Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
1 LOS NIÑOS CON TRASTORNO ESPECÍFICO EN EL DESARROLLO DEL LENGUAJE (TEDL) Prof. Dr. Roberto M. Paterno Prof. Dra. Claudia A. Eusebio E-mail: rpaterno@unimoron.edu.ar INTRODUCCIÓN La capacidad para hablar reside en el sistema nervioso y es posible gracias a la suma de intrincados y complejos mecanismos neurológicos que se han desarrollado en el cerebro humano y no en otras especies del reino animal [1]. El lenguaje es la facultad de comunicarse que poseen los seres humanos y que emplea un código o sistema de signos aprendidos con significados compartidos socialmente, convencionales, arbitrarios, lineales y económicos, basado generalmente en señales sonoras, las cuales pueden convertirse en señales visuo- gráficas o táctiles. El habla es la producción y percepción de los símbolos orales [1]. La competencia lingüística implica progresivamente habilidades adquiridas en diversos subdominios del sistema lingüístico. Por un lado, la competencia lingüística requiere un conocimiento de diferentes aspectos de la forma lingüística: fonología, morfología y sintaxis. Por otro lado, demanda un conocimiento del significado (semántica). Además, la competencia lingüística conlleva una capacidad para expresar e interpretar significados en el intercambio comunicativo (pragmática). Todos estos componentes del lenguaje, entendido como sistema, son adquiridos gradualmente por el niño en su maduración, cuyas propias capacidades cognitivas le permiten que se dé ese logro [2]. Por supuesto, como lo señalan J. Rondal y S. Edwards en 1997, un número nada despreciable de datos procedentes de las patologías del lenguaje apoyan la idea de que los principales componentes del lenguaje no pueden disociarse unos de otros y sólo disfrutan de una relativa autonomía estructural y funcional. Las distintas dimensiones del lenguaje no funcionan a modo de “compartimentos estancos”, sino que están íntimamente relacionadas e integradas. Existe una dispersión importante en las habilidades lingüísticas en general y en la habilidad para adquirir el lenguaje oral, en particular [3]. Si bien la mayoría de las personas aprenden a hablar en forma natural, sin esfuerzo, de una manera automática y casi jugando [4]; la presencia de dificultades del lenguaje en los niños, cifrada entre el 3% y el 10% de la población infantil de menos de 6 años de edad [5], lleva consigo una alteración en la comunicación con las demás individuos, y, en muchas ocasiones, es la manifestación conductual de diferentes problemas. No hay dudas de que todo es comunicación, especialmente para ese ser social que es el ser humano. En las primeras etapas de la vida y en un breve tiempo, adquirimos el léxico de nuestra lengua materna y nos familiarizamos con sus reglas gramaticales, excepciones incluidas, y con las convenciones sociales de los usos lingüísticos [4]; sin embargo, entre el 2%, el 5% [6] y el 7% [7] de la población infantil presenta un déficit específico en el desarrollo de las habilidades para descodificar y codificar el lenguaje [8]. Esta patología se denomina disfasia, o más correctamente, trastornos específicos del desarrollo del lenguaje (TEDL); es una incapacidad 2 probablemente innata, de grados variables de severidad y bastante heterogénea (en la clínica se hace patente la heterogeneidad que caracteriza al grupo del TEDL). También existe en el TEDL una asociación positiva con respecto al género, siendo significativamente más frecuente en varones que en mujeres, con una relación 2,8:1, aunque otros investigadores han mencionado una relación mayor, 4,8:1 [9]. Se ha observado que cuando el padre está afectado por un TEDL el porcentaje es de 1,8 varones por 1 mujer; por el contrario, si la madre es la afectada el porcentaje es de 4 varones por 1 mujer [10]. Es evidente que el aumento en el nivel de exigencia en las tareas verbales, incrementa la posibilidad de que algunos niños fracasen, parcialmente o totalmente, en su realización. Así, es más común encontrar niños que son diagnosticados como TEDL en ambientes bilingües que en ambientes monolingües; también más frecuentemente se etiquetan como TEDL a niños provenientes de ámbitos urbanos que a niños que proceden de ambientes rurales (aunque en éstos es más lenta la adquisición del lenguaje) [3]. BREVE HISTORIA Los primeros estudios acerca del TEDL se remontan al siglo XIX. Ya en 1822, F. Gall publicó una clara descripción de los niños que presentaban problemas en el lenguaje, pero que no mostraban características de otros trastornos conocidos. Los planteos enunciados por F. Gall fueron continuados por otros autores durante ese siglo, los cuales publicaron diferentes casos clínicos de niños que en apariencia poseían una inteligencia no verbal dentro de los límites de la normalidad, relativa buena comprensión general, pero déficits muy severos en la expresión del habla. Dado el fenómeno de que no se evidenciaba la presencia de afectación neurológica en estos niños, algunos autores propusieron que el origen del problema era funcional y se hicieron hipótesis acerca de la gran importancia que jugaba la memoria y la atención en estos casos. Al comienzo del siglo XX se comenzó a utilizar el término “afasia congénita”, incluyendo la presencia de dificultades en la producción y en la comprensión del lenguaje [11]. Las investigaciones sistemáticas sobre fallas en la adquisición del lenguaje se publicaron hacia el decenio de 1930-1939; durante los decenios de 1960-1969 y 1970-1979 aparecen una cantidad muy significativa de artículos referidos al TEDL. El concepto y la denominación de TEDL ha cambiado con el tiempo [10]; muy diversas han sido las formas de denominar esta dificultad a lo largo de la historia de la medicina: “sordera verbal congénita”, “alalia idiomática”, “afasia congénita”, “afasia de desarrollo”, “afasia primaria”, “disfasia de desarrollo”, “disfunción audio- perceptiva”, “afasia relativa”, “afasia ideopática”, “audiomudez”, “afasia evolutiva”, “síndrome afasoideo”, “afasia evolutiva expresiva”, “afasia evolutiva receptivo- expresiva”, “disfasia”, “lenguaje desviado”, “trastorno del lenguaje”, “lenguaje retrasado”, ”trastornos graves de la elaboración del lenguaje”, “trastorno evolutivo del lenguaje”, “deterioro evolutivo del lenguaje”, “déficit específico del lenguaje”, “trastorno del desarrollo del lenguaje”, entre otros; sin embargo, ninguno de estos nombres son caprichosos, cada uno de ellos intentaba poner de relieve el carácter nuclear del problema [12] y todas estas etiquetas diagnósticas se referían a un déficit que comprometía prioritariamente la integración y la construcción del lenguaje [13], aunque es posible distinguir diferencias muy sutiles entre estos términos. 3 Así, por ejemplo, la etiqueta “afasia congénita” suele destacar una incapacidad en la adquisición del lenguaje oral; un nombre como “audiomudez” implica un retraso especialmente grave en el lenguaje (expresión y comprensión) y la ausencia de enunciados verbales a los seis años de edad cronológica [14] y el término “afasia ideopática” implica la no existencia de una alteración reconocible capaz de explicar el defecto [3]. El término disfasia fue usado por J. Ajurriaguerra que con esta denominación sustituyó la de audiomudez que usaba previamente [10]. CRITERIOS ACTUALES SOBRE EL TEDL En la actualidad la denominación TEDL se considera la más adecuada para definir el trastorno disfásico porque: Alude a la especificidad del trastorno. Se produce durante el desarrollo del lenguaje. Las dificultades lingüísticas no se explican por otra u otras patologías. Descarta a los trastornos específicos del lenguaje adquiridos. Laurence B. Leonard, de la Universidad Purdue en West Lafayette, denomina a este trastorno “específico” porque el desarrollo del habla supone el “problema central y tal vez el único”, a diferencia de otros casos, por ejemplo, los niños autistas en quienesel trastorno del habla constituye uno más entre otros déficits sufridos. La palabra “desarrollo” hace referencia a un término integrador del papel clínico que caracteriza al TEDL, reconociendo la importancia de tener claridad sobre su presentación durante las fases del desarrollo del lenguaje infantil, y no como un trastorno adquirido [9]. El TEDL representa un trastorno en la adquisición normal del lenguaje, no explicable por retraso mental, déficit sensorial o motor, privación ambiental o alteración emocional [15]. El diagnóstico de TEDL implica entonces una exclusión de todos los defectos en el lenguaje resultantes de trastornos de conducta, defectos auditivos, alteraciones motoras y deficiencia intelectual global [3]. Como dijimos anteriormente, los especialistas en patología del lenguaje, diagnostican un TEDL de acuerdo con los llamados “criterios de exclusión”. Estos criterios serían los que se detallan a continuación [7]: Lesiones neurológicas por traumatismos cerebrales o epilepsias. Retrasos del desarrollo psíquico. Daño o malformaciones del aparato de la fonación. Trastornos de la audición. Graves trastornos emocionales o sociales. Todos estos procesos pueden cursar, aunque no necesariamente, con trastornos en el habla. Si existen problemas en el habla sin que haya ningún proceso de los mencionados anteriormente es cuando se habla de TEDL. Gran cantidad de investigadores y/o clínicos señalan enfáticamente que una definición de TEDL basada solamente en los criterios de exclusión no es del todo adecuada. Por ello estos profesionales estudiosos de los procesos de la adquisición y evolución del lenguaje tienden con creciente insistencia a esforzarse por hallar una 4 definición positiva que se base en sus rasgos esenciales. Entre tales características se destacan [7]: El desarrollo del habla está enlentecido y retardado. El desarrollo del habla está estancado. Las distintas dimensiones lingüísticas (fonología, morfología, semántica, sintáctica y/o pragmática) están limitadas en diversos aspectos. Todo esto tiene consecuencias muy negativas para la expresión y/o comprensión del habla y del lenguaje. El déficit lingüístico hace que la capacidad general para la comunicación del niño se encuentra extremadamente reducida. Por otro lado, en las investigaciones actuales, los criterios de discrepancia cronológica (diferencia entre la edad cronológica y la lingüística) han sido reemplazadas por los criterios de discrepancia cognitiva (diferencia entre la edad mental y la lingüística) [8]. En la inclusión de niños con TEDL se deben evitar: - Falsos positivos: niños cuyas dificultades psicolingüísticas se explican por el retraso cognitivo que presentan. - Falsos negativos: niños con retraso mental que tienen unas características lingüísticas inferiores a las que se podrían esperar según su retardo mental. Se deben tener también muy en cuenta los criterios evolutivos, que señalan el diagnóstico diferencial entre el TEDL y el retardo simple del lenguaje en cuanto a su ritmo de evolución, gravedad y trastornos relacionados. En el siguiente cuadro se señalan las diferencias fundamentales, según V. Acosta y A. Moreno (1999) [16], entre retraso simple del lenguaje y TEDL: RETRASO TEDL El núcleo del problema se centra, fundamentalmente, en el aspecto expresivo. Los problemas se extienden tanto al plano expresivo como al comprensivo. Las alteraciones fonológicas y la limitación del léxico son las conductas más llamativas. Se observa asincronías en el desarrollo de los distintos componentes, coexistiendo habilidades lingüísticas propias de su edad con la ausencia o formulación erróneas de otras más simples y primitivas. El acceso al lenguaje oral como forma de comunicación se inició un año o año y medio más tarde de lo que suele ser habitual. Presentan patrones de error que no se corresponden con los usuales en los procesos de adquisición. El retraso en el desarrollo lingüístico es homogéneo en todos los componentes del sistema. La comparación entre sujetos ofrece perfiles lingüísticos poco uniformes. 5 La comparación entre sujetos con el mismo diagnóstico ofrece poca variabilidad en sus perfiles lingüísticos. El componente morfosintáctico es uno de los más alterados, sobre todo cuando se analiza el uso de reglas en situaciones de interacción espontánea, como conversación acerca de un tema, narración de una historia o hechos ocurridos, explicación de un suceso, etc. Muchos sujetos pueden compensar por sí solos este desajuste temporal si cuentan con un entorno estimulador y buenas capacidades intelectuales. Este tipo de niños suele responder muy bien a la intervención y mejorar en poco tiempo su competencia lingüística. El lenguaje de un pequeño con TEDL no tiene las características del lenguaje de un niño menor, sino que es un lenguaje alterado en algunos aspectos, es como señalan algunos autores, un lenguaje desviado [10]. Así, el retraso simple del lenguaje se considera clínicamente un trastorno más “benigno” que el TEDL. Seguramente entre los “hablantes tardíos” debe haber niños con retraso simple del lenguaje y niños con TEDL, aunque no queda del todo claro si la diferencia entre los dos grupos estriba en la severidad, en la permanencia del trastorno o en alguna/as características diferenciales. El retraso del lenguaje expresivo a los 2 años y medio, la narrativa [17,18]; y la comprensión del vocabulario parecen ser las tres habilidades lingüísticas que apunten al establecimiento de diferencias esenciales entre el retraso simple del lenguaje y el TEDL. Para otros clínicos el propio curso evolutivo, así como la respuesta al tratamiento, son los principales indicadores y predictores del TEDL. CLASIFICACIONES De las clasificaciones actuales internacionales, son dos las que destacan: la CIE (Clasificación Internacional de las Enfermedades – Trastornos mentales y del comportamiento) realizada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) [19], y el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) que fue realizado por la Asociación Psiquiátrica Americana [20]. A continuación se mencionan los criterios que plantean ambas clasificaciones para el diagnóstico del TEDL. En la Clasificación Internacional de las Enfermedades (CIE 10) de la OMS (1994), el TEDL se define como: F80.0 Trastorno específico de la pronunciación A. Capacidad de articulación del lenguaje medida con una prueba estandarizada por debajo de 2 desviaciones estándar para la edad cronológica del niño. B. Capacidad de articulación de al menos 1 desviación estándar por debajo del CI no verbal medido con una prueba estandarizada. 6 C. Expresión y comprensión del lenguaje, medida en un test estandarizado, dentro del rango de 2 desviaciones estándar para la edad del niño. D. Ausencia de déficits neurológicos, sensoriales o somáticos, que afecten directamente a la pronunciación. E. Criterio de exclusión utilizado con frecuencia: CI no verbal por debajo de 70 medido en una prueba estandarizada. F80.1 Trastorno de la expresión del lenguaje A. Capacidad de expresión del lenguaje medida con una prueba estandarizada por debajo de 2 desviaciones estándar para la edad cronológica del niño. B. Capacidad de expresión del lenguaje de al menos 1 desviación estándar por debajo del CI no verbal medido en una prueba estandarizada. C. Capacidad de comprensión del lenguaje, medida en un test estandarizado dentro del rango de 2 desviaciones estándar para la edad del niño. D. Utilización y comprensión de la comunicación y funciones no verbales del lenguaje dentro de un rango normal. E. Ausencia de déficits neurológicos, sensoriales o somáticos, que afecten directamente a la expresión del lenguaje o de un trastorno generalizado del desarrollo. F. Criterios de exclusión frecuente: CI noverbal inferior a 70, medido en una prueba estandarizada. F80.2 Trastornos de la comprensión del lenguaje Nota: También conocido como trastorno mixto expresión/comprensión. A. Capacidad de comprensión del lenguaje medida con una prueba estandarizada por debajo de 2 desviaciones estándar para la edad cronológica del niño. B. Capacidad de comprensión al menos 1 desviación estándar por debajo del CI no verbal medido con una prueba estandarizada. C. Ausencia de déficits neurológicos, sensoriales o somáticos, que afecten directamente la comprensión del lenguaje o de un trastorno generalizado del desarrollo. D. Criterio de exclusión frecuente: CI no verbal inferior a 70, medido con una prueba estandarizada. En el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, texto revisado (DSM-IV-TR) de la American Psychiatric Association (2000), el TEDL se define como: F80.1 Trastorno del lenguaje expresivo A. Las puntuaciones obtenidas mediante evaluaciones del desarrollo del lenguaje expresivo, normalizadas y administradas individualmente, quedan sustancialmente por debajo de las obtenidas mediante evaluaciones normalizadas tanto de la capacidad intelectual no verbal como del desarrollo del lenguaje receptivo. El trastorno puede manifestarse clínicamente a través de unos síntomas que incluyen un vocabulario sumamente limitado, cometer errores en los tiempos de verbos o experimentar dificultades en la memorización de palabras o en la producción de frases de longitud o complejidad propias del nivel evolutivo del sujeto. 7 B. Las dificultades del lenguaje expresivo interfieren el rendimiento académico o laboral, o la comunicación social. C. No se cumplen criterios de trastorno mixto del lenguaje receptivo-expresivo ni de trastorno generalizado del desarrollo. D. Si hay retraso mental, déficit sensorial o motor del habla, o privación ambiental, las deficiencias del lenguaje deben exceder de las habitualmente asociadas a tales problemas. F80.2 Trastornos mixto del lenguaje receptivo-expresivo A. Las puntuaciones obtenidas mediante una batería de evaluaciones del desarrollo del lenguaje receptivo y expresivo, normalizadas y administradas individualmente, quedan sustancialmente por debajo de las obtenidas mediante evaluaciones normalizadas tanto de la capacidad intelectual no verbal. Los síntomas incluyen los propios del trastorno del lenguaje expresivo, así como dificultades para comprender palabras, frases o tipos específicos de palabras, tales como términos espaciales. B. Las deficiencias del lenguaje receptivo y expresivo interfieren significativamente el rendimiento académico o laboral, o la comunicación social. C. No se cumplen los criterios de trastorno generalizado del desarrollo. D. Si hay retraso mental, déficit sensorial o motor del habla, o privación ambiental, las deficiencias del lenguaje exceden de las habitualmente asociadas a estos problemas. F80.0 Trastorno fonológico (antes trastorno del desarrollo de la articulación) A. Incapacidad para utilizar los sonidos del habla esperables evolutivamente y propios de la edad e idioma del sujeto (p. ej., errores de la producción, utilización, representación u organización de los sonidos tales como sustituciones de un sonido por otro) (utilización del sonido /t/ en lugar de /k/ u omisiones de sonidos tales como consonantes finales). B. Las deficiencias de la producción de los sonidos del habla interfieren el rendimiento académico o laboral, o la comunicación social. C. Si hay un retraso mental, un déficit sensorial o motor del habla, o una privación ambiental, las deficiencias del habla exceden de las habitualmente asociadas a estos problemas. Otra tipificación, aunque de menor uso, es la 4ta. Revisión de la Clasificación Francesa de los Trastornos Mentales del Niño y del Adolescente (CFTMEA-R-2000) [21], apoyada bajo la égida de la Federación Francesa de Psiquiatría. La CFTMEA- R-2000 de inspiración psicodinámica, como sus precedentes versiones, se inscribe en una perspectiva pluridimensional de la psiquiatría, utilizable por todos los psiquiatras de niños y de adolescentes. Ampliamente consensuada, está abierta a todas las corrientes científicas de esta profesión [21]. En ella los Trastornos del habla y del lenguaje se inscriben dentro de los Trastornos Específicos del Desarrollo y de las Funciones Instrumentales: 6.00 Trastornos aislados de la articulación 8 Trastornos en los que la utilización de los fonemas por parte del niño es inferior al nivel correspondiente a su edad mental, pero con un nivel lingüístico normal. Existen deformaciones involuntarias y sistemáticas de uno o varios fonemas (fundamentalmente consonantes). Ejemplos: ceceo (astigmatismo interdental), silbido (o astigmatismo lateral). Incluir: - trastornos específicos del desarrollo fonológico; dislalia. 6.01 Trastornos del desarrollo del lenguaje Trastornos del desarrollo en los que las capacidades del niño para utilizar el lenguaje oral son netamente inferiores al nivel correspondiente a su edad mental. 6.010. Retraso del habla Trastornos del desarrollo del lenguaje que afectan esencialmente al conjunto de la organización fonética, con persistencia, más allá de los 4 años de edad, de alteraciones fonéticas observadas normalmente hacia los 3 años: confusión y sustitución de fonemas vecinos cuya articulación es menos difícil, omisión de las sílabas finales, etc. (persistencia del “lenguaje del bebé”); hallándose el desarrollo de los otros aspectos del lenguaje (vocabulario, sintaxis) dentro de límites normales. A menudo estos trastornos se asocian a signos de inmadurez afectiva: especialmente de los hábitos orales de la primera edad (succión del pulgar o de la lengua, predilección por una alimentación láctea y semilíquida); suelen inscribirse en una relación con el entorno familiar que favorece la permanencia de estas conductas regresivas. Por lo general, la evolución es favorable espontáneamente. 6.011 Retraso (simple) del lenguaje Retardo del desarrollo del lenguaje que afecta sus componentes sintácticos y lingüísticos -generalmente asociado a trastornos fonéticos- por fuera de todo retardo mental global, de trastorno auditivo o de trastorno grave de la personalidad. Las etapas del desarrollo del lenguaje se hallan retardadas en su conjunto: las primeras palabras no aparecen antes de los 2 años, y sobre todo las primeras frases no aparecen hasta después de los 3 años, la comprensión es buena o poco perturbada. La evolución es espontáneamente favorable, pero algunas veces de manera lenta. Luego de los trastornos del lenguaje oral, pueden presentarse algunas dificultades en el lenguaje escrito. 6.012 Disfasias Trastorno que afecta la adquisición de la estructura del lenguaje, sin sustrato orgánico detectable, en ausencia de déficit auditivo, retardo mental mayor y trastorno psicótico. A medida que el niño crece, el lenguaje queda muy escueto: el lenguaje espontáneo es reducido, con un vocabulario rudimentario a veces difícilmente comprensible debido a trastornos fonéticos; se observa agramatismo o bien importantes errores sintácticos. Existen habitualmente trastornos de la comprensión y/o discriminación de los elementos fonéticos. Por fin, ciertos niños disfásicos presentan importantes dispraxias buco-faciales que contribuyen a los trastornos de articulación. En casos extremos se habla de sordomudez, cuando no hay prácticamente ningún lenguaje comprensible. 9 Ninguna de las tres clasificaciones presentadas anteriormente responden a un enfoque neurolingüístico de las manifestaciones del TEDL en los niños, por lo que su uso no se recomienda demasiado para la interpretación diagnóstica ni para los posteriores planes terapéuticos. DEFINICIÓN En el 2000, Borregón Sanz y González Calvo, proponen la siguiente definición de TEDL: “trastorno por pérdida, deterioro o disminuciónde la capacidad o potencialidad comunicativa, afectando en forma específica a los aspectos codificativos y/o decodificativos del lenguaje -verbal y no verbal -, debido bien a una lesión del sistema nervioso central, bien a una disfuncionalidad en los sistemas, áreas o redes cerebrales implicados en el proceso lingüístico. El trastorno se halla ligado al periodo comprendido entre cero y seis años”; aclaran además que en esta definición el término “lenguaje” es utilizado para subrayar ese modo genérico de comunicación basado en el empleo de la palabra y que la etiología del trastorno puede ser muy variada. Para Leonard [22], Bishop [17] y Aguado [12] los mejores criterios diagnósticos del TEDL serían los expresados en el siguiente cuadro: FACTOR CRITERIO Habilidad en el lenguaje medida en puntuaciones de pruebas del lenguaje Puntuaciones en los tests de lenguaje por debajo de 1,25 desviaciones estándar en relación con la media, riesgo de devaluación social CI no verbal Desempeño del CIE de 85 o más (población hispanohablante: CIE de 80) Disfunción neurológica No hay evidencia de trastorno convulsivo, PC y LC, y no recibe medicación para epilepsia Audición Prueba audiológica normal; supera por medio de un screening los niveles convencionales Otitis media supurativa No hay episodios recientes Estructura oral Ausencia de anomalías estructurales Función motora oral Pasa un cribado empleando items apropiados para la evolución del desarrollo Interacciones físicas y sociales Ausencia de síntomas de una interacción social recíproca alterada y de restricción de actividades A los criterios anteriores, D. Bishop [17] añade otros cuatro que revisten un cierto interés [23]: En niños de 7 años o más, la edad lectora no está más de 6 meses por debajo de la edad lingüística. 10 La edad lingüística (media de la edad lingüística receptiva y de la edad lingüística expresiva) es, al menos, 12 meses más baja que la edad cronológica o que la edad mental no verbal. La edad lingüística receptiva es, al menos, 6 meses más baja que la edad cronológica o que la edad mental no verbal. La edad lingüística expresiva es, al menos, 12 meses más baja que la edad cronológica o que la edad mental no verbal. Con estos últimos criterios se presentan demasiados problemas. Por una parte, existe una fuerte discrepancia entre los parámetros edad lingüística y edad mental. Se ha podido comprobar que: “en 16 meses el 30% de los niños examinados, entre 3 y 7 años, pasan de tener una inteligencia normal a tenerla baja” [12]. Por otra parte, el uso de pruebas estandarizadas sólo cubre una parte de los aspectos del lenguaje que deben ser evaluados, por lo que deberían ser empleados sólo como punto de partida [23]. De lo anterior se desprende que no es nada sencillo identificar a los niños con TEDL, ya que los criterios expuestos no siempre son cubiertos en su totalidad. Por ello, para la intervención terapéutica es necesario tener cierta dosis de flexibilidad [23], de experiencia [12] y extensos y profundos conocimientos acerca del TEDL. Una pregunta frecuente que se hacen los padres de los niños con TEDL es: ¿somos nosotros los responsables del problema de nuestro hijo? Desde los trabajos de 1998, Laurence B. Leonard [22] demostró que los padres de los niños con TEDL no diferían, en lo relativo al comportamiento lingüístico con sus hijos, de los padres de niños “normales”. Ellos se dirigían al niño con la misma frecuencia de palabras, tenían la misma interacción con ellos y utilizaban en sus conversaciones estructuras lingüísticas de igual complejidad. Pero también advirtió ciertas diferencias muy sutiles: en las familias con un niño afectado con TEDL, las expresiones infantiles rara vez eran modificadas. Los investigadores y/o clínicos lo atribuyen a que los padres quieren adaptarse a las limitadas posibilidades expresivas del niño, sin tratar de sobrecargarlos. Así es que los TEDL no se deben de ninguna manera a que el niño se halle sumergido en una lengua empobrecida, sino a que puede aprovechar poco de lo que él escucha [7]. Por supuesto también hay niños que, por estar rodeados de un ambiente poco estimulador, aprenden mucho menos lenguaje del que pueden; pero en estos casos no se puede hablar de un verdadero TEDL. La activación de las áreas del lenguaje en el niño, de la misma manera que las concreciones fonéticas y sintácticas, dependen de que exista una estimulación lingüística desde el entorno en determinados “períodos críticos” del desarrollo. Casi todos los especialistas están de acuerdo en que puede haber “un período crítico” para la adquisición del lenguaje. En opinión de E. Lenneberg, las personas, al igual que los pinzones o los gansos de K. Lorenz, disponen de ese tiempo restringido, establecido por la naturaleza que va desde el nacimiento hasta la adolescencia [24]. OTRAS CLASIFICACIONES La heterogeneidad y la variada sintomatología que caracteriza al cuadro del TEDL hace muy necesario constituir subgrupos, no sólo para identificar y precisar la descripción del fenotipo sino además para facilitar una correcta identificación e intervención temprana de estos niños [25,17]. 11 Una de las clasificaciones más interesantes y universalmente aceptadas es la propuesta por I. Rapin y D. Allen [26], modificada por Züchman y colaboradores en 1991, con base en datos funcionales y clínicos recogidos por profesionales familiarizados con la semiología del TEDL [8]. En esta clasificación se distinguen los siguientes subgrupos: 1) trastornos de la programación fonológica, 2) dispraxia verbal, 3) trastorno fonológico-sintáctico, 4) agnosia auditiva verbal, 5) trastorno léxico-sintáctico y 6) trastorno semántico-pragmático. El trastorno de la programación fonológica se caracteriza porque el niño afectado puede hablar con cierta fluidez pero la producción es muy poco clara y, en algunos casos, puede ser ininteligible. Rinden mejor en la repetición de palabras pero no en frases largas. Por otro lado, la comprensión es normal [10]. En la dispraxia verbal se presentan importantes dificultades en la articulación de los fonemas y de las palabras, pero la comprensión es casi normal o normal. Su principal característica es el déficit en la programación motora del habla; en ciertos pacientes puede ser confundida con alteraciones de la programación fonológica o de la articulación; es por eso que puede ser de difícil diagnóstico. Las alteraciones del habla son mayores cuando los enunciados o las palabras son más largas o de uso poco frecuente, se observan: alteraciones en la prosodia, repeticiones, vacilaciones, lentitud y secuencias incorrectas. Algunos niños pueden presentar ausencia completa del habla [10]. El trastorno fonológico-sintáctico es el de mayor frecuencia y el de mejor identificación dentro de los TEDL. Se caracteriza porque la comprensión del habla es mejor que la expresión. El niño presenta mayores dificultades cuando el enunciado es largo o con estructuras sintácticas complejas, descontextualizado o emitido con rapidez. También presentan déficit en la articulación, fluidez, uso de nexos, marcadores morfológicos y elaboración secuencial de los enunciados. La comprensión es casi normal o normal, generalmente la dificultad en la comprensión aumenta cuando se incrementa el material lingüístico a procesar. Su gravedad es muy variable [10]. La agnosia auditiva verbal o síndrome del déficit de lenguaje global (que es poco frecuente y asociado a menudo con el síndrome de Landau-Kleffner) se caracteriza por un trastorno muy grave en la comprensión y la expresión del lenguaje, si bien el término agnosia auditiva hace referencia al déficit en la comprensión. El niño no comprende el lenguaje y su expresión es casi nula o totalmente nula [10,6]. En el trastorno léxico-semántico el niño presenta dificultades en la comprensión y en la expresión del lenguajede diferentes grados de gravedad. Lo más llamativo es la incapacidad de encontrar la palabra para evocarla (anomia) y el déficit sintáctico que generalmente esta relacionado con la dificultad de acceso al léxico. El habla presenta: interrupciones, perífrasis, reformulaciones, “muletillas”, problemas en el orden secuencial y dificultades en el uso de los marcadores morfológicos, especialmente cuando los enunciados son más complejos. La pronunciación es normal y la comprensión de las palabras es casi normal o normal, no así la de las frases [10]. El trastorno semántico-pragmático (se ha descrito en niños con hidrocefalia) no parece un retardo manifiesto del desarrollo del lenguaje. Los enunciados parecen bien estructurados pero el lenguaje no se adapta al entorno comunicativo. Brindan demasiada o poca información, no respetan los turnos para intervenir, cambian de un tema a otro tema sin ningún motivo, pueden ser ecolálicos y no contestar 12 correctamente las preguntas abstractas. Existen problemas en el ajuste pragmático al interlocutor y a la situación y hay muchas dificultades en la comprensión [10,6]. En los siguientes cuadros propuestos por J. Narbona se expresan las correlaciones entre los síndromes presentados anteriormente y las áreas del lenguaje afectadas en los niveles comprensivo, expresivo y la función pragmática. A nivel de la comprensión del lenguaje: SÍNDROMES Fonética Sintaxis Semántica Trastorno de la programación fonológica Dispraxia verbal Trastorno fonológico-sintáctico o o o Trastorno léxico-sintáctico o Agnosia auditiva verbal + + + Trastorno semántico-pragmático + A nivel de la expresión del lenguaje: SÍNDROMES Fluencia Fonética Repetición Sintaxis Denominación Semántica Trastorno de la programación fonológica + + o o Dispraxia verbal + + + + + o Trastorno fonológico-sintáctico + + o + o Trastorno léxico- sintáctico + + + o Agnosia auditiva verbal + + + + + + Trastorno semántico- pragmático o + A nivel de la función pragmática del lenguaje: SÍNDROMES Función pragmática Trastorno de la programación fonológica Dispraxia verbal Trastorno fonológico-sintáctico Trastorno léxico-sintáctico Agnosia auditiva verbal o Trastorno semántico-pragmático + + = Fallo funcional severo y constante. o = Fallo funcional moderado e inconstante. Esta clasificación con base funcional, puede reagruparse, según Züchman y colaboradores, en tres grandes categorías clínicas: a) Trastornos del lenguaje expresivo (dispraxia verbal y trastorno de la programación fonológica), b) Trastornos 13 del lenguaje expresivo y receptivo (agnosia auditiva verbal o sordera verbal y trastorno fonológico-sintáctico o deficiencia mixta receptivo-expresiva) y c) Trastornos de procesamiento de orden superior o trastornos del proceso central de tratamiento y de la formulación (trastorno léxico-sintáctico y trastorno semántico- pragmático) [10]. G. Conti-Ramsden y colaboradores [27] entienden que no es necesario acudir a un “trastorno de procesamiento superior” y hablan de “trastornos específicos complejos” (dificultades léxicas, morfosintácticas, semánticas y pragmáticas del lenguaje en ausencia de problemas fonológicos y articulatorios). Dockrell y colaboradores en 2001 señalan un nuevo subtipo de TEDL al que denominan “trastorno de denominación” (o “dificultades para encontrar las palabras”) cuyos criterios diferenciales serían: Baja puntuación en las pruebas estandarizadas de denominación. No sufren problemas articulatorios que afectan a su producción oral. No están afectados por problemas auditivos. No presentan enfermedades neurológicas. Tienen una inteligencia no verbal “normal”. Por otro lado, Cueto Vega en 2003 menciona que en algunos casos el trastorno de de denominación no aparece junto con otras alteraciones del lenguaje; en otras, en cambio, parece más bien un caso de dificultades de aprendizaje. La gran importancia de una clasificación diagnóstica, muy lejos del mero “etiquetaje” del niño, radica en la correcta identificación de la sintomatología concreta del infante que se está evaluando [8], puesto que va a orientar la intervención neurolingüística y neurocognitiva pertinente para cada caso en particular (n=1). CAUSAS Los intentos explicativos acerca de la etiología del TEDL no han sido una tarea sencilla a lo largo del tiempo. Algunas veces se ha sugerido abiertamente una dominancia hemisférica anormal o alguna disfunción del hemisferio izquierdo como responsable del fracaso en la adquisición normal del lenguaje. Por otro lado, también se han mencionado lesiones bilaterales que afectan al sistema auditivo central, imposibilitando un procesamiento correcto de las señales acústicas. En apoyo de esta hipótesis se destaca la observación hecha por W. Landau, R. Goldstein y F. Kleffner en 1960, en la autopsia del cerebro del único caso de un sujeto con TEDL grave que presentaba lesiones bilaterales [3]. Otras patologías han sido asociadas con déficits en la adquisición y el desarrollo normal del lenguaje, como las complicaciones prenatales y perinatales, por ejemplo, las infecciones tempranas del sistema nervioso, entre otras. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos es casi imposible llegar a determinar algún tipo de patología en el sistema nervioso responsable del retraso del lenguaje, por otro lado, generalmente los exámenes imagenológicos son normales en los niños con TEDL [3]. En los últimos años, algunos investigadores han referido la existencia de anormalidades muy sutiles en el sistema nervioso de niños con TEDL. En 1990, T. Jeringan y U. Bellugi, haciendo uso de la técnica de la resonancia magnética, hallaron anomalías parenquimatosas posiblemente relacionadas con defectos en la 14 mielinización en un 17% de los niños con TEDL. E. Plante, L. Swisher, R. Vance y S. Rapcsak , en 1991, encontraron asimetrías perisivianas atípicas en ocho niños con retraso en la adquisición del lenguaje que no eran debidas a lesiones adquiridas, lo que hizo pensar en alteraciones en el desarrollo cerebral normal. Por otra parte, estas asimetrías se hallaron también en la mayoría de los hermanos y los padres de los niños con TEDL, lo que sugiere la presencia de un factor de tipo genético [3]. En una investigación publicada en 1988, efectuada en una muestra de 220 niños con TEDL se encontró que el 41% tenían trastornos neurológicos. En 59 niños podían vincularse a alteraciones del hemisferio izquierdo (HI), en 18 niños a alteraciones del hemisferio derecho (HD) y en 14 niños a alteraciones bilaterales [28]. En 163 de esos niños se realizó EEG que mostró dificultades en el HI en 20 pacientes, en el HD en 11 pacientes y en ambos hemisferios en 6 pacientes; en 37 niños se realizó tomografía computarizada que mostró alteraciones en el HI en 4 niños, en el HD en 2 niños y en uno y otro hemisferio en 6 niños [10]. Para D. Bishop, los niños con TEDL procesan poco las señales acústicas recibidas, por la simple razón de que los mecanismos de aprendizaje no funcionan en forma adecuada. En consecuencia, no pueden elaborar sus propios conocimientos lingüísticos. Según esta autora el motivo fundamental estriba en una falla en la elaboración y representación neuronal del habla. Al cerebro le cuesta mucho aprender y lo hace muy lentamente; lo aprendido se halla, además, expuesto a trastorno [7]. En el siguiente cuadro, propuesto por R. Goldstein, W. Landau y F. Kleffner en 1960 [29], se detalla una clasificación del TEDL de tipo etiológica [3]: ___________________________________________________________________ CLASIFICACIÓN ETIOLÓGICA NÚMERO DE NIÑOS Desconocida 26 Prenatal: Pérdidaauditiva 3 Alteraciones del sistema nervioso central 6 Rubéola en el primer trimestre del embarazo 7 Otras complicaciones congénitas Índices en la historia clínica 4 Inferida de la evidencia clínica de daño cerebral 5 Perinatal Complicaciones durante el parto 6 Posnatal Meningitis 1 Infección grave durante la infancia 1 Síndrome convulsivo 6 ___________________________________________________________________ 15 Los trastornos del desarrollo en la edad infantil incluyen dificultades como el TEDL, el trastorno de la lectura, el trastorno de la expresión escrita, el trastorno del cálculo, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el trastorno del desarrollo de la coordinación motora, algunas formas de retraso mental y los trastornos generalizados del desarrollo. Resulta muy poco probable que estos trastornos del desarrollo tengan una única etiología o sean debidos a un único mecanismo patogénico. La mayoría de ellos tendrían una causa genética (suelen aparecer por líneas familiares), mientras que otros pueden resultar de afectaciones perinatales o intrauterinas [11]. La marcada incidencia de algunos de estos trastornos en varones estaría en consonancia con la importancia de factores constitucionales y la relativa baja probabilidad de que las afectaciones adquiridas se hallen en la base etiológica del trastorno [30]. El lenguaje, al igual que otras capacidades cognitivas y comportamentales, se desarrolla a partir de unos condicionantes genéticos múltiples que interactúan con los factores del entorno; por ello, es lógico postular que en la causalidad de los TEDL exista, en mayor o en menor grado, una base genopática [31]. Algunos investigadores han estudiado la base genética del TEDL y han descrito las características neuropsicológicas en once casos de TEDL en seis familias. La coexistencia en esas familias de parientes “normales” y otros gravemente afectados sugiere un factor causal genético más que sociolingüístico. Los hallazgos a partir de esos casos y algunos otros referidos en la literatura especializada indicarían la posibilidad de trasmisión autosómica dominante en algunos pacientes con TEDL [32]. A nivel de los estudios genéticomoleculares de los TEDL se ha encontrado una asociación genética positiva con el gen FOXP2 de la región SPCH1 del cromosoma 7q, y en los cromosomas 13, 16 y 19 [9]. Nuevas investigaciones deberán aclarar el papel de otras regiones del genoma probablemente implicadas en los trastornos de las habilidades comunicativas. DIAGNÓSTICO La complejidad de la exploración y el diagnóstico de las alteraciones del lenguaje infantil requiere un enfoque integrado, que abarque todos los datos posibles del niño, desde la historia clínica con sus antecedentes médicos, académicos y personales y las observaciones detalladas del comportamiento (especialmente lingüístico) hasta los datos aportados por la batería de tests, sin dejar de lado la información neuropediátrica y médica general y los estudios complementarios. En la historia clínica deberá atenderse de forma muy pormenorizada al embarazo, el parto y los hitos del desarrollo (especialmente los referidos a la adquisición y evolución del habla y del lenguaje), así como a la forma de inicio y presentación de las dificultades lingüísticas, los síntomas y los signos que presenta y su evolución. Es imprescindible la valoración neurocognitiva y neurolingüística, a lo cual puede agregarse la interpretación clínica de los llamados signos neurológicos menores o blandos. La presencia de signos considerados como “normales” en edades menores son siempre significativos, en edades posteriores, de la presencia de una dismadurez. 16 En muchas oportunidades los datos aportados por la historia clínica, el desarrollo escolar y la observación sistematizada de la conducta del niño tienen igual valor que las puntuaciones obtenidas en las pruebas de lenguaje. Deben, además, evaluarse el funcionamiento cognitivo-intelectual del paciente y su rendimiento académico actual. También se valorará el tipo de relación con la familia, las características afectivo-emocionales, las posibles alteraciones del comportamiento, etc. Todos estos datos se deben relacionar y valorar en conjunto, agregando la información obtenida en la exploración neurológica (y en otras), en la búsqueda de los mecanismos del lenguaje alterados. Así, las puntuaciones de los determinados tests adquieren un mayor sentido cuando se consideran en el contexto global de los datos obtenidos de la evaluación completa. Por otro lado, dicha evaluación servirá como medio para planificar toda la estrategia terapéutica personalizada; admitiendo que una y otra (evaluación e intervención) constituyen dos fases o momentos de un mismo y único proceso [33]. Se recomienda no apresurarse demasiado para hacer un diagnóstico definitivo en aquellos casos muy complejos, ya que será necesario reevaluar al niño, observar detenidamente la evolución natural del trastorno y realizar nuevamente la batería de tests [9]. La experiencia clínica y los resultados de las investigaciones, nos ha permitido reconocer ampliamente que en los niños el TEDL afecta a todas y cada una de las esferas de sus relaciones con el entorno circundante, con el conocimiento y con el aprendizaje y además dificulta el acceso al dominio de estructuras lingüísticas que limitan mucho su capacidad para comunicar intereses, necesidades, deseos, afectos, planes, proyectos, etc. Los padres y las madres se muestran preocupados cuando su hijo no habla entre los 18 meses y los 3 años de edad. La mayoría de las consultas que se ocasionan por problemas de lenguaje se producen entre los 2 años 6 meses y los 5 años [1]; por lo tanto, no hay que aconsejar a los padres de niños con TEDL que esperen a ver qué ocurre, sino que ellos deben comprometerse totalmente en el desarrollo general y lingüístico del niño. Para evitar trastornos a largo plazo, a los tres años como máximo deberían someterse a una terapia individualizada. Con mucha frecuencia las desviaciones muy acusadas y los trastornos lingüísticos tardíos suelen manifestarse en forma notable en el aprendizaje escolar posterior, especialmente en el área de la lecto-escritura. Los niños con TEDL tienen seis veces más riesgo de presentar una dislexia que los niños con una evolución lingüística normal, especialmente cuando existen problemas graves en el desarrollo fonológico. Por lo tanto, los niños con TEDL deben ser considerados como un grupo de alto riesgo para el aprendizaje de la lectura y de la escritura. Se sugiere entonces que, además del tratamiento habilitatorio propio del TEDL, a estos niños se les proporcionen programas de intervención temprana en esas áreas para limitar y/o prevenir posibles déficit en el futuro mediato [34]. El TEDL tiene ciertas repercusiones sobre el desarrollo afectivo-emocional del niño, las relaciones con los otros y la aptitud de aprendizaje en la escuela. El TEDL puede presentarse muchas veces primero como trastorno de conducta porque los niños con dificultades para expresar y/o para comprender el lenguaje tienen mucho mayor riesgo de desarrollar de forma anómala sus relaciones con los demás [6]. 17 TRATAMIENTO Es evidente la gran importancia de afrontar a tiempo y atender prestamente a los niños con problemas. Si el niño no puede aprovechar adecuadamente la estimulación lingüísticaque le ofrece el entorno diariamente, es que necesita una intervención más intensa y extensa, así como un ambiente pedagógico más favorable. Una terapia del lenguaje cumplirá estas condiciones si, por un lado, incentiva y dirige los mecanismos de procesamiento por parte del propio niño y, por otra, ofrece abundantes y adecuados estímulos lingüísticos de forma tal que el pequeño pueda percibirlos claramente [7]. Se sugiere que la intervención pueda ser realizada a través de tres agentes: familiar, como medio estimulador y socializador por excelencia; escolar, por medio de docentes formados en patologías del lenguaje; y tratamiento personalizado, holístico y multiplicador efectuado por profesionales calificados en este tema. En el proceso de tratamiento es recomendable que el ambiente sea muy distendido, de carácter esencialmente lúdico y evitando las correcciones desmesuradas, excesivas y permanentes. Hay que tener especialmente en cuenta los aspectos motivacionales, afectivo-emocionales y cognitivos del niño, tratando de evitar su cansancio. En este sentido, cuando se trata de niños muy pequeños, las sesiones de habilitación individualizada no deben superar la media hora de duración, y, en algún caso, es prudente efectuar descansos frecuentes. Los progresos iniciales tienen que ser tomados con mucha cautela por su gran volatibilidad, sin desanimarse por la lentitud del desarrollo lingüístico normalizado, los posibles retrocesos [33] y la “falsa recuperación” [7]. Los principios generales a tener en cuenta en todo plan terapéutico serían, según Monfort y Juárez [35], los siguientes: Principio de intensidad y larga duración. Principio de precocidad. Principio etológico. Principio de prioridad para la comunicación. Principio de potenciación de las aptitudes. Principio de multisensorialidad. Principio de referencia al desarrollo normal. Principio de revisión continua. INTERVENCIÓN FAMILIA ESCUELA TRATAMIENTO PERSONALIZADO 18 Principio de ajuste del tiempo. Algunas sugerencias terapéuticas para implementar con los niños con TEDL, pueden ser [18,33]: Hablarle con claridad, corrección y a velocidad moderada para que el niño pueda percibir (y luego reproducir) los distintos segmentos de un mensaje verbal. Utilizar frases cortas y gramaticalmente sencillas. Darles más tiempo para responder. Prolongar la duración de los fonemas e incrementar la intensidad de las transiciones de sílabas. Pronunciar todas las sílabas de las palabras. No unir la sílaba final de una palabra con la inicial de la siguiente. Evitar el lenguaje infantilizado. Corregir los errores del niño con la pronunciación correcta del fonema. Reforzar cualquier emisión oral correcta por parte del sujeto. Elevar progresivamente el nivel de exigencia. Una de las cuestiones que suelen afrontar los docentes es la ubicación donde hay que llevar a cabo el proceso de enseñanza-aprendizaje de los alumnos con TEDL: en un emplazamiento espacial manteniendo una relación diádica entre el docente y el alumno, en grupo pequeño o en el aula de clase. La respuesta no puede ser excluyente, y tiene que atender a la totalidad de los objetivos propuestos y a la complementariedad de funciones que se pretenden en cada caso en particular [36]. Los clínicos han debatido mucho acerca de la mejor terapia posible para los pequeños con TEDL. Generalmente se han inclinado hacia un tratamiento individual en la que el profesional se ocupa de los diferentes aspectos del habla y del lenguaje, teniendo siempre muy en cuenta las características personales y la edad cronológica (o mental) del infante. En la actualidad se dispone de los siguientes métodos que pueden combinarse y adecuarse a cada uno de los niños afectados [7]: Ejercicio: el niño debe dar nombre a unos dibujos o señalar los dibujos que corresponden a determinadas frases. Especificación de la captación de estímulos: leer al niño breves relatos o describirle acciones en donde figuren exactamente las estructuras lingüísticas que pongan de manifiesto su grado de adquisición del lenguaje, por ejemplo intercambiando oraciones principales con subordinadas. Contraste: aclarar diferencias fonéticas, por ejemplo, “hielo” y “hierro”, o gramaticales “sentarse a/en la mesa”. Modelación (propuesto por Friedrich M. Dannenbauer): tomar las expresiones del niño y reproducirlas una vez corregidas o ampliadas. Por ejemplo, si el niño dice: “y el se del jardín va”, el profesional le responderá “Ah, ¿él se va del jardín?” (taxemas de orden). Metalenguaje: explicar correlaciones para estimular el enfrentamiento con el idioma. Por ejemplo, destacar palabras que suenan muy parecido, insistir en el lugar de la frase donde tiene que colocarse el verbo, explicar a qué grupo pertenece una determinada palabra. 19 También existen programas de tratamiento, de los cuales se mencionarán sólo algunos a modo de ejemplo: programa para el aprendizaje del lenguaje de Fitor, Puyuelo y Vicuña (1979), programa para favorecer el desarrollo del lenguaje (un programa de desarrollo para los niños con problemática del lenguaje en edades tempranas) de Cooper, Modley y Reynell (1982), programa diseñado por Monfort y Juárez (1993), programa de representación de roles y dramatización en niños en escolaridad normal de Puyuelo (1989), programa para desarrollar el pensamiento lógico de Domínguez y Sanguinetti (1997), programa de estimulación del lenguaje oral en educación infantil (P.E.L.O) de Rosell (1993) y el programa orientativo sobre los factores pragmáticos y el aprendizaje del lenguaje de Mc Tear y Conti (1996). Dentro de los programas interactivos y software educativo para el desarrollo del lenguaje se pueden citar, entre muchos otros, los siguientes: programa de Works (1990), la gran aventura de las palabras de Anaya (1997) y sequential software for language intervention and development de Wilson (1996) [11]. CONCLUSIÓN Los pediatras son quizás los profesionales de la salud que con mayor precocidad pueden detectar posibles nuevos casos de niños con TEDL, ya que estamos ante un trastorno de prevalencia en la edad preescolar y escolar, que seguramente puede estar en la actualidad infradiagnosticado. Por lo general, los médicos de niños se han implicado muy poco en la orientación de los padres y el seguimiento de infantes con dificultades del habla y del lenguaje; así como de niños con dificultades escolares [37]. Sin embargo, el rol de los pediatras en la atención primaria de la salud es esencial, dado que es un profesional médico que sigue el desarrollo del niño (desde el nacimiento hasta la adolescencia) y conoce bien a su familia. Por lo tanto, se encuentra en un lugar inmejorable para intervenir en el despistaje de los TEDL así como para derivar al infante a una consulta especializada. Para lograr esto, deberá indagar adecuadamente acerca de la evolución y el desarrollo del habla, del lenguaje y de la comunicación del niño en cada una de las revisiones y tendrá que aconsejar a los padres una evaluación neuropsicológica y neurolingüística del pequeño en todos aquellos casos en que sospeche dificultades en estas áreas. También deberá reafirmar la importancia de que se inicie y continúe el tratamiento indicado en los niños diagnosticados de TEDL, y, finalmente realizará un minucioso seguimiento a largo plazo de estos niños y sus familias. El TEDL es, por lo general, parcialmente o totalmente irreversible, por lo tanto, no se puede esperar una mejoría absoluta [10]; no obstante, el trastorno específico del desarrollo del lenguaje se ha descrito con mayor rigor científico en los últimos veinte años. Investigadores y/o clínicos como Benton, Ingram, Ajuriaguerra, Rapin, Allen, Bishop, Leonard, Conti-Ramsden, Tallal, Narbona, Chevrie-Muller, Aguado, Monfort, Gérard, Van Houte, Ardila, son sólo unos pocos ejemplos de los autoresque han contribuido en forma notable a la mejor comprensión y coherencia de esta dificultad, en pos de una buena evaluación, un mejor diagnóstico y un adecuado tratamiento para todos los niños afectados por este trastorno. BIBIOGRAFÍA ESPECÍFICA: 20 1. MORANT, A. y cols. Actualización neuropediátrica ante el retraso del lenguaje. Revista de Neurología Clínica 2000; 1: 95-102. 2. LIEBERMAN, P. Toward an evolutionary biology of language. The Belknap Press of Harvard University Press, 2006. 3. ARDILA, A., ROSSELLI, M. y MATUTE, E. Neuropsicología de los trastornos del aprendizaje. México: Manual Moderno; 2005. 4. KERSEBAUM, S. Primeros pasos en el desarrollo del habla. Revista Mente y Cerebro 2006; 20: 30-35. 5. PERALTA, M. y NARBONA, J. Retrasos del desarrollo verbal y problemas de aprendizaje escolar: estudio longitudinal. Bordón 1991; 43: 285-298. 6. JUNQUÉ, C. y cols. Neuropsicología del lenguaje. Funcionamiento normal y patológico. Rehabilitación. Barcelona: Masson; 2004. 7. KAUSCHKE, C. Tardos en hablar. Revista Mente y Cerebro 2006; 20: 36-40. 8. CRESPO-EGUÍLAZ, N. y NARBONA, J. Perfiles clínicos evolutivos y transiciones en el espetro del trastorno específico del desarrollo del lenguaje. Revista de Neurología 2003; 36 (supl): S29-S35. 9. CASTRO REBOLLEDO, R. y cols. Trastorno específico del desarrollo del lenguaje: una aproximación teórica a su diagnóstico, etiología y manifestaciones clínicas. Revista de Neurología 2004; 39 (12): 1173-1181. 10. REBOLLO, M. A. Dificultades del Aprendizaje. (2da. Edición). Montevideo: Prensa Médica Latinoamericana; 2004. 11. PUYUELO, M. y BRUNA, O. Disfasia. Trastorno específico del lenguaje. En: Molina, S. y cols. El fracaso en el aprendizaje escolar (II). Dificultades específicas de tipo neuropsicológico. Málaga: Aljibe; 1998. 12. AGUADO, G. Trastorno del lenguaje. Retraso de lenguaje y disfasia. Málaga: Aljibe; 1999. 13. LEBLANC, R. Afasia congénita. En: Rondal, J. y Seron, X. (Eds.). Trastornos del lenguaje 3: Afasias, retrasos del lenguaje, dislexia. Barcelona: Paidós; 1991. 14. AJURIAGUERRA, J. y cols. Le groupe de audimutitis. La psychiatrie de l’Enfant, 1,7: 51; 1958. 15. WOODS, B. Developmental dysphasia. En: Frederiks, J. (Ed.). Handbook of Neurology, vol. 46: Neurobehavioral Disorders. Amsterdam: Elsevier; 1985. 16. ACOSTA, V. y MORENO, A. Dificultades del lenguaje en ambientes educativos. Del retraso al trastorno específico del lenguaje. Barcelona: Masson; 1999. 17. BISHOP, D. Uncommon understanding. Development and disorders of language comprensión in children. Hove: Psychology Press: 1997. 18. MENDOZA, E. (Coord.) Trastorno específico del lenguaje (TEL). Madrid: Pirámide; 2001. 19. CLASIFICACIÓN INTERNACIONAL DE LAS ENFERMEDADES (CIE 10). Trastornos mentales y del comportamiento. Criterios diagnósticos de investigación. Organización Mundial de la Salud. Madrid; 1994. 20. AMERICAN PSYCHIATRIC ASSOCIATION. Diagnostic and statistical manual of mental disorders, text revised (DSM-IV TR). Washington DC: Masson; 2000. 21. CLASIFICACIÓN FRANCESA DE LOS TRASTORNOS MENTALES DEL NIÑO Y DEL ADOLESCENTE (CFTMEA-R-2000). Buenos Aires: Polemos; 2004. 22. LEONARD, L. Children with specific language impairment. The MIT Press; Cambrige, MA, 1998. 23. ACOSTA, V. Trastorno específico del lenguaje. En: PUYUELO, M. y RONDAL, J. Manual de desarrollo y alteraciones del lenguaje. Aspectos evolutivos y patología en el niño y el adulto. Barcelona: Masson; 2003. 24. PUENTE FERRARAS, A. Los orígenes del lenguaje. Madrid: Alianza Editorial; 2006. 25. AGUADO, G. Estrategias para la intervención en los retrasos del lenguaje. En Monfort M. ed. Enseñar a hablar. IV Simposio de Logopeda. Madrid: CEPE; 1995. 26. RAPIN, I. y ALLEN, D. Syndromes in developmental dysphasia and adult aphasia, In F. Plum (Ed.): Language, communication and the brain. Raven Press; 1988. 27. CONTI-RAMSDEN, G. y cols. Psycholinguistic markers for specific language impairment (SLI). J. Child Psychol Psychiatry Allied Discip 2001; 42: 741-748. 28. NJIOKIKTJIEN, CH. Pediatric behavioural neurology. Vol. I. Asterdam: Suji Publications; 1988. 29. GOLDSTEIN, R., LANDAU, W. y KLEFFNER, F. Neurological observations in a population of deaf and aphasic children. Annals of Otolaryngology, Rhinology and Laryngology, 67: 757-767; 1960. 30. RAPIN, I. y ALLEN, D. Developmental dysphasia and autism in preschool children: characteristics and subtypes. In Martin J, Martin P, Grunwell P, Hall D, eds. Proccedings of the 21 First International Symposium on Specific Speech and Language Disorders in Children. Londres: Association For All Speech Impaired Children (AFASIC); 1987. 31. NARBONA, J. y SCHLUMBERGER, E. Trastornos específicos del desarrollo del lenguaje: bases neurobiológicas. Revista de Neurología 1999; 28 (supl): S105-S109. 32. BILLARD, C. y cols. Dysphasies de developpement familiales. Onze cas rapportes dans six familles. (Familial developmental dysphasia: 11 cases in 6 families). Approche Neuropsychologique des Apprentissages chez l’Enfant, 6 (3), 155-162; 1994. 33. GALLEGO, J. y RODRÍGUEZ, A. Atención logopédica al alumno con dificultades en el lenguaje oral. Málaga: Aljibe; 2005. 34. YGUAL, A. y CERVERA, J. Valoración del riesgo de dificultades de aprendizaje de la lectura en niños con trastornos del lenguaje. Revista de Neurología Clínica 2001; 41 (4): 198-205. 35. MONFORT, M. y JUÁREZ, A. Los niños disfásicos. Descripción y Tratamiento. Madrid: CEPE; 1993. 36. SÁNCHEZ-CANO, M. y BANALS, J. La evaluación psicopedagógica. Barcelona: GRAÓ; 2005. 37. GARCÍA-JIMÉNEZ, M. y cols. El pediatra de atención primaria en el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Planteamientos tras un estudio de población. Revista de Neurología 2005; 41 (2): 75-80. BIBLIOGRAFÍA GENERAL: - AGUADO, G. El desarrollo del lenguaje de 0 a 3 años. Madrid: CEPE; 1995. - BENÍTEZ-BURRACO, A. FOXP2: del trastorno específico a la biología molecular del lenguaje. I. Aspectos etiológicos, neuroanatómicos, neurofisiológicos y moleculares. Revista de Neurología 2005; 40 (11): 671-682. - JERNIGAN, T. y BELLUGI, U. Anomalous morphology and magnetic resonance images in Williams syndrome and Down syndrome. Archives of Neurology, 47: 529-533; 1990. - PERALTA, M. y NARBONA, J. Retrasos del desarrollo verbal y problemas de aprendizaje escolar: estudio longitudinal. Bordón 1991; 43: 285-298. - MOLINA, S., SINUÉS, A., DEAÑO, M., PUYUELO, M. y BRUNA, O. El fracaso en el aprendizaje escolar (II). Dificultades específicas de tipo neuropsicológico. Granada: Aljibe; 1998. - NARBONA, J. y CHEVRIE-MULLER, C. El lenguaje del niño. Desarrollo normal, evaluación y trastornos. Barcelona: Masson; 1997. - PLANTE, E. y cols. MRI findings in boys with specific language impaiments. Brain and Lenguage, 41, 6781; 1991. - SOPRANO, A.M. La “hora de juego” lingüística. Buenos Aires: Editorial de la Universidad de Belgrano; 1997.
Compartir