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Orfandades infantiles y adolescentes _ introducción a una sociol

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ORFANDADES 
INFANTILES YY AADOLESCENTES
Introducción aa uuna 
Sociología dde lla IInfancia
José Sánchez Parga
ORFANDADES 
INFANTILES YY AADOLESCENTES
Introducción aa uuna 
Sociología dde lla IInfancia
2004
ORFANDADES INFANTILES Y ADOLESCENTES
Introducción a una Sociología de la Infancia
José Sánchez Parga
1era. Edición: Ediciones ABYA-YALA
12 de Octubre 14-30 y Wilson
Casilla: 17-12-719
Teléfono: 2506-247/ 2506-251
Fax: (593-2) 2506-267
E-mail: editorial@abyayala.org
Sitio Web: www.abyayala.org
Quito-Ecuador
Universidad Politécnica Salesiana
Turuhuaico No. 3-69 y Calle Vieja
Casilla: 46 Sector 2
Teléfono: 07-2863-040/ 07-2862-529
Fax: 07-2861-750
E-mail: rpublicas@ups.edu.ec
Sitio Web: www.ups.edu.ec
Cuenca - Ecuador
Impresión Docutech
Quito - Ecuador
ISBN: 9978-22-439-4
ISBN U. Salesiana: 9978-10-013-X
Impreso en Quito-Ecuador, 2004
ÍNDICE
PRESENTACIÓN ........................................................................... 11
I. INTRODUCCIÓN SOCIOLOGICA: Pensar o administrar
la Infancia ................................................................................... 13
a) La razón administrativa..................................................... 13
b) Presupuestos críticos ......................................................... 15
c) Planteamientos metodológicos ......................................... 18
d) La actual construcción sociológica del niño.................... 20
e) Discursos sobre infancia y adolescencia ........................... 22 
-Infantología...................................................................... 22
-Sociología aplicada a los niños........................................ 24
-Discurso jurídico-tecnocrático........................................ 25
-Sociología de la infancia .................................................. 26
f) Los discursos y las prácticas .............................................. 28
II. SOCIOLOGÍA DE LAS FILIACIONES INFANTILES ............ 33
1. El “capital filial” .................................................................. 35
2. Marco socio-cultural de las filiaciones.............................. 39
3. Entre tradición y modernidad........................................... 42
4. ¿Qué es un niño? Crítica de la razón infanticida ............. 48
a) Objeto y producto de una sociología asistencial......... 52
b) Dificultad de ser niño y violencia para dejar de serlo...... 53
5. Crisis de las filiaciones infantiles....................................... 56
6. Socialización primaria del niño......................................... 59
7. Hipnóticas (in)visibilidades infantiles .............................. 63
III. LAS EDADES DE LA INFANCIA ........................................... 69
1. Presencias y palabras en la socialización primaria ........... 70
2. Instucionalizaciones prematuras ....................................... 76
IV. SOCIOLOGÍA FAMILIAR DE LA INFANCIA....................... 81
1. Naturaleza histórica de la institución familiar:
sus cambios ....................................................................... 81
2. Modelos de conyugalidad, de familiaridad y 
de filiación......................................................................... 83
3. Fin del reino del niño en la familia ................................... 86
Factores demográficos....................................................... 86
Factores socio-culturales................................................... 86
4. La desinstitucionalización de la familia ........................... 87
5. Futuros de la familia y de la infancia ................................ 89
V. DEL ORIGEN DEL PADRE A SU DECLINE:
Para una Antropología de la Paternidad................................... 93
1. Invención paterna de la familia y la sociedad................... 93
2. La prohibición del incesto y la invención 
de la sociedad .................................................................... 94
3. El padre símbolo del vínculo social y de la ley ................. 97
4. De la sociedad sin padres a la familia sin padres.............. 102
VI. LA FAMILIA SIN PADRE. Matrices de la violencia .............. 105
1. La familia sin padre............................................................ 106
2. Escenario socio-económico de la ausencia del padre ...... 108
3. El deseo “de” la madre........................................................ 109
4. La socialización familiarista............................................... 111
5. Violencias familiares........................................................... 114
6. La ob-scenificación de la violencia familiar ....................... 117
VII. RUPTURAS FAMILIARES DE LA INFANCIA:
Entre fugas, abandonos y expulsiones ................................... 121
1. Condiciones Extrafamiliares de la infancia ...................... 121
2. Institucionalizaciones infantiles ........................................ 125
3. Discursos e intervenciones institucionales 
productores de infancia .................................................... 126
José Sánchez Parga
VIII. LA COLONIZACIÓN ESCOLAR DEL NIÑO .................... 131
1. Disciplinarización educativa.............................................. 131
2. Colonización mental del niño ........................................... 135
3. Para un elogio de la pedagogía .......................................... 138
4. Sólo una pedagogía es educativa ....................................... 140
IX. EL NIÑO Y LA CALLE ............................................................ 145
1. La calle, una categoría sociológica..................................... 145
2. La callejización infantil ...................................................... 148
3. De situación a condición callejera de la infancia ............. 150
X. EL NIÑO Y EL TRABAJO........................................................ 159
1. El trabajo, una categoría histórica y sociológica .............. 160
a) Transformaciones socioeconómicas del trabajo ......... 160
b) Del trabajo familiar al trabajo del niño....................... 161
2. El trabajo infantil ............................................................... 163
a) Relaciones laborales infantiles...................................... 164
b) Economías infantiles delictivas .................................... 165
3. Trabajo infantil vs. escolarización infantil ........................ 166
4. El trabajo infantil en “el manifiesto educativo”................ 168
XI. VIOLENCIAS SOCIALES E INFRACCIONES 
INFANTILES ............................................................................ 171
1. Violencias en la sociedad moderna ................................... 172
a) teorías de la violencia.................................................... 172
b) morfologías de la violencia .......................................... 173
2. Violencias infantiles............................................................ 176
3. La infancia infractora ......................................................... 179
XII. ¿QUÉ ADULTO “DEVIENE” EL NIÑO EN 
LA SOCIEDAD MODERNA? Transformación de 
generacionales ......................................................................... 183
1. Qué adulto deviene el niño................................................ 184
2. Hacia una infancia ventrílocua.......................................... 188
3. Transformación de la estructura generacional en 
la sociedad moderna......................................................... 190
Orfandades infantiles y adolescentes
4. Dinámicas y relaciones intergeneracionales:
normas y modelos............................................................. 193
5. Campos de investigación de las relaciones 
intergeneracionales ........................................................... 195
XIII. DE LAS TRANFORMACIONES INFANTILES 
AL FENÓMENO ADULESCENTE ....................................... 199
1. Fin del paradigma generacional ¿Continuidades 
o confusiones? ................................................................... 200
2.El complejo de umbral entre las edades ........................... 204
3. ¿Por qué ellos y no ellas? Malestar adolescente
malestar en la masculinidad............................................. 209
4. Problemas y paradojas de la sexualidad adolescente........ 215
XIV. INVENCIÓN SOCIAL DE LA ADOLESCENCIA.
De una edad de transición a una edad de moratoria ......... 223
1. El enfoque antropológico................................................... 224
2. Construcción social de la adolescencia ............................. 227
3. Larga adolescencia y prolongada entrada en 
la sociedad adulta.............................................................. 231
4. El abandono del hogar ....................................................... 233
5. Moratoria adolescente e incierta “integración social” ..... 234
6. La sociedad adolescente ..................................................... 236
a. La adolescencia entre consumos y mercancías ............. 237
b. La socialidad adolescente............................................... 240
7. Las violencias adolescentes ................................................ 243
XV. UNA SOCIEDAD SOLO ENSEÑA LO QUE 
NO PRACTICA: De derechos y de valores............................ 247
1. El decline de la autoridad: de la falta de educación 
al exceso de disciplina....................................................... 250
2. ¿Es posible enseñar y aprender valores y derechos? ........ 256
3. ¿Qué entender por derechos de los niños? 
Una “adulteración” jurídica de la infancia....................... 259
4. Judicialización, desocialización y despolitización
de la condición infantil ...................................................... 265
5. ¿Cómo adquieren (sus) derechos los niños?..................... 270
José Sánchez Parga
XVI. UNA SOCIEDAD SOLO LEGISLA SOBRE LO QUE 
EN ELLA NI SE CUMPLE NI SE RESPETA:
Los derechos de los niños...................................................... 275
1. No hay derechos sin condiciones para su ejercicio .......... 275
2. Críticas al discurso jurídico sobre los DDNN .................. 281
3. Los reales destinatarios de los DDNN .............................. 287
XVII. LA CAUSA DE LOS NIÑOS vs. LOS DERECHOS 
DE LOS NIÑOS ................................................................... 291
1. ¿Derechos de los niños o deberes de los adultos?............. 292
XVIII. EL ENFOQUE ANTROPOLÓGICO................................. 301
I. Transferencia antropológica y síndrome
adolescente de la sociedad ................................................. 303
a. Para entender la adolescencia desde la adolescencia ... 305
b. El discurso especialista sobre adolescencia
y pandillismo ................................................................. 310
II. Identidades y violencias adolescentes............................... 320
1. De Samoa con amor o la antropología adolescente .... 320
2. Ritualidad adolescente................................................... 321
3. Contextos socioculturales ............................................. 325
4. El “trago” y el “carro” o las violencias adolescentes ..... 328
5. Conclusiones.................................................................. 336
CONCLUSIÓN: Las nuevas orfandades infantiles....................... 345
Orfandades infantiles y adolescentes
PRESENTACIÓN
Dos planteamientos principales uno teórico y otro de orden
práctico recorren este texto. Según el primero los niños y adolescente
en el mundo actual se encuentran huérfanos no sólo de familia y de so-
ciedad sino incluso de su propia infancia y adolescencia; pero tales or-
fandades son síntoma de un modelo de sociedad y de familia a su vez
huérfanos de sus propios niños y adolescentes, que ni entienden y con
los que no saben qué hacer. En segundo lugar, consecuencia del plan-
teamiento anterior, las políticas, programas y actividades orientados a
la infancia y la adolescencia, todas las intervenciones en la problemáti-
ca infantil y adolescente se hallan tan investidos de representaciones
sociales, de lo que llamamos “razón administrativa” y “lógicas asisten-
ciales”, que lejos de ser eficaces tienden a generar resultados contrapro-
ducentes, pues de manera directa o indirecta reproducen o refuerzan
los mismos automatismos que en la sociedad han producido tales pro-
blemáticas de la infancia y la adolescencia. El caso de las políticas y pro-
gramas dedicados a la infancia, de los que más en particular se ocupa
este trabajo, resultan evidentes: o bien propician la infantilización de
los niños o bien los desinfantilizan, al considerarlos y tratarlos como si
fueran adultos.
La escritura de este libro acusa una cierta singularidad, ya que es
producto de una docencia universitaria. Se trata de un texto preparado
y completado al interior de un proceso de explicación constantemente
estimulado y enriquecido por la diversidad de formas y niveles de com-
prensión de los estudiantes. En este sentido es un texto inacabado, y
que podría ampliarse y completarse progresivamente en el curso de
una continuada práctica docente. Por esta razón presentamos este estu-
dio como una Introducción a la sociología de la infancia, que pueda ser-
vir a otros para desarrollar y enriquecer la explicación y comprensión
de los fenómenos de la infancia y adolescencia en la sociedad actual. En
una primera parte se enfoca la Sociología familiar del niño y en la segun-
da parte se trata una Sociología de la infancia enfocada desde aquellos
escenarios y fenómenos sociales que configuran la actual condición in-
fantil del niño en la sociedad actual: desde la institución escolar hasta
el trabajo, pasando por su callejización.
De ahí el compromiso de dedicar estos textos trabajados con
ellos a los estudiantes de la Maestría en Política Social para la infancia y
la adolescencia de la Universidad. Politécnica Salesiana de Quito; y tam-
bién a los de la Universidad de S. Marcos de Lima y la Universidad del
Externado de Bogotá, quienes motivaron esta publicación. Y aprovecho
para agradecer, por la misma razón a algunos colegas, que han conoci-
do este texto, Rene Unda, coordinador de la Red de las Maestrías, y Juán
Enrique Bazán, coordinador de programa de Save the Children-Suecia
de Lima.
José Sánchez Parga
Capítulo I
INTRODUCCIÓN SOCIOLÓGICA:
Pensar oo aadministrar lla iinfancia
aa)) LLaa rraazzóónn aaddmmiinniissttrraattiivvaa
En el transcurso de sus cambios, transformaciones y desarrollos
las sociedades producen nuevos hechos sociales, que a su vez la misma
sociedad y sobre todo el Estado en la historia moderna convierten en
problemas sociales, los cuales será preciso tratar y resolver, o bien elimi-
nándolos o bien logrando una recíproca adaptación entre tales proble-
mas sociales y la misma sociedad. Es aquí que intervienen las Ciencias
Sociales y en particular la sociología, la cual convierte a su vez tales he-
chos sociales y problemas sociales en problemas sociológicos, con la fina-
lidad de analizarlos, explicar sus causas y razones que los produjeron e
interpretar su sentido.
Esto es lo que ha ocurrido, por ejemplo, con la familia hace más
de un siglo y con la infancia más recientemente; esto también ha ocu-
rrido con la pobreza desde hace treinta años o con la ecología o con el
terrorismo en la actualidad.
La administración de la infancia ha desarrollado por parte del
Estado y de la misma sociedad, junto con un enorme aparato institu-
cional, una gran dispositivo ideológico de discursos y saberes, de infor-
maciones y de datos, de técnicas y de metodologías, de experiencias y
“know how”: toda una racionalidad administrativa muy atravesada por
una “lógica instrumental” y una “lógica asistencial” para tratar la “cues-
tión infantil”. Cuando la sociología aborda sociológicamente el hecho
de la infancia, este ya se encuentra muy investido administrativamente
por la “razón administrativa”; no sólo debe enfrentar todo un capital de
conocimientos acumulados sobre el tema sino que además ha de com-
petir contra una suerte de legitimaciónsocial y estatal de tales saberes
oficiales, estrechamente vinculados a prácticas oficiales, ambos garanti-
zados por la autoridad de expertos.
Una crítica de la “razón administrativa” demostraría que ésta se
funda sobre un principio elemental: todos los hechos o problemas que
no pueden ser eliminados o resueltos en cuanto problemas simplemen-
te pasan a ser administrados. La capacidad administrativa del Estado y
de la sociedad moderna ha desarrollado y complejizado su colosal ma-
quinaria para el desempeño de este principio: administrar todos los
problemas que no se pueden o no se quieren resolver; como si la admi-
nistración de tales problemas justificara su no-resolución. En la prácti-
ca tal ha sido el destino de tantas y tantísimas de las problemáticas pro-
ducidas por la sociedad actual, que no han sido resueltas, y que por
efecto de su administración quedarán definitivamente institucionaliza-
das y administradas. Así es como se administra la pobreza, la corrup-
ción, la violencia social e inseguridad ciudadana, y también se adminis-
tran todos los problemas de la condición infantil.
De hecho son pocos los sectores sociales en todo el mundo que
hayan alcanzado un desarrollo administrativo tan enorme como el lo-
grado por el campo de la infancia. Las inversiones administrativo fi-
nancieras en “la causa de los niños” son incomparables; entre otros fac-
tores porque en el caso de los niños la “razón administrativa” se en-
cuentra más sobre-investida de una “razón asistencial” y de una “razón
aplicada” o “instrumental”.
Hasta ahora la primera y principal tarea de las Ciencias Sociales
consistía no sólo en depurar sus objetos de estudio de la cada vez más
pesada carga ideológica y de las representaciones sociales, que los inves-
tían e impedían que pudieran ser pensados con la objetividad propia de
los hechos sociales, sino también despojarlos de la racionalidad adminis-
trativa, cuyos saberes se encuentran además reforzados por una razón
práctica y utilitaria.
Pero desde hace más de dos décadas las mismas Ciencias Socia-
les se encuentran ellas mismas permeadas y atravesadas por la misma
José Sánchez Parga
“razón administrativa” que inviste sus objetos de estudio. Son muy di-
versas las causas y complejos los procesos que han ido encuadrando las
Ciencias Sociales en los paradigmas institucionales, ideológicos y fi-
nancieros de una razón administrativa, que ha trascendido el marco de
los Estados nacionales, y domina todos los organismos internacionales,
que gobiernan globalmente todos los problemas en el mundo. La po-
breza, la violencia, el medio ambiente, la corrupción o la misma infan-
cia han dejado de ser administrados sólo por los Estados nacionales,
para hacerse objeto de una administración global con su propia racio-
nalidad, y respecto de la cual los Estados nacionales no son más que in-
termediarios.
Según esto las Ciencias Sociales, para desempeñar su específi-
ca función científica, además de comprender y explicar los hechos
sociales, de identificar sus causas e interpretar sus sentidos y signifi-
caciones, están obligadas a depurar críticamente sus propios presu-
puestos ideológicos y los mismos usos conceptuales de sus propios
recursos teóricos.
bb)) PPrreessuuppuueessttooss ccrrííttiiccooss
La niñez y la adolescencia constituyen uno de tantos objetos so-
ciales (al igual que la “pobreza”, la “gobernabilidad”, la “intercultura-
lidad”...), que han sido tratados – y maltratados – por las ingenierías
sociales o las social politics, convertidos por éstas en reales artefactos
sociológicos, y por tal razón se han hecho muy resistentes a un autén-
tico trabajo sociológico, antropológico, de las ciencias sociales en ge-
neral, y muy difíciles para ser pensados en cuanto reales y efectivos
objetos sociológicos.
A esta hay que añadir una segunda razón adicional: si todos los
hechos sociales se encuentran siempre investidos de representaciones
sociales más o menos densas e intensas, dependiendo de la carga de re-
laciones y afectividades, imaginarios, intereses e ideologías, que tales
hechos han condensado en una determinada sociedad, hay que recono-
cer que el niño y el adolescente (como en general todas las realidades
familiares, religiosas...) están recargados de representaciones muy te-
naces, que obstaculizan su objetivación. Como dirían M. Mauss y E.
Orfandades infantiles y adolescentes
Durkheim, dificultan extraordinariamente el que puedan ser pensados
como cosas.
La sociología sabe que no hay hecho social, fenómeno y procesos
sociales, que no se encuentran siempre investidos por ideas y represen-
taciones, imaginarios, ideologías y mentalidades, cualidades valorativas
y afectivas; de ahí la necesidad sociológica de despojar todo hecho so-
cial de todas estas cualidades y características, que la misma sociedad le
atribuye,“desubjetivizarlo” lo más posible, para lograr objetivarlo de tal
manera que adopte la forma de cosa. Es obvio que realidades sociales
como la infancia y adolescencia, tan inmersas en la cotidianidad y en las
relaciones emocionales, sujetas a opiniones y tratamientos muy inme-
diatos y espontáneos, el trabajo sociológico de objetivación resulta mu-
cho más difícil.
Una tercera razón, que perturba y siembra de equívocos un tra-
tamiento científico, sociológico o antropológico, de la infancia y la ado-
lescencia, es que por lo general se trata de sociologías aplicadas, con una
intencionalidad instrumental más o menos explícita e intencional, a los
niños y adolescentes, y no tanto elaboraciones conceptuales y desarro-
llos teóricos a partir de las lógicas sociales, factores y razones, las cuales
producen una determinad forma de infancia y adolescencia en una de-
terminada sociedad histórica o modelo de sociedad.
Aunque no es el caso de discutir aquí esta problemática, que la
sociología no sea una ciencia aplicada de ninguna manera significa es-
to que los resultados de dicha ciencia no sean aplicados. Dos cosas muy
diferentes y que han quedado ya muy zanjadas por Marcel Mauss en su
famoso texto de 1925.1
En otros casos más que en una sociología aplicada en lo que se
incurre es en una artificiosa aplicación de conceptos y esquemas socio-
lógicos a problemáticas de la infancia y de la adolescencia, pero que le-
jos de permitir una comprensión y explicación de las lógicas sociales de
la infancia y la adolescencia contribuyen a su mayor confusión. Así se
habla de los niños en términos de “actores sociales” o de “participación
social”, aplicando conceptos ajenos a una real sociología de la infancia;
cuando dichos conceptos han sido producidos para comprender y ex-
plicar otros fenómenos muy diferentes.
José Sánchez Parga
Un ejemplo, casi anecdótico de orden analítico, ilustra este
planteamiento crítico. Se establece que las condiciones de abandono,
de soledad o desahucio de los niños son producto de la exclusión so-
cial, que caracteriza los actuales procesos de globalización y de la “mo-
derna modernidad” de una sociedad postsocietal (network society de
Manuel Castells), dominada por las políticas neoliberales. Resulta ob-
vio que los efectos de estructura de la exclusión sean una causa y razón
(estructural) de las precarias condiciones de la infancia en muchas si-
tuaciones del mundo moderno; sin embargo tales condiciones han de
ser comprendidas y explicadas no tanto por causas generales y estruc-
turales, ya que entonces afectarían por igual a todos los niños del
mundo, sino por factores más específicos y más directamente relacio-
nados con procesos de desvinculación, de ruptura de lazos familiares
y sociales, de fracturas de relaciones personales, en definitiva de una
quiebra del “capital social”...
En otros términos, no se trata de aplicar el pensamiento socio-
lógico a la infancia y la adolescencia, sino de construir una sociología
de la infancia y la adolescencia, producir conocimientos y acabar inves-
tigaciones sobre las lógicas sociales del modelo de infancia y de adoles-
cencia en cada sociedad y cultura, en casa clase o grupo social.Quizás valga también aquí una crítica a una sociología demasia-
do aplicada e instrumental, demasiado dependiente de las social politics
o políticas sociales, que se ha limitado a producir datos e informacio-
nes, estadísticas, relatos, clasificaciones y caracterizaciones... sobre ni-
ños y adolescentes, pero que ha generado pocos conocimientos, y mu-
chas menos comprensiones y explicaciones e interpretaciones de am-
bos fenómenos. No hay conocimiento más opaco sobre hechos socia-
les y realidades humanas que el conocimiento numeral, cuantitativo y
estadístico. La muerte de un niño es siempre un drama; la de once mi-
llones anuales en todo el mundo es mera estadística. Habría que pen-
sar que es el mismo niño al que se le deja morir once millones de ve-
ces; o habría que amontonar cada año once millones de cadáveres de
niños muertos de hambre.
Una sociología no se construye directamente en base de proble-
mas sociales, sin a partir de una transformación de estos en problemas
sociológicos; y en este preciso sentido tal enfoque sociológico de una so-
Orfandades infantiles y adolescentes
ciología de la infancia establece el principio y el método de la investiga-
ción de la problemática, procesos y condiciones de la infancia en una
sociedad determinada. Pero sólo así se garantiza que la solución de los
problemas sociológicos pueda ser aplicada para resolver los problemas
sociales que resultan de aquellos. Ya que un problema mal planteado ja-
más podrá ser bien resuelto.
En conclusión, es necesario empezar a reconocer que la niñez y
la adolescencia, en cuanto hechos sociales, se encuentran muy sitiados,
casi secuestrados, por todos los “obstáculos epistemológicos” que impi-
den pensarlos; en definitiva, un serio trabajo científico sobre ellos.
Sin desconocer las diferencias entre la problemática de la infan-
cia y de la adolescencia, y ya como una primera aproximación socioló-
gica, dos razonamientos invitarían a pensarlos dentro de un marco teó-
rico, analítico e interpretativo común, y dentro de una (sólo) relativa
solución de continuidad entre ellos. La reciente y creciente reducción
del período de la infancia (muy desigual y de morfologías muy diferen-
tes de acuerdo a factores sociológicos y culturales, y también diferentes
dependiendo de las clases sociales) a costa de una prematura adoles-
cencia, ambos fenómenos deberían ser comprendidos y explicados tan-
to por factores diferentes como por razones comunes o complementa-
rias, y que al mismo tiempo tienen consecuencias y tratamientos socio-
lógicos así mismo distintos: tanto considerando la niñez truncada co-
mo la juventud precoz; infancias demasiado breves o cortas y adolescen-
cias demasiado prematuras y prolongadas o largas. Aunque ambos fe-
nómenos merezcan sociologías distintas porque responden también a
lógicas sociales diferentes, tampoco pueden éstas diferenciarse tanto
que no requieran mutuas referencias interpretativas.
cc)) PPllaanntteeaammiieennttooss MMeettooddoollóóggiiccooss
Para la sociología el niño y el adolescente, todos los fenómenos
infantiles y adolescentes, son hechos sociales; es decir hechos por la so-
ciedad, producidos socialmente, producto de relaciones sociales, y por
ello también sujeto de relaciones sociales.
Este inicial planteamiento comporta dos niveles analíticos. a) en
general, según el cual la infancia y la adolescencia (cada modelo de in-
José Sánchez Parga
fancia y adolescencia) ha de ser comprendido y explicado desde la so-
ciedad (modelo de sociedad, clase social) que lo ha producido, al mis-
mo tiempo que el niño y el adolescente permiten interpretar mejor la
sociedad que los ha producido; según esto, no se entendería suficien-
temente la actual sociedad moderna prescindiendo de lo que en ella
significan los nuevos fenómenos infantiles y adolescentes; b) en parti-
cular, la niñez, por ejemplo, ha de ser entendida y explicada a partir de
los hechos, acciones y relaciones que la producen, pero también a par-
tir de cómo los mismos niños, en cuanto sujeto de relaciones, operan,
influyen e interpretan tales acciones y relaciones. Este sería un enfo-
que más antropológico: cómo niños y adolescentes viven, sienten y
dan sentido a los hechos y fenómenos, que caracterizan su condición
infantil y adolescente.
Tomemos como casi ejemplar y extrema la situación prenatal de
una sociología de la infancia. Es sociológicamente distinto el niño con-
cebido, pero sin ser deseado ni esperado, a partir de una relación, tam-
bién sociológicamente muy condicionada, entre progenitores, cualquie-
ra que sea el nivel o cualidad de sus relaciones personales; o de una re-
lación entre padres, que hacen de dicho niño un hijo ya antes de nacer.
En ambos casos, las diferencias sociológicas y en términos personales
pueden ser muy grandes. Incluso puede ocurrir que en un caso, de los
dos progenitores el niño que nace pueda al menos, o ni siquiera pueda,
tener una madre, ya que sociológicamente la orfandad puede afectar a
un niño ya antes de nacer, al ser un niño que nunca fue hijo; mientras
que en el otro caso, el niño ya antes de nacer transforma a los progeni-
tores en padres.
Esta microsociología de la infancia en su unidad o núcleo pa-
rental no puede quedar abstraída de un contexto sociocultural más
amplio y de carácter familiar: en qué medida, por ejemplo, los padres
de los progenitores pueden desempeñar una acción o influencia más
o menos decisivas, a corto o mediano plazo, en la relación de los pa-
dres con el hijo concebido o ya nacido?; en qué medida los comporta-
mientos de los abuelos se encuentran más o menos condicionados por
factores culturales, que en cambio influyen menos en los padres o pro-
genitores? De esta manera se pone de manifiesto cómo los comporta-
mientos y relaciones sociales de todos los actores involucrados no ha-
cen más que mediatizar la acción, influencias, normatividades o valo-
Orfandades infantiles y adolescentes
res de una sociedad, o de una clase, sobre decisiones familiares y de los
progenitores o padres.
En cualquier caso, y para abreviar el argumento: todo niño es
producto de un complejo sistema muy diversificado de relaciones so-
ciales, de significados muy diferentes y hasta contradictorios. Ello hace
que todo niño nace ya con una carga de relaciones sociales y persona-
les, y que por lo general, sobre todo en una sociedad moderna, se en-
cuentran en procesos de cambio.
Este preámbulo, cuestionador de todo intento de emprender una
infantología, que pretenda pensar la infancia al margen de la sociedad
que la produce, del complejo y tupido sistema de relaciones que la pro-
ducen, explican e interpretan, permite ya establecer el principio y los
presupuestos de una real sociología de la infancia y la adolescencia, pues-
to que la sociología es por sí misma, como veremos, una ciencia rela-
cional. Más aún la sociología opera como un saber o epistemé doble-
mente relacional: en primer lugar porque todo hecho social, además de
explicarse y comprenderse a partir de la sociedad que lo produce, él
mismo contribuye a conocer e interpretar dicha realidad; y en segundo
lugar, porque todo hecho social se remite directamente a la acción social,
actores sociales y hechos sociales que han contribuido a su producción.
dd)) LLaa aaccttuuaall ccoonnssttrruucccciióónn ssoocciioollóóggiiccaa ddeell nniiññoo
La producción social de la infancia (de prácticas e instituciones
dedicadas a los niños) ha sido tan rápida y tan masiva que no sólo se
ha anticipado mucho a la elaboración de una sociología de la infancia,
sino que la misma producción de masa crítica sobre su producción so-
cial siguen siendo un serio impedimento para dicha elaboración so-
ciológica. Las prácticas sociales que tienen por objeto al niño, la insti-
tucionalización de la infancia, las políticas sociales que tratan de la in-
fancia, todo ello ha dado lugar a un suerte de sociología aplicada para
los problemas de la niñez, que aparece como un serio “obstáculo epis-
temológico” para un tratamiento más teórico y científicode la proble-
mática infantil.
Al hecho de que el niño sea un fenómeno sociológicamente nue-
vo y que su visibilidad social sea aún más reciente, se añade el proble-
José Sánchez Parga
ma adicional de que el niño, aun a pesar de haberse configurado como
un fenómeno social ya claramente identificable, pero no tan claramen-
te definido, sigue encontrándose muy inscrito en una sociología de la
familia. Y aunque no se pueda pensar una sociología de la infancia al
margen de una sociología de la familia, y mucho menos al margen de
un sociología de la sociedad que produce sus propios modelos de infan-
cia y de familia, será necesario establecer los criterios y referentes ana-
líticos, que permitan distinguir ambos fenómenos.
Entre los factores y fenómenos que en la sociedad moderna con-
vergen en la producción social del niño cabe identificar en primer lu-
gar la misma familia. Un proceso global de desintegración e individua-
lización de la sociedad moderna repercute también a escala de la mi-
crofísica familiar, donde la disolución de los vínculos del parentesco
comporta una creciente autonomía de todos los miembros de la uni-
dad doméstica: no sólo los cónyuges se vuelven menos interdependien-
tes entre sí y recíprocamente más autónomos, sino que dicha menor
interdependencia y mayor autonomía afectan también sus relaciones
con los hijos – niños.
En cuanto productor de sociedad, el Estado ha sido siempre el
principal precursor de hechos sociales en la sociedad societal, y han si-
do sobre todo sus políticas y programas sociales, los que más han con-
tribuido a la producción social tanto de la familia como más actual-
mente de la infancia.
Dentro de esta misma producción estatal del niño, hay que dis-
tinguir la producción jurídica y legislativa de la infancia. Las condicio-
nes de riesgo, de abandono y de creciente precariedad que afectan a los
niños tanto al interior de las mismas familia como de la sociedad mo-
derna en su conjunto, han obligado a que la institución judicial, tanto
al nivel de los Estados nacionales como a nivel internacional, hiciera de
la infancia un privilegiado sujeto del derecho, y que los “derechos de los
niños” hayan investido a la infancia de una ideología legislativa ex-
traordinariamente densa, de un cada vez más complejo aparato proce-
dimental y hasta polémico.
De hecho, cada institución social en el mundo moderno compi-
te y tiende a imponer su propia versión de la infancia, privilegiando las
Orfandades infantiles y adolescentes
particulares prácticas e ideologías institucionales; lo que muchas veces
lejos de facilitar una mejor y más coherente comprensión de lo que es
un niño, tiende ha convertir el niño en un objeto de conflictos ideoló-
gicos y de competitividades. Hoy al niño se lo disputan todos los orga-
nismos e instituciones dedicados a la infancia, ya que se ha convertido
en una fuente importante de financiamiento.
Las instituciones filantrópicas y de beneficencia, con una con-
cepción proteccionista, y que pueden relevar tanto de una visión reli-
giosa y moral como política y doctrinaria de la niñez, han contribui-
do también a una producción social de la infancia, a una versión par-
ticular de lo que es (y debe ser) un niño, y obviamente a metodolo-
gías y tecnologías particulares de intervención social en la problemá-
tica infantil.
Otro importante aporte para la producción social del niño ha es-
tado a cargo del mercado. El niño se ha convertido en valioso consumi-
dor de bienes y servicios del mercado moderno. Lo cual ha hecho que
el mismo mercado y sus mercancías produzcan imaginarios y represen-
taciones infantiles, que compiten con las imágenes y representaciones
que de la misma infancia elaboran los otros actores sociales.
Obviamente que una vez identificado en cuanto consumidor y
mercancía, el niño automáticamente deriva en sujeto de publicidad y
en uno de los importantes objetos mass – mediáticos de la industria de
la información y de la comunicación en la sociedad actual. Los niños se
han vuelto un soporte o icono del marketing y la propaganda.
ee)) CCuuaattrroo nniivveelleess ddee ddiissccuurrssiivviiddaadd ssoobbrree iinnffaanncciiaa yy aaddoolleesscceenncciiaa
1. Una Infantología se ha desarrollado en base de una amalgama
de ideologías, representaciones, valoraciones, discursos políticos, doc-
trinarios y morales, que tienen por objeto el niño, y que han sido ela-
borados sin más referencia que el mismo niño. Como si el niño fuera
un extraterrestre sociológico, sin relación ninguna con la sociedad que
lo produce. El discurso infantológico se elabora y desarrolla a partir de
las mismas prácticas institucionales, se encuentra muy condicionado
por los elementos ideológicos y doctrinarios propios de cada institu-
José Sánchez Parga
ción, en cierto modo legitima dichas prácticas y programas de inter-
vención sobre la problemática de la infancia. Se trata de un discurso
instrumental y aplicado, característico de las ingenierías sociales, y por
consiguiente supeditado a la acción, pero sin que ello implique una
previa o progresiva racionalización de dichas prácticas.
La infantología abstrae el niño no sólo de la sociedad sino de las
circunstancias históricas, sociológicas y culturales, para pensarlo al
margen de ellas y hasta en contra de ellas. Y confunde la necesidad de
“pensar la infancia” con las urgencias de “salvar los niños” como si fue-
ran una especie en extinción, cuando la misma infantología en cuanto
discurso orfanatorio, aislador del niño de todo lo que lo hace niño, de
todo el sistema de relaciones que lo constituyen como niño y definen
su desarrollo, tal discurso contribuye al ocaso de la infancia en la socie-
dad moderna; pero también a su fetichización.
El discurso infantológico es el típico discurso especialista sobre el
niño, doblemente orfanatorio, ya que no sólo abstrae el niño del saber
sobre la sociedad y la familia, sino que además se trata de un discurso
sin filiación científica, que no se remite a una determinada ciencia o
campo de conocimiento desde el cual pueda legitimarse.
El infantológico es además un discurso delirante, ya que inagota-
ble y sin fin, resulta capaz de recuperar toda otra posible discursividad
sobre el niño, pero a la vez prescinde de toda posible justificación de
sus enunciados. Se nutre indiscriminadamente de ideas de cualquier
procedencia, en cuyo “bricolage” caben desde los contenidos de proce-
dencia más científica hasta los más emocionales. La forma más carac-
terística adoptada por la infantología es su desorden, su inorganicidad,
su heterogeneidad, su carencia de estructura, y sus excesivas incoheren-
cias y contradicciones, y finalmente su desmesurada capacidad de tran-
sitar de lo particular a lo general, sin el más mínimo inventario de ri-
gor metodológico y científico.
El problema práctico de la infantología es que puede fundar y
justificar cualquier tipo de políticas y programas de intervención más
opuestos y hasta contradictorios entre sí. En gran medida la infantolo-
gía se desarrolla en función de presupuestos prácticos, y en tal sentido
Orfandades infantiles y adolescentes
se encuentra muy condicionada por los mismos modelos de interven-
ción. Esto aproxima la infantología al otro modelo de discursividad: la
sociología aplicada.
2. La Sociología aplicada a los niños sigue siendo un discurso so-
ciológicamente exterior a la infancia, aun cuando trate de aproximar-
se a ella, intente ciertos niveles de comprensión y de explicación por
medio de nociones, ideas y conceptos, métodos y técnicas del campo
de la sociología. Pero tales empleos sociológicos se limitan a nombrar,
definir o identificar, caracterizar y clasificar hechos relativos a la in-
fancia, pero al no ser elaborados teóricamente ni empleados concep-
tualmente no llegan a explicar ni comprender los hechos y procesos a
los que se refieren. La aplicación de conceptos sociológicos a hechos y
realidades infantiles no garantiza la validez ni la eficacia de su empleo
conceptual.
Esta sociología aplicada tomamuchos elementos de la infantolo-
gía, pero trata de legitimarse tomando conceptos y esquemas de la so-
ciología para dotarse de una cierta cientificidad y legitimar mejor su
discurso. El uso de conceptos e ideas sociológicas aplicadas a la infan-
cia hace que dicha sociología adopte apariencias de cientificidad, que la
hacen más engañosa.
De hecho esta sociología puede desarrollar ciertas competen-
cias sociológicas, más explicativas y comprensivas de los fenómenos y
procesos de la infancia y adolescencia, y su estatuto científico puede
ser más o menos riguroso o aparente. Y siempre resultará difícil de-
terminar en cada caso si se trata de una infantología sociológicamen-
te ilustrada o de una sociología de la infancia, que no ha logrado de-
finir bien sus principios y, aplican a los niños categorías y conceptos
producidos y elaborados para comprender y explicar otras realidades.
Un ejemplo tan elocuente como caricatural de una sociología aplica-
da aparece en un texto de la CEPAL, donde se propone el “fortaleci-
miento de una sociología de la infancia latinoamericana”, como si una
ciencia, una disciplina o un campo de conocimiento pudiera fortale-
cerse por otros medios que no sea una rigurosa producción de cono-
cimientos y sus elaboraciones teóricas, analíticas y conceptuales. De
otro lado no es muy congruente el calificativo de “latinoamericana”,
José Sánchez Parga
cuando la heterogeneidad de la infancia en el subcontinente impide
concebir tal generalización.
Pero lo que nos propone una tal sociología de la infancia es una
infancia pensada al margen de todas las lógicas y dinámicas sociales o
clases sociales de la sociedad que la producen, pero también al margen
de los otros grupos o sectores sociales, como si se tratara de una suer-
te de ovni social. Se habla del niño “actor”, que se supone “social” aun-
que no se diga, lo cual resulta sociológicamente muy discutible, y sobre
todo en una actual sociedad postsocietal, donde cabe preguntarse ya
sobre las reales condiciones de posibilidad de actores sociales, cuyas ac-
tuaciones tengan reales efectos de sociedad; tampoco resulta muy com-
prensible con qué sentido se emplea el concepto de “participación” de
los niños, y todavía menos inteligible el de “infancia como categoría es-
tructural”.
3. A diferencia del discurso sociológico sobre la infancia, al que
nos referimos más adelante, aún poco elaborado y todavía conceptual,
analítica e interpretativamente precario, y sobre todo muy contamina-
do por la infantología y una muy instrumental sociología aplicada, hay
que tener en cuenta una discursividad sobre la infancia que sin ser nue-
va se ha desarrollado y condensado de manera extraordinaria en el
transcurso de las últimas décadas y en la actualidad parece imponerse
como el discurso dominante sobre la infancia: se trata de lo que bien se
pudiera denominar el Discurso jurídico-tecnocrático sobre la infancia.
Aunque sus orígenes son jurídico-legales, a tal discurso se han
ido agregando discursividades afines y complementarias de orden po-
lítico, relativas a las políticas públicas y sociales, y de orden tecnocráti-
co propias de los organismos no gubernamentales nacionales e inter-
nacionales. En el discurso jurídico-tecnocrático, que no siempre se
enuncian juntos, convergen de manera heteróclita toda una serie de
nociones, desprovistas de precisión conceptual, y procedentes de terri-
torios intelectuales muy diversos, donde se confunden categorías onto-
lógicas (“ser humano”), filosóficas (“persona”), político-tecnocráticas
(gobernabilidad y globalización), con tópicos vulgarizados (“capital
social”); lo mismo se abordan debates político-doctrinarios (el trabajo
Orfandades infantiles y adolescentes
infantil) como se combinan ideologías infantológicas con sociologías
aplicadas a la infancia.2
El problema de fondo de las discursividades jurídico-legales so-
bre la infancia consiste en sus mismos presupuestos, cuyas ambigüeda-
des e indefiniciones sobre la misma concepción de los derechos y la le-
gislación infantiles se sitúan en un territorio en parte irreal y en parte
más próximo a una moralidad voluntarista que al de la jurisprudencia.
Se trata en realidad de “textos sin contextos”. Finalmente el discurso ju-
rídico sobre la infancia ha incorporado cuestiones extremadamente
complejas y sobre todos cuestionables, para hacer de ellas contenidos
de derechos: sólo quien no entiende lo que significa el poder de la opi-
nión pública y la opinión del poder, se atrevería a hacer de la opinión
un derecho de los niños; así como sólo quienes desconocen los graves
equívocos, que encubre la idea de “derechos culturales” puede hacer de
ellos un derecho de los niños.3
4. Una Sociología de la Infancia - al igual que cualquier otra socio-
logía particular – hace de la infancia un hecho social y un objeto socioló-
gico. Esto significa comprender y explicar la infancia en todas sus formas
y procesos, en cuando hecha por un sistema de acciones y relaciones so-
ciales, de las estructuras y procesos sociales, pero también en cuanto que
la misma infancia hace sociedad, contribuye a interpretarla.
Todo fenómeno infantil desde la reducción de la edad de la in-
fancia por una precoz entrada en la adolescencia hasta la prematura
institucionalización de los niños en el sistema educativo, pasando por
las nuevas violencias sufridas por los niños en la sociedad actual (de la
sevicia a la pedofilia) todos estos hechos han de ser explicados y com-
prendidos a partir de las lógicas, factores y razones, propios del mode-
lo de sociedad que los ha producido. Así mismo en cuanto objeto socio-
lógico la sociología despejará, elaborará y desarrollará todas las lógicas
y sentidos sociales que dan cuenta de todos los fenómenos y procesos
que caracterizan la infancia
Para ser completa y coherente una sociología de la infancia ha-
brá de incorporar la dimensión de una sociología histórica de la infan-
cia, la cual permitirá entender mejor cómo cada modelo de sociedad y
José Sánchez Parga
de cultura producen un determinado modelo familia y también de ar-
ticulación entre familia y sociedad, y cómo cada modelo familiar y de
sociedad corresponde también a un modelo particular de infancia, y de
articulación de la infancia con la familia y la sociedad. Considerada
desde una visión actual, la antigua legislación del derecho romano so-
bre la familia, y el excesivo poder que la ley concede al “padre de fami-
lia” sobre todos los miembros de ella, nos parece hoy casi monstruoso,
pero hay que entender el momento histórico en el que por primera vez
se funda sobre la familia la dimensión privada de la sociedad frente al
poderoso ámbito público; era necesario fundarla con un poder tan
grande como equiparable al del poder político.
Adicionalmente una sociología de la infancia, para ser realmen-
te una sociología sociológica o social de la infancia deberá trascender los
análisis e interpretaciones generales, para considerar las diferencias y
condicionamientos socio-económicos y culturales dentro de una mis-
ma sociedad.
Sólo una sociología de la infancia será capaz de desconstruir y
criticar desde sus presupuestos teóricos y metodológicos tanto el dis-
curso de la infantología como el de las sociologías aplicadas a los niños.
Y esto aun reconociendo que nunca sean claras las diferencias y demar-
caciones entre las posibles infantologías más o menos ilustradas y las
sociologías aplicadas a los niños también ellas más o menos elabora-
das, y una sociología de la infancia, desde la cual es posible definir los
criterios de dichas diferencias.
Un problema de fondo que prejuicia todos los discursos sobre la
infancia, y sobre el cual será necesario regresar cuando se aborden los
distintos temas sobre la infancia, y en particular sobre la cuestión de los
derechos de los niños, es la distinción entre la persona del niño y su
condición infantil. Muchas de las confusiones en torno a la problemáti-
ca del niño nacen precisamente de no distinguir ambos aspectos y per-
sonalizar la condicióninfantil, haciendo de ella el sujeto de acciones y
relaciones y no la persona del niño. Precisamente porque son las rela-
ciones personales del niño las que contribuyen al desarrollo de su per-
sona. Y en este sentido todo lo que afecta la condición infantil del niño
repercute en su desarrollo personal.
Orfandades infantiles y adolescentes
A título de corolario, es preciso reconocer el carácter prelimi-
nar y provisional que aun hoy tiene una sociología de la infancia,
cuando todavía la masa crítica sobre la problemática infantil, muy
amplia en el ámbito de la psicología, del psicoanálisis y de la pedago-
gía, es muy precaria, incipiente, ensayística y en discusión en el cam-
po de la sociología.
ff)) LLooss ddiissccuurrssooss yy llaass pprrááccttiiccaass
La proliferación de discursividades suscitadas por el campo de la
infancia demostraría que la inflación de discursos sobre una determi-
nada problemática es siempre inversamente proporcional a su desarro-
llo conceptual. Según esto se podría sostener que de los niños lo mucho
que se sabe y se dice es proporcional a lo poco que se conoce. El otro
agravante discursivo, consecuencia del anterior, es que el nivel de deba-
te sobre la infancia ha tendido a condensarse no sólo ideológicamente
sino incluso en bizantinismos semánticos sobre la noción de “menores”
o la pertinencia, prejuicios o presupuestos de la idea de “cuidado” o
“protección”, y sobre el concepto de “sujeto” como si su consideración
cambiara por sí sola la condición infantil, cuando el niño como cual-
quier otra persona sólo es sujeto en la medida que se constituye en
cuanto tal en razón de determinadas prácticas y discursos; de lo con-
trario, por mucho que se le declare “sujeto” no lo es.
Ya sabemos cuales son las condiciones y prácticas, que produ-
cen las diferentes discursividades sobre la infancia, y que compete a
los organismos e instituciones públicos y privados, nacionales e inter-
nacionales especializados en políticas y programas así mismo especia-
lizados en la acción e intervención en la infancia generar los discursos
infantológicos, jurídico-tecnocráticos y en parte también los de la so-
ciología aplicada.
Es precisamente el carácter especializado de tales prácticas y dis-
cursos, los que tienden no sólo a separar la condición infantil del niño de
la persona del niño, sino sobre todo a supeditar dicha persona del niño a
sus condiciones infantiles. En este sentido se trata de prácticas y discur-
sos infantilistas, tendientes a reforzar el infantilismo de los niños (lo
transitorio del niño) en detrimento de sus condiciones personales (lo
duradero), los cuales desconocen que la persona del niño es la misma
José Sánchez Parga
antes incluso de que el niño nazca, la misma persona atraviesa todas las
edades de la infancia, y es también la misma persona del niño la que
“deviene adulto”. Para estas prácticas y discursos, reforzados por el en-
foque jurídico-tecnocrático, la persona del niño sólo parece interesar
en su condición infantil: al día siguiente de cumplir los 18 años esa per-
sona deja de interesar. ¿Cómo explicar y justificar que el niño de un día
para otro se queda sin derechos? Se podrá objetar que deja de tener
“derechos de niño” para tener “derechos de adulto”; pero esto es falso,
ya que no hay derechos de adulto, sino derechos de la misma persona
en su nueva condición civil, para los cuales esa persona adulta no ha si-
do preparada.
Aquí aparece la irresponsabilidad de los discursos y prácticas in-
fantilistas, cifrados exclusivamente en la condición infantil del niño,
pero que ignoran y descuidan totalmente la condición personal del ni-
ño; sujeto de la condición infantil. Como si el futuro del niño nunca
hubiera interesado. Es el cuidado y protección de esta persona, la for-
mación de la persona del niño y su desarrollo, su educación para deve-
nir adulto, lo que queda sin considerar ni tratar.
Ahora bien, las prácticas y discursos centrados únicamente en la
condición infantil del niño pero que descuidan o abandonan su condi-
ción personal, convierten al niño en objeto de dichas prácticas y discur-
sos, anulando realmente su condición de sujeto. Y esto muy a pesar de
las frecuentes e intensas declaraciones e invocaciones sobre el “prota-
gonismo” y el “actorismo” de los niños.
Es evidente que si tales discursos y prácticas infantilistas no tie-
nen en cuenta y no incorporan en primer lugar la persona del niño y
en segundo lugar los factores sociales que producen las condiciones in-
fantiles, de manera inevitable tales prácticas y discursos no sólo no
afectarán las reales condiciones personales del niño, sino que a la larga
contribuirán a reforzar los automatismos, mecanismos y fuerzas de la
sociedad que han producido tales condiciones de la infancia del niño.
Y por consiguiente tampoco hacen posible que los mismos niños ac-
túen realmente y modifiquen dichas condiciones de su infancia.
En este sentido se comprende la desconfianza y el descrédito con
los que las instituciones dedicadas a las prácticas con niños perciben
Orfandades infantiles y adolescentes
los trabajos académicos y descalifican los aportes de la ciencia, conside-
rando que la teorías y los conocimientos producidos sobre la infancia
nada tienen que ofrecer a las políticas y programas de intervención so-
cial; como si las comprensiones y explicaciones de la ciencia sobre la
problemática infantil nada tuvieran que ver con las soluciones que a di-
cha problemática aportan las prácticas institucionales.
En esta situación las “políticas sociales”, los que se desempeñan
en las prácticas sociales, los responsables en implementar programas
sociales consideran que ya sus actividades e intervenciones poseen una
suficiente racionalidad, capaz de garantizar la eficacia de tales acciones.
Sin embargo, en la medida que la “razón práctica” no se encuentra su-
ficientemente elaborada ni racionalizada, corre el riesgo de reproducir
aquellas representaciones, ideologías, prejuicios y mentalidades o pre-
supuestos sociales, que son predominantemente los que han contribui-
do a reproducir los hechos y problemas sociales y de la infancia que se
pretenden tratar y resolver.
Puesto que esta falsa fractura entre las “prácticas” de las “políti-
cas sociales” y los conocimientos de la ciencia resulta más infranquea-
ble desde la posición de las políticas y las prácticas (entre otras razones
porque son ellas, las que se encuentran más condicionadas por las sub-
venciones públicas y privadas), tendrán que ser las ciencias sociales (so-
ciología, antropología, psicoanálisis, psicología, comunicación...), las
que sin pervertir su objetivo de hacer ciencia y producir conocimien-
tos, y sin convertirse ellas mismas en “trabajadoras sociales”, sean capa-
ces de orientar la aplicación de los resultados de la ciencia y de los co-
nocimientos producidos por ella.
Según esto, sin abdicar de sus fundamentos teóricos, que identi-
fican en la sociedad las causas y factores, las lógicas y razones que pro-
ducen todos los hechos y problemas sociales, y que indican lo que es
necesario transformar en dicha sociedad para que se puedan tratar ta-
les hechos y resolver tales problemas, la sociología debería mostrarse
capaz de definir qué políticas y programas, acciones e intervenciones
dirigidas a influir directamente en tales hechos y problemas sociales y
relativos a la infancia, pueden también indirectamente influir también
en las causas que los han producido. Pero si únicamente se actúa en los
hechos y problemas sociales sin afectar sus causas y factores que los han
José Sánchez Parga
producido, lejos de influir en ellos y de solucionarlos, el efecto no de-
seado será un reforzamiento y consolidación de las condiciones socia-
les en los que tales hechos y problemas seguirán reproduciéndose.
Por ejemplo, “trabajar con los niños trabajadores” o “trabajar
con los niños de la calle” sin afectar las condiciones sociales, infantiles
y laborales de tal hecho o problema, a la larga no se hace más que re-
forzar dicha situación,aun cuando circunstancial o parcialmente pue-
dan mejorarse tales condiciones. Lo cual demuestra que el conoci-
miento ingenuo y espontáneo de los problemas sociales encubre un
real descubrimiento y responde a una suerte de circularidad perversa,
que sirve para elaborar e implementar programas y actividades socia-
les, que lejos de resolver los problemas en los que intervienen o bien los
refuerzas o bien se limitan a administrarlos.
Con la mayor frecuencia y también urgencia, la primera aplica-
ción de los resultados de la ciencia son de carácter negativo: plantear
las razones por las cuales no hay que hacer ni seguir haciendo lo que se
había hecho, para a continuación indicar el sentido y orientación que
deberían tener nuevas acciones e intervenciones.
En el caso concreto de la infancia, resulta obvio que la primera
disposición que habría que adoptar consiste en rectificar la orienta-
ción infantilista, que tienen tantos programas sociales dirigidos hacia
los niños, y hasta los mismos discursos y prácticas jurídicos en torno
a los DDNN, para centrarse más bien en la persona del niño: se trata
de privilegiar aquello que en el niño va más allá de sus condiciones y
fases infantiles: su persona, y considerando las acondiciones infantiles
del niño como el soporte y la forma que deben adoptar las prácticas y
tratamientos dirigidos al desarrollo personal del niño. Ya que el desa-
rrollo personal del niño atraviesa sucesivamente distintas edades y con-
diciones infantiles.
Lo más difícil de pensar y también de tratar consiste en el hecho
de que la misma persona del niño es la que deja de ser niño para ha-
cerse adolescente y adulto, y que su infancia seguirá muy presente en su
futura condición adolescente y adulta. Por ello, si por un lado hay que
considerar y tratar la condición infantil del niño como una etapa tran-
Orfandades infantiles y adolescentes
sitoria en su desarrollo personal, por otro lado esta misma condición
infantil es parte de dicho desarrollo personal del niño, y en tal sentido
el joven y el adulto serán en gran medida lo que fue su infancia.
NNoottaass
1 M. Mauss, El lugar de la sociología aplicada o políticas, en Sociedad y Ciencias
Sociales, Obras III, Barral, Barcelona, 1972.
2 Un modelo de esta discursividad se encuentra a lo largo de un estudio muy re-
presentativo: cfr. Francisco Pilotti, Globalización y Convención sobre los Dere-
chos del Niño: el contexto del texto, CEPAL, Santiago, 2001.
3 De esta problemática nos ocuparemos al final de este estudio.
José Sánchez Parga
Capítulo II
SOCIOLOGÍA DE LAS
FILIACIONES INFANTILES
Las filiaciones familiares no sólo son necesarias para que el niño
exista como “hijo” y pueda desarrollarse a lo largo de su condición
infantil, sino que son también necesarias por que a la vez que fun-
dan el vínculo social son su expresión.
Si persona es todo “ser humano” concebido en cuanto sujeto de re-
laciones con otras personas, ya antes de nacer el niño se constituye
en sujeto de un complejo sistema de relaciones personales, diferen-
tes según el modelo cultural de cada sociedad, todas ellas condicio-
nadas por la filiación y organizadas en torno a ella: es este “capital
filial” del niño, cuantitativa y cualitativamente considerado, su de-
sarrollo y sus variaciones, el que en gran medida contribuye a con-
figurar su futura condición infantil. Una sociología de la infancia
ha de comenzar, por consiguiente, desde el estudio de las relaciones
familiares del niño, sus presupuestos y alcances sociales.
La filiación, relación fundamental por la que se define la infan-
cia al interior de la familia, combina un doble vínculo de consanguini-
dad – natural (materno filial) y de adopción – sociocultural (paterno
filial), convirtiéndose por ello en el símbolo de toda vinculación, que
además de garantizar una relación de continuidad dentro de la familia
la amplía a toda la sociedad. De esta manera la filiación simboliza tam-
bién un vínculo intergeneracional, reproduciendo a escala de la socie-
dad en su conjunto lo que se opera a escala de la familia: lazos de per-
tenencia, de interdependencia y de identificación.
Según esto la filiación, en cuanto categoría de las relaciones in-
fantiles dentro de la familia y de la sociedad, aparece como un concep-
to analítico muy pertinente para comprender y explicar las condiciones
de la infancia, los procesos infantiles en una sociedad determinada.
Es por efecto de sus filiaciones que el niño adquiere todos los
cuidados que necesita de parte de la familia y la sociedad, una educa-
ción que el permita “devenir adulto”, y sobre todo una identidad.
Quienes conocen algo de relatos etnográficos sobre pueblos
“primitivos” o sociedades “tradicionales”, como el que nos ha legado,
por ejemplo, Geza Roheim sobre la cultura australiana, saben cuantas
atenciones y cuidados, cuantos rituales y delicadezas, cuantas costum-
bres cargadas de tradición y comportamientos sobrecargados de valor
y sentido ordena al niño ya antes de nacer y durante sus primeros
años. Los niños gozan de una “maternalización colectiva” por parte no
sólo de su madre sino de todas las mujeres del grupo familiar o social.1
El destete, por ejemplo, además de tardío (el definitivo puede llegar
hasta los 5 años de edad) depende menos del grupo o decisiones de la
madre que de la iniciativa del mismo niño. Se puede decir que el niño
es plenamente infantilizado, y no es sólo hijo de su padre y de su ma-
dre sino de todos los padres y madres del grupo de parentesco y del
grupo social. Aun hoy en las comunidades indígenas andinas los niños
y jóvenes (que no son ellos mismos padres o madres) llaman mama y
taita a todos los padres y madres de la comunidad; como si la filiación,
paternidad y maternidad fueran compartidas por todos los miembros
de la comunidad.
Roheim señala que la fuerza del vínculo que une la madre al ni-
ño confirma desde el punto de vista psicoanalítico y sociológico la im-
portancia decisiva que tiene para el niño su situación infantil, como
condición y preparación para su futura condición adolescente y adulta.
Como si la cultura primitiva por una singular sabiduría conociera la
enorme influencia que en el futuro devenir del niño tiene su infancia.
Esta infancia feliz termina con una iniciación relativamente brutal, en la
que el niño tras haber gozado de tantos cuidados, ternuras y segurida-
José Sánchez Parga
des y confianzas debe dar prueba de su valor, de sus resistencias para los
cuales ha sido preparado: si la infancia le prepara para afrontar la ado-
lescencia; ambas edades son necesarias para lograr un adulto pleno.
Es todo este “capital filial”, que ni la familia ni la sociedad mo-
dernas pueden garantizar ya a los niños, y tampoco han sabido com-
pensarlo con otros capitales o modos de filiación, lo que contribuye no
sólo a las orfandades infantiles sino también a las derivas y desvaríos
adolescentes. La relación filial adopta formas muy diferentes. Además
del fundamento biológico u orgánico, el que predomina entre la madre
y el hijo, y del que participa también el progenitor, hay que agregar el
carácter de adopción que posee toda paternidad; adopción que en so-
ciedades primitivas presenta la forma de una “parto simulado” por par-
te del padre (“couvatio”).
 EEll ““ccaappiittaall ffiilliiaall””
Un niño es ante todo (originaria y constitutivamente, podría-
mos decir) un hijo, y su condición o valoración personales, familiares
y sociológicas se encuentran condicionadas por el capital filial con el
que nace y que dispondrá durante toda su infancia.
El capital filial se refiere en general a la cantidad, intensidad y
diversidad de relaciones socio – familiares, con las que cuenta un ni-
ño, pero de manera más específica significa el capital de pertenencias,
que el niño dispone, entendiendo en un doble sentido la relación de
pertenencia: a quien y a quienes se considera y se vive el niño pertene-
ciente, y con qué pertenencias personales puede contar el mismo ni-
ño.2 Este capital de pertenencias comporta a su vezun capital de inter-
dependencias, el cual a la vez que genera en el niño una importante ex-
periencia de seguridad y de protección, lo educa y lo prepara para su
futura vida social, para aprender y llegar a compartir lo que significa
el vínculo social.
Por último este doble componente del capital filial de pertenen-
cias e interdependencias se completa con un capital identitario, que el
niño adquiere y comienza a desarrollar tanto al nivel de su identidad
individual (respecto del grupo familiar) como personal (respecto de las
otras personas integrantes de la familia) y subjetiva (respecto de la ex-
Orfandades infantiles y adolescentes
ternalidad social que significa la familia). Al mismo tiempo que el niño
comienza a reconocerse como hijo, nieto, sobrino, hermano, primo, y a
identificarse con el padre, madre, tíos, hermanos y hermanas, también
descubre otros formas de reconocimiento e identificación.
Junto con las pertenencias parentales, familiares, socioculturales,
todo niño adquiere un conjunto de reconocimientos y también de
identidades: los nombres, los apellidos, la nacionalidad..., que son par-
te de ese capital bajo la forma de “capital humano”. Pero simultánea-
mente dichas filiaciones, pertenencias y reconocimientos garantizan al
niño protección y seguridad, tanto afectivas como simbólicas. Una ob-
servación muy enfática de Freud merece ser citada al respecto: “No sa-
bría destacar una necesidad tan fuerte por parte del niño como la pro-
tección del padre (Vaterschutz)”.3
La idea de “capital filial” se enmarca en el campo conceptual
más amplio de “capital social”, entendido como una de sus formas y
componentes que lo integran, y en cuanto conjunto de recursos fami-
liares y socio-culturales propios del niño. El concepto inicialmente ela-
borado por Bourdieu participa, según C. Filgueira de tres supuestos
comunes: a) el más general, es que la estructura de las relaciones so-
ciales modela la estructura de oportunidades de los individuos; b) el
segundo, que el concepto de “capital social” se refiere a un tipo parti-
cular de estructura de las relaciones sociales, operante a través de in-
teracciones y redes sociales informales asentadas en mecanismos aje-
nos al mercado; c) que tales redes tienen como efecto facilitar el de-
sempeño tanto de los individuos como de las familias y grupos socia-
les proveyéndoles de recursos sociales.4
Las dos formas principales que adopta el capital social son, en
primer lugar, la constitución de normas, obligaciones y expectativas de
reciprocidad; la segunda se refiere al tipo de recursos básicos que circu-
lan en las redes: información y contactos. Coleman llama al primer ele-
mento soporte del capital social su “cemento” o lazos fuertes, y al se-
gundo los “lazos débiles”. La naturaleza del “capital social”, a diferencia
de otros capitales (físico, financiero, humano) radica en la formación
de relaciones estables y continuas, que se organizan en torno a víncu-
los determinados por obligaciones recíprocas, por normas y sanciones,
José Sánchez Parga
y por principios de autoridad. La frecuencia e intensidad de las interac-
ciones representan un valor adicional de dicho capital social.
La característica más específica del “capital social” es su intangi-
bilidad, ya que reside en los vínculos y no tanto en las mismas perso-
nas, a la manera del “capital humano” que se representa incorporado a
los individuos (niveles de instrucción, desarrollo cultural...).
Sobre todo en la sociedad moderna el capital social puede vol-
verse cada vez menos solvente, mientras que se hace cada vez más va-
lioso y necesaria “la fuerza de los lazos débiles”, muy eficientes y com-
petentes en el ámbito del mercado y de la economía, donde el efecto
de los contactos y de la información es cada vez mayor. Entre “lazos
fuertes” y lazos débiles” hay una relación de complementariedad pero
también de contrariedad: “cuanto más estrechos son los vínculos es
más probable que no brinden acceso a información y contactos adi-
cionales a los que ya posee el individuo – información redundante –
en contraste con las redes abiertas de conocidos que sirven de puente
hacia otros nuevos contactos”.5 Por analogía con el ámbito económi-
co-financiero se podría hablar de un “capital social” o filial fijo, siem-
pre necesario y constante, una suerte de reserva que es preciso conser-
var, y una “capital variable” de filiaciones y recursos sociales capaz de
modificarse y de crecer de acuerdo a diferentes necesidades, oportu-
nidades o estrategias.
Este mismo esquema puede ser aplicado al “capital filial” del ni-
ño y a su desarrollo y evolución ulteriores: a medida que crece, y que
las relaciones sociales se vuelven más amplias e intensas, las relaciones
familiares dejan de ser exclusivas, y adquieren una importancia dife-
rente en el proceso de socialización de la niñez. Entre el “capital filial”
y el “capital social” pueden establecerse diferentes modalidades de co-
rrespondencias: en primer lugar, un capital filial sólo puede formarse y
entenderse al interior de un determinado modelo de sociedad y una
determinada formación de capital social, diferente según condiciona-
mientos sociológicos y culturales: es necesaria una sólida institución
familiar; en segundo lugar, el capital filial puede condicionar la futura
formación de capital social del niño: si aquel es grande y “abierto” pue-
de facilitar el desarrollo de este; pero si es reducido e intenso puede im-
Orfandades infantiles y adolescentes
pedir o restringir el desarrollo del capital social: un exceso de familia-
rismo obstaculizaría o limitaría la socialización del niño.
No se puede comprender la condición infantil al interior de la fa-
milia (e indirectamente al interior de la sociedad) sin considerar el do-
ble estado o vínculo de “dependencia” y de “protección” que define la
infancia, pero entendiendo ambas condiciones en cuanto reales rela –
aciones que, además de garantizar seguridad y de transmitir dicho sen-
tido y sentimiento de seguridad, que el niño ha de adquirir como una
experiencia de vida, dichas relaciones son a su vez condición tanto co-
mo generadoras de autonomía y libertad.
Aries recuerda que “se pertenece casi siempre a alguien” (p.525),
y que “la sociedad se presentaba aun como una red de dependencias”
(ibid.). Estas experiencias que el niño adquiere en las relaciones fami-
liares serán necesarias a medida que se transforman en su incorpora-
ción a la sociedad y futuras relaciones sociales. La experiencia infantil
de la “dependencia (familiar)” es la condición para la maduración fu-
tura de la “interdependencia (social)”, en cuanto uno de los fundamen-
tos del “vínculo social”.
Las relaciones de dependencia traducen siempre una doble con-
dición filial entre el niño y la sociedad / familia: protección y seguridad.
Ahora bien esta protección y seguridad procurada a los niños – hijos es
siempre equivalente a la fuerza y calidad del vínculo social en dicha so-
ciedad y cultura. La razón es obvia: tal vínculo social sólo se rompe por
la parte más débil y respecto de la cual la familia y sociedad son menos
interdependientes: los niños.
No se puede comprender la condición infantil al interior de la fa-
milia y de la sociedad sin considerar el doble estado de dependencia y
de protección, que define la infancia; pero entendiendo dicha depen-
dencia / protección en cuanto relaciones que además de garantizar se-
guridad y de transmitir dicho sentimiento de seguridad, que el niño
necesita adquirir como experiencia para su vida, dichas relaciones son
a su vez condición para generar autonomía y libertad. A medida que la
fuerte dependencia y protección tan necesarias en los primeros años de
la infancia se van haciendo menos extensas y estrechas (orgánica y afec-
tivamente), el niño va adquiriendo una nueva experiencia de autono-
José Sánchez Parga
mía y libertad. Todas las fases del desarrollo del niño se encuentran
marcadas por este proceso: destete, andar, comer...). Todas estas expe-
riencias que el niño adquiereen las relaciones familiares resultarán
también necesarias para su incorporación a la sociedad y futuras rela-
ciones sociales.
 MMaarrccoo ssoocciioo ccuullttuurraall ddee llaass ffiilliiaacciioonneess
Aunque “llegando al mundo el hombre no lleva de ninguna ma-
nera marca de una cultura” (A. Mitscherlich, p.7), sin embargo ya an-
tes de nacer el niño se encuentra sociológica y culturalmente enmarca-
do. La formación de su sistema de filiaciones no será el mismo en un
pueblo primitivo o en una sociedad moderna, en la sociedad indígena
urbana y occidentalizada, en una clase social popular o en la burguesía
Ya antes de nacer la persona del niño se halla inscrita en un complejo
sistema de relaciones socio – familiares, social y culturalmente muy de-
terminadas, que en gran medida condicionarán su desarrollo futuro.
Son estas condiciones socio-familiares, en las que nace un niño,
las que hacen de él un hijo. Ahora bien, en la sociedad moderna una so-
ciología de las filiaciones infantiles demostraría que los niños nacen y
crecen con relaciones filiales cada vez más escasas, precarias y contin-
gentes. ¿Estaremos en presencia de una sociedad de niños que ya no se-
rán hijos de nadie? ¿En qué medida, si la condición de hijos define la
naturaleza socio-familiar del niño, no estaría la infancia seriamente
amenazada en su hasta ahora normal formación y desarrollo afectivos?
Mientras que en las sociedades más tradicionales el sistema de
filiaciones es más “cerrado” y más denso, imponiendo vínculos más es-
trechos y rígidos a los comportamientos y orientaciones individuales,
en las sociedades modernas dichos vínculos tienden a ser más “abier-
tos” y cambiantes, dejando mayor libertad e iniciativa a los comporta-
mientos y orientaciones de los individuos: el modelo de adulto que el
niño va a devenir corresponderá menos con el que el niño coexiste. En
unas sociedades el niño tiende a imitar y reproducir el adulto, en socie-
dades de cambio el niño inventa un adulto nuevo.
Es su condición de hijo lo que comienza identificando socioló-
gica y familiarmente a un niño en referencia a sus progenitores o pa-
Orfandades infantiles y adolescentes
dres, y cuyas posibles formas de relación con estos definirán sus condi-
ciones personales, desde las más públicas o jurídicas, las que establecen
las responsabilidades respecto del niño, hasta las más afectivas. Ya la re-
lación entre sus mismos progenitores confiere al niño valores persona-
les muy diferentes, pues no es lo mismo que un niño sea concebido al
interior de una relación matrimonial, la que le garantiza la condición
de padres a sus progenitores, o que haya sido concebido fuera de una re-
lación matrimonial, e incluso fuera de toda relación entre sus progeni-
tores, y al margen de una posible o futura relación parental: son los ni-
ños que nacen sin haber sido queridos ni esperados. Se trata de niños
sujetos a cualquier tipo de adopción.
En las tradicionales sociedades andinas, donde el matrimonio no
se encuentra culturalmente establecido por una relación contractual, es
el nacimiento del hijo lo que simboliza el vínculo conyugal, que dará
lugar al próximo matrimonio entre los progenitores y que garantiza al
niño una paternidad; y el hijo seguirá ejerciendo una eficacia simbóli-
ca en el desarrollo y consolidación del matrimonio de sus padres.6
Cualquiera que sean las condiciones y particularidades culturales, la re-
lación de los progenitores y padres con el hijo dependerá en gran me-
dida de la relación entre estos. Tanto la sociología como la antropolo-
gía7 podrían suscribir el apotegma del psicoanálisis de que siempre “un
hijo es el síntoma de los padres”, y más precisamente de la relación en-
tre los padres. Cualquier déficit o forma que adopte esta relación afec-
tará tanto el grado de orfandad en que un niño es concebido y nace, co-
mo su futura formación y desarrollo personales y afectivos.
Por ejemplo, en el caso de las “uniones libres” con “maternidad
obligada” el niño puede nacer con una mayor o menor falta o ausencia
de padre, la que de una u otra forma siempre podrá suplir o compen-
sar la relación con la madre, pero a condición de que esta relación sea
capaz de integrar la falta de padre, y no destacar su exclusión.8 Aunque
este fenómeno es muy particular de un contexto costeño o urbano, los
cambios culturales por los que atraviesan las actuales comunidades in-
dígenas andinas hacen que el nacimiento de un hijo ya no garantice el
matrimonio entre los progenitores, pues ni desde la experiencia o ex-
pectativas de la madre o del progenitor el hijo significa ya una seguri-
dad para el vínculo entre los padres.
José Sánchez Parga
En sociedades más modernas los embarazos precoces o “acci-
dentales” pueden dar lugar a dos situaciones, que no dejarán de ser de-
terminantes en el futuro desarrollo del niño: o bien la relación entre los
progenitores no tiene un desenlace matrimonial y el niño adolecerá de
un mayor o menor defecto de padre, dependiendo de su mayor o me-
nor reconocimiento por parte del progenitor, o bien el matrimonio
más o menos provocado o forzado por el nacimiento de un hijo, hará
que el niño nazca dentro de una relación matrimonial y parental más
o menos contingente, inestable, duradera o hasta conflictiva, que no
dejará de marcar su infancia y desarrollo futuro.
El problema del “reconocimiento”, la cuestión de “dar un nombre”
y “transmitir un apellido”, más allá de los aspectos jurídicos y formales
o convencionales, tienen unas eficacias simbólicas que marcan tan pro-
funda como efectivamente las relaciones de los hijos/niños con sus pa-
dres y con la sociedad, tanto como la formación y desarrollo de su per-
sonalidad. El nombre y apellido del hijo inscribe a un niño en el uni-
verso simbólico y genealógico de sus padres, de una familia: le ofrecen
un pasado. Un huérfano no sólo es un niño sin padres, sino también
sin pasado, sin historia, como si su historia comenzara con él mismo.
La sociedad moderna tiende a una creciente complejización y
diversificación de todos los fenómenos sociales, las cuales conciernen
también a la sociología de la infancia. Si por un lado los embarazos y
matrimonios precoces obedecen a factores tanto modernos como tra-
dicionales, obligando a distinguir en ellos los factores y formas que
adopta la modernidad y los que pueden ser comprendidos y explicados
por razones culturales, por otro lado nos encontramos con un fenóme-
no opuesto de embarazos muy tardíos, tanto al margen de una relación
matrimonial, donde a veces ni siquiera el progenitor puede o quiere ser
reconocido por la madre (madres que expresamente quieren hijos sin
padre), o de matrimonios tardíos donde la presencia o “deseo” de un
hijo, lejos de contribuir o ser parte del desarrollo matrimonial de los
cónyuges, es un “producto” de dicho matrimonio.9
Esta microsociología del niño en su fase prenatal, no puede que-
dar abstraída de un contexto socio-familiar más amplio, ni tampoco
considerada al margen de los actuales procesos de cambio. Se señalaba
ya, más arriba, cómo las sociedades y culturas indígenas de los Andes
Orfandades infantiles y adolescentes
condicionaban el vínculo matrimonial al nacimiento de un hijo, mien-
tras que en el modelo familiar más urbano, moderno y occidental es el
matrimonio el que precede y condiciona el nacimiento de un hijo: la
pareja decide casarse cuando quiere tener un hijo. Es obvio que la au-
sencia de un padre en las culturas costeñas, donde predomina la mater-
nidad de “uniones libres”, y en las sociedades modernas, sería una “fal-
ta” o “carencia” menor que en el caso de sociedades comunales y más
tradicionales, donde la presencia del padre tiene efectos familiares y en
la socialización de los hijos mucho más importantes.
Además de entender el “capital filial” como el sistema de víncu-
los socio-familiares, que dispone el niño ya antes de nacer y desde su
nacimiento, cabe pensar también el “capital filial” en referencia al volu-
men y valor de los hijos en una determinada sociedad y cultura,

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