 16 2.2. Debilidad de las Fuerzas Militares como muestra de la debilidad estatal Para el caso colombiano, las Fuerzas Militares son la institución que provee seguridad y por consiguiente son expresión del Estado. Su debilidad ilustra la debilidad estatal a su vez, y al no cubrir todo el territorio nacional, da pie para que otros actores al margen de la ley como los paramilitares usen la fuerza que debería estar concentrada en las Fuerzas Militares. A lo largo de la historia de la historia de Colombia, se ha visto cómo las Fuerzas Armadas se han quedado cortas en sus funciones, lo que obviamente resulta en la pérdida del monopolio de la fuerza, que empiezan a detentar otros actores al margen de la institucionalidad. Varios autores reseñan tales fallas. Melo (1991), asegura que la apelación a los ciudadanos identificados con el gobierno para la realización de sus tareas de orden militar revelaba una insuficiente fuerza del Estado. “El tamaño relativamente pequeño de las Fuerzas Militares y las dificultades para financiar su expansión, hicieron que los dirigentes civiles del Estado consideraran preferiblemente armar provisionalmente a ciudadanos particulares” (Melo, 1991:482). Esto, con respecto a su fracaso para enfrentar la rebelión guerrillera liberal, no consiguiendo derrotar militarmente a las “repúblicas independientes”. 17 No obstante, en el trabajo de Ana María Bejarano y Renata Segura (1996), al analizar el gasto del gobierno en el período del Frente Nacional8 (1957-1974), se encontró que el área de justicia y seguridad se mantuvo siempre entre las dos primeras prioridades, anotando que el área militar fue la que se llevó la mayoría de los gastos en detrimento de la justicia y la policía. Por otro lado son interesantes los apuntes de Mauceri (2001) respecto de la relación de las élites gobernantes con el estamento militar. Como ya se señaló antes, las élites, pusieron de relieve la incapacidad de los gobernantes de formular la política militar. Y eso según Mauceri sucedió por la profunda desconfianza que las élites colombianas tenían de las Fuerzas Armadas. El sistema bipartidista y la falta de regímenes militares contribuyeron a esta actitud9. “La carrera militar nunca fue vista como una marca de distinción social por las élites y el reclutamiento estaba generalmenterestringido a las clases medias y bajas. Las Fuerzas Armadas colombianas, ausentes de una participación directa en política por gran parte de los siglo XIX y XX, nunca desarrollaron una identidad institucional que girara alrededor de la construcción de nación, limitando la posibilidad de ejecutar un proyecto político autónomo” (Mauceri, 2001:59). En esta misma línea el autor señala que las Fuerzas Militares en Colombia han estado caracterizadas por la falta de equipo, particularmente de helicópteros y armas livianas, de un entrenamiento contrainsurgente inadecuado, además de metas confusas e interpretaciones contradictorias de la naturaleza de la insurgencia, así como la falta de una amplia estrategia militar defensiva. 8 Pacto entre el partido liberal y conservador, resultante de la violencia en los años cincuenta que sufría el país, por el enfrentamiento armado entre estos dos partidos. Este pacto consistía en una alternancia del poder que se enmarcó en el período de 1958 hasta 1974. 9 Dávila, Andrés. 1998. El juego del poder. Bogotá: Uniandes. Citado en Mauceri, 1991. 18 Granada (1999), hace un recuento desde 1950 hasta 1994 relacionados con el gasto en seguridad y defensa en Colombia, concluyendo que los gastos en seguridad interna y defensa nacional, medidos por el P.I.B. han sido históricamente bajos. Desde la década de los ochenta sin embargo, se ha podido ver un aumento del rubro destinado a estos gastos. De cualquier manera, concluye que no ha habido políticas concretas en el campo de seguridad y que cada gobierno ha cambiado su política de manejo, demostrando la debilidad en las mismas. Finaliza entonces, diciendo que falta una estrategia de Estado coherente y permanente que permita fijar objetivos de largo plazo y mecanismos para alcanzarlos (Granada, 1999:597). . En el estudio de María Victoria Llorente (1999), se muestra cómo ha aumentado el pie de fuerza de la policía, debido a reformas que incrementaron el gasto en esta área. “Con respecto al número de colombianos se tiene que mientras en 1958 había trece uniformados por cada diez mil habitantes, en los noventa la tasa se duplicó hasta llegar a veintiséis por cada cien mil habitantes en 1996” (Llorente, 1999: 437). También señala que en la reforma del 93, el gobierno intentó crear una policía a nivel rural para que actuara como una fuerza de choque para el mantenimiento del orden público en zonas afectadas por los guerrilleros y paramilitares. Pero esto no prosperó por que “en la práctica se presentaron conflictos de competencias entre las subdirecciones operativa, urbana y de carabineros ya que al encontrarse éstas en el mismo nivel jerárquico, se generó confusión sobre el ejercicio de mando en los aspectos operativos” (Llorente, 1999:459). Como lo muestra Llorente se han tratado de hacer cambios importantes pero todo se ve truncado porque no se tiene clara una estrategia. En este sentido, De Francisco (1999) asegura que producto de la falta de 19 estrategia integral por parte del Estado no se ha logrado enfrentar adecuadamente el fenómeno guerrillero. La razón por la cual las FARC y el ELN crecieron en los años ochenta fue porque la acción de militares y policías se enfocó en neutralizar amenazas como el M-19 y los grupos narcotraficantes (De Francisco, 1999:488). El autor también señala que en dicha época, en la cual los grupos guerrilleros ‘pasaron agachados’, se observó un gasto en defensa y seguridad bastante bajo en términos internacionales, lo que se tradujo en un cuerpo de defensa muy precario enfrentado a múltiples fuerzas armadas (De Francisco, 1999:488). Otro punto importante es que durante la administración Betancur, por el proceso de negociación, no se vio que había necesidad de frenar el desarrollo que se estaban teniendo las FARC y el ELN, lo cual implica que “desde la perspectiva de que la sociedad y el Estado aceptaron el reto equivocado de aplicar la zanahoria o el garrote, como si fueran alternativos, y que se basó en la confianza ciega de que la primera tendría éxito, el resultado fue una aplicación inadecuada de ambas” (De Francisco, 1999:489). Otro punto para resaltar, es que la inteligencia que se utiliza para enfrentar a la guerrilla es muy pobre. “Como esta no existe, tanto la petición de información como su llegada se hace desordenadamente, generándose vacíos, inconsistencias y duplicación de trabajo” (De Francisco, 1999:512). En resumen, no ha existido una estrategia clara en el interior de la institución militar que De Francisco analiza detalladamente en su estudio10. Aunque se ven esfuerzos por aumentar el gasto en el sector defensa, en un estudio con cifras de 1981 a 1995, como evidencia el Informe del Gasto Militar de la Dirección de Justicia y Seguridad del Departamento Nacional de Planeación (2000), hay que adoptar 10 Hay otros elementos que De Francisco analiza más detalladamente en su estudio. 20 estrategias conducentes a aumentar la inversión en tecnología y capital, reduciendo el pie de fuerza, procurando invertir más que en cantidad, en calidad (Villamizar, 1999). Mientras en los principales ejércitos occidentales han disminuido el pie de fuerza, los recursos utilizados para su reclutamiento, selección, entrenamiento y sostenimiento han ido en aumento (Sandler Todd y Hartley Keith, 1995)11. En Colombia no ha sucedido así. “El sector defensa pasó de emplear aproximadamente ciento sesenta y cinco mil personas en 1985, a más de trescientas mil en 1995 (Comisión de Racionalización del Gasto y de las Finanzas Públicas)12. En este mismo sentido, el estudio de Chávez, Morales y Vargas (2003) apuntan a que desde el gobierno de César Gaviria (1990-1994), se ha pensado que agrandar el pie de fuerza para hacer presencia es fundamental, pero se ha visto que a pesar de aumentar el pie de fuerza para dispersarlo, tiene como resultado unas Fuerzas que a pesar de estar en todos lados, son militarmente débiles en muchos de ellos (Chávez, Morales y Vargas, 2003:108). Otro aspecto importante que reseñan estos autores es que proporcional al aumento del pie de fuerza debe haber una capacidad de trabajar de la mano entre ellos y con la Policía, en lo que se ha llamado operaciones conjuntas. Esto no ha existido y tal falla la ha identificado la guerrilla y ha obtenido ruidosos éxitos militares (Chávez, Morales y Vargas, 2003:108). El estudio de estos autores concluye con que el aumento de pie de fuerza se ha convertido en un fin en sí mismo y no en un medio para alcanzar los objetivos de la política que son darle ventaja militar al Estado para que propicie un acercamiento para el diálogo y la negociación final (Chávez, Morales y Vargas, 2003:112). 11 Sandler, Todd y Hartley, Keith. 1995. The Economics of Defense. Cambridge University Press. Citado en: Villamizar, 1999:8. 12 Comisión de Racionalización del Gasto y de las Finanzas Públicas. 1997. Diagnóstico y Principales Recomendaciones. P. 101. Citado en: Villamizar, 1999:9 21 Por su parte, Villamizar (1999) señala que la inversión de capital y tecnología es muy limitada, en buena parte debido a los aumentos considerables en gastos de personal y generales, agrupados en los gastos de funcionamiento (Villamizar, 1999:9). Además, como se señaló antes, en Colombia el gasto militar sigue siendo bajo en relación con otros países en vía de desarrollo, aún con el crecimiento que ha tenido en la década de los noventa. “El promedio durante los años noventa del gasto militar en Colombia como porcentaje del P.I.B. es de aproximadamente tres por ciento, mientras que el promedio de este índice para los países en desarrollo es de cuatro y medio por ciento” (Villamizar, 1999:29). La constante en estosestudios es que, si bien se ha aumentado el gasto en defensa y seguridad, sigue siendo un problema la ausencia de una estrategia clara para fortalecer la institución militar, con el fin de consolidarse como institución, y proveer a los ciudadanos de seguridad. Esto a su vez redunda en la proliferación de grupos armados, entre ellos los paramilitares, que se justifican a ellos mismos por tal falta de presencia militar en muchas regiones. Carlos Castaño, excomandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), justifica su accionar y la formación de la Autodefensa por la falta de presencia y efectividad de las Fuerzas Armadas en la región de Urabá (Aranguren, 2001). Esto a su vez tiene como resultado la pérdida del monopolio de la fuerza por parte del ente estatal. 22 2.3. Precariedad de la administración de justicia como muestra de la debilidad estatal La administración de justicia en Colombia ha sido precaria a lo largo de su historia. Varios autores dan cuenta de este hecho, que inevitablemente devela la debilidad del Estado Colombiano, en cuanto es incapaz de proveer de justicia a sus ciudadanos. Esto hace que particulares formen grupos armados para proveerse de justicia a sí mismos. Como ya se mencionó, en el estudio de Bejarano y Segura (1996), se muestra una relación de los porcentajes que ha destinado el gobierno para los varios sectores de éste, durante el Frente Nacional (1957-1974), llegando a la conclusión de que la segunda área con mayor porcentaje de participación dentro del gasto del gobierno central durante el período del Frente Nacional es la de justicia y seguridad con el 25,9 por ciento y dentro de esa área, el sector privilegiado fue Defensa con un 14,18 por ciento. (Bejarano y Segura, 1996:17). Sin embargo enfatizan en el hecho de que a la parte que menos se gastó fue en la policía y la justicia, privilegiando el gasto propiamente militar. Resulta sorprendente que no se gastara en esta área, ya que los años de lucha contra La Violencia, el Estado necesitaba un aparato de justicia fuerte. Como anotación final, las autoras señalan que, tras la concepción del problema de justicia como algo secundario en los gobiernos del Frente Nacional, se contribuyó a “generar un déficit institucional en el área de justicia que hoy en día, cuatro décadas después, está en la raíz misma de la crisis presente y de la debilidad del Estado que la caracteriza” (Bejarano y Segura, 1996:19). Por su parte, Oquist (1978), aludiendo a la “quiebra de las instituciones establecidas”, señala que el sistema judicial fue una de las instituciones que participó de tal quiebra, 23 puesto que en la época de La Violencia “la mayoría de crímenes se encontraron con la más absoluta impunidad, mientras aun aquellos que fueron procesados se juzgaron utilizando criterios políticos” (Oquist, 1978:256). Según Melo (1991), en el gobierno de Turbay, el hecho de que el ejército lograra el respaldo del ejecutivo para una lucha antiguerrillera, era una prueba de la existencia de un aparato judicial ineficiente. Al expedirse el Estatuto de Seguridad que daba a los militares funciones judiciales, con el Decreto 1923 de septiembre 8 de 1978, se evidenciaba “una indicación de una crisis cada vez mayor del sistema judicial, congestionado, formalista e ineficiente, [en la cual] se toleró la utilización masiva de la tortura por parte de los investigadores militares, se autorizó la retención de ciudadanos por pura sospecha de las autoridades militares y realizaron detenciones masivas de presuntos guerrilleros o simpatizantes” (Melo, 1991:485). Por su parte, Palacio y Rojas (1990), argumentan que la administración de justicia está en crisis en Colombia. Los tribunales y sus magistrados, no están aptos ni funcional ni técnicamente para lidiar con conflictos clasistas y trasgresiones masivas que involucran grupos y colectividades. Además no hay condiciones para que las diferentes instancias judiciales desempeñen con eficacia sus funciones básicas, así como de absorber tensiones y de reducir las incertidumbres de los sistemas político y económico, limitando los conflictos e impidiendo su generalización. (Palacio y Rojas, 1990:88). Tal crisis se da, según los autores en la crisis institucional, que es el escenario donde se encuadra y se deja percibir más claramente la crisis de justicia. 24 El desarrollo del paramilitarismo, asociado al crecimiento del narcotráfico, está justificado en la incapacidad del Estado de prestar seguridad a sus asociados y en los acosos de la guerrilla que con sus desmanes y abusos obliga y legitima acciones armadas paraestatales y esto a su vez es justificado en la ineficiencia judicial para controlar el “desorden social” (Palacio y Rojas, 1990:90). Esto va en directa vía con la experiencia de Castaño al asegurar que fue la falta de justicia lo que hizo hacer justicia por sus propias manos. Como ya se sabe, el padre de Castaño fue secuestrado por las FARC y posteriormente asesinado, después de pagar el rescate. Es ahí cuando su hermano Fidel y él, emprenden la lucha contra los secuestradores de su padre. Al descubrir cuál guerrillero había secuestrado a su padre, lo denunciaron ante las autoridades, que lo pusieron inmediatamente a órdenes de un juez, pero el juez lo soltó tres días después al considerar que la declaración de Fidel Castaño, hermano de Carlos Castaño, estaba inhabilitado para declarar en su contra. Este hecho es para Carlos Castaño un argumento rebuscado y absurdo. Según Castaño, todos los trabajadores de la finca, sabían que había sido aquel guerrillero el que comandó el secuestro de su padre, pero todos tenían miedo de declarar ya que esa región era controlada por la guerrilla de las FARC. Los hermanos Castaño se desilusionaron mucho al saber que a las seis de ese mismo día dejaron libre a Conrado Ramírez, el guerrillero que según Castaño, se escondía en el Partido Liberal (Aranguren, 2001: 79). “La ausencia de justicia fue el detonante de lo que sucedería horas más tarde: La primera ejecución extrajudicial de la Autodefensa, en nombre de una auténtica justicia que no existe aún en Colombia, pues hoy, los fiscales y jueces actúan hoy por dinero o por presiones políticas” (Aranguren, 2001: 79). Montenegro y Posada (2001) por su parte, muestran la gran debilidad de las instituciones, reflejada en buena parte en la impunidad y la debilidad del aparato judicial, y aseguran que 25 existe evidencia econométrica de que los departamentos más violentos eran aquellos en los que el sistema judicial era menos eficiente (Montenegro y Posada, 2001:38). Para Rubio (1999), es importante la correspondencia a nivel local entre violencia e influencia de grupos armados, que se puede explicar de dos maneras: “O bien se trata de municipios donde la falta de un Estado que garantizara el orden permitió la consolidación de conductas ilegales, o bien se ha dado un desplazamiento violento de las estructuras legales existentes” (Rubio, 1999:210). De cualquier manera, “en ambos casos se puede concebir el surgimiento de un paraestado que entra a suministrar los bienes públicos básicos: establecer nuevos derechos de propiedad y administrar justicia” (Rubio, 1999:210). De esta manera, la causalidad que se presenta es esta: la existencia de grupos armados, entre ellos los paramilitares, vinculados con la violencia como promotores y catalizadores de ésta, se debe a tres influencias: “1) como role models mostrando el éxito, económico y político, que se puede obtener a través de las armas, 2) por el debilitamiento de los organismos de seguridad y del sistema judicial13 y 3) por la difusión de la tecnología de la guerra” (Rubio, 1999:211). De esta forma, se muestra un círculo vicioso, en donde se podrían dar dos lecturas: el mal desempeño de la justicia ha incentivadolos comportamientos violentos; o la parálisis de la justicia penal en Colombia, es resultado de la violencia, y en particular la ejercida por los grupos armados (Rubio, 1999:215). Según la ASONAL-JUDICIAL, en 1987 53 funcionarios judiciales habían sido asesinados y ya muchos habían sido amenazados en razón de sus funciones (Rubio, 1999:213). Uprimny y Vargas (1990) también hablan 13 El subrayado es mío. 26 sobre este punto, haciendo alusión a una masacre muy sonada, relacionada con los paramilitares: “el miércoles 18 de enero de 1989, doce funcionarios judiciales que debían realizar investigaciones sobre los grupos paramilitares son masacrados en un casería – La Rochela - del departamento de Santander (Semana, 1989)14. Después de estudiar diversas razones por las cuales se da la “violencia no judicializada” (VNJ), Rubio anota que la presencia de agentes y los bajos niveles de denuncias se puede justificar con explicaciones consistentes con un escenario bajo en el cual los agentes armados, las mafias, venden servicios privados de protección o de justicia. En este misma línea, Rubio llama la atención sobre la asociación de la VNJ y la presencia de grupos armados: “la VNJ se incrementa en forma significativa con la presencia de guerrilla, narcotráfico o grupos paramilitares en los municipios” (Rubio, 1999: 220). Es pertinente anotar que la presencia de los actores armados en una localidad tiene un efecto devastador sobre la justicia, ya que se convierte entonces en una verdadera “justicia de guerra”, bajo la cual el mayor número de muertes violentas conduce a un menor interés de la justicia por investigarlas, y muchos menos por aclararlas (Rubio, 1999:227). El Departamento Nacional de Planeación (1994)15 mostraba que en 1994 la tasa de impunidad era del 97%, mientras que los jueces penales producían solamente 15 sentencias por año. Además en ese año había cerca de 2 millones de procesos penales y 1 millón ochocientos procesos civiles pendientes de solución. 14 Semana, enero 24/89. Citado en: Uprimny y Vargas, 1990:123. 15 Departamento Nacional de Planeación. 1994. Justicia y Desarrollo Económico. Bogotá. Citado en: Orjuela, 2000:105. 27 Por último, el Informe Nacional de Desarrollo Humano Colombia (2003), anota que el Sistema de Seguridad y Justicia Penal16, ha dado muestras de descoordinación: “la estrecha interdependencia entre las funciones y las entidades del Sistema no ha sido reconocida en el diseño ni en la ejecución de las políticas de seguridad y justicia para atender al conflicto armado; las responsabilidades tienden a segmentarse de manera difusa, lo cual afecta seriamente la eficacia, cobertura y calidad del servicio, desperdicia recursos escasos y dificulta la necesaria dirección coherente del Sistema” (INDH, 2003:154). Así, se muestra la ineficacia del aparato estatal de justicia, por cuanto no logra dar abasto para responder a las demandas que hace una nación con un conflicto armado que necesita una institución judicial eficiente. Por consiguiente, surgen expresiones parainstitucionales como los paramilitares, que apuntan a resolver los conflictos sociales al margen de las instituciones públicas. 2.4. Características particulares del bipartidismo en el caso colombiano La historia política de Colombia, corre paralela al sistema bipartidista, representando una extensión de la estructura oligárquica de poder que prevalece en la sociedad (Hoskin, 1991). Aunque Hoskin cree que los partidos tradicionales han logrado demostrar su habilidad para movilizar recursos cuando surgieron amenazas serias, reconoce que la profunda crisis política colombiana se debe al tránsito de una democracia liberal basada en 16 Ver su organización, e interdependencias en: Informe Nacional de Desarrollo Humano, Colombia. 2003, Conflicto, Callejón sin salida, Bogotá: Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. 28 una participación política limitada y una distribución inequitativa del ingreso y de la riqueza hacia una más abierta participativa y justa. Así pues, las reglas de la “competencia” del sistema político han desbaratado la contienda política y se ha trasladado a canales extralegales (Hoskin, 1991). Los partidos tradicionales colombianos, de esta manera, fracasan en la traducción de los intereses sociales y económicos en términos de poder político. Esto se da porque dicho proceso “está altamente distorsionado en términos de la representación de una multiplicidad de intereses sociales [y] porque tampoco está suficientemente institucionalizado” (Hoskin, 1991:163). Para Fernán González (1989) los partidos políticos se constituyeron en Colombia como respuesta a la fragmentación del poder y a la crisis de legitimidad que caracterizaron al país después de la Colonia Española. Los partidos políticos fueron referentes de identidad colectiva, que daba cuenta de las solidaridades y rupturas existentes en la sociedad. Estas solidaridades y rupturas se encontraban bajo la luz “del juego contrapuesto de enfrentamientos de diversa índole en torno a tres polos de poder: localidad, región y nación” (González, 1989:5). El autor señala que el problema surge cuando los partidos, que en Colombia son federaciones de poderes privados de regiones y localidades, se constituyen en un obstáculo para la construcción de un Estado moderno por encima de los intereses particulares. La perpetuación de la fragmentación y privatización del poder se evidencia en que “el Estado coincide con la hegemonía de uno de los dos partidos o con la cohabitación de ambos en el poder, lo que ha dificultado la creación de una burocracia modernizante ligada al Estado” (González, 1989:6). De esta manera fracasa el bipartidismo, demostrando que, el efecto de la consecuente fragmentación y privatización del poder, es la no creación de una burocracia que lleve al Estado a su modernización. 29 González (1993) señala que durante el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, el bipartidismo era la forma de hacer presente al Estado, así fuera limitado y parcial. Así pues, este estilo de vida política mantenía las múltiples violencias en un nivel bajo. La violencia queda fuera de control cuando se desarticulan los niveles de poder de los actores colectivos, resultando en que cada uno de esos ámbitos opera bajo su propia lógica y autonomía. Esta situación conlleva a la solución privada de conflictos, debilitándose lo público y a su vez el monopolio legítimo de la fuerza. Para explicar el bipartidismo como referente para entender la violencia, González (1993), muestra diferentes concepciones: Unos autores aseguran que el cierre de la libre competencia partidista es institucionalizada por el Frente Nacional, lo cual hizo que surgieran grupos de izquierda y optaran por la vía armada. Otra viene de Pécaut17, al asegurar que el Frente Nacional no fue tan cerrado, ya que en este pacto se le dio cabida a grupos de izquierda como la ANAPO o el MRL, y que la violencia se explica por vacíos que deja el Estado en la sociedad. Al respecto González (1991) señala que aunque el Frente Nacional permitió la entrada de estos grupos de izquierda, éste no se logró consolidar como una alternativa que liderara y canalizara el creciente descontento de las clases populares, lo que produjo una desinstitucionalización de las luchas sociales, que a su vez evidenciaron una escisión entre la esfera de la política y la esfera de la sociedad. Y otra viene de Francisco Leal18 que sostiene que el poder político del bipartidismo había servido 17 Fernán González toma la opinión de: Pécaut, Daniel. 1988. Crónica de dos décadas de política colombiana,Bogotá: Ed. Siglo XXI. 18 Fernán González toma la opinión de: Leal, Francisco. 1988. “Democracia oligárquica y rearticulación de la sociedad civil: El caso colombiano” Pensamiento Iberoamericano, 14, Julio-Diciembre. 30 como salvaguardia de los privilegios de una democracia oligárquica, pero está ya totalmente acorralado. Según Leal, el sistema bipartidista colapsa porque se basa en una relación clientelista entre Estado y sociedad, que impide la modernización del Estado, cuando necesita adecuarse a la sociedad capitalista. Así, el clientelismo limita la relación entre las expresiones de la sociedad civil, lo que resulta en que partes importantes de la sociedad asumen funciones del Estado. Esta situación significa que “el Estado pierde el monopolio de la fuerza legítima y queda cada día más separado de la sociedad civil” (González, 1993: 21). Se tiene entonces que la existencia de los partidos políticos tradicionales, Liberal y Conservador, se basaron en prácticas clientelistas lo cual hizo que el Estado se convirtiera en algo superfluo (Leal, 1989; Palacios, 1995)19. Las élites usaron el Frente Nacional para mantener el monopolio del poder político, limitando el desarrollo del Estado. Leal afirma que esta crisis de relación con el Estado se inicia con el Frente Nacional y su momento culminante coincide con el gobierno de López Michelsen (1974- 1978), y que la violencia resultante de las tensiones del paso de la sociedad precapitalista había tenido su momento más dinámico en los años cincuenta. Para Leal, el problema se presenta cuando la sociedad cambia drástica y rápidamente, volviéndose más compleja. De esta manera, el Estado se queda corto porque el bipartidismo le resta capacidad de adecuación, “ya que sigue controlando de manera cuasimonopólica los beneficios del Estado cuando su ascendiente sobre el conjunto de la sociedad se ha menguado significativamente” 19 Leal, Francisco. 1989. Estado y Política en Colombia. Bogotá: Siglo XXI. Y Palacios, Marco. 1995. Entre la legitimidad y la Violencia. Bogotá: Norma. Citado en: Mauceri, 2001. 31 (González, 1993:21). Como señala González (1991), la sociedad se urbanizó y secularizó, además de aumentar la cobertura educativa, “produciendo unas capas medias con unas expectativas insatisfechas frente la gradual crecimiento de la economía y unas estructuras políticas bastante excluyentes” (González, 1991:9). En esta misma línea, Melo (1991) recuerda que el Frente Nacional, aunque logró reducir la violencia apenas se implementó, impidió que el sistema de partidos se modernizara en forma acorde con el rápido desarrollo económico y con los importantes cambios que vivía el país. Debido a esto, los partidos fallaron en su tarea de servir de canal de expresión para los amplios conflictos sociales. Tal situación se inscribió a su vez en el ejemplo de triunfo de la revolución cubana en 1959 y en la tradición de lucha armada guerrillera, lo que instó a muchos a considerar la lucha armada como una alternativa plausible. Ya que las nuevas fuerzas sociales no se encontraban arrastradas ni representadas por el bipartidismo tradicional, se evidenció la debilidad del Estado encarnada en la incapacidad de contener y expresar políticamente dichas fuerzas. O dicho en palabras de Ramírez (2000), “la violencia iría proporcionando nuevas identidades que, al rebasar las de la tradicional contrastación partidista liberal-conservadora proporcionadas desde arriba, terminaría por reestructurar los intereses propios de los de abajo” (Ramírez, 2000:33). Surgen de esta manera fuerzas desarticuladas y diversas “que carecen todas ellas de suficiente poder decisorio y se suelen expresar en acciones miopes y de corto plazo” (González, 1993:22). Se tiene entonces que, resultado de la fallida absorción por parte de los partidos políticos tradicionales de los conflictos sociales, se desarrollaron fenómenos como el bandolerismo político, que tuvo su expresión en los primeros gobiernos del Frente Nacional y que se consolidó con más de 100 bandas activas y armadas, “desconociendo los 32 acuerdos de paz entre las directivas oficiales de los dos partidos tradicionales” (Sánchez y Meertens, 1983:42), pero manteniendo el respaldo con muchos jefes locales. De todas maneras, señalan los autores, el espacio político de los campesinos alzados en armas se estrechó por la pérdida del apoyo de las directivas políticas nacionales. De esta forma se evidencia que los conflictos sociales ya estaban desbordando la dinámica bipartidista, poniendo de relieve un problema: los conflictos sociales ya no estaban pasando por los canales partidistas. Así pues, la violencia en los años cincuenta produjo la imbricación de dos componentes: motivos políticos desde el centro, alimentados por la lealtad partidista y motivos sociales alimentados por el conflicto agrario. Ahí es donde los conflictos sociales toman el camino de la violencia y los conflictos políticos se alejan de este conflicto, tomando la ruta de la creación del Frente Nacional, que fue su solución política. Respecto al Frente Nacional, es conveniente mencionar que un rasgo negativo de éste, es que quiso encuadrar la violencia como un enfrentamiento puramente político, que se concretizó en la puesta en marcha de sus propósitos: la alternancia del poder y el reparto del botín burocrático. Dicha situación, desconocía que el enfrentamiento también era social, manifestado en conflictos sociales e individuales, que usaban la lucha de partidos como un “paraguas”. (González, 1993). Estas confrontaciones sociales, al margen del bipartidismo, y no sintiéndose representadas por éste, tuvieron que optar por la lucha armada. Desarrollando un poco más la argumentación anterior, Ramírez (2000) muestra la incapacidad de las clases dirigentes, representadas en el bipartidismo para orquestar una 33 apropiada reforma agraria20, que desarrollara una adecuada política de apropiación de tierras, hizo que se desatara una violencia, que se agudizó en el período de la Violencia. Esta etapa de la Violencia “ya traía en su seno la exasperación de las luchas agrarias en las décadas del veinte y del treinta con sus intermitentes pero progresivos acentos redistributivos sobre la tierra” (Ramírez, 2000:41). Un punto importante en el planteamiento de Ramírez es el fracaso de la clase dirigente para lograr un contrato social que integrara los intereses particulares y contrapuestos de la sociedad colombiana. También es importante señalar que el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán fue una derrota para las clases populares, que veían en el líder liberal una oportunidad para articular los intereses de las clases populares con los de la oligarquía. Siguiendo con este argumento, el fracaso de la república liberal como conductora de un contrato social incluyente, “dejó al descubierto la escasa voluntad política de la clase dirigente colombiana para darle al país un referente contractual con la suficiente legitimidad colectiva para acreditarse como objetivo nacional” (Ramírez, 2000:33). Después, con el Frente Nacional también se evadió la realización de un contrato social, especialmente alrededor del problema del campo, lo que produjo en el campesinado la desconfianza en cuanto a la capacidad resolutiva de éste frente a los conflictos rurales. Según Ramírez, este fracaso en la cuestión agraria, hizo que el campesinado perseguido se manifestara en la defensa armada, dispuesta a enfrentarse al aparato militar gubernamental 20 Desde los años treinta, en la República Liberal, se intuía la necesidad de establecer un claro régimen de tierras que definiera unas reglas de juego claras y permanente conducentes a que los campesinos pudieran adquirir una porción detierra que pudieran trabajar y que estuviera acorde con el desarrollo de los mercados, de la competitividad y la sociedad rural. Sobre este tema ver: Machado, Absalón. 1988. La cuestión agraria en Colombia a fines del milenio. Bogotá: El Áncora Editores. 34 y a las bandas privadas organizadas por los terratenientes. Esa resistencia del movimiento campesino hizo que le gobierno llamara “repúblicas independientes” a estos movimientos campesinos que cubrían un área determinada, que se constituyeron en la llamada “autodefensa liberal”. Estas “repúblicas independientes” son las que posteriormente van a evolucionar para convertirse en la guerrilla de las FARC21. El Frente Nacional no absorbió las demandas de los campesinos, demostrando el poco alcance correccional de sus políticas, lo que expandió la violencia de modo creciente. En este sentido, el Frente Nacional, representado en los dos partidos políticos tradicionales, se pusieron de acuerdo para cooptar el estado conjuntamente, compartiendo recursos y dividiendo recompensas entre ellos, generando una naturaleza excluyente, que dejó por fuera partidos de izquierda, y organizaciones laborales, entre otros22. Dicha naturaleza excluyente se cristalizó en la falta de adecuadas reformas sociales y económicas en el Frente Nacional, que “dejó vivos los problemas sociales como “caldo de cultivo” de nuevas formas de violencia” (González, 1991:9). Según Melo (1991), el Frente Nacional se vio condicionado ante la aparición de un proyecto revolucionario apoyado en las guerrillas en la primera mitad de la década de los sesenta, lo que llevó a su vez que la lucha antiguerrillera se fuera convirtiendo gradualmente en un asunto más militar que político. Esto llevó a una fuerte tendencia a dejar en manos militares la definición de las estrategias centrales de lucha. Un efecto de esta visión resultó en que en todos los sectores del 21 Sobre este tema ver: Pizarro, Eduardo. 1991. Las FARC, de la autodefensa a la combinación de todas las formas de lucha. 1949-1966. Bogotá: IEPRI-Universidad Nacional, Tercer Mundo Editores. 22 Hartlyn, Jonathan. 1988. The Politics of Coalition Rule in Colombia. New York: Cambridge University Press. Citado en: Mauceri, 2001:49. 35 gobierno, civiles y militares, se tendió a identificar toda reivindicación social con una lucha subversiva aliada a la guerrilla” (Melo, 1991). Este ambiente sin duda, hizo que las llamadas ‘repúblicas independientes’ adquirieran más fuerza, alimentadas por la represión oficial, y también por el ambiente de triunfo cubano, lo que reforzaba las ideas comunistas. Pero el estado no logró erradicar las ‘repúblicas independientes’. De esta manera, ante “el evidente fracaso del Estado en su campaña contra las repúblicas independientes y su debilidad para asegurar el monopolio de las armas (…) empezó a alentar desde 1964, la idea de crear aparatos de defensa privada para hacerle frente a una delincuencia que parecía provenir del desplazamiento de las autodefensas campesinas, ya convertidas en guerrillas móviles desde sus nichos ultramontanos” (Ramírez, 2000: 50-51) Así el dirigente de la SAC (Sociedad de Agricultores de Colombia), Manuel Castellanos, “le solicitó autorización al gobierno para formar grupos de autodefensa que protegieran a los propietarios de la oleada de secuestros que se estaba presentado. Poco después, en 1968, el gobierno aceptó la solicitud de los empresarios al expedir la ley 48 que reglamentaba la formación de civiles armados bajo el control de las Fuerzas Armadas” (Ramírez, 2000: 50,51). Desde ese momento se da una larga cadena de grupos paramilitares operantes en todo el país. Las guerrillas queriendo atacar el régimen político imperante, cometen abusos contra la sociedad civil, el territorio nacional y las instituciones estatales, cuyos recursos eran el secuestro, la extorsión y los asesinatos. Tales abusos derivan en la aparición de grupos parainstitucionales, haciendo de la justicia privada su adalid. Estos grupos aparecen como justicieros, pretendiendo proteger a la sociedad civil 36 de la violencia guerrillera. En este orden de ideas, la violencia privada encuentra un ambiente propicio cuando las prácticas violentas de la guerrilla se expanden, generando la sensación de que el Estado no posee la capacidad represiva necesaria. Según Leal, esta desconfianza alcanza su punto culminante en el gobierno de Belisario Betancur (1982 – 1986), cuando surgen formas de justicia privada de los sectores de derecha. 2.4.1. La influencia de la Doctrina de Seguridad Nacional en las Fuerzas Armadas desde los gobiernos del Frente Nacional Es importante mencionar la influencia de la Doctrina de Seguridad Nacional desde los gobiernos del Frente Nacional. Dicha influencia, combinada con la incapacidad del bipartidismo de absorber las protestas sociales y de formular una política militar, se concretizó en que el ente militar hizo su propia interpretación de dichas protestas enfrentándolas como un asunto de orden público. En este orden de ideas es preciso ofrecer la disertación de Leal al respecto. Leal (2002), recuerda que el Frente Nacional tenía como objetivo modernizar el aparato estatal, y con ello sus instituciones, entre ellas las militares. El propósito era que los militares se subordinaran a las instituciones de la democracia liberal y que se desligaran de la subordinación a los partidos. A propósito de tal subordinación, es conveniente mencionar que en un trascendental discurso pronunciado por el presidente liberal electo Alberto Lleras Camargo, éste enfatizó en la necesidad de que los militares fueran apolíticos frente al bipartidismo. Esto significaba que las Fuerzas Armadas no tenían injerencia de cómo gobernar la nación y los políticos no decidían cómo se debían manejar las Fuerzas Armadas en lo referente a sus normas, disciplina, reglamentos, etc. 37 Esta fue la única directriz política en materia militar entre 1958 y 1990 (Leal, 2002). Esta pauta, se debía traducir en la iniciación de un proceso conducente a cesar la violencia política, pero ello no ocurrió debido al “desfase profundo entre los cambios sociales y la incapacidad de los gobernantes de formular la política militar” (Leal, 2002:39). Esta situación derivó en la no revisión y actualización de las escasas y tímidas directrices políticas del papel militar en la sociedad, lo que su vez condujo a que “los mandos castrenses asumieron su diseño en forma improvisada, de acuerdo con sus percepciones de las situaciones de orden público, orientadas por los planteamientos anticomunistas, la concepción político-militar norteamericana y la Doctrina de Seguridad Nacional23” (Leal, 2002:39). De esta manera los planes elaborados fueron para fines concretos y de corta duración. Esta improvisación de una política militar, se manifestó en que en el período del Frente Nacional, “la dirigencia política se ocupó principalmente de construir y consolidar maquinarias para la reproducción electoral del bipartidismo coaligado. En contraste, la protesta social no encontró mayor receptividad institucional en la clase política, máxime cuando el régimen no contemplaba espacios de oposición. Por ello, esta protesta se convirtió en asunto de orden público24 manejado exclusivamente por militares y policías. Además de las guerrillas, el sistema convirtió en enemigos potenciales o reales a quienes tan sólo pretendían oponerse por medios pacíficos” (Leal, 2002:39). 23 “Es una macroteoría militar del Estado y del funcionamiento de la sociedad, que explica la importancia de la “ocupación” de las instituciones estatales por parte de los militares” (Leal, 2002:1). 24 El subrayado es mío. 38 La consecuencia de esta miopía en cuantoa la elaboración de una política militar de Estado llevó a que después de la experiencia del Plan Lazo25, todos los intentos fueran fallidos. Desde entonces, según Leal, el único factor articulador fue el recurso del Estado de Sitio hasta 1990. Según Uprimny y Rojas (1990), durante tal período y mientras casi la totalidad de los países latinoamericanos estaban bajo dictaduras militares, Colombia mantenía un Estado de Derecho, pero el Estado de sitio hacía que en la práctica no rigiesen los principios abstractos incorporados en la constitución, sino una legalidad de excepción que restringía las libertades públicas. El uso del Estado de Sitio para sortear las crisis, fue continuado, lo que propició la autonomía de acciones castrenses, eliminando las cortapisas jurídicas y estimulando la violación de los derechos humanos. Algunas de las normas propias del Estado de sitio se adoptaron como legislación permanente como lo concretizó el Decreto 1923 de 1978 que dio a luz el Estatuto de Seguridad. Dicho estatuto preparó el terreno para una lucha antisubversiva por encima de talanqueras normativas legales. La represión oficial dada por el Ejecutivo se hizo presente con detenciones arbitrarias, torturas y como señala Melo (1991), el Ejército se acostumbró a depender de mecanismo de violencia más bien que de inteligencia e investigación. Para Melo, en el gobierno de Turbay (1978-1982) no existía mucha razón para la existencia de organismos paramilitares porque las Fuerzas Armadas, bajo el amparo del Estatuto de Seguridad, ya estaba utilizando actividades ilícitas (tortura, detenciones arbitrarias, etc). 25 En su afán por concretar una política militar, el General Alberto Ruiz Novoa diseñó El Plan Lazo, un esfuerzo por integrar la acción militar en la sociedad. 39 2.5. Financiamiento ilegal de lo grupos armados en Colombia En esta sección se hace un breve recorrido de los vínculos que hacen diferentes autores sobre la conexión entre el narcotráfico y la existencia de grupos armados en Colombia. Así pues, existe un amplio consenso en torno al hecho de que los grupos armados se financian actualmente por sustancias ilegales, y que se han hecho inmensamente ricos, lo cual les ha permitido crecer fuertemente en el ámbito militar, así como aumentar su pie de fuerza. Son comunes los apelativos hacia los grupos armados como “narcoparamilitares” y “narcoguerrilla”, sugiriendo con esto que son organizaciones dedicadas al narcotráfico y que ya no tienen objetivos políticos. El financiamiento es importante para que un grupo armado exista y los grupos rebeldes no hacen guerra sino tienen cómo financiarse. (Collier, 2000 y Collier y Hoeffler 2001). En Colombia la producción de cocaína ofrece una oportunidad para financiar la rebelión, y según el estudio de Collier existe evidencia econométrica para el caso de Colombia, de que existe conflicto armado porque existen recursos para financiar la guerra. Sin embargo, si bien el financiamiento es decisivo para que un grupo armado sobreviva, esta no es la única causa, y es inexacto suponer como lo hace Collier y Hoeffler, y Kaldor (2001), que el único móvil del conflicto armado en Colombia sea el enriquecimiento personal y la codicia de los actores políticos. Haciendo alusión al narcotráfico, Ramírez (2000), anota por su parte, que estamos ante un nuevo tipo de guerra civil, que le da centralidad a lo económico, dentro de lo cual “se inserta el narcotráfico como un sobresaliente y fácil generador de rentas que potencia la 40 lucha armada política y la coloca dentro de una lógica empresarial que les da nuevos sentidos y compromisos a los postulados y prácticas fundacionales” (Ramírez, 2000:59). Así mismo, Montenegro y Posada (2001) recuerdan que desde finales de los ochenta, varios analistas comenzaron a observar que los niveles más altos de violencia se estaban registrando en regiones apartadas, donde había alto crecimiento económico alrededor de la coca, el petróleo, el banano, las esmeraldas y el oro en la frontera. Un estudio de estos autores demuestra con evidencia econométrica una relación del aumento de tasas de homicidio con el crecimiento económico de los departamentos, en cuyos efectos estaba el narcotráfico y la economía de frontera. También anotan que la expansión de los grupos guerrilleros está estrechamente relacionada con las bonanzas de los años 80 y 90. Otro ejemplo es el caso de Puerto Boyacá, donde las autodefensas de Henry Pérez estaban instaladas en territorio esmeraldífero. (Cubides, 1999). Después esa zona, estaría controlada por narcotraficantes, donde los grupos paramilitares se alimentarían mayormente de éstos. Con esta lógica, el estudio de Díaz y Sánchez (2004), muestra que la estrategia de financiación a través de producción de insumos para la producción de drogas está explicada por los objetivos de control territorial y estratégicos de los grupos armados ilegales. (Díaz y Sánchez, 2004:65). La causalidad arrojada por este estudio es que la expansión de la economía de coca es consecuencia del conflicto armado. “Esto muestra que la coca, lejos de ser la “gasolina” de los grupos armados ilegales, es más bien el resultado de las necesidades de financiación que surgen pari passu con el escalonamiento y la expansión espacial del conflicto. Estos resultados se sostienen tanto a nivel nacional como para el conjunto de las regiones colombianas” (Díaz y Sánchez, 2004:64). De igual manera, el 41 análisis arrojó “que existe una fuerte correlación espacial en la producción de coca y la actividad armada ilegal, y que la actividad productiva ilegal a nivel local o de grupos de municipios vecinos se encuentra precedida por la actividad de los grupos armados ilegales” (Díaz y Sánchez, 2004:64). Por el contrario, la evidencia demostró que la presencia de hoja de coca en el país explica débilmente el conflicto armado. “Esto implica que los cultivos ilícitos son tan solo parcialmente la “gasolina” del conflicto” (Díaz y Sánchez, 2004:65). Con esto, se quiere decir que aunque es importante el financiamiento por parte de los cultivos ilícitos, existen otras causas para la existencia del conflicto armado. Acerca de la toma de territorios por parte de los grupos armados, Ramírez (2000) recuerda que el conflicto se encuentra “enrarecido hoy en día por los nuevos fenómenos tales como el narcotráfico y la creciente territorialización privada a manos de los actores armados” (Ramírez, 2000:44). Esta territorialización implica, del manejo de su economía, además de intervenir en el funcionamiento de las instituciones sociales y también supervisión de los habitantes de la región. Los grupos armados controlan el negocio de la coca donde se encuentren. Tal y como anota el INDH (2003), los grupos armados son protectores de las plantaciones y reguladores de la ilegalidad (normas sobre cantidades sembradas en cada finca, permisos de compraventa de hoja de coca o látex de amapola, salarios y demás condiciones laborales) (INDH, 2003:309). Por último, respecto al enriquecimiento que ha tenido el conflicto armado en Colombia por parte del narcotráfico, es conveniente citar la declaración de uno de los miembros del estado mayor de las AUC, en reciente reunión que se realizó en Santa Fe de Ralito, donde asistieron el estado mayor de las AUC y el periódico El Tiempo, reconoce la injerencia que 42 el narcotráfico ha tenido en la evolución del conflicto armado diciendo: “Borre el narcotráfico y quedamos reducidos a 1981: once frentes de las FARC, tres o cuatro del ELN y unos cuantos de autodefensas” (El Tiempo, 16 de Mayo, 2004. Sec. 1, p. 6). 43 3. ORIGEN Y SURGIMIENTO DE LOS PARAMILITARES 3.1. Parainstitucionalidad ysu conexión con el uso de la fuerza Dada la debilidad del Estado, que se ha descrito anteriormente, y donde se ha hecho énfasis en la debilidad de las fuerzas armadas como ente proveedor de seguridad, además de la precariedad de la administración de justicia en el territorio nacional, combinada con la incapacidad del bipartidismo representado en los dos partidos tradicionales colombianos para orquestar reformas, excluyendo importantes sectores; y el financiamiento de los grupos armados en Colombia, en los que se incluyen los paramilitares, con las rentas producto del narcotráfico, hacen que se desarrollen vías parainstitucionales ligadas inevitablemente con acciones violentas. Estas acciones violentas develan la pérdida del monopolio de la fuerza por parte del Estado. Para definir parainstitucionalidad se va a adoptar el concepto que proporciona Germán Palacio y Fernando Rojas (1990): “Llamo parainstitucionalidad a una serie de mecanismos de regulación social y resolución de conflictos que no recorren las vías más formales de corte constitucional o legal sino que se rigen por arreglos informales, por mecanismos ad hoc; ellos pueden ser legales o ilegales; son caminos alternativos a una institucionalidad rígida e incapaz de responder a los desafíos coyunturales del conflicto social o de la acumulación de capital. Han adquirido el rango de parainstitucionalidad en la medida en que han dejado de ser fórmulas excepcionales presentes en cualquier país y se han convertido en vías frecuentemente socorridas”. (Palacio y Rojas, 1990: 72). Siguiendo a Palacio y Rojas (1990), la represión paramilitar, es una de las expresiones 44 parainstitucionales, que apuntan a resolver problemas que la institucionalidad formal, reglada, fue incapaz de resolver. Otro referente conceptual, para abordar el fenómeno de la parainstitucionalidad, es el ofrecido por Gómez (1999)26. Su hipótesis del El Almendrón nos sirve para entender la desviación de los individuos por vías parainstitucionales. Él asegura que en Colombia, la racionalidad privada prima sobre la colectiva, “ante la ausencia de reglas estables, previsibles y universalmente atacadas, [de lo cual] surge una pluralidad de reglas usadas, interpretadas o reivindicadas según la particular conveniencia de cada grupo o individuo, lo cual aumenta el grado de incertidumbre y la desconfianza hacia los demás” (Informe Nacional de Desarrollo Humano Colombia, 2003:307). El paramilitarismo como expresión de parainstitucionalidad, tiene un rasgo determinante y es la pérdida del monopolio de la fuerza del aparato estatal. Esta es su expresión más visible. Los grupos paramilitares se arrogan el uso de la fuerza, y se han constituido en actores que han imperado en la vida política nacional, generando gran parte de la violencia y la violación de los derechos humanos. 26 Gómez Buendía, Hernando. 1999. ¿Para dónde va Colombia?,Bogotá: Tercer Mundo Editores/Colciencias. Citado en: Informe Nacional de Desarrollo Humano Colombia, 2003:307 45 3.1.1. Paramilitarismo como expresión de parainstitucionalidad En esta sección se presenta una descripción del origen y desarrollo del paramilitarismo. Es central mencionar que la pérdida del monopolio de la fuerza del ente estatal va directamente ligada con la aparición y posterior afianzamiento de éste. Según Melo (1991), los grupos paramilitares tuvieron sus inicios a finales del siglo XIX. “El Estado apeló a la formación de milicias compuestas por ciudadanos: un ejemplo notorio de esto ocurrió en 1885, cuando el gobierno de Rafael Núñez entregó armas a grupos de conservadores para apoyarse en ellos, ante la incertidumbre sobre la lealtad del limitado Ejército Nacional” (Melo, 1991:480). En el contexto de la Violencia, en particular a partir de 1950, reaparecieron los grupos de civiles armados, “cuando el gobierno organizó grupos de “contrachusmas” o “guerrillas de paz” para reforzar la acción militar en zonas de notable implantación guerrillera. Se trató en ese caso de grupos civiles armados por el Estado, con funciones relativamente precisas y condiciones que suponían al menos cierto nivel de disciplina” (Melo, 1991:480). Según Melo, el contexto político del momento hizo que sus objetivos fluctuaran ampliamente. Dado que estos grupos estaban formados por conservadores, éstos tendían a perseguir a los liberales a los que les quitaban las tierras y se aprovechaban de éstas por el abandono de sus opositores políticos. Dichos hechos desembocaron en un recrudecimiento de la violencia y a reforzar los enfrentamientos políticos entre civiles. “Muchas de las atrocidades de la violencia fueron cometidas por estos organismos civiles paramilitares, que además contaban con la financiación y el apoyo de gamonales locales del partido conservador” (Melo, 1991: 481). La acción de estos grupos estaba mediada entonces por los poderes locales, vinculados por los partidos 46 políticos y muchas veces por militares. Estos grupos eran defensores extremistas del statu quo, ya que “desde el punto de vista de la estrategia militar, su función esencial era conservar las áreas liberadas por acciones militares, para evitar que un enemigo relativamente móvil y con arraigo en la población volviera a recuperarlas” (Melo, 1991: 481). Bajo esta caracterización, estos grupos evidencian las limitaciones del Ejército en el ejercicio de sus tareas, que deriva del “tamaño relativamente pequeño de las Fuerzas Militares y las dificultades para financiar su expansión [lo cual hizo] que los dirigentes civiles del Estado consideraran preferiblemente armar provisionalmente a ciudadanos particulares.” (Melo, 1991: 482). Sin embargo se vio que “incluso cuando son legales y teóricamente podrían actuar con total sujeción a la ley (como tienden a hacerlo algunos grupos de autodefensa o como en general lo hacen las oficinas de seguridad), los factores reales de la situación colombiana [tendieron] a convertirlos en organismos delictivos” (Melo, 1991: 479). Esto quiere decir que aunque estos grupos se conformaron al principio con arreglo a la ley, los intereses particulares desbordaron la acción por la cual fueron concebidos, aumentando los actos violentos. Después, en el Gobierno militar de Rojas Pinilla se concedió una amplia amnistía que cobijaba tanto a guerrilleros como paramilitares y “cubría los delitos políticos, cuyo móvil haya sido el ataque al gobierno o que puedan explicarse por extralimitación en el apoyo o adhesión a este27 o por aversión o sectarismo político” (Melo, 1991: 481). Sin embargo, después de esta amnistía renació la violencia, gran parte por los llamados “pájaros”, grupos 27 El subrayado es mío. 47 civiles armados enfrentados a las guerrillas liberales (Armadas por el Partido Liberal en un principio). “Así como resultó difícil reincorporar a los antiguos guerrilleros a la vida civil, tuvo gran complejidad la reintegración de gentes armadas y acostumbradas a apoyarse en la violencia para resolver sus conflictos y en muchos casos para el logro de objetivos personales. La legitimación de la violencia hacia el adversario político inducida por el apoyo abierto del Estado a los grupos paramilitares contribuyó sin duda a mantener un clima de tolerancia difusa a la violencia en la sociedad colombiana” (Melo, 1991: 482). Lo descrito anteriormente, así como la conformación de bandas armadas en este período, con el apoyo de jefes locales, (como se mencionó anteriormente), evidencia cómo en Colombia ha habido una tradición política de combate al adversario político por medios armados, en detrimento de los medios institucionales. De esta manera, se ve cómo desde los partidos se legitima el uso de la violencia hacia
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