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De la codependencia a la libertad - Krishnananda

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ADICCIÓN. PATRONES HABITUALES DE PRO'fECCJÓN 181 
do el enfoque espiritual y, lo que es más, hemos perdido la 
confianza en el proceso espiritual. Si queremos pasar de la adic­
ción a la conciencia, tenemos que sanar esa herida del alma. 
Sólo con cambiar de comportamiento no obtendremos más 
conciencia, y a menos que haya un cambio en nuestro nivel 
de conciencia tampoco durará. Si yo dejo de hacer algo por­
que me siento culpable o a través de la disciplina, con el tiem­
po recaeré. 
Somos can propensos a la adicción porque, para la mayo­
ría de nosotros, la cultura occidental ha perdido la compren­
sión de la disciplina suave y relajada del crecimiento espiritual. 
Hemos perdido la comprensión, que aún se conserva en algu­
nas tradiciones espirituales de Oriente, de que la vida es una 
oportunidad para entrar más profundamente en meditación, en 
un sendero espiritual y un proceso de aprendizaje de lecciones 
espirituales, algunas de las cuales son extremadamente difíci­
les y dolorosas. Dado que esta verdad no ha formado parte de 
nuestro condicionamiento, no vemos el valor de la lucha y el 
dolor. Me conmovió la descripción de Sogyam Rinpoche, en El
libro tibetano de la vida y de la mmrte, de un niño de seis años 
que espera pacientemente durante horas afuera de un monas­
terio al que quiere entrar, hasta que el maestro le llama. 
Nuestra vergüenza nos hace buscar el bienestar temporal. 
Buscamos la experiencia momentánea de salir de nuestra ver­
güenza y nuestros miedos sin tener que pasar por el doloroso 
proceso de sanarlos. Nos hace buscar un atajo. Nos gustaría en­
contrarnos en nuestra autenticidad, energía y sentimientos 
sin tener que pasar por la vergüenza y el miedo. Para conse­
guirlo echamos mano de cualquier cipo de comportamiento 
compulsivo o adictivo que nos haga sentir completos y vivos 
de nuevo, o nos hundimos en alguna distracción de la vida 
sin centro o intensidad en el crecimiento. 
Cada uno tiene que descubrir su propia forma de encontrar 
apoyo para el crecimiento. Probablemente el mejor antídoto 
para la adicción sea sin:iplemenre encontrar el apoyo para lle­
gar a absorbernos en nuestro crecimiento y nuestra búsqueda 
EL ESTADO MEDITATIVO DE CONCIENCIA 209 
y shock. Cuando eso sucede, la mente enjuiciadora siempre está 
allí para condenarnos. Cuando vemos algo dentro gue no nos 
gusta, el impulso natural es guerer cambiarlo. 
En el enfoque meditativo para sanar, el cambio es secun­
dario. Lo que importa es que observamos y aceptamos lo que 
hay, como científicos del alma, del mundo interior. Observar 
y aceptar son los instrumentos de la búsqueda. Si estamos cen­
trados en el cambio, no estamos viviendo en el presente y no 
podemos descubrirnos a nosotros mismos. Continuaremos te­
niendo éxito y luego fracasando para avergonzarnos a nosotros 
mismos, para comprometer nuestra dignidad, para ser insen­
sibles, inconscientes e irresponsables una y otra vez. No es fá­
cil observar todo esto. Desde luego preferiríamos detenernos. 
De acuerdo con mi experiencia, los cambios auténticos se dan 
lentamente. Sttceden por sí mismos mando hemos descubierto la ha­
bilidad para observar y aceptar. 
4. Presencia
La presencia es la esencia de la medicación, aprender a 
mantenerte en el momento, a observarlo y sentirlo tal como es. 
Nuestros miedos, pánico y falta de confianza hacen que nos sea 
extremadamente difícil hacer eso. Cuando empecé a medicar, 
yo me centraba de forma diligente en observar mi respiración, 
mis pensamientos y las sensaciones del cuerpo tal como me de­
cían mis maestros que debía hacer (siempre he sido ese alum­
no diligente y bueno). Me evaluaba por lo bien que conseguía 
hacer todo eso. Si estaba inquieto y descentrado me juzgaba 
por eso. Nunca me di cuenta de que mi inquietud era un sín­
toma de los miedos de mi niño interior, que por algún moti­
vo estaban siendo provocados. 
Al descubrir el pánico de mi niño, la práctica de la medi­
cación ha cambiado completamente para mí. Ahora me doy 
cuenta de dónde proviene gran parte de mi distracción, an­
siedad y falta de paz interior, no sólo cuando estoy sentado 
286 CARA A CARA CON EL 1'UED0 
ama nunca, nunca me abandonará. Ni siquiera durante un cor­
to período de tiempo. Mi niño quiere sentir que nunca será re­
chazado o abandonado. Sospecho que muchas personas sienten 
miedos parecidos. Los miedos se muestran en nuestra relación 
de muchas formas, más o menos importantes. Desde algo apa­
rentemente trivial como la forma en que nos despedimos cuan­
do vamos a estar un tiempo separados o algo tan importante 
como cuando sospechamos que nuestra pareja está interesada 
en otra persona o que ya no nos ama. Si encontramos el valor 
para abrirnos, nos sobrevendrá un miedo eterno de que la otra 
persona podría dejarnos en cualquier momento. 
Cuando hacía mi papel de antidependiente, no tenía ni idea 
de lo mucho que traumatizaba a mis parejas cada vez que reac­
cionaba con uno de mis ataques de «independencia». Estaba can 
desconectado de los miedos de mi propio niño que no era capaz 
de ver cómo provocaba canea ansiedad en mis parejas por una po­
sible separación. Pero al esconderme en mi ancidependencia, yo 
también estaba sintiendo precisamente el mismo miedo que 
ellas sentían. Mi antidependencia estaba encubriendo mi propio 
miedo de que en cualquier momento mi pareja podría dejarme, 
sólo que no estaba en contacto con ese miedo. No fue hasta que 
me permití abrirme que finalmente fui capaz de ver mis miedos 
al rechazo y mi sentido de indignidad. 
Nuestra vergüenza, nuestras inseguridades, nuestros mie­
dos al abandono o al rechazo son can fuerces que el más peque­
ño fallo de identificación por parte de nuestra pareja puede pro­
vocar y validar nuestros miedos. Nuestros miedos de separación 
se aferrarán a la cosa más insignificante para hacernos sentir re­
chazados o abandonados. Separarse es aterrador porque no tene­
mos la seguridad de que el amor volverá, así que nos aferramos. 
A menudo me he preguntado de dónde proviene tanto mie­
do. A través de mi formación he aprendido que el miedo a la se­
paración, aparentemente, proviene de haber sido privado de al­
guna forma de algo básico para la crianza en las primeras etapas 
de nuestra vida, ya sea dentro del útero o durante el primer año 
de vida, lo que ha creado una profunda herida de desconfianza. 
298 CARA A CARA CON EL MIEDO 
cho, ni siquiera es consciente de que los tenga. Para él, la re­
lación aún consiste en estar «en su energía». Cuando surgen 
problemas, es el momento de cambiar de pareja. Me sorpren­
de mucho que podamos mantener una relación durante tanto 
tiempo sin antes habernos enfrentado a nuestras heridas más 
profundas por fundirnos o separarnos. Lo sé porque yo lo he 
hecho, y encima ¡entonces creía que tenía una conexión ínti­
ma y profunda! 
Nuestro miedo a la intimidad puede ser muy profundo e 
inconsciente. Creamos todo tipo de formas para evitar tener 
que enfrentarnos con él. Nuestras experiencias previas pue­
den habernos provocado una fobia a permitir que se nos acer­
que íntimamente otra persona. Cuando alguien se acerca, reac­
cionamos y creamos una separación, ya sea de forma dramática, 
mecánica o incluso a menudo vengativa. En lugar de fijarnos 
en nuestros patrones, nos perdemos en ellos, y en cuanto he­
mos creado un poquito o mucha separación, entonces quere­
mos acercarnos de nuevo. Acercándonos, alejándonos; niño 
necesitado, niño rebelde; de acá para allá, pero en este proce­
so nunca buscamos lo que está en la profundidad; de hecho, así 
puede que nunca nos enfrentemos con el miedo. 
Al manejar mis miedos a ser absorbido, he tenido que en­
frentarme con la división interna que llevo, entre una parte de 
mí que ansía intensamente abrirse y dejarse ir profundamentey otra que se rebela contra ello.Junto con el anhelo de fundir­
me está el terror de perderme a mí mismo. Para manejar esta di­
visión tuve que reconocer que debía profundizar en el asunto en 
lugar de escapar corriendo del mismo. Abrirme también ha sig­
nificado aceptar a ese niñito retraído que surge, y hacerme ami­
go de los sentimientos de debilidad e impotencia. Creo que 
para la mayoría de los hombres es aterrador revelar estos senti­
mientos a una mujer por miedo al rechazo o la condena. Hace 
falta una mujer madura para acogerlos. Todos tenemos deseos 
profundos de que se nos cuide incondicionalmente y tenemos 
que trabajar con estas necesidades de dependencia penetrándo­
las, no sin pensarlo sino siendo conscientes. 
_, 10 CARA A CARA CON El MIEDO 
rrasladara al otro lado codo cambió. lnmedinmmence empezó 
a llorar y expresó lo mucho que le necesirnbn, cómo se sentía 
de bien cuidada y segura con él, y cómo ln simple iden de es­
tar sin él era acerradora. Al seguir invescignndo pudo darse 
cuenca que dentro de ella también había unn división entre su 
buscadora y su vulnerabilidad. Ninguna de las dos parces con­
fiaba mucho en la otra ni era especialmente sensible. Su rela­
ción reflejaba esca división. 
Finalmente, cuando le pedí que se sicuara entre esrns dos 
posiciones, fue capaz de ver mucho más fácilmente esa divi­
sión. Sin lugar a dudas, ése no era el momento apropiado para 
que ella tomara ninguna decisión sobre continuar o no con su 
novio, pero para elln era importante empezar n integrar esas 
dos parces suyas, haciéndose más sensible a las necesidades y 
caracceríscicas de cada una de ellas. Con una división rnn im­
portante dentro, ella no podía encontrar a alguien que satisfi­
ciera rnnco las necesidades de su niña heridn, que necesitaba 
mucha seguridad y protección, como las de su buscadora que 
reclamaba la avencurn y lo desconocido. 
Acoger a nuestro niño asusrndo es unn parce crucial de 
nuestro trabajo con nosotros mismos que requiere mucho cui­
dado, paciencia y confianza. ¡Es can fácil escapar volviendo a 
nuestro niño exigente que reacciona, a ese experto po_lítico y 
estratega ... ! :Muchas situaciones, especialmente las relaciones 
íntimas, pueden ser para nosotros un reflejo de la gran división 
que hemos creado dentro, entre la parte nuestra que se las 
arregla para evitar los miedos y la otra que los lleva. 
4. Jugando con el filo
Tenemos que imaginamos nuestra vida y cada aspecto de 
la misma, incluso las sicuaciones más triviales, como una opor­
tunidad para sicuarnos al filo de nuestro miedo. Cada sicuación 
a la que nos enfrentamos y que creamos en la vida nos da la 
oportunidad de situamos al filo de nuestro miedo. Cuando

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