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“Atención Primaria de la Salud y Salud Mental : la articulación entre dos utopías” …”nunca como en estos tiempos, el futuro de la salud mental y la organización disciplinaria de sus cuidados dependen de los rumbos del Estado, de la conformación de lo público y de la respuesta que la sociedad y la cultura tengan para estas direcciones”…. Emiliano Galende (1997) Alicia Stolkiner astolkiner@unla.edu.ar1 Romina Solitario rsolitar@fibertel.com.ar Introducción El padecimiento mental constituye un problema de reconocimiento creciente. Los desórdenes mentales suman el 12% de la carga global de morbilidad a nivel mundial. Se calcula que en 2020 el 15% de los años de vida sin discapacidad perdidos serán atribuibles a problemas mentales y que los países en vías de desarrollo verán incrementada la carga de morbilidad debida a ellos en las próximas décadas (WHO, 2003). En la producción de este tipo de problemática operan las articulaciones entre la economía, las formas institucionales societales y la vida cotidiana de las personas, en rápida y dramática transformación en el período (Stolkiner, 1994). El incremento de la brecha de desigualdad en la distribución de la riqueza social, la pobreza, la precarización de las condiciones en las que se ancla la seguridad e identidad en las personas (Feijoo,2001) y los fenómenos consecuentes de desafiliación (Castel,1997) complejizan la producción de padecimiento en las dimensiones subjetivas del proceso de salud/enfermedad/atención ( Desjarlais,R. et al, 1997; Stolkiner A,2001). Los costos sociales y económicos de estos problemas son altos, particularmente porque afectan a personas jóvenes en edad productiva y porque la situación suele implicar e insumir recursos y esfuerzos de las unidades familiares en forma prolongada. A estos costos directos se suman los indirectos por pérdidas de producción que exceden a los directos en una proporción de dos a seis veces mayor (OMS, 2003). Es aún más grave el hecho de que las personas que padecen problemas tradicionalmente abordados por la psiquiatría son víctimas de exclusión y de falta de garantía de derechos (OMS,1996; Dunn 2000) agregando a los costos económicos los costos sociales y simbólicos de naturalizar procesos segregativos. Frente a estos problemas crecientes, existe una brecha importante de atención y acceso a los servicios de salud mental, que en los países de América Latina superaría 1 Agracedemos a Emiliano Galende la lectura y comentarios del texto previo a su publicación. el 50% de las personas afectadas (Kohn et al, 2004). Según un estudio de la OMS ( Proyecto ATLAS 2000-2001) el 41% de los países no tiene definida una política de salud mental; sólo el 28% destina un presupuesto especial para el área y de ellos el 36% le asigna menos del 1% de su presupuesto total en salud. El 37 % carece de centros de atención comunitaria de salud mental, la provisión de psicofármacos esenciales en el primer nivel es baja y el 65% de las camas destinadas a salud mental se encuentran en hospitales psiquiátricos monovalentes (OMS, 2002) En los países donde no se han implementado los procesos de reforma de los servicios de salud mental, la atención suele tener consecuencias altamente iatrogénicas, llegando a producir --el modelo de internamiento prolongado-- más daño que la enfermedad misma. Por las razones expuestas, la reforma y provisión de servicios de salud mental es considerada una necesidad. La OMS plantea la urgencia de analizar, reevaluar y reformar los servicios de salud mental aún con recursos limitados. Los lineamientos generales de tales transformaciones serían: • cierre progresivo de los hospitales psiquiátricos, • desarrollo de servicios comunitarios de salud mental, • disponibilidad de medicamentos psicotrópicos esenciales, • creación de vínculos entre el sector salud y otros sectores, • garantía de accesibilidad y equidad (OMS, 2001). Simultáneamente plantea abogar por la defensa de los derechos de los pacientes y la disminución del estigma, base de las situaciones de exclusión (Link, 2001, OMS 2002). En América Latina hay un profundo debate sobre los efectos y resultados, en la salud de la población y en los sistemas de atención en salud, de las reformas promercados consecuentes a la aplicación de los principios del Consenso de Washington en el subcontinente. El debate promueve la revisión de los efectos de tales reformas sectoriales. Los principios que las fundamentaron, actuaron sobre los postulados de las reformas psiquiátricas imprimiéndole una particular centralidad a la toma de decisiones en función del análisis de costo efectividad y a la necesidad de disminuir los gastos de los estados. Al final de estos procesos, los sistemas de salud de la región distaban de ser equitativos y de garantizar el acceso a todos los ciudadanos. En cuanto a las reformas psiquiátricas, la propuesta de la Declaración de Caracas (1990) no es todavía aplicada como sería de esperar a más de quince años de su enunciación. La revitalización de la estrategia de atención primaria de la salud en este nuevo período (OPS/OMS, 2005) abre una oportunidad para retomar y profundizar los objetivos de las reformas en salud mental. En la base de esta posibilidad está la ligazón entre los principios y componentes de la APS y los postulados y requerimientos de las reformas en salud mental de enfoque comunitario. Al revitalizarse las políticas que hacen énfasis en la responsabilidad social y estatal sobre la efectivización de derechos de ciudadanía social, se generan condiciones de posibilidad para retomar los rumbos de las reformas psiquiátricas incluyentes. Desde hace décadas se sabe lo que es necesario hacer tanto en APS como en salud mental, el desafío es cómo concretar estas transformaciones que operan con el atractivo de las utopías y con la dificultad de los cambios que requieren la ruptura de prácticas institucionalizadas cuyos actores tienden a mantenerlas en función de intereses sectoriales o corporativos. En este trabajo trataremos de reflexionar sobre las articulaciones posibles entre la Atención Primaria de la Salud, en sus diversas interpretaciones, y la salud mental comprendida como un campo de prácticas sociales. Para ello el desarrollo seguirá los siguientes pasos: � Historizar y ubicar conceptualmente el campo de la salud mental y el nacimiento de las políticas en salud mental. � Diferenciar la estrategia de APS en el contexto de sistemas universalistas de salud (APS Integral) de la derivación focalizada de APS como coberturas básicas o esenciales (Atención Primaria Selectiva). � Diferenciar entre Salud Mental en Atención Primaria de la Salud y Enfoque de Atención Primaria en Salud Mental. � Debatir las estrategias que se derivan de las distintas articulaciones posibles entre los tipos de APS y la salud mental. � Reflexionar sobre las perspectivas actuales. I: La Configuración del Campo de la Salud Mental: D el modelo asilar manicomial a las políticas en salud mental-razones de estado. La psiquiatría nace como rama de la medicina a fin de responder a una demanda de época consecuente al nacimiento de los estados modernos. Esto es lo que Michel Foucault (Foucault M, 1967) conceptualizó como su nacimiento político, en el contexto de la Revolución Francesa. En una ciudad pensada para el libre deambular de los ciudadanos en los espacios públicos, y en una sociedad donde se suponía que los sujetos regidos por la razón realizaban las elecciones necesarias para posicionarse libre e individualmente, fue necesario definir un espacio material y simbólico para alojar la “locura” y tutelar a quienes no podían ejercitar la libertad por hallarse “alienados”. Se suponía una sociedad compuesta por sujetos racionales que tomaban decisiones en función del máximo beneficio al menor costo --el sujeto por definición dela economía clásica y neoclásica— y que se desarrollaba armónicamente por el motor de la competencia mercantil. El estado era el garante del cumplimiento de este contrato y debía también definir los espacios para quienes resultaban disruptivos o fracasaban, de allí el nacimiento de instituciones asistenciales fundadas en la lógica filantrópica2, y sostenidas en una articulación entre ciencia y moral. A la par que se establecía la representación de sujeto de derechos ciudadanos, se delimitaban todas las excepciones al ejercicio de estos. La privación de derechos, en la institución de la tutela, pasó a ser encubierta por el supuesto de cuidado o de curación. “La compasión por el que sufre estableció una nueva relación social que no se fundamentó en la reciprocidad sino en la subordinación. Se instauró una relación de tutela en la que se basó toda la política asistencialista, según la cual los niños, los locos y también las mujeres –que estaban sometidas a la autoridad paternal o marital—sufrían una minoría social, no eran sujetos de derecho.” (Bayón, S. 2000, pag.228) 2 La filantropía según J. Donzelot es una estrategia despolitizante que ocupa una posición neurálgica equidistante entre la iniciativa privada y el estado en el establecimiento de servicios colectivos. Su esencia consiste en que la asistencia brindada no genere derecho ( Donzelot, 1977). En este contexto, la nueva rama de la medicina –la medicina “mental”-- instituyó los que anteriormente eran establecimientos de reclusión como espacios de curación. Al respecto dice Emiliano Galende: “El gran cambio en las prácticas terapéuticas se introduce por la medicalización de la relación de asistencia, pasándose de lo que era un encierro compulsivo y policial con convalidación de la Iglesia a un tratamiento compulsivo de los enfermos”. (Galende, E., 1990). En esta confluencia se consolida la institución asilar-manicomial que será el paradigma de la medicalización de la locura. La medicalización no fue privativa de la psiquiatría. Es una faceta de un proceso en el cual la ciencia moderna, supuesta de producir un conocimiento objetivo y verdadero, externo a los intereses y ópticas —eventualmente contrapuesto— de los diversos sujetos sociales, se instituyó como razón de poder reemplazando el lugar de la religión. El positivismo como pensamiento hegemónico planteó la ciencia como garante de la racionalidad del orden social. La medicina fue llamada a ejercer un papel de ordenador en nombre del bien de los sujetos y del desarrollo de la sociedad. Esto es lo que Jaques Donzelot muestra en su análisis del policiamiento de la familia: ....” hay un polo médico higienista que no trata de contener la demanda inflacionista del papel del Estado, sino, al contrario, de utilizarla como instrumento directo, como medio material para conjurar el peligro de la destrucción de la sociedad por el debilitamiento físico y moral de la población.......la tendencia médica es la consecuencia necesaria de la tendencia industrial, ya que la influencia que esta última ha ejercido sobre la salubridad está fuera de toda duda, en el sentido que ha multiplicado el número de peligros a los que las poblaciones manufactureras están, por lo general, mucho más expuestas que las poblaciones agrícolas” ( Donzelot, J.,1979, pag. 59). El modelo médico alienista conjugó estos intereses políticos con los de una corporación naciente que se delimitó como “especialidad médica”: ...” el triunfo histórico del alienismo se debe a que supo aunar ---o más bien no disociar— un entramado médico, garantía de respetabilidad científica, y un entramado social, el de los filántropos y reformadores del período posrevolucionario a la búsqueda de nuevas técnicas asistenciales” (Castel R., 1980). A principios del siglo XX este modelo comienza a ser cuestionado por el Higienismo Mental naciente. En 1909 Clifford Beers funda el Comité Nacional de Higiene Mental en USA. Las transformaciones de la psiquiatría bajo el influjo del higienismo son descriptas así por Leo Kanner :..” lo que solía ser considerado como una entidad patológica circunscripta se miraba ahora como la actividad nociva de una persona, a veces de fundamento orgánico reconocido, a menudo sin esa etiología ...pero siempre impregnada por los factores de personalidad y el medio. La psiquiatría salió de los manicomios, se divorció de las restricciones impuestas al concepto legal de insania de encierro y se dedicó a atender toda clase de conducta humana defectuosa, de cualquier intensidad”... (Kanner L., 1971, pag 43). Aunque el Higienismo Mental criticó las condiciones del modelo asilar, no logró modificar los principios de privación de derechos o el modelo de la reclusión que lo caracteriza, no obstante dio los primeros pasos para abrir las perspectivas de las prácticas tradicionalmente circunscriptas al asilo. Pese a ello, recién en la segunda mitad del siglo XX -- en la posguerra-- se inician los procesos de reforma psiquiátrica en el marco del nacimiento de las políticas en salud mental. A partir de la crisis del 30, la reformulación del Estado bajo el influjo del keynesianismo generará –para las prácticas y las concepciones en salud-- un contexto de profundas transformaciones con el nacimiento de las políticas sociales universales, en reemplazo de la filantropía de los estados liberales. A los fines de este trabajo importan las políticas en salud y en relación a ellas las políticas en salud mental. Los Estados Sociales o de Bienestar, tuvieron su mayor desarrollo en los países centrales en el período que va de la posguerra hasta la crisis de mediados de los 70. En ese período, y durante uno de los procesos más sostenidos de expansión económica capitalista, el mundo se reorganizaba de manera bipolar y surgían las Naciones Unidas como organismo internacional de negociación y búsqueda de consenso.(Stolkiner, A,2003/2004). Esta nueva concepción del estado y de los derechos, se refleja en la definición de salud que enuncia la Organización Mundial de la Salud en su nacimiento (1946): “Salud es estado de completo bienestar: físico, psíquico y social, y no solamente ausencia de enfermedad”. Se trata simultáneamente de una definición teórica y política que, en la fundación de un organismo de concertación internacional, propone asumir la salud como un objeto complejo y como una responsabilidad social. Señalemos, casi anecdóticamente, que si se omite las palabras “de completo”, salud se define como “estado de bienestar” o wellfare-state. Varios fueron los factores que confluyeron y posibilitaron estas reformas: - La necesaria y acelerada reconstrucción de los servicios de salud devastados tras la guerra, incorporando coberturas universales y estructuración de los sistemas, - El crecimiento de las posiciones humanistas surgidas tras la guerra, que revalorizaron la defensa de los derechos humanos, - la entrada en la escena política de sectores populares, progresistas y democráticos que se mostraron dispuestos al cambio (Galende E., 1994), - El acelerado desarrollo de la psicofarmacología que proveyó una herramienta inédita para controlar, en el doble sentido del término, la sintomatología psiquiátrica que fundamentaba la reclusión, privándola de un soporte argumental (Stolkiner, 2003). Las políticas en salud mental, emergentes en este período, propugnaban la desaparición de la internación prolongada, promoviendo formas de asistencia centradas en la comunidad. Su meta era evitar los probados efectos iatrogénicos del confinamiento y atender la enfermedad en el contexto social de la persona, resguardando sus derechos. No es tampoco ajeno a estas transformaciones el hecho de que, al configurarse los sistemas universales de salud, la presencia de numerosas camas hospitalarias ocupadas infructuosamente —desde la lógica curativa— por pacientes psiquiátricos apareció visiblementecomo un problema. En 1953 la OMS recomendó la transformación en comunidades terapéuticas de todos los hospitales psiquiátricos, adoptando el modelo propuesto por Inglaterra. (Galende, E., 1990). Simultáneamente se desarrollan experiencias alternativas en diferentes países. Sobre este proceso dice Emiliano Galende (1990) : “En los años cincuenta... se va definiendo el nuevo reordenamiento de lo mental en el mundo. I.Goffman muestra en E.E.U.U. las creación de una nueva patología por el internamiento. Crecen en todo el territorio norteamericano las socioterapias y las comunidades terapéuticas. Cuando llega la ley Kennedy en 1963, con el Programa Federal de Psiquiatría Comunitaria, el terreno estaba abonado. En Francia, a partir de Saint-Alban y con el apoyo del Frente Patriótico, se promulga la reforma sanitaria y la creación del Sector como, como nueva política en Salud Mental. En Italia..., el Frente Democrático ..reconstruye la organización de salud e instala las primeras comunidades terapéuticas ,para luego, con Basaglia, desembocar en el cierre del Hospital de Trieste y la actual ley de salud mental. Todo este movimiento no debe entenderse como despliegue, extensión o modernización de la psiquiatría, ya que , por el contrario, constituye su crisis, expresada justamente en su imagen institucional, y ha de llevar a la construcción de un nuevo modelo de acción, que son las políticas en salud mental” (Galende E. ,1990, pag 146). Las políticas en salud mental resultaron tan diversas como lo son los contextos y estados en que se desarrollaron, en la mayoría subyacía también la necesidad de mantener dentro de los límites del ordenamiento los conflictos que se generan por las tensiones propias de la sociedad. No obstante hay algunas tendencias que, en términos generales, pueden señalarse como implícitas o deseables en las propuestas de reformas psiquiátricas: � Centrar la atención en el concepto de sufrimiento psíquico o padecimiento subjetivo y no en el de enfermedad mental. � Romper el supuesto o representación de peligrosidad asociado a la reclusión. Modificar las reglas jurídicas al respecto. � Proponer formas ambulatorias e integradas a la sociedad de atención a las patologías psiquiátricas tradicionales. � Trabajar sobre la producción social de padecimiento subjetivo en las esferas de la vida social comunitaria en actividades de promocion de la salud. � Incorporar la conceptualización de ciudadanía y de derechos como componente de la práctica curativa y preventiva. � Reconocer que la complejidad de la problemática implica un abordaje interdisciplinario e intersectorial. Además de estos enunciados y propósitos, debe reconocerse que al campo de la salud mental al configurarse como tal desarrolló actores y conflictos específicos que debe ser considerados estratégicamente cuando se piensa en los procesos de reforma3. Teniendo en cuenta sus coincidencias, resultó “natural” que los postulados de las nuevas políticas en salud mental confluyeran con las propuestas de Atención Primaria de la Salud. En 1990, la Declaración de Caracas, conclusión de la Conferencia de Reestructuración de la Atención Psiquiátrica en América Latina de la OMS/OPS, planteaba la reestructuración de la atención psiquiátrica ligada a la Atención Primaria de Salud y en los marcos de los Sistemas Locales de Salud. Pero las vicisitudes de ambas propuestas: la de atención primaria de la salud y la de las reformas psiquiátricas producirían distintos modelos de aplicación y diversas posibilidades de enlace en las décadas siguientes. 3 Bourdieu define el campo de la siguiente manera: .....“En las sociedades altamente diferenciadas , el cosmos social está constituido por el conjunto de estos microcosmos sociales relativamente autónomos, espacios de relaciones objetivas que forman la base de una lógica y una necesidad específicas que son irreductibles a las que rigen los demás campos” ....... (Bourdieu, 1995) II. Atención Primaria de la Salud y Salud Mental: a rticulaciones posibles . Cuando en 1978 se enuncia la estrategia de Atención Primaria de la Salud en Alma-Ata, los procesos de reforma psiquiátrica se encontraban en curso en varios países capitalistas desarrollados. En ese mismo año, en Italia, se aprobaba la ley de Salud Mental, por la que se suprimían las internaciones prolongadazas y compulsivas, instalando formas descentralizadas y comunitarias de atención y reinserción de los pacientes. La psiquiatría democrática italiana fue, probablemente, la transformación más radical de los modelos de atención psiquiátrica en ese período, y evidencia el carácter político de todo proceso de reforma. Estas reformas se enmarcaban, en los países europeos, en la consolidación de los estados sociales y el desarrollo de políticas en salud universalistas. Los sistemas de atención en salud hospitalocéntricos, con asignación prioritaria de recursos a la atención de la enfermedad y escasas estrategias de promoción y prevención, eran cuestionados tanto en las políticas en salud mental como en las nuevas formas de asistencia en salud cuyos postulados se reflejarían en la estrategia de Atención Primaria. Pero también, desde mediados de los 70, había comenzado la crisis que derivaría en las propuestas de transformación pro-mercado de las sociedades, y en una variación del modelo de relación entre estado mercado y sociedad civil. Desde este punto de vista, la estrategia de APS enunciada en Alma Ata, reflejaba más el ideario de un período que se cerraba, el de los estados sociales, y habría de ser reinterpretada a la luz de las propuestas de reforma del estado y sus funciones que serían hegemónicas en las décadas siguientes. Las metas de Alma Ata para el año 2000 no se lograron. Refiriéndose a la implementación de la estrategia de APS en el cuarto de siglo siguiente a su enunciación afirma un documento de OPS/OMS: “En diferentes grados los países adoptaron este modelo. Aunque no todos revisaron sus modelos de atención, se aproximaron más a las realidades epidemiológicas y demográficas de sus poblaciones en un intento de organizar la prestación de servicios de salud, y en algunos casos, desarrollaron procesos importantes de ampliación de las coberturas, básicamente a través de programas verticales. Estos esfuerzos fueron distraídos sin embargo por los procesos de reformas sectoriales, que al hacer énfasis en la disminución del tamaño del Estado, en la separación de funciones, la modernización y descentralización y en el cambio de filosofía financiera, disminuyeron el énfasis en los aspectos de extensión de la cobertura que se venían dando” (OPS/ OMS,2003). Los enunciados de Alma Ata concretaban tendencias existentes de ampliación de cobertura e incremento de la participación, pero eran lo suficientemente amplios como para prestarse a diferentes interpretaciones y aplicaciones. Al amparo de las propuesta de reforma sectorial inspiradas en los lineamientos de los organismo financieros internacionales durante el período de endeudamiento, los principios de la APS quedaron subsumidos a la tendencia a reducir la responsabilidad del estado a la provisión de paquetes básicos o esenciales –de altas externalidades positivas-- y dejar el resto de las prestaciones libradas a la provisión del mercado (Homedes y Ugalde, 2005). Estas ideas, que comenzaron a desarrollarse luego de la crisis de los 70, fueron sistematizadas en el “Informe sobre el Desarrollo Mundial 1993, Invertir en Salud” del Banco Mundial , que sería el norte de orientación de las reformas sectoriales en el período. Vale citar algunas afirmaciones de este documento: � … “Más allá de un conjunto claramente definido de servicios esenciales, el papel de los gobiernos en la esfera de los servicios clínicos debería limitarse a mejorar la capacidad de los mercados de seguros médicos y de atenciónen salud para prestar servicios discrecionales”….(pag. 58) � …“La prestación de servicios de salud estatales en un entorno no competitivo probablemente resulte ineficiente o de baja calidad”… (pag. 59) � ..“Incluso las unidades familiares pobres están dispuestas a pagar por servicios de salud de mejor calidad y más confiables…el financiamiento comunitario en forma de cargo a los usuarios se ha convertido en una necesidad en los países de ingresos bajos”.. (pag. 165). � .. “para prestar servicios clínicos esenciales es necesario dedicar una proporción mayor del presupuesto público de salud a los establecimientos de nivel más básico y, en especial, a las partidas ordinarias distintas de los sueldos” (pag. 163)… (Banco Mundial, 1993) Ya en 1979 la Fundación Rockefeller había promovido un encuentro sobre salud, población y desarrollo, que convocó a las principales agencias financiadoras. Este tomó como punto de partida el documento “Selective Primary Health Care and Interim Strategy for Disease Control in Developing Countries” de Julia Walsh y Keneth S. Warren. Sin criticar de manera explícita a los postulados de Alma Ata, en la conferencia se hizo especial énfasis en el planeamiento basado en la evaluación costo-efectividad y se introdujo el término Atención Primaria Selectiva como alternativa (Cueto M,2004). En la APS selectiva se incoporaba como premisa la bondad del subsidio a la demanda en lugar de a la oferta. Este principio sostenía que, aún para estas prestaciones esenciales, era mejor someterlas a la competencia mercantil. Para ello el estado debía proveer vales o recursos para que las poblaciones pobres eligieran los servicios entre oferentes que podían ser estatales, organizaciones de la sociedad civil o privados. De esta manera aún la asistencia esencial creaba la posibilidad de producir ganancia privada a partir de fondos sociales, un objetivo claro de las reformas de políticas sociales del período. El nuevo planteamiento despojaba a la APS de sus conceptos clave al esconder la insistencia en el desarrollo social y económico con equidad; al descartar la participación de la comunidad en la planificación y control del proceso estratégico; y al relegar a un segundo plano la colaboración y coordinación intersectorial. Esta APS despojada de su fuerza política (y por tanto inofensiva) se redujo a unas pocas intervenciones tecnológicas y puntuales de alta prioridad, determinadas por expertos internacionales en salud y no por la propia comunidad. La APS selectiva recibió apoyo financiero de los países más desarrollados y fue entonces aceptada por los organismos (Werner y Sanders,2000). Bajo la influencia del pensamiento económico neoclásico, la Atención primaria de la Salud fue equiparada a un primer nivel de prestaciones esenciales para pobres : …”el financiamiento por el sector público de la asistencia clínica esencial se justifica en razón del alivio de la pobreza y puede adoptar varias formas : subvenciones a los proveedores privados y a las ONG que prestan servicios de salud para los pobres, vales para que esas personas puedan pagar a los proveedores que ellas elijan , y prestación a los pobres de servicios de salud públicos de forma gratuita o por debajo del costo”…(Banco Mundial , 1993, pag 5). Los servicios clínicos esenciales recomendados en el documento de Banco Mundial no incluían ninguna acción destinada a las problemáticas clásicas de salud mental. En el caso de países que “que cuenten con recursos financieros y voluntad política para ir más allá del conjunto mínimo de servicios esenciales” proponen la posibilidad de ampliar el paquete básico, incluyendo “intervenciones cuya eficacia en función de los costos sería ligeramente menor a la de los servicios mínimos”, entre ellas el tratamiento medicamentoso de la esquizofrenia y la enfermedad maníaco depresiva (pag 118). Esta interpretación de la Atención Primaria de la Salud como un primer nivel esencial para poblaciones desfavorecidas con prestaciones de bajo costo, fuertemente sostenidas en la colaboración voluntaria de miembros de la comunidad –especialmente de las mujeres-- fue considerada por algunos críticos de la propuesta como “medicina barata para pobres” o “atención primitiva” (Testa, M., 1985). También en las políticas de salud mental impactaron estas ideas. Las instituciones asilares manicomiales son notablemente poco costo-efectivas, en un momento en que ese principio –el de costo efectividad—regía las decisiones sanitarias. La propuesta de hacer recaer en las unidades familiares , e indirectamente en las comunidades, una buena parte de las acciones que antes financiaba el estado, fundamentaba la externación de los pacientes psiquiátricos, pero no contemplaba la generación de servicios ambulatorios adecuados para la contención de la problemática. Casi como muestra del impacto de este ideario, el editorial de una revista científica planteaba que los manicomios desaparecerían cuando el estado los pusiera en manos de “empresarios audaces” capaces de “explotar la parte sana del enfermo psíquico crónico” (Vidal G,1986). En base a los distintos momentos, se produjeron básicamente dos implementaciones de la atención primaria de la salud: una de sustento neoliberal que la definiría como un primer nivel de servicios esenciales o básicos, que fuera denominada Atención Primaria Selectiva (Cueto M, 2004) y una –con más ideario keynesiano, contenida en el documento original de Alma Ata-- que la considera una estrategia reordenadora de los sistemas con lógica universalista y basada en la idea de derecho , que suele denominarse Atención Primaria de la Salud Integral. La primera hacía desaparecer el componente participativo y político que estaba potencialmente contenido en la propuesta de Alma Ata, reduciendo la práctica a la aplicación tecnocrática de recetas sencillas de bajo costo. En su documento de 2005 destinado a redefinir la Atención Primaria de la Salud en las Américas, la OPS/OMS reconoce cuatro enfoques de la Atención Primaria : • APS Selectiva • Atención Primaria • Alma Ata- APS ampliada • Enfoque de salud y derechos humanos A los fines de este trabajo preferiremos considerar las dos posibilidades más excluyentes desde el punto de vista sustantivo: la APS selectiva y la ampliada. Entendemos que la ampliada necesariamente incluye la de derechos humanos y que la selectiva suele subsumir a la que en el documento se menciona como Atención Primaria. A su vez, la relación entre APS y Salud Mental reconocía dos enfoques posibles: el de la promoción de la salud mental y la integración de la misma en acciones generales de salud, y el de la respuesta al núcleo duro de las políticas en salud mental -- la persistencia de las internaciones prolongadas y cronificantes— la atención comunitaria de las patologías psiquiátricas clásicas y la generación de programas de descentralización de los hospitales psiquiátricos. Puede hablarse de incorporación de acciones de salud mental en las prácticas de atención primaria de la salud para el primer caso y de aplicación de los principios de la APS a los procesos de desinstitucionalización psiquiátrica para el segundo. Ambas posibilidades no son excluyentes. “Cuando la promoción de la salud mental tiene el objeto de mejorar la salud mental positiva en la comunidad , también podrá tener el resultado secundario de disminuir la incidencia de trastornos mentales….sin embargo los trastornos mentales y la salud mental positiva no se pueden describir como extremos diferentes de una escala lineal, sino más bien como dos componentes superpuestos e interrelacionados de un solo concepto de salud mental “…(OMS,2004). Podemos sintetizar –con bastante esquematismo— en el cuadro siguiente las posibles concepciones de APS ( numeradas como 1 y 2) y las dos posibilidades de relación entre APS y Salud Mental ( numeradas como 3 y 4) a fin de considerar sus articulaciones.Conce pto de APS Relación entre APS y Salud Mental 1. APS Selectiva :como primer nivel básico de atención esencial o Enfoque de focalización 3. Incorporación de salud Mental en APS : acciones integrales, promoción de la salud mental. (OMS,1990, 2004). 2. APS Integral : como estrategia reordenadora del sistema de salud en enfoque universalista 4. Aplicación de los componentes de APS a la atención en salud mental con eje en la desinstitucionalización Las articulaciones posibles dentro de los componentes de este cuadro muestran las concepciones que se derivan en distintas propuestas, incluyendo diferencias que van desde los postulados sobre derechos hasta la asignación de recursos : La articulación entre la opción 1 con las 3 y 4, derivará en: 1-3 Habilitación de agentes de la comunidad y agentes generales de salud para actuar sobre los nuevos problemas (violencia, consumo de sustancias, problemáticas de la niñez y adolescencia, detección y apuntalamiento de familias en riesgo etc) en programas específicos dirigidos a poblaciones “de riesgo”. 1-4 Provisión de medicamentos esenciales para patologías psiquiátricas en el primer nivel de atención. Externación de pacientes para liberar camas hospitalarias. Como se propone que los recursos economizados de esta manera sean posteriormente destinados a los servicios comunitarios la asignación de recursos para el soporte ambulatorio de los pacientes externados es escasa. Estas acciones se incorporan en programas focalizados a poblaciones pobres o fuera de cobertura de seguros. No implica necesariamente una reforma jurídica de fondo con respecto a la atención psiquiátrica, dado que para hacerlo tendría que avanzar regulatoriamente sobre las prestaciones del sector privado y las prácticas corporativas ligadas a ello. En ambos casos hay un especial énfasis en economizar en salarios de recursos humanos, particularmente los especializados. En las recomendaciones originarias de acción de APS, las resueltas en Alma Ata, se planteaba la necesidad de integrar las acciones de salud mental en la atención primaria, para ello se proponía que en el primer nivel estuvieran a cargo de personal general de salud debidamente capacitado. Para los recursos humanos especializados se reservaban funciones de capacitación y supervisión. En el primer nivel de atención – contando con agentes generales de salud adecuadamente capacitados-- se proponía desarrollar tanto las acciones de promoción de la salud mental como las de prevención y atención de las patologías específicas del campo (OMS, 1990). En el enfoque Atención Primaria Selectiva tales principios son transformados en una reducción casi absoluta de la intervención especializada. La asistencia queda limitada a la provisión de psicofármacos esenciales y al apoyo en educación e información a las unidades familiares y las redes informales comunitarias. La articulación entre la opción de APS integral (2) con la prevención y promoción en general (3), y con las estrategias de desinstitucionalización (4), hace confluir los postulados más transformadores de la estrategia de APS con los objetivos iniciales de las políticas en salud mental. Según Emiliano Galende :…” la referencia a la Atención Primaria de la Salud para las propuestas que se hacen en Salud Mental implica un compromiso esencial en tres direcciones : a) Integrar un plan general, político, de captación de los problemas de la salud en las condiciones del bienestar general, físico, mental y social; b) integrar a la salud mental en particular a las políticas de una medicina social que sea capaz de llevar adelante, en forma global y abarcativa, no sólo cuidados de la enfermedad sino la promoción de la salud, y c) integrar a la comunidad, a través de sus organizaciones naturales, en todos los niveles de gestión en salud mental” ( Galende, 1990,pag 219). Esta perspectiva reincorpora en el núcleo de la atención en salud mental la dimensión política de los derechos humanos y de ciudadanía e instituye una ética que transciende el modelo de toma de decisiones basadas primordialmente en los cálculos económicos. La articulación entre 2 y 3 permite pensar la incorporación de prácticas de salud mental en las acciones generales de salud a fin de reincorporar la dimensión subjetiva generalmente eludida en los modelos de atención, humanizandola. También incorpora la promoción y prevención relacionada con problemas psicosociales complejos en una perspectiva necesariamente intersectorial. En 2004 la OMS plantea:…” Los trastornos mentales están inseparablemente vinculados al tema de derechos humanos. El estigma, la discriminación y las violaciones de derechos humanos que sufren las personas y las familias afectadas por trastornos mentales son intensos y profundos……Sin embargo, los problemas de derechos humanos van más allá de las violaciones específicas a las que están expuestas las personas con trastornos mentales. En efecto, las limitaciones en los derechos humanos básicos de individuos y comunidades vulnerables, pueden actuar como poderosos determinantes de los trastornos mentales. Por lo tanto no es de sorprender que muchas de las medidas de prevención efectivas estén en armonía con los principios de igualdad social, igualdad de oportunidades e igualdad de atención de los grupos más vulnerables…………No se debe permitir que la búsqueda de mayor evidencia científica sobre la efectividad y la rentabilidad, se convierta en una excusa para dejar de implementar la urgente necesidad de políticas sociales y de salud”….(OMS, 2004, pag7). La articulación entre 2 y 4 deriva en políticas de desinstitucionalización dirigidas a recuperar la capacidad de ejercicio de ciudadanía por parte de los pacientes. Se trata de modelos en los que se generan dispositivos adecuados a la vulnerabilidad de las personas que padecen de dolencias psíquicas, y a las necesidades de los que deben superar los efectos de un proceso de institucionalización. Tales dispositivos deben ser espacios de subjetivación y por lo tanto romper con la objetivación disciplinaria de los pacientes. Debemos detenernos en este punto para señalar que la existencia de programas integrales no garantiza, de por sí, la ruptura de la objetivación del otro. Para ello es necesario un paso más en el reconocimiento de los límites del saber técnico disciplinario y la limitación del uso de dicho saber como herramienta de normatización. La articulación entre el enfoque integral de APS y la salud mental, requiere de la decisión de establecer políticas explícitas en el área. La existencia de un plan de salud mental es considerado un elemento fundamental (WHO, 2005). En lo relativo a recursos y financiación, se reconoce que para el logro de los objetivos es necesario reservar asignaciones específicas. La OMS señala “tres recomendaciones clave en materia de financiamiento: 1. Liberar recursos para el desarrollo de los servicios comunitarios mediante el cierre parcial de hospitales, 2. Financiar provisionalmente la inversión inicial en nuevos servicios para facilitar el paso de la atención de los hospitales a la comunidad 3. Mantener fondos paralelos a fin de seguir financiando cierto nivel de atención institucional incluso después de establecidos los servicios de base comunitaria. Los fondos que se desvían de la desinstitucionalización rara vez bastan.” (OMS, 2001). El debate sobre los recursos humanos se mantiene y adquiere complejidad. Persiste la propuesta inicial de capacitar al personal general de salud en la prevención y asistencia de problemáticas de salud mental, pero se amplía la perspectiva de lo que es necesario como asistencia específica. La propuesta de capacitar personal general de salud, tuvo el sentido de integrar los cuidados de salud general -- especialmente en países que no contaban con psiquiatras-- a partir del recurso existente, sin generar nuevos especialistas4. La situaciónde la Argentina es particular en este aspecto y amerita un debate profundo. El planeamiento de estos procesos es estratégico. La transformación de las prácticas en salud mental no sólo implica cambiar representaciones sociales sino también tener en cuenta que existen actores que entrarán en conflicto con la propuesta, por ejemplo es frecuente la resistencia de algunas formas corporativas profesionales. III. Perspectivas actuales: El siglo XXI se inició con una nueva crisis en la que se revisan los resultados y consecuencias de las dos décadas anteriores. En un contexto de expansión de la economía mundial se produce un agotamiento de la confiabilidad en las reformas promercado y en la prescindencia de intervención regulatoria del estado, cuya función rectora se reflota, y reaparecen postulados de un discurso keynesiano redistributivo. Como signo de esta fase, la “Declaración del Milenio” (Resol 55/02 del PNUD) pone en escena el problema de la inequidad y la pobreza y plantea objetivos (Objetivos del 4 La especialización o no de los recursos humanos en salud mental había sido ya tema de debate en la propuesta de Basaglia. Milenio) dirigidos a fundamentar las políticas de los países miembros con miras a disminuir la desigualdad, la inequidad y atender a los problemas prioritarios que éstas han generado. Este nuevo escenario va a coincidir con la propuesta de retomar y revitalizar la estrategia de Atención Primaria de la Salud como una condición esencial para alcanzar tales objetivos. En el documento de la OPS donde se plantea la revitalización de la APS para América Latina se reconoce : “Las prácticas de ajuste económico, las presiones de la globalización y el impacto de algunas políticas económicas neoliberales, junto con otros factores que se dieron durante la pasada década, son aspectos que han contribuido a las disparidades de la salud y del estatus social y de poder, dentro y entre los países de las Américas” (OPS/OMS, 2005 pag 7). Consecuentemente se apela a la noción de determinantes sociales en salud y se vuelve sobre conceptos integrales de la Atención Primaria. Esta APS reformulada define valores, principios y elementos esenciales a todo sistema de salud basado en ella (OOS/OMS 2005): Valores: Principios: Elementos: • Derecho al nivel de salud más alto posible • Solidaridad • Equidad • Dar respuesta a las necesidades de la población • Orientación hacia la calidad • Responsabilidad y rendición de cuentas de los gobiernos • Justicia Social • Sustentabilidad • Participación • Intersectorialidad • Acceso y cobertura universal • Atención integral e integrada • Énfasis en promoción y prevención • Atención apropiada • Orientación familiar y comunitaria • Mecanismos de participación activa • Organización y Gestión óptimas • Políticas y programas pro- equidad • Primer contacto • Recursos humanos apropiados • Recursos adecuados y sostenibles • Acciones intersectoriales . Simultáneamente a esta revitalización de la Atención Primaria de la Salud, hay desde la OMS una importante producción sobre salud mental. El 2002 es declarado por la OMS Año Internacional de la Salud Mental y como parte de ello se anuncia el Programa Mundial de Acción en Salud Mental. Para estos años también, se elaboran un Conjunto de Guías sobre Servicios y Políticas de Salud Mental, destinadas a fortalecer y promover la implementación de cambios y acciones en los países miembros. En este mismo período, por otra parte, se comienza a propagar un neobiologismo extremo que intenta reducir todos los padecimientos subjetivos a problemas de origen genético o disfunciones comprensibles por las neurociencias. Ambas disciplinas –la genética y las neurociencias—han tenido un importante desarrollo y sus aportes pueden ser muy importantes para abordar las patologías del campo. Sin negar su valor, hay que reconocer que su utilización reduccionista tiene una función política: produce o propugna una representación hegemónica de la enfermedad mental descontextuada y ahistórica. En consonancia con ella la terapéutica sería esencialmente medicamentosa . De este modo, tal constructo de representaciones confluiría con ese actor poderoso del campo de la salud que es la industria químico farmacéutica que, a su vez, ha establecido múltiples lazos con las corporaciones profesionales y con gobiernos. Esta concepción representa el otro lado de la escena, los actores que pueden antagonizar (como ya pasó con posterioridad a Alma Ata). Tenemos herramientas y conocimientos como para implementar importantes transformaciones en la atención en salud mental, como un elemento más de la profundización de la vigencia de los derechos. Los valores, principios y elementos de esta APS renovada son un marco absolutamente adecuado para el desarrollo de políticas en salud mental. Una vez más, como cuando la APS fue reducida a una atención mínima, sus planteos pueden ser criticados por idealistas o utópicos. Son el emergente de una faceta del conflicto de esta época, y su futuro dependerá de la estrategia desplegada para su concreción. En cuanto a salud mental, si se lograra definitivamente la “normalización” de la atención del paciente psiquiátrico tradicional y la integración de las acciones de salud mental en las acciones generales de salud, el objetivo por el cual nacieron las políticas de salud mental habría culminado con éxito. Tal éxito sería, simultáneamente, su extinción como campo específico para integrarse en prácticas sociales y de salud que incorporen la dimensión de la subjetividad. Bibliografía citada Banco Mundial (1993) : Informe sobre el Desarrollo Mundial 1993-Invertir en Salud , Washington. Bayon, Silvia (2000) : “Las locas en Buenos Aires. Una representación Social de la locura en las mujeres en las primeras décadas del siglo XX” en el libro La Política Social antes de la Política social, comp. Jose Luis Moreno, Trama Editorial/Prometeo, Buenos Aires, 2000. 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Investigadora del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario (CIUNR). Palabras clave Epidemiología. Salud mental. Clasificación de enfermedades. Sufrimiento psíquico Key words Epidemiology. Mental health. Classification of illnesses. Psychic suffering. 62 cuadernos médico sociales 81: 61-75 diagnóstico epidemiológico formula- do en el plano internacional no pare- ce acompañado por un desarrollo teó- rico metodológico oportuno. La epi- demiología psiquiátrica emerge como un campo de conocimiento claramen- te maltratado y retardatario (Sam- paio; 1998). El presente artículo propone una reflexión sobre uno de los puntos de mayor conflicto disciplinar, buscan- do simultáneamente identificar y describir el problema como también avanzar en propuestas tendientes a su superación. Los procesos de clasifi- cación de los problemas mentales son un componente imprescindible en el que debe fundarse la investiga- ción epidemiológica en salud mental, por lo que las categorías o lógicas con que se agrupan aquellos deben ser sensibles y adecuadas a los pro- blemas actuales que presenta la salud mental de los individuos y las pobla- ciones. En este sentido, las transfor- maciones y crisis que atraviesan tan- to la vida en sociedad como las con- diciones de vida en el ámbito fami- liar son espacios de generación de si- tuaciones críticas que pueden contri- buir a la generación de padecimiento psíquico, por consiguiente deben construirse categorías que las descri- ban adecuadamente, sin considerar- las necesariamente en términos de patologías. Por otra parte, la coexistencia de diversos marcos conceptuales para comprender y explicar la génesis del sufrimiento psíquico y de la enfer- medad mental, ubica el diseño de las herramientas diagnósticas y la defi- nición de lógicas o criterios de clasi- ficación de los problemas de salud mental como un campo de amplias controversias teóricas y técnicas. El establecimiento y la utilización de las taxonomías vigentes a nivel inter- nacional está estrechamente ligado a las posibilidades y límites de desen- volvimiento de la epidemiología en salud mental, y a la producción de información epidemiológica en los contextos locales. componente imprescindible en el que se funda la investigación epidemiológica. Se analizan para ello en primer lugar las limitaciones de las taxonomías vigentes a nivel internacional poniendo el énfasis el cuestionamiento de la noción de enfermedad mental. En segundo lugar se describen algunas de las transformaciones sociales que atraviesan y configuran los problemas actuales del campo de la salud mental, proponiendo la categoría de sufrimiento psíquico como indicador con mayor capacidad comprensiva para la reelaboración del objeto de la epidemiología en salud mental. Abstract This article examines the criteria and categories used in the diagnose and classification of mental health problems, considering that they constitute an indispensable component in which the epidemic investigation is founded. In the first place, it analyses the limitations of the standing taxonomies at international level, emphasizing the notion of mental illness. In the second place, some of the social transformations are described: those social issues that cross and configure the current problems in the field of mental health. It proposes the category of psychic suffering as indicator, with more understanding capacity on the re-elaboration of the object of Epidemiology in mental health. 63 De la epidemiología psiquiátrica a la epidemiología en salud mental: el sufrimiento psíquico como categoría clave La clasificación de los problemas de salud mental: de la enfermedad mental al sufrimiento psíquico El proceso de clasificación de las en- fermedades mentales es un compo- nente necesario en el que debe fundar- se la investigación epidemiológica en el campo de la salud mental. Una cla- sificación de enfermedades se define como un sistema de categorías a las cuales se asignan entidades mórbidas de acuerdo con criterios preestableci- dos. El propósito que le da origen es permitir el registro sistemático, el aná- lisis, la interpretación y la compara- ción de los datos de morbilidad y mor- talidad recolectados en diferentes re- giones o países, y en distintos momen- tos históricos. En el dominio específico de los problemas de saludmental las norma- tizaciones existentes con mayor desa- rrollo y difusión se organizan sobre una descripción taxonómica de las en- fermedades mentales con base en la nosografía psiquiátrica. Con ese com- ponente disciplinar se elabora el capí- tulo V de la Décima Clasificación In- ternacional de Enfermedades y pro- blemas relacionados con la salud que reúne los llamados trastornos menta- les y del comportamiento y también la elaboración posterior de la Asocia- ción Americana de Psiquiatría, cuya última renovación es conocida como DSM IV. En ambas taxonomías la categoría central que organiza el proceso clasifi- catorio es la de “trastorno mental”.II,III Su definición alude a un sindrome o patrón comportamental o psicológico de significación clínica que aparece asociado a un malestar (dolor), a una discapacidad (deterioro en una o más áreas de funcionamiento) o a un riesgo significativamente aumentado de morir o de sufrir dolor, discapacidad o pérdi- da de libertad. Además este sindrome o padrón no debe ser meramente una res- puesta cultural aceptada a un aconteci- miento particular (por ejemplo la muerte de un ser querido). Cualquiera sea su causa, debe considerarse como la manifestación individual de una dis- función comportamental, psicológica o biológica. Ni el comportamiento des- viado (político, religioso o sexual) ni los conflictos entre el individuo y la sociedad son considerados trastornos mentales. Son los mismos autores res- ponsables de la clasificación quienes confirman la multiplicidad de signifi- cados con los que el trastorno mental se ha comprendido: malestar, descon- trol, limitación, incapacidad, patrón sindrómico, etiología o desviación es- tadística. Cada uno de ellos puede ser un indicador útil para un tipo de tras- torno mental, pero ninguno equivale al concepto. También sus redactores sos- tienen que la distinción entre trastor- nos “mentales” y “físicos” es desafor- tunada, pero no ha conseguido reem- plazarse por una más adecuada. Estas dificultades por ellos señaladas se ubi- can como un punto clave en la tarea de problematizar las categorías utilizadas para describir y clasificar los proble- mas de salud mental. A lo largo del tiempo se han forma- do diversas ideas y nociones acerca de la salud y de la enfermedad mental, también se han construido explicacio- nes heterogéneas sobre las formas en que las mismas se generan. Los gru- pos sociales han consensuado y siste- matizado modalidades propias de co- nocimiento sobre la enfermedad y la salud configurando un conjunto de no- ciones y representaciones sobre esos objetos. Esos conocimientos y nocio- nes, propios de un momento histórico particular, organizan tanto un saber popular, resultado de prácticas cotidia- nas, como un cuerpo teórico y concep- tual entramado en prácticas profesio- nales específicas. En este marco, el campo de la producción científica de los objetos designados como salud y enfermedad acumula desarrollos mu- chas veces contradictorios y antagóni- cos. Los obstáculos teóricos que pare- cen estar presentándose conducen a que diversos autores coincidan en se- 64 cuadernos médico sociales 81: 61-75 ñalar lo dificultoso que resulta avanzar sobre una conceptualización de la sa- lud y de la enfermedad y destacan la multivocidad de significaciones que le son asignadas (Berlinguer, 1993; Al- meida Filho, 1994). En la misma dirección señalando las dificultades para avanzar en una conceptualización precisa sobre la en- fermedad, son los aportes de M. Gr- mek. Adoptando una perspectiva epis- temológica echa luz sobre lo infruc- tuoso de los esfuerzos realizados acen- tuando en qué medida el sustantivo enfermedad y la adjetivación de lo pa- tológico son a la vez términos vagos e imprecisos. Destaca la confusión entre la enfermedad vivida y su conceptua- lización médica, así como las dificul- tades para diferenciar entre la enfer- medad como categoría abstracta dis- tinta de la salud y las enfermedades como eventos específicos recortados del conjunto de procesos patológicos. En el campo específico de la salud mental precisar la categoría de enfer- medad y producir un ordenamiento clasificatorio sobre ella presenta algu- nas dificultades adicionales que lo si- túan con mayor cmplejidad. La positividad con que operan los criterios médicos para designar una enfermedad no siempre es posible en este otro campo. Los problemas de or- den psíquico o mental no se ajustan al modelo de razonamiento causal que la clínica asume para definir los fenóme- nos patológicos, ni se encuadran den- tro de la racionalidad de la semiología que relaciona con un significado uní- voco síntomas y signos a un evento patológico. El modelo médico de la enfermedad ha basado históricamente su mayor desarrollo en los modelos explicativos de causalidad etiológica. Sin embargo, las tentativas de ordena- miento a través de la construcción de un sistema clasificatorio van a presen- tar dificultades en la medida que no consigan delimitar satisfactoriamente los mecanismos etiológicos. De este modo, en los criterios de definición de las enfermedades van a superponerse mecanismos etiológicos, manifesta- ciones clínicas, localizaciones anató- micas o alteraciones bioquímicas. Por otra parte, es relevante analizar cómo la perspectiva nosográfica clási- ca, que ha trabajado con un criterio de enfermedad objetivo, considerando como tal solo aquello que se puede ver y comprobar porque produce señales y síntomas, constituye un obstáculo. Produciendo esa delimitación objetiva de la enfermedad queda ausente la di- mensión subjetiva de quien la padece. Distintos autores señalan de manera crítica esta situación, destacándose en- tre ellos los aportes de G. Berlinguer. Este autor formula un agudo cuestio- namiento a este paradigma y propone superar la perspectiva “objetiva” de existencia de enfermedades sin sujetos a partir de abordar el punto de vista del enfermo. Cómo la enfermedad es vivida y afrontada, qué consecuencias tiene para el sujeto y qué comporta- mientos suscita en los otros. La recuperación por él propuesta de considerar la dimensión subjetiva de la enfermedad tiene por antecedente la distinción realizada entre illness y di- sease. (Susser; 1970). A partir de allí la producción en lengua inglesa va a reservar el término disease para la conceptualización que de la enfermedad hacen los médicos, mientras que el término illness pasará a designar la experiencia directa del enfermo, la vivencia de la enferme- dad. Sobre la base de estos elementos, y tendiendo a destacar la dimensión subjetiva que constituye el proceso mismo de enfermar y su reconoci- miento, es que se ubica el concepto de sufrimiento psíquico, como categoría diferenciada de la enfermedad. En el campo de la salud mental la posibili- dad de trabajar (intervenir) con la no- ción de malestar o sufrimiento en- cuentra apoyo en varios autores. Emiliano Galende es uno de ellos, quien sostiene que los eventos actua- les que afectan la salud mental no pue- den ser descriptos solo con un conjun- to de entidades patológicas definidas. Junto a la persistencia de las patolo- gías llamadas clásicas fundamental- 65 De la epidemiología psiquiátrica a la epidemiología en salud mental: el sufrimiento psíquico como categoría clave mente las psicosis, emergen nuevas formas de expresión del sufrimiento psíquico. Las dificultades para enamo- rarse verdaderamente, los infortunios de la vida en pareja, la insatisfacción general con las vidas actuales, el fra- caso o la frustración en el ámbito del trabajo, la soledad o las dificultades para relacionarse con los otros, confi- guran un conjunto de nuevos proble- mas subjetivos que no pueden resol- verse ensanchando las clasificaciones nosográficas. Sobre la base de considerar que la producción de subjetividad está en- marcada en condiciones históricas y culturales concretas, este autor postula la necesidad de comprender el sufri- miento psíquico en función de las cuestiones atinentes al ser y a la exis- tencia, y no según el modelo médico de enfermedadmental. Desde otra perspectiva, marcada por el interés en las patologías de género, la psicoanalista M. Burin propone proble- matizar la noción de salud-enfermedad. En función del análisis de las proble- máticas de la salud mental sostiene que el modelo clásico de concebir la salud y la enfermedad, de distinguir entre lo normal y lo patológico, no permite ana- lizar el impacto que las condiciones de vida de las mujeres producen sobre los modos particulares de enfermar. Intro- duce entonces un tercer término, el de malestar, como una noción intermedia, a medias subjetiva y objetiva, externa e interna a la vez, que no refrenda la se- paración entre sano y enfermo, entre lo normal y lo patológico. El malestar es analizado en térmi- nos de conflicto y descripto como una situación contradictoria, incompatible entre sí, que puede ser registrado por el sujeto tanto en forma consciente co- mo inconsciente. En este último caso el sujeto percibe la tensión o la ansie- dad pero no conoce ni discrimina los términos que producen el conflicto. Según esta autora, el malestar debe considerarse como un hecho social, buscando sus orígenes en las leyes culturales que imponen condiciones opresivas a las mujeres. Por otro lado, la distinción que pro- pone entre malestar y enfermedad per- mite atender asimismo a las conse- cuencias sociales que produce una de- signación. El proceso de etiqueta- miento que la enfermedad produce (diagnóstico) le confiere un destino dentro del conjunto social, y ese desti- no desliga el sufrimiento del proceso que le dio origen. Desde la perspectiva del psicoanáli- sis, Freud va a utilizar la noción de su- frimiento para describir las situaciones que conspiran para que los hombres al- cancen la felicidad. Freud formula una pregunta aparentemente modesta: ¿Qué fines y propósitos de vida expre- san los hombres en su propia conduc- ta, qué esperan de la vida y qué preten- den alcanzar en ella? Y afirma que no puede equivocarse la respuesta: los se- res humanos aspiran a la felicidad, quieren llegar a ser felices, no quieren dejar de serlo. Sin embargo, tal fin no se presenta fácilmente accesible. En el Malestar en la cultura sostie- ne que el sufrimiento amenaza a los hombres desde tres sitios diferentes: desde el propio cuerpo, sujeto a la de- cadencia y finitud, desde el mundo ex- terior, desde las fuerzas de la naturale- za que pueden ser destructoras e im- placables, y desde los vínculos con otros seres humanos. Afirma que esta última fuente de sufrimiento es quizás la más dolorosa. Así, los espacios de pertenencia social, la integración a una comunidad de intereses y afectos con los otros, quedan signados por la para- doja de ser simultáneamente proveedo- res de garantías y seguridad a la par que centro de producción de dolor y sufrimiento. “No podemos entender”, dice Freud, “la razón por la cual las normas que nosotros mismos hemos creado no habrían más bien de prote- gernos y beneficiarnos a todos”.IV Las demandas actuales que recep- ciona el campo de la salud mental pue- den ser incluidas en tres grupos dife- rentes.V Las de aquellos que se des- marcan de los comportamientos socia- les aceptados (drogadictos, psicóticos, etc.); los que por distintas razones fra- 66 cuadernos médico sociales 81: 61-75 casan en sus condiciones o capacidad adaptativa a los requerimientos del medio social en que viven (neurosis, depresiones, discapacitados mentales, etc.) y, por último, las de aquellos con mayor riesgo de enfermar en función de su pertenencia a un grupo etáreo o al atravesamiento de un ciclo vital (ni- ños, adolescentes, ancianos, etc.). Es- tos conjuntos de demandas pueden in- cluirse en el campo de las experiencias del sufrimiento humano y requieren ser pensadas en el seno de las relacio- nes sociales en que se generan, sin ne- cesidad de ser traducidas a la lógica de procesos patológicos. Proponer en el terreno de investigación epidemiológi- ca la distinción entre sufrimiento y pa- tología y la priorización del concepto de sufrimiento permite otorgarle visi- bilidad y reconocimiento a situaciones de afectación de la salud mental que han permanecido opacadas. Al mismo tiempo, esta distinción reubica aspectos centrales que plantea la especificidad de los problemas ati- nentes a la salud mental. Por un lado, evita considerar los conflictos que de- vienen de la vida cotidiana y de las in- terrelaciones sociales, en términos de patologías. Las condiciones concretas en que se generan los padecimientos le otorgan a estos un carácter procesual e histórico que no queda expresado en las clasificaciones mórbidas; y cuya utilización conduce a una patologiza- ción de las situaciones cotidianas. La emergencia del sufrimiento psíquico no conduce necesariamente a la enfer- medad, puede tanto precederla, como ser divergente de ella. Por otro lado, el sufrimiento permi- te incorporar la dimensión subjetiva del padecimiento, perspectiva sin duda ausente en la nosografía clásica. La percepción y enunciación de malestar por parte de un sujeto puede no estar acompañada de signos o síntomas dis- cernibles por terceros. El avance del conocimiento sobre el cuerpo humano y de sus formas de reparación no pue- de sustituir la percepción y expresión de un sufrimiento que se rige con coordenadas distintas de las que mar- ca la biología y que remite al plano de la constitución desiderativa de los su- jetos así como a sus procesos de cons- titución cultural y social. Hacia una mayor comprensión de los problemas actuales en el campo de la salud mental. El caso de Rosario (Argentina) La precariedad e incertidumbre que carac- teriza la sociedad actual, el sentimiento permanente de inseguridad constituye una nueva forma de padecimiento que se carac- teriza por la aparición de una angustia di- fusa y apremiante Pierre Rosanvallon Para profundizar en la comprensión de las formas actuales que adquiere el pa- decimiento subjetivo es necesario ob- servar la realidad, interrogando las nuevas formas culturales que presenta y los cambios profundos que trae apa- rejadas en los modos de relacionarse y vincularse socialmente. Las transfor- maciones sociales y la impronta con que ellas marcan las nuevas modalida- des de conformación de la subjetivi- dad, son una vía legítima para aprehen- der tanto las perspectivas actuales co- mo futuras que atañen a la salud men- tal a su conservación y a su deterioro. Indagar en torno a la subjetividad consiste, tal como señala Galende, en interrogar los sentidos, las significa- ciones, y los valores éticos y morales que se producen en una determinada cultura, los modos como los sujetos se apropian de ella y la orientación que efectúan sobre sus acciones prácticas. “No existe una subjetividad que pueda aislarse de la cultura y de la vida so- cial, ni tampoco existe una cultura que pueda aislarse de la subjetividad que la sostiene. Esta mutua determinación —en verdad mutua protección— debe ser nuestro punto de arranque, ya que la subjetividad es cultura singulariza- 67 De la epidemiología psiquiátrica a la epidemiología en salud mental: el sufrimiento psíquico como categoría clave da tanto como la cultura es subjetivi- dad (objetivada en los productos de la cultura, las formas de intercambio y las relaciones sociales concretas que la sostienen, pero también en las signifi- caciones y los sentidos que organizan la producción cultural).VI En el proceso de construcción de un sujeto se requiere de un extenso pasa- je que va desde las formas más gene- rales de la especie y la cultura, inter- mediadas por formaciones institucio- nales socio-históricas, hasta la apro- piación y reconstrcción singular hecha por cada ser humano. La familia, la escuela y el trabajo se presentan como instituciones fundan- tes de la subjetividad y productoras de relaciones sociales concretas. Las vio- lentas transformaciones que ellas es- tán atravesando dejan su impronta en la subjetividad y ubica a estas institu- ciones como el escenario donde el su- frimiento humano se hace presente. La familia,la escuela y el trabajo no constituyen, en el plano de los proble- mas de salud mental, un contexto o paisaje externo al surgimiento de los conflictos, sino que, por el contrario, se presentan como el ámbito social en el que se gestan y despliegan los mis- mos. Los procesos de producción de subjetividad están internamente liga- dos a ellos en forma tal que no pode- mos pensar en instituciones sin sujetos ni en sujetos sin instituciones. En diversos textos psicoanalíticos, Freud enfatiza los mecanismos que empujan a los seres humanos a reunir- se y a formar comunidades e institu- ciones, que imponiéndose a las aspira- ciones de satisfacción pulsional inme- diata del individuo, les proporcionan un ordenamiento social que brinda se- guridad para todos. Los escritos de Psicología de las Masas, El Malestar en la cultura y Totem y tabú enfatizan la función de las instituciones sociales como reguladoras de las relaciones y productoras de subjetividad. Estos tres espacios sociales, que cumplen un papel central en los proce- sos de subjetivación, se hallan hoy en profunda crisis. Del análisis de las transformaciones que los afectan se hacen visibles las nuevas formas del malestar que atraviesan a los grupos humanos. La familia, una institución que cambia La familia, como reservorio de los vínculos sociales más íntimos y como espacio de cuidado, socialización y protección de los seres humanos, ofre- ce un ámbito de contención y sostén social. La pertenencia familiar otorga al individuo una historia, lo incluye en una genealogía que opera como sopor- te de la constitución identitaria. Sin embargo, diversos estudios e informa- ción actuales estarían indicando muta- ciones que tienden a la fragilización del vínculo familiar. Si por un lado la crisis de la familia tradicional ha democratizado la fami- lia patriarcal tendiendo hacia formas y relaciones que permiten, en algunos grupos sociales, una mayor libertad de las mujeres a partir de una redistribu- ción del poder y de las funciones; por otro, se instituye un proceso de labili- zación y fragilización de los vínculos a partir de los cuales no se constituye una nueva forma sino que se fractura la existente.VII Al interior de la familia mutan las formas de relación y se des- vanecen las referencias entre genera- ciones y entre los sexos. Las formas tradicionales tienden a alterarse des- cribiendo situaciones de ausencia de uno de los padres, generalmente el hombre, de hijos repartidos en dos ho- gares, o conviviendo con nuevos cón- yuges de sus padres y cada vez más de la mujer asumiendo una doble ocupa- ción, dentro y fuera del hogar. Situa- ciones estas que estarían contribuyen- do a fragilizar los lazos sociales que se establecen en su interior. Algunos datos se constituyen como indicadores de esa situación. En los sectores más pobres de la Argentina casi el 45% de las familias tienen co- mo cabeza y sostén a una mujer.VIII En un sector asalariado tradicionalmente hegemonizado por mujeres, como el 68 cuadernos médico sociales 81: 61-75 trabajo docente, el 25% de ellas mani- fiesta que solo cuenta con su salario para hacer frente a los gastos de sub- sistencia familiar.IX Específicamente en el municipio de Rosario, el 26,1% de los hogares tienen jefas mujeres, y la mayor proporción se encuentra en- tre las mujeres jóvenes y adultas.X ¿Qué sucede con aquellos grupos familiares cuyo principal o único sos- tén económico y afectivo es la mujer? ¿Qué sucede con la salud mental de esas mujeres sobre las que recae el pe- so de la crianza y el cuidado de los ni- ños acompañado por el esfuerzo de la provisión de la subsistencia? ¿Qué su- cede con la salud mental de los niños que carecen de una figura paterna sóli- da, que actúe como fuente de autoridad y protección? ¿Qué sucede con la sa- lud de los hombres cuando se secunda- riza su función en el ámbito familiar? Diversas investigaciones epidemio- lógicas han alertado sobre la correla- ción existente entre una red de socia- bilidad primaria pobre y el incremento de la morbilidad. A mayor aislamiento social, por ejemplo gente soltera, viu- da o con pocos amigos hay una mayor prevalencia de enfermedades orgáni- cas, de accidentes o de problemas de salud mental.XI La incertidumbre en el espacio del trabajo El otro espacio social que recibe el im- pacto de los actuales de transforma- ción actuales es el trabajo. El trabajo, como actividad propiamente humana, cumple una función central en las po- sibilidades de producción y de repro- ducción social. Pero también cumple, al igual que la familia, una función central en el ser humano puesto que se trata de una dimensión constitutiva de su subjetividad e interviene en la pro- ducción y regulación de su economía psíquica. Es Freud quien va a destacar el importante papel que cumple el tra- bajo en la economía psíquica al seña- lar cómo incorpora sólidamente al su- jeto a la realidad y a la comunidad hu- mana.XII El valor que el trabajo conlleva no es solo el que resulta de su posibilidad de transformarse en dinero, para per- mitir la cobertura y satisfacción de las necesidades del sujeto y de su grupo familiar. El trabajo consigue, en la tra- ma subjetiva, desplazar sobre sí, como objeto, y sobre los otros sujetos con los que se establece relación, un buen caudal de componentes libidinales, que de lo contrario resuelven su desti- no contribuyendo a la formación de síntomas neuróticos. Sin embargo, siendo el trabajo la clave para comprender de qué manera un hombre se transforma en sujeto en su sentido más pleno, es, paradojal- mente, la clave asimismo para com- prender las formas actuales que ad- quieren la desigualdad social y la des- humanización. Tanto la constitución de la identi- dad como también la construcción de significados sobre la existencia singu- lar y social, están dadas por medio del trabajo. Si tanto el desempeño de una tarea valorizada, como el estableci- miento de lazos de solidaridad gremial permiten sublimar tendencias instin- tuales y producir satisfacción, por el contrario, las condiciones crecientes de explotación, enajenación e incerti- dumbre, imprimen un quiebre en la subjetividad. Si bien las relaciones entre los pro- cesos de salud-enfermedad y el traba- jo no son de ningún modo transparen- tes ni lineales, no hay obstáculos para afirmar que las condiciones de pro- ducción y emergencia del sufrimiento psíquico son heterogéneas y desigua- les según la inserción laboral de cada grupo social (Laurell C; 1991). El desempleo coyuntural o crónico, la permanente amenaza a la pérdida del trabajo, la desprotección gremial y laboral, no pueden ser vistos como factores aleatorios, o solo como meros contextos, puesto que, favoreciendo la fractura de los vínculos grupales e ins- titucionales, instalan problemáticas subjetivas singulares y colectivas. La última década ha estado marca- da en nuestro país por una profunda 69 De la epidemiología psiquiátrica a la epidemiología en salud mental: el sufrimiento psíquico como categoría clave transformación del mercado de traba- jo. Como consecuencia de ello y a pe- sar del crecimiento, una proporción cada vez mayor de la población queda excluida de los beneficios y posterga- da en la distribución de la riqueza. Una investigación realizada en cen- tros de atención psicológica o psiquiá- trica ambulatoria en la ciudad de Bue- nos Aires, encuentra que las depresio- nes constituyen el motivo de consulta más frecuente entre los hombres adul- tos. Indagando sobre sus elementos explicativos encuentra la temática del trabajo como la fuente de mayor con- flicto o preocupación. La descripción de la situación ocupacional de esa misma población refiere que más de la mitad de quienes declaran contar con ocupación laboral, deben ser conside- rados subocupados.XIII En servicios de salud mental del municipio de Rosa- rio, los motivos de consulta por depre- sión y angustia constituyen las princi- pales demandas de la población adulta que concurre a los servicios sanitarios del sector público.XIV El trabajo, que
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