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Natura_y_cultura_como_principio_de_clasi

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Natura y cultura como principio de
clasificación social. Anclaje de
representaciones sociales sobre
minorías étnicas
JUAN ANTONIO PÉREZ*, SERGE MOSCOVICI**
Y BERTA CHULVI*
*Universidad de Valencia; **Ecole des Haute Etudes en Sciences Sociales, París
Resumen
Los estudios sobre el racismo indican que en la actualidad en el contexto occidental predomina la
discriminación latente sobre la manifiesta. Aún replicándose este patrón, también se observa que unas minorías
son más discriminadas que otras. Se plantea que el enfoque de las representaciones sociales puede resultar más
adecuado que los enfoques actitudinales para comprender esa fisonomía del racismo. Tras diferenciar
discriminación y ontologización, la principal hipótesis es que la dimensión natura-cultura sirve de base para
una clasificación social, dentro de la cual determinadas minorías son representadas fuera del mapa social
(ontologización). Se presenta un estudio que ilustra, por una parte, cómo la cultura define la identidad
humana y la natura define la identidad del animal. Y, por otra parte, que las minorías étnicas son evocadas
vía la natura, positiva, del animal, como puente entre el ser humano y el animal. Se discute cómo la
ontologización puede suponer una exclusión (o una no-inclusión) social sin pasar por la discriminación
negativa, o sea, en el plano de la representación social, donde se recrea la exclusión con el contexto que la permite.
Palabras clave: Clasificación social, discriminación, minorías étnicas, antologización, prejuicio,
racismo, representaciones sociales.
Nature and culture as principles for social
classification. Anchorage of social
representations on ethnical minorities
Abstract
Studies on racism show a predominance of latent over blatant discrimination in present Occidental societies.
Though this is the general pattern, it is also found that some minorities are more discriminated than others.
We pose that the social-representations approach may be more useful than those based on attitudes to understand
racism features. After differentiating between discrimination and ontologization, our main hypothesis is that
the nature-culture dimension can be used as a basis for a social classification within which certain minorities
are represented outside the social map (ontologization). A study is presented illustrating, first, the way in
which culture defines human identity and nature defines animal identity; and, second, that ethnical minorities
are evoked through the positive nature of animals as a bridge between the human being and animals. We
discuss how the ontologization may imply a social exclusion (or non-inclusion) without falling into negative
discrimination, that is, at the level of social representations, where exclusion is recreated with the context which
makes it possible.
Keywords: Social classification, discrimination, ethnic minorities, ontologization, prejudice,
racism, social repreentations .
Correspondencia con los autores: Juan Antonio Pérez. Universidad de Valencia Facultad de Psicología.
Av. Blasco Ibáñez, 21; E-46010-Valencia. E-mail: juan.a.perez@uv.es
© 2002 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0213-4748 Revista de Psicología Social, 2002, 17 (1), 51-67
FISONOMÍA DEL RACISMO
Múltiples estudios sobre el racismo realizados desde la perspectiva de la
psicología social indican que hoy la fisonomía de éste se caracteriza por una
discrepancia entre la aceptación manifiesta y el rechazo latente de las mino-
rías étnicas blanco del racismo (p. ej., Word, Zanna y Cooper, 1974; Dovidio
y Gaertner, 1986; McConahay, 1986; Pérez y Mugny, 1993; Devine, 1995;
Greenwald y Banaji, 1995; para una revisión en castellano, Pérez, 1996).
Esta ambivalencia (aceptación manifiesta, rechazo latente) ha sido observada
en varios países y hacia una diversidad de minorías étnicas (Pettigrew y
Meertens, 1995), lo que ha llevado a algunos estudiosos de este problema a
presuponer una especie de globalización de los procesos psicosociales del
racismo, al menos en nuestro ámbito occidental. Por mencionar sólo un
ejemplo próximo, hoy esa dinámica del racismo hacia los negros en EE.UU
guarda una gran similitud con el racismo o la xenofobia hacia los magrebíes,
negros y gitanos en Portugal y España, los magrebíes en Francia, los afroca-
ribeños en Inglaterra, los turcos en Alemania y Holanda, etc. Incluso se ha
visto que otras discriminaciones, como, por ejemplo, el sexismo, la homofo-
bia, el edadismo (discriminación por razones de edad), pueden operar
siguiendo ese mismo patrón de ambivalencia. 
Al mismo tiempo, aunque ese patrón de aceptación manifiesta y rechazo
latente se replique de unas minorías a otras, de unos contextos a otros, ello no
obsta para que también se haya planteado la cuestión de comparar el rechazo que
reciben unas minorías frente a otras (asiáticos - hispanos - negros; magrebíes -
sudamericanos - negros; etc., vid., Navas, Molero y Cuadrado, 2000; Vala,
1999). Se ha visto así que unas minorías son más discriminadas que otras, tanto
en el plano manifiesto como en el latente. Prácticamente en todos los países figu-
ran una o dos minorías que, en el plano de la representación, se prestan con
mayor facilidad a ser blanco del racismo. De hecho, las comparaciones entre
minorías se suelen realizar bajo estos implícitos, ya que a nadie se le ha ocurrido
—que nosotros sepamos— comparar quién es más discriminado el gitano o el
anciano, por ejemplo.
En resumen, en el contexto occidental actual se observa, por un lado, que
prácticamente para todas las minorías étnicas predomina la discriminación
latente sobre la manifiesta. Por otro lado, las minorías entre ellas son discrimi-
nadas en un grado diferente, aun replicándose con todas ellas tal predominio
de la discriminación en el plano latente. Esta doble dinámica nos ha llevado a
pensar que enfoques exclusivamente en términos actitudinales y del prejuicio,
limitándose a entender por éste una actitud y afecto negativos (Ashmore y del
Boca, 1981), son insuficientes desde un punto psicosocial para comprender el
fenómeno del racismo (creencia de que unos grupos son inferiores en ... a
otros). Son insuficientes sobre todo para comprender el mayor o menor grado
de exclusión, o de no-inclusión, de determinadas minorías étnicas, las cuales,
relativamente a otras, parecen incluso el blanco por excelencia del racismo o de
la discriminación (como es el caso, por ejemplo, de los gitanos en nuestro con-
texto). Pero también lo son porque ese predominio de lo latente sobre lo mani-
fiesto generalmente no ha llevado a examinar el racismo desde otro plano de
análisis psicosocial (Doise, 1982), sino que más bien incluso se ha acentuado el
plano intraindividual, como deducimos del auge que ha adquirido el estudio
de lo implícito, de lo no-consciente, dentro de la Social Cognition, donde una de
las variables más al uso está siendo la «cognitiv e loading» (carga mental).
Mediante una analogía se podría decir que en un plano teórico esto es como si
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se intentara deducir el papel del lenguaje en la comunicación a partir del sueño
que tiene el que está hablando. Comoquiera que sea, el objetivo de este artícu-
lo es explorar hasta qué punto el enfoque de las representaciones sociales resul-
ta adecuado para responder a cuestiones sobre el racismo y la discriminación
que los enfoques en términos actitudinales no abarcan. Veamos los puntos de
este análisis del prejuicio partiendo de la teoría de las representaciones sociales
(Moscovici, 1961). 
DISCRIMINACIÓN Y ONTOLOGIZACIÓN
Entre los puntos críticos de este enfoque de las representaciones sociales cabe
destacar los siguientes. En primer lugar, parece necesaria una conceptualización
de los grupos en la que no todos los exogrupos, por pertinentes que sean para un
intragrupo, son igual de exogrupos, al menos en el plano de la representación. Se
han de tener en cuenta diferentes tipos de exogrupos, tener en consideración que
varias dimensiones pueden definir a un exogrupo, y no limitar éstas a su relevan-cia para un intragrupo específico o al cúmulo de dimensiones pertinentes que lo
diferencian de un intragrupo particular. Tomando como referencia la teoría de la
categorización del yo (Turner, Hogg, Oakes, Reicher y Wetherell, 1987), se
puede ilustrar esto diciendo que unos exogrupos relevantes en el nivel interme-
dio son más fácilmente integrables en el nivel de orden superior (la especie
humana) que otros. Aunque en un nivel intermedio de categorización se den
divisiones en intragrupo y exogrupo, no obstante, en el nivel supraordenado esa
teoría plantea que todos esos subgrupos son teóricamente integrables en un
plano de equivalencia, o al menos formando parte del mismo mapa social. A
diferencia de ese planteamiento, nuestra hipótesis es que algunos exogrupos
parecen representados fuera del mapa social en el que se representa la identidad
humana. Como se verá más adelante, a este proceso de no-inclusion lo denomi-
naremos ontologización.
Si seguimos a antropólogos como Levi-Strauss e historiadores como Vidal-
Naquet, se puede incluso llegar a decir que en todas las culturas se encuentra
algún exogrupo representado fuera del mapa social, ya que según ellos todas las
culturas disponen de su propio «salvaje». Vidal-Naquet (1975, p. 130) lo dice
así: «Una evidencia: todas las sociedades humanas, incluido por supuesto las que
llamamos ‘salvajes’, han definido a su manera los criterios de la salvajería (...).
Pero no existe el hombre salvaje en sí. Este es definido, negativamente, por los
rasgos propios de la ‘civilización’ y estos rasgos varían con los siglos y los espacios
pese a algunas constantes». Traduciendo esto a nuestra perspectiva psicosocial,
diríamos que todas las culturas intercalan entre el universo de la identidad
humana y el referente del que ésta se diferencia (en nuestro contexto, el animal)
un grupo o categoría social que haría de puente entre ambos.
Un segundo punto es que parece necesario establecer una diferencia entre dis-
criminación, como conjunto de juicios y de comportamientos (más o menos mani-
fiestos) que desfavorecen a una minoría dada (los blancos de la discriminación
suelen ser siempre minorías, étnicas, sociales y/o numéricas), y la ontologización,
que consiste en una operación de clasificación por la que una minoría puede, no
sólo ser categorizada como exogrupo, sino además ser representada como fuera
del mapa social de la identidad humana. Por ejemplo, la variable categorización
intragrupo-exogrupo, aun siendo pertinente, sería muy pobre para comprender
en un sistema de castas la representación relativa de todas esas castas. Para aclarar
esta diferencia, digamos que la discriminación corresponde a una evaluación y/o
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un comportamiento desfavorables no equitativos; mientras que la ontologiza-
ción corresponde a una representación por objetivación, pensar como disconti-
nuo lo continuo, que no sólo acentúa las diferencias entre grupos sobre una o
varias dimensiones dadas, sino que introduce un salto cualitativo o un eslabón
perdido entre un grupo y el resto de los grupos. Puede así darse una ontologiza-
ción en contenidos o dimensiones meramente positivos, como de hecho se verá
más adelante.
Un tercer presupuesto, corolario de los anteriores, corresponde a una idea
que Tajfel (1972) siempre apuntó desde sus primeros trabajos sobre la catego-
rización y es que las diferencias de preferencia por unas u otras categorías
sociales, si no anteceden, al menos son inseparables del acto de la categoriza-
ción social (véase también Guillaumin, 1972). Difícilmente se encuentran dos
categorías sociales que no den lugar a preferencias, asimétricas. En lo que res-
pecta al tema del racismo, esto significa que no habría clasificación social que
no conlleve un criterio de jerarquización de lo clasificado. Cabe anotar que una
diferencia de preferencia no equivale a una simple evaluación positiva o nega-
tiva, ya que tanto dentro de un contenido positivo como de uno negativo se
pueden dar diferencias de preferencia. Por ejemplo, entre dos atributos igual-
mente positivos, como puedan ser noble y culto, se puede preferir culto antes
que noble. La cuestión, pues, es conceptualizar la representación social operan-
te en la preferencia. Con esto se presupone que generalmente en el pensamien-
to social el célebre dilema del burro de Buridano se le presenta bastante resuel-
to al individuo; lo que aplicado al tema del racismo nos lleva a pensar que éste
reposa más en una teoría social («científica» o lega) que en una actitud o afecto
negativo del individuo.
LA CLASIFICACIÓN CIVILIZADO-SALVAJE
Aunque los grupos definidos como «salvajes» no sean siempre los mismos, lo
interesante es que el principio de clasificación subyacente en la relación entre las
categorías que definen y que son definidas por lo salvaje parece muy similar de
unas situaciones a otras. Como ha sido descrito por uno de nosotros (Moscovici,
1975), de unas culturas a otras se puede hablar, por una parte, del grupo mayori-
tario, ortodoxo, visible, estructurado, dominante, con sus instituciones políticas,
religiosas, culturales y científicas. Para este grupo la hominización equivale a la
domesticación: separar el hombre del animal, de lo instintivo. La educación y la
prohibición suelen ser sus herramientas. Por otra parte estaría el exogrupo
minoritario, heterodoxo, sin continuidad quizá de una época a otra, pero caracte-
rizado siempre por romper la marcha regular de la mayoría hacia ese progreso y
perfeccionamiento del ser humano.
Este programa de domesticación y de aculturación, en una palabra, de
hominización, encuentra su leitmotif en un cierto origen del ser humano
imperfecto y amenazado, puesto que comparado con el animal (desde el siglo
XIX parece que en occidente Dios ha dejado de ser el polo más pertinente
para definir esta identidad humana) surge la similitud biológica y en algu-
nos casos la inferioridad del ser humano (cf. Deconchy, 1998). Esta compara-
ción del ser humano con el animal revela un criterio de clasificació n social
operante: la mayor o menor capacidad humana para cambiar y alcanzar la
perfección por medio de la cultura, de las instituciones de todo tipo (escuela,
familia, partidos políticos). De este modo, entre ese pasado animal y esa
esencia humana en permanente devenir, se dan grados, eslabones, que dan
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lugar a una clasificación de los seres humanos. En un polo de esta gradación
estaría el hombre-cultura (domesticado) y en el otro el hombre-natura (sal-
vaje). En la siguiente tabla se resumen los principales rasgos de esta clasifica-
ción.
TABLA I
Clasificación en hombre-natura y hombre-cultura (adaptado de Moscovici, 1975)
Natura: hombre natura o salvaje Cultura: hombre cultura o domesticado
(el campesino, el nómada, el primitivo, (encarnación de la razón, la cultura,
el niño, el extranjero) el refinamiento)
pensamiento salvaje, mágico pensamiento científico
aprendidaje por inmersión aprendizaje par instrucción y educación
instintivo racional
no se da la clasificación ignorante-sabio el conocimiento divide y jerarquiza
espontáneo, expresión directa de mediado por convenciones y obligaciones
necesidades y emociones
el cuerpo el espíritu
comunitario; cuestiona la desigualdades y
la supresión de libertades aparecen esencializadas la propiedad, la
razón, el orden (libertad bajo control): no se
quiere ver que el orden es el orden de alguien
se manifiesta en movimientos, instituciones
comunidades
contesta con un retorno a la natura promesas de un futuro perfecto
países en vías de desarrollo países desarrollados
resalta una semana sobre las 52: carnaval resaltan 51 semanas sobre las 52: trabajo
minoría mayoría
Dionisio Apolo
De esta clasificaci ón natura-cultura deriva una panoplia de relaciones
sociales (tanto en el plano inter-individual como en el intergrupal), en su
mayoría presentes en el fenómeno del racismo. En primer lugar, da existen-
cia a una relación de dominación: el hombre salvaje es considerado como la
categoría negativa (el plebeyo, el bruto, elcampesino, el subdesarrollado, el
tutelado, etc.) por contraste con la categoría doméstica (civilizado, desarro-
llado, autónomo, etc.). De entre todas las categorías de seres humanos, emer-
ge así la que se define por representar aquello que parece ya lo más alejado de
un pasado animal. Esta representación la erige en ejemplo y pedagoga del
saber, de la acción, de ayudar y de obligar a las otras categorías a devenir
como ella (autoerigida en ideal). También puede dar lugar a una relación de
distancia: el hombre salvaje es tomado como objeto frente al que el hombre
culto juega el papel de sujeto. Este distanciamiento da lugar a un desdobla-
miento y a una toma de conciencia del sí mismo (por la negación).
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No se descarta, psicosocialmente hablando, que esta clasificación social (en
hombre-natura y hombre-cultura) constituya una herramienta simbólica ade-
cuada para manejar tensiones psíquicas intrínsecas al fenómeno de culturación
(ya sea aculturación, ya sea inculturación). Y es que en la culturación siempre
parece necesario neutralizar la amenaza de lo animal que cada uno lleva dentro
de sí; renunciar al instinto, a la satisfacción intempestiva de necesidades, y hasta
denegar el valor positivo de lo natural y de lo espontáneo. De este modo, esa cla-
sificación y jerarquización sociales podrían muy bien constituir una fuente
referencial y normativa para encaminar esas tensiones psíquicas: el hombre-cul-
tura se comporta de modo civilizado y el hombre-salvaje de modo salvaje. Lo
bueno y lo malo encontrarían así sus ontologías externas correspondientes, en
esas categorías sociales capaces de cumplir tales funciones.
HIPÓTESIS
En el estudio que se presenta a continuación se trata de aportar una ilus-
tración empírica de estas ideas y plantear la cuestión de hasta qué punto
pueden servir como punto de partida para comprender la paradoja siguiente
(observada hoy en decenas de estudios sobre el racismo): al mismo tiempo
que en el plano de las actitudes se observa una mayor tolerancia manifiesta
hacia las minorías étnicas, su exclusión social sigue persistiendo. Esta para-
doja no es para nosotros tanto un problema de congruencia entre la actitud y
el comportamiento, cuanto de dos lógicas sociales diferentes. Por un lado, la
lógica de las actitudes y el contexto normativo que regula su expresión y, por
otro lado, la lógica de la representación social que recrea la exclusión con el
contexto que la permite.
Para comprender ese fenómeno, pensamos que es necesario diferenciar dos
procesos, el de discriminación y el de ontologización. Como se dijo anteriormen-
te, si bien la discriminación de una minoría deriva de los prejuicios hacia esa
minoría, se ha apuntado, al menos desde el clásico trabajo de Allport sobre el
prejuicio (1954), que como antecedente de esos prejuicios figura una categoriza-
ción del otro como minoría exogrupo. Por ello, tanto o más que el prejuicio,
interesa comprender la clasificación social que hace posible el prejuicio. Téngase
en cuenta que no hay clasificación social que no implique una jerarquía; la del
jerarca, sin excepción. Por ello, la clasificación, en la medida en que sintetiza
posición, distancia y cualidad, constituye el metasistema de esos prejuicios. Den-
tro de la clasificación, la ontologización constituye una modalidad por la que la
minoría es representada como una casilla fuera del sistema o como puente entre
sistemas, por decirlo así.
Se plantea la hipótesis de que en la construcción de la identidad humana se
encuentra un universo simbólico estructurado por divisiones y jerarquías. La
división fundamental corresponde a la de natura-cultura, reflejada en la del cuer-
po y el espíritu, teniendo como tela de fondo, el animal y el hombre. En la cima
la cultura, los civilizados, los refinados, el orden; debajo o en el otro lado, los
ignorantes, los salvajes, los espontáneos, el desorden. De esta forma la cultura,
sus grados, sirve de base para una jerarquización, y su negación para una ontolo-
gización.
Más explícitamente, la jerarquización se ancla en que la hominización consti-
tuye el metasistema interpretativo de la clasificación social en la cual se estable-
cen distancias, grados o discontinuidades con respecto a una representación
social del ser humano como si éste estuviera en constante evolución hacia su per-
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feccionamiento (véanse algunos contenidos de este ideal en la columna del hom-
bre-cultura de la Tabla I). Como ha sido ampliamente mostrado, es raro que exis-
ta una clasificación social sin que se acentúen las diferencias entre clases, que
pueden acabar en principios de discontinuidad, y/o que se acentúen las semejan-
zas intraclase, mediante principios de continuidad (Tajfel y Wilkes, 1963). Apli-
cado al tema que nos ocupa, estos procesos pueden dar lugar a objetivar grados
de hominización en entidades o grupos sociales. Aparecerían así una serie de gru-
pos que representan los distintos eslabones de la identidad humana dentro de ese
metasistema de la hominización. Ahora bien, como representarse el ser humano
por grados de hominización es per se un proceso de unos más incluidos que otros
en el plano de la identidad humana, por ello la ontologización es una forma ele-
mental de pensamiento social que lleva a la exclusión o, mejor dicho, a la no-
inclusión, en el plano más radical que se puede pensar.
Para contrastar esta hipótesis, en el estudio que vamos a presentar parti-
mos del razonamiento siguiente: si se piensa en contenidos que diferencien
el hombre del animal, ¿pueden a su vez estos contenidos constituir princi-
pios organizadores de una clasificación social? El procedimiento del estudio
corresponde con lo que podríamos llamar asociaciones espontáneas, ya que
consiste en pedir a los encuestados que indiquen la primera característica
que les venga a la mente para indicar lo que mejor define al ser humano (con
respecto al animal) o, viceversa, aquello que mejor define al animal (con res-
pecto al ser humano).
Para comprobar la pertinencia de diferenciar discriminación y ontologiza-
ción, en la mitad de los casos se preguntó por un contenido negativo (más pre-
sente en el hombre o más presente en el animal) y a la otra mitad por un conteni-
do positivo (más presente en el hombre o más presente en el animal). Se estudian
así dos espacios de hominización (lo positivo del ser humano, lo negativo del ser
humano) y dos espacios de animalización (lo positivo del animal, lo negativo del
animal). 
Una vez establecidos los contenidos, los espacios semánticos de hominización
y de animalización, se trata de ver qué grupos sociales son evocados por esos con-
tenidos. Si a partir de esos espacios de hominización y animalización, se organiza
un sistema de clasificación social de cierta consistencia, de acuerdo con el proceso
de la ontologización la predicción es que se debería encontrar que las minorías
étnicas sean más evocadas por los contenidos específicos del animal y que esto sea
independiente de que esos contenidos sean negativos o positivos.
MÉTODO
Muestra
El estudio fue realizado en 1995, con 144 estudiantes universitarios de pri-
mero de psicología de la Universidad de Valencia.
Diseño y procedimiento
Siguiendo un plan factorial 2 (describir el ser humano frente a describir al animal)
x 2 (en positivo frente a en negativo), se dio la siguiente consigna a los encuestados:
«Nos gustaría que pensara durante un instante lo que tiene en común el ser
humano y el animal». Según el tipo de consigna que se añadía, a continuación se
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creaba una de las cuatro condiciones experimentales siguientes -entre sujetos-: a
los participantes de una condición se les pedía que escribieran una característica
(sólo se pedía una) negativa (positiva, para la otra condición) que en su opinión «la
tiene más el ser humano que el animal». En la otra mitad de las condiciones se les
pedía que escribieran una característica negativa (positiva, para la otra condición)
que en su opinión «la tiene más el animal que el ser humano».
Clasificación social.A continuación, una vez escrita esa característica, se indica-
ba al sujeto lo siguiente: «piensa ahora en el grupo social que te parece que tiene
esa característica más que ningún otro. Escribe el nombre de ese grupo». 
Cuestiones complementarias. Finalmente, una vez que había indicado el grupo
social, se le pedía que indicara su evaluación de ese grupo: «¿en qué medida te cae
bien ese grupo? (escala en 21 puntos: 1=me cae muy bien; 21= me cae muy
mal); y su identificación con ese grupo: «¿en qué medida piensas que tienes algo
en común con ese grupo?» (escala en 21 puntos: 1=mucho; 21=nada). 
Finalmente se añadieron dos preguntas más: «¿en qué medida piensas que
hay gente que se parece psicológicamente más al animal que al ser humano?»
(escala en 21 puntos: 1=si, la hay; 21=no, no la hay); y otra pregunta idéntica
sólo que sobre el parecido físico. 
RESULTADOS
Las respuestas dadas por cada encuestado se reproducen, literalmente, en las
tablas II y III. Siguiendo el criterio de tres jueces (proporción del consenso entre
jueces superior a 0,96), han sido reagrupadas según la dimensión o la categoría
de pertenencia (segunda columna). 
Identidad humana y animal
Como puede verse en la tabla II, cerca del 95% de las características específi-
cas del ser humano o del animal quedan reagrupadas en tan sólo un total de diez
dimensiones. Las tres dimensiones más frecuentes hacen referencia a la racionali-
dad (16,7%), fidelidad (16,0%) y la agresión (15,3%). Van seguidas por un blo-
que de otras tres: lo natural (11,8%), la amoralidad (9,0%) y la irracionalidad
(7,6%). Finalmente se encuentran con un peso similar las cuatro dimensiones
restantes: lo doméstico (4,9%), discriminación (4,9%), instinto-visceralidad
(4,9%) y salvaje (4,2%). 
Lo más importante es, sin duda, que la distribución de esas dimensiones difie-
re entre las cuatro condiciones experimentales (c2(30)=285,70; p<0,00001). La
racionalidad (64,9%; p<0,001) y, en un grado claramente menor, los valores
(domésticos) como religioso, buen comportamiento social, la tolerancia, etc.
(16,2%; p<0,001), surgen claramente en la condición «lo más positivo del ser
humano» y se puede decir que constituyen el contenido de la identidad humana
positiva. Por el contrario, las características referidas a la fidelidad (50,0%;
p<0,001) y a lo natural (36,1%; p<0,001) son evocadas en la condición en la que
se tiene que pensar en lo positivo del animal. En resumen, se encuentra, por un
lado, el polo positivo del ser humano definido por la razón y los valores de auto-
nomía (cultura) y, por otro lado, el polo positivo del animal definido por lo natu-
ral y la dependencia afectiva (natura).
Los aspectos más negativos en la identidad humana se refieren a las dimen-
siones de la amoralidad (35,3%; p<0,001) y de agresión (35,3%; p<0,001),
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TABLA II
Características y dimensiones por cada condición experimental
CARACTERÍSTICAS (ENTRE DIMENSIÓN DE ser ser animal animal total
PARÉNTESIS EL NÚMERO DE AGRUPAMIENTO humano humano positivo negativo
SUJETOS QUE DIERON LA MISMA positivo negativo
RESPUESTA) (n=37) (n=34) (n=36) (n=37)
inteligente (10) racional (6) 24 0 0 0 24
reflexivo; creativo (2); lenguaje; RACIONALIDAD 64,9% 0% 0% 0% 16,7%
sensibilidad; consciencia; organizado; 9,1 -3,0 -3,1 -3,2
anticipa 
tolerante (2); religioso; reprime e 6 0 1 0 7
instinto si quiere; se adapta al cambio; EL DOMESTICO 16,2% 0% 2,8% 0% 4,9%
buen comportamiento social; estable (VALORES) 3,7 -1,5 -0,7 -1,6
fiel (10); dominable; pacífico; 3 0 19 1 23
sentimental (2); afectuoso (6); sociable; FIEL 8,1% 0% 52,8% 2,7% 16,0%
reconocimiento; indefenso -1,5 -2,9 7,0 -2,6
libre (8); justo; noble (2); sincero (3); 1 0 13 3 17
solidarios (3) LO NATURAL 2,7% 0% 36,1% 8,1% 11,8%
-2,0 -2,4 5,2 -0,8
egoísmo (5); envidia; hipocresía; 0 12 0 1 13
materialismo; mentiroso; infiel; traidor; AMORALIDAD 0% 35,3% 0% 2,7% 9,0%
manipulador; perverso -2,2 6,1 -2,2 -1,6
racista (3) 0 7 0 0 7
intolerante (2) DISCRIMINACION 0% 20,6% 0% 0% 4,9%
intransigentes; prejuicios -1,6 4,9 -1,6 -1,6
agresivo (7); violencia; feroz;
propensión a morder; destructor de su 1 12 0 9 22
especie; cobarde (sobre un terrorista) AGRESION 2,7% 35,3% 0% 24,3% 15,3%
cruel (3); inhumano; maldad -2,5 3,7 -2,9 1,8
consciente; venganza (3); maldad;
intención; insulta
irracional (8); idiota; sin inteligencia; 0 0 0 11 11
simple de mente IRRACIONALIDAD 0% 0% 0% 29,7% 7,6%
-2,0 -1,9 -2,0 5,9
instintivo (4); impulsivo; audaz; INSTINTO, 0 0 3 4 7
visceral VISCERALIDAD 0% 0% 8,3% 10,8% 4,9%
-1,6 -1,5 1,1 2,0
salvaje (5); no-civilizado 0 0 0 6 6
SALVAJE 0% 0% 0% 16,2% 4,2%
-1,5 -1,4 -1,4 4,3
se comporta según sus juicios; 2 3 0 2 7
jerarquía; menos instinto OTRAS 5,4% 8,8% 0% 5,4% 4,9%
de supervivencia; sucios; hambriento; 0,2 1,2 -1,6 0,2
feliz; caprichoso
Nota: En la primera columna, las cantidades entre paréntesis indican el número de sujetos que dieron
esa misma característica. En el resto de las columnas, los valores de la primera línea indican el número de
sujetos que mencionaron la dimensión, la segunda línea el porcentaje (por columna, sobre el total de
casos de la condición) y la tercera línea los residuos normalizados; los valores +/-1,9 significan una des-
viación con respecto a los efectivos esperados al azar, de p<0,05, los valores +/-2,6 a p<0,01 y los valores
+/-3,4 de p<0,001.
seguidas de la discriminación (20,6%; p<0,001). Los aspectos más negativos
del animal corresponden a la irracionalidad (29,7%; p<0,001), salvaje (16,2%;
p<0,001) y a la visceralidad instintiva (10,8%; p<0,05); la agresión sólo apare-
ce como una tendencia (24,3%; p<0,07). Cabe señalar la asimetría que se
observa al definir lo negativo del ser humano y del animal. Mientras que lo
negativo del ser humano se define con respecto al mal que se puede aplicar al
otro, lo negativo del animal se define más bien por cualidades negativas que en
sí no implican al otro.
Clasificación social
Lo central para la problemática de este artículo es ver cuáles son los grupos
sociales evocados por los encuestados a partir de cada una de esas características.
Todos estos grupos mencionados han sido codificados mediante un total de 10
categorías (proporción de acuerdo entre tres jueces: 0,97. Véase la tabla III): eco-
nomía alta (12,5%); racistas (12,5%); edades-no-adulto (11,8%); intelectuales
(9,7%); minorías étnicas (9,7%); agresivos (9,0%); poderes institucionales
(8,3%); organizaciones no gubernamentales (6,9%); economía baja (4,9%); reli-
gioso (4,2%); otros (10,4%). 
Lo más interesante es sin duda examinar la distribución de esas categorías
sociales a través de las cuatro condiciones experimentales. El test de c2 muestra
una asociación muy significativa entre ambos (c2(30)=114,96; p<0,00001).
Prestaremos atención tanto a los grupos significativamente presentes como a los
significativamente ausentes en una condición dada (mencionados por debajo de
lo esperado al azar). Comenzando por la condición en la que los sujetos tenían
que pensar en las cosas positivas propias del ser humano, se observa que ante todo
éstas se van a plasmar en el grupo de intelectuales (37,8%; p<0,001), que de
hecho no será evocado en ninguna otra condición. Como grupo significativa-
mente (p<0,01) ausente aparecen los racistas, que ni un solo sujeto de esta condi-
ción los ha mencionado. 
En la condición aspectos negativos del ser humano aparecen evocados de forma
significativa los racistas (26,5; p<0,01), los agresivos (17,6%; p<0,05) y los grupos
definidos por su poder institucionalizador (17,6%; p<0,05). Por otra parte, están
significativamente ausentes de esta condición (p<0,05) los intelectuales, los grupos
de edades-no-adulto y las minorías étnicas, que ni un solo sujeto los ha evocado.
En la condición aspectos negativos del animal, aparecen evocados prácticamente
los mismos grupos que en la condición aspectos negativos del ser humano. Le
son asociados de forma significativa los racistas (21,6%; p<0,05) y los agresivos
(16,2%; p<0,06); en cuanto al grupo de los institucionalizadores,aunque sí es
mencionado dentro de esta condición (10,8%), sin embargo, no llega a serlo de
forma significativa (p>0,10). Como grupos significativamente ausentes sólo
figura esta vez el grupo de los intelectuales (p<0,05).
Finalmente en la condición animal positivo se encuentran los grupos de edades-
no-adulto (27,8%; p<0,001) y las minorías étnicas (27,8%; p<0,001). Aparecen
significativamente ausentes los intelectuales, los racistas y los agresivos.
Los grupos que hacen referencia a la economía (alta o baja), a la religión y a las
organizaciones no-gubernamentales aparecen proporcionalmente repartidos
entre las cuatro condiciones experimentales. Esto puede reflejar la ambigüedad
con la que se habla de esos grupos, presentes, pero sin que su espacio antropo-
semántico quede claramente definido. Tampoco se encuentran diferencias entre
condiciones respecto a los grupos clasificados como «otros».
60
61
TABLA III
Grupos y categorías surgidos en cada condición experimental
GRUPOS (ENTRE PARÉNTESIS EL CATEGORÍA DE ser ser animal animal total
NÚMERO DE SUJETOS QUE AGRUPAMIENTO humano humano positivo negativo
MENCIONAN ESE MISMO GRUPO) positivo negativo
(n=37) (n=34) (n=36) (n=37)
cultos (2); arquitectos; artistas; 14 0 0 0 14
profesores; científicos; estudiantes (3); INTELECTUAL 37,8% 0% 0% 0% 9,7%
intelectuales (2); investigadores (2); poetas 6,7 -2,2 -2,3 -2,3
racistas (5); nazis (2); extrema derecha 0 9 1 8 18
(2); skinheads (4); ultras (2); raza blanca; RACISTAS 0% 26,5% 2,8% 21,6% 12,5%
machistas (2); fanáticos -2,7 2,8 -2,0 1,9
terroristas (8); delincuentes (4); 1 6 0 6 13
malhechores AGRESIVOS 2,7% 17,6% 0% 16,2% 9%
-1,7 2,0 -2,2 1,8
militares; dictadores; autoridades; 2 6 0 4 12
familia real; familia; políticos (3); PODER 5,4% 17,6% 0% 10,8% 8,3%
varones; occidentales (2) INSTITUCIONAL -0,7 2,2 -2,1 0,6
niños (7); viejos (6); jóvenes (3); 4 0 10 3 17
grupo de los juniors EDAD-NO- 10,8% 0% 27,8% 8,1% 11,8%
ADULTO -0,2 -2,4 3,4 -0,8
gitanos (5); tribu salvaje (2); caníbales; 1 0 10 3 14
indígenas; indios de América; misionero MINORÍAS 2,7% 0% 27,8% 8,1% 9,7%
e indígena; pigmeos; vascos; Lamas ETNICAS -1,7 -2,2 4,2 -0,4
ricos (8); yuppies (3); jet set; 4 7 2 5 18
clase alta; clase medio-alta (4); ECONOMÍA ALTA 10,8% 20,6% 5,6% 13,5% 12,5%
empresarios -0,4 1,6 -1,5 0,2
pobres (2); clase humilde; países 1 1 3 2 7
subdesarrollados (2); marginales (2) ECONOMÍA BAJA 2,7% 2,9% 8,3% 5,4% 4,9%
-0,7 -0,6 1,1 0,2
pacifistas (2); greenpeace; sectas (2); ORG, NO 3 1 4 2 10
sindicatos; gente de las ONG; scouts (2); GUBERNAMEN- 8,1% 2,9% 11,1% 5,4% 6,9%
mafia TALES 0,3 -1,1 1,1 -0,4
religiosos; cristianos; eclesiásticos; 3 0 3 0 6
católicos; curas; budistas RELIGIOSOS 8,1% 0% 8,3% 0% 4,2%
1,4 -1,4 1,4 -1,5
drogados; deficientes; incultos; 4 4 3 4 15
sin estudios; implicados; progresistas; OTROS 10,8% 11,8% 8,3% 10,8% 10,4%
heavies; hippies; todos (2); el conjunto; 0,1 0,3 -0,5 0,1
masa urbana; pueblo; relaciones
públicas; usan normas 
Nota: En la primera columna las cantidades entre paréntesis indican el número de sujetos que dieron ese
mismo grupo. En el resto de las columnas, los valores de la primera línea indican el número de sujetos
que mencionaron la categoría, la segunda línea el porcentaje (por columna, sobre el total de casos de la
condición) y la tercera línea los residuos normalizados; los valores +/-1,9 significan una desviación
p<0,05 con respecto a los efectivos esperados al azar, los valores +/-2,6 de p<0,01 y los valores +/-3,4 de
p<0,001.
Una primera conclusión que se extrae de esos resultados es que el grupo pro-
totípico más positivo del ser humano son los intelectuales (correspondiente aquí
a tener estudios universitarios). Pensar en cosas positivas del ser humano impide
pensar en los racistas. Se tiene así que los grupos que se definen por discriminar o
agredir a otros grupos, son los más asociados a los aspectos negativos, aunque
surjan tanto al pensar en lo negativo del ser humano como en lo negativo del ani-
mal. De modo complementario, los intelectuales aparecen significativamente
ausentes de estas condiciones en las que los sujetos tuvieron que concentrarse en
los aspectos negativos. 
La negatividad del ser humano daría pie a una clasificación de los grupos
sociales bastante similar a la negatividad del animal. Esto puede deberse a que la
negatividad esté evocando en la representación a la vez la natura y la cultura. Un
detalle quizá interesante es que la negatividad del ser humano aparece también
más anclada en los grupos que disponen de un poder institucionalizador que en
las minorías étnicas y en los grupos de edades-no-adulto. Es decir, se reconocen
posibles excesos de los grupos que ocupan el poder.
Pero el resultado más importante para nuestra teoría de la exclusión social es
haber observado que las minorías étnicas aparecen evocadas por el animal, aun-
que, eso sí, sólo cuando se piensa en cosas positivas de éste. El hecho de que las
edades-no-adulto también aparecen igualmente evocadas sugiere una posible
biologización subyacente en esta condición. Finalmente se puede decir que si lo
positivo parece excluir de esta condición a los racistas y los agresivos, lo animal
parece excluir los intelectuales. Todo esto parece una confirmación de la hipóte-
sis de que entre el ser humano (la cultura) y el animal (la natura) aparecen repre-
sentadas las minorías étnicas.
Categorías sociales y contenido de agrupamiento. En un análisis más detallado, para
examinar el contenido subyacente a cada categoría social evocada, se ha calculado
la correlación entre cada categoría y cada dimensión, independientemente de la
condición experimental en la que se mencionó la categoría y el contenido de la
dimensión. En la tabla V se presentan los contenidos significativamente asocia-
dos a cada una de las categorías evocadas. 
TABLA V
categorías sociales y contenido que ha servido para su evocación
CATEGORIA SOCIAL EVOCADA CONTENIDO DE EVOCACIÓN
intelectuales racionalidad (8,8)
religiosos valores tolerancia, religión (3,3)
edades-no-adulto fidelidad (5,1)
minorías étnicas lo natural (4,7)
clase economía baja fidelidad (2,0)
clase economía alta amoralidad (3,8)
poderes institutionalizadores amoralidad (4,1)
racistas racismo (4,8)
visceralidad (2,5)
agresivos agresión (6,5)
ONGs -
otros -
NOTA: Los valores entre paréntesis de la segunda columna corresponden a los residuos normalizados.
Cuando éstos son +/-1,9 significan una asociación de p<0,05, los valores +/-2,6 de p<0,01 y los valores
+/-3,4 de p<0,001.
El test de c2 indica una asociación muy significativa entre las categorías y los
contenidos (c2(100)=277,40; p<0,00001) indicando que unos contenidos espe-
cíficos evocan determinados grupos de modo sistemático. Así, la racionalidad
62
hace pensar efectivamente en los intelectuales. El racismo y la visceralidad hacen
pensar en los racistas. La agresión en los agresivos. La amoralidad en los poderes
institucionalizadores y en las clases altas. Lo natural en las minorías étnicas. Los
valores domésticos como la tolerancia, la religión, en los religiosos. La fidelidad
en las edades-no-adulto (niños, viejos) y en las clases sociales bajas. Sólo las
ONGs y «otros» no surgen con un contenido específico asociado.
Cuestiones complementarias
Evaluación de esos grupos e identificación con ellos. Una vez que el sujeto había
escrito el grupo se le pedía que indicara su evaluación de ese grupo ( «si se
trataba de un grupo que le gustaba (1) o que no le gustaba (21)» y a conti-
nuación en qué medida se identificaba con ese grupo («si estimaba tener algo
en común con ese grupo»; 1=mucho; 21=nada). Las respuestas a estas dos
cuestiones han sido analizadas mediante un análisis de varianza 2 (describe el
ser humano frente a describe al animal) x 2 (en positivo frente a en negativo) x 2
(escala de evaluación frente a escala de identificació n), con medidas repetidas
sobre este último factor. 
En primer lugar, aunque las escalas de evaluación y de identificación aparecen
positivamentecorrelacionadas (r=+0.73; p<0,001), no obstante, se encuentra
un efecto principal que indica que en términos absolutos la evaluación es más
positivamente afirmada de lo que lo es la identificac ión al grupo
[F(1,140)=18,95; p<0,001; véase la Tabla IV]. Se encuentra a continuación un
efecto principal del factor aspectos positivos frente a aspectos negativos
[F(1,140)=64,52; p<0,001], según el cual, los grupos evocados a partir de las
características negativas, resultan consecuentemente peor evaluados y los sujetos
se identifican menos con ellos. Sin embargo, como puede verse en la tabla IV,
cuando se trata de un grupo que simboliza los aspectos negativos, la evaluación
(negativa) y la no-identificación aparecen polarizadas en el mismo grado. Por el
contrario, cuando el grupo representa los aspectos positivos, la evaluación está
más positivamente polarizada de lo que lo está la identificación. Es decir, los
grupos negativamente definidos dan lugar a una indisociación entre la valora-
ción negativa que reciben y la no-identificación con ese grupo; por el contrario,
los grupos positivamente definidos parecen más bien dar lugar a una disociación
entre la identificación con ese grupo y la valoración positiva que se manifiesta de
ese grupo, la cual no prejuzga que uno se vaya a identificar con ese grupo, o al
menos con esa misma polaridad con la que es evaluado (para otras asimetrías en
la negación, véase Pérez, Moscovici y Buschini, 2000).
TABLA IV
Juicios evaluativos e identificación con el grupo
¿en qué medida te cae bien ese ¿en qué medida tienes algo en
grupo? (1=me cae muy bien; 21= me común con ese grupo? (1=mucho;
cae muy mal). 21=nada)
característica característica característica característica
positiva negativa positiva negativa
ser humano 7,43a 16,79c 9,32d 16,26c
animal 5,61a 13,38b 9,94d 15,24c
Cada media de las negativas difiere de cada media de las positivas. Dentro de cada columna, sólo difieren
entre sí las medias que llevan una letra diferente p<0,05 (test Student-Newman-Keuls)
63
El factor ser humano frente a animal, se encuentra en interacción con el conte-
nido de la escala (evaluación frente a identificación; F(1,140)=7,75; p<0,006):
cuando se trata de grupos surgidos vía la referencia al ser humano no se dan dife-
rencias entre la evaluación (m=11,92) y la identificación (m=12,65; p>0,26).
Por el contrario, cuando se trata de grupos surgidos vía la referencia al animal
son juzgados más positivamente (m=9,55) de lo que el sujeto se identifica con
ellos (m=12,63; t/72=5,10; p<0,001).
Finalmente, un detalle es que el grupo que mejor sintetiza lo negativo del ser
humano aparece peor evaluado (m=16,79) que el grupo que mejor sintetiza lo
negativo del animal (m=13,38). Esa diferencia no da en el caso de la identifica-
ción. Esto confirma el efecto de la oveja negra y la dinámica normativa descu-
biertos por Marques (1987).
Semejanzas psicológicas y físicas entre el ser humano y el animal. Finalmente se
pidió al sujeto que indicara «en qué medida pensaba que hay gente que se
parece más psicológicamente al animal que al ser humano» (1=sí la hay; 21=no la
hay); y otra pregunta idéntica pero referida al parecido físico. Las respuestas a
estas dos cuestiones han sido analizadas mediante un análisis de varianza 2
(describió al ser humano frente a describió al animal) x 2 (en positivo frente a en nega-
tivo) x 2 (escala de similitud psicológica frente a física), con medidas repetidas
sobre éste último factor. 
Sólo aparecen dos efectos principales (véase Tabla VI). En primer lugar los
encuestados afirman más la similitud psicológica (m=7,96) que la física
[m=13,33; F(1,140)=75,98; p<0,001]. En segundo lugar, afirman una mayor
similitud en general cuando describieron al ser humano (m=9,88) que cuando
describieron al animal [m= 11,39; F(1,140)=3,91; p<0,05]. 
TABLA VI
Juicios de similitud psicológica y física entre el ser humano y el animal
similitud psicológica (1=si; 21= no) similitud física (1=si; 21= no)
característica característica característica característica
positiva negativa positiva negativa
ser humano 7,11 7,56 12,49 12,38
animal 7,44 9,68 14,06 14,35
Interpretamos estos resultados como una indicación del tabú que supone la
animalización de los grupos humanos. Así, cuanto más se ha pensado previa-
mente en grupos evocados por la vía del animal, menos se afirma ahora la simili-
tud entre el ser humano y el animal. Lo mismo se podría decir de la diferencia
entre lo físico y lo psicológico: cuanto más materializada pueda resultar la simili-
tud entre el ser humano y el animal (aspecto físico), con mayor intensidad se
niega esa similitud. 
El conjunto de estos resultados nos confirma la doble dinámica de la ontolo-
gización y de la discriminación: hay grupos específicos más asociados al animal
y otros más asociados al ser humano. A primera vista, lo lógico sería que al pen-
sar en grupos humanos próximos del animal (que han derivado de la descrip-
ción específica de éste), se afirmara ahora una mayor similitud entre el ser
humano y el animal. Sin embargo, se ha observado lo contrario. De algún
modo, esto sugiere que la ontologización y los juicios de discriminación no
siguen la misma lógica.
64
DISCUSIÓN
Este conjunto de resultados muestra que la comparación ser humano-animal
da lugar a un sistema de clasificación social pertinente para comprender la inclu-
sión y la exclusión social. En lo que respecta al contenido de este sistema, se
encuentran claramente definidos los cuatro espacios semánticos encuestados: en
lo positivo, la oposición inteligencia y racionalidad frente a dependencia social y
comportamiento natural; en lo negativo, la distinción entre la amoralidad y la
discriminación, por un lado, y el ser salvaje y lo instintivo, por otro. En suma,
tanto en una como en otra dimensión evaluativa se puede detectar la oposición
cultura-natura o espíritu-cuerpo. La cultura define la identidad humana y la
natura define la identidad del animal.
La principal idea de la que se ha partido es que la dimensión natura-cultura
sirve de base para una clasificación social pertinente para comprender distintas
modalidades de intragrupos y exogrupos, y por tanto distintas modalidades de
inclusión y exclusión sociales. Los resultados del estudio ilustran bastante bien
esta idea. Se ha visto que esos espacios semánticos evocan diferentes grupos
sociales, dándose un amplio consenso (significativo) sobre qué tipo de grupo está
en correspondencia con qué tipo de contenido. En su vertiente positiva, con la
cultura se evoca a los intelectuales; con la natura, vista desde su lado positivo, se
evoca las edades-no-adulto y las minorías étnicas. En su vertiente negativa, con
la cultura se evoca a los racistas y a los poderes institucionalizadores. Los grupos
evocados por los aspectos negativos del animal no difieren de los grupos in-
humanos (racistas y agresivos). Finalmente, cuatro grupos no parecen encontrar
un anclaje en esta comparación ser humano-animal: las ONGs, los religiosos, la
clase rica y la clase pobre. 
Un análisis más detallado ha mostrado efectivamente una correlación exclusi-
va entre evocar la racionalidad y pensar en los intelectuales, evocar lo natural y
pensar en las minorías étnicas, evocar la fidelidad y pensar en las edades-no-adul-
to (también en la clase pobre). También se ha visto que la agresión es tanto un
aspecto propio del animal como in-humano; los racistas tanto aparecen evocados
por el racismo como por la visceralidad; la amoralidad se asocia tanto a los pode-
res institucionales como a la clase media-alta. 
Para el encuestado muchos de estos grupos son distintos tipos de intragrupo y
de exogrupo. Aunque se podría hablar de intragrupos positivos e intragrupos
negativos, así como de exogrupos positivos y de exogrupos negativos, según que
hayan sido evocados respectivamente vía la identidad humana o vía la identidad
animal, sin embargo, cuando se trata de la identidad negativa, los espacios
semánticos del intragrupo y del exogrupo se confunden.Aunque nuestra hipóte-
sis era que los grupos representados dentro del espacio natura tienen un grado
más de exogrupo que los exogrupos situados dentro del espacio cultura, a la vista
de esa confusión en los aspectos negativos, en futuras investigaciones habrá que
plantearse si realmente esa hipótesis sólo se confirma con los aspectos positivos. 
En otro plano, se puede concluir que se confirma nuestra hipótesis fundamen-
tal de que las minorías étnicas son interpuestas entre el ser humano y el animal,
aunque ello sea vía la representación positiva del animal. Según ese planteamien-
to el que no se digan cosas negativas de una minoría no significa que no se dé la
exclusión de esa minoría. Independientemente de la connotación, el representar-
se las minorías étnicas dentro del universo del animal, constituye un indicio de
que esas minorías étnicas son representadas más del lado de la natura que de la
cultura, es decir, excluidas o no-incluidas dentro del mapa social de la identidad
humana. Y si lo mismo se podría decir de las edades-no-adulto, sin embargo, las
65
minorías étnicas lo son por la semántica de lo natural, mientras que esas edades
periféricas lo son por la dependencia social, compartida de hecho con las clases
pobres.
Otro resultado interesante es que los grupos que surgen vía el ser humano son
evaluados más negativamente que los grupos surgidos vía el animal, aunque la
diferencia sólo es realmente significativa cuando se trata de grupos «negativos».
En cualquier caso esto ilustra que el espacio ser humano y el espacio animal no
caben ser reducidos a una mera evaluación positiva y negativa respectivamente.
Por ejemplo, los intelectuales no son evaluados más positivamente que las mino-
rías étnicas (las medias van incluso en la dirección opuesta). Sin embargo, el
espacio semántico que evoca a las minorías étnicas está relacionado con la natura,
mientras que el de los intelectuales está relacionado con la cultura. Por tanto se
puede estar evaluando positivamente una minoría étnica y pese a ello anclar su
representación en el espacio semántico del animal (otra ilustración de esto se
puede ver en Moscovici y Pérez, 1999). Esto nos confirma la utilidad que presen-
ta diferenciar discriminación (juicios evaluativos, en nuestro caso) y ontologiza-
ción (espacio semántico). La ontologización supone una exclusión (o una no-
inclusión) social en el plano de la representación social, sin que necesariamente
vaya acompañada de juicios valorativos negativos (discriminación).
CONCLUSIÓN
En cada ser humano se puede encontrar una serie de atributos compartidos
con el animal y otros que lo diferencian de éste. Nunca saldríamos de un conti-
nuo. Ahora bien, de este continuo se ha hecho un discontinuo y se ha elaborado
una escala, una jerarquía, donde en un polo se concentran las minorías étnicas y
en el otro la mayoría que encuentra su identidad -superior- erigiendo esa escala.
El combate contra la exclusión de esas minorías no debería centrarse en invertir
las posiciones dentro de esa u otra escala. Lo importante es abolir la idea de esca-
la, por la ontologización que conlleva. La innovación necesaria pasa aquí por lle-
gar a pensar que las diferencias entre los seres humanos son inevitables, pero que
se trata de diferencias del modo de vida y no de esencia. En la medida en que se
acepte que esas diferencias no son saltos cualitativos, se hará posible relaciones
sociales de proximidad y asociación. La ontologización subyacente a la escala con
la que se ordenan los seres humanos impide ver que cualquiera puede ser sujeto y
ejemplo para el otro. Se comprenderá así por qué si se combate la ontologización
se está combatiendo el racismo en un plano profundo.
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