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81Raúl Romero Medina Como la espada, así la vaina. La colección de armas blancas de don Juan de la Cerda y Silva
ISSN: 1888-9867 | e-ISSN 2340-499X | http://dx.doi.org/10.6035/Potestas.2020.16.4
Como la espada, así la vaina. 
La colección de armas blancas de 
Don Juan de la Cerda y Silva, iv duque 
de Medinaceli (1552-1575)1
Sword and sheath alike. the collection 
of bladed weapons of Don Juan 
de la Cerda and Silva, the 4th duke 
of Medinaceli (1552-1575)
Raúl Romero Medina
Universidad Complutense de Madrid
Recibido: 16/01/2020. Evaluado: 28/02/2020. Aprobado: 29/02/2020.
Resumen: Este artículo pretende estudiar la colección de armas blancas 
de don Juan de la Cerda y Silva, iv duque de Medinaceli. Para ello, anali-
zamos el documento inédito de su inventario post mortem protocoliza-
do en Madrid, en 1575. En él se asienta una importante y rica variedad 
de piezas, la mayor parte de producción contemporánea española. Su 
posesión no solo encarnaba un conjunto de valores como expresión de 
la sociedad del Renacimiento habsbúrgico, sino que formaba parte del 
uso que, de la magnificencia como virtud, hicieron las élites nobiliarias 
para expresar su poder en el largo siglo xvi.
1. Este trabajo participa de los proyectos de investigación i+d «Corte y cortes en el Tardogótico His-
pano. Narrativa, memorias y sinergias en el lenguaje visual». Ref.: pgc2018-093822-b-i00 y «Espacios de 
coleccionismo en la Casa de Austria 2: siglos xvi y xvii». Ref.: har2017-83094p.
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Palabras claves: armas blancas, colección, iv duque de Medinaceli, siglo 
xvi, Renacimiento habsbúrgico.
Abstract: This article aims to study the collection of bladed weapons of 
Don Juan de la Cerda and Silva, the 4th Duke of Medinaceli. To this end, 
I have analyzed its unpublished post-mortem inventory, protocolized 
in Madrid in 1575. The collection contains a rich variety of interesting 
pieces, most of which are contemporaneous Spanish weapon produc-
tion. Its possession not only embodied the values of the Habsburg Re-
naissance society, but was also used by the 16th century noble elite to 
display their power from the virtue of magnificence.
Keywords: bladed weapons, collection, the 4th Duke of Medinaceli, 16th 
century, Habsburg Renaissance.
Introducción
Violo el Príncipe [de Gales] todo y él [Jerónimo Funes] le presentó dos pinturas 
del Ticiano y una del Mudo, un montante y dos espadas, ofreciéndole con gran 
galantería todo cuanto tenía en su casa. Lo que llevó el Príncipe se apreciaría en 
ocho mil ducados, porque también dió cuatro alajas y dos pinturas, arcabuces 
y espadas a dos caballeros ingleses que fueron con el Príncipe, el qual envió de 
allí a dos días a Don Gerónimo una sortija de un diamante apreciado en diez mil 
ducados, y quinientos doblones en un bolsillo tejido de oro.2
En marzo de 1623, el príncipe de Gales Carlos Estuardo acompañado por 
su valido, el duque de Buckingham, visitaba Madrid con la pretensión de acele-
rar el acuerdo matrimonial entre las dos coronas y poder casarse con la infanta 
María Ana de Austria,3 hija del rey Felipe III y Margarita de Austria. Aunque 
este hecho nunca se consumó, la estancia del de Gales tuvo como resultado 
mostrar a los ingleses la magnificencia de la Corte madrileña. En este contexto, 
el príncipe fue en dos ocasiones a casa de Jerónimo Funes, caballero de la Or-
den de Santiago, y conocemos, por el texto anónimo que acabamos de citar, los 
regalos diplomáticos que se le hicieron, entre los que figuraban varias armas 
blancas: un montante y dos espadas.
Este testimonio no tendría mayor importancia de no ser porque lo que se 
demuestra es cómo las espadas eran objetos de presente al mismo nivel que 
las joyas, o los cuadros de Tiziano o Navarrete «el Mudo». Efectivamente, las 
2. Ángel González Palencia (ed.): Noticias de Madrid 1621-1627, Ayuntamiento de Madrid, Ma-
drid, 1942, pp. 74-75.
3. Una breve reseña biográfica con algunas indicaciones bibliográficas en http://dbe.rah.es/biogra-
fias/11442/maria-de-austria (Consultada el 7/1/2020).
http://dbe.rah.es/biografias/11442/maria-de-austria
http://dbe.rah.es/biografias/11442/maria-de-austria
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armas tenían un valor históricamente implícito y fueron objeto de valiosos 
obsequios diplomáticos.4 Es de sobra conocido el regalo del estoque bendito 
con el que el papa Inocencio VIII honró al conde de Tendilla, Íñigo López de 
Mendoza5 (fig. 1). 
Fig. 1. Giacomo Magnolino. Espada y vaina del Conde de Tendilla, 1493. Espada: altura 
140,50 cm, anchura 31,50 cm. Vaina: altura 113,50 cm, anchura 6,20 cm. Museo Lázaro 
 Galdiano de Madrid.
Como ha puesto de manifiesto el profesor Fernando Checa,6 en la concep-
ción de la magnificencia cortesana de los Habsburgo se observa un sistema 
de las artes distinto al puramente italiano y, sin duda, la importancia que 
tuvieron los tapices, las joyas o las armas explican mejor la extraordinaria ri-
queza conceptual de lo que ha denominado con acierto como Renacimiento 
habsbúrgico.7
4. A modo de ejemplo diremos que en la colección de la Real Armería del Palacio Real de Madrid se con-
servan tres rodelas (Inv. D65: Inv. D66 e Inv. D.67) enviadas por el duque de Mantua a Carlos V. Cfr. Álvaro 
Soler del Campo: Guía Real Armería. Palacio Real de Madrid, Reales Sitios de España, Madrid, 2010, p. 58.
5. Elías Tormo: «El brote del Renacimiento en los monumentos españoles y los Mendoza del siglo 
xv», en Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, 1917, n.º xxv, pp. 57-58.
6. Fernando Checa Cremades: «La otra corte. Piedad femenina y gusto cortesano en los monasterios 
reales de las Descalzas y la Encarnación de Madrid», en Fernando Checa Cremades (ed.): La otra Corte. 
Mujeres de la Casa de Austria en los monasterios reales de las Descalzas y la Encarnación, Patrimonio Na-
cional, Madrid, 2019, pp. 15-41.
7. Para una síntesis de un tema que presenta una bibliograf ía tan rica como prolija véase Fernando 
Checa Cremades: Renacimiento habsbúrgico. Felipe II y las imágenes artísticas, Universidad de Valladolid, 
Valladolid, 2017.
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A lo largo del siglo xvi, el coleccionismo de armas blancas fue frecuente en 
el ámbito de la sociedad civil al adquirir un enorme prestigio en las campañas 
de propaganda y expresión del poder.8 Así, tal y como se observa en los retratos 
cortesanos de época, portar espadas era el reflejo de personajes de alta cuna 
y de hombres de armas que encarnaban la virtud del príncipe.9 Por ello, las 
armas de parada se concebían como ricos objetos, exquisitas obras de arte que 
realzaban la imagen de su propietario.
En este sentido, se ha dicho del retrato armado que Tiziano hizo en 1551 al 
entonces príncipe Felipe, que más que un ejercicio de introspección psicológi-
ca es una exaltación de la dignidad de este (fig. 2). Estamos ante un modelo de 
representación áulica que perduraría más de un siglo.10
Pero también determinadas armas blancas resultaban familiares, como las es-
padas, pues servían como autodefensa para salvaguardar la seguridad en las ca-
lles. Las más comunes eran las de ceñir o roperas, que se llevaban como parte del 
atuendo civil. Era extraño el hombre que no la tuviera, con su daga a juego, de ahí 
que su uso y posesión fuera objeto de reglamentación por parte de la Corona.11 
La alta demanda de armas blancas conllevó la creación de un tejido indus-
trial de lujo en la que sus fabricantes se vieron beneficiados de este prestigio. 
En el ámbito hispánico, su producción estuvo enmarcada dentro del tejido 
económico artesanal regido por el gremio.12 Además, pronto apareció lafigura 
del intermediario de ventas que obtuvo unos altísimos beneficios en las tran-
sacciones comerciales que se producían.
A pesar de ello, la historiograf ía española ha marginado estos estudios aún 
cuando en el territorio hispánico su producción alcanzó una altísima calidad 
durante el siglo xvi, más allá de Toledo, en centros como Valencia, Zaragoza, 
Sevilla o Vizcaya.13 La escasez bibliográfica sigue siendo un hándicap para el 
acercamiento al estado de la cuestión, que aún confunde ejemplares hispáni-
cos con piezas de producción italiana.14 
8. Covarrubias deja claro cómo la espada, por ejemplo, «los hombres la traen de ordinario ceñida para 
defensa y para ornato y demostración de lo que son». Sebastián de Covarrubias: Tesoro de la lengua 
castellana, Madrid, 1611, fol. 373r.
9. Sobre las armas en los retratos de corte Álvaro Soler del Campo: El arte del poder. La Real Arme-
ría y el retrato de La Corte, Museo Nacional del Prado, Madrid, 2010.
10. Miguel Falomir Faus: El retrato del Renacimiento, Museo Nacional del Prado, Madrid, 2008, 
p. 394.
11. Algunos de los extractos de estas pragmáticas en Germán Dueñas Beraiz: «Las armas en la socie-
dad de El Greco», en Las armas del Greco, Museo del Ejército, Toledo, 2014, pp. 31-32.
12. Germán Dueñas Beraiz: Aproximación al estudio de los gremios espaderos en la Península Ibé-
rica. Memoria de Licenciatura inédita. Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea. 
Universidad de Salamanca, Salamanca, 1999.
13. Enrique de Leguina y Vidal: Arte Antiguo: Los maestros espaderos, E. Bergali, Sevilla, 1897. 
Enrique de Leguina y Vidal: Glosario de voces de armería, Librería de Felipe Rodríguez, Madrid, 1912. 
Germán Dueñas Beraiz: «La producción de armas blancas en Bilbao durante el siglo XVI», en Gladius, 
2001, n.º xxi, pp. 269-290.
14. Para un estado de la cuestión véase Germán Dueñas Beraiz: «Introducción al estudio tipológico 
de las espadas españolas: siglos XVI-XVII», en Gladius, 2004, xxiv, pp. 209-260.
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Fig. 2. Tiziano. Felipe II, 1551, óleo sobre lienzo, 193 x 111 cm. Madrid, Museo Nacional del 
Prado.
El objetivo que persigue este trabajo no es otro que el de estudiar la colec-
ción de armas blancas que reunió don Juan de la Cerda, IV duque de Medi-
naceli. Para ello nos basaremos en la información inédita que se refleja en su 
inventario post mortem protocolizado en Madrid, en 1575.15 En él se asienta 
15. Archivo Histórico de Protocolos de Madrid. Protocolo n.º 939. Fols. 280-331. En adelante, ahpm.
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una importante y rica variedad de piezas, la mayor parte de producción con-
temporánea española. Su posesión no solo encarnaba un conjunto de valores 
como expresión de la sociedad del Renacimiento habsbúrgico, sino que forma-
ba parte del uso que, tanto de la magnificencia como de la virtud, hicieron las 
élites nobiliarias para expresar su poder en el largo siglo xvi.16
Por otro lado, nos aproximamos al personaje para acercarnos a su figura en 
términos de aprecio por las artes y su mirada coleccionadora.17 La hipótesis 
de la que partimos es que la colección de armas del iv duque de Medinaceli se 
sitúa en el horizonte de los aspectos propagandísticos de exaltación del linaje 
y del ejercicio del poder, indisolublemente unidos a una exhibición del gasto 
como cualidad virtuosa. Así, pensamos que no solo tuvo una utilidad práctica, 
íntima y personal del poseedor, sino que pudo ser exhibida en determinados 
momentos y a determinadas personas. Sin duda, creemos que la colección del 
iv duque de Medinaceli se engloba en ese concepto de la Wunderkammer re-
nacentista en la que se intercalaban los criterios de selección de objetos natu-
rales y de atracción estética propios de la cultura del humanismo.18
Desde este prisma, pretendemos fijar la atención sobre la importancia nu-
mérica, la calidad material de su procedencia, así como las tipologías dentro 
de lo que se ha denominado «armas blancas». En cualquier caso, no es menor 
el objetivo de responder al motivo de su reunión en Madrid, lugar dónde el 
IV duque culmina su carrera burocrática al servicio de la Corona, cuando es 
nombrado mayordomo mayor de la reina Ana de Austria,19 es decir, el final de 
su ascenso en la gracia regia.
Breve semblanza bibliográfica del personaje
Juan de la Cerda y Silva pudo nacer en Cifuentes alrededor de 1515. Fue 
hijo de don Juan de la Cerda, ii duque de Medinaceli, y doña María de Silva, 
su segunda esposa. Sería inútil abordar ahora el conflicto que mantuvo con su 
hermano, don Gastón de la Cerda, por la sucesión en el mayorazgo. Lo cier-
to es que en 1552 heredó los títulos y estados de la Casa de Medinaceli con-
virtiéndose por derecho propio en iv duque de Medinaceli y iii marqués de 
16. Jesús Félix Pacual Molina: «Lujo de acero. Armas y poder en el ámbito habsbúrgico del siglo 
XVI», en Ars & Renovatio, 2019, n.º 7, pp. 363-378.
17. Sobre el coleccionismo remitimos al lector al ya clásico texto de Fernando Checa Cremades y 
Miguel Morán Turina: El coleccionismo en España: de la cámara de las maravillas a la galería de pin-
tura, Cátedra, Madrid, 1985.
18. Fernando Checa Cremades: «Sobre distintas maneras de ver y poseer. La situación del objeto 
artístico en las sociedades del Antiguo Régimen», en Estrella de Diego Otero (coord.): El coleccionar y 
las cosas, Revista de Occidente, Madrid, 1993, n.º 141, p. 51-55.
19. El 23 de marzo de 1574. Archivo Ducal de Medinaceli. Archivo Histórico. Leg. n.º 45. Ramo vii. En 
adelante, adm. Sobre la casa de la reina véase José Martínez Millán: «La corte de Felipe II: la casa de la 
reina Ana», en Luis Antonio Ribot García (coord.), La monarquía de Felipe II a debate, Sociedad Estatal 
para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 2000, pp. 159-184.
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 Cogolludo, además de conde de El Puerto de Santa María, señor de las villas 
de Deza, Enciso, Imón, Barahona y Los Arcos.20
En 1541 se casó en Ocaña con doña Juan Manuel de Noroña o «de Portu-
gal», hija del ii conde de Faro. De este matrimonio nacieron María, esposa del 
iv duque de Montalto, Antonio de Aragón y de Cardona; Juan Luis de la Cerda, 
su sucesor como v duque de Medinaceli y caballero de la Orden del Toisón de 
Oro desde marzo de 1585; Gastón, que falleció en el cautiverio de Constantino-
pla; Sancho, que fue i marqués de la Laguna de Camero Viejo y del Consejo de 
Estado; Ángela, que se casó con el ii duque de Bivona; Blanca, desposada con el 
iv conde de Cifuentes y Catalina, que se casó con Francisco Gómez de Sandoval 
y Rojas, v marqués de Denia, iv conde de Lerma, que pasó a ser, en 1599, i duque 
de Lerma por concesión del rey Felipe III. 
El iv duque de Medinaceli jugó un papel muy importante en el contexto 
político y diplomático de la corte de Felipe II. Considerado como uno de los 
líderes de la facción Éboli, sus servicios como administrador burocrático que-
daron patentes en los numerosos cargos a los que fue designado por el monar-
ca prudente.21 
Así, recién nombrado duque de Medinaceli, en 1554 acompañó al príncipe 
Felipe en su viaje por Inglaterra con el fin de contraer matrimonio con la reina 
María Tudor. El 16 de enero de 1556 actúo como testigo junto con Filiberto de 
Saboya, y otros altos dignatarios que se hallaban en Bruselas, cuando Carlos V 
renunció en su hijo a los dominios occidentales de Europa y el Nuevo Mundo.
Felipe II depositó en él su confianza y en 1557 lo nombró virrey y capitán 
general del Reino de Sicilia, cargo que ostentó hastafinales de 1565. En este 
servicio, el de Medinaceli tuvo que lidiar con las relaciones hostiles del Medi-
terráneo, marcadas por la presencia de los turcos. En este marco se produjo la 
gran derrota de los Gelves, en 1560, expedición norteafricana que fue el gran 
desastre militar del siglo xvi y que solo hizo oscurecer su figura como capitán 
de armas. Finalmente, su incapacidad para gobernar, apoyado en validos y mi-
nistros, acabó con su destitución como virrey, situación que se aceleró con la 
pérdida del favor de Rui Gómez de Silva, príncipe de Éboli, enemistado con su 
cuñado, el marqués de Távara.22
Entre 1567-1570 permaneció en una suerte de destierro encubierto como 
virrey de Navarra. Recuperado su prestigio y apoyado de nuevo por el de Ébo-
li, fue llamado de nuevo a Madrid en 1570 para notificarle su nombramiento 
como gobernador General de los Países Bajos. Se trataba de una nueva vuelta a 
los escenarios de la política internacional, aunque no con mejores resultados.23
20. Francisco fernández de Bethencourt: Historia genealógica y Heráldica de la monarquía espa-
ñola. Casa Real y grandes de España, Fabiola de Publicaciones Hispalenses, Sevilla, 2003 [1904], pp. 223-224.
21. Raúl Moreno Medina: «Don Juan de la Cerda, IV duque de Medinaceli. El hombre, el político y 
el mecenas en la Corte del Rey Prudente», en Tiempos Modernos, Revista de Historia Moderna, 2017, n.º 34, 
pp. 350-371. Seguimos los datos y el aparato crítico trabajado en este texto.
22. Ibíd.
23. Ibíd.
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La situación de crispación en los Países Bajos se había recrudecido desde la 
presencia en 1567 del duque de Alba. Flandes era una tierra agitada y don Juan 
de la Cerda era un hombre blando y humano, al decir de los cronistas contempo-
ráneos, por lo que se presagiaba un nuevo fracaso. De hecho, la permanencia del 
duque de Alba en Flandes por voluntad de Felipe II redujo el papel de don Juan 
de la Cerda a una figura decorativa sin el menor papel efectivo. En medio de esta 
situación incómoda y como actor secundario de unas estrategias que no había 
urdido y que no deseaba ejecutar, a finales de 1572 recibió el beneplácito de Fe-
lipe II para presentarse en España. El rey Prudente decidió encomendar en 1573 
estas tareas a Luis de Requesens, gobernador de Milán y amigo de su infancia.
Tras estos fracasados servicios regios, don Juan de la Cerda se refugió unos 
meses en sus dominios jurisdiccionales hasta que fue nombrado consejero de 
Estado, el 6 de noviembre de 1573. Asentado en Madrid, en 1574 es nombrado 
mayordomo mayor de la cuarta mujer de Felipe II, la reina Ana de Austria. Fue 
en la Corte donde le sobrevino la muerte el 1 de agosto de 1575.
El 2 de agosto de 1575, don Juan Luis de la Cerda, v duque de Medinaceli, 
en calidad de sucesor de su padre, ordenó el inicio del inventario de sus bienes 
ante la presencia del Licenciado Valle, teniente-corregidor de Madrid.24 Dicho 
inventario se cerró el 13 de agosto de 1575 ante la presencia de Alonso Pérez 
de Salazar, teniente-corregidor de Madrid.25 
La colección de armas blancas del iv duque de Medinaceli
Como hemos señalado, los objetos inventariados, en 1575, en posesión del 
iv duque de Medinaceli deben entenderse como una colección en términos 
del uso que tenía el concepto de magnificencia de la época. Cuando le sobrevino 
la muerte, don Juan de la Cerda estaba en la Corte como mayordomo mayor 
de la reina. Por ello, estos objetos no solo tuvieron una utilidad práctica, íntima 
y personal del poseedor, sino que se exhibían en determinados momentos y a 
determinadas personas. De entre ellos, la colección de armas blancas contribuía 
a hilar el discurso de una imagen de poder y exaltación de la propaganda regia. 
Sea como fuere, hay que advertir que el inventario post mortem deja claro 
que su sucesor, don Juan Luis de la Cerda, había ordenado levantar otros ins-
trumentos jurídicos parecidos en todas sus posesiones fuera de la Corte. Ob-
viamente, era necesario controlar los bienes de cara a la inminente almoneda 
para saldar las deudas contraídas en vida. A pesar de ello, estos inventarios no 
se han conservado, con lo que no podemos tomar el pulso al conjunto global 
de objetos que debió poseer. En cualquier caso, todo apunta a que aquellos que 
más exhibía y usaba se encontraban en Madrid, es decir, sus armas y armadu-
ras, sus joyas, su vestimenta o su biblioteca. 
24. ahpm. Protocolo n.º 939. Fols. 280-331.
25. Ibíd.
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Entre las armas blancas del inventario del iv duque de Medinaceli sobre-
salen, en primer lugar, las espadas. A pesar de que su declive como armas de 
guerra se inicia con la Edad Moderna, las espadas encarnaban unos valores de 
prestigio que hizo que lucieran en el ámbito civil,26 tal y como ya hemos adver-
tido que recogen los retratos cortesanos de época.
Destacan también más de una decena de alfanjes, una arma de origen mu-
sulmán que en castellano recibía el nombre de terciado. Estas piezas tuvieron 
una larga presencia en los siglos de la Edad Moderna en producciones moris-
cas. De hojas más cortas y anchas que los terciados, servían para jugar de tajo. 
Con la hoja curva, la fabricación podía ser española o foránea y solían llevar 
los pomos labrados en marfil, al menos así figuran, como en breve pasaremos 
a ver, un par de ellas en el inventario de don Juan de la Cerda.27
Las dagas también están presentes y suponemos que no son las armas de 
parada, sino las llamadas dagas de mano izquierda, es decir, el resultado de la 
evolución de la esgrima con la espada. Usadas para el duelo a la española, están 
compuestas por un guardamanos triangular, a manera de vela, con decoración 
calada o grabada. Su número en el inventario es numeroso, a veces a juego con 
las espadas (fig. 3).
Fig. 3. Anónimo, Península Ibérica. Daga de mano izquierda, siglo xvi, forjado, fundido, da-
masquinado, plata, oro, acero, madera e hilo de plata, inv. ce22246. Madrid, Museo Nacional 
de Artes Decorativas.
26. Estaríamos ante lo que se ha denominado espada ropera o de ceñir cuya significación debe ser entendida 
con la de una espada que el militar o el civil pueden llevar con el atuendo civil, en parte con fines defensivos u 
ofensivos, pero también en parte como complemento ornamental del ropaje. Sobre este asunto véase José Ma-
ría Peláez Valle: «La espada ropera española en los siglos XVI-XVII», en Gladius, 1983, n.º 16 pp. 147-199.
27. Aunque podrían ser piezas de importación turca, el inventario se refiere a ellas como piezas moris-
cas. Por ejemplo, Bofarull nos informa que en las ordenanzas del gremio de espaderos de Barcelona de 1567 
se recoge la fabricación de un alfanje morisco como condición sine qua non para ingresar en él. Francisco 
de Asís de Bofarull y Sans: Colección de documentos inéditos del Archivo de la Corona de Aragón. Gre-
mios y cofradías del Archivo de la Corona de Aragón. Barcelona, 1910. https://cutt.ly/4yNqImm.
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El inventario da cuenta también de una espada negra «con su daga, que la 
daga tiene puño de oro con su talabarte y petrina e cuchillo e punçon y bayna 
de cuero negro».28 Se trata del equivalente al florete francés que se usaba para la 
esgrima.29 Su nombre obedece a que solían conservar la pátina oscura de la forja.
Las espadas se engloban en las llamadas armas blancas largas, junto con el 
estoque, el montante y el verdugo. Así, pueden ser estudias y clasificadas en 
función de su tipo de hoja y la forma de su empuñadura.30 Los espaderos his-
panos realizaron hojas de todos los tamaños, anchuras y formas y no solo las 
llamadas roperas o a la española,con marcas y empuñaduras de taza; si bien el 
uso de ropera se asocia desde la Baja Edad Media en occidente a todas las que 
se utilizaban como complemento de la indumentaria, con independencia de su 
riqueza y la forma de su hoja y empuñadura.31
Vamos a ver qué tipo de espadas lució el iv duque. El inventario post mortem 
registra una veintena de ellas de varios tamaños, anchuras y formas. Además, se re-
cogen varias hojas para guarnecer, es decir, considerando que la espada era un ele-
mento más de la indumentaria masculina cortesana de la época, las hojas podían 
recibir diferentes empuñaduras acorde con los cambios de la moda. Incluso las 
guarniciones de las hojas eran caras y también recibían un alto valor en las almone-
das, de ahí que se registren. Del mismo modo, también se constata la presencia de 
pomos que servían para fijar la empuñadura a la hoja y, a veces, como contrapeso.
Si comenzamos por el estudio de las guarniciones, tenemos que señalar que 
en España apenas hay estudios monográficos sobre la fabricación de empu-
ñaduras, ello complica cualquier intento de clasificación por técnicas y moti-
vos de centros de producción geográfica.32 Si a ello unimos la gran circulación 
de modelos por toda Europa susceptibles de ser copiados, resulta altamente 
complicado conocer el centro de producción.33 Las técnicas andalusíes de de-
coración de lacería o incrustaciones doradas fueron utilizadas en centros pro-
ductores europeos, lo que demuestra la movilidad de los maestros espaderos.34
28. ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
29. «... le dijo que no haría lo mismo si se tratase de espadas y no de floretes lo que llaman en España a 
la espada negra.» Cit. José García mercadal: Viajes de extranjeros por España y Portugal. Primer viaje de 
Felipe el Hermoso, Aguilar, Madrid, 1952, tomo iii, p. 146.
30. Existen estudios arqueológicos que han estudiado las piezas por su formas externas y han intentado 
una clasificación no muy convincente; así como, intentos de explicar una evolución tipológica lineal. Cfr. 
Guy F. Laking: A record of european armour and arms through seven centuries, Bell, Londres, 1920-1922. 
Peláez del Valle: «La espada ropera española en los siglos XVI y XVII», pp.  147-199. Robert-Jean 
Charles: Etudes sur les Epées du Moyen Age au XVIIe siècle, Jean-Pierre Duchiron, París, 1993.
31. Dueñas Beraiz, «Introducción al estudio tipológico», p. 213.
32. Destaca el estudio de A. V. B. Norman: The rapier and small sword 1460-1820, Arms and Armour 
Press, Londres, 1980.
33. North identifica varios centros productores con empuñaduras de lazo como Italia, Francia, Inglate-
rra y Alemania. Cfr. Anthony North: An Introduction to European Sword, Victoria and Albert Museum: 
HMSO, Londres, 1982.
34. Blair pone como ejemplo el caso de Diego de Zayas que se mueve al servicio de varias casas reales. 
Claude Blair: «A royal swordsmith and damascener Diego de Çaias», en Metropolitan Museum Journal, 
1970, n.º 3, pp. 149-189.
91Raúl Romero Medina Como la espada, así la vaina. La colección de armas blancas de don Juan de la Cerda y Silva
ISSN: 1888-9867 | e-ISSN 2340-499X | http://dx.doi.org/10.6035/Potestas.2020.16.4
Hay algunos autores que aducen la escasa presencia de maestros de hacer 
guarniciones en España debido a la austeridad en el vestir de la Corte, por 
lo que era necesario acudir a centros de producción exteriores.35 Algunos 
refuerzan esta hipótesis con las pragmáticas dictadas para reducir el lujo y 
la presencia de metales preciosos en la indumentaria.36 En el caso del iv du-
que de Medinaceli hay que recordar su presencia en Sicilia como virrey o en 
Flandes como embajador, con lo que sus espadas eran susceptibles de proce-
der de cualquier centro.
El inventario describe las guarniciones de sus espadas que se asían con pu-
ños37 de seda en colores amarillos o negros.38 Probablemente su estructura era 
de madera forrada con seda de gran calidad de «seis obras»; pero, aun así, eran 
materiales muy frágiles que se desgastaban con el simple roce, de ahí que se 
señale, por ejemplo, «puño de seda viejo negro».39 A veces la madera podía ir 
forrada con un torcal metálico que podía ser de oro, de ahí que se aluda a una 
espada con puño de hilo de oro.40 Consta que este tipo de puños se fabricaron 
en la Corona española durante el siglo xvi,41 con lo que es posible una adscrip-
ción hispánica. 
La tradición andalusí en la técnica de eboraria puede explicar el que al-
gunos de estos puños fueran realizados en marfil.42 Incluso en los ejemplares 
moriscos que tuvo el iv duque de Medinaceli se señala que el marfil del puño 
estaba labrado con inscripciones de epigraf ía.43 El hecho de aludir a un ejem-
plar morisco y no labrado «a la morisca» podría ser determinante para consi-
derar estos ejemplares como turquescos.
Las empuñaduras eran realizadas por los maestros guarnicioneros y espa-
deros que las hacían con la forja y la lima, pero después podían ser estos u 
otros artesanos las que las decoraban. En la colección de espadas del duque 
35. Peláez del Valle: «La espada ropera», p. 149.
36. Juan Sempere y Guarinos: Historia del lujo y de las leyes suntuarias en España, Imprenta Real, 
Madrid, 1788.
37. Hubo maestros especializados en hacer puños. Gestoso documenta a Juan Suárez como maestro de 
hacer puños de espada. Cfr. José Gestoso y Pérez: Ensayo de un diccionario de los artífices que florecieron 
en Sevilla: desde el siglo xiii al xviii inclusive, La Andalucía Moderna, Sevilla, 1899-1909.
38. «Yten. Una espada de armas con la bayna de terçiopelo negro sobre bayna de cuero guarniçion do-
rada puño de seda amarillo». «Yten. Una hoja de espada con bayna de terçiopelo biejo negro e puño de seda 
viejo negro viejo». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
39. Ibíd.
40. «Yten. Otra espada e daga con guarnesçion dorada e bayna de terçiopelo negro puño de hilo de oro». 
ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
41. Anastasio Rojo: El siglo de Oro. Inventario de una época, Junta de Castilla y León, Salamanca, 
1996, p. 342.
42. «Yten. Otro alfange metido en una funda yden con la mesma guarniçion dorada y el puño de marfil». 
ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
43. «Yten. Un alfange morisco la guarniçion con puño de marfil labrada y el labrado con letras moriscas 
e la guarniçion e contera de la bayna dorada y la bayna labrada con hilo de oro y una borla e cordon de seda 
blanca grande». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
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don Juan se registran modelos con guarniciones doradas,44 plateadas,45 pavo-
nadas46 o incluso con incrustaciones de piedras preciosas.47 
Es posible hablar de empuñaduras de alta calidad realizadas con la técnica 
de la ataujía: «Una espada e daga con bayna de terçiopelo negro las guarnicio-
nes labradas de ataugia, labradas la espada con cuchillo e punçon e un talabarte 
de terçiopelo negro en ella e funda de cuero».48 Esta técnica, también llamada 
damasquinado, de procedencia andalusí, consistía en embutir filamentos de 
oro o plata en ranuras o huecos previamente abiertos. Solían ir acompañadas 
con fondos pavonados en negro o azul.
Sobre la procedencia de las espadas que presentan esta decoración se han 
señalado varios centros. Además del español, se ha apuntado a un origen ve-
neciano, poniéndolo en relación con el comercio de armas blancas entre la 
Serenísima y el Norte de África y Turquía, habiendo claras transferencias de 
gustos y técnicas.49 La tradición sículo-normanda permite hablar de artesanos 
italianos. Si tenemos en cuenta que don Juan de la Cerda fue virrey de Sicilia, 
sus espadas podían tener esta procedencia.
No obstante, se ha demostrado que la técnica del damasquinado era con-
trolada por los armeros españoles. Así, el ya mencionado Diego de Zayas, era 
conocedor de la ataujía y realizó dagas de orejas, mazas, espadas, tanto en 
España como Francia e Inglaterra.50
El cincelado y el grabado erantécnicas con las que se trabajaban empuña-
duras de calidad. Se conoce la pericia que tuvieron los artesanos de Brescia y 
Nápoles en la fabricación de este tipo de piezas o la escuela de Múnich, en la 
que los hermanos Sadeler produjeron empuñaduras cinceladas con motivos de 
grutescos sobre fondo azul y oro.51
El inventario del iv duque recoge verdaderas joyas de orfebrería como la empu-
ñadura de plata cincelada con una turquesa incrustada a cabujón.52 Se ha pensado 
que este tipo de empuñaduras con incrustaciones de piedras sobre el metal pudie-
ran ser extranjeras. Sin embargo, Rojo señala el concierto de los espaderos puce-
lanos para que se le fabriquen guarniciones «de perlas encima de lazos rojos».53
44. «Yten. Un alfange grande toda la guarniçion dorada e la guarniçion de la bayna metido en una funda 
verde con unas correas la guarneçion dellas doradas». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
45. «Yten. Una espada ancha la guarniçion plateada e el puño de plata con su cuchillo e punçon con 
bayna de cuero». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
46. «Yten. Una daga con la guarniçion pabonada e puño de seda negra». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
47. «Yten. Un alfange con una guarniçion dorada con muchas piedras de turquesas e rubies e tal guar-
niçion y en la vaina con una çinta açul e colorada e amarillo que es también toda guarniçion della de plata 
sobredorada envuelto en una hirma grande colorada». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
48. ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
49. Laking: A record of european armour, p. 260
50. Blair: «A royal swordsmith and damascener Diego de Çaias».
51. Norman: The rapier and small sword 1460-1820, p. 374.
52. «Yten. Un alfanxe pequeño con la bayna y guarniçion de plata dorada grabada con un turquesa en 
cabo del puño». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
53. Rojo: El siglo de Oro. Inventario de una época.
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Se ha demostrado que los guarnicioneros y plateros españoles54 tenían un 
alto nivel de calidad en sus producciones y que sus guarniciones se montaban 
en el extranjero sobre otras hojas, lo que hace que presenten marcas foráneas 
que inducen a confusión. No podemos precisar la respuesta, pero tampoco 
nada nos hace pensar lo contrario.
Respecto a la tipología de las empuñadoras, el inventario del duque no es 
rico en detalles. En realidad, la documentación contemporánea señala diferen-
tes tipos de guarniciones, algunas dif íciles de identificar: claraboyas, rosetas, 
cartones, etc.55 La que se ha identificado como de producción española es la 
de taza o cazoleta, aunque algunas pudieran ser de procedencia italiana56. Sin 
embargo, este modelo es frecuente en el siglo xvii (fig. 4).
Fig. 4. Anónimo. Espada de taza o cazoleta, siglo xvii. Toledo, Museo del Ejército.
Se conoce que la forma más antigua y sencilla era el arriaz recto o en cruz 
y que al cortar transversalmente a la hoja protegía el dorso de la mano de la 
espada enemiga. Su evolución hizo que surgieran las patillas para proteger el 
54. Se conoce el caso del orfebre barcelonés Pedro Juan Puch, autor material de la empuñadora de una 
de las espadas conservadas en Viena (hrkm a 588) y no de procedencia italiana tal y como sostenía Laking: 
A record of european armour, p. 295 (tomo v). La espada de Viena, con hoja de Antonio Picinino, consta en 
el inventario de bienes del archiduque Fernando del Tirol, donde se señala que la empuñadura era de autor 
español. 
55. Rojo: El siglo de Oro. Inventario de una época. Señala varias expresiones más dif íciles de iden-
tificar.
56. Ibíd.
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dedo índice. Con posterioridad surgen los pitones y los puentes. El inventa-
rio del duque nos describe una con puentes: «otra espada con su guarniçion 
llana negra de dos puentes e su bayna sobre bayna de cuero negro de bayeta 
con cuchillo y punçon».57 En este modelo se unían los extremos de los pito-
nes que enlazaban a otro que surgía de los brazos del arriaz, formando así el 
puente. El lazo fue la evolución natural hacia el modelo de empuñadura que los 
investigadores consideran típicamente español58 (fig. 5).
Fig. 5. Anónimo. Espada de lazo de tipo civil, 1550-1570, madera, acero forjado, fundido, 
 pulido y troquelado. Toledo, Museo del Ejército.
Pudo haber guarniciones especiales, como describen algunos modelos del 
duque don Juan: «una espada e daga que tiene de hechura de la guarniçion 
della abito de Santiago con bayna de terçiopelo colorado con su petrina y tala-
barte de terçiopelo carmesí con sus hierros y sobre bayna de bayeta colorada 
la espada e cuchillo e punçon».59 La empuñadura tuvo la forma de la cruz de 
Santiago.
La documentación no señala los tipos de hoja, a lo más llega a decir que es 
ancha, ni ofrece tampoco información sobre los recazos, es decir, la parte de 
la hoja de la espada que está situada entre la espiga y el comienzo de los filos. 
Resulta curioso que cuando quieren recalcar su calidad se describen como 
57. ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
58. Lionello Giorgio Boccia y José Andrés godoy: Musei e gallerie di Milano. Museo Poldi-
Pezzoli. Armeria, Electa edizioni Milano, Milán, 1986, p. 446.
59. ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
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espadas de Valencia60 o espadas de Toledo.61 Era una forma clara de aludir al 
prestigio de los centros que las producían. Por ejemplo, Valencia fue un centro 
de gran calidad y exportaba piezas a Francia.62
La documentación recoge los complementos que eran necesarios para las 
espadas. Entre ellos destaca el talabarte, de él colgaban los tiros donde esta iba 
asida. En este caso se citan realizados en cuero negro63 o leonado, en terciope-
los negros,64 azules, blancos,65 carmesíes,66 morados67 o amarillos,68 de tipo ta-
peado o fabricados en cordobán. Algunos presentan motivos decorativos con 
hierros dorados69 y se mencionan los elementos metálicos necesarios para su 
sujeción: pretinas, correas, hebillas.70
Pero, sin duda, el elemento más cercano a la espada que permitía su pro-
tección y transporte era la vaina que, además, se hacía a medida de la hoja.71 
Se trataba de una estructura de madera recubierta de cuero y es frecuente 
que se aluda a la contera,72 un aplique metálico que se colocaba al final de 
esta y que podía ser dorado. A la entrada de la vaina se colocaba el brocal, 
pero la documentación no lo especifica. Las vainas podían estar también 
forradas en bayeta73 o terciopelo. A veces eran más lujosas y se solían labrar 
con hilos de oro.74
60. «Yten. Otra espada de balenzia de las viejas con su talabarte de terciopelo y su daga con la guarni-
zion dorada y su sobre bayna de baqueta y cuchillo y punzon con su funda de cuero a la guarnizion». ahpm. 
Protocolo 939. Fols. 280-331.
61. «Una espada de Toledo con su guarnizion y talabarte negro y punçon y cuchillo». ahpm. Protocolo 
939. Fols. 280-331.
62. Charles: Etudes sur les Epées du Moyen Age.
63. «Yten. Un talabarte de cuero negro con hierros negros». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
64. «Yten. Un talabarte de terçiopelo negro con sus hierros dorados e la petrina de lo mismo». ahpm. 
Protocolo 939. Fols. 280-331.
65. «Yten. Dos talabartes de terçiopelo el uno açul y el otro blanco viejo con su hierro forrado». ahpm. 
Protocolo 939. Fols. 280-331.
66. ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
67. «Yten. Otro talabarte de terçiopelo morado con su hierro forrado e su cairel de seda». ahpm. Pro-
tocolo 939. Fols. 280-331.
68. «Yten. Otro talabarte de terçiopelo amarillo sin hierros con sus botones viejos». ahpm. Protocolo 
939. Fols. 280-331.69. «Un talabarte colorado con sus hierros dorados». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280- 331.
70. «Yten. Otro talabarte de queroban e guarneszido de raso amarillo viejo con una pretina de lo mis-
mo». «Yten. Un talabarte de quero colorado digo que en el ay dos correas y con los hierros dorados que todo 
ello estaba envuelto en un pedazo de lienzo viejo». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
71. «Yten. Una espada ancha con su bayna de terçiopelo dorado biejo e sobre ella bayna de cuero y 
punçon de hilo de oro viejo». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
72. «Yten. Otra bayna de espada con contera dorada». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
73. «Yten. Una espada e daga que tiene de hechura de la guarniçion della abito de Santiago con bayna de 
terçiopelo colorado con su petrina y talabarte de terçiopelo carmesí con sus hierros y sobre bayna de bayeta 
colorada la espada e cuchillo e punçon». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
74. «Yten. Un alfange morisco la guarniçion con puño de marfil labrada y el labrado con letras moriscas 
e la guarniçion e contera de la bayna dorada y la bayna labrada con hilo de oro y una borla e cordon de seda 
blanca grande». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
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Los inventarios reflejan cómo las espadas van acompañadas por cuchillos o 
punzones cuyas empuñaduras se hacían a juego.75 A veces también las espadas 
llevan sus dagas, es decir, un arma blanca, de hoja corta y con guarnición para 
cubrir el puño, y gavilanes para los quites, que solía tener dos cortes y a veces 
uno, tres o cuatro filos.76 Generalmente las vainas solían tener compartimen-
tos para transportar los juegos. 
Es frecuente que se señalen puñales lujosos como el de la «guarniçion dora-
da con una borla e cordon de seda negra y oro con la bayna de terçiopelo negro 
metido en una bolsa de cuero»,77 que no solamente llevaban su vaina, sino que 
se protegía en una bolsa de cuero.
Encontramos espadas con marcas de calidad como las llamadas del perrillo, 
muy frecuentes en el xvi, y que serían las correlativas a las alemanas del lobo de 
los armeros Solingen y Pasau:78 «una espada ancha del perrillo con su guarniçion 
dorada e su bayna de cuero».79 Eran espadas de primerísima calidad que tuvieron 
una larga producción en el siglo xvi y que se atribuyen en origen al armero hispa-
noárabe Julián del Rey, dado que se han localizado espadas ginetas con su marca.80
Conclusiones
Las armas blancas que recoge el inventario del iv duque de Medinaceli pue-
den ser entendidas como una colección dentro de los términos del uso que se 
hace de la magnificencia cortesana de la época. El hecho de que don Juan de la 
Cerda las tuviera en Madrid es la prueba de que las exhibía con el atuendo civil, 
en parte con fines ofensivos y defensivos y en parte como complemento orna-
mental de su indumentaria. Lucirlas eran la forma de contribuir al discurso de la 
imagen del poder económico –gasto conspicuo– y exaltación del linaje.
La lectura del propio inventario permite sugerir que algunas se portaban a dia-
rio, mientras que las más lujosas se reservaban para ocasiones especiales. Se lleva-
ban colgando de los talabartes o tiros de pretina, unas piezas fabricadas en cuero 
y de cuyo extremo pendía un gancho que se fijaba en el cinturón o pretina. Así, la 
espada y la vaina se introducían entre los huecos que tenían los tiros y era la forma 
de permitir un rápido desarme. Espadas y dagas iban a juego, la primera, al apoyar 
la mano en su pomo, sobresalía por la parte trasera, y la segunda, suspendida en 
un tiro de pretina, lo hacía del mismo modo, pero en dirección contraria (fig. 6).
75. «Yten. Otra espada con su guarniçion llana negra de dos puentes e su bayna sobre bayna de cuero 
negro de bayeta con cuchillo y punçon». ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
76. «Yten. Otra espada e daga con un talabarte de cuero negro la guarniçion negra con su funda». ahpm. 
Protocolo 939. Fols. 280-331.
77. ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
78. Juan José Rodríguez Lorente: «La marca del perrillo del espadero español Julián del Rey», en 
Gladius, 1964, n.º iii, pp. 89-96.
79. ahpm. Protocolo 939. Fols. 280-331.
80. Juan José Rodríguez Lorente: «La marca del perrillo del espadero», p. 89.
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Fig. 6. Jooris van der Straeten (Jorge de la Rúa). El príncipe don Carlos de Austria, c. 1562, óleo 
sobre lienzo, 98,5 x 85 cm. Colecciones Reales, Patrimonio Nacional, inv. 00612065. Madrid, 
Monasterio de las Descalzas Reales.
Desgraciadamente, no tenemos datos que nos permitan conocer el valor 
de su tasación, pero dadas las guarniciones empleadas, estas debieron al-
canzar altas cifras en la consabida almoneda del duque. Su fabricación con 
técnicas de ataujía, damasquinado, pavonados, dorados a fuego, todas sobre 
labores previas de forjado y cincelado, las convertían en auténticas piezas de 
lujo.
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El inventario post mortem del iv duque de Medinaceli nos revela que eran 
piezas bellas y de gran funcionalidad, algunas con empuñaduras de alta gama. 
De entre ellas, destacan las espadas, de las que poseía alrededor de una veinte-
na. El hecho de registrar guarniciones, hojas o pomos nos revela su posibilidad 
de aprovechamiento en conjuntos posteriores que modificaban tanto la esté-
tica como la fisonomía de las espadas. Así como las espadas, las vainas eran 
auténticos envoltorios realizados a capricho, a veces con hilos de oro y seda.
Como piezas de acompañamiento de estas espadas, figuran en la colección 
otras tantas dagas. Eran ejemplares a juego, en tanto que se solían utilizar en el 
tipo de esgrima denominado de «armas dobles», cuya utilización proporcio-
naba una seguridad adicional usándose como medio de desvío ante estocadas 
o cortes.
Como hemos visto, la colección comprendía más de una decena de alfanjes; 
una tipología de origen musulmán que servía para ejecutar por decapitación, 
dada su hoja curvada. El inventario se refiere a ellos como «moriscos» aunque 
no turquesco, como aparece en el inventario del v duque del Infantado81 o en 
testimonios toledanos.82 En principio, podría pensarse en piezas de importa-
ción, si bien no habría que rechazar una posible fabricación hispana. También 
se registra su variante más corta, el afanjillo, del que consta un ejemplar con la 
vaina de plata y cordón de seda colorada.
Por último, el reto de conectar estos ejemplares descritos en el inventario 
con la armería conservada de la colección Casa Ducal de Medinaceli en el Mu-
seo del Ejército, se hace una tarea harto complicada. Aunque no podemos ase-
gurarlo, muchas de estas armas se vendieron en su almoneda, pues no consta 
estas piezas en los inventarios de bienes de sus sucesores.
Abreviaturas
adm: Archivo Ducal de Medinaceli
ahpm: Archivo Histórico de Protocolos de Madrid
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Glosario de términos83
Alfanje: Especie de sable, corto y corvo, con filo solamente por un lado, y por los dos en la 
punta.
Arriaz: Gavilán de la espada. (Vid. Gavilán).
Brocal: Pieza de metal que guarnece la boca o entrada de la vaina de un arma blanca; también 
llamada boquilla. (Vid. Vaina).
Cazoleta: Pieza de hierro u otro metal, que se pone debajo del puño de la espada y del sable, y 
sirve para resguardo de la mano.
Contera: Pieza que se pone en el extremo opuesto al puño de la espada.
Daga: Arma blanca, de hoja corta y con guarnición para cubrir el puño, y gavilanes para los 
quites, que solía tener dos cortes y a veces uno, tres o cuatro filos.
Esgrima: Jugar y manejar la espada, el sable y otras armas blancas, reparando y deteniendo los 
golpes del contrario, o acometiéndole.
Espiga: Parte superior de la espada, en donde se asegura la guarnición (Vid. Guarnición).
Estoque: Arma blanca a modo de espada estrecha, o formada por una varilla de acero de sección 
cuadrangular y aguzada por la punta, que suele llevarse metida en un bastón y con la cual 
solo se puede herir de punta.
Filo: Arista o borde agudo de un instrumento cortante.
Florete: Espadín destinado a la enseñanza o ejercicio del florete. Es de cuatro aristas, y no suele 
tener aro en la empuñadura. Esgrima con espadín. (Vid. Esgrima).
Gavilán: Cada uno de los dos hierros que salen de la guarnición de la espada, forman la cruz 
y sirven para defender la mano y la cabeza de los golpes del contrario. (Vid. Guarnición).
Guarnición: Defensa que se pone en las espadas y armas blancas junto al puño. (Vid. Puño).
Montante: Espada grande, larga y recta que era preciso esgrimir con ambas manos.
Patilla: Parte de un objeto, generalmente articulada sobre él, que sirve para que este pueda sos-
tenerse o sujetarse a algo. La patilla de la espada.
Pavonada: Dicho de un color: Azulado oscuro.
Pitón: Relativo a un modelo de espada donde las patillas pueden terminar en pitones que sobre-
salían sobre el plano de la hoja. (Vid. Patilla).
Pretina: Correa o cinta con hebilla o broche para sujetar en la cintura la espada.
Puente: Relativo al modelo de puño en forma de curva o arco. (Vid. Puño).
Puño: Parte por donde ordinariamente se coge la espada y que suele estar guarnecida de una 
pieza de materia diferente.
Quite: En la esgrima, movimiento defensivo con que se detiene o evita el ofensivo. (Vid. Esgrima)
83. Se han seguido las acepciones del Diccionario de la Real Academia Española, https://www.rae.es/ 
(Consultado el 6/3/2020).
https://www.rae.es/
101Raúl Romero Medina Como la espada, así la vaina. La colección de armas blancas de don Juan de la Cerda y Silva
ISSN: 1888-9867 | e-ISSN 2340-499X | http://dx.doi.org/10.6035/Potestas.2020.16.4
Recazo: Pieza de metal, redonda y cóncava, que forma parte de la guarnición de algunas espa-
das. (Vid. Guarnición).
Tajo: En la esgrima, corte que se da con la espada u otra arma blanca, llevando el brazo de de-
recha a izquierda (Vid. Esgrima).
Talabarte: Pretina o cinturón, ordinariamente de cuero, que lleva pendientes los tiros de que 
cuelga la espada o el sable.
Terciado: Espada corta de hoja ancha.
Tiro: Correa pendiente de la que cuelga la espada.
Torcal: Forro metálico para los puños hechos en madera. (Vid. Puño).
Vaina: Funda ajustada para armas blancas o instrumentos cortantes o punzantes.
Verdugo: Estoque muy delgado. (Vid. Estoque).

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