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LA ACCION DEL FUEGO SOBRE EL CUERPO HUMANO: LA ANTROPOLOGIA FISICA Y EL ANALISIS DE LAS CREMACIONES ANTIGUAS Alteraciones del hueso, antropologia fisica, cremacián, fuego, incineración, ritual funerario. Laura Trellisó Carreno* La cremació del cadaver estO documentada puntualment desde Ia prehistOria. No obstant, no és fins a finals de l'edat del Bronze que aquest ritus funerari s 'estOn per tota Europa. En algunes regions Ia incineració es practica fins a l'inici de I'Edat Mitja. L'estudi antropoIàgic de les restes àssies incinerades és indispensable per a ía reconstrucció del processos biolOgics i histOrics de les poblacions antigues. Alteracions de los, antropologia fIsica, cremació, fogar, incineraciO, ritual funerari. Archaeological record documents sporadic cremations of corpses since the prehistoric period. At the be- ginning of the late Bronze Age this burial rite spread extensively from East to West Europe. In some europe- ans regions, cremation continued to be the predominant mortuary custom until the early Middle Age. Anth- ropological analyses of the cremated bones are essential for the reconstruction of the biological and histori- cal processes of ancient populations. Bone disturbances, physical anthropology, cremation, hearth, incineration, funeral rituel. La cremation du cadavre est attestée ponctuellement depuis Ia préhistoire. Ce n'est qu'à Ia fin de l'Age du Bronze que ce rituel funéraire s'étend dans toute l'Europe. En certaines regions l'incinération est pratiquée jusqu'au debut du Moyen Age. L'étude anthropologique des restes osseux incinérés est indispensable pour Ia reconstruction des processus biologiques et historiques des ces populations anciennes. Alterations de los, anthropologie physique, cremation, foyer, incineration, rituel funéraire. El control del fuego y Ia práctica funeraria son dos de los eventos más importantes en Ia historia del com- portamiento del género humano. En este artIculo se pretende tratar, desde a perspectiva de Ia antropolo- gIa fisica, un aspecto de Ia relación entre el fuego y el ser humano, a saber, Ia cremaciOn del cadaver. Esta práctica funeraria, actualmente mayoritaria en algu- nas culturas del extremo y medio Oriente pero minori- taria en Occidente, tue predominante durante gran parte de Ia protohistoria, particularmente en las regiones de Ia Europa central y septentrional. El nivel de conocimiento sobre a prehistoria y pro- tohistoria ha aumentado considerablemente durante las Cltimas décadas debido a Ia profusion de exca- vaciones e investigaciones, a Ia sistematizaciOn de las bases teóricas y metodologicas de Ia arqueologIa y al trabajo en comCn con otras disciplinas cientIfi- cas. Sin embargo, se sabe todavIa muy poco sobre las poblaciones que incineraban. En efecto, solo recientemente se ha dado Ia debida importancia al estudio antropologico de las incineraciones. A pesar de las limitaciones que implica este tipo de material Oseo, creemos que el estudio de éstas aporta una valiosa informaciOn sobre las poblaciones del pasado, imprescindible para Ia reconstrucciOn arque- olOgica y antropolOgica de los procesos histOricos. Nuestro objetivo es mostrar, de manera obviamente sucinta, una vision sobre el abanico de posibilidades que brinda el análisis antropologico de las cremacio- nes. * Laboratori d'Arqueologia. Universitat Pompeu Fabra LAURA TRELLISO CARRE0 CYPSELA 13, 2001. 89-100 EL FUEGO V LAS PRACTICAS FUNERARIAS La incineración es un tipo de práctica funeraria que con- siste en reducir el cadaver a cenizas mediante Ia expo- sición de éste a Ia acciOn del fuego, ya sea en una pira funeraria o en un crematorio moderno. Entre los inves- tigadores hispanoparlantes existe una fuerte contro- versia acerca de Ia rigurosidad semántica de emplear indistintamente los términos cremación (acto de que- mar) y de incineraciôn (reducir a cenizas) cuando se trata de restos procedentes del registro arqueologico, ya que solo en los crematorios modernos se ha podido conseguir que el cadaver sea integralmente reducido a cenizas. La que subscribe concuerda con el argumento de GOmez-Bellard: "ambos términos son equivalentes, si no en cuanto a a intencionalidad -desconocida- de quiénes practicaron este ritual, si en cuanto al estado del material tal y como nos Ilega procedente de las exca- vaciones". (GOmez-Bellard 1996, 56). Con el descubrimiento y control de Ia técnica del fuego, lo que representa Ia primera "domesticaciOn" del medio ambiente, el género humano introduce cambios sus- tanciales en su forma de vida. El fuego no sOlo produce luz y calor, y en consecuencia, a posibilidad de habitar zonas frIas, sine también una nueva forma de preparar los alimentos, y en definitiva un nuevo instrumento de 88 transformación de los elementos naturales. Resulta difIcil establecer Ia antigüedad del control del fuego. Hasta el momento es en Europa donde se regis- tra el testimonio más antiguo de Ia presencia do fuego, aunque no se puede descartar Ia posibilidad de que se produjera de modo fortuito. Se trata del yacimiento de Escale (St. Estève-Janson, Francia) fechado en tomb al 700.000 B.P. (Bonifay/Bonifay 1963; Henke/Rothe 1999). Los indicios más antiguos del uso del fuego pro- ceden del continente asiático, concretamente de una cueva de Zhoukoudian (locality I), cerca de Pequmn, en donde se hallaron cuatro estratos de cenizas asocia- dos a restos del Homo erectus (pekinensis), a instru- mentos lIticos, y a huesos quemados. La capa de ceni- zas más gruesa se ha datado en tomb al 310.000- 290.000 B.P., Si bien parece que las capas inferiores podrIan remontarse incluso al inicio de Ia ocupación de Ia cueva (ca. 400.000 B.P.) (Rukang/Shenglong 1995, 150-159). Huellas del uso del fuego se documentan también por esas fechas y algo más tardiamente en otros yacimientos europeos, como por ejemplo Vértesz011os (HungrIa), Terra Amata (Francia), Prezletice, Torralba y Ambrona (Henkel/Rothe 1994, 424-426). La presencia a finales del pleistoceno medio de yacimientos con hogares bien estructurados confirmarIa el control generalizado de Ia técnica del fuego. No menos controvertida es Ia cuestión sobre Ia anti- guedad de otro comportamiento también propio y espe- cIfico del ser humano; nos referimos a Ia práctica fune- raria. El problema reside en Ia determinaciOn del gesto funerario y del espacio sepulcral. Algunos auto- res postulan que el Homo neandertalensis fue el pri- mero del género humano que enterraba los muertos, acompañado, en ocasiones, de un ritual funerario. Esta nueva actitud con respecto a Ia muerte probarla que los neandertales crefan en Ia vida después de Ia muerte. Otros investigadores, por el contrario, no sOlo consi- deran ambigua Ia evidencia sobre Ia práctica de un ritual funerario en el PaleolItico medio, sino que incluso reba- ten Ia idea de a existencia de enterramientos en época tan temprana. En su opiniOn sOlo puede hablarse de sepultura en contextos del Paleolftico superior en que hay una costumbre deliberada de preservar los cadá- veres, mientras que con anterioriodad se tratarfa más bien de un "arrinconamiento de los cadáveres". (Strin- ger/Gamble 1996 167-168). Sin embargo, se reconoce de forma unánime el carácter sepulcral y primario de los enterramientos del Paleolitico superior. LA CREMACION: MARCO ESPACIAL V TEMPORAL La cremación del difunto constituyO durante mas de mil años Ia práctica funeraria predilecta, si no ünica, de las sociedades de Ia Europa central y nOrdica desde fina- les del Bronce medio hasta Epoca Medieval (durante el perlodo de las migraciones de los pueblos germánicos 400 dC) 10 que equivale a más de 50 generaciones. (Herrmann eta/li 1990, 256-257, Janssen 1972). En Polonia y en otras areas de Ia Europa septentrional las poblaciones eslavas mantuvieron esta costumbre durante los siglos Vl-X de nuestra era (Zoll-Adamikowa, 1972). Tal vez sea éste uno de los motives per el cual en estas regiones Ia investigaciOn antropolOgica y forense sobre el tema de Ia incineraciOn fue pionera y durante mucho tiempomás prolifica que en otras areas del continente. A continuaciOn vamos a trazar suma- riamente, dada Ia limitaciOn del espacio, unas pince- ladas sobre Ia historia de Ia cremaciOn basándonos, básicamente, en Ia zona centre-forte de Europa. La incineraciOn aparece ya en Epoca MesolItica aun- que do forma muy esporádica y excepcional. Citare- mos come ejemplo el hallazgo del Abri de Vionnaz (Suiza, 6700 aC) donde se descubrieron restos de un individuo que segün los excavadores fue quemado a una temperatura extraordinariamente alta (700 °C) si tenemos en cuenta Ia antigUedad de los restos (Crotti/ Pignat 1986,168-175; Probst 1991, 221-223). En Ia Europa NeolItica y Calcolltica prevalece Ia ten- dencia general de inhumar los difuntos, aunque no es una práctica exclusiva. Se observa, además, un incremento en el nUmero de cases en que se practicO Ia cremaciOn del cadaver, come ocurre en Ia tumba n° LA ACCION DEL FUEGO SOBRE EL CUERPO HUMANO: LA ANTROPOLOGlA FlSICA V EL ANALISIS DE LAS CREMACIONES ANTGUAS CYPSELA 13, 2001. 89-100 3 de Saint-Leonard, Francia, correspondiente al neoll- tico medlo II. Esta incineración, segün revelan los análisis realizados (espectrometrIa de absorción infra- rroja, microradiografIa y microscopla electrónica), merece especial atenciOn básicamente par dos motivos. Par un lado, se observa un alto grada de combustion de los huesos, superior a 660 00. Par otro lada, se ha podido establecer que existieran dos fases sucesivas en el ritual funerario: en primer lugar se inhumó y con posterioridad se pracediO a Ia cremaciOn de los res- tos (Susini 1988,150-151). En efecto, el registro arquealOgico tanto de Epaca Neo- Iltica coma Calcolitica muestra coma, en algunas necrO- polis y en los más diversos cantextas culturales, coe- xisten tumbas de incineración can sepulturas de inhu- maciOn. Citaremos coma ejemplo las necrópalis de ROs- sen (cultura de ROssen, V milenio aC, Alemania), Aiter- hofen-Odmühle y Elsloo (cultura de Ia cerámica de ban- das, Alemania y Holanda respectivamente), y las necró- palis de Buddakalász, Alsónémedi y Center (cultura de Baden, HungrIa)(Haffmann 1973; Niquet 1938; Oster- haus 1980; Verhart 1993; Whittle 1992). En algunas casas, Ia heterogeneidad de los ritas funerarios se constata incluso en el seno de un mismo horizonte cultural. Tomemos coma ejempla Ia cultura de cuerdas (Schnurkeramische Kultur). Mientras que las necrópalis halladas en el area alemana y austrIaca se componen casi exclusivamente de sepulturas de inhumación, en Ia region de Ia actual Suiza parece que los miembros de este grupo cultural no solo incineran sus muertos, sina que además Ilevan a cabo un corn- pleja ritual funerario que difiere notablemente del abser- vado en las zonas más orientales de este ámbito cul- tural (Grimm 1964; Häusler 1983 Reinerth/ Bosch 1929; Stork, 1984; Strahm 1971). El cantraste es más rele- vante si se considera que las sepulturas halladas en Ia zona alemana se caracterizan par una ritual funerario minuciosamente codificado, y definida par Ia disposi- don diferenciada segün Ia edad y el sexo de los muertas: Ia mujeres reposan sobre el lado izquierda del cuerpo con Ia cabeza orientada hacia el este mientras que los individuos de sexo masculino yacen sobre el lado derecho y can Ia cabeza hacia el aeste. Las primeras necrópalis de incineraciOn aparecen, no obstante, hacia el 2500-2100 aC (NeolItico media alemán) en el nordeste de Alemania, en Ia denominada cultura de SchOnfeld (Kupka 1910; Wetzel, 1978). La ausencia de un substrata precedente clara en el que se atestigUe Ia incineraciOn y el hecho de que ésta sea minaritaria en los grupos culturales colindantes, ha Ilevado a algunos prehistoriadares a pastular un origen alóctana para dicha práctica funeraria. Durante el Bronce antigua y media se canstata una ten- dencia generalizada a inhumar los cuerpas. Sin embargo, a partir de finales del Bronce media y sabre todo del Bronce final se asiste en Ia Europa oriental, central y septentrianal (1 300-1 250 aC.) a una rápida expansiOn e intensificación del rita funerario de Ia mci- neración que, con el tiempo, se extenderá hacia otras zonas del Occidente hasta entonces can una clara tra- dición inhurnadora -forte de Italia, nordeste de Ia Penin- sula Ibérica, Francia meridional y occidental, a Bélgica- (Champion eta/il 1988, 319-324; Bérenger 1997; Berg- mann,1982; Hanákava 1978; Tocik 1978). Desde Polo- nia y HungrIa hasta el Atlántico perduraré durante muchas generaciones Ia tradiciOn crematoria. Lejos del area mencianada, concretamente en el sub- continente india, hallamos ya en el II milenio a.C., en los relatas de Ia antigua literatura védica, Ia figura del dios fuego, Agni, a quien se confiere el doble pader de des- truir y también de transformar Ia impura en alga limpia y nueva. En cansecuencia, el fuega permitiria liberar el alma del cuerpo sin vida y que Osta ascendiera con el humo hasta el ciela. Parece pues, coma sugieren algunos autores, que Ia práctica cineraria en Occidente podrIa proceder de Ia India (Halck 1988,5). En Ia Edad del Hierro Ia cremaciOn predomina en toda Ia Europa central y septentrional. Además se observa coma también numerosas poblaciones de rnuy diver- sos horizontes culturales del Meditérranea (Siria-Pales- tina, Chipre, Grecia, Norte de Africa, Italia insular y sur de Ia Peninsula ibérica) han adoptado Ia incineraciOn, aunque se da el caso de necrOpolis en las que esta nueva costumbre funeraria coexiste junta con Ia inhu- maciOn (Aubet 1994; Melas 1984; Bienkowski 1982). Asaciada al inicia de Ia denominada cultura de La Tène (sigla V aC hasta el siglo II aC) reaparece y se impone en varios centros de Ia Europa centro-occidental Ia cos- tumbre inhumatoria del cadéver. Este fenOmeno es sin embargo poco hornogénea: par una parte, divesas poblacianes cantinuaran incineranda los difuntos, prin- cipalmente aquellas que se situan en Ia periferia a al rnargen de Ia influencia de Ia cultura de La Tène; par atra parte, se canstata que incluso en el sena de dicha cultura las sepulturas muestran una gran heterogenei- dad tanta respecto al ritual coma al contenido de sus ajuares (Champion eta/U 1988, 389-91). En el sigla I aC., Ia cremaciOn reaparece desde Polo- nia hasta Inglaterra, pero son pocas las tumbas halla- das y con grandes diferencias regionales en cuanto a los gestas funerarias. Par ejempla, en Ia cultura Gallica septentrional Ia cremaciOn era usada par una elite mino- ritaria, mientras que el resto de Ia poblaciOn inhumaba. (Morris 1992,47-48). Durante el siglo I d.C. surgen amplios cementerios de cremaciOn en el node de Espana, en torno al centro de Ia Galia y alga más tardiamente en Britania y en las pro- vincias del Danubia, pero continua el usa de Ia inhu- maciOn en atras areas. La difusiOn de Ia cremaciOn par las diferentes zonas del Imperio se ha interpretada coma un signo de alianza a Roma, aunque, coma matiza I. Morris, su usa presenta variaciones tan grandes que LAURA TRELUSO CARRErJ0 CYPSELA 13, 2001. 89-100 prebablemente Ia adopciOn de Ia cremación tenga ade- más otros significados, asI como tampoco hay un ünico significado para el uso de Ia inhumación (Morris 1992, 48-5 1). Esta situación se invierte a partir de finales del siglo II d.C. (175-250) cuando empieza a generalizarse ol uso de Ia inhumaciOn en claro y progresivo detrimento de a cremación. Este rito se introdujo en primer lugar en los cIrculos de poder de Roma (Morris 1992,67), fenómeno que no parece casual, si tenemos en cuenta, como postula P. Brun, que en Ia prehistoria reciente es constante el hecho de que sean "elites" las introducto- ras en Ia sociedad de nuevas prácticaS funerarias (Brun 1987, 37). Con el advenimiento y consolidación de Ia doctrina ens- tiana se generaliza el use de Ia inhumaciOn. La inhu- macion ha prevalecido hasta Ia actualidad come práctica funeraria predominante no sOle en Europa, sine también en otras partes del mundo, principalmente en aquellas de tradiciOn judaica, ortodoxa, islámica, y cristiana debido a Ia creencia doestas religiones en Ia resurrecciOn del cuerpo fIsico. Este breve resumen sobre Ia historia de Ia práctica cre- matoria, tal vez exento de las precisiones y los matices que requiere un tema tan amplio y complejo, pone de manifiesto Ia relevancia de esta costumbre funeraria en las sociedades del pasado. 90 Se prodigan los estudios etnográficos, antropelogicos y sociológicos sobre cómo las más diversas socieda- des del planeta Ilevan a cabo sus celebraciones tune- rarias y en particular sobre aquéllas en las cuáles el rite de Ia incineración forma parte central del ritual funera- rio ode inmelación (Metcalf/Huntington 1992; Thomas 1985;van Gennep 1909; Weinberg-Thomas 1996, por citar algunes). La muerte es uno de los eventos más universales que existen, y ha generado a Ic largo de Ia historia una gran variedad de respuestas culturales. El ritual funerario enfrenta a Ia sociedad viva con el hecho de Ia muerte y expresa Ia reacciOn de aquella mediante prácticas cuyo grade de complejidad difiere de un lugar a etro del orbe e inclusive en el seno de una misma creencia. Dicha heterogeneidad y riqueza do reacciones expresa en ültima instancia 0 que Metcalf y Huntington Ilaman 'el impacto universal" de Ia muerte (Metcalf, Huntington 1991, 24-25). A pesar de las disparidades espaciales y temporales, el rite funerario se caracteriza en Ia mayo- rIa de las culturas por dos elementes básicos: por un lado pemite regular Ia nueva situaciOn de Ia persona muerta, y per otre lade, se encarga do las personas vivas allegadas al difunto movilizando el entorno comu- nitario y reglamentando el duelo (Thomas 1985, 120). En general, parece que Ia situaciOn del muerto no está definitivamente regulada mientras que no so ha traspa- sade Ia fase de Ia putrefacciOn del cuerpo, hasta alcan- zar el estadie del esquelete, come ocurre en aquellas sociedades en donde se practica el funeral doble. Para dichas poblaciones, come per ejemple los Teradja, los Ma'anyan, Berawan del sudeste de Asia, Ia muerte es Un preceso lento de transiciOn de un estado espiritual a otro. Después de Ia depesición temporal del cadaver se rea- liza una gran celebraciOn funeraria en a quo son que- mados los restes de Ia persona difunta, es decir, su esquelete. La duración do osta fase intermediaria varia considerablemento do una poblaciOn a otra; puede ser breve come en el case de Bali (Metcalf/Huntington 1992, 101-103) e rnás larga (durante meses e añes) come en ocurre con los Teradja, Ma'anyan e Berawan (Met- calf/Huntington 1992). Tanto en los funerales del sudeste asiático come en los hindües se practica Ia incineración. No obstante, hay una diferencia impertante entre ambos, ya que en los primeres, cemo hemes viste, Ia cremaciOn sOlo so efec- tua tras Ia putrofacciOn del cuerpo, y en los segundos el cuerpe es quemade inmediatamente dospués do Ia muerto, sin ninguna fase transitoria. El fuege es en algu- nas religionos un sImbolo ambivalente, per una parte destructor y per etra regenerader do una "nueva vida"; come elemento liberador y purificador permitirIa al "alma" alcanzar su destine (Thomas 1985, 262). La cemplojidad y variedad do los rites funeraries es tan grande, come reflejan los estudios otnográfices, que es imprescidible aunar Ia mayer cantidad de información pesible para recenstruir a partir del registre arqueelO- gice una imagen que esté próxima al tipo de ritual mer- tuerie quo tuve lugar en épecas lejanas. Creemos que los estudios forenses y de Ia antropologla fIsica pueden apertar dates importantes en este sentido. ALTERACIONES DEL HUESO SOMETIDO A LA ACCION DEL FUEGO La mayerla de los proceses que afectan y modifican Ia microestructura del tejide Osee sometido a Ia acciOn del fuege so roflojan macrescOpicamente en Ia apa- rioncia do los restos incinerades. Conocer los proce- sos fisicequlmices que experimenta el esquoleto expuesto a altas temperaturas de combustiOn es requi- site nocesarie para peder reconstruir una parte impertante del ritual funeranie. El cuerpo humane ostá formado per tejides blandos y duros. Al expener un cuerpo al fuego, lo primero quo desaparoco son las partes blandas de éste, que están fermadas basicámente par agua y material orgá- nico. El esqueleto a su vez está formado per un cam- ponente organice (24 %), per agua (20 %), y en gran parte por sustancia inorgánica (56 %) (Susini 1988, 12- 13), ne combustible, peno quo sufre los procesos y cam- bios fisicoqulmicos inducidos por el fuego. En realidad, es el hueso mineral lo quo censtituye el material ültimo de las cremacionos antiguas. LA ACCION DEL FUEGO SOBRE EL CUERPO HUMANO: LA ANTROPOLOGlA F1SICA Y EL ANALISIS GE LAS DREMACIONES ANTIGUAS CYPSELA 13,2001. 89-100 Los procesos de transformación de Ia estructura ósea bajo tratamiento térmico han sido estudiados exhausti- vamente a lo largo de las Ciltimas décadas desde dife- rentes perspectivas y mediante Ia aplicaciOn de méto- dos analIticos muy diversos. El estudio de Ia cremaciOn de las piezas dentarias solo se ha realizado, por el con- trario, esporádicamente (Susini 1988). De forma gene- ral podemos establecer dos lIneas de estudio en este area de investigaciOn. For un lado los trabajos basados en el análisis macroscOpico, entre los que cabrIa citar: Chochol 1961, Dokládal 1970, Malinowski/Porawski 1969, WahI 1981) y los de tipo microscópico y biofIsico, entre otros: Bonucci/Graziani 1975/76; Herrmann 1973; Herrmann eta/il 1990; Perinet 1982,1988; Susini 1988). El estudio de WahI (1982) ofrece una visiOn exhaus- tiva de las investigaciones efectuadas sobre esta cues- tiOn hasta el memento y aporta, asimismo, nuevos dates a partir de una investigación experimental que él mismo realizó en un crematorlo moderno tomando como muos- tra 157 individuos adultos: 88 masculinos y 69 femeni- nos (WahI 1982). Dicho autor propone un esquema de cinco estadios de combustion y coloración de los restos óseos Wahl 1982, 19-21). Al primer estadlo corresponden losfragmentos quemados a una temperatura entre los 200-300 °C: Ia coloraciOn va del marfil al gris parduzco. En esta fase se registra sOlo una ligera reducción del volumen debido a a pérdida del agua (1 %). En el segundo estadio, entre los 300-400 00 el hueso toma una coloraciOn que va cambiando con el aumento de Ia temperatura y que varfa consecutivamente del marrOn al marrOn oscuro hasta finalmente, hacia los 400 00 alcanzar un color negruzco que está provocado por Ia combustion par- cial de Ia materia inorgánica del tejido Oseo. Nahl 1982). La coloración del hueso sometido a una temperatura en torno a los 550 00 -tercer estadio- varIa del gris oscuro al gris claro. En el interior del tejido compacto pueden observarse, todavIa, tonalidades negras. El cuarto esta- dio, entre los 650-700 00 se caracteriza por fragmen- tos Oseos de color blanco mate y consistencia blanda, tipo yeso. A partir de los 750 00 el hueso experimenta una fuerte y progresiva reducción de su volumen. En el Oltimo estadio, a partir de los 800 00 ol hueso presenta una apariencia lisa y una consistencia dura y resistente debido a Ia concreción que forma Ia apa- tita. Aparecen fisuras parabólicas y se observa una reducciOn media dell 0-12 % del volumen. El color del hueso es blancotambién en el interior (WahI 1982, 21). Como ya hemos mencionado anteriormente, en las Olti- mas décadas se han intensificado los análisis micros- cOpicos y biofIsicos (difracciOn de rayos X, termogravi- metrIa, espectrometrIa de absorción infrarroja) a fin de investigar el efecto del fuego en el tejido óseo y en los dientes. Teniendo en cuenta las limitaciones de espa- c, vamos a presentar los resultados del estudio de Bonucci/Grazziani como ejemplo referente, comple- tándolo con datos procedentes de otras investigacio- nes. Bonucci y Graziani usaron polvo óseo (53-37 p) actual como testimonio del exporimonto y lo sometieron a tra- tamiento térmico usando tres diferentes técnicas de análisis: termogravimetrIa, difracciOn de rayos X y microscopla electrOnica. Los resultados fueron corn- parados con los análisisefectuados sobre muestras de hueso fOsil quemado y de cremaciones protohistóricas cuyos restos presentaban una coloración desigual. A partir de estos análisis, los autores distinguen cuatro grandes momentos de transformaciOn del tejido Oseo y confirman Ia correlación entre el cambio en Ia cobra- ción de los huesos y el aumento de Ia temperatura (Bonucci/Graziani 1975). El primer cambio significativo ocurre a una temperatura de 150 00 La termograviometrIa (TG) detecta una primera pérdida do peso, pequoña, debido a Ia reduc- dOn del agua. La microscopla electrOnica y Ia difrac- ciOn de rayos X muestran que este proceso de deshi- drataciOn no afecta a Ia sustancia inorgánica del hueso (Bonucci/Graziani 1975). En el intervalo térmico de 30035000 las diferentes téc- nicas de análisis registran cambios importantes en Ia estructura Osea. Los diagramas de TG muestran Ia eli- minaciOn del agua asI como Ia pirOlisis de Ia materia orgánica y un aumento do Ia longitud do los cristales (200-220 A). For otra parte, mediante Ia microscopla electrOnica so constata un aumento del tamaño do los cristales (ca. 65-35 A) y una restructuraciOn do Ia sustancia inorgánica quo so ha vuelto más compacta o irregular. Los autores observan, además, una gran similitud entre Ia estructura del huoso fOsil quo prosenta una coloraciOn negruzca y a de Ia muestra testimonio quemada a 300-350 °C. La tercera gran transformaciOn do Ia materia Osea so dotecta en torno a los 65000 El cambio más importante consiste en Ia conversiOn del fosfato tricálcico altos- fato tricálcico b, 10 que ocurre por oncima do los 650 °C. Los cristales son mayores (80 A) y más desorganiza- dos. La difracciOn de rayos X muestra una mejor defi- niciOn de los reflojos junto con un considerable aumento do Ia longitud de los cristales (> 230 A). For otra parte, los autores hallaron una gran semejanza entre estos cambios y los observados en las muestras de hueso quernado do color blanco, deduciendo quo éstos ulti- mos fueron sometidos a una temperatura superior a los 650 00 (Bonucci/Graziani 1975). Come indican Herrrnann et a/li, hasta los 600 00 los res- tos Oseos pierden paulatinamente consistencia con el incremento de Ia tomperatura de combustiOn. Sin embargo, esta tendencia se invierte a partir do los 800 0 con Ia recristalizaciOn y conversiOn del fosfato cal- cico en fosfáto tricOlcico, provocando una mayor dureza y resistencia mecánica. En esta fase térmica se observa LAURA TRELLISO CARREJ0 CYPSELA 13, 2001. 89-100 también el máximo grado de reducciOn del tamaño (Herrmann eta/ill 990, 258-59). A una temperatura superior a los 900 °C el hueso pie- senta una estructura atIpica formada por cristales poll- gonales irregulares de tamaño mayor que varIa aproxi- madamente entre 0,2 p y 0,3 p. (Bonucci/Graziani 1975). Susini constata que a partir de los 1 .000 °C y sobre todo a 1 .400 00 se produce otro fenómeno, a saber, Ia pérdida casi total de los carbonatos y Ia fusiOn de los cristales formando superficies lisas y uniformemente fusionadas. Se observa también Ia presencia de gra- nos de fusiOn hexagonal cuya talla oscila entre 7,1 p - 5,7p y entre 5,9 p - 4 p de diámetro para los cristales grandes, y entre 1,2 p - 1,1 p de diámetro para los más pequeSos (Susini 1988, 28-32). Como ya mencionamos anteriormente, los anOlisis bio- fIsicos y de microscopIa electrOnica corroboran de nuevo Ia correlaciOn entre el cambio de color del hueso y el aumento de Ia temperatura. El esquema propuesto por Bonucci y Graziani sobre Ia relaciOn color-temperatura se basa en cinco fases: ocre (200-250 00) marrOn (250- 300 00) negro (300-350 00) grisáceo (550-600 00) y blanco (>6500) (Bonucci/Graziani 1975, 531). De este modo, a partir del color de los restos Oseos, el arqueó- logo-a puede estimar aproximadamente Ia temperatura a Ia que fue sometido el cadaver durante Ia cremación. Cabe señalar, no obstante, que el color de los huesos 92 quemados puede estar distorsionado por procesos quI- micos del medio edáfico en que se halla Ia sepultura. Ante Ia duda, siempre es mejor realizar análisis micros- cópicos de algunas muestras Oseas. MacroscOpicamente las transformaciones inducidas por el fuego se manifiestan claramente en Ia morfolo- gIa de los restos Oseos. No solo cambian el tamaño y el color, como ya se ha mencionado, sino que además se observa Ia apariciOn de fisuras de todo tipo y Ia frag- mentación y deformaciOn de los huesos. IDENTIFICACION Y DIAGNOSTICO DE LOS RESTOS OSEOS QUEMADOS GRADO DE CONSERVACION DE LAS DIFERENTES PARTES DEL ESQUELETO El grado de conservaciOn, deformaciOn y fragmenta- ción de los huesos no sOlo depende de Ia temperatura de combustion y de Ia duración de ésta, sino tambiOn de otros factores tales como Ia estructura y caracteris- ticas propias de cada hueso, el estadio de desarrollo del esqueleto, o Ia presencia de procesos patolOgicos. Los huesos del cráneo suelen estar bien representados en las cremaciones antiguas, principalmente los de Ia calota (frontal, parietales y occipital), pero también los huesos temporales. El splachnocranium ( huesos del rostro) sobrevive relativamente mal a Ia acción del fuego. Wahl estima que solo entre un 15 y 20 % de los casos se hallan fragmentos correspondientes al maxilar supe- rior y a los huesos cigomáticos; Ia mandIbula aparece más frecuentemente (ca. 40-50 %) (WahI 1982, 31). Del esqueleto postcranial (ca. 90 %) se preservan mayo- ritariamente fragmentos de Ia diáfisis de los huesos lar- gos -hCjmero, femur (ca. 50-70 %); tibia, radio, ulna (ca. 40%). La conservación de los huesos pIanos y partes ricas en tejido esponjoso es muy desigual. En series de restos Oseos sometidos a una misma temperatura, se ha observado como Ostos faltan por completo en algu- nas muestras, mientras que en otras, por el contrario, presentan un buen grado de conservación (WahI 1982, Dokládal 1970). Par ültimo, hay que mencionar que con toda probabi- lidad son los huesos del pie y de Ia mano los que mejor se conservan y los experimentan menores deforma- ciones morfolOgicas de todo el esqueleto. La reconstrucciOn de Ia morfologfa de los individuos incinerados es prácticamente imposible. SOlo es posible efectuar estimaciones que pueden servir de referencia para analizar ciertos carácteres morfolOgicos en el seno de una poblaciOn, o con respecto a otra poblaciOn incineradora, aunque ello no está exento de errores. Pueden estimarse ciertos aspectos morfo- IOgicos, como Ia estatura, dependiendo del grado de conservaciOn y fragmentacion de los restos óseos, es decir, de Ia posibilidad de realizar las mediciones nece- sarias a tal efecto. Muller efectuO un estudio métrico de 533 radios y yen- ficO una correlaciOn positiva entre el diámetro de Ia cabeza (Caput radii) y Ia longitud maxima del radio (r= 0,6 y 0,8). Tomando 1,4 % como valor fijo de Ia reduc- dOn del hueso a causa de Ia combustiOn, IlegO a una estimaciOn de Ia estatura con un margen de error de sOlo ± 7,5 cm. (Muller, 1958; WahI 1982). ROsing (1977) por su parte, propane una fOrmula que correlaciona el diámetro de las epifisis proximales del hümero, radio y femur y Ia estatura del cuerpo. El pro- blema reside, de nuevo, en el hecho de que el factor que se asigna a Ia reducciOn del tamaño causada por el fuego es fijo (12 %). La fOrmula que el autor propone para Ia estimaciOn de Ia estatura individual proporcio- nará una estatura mayor o menor segün el grado de combustiOn y reducciOn especffico de cada cremaciOn. Otro aspecto cuestionable, desde el punto de vista metodolOgico, es Ia validez de extrapolar los datos obte- nidos de una poblaciOn de referencia (actual) a otra dife- rente (antigua) dado que las proporciones anatOmicas y corporales pueden variar de una poblaciOn a otra. En este sentido, las estimaciones métnicas de los mdlvi- duos incinerados deben ser interpretadas con cierta cautela y analizadas sOlo como datos de referencia. LA ACCION DEL FUEGO SOBRE EL CUERPO HUMANO: LA ANTROPOLOGIA FESICA Y EL ANAUSIS DE LAS CREMACIONES ANTIGUAS CYPSELA 13, 2001. 89-100 IDENTIFICACIONDEL NUMERO MINIMO DE INDIVIDUOS En un conjunto de restos óseos quemados suelo hallarse bastantes fragmentos de difIcil identificación, particu- larmente si éstos han sido triturados despuOs de Ia mci- neración, como ocurre en muchas ocasiones. Este hecho puede dificultar Ia idontificación del nümero mInimo de individuos. En general, las sepulturas de incineraciOn suelen ser mdi- viduales pero en algunos casos se han hallado urnas y enterramientos con restos quemados correspondientes a dos e incluso a tres individuos (Trellisó Garreño 1996). En Ia mayerIa de los casos, Ia identificación de sepultu- ras dobles o multiples se basa principalmente en los en- terios siguientes: en primer lugar, Ia presencia de repeti- clones de un misme hueso (por ejemplo, dos tempora- les derechos); en segundo lugar, Ia discrepancia en cuanto a edad o sexo entre los restos óseos de una misma sepul- tura (per ejemplo, cuando se encuentran fragmentos que corresponden a categorfas de edad muy distintas); en tercer lugar, Ia disparidad en cuanto a tamaño y estruc- tura de los huesos de un mismo enterramiento. No se puede descartar, sin embargo, el hecho de Ia fil- tración en una sepultura de fragmentos óseos que en realidad no pertenecen a Ia persona allI enterrada. Esto puede ecurrir por muchos motivos, particularmente cuando Ia pira funeraria es utilizada para efectuar varias cremaciones o en ocasión de Ia celebración de cre- maciones colectivas, como ocurre entre los Ma'anyan (Borneo) (Metcalf/Huntington 1991,97-99). El peso de las incineraciones puede ser una referencia de gran ayuda para evaluar esta cuestión, pero éste a su vez puede verse afectado por las condiciones del sedimento donde se depositaron los restos Oseos. DETERMINACION DE LA EDAD La metodologla empleada para el estudio de los restos incinerados, tanto para Ia determinación del sexo come de Ia edad, no difiere sustancialmento do Ia que se aplica al análisis de las inhumaciones. La diferencia reside, como ya hemos señalado anteriormente, en el estado de conservación y el grado de combustiOn de los hue- sos asi como de Ia acción antrópica tras Ia incineración. El conocido articulo de Ferembach et al/i (1979) ofrece una visiOn amplia de las técnicas y mOtodos para el diagnôstico de Ia edad. Existen sin embargo, nume- rosos manuales y trabajos sobre el tema (Bass 1971, Krogman 1962; Sjovold 1988). Para el análisis de los individuos subadultos (infantiles y juveniles) so utilizan come criterios básicos el desarrollo de Ia denticiOn y el grade de osificaciOn de los diferentes huesos del esque- leto, mediante Ia identificaciOn de las lIneas metafisa- rias. En realidad, se recomienda el empleo de un diagnostico mixto, es decir, el uso de diferentes carac- teres a fin de ajustar el diagnOstico. Sin embargo, os bien sabido quo el fuego destruye principalmente los dientos, concretamente Ia dentina y el esmalte, quo- dando en Ia mayorIa de los casos apenas fragmentos pequeñes do rafces, no siempre fáciles de identificar. La obliteraciOn do las suturas craneales es uno do los criterios empleados para Ia determinación de Ia edad en individuos adultos y maduros (AcsOdi/Nemeskéri 1970, Dokládal 1972, Masset 1982, Penizonius 1984). Con el incremento do Ia odad del individuo, no obstante, Ia exac- titud de los criterios morfolOgios disminuye. La aplica- ciOn del método basado en el grade de obliteraciOn de las suturas está, per otro lade, limitado básicamente al intervalo de edad adulto-maduro, ya que no es siempre posible distinguir un individue madure de un individuo senil a partir del grade de sinostosis de aquéllas. En las ültimas décadas, sin embargo, se han desanro- Ilado y mejorado otras técnicas, Ia mayorIa de ellas microscOpicas y lamentablemente no siempre al alcance del antropologo, que permiten ebtener una mayor pre- cisiOn en Ia estimaciOn de Ia edad. Nes referimos bási- camente al análisis histolOgico do Ia nemodelación del hueso y a Ia técnica basada en el recuonto do los ani- lIes do crecimiento del cemento dentarie. Los trabajos de Kerley (1965) y poco más tarde do Ahi- quist y Damsten (1969) fueron pionoros en Ia aplicaciOn del estudio histolOgico para Ia determinaciOn de Ia edad del hueso humano. Desde entoncos han prodigado los estudies y las nevisiones mojonando Ia precisiOn del mOtodo de Korloy, come so le denemina frecuentemento. La formación histolOgica del tejido compacto expenimenta a lo large do Ia vida do una persona una serie do trans- formaciones y procesos que son susceptibles de cuan- tificaciOn mediante el emplee de las técnicas micnoscO- picas. Este método implica ol recuento de los fragmen- tes do esteenes antiguos asI come los canales de Havers sustituidos per los nuevos osteenes y Ia estimaciOn del porcentaje de las lamelas generales conservadas. A pesar do las modificacionos que sufne el hueso, indu- cidas per Ia acciOn del fuego, esta técnica puede ser de gran ayuda para el estudie do las incineracienos, ya que hasta un cierto grade do temperatura se conser- van relativamente las partes de Ia estructura Osea. Sin embargo, no hay quo olvidar quo los precesos pate- IOgicos, pnincipalmente los de origen metabOlico, pue- don distorsionar notablemente Ia estnuctura del hueso y en consecuencia el diagnOstico de Ia edad. Basándose en un pnincipio algo similar al quo ocurre con los árboles, so desarrollO un análisis microscópico que tiene per objeto el rocuonto do los anillos quo se forman peniOdicamente en el cemonto de las piezas dentarias (Stott eta///l 982). Se desconocon con exactitud es mocanismos fisiolOgicos y bioqufmicos quo provocan ostos cambios, pore so pionsa quo Ia cantidad do sales quo so depositan on eI cemento varla en funciOn do Ia Opoca del año. En tedo case, so ha constatado quo 01 LAURA TRELLISO CARREJ0 CYPSELA 13, 2001. 89-100 cemento dentario incrementa en grosor con Ia edad y que nuevas capas se depositan en Ia cara externa de Ia dentina a Ia largo de los años, fenómeno que ha Ilevado a los investigadores (forenses y antropólogos fIsicos) a intentar cuantificar estos cambios y a usarlos como cri- tenD para Ia determinación de a edad. Esta tOcnica de análisis ha sido escasamente apli- cada al estudio de las incineraciones. Solo reciente- mente han empezado a realizarse este tipo de trabajos con resultados satisfactorios y con grandes expecta- tivas para el el desarrollo de Ia identificaciOn de Ia edad individual. (Grof3kopf /Hummel 1992). DETERMINACION DEL SEXO La determinaciOn del sexo de los individuos es tan impartante coma Ia estimaciOn de Ia edad, dado que ambas parámetras constituyen Ia base de los estudios paleodemagraficas. Aparte del ya mencionado "manual" sobre las técnicas y métodos para Ia determinaciOn de Ia edad y sexo (Ferembach et a/u 1979), existen numerosos estudias antiguos y recientes sobre esta temática (por ejemplo: AcsOdi/Nemeskéri 1970; Novotny eta/fl 1993; Szilvássy 1988; WahI 1982). Como Novotny eta//i (1993) señalan: el problema de Ia determinación del sexo del esqueleto reside en Ia difi- 94 cultad de reducir dentro de una clasificaciOn de tipa dis- creto (individuo femenino a masculino) de acuerdo can el sexo genética, las variaciones continuas de los carac- teres sexuales somáticos (Novotny et a/il 1993, 229). Estos autores basan sus investigaciones en el anOlisis de uno de los criterios morfalOgicas mOs empleados para Ia determinaciOn del sexo, tanto en el campo de Ia medicina forense coma en Ia antrapologIa fIsica. Nos referimos a Ia marfologia de Ia /ncisura ischiadica major (escotadura ciática mayor). Los autores describen y definen Ia curva de Ia escotadura ciática mayor a par- tir de dos segmentos (el isquio-pübica y el sacro-ilIaca) mediante pracedimientos de morfometrIa analltica (aná- lisis de Fourier). A partir de esos datos se realizO un aná- lisis multivariante discriminante (MDA), obteniendo resul- tados muy satisfactorios: en 40 individuos, Ia determi- nación del sexo fue correcta en el 100 % de los casos. (Novotny eta//il 993). El prablema en el caso de las cremacioneses que en Ia mayoria de ocasiones esta region del esqueleto no se conserva completa. Por otra parte, a veces es difI- cil establecer si su morfologla ha sido o no modifi- cada por Ia acciOn del fuego. La determinación antropolOgica del sexo en los individuos adultos se basa en Ia mayoria de los casos en un análi- sis combinatorio de diferentes criterias morfalOgicas y métricos del esqueleto (entre otros: Ia farma de Ia gabela, de los arcos superciliares, del marga supraorbital, el desa- rrollo de las eminencias frontales y Ia morfologIa del coxal). En muchos estudios antropologicos se siguen utilizando coma criterios discriminantes el grado de robustez y el tamaña de las cabezas humeral y femoral, asI como el grosor de Ia corticalis. En realidad, Ia que subyace bajo estos análisis es un simple esquema dicotOmico: hombre-robusto, mujer-grácil. Si bien es cierto que el esqueleta humano presenta un dimorfismo sexual, no se debe olvidar que Ia robustez y el tamaño pueden estar influenciados tamblén par factares exOgenas. Par atra parte, estas criterios dependen y san especIficos de cada poblaciOn. Al igual que ocurre con el grado de dimorfismo sexual, Ia rabustez varIa considerablemente de una pablaciOn a atra. El métada de WahI para Ia estimaciOn del sexa tiene Ia ventaja de analizar una parte del esqueleta, el peñasca (Pars petrasa) del huesa temporal, que par su robus- tez se canserva bien en Ia mayaria de las cremacianes antiguas (60-90 %) ONahI 1982, 12). El autar tamO coma base de su análisis variables que no se modificasen sus- tancialmente con Ia combustiOn. De las cinco variables escagidas, las variables 4 y 5 mastraran valores muy diferentes entre las sexos. Estas dos variables están definidas par los ángulas (medial y lateral) que forma el conducta auditivo inferno (Meatus acusticus internus) con Ia facies posterior del peñasca. Mediante el análi- sis discriminante puda demostrar Ia existencia de clara dimarfismo sexual can respecta a estas dos varia- bles. El parcentaje de seguridad en Ia determinaciOn del sexo mediante este métada tue del 80-90 %, supe- rando claramente el parcentaje que habitualmente se abtiene a partir de Ia valoraciOn de las criterias mar- fagnOsticas (WahI 1982). El estudia del ADN fOsil es actualmente una de as fuen- tes de informaciOn más impartante sabre el pIano gene- tica canstitutiva de aquellas individuas de quienes ape- nas se canserva el esqueleto, a fragmentos de éste (Schalz eta/ill 999). Na obstante, Ia aplicaciOn de este métado para Ia determinaciOn del sexo sOlo acurre aca- sionalmente debida a que las castes de estas análisis son aOn elevadas, y a menuda sOlo pueden efectuarse en un nümera reducida de muestras. Par otra lado, este tipa de análisis no es siempre aplicable al estudia de las incineracianes dada que, coma se ha vista, Ia sustancia argOnica del huesa sometida a tratamienta térmica desaparece a partir de las 300-350 00 ESTIMACION DE LAS ENFERMEDADES Holck señala que en Ia actualidad sOlo un 10 % de los procesos patalOgicos pravacan cambias observables en el esqueleto (Holck 1986,187). Si a este hecho aña- dimos el efecta destructor del fuega, parece lOgica pen- sar que el parcentaje de las enfermedades diagnasti- cables en los restas quemadas será consecuentemente más baja que en el caso de las inhumaciones. Sin embargo, se abserva que cuanda los restas Oseos LA ACCION DEL FUEGO SOBRE EL CUERPO HUMANO: LA ANTROPOLOGIA FI5ICA Y EL ANALISIS CE LAS CREMACIONES ANTIGUAS CYPSELA 13, 2001. 89-100 presentan un buen estado de conservaciOn es posi- ble identificar un gran nümero de patologIas que apor- tan una información do gran interés para Ia interpreta- don del estado sanitario de las sociedades del pasado. Otro aspecto concerniente al estudio de las incinera- ciones consiste en Ia dificultad para distinguir los cam- bios inducidos por el fuego de las transformaciones on- ginadas por los procesos patologicos. El uso de Ia lupa binocular y Ia oxperioncia en este tipo de análisis son de gran ayuda para solventar esta cuestión sin mayo- res problemas. Las enfermades que se diagnostican con mayor fre- cuencia son las que afectan a Ia columna vertebral (pro- cesos reumáticos, artritis, artrosis, Ia enfermedad de Scheuorman, y otros tipos de ospondilopatIas). Del grupo de las enfermedades inflamatonias destacan particularmento las periostitis y las osteomielitis tanto en el esqueleto postcraneal como en el cráneo (Schulz, 1984). Estas enfermedades se manifiostan a menudo en ol esquoleto, principalmente cuando son de origon postraumático, y se registran en Ia mayorfa de las series osteologicas estudiadas por los antropólogos. Las enfermedades hematologicas de origen anémico aparecen con frecuencia y son de diagnOstico relativa- mento fácil. En Ia mayorIa de los casos se caracterizan por un gran desarrollo del tejido diploico en dotrimento de a tObula externa, que presenta un aspecto criboso. Este aspecto de Ia superficie craneal o orbital es el motivo por el cual frecuentemente estos procesos tam- bién son denominados Cr/ba orb/ta/ia y Cr/ba cranhi, sogén afecten a Ia Orbita o a Ia calota. Las lIneas de Harris suelen hallarso con frecuoncia en as cremaciones antiguas. Kühl ha realizado un exce- lente trabajo de sIntesis sobre Ia investigación acerca de las Ilneas de Harris aportando, adomás, datos interesantes de sus propios trabajos sobre cromacio- nes protohistOricas. Las Ilneas de Harris son formacio- nes óseas finas, pero de espesor variable, que se sitüan cerca de las metáfisis, de origen patolOgico (detenciOn del crecimiento óseo) y do etiologla compleja. Se cree, sin embargo, que Ia formaciOn de estas Ilnoas se deben a factores de estrés, causados por procesos infeccio- sos o por un deficit alimentario (Kühl 1980). También os frecuente ol hallazgo do algunos tumores, principalmonto osteomas, dependiendo del grado do conservaciOn de los huesos. Menos frecuentes en las series de restos quemados son las referencias acerca de patologlas dentarias. Como ya indicamos más arriba, el fuego destruye las coronas e incluso parte de las ralces. No obstante, en algunos casos so han podido identificar procesos infec- ciosos en los dientes (caries) y en los maxilares (paro- dontitis, granulomas). También suelen hallarse dientes con defectos en Ia formaciOn del esmalte dentario (hipo- plasias) do etiologIa compleja pero seguramente rela- cionada con un deficit nutritivo. La abrasiones denta- rias pueden identificarse dopendiendo del estado do conservaciOn y sobre todo del grado do atrición do las piozas dentarias. PALEODEMOGRAFIA La paleodemografla contribuye a Ia reconstrucción do los procosos biolOgicos y sociales do una población y de sus condicionos do vida. La estructura do los procosos demo- grbficos so compone do una serie do factores rolaciona- dos ontro sí do tipo social, económico, cultural y biólogico. La base del estudio paleodemográfico son los datos obtenidos a partir do a ostimaciOn do Ia edad y del soxo. En realidad se pretende dar una imagen de las estruc- turas demogrbficas do Ia poblaciOn viva a partir del estu- dio de Ia poblaciOn enterrada. Este tipo de análisis no está exento de polémica, contando con algunos detrac- tones peno también con muchos defonsones (Acsádi/Neméskeni 1970; Boquet/Masset 1982; Buisk- tra/Konigsbeng 1985). El estudio demognafico permite definin Ia estructuna do una poblaciOn segCin las edados y soxos. Con oste objetivo so analizan parOmotros domográficos do gran intones , tales como Ia composicion de Ia socie- dad segCn edad y sexo, el Indice do mortalidad do los diferentes gnupos biolOgicos, Ia esperanza do vida, y Ia capacidad do neproducciOn de un grupo, entre otros muchos aspectos. For otra pante, estos análisis per- miten comparan las ostructuras do las poblaciones, sin- crOnica y diacrOnicamente. Los datos paleopatolOgicos y paleodemograficos con- tnibuyen a Ia interpnetaciOn y neconstrucciOn do las con- diciones do vida y sociales do una poblaciOn detenmi- nada, asI como do Ia interacciOn do las comunidadeshumanas con el medio ambiente. Este tipo do infor- maciOn es fundamental sobne todo para aquellas comu- nidades del pasado sobre las cuales sOlo poseemos los datos procedontos del negistro arqueolOgico. A modo do conclusiOn nos gustarla incidir en tres aspec- tos. En primer lugar, esperamos que este artIculo pueda suscitar un mayor intorés por el estudio antropolOgico do las incineraciones/cremaciones. En segundo lugar, pen- samos haber demostrado quo el ostudio do las incine- nadiones es tan importante como el de las inhumacionos, dado quo Ia cremaciOn os una pnáctica funerania quo tuvo una extensiOn espacial y temporal muy amplia. For Oltimo nos gustanla indicar quo, salvando las limitaciones ana- Ilticas y metodolOgicas quo implica el estado fragmon- tario do los huesos quomados, este tipo do trabajos repro- sonta una fuente do infonmaciOn amplia, valiosa o impnos- cindible para Ia neconstrucciOn do los procesos biolOgi- dos 0 histOnicos do las sociedades del pasado. LAURA TRELLISO CARRE0 CYPSELA 13, 2001. 89-100 AHLQVIST, J., DAMSTEN, 0. 1969, A modification of Kerley's method for the microscopic determination of age in human bones, Journal of Forensic Science 14, 205-21 7. AUBET, M.E. 1994, Tiro y las colonias fenicias de occi- dente, Critica, Barcelona. BASS, W. A. 1971, Human Osteology A Laboratory and Field Manual of the Human Skeleton, Missouri Archae- ological Society, University of Missouri, Columbia. BAUD, 0.-A., LACOTTE, D. 1984 Étude au micros- cope éléctronique a transmission de Ia colonisation bac- térienne de los mort, Comptes Rendues de l'Acade- mie des Sciences de Paris 298, sér. II, 507-51 0. 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