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que normalmente protege al ojo. La pérdida de tono muscular en el párpado inferior da lugar a su caída, con separación (eversión) de la superficie del bulbo ocular y desecación de la córnea. El ojo queda sin protección frente al polvo y las pequeñas partículas. La irritación del ojo no protegido da lugar a un lagrimeo excesivo, aunque ineficaz. También se forma un exceso de líquido lagrimal cuando se obstruye el aparato lagrimal, lo que impide que el líquido alcance la parte inferior del bulbo ocular. El paciente a menudo se seca los ojos constantemente para enjugar las lágrimas, lo que aumenta la irritación. Inflamación de las glándulas palpebrales Cualquiera de las glándulas palpebrales puede inflamarse y quedar tumefacta por infección u obstrucción de sus conductos. Si se obstruyen los conductos de las glándulas ciliares, aparece en el párpado una tumefacción supurada (con producción de pus) roja y dolorosa, un orzuelo. También pueden formarse quistes de las glándulas sebáceas del párpado, denominados chalazión. La obstrucción de una glándula tarsal produce una inflamación, o chalazión tarsal, que protruye hacia el bulbo ocular y roza contra él en el parpadeo. Hiperemia de la conjuntiva La conjuntiva es incolora, excepto cuando sus vasos están dilatados y congestionados («inyectados en sangre»). La hiperemia conjuntival se produce por irritación local (p. ej., por la acción del polvo, el cloro o el humo). La conjuntivitis, o inflamación de la conjuntiva («ojo rosado»), es una infección contagiosa frecuente del ojo. Hemorragias subconjuntivales Las hemorragias subconjuntivales son frecuentes y se manifiestan en forma de manchas de color rojo claro u oscuro, situadas profundamente a la conjuntiva bulbar o en su interior. Las hemorragias pueden ocurrir por traumatismos o inflamación. Los golpes en el ojo, el sonarse la nariz con excesiva violencia, los paroxismos de tos o los estornudos demasiado intensos pueden producir hemorragias por rotura de pequeños capilares subconjuntivales. Desarrollo de la retina La retina y el nervio óptico se desarrollan a partir de la copa óptica, una evaginación del prosencéfalo embrionario, la vesícula óptica (fig. C8-24 A). Al evaginarse del prosencéfalo (fig. C8-24 B), la vesícula óptica arrastra consigo las meninges en desarrollo. Por lo tanto, el nervio óptico está revestido por las meninges craneales y constituye una extensión del espacio subaracnoideo (fig. C8-24 C). La arteria y la vena centrales de la retina cruzan el espacio subaracnoideo y discurren dentro de la parte distal del nervio óptico. La capa celular pigmentaria de la retina se desarrolla a partir de la capa externa de la copa óptica, y la capa nerviosa a partir de la capa interna (Moore et al., 2016). 1638 https://booksmedicos.org https://booksmedicos.org booksmedicos.org Push Button0:
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