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Gramsci - Nuestra orientación sindical

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Instituto de Estudios Marxista-Leninistas 
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Nuestra orientación sindical 
 
A.Gramsci 
 
 
 
 El compañero Nicola Vecchi, en el Sindicato rosso del 15 de septiembre, vuelve 
a proponer una vieja tesis suya: "Es necesario constituir un organismo sindical de 
clase, autónomo e independiente de todos los partidos y transitoriamente 
independiente de todas las internacionales." 
 
 ¿Cuál debe ser nuestra actitud respecto de esta propuesta? ¿Cuál debe ser la 
orientación propagandística de los comunistas para frenar en el interior de las masas 
eventuales corrientes de opinión acordes con la tesis del compañero Vecchi? 
Concretamente, ¿cuál es, en la actual situación, nuestra orientación sindical? Es decir, 
¿cómo nos proponemos mantenernos en contacto con las grandes masas proletarias, 
para interpretar sus necesidades, para recoger y concretar su voluntad, para ayudar al 
proceso de desarrollo del proletariado hacia su emancipación que, a pesar de todas 
las represiones y de toda la violencia de la oprobiosa tiranía fascista, aún continúa? 
 
 Por principio nosotros estamos en contra de la creación de nuevos sindicatos. 
En todos los países capitalistas, el movimiento sindical se ha desarrollado en un 
sentido determinado, dando lugar al nacimiento y al desarrollo progresivo de una 
determinada gran organización, que se ha identificado con la historia, la tradición, los 
hábitos, los modos de pensar de la gran mayoría de las masas proletarias. Todo 
intento por organizar aparte a los elementos sindicales revolucionarios ha fracasado 
por sí mismo, sirviendo únicamente para reforzar las posiciones hegemónicas de los 
reformistas en dicha gran organización. Los sindicalistas, en Italia, ¿qué provecho 
extrajeron de la creación de la Unión Sindical? Ellos no consiguieron influir excepto 
parcial y episódicamente sobre la masa de los obreros industriales, es decir sobre la 
clase más revolucionaria de la población trabajadora. Durante el período que va del 
asesinato de Umberto I a la guerra de Libia, lograron la dirección de las grandes 
masas agrarias de la llanura del Po y de la Puglie, obteniendo sólo un resultado: esas 
masas, entonces apenas llegadas al campo de la lucha de clases (en dicho período se 
verificó justamente una transformación de la explotación agraria que aumentó en casi 
el 50% la masa de los braceros), se alejaron ideológicamente del proletariado de las 
fábricas. Además, de sindicalistas anárquicos que eran hasta la guerra de Libia, o sea 
cuando el proletariado se radicalizaba, se volvieron inmediatamente reformistas. Así, 
luego del armisticio y hasta la ocupación de las fábricas, constituyeron la pasiva masa 
de maniobra que los dirigentes reformistas lanzaban en toda ocasión decisiva a los 
pies de la vanguardia revolucionaria. 
 
 El ejemplo norteamericano es aún más característico y significativo que el 
italiano. Ninguna organización ha llegado al nivel de abyección [bajeza] y de servilismo 
 
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contrarrevolucionario de la organización de Gompers1* ¿Pero esto quería decir que los 
obreros norteamericanos fueran abyectos y sirvientes de la burguesía? No, por cierto. 
Y sin embargo, permanecían unidos a la organización tradicional. Los IWW 
(sindicalistas revolucionarios) fracasaron en su intento de conquistar desde afuera a 
las masas controladas por Gompers, se separaron de ellas, se hicieron masacrar por 
las guardias blancas. En cambio, el movimiento conducido por el compañero Foster, 
dentro de la Federación Americana del Trabajo, a partir de consignas que 
interpretaban la situación real del movimiento y los sentimientos más profundos de los 
obreros norteamericanos, conquistaron un sindicato tras otro y lograron mostrar con 
claridad cuán débil de incierto es el poder de la burocracia gompersiana. 
 
 Nosotros, entonces, estamos por principio en contra de la creación de nuevos 
sindicatos. Los elementos revolucionarios representan a la clase en su conjunto, son el 
momento más altamente desarrollado de su conciencia a condición de que 
permanezcan junto a la masa, que compartan sus errores, sus ilusiones, sus 
desengaños,. Naturalmente, no puede descartarse que una medida de los dictadores 
reformistas obligue a los revolucionarios a salir de la Confederación General del 
Trabajo y a organizarse aparte. En ese caso, la nueva organización debería 
presentarse y ser dirigida verdaderamente hacia el único objetivo de la reintegración, 
hacia el logro de una nueva unidad entre la clase y su vanguardia más consciente. 
 
 La Confederación General del Trabajo representa todavía en su conjunto a la 
clase obrera italiana. Pero ¿cuál es el actual sistema de relaciones entre la clase 
obrera y la confederación? A mi parecer, la respuesta exacta a este interrogante 
significa hallar la base concreta de nuestro trabajo sindical y establecer por lo tanto 
nuestra función y nuestras relaciones con las grandes masas. 
 
 Como organización sindical, la Confederación General del Trabajo está 
reducida a su mínima expresión, acaso a un décimo de su potencialidad numérica de 
1920. Pero la fracción reformista que dirige a la confederación ha mantenido casi 
intactos sus cuadros organizativos, ha mantenido en el lugar de trabajo a sus 
militantes más activos, más inteligentes, más capaces, a aquellos que, digámoslo 
francamente, saben trabajar mejor, con mayor tenacidad y perseverancia que nuestros 
compañeros. 
 
 En cambio, una gran parte, la casi totalidad de los elementos revolucionarios 
que en los últimos años habían adquirido aptitudes organizativas y directivas, además 
de hábitos de trabajo sistemático, fueron masacrados o debieron emigrar o 
dispersarse. 
 
 La clase obrera es como un gran ejército que ha sido privado súbitamente de 
todos sus oficiales subalternos; en un ejército así, sería imposible mantener la 
disciplina, la estructura, el espíritu de lucha, la unicidad de orientación, en base 
 
1
 Samuel Gompers (Londres, 1850-Texas, 1924) Dirigente obrero estadounidense, en 1881 creó una asociación de 
sindicatos que en 1886 se llama American Federation of Labor (AFL) 
 
 
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únicamente a la existencia de un estado mayor. Toda organización es un conjunto 
articulado que funciona sólo cuando existe una relación numérica adecuada entre la 
masa y los dirigentes. Nosotros no tenemos cuadros, no tenemos vinculaciones, no 
tenemos servicios para englobar con nuestra influencia a la gran masa, para 
potenciarla, para convertirla en un instrumento eficaz de lucha revolucionaria. Los 
reformistas están en enorme ventaja respecto de nosotros en esta cuestión y explotan 
hábilmente su situación. 
 
 La fábrica sigue existiendo y organiza naturalmente a los obreros, los agrupa, 
los pone en contacto entre sí. El proceso de producción ha mantenido su nivel de los 
años 1919-1920, caracterizado por una función cada vez más avasalladora del 
capitalismo y por lo tanto, por una importancia creciente del trabajador. El aumento de 
los precios de costo, determinado por la necesidad de mantener movilizados 
permanentemente a 500.000 esbirros fascistas no es por cierto una prueba brillante de 
que el capitalismo haya reconquistado su prosperidad industrial. El obrero es entonces 
naturalmente fuerte en la fábrica, está concentrado, organizado en la fábrica. En 
cambio fuera de ella está aislado, disperso, debilitado. 
 
 En el período anterior a la guerra imperialista se verificaba la relación inversa. 
El obrero estaba aislado en la fábrica y unido fuera de ella: desde afuera presionaba 
para la obtención de una mejor legislación fabril, para disminuir el horario de trabajo, 
para conquistar la libertad industrial. 
 
 Hoy, la fábrica obrera está representada por la comisión interna. De inmediato 
se plantea el interrogante: ¿por qué los capitalistas y los fascistas, que han querido la 
destrucción de lossindicatos, no destruyen también las comisiones internas? ¿Por qué 
mientras el sindicato organizativamente ha perdido terreno con la acentuación de la 
reacción, la comisión interna, en cambio, ha extendido su esfera de organización? Es 
un hecho que en casi todas las fábricas italianas se obtuvo lo siguiente: que exista una 
sola comisión interna; que todos los obreros, y no únicamente los organizados, voten 
en las elecciones de la comisión interna. Toda la clase obrera está por tanto 
organizada actualmente en las comisiones internas que, de ese modo, han perdido 
definitivamente su carácter estrechamente corporativo. 
 
 Objetivamente, se trata de una gran conquista, de amplísima significación: ella 
sirve para señalar que a pesar de todo, en el dolor y bajo la opresión del talón de 
hierro de los mercenarios fascistas, la clase obrera, aunque sea en pequeña escala, 
se desarrolla hacia la unidad, hacia una mayor homogeneidad organizativa. 
 
 ¿Por qué los capitalistas y los fascistas han permitido y siguen permitiendo la 
formación y la persistencia de una situación tal? Para el capitalismo y para el fascismo 
es necesario que la clase obrera sea privada de su función histórica de guía de las 
demás clases oprimidas de la población (los campesinos, especialmente meridionales 
y de las islas, los pequeñoburgueses urbanos y rurales). Vale decir, es necesario que 
sea destruida la organización externa a la fábrica y concentrada territorialmente 
(sindicatos y partidos) que ejerce una influencia revolucionaria sobre todos los 
oprimidos y quita al gobierno la base democrática del poder. Pero los capitalistas, por 
 
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razones industriales, no pueden querer la destrucción de toda forma de organización: 
en la fábrica, la disciplina y la buena marcha de la producción sólo son posibles si por 
lo menos existe un mínimo de constitucionalidad, un mínimo de consenso de parte de 
los trabajadores. 
 
 Los fascistas más inteligentes, como Mussolini, son los primeros en estar 
convencidos de la no expansividad de su ideología "superior a las clases" más allá del 
mismo círculo de ese estrato pequeñoburgués que, al no tener función alguna en la 
producción, no tiene conciencia de los antagonismos sociales. Mussolini está 
convencido de que la clase obrera nunca perderá su conciencia revolucionaria y 
considera necesario permitir un mínimo de organización. Mantener a las 
organizaciones sindicales dentro de límites muy restringidos por medio del terror 
significa dar el poder de la confederación a los reformistas: conviene que la 
confederación exista como embrión y que se inserte en un sistema muy diseminado de 
comisiones internas, de manera tal que los reformistas controlen a toda la clase 
obrera, y sean los representantes de toda la clase obrera. 
 
 Esta es la situación italiana, y este es el actual sistema de relaciones entre la 
clase proletaria y las organizaciones, aquí en Italia. Para nuestra táctica, las 
conclusiones son claras: 
 
1) trabajar en la fábrica para construir grupos revolucionarios que controlen las 
comisiones internas y las impulsen a extender cada vez más su esfera de acción; 
 
2) trabajar para crear contactos entre las fábricas, para imprimar a la actual situación 
un movimiento que señale la dirección natural de desarrollo de las organizaciones de 
fábrica: de la comisión interna al consejo de fábrica. 
 
 Sólo así lograremos mantenernos en el terreno de la realidad, en estrecho 
contacto con las grandes masas. Sólo así, en el trabajo infatigable, en el crisol más 
ardiente de la vida obrera, conseguiremos crear nuevamente nuestros cuadros 
organizativos, y haremos surgir de la gran masa a los elementos capaces, 
conscientes, plenos de ardor revolucionario en la medida en que son conscientes de 
su propio valor y de su vital importancia en el mundo de la producción. 
 
 
 
Lo Stato Operaio, 18 de octubre de 1923, i, nro. 8.

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