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Cuadernos de Neurología 
Vol. 3. 2021 
 
 
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Decálogo para el neurólogo recién egresado 
 
Dr. Patricio Sandoval y Dr. Héctor Miranda 
 
Departamento de Neurología 
Escuela de Medicina 
Pontificia Universidad Católica de Chile 
 
 
Introducción 
En nuestros días, pocas áreas del conocimiento están teniendo un desarrollo tan explosivo 
como las neurociencias. La neurología clínica no es la excepción, por lo que si esta 
especialidad ya era muy compleja – sino la más –, los continuos avances y la avalancha de 
información a la que estamos sometidos obligan a mantenerse muy actualizados y a 
disponer de un método que permita integrar el conocimiento previo con el nuevo, adaptar 
nuestra práctica con los requerimientos actuales y a la vez sacar el mejor provecho que la 
tecnología hoy permite, sin perder el foco en el paciente. Por otra parte, los pacientes cada 
vez son más demandantes y, con justa razón, claman por una atención más personalizada, 
técnicamente de excelencia, humanizada y costo-efectiva. La burocracia administrativa 
también ha contribuido a complejizar el acto médico en general. 
Los programas de neurología deben ser capaces de proveer de ese método. No obstante, 
suelen ser muy extenuantes por la variedad de competencias y contenidos que debe manejar 
un neurólogo general en el siglo XXI. Desde hacer agobiantes guardias nocturnas y en 
horario inhábil, a las consultas ambulatorias con pacientes ávidos de ayuda técnica 
especializada cuyos problemas se deben resolver en pocos minutos. Desde leer el último 
paper a saber como interpretar una revisión sistemática o un metanálisis. Desde tratar una 
crisis de migraña refractaria a indicar inmunosupresores para la enfermedad 
neuroinmunológica más compleja. En medio de toda esta vorágine asistencial, poco espacio 
queda para la reflexión y menos aún para la ciencia. 
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De esta manera, más allá del core curriculum de conocimientos propio de la especialidad, 
creemos que los objetivos a cumplir por el programa de neurología pueden resumirse en 10 
competencias que por lo demás, también aplican a cualquier neurólogo, independiente de su 
momento formativo y del área en la que se desempeñe. Eso es lo que, con humildad, 
desarrollamos en este breve texto. Lo que nos parece que debe ser capaz de hacer cualquier 
neurólogo en cualquier momento y en cualquier contexto asistencial. El ejercicio parte por 
los mismos autores, con un autodiagnóstico, primer paso para mejorar y acceder a niveles 
superiores de desempeño. 
 
1. Pensar como neurólogo 
Si hubiera que reducir este decálogo a un punto, este sería el más importante. Pero, ¿qué es 
pensar como neurólogo? Pensar como neurólogo es pensar en términos de diagnóstico 
sindromático, localizatorio y etiológico, y esto lleva implícito conocer muy bien la 
semiología, la neuroanatomía y también la epidemiología. Por probabilidades, es frecuente 
que uno pueda hacer rápidamente un diagnóstico de manera bayesiana. Pensar como 
neurólogo es dar importancia a la forma y velocidad de instalación de los síntomas y del 
curso evolutivo de los mismos. No es lo mismo una hemiparesia súbita que una progresiva 
en semanas o fluctuante en el tiempo, como no es lo mismo una primera cefalea ictal con 
vómitos que una cefalea crónica recurrente de las mismas características. Pensar como 
neurólogo es integrar y cruzar toda la medicina con el paciente y su problema. Nadie 
sospechará que un temblor o un parkinsonismo es provocado por un antiarrítmico o que una 
galacatorrea puede ser provocada por un tratamiento profiláctico de migraña. Pensar como 
neurólogo es tener un método de aproximación a la resolución de problemas neurológicos, 
es reconocer patrones entre los intersticios de información que permite un paciente con 
pluripatología o polifarmacia. Pensar como neurólogo es pensar siempre también en 
términos pronósticos. Conocer la historia natural de las enfermedades neurológicas y su 
pronóstico con o sin las distintas intervenciones médicas, como todo conocimiento, nos 
otorga una gran responsabilidad que hay que administrar con transparencia, justicia y 
empatía a la hora de tomar decisiones de estudio, tratamiento y soporte. 
 
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2. Lidiar con la incertidumbre 
En pocas especialidades ocurre que luego de estudiar exhaustivamente a un paciente, uno 
no sepa cual es su diagnóstico. Por lo tanto, es necesario saber lidiar con esa incertidumbre 
de manera que no nos paralice y que no insegurice al paciente y su familia. Esto último no 
es sencillo porque se encuentra con la ansiedad y las características de personalidad del 
paciente. El consejo es aferrarse a las certezas, tanto positivas como negativas (Ej: sabemos 
que no es un tumor cerebral) y transmitir al paciente que la certeza no siempre es la mejor 
verdad (Ej: la masa cerebral de naturaleza incierta vs el glioblastoma confirmado). Uno 
puede no saber cual es diagnóstico etiológico del paciente, pero según el diagnóstico 
sindromático y localizatorio, y los antecedentes y contexto del paciente, debe ser capaz de 
definir un problema clínico y un plan de enfrentamiento que considere no sólo pruebas 
diagnósticas sino también tratamientos sintomáticos y estrategias de rehabilitación, cuando 
corresponda. Puede no haber un diagnóstico, pero siempre debe haber un plan. El paciente 
necesita ver seguridad en su médico, pero no por ello se debe faltar a la verdad, inventar 
diagnósticos simplistas ni mucho menos poner rótulos apresurados que impliquen medidas 
terapéuticas riesgosas o una carga emocional y social significativas (Ej: epilepsia). 
Un buen consejo es pedir la opinión formal del caso con pares neurólogos y especialistas de 
otras áreas (según corresponda) buscando diagnósticos o planes de consenso, lo que si bien 
no diluye la responsabilidad del tratante, permite una actitud más segura y reduce el error. 
 
3. Trabajar en equipo 
Es fundamental configurar un equipo orientado a cumplir objetivos comunes asistenciales, 
académicos y administrativos (dependiendo de la naturaleza de la organización), el cual 
siempre debe estar centrado en el paciente. El equipo debe fundamentarse en la confianza, 
la escucha activa y la comunicación fluida, permitiendo contrastar opiniones, distribuir y 
especializar las tareas y fomentar el autocuidado. Como nunca, el nivel de tecnologización 
y subespecialización de la medicina y la neurología requiere de interlocutores confiables y 
validados para realizar e interpretar algunos exámenes complementarios (Ej; EEG, EMG, 
neuroimágenes, etc). Hay que expandir, eso sí, el equipo a otras especialidades con alta 
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interdependencia (Ej. medicina interna, neurocirugía, etc.), conformando pequeñas 
sociedades y alianzas que facilitan el trabajo en lo técnico y humano, donde el que más se 
beneficia es el paciente. 
Adicionalmente, el equipo debe entenderse no sólo como los pares neurólogos y otros 
médicos, sino también debe considerar a todos los colaboradores involucrados en la 
atención de salud. Enfermeras, técnicos en enfermería, rehabilitadores, secretarias, etc., son 
fundamentales en el proceso asistencial y el trabajo en armonía y respeto, valorando el 
aporte de cada uno en su rol. Esto último es esencial para generar el entorno laboral 
adecuado para llevar a cabo nuestra labor de manera eficiente y reducir el stress propio de 
la sobrecarga asistencial. 
 
4. Comunicar de manera eficiente 
Adquirir las destrezas comunicacionales, tanto verbales como escritas, sea con pacientes, 
familiares, colegas y colaboradores, debe ser un objetivo de la formación médica general. 
En particular, en neurología, es habitual que tengamos que dar diagnósticos y pronósticos 
ominosos, donde la sinceridad, empatía y el lenguaje preciso y no excesivamente técnico,son fundamentales para lograr una comunicación eficiente. Al interlocutar con los pacientes 
y familiares es importante escuchar activamente, validar sus requerimientos, transmitir 
seguridad con mensajes claros y precisos y emplear el lenguaje adecuado al contexto y 
nivel educacional. Sobra decir que los documentos escritos que se entreguen a pacientes y 
familiares deben ser no sólo legibles sino también fieles al diagnóstico médico e 
indicaciones. Este último aspecto es fundamental para asegurar la adherencia a tratamientos 
y controles. 
En cuanto a los registros médicos y la relación con pares y resto del equipo, aplican los 
mismos principios: escucha activa, registros fieles y precisos, y adecuados al contexto. Lo 
anterior, no sólo por razones médico-legales, sino porque ese debe ser el estándar de 
registro que permita transmitir de manera clara las conclusiones de la valoración 
neurológica y por sobretodo, el razonamiento que las inspira. 
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Es común la “neurofobia” en las escuelas de medicina y entre los profesionales de la salud 
en general, sus razones escapan al ámbito de este texto, no obstante, es responsabilidad de 
cada neurólogo contribuir a combatirla, educando de manera clara - e idealmente amena – a 
los médicos y profesionales de la salud con los que interactuamos. Esto va en directo 
beneficio de nuestros pacientes. 
 
5. Capacidad de síntesis 
El epítome de la comunicación eficiente es la interconsulta rápida entre pares neurólogos, y 
como tal, nos ha parecido que merecía ser considerada como un objetivo aparte. Allan 
Ropper llama a esto “ser capaz de contar un caso complejo en dos minutos” y ha señalado 
este aspecto como uno de los seis parámetros mediante el cual se debe evaluar a un 
residente al terminar un programa (1). 
Tal como se ha expresado en algunos puntos previos, es común tener que lidiar con la 
incertidumbre y enfrentar el escenario de duda diagnóstica o de actitud terapéutica, sobre 
todos en caso largos y complejos. Por lo tanto, para reducir el error y ganar seguridad en la 
toma de decisiones, con frecuencia es necesario pedir opiniones muchas veces de manera 
informal a pares neurólogos, antiguos profesores o colegas de otras especialidades. Ya sea 
mediante una llamada telefónica o un encuentro breve en un pasillo de hospital o centro 
médico, considerando lo escaso del tiempo y multiplicidad de tareas que habitualmente 
desempeñamos de manera simultánea, es necesario poder sintetizar los hitos relevantes del 
caso a presentar en un lapso breve, idealmente no más de dos minutos, para no perder la 
atención del interlocutor y dejar algunos minutos más para discutir el caso e intercambiar 
opiniones al respecto. Sintetizar y priorizar la información, poner los énfasis adecuados 
incluso en la prosodia del relato y tener la habilidad de formular las preguntas precisas para 
avanzar en la resolución del caso en cuestión, son un muy buen reflejo de la capacidad de 
integración, del razonamiento clínico y de las habilidades comunicacionales adquiridas 
durante la formación. 
 
 
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6. Saber leer un artículo científico de manera crítica 
Ante la avalancha de información a la que hoy tenemos acceso, la complejidad de los 
problemas neurológicos que estamos enfrentando, y el cada vez más escaso tiempo del que 
disponemos, es indispensable tener habilidades de lectura crítica que permitan acceder a la 
mejor información posible para mantenernos actualizados y responder las interrogantes que 
nos permitan enfrentar mejor los problemas que nuestros pacientes nos exponen. Saber 
como hacer búsquedas rápidas, que revistas leer, como ponderar la evidencia médica, como 
interpretar y aplicar un metanálisis o una revisión sistemática, tener conocimientos básicos 
de estadística, entre otras, son habilidades necesarias para hacer lecturas eficientes y útiles. 
Adicionalmente, es deseable conocer a los autores, sus líneas de investigación, su filiación, 
y muy importantemente, sus conflictos de interés. 
Además, por obvio, a veces se soslaya que para valorar e interpretar adecuadamente un 
artículo médico, no puede sólo evaluarse la metodología de la investigación empleada en el 
mismo, sino que es necesario conocer en profundidad sobre la patología que trata. ¿Se 
utilizaron los instrumentos o escalas adecuadas?, ¿se registraron todas las variables 
potencialmente incumbentes?, ¿se están midiendo los resultados en los momentos 
adecuados? Siendo experto sólo en la metodología es imposible responder esas preguntas. 
Por lo mismo, muchas veces es necesario detener la lectura del artículo para revisar otras 
fuentes como textos de consulta o artículos de revisión en revistas especializadas, lo que 
permite que el proceso de aprendizaje conducido por el problema clínico que motivó la 
lectura sea más sólido y eficiente. 
 
7. Pensar neuro-fisiopatológicamente 
El que conoce la fisiopatología, conoce la enfermedad. Pensar fisiopatológicamente es la 
base del pensamiento científico médico, y los que nos distingue entre otras especialidades 
médicas. Pensar neuro-fisiopatológicamente también es pensar como neurólogo. Al conocer 
la fisiopatología, conocemos las manifestaciones clínicas, el como se afectan los exámenes 
complementarios, los principios en lo que se basan las terapias y la historia natural de la 
enfermedad. Conocer la fisiopatología permite comprender y no sólo memorizar, otorgando 
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un conocimiento imperecedero al cual sólo resta agregar datos epidemiológicos los que 
habitualmente son fácilmente accesibles. 
El pensamiento fisiopatológico también permite individualizar las terapias y aplicar la 
medicina basada en evidencia de manera personalizada. Conocer la fisiopatología singular 
del paciente individual permite hacer medicina de precisión al ir a corregir con las 
intervenciones terapéuticas los procesos mórbidos que están operando en cada paciente en 
particular. En los escenarios donde no hay evidencia, basado en el principio de racionalidad 
terapéutica, el pensamiento fisiopatológico permite implementar medidas en teoría 
razonables y seguras, evitando la parálisis que la falta de estudios randomizados muchas 
veces provoca. Esto no debe malentenderse ya que por sobre el principio de racionalidad 
terapéutica hay otros principios más elementales dictados por la ética médica como lo son 
los principios de no maleficencia, beneficencia y autonomía. Una buena comunicación y 
manejo de la incertidumbre y un buen consentimiento informado son buenos aliados a la 
hora de tomar decisiones complejas en áreas desiertas de evidencia. 
 
8. Pensamiento sistémico: salud global y contexto particular 
El trabajo del neurólogo debe entenderse como un eslabón más, o mejor aún, un engranaje, 
dentro del proceso asistencial. Esto ya sea en el ámbito ambulatorio, de urgencia u 
hospitalario. Cada vez que evaluamos un paciente hay que tener presente la epidemiología, 
los determinantes sociales de salud que concurren, el sistema de beneficios de seguridad 
social al que se encuentra afecto y pensar de manera costo-efectiva. Esto no sólo en 
términos de dinero, sino del beneficio esperable. El mejor diagnóstico y tratamiento deben 
traducirse en acciones concretas que mejoren el nivel de salud del paciente, y dependiendo 
del ámbito, de un grupo de pacientes. Desde cuánto tiempo dedico a cada paciente en una 
consulta ambulatoria hasta cómo administro las camas de un servicio hospitalario, todas 
son pequeñas decisiones de gestión donde, en el contexto del principio de que los recursos 
son finitos, cada que vez que asigno un recurso a un paciente, potencialmente se lo estoy 
quitando a otro. 
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En neurología, cada vez disponemos de más herramientas diagnósticas y terapéuticas,muchas ellas fruto de tecnologías innovadoras las que suelen ser de alto costo. Incluso, la 
globalización nos permite enviar exámenes a laboratorios en el extranjero, los que no tienen 
cobertura por los seguros públicos o privados. Estos recursos deben solicitarse con 
responsabilidad, teniendo en mente siempre el balance entre la contención de costos, la 
maximización de los beneficios y las expectativas del paciente. 
Del mismo modo, conceptos como seguridad y calidad asistencial son esenciales en la 
atención en salud, la que no se limita a la excelencia técnica en la construcción del 
diagnóstico médico y la implementación de las indicaciones terapéuticas, sino a todo el 
proceso asistencial. 
Por otra parte, la mayoría de los pacientes tienen otros diagnósticos o toman más 
medicamentos, por lo que el neurólogo debe estar siempre atento y consciente del contexto 
particular del paciente, a sus antecedentes mórbidos, actividad laboral y entorno socio-
familiar, anticipándose a los potenciales efectos adversos e interacciones medicamentosas y 
a la aplicabilidad de las medidas. El uso de fármacos sedantes puede impactar 
dramáticamente la conducción de vehículos o un temblor inducido por fármacos puede 
limitar significativamente la ejecución de algunas tareas. Sobra mencionar las 
consecuencias que puede tener la impotencia sexual secundaria a beta-bloqueadores. 
Nos gusta decir que la mirada del neurólogo debe ser amplia, profunda y multidimensional. 
 
9. Hacer neurología con pocos recursos 
Este punto también ha sido considerado por Allan Ropper como un parámetro para medir la 
calidad de la formación del neurólogo (1). No es inhabitual que al neurólogo, sobretodo 
cuando recién concluye su período formativo, le corresponda trabajar en contextos 
asistenciales de baja disponibilidad de recursos diagnósticos o de elevada latencia para 
acceder a los mismos. Es en este escenario cuando más rendimiento tienen las habilidades 
clínicas junto al conocimiento de la patología y epidemiología. Tomar decisiones rápidas 
sin la información completa las más de las veces es la norma, donde una buena anamnesis y 
un examen neurológico hecho con precisión son los principales insumos en los que se debe 
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basar el enfrentamiento clínico. En estricto, más que la “vieja escuela”, señala Ropper, esta 
debe ser “la escuela”, incluso en el contexto de libre acceso a cualquier test diagnóstico (1). 
 
10. Disposición al aprendizaje continuo 
Finalmente, hay que estar siempre abiertos al cambio de paradigmas y al aprendizaje 
continuo. Como dice el filósofo Eric Hoffer, “en tiempos de cambio, quienes estén abiertos 
al aprendizaje se adueñarán del futuro, mientras que aquellos que creen saberlo todo estarán 
bien equipados para un mundo que ya no existe”. 
Si hay algo que distingue al conocimiento científico del dogma, es que siempre evoluciona, 
por lo que hay que estar atentos a las claves tecnológicas y científicas que nos irán 
marcando el camino. En un mundo tan cambiante, donde la transformación digital ya está 
incorporada a nuestra práctica clínica, el neurólogo – cual más – debe tener la capacidad de 
adaptarse e innovar. Las neurociencias son uno de los ámbitos del conocimiento donde más 
información se está generando, lo que augura unas décadas próximas de grandes avances 
para el mayor bienestar de nuestros pacientes. Debemos estar a la vanguardia, actualizados 
y con la flexibilidad cognitiva suficiente para cambiar nuestras prácticas cuando la buena 
ciencia y la evidencia así lo señalen. 
Las posibilidades que hoy la neurología ofrece son muy amplias, por lo que es posible 
perfilarse o combinar el trabajo hospitalario, el ambulatorio, el de urgencia, el de 
laboratorios diagnósticos o el de investigador, entre otros. El desarrollo de la propia carrera 
debe verse con plasticidad. Es frecuente que sea necesario ir adquiriendo nuevas 
competencias conforme uno va madurando y evolucionando como profesional. No hay que 
ponerse techo ni limitaciones de manera prematura, menos apenas recién terminada la 
residencia. Este hito debe marcar el comienzo, y no el fin de la carrera. Hay que buscar el 
espacio donde uno puede sacar su máxima potencialidad, conciliando los objetivos 
personales y los de la organización que le acoge, cuando así corresponda. Muchas veces ya 
se tiene definido un área de desarrollo o de subespecialización, otras esta se va 
descubriendo en el camino. No obstante, nunca se debe renunciar a ser un buen neurólogo 
general, es decir a la esencia de ser neurólogo. 
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Referencias 
1. Ropper AH. How to determine if you have succeeded at neurology residency. Ann 
Neurol. 2016 Mar;79(3):339-41. doi: 10.1002/ana.24592.

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