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Ada Stewart Resumen : Jamie Conley quería saber quienes eran sus verdaderos padres. Por eso comenzó a hacer preguntas que su madre adoptiva, Lexi, no podía responder. Preguntas que su hermana no le permitía responder. El niño se distrajo temporalmente cuando Lexi “raptó” a su ídolo, el campeón de rodeos Jake Thorn. Ella necesitaba a Jake para dirigir el rancho, pero sólo hasta que su padre se recuperara de su operación. Jamie, por supuesto, esperaba que se quedara para siempre. Lo que Lexi no podía explicarse es que Jake era el último hombre que queria tener cerca ... y el único hombre al que habia amado ... Capítulo 1 A LEXANDRA Conley abrió la puerta y salió a la sombra del porche. Miró hacia la polvo- rienta carretera, para ver si llegaba su padre. Pero no vio nada. Lexi suspiró impaciente. Debería haber ido con él en vez de haberse quedado en el rancho, soportando interminables horas de espera y de preocupación. Pero él no lo permitiría. Le había dicho que sería mejor que se quedara en casa, mejor que estuviera ahí para hacer la cena cuando llegara Jamie del colegio. Pero la verdadera razón había sido que su padre no quería que oyera el diagnóstico del médico. No quería que se preocupara ni que tampoco le obligara a hacer lo que los médicos le mandaran. Lexi pensó que a lo mejor esa vez era diferente. A lo mejor esa vez le hacían quedarse. Incluso en ese momento su padre podría estar tumbado en una cama del hospital esperando a que le operaran por la mañana. Ojalá fuera así. Mirando una vez más al horizonte, se volvió y entró en la casa. -¡Jamie, la cena está lista! -gritó desde el vestíbulo-. No tiene sentido esperar al abuelo. Podremos empezar sin él. ¿Jamie? Lexi esperó oír el sonido de pasos en el piso de arriba, pero no fue así. Recorrió el pasillo y se detuvo al llegar a la puerta cerrada de lo que había sido una vez un despacho, y se había convertido en el dormitorio de su padre enfermo. Frank Conley siempre había sido la roca de su vida, sólido y eterno. Y en ese momento estaba demasiado débil para subir las escaleras a su antiguo dormitorio. Antes de que el corazón empezara a fallarle, ella nunca se había detenido a pensar que algún día algo le pasaría. Pero últimamente, Lexi no pensaba en otra cosa. En menos de un año, los hombros anchos que una vez habían podido soportar el peso del mundo, se habían encorvado. La voz fuerte capaz de ordenar y consolar con igual facilidad, se volvía jadeante al más mínimo esfuerzo. Su padre estaba debilitándose poco a poco, y su propia cabezonería era lo que más rápidamente le estaba matando. El dolor se volvió resentimiento, luego furia, y Lexi dio una patada al marco de la puerta. -Maldito Frank Conley -susurró con un nudo en la garganta . ¿Qué hay de nosotros? ¿Qué haremos sin ti? ¿Has pensado en eso? Casi inmediatamente, la furia desapareció. Miró las marcas que había hecho en el marco de la puerta con la bota y suspiró. -¿Por qué no puedo decirte esto cuando estás aquí? -dijo en voz alta, marchándose despacio hacia los pies de la escalera. Con la mano en la barandilla, miró hacia arriba. ¡Jamie, la cena está lista! El débil chirrido de muelles de cama oxidados llamó su atención. -Estoy aquí abajo, mamá. Lexi cerró los ojos. Entonces, girándose, se puso delante de otra puerta cerrada. La habitación de los invitados, o la habitación de Jake como casi todos la llamaban, se había convertido con los años en una especie de cuarto trastero. Jake... Incluso con el paso de los años, Lexi no podía entrar en la habitación sin sentir un vuelco en el estómago. Enderezándose, giró el pomo y entró. Dentro, su hijo de diez años estaba echado boca abajo en la vieja cama doble, con las botas camperas agitándose en el aire mientras pasaba las páginas viejas y muy manoseadas de un álbum de recortes. -Hola, hijo. ¿Qué haces? -preguntó suavemente. Jamie la miró con sus ojos color avellana. Su espeso pelo castaño estaba cortado a capas excepto por un mechón que le llegaba desde el centro de la nuca hasta los hombros. Un ceño pensativo arrugaba su frente mientras giraba el álbum para que ella pudiera verlo. -Jake era realmente extraordinario, ¿verdad? -la mano de Jamie acarició el artículo amarillento del periódico con reverencia. -Sí -dijo ella con el orgullo antiguo y familiar-. Cuando Jake estaba en la flor de la vida, era uno de los mejores. El álbum era de ella, creado con la efusividad del culto a un héroe cuando no había sido mayor que Jamie. -¿Crees que volverá alguna vez, mamá? -preguntó Jamie sentándose-. Estoy seguro de que me encantaría conocerlo. ¿Crees que le gustan los niños? El entusiasmo en el rostro de su hijo provocó una sonrisa automática en el rostro de Lexi mientras se sentaba en una silla. -Le gustabas tú cuando eras pequeña, ¿verdad? -insistió Jamie. Ella y Jamie tenían conversaciones similares muy a menudo, y Jamie siempre encontraba formas nuevas de hacerle las mismas preguntas, nuevos modos de obtener más información. Sí, creo que si. Yo debía tener unos dos años cuando el padre de Jake vino a trabajar a nuestra granja y su madre trabajaba como nuestra cocinera. -Como hace Twyla ahora -comentó Jamie,disfrutando de la historia, aunque prácticamente se la sabía de memoria. Lexi asintió y sonrió de nuevo, preguntándose qué pensaría Jake si supiera alguna vez que se había convertido en una leyenda en esa casa. -Eso es. Jake debía tener casi trece años cuando llegaron. Solía cuidarme algunas veces después del colegio... Cuando yo estaba en primero, fue Jake quien me enseñó a montar en bicicleta sin ruedecitas laterales. Yo estaba loca por él -suspiró-. Luego mamá y papá se divorciaron y yo pasé un año en Miami con mamá. Cuando -volví aquí a vivir con papá, Jake se dedicaba a los rodeos y no lo veíamos durante temporadas muy largas. -¿Cuánto pasó antes de que Jake ganara su primer campeonato? ¿Qué años tenías tú? -Yo era un poco mayor que tú, pero poco después de su triunfo, se hirió y volvió para recuperarse. -Y ahí fue cuando se casó con la tía Dolores, ¿cierto? A Lexi se le puso un nudo en el estómago. -No, eso fue después de que comprara la vieja casa de los Johnson aquí al lado, esperando que sus padres se retiraran y vivieran allí. El año siguiente, Jake estaba a punto de obtener el cuarto título cuando... De pronto se calló, sin querer revivir el horrible accidente que estuvo a punto de costarle la vida. -¿Cuando ese toro le embistió? -continuó Jamie con entusiasmo infantil por lo macabro. Lexi lo miró con dureza. -Jamie... -Eso fue lo que pasó, ¿verdad? -Sí -dijo ella aguantándose la risa--. Pero no deberías estar tan contento. -No estoy contento -se defendió el niño-. Pero eso fue lo que pasó. ¿Y fue entonces cuando Jake se casó con la tía Dolores? Lexi asintió y continuó. -Cuando salió del hospital, Jake vino aquí a recuperarse. Entonces Dolores viajó desde California para mi dieciséis cumpleaños, y tres meses más tarde ella y Jake estaban casados. Supongo que ella debía haber crecido mucho desde la última vez que él la había visto. Al darse cuenta de su tono amargo, Lexi suspiró. -Y un mes más o menos después de la boda, el padre de Jake se retiró y se fue con su mujer a Florida -¿Cuando ese toro le embistió? -continuó Jamie con entusiasmo infantil por lo macabro. Lexi lo miró con dureza. -Jamie... -Eso fue lo que pasó, ¿verdad? -Sí-dijo ella aguantándose la risa--. Pero no deberías estar tan contento. -No estoy contento -se defendió el niño-. Pero eso fue lo que pasó. ¿Y fue entonces cuando Jake se casó con la tía Dolores? Lexi asintió y continuó. -Cuando salió del hospital, Jake vino aquí a recuperarse. Entonces Dolores viajó desde California para mi dieciséis cumpleaños, y tres meses más tarde ella y Jake estaban casados. Supongo que ella debía haber crecidomucho desde la última vez que él la había visto. Al darse cuenta de su tono amargo, Lexi suspiró. -Y un mes más o menos después de la boda, el padre de Jake se retiró y se fue con su mujer a Florida -¿Porque no podían soportar a la tía Dolores? -Bueno, básicamente sí --admitió sintiéndose culpable al momento . Pero creo que a lo mejor los padres de Jake sólo querían darle a él y a su mujer una oportunidad de estar solos –corrigió intentando ser generosa-. Todos los recién casa dos necesitan un tiempo para ajustarse. Tú tía Dolores se esforzó mucho al principio. Pero nunca había aprendido a cocinar, y nunca había tenido que ocuparse de una casa, y pasado un tiempo, empezó a echar de menos la emoción de hacer películas en California. -A mí me gusta esto. El ceño del niño provocó otra sonrisa en su madre. -Lo sé, corazón, y a mí también. Y a tu tía Dolores cuando era más joven, pero cuando creció, prefirió la gran ciudad. Por eso la vemos tan poco. Intentando no mostrar las emociones que estaban retorciéndole el corazón, Lexi continuó. -Eso no significa que no nos quiera. Sé que le importamos mucho. Pero normalmente está muy ocupada. El se encogió de hombros. -No me importa. No la necesitamos. Y no nunca iré a la gran ciudad -dijo Jamie con énfasis . Voy a ser un vaquero de rodeos, igual que Jake. Normalmente, Lexi hubiera salido en defensa de su hermana, pero estaba demasiado sorprendida por la última frase de Jamie. Aparte de su breve ambición de ser bombero, sólo había hablado de convertirse en granjero, como su abuelo. Ella no sabía por qué su última preferencia debía molestarla, excepto que le parecía de algún modo una traición a su abuelo en un momento en que era muy vulnerable. -¿Quieres ser un vaquero de rodeos? -preguntó con deliberada suavidad-. ¿Cuándo lo has decidido? Jamie bajó la mirada al suelo. -No lo sé. -¿Hoy ¿Ayer? Jamie se encogió de hombros. -A lo mejor. Dándose cuenta de que su reacción era exagerada, Lexi respiró profundamente y se forzó a calmarse. -Ya sabes que Jake trabajó en su propio rancho desde que era un adolescente. Y cuando su padre se retiró, se hizo capataz aquí y dirigía a la vez este rancho y el suyo. Él y tu abuelo trabajaron hombro con hombro durante los tres años que Jake y Dolores estuvieron casados. Jamie asintió, levantó la barbilla y la miró. -¿Y qué? Lexi no sabía que decir. No estaba acostumbrada a ese desafío en los ojos de su hijo. Y no quería que el niño cambiara su lealtad de su abuelo a Jake... no en ese momento. Entonces, con una profunda intuición femenina recordó su propio dolor, frustración y la traición que había sentido cuando había pensado en que su padre estaba muriendo y dejándola sola con un rancho y con un niño. Y pensó en las largas horas que Jamie había pasado últimamente en la habitación de Jake, mirando los álbumes con una nueva intensidad. -¿Tienes miedo? -preguntó con infinita dulzura. -¿De qué? -preguntó Jamie sobresaltándose. -Por tu abuelo. Jamie se encogió de hombros y volvió a mirar hacia el suelo. -No lo sé. A lo mejor. Echándose hacia delante, Lexi siguió hablando en un susurro. Ojalá pudiera decirte que no hay nada que temer. Ojalá pudiera prometerte que él se pondrá bien. Pero no puedo, porque no lo sé. -¿Qué tiene mal? -preguntó el niño preocupado. -Es su corazón. No sé mucho más. A lo mejor sabremos más cuando vuelva del hospital... Ojalá no fuera tan cabezota. No quiere ingresar en el hospital, y no hay mucho que puedan hacer los médicos si no lo hace -¿Va a morir? Lexi vio el terror en los ojos de su hijo. -Espero que no. Pero no está haciendo lo que le dicen los médicos, y tendrá que hacerlo si quiere ponerse bien. -Si Jake volviera y fuera de nuevo el capataz, el abuelo podría entrar en el hospital y ponerse bien. -Jamie, ¿de dónde has sacado esa idea? Ya tenemos un capataz. -Pero el abuelo dijo... Jamie se calló de repente. -¿El abuelo dijo qué? -exigió Lexi, sin obtener contestación . Respóndeme, hombrecito -dijo muy seria-. ¿Qué dijo tu abuelo? -Le oí hablar por teléfono con alguien. Estaba preguntando si podían ayudarle a encontrar a Jake. Dijo que le necesitaba desesperadamente. -¿Fue eso todo lo que dijo? -No lo sé --murmuró Jamie bajando la cabeza- . Tú me llamaste y tuve que dejar de escuchar. -Debería darte vergüenza, James Franklin Conley. Te he dicho que no se deben escuchar las conversaciones de otras personas. Ahora tienes la idea equivocada de que Jake Thorn va a venir a salvar la situación, y eso no va a pasar. Jamie levantó la cabeza, y la esperanza brilló en sus ojos. -A lo mejor sí. Si el abuelo lo encuentra, Jake vendrá. -Oh, Jamie, cariño, no cuentes con eso. Este rancho es el último lugar de la tierra donde Jake querría estar. Se marchó de aquí hace once años, y no ha vuelto desde entonces. No tengo idea de dónde está, y tampoco tu abuelo, y es muy difícil encontrar a un hombre que no quiere ser encontrado. ¿Por la tía Dolores? -Supongo que tu tía Dolores fue parte de ello -admitió Lexi-. Pero el mundo de Jake se hizo añicos. Hay demasiados recuerdos aquí. -Pues a mí me gustaría conocerlo. -No cuentes con ello, ¿de acuerdo? -dijo Lexi poniéndose de pie-. La cena se está enfriando. ¿Por qué no guardas esas cosas y vienes a la cocina? -Sí, mamá. Levantándose, Jamie empezó a recoger los álbumes. Con la cabeza inclinada, era la pura imagen de la decepción. A Lexi se le partió el corazón, sabiendo que ella había causado su dolor. Se ablandó y habló con algo de ánimo. -Por supuesto, Jake aún es el dueño de la granja vecina. A lo mejor viene algún día, aunque sólo sea de visita. La ansiedad asomó a los ojos del niño. -¿Lo crees en serio? -Podría ser. Nunca se sabe. -Apuesto a que si alguien puede encontrarlo, ése es el abuelo. Por mucho que odiara pensar en ello, Lexi tuvo que estar de acuerdo. -Sí, puedes tener razón en eso. Sonriendo, Jamie empezó a ordenar el cuarto y Lexi se fue a la cocina a recalentar la cena. Sólo esperó que no se hubiera equivocado permitiendo que Jamie tuviera alguna esperanza. Y en cuanto a ella, no sabía cómo se sentiría si Jake regresara. Era algo en lo que no se había permitido pensar durante mucho tiempo. De niña, lo había adorado. De mujer, lo había amado. Y el día después de que él hubiera hecho realidad sus sueños, Jake se había marchado sin una palabra. Lexi había pasado años tratando de superarlo, años aceptando que nunca volvería a verlo, y cuando su corazón finalmente había cicatrizado, había guardado sus recuerdos y había cerrado la puerta. Estuviera donde estuviera Jake, ella le deseaba lo mejor, pero él estaba fuera de su vida, y así seguirían las cosas. Lexi recogió la mesa de la cocina y envió a Jamie a hacer sus deberes. Estaba fregando los platos cuando oyó abrirse la puerta. Salió corriendo de la cocina a tiempo de ver entrar a su padre y al trabajador del rancho que le había llevado. -Hola -saludó Lexi-¿Has comido? -Sí -gruñó su padre. Apoyándose pesadamente en el brazo de Manuel Ortega, Frank Conley se dirigió al cómodo sillón del salón que había junto a la ventana y donde últimamente pasada la mayor parte de las horas. -El señor Frank tenía hambre- le explicó Manuel sonriendo a modo de disculpa-, así que paramos antes de salir de la ciudad. -Puedes prepararme una bebida si quieres-dijo el abuelo con la voz jadeante que señalaba su cansancio. Lexi lo ignoró. El doctor le había prohibido estrictamente el whisky y los puros que eran el ritual nocturno de su abuelo. Y Frank sólo se lo pedía en ese momento para molestarla. -¿Te parece bien que mientras Manuel esté aquí te llevemos a la cama? -sugirió Lexi. -No -Frank se sentó, apoyó la cabeza en el respaldo y suspiró, mirando con dureza a su hija-. Tenemos que hablar -se dirigió a Manuel-. Gracias, Manuel. Ya puedes irte. -Si, señor Frank. ¿Me llamará si me necesita?-Sí, Manuel. Y gracias. A pesar de sus modales gruñones, los hombres que trabajaban para él le eran tremendamente leales, y Lexi se sentía agradecida de saber que su lealtad también se extendía a ella. -Será mejor que te sientes -dijo Frank, cuando se quedó a solas con su hija. Ella sintió que le temblaban las piernas mientras se sentaba en la silla frente a él. Sintió ganas de llorar. Quería que su padre estuviera sano y fuera poderoso como había sido antes, y sabía que los médicos no le habían dicho nada bueno. Lo había sabido en cuanto había visto a su padre con los hombros hundidos y la mandíbula apretada. -Suéltalo -dijo ella con el tono valiente que sabía que él estaba esperando. -No te va a gustar. -Papá, no alargues esto. -No me estoy muriendo. Al menos, aún no. Lexi soltó la respiración que había estado aguantando y cerró los ojos un momento para dar las gracias en silencio. Su padre iba a vivir. -Entonces. ¿cuál es el problema? -Bueno, tengo dos opciones. Puedo quedarme aquí sentado como un inválido y seguir viviendo hasta que finalmente me desplome y me muera de aburrimiento. -¿Te pondrás mejor si haces eso? -preguntó Lexi esperanzada. -No. De hecho posiblemente me ponga peor, hasta que un día, mi corazón se rinda. Bueno, eso no es la solución. -Mi otra opción es operarme. Con la cirugía posiblemente quede como nuevo. La mayoría de las personas sobreviven. Y las oportunidades de que yo también lo haga son muy grandes. Aunque por supuesto, a lo mejor no. No me lo pueden garantizar. El doctor dice que la decisión es mía. Lexi tragó saliva. No sabía por qué su padre estaba vacilando. El Frank Conley que ella siempre había conocido no hubiera vivido un minuto más como inválido si hubiera otra alternativa, incluso aunque significara arriesgarse. El hecho de que su padre no estuviera en ese momento en el hospital esperando a ser operado significaba que había algo más que ella no sabía. -El problema es -continuó Frank despacio-, ¿quién va a ocuparse del rancho mientras yo esté en el hospital? Estaré allí un par de semanas antes de que me permitan volver a casa. Y después, aún pasarán semanas antes de que pueda hacer algo. -Bueno, papá, eso no es problema. Tienes un capataz que lleva aquí tres años. Y sabes que yo puedo ocuparme de la contabilidad y los papeleos dijo Lexi. -¿Durante cuánto tiempo, hija? -¿Durante un mes? -preguntó encogiéndose de hombros- -. ¿Seis semanas? ¿Cuánto tiempo puede hacer falta? -Ése es la cuestión -dijo Frank despacio. La suave tristeza en sus ojos y la paciencia de su voz empezaron a preocuparla. -Lexi, hay una posibilidad de que surjan complicaciones en la operación. Es difícil, pero existen, e incluso puede que no lo consiga. Incluso si sobrevivo, mi recuperación será lenta. Tenemos que entrar en esto preparados para cualquier eventualidad, y yo tengo que asegurarme de que este rancho va a estar bien. Por tu futuro y por el de Jamie. Tengo que estar seguro, Lexi. ¿Lo entiendes? Lexi empezó a asentir con la cabeza y entonces se dio cuenta de que en verdad no tenía idea de que estaba diciendo su padre. Parecía que quería operarse y luego estaba diciendo todas las razones por las que no podía. -Lo siento, papá. Pero no lo entiendo. No entiendo cuál es el problema. Yo puedo ocuparme del rancho. -Lexi, no pongo en duda tu habilidad. -¿Entonces cuál es el problema? Porque para decirte la verdad, estoy confundida. Puedes operarte y yo me ocuparé del rancho. Cuando estés mejor, volverás a encargarte tú. A mí no me parece tan complicado. -Lexi, voy a traer a Jake. ¿Qué? -exclamó ella sin poder creer lo que estaba oyendo. Jake va a volver a ocuparse del rancho mientras yo esté en el hospital. Lo que su padre decía no tenía sentido. Jake no volvería. En once años no había enviado ni una postal. -¿Por qué? ¿Por qué has pensado en eso? -Tengo mis razones. -Bueno, pues yo quiero saberlas. Soy un viejo enfermo. Dame ese capricho. -Oh, papá... ¿Has hablado con Jake? ¿Está él de acuerdo? -No. Pero sé donde está. Al menos sé dónde estará mañana por la noche. -¿Pero de qué sirve eso? Tú no puedes ir. El miró directamente a sus ojos marrones como si quisiera llegar a su alma. -Pero tú sí -dijo suavemente. -¡No! -Lexi se puso de pie, golpeando la pared con la silla en el proceso-. ¡Definitivamente no! -Tienes que hacerlo -insistió su padre. -No, no tengo que hacerlo. Volviéndose, Lexi empezó a marcharse. Pero dio sólo dos pasos antes de ver a Jamie junto a la puerta, escuchando. -¿Por qué no, mamá? - preguntó el niño con ansiedad en su mirada mientras corría hacia ella-. Vendría. Si pudiera ayudar al abuelo, sabes que Jake vendría. -Es posible - dijo Frank a sus espaldas. Sintiéndose atrapada, Lexi se volvió para mirarlo. Tenía las manos cerradas en puños. -No, no vendría. Miró suplicante a su padre. Jamie sólo era un niño. No sabía lo que estaba pidiendo. Pero Frank Conley sí. El padre movió la cabeza despacio y la miró con decisión. -Vendría. Jake ha querido venir desde hace mucho tiempo. Pero no lo sabe. -Papá -le rogó Lexi-. Sabía lo que estaba haciendo cuando se marchó. Si hubiera querido volver, habría encontrado una excusa mucho antes. No me operaré a menos que Jake esté aquí para ocuparse del rancho, Alexandra. Me quedaré sentado en esta silla y me moriré esperando si he de hacerlo. Así que puedes ir a pedirle que se ocupe del rancho ahora o puedes invitarle a mi funeral más adelante. Tú eliges. -Lo dices en serio, ¿verdad? -preguntó Lexi desesperada. Nunca te he mentido. -¿Puedo ir contigo, mamá? -preguntó Jamie saltando de alegría-. Por favor. -No -dijo Lexi abrazando a su hijo-. No, Jamie. Esto es algo que tengo que hacer sola. Capítulo 2 E L sudor de los hombres y las bestias llenaba el aire de la tarde, mezclándose con el polvo levantado por sus inquietos cascos. El balido impaciente del ganado competía con los relinchos de los caballos. En la atmósfera familiar, Lexi sabía que debería sentirse como en casa, pero no era así. Se sentía como una intrusa. -Relájate -murmuró-. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Todo lo que puede hacer es decir que no. Se frotó las palmas sudorosas contra su falda vaquera. El corazón le latía con fuerza, y dejó de pretender que lo que temía era una negativa. Ver a Jake de nuevo era lo que le daba miedo. Vio un grupo de vaqueros y se dirigió hacia ellos. Estaba allí para encontrar a Jake Thorn, y tenía que empezar por algún sitio. Al llegar al grupo de hombres, respiró profundamente para armarse de coraje y le dio un golpe en el hombro al que estaba más cerca. -Perdone. Todos los hombres se volvieron hacia ella, reflejando en sus rostros placentera sorpresa por la inesperada interrupción, y Lexi empezó a relajarse. Incluso consiguió sonreír. El vaquero cuyo hombro había golpeado, un joven con una cicatriz en la mejilla, se quitó el sombrero y le devolvió la sonrisa con entusiasmo. -¿Puedo ayudarla en algo, señorita? -Sí, al menos eso espero. Estoy buscando a Jake Thorn. Me han dicho que estaría aquí esta noche. La sonrisa del joven se desvaneció ligeramente, y ella sintió que sus compañeros se tensaron. -Bueno, sí --respondió el vaquero despacio, eligiendo las palabras con cuidado-. Creo que está aquí, en alguna parte. De hecho me pareció verlo hace un rato. ¿Y vosotros? - preguntó volviéndose a los demás-. ¿Alguien ha visto hacia dónde iba Jake? Los hombres se encogieron de hombros, negaron con la cabeza y bajaron la mirada, y Lexi supo que no debía insistir. Jake era uno de los suyos, y ella una extraña haciendo preguntas. Supieran lo que supieran esos hombres, no iban a decírselo sin tener antes la aprobación de Jake. -Podría mirar al otro lado del ruedo -le dijo uno de los hombres más mayores. Con los hombros hundidos, Lexi se alejó del grupo de hombres. El último lugar de la tierra donde querríaestar era allí, y la última cosa que querría hacer era buscar a Jake Thorn, pero lo encontraría, con o sin ayuda. Entonces, se forzó a enderezar los hombros y levantar la barbilla, y empezó a caminar en la dirección que los hombres le habían dicho. Aunque creyera que Jake no estaría allí, no pasaría nada por mirar. - Eh, señorita, ¿si vemos a Jake quiere que le digamos quién le está buscando? -le gritó uno de los hombres. Sabiendo que si Jake sabía que ella estaba allí, nunca conseguiría acercarse a él, Lexi se volvió y forzó una sonrisa. - No será necesario. Pero gracias de todos modos. Daré una vuelta hasta que le encuentre. Se giró y continuó su camino. Y mientras buscaba entre todos los vaqueros que pasaban, al otro lado del ruedo vio a una bonita muchacha rubia que parecía muy joven para recordar los días de gloria de Jake Thorn. Pero a lo mejor había oído hablar de él. Sonriendo, Lexi se detuvo y la rubia le sonrió también. -Tienes un caballo precioso -dijo Lexi con sinceridad-. ¿Es un pura raza? -Gracias. Sí, lo es -dijo la joven acariciando la nariz del animal con orgullo- . Lo tengo desde el año pasado. El genuino interés de Lexi por los caballos le hizo olvidar su búsqueda, aunque fuera por un momento. ¿Qué tal es? -Oh, Jackpot es fabuloso. Tenemos muchas posibilidades de ganar esta noche. El caballo relinchó y levantó la cabeza, como si supiera que estaban hablando de él. Lexi no pudo evitar reírse. -Bueno, te deseo buena suerte. ¿Cómo te llamas? Esta noche intentaré verte. -Susie Picket. No te he visto antes por aquí, ¿verdad? No ---dijo Lexi recordando de pronto lo que debía hacer-. Estoy aquí buscando a un viejo amigo. A lo mejor lo conoces. Se llama Jake Thorn. -¿Jake? Oh, claro. -¿Lo has visto por aquí esta noche? -Sí, está por aquí. Podrías intentar buscarle en las caravanas -dijo la chica callándose de repente y enrojeciendo-. ¿Conoces... mucho a Jake? A Lexi le faltó muy poco para decir una palabrota. El rubor de la joven y su repentino silencio, le dijo claramente lo que el grupo de hombres también le había indicado. Estuviera donde estuviera Jake, estaba con una mujer. ¡Oh, no! Eso ya era bastante terrible sin tener que sacar a Jake de la cama de alguna mujer sólo para hablar con él. -No te preocupes --dijo cansada, sintiendo unos celos repentinos que no tenía ningún dere cho a sentir-. No soy una antigua novia suya, ni una nueva novia ni nada parecido. Soy una amiga, punto. -Oh, bien -la joven suspiró aliviada-. Bueno, en ese caso, a lo mejor está en la caravana de Louanne Byers. Últimamente se han hecho muy... amigos... ya sabes a lo que me refiero. No puedes confundirte. Lleva el nombre pintado en el costado con grandes letras moradas. -Muchas gracias. Has sido de mucha ayuda -dijo Lexi retrocediendo y con más información de la que habría deseado. Con el estómago revuelto se dirigió hacia las caravanas, pasando junto a los vaqueros y sus caballos que se entrenaban. Cuando escapó del polvo y la tensión del ruedo, el aire de la tarde era suave, fresco y relajante. Lexi suspiró y se frotó las manos húmedas contra la falda. Su padre le había enviado a buscar a Jake, no a sacarle de los brazos de otra mujer. Entonces se detuvo, cambiando repentinamente de idea. Giró a ciegas, empezó a caminar en dirección contraria y al momento chocó con el cuerpo duro de un vaquero alto. Lexi se tambaleó como una muñeca de trapo, y él la cogió de los hombros para sujetarla. -Eh, ¿estás bien? Ella asintió, y con los ojos entrecerrados vio un rostro que le era vagamente familiar. -¿No te he visto antes en alguna parte? -preguntó el vaquero. Lexi asintió de nuevo y se soltó de sus manos. Aaron. Ése era su nombre, y él había ido al rancho un fin de semana con Jake. Lexi extendió la mano para saludarle. -Soy Lexi. la hija de Frank Conley. Tú viniste a nuestro rancho para cenar un domingo con Jake Thorn. -Y me quedé hasta el martes -dijo Aaron riéndose al recordar-. Me acuerdo. Pero tú eras una niña. -Tenía catorce años -dijo Lexi algo ofendida. A los catorce años, había estado locamente enamorada de Jake. Ese mismo año, había cometido el error de confesárselo. El vergonzoso intento de Jake de defraudarla fácilmente era un recuerdo que aún le dolía. -Bueno, ya eres toda una mujer -dijo Aaron - . ¿Has venido con tu padre? -No, no ha venido, pero me pidió que buscara a Jake por él. -Oh... ¿Has visto ya a... um... a Jake? -Iba a buscarlo cuando choqué contigo --dijo ella decidida a continuar y terminar de una vez- . Me han dicho que podría encontrarle en la caravana de Louanne Byers. No sabrás por casualidad dónde está aparcada, ¿verdad? La sonrisa amable de Aaron se volvió pícara, y se frotó las manos. -El viejo Jake va a estar muy sorprendido al verte. Ven conmigo, damisela -dijo cogiéndola del brazo y girando--. Yo te llevaré. Aaron la llevó entre los coches y los vehículos y caravanas. - ¿Cuánto hace que no ves a Jake? -Once años. -Ah, desde el divorcio. -Sí -Lexi se preguntó cuánto le habría contado Jake. -Era tu hermana mayor, ¿verdad? ¿Cómo se llamaba?... ¿Dolores? Eso es. -He oído que ahora es actriz. ¿Usa el nombre Conley o Thorn? -Ninguno. Usa el nombre de su padre, Davies. -Entonces ¿no tenéis el mismo padre? -Aaron pareció sorprendido. -No, nuestra madre estuvo casada antes. -Dolores Davies repitió Aaron pensativo-. Sí, creo que he oído hablar de ella. Es rubia, ¿verdad? ¿Hizo un papel en una serie de televisión hace unos años? Salía casi siempre en bikini. -Sí, ésa es Dolores -dijo Lexi más relajada. -Entonces ella es la ex de Jake, ¿eh? El mundo es pequeño, ¿verdad? ¿A quién le está amargando la vida ahora Dolores? -De momento está casada con un productor llamado Harvey Maxwell. -¡Caray! -exclamó Aaron deteniéndose y soltándola del brazo-. Bueno, aquí es. Levantando el puño, Aaron golpeó la puerta de la caravana blanca con las letras moradas. Tras un momento, se abrió la puerta y apareció una mujer con un complicado peinado en sus rizos castaños y camisa y mallas blancas muy ajustadas. -Oh. hola, Aaron. ¿Estás buscando a Jake? -Hola, Louanne. ¿Está por aquí? Ella se giró hacia el interior. -Jake, Aaron está aquí. Lexi cerró los ojos y contó hasta diez mientras las rodillas empezaron a temblarle y el corazón se le aceleró incontrolado. -Entra, amigo -dijo una voz ronca y familiar. -Bueno, no soy yo el que te busca --respondió Aaron poniendo un brazo en los hombros de Lexi y haciéndola asomarse- . Es esta damita. -¿Quién dia... ? -su voz se desvaneció y su rostro registró incredulidad-. ¡Lexi! ¿Jake? Sus ojos se encontraron, y el corazón le dijo que era Jake, aunque el hombre al que estaba mirando podría ser cualquiera. Estaba vestido con la ropa ancha y andrajosa de un payaso de rodeo, su rostro escondido tras la pintura blanca, y sólo sus ojos y su voz le dijeron que estaba realmente en presencia de James Jackson Thorn. -¿No será mejor que te vayas ya hacia el ruedo, Louanne? -sugirió Aaron con total falta de tacto. Plantando las manos en las caderas, Louanne no se movió. -¿Quién es ella, Jake? -exigió con tono estridente. -Todo va bien, Louanne -Jake hizo un gesto de despedida con la mano sin dejar de mirar a Lexi-. Puedes irte. -¿Quién es? -exigió Louanne de nuevo. Me llamo Alexandra Conlcy -dijo Lexi subiendo los tres escalones hasta el interior y extendiendo tranquilamente la mano-. Mi padre, Frank Conley es el dueño del rancho vecino al de Jake. Louanne estrechó la mano de Lexi con rapidez y debilidad. ¿Por qué estás aquí? -Creo que eso es algo entre Lexi y yo -dijo Jake, levantándose del taburete donde había estado sentado con tarros de maquillaje en la barra delante de él. Pero, Jake... -Vete -dijo Jake en tono amable que no admitía discusiones-. Vas a llegar tarde, y esto no tiene nada que ver contigo. Cerraré la puerta cuando memarche. Con una mirada final venenosa a Jake y a Lexi, Louanne se marchó. -Espero que no te importe que le haya enseñado el camino a Lexi -dijo Aaron desde fuera-. Alguien ya le había dicho dónde estabas. -Luego hablaremos, amigo. Sonriendo, Aaron le guiñó el ojo a Lexi. --Espero que esta visita sea importante. Sé lo poco que le gustan a Jake las sorpresas. -Adiós, Aaron -dijo Jake sin tan buen humor mirando a la puerta hasta que se cerró, y entonces, se volvió a Lexi-. ¿Te importa si termino de prepararme? Tengo que trabajar dentro de un rato. -No, nada. Lexi se sentó en un sillón. -¿Estabas por casualidad en esta zona? -preguntó Jake, echándose pintura negra en cada ceja. -No. -¿Entonces no has venido a recordar el pasado? - No. Bueno, realmente me gustaría tener tiempo para hablar contigo -dijo abriendo otro tarro- . Pero por desgracia no lo tengo. Me has pillado en una noche de mucho trabajo. Pero Lexi no tenía la intención de ser despedida tan pronto. -Oh, no es problema, me quedaré un rato. Espero no haber creado... problemas apareciendo así. -¿Te refieres a Louanne? Es sólo una amiga. -¿Se lo has dicho a ella? Jake continuó con su tarea. -Nunca me pareció necesario. Cuando trabajamos en el mismo rodeo, estamos juntos -se encogió de hombros y empezó a ordenar los tarros y las brochas-. Nunca la he visto comportarse así antes -dijo girando en el taburete y mirando a Lexi-. Bueno, ¿qué te parece? Jake extendió los brazos para indicar su aspecto. Silenciando las miles de preguntas que tenía, Lexi le miró maravillada. -Eso sí que es una vestimenta. -Seguro que nunca me habrías reconocido -dijo él sonriendo. -No lo sé. Algunas cosas no cambian --Lexi se fijó en sus ojos, los mismos tonos verdes y chispeantes. -Tú sí. Eres toda una mujer -observó él con suavidad. A Lexi le dio un vuelco el corazón por el inesperado calor y la tono sensual. Se había preparado para enfrentarse a la ira que sabría provocaría su visita. Pero no se había preparado para la posibilidad de que surgieran otras emociones. Y de pronto, Jake se puso de pie. -Bueno, tengo que salir ya. -Te esperaré fuera. Lexi se levantó de la silla y se marchó. Una vez fuera, respiró profundamente el aire fresco y trató de calmar los latidos de su corazón. Ningún hombre tenía derecho a estar tan sexy... especialmente con ese disfraz. Dentro, Jake se ató los cordones de las zapatillas de deporte que usaba para trabajar. Se pasó una mano por el pelo mientras se con la otra se daba un masaje en el nudo que se le estaba formando en el estómago. No podía creer que ella estuviera ahí. Lexi Conley... Había tenido diecinueve años tiernos y temblorosos la última vez que él la había visto, tan dulce y tentadoramente maravillosa que casi le rompía el corazón mirarla. Con su cuerpo de niña y pecosa inocencia, había ofrecido salvación a su alma hambrienta, y él había huido de ella. Cogió su caja de maquillaje y la metió en su bolsa, cerró la cremallera y se la colgó al hombro. Apagó la luz y se quedó a oscuras en el interior, mirándola, de pie fuera bajo la suave luz del anochecer. El cuerpo de niña había desaparecido, reemplazado por suaves y voluptuosas curvas, pero quedaba algo de la pecosa inocencia. Su pelo negro, liso y largo, brillaba radiante. Sus ojos, un marrón exótico y cálido. miraban a la distancia, como si estuviera perdida en sus pensamientos. Y su labio inferior... No, no podía pensar en sus labios. Habían sido su perdición la última vez. Saliendo y cerrando la puerta de la caravana, Jake se bajó el sombrero sobre los ojos. -Bueno, espero que disfrutes del rodeo -dijo pasando al lado de Lexi-. ¿Crees que puedes volver sola a las gradas? -Bueno, sí, pero... -Lo siento, pero soy un trabajador y llego tarde. Lexi le siguió obstinada. -Te esperaré hasta que acabes. Él negó la cabeza y caminó más deprisa. -Salgo para la siguiente ciudad en cuanto termine. -Te seguiré si tengo que hacerlo -dijo ella con decisión. Dándose cuenta de que no iba a rendirse, Jake se detuvo. -¿Qué es tan importante, Lexi? -Es papá. Está enfermo. La frase fue como un puñetazo para Jake. Frank Conley era un hombre muy duro. No el tipo de persona que reconociera fácilmente una enfermedad. Pero Jake no quería mostrar lo mu- cho que le había impactado la noticia. -Bueno, siento oír eso, Lexi. Dile a Frank que le tendré presente en mis oraciones. Cuando Jake siguió caminando, Lexi le cogió del brazo y tiró de él con sorprendente determinación. -Él quiere algo más que eso, Jake. En sus ojos color canela, él vio miedo. -Lo siento, Lexi -repitió Jake suavemente-.Lo siento de verdad, pero no puedo ofrecerle nada más. -No me rindo tan fácilmente -le advirtió. -Estás perdiendo el tiempo. Lo sabes. Lo sabías incluso antes de venir. Maldito seas, Jake Thorn -dijo Lexi cerrando el puño sobre su camisa y bloqueándole el camino-. Mi padre no va a morir por tu culpa. La furia feroz de su voz era sorprendente, pero fue la lágrima que escapó por el rabillo del ojo lo que casi fue la perdición de Jake. - Ah, Lexi -murmuró suspirando y quitándole la lágrima con un dedo-. No me hagas esto. Ya sabes lo que quiero a ese hombre. -Entonces, ayúdale -le suplicó-. Todo lo que te pide es que te ocupes de su rancho durante unos meses mientras a él le operan. -Él no me necesita. Hay otros hombres que pueden hacerlo. -Claro que sí, pero ya conoces a mi padre -insistió Lexi con desesperación-. No quiere a nadie más. Te quiere a ti, Jake. -Juré que nunca volvería. -¿Quieres decir que dejarás a papá morir antes de volver por un estúpido juramento del que no se preocupa nadie mas que tú? -preguntó furiosa. -Es más que eso, y tú lo sabes. Frank se operará y se pondrá bien -se sintió debilitar, y se apartó de ella, arrancándose un botón de la camisa en el proceso--. Y yo no estaré allí - dijo por encima del hombro mientras se marchaba antes de que cambiara de opinión. -No te terminado contigo, Jake Thorn. Él se giró para mirarla. -Bien -gritó-. Pero por ahora súbete a las gradas. Por aquí va a pasar ahora todo el ganado, y te quedarás atrapada si no te apartas. Con eso, Jake giró y se marchó. Una hora después, Lexi seguía furiosa, consigo misma y con él. No había esperado que Jake fuera más receptivo de lo que lo había sido. pero no tenía que ser tan cabezota. Si hubiera sido algo más sensato, ella nunca habría perdido la calma y se hubiera puesto a gritar. Mortificada por el recuerdo, se cubrió la cara con las manos y deseó poder retroceder en el tiempo. Nunca debió haber ido a esa caravana. Ahí fue cuando todo fue mal. Debería haber esperado hasta que Jake hubiera estado solo y haber apelado a... ¿Haber apelado a qué? ¿A su bondad? Debería estar agradecida de que no quisiera volver con ella al rancho. Excepto por un viejo testarudo, nadie quería a Jake en el rancho. Lexi se puso de pie al ver a dos payasos detrás de las barreras junto a las rampas. Esperando que uno fuera Jake. empezó a bajar de las gradas para hacer una súplica más. Al descender, estudió al grupo de hombre detrás de las barreras, dos de ellos vestidos de payasos y el resto con vaqueros y botas. Como los atletas antes de cualquier competición, empezaron a estirarse, a calentar y Lexi pensó en lo extraño de que Jake, un jinete que había cosechado mucho trofeos, se hubiera convertido en payaso de rodeo. Dejando a un lado esos pensamientos, deseó haberle prestado más atención al haberle visto antes, ya que los dos hombres tenían el mismo maquillaje y ropa, y ella no podía saber cuál era Jake. Deteniéndose en la base de las escaleras, Lexi miró a los hombres más detenidamente. Las piernas largas de Jake, sus movimientos fluidos y sus anchos hombros, eran inconfundibles. Con los años, su cuerpo alto y delgado se había vuelto musculoso, pero el tiempo no le había hecho perder sus movimientosfelinos, igual que el tiempo tampoco parecía haber apaciguado el nerviosismo que ella sentía al verlo. Pero no. Era imposible que siguiera queriéndolo. Pasaron minutos mientras luchaba por controlar sus recuerdos. Respirando profundamente, se acercó un poco más, sintiendo las rodillas de goma. A unos metros, levantó la vista y vio a Jake mirándola. No parecía feliz con la idea de una segunda discusión, pero tampoco parecía que fuera a escapar. Lexi no estaba segura de que fuera a salirle la voz cuando llegara, pero iba a decir lo que había ido a decir, aunque tuviera que usar el lenguaje de las manos. Con decisión llegó al borde de la barricada y Jake dejó los otros para acercarse a ella. -¿Tienes unos minutos? -preguntó ella en voz tan baja que apenas se oyó-. Me gustaría hablar contigo. -Lexi... -Lo siento -le interrumpió-. Estaba furiosa y he dicho algunas cosas que no debí, y no dije nada de lo que quería decir. Jake siguió sin mirarla. -No, Lexi... -Por favor... por favor --repitió Lexi, recordando que su padre era la única razón de que ella estuviera allí. -De acuerdo - dijo Jake-. ¿Qué? Lexi miró detrás de él, y encontró a todos los vaqueros mirando de reojo. -En privado -susurró. -Tengo que estar listo dentro de unos minutos-¿Qué tal luego? Ella tenía que seguir adelante mientras aún tuviera coraje. Jake no se lo iba a hacer más fácil después. -Sólo ven conmigo a alguna parte donde no esté mirando nadie -le rogó. Jake frunció el ceño. -Vamos. Jake la cogió del brazo con más suavidad de la que ella había esperado y la llevó hasta el aparcamiento. Entonces la soltó y la miró. -¿Está bien aquí? -preguntó abruptamente. -Si ella intentó no intimidarse por la dureza de su tono. -Bueno, habla -le ordenó. -Podrías ser un poco más simpático. Jake suspiró y miró a los focos blancos parpadeando contra el cielo negro. -Eso no nos haría esto más fácil para ninguno, Lexi. -No sé por qué esto es tan duro -dijo ella frustrada . Una vez fuimos amigos. -Fuimos mucho más que amigos una vez. La repentina suavidad de su voz levantó un montón de emociones en Lexi. Todo lo que había querido evitar se estaba apoderando de ella. -Sólo una vez --dijo ella suavemente-. No estaba segura de que tú lo recordaras. -Oh, sí que lo recuerdo. A veces pienso en fragmentos de esa noche - al hablar su dedo se enrolló en un mechón de su pelo--. De vez en cuando -el revés de su mano rozó sus pechos y continuó bajando por su pelo que terminaba justo sobre su cintura- . En los momentos y en los lugares más inoportunos... Como ahora -le levantó la barbilla-. Es extraño los trucos que juega la mente. Hechizada y con las rodillas como flanes, Lexi evitó caer entre sus brazos con gran esfuerzo. -Jake... -Pero no es de eso de lo que has venido a hablar, ¿verdad? -No. Jake apartó la mano, rompiendo el hechizo. - Bueno, ¿de qué has venido a hablar? Lexi respiró profundamente. -De papá. -Ya hemos hablado de él. - No me has preguntado qué le pasa. -De acuerdo, ¿qué le pasa? Sintiendo como si estuviera golpeándose la cabeza con un muro, Lexi continuó. -Necesita operarse del corazón. -Siento mucho oír eso. -¡Te necesita, Jake! -exclamó, incapaz de creer la frialdad que oía en su voz. -¿Estás seguro de que es él quien me necesita. Lexi? - preguntó Jake. -¿Qué... qué quieres decir? --balbuceó Lexi. -Lo siento. Pensé que estaba muy claro. Lo que quiero decir es si es Frank quien me necesita tan desesperadamente, ¿por qué te envió? ¿Y realmente te envió él? El tono insolente de Jake no hizo nada poi calmar la furia que crecía dentro de Lexi. Mira, si estás sugiriendo que vine por mí.. -Estoy sugiriendo que es posible dijo cambiando su tono de enfado a seducción-. Igual que es posible que yo no sea el único que piense en esa noche de vez en cuando. A lo mejor tú también piensas en ella. A lo mejor... Lexi apartó la mano que acarició su barbilla. -Mira, Jake. Te pedí que vinieras para poder disculparme por haber perdido el control antes. Pero si me tocas... -se apartó y levantó un dedo amenazador-, no voy a disculparme por lo que haga después. El tono ronco de la risa de Jake le sentó muy mal, como una bofetada. --Eh, tranquila -dijo aún con tono divertido-. Sólo estaba especulando. Y aparentemente me equivoqué. Lexi estaba confundida, entre furiosa y decepcionada, y no sabía qué decir. -Supongo que tu padre estaría demasiado enfermo para venir hasta aquí -sugirió Jake gentil en lo que fue un intento de disculparse. -Apenas puede valérselas solo - -dijo Lexi con tristeza-. Esta mañana intentó ir caminando hasta el granero, y un par de ayudantes le encontraron sentado a un lado de la carretera, a punto de desmayarse. Le llevaron de nuevo a la casa. Aunque lo intentaba, Lexi no podía parar el temblor en su voz. -Estoy muy asustada de que pueda morir , Jake. No sé que haría. Ella no pretendió sonar débil. No había ido allí a pedir limosna, pero eso era lo que parecía estar haciendo... una y otra vez. Entonces, los brazos fuertes de Jake la rodearon y ella descansó la cabeza contra su pecho. -Dios, Lexi... Lo que pasa es que me traes recuerdos. Sus dedos pasaron entre su pelo, acariciando, calmando. La mano en su espalda sujetó con más fuerza de la que debiera. Y repentinamente, la soltó. -Lo siento, Lexi. Haría cualquier cosa por Frank si pudiera, pero no puedo hacer lo que me estás pidiendo. No puedo volver. Sin dejarla tiempo para responder, Jake giró y se marchó hacia el ruedo con grandes zancadas, más y más lejos de ella. Lexi le vio marchar, con la tristeza apoderándose de ella, recordando que ella y Jake habían sido una vez los mejores amigos y que ella había sido la que había cambiado eso. Pero él se equivocaba en una cosa. Lexi no pensaba en aquella noche. Había mantenido el recuerdo a raya durante muchos años, y él se lo había vuelto a recordar con todo detalle. Capítulo 3 QUÉ haces aquí tan sola? -preguntó Aaron detrás de ella. Soltando un grito, Lexi se dio la vuelta. -iAaron, me has asustado! Él sonrió. -Lo siento. Bueno, ¿has conseguido algo de ese cabezota? -¿Qué? -Estás intentando que Jake vuelva contigo al rancho, ¿no? Lexi se quedó pasmada. -¿Cómo lo sabes? -Aquí somos una pequeña comunidad con grandes orejas. -Y aparentemente una boca más grande aún. -Y un gran corazón también. Jake tiene mu- chos amigos aquí. -No le estoy pidiendo que haga nada que pueda hacerle daño --se defendió Lexi. -Oh, estoy de acuerdo. Y si a él le importa algo mi opinión, yo le animaré a que vaya contigo. -¿De verdad? -Claro. Dolores ya no vive allí. No sé cuál es el problema entonces. -Bueno, supongo que tendría que faltar al trabajo. A lo mejor no quiere hacerlo. -Pues los médicos llevan los últimos meses intentando que lo deje. -¿En serio? -Sí. Tiene el hombro mal y no mejora. No dejan de decirle que tendrá que operarse si no descansa y se cura. -Entonces, ¿por qué no lo deja? -Ojalá lo supiera -se encogió de hombros-. Lo único que se me ocurre es el dinero. Jake no quiere ni oír hablar del tema. Si yo lo menciono, se enfurece y se marcha. Minutos antes, Lexi se había resignado a entrar en su coche y marcharse, pero en ese momento sabía que no podía hacerlo. Aún no. Jake necesitaba el trato que le estaba ofreciendo su abuelo tanto como su abuelo necesitaba que Jake lo aceptara. -Aaron, ¿puedes llevarme hasta donde está Jake? -Puedo llevarte cerca, pero ahora está en medio de la arena dando la vuelta con un toro. Lexi frunció el ceño preocupada, oyendo en la distancia los gritos y palmas del público. -No te preocupes -le aseguró Aaron al verla-. Jake es un veterano. Sabe lo que hace. -Lo sé -dijo Lexi, no tan segura. Había estado en bastantes rodeos como para saber que sólo uno de los payasos era el gracioso, el que se quedaba fuera mientras el toro estaba en elruedo. Los otros dos, eran los que se ponían entre el toro y el jinete cuando el vaquero caía. Para los vaqueros de los rodeos, esos dos payasos eran santos, y no se les llamaba toreros por nada. Suponían la diferencia a veces entre la vida y la muerte. -¿Vamos? - preguntó Lexi, ansiosa por ver a Jake a salvo con sus propios ojos. -Claro. Cogiéndola del brazo, Aaron la guió rápidamente entre el gentío hasta que llegaron a las barricadas a un lado del ruedo. Con el corazón en la garganta, Lexi observó el panorama. El vaquero estaba a punto de salir, agarrándose al toro sólo con una mano enguantada sujeta fuertemente a una cuerda atada del lomo del animal, dándose un par de vueltas en la mano con la cuerda sobrante, y apretando las rodillas también para sujetarse. Con el corazón acelerado, Lexi miró al otro lado del ruedo y vio a Jake. Tenía los pies separados, las piernas flexionadas, la postura de un guerrero a punto de saltar. Al instante siguiente, el vaquero hizo un gesto con la cabeza, señalando así que estaba listo para salir. La puerta se abrió, y él apareció galopando sobre una masa musculosa y rabiosa. Por primera vez en su vida, Lexi no aguantó la respiración por el vaquero, sino por el payaso dispuesto a arriesgar su propio cuello por él. Apenas se dio cuenta cuando el vaquero salió disparado hacia delante y aterrizó sobre la arena. El toro continuó bufando y corriendo. El vaquero consiguió ponerse de pie y echar a correr para refugiarse, con el toro detrás, listo para embestir. Entonces, cuando el toro bajó la cabeza y apuntó con un cuerno hacia la espalda del jinete, un sombrero llegó volando por el aire y le cayó al animal en la cara, haciéndole girar justo a tiempo para que cl vaquero saliera del ruedo y se pusiera a salvo. Sin sombrero, Jake se puso a correr delante del toro, llevándole hacia el centro del ruedo. Antes de que el animal pudiera alcanzarle, el otro payaso le tiró un muñeco de trapo. El animal lo cogió entre los cuernos y lo echó varias veces en el aire, entrando así dócilmente por la puerta, que se cerró tras él. El público asintió entusiasmado y los payasos hicieron una reverencia. Mientras tanto otro vaquero se estaba preparando, comprobando bien las cuerdas y asegurándose al toro. Hizo un gesto con la cabeza y se abrió la puerta. El toro, gris y negro y más grande que el anterior, saltó hacia adelante, sin parar de saltar. Anticipando el final, los dos payasos se acercaron. Entonces el animal empezó a girar y a girar. Lexi estaba apretando sin darse cuenta el brazo de Aaron. No te preocupes, Lexi, estará bien. Hace esto cada noche, y... ¡Oh, no! -¿Qué? -gritó Lexi histérica. Viendo que Jake estaba a salvo, miró al toro. Y entonces vio lo que pasaba. El vaquero había dejado de estar sentado sobre el toro y colgaba de un brazo de la cuerda atada al lomo del animal. Sus pies se arrastraban por la arena y su cabeza se golpeaba con los hombros del toro. -¿Por qué no puede soltarse? -preguntó Lexi. -Se le ha enredado la cuerda. - Eso ya lo sé. ¿Pero por qué? Aaron se encogió de hombros impaciente. Se la ha atado mal, demasiado fuerte, ha dado demasiadas vueltas. ¿Quién sabe? ¿Y qué pasa si no se suelta? - No preguntes eso le dijo Aaron muy serio. Mientras el toro giraba, los dos payasos se acercaron por el lado opuesto de donde colgaba el vaquero para intentar soltarle, pero no pudieron. El toro seguía dando vueltas, más y más rápidas, y todo el peso del hombre colgaba de su brazo. Mientras sus botas se arrastraban por la arena, sus piernas se metieron bajo el estómago del animal, directamente delante de sus pezuñas. El hombre, vapuleado como un muñeco de trapo, parecía más y más débil a cada momento, y los payasos seguían sin poder liberarle. Casi con miedo de mirar, Lexi se forzó a fijarse en el desesperado vaquero y en los hombres luchando por liberarle. Jake dio un paso atrás y separó las piernas, listo para saltar. Saltó en el aire justo cuando la cabeza del toro giró delante de él. Lexi gritó cuando su cuerpo aterrizó plano en el estrecho espacio entre los largos cuernos del toro. Con un movimiento perfecto, sus largos brazos se agarraron a sus curvas mortales. Mientras empujaba hacia abajo con todo su peso, sus zapatillas se clavaban en la arena frenando para detener al furioso animal. En el mismo instante, el segundo payaso se echó sobre el costado del toro, intentando desenredar la cuerda del guante. Entonces los dos payasos fueron lanzados a la arena, y sus cuerpos rodaron por la fuerza del golpe. Inmediatamente se pusieron de pie y se prepararon para intentarlo de nuevo. Jake saltó más alto la segunda vez, agarrándose con más fuerza de los cuernos mientras de nuevo usaba su cuerpo como freno para detener al toro. Con una resistencia increíble, el vaquero se puso de pie justo el tiempo necesario para trabajar con su brazo libre en la cuerda junto con el segundo payaso. Lexi rezó para que esa vez lo consiguieran. Entonces el vaquero resbaló de nuevo y sus piernas se metieron bajo la tripa del toro. Y en ese momento, de nuevo los dos payasos salieron volando por el aire, y Jake cayó al suelo con un gran golpe y se quedó ahí echado una milésima de segundo antes de ponerse de pie antes de que la cabeza del toro pasara de nuevo junto a él. Lexi casi pudo oír el crujido de las costillas de Jake cuando su cuerpo se golpeó de nuevo en la estrecha abertura entre los cuernos. Clavando los talones, se quedó así con lo que le quedaba de fuerza. Esa vez el vaquero consiguió ponerse de pie durante dos largas zancadas. Y sin el peso del hombre tirando de la cuerda, el otro payaso pudo dar un tirón fuerte. La cuerda cayó a la arena, y el vaquero a su lado. Entonces, con el instinto de supervivencia que había hecho vivir a más de un vaquero, reunió fuerzas para rodar tres veces y acercarse a la valla. Todo el mundo aplaudió frenético y media docena de vaqueros saltaron para sacarle del ruedo y ponerse a salvo. Lexi apenas los vio. Estaba demasiado ocupada mirando a Jake. Soltando los cuernos del toro, aterrizó de pie y se echó hacia atrás. Hasta que el vaquero estuviera a salvo y el toro de vuelta al toril, el trabajo de los toreros no había terminado, y ese toro aún quería pelea. El animal se detuvo, bajó los cuernos y pateó el suelo. Su pesada cabeza giró de un lado a otro, sin saber a cuál embestir primero. El segundo payaso miró a Jake que no parecía muy firme y sacó un pañuelo rojo del bolsillo, agitándolo en su dirección y gritándole. El animal dio un paso atrás, aún inseguro. Sintiendo que la primera furia del toro estaba enfriándose y que la gente necesitaba una distracción después del susto, Jake sacó otro pañuelo rojo y se unió a su compañero. Soltando un bufido final de disgusto, el toro de repente dócil, giró y trotó por la puerta abierta detrás de él mientras el público se ponía de pie y aplaudía emocionado. Jake y su compañero se guardaron los pañuelos e hicieron una reverencia. Aunque Jake estaba muy tieso y apenas se dobló. Mientras la gente seguía aplaudiendo, Jake se acercó despacio a recoger su sombreo. Se inclinó para cogerlo y entonces se desplomó. -Se pondrá bien -le aseguró Aaron mientras llevaba a Lexi hasta la caravana del médico-. Posiblemente será su hombro. -¿Estás seguro de que me dejarán entrar a verlo? -preguntó Lexi sin aliento por el esfuerzo de seguirle. -Oh, sí. Les diré que eres su hermana. -0h, Aaron -gimió Lexi reviviendo el horror que acababa de presenciar-. Podría haber muerto. -Y si no hubiera sido por Jake y Pete, eso habría sucedido seguramente. Pero para eso están los payasos, para salvar a los vaqueros... -dijo mirándola burlón --. Oh, pero no estabas preguntando por el pobre Billy, ¿verdad? No -Lexi se sentía avergonzada por no haber ni pensado en ese pobre muchacho-. ¿Pero cómo está Billy? ¿Lo sabes? Parecía un poco conmocionado,pero nada grave. Los vaqueros son duros. En un par de días estará trabajando de nuevo. -¿Por qué lo hacéis? -El qué. -¡Esto! -Lexi abrió los brazos haciendo un gesto a todo lo que le rodeaba-. No hay dinero en esto. Un contable medio gana más. No hay fama. Incluso aunque seas un campeón como lo fue Jake, nadie te conoce fuera de los rodeos. Y en cuando al glamour... sólo hay olor a caballo y polvo. -Bueno... aunque todo eso se verdad -dijo Aaron suavemente-. Jake lo ama y tú lo amas a él. -¡No! -protestó Lexi. -Oh, sí -él le cogió la mano y le dio una palmadita-. ¿Por qué crees que te recuerdo tan bien después de tantos años? ¿Por qué piensas que te llevé con Jake sin hacerte ninguna pregunta? Porque, querida Lexi, la primera vez que te vi mirar a Jake, me dije que si alguna vez alguien me miraba con ese amor en sus ojos, podría morir feliz. -Eso fue hace mucho tiempo -se defendió Lexi sin mirarlo. -Sí, lo fue. Por eso es mucho más conmovedor ver que el amor sigue ahí. -¡No! -Lexi apartó la mana--. Me importa Jake, pero no lo amo. Hay una gran diferencia. -Eh, tranquila, Lexi. No quería molestarte. Y en ese momento, se abrió una puerta detrás de ella, y se oyeron voces. -¡Por lo que a mí respecta puedes irte al infierno! -gritó una mujer. La puerta se cerró de nuevo y se oyeron pasos marchándose por la gravilla. Lexi olió el fuerte perfume antes de girarse y ver a Louanne Byers pasar a su lado. -Louanne, ¿cómo está Jake? -le preguntó Aaron. La mujer le respondió sin detenerse. -Como una serpiente. Espero que se muerda. Debería hacer que me examinaran la cabeza poi haberme importado que estuviera vivo o muerto. Te juro que no he visto nunca a nadie tan podrido. Y sus palabras se desvanecieron mientras desaparecía en la oscuridad sin mirar atrás. -Parece que está bien -dijo Aaron-. Bueno, creo que esperaré fuera para que puedas hablar con él. -Cobarde. -Permíteme. Aaron le abrió la puerta, y le dio un suave empujón para ayudarla a entrar. Lexi se encontró cara a cara con un Jake furioso y un médico sorprendido mientras la puerta se cerraba tras ella. -Oh, perdón -dijo mirando al doctor-. Sólo venía a ver cómo estaba. -¿Usted es...? -preguntó el doctor con una jeringuilla en la mano. -Soy... una vieja amiga -balbuceó-, de... de la familia. De hecho casi soy un familiar. Soy su... cuñada. Bueno, lo era -terminó, avergonzada por explicarse tan mal. No había nada simple en su relación con Jake. Todo lo que había dicho era cierto, pero... El doctor se giró para mirar a Jake. - ¿Conoce a esta mujer? -Un poco. -¿Quiere que se quede? Los ojos verdes de Jake miraron a Lexi con frialdad. -No me importa. De momento. -Bien. Volveré en seguida. Quiero ver esos rayos X -dijo el doctor dejando la jeringuilla en una bandeja de metal detrás de él y dirigiéndose a Lexi-. ¿Hay alguien que pueda ayudarle a ir a su caravana cuando yo haya terminado? Hay un amigo esperando fuera. -Bien -el doctor miró a Jake-. Mientras tanto, no se mueva. Con eso, el doctor entró por una cortina al fondo de la habitación, dejándolos solos. Lexi se quedó ahí de pie, incómoda y fuera de lugar, deseando no haber ido. Quería decirle a Jake lo impresionada que estaba por lo que él había hecho. Nunca había visto a nadie hacer algo tan valeroso ni aterrador. -Supongo que he sonado bastante estúpida hace un momento -dijo en su lugar. -Bah... Una de las cosas que siempre he admirado de ti es que no sabes mentir. -No he mentido. -No, pero te gustaría. -Bueno, sí --admitió Lexi-. Hasta que te oí gritarle a Louanne, esperaba que siguieras inconsciente. Planeaba decirle al médico que era tu hermana para que me dejara quedarme - se sintió enrojecer de nuevo-. Pero por desgracia estabas despierto. Y mirándome. Me di cuenta demasiado tarde que no me había preparado para eso. -¿Por qué estás aquí, Lexi? -preguntó Jake suavemente. Ella dejó de mirar al suelo y se fijó en él. Sustirantes colgaban uno a cada lado de la camilla. Su camisa estaba hecha un ovillo en el suelo, sus enormes pantalones desabrochados y bajados hasta las caderas, exponiendo un moratón en el hueso de la cadera. -Quería ver cómo estabas -respondió despacio. Su mirada se posó en la venda que rodeaba sus costillas y el cabestrillo azul que sujetaba su brazo derecho. -¿Cuál es tu opinión? -Pareces bastante hecho polvo. -Me siento hecho polvo -dijo irónico-. ¿Alguna otra observación? Lexi bajó la mirada a una fea herida que asomaba entre los suaves rizos de su pecho y a los rizos castaños que bajaban hasta la venda rodeando la costillas y salían de nuevo más abajo sobre su ombligo. Señaló la venda. -Te va a doler cuando te lo quiten. -Eso no lo había pensado --dijo él mirándola Pero posiblemente tengas razón -levantó la cabeza de nuevo y la miró con dureza-. ¿Algo más? Lexi deseó no haber abierto la boca. Había visto a Jake sufrir antes, y sabía que no era inteligente ofrecerle comprensión ni convertirse en el blanco de su furia. -No. -Bueno, señor Thorn -dijo el médico apareciendo-. Me parece que es usted un hombre afortunado -le mostró una radiografía- . Sólo unas pocas costillas fracturadas, y el resto magulladas. El esternón se ha golpeado, pero se curará antes que las costillas. Y también dolerá menos. Aparte de eso, su hombro derecho está mucho peor que antes, pero si tiene cuidado, aún puede evitar la operación. -¿Eso es suerte? -preguntó Lexi despacio. -Estupendo -gruñó Jake-. ¿Cuándo puedo volver a trabajar? -Oh, yo diría que dentro de dos meses como mínimo. Puede que tres. -¿Qué... ? A medio hablar, Jake se quedó quieto. El aire salió de él en un suspiro largo y doloroso. Extendió los dedos, echó la cabeza hacia atrás, pero no podía enderezarse, tumbarse ni moverse. El doctor dejó la radiografía en la mesa y cogió la jeringuilla que había llenado. Miró a Lexi. ¿Es muy grande su amigo? -Enorme. El doctor sonrió. Bien -limpió con un algodón una zona en el brazo de Jake- . No debe hacer movimientos bruscos en dos o tres semanas como mínimo. Esas costillas van a ser implacables al principio -clavó la aguja- . Se sentirá mejor con esto. ¿Quiere intentar tumbarse mientras le hace efecto?. -No podría moverme aunque tuviera que hacerlo -jadeó Jake. Lexi tuvo que forzarse a quedarse quieta. No podía ayudar. Él estaba herido en tantos lugares que no había ninguna zona que ella pudiera tocar sin causarle más dolor. -Podríamos ayudarle a tumbarse si quiere --dijo el doctor--. Aunque tengo que advertirle que volver a levantarse no será agradable incluso con el analgésico. -No puedo quedarme así durante dos meses--gruñó Jake con los dientes apretados. - No tiene otra opción, hijo. Tiene suerte de que no le hospitalice. Pero estoy seguro de que si lo hiciera no se quedaría. -No se equivoca --gruñó Jake. Sonriéndole y sin sentirse intimidado, el médico se volvió y escribió una receta. -Estos dos medicamentos se los tomará hasta que se terminen. En cuanto esté instalado en algún lugar, quiero que vaya a otro médico, la semana que viene como muy tarde. Va a necesitar que alguien supervise su recuperación. -¡Diablos, doctor! --exclamó Jake con toda la furia que pudo-. ¿Qué voy a hacer así? -Oler las rosas, leer un libro, ver crecer la hierba... ¿Qué hay de usted, jovencita? ¿Tiene alguna influencia en él? -No que yo sepa -Lexi se acercó un poco, pensando rápidamente-. ¿Podría ocuparse de papeleo relacionado con el control de un rancho? Ya sabe, ser el encargado siempre que hubiera un capataz para llevar a cabo sus órdenes. -No veo ningún problema -dijo el doctor dándole a Lexi la receta-. Ocúpese de que sigue mis indicaciones. Y no quiero que suba en un caballo al menos durante seis semanas. -Yo no voy con ella -Jake extendió la mano izquierda hacia Lexi-. Dame esa receta. -No -Lexi se metió el papel en el bolsillo-. Y vendrás conmigo. Es la solución perfectapara todos. Podrás sustituir a papá mientras los dos os recuperáis. Tendrás una casa, un sueldo y gente que te cuidará hasta que estés mejor. -Por encima de mi cadáver. No voy a volver -bajó la mano y la voz de repente-. ¿Qué me pasa? -se humedeció los labios-. No me siento muy bien. Preocupada, Lexi miró al médico. - Es la inyección. Dormirá tranquilamente toda la noche. Jake miró al médico. -¿Quiere decir que me ha dejado fuera de combate? -preguntó en un susurro. Temiendo que Jake se desmayara antes de que pudieran moverle, Lexi corrió a la puerta y la abrió. -¿Aaron? -suspiró aliviada cuando apareció de entre las sombras con otros dos vaqueros -¿Puedes llevar a Jake a mi coche? -Claro -dijo él subiendo a la caravana-. No puedo creer que haya accedido. Jake movió tambaleante la cabeza hacia la puerta, con furia en la mirada. -Estoy siendo secuestrado -murmuró con voz somnolienta y cansada. -¿Qué? -preguntó Aaron cogiendo con cuidado a Jake entre sus brazos. -Está siendo secuestrado -repitió Lexi-. ¿Sabes dónde están el resto de las cosas de Jake? Miró la camisa del suelo y decidió dejarla. No era más que un harapo. -Están en mi camión. Estábamos viajando juntos -dijo Aaron bajando las escaleras detrás de Lexi y seguido de los otros vaqueros. -Bien. Yo las recogeré cuando le hayamos metido en el coche -dijo ella caminando hacia el aparcamiento- . Menos mal que no tengo el coche muy lejos. -¿Qué le pasa? -Costillas, esternón y hombro. Fracturas, contusiones y el hombro peor que antes, pero puede que no haga falta operar. Más múltiples heridas y desgarrones que el doctor ni comentó. - Bastante mal, ¿eh? ¿Cuánto tiempo tardará en ponerse bien? -Dos o tres meses. -Vaya, apuesto a que Jake rugió. -Lo intentó, pero le dolía demasiado. Llegaron al coche, ella abrió la puerta del copi loto y echó el asiento hacia atrás todo lo que pudo. Aaron y los otros vaqueros colocaron a Jake suavemente y le pusieron el cinturón. Jake gimió pero no se despertó mientras Lexi cerraba la puerta y se dirigía a su asiento. Aaron la siguió. -Así que Jake no accedió a acompañarte, ¿verdad? -No Lexi abrió la puerta y miró al hombre dormido-. Pero me lo llevo. Será un bicho con malas pulgas cuando se despierte por la mañana. -Yo le cuidaré bien, Aaron. -Lo sé. Si no pensara que esto es lo mejor para él, no te estaría ayudando. Pasara lo que pasara en el rancho hace tantos años, sea lo que sea de lo que él ha estado huyendo desde entonces, necesita volver y enfrentarse a ello. Yo sólo necesito que él se ocupe de todo durante una temporada -dijo Lexi sin querer remover el pasado. -Sólo espero que no vivamos para arrepentirnos de forzarle a ir. Bueno, nos vemos en mi camión. Es aquel viejo negro aparcado ahí enfrente. Lexi arrancó y se acercó despacio al camión. Mientras Aaron echaba las cosas de Jake al male- tero, Lexi se dijo que nunca debió ir a buscarlo, y cuando él declinó su oferta, ella no debió haber insistido. Durante once años se había dicho que él nunca volvería al rancho, que ella no quería que lo hiciera. Lexi era feliz. Y a pesar de lo que su padre pensara, lo último en el mundo que ella necesitaba era la presencia de Jake agitando las aguas. Y en ese momento se lo iba a llevar por la fuerza, drogado y secuestrado. Tendría suerte si Jake no la denunciaba. Cuando Aaron terminó, le dio adiós y se marchó. Sola en la intimidad de su coche, Lexi se inclinó hacia Jake y respiró profundamente, aspirando aromas que hacían difícil ignorar su presencia; una suave colonia mezclada con el aroma nada desagradable del sudor, tierra, y calor corporal que creaban un olor poderoso y único. Con la palma de la mano, acarició su brazo, sintiendo la fuerza de los músculos. Incapaz de resistirse, acarició los duros contornos de su pecho. Bajo la mano, podía sentir los latidos fuertes y regulares de su corazón, un corazón que la odiaría a la mañana siguiente. Ella lo había amado una vez, y durante un momento, Lexi se permitió recordar aquellos días cuando él lo había sido todo para ella. Sus labios rozaron sus hombros, saboreando el gusto salado del sudor, y lágrimas amargas llenaron sus ojos. -Jake, lo siento -susurró--. Esto nunca debería haber pasado. Yo nunca debí hacer esto. Pero no he podido evitarlo. Dándose cuenta de que estaba hablando sola, se enderezó y respiró profundamente. Estaba disculpándose, y Jake no era precisamente un santo, y además, él se lo debía. Le debía once años de especular. Le debía "la mañana después" que Lexi nunca tuvo. Y esa vez, él no se marcharía hasta que saldara su deuda de algún modo. Capítulo 4 C UIDADO con él -dijo Lexi a los tres hombres que llevaban el cuerpo de Jake mien- tras entraban en la casa . Especialmente con sus costillas y hombros. En la entrada estaba su padre. -¿A qué dormitorio? -Aquí abajo -dijo Frank Conley de pie en la que siempre había sido la habitación de Jake-. He abierto la cama. Cuando llegaron a su lado, él soltó un silbido. -Dios mío, hija. ¿Tan difícil ha sido conven- cerle? -Papá -dijo Lexi con tono duro, mostrando que había tenido un día duro y largo y no estaba de humor para bromas. -En serio - insistió Frank ¿Se pondrá bien? ¿Qué le ha pasado? Ocupándose de que los hombres dejaran con cuidado a Jake en la cama, Lexi se frotó los ojos. Oh, un vaquero se enredó en la cuerda del toro. Jake estuvo... fantástico -dijo enrojeciendo. Para ocultar su rubor, entró en la habitación y se dirigió a los ayudantes. -Habrá que quitarle la ropa mientras siga inconsciente. ¿Podéis quitarle los pantalones? Son anchos, así que no será muy difícil. Mientras los hombres le bajaban los pantalones, Lexi le desató las zapatillas y se las quitó. -Mis llaves siguen en el contacto del coche, John. ¿Por favor, podrías sacar también las cosas de Jake del maletero y dejarlas en el vestíbulo? -Sí, señorita Lexi -murmuró John mientras le daba los enormes pantalones. -Gracias. Lexi estudió los pantalones, manchados de sangre, tierra y mil cosas más, antes de doblarlos y ponerlos encima de los zapatos. Entonces, cuando sólo quedaba cerrar la puerta y sacarse a Jake de la cabeza hasta la mañana siguiente, se unió a su padre en la puerta. -¿Qué tiene? -preguntó Frank-. ¿Costillas fracturadas? Ella asintió. -Y muchas cosas más. Con la mano en el pomo, levantó la cabeza y encontró a Jamie mirando desde lo alto de la escalera, con el rostro ansioso como el de un niño el día de navidad. -¿Es él? -susurró. -Sí -contestó Lexi llevándose un dedo a los labios--. Ssh. No le despiertes, por favor. No estaría bien. -¿Cuáles son las otras cosas? -le preguntó su padre. -Oh, a ver -siguió mientras su hijo bajaba por las escaleras-. Esternón magullado. Hombro salido... el del cabestrillo. Y muchas heridas y contusiones. -¿Podrá hacer algo? Jamie llegó. -Déjame verlo. -No -dijo Lexi respondiendo a su padre y ausentemente poniendo un brazo en el hombro de su hijo-. Pero de todos modos no tiene que hacer nada aparte de sentarse en una mesa, tomar decisiones y dar órdenes. La desolación apareció en la voz de Jamie. -¿Es ése Jake? ¿Qué es eso? -preguntó señalando a la pintura sucia y corrida en el rostro del hombre dormido. Lexi pasó los dedos por el pelo de su hijo, apartándoselo de la frente y los ojos mientras su padre reprimía la risa. -Es su maquillaje explicó en un susurro, esperando que Jamie no estuviera decepcionado de su héroe-. Jake es un payaso ahora, corazón. -¿Un payaso? Oyó la tristeza en la voz de Jamie, pero simplemente asintió. -Ya sabes, un payaso de rodeo. No hubo tiem po de quitarse el maquillaje antes de que nos fuéramos anoche. -¡Maldición! -exclamó Jamie de corazón. ¡Jamie! Liberándose de la mano de su madre, giró furioso y entró en el dormitorio. -Jake no puede ser un payaso. ¡Él era un campeón! -Baja la voz --le ordenó Lexi siguiéndoley cogiéndole del brazo y girándole-. Ahora escúchame, jovencito -susurró con firmeza-. Jake salvó la vida de un vaquero anoche en el ruedo. Hizo algo muy valeroso, y podría haber muerto haciéndolo. Por primera vez desde que le había acostado, ella se permitió mirarlo, intentando ser objetiva, intentando ver con los ojos de un niño ansioso por ver una leyenda hecha realidad. En el pecho de Jake y en los brazos empezaban a formarse nuevos moratones. -Tú has ido a rodeos suficientes veces para saber que los payasos trabajan tan duro como cualquiera -dijo mientras volvía a su hijo para que mirara a Jake--. Ellos arriesgan sus vidas no che tras noche sin pena ni gloria y por muy poco dinero. Jake está orgulloso de lo que hace y tú también deberías estarlo. -¿Qué le ha pasado a sus pantalones? -preguntó Jamie. con la curiosidad reemplazando a la decepción al ver los calzoncillos rojos de Jake que le cubrían desde la cintura hasta los tobillos. -Se los hemos quitado para que esté más cómodo. -¿Está muy mal de verdad? -No va a poder moverse mucho durante una temporada -respondió Lexi. -¿Puedo tocarlo? preguntó Jamie acercándose a la cama. -Esta noche no. Mejor mañana. No queremos que se despierte antes de tiempo. -Me parece que Jake no está muy contento de haber vuelto -observó Frank mientras Lexi sacaba a Jamie de la habitación. -No exactamente. Agradecida por la interrupción, Lexi soltó a Jamie y corrió hacia la puerta cuando los hombres entraron con su equipaje. -Ahí mismo --dijo señalando un rincón. -Oh, y Tonio... -dijo sacándose la receta del bolsillo-. ¿Puedes ir a la farmacia en cuanto abran y que te den esto? Por el bien de todos creo que lo mejor es que Jake empiece a tomarlo en cuanto despierte. Sonriendo, Tonio se guardó la receta. -Sí, señorita Alexandra. Y no se preocupe, recuerdo el genio de Jake como si fuera ayer. ¿Necesita algo más? Nada. Y gracias Lexi sonrió a los tres hombres . Muchas gracias. Siento mucho haberos despertado en medio de la noche. -No ha sido nada -dijo otro haciendo un gesto con la mano--. Será estupendo tener a Jake de nuevo. Y despidiéndose, el trío se marchó de puntillas. -¿Alexandra? dijo Frank Conley con autoridad. -¿Sí? -Tenemos que hablar. -¿Ahora? -Lexi miró hacia el pasillo-. ¿Dónde está Jamie? - Le he mandado a la cama. Y sí, ahora. -Oh, papá... Lexi estaba demasiado agotada para pensar. Miró a los ojos de su padre y supo que él estaba más cansado incluso que ella. Su rostro estaba pálido y tenía ojeras. -Es muy tarde... ¿No podemos hablar por la mañana? -¿Qué querías decir con «no exactamente»? -preguntó Frank como si no la hubiera oído, cogiéndola del brazo y llevándola al salón. -Oh, no sé... -dijo frotándose los ojos-. Estoy tan cansada que me duele la cabeza. ¿Cuándo lo dije? -Te pregunté si Jake estaba contento de haber vuelto, y tú dijiste que «no exactamente». ¿Qué significa eso? -Sólo significa que no estaba muy ilusionado por venir aquí. Ese tema no quería discutirlo esa noche. Esa tarde sus acciones le habían parecido lógicas, pero en ese momento, no tenía idea de cómo justificar lo que había hecho. Frank la soltó del brazo y se acercó a la chimenea antes de girar y mirarla. -¿Por qué accedió a volver contigo? Bueno, papá. Mírale... está herido. No puede trabajar y no tiene dónde ir -Lexi se sentó en una silla antes de que sus piernas temblorosas se le doblaran. No se le daba bien mentir. -¿Crees que estará más contento cuando se haya instalado? -preguntó Frank empezando a caminar de un lado a otro-. Quiero que esté feliz. Quiero que se quede. Viendo a su padre caminar, Lexi se sintió más y más irritable. -Bueno, no creo que puedas hacer nada al respecto, papá. Jake no es muy feliz viniendo aquí, punto. Ni aquí ni en ninguna parte. Y no hay nada que podamos hace para evitarlo. -Pero al menos accedió a venir -con un suspiro, Frank se sentó-. La verdad es que no estaba seguro de que pudieras conseguirlo. -Oh, eso no fue tan difícil. El doctor le inyectó un calmante -dijo poniéndose de pie incapaz de mirar a su padre-. Jake se desmayó, y yo hice que lo llevaran a mi coche. Lo más difícil será hacer que se quede en cuanto despierte. -Parece como si le hubieras raptado - bromeó Frank. Lexi dejó de caminar. -No me gusta llamarlo así. La expresión de su padre pasó de esperanzada a sorprendida. -¡Lexi! Papá, no montes jaleo --dijo volviendo a la mecedora-. Estoy agotada, y Jake no atendía a razones. No me dejó otra opción. De todos modos no puede volver a trabajar en dos o tres meses. Eso es bastante tiempo para que tú te recuperes. -¿Le has raptado? - preguntó Frank incrédulo. -Me ayudaron. Todo el mundo estuvo de acuerdo en que era por su bien. -Desde luego cuando te propones algo, no lo dejas a medias. -Soy tu hija, ¿recuerdas? Tú no eres exactamente un modelo de moderación. Además. no lo hice a propósito. Sucedió. Frank sonrió con un brillo juvenil y pícaro en sus ojos. -Bueno, al menos está aquí -la sonrisa pasó a una risita-. Oh, Jake va a estar furioso cuando se despierte por la mañana. Demasiado cansada para encontrar humor en la idea, Lexi asintió. -Eso espero. Tú déjame que yo me ocupe de él, ¿de acuerdo? Yo me metí en esto y yo sola saldré. - Lo que tú digas -Frank se levantó, le dio un beso en la mejilla y se marchó hacia la puerta-. Supongo que por esta noche ya hemos hecho todo el daño que podemos. Hasta mañana, hija. -¿Papá? Frank se detuvo y la miró. -¿Por qué no me avisaste? -¿Avisarte? ¿De qué? -De Jake. Me dijiste dónde encontrarle, pero no te molestaste en decirme lo que estaba haciendo. -¿Y qué iba a decirte? ¿Que Jake no es el hombre que solía ser, pero que no dejaras que tu pena asomara al verle? -Frank se encogió de hombros . Algunas cosas es mejor no decirlas. Me figuré que tú lo averiguarías pronto. -Yo no siento pena por él. -Pero habrías sentido. Si lo hubieras sabido, lo hubieras mostrado en tu cara, preparada y esperando. No podrías haberlo ocultado, y Jake se merece más que eso. -¿Sabes qué pasó? -insistió Lexi-. ¿Por qué dejó de montar y se hizo... torero? -dijo eligiendo la otra alternativa. Frank se encogió de hombros. -Supongo que era demasiado viejo. Demasiadas heridas. Pero el rodeo es todo lo que él conoce. Es todo lo que tiene. -No, no lo es. Tiene un rancho aquí cerca. No necesitaría tanto dinero para ocuparse de él de nuevo. -No lo sé -Frank se acarició el puente de la nariz, un gesto de fatiga--. No me preguntes a mí. Pregúntale a él... Él es quien tiene las respuestas. No yo. Frank giró y se marchó. Lexi escuchó sus pasos hasta que llevó a su dormitorio provisional y cerró la puerta. -Buenas noches, papá -susurró Lexi, sintiéndose muy sola. Normalmente, ella podía hablar libremente con su padre, pero en ese tema él se mostraba reacio. Él veía la presencia de Jake en el rancho como una solución simple y directa a un problema, mientras que ella veía la llegada de Jake como un enorme dolor de cabeza. Pero de momento, su padre tendría lo que quisiera, sin discusiones. Y hasta que regresara del hospital y se pusiera bien, así sería. Frank Conley siempre había sido y siempre sería un terco, cabezota y testarudo, pero también era generoso, amoroso y honorable, y Lexi no erala única persona que haría cualquier cosa en el mundo por él. Jake Thorn había sentido lo mismo años atrás. Saliendo de sus pensamientos, Lexi empezó a dirigirse a su dormitorio. En la puerta de Jake, se paró. No quería despertarle; no había nada más que ella pudiera hacer por él. Pero aún así, puso la mano en el pomo, lo giró despacio y abrió la puerta. Dentro, él estaba quieto, y sobre el vendaje de su costillas, su ancho pecho subía y bajaba al ritmo de un sueño profundo. Un pie con calcetín salía por debajo de la manta que ella no recordaba haber echado sobre él. Lexi entró y se acercó despacio
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