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Humanizar la salud 
en el siglo XXI 
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Antonio Piñas Mesa (Editor)
Humanizar la salud 
en el siglo XXI 
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Humanizar la salud en el siglo XXI 
Primera reimpresión (septiembre 2018)
© 2017, Manuel Álvarez Romero, Encarna Ayuso Gil, Isabel Carretero, Tomás Chivato 
Pérez, Carlos Cruz-Salazar Cruz, Rafael del Río Villegas, Carlos Díaz Hernández, Esperanza 
Díaz Pérez, Tomás Domingo Moratalla, Miguel Ángel García Pérez, Juan Ignacio Grande 
Aranda, Patricia Gómez Rey-Feliz, Carmen Herrando, Javier López, Patricia López, Cristina 
Noriega, Gema Pérez-Rojo, Antonio Piñas Mesa, Pilar Ramos, Cristina Velasco, Jaime 
Vilarroig Martín
© 2017, Del prólogo, Agustín Domingo Moratalla
© 2017, De la edición, Fundación Universitaria San Pablo CEU
CEU Ediciones
Julián Romea 18, 28003 Madrid
Teléfono: 91 514 05 73, fax: 91 514 04 30
Correo electrónico: ceuediciones@ceu.es
www.ceuediciones.es
Maquetación: Luzmar Estrada Seidel (CEU Ediciones)
ISBN: 978-84-16477-80-7
Depósito legal: M-31134-2017
Impresión: Gráficas Vergara, S. A. 
Impreso en España - Printed in Spain
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra 
sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase 
a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear 
algún fragmento de esta obra.
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Índice
Prólogo. El desafío formativo de la humanización sanitaria .................. 9
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA
1. El papel de la Universidad en la humanización de la asistencia 
sanitaria ............................................................................................... 19
 TOMÁS CHIVATO PÉREZ
2. Rehumanizar la práctica médica ....................................................... 33
 MIGUEL ÁNGEL GARCÍA PÉREZ
3. Humanización de la salud: la perspectiva psicosomática ............... 39
 MANUEL ÁLVAREZ ROMERO
4. Atención Centrada en la Persona en personas mayores 
institucionalizadas .............................................................................. 57
 GEMA PÉREZ-ROJO, PILAR RAMOS, CRISTINA NORIEGA, 
CRISTINA VELASCO, PATRICIA LÓPEZ, ISABEL CARRETERO 
Y JAVIER LÓPEZ
5. La primacía del paciente en la investigación clínica ....................... 69
 RAFAEL DEL RÍO VILLEGAS
6. Me dueles, luego te amo ..................................................................... 83
 CARLOS DÍAZ HERNÁNDEZ
7. Personalizar las ciencias de la salud. Una reflexión desde la 
antropología filosófica ........................................................................ 93
 JAIME VILARROIG MARTÍN
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8. Deliberación: método y actitud para las éticas aplicadas ............. 111
 TOMÁS DOMINGO MORATALLA
9. Humanización de la práctica sanitaria desde la Doctrina 
Social de la Iglesia ............................................................................. 133
 JUAN IGNACIO GRANDE ARANDA
10. La medicina como saber socio-humanístico .................................. 149
 ANTONIO PIÑAS MESA
11. Breves reflexiones sobre la enseñanza de la ética en el 
grado de enfermería .......................................................................... 163
 CARMEN HERRANDO
12. Humanización en la práctica sanitaria. 
Una visión desde Noruega ............................................................... 169
 ESPERANZA DÍAZ PÉREZ
13. Humanización de la salud desde la fisioterapia ............................. 175
 PATRICIA GÓMEZ REY-FELIZ
14. Sobre la humanización de la práctica sanitaria. 
Experiencias de una enfermera ....................................................... 181
 ENCARNA AYUSO GIL
15. Sanitarios más humanos .................................................................. 189
 CARLOS CRUZ-SALAZAR CRUZ
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Índice
Prólogo. El desafío formativo de la humanización sanitaria .................. 9
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA
1. El papel de la Universidad en la humanización de la asistencia 
sanitaria ............................................................................................... 19
 TOMÁS CHIVATO PÉREZ
2. Rehumanizar la práctica médica ....................................................... 33
 MIGUEL ÁNGEL GARCÍA PÉREZ
3. Humanización de la salud: la perspectiva psicosomática ............... 39
 MANUEL ÁLVAREZ ROMERO
4. Atención Centrada en la Persona en personas mayores 
institucionalizadas .............................................................................. 57
 GEMA PÉREZ-ROJO, PILAR RAMOS, CRISTINA NORIEGA, 
CRISTINA VELASCO, PATRICIA LÓPEZ, ISABEL CARRETERO 
Y JAVIER LÓPEZ
5. La primacía del paciente en la investigación clínica ....................... 69
 RAFAEL DEL RÍO VILLEGAS
6. Me dueles, luego te amo ..................................................................... 83
 CARLOS DÍAZ HERNÁNDEZ
7. Personalizar las ciencias de la salud. Una reflexión desde la 
antropología filosófica ........................................................................ 93
 JAIME VILARROIG MARTÍN
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8. Deliberación: método y actitud para las éticas aplicadas ............. 111
 TOMÁS DOMINGO MORATALLA
9. Humanización de la práctica sanitaria desde la Doctrina 
Social de la Iglesia ............................................................................. 133
 JUAN IGNACIO GRANDE ARANDA
10. La medicina como saber socio-humanístico .................................. 149
 ANTONIO PIÑAS MESA
11. Breves reflexiones sobre la enseñanza de la ética en el 
grado de enfermería .......................................................................... 163
 CARMEN HERRANDO
12. Humanización en la práctica sanitaria. 
Una visión desde Noruega ............................................................... 169
 ESPERANZA DÍAZ PÉREZ
13. Humanización de la salud desde la fisioterapia ............................. 175
 PATRICIA GÓMEZ REY-FELIZ
14. Sobre la humanización de la práctica sanitaria. 
Experiencias de una enfermera ....................................................... 181
 ENCARNA AYUSO GIL
15. Sanitarios más humanos .................................................................. 189
 CARLOS CRUZ-SALAZAR CRUZ
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Prólogo
El desafío formativo de la 
humanización sanitaria 
El lector tiene entre sus manos un conjunto de trabajos interesantes 
sobre el significado y alcance de la humanización de la salud en el siglo 
XXI. No son trabajos redactados para especialistas que quieren mante-
nerse en la torre de marfil de su laboratorio sino para profesionales inte-
resados en las ciencias de la salud, entendidas de una manera general. 
Son trabajos que pueden interesar, de igual manera, al profesional de la 
medicina o la enfermería que está trabajando en un centro sanitario, que 
a un lector de cultura media que, en algún momento, ha hecho cola en 
un ambulatorio, ha visitado un hospital o se ha interesado alguna vez por 
los cambios sociales que se están produciendo en todas las profesiones 
que afectan a la salud. 
Aunque los trabajos han sido redactados por profesionales de dife-
rentes especialidades o ámbitos del conocimiento, hay un hilo conduc-
tor que los hilvana, les proporciona la unidad y da título a la obra. Son 
trabajos donde se analiza, clarifica y muestra el significado del término 
«humanizar», una de las referencias más habituales del mundo de los ser-
vicios socio-sanitarios. Y digo servicios socio-sanitarios porque si en el 
siglo XXIqueremos tomarnos en serio el mundo de la salud no tenemos 
más remedio que plantear nuestras reflexiones en términos «sociales» y 
«sanitarios», a la vez. Y nos quedamos cortos en la expresión porque esta-
mos comprobando todos los días que esta dimensión «social» de la salud 
debe completarse necesariamente con una dimensión «psicológica», 
«psíquica» o incluso «espiritual». Por eso, no es raro que los programas 
de humanización sean programas descritos con el complejo término de 
«bio-psico-socio-sanitarios». Para afrontar la salud en el siglo XXI nece-
sitamos un enfoque que sea integral e integrador, es decir, que no rehuya 
ninguna de las variadas y múltiples dimensiones de la salud.
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Agustín Domingo Moratalla
No siempre resulta fácil aprehender cada uno de estos elementos y 
construir un programa de «humanización». De hecho, los programas 
que ponen en marcha las instituciones, tanto públicas como privadas, 
que se guían por esta brújula de la humanización siempre se configuran 
en clave interdisciplinar con profesionales de áreas aparentemente muy 
dispersas pero que convergen siempre un punto: la centralidad de la per-
sona. Entonces los directivos y gestores se dan cuenta que el principio y 
fundamento de la atención sanitaria no está en los clientes, pacientes, 
individuos o ciudadanos como variables funcionales de un complejo sis-
tema, sino en las personas. Entonces descubren que no están únicamente 
ante alguien que quiere un buen trato médico o socio-sanitario, o ante 
alguien que quiere un trato «justo». Se dan cuenta de que están ante que 
les puede sorprender en cualquier momento porque no es únicamente 
un ser biológico que pide recuperar los indicadores de su analítica, sino 
un ser biográfico que tiene una historia personal, con un contexto socio-
cultural determinado y, quizá, con expectativas casi milagrosas ante las 
instituciones sanitarias.
Si queremos tomarnos en serio la humanización no tenemos más 
remedio que focalizar nuestro trabajo en la persona entendida con toda 
la radicalidad y profundidad con la que nos la presentó Emmanuel Mou-
nier en su Manifiesto al servicio del personalismo: «ser espiritual cons-
tituido por una forma de subsistencia y de independencia en su ser; 
mantiene esta subsistencia e independencia mediante su adhesión a 
una jerarquía de valores, libremente adoptados, asimilados y vividos, 
en un compromiso responsable y en una constante conversión. Unifica 
así toda su actividad en la libertad y, por añadidura, a impulsos de actos 
creadores, desarrolla la singularidad de su vocación» (Obras III, p. 625)
Es fácil convertir a la persona en el principio y fundamento de todos 
un programa de humanización, sobre todo cuando el programa es para 
presentarlo ante la opinión pública como una propuesta innovadora, 
transformadora y promotora de la calidad del sistema. Queda muy bien 
«hablar» de medicina basada en la persona, atención basada en la per-
sona o servicios socio-sanitarios centrados en la persona, sin embargo, lo 
difícil es activar programas de buenas prácticas centradas en la persona. 
Lo realmente difícil es pasar del dicho al hecho, es decir, materializar en 
prácticas profesionales cotidianas la centralidad de la persona. 
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Prólogo
Este libro puede ser una buena herramienta para ello por dos razones. 
En primer lugar, porque los autores de los trabajos no son investigado-
res o profesores que entienden las ciencias de la salud desde un enfoque 
corporativo sino desde un enfoque interdisciplinar y práctico. Desde sus 
diferentes ámbitos y especialidades, entienden la humanización como 
una praxis cotidiana y no como una simple categoría teórica. En segundo 
lugar, porque los diferentes textos recogen aportaciones que han sido 
debatidas, discutidas y elaboradas con otros compañeros interesados 
por una dimensión integral de la salud. No son textos homogéneos en su 
estilo pero sí son textos útiles, prácticos y llenos de buenas propuestas 
para que el lector las aplique en sus diferentes ámbitos profesionales. 
También puede ser muy útil para la gran variedad de docentes en el 
ámbito de las ciencias de la salud. No se plantea la humanización como 
un desafío para el directivo, el gestor o el responsable de políticas socio-
sanitarias sino como un desafío formativo. Hasta hace poco, este desafío 
se lo planteaban únicamente los docentes en los estudios de Medicina 
o Enfermería. En el siglo XXI, este desafío formativo se extiende a otros 
estudios o grados en los que se exige un planteamiento integral, innova-
dor y holístico de la salud. El libro puede ser de gran utilidad para alum-
nos y profesores del grado de psicología, fisioterapia, podología, ciencias 
de la actividad física o del deporte, tecnología de alimentos, biología o 
incluso trabajo social. De nada valdría entender la humanización única-
mente en clave de individualización de las enfermedades que padecen 
los seres humanos porque hay dimensiones políticas, sociales, cultura-
les, medioambientales, ecológicas y alimentarias que afectan a la salud. 
Como desafío formativo, la humanización es un concepto central que 
no puede limitarse al marco humanístico o los temas introductorios de 
las guías docentes. La humanización se presenta en estas páginas como 
un desafío formativo porque debe formar parte de la intencionalidad con 
la que se preparan los programas o guías docentes, de la estructura de 
las diferentes unidades didácticas y, sobre todo, de todas las prácticas 
educativas en los estudios de ciencias de la salud. En esta clave, el libro 
puede resultar de gran ayuda para equipos educativos que están orga-
nizando los planes de estudio y trabajo en los numerosos centros que 
imparten los grados relacionados con ciencias de la salud. Aunque haya 
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Agustín Domingo Moratalla
sido una iniciativa del profesor Antonio Piñas Mesa donde recoge los tex-
tos básicos de las V Jornadas de humanidades médicas celebradas por la 
Universidad CEU San Pablo en Madrid, las aportaciones pueden ser muy 
útiles para todos los grados relacionados con las ciencias de la salud que 
ha puesto en marcha la Asociación Católica de Propagandistas en otras 
partes de España. Los equipos de estudiantes y profesores de Andalucía 
o la Comunidad Valenciana disponen de un material muy valioso para 
inspirar sus guías, programaciones y unidades docentes. 
El esfuerzo realizado por el profesor Piñas y el equipo de profeso-
res que lo han acompañado en la redacción de estos trabajos tendrá su 
merecida recompensa cuando descubra que este libro puede ser utili-
zado no sólo en los centros de la Asociación Católica de Propagandistas 
sino en cualquier centro de formación de profesionales en ciencias de la 
salud. El desafío formativo de la humanización no afecta únicamente a 
una tradición educativa o formativa, es un desafío que afecta a todas las 
tradiciones formativas. 
La humanización mantiene abierto el horizonte de la universalidad 
en todas las ciencias de la salud, lo que significa elaborar programas 
que no atienden de manera exclusiva una determinada comunidad de 
clientes, usuarios o pacientes. Esto significa que «humanizar» no es úni-
camente limitar la praxis socio-sanitaria a un horizonte de mínimos de 
justicia para que no haya nadie sin cobertura o atención sanitaria; signi-
fica desarrollar una cultura de prácticas profesionales excelentes que no 
se desentiendan de los horizontes de sentido de personas y comunida-
des. Si pensamos en términos de cooperación al desarrollo o en térmi-
nos de modernización sanitaria de amplias zonas pobladas por minorías 
étnicas, el horizonte de universalidad se presenta con perfiles nuevos. Ya 
no se trata sólo de universalidad en el acceso a la sanidad o a un determi-
nado modelo modernizador de atención sanitaria, se trata de universali-
dad entendida con atención,cuidado y discernimiento de las diferencias. 
Es fácil identificar este horizonte de universalización como extensión en 
atención y servicios, lo realmente difícil es plantearlo como discerni-
miento de diferencias, estimación de mínimos de justicia y promoción 
de máximos de cuidado.
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Prólogo
Cuando el lector vea con detalle los trabajos de este libro descubrirá 
al menos diez claves que le pueden ser de gran ayuda para precisar esta 
humanización planteada en clave de universalización. De manera esque-
mática se las presento al lector que ha decidido comenzar el libro con este 
prólogo. Lo hago para que perciba la diversidad, variedad y riqueza de los 
enfoques sobre la humanización que aparecen en estas páginas. En el 
amplio y complejo mundo de las ciencias de la salud, la humanización, 
1. No es un proceso de moralización con el que una determinada tra-
dición cultural o religiosa impone de manera paternalista su ideal 
de vida buena. Aunque forme parte de los procesos de acreditación 
de calidad o de reforma de los discursos con los que se legitiman las 
prácticas sanitarias en sociedades modernas, es un proceso donde se 
pone a prueba la coherencia de la cultura organizativa. Humanizar es 
reducir la distancia entre el buen decir y el buen hacer.
2. No es un proceso para aislar a todos y cada uno de los pacientes. A 
veces, humanizar es separar, aislar o individualizar, como si la oferta 
de una habitación individual garantizase un buen trato. Cuando la 
humanización se reduce a la individualización de los espacios arqui-
tectónicos, entonces se confunde humanizar como atomizar y segre-
gar a las personas. Ciertamente una habitación o espacio individual 
facilita y garantiza una mayor calidad del trato, es una condición 
necesaria de la humanización de la salud, pero no es una condición 
suficiente.
3. No es un proceso técnico o estrictamente mecánico con el que se 
funcionaliza, estandariza o des-personalizan las prácticas profe-
sionales. La humanización necesita protocolos de trabajo y cuanto 
mejor estén descritas las prácticas de un servicio, mayores garan-
tías tendremos de un buen trato. De la misma forma que humanizar 
está reñido con improvisar o carecer de diligencia en la gestión de 
las prácticas, también está reñido con la dictadura de los protoco-
los que se ha instalado en muchos servicios. Sin formalización no 
hay humanización, pero sólo con formalización no tenemos huma-
nización. Tendremos más orden y control pero no necesariamente 
mayor calidad o trato más humano.
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Agustín Domingo Moratalla
4. No es comunalizar, es decir, pasar de un sistema médico basado en 
la proximidad de las distancias cortas a un sistema global basado en 
las distancias largas. Humanizar no es organizar el tiempo de trabajo 
para asignar o cuantificar un determinado número de minutos para 
una consulta. Los nuevos sistemas de control de calidad miden neu-
róticamente los tiempos de los profesionales para repartir la jornada 
laboral de forma matemática. Humanizar no es distribuir algebrái-
camente los tiempos médicos organizando simplificada, numérica y 
comunalmente la atención. 
5. No es familiarizar, es decir, organizar los servicios y la atención en 
clave familiar. Es necesario explicar bien este punto porque muchos 
programas de humanización promueven una atención «como en 
familia», o «como en casa». Aunque los centros sociales y sanitarios 
quieran, no pueden organizarse en clave familiar porque su lógica 
institucional es muy diferente. No olvidemos que hay muchas formas 
de entender la familia y cuando identificamos «humanización» con 
«familiarización» estamos cayendo en una generalización que dice 
poco de trato, cuidados y atenciones personalizadas basadas en la 
responsabilidad. Sería mejor hablar de «buen trato familiar» porque 
hay familias que no son referencia para la gestión humanizadora de 
un centro.
 6. Si es acompañar con cuidado, es decir, atender desde una distan-
cia justa al paciente para que no se sienta abandonado, marginado, 
menospreciado o simplemente desatendido. Acompañar con cuidado 
no es estar todo el tiempo pendiente del paciente cuando éste no lo 
necesita, tampoco infantilizarlo o tratarlo como a un niño. Cuando 
los profesionales utilizan la expresión «como un niño», o «tratarlo 
como a un niño», no son consciente de que si el paciente o usuario 
es un adulto quiere que se le respete su autonomía, se cuente con él 
y se considere su juicio. La humanización no es un simple acompa-
ñamiento por el que no dejamos solo o desatendido al enfermo. Es 
mucho más que un simple «hacer compañía» y mucho menos que 
estar siempre encima. 
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Prólogo
7. Humanizar es singularizar los cuidados y su gestión para que el azar, 
la improvisación o las malas prácticas no se adueñen de los procesos 
de modernización sanitaria. Aplicado a los procesos de moderniza-
ción, la humanización es universalización y expansión para que todas 
y cada una de las personas sean atendidas, pero también es singula-
rización para determinar a cada paciente como una persona única, 
con sus grandezas y sus miserias, con sus enigmas y sus rutinas. Pero 
también es contracción y retracción para que las prácticas se constru-
yan desde el rostro concreto de cada paciente. La humanización es 
singularizante cuando lo que ganamos en justicia y universalidad no 
lo perdemos en personalización.
8. Humanizar es coeducar, no sólo porque hay que educar a los pacientes 
para que se conozcan a sí mismos, conozcan el sistema y sean corres-
ponsables en su uso. Hay que educar a los profesionales de sistema 
socio-sanitario para que descubran la dimensión vocacional de sus 
prácticas profesionales, para que conozcan la fragilidad de las institu-
ciones socio-sanitarias y, sobre todo, para que aprendan habilidades 
de comunicación, consejo y ayuda en situaciones de crisis. Muchos 
de las quejas que tienen los pacientes se resolverían si los profesio-
nales comunicaran mejor, si los equipos transmitieran mejor la infor-
mación y, sobre todo, si los responsables políticos de las instituciones 
sanitarias se piensen a así mismo como educadores, no como simples 
técnicos, mecánicos o ingenieros que se acercan al enfermo como si 
se acercaran a un coche usado y en mal funcionamiento.
9. Humanizar es personeizar, es decir, organizar la atención, los servi-
cios y las instituciones en clave de fragilidad, vulnerabilidad y preca-
riedad de los cuerpos humanos. Cuando el paciente quiere un trato 
humano y digno es porque quiere que todas y cada una de las partes 
de su cuerpo sean tratadas con la dignidad o cuidado que se merecen. 
Un brazo, una pierna o un hígado son simples «partes» de un cuerpo 
cualquiera, son partes de «mi cuerpo». Desde la tradición personalista 
se ha destacado siempre la necesidad de plantear la relación con el 
cuerpo en clave de «ser» y no en clave de «tener». El cuerpo no es algo 
que uno tiene sino algo por lo que uno es. Gabriel Marcel y Ricoeur lo 
vieron claro cuando desde esta ética del cuerpo piensan la autentici-
dad, plenitud e identidad de la vida en clave de «encarnación».
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Agustín Domingo Moratalla
10. Humanizar es personalizar, es decir, aprender a organizar el cuidado 
y la atención desde las diferencias personales. No se trata de orientar 
al sistema para que respete a cada uno y sus «cadaunadas», pero sí 
se trata de cuidar mucho las historias clínicas, la recogida de datos y 
los procesos de información o comunicación en cada momento del 
acto clínico. No se puede construir un sistema para cada uno de los 
caracteres o tipos de personalidad con los que podemos clasificar a 
los pacientes. La humanización es personalizadora y personalizante 
cuando el sistema socio-sanitario no establece una relación numérica, 
estadísticao mecánica con el paciente, sino cuando los profesionales 
ejercen el arte de preguntar y responder no como simple técnica para 
el diagnóstico sino como arte para ganarse la confianza del paciente. 
En este sentido, los procesos de humanización son procesos de reha-
bilitación, restauración y generación de confianza en todas las áreas 
del sistema cultural, social y sanitario.
En definitiva, estamos ante un trabajo interesante y valioso para quie-
nes estamos empeñados en tareas educativas y formativas. Ante el riesgo 
de que la salud se deshumanice por la tecnificación de la asistencia o por 
la fragmentación de las prioridades del sistema, estas páginas pueden ser 
una buena herramienta para plantear la humanización en toda su com-
plejidad. También para despertar ante sociedades modernas que tienen a 
plantear los problemas de salud únicamente en términos de medicaliza-
ción, psicologización o atomización de los problemas. Son páginas para 
aprender a cambiar las luces de la formación que estamos impartiendo 
y hacernos ver que no siempre podemos ir con las luces cortas con las 
que solo vemos los problemas inmediatos, sino que debemos aprender 
a utilizar las luces largas para afrontar con cierta perspectiva y voluntad 
educativa la humanización de la salud en el siglo XXI.
Agustín Domingo Moratalla
Catedrático Acreditado de Filosofía Moral y Política
Vicepresidente del CBA del Hospital Clínico-Malvarrosa
Director de UIMP-Valencia
Universidad de Valencia
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Nota del editor
La idea que ha generado este libro surgió tras la celebración de la V 
Jornada de humanidades médicas que bajo el título «La Humanización de 
la gestión y práctica sanitaria» organizaron, por quinta vez consecutiva, 
el Instituto CEU de Humanidades Ángel Ayala y la Facultad de Medicina 
de la Universidad CEU San Pablo. Algunas de las conferencias allí dicta-
das estan recogidas en este volumen. También hemos incluido las apor-
taciones de otros autores que no estuvieron presentes en aquella Jornada 
y que amablemente han querido colaborar. El resultado ha sido el que 
tiene entre sus manos, una obra recopiladora de distintas voces autori-
zadas ante un mismo tema: la humanización o re-humanización de la 
salud. Algunos de los textos son de profesionales sanitarios en activo 
(médicos, enfermeros, fisioterapeutas, psicólogos, etc.) otros son estu-
dios de filósofos que aportan su voz crítica y reflexiva sobre aspectos más 
conceptuales o, también, análisis fenomenológicos en torno al fenómeno 
de la salud y la enfermedad o la actividad del cuidado. Por último, hemos 
querido tener una sección más experiencial, en la que profesionales sani-
tarios o docentes del área de salud, hablan en primera persona ya sea de 
su labor desde la perspectiva de la humanización o desde la experien-
cia de ser formadores de los futuros profesionales sanitarios. Deseamos 
que todos estos estudios y reflexiones nos sirvan para seguir pensando y 
mejorando la relación sanitaria. Una relación de ayuda que surge ante la 
llamada de un sujeto vulnerable: la persona enferma. 
Antonio Piñas Mesa
Editor
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El papel de la Universidad en la 
humanización de la asistencia 
sanitaria
TOMÁS CHIVATO PÉREZ
Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad CEU San Pablo
1. Introducción
Nos ha correspondido vivir en una sociedad que vive muy deprisa, 
con información continua en directo. A nuestra generación nos ha tocado 
un nuevo mundo que acelera cada vez más rápido: globalización, nue-
vos modelos sociales y conectividad permanente. Vivimos en la era de 
los teléfonos móviles, tablets, Internet, Whatsapp, Facebook, Instagram, 
Twitter y Linkedin. Estas nuevas tecnologías nos ayudan a comunicarnos 
más rápido que jamás en la historia de la humanidad.
Lo «urgente» nos impide atender lo «importante». No disponemos de 
tiempo para ser coherentes, para atender a nuestros pacientes, familiares 
y amigos. Si el objetivo vital vocacional del profesional sanitario es cui-
dar, ayudar, consolar, curar y acompañar al enfermo, ¿cómo es posible 
centrarnos en nuestra misión sin sucumbir ante «el mundanal ruido»?
Es crítico no perder la perspectiva. La ilusión puede agotarse, el can-
sancio puede acumularse y las expectativas pueden verse incumplidas. 
Por todo lo anterior debemos preparar a los jóvenes alumnos de las carre-
ras sanitarias dotándoles de herramientas útiles para que continúen toda 
la vida profesional con la ilusión del primer día.
Estamos siendo testigos de espectaculares avances diagnósticos 
(genómica, proteómica, metabolómica,…) y terapéuticos (cirugía robó-
tica, anticuerpos monoclonales, trasplantes,…) que han revolucionado 
1
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20
Tomás Chivato Pérez
el acto médico. Nunca antes hemos dispuesto de herramientas tan útiles 
y eficaces. Frente a este incuestionable avance «técnico», estamos retro-
cediendo frecuentemente en otras facetas del acto médico o sanitario.
El ejercicio de las profesiones sanitarias está íntimamente relacio-
nado con el derecho a la protección de la salud, con el derecho a la vida 
y a la integridad física, con el derecho a la intimidad personal y familiar, 
con el derecho a la dignidad humana y con el derecho al libre desarrollo 
de la personalidad.
El concepto de profesión es un concepto que ha sido desarrollado 
desde la sociología en función de una serie de atributos como formación 
superior, autonomía y capacidad auto-organizativa, código deontológico 
y espíritu de servicio. 
Los profesionales sanitarios realizarán a lo largo de su vida profesio-
nal una formación continuada, y acreditarán regularmente su compe-
tencia profesional. 
2. Situación actual
La actividad asistencial ha experimentado cambios cualitativos y 
cuantitativos muy significativos en los últimos años. La relación con el 
paciente (clásicamente enfermo y hoy cliente o usuario) basada en la 
ética de la beneficencia ha evolucionado a la ética de la autonomía. La 
información al paciente o los consentimientos informados son ejemplos 
de estos cambios. La informatización de las historias clínicas, la ley de 
protección de datos o la digitalización de las imágenes son otros ejem-
plos de como la informática se aplica en la práctica médica. 
Los alumnos deben asumir que entre las diferentes actividades que 
deberán adquirir como profesionales sanitarios están la asistencia, la 
docencia, la investigación e incluso la gestión.
La asistencia de los hospitales «clásicos» ha evolucionado hacia nue-
vos modelos: unidades multidisciplinares, nuevas «super especialida-
des» o las nuevas tecnologías sanitarias diagnósticas y terapéuticas han 
variado la estructura y funcionamiento habituales.
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El papel de la Universidad en la humanización de la asistencia sanitaria
La docencia (pregrado, postgrado y formación continuada) también 
ha evolucionado hacia modelos diferentes. En la docencia no es sufi-
ciente «conocer», es necesario «saber hacer», e incluso «demostrar cómo 
se hace» y «tener la actitud de hacer». Del conocimiento teórico se ha 
evolucionado a las competencias clínicas.
La investigación biomédica también ha variado sustancialmente. La 
investigación juega un papel muy relevante en la mejora de la calidad 
asistencial y en la motivación del personal perteneciente a las unidades. 
La investigación ha de organizarse y gestionarse correctamente, han de 
conseguirse recursos económicos suficientes para conseguir la viabi-
lidad de los proyectos. La investigación «aislada y heroica» del pasado 
reciente ha evolucionado a áreas concretas y líneas de investigación bien 
definidas basados en grupos de trabajo multidisciplinar y redes de inves-
tigación nacionales e internacionales. 
Los alumnos aprenden en la Universidad a generar conocimiento, 
transmitirconocimiento y aplicar conocimiento. Es esencial que sean 
conscientes de que dicho conocimiento ha de ser estéticamente bello, 
científicamente verdadero y moralmente bueno.
La gestión ha llegado a la asistencia sanitaria. Conceptos como efi-
cacia y eficiencia, coste por proceso, recursos humanos y materiales, 
economía sanitaria, cartera de servicios, calidad del producto, logís-
tica, estrategia, marketing, contabilidad analítica o financiación, han 
pasado de ser «proyectos» o «ideas» en el mundo médico a ser realidades 
cotidianas.
Nos encaminamos a una medicina de precisión que se caracterizará 
por ser personalizada, participativa, preventiva y predictiva. Se está pro-
duciendo un cambio de paradigma. El foco principal de la medicina se 
centrará en los pacientes al igual que en la docencia el foco se centra en 
los alumnos. La educación sanitaria y la prevención serán cada vez más 
importantes.
Estamos ante una sorprendente paradoja. A mayor conocimiento 
científico técnico sanitario con mejores instalaciones y profesionales 
observamos una cierta «deshumanización» del acto sanitario. La comu-
nicación con los pacientes es claramente mejorable. Hay muchos pacien-
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tes que refieren que no se les mira a los ojos o no se les da la mano cuando 
entran a las consultas o cuando se termina la visita. Los profesionales 
estamos muy ocupados y preocupados con la pantalla del ordenador, la 
agenda de trabajo, la emisión del informe y la prescripción electrónica 
de la receta. 
Ahora hablamos de medicina basada en la evidencia, pero pode-
mos enriquecerla sustancialmente si realizamos además una Medicina 
basada en la afectividad.
3. Soluciones a aplicar
Los alumnos de las diferentes profesiones sanitarias deben for-
marse técnicamente pero también desde el punto de vista ético, moral 
y humano.
Asignaturas como ética, comunicación o antropología enriquecen la 
formación universitaria de los alumnos. La introducción de estas asigna-
turas en los planes de estudio permitirá a los futuros profesionales dispo-
ner de habilidades para mejorar el acto médico.
Ha de entenderse como competencia el uso habitual y juicioso de la 
comunicación, el conocimiento, las habilidades técnicas, la toma de deci-
siones basadas en la evidencia, las emociones, los valores y la reflexión en 
la práctica diaria para beneficio individual y de la sociedad»
Además debemos considerar a los pacientes desde todos los puntos 
de vista: físico, mental, social, espiritual y anímico. 
En el libro Evaluación objetiva se recogen las virtudes y fortalezas 
ideales del médico según los autores Peterson y Seligman1:
 ◊ Coraje:
 – Valentía.
 – Perseverancia y diligencia
 – Integridad, honestidad y autenticidad
 – Vitalidad y pasión por las cosas.
1 Cfr. VV. AA. (2011) Evaluación objetiva. Instrumentos para la Educación Médica, Cátedra de 
Educación Médica Fundación Lilly-UCM, Madrid, Unión Editorial, p. 144.
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El papel de la Universidad en la humanización de la asistencia sanitaria
 ◊ Justicia:
 – Ciudadanía, civismo, lealtad, trabajo en equipo.
 – Sentido de la justicia, equidad.
 – Liderazgo.
 ◊ Humanidad:
 – Amor, apego, capacidad de amar y ser amado.
 – Simpatía, amabilidad, generosidad.
 ◊ Sabiduría:
 – Curiosidad, interés por el mundo.
 – Amor por el conocimiento y el aprendizaje.
 – Juicio, pensamiento crítico, mentalidad abierta.
 – Ingenio, originalidad, inteligencia práctica.
 ◊ Templanza:
 – Capacidad de perdonar, misericordia.
 – Modestia, humildad.
 – Prudencia, discreción, cautela.
 – Auto-control, auto-regulación.
 ◊ Trascendencia:
 – Apreciación de la belleza y la excelencia, capacidad de asombro.
 – Gratitud.
 – Esperanza, optimismo, proyección hacia el futuro.
 – Sentido del humor.
 – Espiritualidad, fe, sentido religioso.
Estas virtudes pueden ser evaluadas mediante cuestionarios bien 
dimensionados, validados, consistentes, fiables y sensibles.
Es muy importante conocer, cultivar, mantener y acrecentar estas vir-
tudes y fortalezas que sin duda humanizan el acto médico. 
Dado que se debe atender la vertiente espiritual y atendiendo a 
nuestras raíces en la fe cristiana, se ha tener en cuenta que este aspecto 
afecta la esencia de la moralidad de la asistencia médica. La persona del 
enfermo es entendida como el prójimo. La asistencia basada en las virtu-
des sobrenaturales (fe, esperanza y caridad) revoluciona el acto médico. 
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El profesor William Osler decía a sus alumnos que mantuviesen toda 
su vida profesional las tres «H»: humanidad, humor y humildad.
La Conferencia Nacional de Decanos de Facultades de Medicina junto 
con el Foro de la Profesión Médica, la Plataforma de Asociaciones de 
Pacientes y el Foro Español de Pacientes ha constituido un grupo de tra-
bajo y editado un importante documento para solicitar ante la UNESCO 
que el acto médico en el contexto de la relación médico paciente sea con-
siderado patrimonio inmaterial de la humanidad.
Por otra parte la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid 
está proponiendo a San Juan de Dios como patrono de la humanización 
del acto sanitario.
4. Qué tipo de médico queremos
En el libro El médico del futuro se repasan cuidadosamente muchos 
de los aspectos tratados anteriormente y aconseja un «decálogo» del 
médico del siglo XXI2: 
 ◊ Un médico que trate enfermos, no enfermedades. La autoridad moral, 
científica y técnica del médico constituye un enorme potencial curati-
vo, que genera confianza y se traduce en un beneficioso efecto placebo.
 ◊ Un médico con actitud crítica. El médico ha de saber moverse en el 
mundo de los valores del paciente, que dan sentido a su vida y a su 
enfermedad.
 ◊ Un médico comunicador y empático. Un médico que escuche, que se 
preocupe por la afectividad, que se gane la confianza del paciente y 
que concilie lo racional con lo relacional.
 ◊ Un médico responsable individual y socialmente. Ha de saber involu-
crar al paciente en la toma de decisiones conjuntas, exponiendo las 
limitaciones de la medicina actual y la inevitabilidad de la enferme-
dad y de la muerte
 ◊ Un médico que tome buenas decisiones para el paciente y para el siste-
ma. Evitará derivaciones innecesarias y el uso abusivo e injustificado 
de las exploraciones y los recursos terapéuticos.
2 VV. AA. (2009) El médico del futuro, Madrid, Fundación Educación Médica, p. 47.
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El papel de la Universidad en la humanización de la asistencia sanitaria
 ◊ Un médico líder del equipo asistencial. Ha de ser capaz de colaborar 
con otros profesionales sanitarios, ha de saber delegar funciones, tra-
bajar en equipo y acotar su ámbito de actuación profesional.
 ◊ Un médico competente, efectivo y seguro. Evitará colaborar en la crea-
ción de una sensación de alarma permanente en el individuo que le 
lleva a sobreutilizar los servicios sanitarios con el objetivo inalcanza-
ble de eliminar los riesgos.
 ◊ Un médico honrado y confiable. Debe establecer los márgenes tolera-
bles de actuación en situaciones en las que se dan inevitables conflic-
tos de intereses.
 ◊ Un médico comprometido con el paciente y con la organización. Ha 
de exhibir unos elevados niveles de autoexigencia y responsabilidad.
 ◊ Un médico que vive los valores del profesionalismo. Ha de reflexionar 
continua y críticamente sobre su actuación profesional.
Este decálogo puede trasladarse a todos los profesionales sanitarios 
(enfermeros, odontólogos, psicólogos, fisioterapeutas, farmacéuticos, 
nutricionistas,…). 
5. Profesionalismo, ética y deontología
Es necesario que los futuros profesionales sanitarios asuman el pro-
fesionalismo: conjunto de principios éticos y deontológicos, valores y 
conductas que sustentan el compromiso de los profesionales de la medi-
cina con el servicioa los ciudadanos, que evolucionan con los cambios 
sociales, y que avalan la confianza que la población tiene en los médicos. 
Ética médica es la disciplina científica, rama de la ética, cuya finalidad 
es la buena práctica médica. Incluye un conjunto de reglas y principios 
de carácter ético a que deben ajustarse los médicos y los profesionales 
sanitarios en el ejercicio de su profesión.
Los alumnos deberán adquirir las competencias necesarias para ser 
capaces de:
 ◊ Tener presente la importancia y la existencia de los aspectos éticos.
 ◊ Comprender lo que es y significa una relación asistencial de colabo-
ración, no coactiva.
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 ◊ Comprender los deberes básicos de la medicina: el deber de respetar 
la autonomía.
 ◊ Comprender los deberes básicos de la medicina: el deber de procurar 
beneficios y evitar daños.
 ◊ Comprender los deberes básicos de la medicina: el deber de buscar la 
máxima equidad de los recursos.
 ◊ Conocer y saber utilizar un método correcto en la resolución de con-
flictos éticos.
 ◊ Comprender la importancia del derecho a la confidencialidad e inti-
midad, y el deber de respetarlos.
 ◊ Comprender la importancia y necesidad del consentimiento informado.
 ◊ Aceptar el derecho del paciente a rechazar tratamientos o actuaciones 
médicas, incluso vitales.
 ◊ Informar sobre un paciente, respetando la debida confidencialidad.
 ◊ Conocer los documentos de voluntades anticipadas y ayudar a las 
personas que deseen utilizarlos.
 ◊ Comprender como médico que la muerte debe acontecer de acuerdo 
con los valores personales.
 ◊ Utilizar la documentación clínica.
 ◊ Facilitar un consejo genético.
 ◊ Actuar correctamente cuando se conoce un error médico propio o 
ajeno.
 ◊ Acceder y analizar los principales textos y fuentes de información de 
ética biomédica3.
Deontología médica es la disciplina científica que guía la conducta 
profesional del médico a través del código deontológico propio. La infrac-
ción de este código, de obligado cumplimiento para los profesionales, da 
lugar a faltas de diferente categoría, que sancionan los colegios de médi-
cos de acuerdo con su gravedad. Las sanciones van desde la mera amo-
nestación a la prohibición del ejercicio de la medicina a perpetuidad.
La bioética incluye la ética médica tradicional ya que estudia de forma 
sistemática la conducta moral en la medicina y en las ciencias biológi-
3 VV. AA. (2008) Competencias para el Grado de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, 
Cátedra de Educación Médica Fundación Lilly-UCM, Madrid, Unión Editorial, pp. 136-137.
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El papel de la Universidad en la humanización de la asistencia sanitaria
cas. Los principios bioéticos deben ser cumplidos por médicos, biólogos, 
farmacéuticos, bioquímicos, investigadores, expertos en salud pública, 
juristas, filósofos, teólogos,… que de una u otra manera participen en los 
actos sanitarios.
El Desarrollo Profesional Continuo (DPC) de los médicos es un pro-
ceso mediante el cual los profesionales adquieren, mantienen y mejoran 
sus conocimientos, sus habilidades y sus actitudes, lo que les permite 
continuar su ejercicio profesional de forma competente, esto es, con el 
nivel de calidad exigible en cada momento. Los alumnos deben asumir el 
DPC como un compromiso voluntario a lo largo de su futura vida profe-
sional que les permita cumplir su misión en la sociedad.
6. Comunicación
Cada día es más evidente la importancia de la comunicación. De 
nada sirve realizar acertados diagnósticos y eficaces tratamientos si el 
paciente no se entera de su padecimiento. El cumplimiento y la adhe-
rencia a los tratamientos dependen totalmente de la comprensión de las 
prescripciones.
En los planes de estudio se han introducido diferentes competen-
cias. Se incluyen las competencias relativas a «lo que tienen que hacer» 
en ciencias básicas, ciencias clínicas, habilidades clínicas, procedimien-
tos diagnósticos y terapéuticos, promoción de la salud, prevención de la 
enfermedad y ciencias sociales. Además se contemplan las competencias 
de «cómo lo tienen que hacer» y los estudiantes deben adquirir compe-
tencias en comunicación, razonamiento, juicio clínico, toma de decisio-
nes, manejo de la información y documentación científica.
La entrevista médico-paciente es la piedra angular del acto médico. 
Los alumnos deben ser capaces de:
 ◊ Manejar aspectos relacionados con la comunicación verbal (claridad, 
orden, lenguaje adecuado,…).
 ◊ Manejar aspectos relacionados con la comunicación no verbal (pos-
tura, mirada, gestualidad,…).
 ◊ Iniciar la entrevista. Tomar contacto.
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 ◊ Escuchar con atención, obtener y sintetizar información pertinente 
sobre el problema de un paciente.
 ◊ Comunicarse de forma efectiva y clara, oral y escrita, con los pacien-
tes y familiares.
 ◊ Dirigirse con empatía a los pacientes a través de una buena comuni-
cación.
 ◊ Recoger información: obtención de datos clínicos eficaces.
 ◊ Redactar una historia clínica.
 ◊ Redactar un informe clínico comprensible para terceros.
 ◊ Recoger datos psicosociales significativos.
 ◊ Consensuar con el paciente los datos recogidos y señalar el ritmo de 
la entrevista.
 ◊ Redactar instrucciones adecuadas para los pacientes.
 ◊ Mantener y utilizar los registros de información preservando la con-
fidencialidad.
 ◊ Establecer con claridad la continuidad del proceso: exploraciones, 
tratamiento, seguimiento, etc.
 ◊ Confirmar la comprensión del paciente de los pasos a seguir.
 ◊ Transmitir al paciente y familiares el valor y sentido del consenti-
miento informado.
 ◊ Aconsejar adecuadamente a los pacientes sobre mejoras en sus hábi-
tos de salud
 ◊ Utilizar tecnología de la información para informar sobre actividades 
clínicas.
 ◊ Valorar críticamente y utilizar las fuentes de información para comu-
nicar la información científica4.
Es muy importante también ser capaz de comunicar noticias 
negativas:
 ◊ Valorar la conveniencia de comunicarlas al paciente.
 ◊ Comunicarlas al propio paciente.
 ◊ Comunicarlas a la familia.
4 Ibid., pp. 115-116.
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El papel de la Universidad en la humanización de la asistencia sanitaria
7. A modo de conclusiones 
Es esencial transmitir a los alumnos que han de esforzarse durante 
toda su vida profesional. Al acabar sus estudios universitarios ellos serán 
los responsables de seguir actualizando sus conocimientos que les per-
mitan mantener las competencias. El desarrollo profesional continuado 
es crucial en los profesionales sanitarios.
Sin olvidar la medicina basada en la evidencia, debemos potenciar la 
medicina basada en la afectividad. Siendo muy importante el ordenador, 
las nuevas tecnologías diagnósticas y medidas terapéuticas disponibles, 
no podemos olvidar el factor humano: presentarse educadamente, salu-
dar a los pacientes (cada acto es único e irrepetible), mirarles a los ojos 
y estrecharles la mano. Los pacientes deben ser lo más importante de la 
actividad profesional. No se debe perder la capacidad de concentración y 
de razonamiento humanos.
Es muy importante cultivar las virtudes descritas anteriormente. Los 
alumnos deben esforzarse en ser coherentes y mejores cada día. La ética 
no debe ser solo una palabra, debe ser una actitud diaria. 
Estamos en un cambio en la formación de nuestros alumnos:
 ◊ De centrada en el profesor a centrada en el estudiante.
 ◊ De enseñar a aprender.
 ◊ Del proceso a resultados/competencias.
 ◊ De conocimientos y habilidades a actitudes y conductas.
Además, se deberá estar abiertos a la innovación docente dado el 
entorno digital en el que nos encontramos y sería de gran utilidad apro-
vechar las nuevas herramientas y tecnologías de la información como la 
metodología del E-learning por ejemplo.
Afortunadamente tenemosmodelos excelentes de médicos huma-
nistas españoles: Don Gregorio Marañón y Don Pedro Laín Entralgo. Sus 
publicaciones son «faros» eternos en estos tiempos en los que la «brú-
jula» enloquece y perdemos el sentido de la orientación.
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Podemos acabar con dos vigentes, acertadas e insuperables frases del 
Dr. Gregorio Marañón:
Si ser médico es entregar la vida a la misión elegida. Si ser médico es no 
cansarse nunca de estudiar y tener todos los días la humildad de aprender 
la nueva lección de cada día. Si ser médico es hacer de la ambición noble-
za; del interés, generosidad, del tiempo destiempo; y de la ciencia servicio 
al hombre que es el hijo de Dios. Si ser médico es amor, infinito amor, a 
nuestro semejante. Entonces ser médico es la divina ilusión de que el do-
lor, sea goce; la enfermedad, salud; y la muerte, vida.
Ciego será quien no vea que el ideal de la etapa futura de nuestra civili-
zación será un simple retorno de los valores eternos, y por ser eternos, 
antiguos y modernos; a la supremacía del deber sobre el derecho; a la re-
valorización del dolor como energía creadora; al desdén por la excesiva 
fruición de los sentidos; al culto del alma sobre el cuerpo; en suma, por 
una u otra vía, a la vuelta hacia Dios.
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El papel de la Universidad en la humanización de la asistencia sanitaria
Bibliografía 
PEÑA, J. y PIÑAS, A. (2013) La antropología médica de Pedro Laín 
Entralgo, Madrid, CEU Ediciones.
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Rehumanizar la práctica médica
MIGUEL ÁNGEL GARCÍA PÉREZ
Médico especialista en Medicina de Familia y Comunitaria. Doctor en 
Medicina. Máster en Bioética y Derecho. Bachiller en Teología
Formación y Desarrollo Profesional AMYTS. Estudios profesionales CESM
La «humanización» de la asistencia sanitaria está de moda. Así, al 
menos, se desprende por el número de iniciativas institucionales que 
incluyen ese término: estructuras de gestión de diferentes niveles en 
las Consejerías de Salud o de Sanidad de las comunidades autónomas 
(Madrid y Castilla La Mancha, por ejemplo), planes de humanización 
de la asistencia sanitaria (como el Plan de Humanización de la Asisten-
cia Sanitaria 2016-2019 de la Consejería de Sanidad de la comunidad de 
Madrid), jornadas de reflexión y trabajo… Incluso hay centros específi-
camente dedicados a este tema, como el Centro de Humanización de la 
Salud de los religiosos camilos. 
Podemos, desde luego, celebrar la existencia de una sólida preocupa-
ción por este tema. Hacer de la dimensión humana el eje de la asistencia 
sanitaria no es sino ser fiel a la realidad y a la vulnerabilidad de la expe-
riencia, profundamente humana, que da pie al desarrollo de las profe-
siones primero, y de los sistemas sanitarios después. E insistir en esta 
necesidad no hace sino reflejar la sensación generalizada sobre la exis-
tencia de una deshumanización de la asistencia sanitaria, que se habría 
ido produciendo en las últimas décadas como consecuencia de diferen-
tes factores, entre los que se suele mencionar la creciente tecnificación, 
la burocratización de las estructuras y de los procesos asistenciales, la 
introducción de criterios económicos y de gestión que, con frecuencia, 
interfieren con los fines implícitos a la relación asistencial, la carga de 
trabajo que recae en los profesionales...
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Miguel Ángel García Pérez
Podríamos comprender la deshumanización como el fenómeno por 
el cual no se presta suficiente atención a la realidad específicamente 
humana del enfermar y los profesionales se limitan a objetivar el proceso 
patológico y combatir contra él tratando de prevenir, reducir o eliminar 
su influencia en la vida del individuo enfermo, como si enfermo y enfer-
medad fueran realidades diferentes y separadas. Sobre este trasfondo, 
incluso se llega a argumentar que los propios profesionales médicos, 
más centrados en el curar y más influidos por el desarrollo de la tecnolo-
gía sanitaria, seríamos quienes más incurriríamos en el riesgo de actuar 
deshumanizadamente, manteniendo actitudes impersonales a concien-
cia, ya sea para mantener nuestro prestigio o para no vernos demasiado 
afectados por la experiencia del sufrimiento humano a cuyo alivio hemos 
dedicado nuestra vida en su dimensión profesional. 
Sin embargo, si hemos de ser fieles al término, deshumanización no 
hablaría de una realidad definida y sólida, sino más bien de un proceso 
que, necesariamente, debe provenir de una situación previa en que la 
asistencia sanitaria habría estado más humanizada. No es que no tuviera 
sus limitaciones (por ejemplo, en cuanto a conocimiento científico, acce-
sibilidad de la población o respeto de las decisiones de los pacientes), 
pero desde luego ni la burocratización ni la tecnificación ni la introduc-
ción de criterios de gestión económica habían hecho mella todavía en la 
calidad humana de la relación entre médico y paciente.
La razón de ser de la medicina como profesión tiene que ver con la 
realidad, profundamente humana, de la enfermedad. Dicha realidad, 
que en ocasiones tan sólo «roza superficialmente» la condición humana, 
en muchas otras ocasiones la limita y condiciona considerablemente. 
Ante ella, se producen diferentes respuestas, comenzando por la del pro-
pio afectado y siguiendo por quienes comparten su vida y se encuentran 
a su alrededor.
En primer lugar, habitualmente y si tiene capacidad para ello, respon-
derá la propia persona enferma, que tratará dentro de sus posibilidades 
de superarla e, incluso, de evitarla por anticipado o, en caso de que esto 
no sea posible, de limitar sus repercusiones. No sólo es que origine dolor 
y sufrimiento físico, que ya de por sí justificarían un rechazo de la enfer-
medad, sino que en muchas ocasiones originará además sufrimiento 
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Rehumanizar la práctica médica
psíquico y social debido a las limitaciones más o menos importantes de 
las capacidades y posibilidades que ofrece la vida «normal», aspecto tan 
bien descrito por Havi Carel en Illness5.
A su lado, las personas de las que depende, con las que convive o con 
las que se encuentra afectivamente ligado, tratarán de ayudarle en lo 
posible con los mismos objetivos: superar o incluso evitar la enfermedad 
por anticipado y, de no ser esto posible, o mientras llega a serlo, de paliar 
o acompañar las consecuencias que pueda tener sobre la vida de la per-
sona afectada por ella. Nos encontramos en este ámbito en el corazón 
de la actividad del cuidar, a la que tanta importancia se le da dentro del 
ámbito de la asistencia sanitaria.
Finalmente, elgrupo humano más amplio al que pertenece la per-
sona enferma tratará de apoyarla en lo que pueda, complementando 
todas las demás respuestas de una forma organizada. Podrá hacerlo por 
solidaridad o por interés, o por ambas cosas a la vez, pero en cualquier 
caso desarrollará diversos cauces para canalizar ese apoyo. Uno de esos 
cauces será, precisamente, el reconocimiento de un grupo específico de 
personas cualificadas para la atención a la enfermedad, en el que nos 
encontramos los diferentes profesionales sanitarios.
Este último nivel de actuación es el que nos interesa para profundi-
zar en la humanización de la medicina. Por un lado, nos encontramos 
aquí con las profesiones específicas del cuidado, es decir, aquéllas que 
van a potenciar el cuidar en lo que necesite de cualificación técnica y 
científica. Pero es también aquí donde se integra de una forma especial 
la dimensión del curar (cuando ello es posible), dimensión que es la que 
específicamente define al profesional médico.
Hay que entender las dimensiones del curar y del cuidar de una forma 
complementaria: ninguna abarca toda la complejidad de la atención 
sanitaria. Podríamos considerar que la dimensión del cuidado es la que 
surge en primer lugar, de forma más inmediata a la experiencia del enfer-
mar y al propio individuo enfermo, es decir, más próxima a lo humano. 
Su objetivo va a ser ayudar en lo posible al ser humano en su integridad 
5 CAREL, H. (2013) Illness, Reino Unido, Buckinghamshire, Acumen Publishing, 2ª edición.
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Miguel Ángel García Pérez
(incluso ayudándole a mantener esta última), a superar la situación de 
enfermedad. E incluso así tiene una cierta eficacia curativa: está más que 
demostrada la influencia positiva que tiene la existencia de una buena 
red de apoyo en la evolución de los procesos patológicos.
Pero también es cierto que esta experiencia tiene sus limitaciones. Y 
cuando el cuidado, por sí sólo, no es capaz de devolver la salud al enfermo, 
o incluso de evitar la muerte del mismo, surge la conciencia de la enfer-
medad como enemigo directo a combatir. Es cierto que se trata de una 
abstracción, que la enfermedad no existe sin el individuo que la sufre, 
pero también es cierto que el curar abre una vía distinta, aunque com-
plementaria y construida sobre la actitud general del cuidar, de ayudar a 
superarla: la de enfrentarse al proceso morboso en lo que tiene de reali-
dad intersubjetiva (es decir, común a distintos individuos con síntomas 
iguales o relacionados y, posiblemente, con una misma base orgánica) 
y, por tanto, objetivable, y venciéndola o limitando sus consecuencias, 
permitir que el cuidado dé sus frutos en cuanto a la recuperación del 
individuo. Con el objetivo de colaborar a la recuperación de la salud en 
la medida de lo posible, el médico no pretende nada más que esto; pero 
tampoco nada menos. Y es que un problema que existe en la compren-
sión actual de la medicina, sobre todo desde fuera de su práctica, es el de 
confundir los conceptos de curar y sanar. 
La sanación es un proceso de recuperación integral de la salud, rela-
cionado con otros conceptos como los de salvación, felicidad y realiza-
ción humana, y que excede claramente los límites de la medicina, como 
también los excede la famosa definición de la salud como estado de com-
pleto bienestar físico, psíquico y social que emitió la Organización de la 
Salud en su documento fundacional de 1948. La curación, por tanto, tan 
sólo sería una parte del complejo proceso de la sanación, en la que, ven-
ciendo a lo patológico, se tratan de restituir (o al menos de maximizar) las 
expectativas de recuperación y de progreso del individuo. Los médicos 
no serían, pues, los sacerdotes del proceso de sanación (ni los hospitales 
serían sus templos), sino tan sólo técnicos cualificados en una parte del 
proceso.
Sólo que con una peculiaridad: se trata de un proceso plenamente 
humano. Y lo humano tiene dimensiones que superan ampliamente a 
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Rehumanizar la práctica médica
lo técnico. Por eso, hay que realizar lo técnico en un contexto que le dé 
profundidad humana. Para eso está la relación clínica, y en ello consiste, 
probablemente, el arte de la medicina: en personalizar la intervención 
técnica, en hacerla accesible a la persona enferma y ayudarle a contex-
tualizar las repercusiones que pueda tener, y en mostrar el apoyo nece-
sario para su recuperación integral; en poner la ciencia al servicio del 
hombre, en palabras de Marañón. Eso sí, desde aquellas tareas que le 
competen. El médico no debe pretender suplir al amigo, al padre, al her-
mano, al cónyuge... 
La medicina, que surgió con vocación de servicio al hombre, ha 
podido irse alejando de éste, pero no por ello ha dejado de ser humana. 
No se trata, pues, de humanizarla (como tampoco habría que humani-
zar la asistencia sanitaria), sino de rehumanizarla, de recobrar los valo-
res que marcaron su nacimiento y que, aunque presentes, han quedado 
difuminados. Esos valores deben marcar el desarrollo de toda actividad 
médica, y no ser meramente añadidos a ella. 
Se necesita, por tanto, una sensibilidad renovada de servicio al 
enfermo y unas actitudes que deben ser facilitadas ya desde el mismo 
acceso de los futuros médicos a su formación. Se necesita, además, una 
reflexión actualizada sobre la manera de integrar la dimensión técnica 
dentro de la humana en el ejercicio de la medicina. En ese esfuerzo se 
encuentra comprometida la profesión médica, con el desarrollo de una 
línea de reflexión y actuación que se define como profesionalismo médico. 
Se necesita también un esfuerzo claro y comprometido de las ins-
tituciones sanitarias, que deben facilitar y hacer posible un encuen-
tro realmente humano entre médico y paciente. No es posible tener 60 
encuentros inter-personales en una jornada laboral y pretender que estos 
alcancen una verdadera dimensión humana y que el profesional, por su 
parte, tenga capacidad de metabolizar su relación con tantos y tan varia-
dos sufrimientos, para evitar que sufra daños personales por ello. No se 
puede pedir al médico que humanice la asistencia sin darle los medios 
adecuados para ello, que en este caso no son de carácter tecnológico ni 
burocrático: se trata de tiempo y de posibilidades de relación. Pretender 
rehumanizar la asistencia y no hacerlo posible con estos medios es pura 
y simplemente cinismo político e institucional, con repercusiones sobre 
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Miguel Ángel García Pérez
la salud de los médicos y de los propios pacientes. Y, finalmente, también 
se deben atemperar las expectativas puestas en los profesionales: no tie-
nen en sus manos la sanación de las personas, tan sólo pretenden con su 
acción curar la enfermedad o, al menos, aliviar sus sufrimientos. Sanar, 
como proceso integral y siempre abierto, se escapa de sus manos, y nece-
sita de las manos de todos. 
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Humanización de la salud: la 
perspectiva psicosomática
MANUEL ÁLVAREZ ROMERO
Médico internista. Director del Centro Médico Psicosomático. Sevilla
1. Introducción, ¿de qué hablamos?
«Salud, dinero y amor», el que tenga estas tres cosas que le de gracias a 
Dios. Así cantaba aquella cancioncilla pegadiza de los años 60 que puede 
hacer interrogarnos sobre la prioridad que cada uno de nosotros, lecto-
res, daríamos a esos regalos. Pero no parece estar tan claro pues el dinero 
facilita la salud y bien empleado fomenta el amor. Y el amor, así como 
así, puede entrañar muchas posibilidades. Y, con escasa salud, moderado 
soporte económico y amor del bueno se es muy feliz.
Salud y enfermedad son las dos caras de una misma moneda: pre-
sencia y ausencia. Se trata, pues, de un continuo con mil vías o aspec-
tos entre los que siempre obligadamente habrá algunas que no están en 
donde idealmente las esperábamos. Aesta la llamamos salud ideal. Pero, 
¿tiene buena salud quien es portador de una afección que desconoce? Es 
el caso de un diabético enmascarado, que no percibe los síntomas y tiene 
buena salud percibida pero no buen salud real.
¿Y qué decir de quien sufre indeciblemente con sus preocupaciones y 
obsesiones sin hallazgos médicos percibidos ni remedios claros para su 
dolor? Claramente es un enfermo, y quizá de por vida, que va a requerir 
mucha y cualificada ayuda. ¿Goza de buena salud quien por optimismo 
natural, por euforia patológica o por evasividad mira hacia otro lado y 
vive ignorando su concreta enfermedad sea diabetes, hipercolestero-
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Manuel Álvarez Romero
lemia, descalcificación, anancasticismo6, narcisismo, paranoia, etc.? 
Pienso que no, y podríamos señalar que carga con dos padecimientos: 
el propiamente dicho y ese otro que oculta al primero pese a que se lo 
señalen oportunamente. Una visión fisiologicista (siglo XIX) estaría domi-
nada por criterios negativos al considerar que la salud es la ausencia de 
enfermedad (lesión orgánica). Pero este concepto resulta muy reductivo al 
dejar de lado aspectos psicológicos, aspiraciones vitales, etc. 
Importa considerar la repercusión que nuestros hábitos o acciones 
relativas a la salud, propia o ajena, tienen siempre. Y tendremos que aña-
dir un referente moral, como lo es el no valorar las consecuencias que 
el descuido de nuestro estado de salud (obesidad, dislipemias, tabaco, 
alcohol, sedentarismo, adicciones, incumplimiento terapéutico o diag-
nóstico, imprudencias en la conducción, etc.) tendrá al contar con las 
atenciones que nos habrán de prestar tras la discapacidad producida por 
el accidente vascular cerebral, la parálisis o la invalidez por accidente 
de circulación que de esas conductas insanas se derivarían. Y hemos de 
pensar en nosotros y en los demás, en activo o en pasivo. No es una bana-
lidad y suelen acarrear numerosos y costosos cuidados. 
La definición de salud de la OMS es la más conocida. Se promulgó con 
la Carta Fundacional de la OMS el 7 de abril de 1948. Fue concebida origi-
nalmente por Stampar (1945): «la salud es el completo estado de bienestar 
físico, psíquico y social y no sólo la ausencia de enfermedad o achaque». 
Supone un avance con respecto a la reducción organicista, y presenta 
varias ventajas, pero también se han apreciado en ella inconvenientes 
tales como una gran subjetividad. Nosotros apostamos por un concepto 
integral y holístico de salud en que se integren diferentes ámbitos, bien 
definidos, en el paradigma psicosomático que en páginas siguientes 
desarrollaremos.
Pero, ¿cómo dividir la población entre sanos y enfermos? ¿Quién 
podría proclamar su estado incólume de salud? ¿Quién no presenta 
«un algo» de enfermedad? Por eso, con un criterio razonable y ecléctico, 
defenderemos la amplitud de una franja intermedia o «tierra de nadie» 
6 ÁLVAREZ, M. (2017) El síndrome del perfeccionista. El Anancástico, Córdoba, Almuzara. Define 
la OMS el anancasticismo como un trastorno de la personalidad caracterizado por rigidez, 
perfeccionismo, hipersubjetivismo, obsesividad, etc... (CIE-10 F60.5). Admite grados.
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Humanización de la salud: la perspectiva psicosomática
o «zona gris» entre la salud y la enfermedad, en la que estaremos, con 
frecuencia, incluidos la mayor parte de la población que no puede pre-
conizar su magnificencia saludable ni tampoco aceptar con veracidad el 
calificativo de enfermo. 
El diccionario Larousse define la enfermedad como «la alteración, 
más o menos grave, de la salud de un cuerpo animal o vegetal», un estado 
de salud mermada en su cantidad y calidad en razón de alteraciones con-
génitas, infecciosas, tumorales, degenerativas, traumáticas, metabólicas, 
etc. Es frecuente que los pacientes me interroguen: «¿Y esto se cura?» La 
respuesta más habitual es que «se compensa», se logra el equilibrio sin 
que desaparezca, al menos, la predisposición. Salvo las enfermedades 
infecciosas y los traumatismos, todas las demás son debidas a defectos 
genéticos, de «fábrica», o adquiridos que, en principio, no podrán corre-
girse de raíz.
Como colofón citaremos la distinción que el psiquiatra Joaquín Nava-
rro Vals hace en el prólogo a Más allá de la Medicina, de la cirujana ita-
liana Mª Teresa Russo, cuando define la enfermedad como una entidad 
clínica que está en los tratados de medicina o historias clínicas y la dolen-
cia que sería una vivencia, como un estado instalado aunque con dina-
mismo propio en la persona que es el paciente7.
Cuanto pensamos y hacemos tiene un sentido que surge y se esta-
blece en alguno de los niveles antropológicos: tendencial o instintivo, 
reflejo, racional-compensatorio, de apropiación o donación, proyectivo, 
de sublimación, etc. De ahí la necesidad de hablar de enfermedad y sen-
tido. Los pensamientos, sentimientos y acciones surgen en el devenir de 
nuestra vida, en razón de mil estímulos internos o externos, implícitos 
o explícitos, simples o complejos. Y surgen con un sentido que se irá 
modificando poco a poco hasta enriquecer o empobrecer el sentido final 
resultante. 
La enfermedad es dolor –físico y moral– y la persona humana rechaza 
en sí misma el impacto doloroso y por ello causa una rotura, a veces grave 
7 ALLONI, R. (2016) Más allá de la medicina: curando como Jesús, Madrid, Palabra.
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Manuel Álvarez Romero
e incluso mortal, del equilibrio homeostático en los sistemas psicofísicos 
de su organismo.
Ese desequilibrio metabólico y emocional necesitará ser reinter-
pretado mediante recursos personales: compensaciones electrónicas, 
atómicas, moleculares, celulares, hormonales, neuroendocrinas, neuro-
vegetativas, emocionales y racionales. Esta es la complejidad del actuar 
psicosomático del ser humano en su ingente riqueza y con específica 
capacidad de trascenderse y trascender lo que ocurre alcanzando así 
la posibilidad de recorrer un amplio espectro de sentidos con los que 
contemplar, comprender, admitir o disfrutar los acontecimientos que le 
afectan. El dolor es la piedra de toque del amor, es la cruz que asumida 
eleva y realiza nuestro vivir. Y que arrastrada con rebeldía y resentimiento 
rompe y aplasta a la persona aún más que el propio padecimiento.
Podría ilustrar ambas actitudes y sus consecuencias con multitud de 
casos concretos entre los pacientes que día a día hemos de atender en 
la consulta. Para finalizar este apartado, señalaremos que los sistemas 
psicofísicos del hombre funcionan mediante mecanismos de feed-back 
interconectados de tal manera que cuando llega la desestabilización, el 
deterioro se acrecienta progresivamente y se «contagia» a los sistemas 
funcionales vecinos.
Ante una persona sufriente y deshecha a quien debamos de ayudar es 
muy importante descubrir cuáles son sus puntos fuertes de apoyo, para 
desde ahí recrecerle, generar espirales de equilibrio y crecimiento que 
a su vez «contagiarán» el beneficio a los sistemas más afines, y éstos a 
otros hasta así lograr la total restauración de la persona. Valga un ejem-
plo sacado de Víctor Frankl8. Ante un duelo por viudez podemos iniciar 
la recuperación basándonos en el amor conyugal previo realzando el 
supuesto de que gracias a la supervivencia del paciente su consorte no se 
quedó viudo y se ahorró este dolor. Sufres por lo que él no ha sufrido, te 
cargas con su dolor que así es aliviado. Es un procedimiento que resulta, 
compruébenlo en estos y otros casos. Mirar, escuchar: verbos que deno-
tan actitud envolvente y atenta, aunque figuren pasividad.
8 FRANKL, V. (2003) La idea psicológica del Hombre, Madrid, Rialp. 
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Humanización de la salud: la perspectiva psicosomática
2. La perspectiva psicosomática
De un modo esencial y con proporción bien crecida vino a influir en 
mienfoque y práctica clínica este nuevo paradigma que replanteó de raíz 
mi atención a los pacientes en los ya numerosos años de intenso ejercicio 
profesional en la medicina pública y privada como internista.
Al encontrarse Juan Rof Carballo en Centroeuropa por razones de 
estudios de postgrado, conectó con diferentes ámbitos psicoanalistas 
y psicoterapéuticos existentes en la vieja Europa. Regresó a España en 
1938 para trabajar en San Sebastián y Madrid con los Drs. Jiménez Díaz 
y Gregorio Marañón iniciando el primer servicio de medicina psicoso-
mática en el Hospital Clínico de Madrid. Sus inmediatos colaboradores 
del momento me han referido los éxitos de la práctica psicosomática en 
las salas del viejo hospital y en las consultas. Y también las contradiccio-
nes e incomprensiones que se dieron. Y es que si todos aceptamos fácil-
mente la unidad del ser humano en la consideración teórica no es tan 
fácil bajar a la arena de la relación médico-paciente, «usar la silla» como 
primerísima herramienta terapéutica del médico, armarse de paciencia, 
empatizar, sugerir, convencer y encauzar la «fuerza curadora natural» 
para lograr la salud removiendo obstáculos conceptuales o emocionales 
puestos, tantas veces, inconscientemente por el propio paciente, que se 
niega a reconocerlos como presentes, como de su autoría o, al menos, de 
su connivencia.
La salud era para Galeno equilibrio en los cuatro humores estructu-
rados por Hipócrates –sangre, pituita, bilis amarilla y bilis negra–, y la 
enfermedad su alteración9. El médico será el encargado de restablecerlo 
contando con la correlación de biotipo y psicotipo, que conformarán los 
conceptos actuales de temperamento y carácter10.
Desde que Heinrot utilizase por vez primera el término «psicosomá-
tico», fue ampliándose hasta lograr con Engel, a principios del siglo XX, el 
enunciarse como bio-psico-social, entendiendo esos tres parámetros, no 
aislados, sino en continua interacción.
9 ÁLVAREZ, M. (2012) El efecto Gioconda, Córdoba, Almuzara.
10 ÁLVAREZ, M. (2005) ¿Sabes Pensar?, Córdoba, Almuzara.
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Recientemente, entre nosotros, Pedro Ridruejo, ha destacado hasta 
dotarlo de autonomía, al factor ecológico o medio-ambiental, que com-
prende las variables físico-químicas del entorno en el que nos movemos.
Siempre que abordemos una situación de salud o enfermedad en una 
persona concreta, nos resultará de gran utilidad para su comprensión el 
empleo del paradigma psicosomático. Comprobaremos así la cualidad y 
cuantía de la afectación patógena y también de las vías restauradoras de 
la salud para posibilitar, iniciar o acelerar el proceso curativo.
Dando un paso más, entramos en la consideración del paciente como 
ser personal, enriquecido con su libertad de pensamiento y acción. 
Surge así el paradigma psicosomático bio-psico-socio-eco-espiritual. 
Porque es evidente que contamos con la libertad. Quizá no mucha pero 
sí alguna. Estamos condicionados, y en ocasiones enormemente, pero 
no predeterminados. De ahí que si en relación con la salud-enfermedad 
utilizamos mal la libertad –no siguiendo los consejos o la medicación que 
nos indican, contraviniendo los dictados de la conciencia con los princi-
pios naturales propios de nuestro ser, etc.– nuestra salud tenderá a derro-
charse y perderse11.
Alma y cuerpo forman una unidad o, por lo menos, los impulsos secretos 
de nuestra vida emocional tiran de los hilillos del guiñol de la patología. 
Florece esta opinión sobretodo todo, después de la Segunda Guerra Mun-
dial y marcha de Europa a América dando lugar a un movimiento univer-
sal: la patología psicosomática (…) las grandes instituciones sanitarias no 
dan abasto al incesante fluir de pacientes que buscan en ellas, disfrazadas 
de enfermedades, remedio a su desamparo, a su vacío emocional, a sus 
conflictos pasionales.
No cabe duda que todo lo indicado en el apartado anterior sobre los 
feed-back, la salud y la enfermedad, alcanza una mayor claridad y opera-
tividad a la luz de los paradigmas psicosomáticos, viejos y nuevos, como 
la propia medicina misma12.
11 LAÍN, P. (1950) Introducción Histórica al estudio de la Patología Psicosomática, Madrid, Paz 
Montalvo.
12 ALONSO, F. (1988) La depresión y su diagnóstico, Barcelona, Labor.
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Humanización de la salud: la perspectiva psicosomática
Al tratar de salud y enfermedad psicosomáticas evoco cuanto me sor-
prendió encontrar en una de las cartas de Santa Teresa de Jesús: «Verdad 
es que a mí me tiene espantada y lastimada (…) lo mucho que participa 
la pobre alma de la enfermedad del cuerpo que no parece sino que ha de 
guardar sus leyes, según las necesidades y cosas que hacen parecer»13. Y 
también la intuición de santo Tomás Moro al parangonar la mejoría de 
la enfermedad del cuerpo cuando se recrece el espíritu con la influencia 
de aquel sobre éste. Toda una primicia psicosomática en Diálogo de la 
fortaleza contra la tribulación de Tomás Moro14. 
En nuestros días podríamos recoger en una línea similar un texto de 
San Josemaría Escrivá, tan sensible a la humana grandeza: «Hay que pro-
curar con particular esmero, que el cuerpo responda siempre como un 
buen instrumento del alma y, por todos los medios, evitar que alguien 
pueda llegar –por las circunstancias de su trabajo o por otras causas– al 
agotamiento físico, que suele llevar también a la ruina psíquica y pro-
ducir una falta de energías que son tan necesarias para la lucha interior: 
porque, insisto, la gracia de Dios cuenta ordinariamente con esas fuerzas 
naturales del hombre»15. 
La experiencia lo avala y la continuada vivencia clínica en una con-
sulta de medicina psicosomática lo certifica, no hay que olvidar esta gran 
influencia psicosomática y somática-psíquica en el día a día. Y del deve-
nir biográfico de cualquiera de nosotros, lo primero a considerar es que 
nadie encuentra lo que no busca o conoce. Es preciso estar atento a des-
cubrir los procesos, enfermos y personas en los cuales la afectación emo-
cional es significativa o prevalerte entre las causas del padecer del cuerpo. 
Realmente se puede enfermar ahora por un trauma antiguo, incluso 
infantil, por asociación o remoción. Y puede tratarse de una sobrecarga 
cuantitativa o cualitativamente nociva, y reciente, de un estrés agudo o 
continuado, de algo nacido fuera de nosotros o en el propio interior, etc.
Otras veces es en el cuerpo donde se inicia el enfermar psicopato-
lógico. Y por mucho que busquemos factores emocionales originarios 
13 POVEDA, J. (1984) La psicología de santa Teresa de Jesús, Madrid, Rialp.
14 MORO, T. (1999) Diálogo de la fortaleza contra la tribulación, Madrid, Rialp.
15 ESCRIVÁ, J. (1977) Amigos de Dios, Madrid, Rialp.
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no los hallaremos. Es lo que sucede en los procesos tiroideos en que la 
ansiedad es debida a un exceso hormonal o la depresión a tasas bajas 
de tiroxina. Otro tanto sucede en las depresiones y psicopatías orgánicas 
(tumor cerebral o de páncreas, hepatitis, etc.) o tóxicas (drogas, alcohol, 
interacciones medicamentosas o por productos químicos, etc.)
En ocasiones resulta muy difícil encontrar la raíz primera del enfer-
mar porque lo psíquico o somático, lo ambiental, lo ecológico y, al fin, la 
libre e inadecuada actuación personal, aportan conjuntamente su parti-
cipación patológica. Es el caso de ciertas patologías, duras de encauzar 
y resolver, motivo de controversias en la investigación y clínica médica 
actuales. Tales son la fibromialgia, el síndrome de fatiga crónica, las 
jaquecas, etc. Cuando desde la medicina y la familia se cuenta con este 
bagaje psicosomático será, sin duda, mucho más fácil, eficaz y gratifi-
cante la comprensión y la resolución de las patologías que abordemos.
3. Hoy por hoy, ¿en qué campos de la salud nos 
va bien?
Existen numerosas enfermedades

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