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En: Arqueología Histórica Argentina. Actas del 1° Congreso Nacional de Arqueología 
Histórica. Mesa XI, Arqueología histórica: el debate teórico en la Argentina. Páginas 645-658. 
Corregidor. 2003 
 
 
 
El proceso de investigación en la denominada Arqueología Histórica 
Mariano Ramos 
Docente e Investigador de UNLu 
Profesor Asociado de UNCPBA 
CONICET (IAA-FADU) 
La “Arqueología Histórica”. Algunas perspectivas 
En nuestro país y durante los últimos años se ha enfocado desde distintas perspectivas la discusión 
sobre aspectos teóricos y metodológicos dentro del campo que de manera amplia reconocemos 
como Arqueología Histórica (ver síntesis en Ramos 1999 e.p., 2000). En la actualidad el debate 
continúa y podría decirse que está brindando perspectivas alentadoras por el interés despertado 
inclusive en otros investigadores que provienen de fuera del campo arqueológico. En el exterior se 
ha debatido desde hace muchos años los alcances y las posibilidades de abordar arqueológicamente, 
problemas del pasado en momentos históricos (entre otros, South, 1977; Schuyler 1980; Trigger, 
1982, 1992; Orser y Fagan 1995; Orser 1996, 2000; Johnson 2000). Sin embargo, este es un debate 
que algunos consideran superado. En este trabajo planteamos algunas cuestiones vinculadas a esta 
temática y también algunos puntos conflictivos que merecen consideración especial. 
 
Dentro del campo que de manera amplia reconocemos como “Arqueología Histórica”, existen 
diferentes modalidades de abordar problemáticas del pasado a través de varios registros 
convergentes. Esos registros contemplan, principalmente y no de manera excluyente, la 
composición del registro arqueológico –inferencias y/o interpretaciones sobre él- e información 
histórica directa e indirecta. 
 
Entiendo por Arqueología Histórica al ámbito de las ciencias que aborda problemas del pasado 
humano ubicados en tiempos históricos y que puede utilizar para su resolución, como mínimo, 
información proveniente del registro arqueológico y de documentos escritos. Los datos que 
provienen, principalmente aunque no de manera excluyente, de la composición del registro 
arqueológico y de las fuentes históricas directas e indirectas, pueden resultar convergentes y 
orientarse a responder una misma pregunta. 
 
Existen pocas definiciones y algunas periodizaciones vinculadas a la denominada “Arqueología 
Histórica”. Entre las últimas, que consideran existencia de registros materiales y escritos, se ha 
propuesto la de Schuyler, por ejemplo, que considera los siguientes subcampos: 
1. la Arqueología Clásica, que se extendería desde la creación de la escritura (-3000 AC) hasta el 
final del Imperio Romano (527); 
2. la Arqueología Medieval, desde el 400 de la Era Cristiana hasta el 1400; 
3. la Arqueología Postmedieval, desde el 1450 de la Era Cristiana hasta el 1750; 
4. la Arqueología de sitios históricos, desde el 1415 hasta la industrialización (Primera Revolución 
Industrial); 
5. la Arqueología Industrial, a partir de 1750. (Schuyler 1980). 
 
Esta periodización de Schuyler tiene fuerte contenido y sesgo eurocéntrico, ya que contempla la 
expansión europea y la del denominado “Mundo Occidental” y no considera otros contextos en los 
que existen a la vez registros materiales y escritos, fuera de esa influencia. Así, por ejemplo, la 
arqueología maya. 
 
En tanto, y de acuerdo al cúmulo de investigaciones que se han hecho sobre el tema, Orser y Fagan 
han propuesto una clasificación sobre las diferentes modalidades elegidas por la comunidad 
científica para abordar lo que se reconoce de manera amplia como Arqueología Histórica. Estos 
investigadores proponen tres posibilidades: 
1. la Arqueología Histórica como el estudio de un período; 
2. la Arqueología Histórica como un método de investigación; 
3. la Arqueología Histórica como el estudio del Mundo Moderno (Orser y Fagan 1995; también 
Orser 1996). 
 
Europeos occidentales y norteamericanos son los que han contribuido recurrentemente al debate de 
campos y alcances en Arqueología durante gran parte del siglo XX. Los europeos occidentales ven 
a la Arqueología como cercana, relacionada o cubierta por la Historia, en cambio los otros, la 
consideran cercana, relacionada o cubierta por la Antropología. El caudal de investigaciones y 
teoría de Europa Occidental –otros casos se pueden contemplar en Europa Oriental y/o Rusia, 
quizás con lazos más estrechos con la Historia- y EEUU, así lo indica (Trigger 1992; Johnson 
2000). En esos lugares, los problemas abordados son distintos y se encuentran ubicados en 
contextos particulares, que no son, por ejemplo, los que se pueden considerar para la denominada 
zona de frontera sur bonaerense durante mediados del siglo XIX en la Argentina, aunque aquí se 
consideren algunas influencias europeas. 
 
Una reciente y valiosa síntesis ha realizado el inglés Johnson acerca de las concepciones y alcances 
de la denominada Arqueología Histórica. Expresa que en Norteamérica la disciplina que se 
considera más íntimamente vinculada a la Arqueología es la Antropología y, que muchos piensan 
allí que la Arqueología es Antropología o es nada (Johnson 2000). En Europa, en cambio, la 
mayoría de los arqueólogos piensan que la disciplina hermana de la Arqueología es la Historia. 
Aquella concepción tiene fundamento en Norteamérica en el hecho de que la Arqueología 
Prehistórica se ocupa de casi todo, hasta la instalación de las primeras colonias europeas de los 
siglos XV, XVI y XVII. A partir de esos asentamientos europeos comienza una “floreciente y 
vibrante arqueología histórica del período inicial de las colonias y de los siglos subsiguientes hasta 
el XIX, pero numéricamente la arqueología histórica es minoritaria frente a la arqueología de la 
prehistoria. En cambio, el horizonte histórico es mucho más temprano en Europa. Los estudiosos 
de la historia europea disponen de textos históricos que hablan de la Edad del Hierro, y los 
arqueólogos especializados en este o en posteriores períodos totalizan algo más que la mitad del 
personal que trabaja en las universidades británicas. Podríamos estimar que la mitad 
aproximadamente de las excavaciones que tienen lugar en Europa se realizan en yacimientos 
arqueológicos de los períodos romano y posteriores. Todos estos arqueólogos utilizan textos 
históricos y se relacionan con departamentos de historia antigua. La historia de la divergencia 
entre los arqueólogos europeos y norteamericanos va algo más allá de la simple adscripción 
departamental o del tipo de aliados que precisan. ... esta discordante configuración disciplinaria 
contribuyó a que la Nueva Arqueología impactara de forma distinta en ambos mundos. Asimismo, 
explica la continuada prosperidad y variedad de enfoques histórico-culturales tradicionales en 
Gran Bretaña” (Johnson 2000: 185). 
 
Otra perspectiva 
Considerando los criterios sobre los que se fundan algunas clasificaciones, es importante destacar 
críticamente que el núcleo del tema excede el marco de períodos y también la circunstancia de un 
indefinido y amorfo límite del comienzo del mundo moderno (Orser y Fagan 1995) que puede 
entenderse, en sentido filosófico, el comienzo del pensamiento iluminista del siglo XVIII y su 
continuidad y conexiones durante el siglo XIX, por lo menos. 
 
Entiendo que el núcleo de la cuestión supera las diferentes aproximaciones esbozadas en relación 
con lo que se considera como Arqueología Histórica. Este es el caso de los investigadores que han 
tomado los documentos o la información histórica y la arqueológica como elementos primordiales 
para el análisis de la cuestión. Si bien estos elementos resultan de vital importancia y forman parte 
de los corpus de datos que, eventualmente, permiten testear y contrastar las hipótesis enunciadas, el 
análisis debe necesariamente trascender ese ámbito, ya que esa postura se enmarca dentro de 
un empirismo puro. Considero queel análisis debe vincularse con los aspectos que brindan 
fundamento a una investigación científica, es decir, con la formulación de preguntas y la 
delimitación de un problema concreto. Otras cuestiones no pueden ser consideradas como 
argumentos de peso. 
 
Teniendo en cuenta estas cuestiones epistemológicas, y en contra de una visión empirista de la 
ciencia, lo que daría origen y fundamento a una investigación sería la formulación de problemas. 
Entiendo por problema a lo siguiente: ... “algún interrogante o conjunto de interrogantes acerca de 
la realidad que se plantea un individuo o conjunto de individuos que descubre que cierto aspecto de 
la realidad demanda una explicación” (Gianella 1995: 110). Esos interrogantes contribuirían a la 
delimitación de un problema preciso y particular, y sobre él cabría la posibilidad de generar 
información para la búsqueda de respuestas, es decir, proceder a su resolución. De manera muy 
breve y sin entrar en detalles, se recuerda que toda pregunta cuenta con los siguientes componentes: 
1. alguien –o un grupo- que interroga; 
2. el contenido de la pregunta; 
3. el contexto en el que se formula la pregunta (Gianella 1995). 
 
Los interrogantes, entonces, dependen de una complejidad de factores, son diferentes en forma y 
contenido y se sitúan en contextos particulares. Por otro lado, los problemas pueden alcanzar 
importante magnitud y complejidad, pueden ser resueltos por una sola disciplina, como por 
ejemplo, la Arqueología, o también por varias disciplinas, por lo que es posible clasificar al 
problema como de alcances plurisdisciplinarios. Dentro de esa distinción, la información puede 
provenir de una sola fuente o registro, y por otro lado, desde diferentes fuentes de información 
correspondientes a más de una disciplina. En este último caso el problema se encuentra compartido 
por varias disciplinas. La epistemóloga Ana Fernández señala que en estos casos, el problema es el 
que se encuentra cruzado, atravesado por más de una disciplina, ya que sobre él es posible 
responder desde diversas fuentes de información (Fernández 1997). La información puede ser 
convergente al responder sobre una misma pregunta o problema, adquiriendo el conjunto, entonces, 
cierta complejidad. Los alcances de esta complejidad se encuentran en la posibilidad de sus vías de 
resolución. Esa información, que puede provenir de varias fuentes o registros, es posible que pueda 
llegar a ser contradictoria, opuesta, e inclusive, novedosa. Cuando la información es contradictoria 
se debe revisar el origen y la procedencia, como también su forma de generarse. En ese caso, se 
pueden abrir otras posibilidades, o corregir eventuales errores en el método de obtención. Todo este 
proceso permitiría aumentar las posibilidades del conocimiento, fomentar métodos más rigurosos y 
alcanzar niveles más profesionales. Algunos historiadores han reflexionado al respecto y también 
han hecho avances y contribuciones sobre estas cuestiones (por ejemplo, Burke 1993). 
 
En tanto, por problema complejo entiendo lo siguiente: problemas sobre los que existe diversidad 
de variables a considerar y por otro lado, posibilidades de apelar a variada información proveniente 
de varias fuentes o registros. En el caso de lo que se reconoce de manera amplia como Arqueología 
Histórica, varias disciplinas tendrían algo que decir acerca de la resolución de este tipo de 
problemas. La complejidad depende del tipo de problema, de las preguntas formuladas y también de 
la generación diversa de información vinculada con su resolución. Es importante destacar que existe 
una distinción entre lo que serían sociedades complejas –como otra categoría en la que se distingue 
de las simples- y problemas de resolución compleja. Sobre sociedades simples, como complejas, 
existirían diferentes tipos de problemas. 
 
Dentro de una investigación de Arqueología Histórica la resolución de las problemáticas planteadas, 
eventualmente, se puede enfocar desde diversos campos de la ciencia a través de la articulación 
disciplinar apelando a las relaciones multidisciplinarias, interdisciplinarias o transdisciplinarias 
(sensu Somenson 1992; Gianella 1995). Esto se instrumentará de acuerdo a las posibilidades que 
brinde determinada situación y de la capacidad operativa de establecer esos lazos. Considerando lo 
expresado anteriormente, mi posición sobre cómo debe ser considerada la denominada Arqueología 
Histórica se encontraría en proximidad de lo que Orser y Fagan (1995) clasifican como un método 
de investigación, en todo el sentido que brinda la expresión. 
 
En otro orden de cosas, el hecho de que existan diferentes problemas situados en época medieval o 
clásica, por ejemplo, simplemente ubica en determinados contextos históricos el abordaje 
metodológico. Por otra parte, de ninguna manera se considera que existan diferentes Arqueologías, 
por ejemplo, como la medieval o la clásica, o las que fueran. Simple y sencillamente se han 
establecido –en este caso por parte de los europeos, desde el siglo XIX- grandes periodizaciones de 
acuerdo a los contextos dentro de los que se encuentran los problemas estudiados. 
 
Nuestra manera de abordar cuestiones vinculadas al pasado de la humanidad, es a través de 
preguntas, delimitación de problemas, formulación de hipótesis y construcción de un corpus de 
evidencias o datos que permitan la contrastación de las hipótesis de partida elaboradas. Dentro de 
este proceso surgen continuamente aspectos o situaciones particulares que se pueden caracterizar 
como conflictivos o por lo menos factibles de ser debatidos. El actual marco epistemológico que le 
brindan las Ciencias Sociales -y las ciencias en general- permite buscar el sustento adecuado y 
necesario, a la vez que crear procedimientos alternativos para intentar responder a los interrogantes 
que brindan sentido a una investigación. 
 
La Historia en relación con la temática. Algunas posturas actuales 
Los historiadores y algunos epistemólogos, desde su perspectiva, han observado y analizado las 
nuevas actitudes de los historiadores que consideran, por ejemplo, la cultura material de las 
sociedades humanas. Esos objetos también forman parte de un registro arqueológico. Dentro de esa 
corriente analítica, Peter Burke (1993) señala el uso de nuevos registros y lo que se ha considerado 
una creciente fragmentación de la Historia en relación con los campos o las nuevas orientaciones. El 
surgimiento de una Nueva Historia, formando parte de una renovación de gran parte de las Ciencias 
Sociales, como ocurrió con la Antropología, la Arqueología o la Geografía, entre otras disciplinas, 
comienza después de la Segunda Guerra Mundial, pero se consolida sobre todo, durante los años 
´70 y ´80 del siglo XX. Esta renovación de la Historia resulta una justificada reacción en contra del 
paradigma (sensu Kuhn 1962) tradicional que tuvo su gestación durante el siglo XIX y desarrollo 
durante gran parte de ese siglo y del XX. 
 
Dentro de las influencias que se pueden considerar como motores de esta renovación disciplinar, se 
puede citar a la denominada Escuela de los Annales de Francia, que con un enfoque holístico, 
abordó cuestiones de economía, sociedad y cultura en general, con la posibilidad de articulación de 
diferentes disciplinas y una dialéctica de la información aportada por distintas vertientes. Los 
investigadores reconocen entre los antecedentes de este movimiento cuestionador de lo tradicional y 
gestor de nuevas formas de hacer historia, a Lucien Febvre y a Marc Bloch, y en otra generación 
(sobre todo desde los años „40 hasta los ´60) a Fernand Braudel como impulsor de lo que se llamó 
aspectos de la “civilización material” (Burke 1993). 
 
En un análisis comparativo entre Historia Tradicional –principalmente fundamentada en la 
documentación oficial- y Nueva Historia –fundamentada en otras pruebas, como las orales y las 
visuales,Burke contempla diversos aspectos, contenidos y alcances vinculados a una y otra 
modalidad de hacer Historia. El paradigma tradicional consideraba primordialmente aspectos 
políticos: en cambio la Nueva Historia entendía que “todo tiene una historia”, pretendiendo 
alcanzar esa aseveración, una Historia Total (Burke 1993). La Nueva Historia ha incorporado temas 
como la descolonización, el feminismo y la ecología. Algunos de estos también han sido de la 
incumbencia de los arqueólogos denominados, en sentido amplio y masivo, como post-procesales 
(ver por ejemplo, Johnson 2000). 
 
El ya citado Braudel con su “civilización material”, se hubo de constituir en un antecedente de lo 
que contempla Burke cuando habla de la cultura material, como un ingrediente por tener en cuenta 
a la hora de integrar nuevas vías de datos al análisis histórico. La cultura material siempre había 
sido considerada “territorio tradicional de los arqueólogos que estudian épocas carentes de 
documentos escritos” (Burke 1993: 29). En realidad, contempla este historiador, no existen razones 
para que los arqueólogos no apliquen métodos arqueológicos a momentos históricos, por ejemplo 
para sitios medievales, de la Revolución Industrial, de la América Colonial o de la Sociedad de 
Consumo (Burke 1993). Al respecto dice Burke: “Los historiadores comienzan a emularlos –a los 
arqueólogos- si no excavando el pasado (Versalles y otros edificios importantes de la Edad 
Moderna no necesitan, por suerte, ser excavados), si al menos prestando más atención a los objetos 
físicos.” (Burke 1993: 29). 
 
A este valioso análisis de Burke se le pueden hacer dos observaciones: primero, en relación a la 
periodificación que propone, de corte eurocéntrico y sesgado y, segundo, al no comprender que si 
bien existen numerosos y valiosos registros escritos sobre el Palacio de Versalles, eso no significa 
que los métodos arqueológicos no puedan recuperar otra información nunca contemplada en esa 
documentación escrita. Es posible que una investigación de Arqueología Histórica sobre Versalles 
permita contrastar la documentación escrita, corroborar los datos, refutarlos, o aportar información 
nunca contemplada en ellos. Metodológicamente, el ensayo de probables investigaciones 
arqueológicas sobre Versalles puede resultar valioso y, por lo menos, podría contribuir al 
perfeccionamiento de los métodos de inferencia en las Ciencias Sociales. El caso del Castillo 
medieval Bodiam, ubicado en el sur de Inglaterra, también representa un claro ejemplo de 
contradicción de datos entre diferentes fuentes de información (Johnson 2000). 
 
Acerca del proceso de investigación y algunas cuestiones conflictivas 
Dentro de los estudios, que de manera amplia reconocemos como Arqueología Histórica, es posible 
definir y delimitar el problema concreto que cada investigador aborda dentro del campo de la 
especialidad. En relación con ese problema por resolver, es posible elegir un camino adecuado que 
contemple diferentes pasos o momentos que se adoptan para intentar la resolución; también los 
recursos empleados para brindar respuesta a las preguntas formuladas. Por otra parte, y en 
relación con el tipo de problema a resolver, existen ciertos aspectos que se pueden considerar 
conflictivos o por lo menos de discusión dentro de una investigación de este tipo (ver Ramos 1999, 
1999 e.p.). Por ejemplo, se deben tener en cuenta dos cuestiones vinculadas al tiempo y espacio. En 
primer lugar, un estudio de este tipo debe delimitar y acotar los límites y alcances temporales y 
espaciales del problema. En segundo lugar debe contemplar el uso de diferentes recursos para 
establecer cronología en relación con los objetivos planteados en una investigación. 
Hipotéticamente, todas estas cuestiones también se deben considerar en investigaciones 
arqueológicas sin importar el uso o no de documentación escrita, es decir que esto es válido como 
método para la Arqueología Histórica o Prehistórica. 
 
En relación con estos ejes de espacio y de tiempo, es posible utilizar las escalas que hace varios 
años propusiera Dincauze (1987), aunque aplicadas a diferentes y breves procesos históricos estén 
brindando opciones demasiado ideales, limitadas, extensas o estructuradas, quizás por influencias 
de formación en la Arqueología Prehistórica. Procesos de la historia argentina -en diferentes 
contextos- de los últimos 200 años con el marco particular de expansión e influencias del 
capitalismo industrial, brindaría numerosos casos de ejemplo como excepciones a esta forma de 
periodificar. Pero, igualmente podríamos citar a Dincauze que presentaba la clasificación espacial: 
a) local (particular o general), 
b) regional, 
c) continental, 
d) global. 
 
En cuanto a lo temporal, Dincauze tenía en cuenta: 
a) micro-escala (<a 100 años), 
b) meso-escala (entre 100 y 500 años), 
c) macro-escala (entre 500 y 1000 años), 
d) mega-escala (>de 1000 años) (Dincauze 1987). 
 
Por otra parte, las cuestiones temporales resultan de especial significado al usar como elementos 
diagnósticos temporales a diversidad de objetos que en muchos casos se vinculan a procesos de 
fabricación industrial generalmente europea y norteamericana. Este tipo de objetos actuarían como 
fósiles guía, contemplando su uso como recurso interpretativo, códigos o mensajes determinados, 
que generalmente responden a redes de significados que les atribuye el sujeto de la sociedad que los 
estudia. El uso de estos objetos sobre todo tiene aplicación a momentos históricos posteriores a la 
Primera Revolución Industrial de finales del siglo XVIII. Sin embargo, no es conveniente desde el 
punto de vista metodológico aplicar una sola vía para establecer cronología. Los objetos fabricados 
en los denominados países centrales y distribuidos desde allí, pueden ser utilizados con otros 
criterios distintos en los países periféricos. En estos países escasean, tienen otros valores, no se 
reemplazan tan rápidamente, a veces cambian forma y/o función. Esta situación se acentúa mucho 
más en regiones o territorios considerados como marginales o aislados –también “de frontera”- en 
relación con centros de recepción y distribución de los objetos industriales importados. Entonces, es 
posible que los períodos de distribución y uso por considerar en una investigación, cambien, de 
acuerdo al lugar que se enfoca. Esto también se vincula con la cronología que, eventualmente, esos 
objetos pueden llegar a establecer (ver Cordero y Ramos 2000 e.p.). 
 
Teniendo en cuenta estas premisas, los objetos adquieren otros valores de uso y de cambio (por 
ejemplo, en el sentido que le brinda Orser 2000). Considerar que su captación y uso en los 
territorios centrales, periféricos y en los marginales, son los mismos, es simplemente no considerar 
contextos particulares asociados a redes de significado también particulares. Si no se contemplan 
estas premisas, es posible actuar en una investigación erróneamente, ubicándose en el lugar de 
posiciones etnocéntricas vinculadas a un razonamiento industrialista europeo-norteamericano y 
obviando situaciones particulares. 
 
Dentro de toda investigación que aborda este tipo de problemas y que tiene la posibilidad de ajustar 
el tiempo en el que se usaron e intercambiaron los objetos por parte de un grupo humano que vivió 
durante el pasado histórico, es conveniente utilizar por lo menos dos vías o caminos que establezcan 
cronología, por ejemplo: objetos industriales, información escrita y resultados de la aplicación del 
método de Ca 14. Por intermedio del uso de información cronológica múltiple, es posible proceder 
al control mutuo, y a la eventual corrección de los resultados obtenidos por vías convergentes. 
 
A veces los arqueólogos hemos utilizado y emitido opinión sobre las fuentes documentales. En 
relación con el uso de documentos escritos dentro de una investigación de Arqueología Histórica, se 
entiendeque es de suma importancia el contar con el análisis y el juicio crítico de historiadores, 
quienes han sido formados académicamente en estas cuestiones y son las personas idóneas para el 
manejo de las fuentes documentales. Son los historiadores los que pueden llevar a cabo lecturas 
críticas, juzgar los alcances de veracidad o falsedad de los documentos escritos, también evaluar los 
contextos a utilizar y eventualmente, las escalas de espacio y tiempo que se deben considerar en 
relación con los aspectos históricos. El utilizar documentos escritos con información general, para 
ajustar la interpretación del registro arqueológico, puede resultar un recurso inapropiado, al no 
considerar la variabilidad de las conductas humanas y la variabilidad del registro arqueológico. 
Considerando estas y otras razones, es imprescindible contar con los métodos aplicados y los 
resultados obtenidos que aporten los profesionales historiadores en relación con el manejo de los 
documentos escritos vinculados a los problemas, compartidos, a resolver. Cada problema y 
situación son especiales y la presencia de multiplicidad de variables particulares hacen que el 
contexto sea prácticamente único en muchos aspectos. 
 
En relación con el núcleo de estas reflexiones, hace ya varios años, el arqueólogo europeo Pyddoke, 
señaló con respecto a la interpretación: ...“mientras que los principios básicos de la estratificación 
son universales, cada tipo de yacimiento requiere una clase diferente de experiencia: muchos años 
de experiencia en excavaciones de la edad del bronce, siendo útil, no necesariamente dotará a un 
arqueólogo de la capacidad de comprender la estratificación de los depósitos de una ciudad 
romana o medieval” (Pyddoke 1961: 17 en Harris 1991: 65). 
 
Los documentos escritos no forman parte de alguna de las técnicas a utilizar dentro de un proyecto, 
tampoco puede considerarse que los documentos escritos puedan representar una técnica en si, o 
que la información histórica funcione como una técnica o disciplina auxiliar de la Arqueología. Se 
entiende que no existen disciplinas de primer o segundo orden. No se acepta una estratigrafía 
científica, como se hablaba durante parte del siglo XIX y parte del XX, de connotaciones 
etnocéntricas e ideológicas bien definidas. No se aceptan disciplinas “reinas” ni otras de segundo 
orden. Se entiende que las disciplinas se encuentran en un plano de igualdad y, si existen 
diferencias, estas pueden ser de otro tipo. “Esa posibilidad sería como considerar a otras 
disciplinas, como el caso de la Historia, formando parte de un conjunto tradicional decimonónico -
vinculado al evolucionismo unilineal de ese período- que contemplaba la existencia de ciencias 
auxiliares como ciencias de primera, segunda u otras categorías inferiores respecto de la que se 
encontraba dirigiendo la empresa de investigación, es decir, la disciplina considerada principal o 
superior. En todo caso si consideramos una de las divisiones contempladas durante los últimos 
años, podríamos decir que las disciplinas se pueden dividir de dos maneras: 
1- horizontalmente, como sería el caso de la Biología y la Geología, donde tenemos dos disciplinas 
de status similar pero distintas entre si, y 
2- verticalmente, como la Física y la Ingeniería, donde ambas están vinculadas entre si y la 
primera es de nivel más abstracto y base de la segunda (Borello 1998). 
 
En cuanto a las Ciencias Sociales –entre las que incluimos a la Antropología, la Historia, la 
Sociología, la Economía y la Geografía- la división que puede establecerse es de orden horizontal y 
no vertical (Mayer 1993), por lo que aquel recurso de auxilio entre Ciencias Sociales no tiene 
cabida en ningún orden de los estudios que emprendamos sobre las problemáticas que de manera 
general estamos analizando. Aquella postura que contemplaba ciencias auxiliares estaba 
considerando una jerarquización disciplinar, una división por capas disciplinarias, en síntesis una 
estratigrafía científica. Nada más perimido, ni tendencioso y a su vez vinculado con 
jerarquizaciones intra e intersociales (Ramos 2000: 68). 
 
Por otra parte, la utilización de manera indiscriminada de información histórica para la 
interpretación arqueológica estaría soslayando las características de variabilidad del registro 
arqueológico, y a la vez su particularidad y especial unicidad, ya que tomaría la información 
histórica de índole general como información factible de ser aplicada a la interpretación de la 
evidencia arqueológica obtenida en un determinado sitio. A principios del siglo XXI, y en relación 
con el aporte de documentación que brinda información de índole general y una subestimación 
disciplinaria implícita, entiendo que no sería posible el avanzar hacia la conformación de un 
contexto de justificación válido por intermedio del cual contrastar las hipótesis formuladas. En 
relación con la interacción pluridisciplinaria, existen otras posibilidades que tienden, si no a romper, 
a flexibilizar los antiguos límites entre los campos de estructuración científica, tan arraigados y 
transformados en compartimientos estancos desde el siglo XIX. Esos campos se establecían 
considerando hasta intereses personales de la investigación o de corporaciones pseudocientíficas 
(Ramos 1999 e.p., 2000). Desde hace muchos años los problemas enfocados por la ciencia se 
abordaron desde distintas disciplinas. Pero, en los últimos veinte años, comenzaron a definirse con 
mayor exactitud las articulaciones entre disciplinas en relación con la resolución de problemas (ver 
conceptos en Somenson 1992; Gianella 1995). 
 
No es tan difícil de comprender que así como existe particularidad y a la vez variabilidad del 
registro arqueológico, también existe particularidad y variabilidad de la información escrita. En 
relación con la problemática a resolver y el registro documental es factible considerar que: 
- como mínimo, alguna de las sociedades que habitan un determinado espacio, ha generado 
información escrita sobre diversos aspectos vinculados a esas sociedades; 
- la documentación escrita disponible informa, mínimamente, de modo general; 
- existe documentación escrita particular que informa de manera precisa sobre aspectos 
culturales y/o sociales ocurridos en determinado sitio en estudio (Ramos 1999 e.p., 2000). 
 
Dentro de los aportes epistemológicos actuales en la Argentina, Tozzi (1997a, 1997b, 2000) ha 
contribuido a la reflexión sobre diversos aspectos que hacen a los asuntos de incumbencia de las 
Ciencias Sociales que se ocupan de problemas del pasado y que incluyen el uso de documentos 
escritos, como la Historia o también, como el campo de la Arqueología Histórica. En uno de esos 
trabajos, Tozzi parte del análisis de la objetividad del conocimiento histórico (Tozzi 2000). Uno de 
los argumentos usuales que se ha utilizado “en contra de la objetividad del conocimiento histórico 
se basa en el hecho de que su objeto de estudio -sucesos y procesos del pasado- es inobservable, 
justamente por ser pasado, y por tanto incognocible.” (Tozzi 2000: 57). Esa concepción, que Tozzi 
critica, se fundamenta en dos prejuicios: primero, la perspectiva del testigo directo, pretendidamente 
válida y privilegiada, y segundo, el hecho de que la observación supuestamente agota el 
conocimiento (Tozzi 1997ª, 1997b, 2000). Estos tipos de prejuicios también alcanzan al ámbito de 
la Arqueología y se potencian en la llamada Arqueología Histórica. 
 
Conocimiento del pasado 
Argumentos en contra de la objetividad 
sobre el conocimiento del pasado 
 
Objeto de estudio 
(sucesos y procesos del pasado) 
 
 
Inobservable 
 
 
Incognocible 
 
Fundamento en dos prejuicios 
1. No hay testigo directo 2. La observación agotaría el conocimiento 
 
Si bien, siempre ha constituido un desafío el abordar problemas del pasado por parte de 
historiadoresy arqueólogos, el compartir las mismas preguntas puede brindar comunes espacios 
metodológicos y resultados más promisorios. En muchas ocasiones, las problemáticas del pasado 
humano se encuentran atravesadas por más de una disciplina, teniendo la disciplina Arqueología un 
papel no exclusivo y excluyente, sino relevante, y la resolución se puede enfocar desde diversos 
campos de la ciencia a través de las articulaciones disciplinares. 
 
Una eventual investigación de este tipo enfoca contextos arqueológicos que tuvieron dinámica 
(sensu Binford 1994 [1988]) en tiempos históricos, sobre los cuales una o varias sociedades 
generaban escritos en relación con aspectos diversos de la/las culturas implicadas. En el caso de que 
la documentación disponible no se vinculara de manera directa con las problemáticas planteadas en 
un particular y determinado sitio, esa información escrita de índole general no sería factible de 
utilizarse como apoyo para la conformación de un contexto de justificación (sensu Gianella 1995) 
válido, que fuera factible de contrastar con las hipótesis enunciadas. 
 
Cuando hace algunos años, Binford, se refirió a las posibilidades de pulir, mejorar y afinar los 
métodos arqueológicos de inferencia, señaló tres caminos posibles: 
a) estudiando el comportamiento y el registro material que dejan tras de si pueblos 
contemporáneos vivientes; 
b) también mediante la práctica de la arqueología cuyo componente dinámico se encuentra 
documentado históricamente (el subrayado es mío); y, por último, 
c) la experimentación arqueológica, que pretende recrear supuestos comportamientos ocurridos 
durante el pasado para desentrañar los resultados que brinda un registro estático, como el 
arqueológico (Binford 1994 [1988]). 
 
El contar con otros registros, además del arqueológico, permitiría confrontar la información y 
eventualmente, proceder a correcciones o rectificaciones. En este sentido, la investigación en la 
denominada Arqueología Histórica representa un campo promisorio. El proceso de investigación 
dentro del campo en cuestión se inicia con los interrogantes que delimitan el problema abordado. 
Para proceder a desarrollar una investigación de Arqueología Histórica podríamos considerar la 
síntesis que contempla los siguientes pasos metodológicos (Ramos 2000): 
 Pregunta 
 
 Pregunta Pregunta 
 
 Problema 
 
 
 
 
 Pregunta 
 
Abordaje hacia la resolución 
 Hipótesis 
 Corpus de evidencias 
 Contrastación de las hipótesis 
 Posibilidad de plantear nuevas hipótesis 
 
De acuerdo al tipo de problema enfocado se puede establecer una distinción y los siguientes 
caminos de resolución 
 
 Distinción 1. Problema arqueológico 
 2. Problema pluridisciplinario 
 
Posibilidad de resolución a través de 
1. composición e interpretación del registro arqueológico, por ej.: relaciones entre los objetos. 
 
2. interrelación pluridisciplinaria a través de diversas fuentes de información. 
 Las posibilidades puede ser: 
 multidisciplina 
 interdisciplina 
 transdisciplina 
 
En relación con otras cuestiones, también es importante entender que existe continuidad y nexos 
entre lo que pueden estudiar diferentes científicos sociales. Actualmente ... “pretender que cada 
disciplina científica posea un sujeto de estudio exclusivo, que no se superponga con el de otra 
disciplina, es equivocado y va contra la práctica efectiva de las diversas ciencias sociales, en las que 
existen espectros continuos entre los distintos enfoques y un intercambio y complementariedad 
constante de objeto de estudio” (Klimovsky e Hidalgo 1998: 176). Vale la pena señalar que la 
Arqueología posee un objeto de análisis, el denominado registro arqueológico, y otro objeto de 
estudio que se puede compartir con otras disciplinas sociales: los procesos humanos durante el 
pasado (u otras concepciones similares). El primero de ellos es un simple mediador material hacia 
lo trascendente: las conductas, comportamientos o procesos humanos del pasado. 
 
Conclusiones 
Entiendo que el debate sobre la denominada Arqueología Histórica debe transitar por cuestiones 
vinculadas a lo que brinda la necesaria fundamentación para el inicio de cualquier estudio que 
pretenda alcanzar dimensiones científicas, es decir, el problema planteado y su resolución a través 
de los pasos que se siguen dentro de un método de investigación. Si bien otras cuestiones empíricas, 
que aquí se han citado brevemente, resultan de vital importancia para contrastar las hipótesis 
enunciadas, es preciso señalar que no forman parte del núcleo de la cuestión. Mientras exista 
coherencia teórica y metodológica, dentro de los parámetros que orientan los pasos a seguir, se 
puede avanzar en una investigación, eventualmente proceder a hacer aportes, y justificar con 
fundamento los momentos seguidos en el proceso de investigación. 
 
En síntesis, en este campo existe información diversa proveniente de fuentes distintas, por ejemplo: 
la historia, la arqueología, la epigrafía. Se cuenta con diversidad de fuentes de datos y 
eventualmente de información. Esto permitiría, por lo menos en sentido hipotético, encontrarse 
frente a datos contradictorios, que se podrían confrontar, controlar o por lo menos llegar a 
cuestionarse, generando posibilidades de corrección u otras, como nuevos interrogantes y 
replanteos. También se deben considerar los contextos particulares y las diferentes modalidades de 
ocupación y uso del espacio –entre otras cosas- que es muy probable se vinculen a sitios 
particulares y variabilidad arqueológica. La cronología ocupa otro lugar de discusión. 
 
En relación con concepciones tradicionales, es posible que se pueda hablar de Prehistoria e Historia 
y ubicar los estudios de registros arqueológicos dentro de esas grandes periodizaciones de la historia 
de la humanidad. Eso no significa que la disciplina Arqueología se encuentre “dividida” en dos 
disciplinas, ya que la Arqueología es aquella que interpreta la composición del registro 
arqueológico en cualquier período que se quiera enfocar. La Arqueología es una sola. A la 
Arqueología Histórica se la toma con esa denominación porque aborda problemas en los que existe 
información proveniente de dos fuentes: la del registro arqueológico y la de documentos escritos, ya 
fuera esta última, directa o indirecta. Otros nombres también pueden ser válidos. 
 
Se ha tomado en este caso el criterio que utilizan los europeos desde el siglo XIX, cuando separan 
períodos o también etapas, como por ejemplo, la Arqueología Clásica, la Romana, etc. La 
periodización, aunque abierta a múltiples críticas, no es un factor que permita alguna división 
disciplinaria, no se puede aceptar como un criterio válido. Los períodos en Historia no generan 
numerosas “Historias”. Eso sería una cuestión inaceptable. Por otra parte, las percepciones europeas 
o norteamericanas no deben ser necesariamente parámetros de alcance mundial para medir 
problemas y sus resoluciones a través de métodos científicos que contemplen exclusivamente 
maneras o posturas teóricas de observar el mundo. Existen contextos particulares y otras 
concepciones, como por ejemplo, la Arqueología Latinoamericana (Lumbreras 1981) o la 
Arqueología Antropológica (Alcina Franch 1989). 
 
Dentro de este campo una sola disciplina por si misma no puede ni debe arrogarse la facultad de la 
resolución de un problema del pasado histórico, ya que la situación puede contar con varias fuentes 
de información. La composición del registro arqueológico por sus características particulares, y su 
interpretación y/o inferencias que sobre él se realicen, puede llegar a ser insuficiente para aportar la 
evidencia necesaria en una investigación de este tipo, por ello resultaríaválido el apelar al recurso 
de interacción disciplinario. Esta es una gran oportunidad que se nos presenta a los arqueólogos 
para desarrollar, testear y afinar los métodos de inferencia, ya que contamos con la posibilidad de 
incluir la información -e interpretación- que brindan varios registros diferentes y convergentes (cf. 
Ramos op. cit.). Durante los últimos años se debate y aplica en forma creciente un abanico de 
posibilidades que brindan las relaciones multidisciplinarias, interdisciplinarias y 
transdisciplinarias (sensu Somenson 1992; Gianella 1995) en relación con la resolución de 
problemas. Desconocer estos conceptos y recursos, como evitar su implementación correcta o la 
ejecución de ejercicios metodológicos dentro del campo de la denominada Arqueología Histórica, 
representa a la vez, una negación y una falta de aplicación de métodos científicos. 
 
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