Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
Maestría en Sociología y Ciencia Política TESIS _________________________________ El sentido de la vida-con-otros Tras el concepto de justicia en Platón y Aristóteles ________________________________ Ana Paula Penchaszadeh Director: Francisco Naishtat Buenos Aires, julio de 2005 FLACSO Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Argentina 2 Agradezco a mi director Francisco Naihstat, a Ricardo Forster, a Pablo Levin, a Susana Villavicencio, a Miguel Rossi, a Atilio Borón, a Alejandro Kaufman, a Maristella Svampa, a Victoria Kandel y a Ana María Bidondo; pues, sus ideas, lecturas, libros, comentarios, tiempo y apoyo, hicieron posible que este manuscrito sea, simplemente, lo que es. 3 ÍNDICE Introducción ¿Por qué trabajar sobre el concepto de justicia? …………… ……….............. 4 Acerca del entramado epistemológico, conceptual y teórico ....................... ... 6 Primera Parte: PLATÓN Capítulo 1. El legado socrático: acerca de la dualidad contingencia-necesidad y su relación con los conceptos de diké y nómos ……………… …………........ .... 14 Capítulo 2. Dialéctica y Justicia en la mejor de las ciudades…………………… 25 Capítulo 3. Diké y nómos en la mejor de las ciudades posibles. Algunas reflexiones acerca del Político y las Leyes………………………………………. 44 Segunda Parte: ARISTÓTELES Capítulo 4. La justicia en Aristóteles o Acerca de las condiciones de la vida humana……………………………………………………………………….……… 54 Capítulo 5. Justicia y felicidad……………………………………....................... 62 Capítulo 6. Justicia en la ciudad: entre el hombre y el ciudadano...…………. 72 Conclusión Claroscuros de la justicia. Entre Platón y Aristóteles………………...………… 88 Bibliografía………………………………………………………………………. 93 4 INTRODUCCIÓN ¿Por qué trabajar sobre el concepto de justicia? Platón y Aristóteles fueron espectadores muy especiales de la decadencia de la polis. El concepto de justicia condensa gran parte de su intento por recuperar el sentido de la vida que se define con-otros. Debieron para ello responder en primer término a la pregunta ética fundamental: ¿En qué consiste el bien del hombre? Y luego, a partir de la respuesta a esta pregunta: ¿En qué consiste el bien de la comunidad, su justicia? Hemos centrado nuestra reflexión en torno del concepto de justicia, pues representa un punto de encuentro de múltiples tensiones, capaz de iluminar la complejidad que encierran las teorías políticas de Platón y Aristóteles . En este concepto se cruzan contingencia y necesidad, naturaleza y convención, lo absoluto y lo relativo, lo divino y lo mundano. En tanto cristalización de un orden para la comunidad, es un concepto que encierra un movimiento entre lo universal y lo particular, entre moral y política. La esencia de lo político reside en un conjunto de valores específicos en función de los cuales se instituye una justicia particular - que determina no sólo cuáles son las partes de la ciudad, sino también qué lugar debe ocupar cada una de ellas en el concierto común- Comporta siempre una decisión existencial de autoafirmación, negación y diferenciación - que, en el caso específico de Platón y Aristóteles, debe ser referida (al menos en una primera instancia) a la moral-. 5 A través de los distintos capítulos intentaremos habitar e interrogar los límites fundacionales de la más justa de las ciudades. En Platón y Aristóteles es posible reconocer ciertas contradicciones inherentes a la institución del mejor de los órdenes. La justicia – en tanto horizonte valorativo indeconstruible - para ‘aparecer’, deberá ser mediada por la palabra, por el hombre y su ley. En este tránsito de lo universal a lo particular se halla contenida, no sólo una definición sustancial de la justicia, sino también de la política. Éste representa nuestro télos: develar la esencia de la política a partir de la deconstrucción1 de la idea de justicia. Para seguir el rastro de la justicia comenzaremos con un diálogo temprano de Platón, el Critón. Abordamos ahí su devenir conceptual en relación con el concepto de ley trazando algunas líneas, aún tenues, que serán los hilos principales del entramado teórico platónico. En un segundo momento, nos abocamos al diálogo que se establece entre justicia y dialéctica en la República. Luego, basándonos en el Político y las Leyes, recuperamos parte de la reflexión platónica alrededor de los conceptos de justicia y ley que dará vida a la mejor de las ciudades ‘posibles’. Para inaugurar la reflexión en torno de la teoría aristotélica, comenzamos con una lectura del escenario en el cual es posible el despliegue de una vida buena y justa, basándonos en la dualidad contingencia-necesidad como grilla de lectura. A partir de allí, asimos el conjunto de dimensiones contenidas en el concepto de justicia tendiéndolas en función de los pliegues de la idea de felicidad. Finalmente, nos adentramos en la idea de mundo compartido - que condensa gran 1 Tomamos el término ‘deconstrucción’ tal como lo define Derridá en De la Gramatología (2000). Ver infra pág. 7. 6 parte de la reflexión aristotélica en torno de lo justo -, para marcar las tensiones que surgen alrededor de la definición del bien hombre y el del ciudadano. Acerca del entramado epistemológico, teórico y conceptual En esta tesis nos proponemos realizar una deconstrucción de la teoría política platónica y aristotélica en base a las tensiones que habitan en el seno del concepto de justicia. Para ello, debemos asir el conjunto de dimensiones contenidas en esta primera intención en la que se cruzan deconstrucción, conceptualización, tensión, clásicos, política y justicia. El trabajo de conceptualización es por definición un trabajo ‘político’. Si entendemos la política, en primer lugar, como la capacidad de introducir valores en el mundo (Weber, 1969) y, en segundo lugar, como el arte de diferenciar y ordenar las distintas categorías del mundo (Bauman y Beck, 1996); entonces, la labor filosófica y teórica llevada a cabo por Platón y Aristóteles puede ser entendida en su totalidad como una labor ‘política’. El hombre, desde de los griegos, intentará cerrar el abismo y la indeterminación del mundo a partir del límite del concepto; creando un adentro y un afuera, una dualidad manifiesta en las distintas formas de aprehensión y delimitación del mundo. Con el concepto no sólo nace la filosofía, sino también la posibilidad de deconstrucción de la filosofía. Habitando los límites del lógos, se desdibujan sus certezas y se muestra lo que se esconde siempre de forma oblicua detrás del orden: la indeterminación y las decisiones de valor que tiñen toda 7 atribución de sentido. “En el interior de la clausura, a través de un movimiento oblicuo y siempre peligroso, corriendo el permanente riesgo de volver a caer más acá de aquello que se deconstruye, es preciso rodear los conceptos críticos con un discurso prudente y minucioso, marcar las condiciones, el medio y los límites de su eficacia, designar rigurosamente su pertenencia a la máquina que ellos permiten deconstituir; y simultáneamente la falla a través de la que se entrevé, aún innominable, el resplandor más allá de la clausura.” (Derridá, 2000; 20) La presente investigación se inscribe dentro de la tradición hermenéutico- interpretativa. Busca dar cuenta del conjunto de elementos pre-científicos inherentes a toda construcción teórica, asumiendo la inexistencia de conceptos ‘firmes’; éstos siempre llevan implícito un modelo metafísico y omnicomprensivo acerca de lo que el hombre es y debería ser (Strauss, 1992). No existe un acuerdo previo y básico sobre su significado. La‘realidad’ conlleva siempre un proceso activo de ‘objetivación’ y de construcción de mundo2. En este contexto, la deconstrucción de los conceptos intenta restablecer parte de ese diálogo que se teje entre teoría y mundo – un mundo siempre objetivado por el hombre y nunca objetivo per se-. Parafraseando a Feyerabend, se deben poner en movimiento el conjunto de categorías y elementos del conocimiento para acceder a una comprensión 2 En Contra el método (1984), Feyerabend plantea que la investigación científica puede prescindir de la experiencia en la medida en que la verdad sólo puede ser concebida existiendo una pre- lectura del mundo rigurosamente reglamentada. No hay algo así como un dato del cual se pueda, inductivamente y sin una previa definición teórica de lo que él mismo es, deducir una regularidad o ley. 8 dinámica del mundo. El trabajo de conceptualización, sobre el cual pende el conjunto del trabajo científico, contiene el movimiento de la cosa misma; no es simplemente un movimiento intelectual-abstracto. Nuestro trabajo se dirige a los conceptos para habitar las fronteras del ámbito prefijado por ellos. Si bien sólo un trabajo hermenéutico de deconstrucción de los conceptos puede colocarnos en los límites del discurso científico - revelando algo del plus oculto que lo hace posible –, en las ciencias sociales existen fuertes resistencias a otorgar un lugar legítimo a este tipo de investigación. Una de las razones de esto se halla en el carácter performativo y contingente del orden social que las ciencias sociales buscan a la vez ocultar y comprender. Según Alexander, las ciencias sociales yacen sobre un desacuerdo básico acerca de lo que la realidad es, haciendo necesario un esfuerzo especial de conceptualización3. Éstas se basan en un conjunto de compromisos no empíricos que hacen aún más acusada su naturaleza valorativa fundamental; siempre, en última instancia, la conceptualización es un recorte del mundo ‘argumentable’. Es en este contexto que los textos clásicos cumplirán un rol central en la coherencia del diálogo y la comunicación. “(...) la comunicación es imposible sin una base de entendimiento mínima. Para que sea posible un desacuerdo coherente y consistente, y para que este desacuerdo no interrumpa la marcha de la ciencia, es necesario que exista cierta base para una relación cultural, que solo se da si los que 3 “La proporción entre modelos y clásicos es tan diferente en la ciencia social porque la aplicación de la ciencia a la sociedad engendra un desacuerdo mucho mayor. A causa de la existencia de un desacuerdo persistente y extendido, los supuestos de fondo más generales que quedan implícitos y relativamente invisibles en la ciencia natural entran activamente en juego en la ciencia social” (Alexander, 1995; 33). 9 participan en un debate tienen una idea aproximada de qué es aquello de lo que habla el otro. Es aquí donde intervienen en el debate los clásicos. La necesidad funcional de los clásicos. La necesidad funcional de los clásicos se origina en la necesidad de integrar el campo del discurso teórico” (Alexander, 1995; 42). Los clásicos constituyen puntos de referencia común que reducen la complejidad a través de la condensación de distintas tradiciones generales. Sin embargo, la referencia a éstos nunca es inmediata, siempre es mediada por la interpretación. Todo clásico se basa en ciertas ausencias que se manifiestan entre líneas y que pueden igualarse, en importancia, a los silencios de una partitura. Nuestra mirada debe dirigirse, pues, tanto a lo dicho como a lo no dicho. El carácter de ‘clásico’ debe ser atribuido a un tipo especial de texto que se caracteriza por una cierta intemporalidad4 y por su potencial resignificación infinita. Según Gadamer, en Verdad y Método (1993), la interpretación de estos textos hace posible una penetración autorreflexiva en la conciencia hermenéutica - una mediación histórica entre pasado y presente 5 en que la conciencia histórica se analiza a sí misma críticamente, en base a una dialéctica entre acontecer y comprensión- (Gadamer, 1993). La hermenéutica que se abre con estos textos, como bien señala Steiner, constituye una ineludible “puesta en acto de un 4 “(lo clásico) No designa una cualidad que se atribuya a determinados fenómenos históricos, sino un modo característico del mismo ser histórico, la realización de una conservación que, en una confirmación constantemente renovada, hace posible la existencia de algo que es verdad. (…) es clásico lo que se mantiene frente a la crítica histórica porque su dominio histórico, el poder vinculante de su validez transmitida y conservada, va por delante de toda reflexión histórica y se mantiene en medio de ésta” (Gadamer, 1993; 356). 5 “El comprender debe pensarse menos como una acción de la subjetividad que como un desplazarse uno mismo hacia un acontecer de la tradición, en el que el pasado y el presente se hallan en continua mediación” (Gadamer, 1993; 360). 10 entendimiento responsable, de una aprehensión activa”(Steiner, 1994; 3). La decisión de abordar la teoría política clásica mediante la lectura de Platón y Aristóteles, halla parte de su justificación en la idea de que con ellos se inaugura lo que podríamos denominar la ‘razón occidental’. Nos hacemos eco de las distintas teorías que postulan que el origen de la racionalidad occidental debe buscarse en Grecia clásica. Según un autor como Châtelet, Platón inventará la filosofía, definiendo la razón en su sentido más amplio como lógos, para superar la contingencia de la dimensión de la dóxa y reorganizar el mundo desde la necesidad de la episteme. “Los filósofos se sitúan en la necesidad de adoptar decisiones en común para salvaguardar la existencia colectiva, para tornarla tan feliz como sea posible” (Châtelet, 1998; 26). En Grecia Clásica se descubre el mayor instrumento del conocimiento científico, el concepto, y se experimenta por primera vez su poderoso alcance e importancia6. En La musa aprende a escribir, Havelock asocia el origen de la civilización occidental con la revolución de las formas de conciencia que tuvo lugar allí. Esta revolución, que fue una revolución alfabética dada por el pasaje de la oralidad a la escritura, permite explicar el pasaje de una sociedad tradicional - “que experimenta el orden de las relaciones sociales como sagrado e inmutable” -, a una sociedad política -“que concibe su propio ordenamiento como objeto de 6 “Fue allí [en Grecia] en donde por vez primera fue visto [el concepto] como un instrumento utilizable, merced al cual puede colocarse a cualquier persona en el torno de la lógica y no permitirle escapar de él a menos que confiese, o bien que no sabe nada, o bien que ésta y no otra es la verdad eterna que, a diferencia de las acciones e impulsos de los hombres ciegos, no ha de pasar jamás. Esta fue la inaudita vivencia de los discípulos de Sócrates” (Weber, 1969; 203) 11 decisión consciente de sus miembros y, por ende, de discusión racional” (Havelock, 1996; 15). Con el lenguaje escrito nacen la filosofía y la ciencia, pues “sólo cuando el lenguaje está escrito se hace posible pensar acerca de él” (Ibid; 151). Esta idea es retomada por Ong, en Oralidad y escritura, donde sostiene que la distancia que supone la escritura es esencial para despertar la conciencia. “Mediante el aislamiento del pensamiento en una superficie escrita, apartado de todo interlocutor, haciendo en este sentido la articulación autónoma e indiferente al ataque, la escritura presenta el enunciado y el pensamiento como separados de todo lo demás, de alguna manera independientes, completos.” (Ong, 1997; 130) Con elnacimiento del concepto surgen, al mismo tiempo y en su seno, ciertas tensiones y dualidades irreductibles. El concepto necesita dos instancias para existir, significar y limitar, pues la homogeneidad absoluta no permite ninguna distinción ni re lación (al impedir que la conciencia se despierte afirmándose la individualidad). Buscando la unidad se cae siempre en la dualidad. La diferenciación resulta de la dualidad entre un término y aquello que no es ese término. La distinción binaria es el resultado de un principio de unidad obrando en el mundo: el agente de individualización produce necesariamente un estado de distinción. Nuestro entendimiento obedece a este mismo mecanismo: todo análisis, todo pensamiento, se opera por dicotomía; la definición de una unidad se opera por una diferencia dentro del género, y la dualidad es necesaria a toda comprensión. Cada uno de nuestros conceptos se asocia a un concepto opuesto, que le sirve como una suerte de denominador (Allendy, 1984). 12 La conceptualización conlleva una aniquilación de la riqueza del mundo y su reducción a un conjunto de categorías que nunca es perfecta ni exhaustiva . Incluso aquellos autores que proponen una clausura absoluta , a través de una comprensión rigurosa del mundo, deben enfrentarse a la resistencia que oponen las cosas humanas a ser categorizadas y clasificadas. La ambivalencia y los corrimientos de sentido se cuelan en el proceso mismo de aprehensión de la realidad. La deconstrucción que nos proponemos realizar de las teorías políticas de Platón y Aristóteles busca mostrar cómo las distintas dimensiones se visitan y se contaminan para conformar un corpus en el que son imposibles los estados ‘puros’. Lo político es referencial al movimiento de construcción del piso que pisamos para vivir; es la conciencia trágica del tiempo y del espacio, el demonio de lo abierto y la condición de la vida, que el hombre intenta suturar a través de su accionar y su palabra (Patocka, 1996). La historia de la filosofía política puede ser comprendida a partir de una puja entre movimiento y quietud, entre desorden y orden. El presente trabajo teórico se mueve en ese juego de interpretaciones posibles, se introduce en las aguas de la contradicción y la tensión, en las entrañas mismas de la vida humana que se plasma en la filosofía. Los griegos, para superar la crisis y pensarse a sí mismos, contaban con una fuerte tradición moral, asentada en el culto de la virtud y del Bien, que les permitió operar un ‘cierre’ y una ‘normalidad’. La polis, como el espacio de lo propiamente humano, y un horizonte finito, asido a una temporalidad circular, 13 fueron los bordes de una naturaleza específica, moral y política7 que se resquebrajó con la crisis del S. V. a.C. Frente a esta crisis, el fundamento del orden amenazó con reducirse al hombre en tanto voluntad, principio y medida de todas las cosas. El horizonte de sentido tradicional se trocó en un límite real: la fuerza. La definición de la política se transformó en un problema ineludible, al escindirse del sentido moral de la existencia; pues, cuando se relativizan el conjunto de valores tradicionales, el orden de la comunidad se eclipsa en múltiples líneas de fuerza irreconciliables. Platón y Aristóteles buscarán recuperar el sentido de la vida-con-otros reenlazando moral y política, a través del concepto de justicia. 7 El hecho de que la filosofía política clásica se defina por la relación e implicación de moral y política es un axioma y un punto de diferenciación respecto de otras filosofías políticas. 14 Primera Parte: PLATÓN Capítulo 1 El legado socrático: acerca de la dualidad contingencia-necesidad y su relación con los conceptos de diké y nómos En este primer capítulo nos basaremos en un diálogo temprano de Platón, Critón, en el que ya se pueden intuir ciertas concepciones que signarán el conjunto de su obra. La muerte de Sócrates, es un hecho central en la conformación y concreción de su filosofía ; ésta se encuentra atravesada por una concepción ética y política particular, a la que podemos acercarnos a partir de la siguiente pregunta: ¿Por qué Sócrates ‘elige’ morir? O, si se quiere, ¿sobre qué valores ético-políticos se erige la decisión socrática de acatar una sentencia claramente injusta que lo llevará a la muerte? Sócrates tiene para Platón el valor de un símbolo. Su muerte representa el triunfo de la injusticia sobre la justicia; de ahí que la mayor parte de su reflexión filosófica se orienta a determinar, no sólo qué es la Justicia en términos absolutos, sino también cómo asegurar su pervivencia a través de la educación y la organización de los hombres (Brun, 1981). La reflexión filosófica tiene un fin manifiestamente emparentado con la necesidad de introducir cambios radicales en la forma de concebir una vida que valga la pena ser vivida8. La mirada del 8 Para Platón la filosofía no consistiría solamente en una doctrina, sino en una forma específica de vida orientada hacia valores eternos e inmutables: (C. VII, 340d) “De esta manera y de acuerdo con estas convicciones vive el hombre en cuestión, dedicado a sus ocupaciones, cualesquiera que ellas sean, pero ateniéndose siempre y en todo a la filosofía, y a un régimen de vida cotidiano que 15 Sócrates de Platón se posa en ciertos principios éticos que son independientes del tiempo y el espacio. La ‘vida buena’, y no el mero vivir, depende de la prudencia y de la razón que nos muestran qué es lo bueno y lo justo, instándonos a seguirlo con independencia de las circunstancias. Aún cuando la sistematización de la teoría platónica recién llegará con los diálogos doctrinales9, ya en sus obras de juventud, como el Critón, podemos vislumbrar la serie de hilos tensores que sostienen en este autor la relación entre ética y política. Con este diálogo comenzaremos a recorrer ciertas tensiones que habitan en el corpus platónico y en las cuales se hacen manifiestas lógicas incipientes de la necesidad y la contingencia - las relaciones que se tejen entre la inmutabilidad de la Verdad y el Bien y el devenir del mundo humano-. El concepto de justicia, como punto de encuentro entre ética y política, será nuestro principal hilo para reconstruir la trama de la filosofía política platónica. En particular intentaremos restablecer la relación que se teje entre los conceptos de justicia (diké) y ley (nómos); siguiendo el rastro de esta dupla a lo largo del Critón, el Político, la República y las Leyes, será posible acceder a las continuidades y discontinuidades fundamentales sobre las cuales se moldean tanto la concepción del hombre , como el tipo de proyecto político al cual éste puede aspirar. I La decisión socrática de acatar una sentencia injusta encierra una serie de pueda crear en él sobriedad de espíritu y con ella la máxima fac ilidad de aprender y recordar y la capacidad de reflexión”. Sobre este tema también vale la pena consultar el libro El pensamiento de Platón de Châtelet (1995) 9 En los primeros diálogos platónicos no encontramos aún la Teoría de las Ideas y la sistematización teórico-filosófica que ésta supone. 16 dificultades respecto de la relación entre Justicia, Ley y Sentencia. La actitud de respeto a las leyes puede inscribirse dentro de una larga tradición en la que éstas son concebidas como el principal elemento fundante y ordenador de la vida común. Los griegos creían que sin ley no podía haber comunidad. Sin embargo, esta creencia - basada en férreos valores religiosos y en la afirmación del origen divino de las leyes10 - será fuertemente relativizadacon el proceso de racionalización e ilustración que dará paso, en el S. V a.C., a la Grecia Clásica. Los Sofistas, personajes clave en este proceso de secularización, y uno de los principales blancos de las críticas platónicas, reducirán el dilema que nos convoca en este capítulo al dualismo naturaleza/convención. Según éstos, la ley es una simple convención humana , cuya autoridad debe ceder ante la lógica (inexorable y superior) de la naturaleza (physis), concebida como la ley del más fuerte. En Gorgias, el sofista Calicles sostiene que la ley no es más que un invento de hombres débiles (Gorgias, 483 b-c) “para atemorizar a los que son más fuertes que ellos, a los que están capacitados para tener más” y que, basta con observar cuidadosamente la naturaleza de todo ordenamiento para demostrar que, justo es que domine el fuerte sobre el débil. En esta misma línea, Trasímaco en República defiende que, siendo el gobierno establecido el que en todo Estado detenta la fuerza, la justicia no es otra cosa que lo que conviene al más fuerte (R. 338c); de forma que los que critican la injusticia lo hacen por miedo a sufrirla y no por temor a cometerla (R. 344c). En contraste con éstos, Platón busca recuperar la visión tradicional de la ley- en lo que respecta a su carácter sagrado e inmutable -, pero 10 “Debemos recordar (…) que la sanción de las leyes tenía sus raíces en la creencia tradicional en su origen divino. Las leyes habían sido comunicadas a los primeros legisladores (…) por el dios Apolo que actuaba como portavoz o profeta del padre de los dioses, de Zeus.” (Guthrie, 1967; 85) 17 lo hace llevando a cabo una radical y paradójica racionalización de los valores (Aguirre Santos, 1995). Entrando en clara oposición con el espíritu igualitario que dio vida a la pólis11, sostendrá que es preciso un conocimiento o destreza especial para el acceso a conceptos, tan fundamentales para la vida en común, como el de justicia. Cr. 48a–b. “SÓCR.- Por tanto, queridísimo, no debemos cuidarnos tanto de lo que dirá el vulgo de nosotros, sino de qué dirá el que es entendido en lo justo y lo injusto: sólo él y la Verdad en sí misma deben preocuparnos. De modo que, en primer lugar, no te conduces bien al juzgar que debemos preocuparnos en la opinión del vulgo con respecto a las cosas justas, nobles y buenas, así como a sus contrarias. Aunque no faltará, naturalmente, quien diga: “Si, sí, pero muy capaz es el vulgo de darnos muerte”.12 Pero dejemos de lado por un instante esta paradoja y enfaticemos la recuperación plató nica de la tradición previa que postulaba la superioridad de la norma común frente a la arbitrariedad individual. La exaltación de la ley per se tiene que ver con que ella representa la superación del estadio primitivo de ‘precio 11 Como bien plantea Vernant, en Los Orígenes del Pensamiento Griego, respecto del advenimiento de la pólis como comunidad de iguales: “Grecia se reconoce en una cierta forma de vida social y en un tipo de reflexión que definen a sus propios ojos su originalidad, su superioridad sobre el mundo bárbaro: en lugar de que el Rey ejerza su omnipotencia sin control ni límites en el secreto de su palacio, la vida política griega quiere ser objeto de un debate público, a plena luz del día, en el ágora, por parte de unos ciudadanos a quienes se define como iguales y de los cuales el Estado ocupación común; en lugar de las antiguas cosmogonías asociadas a rituales reales y a mitos de soberan ía, un nuevo pensamiento trata de fundar el orden del mundo sobre relaciones de simetría, de equilibrio, de igualdad entre los distintos elementos que integran el cosmos” (Vernant, 1992; 25). 12 Este pasaje batalla no sólo contra la convencionalidad de las leyes sino también contra la dóxa (contra su carácter democrático). En efecto, la tesis de la convencionalidad de las leyes no es para Platón subsidiaria de una tesis democrática. Ver infra. 18 de sangre’ (García Rúa y Pacho García, 1995). Los griegos entendían que, para existir, toda comunidad debe resolver el tema de la violencia. Los hombres tienen naturalmente un apetito de violencia que, cuando no está socialmente regulado y diferido mediante la creación de una ley común, se desparrama por doquier haciendo imposible la comunidad (Girard, 1995). De forma que, aún cuando pueda ser injusto su contenido, la mera existencia de una ley permite la convivencia y sirve de lazo entre los hombres13. El núcleo del argumento socrático consiste, pues, en “postular la necesariedad de la ley, a priori de las condiciones concretas de su aplicación, como la condición mínima de posibilidad del bien común” (García Rúa y Pacho García, 1995; 48). El gran problema que encierra esta postura es que hace manifiesta una discontinuidad, un hiato, entre los conceptos de justicia y ley, que aparecen ahora como esencias heterogéneas e independientes. La ley se desencializa ya que, si bien puede no ser del todo justa, igualmente es bueno y necesario que los hombres se atengan a ella (Ibíd.). En otras palabras, lo que hace que derecho y ley, como materializaciones concretas sobre las cuales yacen las comunidades, sean deconstruibles, es que la justicia permanece como un horizonte ideal – indeconstruible14 - y crítico15. 13 Según Poratti: “El acuerdo que acepta las leyes fácticas y quizá falibles – es solamente una manifestación del acuerdo por el que reconocemos el núcleo y el entramado político-ontológico de nuestra comunidad y nos reconocemos en él” (Poratti, 1993; 100) 14 Al respecto, dice Derrida en A fuerza de ley: “La justicia sería la experiencia de aquello de que no se puede tener experiencia” (Derrida, 1994; 38) 15 Según Vernant, la redacción de las leyes aparece como una reivindicación central que surge con el nacimiento mismo de la ciudad y “en virtud de la publicidad que le confiere la escritura , la diké, sin dejar de aparecer como un valor ideal, podrá encarnarse en un plano propiamente humano, realizándose en la ley, regla común pero superior a todos, norma racional sometida a discusión y modificable por decreto pero que expresa un orden concebido como sagrado” (Vernant, 1992; 65). Como bien señala en este punto Naishtat, la escritura, como expediente prima facie técnico, 19 La no concurrencia de ley y justicia, que ya se entrevé en Critón , aparece con mayor fuerza en diálogos posteriores, como la República o el Político, donde el énfasis en la Idea de Justicia conduce a una crítica feroz del gobierno de las leyes. En el segundo de estos diálogos, por ejemplo, Platón sostiene que (Pol. 294b) “(…) la ley no podría nunca abarcar con exactitud lo ideal y más justo para todos, y luego dictar la más útil de las normas; porque las desemejanzas entre los hombres y los actos, y el hecho de que nada goza jamás por así decirlo, de fijeza entre las cosas humanas, no permiten que un arte, sea el que sea, imponga en cuestión alguna ningún principio absoluto valedero para todos los casos y para todo tiempo”; y agrega, que la ley es (Pol. 294c) “como un hombre creído de sí mismo e ignorante, que a nadie consiente hacer nada contra su propio dictamen, ni deja que nadie le pregunte, ni aún en el caso de que a alguien se le presente una situación más favorable que la supuesta en sus ordenanzas”. Esta visión tan negativa de la ley es matizada y reevaluada por Platón en las Leyes, diálogo en el cual justificará su soberanía. II En el Critón la ley se presenta no sólo como el fundamento inmediato de la existencia humana, sino también requiriendo de un trabajo de apropiación alcanza aquíuna densidad ontológica fundamental: abre a la dimensión de la historicidad de una comunidad - como narración sujeta a la hermeneusis histórica - y simultáneamente abre a la ley - como el espacio de una hermeneusis civil-. No habría hermenéutica civil sin ley escrita, ni habría hermenéutica histórica sin historio-grafía. En ambos casos es la escritura la que opera como condición de posibilidad. Pero en ambas dimensiones, la historia y la ley, se fundamenta la ontología de la comunidad política en cuanto campo agonal de interpretación. Si la ley fuera simplemente oral, como en las comunidades de la antropología estructural, no habría espacio agonal asociado a la ley, porque el que pronuncia la ley es a la vez el que cada vez fabrica su interpretación. 20 conciente y activo por parte del hombre. Existen, pues, dos planos diferenciables en el Critón. En el primero, las leyes aparecen recubiertas de un halo divino particular como hermanas de las leyes del Hades16 y diferenciadas de la aplicación que de ellas hacen los hombres17 (es decir, de sus sentencias). Como señala Poratti, la ley como aquello “que abre y funda el mundo y al hombre en él es ‘más que humano’ y no puede ser degradado por los hombres” (Poratti, 1993; 117). El estilo prosopopéyico18 elegido por Platón pone en evidencia esta relación inmediata que se teje entre el hombre y la pólis, y por la cual ésta, en tanto fundamento y nodriza, se presenta como anterior a aquél. El exilio es peor que la muerte, ya que sólo en el seno de la pólis el hombre puede ejercer y actuar una vida buena. Sócrates exclama, (Cr, 48b) “(…) no se ha de tener en la mayor estima el vivir, sino el vivir bien”. Mientras el personaje de Critón hace manifiesta la exterioridad del orden político y su indiferencia frente al individuo - denunciando la profunda crisis de los valores tradicionales que dieron origen a la pólis en el siglo VII a.C.-; Platón busca reconectar, a través de la figura de Sócrates, el concepto de justicia no sólo con la definición del orden político, sino también con la definición del hombre y su excelencia (Poratti, 1993). 16 El Hades representa aquí el plano ontológico que luego ocuparán las Ideas (Eggers Lan, 1995). 17 (Cr. 54b-c) Prosopopeya de las Leyes – “En fin, Sócrates obedécenos a nosotras, tus nodrizas y no estimes ni a hijos, ni vida ni ninguna otra cosa en más que a la justicia, para que, llegado al Hades, puedas alegar en tu defensa todo esto ante los que allí gobiernan. Pues aquí es manifiesto que una conducta tal ni para ti ni para ninguno de los tuyos es mejor, ni más justa ni más piadosa; y cuando llegues allá, tampoco lo será. Si ahora dejas la vida, la dejarás víctima de la injusticia, no de nosotras las leyes, sino de los hombres” 18 Acerca del concepto de prosopopeya dice Poratti: “Sabemos que la prosopopeya es una figura estilística y retórica que consiste en una personificación , en especial la personificación de una entidad abstracta, a la que se presta un rostro o máscara (prósopon). Si, para hacer presente aquello de que se trata, el texto tiene que prestarle un rostro, entonces sella de antemano su carácter ‘artificial’, o al menos derivado del entendimiento y la voluntad de los hombres, sólo en l os cuales se constituye como realidad; y cualquier aparente mención inmediata de ello mismo sería, ‘en realidad’ mediata” (Poratti, 1993;80). 21 Prosopopeya de las Leyes Atenienses (Cr. 53c-d) “¿Huirás, pues, de las ciudades bien regidas y de la sociedad de los hombres más honrados? Y, si tal haces, ¿para qué vivir? O tal vez te acercarás a ellos y en tus diálogos los amonestarás, pero… ¿con qué palabras, Sócrates? ¿Las mismas de aquí: que la virtud y la justicia son lo más estimable para los hombres, y la tradición y las leyes? ¿Y no crees que ha de parecer poco decorosa la conducta de Sócrates? Pues créelo.” Pero, si bien el hombre es a causa de la pólis, en un segundo plano, es algo más que su producto: existe una distancia por la cual a éste le es dado mantener con ella un diálogo, persuadirla. La ley de la pólis, al admitir que puede errar, asume que existe una distancia entre ella y el hombre, que hace posible la instancia del dia-logo (Poratti, 1993). Prosopopeya de las Leyes atenienses (Cr. 51e-52a) “… aquél de vosotros que se queda, sabiendo el modo como hacemos justicia y como administramos en las demás cosas de la ciudad, éste dicho está que se declara conforme con nosotras en lo que le ordenemos a hacer; y si no obedece, decimos que de tres modos obra contra justicia, porque no nos obedece a nosotras sus progenitoras, y nodrizas suyas además, a quienes se ha comprometido a obedecer; y ni lo hace, ni procura sacarnos de error si algo hacemos mal, a pesar de que nosotras, al prescribir que se cumplan nuestras órdenes, lo hacemos sin imposiciones ásperas, y le permitimos que, una o dos, o nos convenza o nos obedezca, mas él ni una cosa ni otra cosa hace.” 22 Pero ¿quiénes pueden invocar con justicia a las leyes, convencerlas, persuadirlas y en última instancia modificarlas? Para responder a esta pregunta es preciso que retomemos la cuestión de la racionalización de los valores. Según Poratti, Platón se encuentra ya lejos de la concepción arcaica de la realidad según la cual “el hombre griego es su fama” y la virtud se realiza en la opinión. Virtud y opinión son dos caras de una misma moral que se escinde con la gran crisis del S. V. El “yo” se separa de los “otros”, y se despliega una nueva interioridad en la cual se dirime ahora la cuestión de la verdadera virtud; la opinión queda relegada a un segundo plano, al ámbito de la apariencia desfigurante (Poratti, 1993). Se hace presente así una dualidad muy cara a la teoría política, la que se establece entre el ser - necesario y transparente - y el parecer - contingente y espurio-. En Critón, Sócrates recuerda a su discípulo a quién es conveniente escuchar, haciendo una clara distinción entre la mayoría (o los más) y los expertos (o entendidos). Sólo debemos cuidarnos de aquello que piensan estos últimos, ya que únicamente ellos conocen la verdad de cada cosa, y pueden generarnos un verdadero bien acercándonos a ella. Los más, por el contrario, sólo pueden opinar; poseen un pseudo saber que se encuentra sometido a la mutabilidad propia del mundo contingente que los mantiene cautivos. No son capaces, pues, ni de lo mejor ni de lo peor, ya que no pueden acercarnos o alejarnos de la Verdad. Este constituye uno de los puntos que dará mayor continuidad a la concepción ético- política platónica en la cual se entrelazan, ignorancia y maldad, por un lado, y conocimiento y bien, por el otro . Para Platón, sólo se puede actuar bien y acceder a la virtud en la medida 23 en que se conoce qué es lo justo. Únicamente los entendidos, los expertos, son capaces de hacer el bien y lo mejor, ya que sólo ellos tienen un conocimiento exacto de las cosas, que les permite guiarse de forma unívoca y con independencia de las circunstancias. A través de la dualidad conocimiento/opinión nos adentramos en el corazón mismo de la teoría platónica que termina de cristalizarse con la teoría de las Ideas. Estos distintos tipos de acceso al saber, que determinan ya en el Critón la distinción entre los más y los expertos, constituyen el fundamento de una visión aristocrática de la política alejada de los principios democráticos19. III El peor de los males para Sócrates claramente no es la muerte (puesto que dijimos que de lo que se trata es de “vivir bien”), sino incurrir en contradicción consigo mismo. Este principio de no -contradicción encuentra sus bases en ciertas concepciones absolutamente necesarias, a saber: que nunca se debe devolver mal por mal y que es mucho peor cometer una injusticia que sufrirla. La elección de Sócrates seasocia con la reafirmación de su carácter de experto, de aquél que asume ciertos principios no sólo en la palabra sino también en la acción, como una forma de vida. En Critón la mirada se posa al mismo tiempo en la necesidad de un ideal de Justicia (diké), así como en la contingencia del mundo sensible, por la cual toman forma las leyes (nómos) y las organizaciones políticas - el mundo que compartimos con otros y al cual nos encontramos trágicamente atados-. 19 Con la excepción de las Leyes donde nos encontramos con una recuperación del principio de libertad presente en los gobiernos democráticos. 24 Asumiendo la sentencia injusta que lo lleva a la muerte, Sócrates denuncia y pone en evidencia el hiato que existe , no sólo entre ley y sentencia, sino de forma más radical, la distancia entre ley y Justicia. Al asociar a esta última con la verdad desencializa la ley, sentando las bases para una crítica profunda de las prácticas exegéticas que, alrededor de ésta, llevaban a cabo sus contemporáneos. Se vuelve un ‘extranjero’ respecto de los valores y la política de su época. No sin fundamento, Calicles en Gorgias presagiaba que, si Sócrates fuera juzgado por un malvado, no hallaría los medios para defenderse20, replicando el segundo: (G. 474a) “De la mayoría hago caso omiso. Sólo el voto de una persona sé recoger”. Platón, que hereda estas sospechas respecto de las prácticas políticas de su época, tendrá que recorrer un largo camino, hasta las Leyes, para vislumbrar aquella máxima que pone en la boca de uno de sus interlocutores: (L. 663e) “Cretense – Hermosa cosa es la verdad, huésped, y además duradera. Pero por lo visto no es fácil que tenga el poder de la persuasión”. Pese a sus grandes esfuerzos, Platón es conciente de que la profunda racionalización de los valores a la cual ha contribuido, inevitablemente, introduce la semilla de la discordia en el seno del matrimonio, que con tanto cuidado ideó, entre política y verdad. 20 (Gorgias 486a -b) Calicles – “(…) si alguien ahora te pusiera a ti, o a otro cualquiera de los que son como tú, la mano encima, y te condujera a la cárcel, atribuyéndote un delito no cometido por ti, tú sabes que no serías capaz de remediar esa situación, sino que te turbarías y estarías como atontado sin saber qué decir, y que, al presentarte ante el tribunal, aunque tu acusador fuese por entero inadecuado y de poca valía, morirías, con sólo que quisiese proponer contra ti la pena capital. Y, en consecuencia, Sócrates, ¿qué sabiduría puede haber en un arte que coge a un hombre dotado de natural talento y lo convierte en un hombre inferior, incapaz de prestarse ayuda a sí mismo, imposibilitado de de salvarse o salvar a otro de los más graves peligros y expuesto, en cambio, a perder toda su hacienda a manos de sus enemigos o a vivir, por así decirlo, sin gozar de ninguna consideración en la ciudad?” 25 Capítulo 2 Dialéctica y justicia en la mejor de las ciudades La República de Platón es un diálogo doctrinal dedicado al esclarecimiento del concepto de Justicia. En este capítulo, intentaremos llevar a cabo una lectura de este concepto a partir de la forma concreta que asume en él la tensión entre contingencia y la necesidad, a saber: la tensión entre el plano de lo sensible y el plano de lo inteligible. ¿Qué relación específica se teje entre lo sensible y lo inteligible para la definición de la más justa de las ciudades? La clave para dar respuesta a esta pregunta se halla en el concepto de dialéctica. El devenir de este concepto, fuertemente emparentado con el de justicia, nos marca tres momentos específicos de la unión de Verdad - como la búsqueda del Bien en el despliegue de la interioridad – y Política - como la composición de la comunidad racional siempre en cuanto exterioridad-. La dialéctica, como el puente que hace posible el flujo de lo inteligible a lo sensible, permite el diálogo entre estas dos formas de conocer y de ser en el mundo. Es un tipo específico de movimiento que necesita Verdad y Necesidad bajo la forma de la Inteligibilidad. La política, a partir de esta perspectiva, discurre desde este horizonte bien definido de la Verdad, la Necesidad, la Inmortalidad y la Esencia, todos términos equivalentes en función de la Idea de Bien. Como el arte que procura la mejor organización de la comunidad, la política ‘verdadera’ consiste 26 en un trabajo dialéctico de negociación entre lo inteligible - el ámbito necesario e ideal del ser inmutable y pleno - y lo sensible - el ámbito de la contingencia que imprime la materia en el ser-. En el ideario platónico, conocer responsabiliza respecto del plano sensible y de los que presos en él viven. De forma que la reflexión filosófica se orienta hacia la política y, más específicamente, hacia el esclarecimiento de la siguiente cuestión: ¿cómo debe ser la ciudad perfecta en la que reina absolutamente la Idea de Justicia? Un primer esbozo de respuesta nos arroja al horizonte puro y racional desde el cual Platón trata de reconstruir la pólis en crisis. El carácter ‘extraterritorial’ de la República permite dejar abierto el campo de lo posible más allá de lo actual (Ricoeur; 1994). Si primariamente el proyecto de comunidad racional se funda en la dimensión necesaria e inmutable de la Idea de Justicia, su justificación ‘política’ comporta también una obligada negociación con el contingente plano sensible (que mantiene cautiva a la mayoría de los hombres). Muy a pesar suyo, Platón es conciente de que sólo se desea aquello que no se es o que no se tiene , ya que el principio de movimiento opera sobre la falta. La dialéctica no es sólo, pues, el movimiento propio del alma que se encamina hacia la Verdad, siendo su aspecto divino lo que la pone en marcha; es también el movimiento que tiene lugar debido a una cierta incompletitud , producto de la condición extranjera y sujeta a corrupción del hombre. Para desentrañar los alcances de la dialéctica, y junto con ella del concepto de justicia, marcaremos tres momentos distintos en su desarrollo conceptual a lo largo de la República: a) como pensar discursivo asociado al lógos, b) como 27 pensar discursivo asociado al mito y c) como pensar intuitivo que eleva al alma hasta la contemplación inmediata y pura del ser. Estos distintos momentos constituyen diferentes formas de relación y acceso a la Verdad. En el caso de las dos primeras, tenemos una Verdad discursiva, aprehendida y mediada por la palabra: la primera es argumental, reflexiva y demostrable y transcurre en el presente vivo del dia-lógo. La segunda forma es narrativa, heredera de la palabra religiosa, y se despliega en la dimensión estática del pasado. Por último, la tercera forma de acceso a la verdad, es inmediata y contemplativa puesto que prescinde de la palabra para acontecer. Como señala Szlezák, si bien en Platón “el recorrido discursivo a través de una serie de relaciones conceptuales es la condición para el ‘contacto’ noético o la ‘visión’ de las Ideas, un acto cuya descripción gnoseológica adecuada es notablemente difícil”, al mismo tiempo “la conversión hacia la Idea (ousía) concluye en una “visión” que ya no puede ser discursiva” (Szlezák, 2003; 104- 105). Las limitaciones de la palabra, para aprehender y hacer comunicable la verdad, tal como plantea Platón en la Carta VII, se deben a que ella es un medio débil de expresión que apunta a la cualidad y no a la esencia, que es lo que el alma busca conocer (C. VII. 343b-c). Estas sospechas respecto de la palabra, como arma de doble filo que se mueve entre la dóxa y la episteme, se transferirán al ámbito de la política - que , incluso en su forma más perfecta (el gobierno de los filósofos) , exige que la verdad se adapte a sus mediaciones y limitaciones-.Como la ley es hija de la palabra escrita21 - y ésta impone una fijeza a la 21 Para Platón sólo la palabra dialogada es genuinamente lógos racional, de ahí su desconfianza hacia la palabra escrita. 28 justicia que tiende a alejarla de lo mejor -, en el mejor de los regímenes políticos deben gobernar aquellos que conocen y cultivan la Idea de Justicia, no las leyes (R. 339b-c). En la República, Platón todavía guarda una gran fe en los elementos divinos presentes en el hombre y en sus capacidades para administrar sabiamente sus diferencias (R. 425e). Es por ello que considera innecesario legislar acerca de los asuntos que normalmente se tratan en el ágora. Siendo que los males que aquejan a las relaciones entre los hombres no pueden solucionarse mediante códigos y límites externos, la ley es presentada como una letra esquiva y tramposa respecto de lo justo (R. 427a). Si la fundación del estado es buena y justa entonces no hay nada que prescribir ya que el que conoce lo justo necesariamente actúa bien22. Esta actitud respecto del lugar de las leyes puede contrastarse con la de las Leyes, diálogo en el que Platón se muestra escéptico respecto de la capacidad de los hombres para dirimir sus propios asuntos, en ausencia de leyes escritas. Suspendemos, pues, hasta el próximo capítulo, la reflexión en torno del binomio justicia/ley, para adentrarnos en las tensiones que anidan en el interior mismo de la Idea de Justicia. I En una primera versión la dialéctica se presenta como dianoia - como pensar discursivo -, bajo la forma del diálogo que se establece entre dos posturas contrapuestas, que buscan acercarse paulatinamente a la Verdad a través de un ‘gran rodeo’ argumentativo (Châtelet, 1995). Este movimiento dialéctico rescata 22 Esto puede contrastarse claramente con la figura del incontinente en Aristóteles, de aquél que actúa mal aún a sabiendas de lo que hace. 29 las distintas voces respecto de un mismo problema; recrea una ‘discusión viva’ e invita al espectador a reflexionar acerca de las soluciones y opciones disponibles. Según Nussbaum, la forma dialogada de Platón crea la escena de un ‘teatro antitrágico’23 en la cual tiene lugar un verdadero trabajo crítico24. La dialéctica entendida como diálogo permite una primera lectura de la institución de la comunidad racional en términos de un ‘proceso argumentativo’, capaz de desencadenar en el alma el despertar anamnético. La virtud es este volverse reflexivo del alma hacia aquello que sabe desde siempre: la claridad de la verdad que alguna vez contempló. A través de un ‘largo rodeo’ los interlocutores se van acercando al Ser mismo al introducir sus almas, por medio de la experiencia del diálogo, en el camino de emancipación de lo sensible (Châtelet; 1995). Estamos, en este punto, frente a una dialéctica ascendente que “(…) va de lo múltiple hacia lo uno, para descubrir el principio de cada cosa y, finalmente, el principio de los principios” (Brun, 1981; 52). Si realizamos un análisis de la República en esta primera clave dialéctica, podríamos sostener que con el único personaje con el que Sócrates establece un verdadero ‘diálogo’, negociando efectivamente la institución de la ciudad, es con el sofista Trasímaco. Son los problemas planteados por éste, acerca de la justicia y 23 Según Nussbaum, en la Fragilidad del Bien, “Platón, incorporando la apertura crítica y el carácter multifacético del mejor teatro griego, usa la argumentación para mostrar una auténtica comunicación y, además, para establecerla con el lector. Por consiguiente, cabe afirmar que, a diferencia de los libros objeto de las críticas de Sócrates, los diálogos despiertan y vivifican el alma; lejos de sumirla en una pasividad narcotizada, la incitan a la actividad racional. Dicho género literario debe esto a su parentesco con el teatro.”(Nussbaum, 1995; 184) 24 En este punto claramente no existe consenso ya que un autor como Pacho García cree que el Sócrates de Platón “manipula a sus adversarios haciéndoles decir hasta la humillación lo que él quiere y, sobre todo, al lector, a quien ofrece no ya la ficción literaria del diálogo, sino no pocas veces también, la ficción de que su pensamiento dialoga. Esta filosofía finge” (García Rúa y Pacho García, 1995; 44). Esta es también la visión de Trasímaco en República (338b) “Si realmente quieres saber lo que es justo, no preguntes solamente ni te envanezcas refutando cuando se te responde, sino responde tú mismo y di qué es para ti lo justo” 30 la injusticia, y su relación con la felicidad, los que darán forma a la institución de la ciudad que se perseguirá a lo largo del texto. Trasímaco irrumpe en el diálogo exhortando a Sócrates a decir qué es lo justo, en lugar de refutar los argumentos de los demás (R. 336c-d). A lo que Sócrates replica que si él y Polemarco no han acertado en dar con el concepto de justicia es porque (R. 336e) “no son capaces de hacerla aparecer”. El sofista accede, pues, a exponer qué es para él la justicia y a contestar las preguntas de Sócrates: la justicia no sería otra cosa que aquello que conviene al más fuerte (R. 338c) y, siendo el gobierno el que tiene la fuerza en cada Estado, justo es lo que conviene al gobierno establecido (R. 339a). Sócrates comienza la refutación de estos postulados planteando que, como no existen gobiernos infalibles, es posible que un gobierno ordene leyes que vayan en contra de sus propios intereses; asimismo, define con precisión en qué consiste el ‘arte de gobierno’: (R. 342c-d) “Ningún conocimiento artesanal examina ni dispone lo que conviene al más fuerte sino lo que conviene al más débil, al gobernado por aquél”. A lo que Trasímaco replica, con una cuota importante de realismo político que teñirá el conjunto el diálogo: (R. 343c-d) “(…) has ido tan lejos en lo concerniente a lo justo y a la justicia, a lo injusto y a la injusticia, que desconoces que la justicia y lo justo es un bien en realidad ajeno al que lo practica, ya que es lo conveniente para el más fuerte que gobierna, pero un perjuicio propio del que obedece y sirve; y que la injusticia es lo contrario y gobierna a los verdaderamente ingenuos y justos, y que los gobernados hacen lo que le conviene a aquel que es más 31 fuerte, y al servirle hacen feliz a éste, mas de ningún modo a sí mismos”. Trasímaco mete su aguijón al traer como problemática central del diálogo el carácter desviado de la mayoría de los gobiernos y la idea de que no existe una relación necesaria entre Justicia y Felicidad. Tanto Platón como sus distintos interlocutores tratarán de resolver estos dilemas que plantea Trasímaco en el primer libro. La postura de éste marca, en muchos aspectos, un límite a la idealidad de la política. Platón se encuentra con numerosos obstáculos para sortear la ‘exterioridad’ de la política que aquél hace manifiesta , en contraposición con la interioridad desde la cual efectivamente intenta desplegar su comunidad racional. Evadiendo el individualismo presente en las conductas ético-políticas de su tiempo, del cual Trasímaco es un fiel portavoz, Platón sostiene que la justicia es una suerte de especialización por la cual se asignan ciertos lugares en la comunidad, en analogía con las partes del alma. Pero la gran pregunta que ensombrece el conjunto del proyecto es si éste hace suficientemente felices a las partes25. Para Platón, no se trata de conseguir la felicidad de una clase a expensas de la otra; la felicidad en la ciudad emerge de este orden específico que establece un lugar para cada parte, corriéndose así el eje de la felicidad individual al de la felicidad de la ciudad como conjunto. Pero Platón se encontrará con grandes dificultades para justificar estegiro tradicional en su teoría; deberá apelar 25 Será Adimanto quien señale a Sócrates que no hace suficientemente felices a los guardianes, a lo que éste contestará: (R. 421b -c) “Hay que examinar si instituimos los guardianes con la mirada puesta en proporcionarles a ellos la mayor felicidad posible, o si mirando a toda la sociedad se la debe considerar de modo que ésta la alcance; para lo cual estos guardias y guardianes deben ser obligados o persuadidos a hacer lo que los haga ser los mejores artesanos de su propia función, y del mismo modo todos los demás. Y así, al florecer el Estado en su conjunto y en armoniosa organización, cada una de las clases podrá participar de la felicidad que la naturaleza les ha asignado”. 32 al mito como recurso en última instancia interrumpiendo el curso de la argumentación racional. En este punto es que da paso a la segunda forma de dialéctica, a una nueva trama de la relación entre Verdad y Política en que la narración mítica emerge en el texto para reenlazar justicia y felicidad, unión que Platón no puede sostener por el camino de la demostración racional. Platón intenta saldar el hiato entre justicia y felicidad, por un lado, definiendo a esta última en función del conjunto y no de una de sus partes y, por otro lado, a través de la reunión de ambos conceptos en las narraciones míticas. Pero ambas ‘soluciones’ dejan entrever nuevamente (ya que en el Critón nos encontramos con el mismo problema) la no concurrencia del concepto de Justicia como principio moral absoluto, que se despliega en la interioridad del alma como Idea, y el concepto de Justicia como principio legal de ordenamiento de lo político. Recordemos que el principal desafío del Critón consistía en re-enlazar el conocimiento de la verdad con las virtudes morales del alma y la legalidad del orden político. La gran paradoja es que aún el mejor de los Estados - el gobierno de los filósofos - no tiene el poder de volver a los hombres virtuosos 26: la obediencia a la ley o al más sabio de los hombres no puede por sí misma ser una perfección para el alma individual (Muller, 1997; 208). Pero esta incapacidad no justifica de ninguna manera que el filósofo se retire de la escena política, puesto que desde ella se despliega y se hace posible la vida-con-otros. Los límites de la argumentación dialogada y la aparición del mito prueban que existe una 26 “(…) ainsi quand Platon parle de l´état le meilleur comme de celui où les dèsirs d´une multitude mauvaise sont dominés par les désirs et l´intelligence d´un petit nombre de vertueux, cela définit peut être une organisation politique enviable, mais n´implique nullement que les mauvais, pour ce qui les concerne, accédent à la veru” (Muller, 1997; 208). 33 discontinuidad entre la interioridad desde la cual discurre la moralidad - como la búsqueda de la virtud a través del conocimiento - y la exterioridad política - como el conjunto de resortes externos y legales, que permiten al ciudadano común actuar bien en función de ciertas creencias y opiniones, eso sí ‘verdaderas’-. II “(…) antes que la raza de los filósofos obtenga el control del Estado, no cesarán los males para Estado y para los ciudadanos, ni alcanzará su realización en los hechos aquella organización política que míticamente hemos ideado en palabras” República, 501e En un segundo momento la dialéctica marca los límites de la lógica argumentativa y reflexiva del lógos, propia del diálogo filosófico, para introducirse en el marco inmediato de las narraciones míticas. El filósofo como ‘pintor de organizaciones políticas’27 abandona sucesivas veces el camino argumentati vo del diálogo, para entregarse al relato persuasivo del mito, al espacio de la creencia y las mentiras nobles. La dialéctica es el arte político de componer con lo sensible, con vistas a una Idea de Justicia28 que excede, en tanto fundamento último e inmediato, la capacidad demostrativa de la conceptualización racional (del lógos). 27 Dice Sócrates (Rep. 501a-b) “Tomarán [los filósofos] el Estado y los rasgos actuales de los hombres como una tableta pintada, y primeramente la borrarán, lo cual no es fácil. En todo caso, sabes que ya en esto diferirán de los demás legisladores, pues no estarán dispuestos a tocar al Estado o a un particular ni a promulgar leyes, si no los reciben antes limpios o los han limpiado antes ellos mismos”. 28 Siguiendo la lectura de Brun, podríamos decir que nos encontramos aquí frente a una dialéctica de tipo descendente “(…) que trata de desarrollar, mediante el poder de la razón, las diferentes consecuencias de aquel principio carente de hipótesis sobre el cual todo reposa, y de reconstruir así toda la serie de ideas sin tener que recurrir a la experiencia. (…) La dialéctica descendente es la que hallamos aplicada en La República y en el Timeo” (Brun, 1981; 52). 34 “Platón, rechazando la pretensión de verdad de los poetas, admitió sin embargo simultáneamente, bajo el techo de su inteligencia racional y conceptual, la forma narrativa del acontecer que es propia del mito. La argumentación racional se extendió, pasando por encima de los límites de sus propias posibilidades demostrativas, hasta el ámbito a que sólo son capaces de llegar las narraciones. Así, en los diálogos platónicos el mito se coloca junto al lógos y muchas veces es su culminación” (Gadamer; 1997; 27). Los filósofos, a través de un trabajo dialéctico de composición, deben perfeccionar y lograr la excelencia del hombre, pero el límite es claro: la mayoría de los hombres vive presa de imágenes y sombras, atada a sus sentidos y a sus pasiones. Esta es una realidad que el filósofo no puede modificar, pero sí puede crear un mundo de imágenes que se asemeje a aquél mundo verdadero e inmutable. Para ello, el mito y las mentiras (pseudos) ‘nobles’ son instrumentos centrales en el arte de integración de lo invisible y lo visible. Esta segunda versión de la dialéctica implica una suspensión del diálogo tal como fue definido más arriba. Como el acceso a la Verdad para Platón no descansa en una pretensión individualista - sino que tiene raíces éticas y políticas respecto del mundo que compartimos con otros -, la persuasión y la creencia cumplen un rol central en la dimensión sensible. La política siempre comporta una negociación con las distintas partes. La construcción de la comunidad racional no es simplemente artificial ni un fantasma de pura potencia. Si bien Platón se resiste y lucha contra la inestabilidad de lo sensible, pues es un ámbito que admite todas 35 las manipulaciones, también se ve impelido a componer con sus distintos elementos. A diferencia de otras lecturas que postulan el carácter radical e ideal de la república platónica, creemos que ella representa un intento de inserción dinámica en una realidad contingente. El mito prueba que el diálogo está sobrepasado por otra cosa, que algo ha sobrepasado la verdad mediada por la explicación y la demostración29. Para Platón, el filósofo tiene el derecho de componer todo el arte de la ilusión con la mirada puesta en lo inteligible. Componer de esta manera ‘inteligente’ autoriza el uso del mito30 e incluso de ciertas mentiras nobles31. Convencido como está de la relación de su proyecto político con la verdad, Platón se permite el uso de ciertas imágenes y ficciones no argumentables para dar forma a su comunidad racional Ahora bien, cómo lleva a cabo el filósofo su obra de arte: la organización política de la ciudad. Ya dijimos que la mayoría de los hombres se encuentra en esta situación tan reprochada por Platón. De forma que no alcanza con presentarle la verdad: la mayoría exige ser persuadida y convencida acerca de lo que le conviene.Platón advierte, así, la utilidad de la mentira noble como (R. 389b) “una especie de remedio recetado y administrado por los gobernantes para el bien de la c iudad”. En especial, resulta interesante rescatar aquí una mentira noble muy 29 “Los mitos de Platón son narraciones que, a pesar de no aspirar a la verdad completa, representan una especie de regateo con la verdad y amplían los pensamientos que buscan la verdad hasta la allendidad” (Gadamer, 1997; 27) 30 En este punto, señala Naishtat, la fuerza dialéctica y lógica del mito platónico no estriba en su pretensión de verdad, sino en su capacidad irónica para desbloquear una aporía cuando la senda normal del argumento no lo permite. El mito representa una pieza en la ascensión progresiva de una dialéctica entre quienes dialogan y participan del lógos y de la isegoría; pertenece al dominio de la mayéutica. 31 Estas mentiras son recursos políticos de persuasión que se dirigen a la masa de ciudadanos. 36 particular sobre la cual yace el orden justo de la ciudad perfecta. En el libro III, a través de un Sócrates inseguro de los alcances de aquello que está por proponer, Platón introduce el Mito de las razas. Este relato fenicio, que plantea el origen común de todos los hombres de la madre tierra, es una mentira noble que busca persuadir por igual a gobernantes y gobernados acerca de la legitimidad del principio de división y distribución de las funciones en la comunidad perfecta: (R. 414b-c) “(…) Vosotros todos cuantos habitáis en el Estado, sois hermanos. Pero el dios que os modeló puso oro en la mezcla con que se generaron cuantos de vosotros son capaces de gobernar, por lo cua l son los que más valen; plata, en cambio, en la de los guardias, y hierro y bronce en las de los labradores y demás artesanos”; y agrega: “(…) existe un oráculo según el cual el Estado sucumbirá cuando lo custodie un guardián de hierro o bronce”.32 Este mito constituye el punto de partida para la fundación del orden justo. Como aquella virtud que traza la concordia entre las partes de la ciudad, la justicia recién toma forma con esta institución de las partes, en analogía con las partes del alma. En la ciudad más justa cada una de estas piezas realiza sólo aquella función que le es propia, respetando una estricta especialización. Platón no titubea en presentar, sin embargo, esta narración mítica, que establece la distinta atribución de funciones en la ciudad, bajo el signo de la justificación ‘por naturaleza’: 32 Un antecedente de este mito puede encontrarse en Los trabajos y los días de Hesíodo. El proceso de decadencia se expresa ahí a través los metales, del pasaje de la edad de oro a la de hierro. 37 (R. 433a-c) “Lo que desde un comienzo hemos establecido que debía hacerse en toda circunstancia, cuando fundamos el Estado, fue la justicia o algo de su especie. Pues establecimos, si mal no recuerdo, y varias veces lo hemos repetido que cada uno debía ocuparse de una sola cosa de cuantas conciernen al Estado, aquella para la cual la naturaleza lo hubiera dotado mejor”. Partiendo de la superioridad del alma sobre el cuerpo y de lo inteligible sobre lo sensible, Platón enlaza naturaleza y convención a través de su proyecto político: (R. 456b-c) “Sócrates - No hicimos pues leyes imposibles o que fueran meras expresiones de deseos, puesto que implantamos la ley conforme a la naturaleza”. Elimina así la oposición sofística entre convención-naturaleza, a través de lo que Popper denomina un ‘naturalismo espiritual’. Si el alma es superior y existe genuinamente por naturaleza, orden y ley también existen por naturaleza puesto que son vástagos de la mejor de las partes de aquélla (Popper, 1957; 98-102). En República la justicia, ahora sí como Idea, se presenta nuevamente33 como indeconstruible y excediendo la capacidad reflexiva del lógos para su demostración racional. La Idea de Justicia nos reenvía al marco mítico de la filosofía platónica, esto es, al terreno inmediato y pre-reflexivo de la convicción y 33 Conviene acá retomar lo que se dijo en apartado anterior sobre el concepto de justicia. Partiendo de A fuerza de Ley de Derrida podríamos decir que es preciso diferenciar la dimensión del derecho, de la dimensión de la justicia: “El derecho no es la justicia. El derecho es el elemento del cálculo, y es justo que haya derecho.; la justicia es incalculable, exige que se calcule con lo incalculable; y las experiencias aporéticas son experiencias tan improbables como necesarias de la justicia, es decir, momentos en que la decisión entre lo justo y lo injusto no está jamás asegurada por una regla” (Derrida, 1997; 39). 38 de la creencia 34. La Verdad (Aletheia) se despliega no sólo a través de la palabra- diálogo, sino también a través de la palabra mágico-religiosa y de la eficacia intemporal del mito (Detienne, 1983). Como ya dijimos anteriormente, la complejidad que descubre la filosofía platónica se relaciona con que es ante todo una filosofía ‘política’, para la cual el conocimiento del Bien tiene como principal objeto su aplicación a la comunidad. No se trata de la contemplación y la intuición per se: esta filosofía debe hacer comunicable lo incomunicable (Patocka, 1991). La Idea de Justicia se vuelve ‘comunicable’ y de naturaleza práctica gracias a las narraciones míticas. “(…) la función principal del mito consiste en dar a los hombres un terreno firme que no se deshaga bajo los pies, el terreno de una convicción, de una creencia en cuyo interior los hombres se muevan como si esto fuera evidente, una creencia que, a pesar de no ser obra de ningún individuo35, es percibida por cada uno de ellos como un marco objetivo y dado” (Patocka, 1991; 71). Según Detienne, Verdad (Aletheia) y Justicia (Diké) se articulan en la palabra a través de la ilusión y la fábula (Peithô) que hacen posible el reencuentro 34 “Debemos suponer, pues, un mundo ideal que contiene los prototipos eternos y perfectos del mundo natural. Todo lo que nuestro mundo tiene de cuasi-existencia lo debe a la imperfecta participación en la plena y perfecta participación del otro. Y como esta actitud tiene en sí algo de una creencia casi religiosa, y hasta de experiencia mística, y no puede ser completamente explicada por argumentos racionales (aunque Platón haya sostenido con mucho empeño que los argumentos racionales demuestran que no podemos hacer nada sin ella), Platón recurre a la metáfora para explicar la relación entre los dos mundos” (Guthrie, 1967; 92). 35 Según Eggers Lan, el mito aparece cuando se terminan los argumentos y se caracteriza por basarse en una cierta tradición popular impersonal cuyo preludio obligado es “se dice…” (Eggers Lan, 1995) 39 de los contrarios y el restablecimiento de la Unidad36. La única forma por la cual la Verdad admite bajo su techo la ambigüedad y la confluencia de los contrarios es bajo la forma del mito que la coloca nuevamente al lado de la ilusión y la fábula (Detienne, 1983; 68). La palabra impone una fuerte impronta en el dominio político, ya que su potencia “no está solamente orientada hacia lo real; está inevitablemente orientada hacia el otro; no hay Aletheia sin Peithô” (Ibíd.; 83). El mito representa, pues, la conciencia platónica de la necesaria mediación de imágenes y palabras para la realización de una composición concreta, con vistas a la claridad divina del mundo de las Ideas. El Mito de Er, en el último libro de la República, muestra también aquello que en el diálogo sólo podemos bordear y nunca alcanzar completamente 37. Este relato, acerca de los bienes y los males que les esperan al justo y al injusto después de la muerte, sería la respuesta final ala pregunta que abrió Trasímaco y que guió gran parte de este diálogo: ¿quién es más feliz el justo o el injusto? El filósofo da cuenta de la imposibilidad de ‘absolutizar’ cualquier solución: en última instancia la concreción de su proyecto comporta el uso de la palabra. Ya lejos de su visión de la política en Gorgias, Platón admite que se debe persuadir (no enseñar) para generar una creencia (no un saber) ‘verdadera’ en aquellos que por naturaleza son incapaces de filosofar38 (la mayoría). Con esta segunda forma de 36 “En el sistema de pensamiento religioso donde triunfa la palabra eficaz, no hay ninguna distancia entre la ‘verdad’ y la ‘justicia’; este tipo de palabra está siempre conforme con el orden cósmico, pues crea el orden cósmico, constituye el instrumento necesario para ello” (Detienne, 1983; 68) 37 “Like the great myths Plato offers his readers in any number of dialogues, including the Myth of Er in Book X of the Republic, the myths told the children of the ideal city and the one great “noble lie” are intended to convey at least the sense of what Plato regards as truths” (Smith, 1998; 127) 38 “Plato believes that the cognitive abilities of the average citizen prevent him o her from accepting direct truths. Thus, these truths must be conveyed in highly mythical language, for that is the only way to gain their acceptance by the members of the lowers classes in the city” (Ibíd.; 126). 40 dialéctica, nuestro autor se distancia de aquella postura según la cual la ‘verdadera política’ sería aquella que sólo sabe recoger el voto de uno solo 39. Con la emergencia del mito se hace manifiesta la fuerte tensión que existe entre filosofía y política, entre el ámbito de lo que siempre es y el ámbito práctico que se inscribe simultáneamente en lo que es y en lo que no es, a través de la palabra y la acción. El mito y las mentiras nobles discurren en el mundo de la opinión verdadera que se busca inculcar en los ciudadanos con vistas a una Idea de Justicia no demostrable o argumentable. Parafraseando a Muller, aún en el caso más favorable, la política siempre es exterior a la filosofía y a la moral: la República ya nos pone en guardia contra la tentación de creer que la mejor de las ciudades engendra necesariamente al individuo virtuoso (Muller, 1997; 219). Esta segunda forma de dialéctica nos muestra pues este hiato, que habita en la teoría política platónica, entre la interioridad de la filosofía y la moral y la exterioridad del orden político III Frente a las grandes las dificultades que conlleva el uso de la palabra, Platón buscará escapar de su dominio para entregarse a una contemplación sin mediaciones40. Llegamos así a la tercera forma que asume la dialéctica en la 39 Dice Sócrates en Gorgias (G. 521d-e): “Yo creo ser uno de los pocos atenienses, por no decir el único, que tienen su mente puesta en el verdadero arte político, y el único que hoy día ejerce la verdadera política”. 40 Esta sospecha respecto de la palabra y el énfasis en la contemplación inmediata, Platón sostiene en la Carta VII: (C. VII. 341c-e) “como resultado de una prolongada intimidad con el problema mismo y de la convivencia con él, de repente, cual si brotara de una centella, se hace la luz en el alma y ya se alimenta por sí misma. Desde luego de una cosa estoy seguro: la exposición de estas materias por escrito o de palabra nadie podría hacerlo mejor que yo; pero también sé que los defectos de esta exposición a nadie causarían mayor disgusto que a mí. Si yo creyera que eran 41 República, como aquella ciencia particular que busca y se eleva por sí misma a la esencia de cada cosa. Descrita al final del libro VI, la dialéctica es la última de las ciencias que debe aprender el guardián/filósofo de la ciudad. Es el conocimiento que le permite al alma por sí misma acceder a la segunda y última sección del mundo inteligible. La formación previa (en matemáticas, geometría y astronomía) busca imprimir en el alma un movimiento, que la libere paulatinamente de la confusión de lo aparente y la acerque a la contemplación del Ser en su unidad y pureza. (R. 532) “SÓCR – (…) se intenta por la dialéctica llegar a lo que es en sí cada cosa, sin sensación alguna y por medio de la razón, y lo que es el Bien mismo, llega al término de lo inteligible como aquel prisionero al término de lo visible”. Cuando Glaucón solicita a Sócrates que le explique cómo llegar de forma efectiva a esta última morada de la contemplación pura, éste replica: (R. 533a) “SÓCR.- Es que ya no serás capaz de seguirme, mi querido Glaucón. No es que yo deje de mi parte nada de buena voluntad, pero no sería ya una alegoría como antes lo que verías, sino la verdad misma, o al menos lo que me parece ser ésta. Si es realmente así o no, no creo ya que podamos afirmarlo confiadamente, pero sí podemos arriesgarnos a afirmar que hay algo semejante que se puede ver”. susceptibles de ser expresadas satisfactoriamente por el lenguaje escrito u oral con destino a las masas, a qué empresa más noble hubiera podido dedicar mi vida que a escribir algo que representaría un máximo servicio para la humanidad y a sacar a la luz para el universal conocimiento la naturaleza de las cosas? Pero yo no pienso que la llamada disquisición filosófica sea un bien para los hombres, excepción hecha de una escasa minoría de ellos que precisamente están capacitados para descubrir la verdad por sí mismos con un mínimo de iniciación” 42 Sócrates se detiene en el punto en el que Glaucón le pide que le explique en qué consiste la dialéctica, ya que este constituye el límite de lo decible41, de lo discursivo en Platón. La dialéctica deviene reposo, no-movimiento. Hasta ahí Sócrates no puede acompañar ni hacer llegar a nadie. El diálogo nos pone en el camino del conocimiento pero este último, en su pureza contemplativa, acontece inmediatamente y se presenta como el límite de aquél. En su forma pura, la dialéctica es una negación del movimiento y no puede ser compartida con otros. Sin tiempo ni espacio, al imprimir la máxima perfección al alma pierde su carácter práctico – comunicable - sobre la dimensión humana. Cuando la dialéctica en su última acepción elimina el movimiento, elimina al mismo tiempo la condición básica de lo político: el diálogo entre el necesario plano inteligible y el contingente plano sensible. Platón sabe que la realización de su comunidad racional es improbable ya que por naturaleza la praxis alcanza aún menos la verdad que las palabras. La política como el ámbito práctico de la buena vida no es una mera ecuación deducida de una de una Verdad transparente y discursiva. En la República ya tenemos el germen del divorcio de filosofía y política, de teoría y praxis, que claramente se opera en las Leyes y que Aristóteles hará suyo escindiendo el ámbito práctico del teórico. Aún definiendo la Justicia en tanto Idea y haciéndola morar en los confines 41 Según Pániker, Platón recurre a las Ideas “porque las considera inmediatamente intuíbles; es decir, porque quiere recuperar la inmediatez con lo real que la fisura entre el yo y el mundo ha hecho problemática. Noesis (pensar intuitivo) en contraposición a dianoia (pensar discursivo). El problema y la solución problema son hijos, pues, de la fisura. Ahora bien, ya se ve que la genuina intuición sólo podría ser el acto mismo con lo que lo real se realiza. Este acto, por definición, es transpersonal, transubjetivo; en suma, místico.” (Pániker, 1992; 172) 43 del Bien, Platón no logra eliminar las paradojas que conlleva el intento de plasmar, primero
Compartir