Logo Studenta

Clifford doc

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

James Clifford: Sobre la autoridad etnográfica
Progresivo resquebrajamiento de la
autoridad etnográfica tradicional
El autor parte de la premisa de que, a
partir de los movimientos de descolonización
que se desataron en los años cincuenta y
sesenta, la autoridad etnográfica tradicional se
fue viendo progresivamente resquebrajada.
El primer mundo ya no es origen y
fundamento de verdad antropológica. Vivimos
más bien en una situación de comunicación y de
contacto intercultural en la cual los procesos de
interpretación son recíprocos.
Tradicionalmente, era el etnógrafo quien
tenía la última palabra sobre una cultura
determinada. Hoy, sabiendo que el Otro, a quien
describimos, es en gran parte fruto de nuestra
construcción intelectual, Clifford se pregunta
cuál es el papel del etnógrafo en la descripción e
interpretación de una cultura.
El desarrollo de la ciencia antropológica
no puede entenderse prescindiendo de los
debates políticos y epistemológicos más
generales sobre la escritura y la representación
de la alteridad. Por eso, expone los modelos de
representación de la alteridad que se fueron
imponiendo a lo largo del siglo XX.
La autoridad experiencial
Clifford distingue, en la historia de la
ciencia etnográfica, cuatro períodos distintos en
los que un tipo determinado de autoridad resultó
hegemónica. Originalmente, esta disciplina
presentaba una división entre el “hombre sobre
el terreno” (etnógrafo) y el antropólogo de la
metrópolis que analizaba los datos.
Para romper con esta división, a
principios del siglo XX, diversos antropólogos
como Malinowsky, Boas y Mead empiezan a
defender el trabajo de campo intensivo para
establecer un discurso antropológico “serio”.
El crédito del antropólogo se basaba en
su experiencia personal singular, el “haber
estado ahí”. La observación participante
intensiva (Malinowsky) se establece como
norma profesional.
Pero el poder de la observación sólo
enfocaba su atención en las ceremonias y los
gestos susceptibles de registro. La interpretación
estaba sólo ligada a la mera descripción.
Lo cierto es que el trabajo de campo
intensivo, llevado a cabo por especialistas
entrenados en las universidades, permitió la
recolección de datos sobre pueblos exóticos que
permitirían luego el desarrollo de nuevas
hipótesis antropológicas.
La autoridad interpretativa
Paulatinamente, ciertos antropólogos
miraban a la cultura como un conjunto de textos
a interpretar. Es el caso de Clifford Geertz, para
quien la cultura era una urdimbre inmensamente
compleja de significaciones a interpretar.
En estos casos, ya no sólo se describía la
institución social, sino que se analizaba el
significado que en torno a ella construían los
miembros de la comunidad.
La experiencia de investigación
requerirá de una traducción. En lugar de
presentar un ritual como el eslabón de una
cadena de muchas otras situaciones ritualizadas,
se presenta el ritual como un texto que para ser
comprendido requiere la presentación
simultánea de su contexto, es decir, su realidad
cultural.
Así, se intentaba exhibir las instituciones
sociales de una comunidad desde el punto de
vista del nativo. Pero el proceso de
investigación y la realidad de las situaciones
discursivas y de los interlocutores individuales
fueron eliminados del texto final.
La autoridad dialógica
Es por eso que desde los movimientos de
descolonización que se sucedieron a partir de
los años cincuenta los científicos comenzaron a
rechazar los discursos que retratan las realidades
culturales de otros pueblos sin poner su propia
realidad en tela de juicio.
De aquí en más, ni la experiencia ni la
actividad interpretativa del investigador pueden
considerarse inocentes. Se hace necesario
concebir la etnografía no como la interpretación
de “otra” realidad, sino más bien como una
negociación constructiva que involucra a, por lo
menos, dos sujetos políticamente significantes.
Se empieza a concebir el trabajo de
campo como un fenómeno lingüístico en donde
deberá distinguirse el investigador del nativo.
La etnografía se ve como un proceso de diálogo
en el que los interlocutores negocian
activamente una cierta visión de la realidad.
La autoridad polifónica
Desde Orientalism, de Edward W. Said
(1978), no podemos negar que el Otro es el
resultado de una construcción ideológica en la
que interviene toda clase de filtros y
discriminaciones generalmente interiorizados.
Es por eso que el sujeto del discurso debe, pues,
identificar su posición social e intelectual para
poner en evidencia las relaciones de poder
involucradas en sus palabras.
Muchos científicos empiezan a darse
cuenta que el poder del investigador es el que
finalmente se impone para construir la
etnografía.
En los diálogos etnográficos se hace aparecer al
interlocutor nativo como el más representativo
de su cultura. A su vez, el texto final constituye
un diálogo editado y ordenado según los
criterios del investigador. Como textos, esas
etnografías no serían verdaderamente
dialógicas.
Para superar estos problemas, muchos
investigadores empiezan a considerar la
posibilidad de incorporar más voces al diálogo.
Esto es lo que Mijaíl Bajtín había designado con
el nombre de polifonía. De esta manera, algunos
creen que podría matizarse la subjetividad del
investigador y, por lo tanto, su poder.
Los discursos de la etnografía
contemporánea son discursos de pluralidad
como lo muestran la polifonía de voces
divergentes y la yuxtaposición de géneros
literarios, sin un paradigma unificador.
Pero no sólo se trata de insertar más
voces, sino que, además, de explicar los puntos
de vista nativos usando sus propias palabras, sin
intentar mejorarlos.
La metáfora del diálogo
La metáfora del diálogo expresa que,
para obtener una comprensión intercultural, es
preciso reconocerse a sí mismo (esto es, su
propia cultura), reconocer al Otro y dialogar con
el Otro sobre la base de la alteridad que nos
constituye. En este diálogo nadie tiene la última
palabra, ninguna voz reduce la otra a una simple
condición de objeto, y el otro es reconocido
como sujeto.
En efecto, la tradición hermenéutica
reciente (Gadamer, Ricoeur, Geertz) nos ha
enseñado que comprender la cultura del Otro
implica un diálogo continuo entre mis
'prejuicios' culturales y los del Otro, en cuyo
horizonte su diferencia aparece como una de las
manifestaciones múltiples de la unidad del ser
humano.
La escritura etnográfica se torna, así,
multisubjetiva y la multiplicidad de citas
textuales adquiere sentido y coherencia en actos
concretos de lectura. Y estas lecturas están más
allá del control de cualquier autoridad singular.
Los riesgos de la heteroglosia
El problema aparece con eso que Bajtín
denomina heteroglosia y que consiste en un
lugar donde las voces están en oposición, en
conflicto permanente. La alternativa consiste en
la elaboración conjunta con los nativos.
Pero este trabajo de autoría colectiva, a
la larga, también sería dirigido y editado por
alguna autoridad que decidirá los temas de
interés y el recorte final para la investigación.
Por ahora, no es más que una utopía.
Mientras tanto, Clifford propone hacer
uso consciente de los modelos experienciales,
interpretativos, dialógicos y polifónicos para
controlar lo más posible la autoridad
etnográfica.

Continuar navegando

Materiales relacionados