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GINECOLOGIA (118)

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97Infecciones ginecológicas
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cadas por TOA. Estos medicamentos incluyen cefalosporinas de 
segunda y tercera generaciones (cefoxitina, cefotetán, cefotaxima y 
ceftizoxima) y ciertas penicilinas (piperacilina, ampicilina/sulbac-
tam y piperacilina/tazobactam). Es de esperar que los regímenes 
antibióticos combinados tengan más éxito. Los más frecuentes son 
los de clindamicina/gentamicina, con o sin ampicilina, o ampi-
cilina/gentamicina/metronidazol. El tratamiento de una paciente 
con un absceso debe incluir antibióticos parenterales hasta que 
permanezca sin fi ebre durante al menos un día, de preferencia de 
48 a 72 h.
En mujeres que no mejoran con dos o tres días de tratamiento 
se modifi ca el régimen antimicrobiano antes de intentar vaciar el 
absceso. El drenaje más tratamiento antibiótico pueden conside-
rarse como régimen inicial si el absceso es grande (≥8 cm). En este 
caso, la evacuación del TOA puede realizarse con o sin cirugía. El 
drenaje con asistencia radiográfi ca conlleva una invasión mínima 
y puede evitar los riesgos propios de la anestesia general y de la 
cirugía. En general, las colecciones pélvicas pueden vaciarse por vía 
transabdominal, transvaginal, transglútea o transrectal, con analge-
sia adecuada y orientación con CT o ecografía. Según el tamaño y 
las características del absceso, el contenido puede aspirarse con una 
aguja o drenarse a corto plazo con un catéter. En casos resistentes o 
no susceptibles a medidas más conservadoras, casi siempre se indica 
una laparoscopia o una laparotomía exploradora. Las pacientes con 
TOA rotos necesitan intervención quirúrgica de emergencia. Los 
objetivos del procedimiento incluyen drenaje del absceso, escisión 
de tejidos necróticos e irrigación de la cavidad peritoneal.
Como en todos los abscesos, el drenaje es la clave para la mejo-
ría clínica. Aunque tal vez resulte tentadora en la laparotomía, la 
extirpación del absceso no es necesaria, a menos que esté afectado 
el parénquima ovárico; esto es raro. La abertura electiva del peri-
toneo protector y de otros planos hísticos para extirpar tejidos, en 
especial el útero, en presencia de una infección aguda no mejora el 
resultado en comparación con el drenaje percutáneo. Como com-
paración clínica, las glándulas de Bartholin infectadas no se extir-
pan; en cambio, se drenan y se tratan después de forma defi nitiva 
cuando no hay infección, si es necesario.
Una infección confi nada al interior de un órgano, como una 
piosalpinge, responde de manera más favorable al tratamiento anti-
microbiano debido a que hay un suministro sanguíneo y linfático 
adecuado. Esto también ocurre cuando la trompa está adherida al 
ovario adyacente. 
Sin embargo, es más probable que un absceso en el fondo de 
saco o entre las asas intestinales requiera ser evacuado, puesto que 
es menor el suministro de sangre, el drenaje linfático y la respuesta 
al tratamiento antimicrobiano. 
El hecho de haber padecido abscesos anexiales bilaterales no 
implica que se haya desarrollado infertilidad, en particular después 
de un tratamiento conservador exitoso. En un ensayo clínico que 
evaluó pacientes en esta situación, 25% de las mujeres logró emba-
razarse (Hemsell, 1993). 
Enfermedad pélvica inflamatoria crónica
Este es el diagnóstico que se establece cuando una paciente ha 
sufrido de PID aguda y padece dolor pélvico. La precisión de este 
diagnóstico clínico es mucho menor que la del de la PID aguda. 
Un criterio para establecerlo es la presencia de hidrosalpinge. Sin 
embargo, este trastorno se determina por medios histopatológicos 
(infl amación crónica), por lo que la utilidad clínica del diagnóstico 
es limitada.
Absceso tuboovárico
Cuando se infectan, las trompas de Falopio infl amadas y supurati-
vas pueden adherirse a los ovarios. Si se pueden identifi car ambas 
estructuras en la ecografía, se usa el término complejo tuboovárico. 
Si la infl amación avanza y se pierden los planos de los tejidos 
volviéndose inidentifi cables, entonces se aplica el término abs-
ceso tuboovárico. Éste casi siempre es unilateral y también afecta 
estructuras adyacentes que incluyen al intestino, vejiga y los anexos 
contralaterales. Si el absceso progresa, el debilitamiento adicional 
de los tejidos puede provocar rotura del absceso y peritonitis sub-
siguiente capaz de poner en peligro la vida. Aunque la PID es una 
causa importante de TOA, éstos también pueden ser consecuencia 
de apendicitis, diverticulitis, enfermedad intestinal infl amatoria o 
una intervención quirúrgica.
Por lo general, las pacientes tienen signos de PID y una tumora-
ción concurrente en los anexos o el fondo de saco. En los estudios 
ecográfi cos, los TOA se observan como tumoraciones complejas 
quísticas en los anexos o en el fondo de saco con paredes grue-
sas irregulares, áreas ecógenas mixtas, tabiques y ecos internos por 
detritos (fi g. 2-18 y 9-27). Si el cuadro clínico no es claro, la CT 
puede brindar más información. Es característica una tumoración 
quística anexial de paredes gruesas, con tabiques internos y cam-
bios infl amatorios circundantes (fig. 3-20). Aunque no se usa en 
forma habitual para obtener imágenes de TOA, la imagen por 
resonancia magnética casi siempre muestra una tumoración pélvica 
compleja con intensidad de señal baja en las secuencias ponderadas 
en T1 e intensidad de señal alta y heterogénea en las secuencias 
ponderadas en T2.
Los microorganismos que se observan con frecuencia en los 
cultivos incluyen E. coli, Bacteroides spp., Peptostreptococcus spp. y 
especies aeróbicas de Streptococcus (Landers, 1983). Por tanto, se 
eligen antibióticos de amplio espectro para el tratamiento inicial 
de pacientes con TOA no rotos. La mayoría de las mujeres res-
ponde al tratamiento con antibióticos por vía IV y no es necesario 
el drenaje. En estudios clínicos se ha demostrado que muchos regí-
menes con un solo fármaco son efectivos para tratar PID compli-
FIGURA 3-20. Imagen por tomografía computarizada de un absceso 
tuboovárico que se drena por vía percutánea.
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