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Las ciencias sociales frente al acontecimiento:: reflexiones desde la filosofía
francesa contemporánea
Chapter · July 2020
DOI: 10.2307/j.ctv14jx95r.5
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1 author:
Ligia Tavera
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede México
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Debatir la sociología
Ligia Tavera Fenollosa
Nelson Arteaga Botello
(Coordinadores)
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© Flacso México
Primera edición: julio de 2020
D.R. © 2020, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede México
Carretera al Ajusco 377, Héroes de Padierna, Tlalpan, 14200 Ciudad de México
www.flacso.edu.mx | public@flacso.edu.mx
ISBN 978-607-8517-64-0
Las investigaciones aquí reunidas forman parte del proyecto institucional Mesas de Diá-
logo del Debate Renovado e Innovador de las Ciencias Sociales, obras científicas de di-
vulgación producto de una serie de seminarios organizados por la Flacso México.
Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta del contenido de la 
presente obra, sin contar previamente con la autorización por escrito de los editores, en 
términos de la Ley Federal del Derecho de Autor y, en su caso, de los tratados interna-
cionales aplicables.
Impreso y hecho en México. Printed and made in Mexico.
306
D433 Debatir la sociología / Ligia Tavera Fenollosa, Nelson Arteaga Botello, (coordinadores). -- 
 México, FLACSO México, 2020.
 157 páginas ; 24 cm.
 ISBN: 978-607-8517-64-0
 (Serie Debate Renovado e Innovador de las Ciencias Sociales)
 1. Sociología – Congresos, Conferencias, etc. 2. Sociología Cultural – Congresos, Con-
ferencias, etc. 3.- Sociología Política – Congresos, Conferencias, etc. 4.- Sociología – Inves-
tigaciones – Congresos, Conferencias, etc. 5. Feminismo – Aspectos Sociales – Congresos, 
Conferencias, etc. -- 6. Ciencia y Tecnología – Aspectos Sociales – Congresos, Conferencias, 
etc. I. Tavera Fenollosa, Ligia, coordinadora. II. Arteaga Botello, Nelson,1969-, coordinador. 
III. Serie.
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Derechos reservados
Las ciencias sociales frente al acontecimiento: reflexiones 
desde la filosofía francesa contemporánea
Ligia Tavera Fenollosa
Flacso México
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[23] 
Introducción
El acontecimiento ha dejado de ser un simple fenómeno empírico para con-
vertirse en una categoría social. Las ciencias sociales han abandonado “aquella 
actitud epistémica que el filósofo Alain Badiou resumió como la proclividad a 
arrojar el acontecimiento al reino de la ‘pura empiria de lo que adviene’ y re-
servar las construcciones conceptuales al examen de las estructuras” (Serul-
nikov, 2012, p. 96). Numerosos trabajos recientemente publicados atestiguan 
el renovado interés de la filosofía, la historia, la sociología, la antropología y 
los estudios literarios por las nociones de evento, acontecimiento, ruptura, 
discontinuidad, bifurcación (Žižek, 2014, 2001; Dosse, 2013; Bessin, Bidart y 
Grossetti, 2010; Boisset y Corno, 2006; Quéré, 2006; Parent, Tourer, Alexan-
dre y Frédéric, 2004; Bensa y Fassin, 2002). 
De acuerdo con una paradoja frecuentemente encontrada en la historia 
de las ideas, es en el momento en que una tesis llega a los ámbitos más ale-
jados de su punto de partida, cuando se opera, precisamente en el punto de 
partida, una revolución que cambia radicalmente la tesis. De esta forma las 
ciencias sociales se modelan a partir de un esquema mecanicista, estático y 
causal tomado de la física, cuando esta ciencia, la física, se transforma y plan-
tea el problema de la historia y del acontecimiento (Morin, 1972, p. 6). 
La tesis de la expansión del universo y en especial la de su creación a 
partir de un evento originario ocurrido hace seis mil millones de años reintro-
duce en el estudio del cosmos las nociones de acontecimiento, singularidad 
y contingencia. El universo físico está, sin duda, compuesto por elemen-
tos constantes, regulares y repetitivos, pero al mismo tiempo es un acon-
tecimiento por su carácter singular y phénoménal. El cosmos, como señalara 
Edgar Morin, es al mismo tiempo “universo y evento”. Su desarrollo no obe-
dece a una lógica dialéctica interna, a la manera hegeliana. Al contrario, la 
naturaleza singular y evolutiva del mundo es inseparable de su naturaleza ac-
cidental y acontecimental. 
Este mismo carácter contingente y acontecimental de los fenómenos fí-
sicos se observa en el nivel micro en el que la partícula-unidad exhibe ciertos 
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elementos como la discontinuidad, la indeterminabilidad y la improbabilidad 
propios del evento (Morin, 1972, pp. 6-8). En suma, “a nivel astronómico-cós-
mico, al nivel de historia de la física y al nivel de la observación microfísica, 
vemos que las características propias y favorables al evento: actualización, im-
probabilidad, discontinuidad, accidentalidad, se imponen en la teoría científi-
ca” (Morin, 1972, p. 8).
Por el contrario, en tanto que han buscado una cientificidad a la manera 
de la física clásica, las ciencias sociales han preferido, las más de las veces, 
demostrar que el evento no es tal; que la novedad no es tan novedosa; que su 
surgimiento se inscribe dentro de una perspectiva histórica, unatradición cul-
tural o una lógica social. Una vez más, los cientistas sociales se [han] esforza-
do por reducir la sorpresa del acontecimiento: lo que sucedió estaba inscrito en 
el pasado, inmediato o lejano. A posteriori, el acontecimiento pudiera haber sido 
previsto… (Bensa y Fassin, 2002, p. 5). 
Por lo que, si bien en su investigación empírica, las ciencias sociales han 
sido confrontadas constantemente por eventos, acontecimientos, rupturas 
y bifurcaciones, en sus debates teóricos les han dejado muy poco espacio. 
Es el caso de la sociología, pues buena parte de esta disciplina, sobre 
todo aquella de matriz durkhemiana, se fundó en contra de las explicacio-
nes sociales que enfatizaban la contingencia y los acontecimientos, en fa-
vor del estudio de la estructuras, los patrones y las regularidades. Incluso 
la sociología weberiana que al ser concebida como una ciencia histórica no 
adoptó, como la francesa, una posición de rechazo frente a la contingen-
cia de lo social, rara vez analiza las singularidades históricas en clave de 
acontecimiento.1
Sin embargo, después de un largo eclipse, el acontecimiento ha reco-
brado una extraordinaria prominencia en aquellas tradiciones sociológicas 
afines a él y ha irrumpido con fuerza en aquellas que lo rechazaban, no se 
1 Lo anterior no significa que no existan antecedentes importantes dentro de la discipli-
na cercanos a la perspectiva acontecimental. Por ejemplo, el trabajo de Simmel, en par-
ticular aquel relacionado con la “acción recíproca”, la “aventura” y con su “perspectiva 
genética” en el estudio de los fenómenos sociohistóricos, introdujo a la teoría social al-
gunas de las preocupaciones retomadas recientemente en Francia con respecto al lugar 
de los eventos y acontecimientos, de la contingencia, de las rupturas y los puntos de 
quiebre o turning points en el estudio de los procesos sociales (Bessin, Bidart y Grossetti, 
2010, p. 25).
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interesaban en él o lo habían tematizado de manera insuficiente.2 El “re-
torno” o “renacimiento” de la noción de acontecimiento ha sido particular-
mente intenso en Francia en donde su cuestionamiento, subteorización y 
rechazo fueron más radicales y en donde se han desarrollado en los últimos 
años las propuestas y los debates más interesantes en torno a este concep-
to y a su importancia para las ciencias sociales. 
Así, el propósito de este capítulo es ofrecer una cartografía conceptual 
sobre la noción de acontecimiento tal y como ha sido recuperada recien-
temente en la filosofía francesa, con algunas referencias al trabajo de his-
toriadores y sociólogos también franceses. El fin del recorrido consiste en 
identificar sus posibles contribuciones al estudio de los fenómenos socia-
les, en particular a la comprensión de la acción social, el sujeto y el cambio 
social, temas clásicos dentro de la sociología que requieren ser pensados de 
una manera renovada e innovadora. 
El capítulo inicia con una breve discusión sobre el concepto de acon-
tecimiento. A continuación se discute su recuperación como “ruptura ins-
tauradora”. Posteriormente se presenta la hermenéutica del acontecimiento 
para después abordar la relación entre sujeto y acontecimiento. En las dos 
últimas secciones se aborda la experiencia del acontecimiento y la relación 
acontecimiento/estructura. El texto concluye con unas reflexiones finales.
¿Qué es un acontecimiento? 
En su sentido más laxo el evento o acontecimiento es un “hecho diverso”, es 
todo aquello que de una manera u otra “tiene lugar” o “llega”: “la aparición 
de un cometa en el cielo nocturno, un eclipse solar, la lluvia en un día so-
leado, un tsunami, un nacimiento, un accidente, una muerte súbita” (Greisch, 
2014, p. 41). Puede hacer referencia tanto “a un desastre natural devastador”, 
al “escandalo más reciente provocado por una celebridad”, “al triunfo del 
pueblo o a un cambio político despiadado”, así como “a la intensa experiencia 
de una obra de arte o a una decisión íntima” (Žižek, 2014, p. 15). 
2 Del otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, la influencia del pragmatismo, el interac-
cionismo y la fenomenología en la sociología norteamericana, así como el diálogo entre 
esta y la historia favorecieron la acogida de la noción de evento como una categoría cen-
tral en el análisis de los procesos sociales desde finales de los años noventa del siglo pa-
sado. Destaca en este sentido el trabajo pionero de William Sewell Jr., (1996a, 1996b) y de 
Andrew Abbott (1992, 1990) y el trabajo reciente de Robin Wagner-Pacifici (2017). 
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La noción de acontecimiento comprende entonces una variedad grande 
de fenómenos: naturales, sociohistóricos, políticos, culturales, biográficos, 
individuales y colectivos, ínfimos y trascendentales. Sin embargo, sea cual 
sea su naturaleza, escala o intensidad un acontecimiento no es una ocurren-
cia, un suceso o un fenómeno cualquiera. 
El acontecimiento se define, en un primer momento, por su impredecibi-
lidad, su ininteligibilidad y su novedad. Para que la afirmación de un evento 
como acontecimiento pueda tener lugar, primero debe pasar algo indescifra-
ble dentro de los códigos establecidos en una situación dada (Badiou, 2006; 
Bensaid, 2004, p. 104). Esta afirmación supone que aquello que sucede o 
acontece no es nunca, en sí mismo, un acontecimiento. 
A diferencia de un hecho, la ocurrencia de un acontecimiento no se pue-
de predecir a partir de las descripciones de los fenómenos que lo preceden. 
El acontecimiento es azaroso por naturaleza y se caracteriza por la imprede-
cibilidad de lo que habría podido o no ser. Es decir, un acontecimiento no se 
puede anticipar fuera de una situación singular, ni tampoco puede deducir-
se de esta: “no puede ser reducido a una situación (previa) ni deducido de 
ella, ni es tampoco generado por ella. Surge “de la nada” (la nada que era la 
verdad ontológica de esta situación anterior)” (Žižek, 2001, p. 147, citado en 
Fernández, 2016, p. 18). 
¿Cómo determinar si aquello que llega o tiene lugar es indescifrable den-
tro de los códigos establecidos? El filósofo Alain Badiou nos ofrece la si-
guiente respuesta: Si es posible decidir, usando las reglas del conocimiento 
existentes, que el enunciado “este acontecimiento pertenece a la situación” 
es verdadero o falso, entonces no se trata de un acontecimiento (Camargo, 
2010, p. 103), pues una de las características del acontecimiento es que inau-
gura su propio régimen de conocimiento. 
En consecuencia, la verdad a la que da lugar al acontecimiento “no pue-
de entenderse sino como un axioma de verdad, que en cuanto tal constituye 
su propia base de sustento; se presenta al mundo sin ningún antecedente co-
nocido, como un aparecido, un extraño que le grita al mundo he aquí A, des-
de ahora, nunca desde antes” (Camargo, 2010, pp. 103-104). En síntesis, el 
acontecimiento: 
[…] es ese principio múltiple que, al presentarse, exhibe la inconsistencia sub-
yacente en todas las situaciones, y en un instante arroja al pánico, sus clasifi-
caciones constituidas. La novedad de un evento se expresa en el hecho de que 
interrumpe el régimen normal de la descripción del conocimiento, que siempre 
se basa en la clasificación de lo conocido, e impone otro tipo de procedimiento 
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a quien admite que, justo aquí en este lugar, algo hasta ahora sin nombre ocurrió 
real y verdaderamente (Meillassoux, 2011, p. 2).
El acontecimiento como ruptura instauradora
Uno de los rasgos distintivos de lanoción de acontecimiento, tal y como es 
desarrollada tanto en la filosofía como en la historiografía francesas de fina-
les del siglo xx y principios del xxi, es que retoma como antecedente la noción 
griega de kairós (Dosse, 2013), que introduce simultáneamente la idea de rup-
tura y la de apertura. El acontecimiento sería así una “ruptura instauradora” 
(Tavera, 2019, p. 165). 
El acontecimiento como ruptura
A diferencia de un hecho histórico, los acontecimientos no se reducen a una 
fecha ubicada en una línea de tiempo. Por el contrario, los acontecimientos 
“inauguran el tiempo y lo temporalizan” (Romano, 2008, citado en Jay, 2012, 
p. 152). Su tiempo, como diría Jay (2012), no es el presente o el pasado, sino 
el futuro. La ruptura del acontecimiento divide el tiempo en un antes y en un 
después, por lo que el presente del acontecimiento existe únicamente como 
un parteaguas entre dos mundos (Bensa y Fassin, 2002). 
Además, el acontecimiento impone un cambio de ritmo que establece 
una temporalidad nueva. Para sus contemporáneos el acontecimiento “mar-
ca siempre el inicio de una nueva era” (Bensa y Fassin, 2002, p. 5). En opi-
nión de Badiou, “la potencia del acontecimiento reside en su capacidad de 
engendrar un tiempo exclusivo, propio, una programación (retro) causal que 
redirige la temporalidad existente hacia su núcleo irresuelto” (Fernández, 
2016, p. 18).
Esta nueva temporalidad altera las relaciones tanto con el pasado como 
con el futuro. El acontecimiento reabre el campo de la memoria (el pasado) y 
el campo de lo posible (futuro). Con respecto al pasado, los acontecimientos: 
inauguran retroactivamente su propia posibilidad: la idea de que el surgimien-
to de lo radicalmente nuevo cambia retroactivamente el pasado; no el pasado 
real, por supuesto (no estamos en el campo de la ciencia ficción), sino las posi-
bilidades pasadas, o bien, para enunciarlo en términos más formales, el valor 
de las proposiciones modales acerca del pasado (Žižek, 2003, citado en Tavera, 
2019, p. 166). 
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Con respecto al futuro, los acontecimientos abren la puerta a futuros po-
sibles que pueden o no concretarse. En ese sentido, “acontecimiento” y “ad-
venimiento” aparecen como las dos caras de una misma moneda (Romano, 
2008). “Los acontecimientos deben entenderse como inauguradores de su 
propia historia, como advenimientos que abren la puerta a aventuras posibles 
en un futuro que aún no está determinado por completo” (Jay, 2012, p. 152).
De tal suerte que
la ruptura que introduce el acontecimiento además de ser una ruptura en la 
temporalidad, es también una ruptura en términos de inteligibilidad. El acon-
tecimiento desencadena una nueva inteligibilidad, hacía el pasado dando un 
nuevo sentido al mundo preexistente y hacia el futuro introduciendo una nue-
va serie de posibilidades que hasta el momento parecían imposibles (Tavera, 
2019, p. 166). 
Finalmente, conviene recordar junto con Quéré (2006) que el aconte-
cimiento desborda el lugar, momento y circunstancias de su aparición. Es-
pacialmente porque puede producir efectos muy lejos del lugar en el que 
acontece y temporalmente porque, como se señaló líneas arriba, el aconte-
cimiento tiene repercusiones tanto hacia el pasado como en el futuro, o más 
precisamente l’avenir, aquello que está por llegar.3
El acontecimiento como apertura
Una característica importante de la noción de acontecimiento, tal y como es 
recuperada en la filosofía francesa contemporánea, es la de “apertura” de un 
mundo nuevo. Los acontecimientos reconfiguran el sentido del mundo que 
les antecede y en ese sentido, son portadores de un nuevo mundo, que nada 
permitía predecir. El acontecimiento se caracteriza entonces por la carga de 
posibilidades que lleva en él mismo. En palabras de Badiou: 
Lo importante aquí es subrayar que un acontecimiento no es la realización de 
una posibilidad interna a la situación o que dependa de leyes transcendentales 
3 Como lo señala Vinolo, resulta necesario distinguir entre el futuro y aquello que está por 
venir, entre le futur et l’avenir, pues el futuro es la simple prolongación causal del presente 
mientras que l’avenir es, al contrario, aquello imprevisible que sucederá y que nos golpea-
rá reconfigurando nuestro mundo (2013, p. 58).
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de un mundo. Un acontecimiento es la creación de nuevas posibilidades. Se si-
túa no simplemente al nivel de los posibles objetivos, sino al nivel de la posibi-
lidad de los posibles. Esto podemos también decirlo así: en relación con una 
situación o un mundo, un acontecimiento abre la posibilidad de lo que, desde 
el estricto punto de vista de esa situación o de la legalidad de ese mundo, es 
propiamente imposible (Badiou, 2009, p. 191; Leveque, 2011, p. 87).
A diferencia de los hechos, el acontecimiento no se inscribe en el mundo 
y lejos de ser explicado por el mundo, el acontecimiento abre nuevos mun-
dos (Romano, 1998, p. 56; Vinolo, 2013, p. 57). Mientras que los hechos son 
explicados por un contexto que les precede, “todo aquello que podemos sa-
ber del mundo, no nos dice nada sobre el acontecimiento pues el aconte-
cimiento no conoce un contexto previo. Por supuesto, ocurre siempre en el 
mundo y por consiguiente en un contexto, pero este último no nos dice nada 
sobre él” (Vinolo, 2013, p. 57). 
El acontecimiento, en su sentido acontecial, es en efecto aquello que ilu-
mina su propio contexto y no recibe en lo absoluto su sentido de él: no es la 
consecuencia explicable a partir de los posibles preexistentes. Por el contra-
rio, el acontecimiento reconfigura los posibles que lo preceden y significa para 
el adveniente, el advenimiento de un mundo nuevo (Romano, 1998, p. 55; Vi-
nolo, 2013, p. 56). 
El acontecimiento, queda claro, no es un hecho y, por lo tanto, no es ex-
plicable a partir de sus causas ni comprensible a la luz de su contexto explica-
tivo. El acontecimiento es aquello que acaece y que cambia tanto el sentido 
como la experiencia del mundo que le precede. Por consiguiente, el aconteci-
miento se entiende mejor a la luz de aquello que hace posible y no en función 
de aquello que lo hizo posible. 
El tiempo modal del acontecimiento no es ni el presente ni el futuro, 
sino el pasado. El acontecimiento solo existe en el pasado y no podemos 
más que hacer una lectura retrospectiva de él, pues aquello que hizo posi-
ble, los mundos posibles que abrió, únicamente puede comprenderse en 
retrospectiva. 
La hermenéutica del acontecimiento
El acontecimiento remite a un punto de torsión, de ruptura, de quiebre “sin 
garantías ontológicas ni sostén alguno en la cadena causal, que excede a sus 
causas y cuyo espacio separa (o más concretamente anula) la contigüidad 
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entre causa y efecto” (Fernández, 2016, p. 18). Como lo señalara Claude Ro-
mano, aunque no están completamente exentos de causación antecedente, 
sus “causas no los explican, o bien, si los ‘explican’, solo y siempre dan ra-
zón del hecho y no del acontecimiento en su sentido acontecial” (Romano 
citado en Tavera, 2019). 
El acontecimiento es un fenómeno de orden hermenéutico en un do-
ble sentido: “no sólo exige ser comprendido (y no explicado por sus causas), 
sino que es él mismo fuente de sentido (source de sens)” (Quéré, 2006, p. 188). 
El acontecimiento, nos recuerda el sociólogo Louis Quéré, posee un poder 
de revelación o de develación que da lugar a un nuevo tipo de comprensión, 
una comprensión del mundo a partir del acontecimiento, que pone de mani-
fiesto el poderhermenéutico de la ruptura que introduce. De suerte que “el 
acontecimiento manifiesta algo de su propio pasado y de su propio contexto 
que sin él habría quedado oculto” (Quéré, 2006, p. 192). 
En consecuencia, el análisis acontecial se interesa menos por los ante-
cedentes de los acontecimientos o por sus causas que por su interpretación. 
“Pasamos así de un esquema de explicación causal en el que el evento se in-
terpreta en su sentido ascendente —por sus causas— a una interpretación 
descendente de carácter hermenéutico en el que el evento se interpreta por 
sus huellas” (Tavera, 2019, p. 164). 
Ahora bien, no se trata de una “hermenéutica de los símbolos”, ya que 
los rastros que dejan los acontecimientos no son ni simples efectos, ni sim-
ples signos, sino de una “hermenéutica de las huellas” o en términos de 
Claude Romano de una hermenéutica évenémential, en tanto que el aconte-
cimiento es en sí mismo una huella significante y su realidad es indisolu-
ble de su interpretación (Romano, 1999, p. 198; Greisch, 2014, p. 49; Dosse, 
2010, p. 19). 
Dos aspectos interesa resaltar aquí. Por un lado, aunque la realidad 
del acontecimiento es indisoluble de su interpretación, para Romano el 
acontecimiento “trae consigo el horizonte de posibilidades interpretati-
vas a la luz de las cuales se dibuja y decide su significado” (Romano, 1999, 
p. 162; Greisch, 2014, p. 48). El acontecimiento es, en ese sentido, “el ori-
gen del sentido del mundo tal y como surge después del acontecimiento y 
con el acontecimiento” (Romano, 1998, p. 83; Greisch, 2014, p. 50). Por otra 
parte, tal y como lo señala Dosse, el acontecimiento es como el Fénix que 
nunca desaparece verdaderamente, pues al dejar múltiples huellas “retor-
na sin detener la interpretación de su presencia espectral con los aconte-
cimientos ulteriores, provocando configuraciones cada vez más inéditas” 
(Dosse, 2010, p. 20). 
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Acontecimiento y sujeto 
El acontecimiento solo puede ser calificado como tal de manera retros-
pectiva por una “intervención interpretante”. Dos cosas son importantes 
de mencionar con respecto a este punto. La primera es que la necesidad de 
una intervención interpretante le otorga al acontecimiento cierta fragilidad. 
La fragilidad del acontecimiento radica en la sospecha de que no ha suce-
dido nada, excepto la ilusión de novedad. Así, el acontecimiento corre el 
riesgo de ser anulado, ignorado o negado. La segunda es que, como hemos 
señalado anteriormente, el acontecimiento es indecible en relación con el 
conocimiento existente, por lo que su reconocimiento es un acto que perte-
nece más al mundo de la militancia y el activismo que al del conocimiento 
y la ciencia.
Frente al acontecimiento, nos dice Badiou, existen tres posibles posi-
cionamientos: la fidelidad, el ocultamiento y la negación. Cada uno de ellos 
da lugar a tres diferentes sujetos intervinientes: el sujeto fiel, el sujeto oscu-
ro y el sujeto reaccionario. El sujeto fiel acepta desplegar las posibilidades 
abiertas por el acontecimiento. El sujeto oscuro, por el contrario, rechaza 
esas mismas posibilidades y se adhiere al mundo anterior al acontecimiento, 
mientras que el sujeto reaccionario lo niega y se comporta como si el acon-
tecimiento nunca hubiese tenido lugar. 
El sujeto fiel es aquel que apuesta por la existencia del acontecimiento 
y, habiendo decidido seguir sus consecuencias, afirma “algo realmente ha su-
cedido” entonces se pregunta “¿qué debo hacer para permanecer fiel a lo que 
ha sucedido?4 El sujeto oscuro reconoce que algo ha realmente sucedido, 
pero coloca su fidelidad en el mundo preexistente al acontecimiento y por 
tanto se pregunta ¿qué debo hacer para permanecer fiel al mundo anterior al 
acontecimiento? El sujeto reaccionario niega que algo haya realmente suce-
dido y por tanto no se plantea pregunta alguna. 
El sujeto interviniente no es un simple observador del acontecimiento, 
pues sin la intervención de quien admite que, “justo aquí en este lugar, algo 
hasta ahora sin nombre ocurrió real y verdaderamente” el carácter aconte-
cimental del acontecimiento se desvanece. Entonces, tal y como lo seña-
la Žižek, no hay “ninguna mirada cognitiva neutral que pueda discernir el 
4 La cuestión para el sujeto fiel es preguntarse: ¿“qué pintar si el cubismo es una nueva 
forma y no una impostura”; “cómo actuar si 1789 es una revolución y no un desorden”, 
“cómo cambiar nuestra vida juntos si este proceso es un encuentro amoroso y no una 
aventura?” (Meillassoux, 2011, p. 3). 
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acontecimiento de sus efectos: desde siempre hay una decisión implícita (Ži-
žek, 2001, p. 147, citado en Fernández, 2016, p. 18).
Por otra parte, dado que, como hemos señalado anteriormente, el acon-
tecimiento es indecible en relación con el conocimiento existente, su reco-
nocimiento e interpretación son un acto de militancia más que una actividad 
intelectual, al punto de que Badiou define al militante como un “centinela 
del vacío al que instruye el acontecimiento”. Es por ello que “el ser frágil del 
evento, por lo tanto, se mantiene en una huella que solo un discurso militan-
te, y no un erudito, puede extraer”. 
Existe para Badiou un cuarto tipo de sujeto, aquel que surge con el acon-
tecimiento. Se trata en este caso del acontecimiento que produce un ser que 
hasta entonces era inexistente. Es decir, un ser cuya existencia había sido 
profundamente negada por la situación.5 Para Badiou el acontecimiento que 
trae a la existencia aquello inexistente —en el sentido badiouano— en la si-
tuación, es el acontecimiento de máxima intensidad, aquel que obliga a re-
considerar retrospectivamente toda la historia de sus predecesores:
Es la resurrección de Cristo, la toma de la Bastilla, la insurrección de Octubre, 
o también, el outing de los sans papiers que se salen de su condición de víctimas 
clandestinas para convertirse en actores; el de los desocupados que salen del 
rango de la estadística para volverse sujetos de resistencia; el de los enfermos 
que no se resignan a ser simples pacientes sino se proponen pensar y actuar su 
propia enfermedad (Bensaid, 2004 [s.p.]).
Conviene recordar aquí, junto con Louis Quéré, que el acontecimien-
to se inscribe tanto en el orden hermenéutico como en el de la experiencia. 
El acontecimiento da lugar a experiencias que son fuentes de identidad 
para aquellos a quienes les acontece. “Abriendo un horizonte de sentido y 
aportando con él posibilidades interpretativas, el acontecimiento permite 
a quien se encuentra expuesto a él, descubrir algo de sí mismo y de su si-
tuación y profundizar en la comprensión de sí mismo y del mundo” (Quéré, 
2006, p. 202). 
5 Badiou distingue entre el multiple-being del ser el cual es eternamente presente, inmóvil 
e invariable y su aparición en múltiples mundos diferentes. Badiou llama existencia a la 
intensidad del ser en un mundo particular. A diferencia del ser, la existencia admite una in-
finidad de variaciones entre un mundo y otro. Para Badiou el ser aparece con diferentes 
intensidades en diferentes mundos. Así, el mismo ser puede existir con gran fuerza en un 
mundo y ser prácticamente inexistente en otro (véase Meillassoux, 2011, p. 8). 
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Las ciencias sociales frente al acontecimiento 33 
La experiencia del acontecimiento
Las cosas “son lo que son”, mientras que los acontecimientos “nos hacen re-
accionar”. Los “tomamos a pecho” y “nos hacen reflexionar, incluso si desa-
fían nuestro poder de entendimiento y ponen a prueba nuestra inteligencia 
en términosde leyes, reglas y orden” (Greisch, 2014, p. 45). Más aún, tal y 
como señala Louis Quéré, “el acontecimiento provoca una experiencia”, a tal 
punto que puede convertirse en referente dentro de una trayectoria de vida, 
individual o colectiva, por el tipo de ruptura —en la temporalidad y en la in-
teligibilidad— que introduce (Quéré, 2006, p. 199). 
Las ciencias sociales no han evaluado con seriedad el lugar de los acon-
tecimientos en la estructuración de la experiencia tanto individual como co-
lectiva. Al decir de Quéré son tres las principales razones que explican esta 
situación: el énfasis en el sujeto como agente, el principio de causalidad y la 
atribución subjetiva de sentido.
En su opinión, las ciencias sociales descuidan con demasiada frecuencia 
el hecho de que la experiencia es un compuesto de actuar y de padecer (agir et 
pâtir) y se centran fundamentalmente en los sujetos y sus motivaciones para 
la acción en detrimento de la dimensión del sufrimiento. En consecuencia, 
frecuentemente desconocen el hecho de que los agentes se ven afectados 
por los eventos y por los cambios que ocurren, en el curso mismo de la ac-
ción, en su situación y en el entorno. 
Una segunda razón es que las ciencias sociales han entendido el even-
to principalmente bajo la categoría de hecho y le aplican de manera pri-
vilegiada el esquema de causalidad. Una tercera razón es que, cuando se 
trata de situar el evento en el orden de los significados, razonan espontá-
neamente en términos de la atribución de sentido por parte de los sujetos, 
y hacen de estos sujetos la fuente del sentido y la medida de los aconteci-
mientos (Quéré, 2006, pp. 186-187). 
Es la condición de “pasibilidad” de los sujetos entendida como su sus-
ceptibilidad a ser tocados, afectados, perturbados o conmovidos por lo que 
sucede, la que hace de la confrontación a los acontecimientos una experien-
cia. La discontinuidad o ruptura que introduce el acontecimiento provoca 
sorpresa y, por tanto, emociones. 
Lo anterior implica que la “individualidad del acontecimiento” está de-
terminada también por las reacciones, respuestas y, en un sentido más am-
plio, por las experiencias que suscita. 
El acontecimiento entra al ámbito de la experiencia como término de 
una transacción. El poder hermenéutico del acontecimiento se manifiesta 
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en una transacción inmediata con su realidad: “El acontecimiento y aquel a 
quien acontece son ambos cosas que “devienen” en el marco de una transac-
ción, aunque su “devenir” sea muy diferente” (Quéré, 2006, p. 201).6 
Acontecimiento y estructura
 
Esta breve cartografía conceptual estaría incompleta si no incorporáramos 
una breve discusión en torno a la relación entre acontecimiento y estructura, 
retomada de la historiografía francesa contemporánea.
La insatisfacción con la hegemonía de la historia estructural, que en 
Francia se identificaba con la Escuela de los Annales, abre paso a la revalora-
ción del acontecimiento como categoría analítica. Sin embargo, la noción de 
acontecimiento que retorna no es la de la histoire événementielle criticada por los 
Annales (Ricoeur, 1992; Dosse, 2013). El acontecimiento puramente descrip-
tivo “infrasignificativo” de la tradición positivista es sustituido por un acon-
tecimiento “sobresignificativo” (Trebitsch, 1998, p. 33) y la oposición entre 
explicaciones profundas de carácter estructural y la concepción simplificada 
de la historia, que tiende a eliminar la causalidad estructural del devenir his-
tórico, remplazándola por la simple filiación y seriación de los acontecimien-
tos, se desdibuja dando paso a nuevas relaciones entre evento y estructura 
(Tavera, 2019, p. 163). 
Mientras que desde la histoire événementielle las nociones de estructura 
y acontecimiento eran consideradas como opuestas, en la nueva historia 
aconte cial han dejado de ser mutuamente excluyentes para convertirse en 
conceptos analíticamente interdependientes, al grado de que es justamente 
el carácter estructurado de la vida social el que hace posible el reconocimien-
to de un acontecimiento (Morin, 1972; Koselleck, 1990; Ricoeur, 1992). En su 
regreso, “el acontecimiento aparece como el componente creador, como la 
contraparte necesaria en la pareja estructura-acontecimiento” (Ricoeur, 1992, 
p. 29). 
Una reflexión similar la encontramos en la obra del filósofo Alain Ba-
diou para quien la noción de acontecimiento es inseparable de la noción de 
situación o “estado de la situación”. Esta noción, como el resto de la obra 
de Badiou tiene como sustrato una ontología de lo social que se basa en las 
matemáticas, particularmente en la teoría de conjuntos de Georg Cantor. Se-
6 En este sentido, contrariamente a lo que sostiene Paul Ricoeur, el poder hermenéutico 
del acontecimiento no pasa necesariamente por su relato o su “puesta en intriga”. 
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Las ciencias sociales frente al acontecimiento 35 
gún la teoría de conjuntos, existe siempre un “exceso de subconjuntos” es 
decir, formas de ordenar los elementos. Este exceso es anárquico y peligroso 
y requiere ser controlado. Para ello todas las situaciones se estructuran dos 
veces. Los elementos de un conjunto se estructuran primero por algún proce-
dimiento de conteo, pero cada estructura es a su vez “re-presentada” por una 
metaestructura a la que Badiou llama “el estado de la situación”. 
El “Estado” o “estado de la situación” es el sistema de las coacciones que 
limitan precisamente la posibilidad de los posibles. Se dirá del mismo modo 
que el Estado preescribe lo que, en una situación dada, es lo imposible den-
tro de esa situación, a partir de la preescripción formal de lo que es posible. 
El Estado es siempre la finitud de la posibilidad, y el acontecimiento, su infi-
nitización (Leveque, 2011, p. 88). 
De tal suerte que el evento se analiza en pareja, en su relación, en la dis-
posición con una situación. Pero, a diferencia de la propuesta narrativista del 
acontecimiento (cfr. Ricoeur), Badiou propone invertir la perspectiva y en lu-
gar de orientar los esfuerzos de conceptualización hacia la estructura señala 
que es el acontecimiento el que debe ser pensado primero, pues no existe un 
sitio acontecial en sí mismo. Es en relación a un “estado de la situación” que 
un conjunto de elementos se constituye en un sitio (site) y es justamente el 
acontecimiento el que da lugar al primero (Boisset, 2016, p. 63).
Consideraciones finales 
Como concepto, el acontecimiento exhibe dos cualidades epistemológicas 
notables. Por una parte, su longevidad en la historia de las ideas y, por la otra, 
su anarquía conceptual. La primera le confiere una riqueza histórica y una crí-
tica matizada y diversa, mientras que la segunda, lejos de convertirlo en un 
caballo de Troya disciplinario de un discurso particular en el espacio crítico, 
es una llave de entrada a otras disciplinas como la filosofía o la historiografía. 
¿Cuáles son las posibles contribuciones de las reflexiones y los aportes 
teóricos presentados en esta breve cartografía —y, por ello, obligadamente, 
simplificada y parcial— sobre la noción de acontecimiento, tal y como ha 
sido recuperada recientemente en Francia, a la comprensión de la acción so-
cial, el sujeto y el cambio social? ¿Puede un concepto “fuerte” de aconteci-
miento ayudarnos a comprender mejor el mundo en el que vivimos?
A continuación apuntaré de manera casi telegráfica, y a modo de es-
bozo, algunas de las posibles contribuciones de una sociología que tome 
en serio la noción de acontecimiento: una perspectiva acontecial de los 
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fenómenos sociales, es decir una mirada de lo social centrada en la noción 
de acontecimiento invita a considerar seriamente la dimensión impredeci-
ble, contingente y novedosa de la acción, —una realidad constante e inevi-
table a la que individuos y colectividades se enfrentan día con día—, una 
realidad idónea para pensar la acción social. 
En términos del sujeto, esta misma perspectiva permite recuperar den-
tro del análisis sociológico la condición de “pasibilidad” —que no de pa-
sividad— de los sujetos entendida, como señalé líneas arriba, como su 
susceptibilidad a ser tocados, afectados, perturbados o conmovidos por lo 
que sucede en el mundo que les rodea. Adicionalmente, permite, a través 
de la noción de acontecimiento ampliar nuestra mirada sobre los proce-
sos de subjetivación. Lo anterior, sin desconocer la centralidad del sujeto 
como “intervención interpretante” y sin cualquier monismo metodológico 
que postule la primacía de la estructura, el sistema o la sociedad sobre el 
agente, actor o individuo, o viceversa 
Finalmente, la noción de acontecimiento presentada en este trabajo nos 
brinda herramientas que nos ayudan a formular una teoría sociológica más 
atenta a la forma de producirse los cambios en la historia y en la política. 
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