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1 Platón: El mundo de las Ideas Mateo Villarreal, 2020 romanocircolo@gmail.com Tratar de sintetizar en pocas palabras el pensamiento de Platón no es cosa fácil. Sin embargo, cualquier exposición, por breve que sea, de su pensamiento, no puede dejar de lado el núcleo de su filosofía: la doctrina de las Ideas. En efecto, cuando uno piensa en Platón, normalmente le vienen a la memoria dos cosas: el mito de la caverna y que Platón dijo algo acerca de un mundo de las Ideas. Las Ideas serían la verdadera realidad, en contraposición a cuanto nos presenta la experiencia sensible, llena de objetos que cambian, que empiezan a ser y dejan de ser. De modo que habría dos mundos o realidades: el que comúnmente percibimos, y el mundo de las Ideas. Dicho así suena poco riguroso. Podría parecer una mera hipótesis inventada, quizá una explicación mitológica. Pero el hecho es que Platón es consciente de que hay otra realidad, en el sentido de que el mundo de los sentidos no se justifica a sí mismo, no encuentra en sí la razón de su existencia ni de su modo de ser. El mundo de los sentidos nos presenta una realidad en constante movimiento, todo cambia continuamente. Sin embargo, cuando conocemos, notamos que el pensamiento posee características que no se encuentran en el mundo del movimiento. El conocimiento se presenta muchas veces como necesario, eterno, universal, válido para todos siempre. ¿Cómo es esto posible? ¿Cómo es posible, por ejemplo, conocer lo que es el hombre, cuando hay tantos hombres, todos ellos distintos, de diverso tamaño, edad, raza, sexo? Cuando decimos que conocemos lo que es el hombre, ¿qué es exactamente lo que significa esto? El pensamiento necesita unidad, para captar el sentido de la multiplicidad debe reconducirla a una cierta unidad. La multiplicidad y el movimiento de las cosas no nos permiten aferrar algo verdaderamente estable y unitario. En la realidad sensible no 2 hay nada que sea perfecto. Sin embargo, nosotros en cierto sentido sabemos que existe la perfección, la belleza, si no, no podríamos juzgar unas cosas como más o menos perfectas, o más bellas o feas, si no captásemos de algún modo lo que es la perfección o la belleza. Pero el asunto es que no hay ningún objeto del mundo sensible que sea ‘la Belleza’. Podrá haber concursos de belleza, pero la ganadora no será jamás la Belleza en sí, y la belleza por la que ganó la abandonará tarde o temprano. Platón descubre que el pensamiento exige un objeto estable y eterno, que sea en sí y que no cambie. Y a esto es a lo que Platón llama Ideas. Las Ideas no son lo que normalmente entendemos por tales. No es que yo vea varias cosas bellas y por ello me formo la idea de la belleza. Al contrario, aunque el término idea pueda desorientar al respecto, Platón concibe las Ideas como la verdadera realidad, lo que verdaderamente es y que es causa de lo que percibimos con los sentidos. Es porque existe la Belleza que hay cosas bellas, y yo conozco la belleza hasta que descubro la Idea que es la causa de las cosas bellas con las que nos encontramos. Las Ideas son realidades trascendentes, que no se encuentran con los sentidos, pero que gracias a ellas, y solo en la medida en que dependen de ellas, existen las cosas sensibles. El pensamiento, que también puede conocer las cosas sensibles, nota una insatisfacción en tal conocimiento, le falta algo, e inicia así un movimiento especulativo hasta llegar a la Idea. El pensamiento mismo no descansa hasta no llegar a un principio que no dependa de nada más. Conocer una cosa en profundidad significa conocer la causa de tal objeto. En este sentido, las Ideas no dependen del pensamiento. No es la mente la que crea las Ideas. Más bien las Ideas son la verdadera realidad, que causan cualquier realidad sensible que podamos percibir y que son en sí el objeto que el pensamiento verdaderamente desea conocer. De hecho, el hombre, como es capaz de conocer las Ideas, que son inmateriales, demuestra tener dentro de sí un principio inmaterial. El alma, principio de operaciones de los seres vivos, se muestra como espiritual e inmortal en el caso de los hombres por su connaturalidad con las Ideas trascendentes. Podemos conocer todas las cosas y desde su punto de vista más radical. Y para ello es necesario que nuestra alma sea diferente de la materia, y por lo tanto incorruptible. 3 Conociendo las Ideas se conoce la realidad como dependiente de las Ideas, como fundamentada en una realidad trascendente. Y el conocimiento profundo de las cosas nos permite actuar con mayor soltura y libertad. Sabiendo la esencia de las cosas, podemos elegir mejor puesto que sabremos qué es el Bien, el bien verdadero. Sócrates estaba convencido que lo más importante del hombre era su alma, y que lo mejor que podía hacer era cuidarla, actuando racionalmente. Platón lleva más adelante su pensamiento y lo fundamenta metafísicamente, le da un soporte que lo justifica. El alma es lo más importante, puesto que es propiamente nuestra y nos permite conocer lo que es verdaderamente importante. Y lo verdaderamente importante se descubre sólo si se puede mirar la realidad desde un punto de vista global, desde sus fundamentos. Hay cosas que son más buenas que otras, y hay algo que es el Bien en sí. Aunque la propuesta platónica presenta algunas dificultades serias, sobre todo a la hora de intentar relacionar el mundo de las Ideas con el mundo sensible, es innegable la genialidad de este pensador. Platón da una solución original y poderosa a los grandes temas de la filosofía. ¿Cómo es que hay tantas cosas y tan distintas? Si las cosas cambian continuamente, ¿cómo podemos aferrarlas? ¿Cómo es posible el conocimiento? En fin, ¿por qué hay cosas? Si todo en la experiencia común aparece tan frágil y caduco, ¿cómo es que nuestro pensamiento puede captar cosas estables y nuestra alma anhelar un Bien eterno e infinito? Y Platón responde: porque existe una realidad trascendente, que no es este mundo, que da razón de las cosas que están en este mundo: las Ideas.
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