Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
‘’El Triángulo Infernal: Periodistas, políticos y opinión pública’’. Dominique WOLTON. Ayer era la lógica del poder la que resistía el contrapeso de la información y del público. Hoy es la omnipresencia de la comunicación y de la opinión pública la que desestabiliza una lógica política menos arrogante. 1. Los elementos del desequilibrio. 1) Aunque no hay política sin comunicación, hoy asistimos a la inversión de la relación: la comunicación predomina sobre la política en detrimento de los políticos, así debilitados. Los medios son necesarios para valorizar su acción, pero al mismo tiempo ponen de relieve la debilidad de su margen de maniobra. Además, el político sufre la presión de los acontecimientos y la del sequito del periodista. Los periodistas ponen fácilmente en duda la capacidad de acción de los políticos, que están entonces obligados a comer de las emisiones de radio a los estudios de televisión para responder a los rumores, confirmar algunos, desmentir otros, distinguirse de los competidores, construir su propia imagen, prever en futuro y no dar la sensación de ser incapaces de enfrentar el presente. Por eso mismo, debería hacerse hoy una verdadera sociología del hombre político, aplastado por la comunicación triunfante. Porque la presión de la información y de los acontecimientos es tal que el actor se desestabiliza. La imagen y la información los traspasan. Aunque el periodista no desea ser engañado por los políticos, tampoco desea ver directamente su debilidad. Porque la débil capacidad de acción del hombre publico y su debilidad desestabiliza también al ciudadano. Pero los actores políticos tienen una responsabilidad, al aceptar que los medios y la comunicación sean los árbitros de sus relacione con los ciudadanos. Además estos actores políticos, a pesar de su fanfarroneada, son entonces, en realidad, los perdedores de esta híper mediatización. 2) La presión que ejercen los medios es considerable, pero los periodistas raramente reconocen esta inversión de la relación de fueras a su favor. Ellos informaran de las dificultades de relación con las diez o veinte personalidades que estén en la cumbre del Estado. Pero callan los casos más frecuentes, en los que están, en cambio, en una posición favorable respecto de los otros políticos. En esta relación de fuerzas con los políticos, los periodistas tienen la enorme ventaja de no enfrentar ninguna sanción. Los hombres políticos se volvieron humildes. Concientes de su débil margen de maniobra y constantemente ‘’iluminados por los medios’’, mientras que, a la inversa, el mundo de la comunicación esta mucha mas seguro de si mismo. Por interposición de los periódicos, la radio y la televisión, el ciudadano no puede permanecer durante mucho tiempo ignorante de los rumores que circulan en ‘’los medios bien intencionados’’ de la comunicación. Los políticos son terriblemente dependientes de los comentarios de esta nomenklatura periodística. Por lo demás, la autocrítica no es una práctica corriente en la prensa. 3) la influencia de las encuestas no es menos desestabilizante. Francia es la primera productora y consumidora de encuestas. Se considera que las encuestas son mediciones de opinión, mientras que en realidad se trata de respuestas sesgadas a preguntas orientadas, en una dirección que no es verdaderamente informativa. La información desaparece ni bien los resultados se hacen públicos. Solo quedan porcentajes. Son las elites las que más están bajo la influencia de las encuestas, aunque disponen de otros sistemas de información y fingen debido a una preocupación constante por distinguirse, no estar interesadas en ellas. Aunque útiles, las encuestas no miden mas que el primero de los tres niveles de la opinión publica, el ligado a la actualidad y a los sucesos. El segundo corresponde a las elecciones ideológicas y a las representaciones y no puede ser aprendido más que parcialmente por el modo de recolectar la información. El tercer nivel es el de las infraestructuras culturales, religiosas, sociales, del que no sabemos gran cosa. La paradoja es entonces que la información y las encuestas, que deberían permitirles a los políticos aprehender mejor la realidad y a los ciudadanos relativizar el discurso de los dirigentes, producen el resultado inverso, al enturbiar la visión y provocar una sobreexposición en el corto plazo. 2. Tres consecuencias del desequilibrio. 1) Las crisis sociales son siempre inesperadas y violentas. Las encuestas, los indicadores, los rumores plantea un problema temible para la democracia: las elites y los políticos querrían ver la realidad, pero solo la enfrentan a través de esa malla de cifras, barómetros, estadísticas, hábitos mentales, etc. Y olvidan la existencia de otra realidad social. Esta crisis es el Desenganche que se opera entre las categorías dirigentes y la sociedad. 2) cuando la crisis social estalla, la lógica del suceso ocupa demasiado lugar en una economía de la comunicación donde los efectos de la competencia son tan fuertes como la lógica del suceso. Los medio plantean no solo el problema de la ‘’capacidad del poder’’ para resolver la crisis; pronto la autoridad e incluso la legitimidad política son puestos en tela de juicio. Algunos días cruciales, el papel de la comunicación, debido a la híper mediatización de las tensiones, no es secundario. Se tiene la impresión de que no hay más que crisis. Esta invade y desestabiliza todo. Deslegitimizando a los políticos. 3) en una especia de aumento del poder del papel de los medios, estos tienden, en una situación tensa, a hacer de mediadores para ‘’desbloquear’’ la crisis y ‘’hacer de progresar el dialogo’’, argumentando que las cosas irían mas rápido si los protagonistas estuviesen mejor informados. De esta manera reproducen la crisis a un problema de ‘’información. ’’. Si en nuestros días los actores no negocian mas rápido o mejor no es porque no sepan ‘’realmente’’ lo que los otros quieren, sino porque se organiza aquí un juego de relaciones de fuerzas donde lo importante no es la información sobre los respectivos proyectos, sino la capacidad de influenciar por todos los medios la relación de fuerzas. En situación de crisis el problema no es principalmente de comunicación, sino político y es en la escena política donde las cosas deben jugarse. Existe en la ‘’diplomacia de los medios’’ y en la negociación de los medios’’ una idea elemental pero errónea, según la cual las partes se comprenderían mejor si se hablasen directamente. La lógica del poder y de las relaciones de fuerza es, en ciertas situaciones, superior a la de la comunicación. 3) Las puertas de Salida. 1) Para los políticos, se trata en primer lugar de aflojar ‘’ la morsa del acontecimiento’’ que pesa sobre ellos por la vía indirecta de los medios y de las encuestas, y de revalorizar su papel, que no es manejar la comunicación política sino actuar sobre la realidad. En descargo de los periodistas, de los que puede lamentarse que ejercen demasiada presión sobre los políticos, es necesario recordar que son frecuentemente los mismos políticos los que solicitan los medios y las encuestas, de los que luego se quejan en privado. Muchos no ven tanta diferencia entre los políticos y el mundo de la comunicación. 2) Revalorizar el par político- ciudadano. Favoreciendo el acercamiento entre los políticos y los ciudadanos como las posibilidades de un reequilibramiento entre la política y la comunicación podrán concretarse. La revalorización del par político-ciudadano para por la revalorización del oficio de político Apostar a la inteligencia crítica del público seria entonces para los políticos un buen modo de liberarse de la presión de la comunicación, y de volver a encontrar las raíces de su compromiso. Hoy los medios producen un cortocircuito entre los dirigentes y los militantes. Revalorizar la política en relación a la comunicación es, en primer lugar, por parte de los dirigentes políticos, darles la sensacióna los militantes y simpatizantes de que el sentido de la política no esta en los palacios nacionales o internacionales. 3) Ampliar el circuito de los que hablan. Esto remite en primer lugar a la responsabilidad de los medios. ¿Por qué los periodistas recurren siempre a las mismas personalidades bien identificadas? Los periodistas deberían quebrar este circuito vicioso, pero no recurriendo para ello, como se hace cada vez, a ‘’personas ordinarias’’ a quienes se mezclan voyeurismo y una especie de actitud de base dudosa. Deberían, en cambio, ampliar el circuito de la palabra, simplemente buscando un poco más lejos a individuos capaces de intervenir. Ampliar el circuito, las palabras, las referencias, los vocabularios, estimularía la curiosidad, provocaría sorpresas y confortaría a los periodistas en su papel de ‘’descubridores de talentos’’. Al hacerlo, justifican su función y producen también la sensación, en un publico cada vez menos propenso a creer cualquier cosa, que están allí ‘’para todo el mundo. ’’ La primera dificultad es paradójicamente para los medios. Acosado por informaciones sobre el mundo, ve todo sin poder hacer gran cosa. La segunda dificultad es para los políticos. Ellos todavía no advirtieron cuanto cambio su mirada del público sobre ellos. La tercera que concierne a las relaciones entre el público y los periodistas, no es menos real aun cuando sea menos visible. Estos se transforman en caballeros blancos de la verdad, pero el público no se engaña. La tentación de presentarse como los últimos escudos de la verdad y de la justicia, contra hombres políticos necesariamente sospechosos plantea temibles problemas. Primero, la desvalorización de aquellos que deben enfrentar la acción y la responsabilidad. Segundo la sospecha de toda autoridad. Finalmente, los deslizamientos progresivos hacia dos ideas aparentemente seductora, pero finalmente peligrosa: la prensa como cuarto poder y el gobierno de los jueces.
Compartir