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Instituto Técnico La Falda Lengua y Literatura CUADERNILLO DE ACTIVIDADES Y TEXTOS Segundo año A-B-C 2°A. Prof. Salú Michel, Nadia Contacto: salu.nadia@latecnicalf.com.ar 2°B y C. Prof. Molina, Victoria Contacto: molina.victoria@latecnicalf.com.ar LA LENGUA Y EL AJEDREZ COMO SISTEMAS Relaciones entre el ajedrez y la lengua ¡¡¡No realizar ninguna actividad sin previa indicación del docente!!! CATEGORÍAS GRAMATICALES → Es la clasificación de cada palabra dentro de un texto. NIVELES DE ANÁLISIS Las clases de palabras –llamadas también categorías gramaticales- son agrupaciones o conjuntos que comparten ciertas características morfosintácticas (formas y funciones) y características semánticas (significados) muy generales. Son clases de palabras o categorías gramaticales: el sustantivo, el determinante, el adjetivo, el pronombre, el verbo, el adverbio, la preposición, la conjunción y la interjección. La categoría de los determinantes, los pronombres, las preposiciones, las conjunciones y algunos adverbios forman subconjuntos integrados por un número reducido de componentes y cerrado a la incorporación de nuevas unidades: son las llamadas CLASES GRAMATICALES O CERRADAS; en cambio las llamadas también “llenas” tienen un significado que se puede definir independientemente del discurso en que se usan; constituyen CLASES LÉXICAS O ABIERTAS, es decir, se incrementan constantemente debido a la necesidad, esto es, nuevos descubrimientos, inventos, realidades, ejemplos de ellas son los sustantivos (estatua), los adjetivos (antiguo), la mayor parte de los verbos. Determinantes Pronombres Preposiciones Gramaticales o Cerradas Conjunciones Clasificación Algunos adverbios Sustantivos Clases Léxicas o Abiertas Adjetivos Verbos Adverbios Interjecciones EJERCITACIÓN 1. Considerar, en el siguiente texto, las palabras subrayadas y transcribirlas en la grilla que sigue según sean léxicas o gramaticales: Grenouille, sentado sobre un montón de troncos con las piernas estiradas y la espalda apoyada contra la pared del cobertizo, había cerrado los ojos y estaba inmóvil. No veía, oía ni sentía nada, solo percibía el olor de la leña, que lo envolvía y se encontraba bajo el tejado como bajo una cofia. Aspiraba este olor, se ahogaba en él, se impregnaba de él hasta el último poro… Palabras Léxicas Palabras Gramaticas 2. ¿Qué categoría gramatical es la palabra bajo en las siguientes oraciones?: - Juan no pudo ingresar a la policía, es demasiado bajo. - Cuando bajo las escaleras tengo miedo de resbalarme. - Hablaban demasiado bajo. - Lo encontraron bajo la cama. - Nadie sabe que Antonio vive en el bajo. 2.a. ¿Qué tuvo en cuenta, en cada caso, para responder la pregunta anterior? EL SUSTANTIVO Clasificación Semántica de los Sustantivos Comunes - Contables: Alude a entidades que se pueden contar o enumerar. Son aislables unas de otras. Ej: un cuchillo, tres temas. - No Contables: Designan sustancias o materias. Ej: Azúcar, aceite, oro. No pueden contarse, pero si mediarse; dosificarse o fraccionarse. - Concretos: Hacen referencia a seres que tienen existencia independiente. Ej. sol, casa, hormiga. - Abstractos: Son una clase difícil de delimitar, a tal punto que algunos gramáticos cuestionan su existencia. Consideraremos abstractos a los sustantivos que derivan de adjetivos (libertad, viene de libre; cordura, de cuerdo); y de verbos (expresión de expresar, escritura de escribir). Estos no se clasifican en individuales y colectivos. - Individuales: en singular nombran a un solo ser. Ej: pez, pluma, músico. - Colectivos: Son los que, estando en singular ,designan un conjunto de seres de la misma naturaleza: cardumen, plumaje, orquesta (conjuntos de peces, plumas y músicos, respectivamente). - Cuantificativos: Son los sustantivos que indican cantidad de materia o sustancia (un montón de harina), medidas convencionales (un litro de leche) o cuantifican conjunto de individuos (un grupo de muchachos). Propios Identifican a un ser entre los demás sin informar de sus rasgos o propiedades constitutivas. Ej: San Martín, Rocinante, General Paz. EJERCITACIÓN Subraya los sustantivos del texto que sigue, transcríbalos a la grilla (no tenga en cuenta los repetidos) y clasifíquelos semánticamente mediante una cruz. El género y el número de los sustantivos Caracterización morfológica: Los sustantivos tienen variación de género y de número. 1. El Género Todos los nombres poseen género, con independencia de que se refieran a seres sexuados o no. a. El género de los sustantivos que designan seres sexuados - Sustantivos que indican su género mediante la terminación: Puede lograrse el femenino mediante el cambio de vocal, el agregado de vocal o con terminaciones especiales. Ej.: mono/mona- león/a – gallo/ina- conde/esa - Sustantivos que indican cambio de género mediante el artículo: Son sustantivos de terminación invariable, de modo que con la misma palabra se refieren a una persona de sexo masculino o femenino. Ej.: el/la psiquiatra. También llamados comunes de dos. - Sustantivos que indican cambio de género mediante palabras diferentes: Ej.: yerno-nuera, toro-vaca. - Sustantivos que no indican el sexo del ser nombrado: Nombres como la serpiente *el serpiente, la foca-*el foca. En su mayoría son nombres de animales y la indicación del sexo se hace mediante el agregado de las palabras macho o hembra. Ej.: La serpiente macho. Llamados también epicenos. - b. El género de los sustantivos que designan seres no sexuados Los sustantivos de este tipo tienen género inherente a la palabra, no relacionado con su significado, se determina por razones lingüísticas, históricas, ej: el árbol, la tesis, la plaza. Los sustantivos ambiguos son aquellos que pueden usarse tanto en femenino como en masculino: el/la tilde, el/la azúcar, el/la margen, el/la maratón. Algunos sustantivos,al cambiar de género, cambian de significado: el pendiente (aro), la pendiente (bajada). 2. El Número Puede ser singular o plural. El número indica variación de cantidad en el referente: silla (una) - sillas (más de una). El cambio de una forma singular a otra plural es un cambio morfológico de flexión, sigue varias reglas: a. Sustantivos terminados en vocal 1º. Sustantivos terminados en vocal átona, se agrega –s: bolsa-bolsas, jefe-jefes, tribu- tribus. 2º. Sustantivos terminados en –í o –útónicas, se agrega–es, a pesar de que también se han generalizado los agregados de –s: ají-ajíes-ajís, ombú-ombúes-ombús. Los plurales de las vocales i y u, se forman con –es: íes, úes. 3º. Sustantivos terminados en –a, -e y –o tónicas, se agrega –s, sofá-sofás, bebé-bebés. b. Sustantivos terminados en consonante 1º. Terminados en consonante o en –y, se les agrega –es, ej. calor-calores, buey-bueyes. 2º. Si se trata de sustantivos graves o esdrújulos terminados en –s o–x, el plural no cambia y es el artículo el encargado de señalar género y número: lunes- el/los lunes, análisis-el/los análisis, tórax-el/los tórax. 3º. Si el sustantivo terminado en –s o –x es una palabra aguda o un monosílabo, forma su plural agregando –es: fax-faxes, tos-toses.c. Sustantivos compuestos 1º. Los sustantivos compuestos por otros sustantivos que forman una sola unidad léxica siguen la regla general: telaraña-telarañas, bocacalle-bocacalles, compraventa-compraventas. 2º. Es diferente el caso de aquellos que no se han unido como hombre rana, palabra clave, coche cama,pluralizan solo el primer elemento los que no admiten la paráfrasis A que son B: ej. hombres que son ranas, en este caso el plural es hombres rana; en cambio palabra clave, admite la paráfrasis: palabras que son claves, el plural es: palabras claves. Coches cama (no admite coches que son camas). En el caso de los epicenos, no pluraliza la palabra“macho” o “hembra”: Ej.: cuatro tigres macho, los avestruces hembra. 3º. Los sustantivos compuestos formados por un verbo y un sustantivo, en su mayoría, se usan en plural: quitamanchas, cortaplumas, limpiavidrios, cortapapeles, cumpleaños. d. Otros casos 1º. Los sustantivos terminados en –t o –m –latinismos adaptados- agregan “s”: el hábitat, los hábitats; el déficit, los déficits; el currículum, los currículums. 2º. Hay sustantivos que indican objetos duales que se usan indistintamente en singular o plural: el pantalón-los pantalones, la pinza-las pinzas, 3º. Hay sustantivos que solo tienen forma plural, ej. andurriales, exequias, nupcias, enseres, afueras, alrededores, modales. EJERCITACIÓN 1) Escribir el femenino de los siguientes sustantivos (si desconoce el significado de alguno búsquelo en el diccionario). Anteponer un artículo a ambas formas: Masculino Femenino Masculino Femenino ...el ...barón la baronesa … telefonista … profeta … patriota … buitre … testigo … abad … elefante … gallo … sobrino … actor … peatón … yerno … oculista … toro … compadre … héroe … macho … caballo … tigre … chivo … carnero 2) Escriba los significados de: el cura: la cura: el delta: la delta: el pez: la pez: el capital: la capital: el frente: la frente: el radio: la radio: el doblez: la doblez: el orden: la orden: 3) Escriba los plurales de: - El aguaclara - El tórax dilatado - Un águila blanca - Una avenida transitada - Un hacha filosa - El alma perdida - El ancla levada - El lunes feriado - La albahaca fresca (también albaca) - El ají picante - El álbum familiar - El arte antiguo (es un caso especial: en singular es masculina y en plural es femenino) - La a tónica - El alelí perfumado (también alhelí) 4) Encierre en un círculo los sustantivos que solo tienen forma plural: 5) Señale con (E) a los sustantivos de género epiceno, con (C) los común de dos y con (A) los ambiguos: mosquito margen azúcar tilde tizne suplente araña maratón guitarrista maratonista 6) Subraye los sustantivos que aparecen en el siguiente texto. Luego, clasifíquelos a partir de los criterios semántico y morfológico. Sustantivo Criterio Semántico Criterio Morfológico 7) A partir de las siguientes palabras, forma sustantivos abstractos. Indique, en cada caso, qué categoría gramatical ha sido transformada en sustantivo. 8) Escriba el plural de las siguientes palabras. Justifique, en cada caso, con la regla correspondiente, proceda como en el ejemplo: Singular Plural y Justificación Singular Plural y Justificación café cafés . a3° caso colibrí miércoles ataúd país capataz currículum ombú carné té líder maní atlas cebú tuberculosis compás paréntesis paraguas gris álbum aprendiz sofá diez ciprés miel ítem lunes análisis Los Determinantes Los determinantes son palabras funcionales que se colocan delante del sustantivo y permiten determinar o identificar el elemento del que hablamos.Ej.: *Gato saltó la pared medianera, necesita alguno de los determinantes: el, aquel, tu, algún. Ej. El/Aquel/Tu/Algún gato saltó la pared medianera. Los determinantes de la misma manera que los adjetivos acompañan al sustantivo pero con propósitos diferentes. Se usan para que el ser nombrado por el sustantivo sea, por ej: identificado con precisión: la silla (hablante y oyente saben de qué silla se trata); señalado: aquella silla; identificado como perteneciente a alguien: tu silla; cuantificado: dos sillas; identificado sin precisión: otra silla, etc. Son determinantes: Artículos el libro, la anciana, un jardín, una bicicleta Clases Transversales Demostrativos este problema, aquella Iglesia, esos caminos Posesivos Mi primo, su casa, tu hijo, nuestro pasado Cuantificadores prenominales tres cuentos, varios poemas, todos los días. Relativos, interrogativos, exclamativos … cuyo dueño. ¿Qué día? ¡Qué calor! El Artículo El artículo es un determinante que sirve para delimitar la extensión significativa del grupo nominal del que forma parte y que ayuda, por tanto, a presentar su referente o a identificarlo en el contexto. Clasificación semántica del artículo a) El indeterminado o indefinido: se usa para presentar entidades nuevas en el discurso: Hoy he recibido una carta (no hay noticia previa de ella). b) El determinado o definido: permite hacer referencia a una entidad que se supone identificable por el oyente: Hoy he recibido la carta. El artículo neutro lo se usa delante de los adjetivos a los que recategoriza en sustantivos abstractos: lo nuevo (las cosas nuevas). Determinado Indeterminado Singular Masculino el (el árbol) un (un árbol) Femenino la (planta) una (una planta) Neutro lo (lo bueno) --------------------------- Plural Masculino los (los árboles) unos (unos árboles) Femenino las (las plantas) unas (unas plantas) Contracciones Articulares Cuando en un grupo preposicional se encuentran las preposiciones de con el artículo el, se producen las formas contractas o contracciones articulares: al y del. EJERCITACIÓN 1) Escriba el artículo determinado correspondiente a cada sustantivo y explicite el género: 2) Redacte una oración en la que emplee el artículo neutro para sustantivar los siguientes adjetivos: Frágil Blanco Frío 3) Lean las siguientes oraciones y subrayen todas las categorías gramaticales que han sido sustantivadas. Explicite, en cada caso, qué clase de palabra es la que ha sufrido dicho proceso. - Los vencidos destrozaron el perímetro tras su penoso fracaso. - El pausado caminar de aquellos hombres impresionó a los pequeños. - El mal que tenía Antonia era un misterio para los médicos. - Nunca he comprendido el errar de los vagabundos. 4) Escriba en cada línea de puntos el artículo correspondiente a cada sustantivo: a. …………… agua del manantial está muy fría. b. Compramos ……………….. hacha en la ferretería. c. ………………. aula multimedia está inutilizada. d. En las playas de la costa Argentina, …………… calor es insoportable. e. ……… aguas del río bajan revueltas. f. ………… arpa se encuentra abandonada en el desván. g. Los estudios sobre …………… alma son numerosos. h. Era muy notable ………… astucia de Pedro. 5) Coloque el artículo definido (el, la, los, las) cuando sea necesario. 6) Complete los siguientes enunciados con diferentes cuantificadores: 7) Subraye los cuantificadores: El Adjetivo Usaremos el término adjetivo en sentido restrictivo, esto es excluyendo a los determinativos. Los adjetivos son palabras léxicas. Clasificación semántica a. Calificativos: permiten identificar mejor lo que se nombra (sustantivo) mediante la indicación de rasgos. Denotan propiedades o cualidades. Ej: árbol frondoso. Los participios verbales funcionan como adjetivos calificativos, ej. Hielo derretido (del verbo derretir). b. Relacionales o clasificadores: relacionan el objeto nombrado con cierto campo oclase de objetos (clasificar). Derivan de sustantivos como sugiere la formula léxico-gráfica de los diccionarios“perteneciente o relativo a”. c. Adverbiales:expresan nociones temporales, espaciales o modales, función propia de los adverbios. Ej. Lugar cercano. Publicación trimestral. EJERCITACIÓN Identifique los adjetivos calificativos que aparecen en el siguiente texto: La catedral es fina, frágil y sensitiva. La dañan los vendavales, las sequedades ardorosas, las lluvias, las nieves; las piezas arenosas van deshaciéndose poco a poco; los recios pilares se van desviando; las goteras aran en los muros huellas hondas y comen la argamasa que une los sillares. Adverbios El adverbio complementa, modifica, define o precisa el significado del verbo, del adjetivo o de otro adverbio. Ejemplos: Ella vive lejos. Él es muy goloso. Llegó demasiado tarde. Son palabras invariables, que no se flexionan ni en género ni en número, y existen diferentes grupos de adverbios según su significado. Les presentamos los más importantes: Caracterización morfológica El adverbio es una palabra invariable, se caracteriza por la ausencia de flexión (género, número, modo, tiempo, persona). Algunos admiten derivación por medio de sufijos: cerquita, lejazo, ahicito (propios de variantes regionales de la lengua), tienen una significación emotiva. Igualmente algunos admiten grados de significación: comparativo ....más cerca que…. o superlativo con sufijo -ísimo: lejísimo. Los adverbios terminados en -mente son de origen adjetival, se integran con el adjetivo calificativo: ampliamente, limpiamente, civilizadamente, primeramente, últimamente. EJERCITACIÓN 1) Investiguen… ¿Llevan tilde los adverbios terminados en -mente? 2) Escribe dos oraciones con cada uno de los siguientes adverbios: aquí, allí, alrededor, arriba, delante, allá, enfrente, detrás, arriba, cerca. 3) Identifica y clasifica los adverbios de las siguientes oraciones: Juan llegó pronto y tuvo que esperar fuera. Jamás te dejarán entrar allí. La liebre es muy rápida, la tortuga es más lenta. Posiblemente hoy haga más frío que ayer. ¿Todavía no has estudiado? Vas a suspender el examen. También estarán mis tíos. Háblame más despacio. Sí, lo he hecho yo. Tal vez decida pasar por allí. Trabaja lejos de la ciudad. 4) Escribe oraciones utilizando el adverbio indicado: Adverbio de afirmación Adverbio de negación Adverbio de duda Adverbio de cantidad 5) Subraya los adverbios y señala con una flecha la palabra a la que complementan: El profesor habla pausadamente. Eres demasiado exigente. Yo ando deprisa. Te gusta mucho la sal. 6) Analiza las palabras que están en negrita especificando a qué clase de adverbio pertenecen. Una larga caminata. Hoy hemos salido al campo. Quisimos llegar a un río que estaba bastante lejos. Al principio íbamos deprisa, pero enseguida aminoramos la marcha. Yo casi estaba a punto de parar, y Pedro también. Pero no lo hicimos. Quizás nos mantuvo la ilusión de bañarnos. 7) Inventa una breve historia utilizando al menos diez adverbios. 8) Observa como se ha analizado el adverbio. 9) Relaciona cada uno de estos adverbios con la frecuencia que expresan: Frecuentemente Todos los días Jamás Una vez al mes Raramente Dos veces por semana Diariamente Cada cinco meses Mensualmente Nunca 10) Escribe V si es verdadero y F si es falso. Si la oración es falsa, explica cómo sería correcta. 11) Sopa de letras. Busca en todas las direcciones doce adverbios de diferentes clases: 12) Sustituye las palabras subrayadas por adverbios. No deben cambiar el significado de la frase. Llegó a la meta con rapidez. Me gusta vivir con tranquilidad. Hicieron el viaje de regreso muy bien. 13) a. Leé atentamente el siguiente texto: ¡Llegó la hora! Llegaron a ese pueblo apenas se habían casado. Él era maestro de música, de buen carácter y muy extrovertido. Rápidamente se integró y empezó a amenizar todas las reuniones con su guitarra. Ella era retraída, tímida y con escasa salud; casi no podía acompañarlo. El tiempo ahondó las diferencias y, finalmente, se separaron. Ella partió triste hacia la casa de su madre. Fueron juntos a la estación, pero no cruzaron ni una palabra. Cuando el ómnibus se alejaba, una mirada desde la ventanilla con los ojos llenos de lágrimas, fue la única expresión de afecto. b. Subraya los adverbios que encuentres y luego clasifícalos. 14) a. Lee atentamente el siguiente texto: - Abuelo, ¿qué estás leyendo ahora? - Un libro muy interesante que compré ayer. Cuenta la vida de un monarca, un personaje que jamás pronunció discursos, nunca conquistó tierras y siempre condenó a quienes maltrataban a los esclavos. - Abuelo, ¿por qué el mundo todavía lo recuerda? - Porque era bueno. - Abuelo, ¿por qué algunos viven signados por la mala suerte y otros parecen tocados por la varita mágica? - A nuestro alrededor ocurren cosas que no nos podemos explicar. Algunos las atribuyen a la casualidad, otros buscan infatigablemente las causas. - Y vos, abuelo… ¿qué pensas? - Mmm… que tengo un nieto muy preguntón. b. Busca en el texto las respuestas y trascribilas. ¿Cuándo compró el libro el abuelo? ¿Cuándo pronunció discursos el monarca del cuento? ¿Cuándo conquistó tierras? ¿Cuándo condenó a los que maltrataban a los esclavos? c. ¿A qué categoría gramatical pertenecen estas palabras? ¿Cómo podrían clasificarlas? d. Contá algo que te haya sucedido. Utiliza los adverbios de tiempo. Pronombres El pronombre pertenece a la clase de palabras denominadas gramaticales o funcionales, porque tienen significado ocasional, que varía según la situación comunicativa o el contexto lingüístico en que se usan. Ej.: ¿Puedo elegir el premio? Entonces me quedo con este. De los cachorros, prefiero este. Si tengo que elegir a alguno de mis sobrinos, me quedo con este. El pronombre este, en el primer caso significa premio; en el segundo, cachorro y en el tercero, sobrino. En estos casos la significación depende de lo que se ha estado hablando anteriormente, es decir, se refieren a sustantivos que ya han sido nombrados. Caracterización semántica Los pronombres son palabras de referente ocasional cuyos significados dependen del hilo del discurso o de las personas que intervienen. Clasificación: a. Personales b. Demostrativos c. Posesivos d. Numerales e. Indefinidos f. Relativos g. Interrogativos, exclamativos a. Pronombres personales: Se caracterizan por nombrar a las personas que intervienen en el discurso. Pueden variar en género y número, sin embargo la mayoría son invariables en cuanto al género. Excepciones: él, nosotros, vosotros, ellos que tienen forma femenina. b. Pronombres demostrativos: Indican ubicación y distancia de los objetos y las personas respecto de los hablantes. Ejemplos: Esto no me gusta. (Únicamente la situación comunicativa puede aclarar qué es esto) Su lejana infancia fue tristísima, eso le modificó su personalidad. (“eso” = lo dicho anteriormente: Su lejana infancia fue tristísima) c. Pronombres posesivos: Nombran seres o cosas, indicando posesión o pertenencia. Persona Singular Plural Primera persona mío, mía, míos, mías nuestro, nuestra, nuestros, nuestras Segunda persona tuyo, tuya, tuyos, tuyas vuestro, vuestra, vuestros, vuestras Tercera persona suyo, suya, suyos, suyas suyo, suya, suyos, suyas Ejemplos: El mío es rojo y el suyo es azul. Lo nuestro es complicado. d. Pronombres numerales: Son los que señalan personas o cosas indicando de manera precisa y determinada su cantidad. Cardinales Informan de una cantidad exacta Quiero cuatro. Ordinales Informan del orden de colocación Quiero el cuarto.Partitivos Informan de particiones de las unidad Quiero la mitad. Multiplicativos Informan de múltiplos Quiero el doble. e. Pronombres indefinidos: Son los que señalan personas o cosas de manera vaga, imprecisa, indeterminada. Algunos de ellos son: Ejemplos: Alguien llamó por teléfono. No encontraron nada. El documento fue falsificado por alguien. f. Pronombres relativos: Los pronombres relativos son los que reemplazan a un nombre o pronombre que funciona como antecedente, es decir, a algo o alguien que ya ha sido nombrado en el discurso. Actúan como palabras de enlace entre una oración principal y una subordinada adjetiva. Ellos son: g. Pronombres interrogativos, exclamativos: Remiten a aquello que es objeto de una interrogación o exclamación. Introducen oraciones interrogativas o exclamativas que requieren una respuesta por parte del interlocutor. Estos son: ¿? Interrogativos ¡! Exclamativos ¿Qué? ¡Qué! ¿Quién? ¡Quién! ¿Cuál? ------------------------------ ¿Cuándo? ¡Cuándo! ¿Cuánto? ¡Cuánto! ¿Cómo? ¡Cómo! ¿Dónde? ¡Dónde! EJERCITACIÓN 1) Realiza las siguientes actividades: 2) Completa las preguntas con un pronombre interrogativo y las respuestas con un pronombre indefinido: 3) Completa estas oraciones con pronombres relativos: 4) ¿Cuál es el pronombre? Marcar los pronombres que encuentres con un círculo y, luego clasificarlos. No me gustan las cosas tristes. Pon eso en otra parte. La casa vieja no es nuestra. Alguien ha robado mis llaves. Hacen falta once para el equipo. La nieve que cae es buena para el campo. ¿A quién le falta entregar el examen? Para ti no hay gente mala. ¿Había tantos en esa caja? ¡Cuánto han estropeado las palomas! La han llevado para el salón. Esos lápices y gomas son míos. Sobre aquello no hemos hablado aún. Todos sabían la historia de Jacob. 5) Marquen en el siguiente texto todos los pronombres que encuentren y busquen a qué sustantivos hacen referencia. Luego, transcriban los pronombres en su carpeta y clasifíquenlos. “Testamento ológrafo”. Mario Benedetti 6) Reconozcan los pronombres y clasifíquenlos en los carpeta: Texto I Texto II Nos habíamos desafiado a la muerte; la partida sería en la biblioteca y con varios espectadores. Cuando repartimos las fichas en el tablero, le dije: - Las tuyas con las negras y las mías, las blancas. Estábamos tan ensimismados que no nos dimos cuenta de que alguien entraba. Todos permanecimos en silencio hasta que el recién llegado preguntó: - ¿Cuáles son mis libros? - Aquellos y cállate. - ¿Llevo tres o cuatro? - Únicamente llevá los tuyos. 7) Señala los pronombres en las siguientes oraciones: 8) Distingue entre determinantes y pronombres: 9) Rodea los pronombres indefinidos que hay en estas oraciones: 10) ¿Reconoces la siguiente canción? Debemos subrayar los pronombres y luego clasificarlos. También debemos marcar con un círculo los determinantes. Recuerda que unos sustituyen al nombre, mientras que los otros lo acompañan. 11) a. Leé atentamente: Todos los viernes la señorita Marta elegía una buena película para sus alumnos y para el lunes, de tarea, tenían que escribir un texto alusivo a la película. Veamos que escribió Matías de la última película: La señorita Marta le devolvió su relato y le pidió que lo rescribiera y que evitara las repeticiones. Veamos cómo corrigió Matias su texto: b. ¿Con qué palabras reemplazó Matias las que estaban repetidas? ¿A qué categoría gramatical pertenecen? 12) a. Leé atentamente el siguiente texto: Ernesto y Joaquín eran hijos de Doña Filomena. Cuando ella murió, quedaron bajo la tutela del patrón, un viejo gallego, para quien Filomena había trabajado muchos años. Al morir esta, don Manuel se apiadó de ellos y terminó de criarlos. Era un viejo rudo, pero de buen corazón, y aunque, a veces, los trataba con rigor, no les dejaba faltar nada. A pesar de que tenían que trabajar mucho limpiando los corrales, podando árboles o cortando leña, ellos siempre encontraban la oportunidad para jugar y hacer travesuras. Ambos aprovecharon la siesta de don Manuel para bañarse en el río, atrapar iguanas o entrampar pajaritos. Si alguna vez el viejo los sorprendía, los dos se las ingeniaban para hacerle creer que habían bajado a buscar el nido de alguna gallina mañera. Y él, para hacerles creer que les creía. b. Extraé los términos que reemplazan a: Los hermanos Filomena don Manuel c. ¿A qué categoría gramatical pertenecen cada uno de estos términos? 13) a. Leé atentamente el siguiente texto: Hebe y Eulalia son hijas de don Manuel. Hebe y Eulalia viven al pie de la montaña, en una casita precaria. Hebe y Eulalia andan siempre juntas y se protegen mutuamente. Hebe es alta y morena, Eulalia es más menuda y rubia. Hebe y Eulalia son muy bonitas. b. Rescribí el texto evitando las repeticiones. c. Extraé los términos con los que reemplazaste las repeticiones. Verbo El verbo, por su significado, es una clase de palabra que expresa eventos o situaciones, esto es, acciones, sentimientos, estados o procesos. Por ejemplo: Expresa acción Marcos y Paula bailan merengue Expresa sentimiento Yo quiero mucho a mis amigos Expresa estado Ese nene tiene un miedo impresionante Expresa proceso Tu helecho crece rapidísimo Cuando conjugamos o flexionamos un verbo, este puede tomar diferentes formas, debido a las variaciones que sufre para expresar sus accidentes de número, persona, tiempo y modo. Estos accidentes, que se añaden a la raíz, forman la desinencia del verbo, es decir, “su final”. Por ejemplo: Veamos en detalle esta información que se guarda en los verbos: - La persona y el número: estas categorías indican quién o qué realiza la acción o el proceso, o experimenta el estado. En nuestra lengua, el sujeto no es obligatorio: se puede decir el lector navega o bien Navega, ya que la desinencia final del verbo señala que quien realiza la acción es algún referente presente en el texto en tercera persona singular. - Tiempo verbal: permite situar las acciones, procesos o estados en un momento específico. No sólo se puede expresar si un hecho sucede en el pasado, en el presente o en el futuro; además, se pueden indicar matices dentro de esos tiempos. Por ejemplo: el pretérito pluscuamperfecto (había leído) se refiere a una acción en un pasado anterior al momento que expresa el pretérito perfecto (escribió): George Martin ya había leído Los reyes malditos cuando escribió Juego de tronos. Existen tiempos simples formados por una sola palabra: escribo, leería, prometió, y tiempos compuestos he escrito, habría leído, hubo prometido. - Modo verbal: indica una relación específica entre el hablante y el contenido de su mensaje o su interlocutor, es decir que es un recurso de la lengua para expresar la actitud o intencionalidad sobre lo que decimos. Así, podemos presentar una situación como real o posible, como un deseo, un mandato o un ruego, etcétera. En nuestra lengua existen tres modos: Ejercitación FORMAS CONJUGADAS Y NO CONJUGADAS DEL VERBO El verbo se presenta en dos formas: ● Formas no conjugadas (verboides): -Infinitivo: Los verbos terminados en AR - ER- IR. Ejemplo: Hablar, perder, sentir. -Gerundio: Los verbos terminados en ANDO- ENDO. Ejemplo: Hablando, perdiendo, sintiendo. -Participio: Los verbos terminados, normalmente, en ADO- IDO. Ejemplo: Hablado, perdido, sentido. ● Formas Conjugadas: Poseen accidentes gramaticales: modo, tiempo, persona y número; entre otros. Ejemplo: Hablé: Modo indicativo, Tiempo: pretérito perfecto simple, 1° persona, singular. EJERCITACIÓN Identifica que formaposee cada verbo de la lista y busca sus otras formas: Ejemplo: Caminé: forma conjugada Infinitivo: Caminar Gerundio: caminando Participio: caminado. Estudiamos, Hablando, muerto, dormido, pensando, comprendiste, revolver, dirigiendo, supe, dicho, alumbraría, cantando, robar, durado, pesaba, pintamos, lloviendo, aclamar, mirado. (En el caso de las formas conjugadas, elige la persona y el tiempo que más te guste) Tiempos compuestos Los tiempos compuestos se forman por dos verbos, uno conjugado, llamado verbo auxiliar “HABER”, más un verbo en participio que contiene el significado total. VERBO HABER (AUXILIAR) + VERBO EN PARTICIPIO= FRASE VERBAL CON UN ÚNICO SENTIDO HABÍA + ESCUCHADO= HABÍA ESCUCHADO. EJERCITACIÓN Conjuga en todas las personas en pretérito pluscuamperfecto, y condicional compuesto los siguientes verbos: *Disparar, conocer, impedir Perífrasis verbal / Frase verbal Es la combinación de un verbo conjugado con uno no conjugado (infinitivo, participio, gerundio). El verbo auxiliar pierde por completo el sentido. Las perífrasis en infinitivo se enfocan hacia el futuro. Ejemplo: Voy a salir. Las perífrasis en participio se enfocan en el pasado. Ejemplo: Dejé dicho. Las perífrasis en gerundio se enfocan en el presente. Ejemplo: Estoy escribiendo. EJERCITACIÓN Complete los espacios en blanco con perífrasis verbales: a- ¿De dónde venís? - Del oculista. - ¿Y qué tenes? - Cataratas. - ¿Te las ……………………………………….. (operar)? - No si les ……………………………………………..(hacer) promoción turística. b- Mi amigo la operación ……………………… (costar) 100.000 pesos- le………………………………. (decir) el médico al paciente. - ¡Pero doctor, yo no tengo más que 20.000! ¿Qué…………………………………. (hacer)? - Por ese precio le ………………………………. (retocar) la radiografía. ANÁLISIS SINTÁCTICO ORACIÓN SIMPLE Ordene las siguientes palabras en una secuencia que tenga sentido: Niños/del/los/derecho/mundo/la/a/todos/educación/tienen …………………………………………………………………………………………………………… ……………………………. La oración es una unidad mínima de habla con significado completo, independencia sintáctica y entonación propia. Las oraciones Unimembres NO pueden separarse en sujeto y predicado. Las oraciones Bimembres SÍ pueden separarse en sujeto y predicado. EJERCITACIÓN Lea el siguiente texto: “Mercurio transita por el signo. Buen momento para los negocios. La intuición es la mejor aliada. Conflictos en la relación amorosa. No provoque situaciones difíciles de manejar. Extraña aparición de un personaje del pasado. La irresponsabilidad de un amigo lo sorprende. Cuide su aparato digestivo. Consulté al médico.” a- Encierre entre corchetes cada oración. b- Indique cuántas oraciones son en total. c- Indique cuántas son bimembres y cuántas unimembres. Separe el sujeto del predicado. Indique si la oración es bimembre o unimembre. Marque los modificadores del sujeto: 1) Renunció el Ministro de Economía y Finanzas. 2) La Policía Federal realizó un espectacular operativo antidroga. 3) Talleres triunfó en el estadio Kempes. 4) El FMI, Fondo Monetario Internacional, anunció nuevas medidas. 5) La bolsa de valores, MERVAL, retrocedió un 10%. 6) Ayer la lluvia cayó lentamente sobre el valle de Punilla. 7) El célebre filósofo de la cultura griega, Sócrates, murió por defender la verdad. 8) Mentiras y verdades juegan con nosotros permanentemente. 9) Cayeron muchas piedras de la tormenta. 10) Sebastián, Alex y Viviana, como los tres mosqueteros, escaparon para salvar a Benjamín. 11) Yo creo en tus palabras. 12) Robaron un banco, un montón de bandidos unidos, el sábado por la noche. 13) Escuché toda la noche el nuevo tema. 14) Reabrieron los bares de Provincia de Buenos Aires. 15) Atraparon al ladrón de robos de garrafas. 16) Mi primo, Jacinto, y su perro, Anakin, vinieron a visitarme. Separe el sujeto del predicado. Indique si la oración es bimembre o unimembre. Marque los modificadores del sujeto y del predicado. 1) Clausuraron 17 bares el viernes pasado. 2) Rescataron del río Suquía a un hombre joven. 3) Nuevos recursos fueron asegurados por el Ministro de Educación. 4) Los comerciantes textiles están alarmados por la situación. 5) El Intendente respondió tranquilamente las preguntas. 6) El asesino del sacerdote fue detenido por la policía. 7) Un joven de poca edad murió esta mañana a las 6 am. 8) En el patio, la sombra del árbol protege a los niños de los rayos del sol. 9) La ley de flexibilización laboral es resistida por los trabajadores. 10) Ayer, Raúl, el señor de la despensa, regaló huevitos de chocolate para los niños. 11) Esa noche, sus ojos, como dos témpanos de hielo, provocaban en el espíritu de Juan la sensación más hermosa. 12) Los poetas de mucha imaginación los escriben apasionadamente para sus lectores. 13) La luz del amanecer ilumina las calles desiertas de la ciudad. 14) En el puerto comienza el agitado quehacer de los pescadores. 15) Boca le cortó la racha a San Lorenzo. 16) Iniciarán indagatorias por el caso María Soledad. 17) Vencen el lunes las facturas del agua. 18) El costo de vida creció en abril un 3 por ciento. 19) Para triunfar en la vida, debía cumplir muchos sueños. 20) El combate contra la corrupción es verbal. 21) Belgrano festejó por un peleado empate. 22) ¿Viajamos a la Polinesia? 23) El suelo parece dañado. 24) Había dormido muchísimo por tomar tranquilizantes. 25) Decidimos desayunar en la cocina como pequeños niños. 26) Todos aprendimos y corregimos los errores en la evaluación. 27) Avanzan tareas en el ámbito legislativo. 28) Tres médicos argentinos están aislados en Tailandia por la pandemia. 29) Firman convenios para saldar viejas deudas. 30) La nena los ve en el canal Paka Paka. Oración Compuesta Oración Compuesta por Coordinación Las oraciones que son miembros de una compuesta suelen distinguirse con el nombre de Proposición. Proposición según la define Ofelia Kovacci “es una unidad mínima de sentido, sin autonomía sintáctica”. → Usaremos signos convencionales para separar oraciones: corchetes [ ]; las interiores coordinadas las delimitamos con paréntesis ( ), el nexo queda afuera. Ejemplo: [(A Virginia la sacude un inesperado estremecimiento) pero (sigue escuchando la conversación)] Coordinada adversativa → En las oraciones yuxtapuestas la coordinación se realiza sin coordinantes. Las proposiciones se separan por medio de signos de puntuación (coma, punto y coma) que marcan las pausas fónicas del contexto. Por ejemplo: (El sol caía perpendicular); (la calle estaba desierta); (la iglesia parecía derretirse en el blanco de sus muros.) Ejercitación: 1) Analizar las siguientes oraciones compuestas coordinadas: a. Saludó a su madre y miró al tren sin mirar atrás. b. Unos acudieron a la manifestación, otros se ausentaron de sus trabajos. c. Interrumpe en todas las sesiones u obstaculiza en los debates. d. Aparece en las noches de luna llena aunque nadie lo ha visto. e. Todos los vecinos habían presenciado el accidente sin embargo ninguno quería declarar en el juicio. f. Fuimos tarde al teatro; la representación ya había empezado. g. Relató pausadamente lo sucedido e implicó a las autoridades municipales. h. O te decides pronto o nos vamos sin ti. i. Es un libro corto pero muy interesante. j. Don Bruno levanta los ojos de los papeles, una luz extraña entra por la ventana. k. Uno corría, otro pegaba, otros tiraban sillas; la sala era un campo de batalla. l. Me encanta hacer deporte pero tengo poco tiempo libre. m. Se lo habrían llevado las hormigas o lo comería algún animal. n. La imprudencia era grande pero aquel general tuvo suerte. o. Las olas se retiraban antes de estrellarse en las rompientes con un receloso murmullo de aguas puestas a hervir; la luz del soliba palideciendo en el aire; en la montaña se arremolinaban vapores sombríos; el vaho de la tierra sofocaba como el aliento de un horno. p. Aceptará su fallo u opondrá su defensa. 2) Clasifiquen las oraciones del siguiente párrafo como simples o compuestas; en el segundo caso, especifiquen de qué tipo de proposición coordinativa se trata: 3) Separen las oraciones con corchetes [ ] y a las proposiciones con paréntesis ( ). Luego, analicenlas. El fuego avanza sobre los sembradíos, los bomberos trabajan incansablemente para detenerlo y los moradores de la zona los ayudan poniendo voluntad y esfuerzo; pero, hasta el momento, la situación no ha sido controlada. Las llamas siguen devorando campos y los pobladores están ya muy alarmados; sin embargo el personal de seguridad tratará de extinguirlas antes del amanecer, o las contendrá pera evitar mayores pérdidas. Las agrupaciones agrarias pedirán subsidios al Municipio para siembra y afrontar gastos. ANTOLOGÍA - El Crimen Casi Perfecto. Roberto Arlt - El Gato Negro. Edgar Allan Poe - El Libro. Sylvia Iparraguirre - La Pelota. Felisberto Hernández - La Venganza. Ana Rosa Llobet - El Libro de los Pecados, los Vicios y las Virtudes. Ana María Shua (La Flor del Irupé. Cómo cayeron las estatuas de Rapa Nui. El más glotón) - La Mala Memoria. André Breton - Traspaso de los Sueños. Ramón Gómez de la Serra - El Alumno Nuevo. Pablo De Santis El crimen casi perfecto Roberto Arlt La coartada de los tres hermanos de la suicida fue verificada. Ellos no habían mentido. El mayor, Juan, permaneció desde las cinco de la tarde hasta las doce de la noche (la señora Stevens se suicidó entre las siete y las diez de la noche) detenido en una comisaría por su participación imprudente en una accidente de tránsito. El segundo hermano, Esteban, se encontraba en el pueblo de Lister desde las seis de la tarde de aquel día hasta las nueve del si guiente, y, en cuanto al tercero, el doc - tor Pablo, no se había apartado ni un momento del laboratorio de análisis de leche de la Erpa Cía., donde estaba adjunto a la sección de dosificación de mantecas en las cremas. Lo más curioso del caso es que aquel día los tres hermanos almorzaron con la suicida para festejar su cumpleaños y ella, a su vez, en ningún momento dejó de traslucir su intención funesta. Comieron todos alegremente; luego, a las dos de la tarde, los hombres se retiraron. Sus declaraciones coincidían en un todo con las de la antigua doméstica que servía hacía muchos años a la señora Stevens. Esta mujer, que dormía afuera del departamento, a las siete de la tarde se retiró a su casa. La última orden que recibió de la señora Stevens fue que le enviara con el portero un diario de la tarde. La criada se marchó; a las siete y diez el portero le entregó a la señora Stevens el diario pedido y el proceso de acción que esta siguió antes de matarse se presume lógicamente así: la propietaria revisó las adiciones en las libretas donde llevaba anotadas las entradas y salidas de su contabilidad doméstica, porque las libretas se encontraban sobre la mesa del comedor con algunos gastos del día subrayados; luego se sirvió un vaso de agua con whisky, y en esta mezcla arrojó aproximadamente medio gramo de cianuro de potasio. A continuación se puso a leer el dia rio, bebió el veneno, y al sentirse morir trató de ponerse de pie y cayó sobre la alfombra. El pe rió- di co fue hallado entre sus dedos tremendamente contraídos. Tal era la primera hipótesis que se desprendía del conjunto de cosas ordenadas pacíficamente en el interior del departamento pero, como se puede apreciar, este proceso de suicidio está cargado de absurdos psicológicos. Ninguno de los funcionarios que intervinimos en la investigación podíamos aceptar congruentemente que la señora Stevens se hubiese suicidado. Sin embargo, únicamente la señora Stevens podía haber echado el cianuro en el vaso. El whisky no contenía veneno. El agua que se agregó al whisky también era pura. Podía presumirse que el veneno había sido depositado en el fondo o las paredes de la copa, pero el vaso utilizado por la suicida había sido retirado de un anaquel donde se hallaba una docena de vasos del mismo estilo; de manera que el presunto asesino no podía saber si la señora Stevens iba a utilizar este o aquél. La oficina policial de química nos informó que ninguno de los vasos contenía ve ne - no adherido a sus paredes. El asunto no era fácil. Las primeras pruebas, pruebas mecánicas como las llamaba yo, nos inclinaban a aceptar que la viuda se había quitado la vida por su propia mano, pero la evidencia de que ella estaba distraída leyendo un periódico cuando la sorprendió la muerte transformaba en disparatada la prueba mecánica del suicidio. Tal era la situación técnica del caso cuando yo fui designado por mis superiores para continuar ocupándome de él. En cuanto a los informes de nuestro gabinete de análisis, no cabían dudas. Únicamente en el vaso, donde la señora Stevens había bebido, se encontraba veneno. El agua y el whisky de las botellas eran completamente inofensivos. Por otra parte, la declaración del portero era terminante; nadie había visitado a la señora Stevens después de que él le alcanzó el periódico; de manera que si yo, después de algunas investigaciones superficiales, hubiera cerrado el sumario informando de un suicidio comprobado, mis superiores no hubiesen podido objetar palabra. Sin embargo, para mí cerrar el sumario significaba confesarme fracasado. La señora Stevens había sido asesinada y había un indicio que lo comprobaba: ¿dónde se hallaba el envase que contenía el veneno antes de que ella lo arrojara en su bebida? Por más que nosotros revisáramos el departamento, no nos fue posible descubrir la caja, el sobre o el frasco que contuvo el tóxico. Aquel in - di cio resultaba extraordinariamente sugestivo. Además había otro: los hermanos de la muerta eran tres bribones. Los tres, en menos de diez años, habían despilfarrado los bienes que heredaron de sus padres. Actualmente sus medios de vida no eran del todo satisfactorios. Juan trabajaba como ayudante de un procurador especializado en divorcios. Su conducta resultó más de una vez sospechosa y lindante con la presunción de un chantaje. Esteban era corredor de seguros y había asegurado a su hermana en una gruesa suma a su favor; en cuanto a Pablo, trabajaba de veterinario, pero estaba descalificado por la Justicia e inhabilitado para ejercer su profesión, convicto de haber dopado caballos. Para no morirse de hambre ingresó en la industria lechera y se ocupaba de los análisis. Tales eran los hermanos de la señora Stevens. En cuanto a esta, había enviudado tres veces. El día del «suicidio» cumplió 68 años; pero era una mujer extraordinariamente conservada, gruesa, robusta, enérgica, con el cabello totalmente renegrido. Podía aspirar a casarse una cuarta vez y manejaba su casa alegremente y con puño duro. Aficionada a los placeres de la mesa, su despensa estaba provista de vinos y comestibles, y no cabe duda de que sin aquel «accidente» la viuda hubiera vivido cien años. Suponer que una mujer de ese ca rácter era capaz de suicidarse, es desconocer la naturaleza humana. Su muerte beneficiaba a cada uno de los tres hermanos con doscientos treinta mil pesos. La criada de la muerta era una mujer casi estúpida y utilizada por aquélla en las labores groseras de la casa. Ahora estaba prácticamente aterrorizada al verse engranada en un procedimiento judicial. El cadáver fue descubierto por el portero y la sirvienta a las siete de la mañana, hora en que esta, no pudiendo abrir la puerta porque las hojas estaban aseguradas por dentro con cadenas de acero, llamó en su auxilio al encargado de la casa. A las once de la mañana, como creo haber dicho anteriormente, estaban en nuestro poder los informesdel laboratorio de análisis, a las tres de la tarde abandonaba yo la habitación donde quedaba detenida la sirvienta, con una idea brincando en mi ima ginación: ¿y si alguien había entrado en el departamento de la viuda rompiendo un vidrio de la ventana y colocando otro después que volcó el veneno en el vaso? Era una fantasía de novela policial, pero convenía verificar la hipótesis. Salí decepcionado del departamento. Mi conjetura era absolutamente disparatada: la masilla solidificada no revelaba mudanza alguna. Eché a caminar sin prisa. El «suicidio» de la señora Stevens me preocupaba (diré una enormidad) no policialmente, sino deportivamente. Yo estaba en presencia de un asesino sagacísimo, posiblemente uno de los tres hermanos que había utilizado un recurso simple y complicado, pero imposible de presumir en la nitidez de aquel vacío. Absorbido en mis cavilaciones, entré en un café, y tan identificado estaba en mis conjeturas, que yo, que nunca bebo bebidas alcohólicas, automáticamente pedí un whisky. ¿Cuánto tiempo permaneció el whisky servido frente a mis ojos? No lo sé; pero de pronto mis ojos vieron el vaso de whisky, la ga rra fa de agua y un plato con trozos de hielo. Atónito quedé mirando el conjunto aquel. De pronto una idea alumbró mi curiosidad, llamé al camarero, le pague la bebida que no había tomado, subí apresuradamente a un automóvil y me dirigí a la casa de la sirvienta. Una hipótesis daba grandes saltos en mi cerebro. Entré en la habitación donde estaba detenida, me senté frente a ella y le dije: —Míreme bien y fíjese en lo que me va a contestar: la señora Stevens, ¿tomaba el whisky con hielo o sin hielo? —Con hielo, señor. —¿Dónde compraba el hielo? —No lo compraba, señor. En casa había una heladera pequeña que lo fabricaba en pancitos —y la criada casi iluminada prosiguió, a pesar de su estupidez—. Ahora que me acuerdo, la heladera, hasta ayer, que vino el señor Pablo, estaba descompuesta. Él se encargó de arreglarla en un momento. Una hora después nos encontrábamos en el departamento de la suicida con el químico de nuestra oficina de análisis, el técnico retiró el agua que se encontraba en el depósito congelador de la heladera y varios pancitos de hielo. El químico inició la operación destinada a revelar la presencia del tó xi co, y a los pocos minutos pudo manifestar nos: —El agua está envenenada y los panes de este hielo están fabricados con agua envenenada. Nos miramos jubilosamente. El misterio estaba desentrañado. Ahora era un juego reconstruir el crimen. El doctor Pablo, al reparar el fusible de la heladera (defecto que localizó el técnico) arrojó en el depósito congelador una cantidad de cianuro disuelto. Después, ignorante de lo que aguardaba, la señora Stevens preparó un whisky; del depósito retiró un pancito de hielo (lo cual explicaba que el plato con hielo disuelto se encontrara sobre la mesa), el cual, al desleírse en el alcohol, lo envenenó poderosamente debido a su alta concentración. Sin imaginarse que la muerte la aguardaba en su vicio, la señora Stevens se puso a leer el periódico, hasta que juzgando el whisky suficientemente enfriado, bebió un sorbo. Los efectos no se hicieron esperar. No quedaba sino ir en busca del veterinario. Inútilmente lo aguardamos en su casa. Ignoraban dónde se encontraba. Del laboratorio donde trabajaba nos informaron que llegaría a las diez de la noche. A las once, yo, mi superior y el juez nos presentamos en el laboratorio de la Erpa. El doctor Pablo, en cuanto nos vio comparecer en grupo, levantó el brazo como si quisiera anatemizar nuestras investigaciones, abrió la boca y se desplomó inerte junto a la mesa de mármol. Había muerto de un síncope. En su armario se encontraba un frasco de veneno. Fue el asesino más ingenioso que conocí. El Gato Negro Edgar Allan Poe No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales. Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre. Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa compartiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los animales domésticos, no perdía oportunidad de procurarme los más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato. Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua creencia popular de que todos los gatos negros son brujas metamorfoseadas. No quiero decir que lo creyera seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de recordarla. Plutón -tal era el nombre del gato- se había convertido en mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir que anduviera tras de mí en la calle. Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi carácter se alteraron radicalmente por culpa del demonio. Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico, irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué, incluso, a hablar descomedidamente a mi mujer y terminé por infligirle violencias personales. Mis favoritos, claro está, sintieron igualmente el cambio de mi carácter. No sólo los descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia Plutón, sin embargo, conservé suficiente consideración como para abstenerme de maltratarlo, cosa que hacía con los conejos, el mono y hasta el perro cuando, por casualidad o movidos por el afecto, se cruzaban en mi camino. Mi enfermedad, empero, se agravaba -pues, ¿qué enfermedad es comparable al alcohol?-, y finalmente el mismo Plutón, que ya estaba viejo y, por tanto, algo enojadizo, empezó a sufrir las consecuencias de mi mal humor. Una noche en que volvía a casa completamente embriagado, después de una de mis correrías por la ciudad, me pareció que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero, asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya no supelo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y, deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me abraso, tiemblo mientras escribo tan condenable atrocidad. Cuando la razón retornó con la mañana, cuando hube disipado en el sueño los vapores de la orgía nocturna, sentí que el horror se mezclaba con el remordimiento ante el crimen cometido; pero mi sentimiento era débil y ambiguo, no alcanzaba a interesar al alma. Una vez más me hundí en los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos de lo sucedido. El gato, entretanto, mejoraba poco a poco. Cierto que la órbita donde faltaba el ojo presentaba un horrible aspecto, pero el animal no parecía sufrir ya. Se paseaba, como de costumbre, por la casa, aunque, como es de imaginar, huía aterrorizado al verme. Me quedaba aún bastante de mi antigua manera de ser para sentirme agraviado por la evidente antipatía de un animal que alguna vez me había querido tanto. Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable, se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro estoy de que mi alma existe como de que la perversidad es uno de los impulsos primordiales del corazón humano, una de las facultades primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí mismo cien veces en momentos en que cometía una acción tonta o malvada por la simple razón de que no debía cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente, que enfrenta descaradamente al buen sentido, una tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo hecho de serlo? Este espíritu de perversidad se presentó, como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a continuar y, finalmente, a consumar el suplicio que había infligido a la inocente bestia. Una mañana, obrando a sangre fría, le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama de un árbol; lo ahorqué mientras las lágrimas manaban de mis ojos y el más amargo remordimiento me apretaba el corazón; lo ahorqué porque recordaba que me había querido y porque estaba seguro de que no me había dado motivo para matarlo; lo ahorqué porque sabía que, al hacerlo, cometía un pecado, un pecado mortal que comprometería mi alma hasta llevarla -si ello fuera posible- más allá del alcance de la infinita misericordia del Dios más misericordioso y más terrible. La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel acción me despertaron gritos de: “¡Incendio!” Las cortinas de mi cama eran una llama viva y toda la casa estaba ardiendo. Con gran dificultad pudimos escapar de la conflagración mi mujer, un sirviente y yo. Todo quedó destruido. Mis bienes terrenales se perdieron y desde ese momento tuve que resignarme a la desesperanza. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre. No incurriré en la debilidad de establecer una relación de causa y efecto entre el desastre y mi criminal acción. Pero estoy detallando una cadena de hechos y no quiero dejar ningún eslabón incompleto. Al día siguiente del incendio acudí a visitar las ruinas. Salvo una, las paredes se habían desplomado. La que quedaba en pie era un tabique divisorio de poco espesor, situado en el centro de la casa, y contra el cual se apoyaba antes la cabecera de mi lecho. El enlucido había quedado a salvo de la acción del fuego, cosa que atribuí a su reciente aplicación. Una densa muchedumbre habíase reunido frente a la pared y varias personas parecían examinar parte de la misma con gran atención y detalle. Las palabras “¡extraño!, ¡curioso!” y otras similares excitaron mi curiosidad. Al aproximarme vi que en la blanca superficie, grabada como un bajorrelieve, aparecía la imagen de un gigantesco gato. El contorno tenía una nitidez verdaderamente maravillosa. Había una soga alrededor del pescuezo del animal. Al descubrir esta aparición -ya que no podía considerarla otra cosa- me sentí dominado por el asombro y el terror. Pero la reflexión vino luego en mi ayuda. Recordé que había ahorcado al gato en un jardín contiguo a la casa. Al producirse la alarma del incendio, la multitud había invadido inmediatamente el jardín: alguien debió de cortar la soga y tirar al gato en mi habitación por la ventana abierta. Sin duda, habían tratado de despertarme en esa forma. Probablemente la caída de las paredes comprimió a la víctima de mi crueldad contra el enlucido recién aplicado, cuya cal, junto con la acción de las llamas y el amoniaco del cadáver, produjo la imagen que acababa de ver. Si bien en esta forma quedó satisfecha mi razón, ya que no mi conciencia, sobre el extraño episodio, lo ocurrido impresionó profundamente mi imaginación. Durante muchos meses no pude librarme del fantasma del gato, y en todo ese tiempo dominó mi espíritu un sentimiento informe que se parecía, sin serlo, al remordimiento. Llegué al punto de lamentar la pérdida del animal y buscar, en los viles antros que habitualmente frecuentaba, algún otro de la misma especie y apariencia que pudiera ocupar su lugar. Una noche en que, borracho a medias, me hallaba en una taberna más que infame, reclamó mi atención algo negro posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra que constituían el principal moblaje del lugar. Durante algunos minutos había estado mirando dicho tonel y me sorprendió no haber advertido antes la presencia de la mancha negra en lo alto. Me aproximé y la toqué con la mano. Era un gato negro muy grande, tan grande como Plutón y absolutamente igual a éste, salvo un detalle. Plutón no tenía el menor pelo blanco en el cuerpo, mientras este gato mostraba una vasta aunque indefinida mancha blanca que le cubría casi todo el pecho. Al sentirse acariciado se enderezó prontamente, ronroneando con fuerza, se frotó contra mi mano y pareció encantado de mis atenciones. Acababa, pues, de encontrar el animal que precisamente andaba buscando. De inmediato, propuse su compra al tabernero, pero me contestó que el animal no era suyo y que jamás lo había visto antes ni sabía nada de él. Continué acariciando al gato y, cuando me disponía a volver a casa, el animal pareció dispuesto a acompañarme. Le permití que lo hiciera, deteniéndome una y otra vez para inclinarme y acariciarlo. Cuando estuvo en casa, se acostumbró a ella de inmediato y se convirtió en el gran favorito de mi mujer. Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal. Era exactamente lo contrario de lo que había anticipado, pero -sin que pueda decir cómo ni por qué- su marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba. Gradualmente, el sentimiento de disgusto y fatiga creció hasta alcanzar la amargura del odio. Evitaba encontrarme con el animal; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi crueldad de antaño me vedaban maltratarlo. Durante algunas semanas me abstuve de pegarle o de hacerlo víctima de cualquier violencia; pero gradualmente -muy gradualmente- llegué a mirarlo con inexpresable odio y a huir en silencio de su detestable presencia, como si fuera una emanación de la peste. Lo que, sin duda, contribuyó a aumentar mi odio fue descubrir, a la mañana siguiente de haberlo traído a casa, que aquel gato, igual que Plutón, era tuerto. Esta circunstancia fue precisamente la que lo hizo más gratoa mi mujer, quien, como ya dije, poseía en alto grado esos sentimientos humanitarios que alguna vez habían sido mi rasgo distintivo y la fuente de mis placeres más simples y más puros. El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo grado que mi aversión. Seguía mis pasos con una pertinencia que me costaría hacer entender al lector. Dondequiera que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o saltaba a mis rodillas, prodigándome sus odiosas caricias. Si echaba a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con hacerme caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en mis ropas, para poder trepar hasta mi pecho. En esos momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo -quiero confesarlo ahora mismo- por un espantoso temor al animal. Aquel temor no era precisamente miedo de un mal físico y, sin embargo, me sería imposible definirlo de otra manera. Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en esta celda de criminales me siento casi avergonzado de reconocer que el terror, el espanto que aquel animal me inspiraba, era intensificado por una de las más insensatas quimeras que sería dado concebir. Más de una vez mi mujer me había llamado la atención sobre la forma de la mancha blanca de la cual ya he hablado, y que constituía la única diferencia entre el extraño animal y el que yo había matado. El lector recordará que esta mancha, aunque grande, me había parecido al principio de forma indefinida; pero gradualmente, de manera tan imperceptible que mi razón luchó durante largo tiempo por rechazarla como fantástica, la mancha fue asumiendo un contorno de rigurosa precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al nombrar, y por ello odiaba, temía y hubiera querido librarme del monstruo si hubiese sido capaz de atreverme; representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra…, ¡la imagen del patíbulo! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del horror y del crimen, de la agonía y de la muerte! Me sentí entonces más miserable que todas las miserias humanas. ¡Pensar que una bestia, cuyo semejante había yo destruido desdeñosamente, una bestia era capaz de producir tan insoportable angustia en un hombre creado a imagen y semejanza de Dios! ¡Ay, ni de día ni de noche pude ya gozar de la bendición del reposo! De día, aquella criatura no me dejaba un instante solo; de noche, despertaba hora a hora de los más horrorosos sueños, para sentir el ardiente aliento de la cosa en mi rostro y su terrible peso - pesadilla encarnada de la que no me era posible desprenderme- apoyado eternamente sobre mi corazón. Bajo el agobio de tormentos semejantes, sucumbió en mí lo poco que me quedaba de bueno. Sólo los malos pensamientos disfrutaban ya de mi intimidad; los más tenebrosos, los más perversos pensamientos. La melancolía habitual de mi humor creció hasta convertirse en aborrecimiento de todo lo que me rodeaba y de la entera humanidad; y mi pobre mujer, que de nada se quejaba, llegó a ser la habitual y paciente víctima de los repentinos y frecuentes arrebatos de ciega cólera a que me abandonaba. Cierto día, para cumplir una tarea doméstica, me acompañó al sótano de la vieja casa donde nuestra pobreza nos obligaba a vivir. El gato me siguió mientras bajaba la empinada escalera y estuvo a punto de tirarme cabeza abajo, lo cual me exasperó hasta la locura. Alzando un hacha y olvidando en mi rabia los pueriles temores que hasta entonces habían detenido mi mano, descargué un golpe que hubiera matado instantáneamente al animal de haberlo alcanzado. Pero la mano de mi mujer detuvo su trayectoria. Entonces, llevado por su intervención a una rabia más que demoníaca, me zafé de su abrazo y le hundí el hacha en la cabeza. Sin un solo quejido, cayó muerta a mis pies. Cumplido este espantoso asesinato, me entregué al punto y con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver. Sabía que era imposible sacarlo de casa, tanto de día como de noche, sin correr el riesgo de que algún vecino me observara. Diversos proyectos cruzaron mi mente. Por un momento pensé en descuartizar el cuerpo y quemar los pedazos. Luego se me ocurrió cavar una tumba en el piso del sótano. Pensé también si no convenía arrojar el cuerpo al pozo del patio o meterlo en un cajón, como si se tratara de una mercadería común, y llamar a un mozo de cordel para que lo retirara de casa. Pero, al fin, di con lo que me pareció el mejor expediente y decidí emparedar el cadáver en el sótano, tal como se dice que los monjes de la Edad Media emparedaban a sus víctimas. El sótano se adaptaba bien a este propósito. Sus muros eran de material poco resistente y estaban recién revocados con un mortero ordinario, que la humedad de la atmósfera no había dejado endurecer. Además, en una de las paredes se veía la saliencia de una falsa chimenea, la cual había sido rellenada y tratada de manera semejante al resto del sótano. Sin lugar a dudas, sería muy fácil sacar los ladrillos en esa parte, introducir el cadáver y tapar el agujero como antes, de manera que ninguna mirada pudiese descubrir algo sospechoso. No me equivocaba en mis cálculos. Fácilmente saqué los ladrillos con ayuda de una palanca y, luego de colocar cuidadosamente el cuerpo contra la pared interna, lo mantuve en esa posición mientras aplicaba de nuevo la mampostería en su forma original. Después de procurarme argamasa, arena y cerda, preparé un enlucido que no se distinguía del anterior y revoqué cuidadosamente el nuevo enladrillado. Concluida la tarea, me sentí seguro de que todo estaba bien. La pared no mostraba la menor señal de haber sido tocada. Había barrido hasta el menor fragmento de material suelto. Miré en torno, triunfante, y me dije: “Aquí, por lo menos, no he trabajado en vano”. Mi paso siguiente consistió en buscar a la bestia causante de tanta desgracia, pues al final me había decidido a matarla. Si en aquel momento el gato hubiera surgido ante mí, su destino habría quedado sellado, pero, por lo visto, el astuto animal, alarmado por la violencia de mi primer acceso de cólera, se cuidaba de aparecer mientras no cambiara mi humor. Imposible describir o imaginar el profundo, el maravilloso alivio que la ausencia de la detestada criatura trajo a mi pecho. No se presentó aquella noche, y así, por primera vez desde su llegada a la casa, pude dormir profunda y tranquilamente; sí, pude dormir, aun con el peso del crimen sobre mi alma. Pasaron el segundo y el tercer día y mi atormentador no volvía. Una vez más respiré como un hombre libre. ¡Aterrado, el monstruo había huido de casa para siempre! ¡Ya no volvería a contemplarlo! Gozaba de una suprema felicidad, y la culpa de mi negra acción me preocupaba muy poco. Se practicaron algunas averiguaciones, a las que no me costó mucho responder. Incluso hubo una perquisición en la casa; pero, naturalmente, no se descubrió nada. Mi tranquilidad futura me parecía asegurada. Al cuarto día del asesinato, un grupo de policías se presentó inesperadamente y procedió a una nueva y rigurosa inspección. Convencido de que mi escondrijo era impenetrable, no sentí la más leve inquietud. Los oficiales me pidieron que los acompañara en su examen. No dejaron hueco ni rincón sin revisar. Al final, por tercera o cuarta vez, bajaron al sótano. Los seguí sin que me temblara un solo músculo. Mi corazón latía tranquilamente, como el de aquel que duerme en la inocencia. Me paseé de un lado al otro del sótano. Había cruzado los brazos sobre el pecho y andaba tranquilamente de aquí para allá. Los policías estaban completamente satisfechos y se disponían a marcharse. La alegría de mi corazón era demasiado grande para reprimirla. Ardía en deseos de decirles, por lo menos, una palabra como prueba de triunfo y confirmardoblemente mi inocencia. - Caballeros -dije, por fin, cuando el grupo subía la escalera-, me alegro mucho de haber disipado sus sospechas. Les deseo felicidad y un poco más de cortesía. Dicho sea de paso, caballeros, esta casa está muy bien construida… (En mi frenético deseo de decir alguna cosa con naturalidad, casi no me daba cuenta de mis palabras). Repito que es una casa de excelente construcción. Estas paredes… ¿ya se marchan ustedes, caballeros?… tienen una gran solidez. Y entonces, arrastrado por mis propias bravatas, golpeé fuertemente con el bastón que llevaba en la mano sobre la pared del enladrillado tras de la cual se hallaba el cadáver de la esposa de mi corazón. ¡Que Dios me proteja y me libre de las garras del archidemonio! Apenas había cesado el eco de mis golpes cuando una voz respondió desde dentro de la tumba. Un quejido, sordo y entrecortado al comienzo, semejante al sollozar de un niño, que luego creció rápidamente hasta convertirse en un largo, agudo y continuo alarido, anormal, como inhumano, un aullido, un clamor de lamentación, mitad de horror, mitad de triunfo, como sólo puede haber brotado en el infierno de la garganta de los condenados en su agonía y de los demonios exultantes en la condenación. Hablar de lo que pensé en ese momento sería locura. Presa de vértigo, fui tambaleándome hasta la pared opuesta. Por un instante el grupo de hombres en la escalera quedó paralizado por el terror. Luego, una docena de robustos brazos atacaron la pared, que cayó de una pieza. El cadáver, ya muy corrompido y manchado de sangre coagulada, apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre su cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya astucia me había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la tumba! El Libro Sylvia Iparraguirre El hombre miró la hora: tenía por delante veinticinco minutos antes de la salida del tren. Se levantó, pagó el café con leche y fue al baño. En el cubículo, la luz mortecina le alcanzó su cara en el espejo manchado. Maquinalmente se pasó la mano de dedos abiertos por el pelo. Entró al sanitario, allí la luz era mejor. Apretó el botón y el agua corrió. Cuando se dio vuelta para salir, descubrió el libro. Estaba en el suelo, de canto contra la pared. Era un libro pequeño y grueso, de tapas duras y hojas de papel de arroz, inexplicablemente pesado. Lo examinó un momento. No tenía portada ni título, tampoco el nombre del autor o el de la editorial. Bajó la tapa del inodoro, se sentó y pasó distraído las primeras páginas de letras apretadas y de una escritura que se continuaba sin capítulos ni apartados. Miró el reloj. Fal- ta-ba para la salida del tren. Se acomodó mejor y ojeó partes al azar. Sorprendido, reconoció coincidencias. En una página leyó nombres de lugares y de personas que le eran familiares; a continuación, encontró escritos los nombres de pila de su padre y su madre. Unas cien páginas más adelante —aunque era difícil calcularlas por el papel de arroz— leyó, sin error posible, el nombre completo de Gabriela. Cerró la tapa con fuerza; el libro le producía inquietud y cierta repugnancia. Quedó inmó-vil mirando la puerta pintada toscamente de verde, cruzada por innumerables inscripciones. Fluyeron unos segundos en los que percibió el ajetreo lejano de la estación y la máquina express del bar. Cuando logró calmar un insensato presentimiento, volvió a abrir el libro. Recorrió las páginas sin ver las palabras. Finalmente sus ojos cayeron sobre unas líneas: En el cubículo, la luz mortecina le alcanza su cara en el espejo manchado. Maquinalmente se pasa la mano de dedos abiertos por el pelo. Se levantó de un salto. Con el índice entre las páginas, fue a mirarse asombrado al espejo, como si necesitara corroborar con alguien lo que estaba pasando. Volvió a abrirlo. Se levanta de un salto. Con el índice entre las pági-nas, va a mirarse asombrado... El libro cayó dentro del lavatorio transformado en un objeto candente. Lo miró horrorizado. Consultó el reloj. Su tren partía en diez minutos. En un gesto irreprimible que consideró de locura, recogió el libro, lo metió en el bolsillo del saco y salió. Caminó rápido por el extenso hall hacia la plataforma. Con angustia creciente pensó que cada uno de sus gestos estaba escrito, hasta el acto elemental de caminar. Palpó el bolsillo deformado por el peso anormal del libro y rechazó, con espanto, la tentación cada vez más fuerte, más imperiosa, de leer las páginas finales. Se detuvo desconcertado; faltaban tres minutos para la partida. Miró la gigantesca cúpula como si allí pudiera encontrar una respuesta. ¿Las páginas le estaban destinadas o el libro poseía una facultad mimética y transcribía a cada persona que lo encontraba? Apresuró los pasos hacia el andén pero, por alguna razón oculta, volvió a girar y echó a correr con el peso muerto en el bolsillo. Atravesó el bar zigzagueando entre las mesas y entró en el baño. El libro era un objeto maligno; luchó contra el impulso irreprimible de abrirlo en el final y lo dejó en el piso, detrás de la puerta. Casi sin aliento cruzó el hall. Corrió como si lo persiguieran. Alcanzó a subir al tren cuando dejaban el oscuro andén atrás y salían al cielo abierto; cuando el conductor elegía una de las vías de la trama de vías que se abrían en diferentes direcciones. La Pelota Felisberto Hernández Cuando yo tenía ocho años pasé una larga temporada con mi abuela en una casita pobre. Una tarde le pedí muchas veces una pelota de varios colores que yo veía a cada momento en el almacén. Al principio mi abuela me dijo que no podía comprármela, y que no la cargoseara; después me amenazó con pegarme; pero al rato y desde la puerta de la casita - pronto para correr- yo le volví a pedir que me comprara la pelota. Pasaron unos instantes y cuando ella se levantó de la máquina donde cosía, yo salí corriendo. Sin embargo ella no me persiguió: empezó a revolver un baúl y a sacar trapos. Cuando me di cuenta de que quería hacer una pelota de trapo, me vino mucho fastidio. Jamás esa pelota sería como la del almacén. Mientras ella la forraba y le daba puntadas, me decía que no podía comprar la otra. Y que no había más remedio que conformarse con esta. Lo malo era que ella me decía que la de trapo sería más linda; era eso lo que me hacía rabiar. Cuando la estaba terminando, vi cómo ella la redondeaba, tuve un instante de sorpresa y sin querer hice una sonrisa; pero enseguida me volví a encaprichar. Al tirarla contra el patio el trapo blanco del forro se ensució de tierra; yo la sacudía y la pelota perdía la forma: me daba angustia de verla tan fea; aquello no era una pelota; yo tenía la ilusión de la otra y empecé a rabiar de nuevo. Después de haberle dado las más furiosas “patadas” me encontré con que la pelota hacía movimientos por su cuenta: tomaba direcciones e iba a lugares que no eran los que yo imaginaba; tenía un poco de voluntad propia y parecía un animalito; le venían caprichos que me hacían pensar que ella tampoco tendría ganas de que yo jugara con ella. A veces se achataba y corría con una dificultad ridícula; de pronto parecía que iba a parar, pero después resolvía dar dos o tres vueltas más. En una de las veces que le pegué con todas mis fuerzas, no tomó dirección ninguna y quedó dando vueltas a una velocidad vertiginosa. Quise que eso se repitiera pero no lo conseguí. Cuando me cansé, se me ocurrió que aquel era un juego muy bobo; casi todo el trabajo lo tenía que hacer yo; pegarle a la pelota era lindo; pero después uno se cansaba de ir a buscarla a cada momento. Entonces la abandoné en la mitad del patio. Después volví a pensar en la del almacén y a pedirle a mi abuela que me la comprara. Ella volvió a negármela pero me mandó
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