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UNIVERSIDAD DE LA REPÚBLICA Facultad de Psicología Crónica de un parricidio: El crimen de los Schoklender. De la forclusión del Nombre del Padre al pasaje al acto, como entrada y salida en un caso de folie à deux. Trabajo Final de Grado - Modalidad Monografía Estudiante: Viviana Acosta Serrón C.I: 4.062.618-9 Docente Tutor: Dr. Jorge Bafico Docente Revisora: Mag. Laura de los Santos Montevideo Uruguay - 31 de Octubre de 2020 Agradecimientos A mis progenitores, al amoroso binomio padre-madre, a quienes les debo lo que soy y con enorme gratitud me enorgullezco hasta donde parcialmente llegué. 1 "Mamá, nunca llegué a quererte" (Pablo Schoklender, 1983) 2 ÍNDICE Resumen ……………………………………..……..…………………………. 4 Introducción ………………………………………..……………………….… 5 I. Desarrollo teórico …………………………………………………………..... 7 i. Psicoanálisis y Criminología ..……….…………………………...….. 7 ii. Parricidio ..……….……………………………………………....….… 9 iii. Psicosis ..……….……………………………………………...………. 11 a. Psicosis Paranoicas ..……….……………………………..… 13 iv. Forclusión del Nombre del Padre .……………..……………...……. 14 v. Folie à deux ..………………………………..………………….......… 17 vi. Pasaje al acto ..………...……………..….…………………….…….. 20 II. Crónica de un parricidio ……....…………………..………..……….……… 26 i. Quiénes eran los Schoklender ..……….…………………………..… 26 ii. El hecho - Un cumpleaños parricida ..…………………………....... 27 iii. Hallazgo - Hilo de sangre delator ……….…………………….…...... 28 iv. Fuga casi Hollywoodense …………………………………...……….. 28 v. Sentencia ………………………..……………………………….…...... 29 vi. Vida tras las rejas ……….…….………………………………..…....... 30 III. Lectura del caso - El gritoperurbado de una garganta muda ……........ 31 IV. Consideraciones finales ..……………………………………..….…………. 35 V. Referencias bibliográficas ..………………………………..……………..….38 3 Resumen La siguiente producción teórica pretende recorrer la incógnita que supone un delito enmarcado en el horror de lo insoportable y un pacto entre hermanos en apariencia inquebrantable, entrelazado con la noción de pasaje al acto como salida de un escenario abrumador. Se presentará el caso Schoklender (crimen ejecutado por dos hermanos contra sus padres) a fin de ilustrar desde una perspectiva psicoanalítica y de la psicología jurídica un abordaje que procura responder interrogantes tales como: ¿puede a veces la locura permanecer adormecida y solo evidenciarse con un crimen?, ¿cuáles fueron los principales desencadenantes para que este doble homicidio termine conformando una tragedia casi sofocleana?, interpelando a su vez la incidencia de la función paterna en la estructuración del psiquismo. A fin de responder a estas interrogantes se tomarán como referencia tanto los aportes de Lacan como de diversos autores de naturaleza psicoanalítica, considerando que para aproximarse a la comprensión de lo que se presume como acto psicótico, se deben abordar principalmente los conceptos de forclusión y pasaje al acto; si bien en el caso expuesto se trata de un co-pasaje al acto. El presente caso deja no sólo desconcierto dadas las características que lo conforman, sino que se trata de el único crimen en el cual no se puede reincidir; el parricidio. Palabras Clave: Psicosis, Pasaje al acto, Folie à deux 4 Introducción En el presente trabajo final de grado enmarcado en la Licenciatura en Psicología de la Universidad de la República, se intentará analizar el pasaje al acto psicótico desde la perspectiva del psicoanálisis lacaniano. El objetivo del mismo es generar un acercamiento teórico, develando los fenómenos que conforman un hecho criminal de complejas características, donde se desarrollarán conceptos que desde el psicoanálisis tendrán la intención de evidenciar el entramado del cómo y por qué del caso a abordar. Dicho caso es de sumo interés dada su peculiaridad, siendo que desde que se hizo público hasta la fecha, diversos consumidores de noticias de esta índole se ven fascinados por su trama, siendo de mera atracción, pues a modo subjetivo produce sensaciones que van desde el profundo rechazo hasta la absoluta extrañeza, precisamente por su tinte tan enigmático. A esto se añade que la historia criminal argentina no cuenta con un precedente semejante. Se utilizará como soporte teórico el libro Yo, Pablo Schoklender (Schoklender, 1983) y la resolución judicial de prisión perpetua a uno de los implicados, los cuales se irán articulando a lo largo del desarrollo. El mencionado recorrido estará marcado por los relatos establecidos en los libros que los protagonistas del parricidio escribieron en su estadía penitenciaria. Se profundizará sobre su vida y los hechos que tuvieron lugar en Mayo de 1981 en el opulento barrio de Belgrano de la ciudad de Bs As., intentando comprender desde determinados postulados lacanianos, cuál o cuáles fueron las configuraciones que llevaron a esta dupla de hermanos a cometer tal crimen contra sus progenitores. A fin de no entrar en universales categóricos se considera menester destacar la singularidad de cada crimen, analizando el caso dadas sus particularidades. Para ello se optó por la lectura del acto criminal, dado que cuando se producen actos como el que se presentará, ponen en jaque no solamente al sistema de justicia sino a la comunidad científica, estableciéndose muchas interrogantes y pocas respuestas. Para ilustrar el concepto de pasaje al acto, así como el de folie a deux, se abordará un caso de parricidio articulando ambos con la forclusión del nombre del padre. Desde los planteos psicoanalíticos el Nombre-del-Padre aparece como una figura clave en la estructuración del psiquismo desde los primeros instantes de la vida del recién nacido. 5 Partiendo de las formulaciones realizadas por Freud acerca del padre y destacando la importancia que su papel desempeña en la estructuración psíquica de los sujetos, se profundizará en los principales desarrollos teóricos realizados por Lacan. Es por tanto que la psicología no se puede ver reducida así misma sino que está inherentemente ligada a la criminología. Si bien se advierte que el sujeto se va constituyendo a partir de un otro, tales figuraciones se van dotando de notoria ambivalencia a lo largo de sus distintos abordajes. En consecuencia serán abordadas algunas de estas figuraciones conforme a la incidencia que tenga en quienes cometen un crimen de estas características, enfatizando en las nociones de Forclusión del Nombre-del-padre como umbral de la psicosis y el Pasaje al acto como salida de la escena, ambos conceptos ilustrados en un caso de Folie a deux. 6 “No iba a ser fácil llegar a la verdad. Tendría que adoptar un método lento, pero seguro: La conversación. Mucha conversación. Porque a la larga, bien gracias a una mentira o a una verdad, hablando todos se comprometen…” Agatha Christie, Despues del funeral, 1953 I. DESARROLLO TEÓRICO i. Psicoanálisis y Criminología Desde la perspectiva psicoanalítica no sería posible construirun universal del crimen comprendiendo que allí quedan involucradas toda una serie de composiciones sociales y subjetividades, las cuales deben ser interrogadas una a una sin eclipsar sus respectivas singularidades. Tal como se mencionó uno de los motivos por los cuales este caso fue tomado para la elaboración de un trabajo final de grado, es el interés que despierta el hecho de albergar dos actos de características fundamentales dentro de la obra freudiana como los son el incesto y el parricidio, acentuando el vinculo entre ambos. Sobre tales conceptos se intentará desplegar algunas ideas referidas desde el psicoanálisis y el ordenamiento jurídico, respecto a las nociones de culpa y responsabilidad en relación a un crimen. Tomando el prólogo del texto Encrucijadas del campo psi-jurídico, Juan Dobón (2005) menciona que el campo de lo psicojurídico ofrece un recorrido que nutre no solamente al psicoanálisis, sino también al psicoanalista, el cual se interpela sobre conceptos como culpa, responsabilidad, goce, deseo, ley, por citar algunos. Por su parte, Lacan (1950/2003) en Introducción teórica a las funciones del psicoanálisis en criminología plantea el simbolismo como concepto relevante para la comprensión del acto criminal, debido a que ciertos actos delictivos se revelan como manifestaciones del superyó. A su vez expresa que si bien el sujeto al cometer el acto evidencia su psicopatología, no es por la consumación del mismo que esto se da sino debido al carácter irreal de su ejecución; señalando que el psicoanálisis intenta delimitar las coordenadas simbólicas del crimen mientras que la criminología reduce su interpretación a lo que entiende por los hechos de la realidad. 7 De manera que diferenciándose de otras disciplinas, que implantan normas o castigos, el psicoanálisis se ocupa de establecer una comprensión subjetiva del crimen, entendiéndolo como un fenómeno subjetivo. Respecto a la noción de responsabilidad, Tendlarz y García (2008) expresan que: Ser declarado responsable de un acto le permite a un sujeto conservar su humanidad, en la medida que se intenta producir su implicación en dicho acto y así poder tomar una posición frente a él… En definitiva, la responsabilidad en el psicoanálisis reside en la respuesta del sujeto del inconsciente. (p. 58). En cuanto al sentimiento de culpabilidad afirman que sería el derivado de un afecto producido por la estructura mediante el cual se intenta cubrir la falta en el Otro y no de ninguna experiencia vivida. Al decir de Camargo (2005) el vínculo del psicoanálisis con el derecho nunca fue sereno, siendo la primera aproximación entre ambos por el lado del derecho penal. Esta rama jurídica produjo abundancia de bibliografía al respecto, muchas veces con superficiales manejos de conceptos psicoanalíticos, llegando a establecer algún paralelismo entre ciertas ideas de Freud y Lombroso visto que provenían originalmente de un marco antropológico común. Señala que los psicoanalistas evidencian la deuda conceptual del corpus teórico del psicoanálisis con el derecho; pudiéndose apreciar como ciertos desarrollos freudianos y lacanianos se encuentran inspirados en él. En ciertos pasajes lacanianos, refiere Muñoz (2009) se puede apreciar una discusión con la criminología al enunciar que “concebir al sujeto del pasaje al acto como inimputable le quita la posibilidad de subjetivarlo por medio de la condena, debido a que el concepto psicoanalítico de responsabilidad es muy distinto del legal, ya que se vincula al problema de la intencionalidad. Asimismo expresa que para el psicoanálisis el sujeto debe responsabilizarse no sólo de los actos cometidos conforme con sus intenciones conscientes sino también de aquellos realizado por sus intenciones inconscientes. Siguiendo en esta línea Tendlarz y García (2008) opinan que “la culpabilidad jurídica está enlazada al concepto de responsabilidad y a la posibilidad de gobernar sus acciones, por lo que todos aquellos que puedan ‘comprender la criminalidad del acto o dirigir sus acciones’, serán considerados imputables. Por ello, sostenemos que la culpa jurídica se presenta y adviene luego de cometido el crimen, cuando a través de un juicio, el individuo se vuelve responsable de su acto” (p. 36). 8 ii. Parricidio Tomando elementos de un trabajo de grado realizado por Ruth Vallejo Castro (2012) en el marco de su tesis para obtener el Doctorado en Psicología y Educación, se ahondará en el concepto de parricidio. En el referido trabajo se lo abordó de manera analítica en vínculo con el filicidio. En sus aspectos legales el parricidio es entendido como un delito cometido por quien mata a su ascendiente o descendiente, directos o colaterales o a su cónyuge según algunas definiciones, aunque en su sentido más estricto, consiste en la muerte dada por un hijo a su padre o a su madre, pese a que esta última acepción del delito se tipifique como matricidio. En la actualidad parricidio sigue configurando uno de los crímenes más repudiables de la sociedad solo equiparado con el infanticidio1 dado que ambos rompen el orden social primario. Este concepto es reservado en la mayor parte de las legislaciones, para quien da muerte a sus ascendientes, siendo este acto considerado uno de los crímenes cuya violencia no es característica del resto, por lo que tradicionalmente se lo llama “crimen increíble” porque atenta contra aquel del cual se supone el lazo primero y el más privilegiado de las relaciones humanas. Matar al padre o a la madre posee una connotación distinta al resto de los crímenes porque implica matar el ordenamiento de la sociedad; si este límite social primario se rompe la sociedad quedaría vulnerable a un probable desencadenamiento de crímenes sin límites (Vallejo, 2012, p. 5). En cuanto a esta noción y su vínculo con el psicoanálisis se puede evidenciar que el mismo a lo largo de su vasta obra le ha dedicado gran espacio al estudio del padre y por consiguiente del parricida, donde uno de sus mayores pilares es la conflictiva edípica. En el transcurso de su obra, Freud (1913/1993) da cuenta de los deseos parricidas siendo en Tótem y Tabú uno de los textos más sobresalientes, donde aborda los deseos inconscientes manifestados por sus pacientes en forma onírica, apoyándose en la antropología, así como en la religión y la literatura, siendo estos ámbitos culturales en donde se evidencian dichos deseos. Como herencia dentro del campo de lo jurídico lo que más resalta dentro de del constructo teórico psicoanalítico son los desarrollos de Freud alrededor de dos actos inherentes a la humanidad: el incesto y el parricidio. 1 Infanticidio, de acuerdo a la Real Aacademia Española (RAE, 2019), es "acción de dar muerte a un niño de corta edad". 9 Crimen, incesto y parricidio, habitan en la cultura con un valor genético, en tanto son la causa de la ley, la “externa” y la “interna”, siendo Edipo el resultado entre el anudamiento delsujeto a la ley que prohibe el incesto y parricidio. Todo lo que atañe al eje central de las neurosis, tal como Freud denominó al Complejo de Edipo, asienta sus bases en estos dos actos. En Tótem y Tabú se aloja uno de los conceptos fundamentales, para el análisis del caso a abordar, como ser la figura del padre de la horda primordial que se corresponde a la figura del padre como objeto de pulsiones y el complejo de Edipo. Dicho texto se propone demostrar el origen de la Ley universal a partir del crimen primordial, dando cuenta así que el hombre y la cultura comienzan a partir del crimen y la ley. No obstante, a qué refiere con tótem, generalmente a un animal comestible, extraordinariamente una planta o una fuerza natural, que se encuentran relacionados de modo particular con la totalidad del grupo. Entre las prohibiciones del clan se encuentran, matar a su tótem y que sus respectivos integrantes no puedan tener relaciones sexuales entre sí, estableciendose así la idea de la prohibición del incesto. Allí Freud (1913/1993) sustituye al animal totémico por el padre, donde los dos principales mandamientos del totemismo son no matar al tótem y no relacionarse sexualmente con ninguna mujer perteneciente a él, atribuyendo al término Tabú un sentido antagónico porque por un lado designa lo prohibido y por otro lado es lo sagrado. Ambos mandamientos convergen por su contenido con los dos deseos primordiales del niño y con los crímenes de Edipo, quién mató a su padre y tomó por mujer a su madre. A su vez observa cierto paralelismo con los sentimientos ambivalentes de amor-odio hacia el padre siendo que en estas tribus hay banquetes totémicos en donde a veces es permitido comer el animal-tótem, al cual se lo llora y lamenta, realizándose luego una fiesta de júbilo, Freud (1913/1993) se pregunta ¿cómo pudo ser posible el totemismo? y argumenta, remitiéndose a las fiestas de la comida totémica, que: “los hermanos expulsados se reunieron un día, mataron al padre y devoraron su cadáver, poniendo así un fin a la existencia de la horda paterna. Unidos, emprendieron y llevaron a cabo lo que individualmente les hubiera sido imposible” (p. 185). 10 iii. Psicosis Bafico (2015) plantea que es desde un abordaje estructural que el psicoanálisis se despliega, entendiendo el concepto de estructura no meramente como elementos que se relacionan entre sí, sino principalmente bajo una suerte de simbiosis en donde ninguno de ellos responde per se, ni tiene consecuencias sin los demás, lo cual se corresponde a la idea de entramado, a “ese armazón necesario y singular de las vicisitudes específicas que marcan la vida de cada individuo y que dan consistencia a su tallado” (p. 57) tal como refiere el autor. En cuanto al funcionamiento psíquico, Freud (1924/1992) plantea en el texto Neurosis y Psicosis una diferenciación de las psicosis respecto a las neurosis; mientras que en estas últimas el Yo se defiende de las mociones pulsionales pujantes del Ello mediante el mecanismo de la represión, las psicosis suponen una perturbación en el vínculo entre el Yo y el mundo exterior; pudiéndose distinguir en su obra tres momentos gnoseológicos: ➢ El primero, dirá Maleval (2002) es descripto por Freud en Las psiconeurosis de defensa de 1894 como “el proceso por el cual el yo rechaza la representación insoportable al mismo tiempo que su afecto, comportándose como si la representación nunca hubiera llegado hasta el yo" (p. 37), donde las psicosis se oponen a las neurosis actuales, viéndose su pensamiento muy influenciado por las ideas de Breuer y Charcot. ➢ El segundo momento, es en 1911 donde la oposición se da por la neurosis de transferencia y la narcisista, periodo donde se puede ubicar el texto sobre “El caso Schreber”. ➢ El tercer momento corresponde a la segunda tópica freudiana, donde la neurosis es entendida como un conflicto entre el yo y el ello, en tanto que la psicosis como el conflicto entre el yo y el mundo exterior. Por su lado Laplanche y Pontalis (2004), las describen como: Una perturbación primaria de la relación libidinal con la realidad lo que, según la teoría psicoanalítica, constituye el denominador común de las psicosis, siendo la mayoría de los síntomas manifiestos (especialmente la construcción delirante) tentativas secundarias de restauración del lazo objetal. (p. 321). Las psicosis abarcan una variedad de trastornos de distinto origen que fundamentalmente presentan ideas delirantes y alucinaciones, Ey y Bernard (1965/1996) las describen como un tipo de estructura mental en donde lo que aparece es una ruptura del 11 sujeto con la realidad, quedando este alienado debido a que se comporta y piensa en función de su concepción delirante en lugar de someterse a la verdad y realidad comunes, produciéndose una fragmentación a nivel del Yo, es decir, un Yo muy debilitado. Esta característica va a ser muy diferente según los distintos tipos de psicosis, puesto que de alguna forma va significar cierta ruptura con lo que venía siendo el funcionamiento anterior del sujeto. En estos pacientes la vivencia predominante es una angustia vinculada a la sensación de romperse en pedazos, un gran miedo, hay en general una falla importante del mecanismo más típicamente neurótico que es la represión, apareciendo en su lugar mecanismos más primitivos, como el de identificación proyectiva masiva, la negación, etc. Los delirios que componen las psicosis, tal como plantean Ey y Bernard (1965/1996) “pueden sistematizarse en una especie de ficción notablemente coherente, o, por el contrario, disgregarse en un pensamiento irreal” (p.448) siendo los mismos no meramente accidentales y pasivos, sino que se encuentran enraizados a las relaciones que unen a la persona con su mundo, es decir que el delirio se encuentra incorporado a la personalidad del delirante. En cuanto a sus antecedentes y clasificación, Ey y Bernard (1965/1996) exponen: Estos delirantes, perseguidos, megalómanos, místicos, etc, cuyo Delirio manifiesta una profunda modificación y una especie de inversión de los valores de la realidad, son tanto más ‘sorprendentes’ cuanto que se trata de personalidades ‘por otra parte’ bien adaptadas a la realidad. (p.449). La clasificación francesa de los delirios crónicos agrupa a las psicosis delirantes crónicas del siguiente modo: ❖ Por un lado, las que cursan sin evolución deficitaria, como las Psicosis delirantes sistematizadas (Paranoia) ➢ Delirios pasionales y delirios de interpretación. Luego se encuentran las Psicosis alucinatorias crónicas y las Psicosis fantásticas (Parafrenia). ❖ Por otro lado se encuentran las que sí presentan evolución deficitaria, siendo estas las formas “paranoides” de la Esquizofrenia. Los autores en dicho apartado se limitan al estudio de los delirios crónicos que se desarrollan sin disminuir progresivamente las capacidades de adaptación del sujeto, al contrario de lo que sí ocurre en las psicosis esquizofrénicas,no obstante las psicosis delirantes crónicas no deficitarias pueden presentar una evolución reversible y sufrir transformaciones de una especie a otra. 12 a. Psicosis Paranoicas Este trabajo repara en los delirios crónicos sistematizados, es decir las Psicosis Paranoicas o Paranoia, denominados de este modo, según Ey y Bernard (1965/1996) por estar prendidos a la personalidad del delirante, caracterizados por presentarse relativamente coherentes ante quien los observa (médicos, familia, jueces, etc) dada su forma sistemática, relativamente plausibles; de allí que se desprende su poder de convicción o de contaminación, como se verá más adelante en el caso de delirio de a dos donde se establece un binomio entre un delirante inductor y otro inducido. Destacan que los síntomas de este delirio consisten en interpretaciones, ilusiones, percepciones delirantes, actividades alucinatorias, fabulaciones, intuiciones, siendo todos reductibles a una patología de las creencias, en tanto que las ideas delirantes, abarcan en su convicción dogmática todos los fenómenos que forman la construcción del sistema de su mundo. El carácter paranoico de estos delirios, encuentra la singularidad en cinco aspectos: la desconfianza, orgullo, agresividad, la falsedad de juicio y la psicorigidez, presentándose en un sistema de creencias bien articuladas, aunque en determinados casos o fases de su evolución, dichos delirios se aproximan más al sueño y a las experiencias delirantes agudas debido a su aspecto caótico y fantástico. Es menester señalar algo que Ey y Bernard (1965/1996) sostienen respecto a la importancia de las reacciones médico-legales de estos sujetos, los cuales ponen al servicio de su delirio una agresividad en ocasiones brutal y siempre violenta, siendo muy frecuente reacciones escandalosas que efectúan para llamar la atención de la comunidad o de la policía, generalmente aludiendo a persecuciones de las cuales son víctimas. También pueden apreciarse incendios a modo de venganza o robo como represalia, aunque lo más temido en este tipo de delirantes es el asesinato, ya sea porque desean librarse o vengarse de sus enemigos o inconcientemente a modo de autocastigo. A su vez enuncian que “la paranoia, lejos de ser una psicosis ‘endógena’ como lo indicaba Kraepelin, constituye por el contrario, una reacción a los acontecimientos” (p. 457) señalando que Lacan insistió en relación al sentido autopunitivo de la misma, el cual encierra al sujeto en un sistema de persecución imaginario, teniendo valor psicológico de un castigo deseado inconscientemente, Afirman también que a veces la acumulación de circunstancias penosas, la sumatoria de fracasos o conflictos, así como la tensión que se engendra dada la exasperación, ya sea por las decepciones como por la desesperación, desencadenan las psicosis, manifestando que en ocasiones una gota de agua desborda el vaso a raíz de una discusión, debido a que el delirio es vivido como la experiencia crucial de un conflicto del Sujeto con otro, ya sea cónyuge, familia, vecinos, etc (p. 454). 13 iv. Forclusión del Nombre del Padre Dentro de la clínica lacaniana, a la estructura de la psicosis se la relaciona con la forclusión del Nombre del Padre como el mecanismo que explica su funcionamiento, siendo este concepto una de las contribuciones más destacadas del psicoanálisis para la comprensión del fenómeno psicótico, de tal modo que Bafico (2005) en el texto El entramado de la locura, expresa que por medio de la función paterna el sujeto neurótico edifica un universo que se organiza alrededor de un polo central al cual se corresponden todas las significaciones. Destacando que el entramado de las psicosis tiene que ver con una falta esencial, con la forclusión de un significante primordial como regulador del universo fálico; el Nombre-del-Padre. En el libro La forclusión del Nombre del Padre, Jean-Claude Maleval (2002) menciona que el origen del término forclusión está asentado en el francés contemporáneo, siendo de uso corriente dentro del lenguaje jurídico procedimental, cuyo significado es "la caducidad de un derecho no ejercido en los plazos prescritos" (p. 61), pudiéndose evidenciar el estrecho vínculo conceptual con el psicoanálisis, tal como se mencionó el al capítulo anterior Por su parte, Camargo (2005) en su texto Encrucijadas del campo Psi - Jurídico, expone el concepto de forclusión como “mecanismo psíquico que Lacan describe como propio de la causación de las psicosis, siguiendo la senda trazada por Freud con su término ‘Verwerfung’, traducido al español como ‘rechazo’” (p. 248), señalando que la forclusión es el rechazo del sujeto de un significante primordial, el del Nombre-del-Padre, siendo a la psicosis, lo que la represión a las neurosis y la renegación a las perversiones. Lacan (1955-1956/2004) desarrolla la noción de Nombre del Padre, donde recobra fuerza el mito freudiano de Tótem y tabú, gracias a la articulación entre el significante y la metáfora paterna, la cual está vinculada al deseo del gran Otro, esto es, al deseo materno, por tanto tiene que ver con lo imaginario, es decir, con la relación entre el niño y su madre. El Nombre del Padre representaría el significante fálico, lo que da lugar a la metáfora paterna, la cual es garante de la ley simbólica, de la prohibición del incesto y ante su presencia el sujeto adquiere estabilidad, de lo contrario quedaría atrapado en el delirio. Por consiguiente en la psicosis, a falta de significante, el sujeto suple esa ausencia con una construcción delirante, la cual juega un papel estabilizador en su psiquismo. El delirio sería la sustitución de dicha metáfora, que al haber caducado se ve suplantada por la idea delirante, la cual supondría el significante expulsado de lo simbólico que retorna por medio de lo real. En la psicosis la metáfora paterna es forcluida, es decir 14 rechaza lo simbólico que vuelve por lo real, instaurándose en su lugar el delirio, quedando así el niño constituido como objeto total del goce de la madre y no como sujeto. El padre es entonces efecto necesario de la cadena simbólica, instaurado en un orden simbólico y que habrá o no de responder a la función definida por Lacan, como Nombre-del-Padre. posibilitando al sujeto estructurarse de forma neurótica. Por lo tanto lo que no surge a la luz de lo simbólico aparece en lo real, o al decir de Juan David Nasio (2013) lo abolido adentro, retorna desde afuera, expresando que “la forclusión es, en efecto, el nombre que el psicoanálisis da a la ausencia de inscripción en el inconsciente de la prueba normativa de la castración” (p. 241) y sosteniendo que lo forcluido más que algo rechazado es lo que no aconteció y la forclusión más que un rechazo, refiere a una impotencia de existir, por lo que no se trata de un rechazo sino de la abolición. De tal modo que la falta de inscripción de dicho significante, constituye la frontera que separala neurosis y perversión por un lado y la psicosis del otro. Maleval (2002) de acuerdo con Lacan, expresa que en la neurosis el significante del Nombre-del-Padre interviene conformando un cuerpo vaciado de goce, lo cual define como castración, al tiempo que el Otro también resulta afectado de igual modo. Sintetizando, esto sería la extracción del objeto a. Por el contrario en la psicosis, dada la forclusión de ese significante primordial, el objeto ya no se extrae y por consiguiente da lugar a que el goce retorne en lo real, dado que no hubo castración simbólica. Lo que acontece aquí es que, contrariamente, lejos de aliviar al sujeto, la angustia reinicia al ejecutar el pasaje al acto, en lugar de alejarla o suprimirla como sucede en el neurótico. Por lo tanto, para el entramado de tal estructura psicótica, es preciso que se den al menos dos condiciones, primero tiene que existir deseo materno y segundo, es inexorable que el padre ocupe su lugar, aplicando su función a efectos de intervenir des-sujetando al niño de la madre e impidiendo de este modo que se constituyan en un todo, separando así al hijo del goce mortífero en beneficio del placer. Aunque, respecto a la función paterna es importante remarcar que dentro de la estructuración edípica el padre no es un objeto real sino que aparece como metáfora, en este sentido Bafico (2005) exponiendo a Lacan expresa que “una metáfora… es un significante que viene en lugar de otro significante” (p. 9). Por otro lado Nasio (2013) propone la tesis de la forclusión local a los efectos de explicar ciertas manifestaciones consideradas “psicóticas” que se revelan en sujetos los cuales no necesariamente presentan una patología de psicosis, describiendo a la forclusión como un significante que fue convocado pero no se presentó y en su lugar apareció la formación delirante, agregando que la representación que no se representa supone una 15 variante de la angustia de castración tal como Freud manifestaba. Es menester señalar que si bien la forclusión da a la psicosis su condición esencial, no es por ella que se diagnostica su estructura, sino por sus efectos, dado que la misma no es un fenómeno ya que no forma parte de lo observable. Bafico et al. (2005) se preguntan cómo se sostiene la locura, argumentando que debido a la presencia de los otros es que la misma adquiere su personal consistencia, siendo por intermedio de esa ligazón que tiene lugar cualquier tipo de relacionamiento humano; ya sea desde el amor o el odio, agregando que si el niño logra sortear alguna de las alternativas edípicas que se le proponen, en ese caso habrá instaurado la ley paterna e incorporado el significante, siendo mediante esta operación que se produzca la separación del vientre materno, vaciando su cuerpo del goce, localizandolo en objetos fuera de sí y orientando de tal forma la satisfacción de las pulsiones. Por su parte Maleval (1998) sostiene que: La ruptura inicial de la cadena significante produce en el psicótico el sentimiento de una perturbación del orden del mundo, la sensación del acercamiento a un agujero, y luego, a veces, la impresión de tener que resolver un problema central y enigmático. (p. 145). Si el sujeto que ha forcluido el nombre del padre encuentra un padre real que instaure la ley en donde no la había, desencadenaría pues una psicosis, debido que se encuentra con un agujero simbólico fruto de la forclusión. Este vacío frente al agujero manifestado como consecuencia ante la falta de inscripción del Nombre del Padre dirá Bafico (2015), será uno de los dos momentos que Lacan discrimine dentro del mecanismo desencadenante de la psicosis, planteando así un enigma el cual toma la forma de perplejidad dado que quien lo padece no puede encontrarle sentido, quedando sin respuesta ante la pregunta que se le presenta, teniendo así una experiencia tal que no puede comunicar. Luego de esto pueden acontecer dos cosas, que el sujeto desarrolle un delirio que en cierto modo lo pacifique y le otorgue sentido, o por el contrario que elabore un delirio que lo conduzca al pasaje al acto. El otro momento tiene lugar cuando surge la certeza, Lacan (1955-1956/2004) lo expresa en El Seminario 3 del modo siguiente: No está en juego la realidad, sino la certeza. Aún cuando se expresa en el sentido de que lo que experimenta no es del orden de la realidad, ello no afecta a su certeza, que es lo que le concierne. Esta certeza es radical... significa para él algo inquebrantable. (p.110). 16 Tomando los aportes de Lacan es que Nasio (2013) argumenta que el psicótico no encuentra respuesta ante esa pregunta tan esencial, porque el padre simbólico, garante de la castración estuvo ausente en su función, siendo esto lo que Lacan llamará la forclusión del nombre-del-padre, al igual que reafirma que las psicosis se manifiestan cuando se trata de admitir lo inadmisible, de integrar un dato que no tendría lugar dentro de su organización, dado que esto equivaldría a su derrumbe y muerte psíquica. A su vez refiere que “esto es lo que produce el cataclismo imaginario y el desencadenamiento de la locura” (p.227). Dirá Maleval (2002) que la función paterna erige un obstáculo frente al goce integrado en la relación madre-niño, trazando una tachadura sobre el deseo de la madre y oponiéndose a la instauración de una completud imaginaria, en la que ambos están reunidos, afirmando que esto no acontece cuando la forclusión del Nombre del Padre reduce la escritura de la metáfora paterna, quedando del siguiente modo: (p. 84) Por ende no puede producirse sustitución alguna y el deseo de la madre al no estar simbolizado, se torna como un goce de imposible dominio frente a un sujeto que queda a su merced dado que no cuenta con un significante capaz de establecer un límite ante dicho goce. Es en este sentido, enuncia Maleval (2002) que Lacan introduce la noción de ‘sujeto del goce’ para caracterizar al psicótico, como resultante de la carencia del límite fálico producto de la forclusión del Nombre del Padre. v. Folie à deux Para comprender qué motiva un crimen, se debe ahondar en las causas que dan origen a tal impulso homicida. Para ello se verá que caracteriza a la locura de a dos y así posteriormente advertir cómo se transmite de un sujeto a otro y cómo ese contagio llega hasta el punto de unirlos como pareja psicológica en un mismo delirio. La folie à deux se trata de un fenómeno poco frecuente, aunque tal como plantea Myriam Schieber (2007) en concordancia Allouch es mucho más habitual de lo que se estima. La autora expresa que las primeras apariciones de esta conceptualización se ubican en el siglo XIX y se atribuyen a Falret y Lasège, donde la describen como una “construcción interpersonal de diversas formas de pensamiento delirante” (p. 185) pudiéndose entender que existiría una participación deambas partes en la construcción del delirio compartido. De igual modo lo presenta como un trastorno que consiste en la trasmisión de un sistema de ideas delirantes de un sujeto a otro, en donde uno es el 17 inductor y el otro el inducido, tratándose de un fenómeno que puede establecerse entre dos sujetos o más; tal es caso de las sectas por ejemplo, donde un líder infunde sus ideas a un grupo; pudiendo esta considerarse una variante de psicosis compartida. El inductor, también llamado caso primario, activo o dominante, es quién padece realmente un trastorno mental y presenta generalmente, una psicosis crónica, donde predominan regularmente contenidos paranoides, los cuales se acompañan de delirios de grandeza y usualmente posee una personalidad dominante, con una inteligencia dentro del rango de normalidad. Retomando las ideas de Lasègue y Falret la autora ratifica que “así como no se logra convencerlos, así los locos no logran convencer” (p. 186). Estos sujetos delirantes viven ajenos a la opinión de los demás, resistiéndose a todos los argumentos que vayan en contra de su delirio y cuando se los contradice, se detienen en sus explicaciones aunque siendo inflexibles en cuanto a sus ideas. Schieber (2007) destaca que el inducido, al que también se denomina caso secundario, pasivo, dominado o receptor, presenta como una de sus principales características, una alta sugestionabilidad, pudiéndose describir como inmaduros, dependientes, pasivos, dóciles, crédulos, con baja autoestima, y en general de poca inteligencia; tratándose de un sujeto cómplice involuntario, el cual se expone a los delirios del inductor y a diferencia de este, sus convicciones son semi-mórbidas y semi-motivadas. Es conveniente precisar que en la generalidad de los casos el débil suele estar menos afectado por esta locura que su compañero, siendo menester señalar que un mecanismo que puede establecerse como base de una folie a deux es la sugestión del inductor sobre él inducido, donde este último será pasible de sugestionarse fácilmente, ocurriendo un “lavado de cerebro” señala la autora, de el o los individuos receptivos del delirio que se va dando gradualmente. Se considera que al vulnerable se lo puede “contagiar” de lo que sea si la influencia proviene de un sujeto que ejerce poder moral sobre él, de igual modo que sucede con el niño, el cual es inducido a la cultura en la que nació, a través sus padres y sociedad a la que pertenece, en un sentido afable. Siguiendo en esta línea Nasio (2013) resalta que para que dicho contagio se produzca se necesita de la convivencia durante un largo tiempo de la pareja psicológica, siendo impermeables de influencias exteriores y manteniendo un vínculo estrecho entre ambos, cultivando intereses en común y existiendo un factor desencadenante el cual retroalimente dicho delirio. A menudo se trata de dos miembros de una misma familia, hermana, hermano, madre, hija. 18 Relacionando dicho concepto con el crimen de las hermanas Papin, expresa que “no estamos ante dos seres idénticos, sino más bien ante una prenda y su reverso, ante el original y su copia, ante la voz y el eco” (p. 211). Asimismo plantea que no habría muchas probabilidades de que un individuo equilibrado se dejase arrastrar por el delirio de otro sujeto, por lo que se puede considerar al sujeto inducido en un espacio intermedio entre locura y cordura, debido a que no sería atinado afirmar que está loco, dado que termina desistiendo de sus propias creencias, cediendo ante las del inductor, así como tampoco sería oportuno llamarle en su sano juicio en vista de que por determinado lapso de tiempo compartió dichas creencias delirantes siguiendo al inductor en sus conductas sin revelarse. Schieber (2007) señala que “una vez recortados los absurdos más llamativos y llenando las lagunas con datos más lógicos” (p. 188) hablarán en los mismos términos, una y otra vez de forma casi simétrica, conformándose así el entramado compartido. Como principales características del contenido delirante, destaca el carácter verosímil del delirio, basado en sucesos acontecidos en el pasado o sobre temores o esperanzas del futuro, subrayando que existiría un período prodrómico, en donde ambos protagonistas pondrían en común sus aspiraciones y dolor, siendo regularmente los delirios de naturaleza persecutoria por lo que ambos implicados se unirán contra un enemigo en común. Sin estas condiciones sería muy difícil la transmisión de tales ideas delirantes dado que el contagio se dificulta cuando el delirio se mantiene dentro de los límites no aceptables, siendo solo bajo estas circunstancias particulares que emergerá este fenómeno del contagio de la locura. El portador del delirio debe imponersele al inducido, ejerciendo sobre él cierta influencia; a su vez éste, luego de haberse primariamente resistido y luego cedido a ciertas ideas, vuelve el delirio más creíble para así poder reproducirlo a quien lo quiera escuchar, dado que en ocasiones el sujeto inducido reflexiona, surgiendo repentinamente las dudas en su conciencia. Schieber (2007) afirma que si el inducido o “falso enfermo” es expuesto repetidamente a la contradicción de sus falsas creencias y en ausencia del inductor que le otorgue credibilidad a las mismas, su seguridad se irá esfumando, terminando por disolver con las creencias inculcadas que al parecer eran tan sólidas. Relacionando las características del inductor con el inducido, Schieber (2007) aludiendo a Lasègue y Falret enuncia que “uno está loco en el sentido social y médico del término, el otro no” (p. 188). Es fundamental señalar como característica de este trastorno, la imposibilidad del contagio de ideas delirantes entre una persona enferma y una sana, así como tampoco es habitual el contagio de los delirios entre dos psicóticos, dado que cada quien defenderá sus propias creencias delirantes sin la posibilidad de modificarlas en función del otro, pues cada uno está encerrado en su propio delirio. 19 El DSM IV (American Psychiatric Association [APA], 1995) lo plantea como trastorno psicótico compartido, entendiendo a éste como una “alteración que se desarrolla en un sujeto que está influenciado por alguien que presenta una idea delirante de contenido similar” (p. 280). Por otra parte Lacan nunca planteó a la folie à deux como un cuadro clínico per se sino como la forma clínica que deja ver las condiciones que determinan las psicosis. Para el psicoanalista parisino la locura compartida evidencia la reproducción de una cierta realidad del entorno donde se pone en juego en la relación del psicótico con los otros (Bafico et al., 2005, p. 70). Bafico (2006) tomando la idea de A. Gralnick señala que la folie à deux está relacionada con la transferencia de ideas delirantes y/o conductas anormales de un sujeto a otro, entre los cuales han mantenido estrecha relación; a su vez sostiene que puede establecerse que la simultaneidaden el crimen no implica necesariamente que la locura en ambos sujetos sea idéntica sino que remarca correlatividad respecto al trastorno compartido. Por otro lado Freud (1924/1992) plantea que hay psicosis desde el momento en que el objeto tiende a confundirse con el yo, en cambio Lacan aunque lo postula diferente no lo contradice, al decir que solo hay psicosis por la folie a deux. vi. Pasaje al acto Ciertos crímenes nos dicen cómo pueden producirse, pero nada nos dicen acerca del por qué, ni tampoco del mecanismo que impulsa el pasaje al acto. Los actos que se manifiestan como crímenes inmotivados generalmente enmascaran la naturaleza del hecho, respondiendo de modo resolutorio ante las dificultades de simbolización que se le presentan al sujeto que los comete. Es importante señalar que si bien el concepto de Pasaje al acto en la actualidad es propio del psicoanálisis no necesariamente se correlaciona de manera específica con una estructura en particular, como tampoco el hecho de que todos los homicidas puedan ser situados en una determinada estructura clínica, siendo que ningún acto en sí mismo hace a una estructura clínica, si bien el pasaje al acto puede manifestarse en cualquier estructura, la función que cumplirá en cada una de ellas no será la misma. La revisión de los antecedentes de este concepto da lugar a la comprensión de su entrada al psicoanálisis luego de haberse distanciado de la psiquiatría. Para ello se realizará un efímero recorrido partiendo de La invención lacaniana del pasaje al acto, resultado de la Tesis de Maestría del psicoanalista Pablo Muñoz (2009) donde plantea que dicho concepto 20 es absolutamente original de la clínica lacaniana, habiendo desplegado diversas concepciones en varios períodos de su obra, no obstante resalta que no constituye el objeto específico de ninguno de sus textos, puesto que Lacan no le ha dedicado demasiado espacio en su extensa producción oral y escrita. En los comienzos de su obra, señala Muñoz (2009), Lacan “lo describe como un fenómeno violento y reactivo, de características impulsivas, que cumple una función resolutoria de la construcción delirante“ (p. 229). Por su parte, Roberto Mazzuca (Muñoz, 2009) en el prólogo de dicho texto, destaca tres aspectos en relación a este concepto, primeramente que la introducción de un concepto en una región teórica y clínica distinta de la que le dio origen, implica necesariamente su transmutación. En un comienzo se trataba de un término descriptivo, pero Lacan produce una modificación sustancial, pasando luego a ser un término clínico y otorgando así una especificidad psicoanalítica. Antes de sufrir dicha transmutación, donde pierde sus connotaciones morales y criminológicas, la expresión passage à l'acte estaba incorporada al vocabulario psiquiátrico francés utilizándose como referencia a ciertas formas impulsivas de la acción, a conductas desviadas y violentas por las que un sujeto es llevado a realizar una actividad que lo supera y no tiene dominio sobre la intensidad de su accionar. En los primeros años, señala el psicoanalista argentino, el pasaje al acto adquiere un valor central en su poder de resolución del delirio donde se utilizaba muy asiduamente de modo poco preciso e incluso peyorativo hacia conductas referidas como ser, suicidio, delito, agresión, atentado sexual, comportamiento perverso, entre otros; siendo en esta primera etapa el término introducido en referencia a pacientes psicóticos que cometían atentados agresivos de diversa índole. En segundo lugar señala la construcción de la red conceptual en la que se inscribe el nuevo concepto psicoanalítico, especialmente su conexión íntima con la angustia, definiendo su función de límite y corte en relación con el goce intolerable. En tercer lugar destaca que el concepto lacaniano de pasaje al acto surge de una aproximación del concepto psiquiátrico con el agieren2 freudiano, aunque sin confundirse con él. La relación entre acto criminal y psicosis fue de interés temprano para Lacan (1987/1932) al punto de dedicarle un espacio en su tesis doctoral titulada De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad, escribiendo un año más tarde Motivos del crimen paranpico: el crimen de las hermanas Papin, un caso muy resonado en la opinón pública de la época, en donde resalta que "la pulsión agresiva, que se resuelve en el asesinato, aparece así como la afección que sirve de base a la psicosis" (p. 341). 2 Agieren: Término origen latino (agere. obrar) utilizado por Freud para referirse al actuar. 21 https://www.sinonimosonline.com/transmutacion/ Asociado a esto, Nasio (2013) se pregunta refiriendo al crimen de las hermanas Papin, por qué en casos semejantes el pasaje al acto por más monstruoso que sea, parece resultar un final inevitable; partiendo de los textos de Lacan se podría encontrar una respuesta ante tal interrogante. Tendlarz y García (2008) señalan que al sujeto se lo puede leer en relación al acto criminal, asentando de este modo una concepción que se aleja de la que fuese teorizada a priori por la clínica psiquiátrica, si bien expresan que el pasaje al acto es una noción que tiene sus cimientos en la clínica psiquiátrica e introducida por la criminología en el S.XIX, es gracias a Lacan que deviene en un concepto fundamental en el psicoanálisis. A su vez afirman que el médico francés es quien despsiquiátriza dicho concepto, entendiéndolo como revelador de la estructura fundamental del acto, remarcando que el mismo tiene incidencia sobre el sujeto, aunque fundamentalmente sobre el delito, tratándose de un intento resolutorio de lo que Lacan califica como “callejón sin salida subjetivo” (p. 22). A su vez enfatizan en la importancia de evaluar la peligrosidad del sujeto que comete un crimen ya que pueden presentarse pasajes al acto en la estructura de la psicosis, que no necesariamente cumplan con una función resolutoria. Muñoz (2009) subraya que el pasaje al acto se funda en episodios que no están visiblemente motivados por el interés o el incentivo de una ganancia, señalando que la problemática que supone tal concepto fue abordada originalmente por Esquirol, quien en 1814 crea la gran clase de las monomanías, las cuales reagrupa en cuadros que aquejan la mente de modo parcial. Dentro de estas, resalta la monomanía instintiva, donde indica que “el enfermo es llevado a actos que la razón y los sentimientos no determinan, que la conciencia reprueba, que la voluntad no tiene más la fuerza de reprimir” (p. 49). También describe la clasificación realizada por Henry Ey, quien opta por el término impulsión, como todo “acto incoercible y súbito, que escapa al control del sujeto… actos de heteroagresión (golpes, violencia, rotura de objetos, homicidio) o de autoagresión (automutilaciones, suicidio); en comportamientos inadaptados (fugas, excentrecidades) o en brutales satisfacciones institivas (atentados sexuales, excesos alcohólicos)” (p. 50).Muñoz (2009) expresa que el pasaje al acto adopta la forma de un impulso que obsesiona integrándose a la personalidad de manera que alivia al sujeto de la presión de la idea parásita estableciendo así un límite al padecer impuesto por la presión invasora de lo ideico, donde Lacan cierra esta idea expresando que “el cumplimiento del acto pone fin al delirio” (p.26). 22 Asimismo sostiene que la categoría de pasaje al acto en estos casos se emplea a fenómenos impulsivos, es decir actos que denotan lucidez y que se encuentran afectivamente motivados, pero que son desconcertantes, donde el paso al acto está supeditado por un desequilibrio emocional, siendo lo que se califica como impulsividad, de modo que expresa: “la impulsión hace del pasaje al acto un efecto de la ausencia de control de sus acciones por parte del sujeto, al modo de un automatismo, una acción descontrolada y sin significación” (p. 51). Resulta interesante reparar en esta apreciación dado que deja ver la presencia de una “impulsión homicida primordial” inherente al ser humano, implicando gran dificultad para prever y evaluar un crimen con métodos que no queden en la mera observación. De igual modo plantea que en un crimen en apariencia inmotivado se despliega una descarga de agresividad consumada por la vía del pasaje al acto, donde se produce una amenaza que cuestiona la estabilidad del delirio, examinando las variedades de pasaje al acto agresivo en las psicosis paranoicas desarrolladas por Lacan (1987/1932) donde a partir del caso Aimee, discrimina una nueva categoría clínica; la paranoia de autocastigo, la cual diferencia del delirio de reivindicación al emparentarla con el de interpretación. Allí instaura la problemática de la criminalidad y peligrosidad social, esto es, la dificultad para reconocer la capacidad de un paranoico de llevar a cabo sus pulsiones homicidas, especialmente porque se presentan casos en los que el crimen es el único componente semiológico que denota anomalía psíquica. Retomando la idea de Lacan donde describe el acto agresivo de Aimee como el último acto del delirio y como una reacción de huida, expone que este se caracteriza por una función narcotizante donde pone un freno a la impulsión homicida y de dicho modo aplaza el acto criminal, no obstante si se desestabiliza, podría viabilizar el pasaje al acto. En relación a esto, Nasio (2013) expone que el pasaje al acto es el último recurso convocado por el principio de placer a efectos de reducir una tensión insostenible, de tal forma que se revela como una salida de la escena, cuando el Otro no acude al llamado, así como se mencionó en el apartado iv respecto a la Forclusión del nombre del Padre, donde Bafico (2006) manifiesta que siempre lo que se da es una falla desde el lugar del Otro, señalando que para Lacan la aparición de la psicosis consiste en una eclosión desencadenada ante alguna pregunta para la que el sujeto no puede emitir respuesta alguna. Se considera oportuno realizar brevemente una distinción entre el acting out y el pasaje al acto a efectos de despejar alguna confusión que pueda generarse entre ambas ideas, siendo que estas dos concepciones poseen en común que se revelan como 23 frecuentes respuestas subjetivas ante determinadas situaciones que se le presentan al sujeto, consistiendo el acting out en el montaje de un escenario el cual queda en relación al lugar simbólico del Otro, mientras que en el pasaje al acto ocurre lo contrario, es decir no hay Otro. Lacan (1962-1963/2006) plantea en El seminario 10, que el acting out se opone al pasaje al acto, definiendo a este último de manera que: “el sujeto se mueve en dirección a evadirse de la escena. Es lo que nos permite reconocer el pasaje al acto en su valor propio, y distinguir de él lo que es muy distinto, ya lo verán ustedes, a saber, el acting out” (p. 129). Frente a esto Bafico (2006) expresa en su libro Casos Locos que el pasaje al acto supone para quien lo lleva a cabo un borramiento, puesto que el sujeto como tal es defenestrado y por ende es complejo poder entenderlo. Retomando las ideas de Víctor Iunger, plantea que dicho fenómeno consiste en “la conclusión de una escena. De un acto que alcanza su punto final en el efecto de exterminio del sujeto” (p. 25). Muñoz (2009) exponiendo los desarrollos de Lacan en El seminario 10 presenta el pasaje al acto como respuesta ante la angustia, como modalidad y única manera para salir de la escena y de lo real cuando no alcanzan los recursos de lo simbólico y lo imaginario. Allí lo describe en el cuadro de las coordenadas de la angustia este modo (p. 233): Angustia ➔ Pasaje al acto Esto no implica que toda angustia desemboque en pasaje al acto pero sí al contrario, siempre que haya pasaje al acto, habrá habido angustia. De tal modo que la acción es una vía pulsional, una respuesta real ante la certeza que la angustia representa, lo real del objeto a, lo cual supone una redefinición del carácter resolutorio del pasaje al acto. Un enfoque muy interesante es el que Tendlarz y García (2008) plantean respecto a que la estructura temporal puesta en juego en el pasaje al acto dentro de la psicosis es la anticipación, pudiéndose presentar de manera diferente conforme al tipo de psicosis que se manifieste, ya sea esquizofrenia, paranoia, delirio pasional o melancolía. Esta dimensión temporal puede observarse en correspondencia con la estructura temporal de la decisión, la cual resulta de un proceso subjetivo, caracterizado por Lacan, por la presencia de tres tiempos llamados lógicos: el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir. El primero y el último funcionan en la instantaneidad, en cambio el segundo, (el tiempo de comprender) opera en la continuidad. La decisión que conduce al acto respeta la secuencia de estos tres tiempos, puesto que la misma es tomada luego de haber agotado y pasado por el impasse que supone el tiempo de comprender, expresan los autores. Asimismo manifiestan que “el pasaje al acto 24 presenta la característica de empujar al sujeto desde el instante de ver al momento de concluir, produciendo un cortocircuito en el tiempo de comprender” (p. 24), en tal sentido es que se produce una anticipación. Siendo así que la ausencia del tiempo de comprender es correlativa de una certeza que dirige las acciones, subrayando que “no todo pasaje al acto presenta la característica temporal de la estructura de la psicosis”(p. 24). Resaltan también que hay homicidas en los que se dificulta evidenciar si el pasaje al acto estaría situado dentro del marco de una psicosis o de una perversión, debido a la ausencia de los fenómenos positivos de la psicosis, dado que no se manifiestan ni alucinaciones ni delirios y que al mismo tiempo se busca producir la división subjetiva del otro, como en la perversión. Finalmente, Muñoz (2009) describe el pasaje al acto como una operación donde seextrae un goce en exceso, el cual es insoportable para el sujeto y lo relaciona al carácter resolutorio que supone mismo en las psicosis como tentativa de operación sobre el retorno en lo real, reconociendo al menos cuatro posiciones: 1) En la esquizofrenia donde la invasión de goce toma un carácter intrusivo el cual sigue fenómenos de desarticulación corporal que conducen al acto suicida. 2) En la paranoia, donde el pasaje al acto agresivo pretende resolver mediante el ataque homicida el goce que está en el lugar del Otro, quien se dispone a gozar del sujeto y su cuerpo. 3) En la melancolía el sujeto identifica su ser con el objeto a cual desecho inmundo que debe eliminar, invocando al suicidio como único recurso para eliminar el goce intolerable, atacando el narcisismo y atravesando así la propia imagen. 4) En la manía el retorno en lo real de un cuerpo invadido por el goce que se traduce en una descontrolada respuesta del sujeto producto de la exaltación mortífera ante la no-función del objeto a. En suma, refiere que ante determinadas circunstancias el sujeto psicótico debe poner fin a lo intolerable del goce, estableciendo así un límite del orden de lo real, ante la carencia del elemento simbólico que inscribe el significante del nombre del padre, el cual debió en un cierto tiempo establecer un límite a dicho goce mediante la ley interdictiva, imponiendo de este modo un freno al padecimiento absoluto. De modo que el pasaje al acto es el corte que lo real introduce en la continuidad de lo simbólico-imaginario, resaltando que esto “permitirá examinar el pasaje al acto bajo el principio del sujeto entendido como efecto del significante” (p.51). 25 "Dime, ¿Qué es peor?, ¿ser un asesino o dejar que un asesino vuelva a matar?" (John Katzenbach, La historia del loco) II . Crónica de un parricidio i. Quiénes eran los Schoklender A simple vista se trataba de una familia judía de clase media que residía en la calle 3 de Febrero 1840 en el opulento barrio de Belgrano, la cual estaba integrada por Mauricio Schoklender el padre, Cristina Silva Romano la madre, y sus tres hijos, Sergio de 23 años, Pablo de 20 y Ana Valeria de 18 años. Mauricio Schoklender y Cristina Silva se casaron el 7 de julio de 1955 y a los pocos meses se mudaron a la ciudad de Tandil, donde nacieron sus tres hijos: Sergio Mauricio quien llegó al mundo el 30 de mayo de 1958, Pablo Guillermo, el 6 de febrero de 1961 y Ana Valeria en 1963. Los primeros años de la infancia de los niños transcurrieron en una pensión humilde, pero la carrera de Mauricio fue ascendiendo y es entonces que en 1968 ingresa al Grupo Pittsburgh -fusión de empresas siderúrgicas entre Argentina y Alemania- por tal motivo la familia debe mudarse a Buenos Aires. Mauricio, aparentemente era homosexual y tenía un amante, compañero de la empresa, al parecer no les prestaba atención a sus hijos; Cristina, tomaba muchos psicofármacos y era alcohólica, se presume también que abusaba sexualmente de Pablo, además de que tenía numerosos amantes los cuales llevaba a su casa y presentaba a sus hijos, incluso delante de su marido. Cristina no solo acosaba sexualmente a su hijo Pablo a quien le hablaba de sexo de forma recurrente y degenerada, sino que también les decía a sus hijos que se arrepentía de haberlos parido. En su libro, Pablo Schoklender (1983) relata que su madre se paseaba en bombacha y corpiño por toda la casa, hablaba con libertad sobre temas sexuales y elogiaba a las estrellas que cambiaban de marido como de camisón. 26 i. El hecho - Un cumpleaños parricida El 29 de Mayo de 1981 el matrimonio cenaba fuera de su casa junto a Sergio y Valeria para festejar el cumpleaños número 23 del primogénito. Pablo no habría participado de dicha celebración, ya que no residía con su familia dado que un par de semanas previas al fatal desenlace, habría intentado matar a sus progenitores tras haber incendiado el dormitorio donde estos dormían. Hecho que consta tanto en los diarios de la época como en las pericias del caso. Tras la cena Sergio se dirige a encontrarse con su hermano Pablo en el departamento de la familia, habiendo previamente concretado encontrarse allí ya que Pablo le habría comentado su decisión de matar a sus padres. Cuando estos se presentan en la casa, el padre se dirige a su cuarto y la madre se dispone a continuar bebiendo, es entonces que se desata una fuerte discusión con Sergio, siendo Pablo quien diera muerte a su madre golpeándola con una barra de metal que utilizaba para realizar artes marciales. Acto seguido Sergio le propina dos golpes más en la cabeza, amordazándola con una camisa con la que finalmente la estrangularía. Luego de dos horas deliberando sobre si deberían o no matar también al padre, la voluntad de Pablo predomina, dirigiéndose ambos hacia la habitación donde este se encontraba durmiendo y es allí que Sergio con las mismas barras de metal que horas antes le habrían puesto fin a la vida de su madre, le da muerte a golpes, siendo esta vez Pablo quien lo estrangule con un trozo de cuerda. Luego de consumar el hecho, se encargan de deshacerse de los cuerpos y eliminar todo rastro para posteriormente darse a la fuga. Así es que envolvieron sus cabezas con toallas y les pusieron bolsas de polietileno para luego trasladar los cuerpos al baúl de uno de los coches del padre, un Dodge Polara en donde los cubrieron con una sábana. Sergio condujo hasta la Avenida Coronel Díaz al 2459 en donde abandonaron el coche. Del relato de Nancy Plegel, novia de Pablo, se desprende que habrían estado juntos la noche del 29 de Mayo y este le comentase que se iría a reunir con su hermano Sergio para hacerle un regalo de cumpleaños. Cuando se reencontraron, a las 14 hs del día del hecho, Pablo le dijo “terminamos con los viejos” (Terraza, Rodríguez y Monzón, 2016, p. 79). 27 ii. Hallazgo - Hilo de sangre delator Tres días más tarde se encuentran los cuerpos ensangrentados de Mauricio y Cristina Schoklender en el baúl de su propio automóvil. Durante el domingo 31 de Mayo un vehículo estacionado llama la atención de los vecinos de Barrio Norte, delatado por un hilo de sangre que chorreaba del baúl del mismo. No fue nada fácil abrir el baúl, se debió apelar a la brigada de explosivos para que lo detonaran y descubriesen allí la escena macabra. Es entonces que desde la seccional 21 llaman a la casa de los Schoklender para dar aviso del siniestro hallazgo y Sergio contesta diciendo "vamos para allá"; mas nunca lo hicieron. Años más tarde Sergio (1995) narraría en Infierno y Resurrección una suerte de novela inverosímil (dado que se trata del relato de los sucesos que tuvieron lugar entre 1981 y 1995) cómo planificaron la fuga, aunque sigue sosteniendo su inocencia. Allí mismo describe: “Sabía que empezaba la cuenta regresiva. En cuestión de horas teníamos que salir del país. Había que llegar a Brasil. En Brasilhabía gente que nos guardaría” (Schoklender, 1995, p. 17). iii. Una fuga casi Hollywoodense Los hermanos intentaron huir pero fueron detenidos; buscando no ser procesados sostenían la muerte de sus padres como un ajuste de cuentas por otros traficantes de armas, sin embargo la evidencia resultó abrumadora a favor de su culpabilidad. Sergio Schoklender se fue a Mar del Plata, registrándose en un hotel bajo el falso apellido Fogel, compró un caballo dispuesto a fugar, pero su cabalgata no llegó muy lejos. Busca hospedaje y lo consigue en el "Viejo Almacén Cobo" pero lo descubrieron, ya que a esa altura su foto rondaba por todo el país, entonces le propinaron golpes, pero logra escapar. (Terraza, Rodríguez y Monzón, 2016, p. 75). Es aprendido en el kilómetro 372 de la ruta 2 por un patrullero de la provincia de Buenos Aires, ya que estaba lastimado, producto de las lesiones que le propinaron donde intentó pasar la noche. Por su parte Pablo fue capturado en la localidad de Ranchillos, Tucumán quien también compró un caballo con el fin de irse a Bolivia, pero tampoco tuvo éxito ya que su foto estaba también por todo el país. 28 iv. Sentencia Sergio confesó ser el autor del crimen una vez capturado y llevado a la comisaría, afirmando en una segunda declaración ser el único autor del crimen, desligando del doble homicidio a su hermano Pablo. Posteriormente durante los alegatos finales del juicio, Sergio declararía que el crimen lo habría cometido un grupo armado vinculado al tráfico de armas. No obstante, cuatro años más tarde, un 12 de marzo de 1985 la jueza de primera instancia Marta Lopardo condenó a Sergio a prisión perpetua por el delito de homicidio calificado por el vínculo, absolviendo a Pablo quien quedó libre hasta el 7 de abril de 1986 donde la cámara de apelaciones modificó la absolución por perpetua, solicitando la captura del mismo (Terraza, Rodríguez y Monzón, 2016, pp. 82-83) Recién el 14 de Mayo de 1994 lograron atraparlo ya que este se encontraba en Bolivia, teniendo una vida nueva en donde se llamaba Jorge Velásquez, comerciante argentino quien radicaba en Santa Cruz de la Sierra, donde incluso se casó y tuvo una hija, aunque se encontraba separado. Sergio salió en libertad condicional a fines de 1995 después de cumplir ⅔ partes de su condena, es decir 14 años, en donde se recibió de abogado y psicólogo, faltando dos materia para recibirse de sociólogo, entre otros cursos. El 28 de noviembre de 1995 salió en libertad condicional, siendo beneficiado por la ley que computa dobles los años que permaneció detenido sin condena. De aquí en más se vincularía con las Madres de Plaza de Mayo, lo que traerá otra serie de delitos que darían lugar al llamado el otro caso Schoklender, en el cual tanto él como su hermano Pablo se verían envueltos en una serie de denuncias, corrupción, lavado de activos y administraciones fraudulentas. Pablo, salió en Mayo de 2001 beneficiado con salidas laborales y trabajando tres veces por semana en un estudio jurídico aunque retornando por las noches a dormir en el penal. Tal como se ha mencionado, Sergio confesó en dos oportunidades ser el único autor tanto intelectual como material de ambos crímenes, luego se desdijo atribuyendo supuestos abusos y torturas y vinculando el hecho a la dictadura militar. De de la referida sentencia judicial se desprende que este crimen estuvo motivado por las constantes insistentencias de Cristina de mantener relaciones sexuales con su hijo menor, lo cual este reafirma en su libro y lo expresa del siguiente modo: Me sacudió la sensación de encontrarme con una serpiente … extendió un brazo tapándose la boca con la mano. Con el otro se aferró a mi hombro. Y súbitamente comenzó 29 a frotarse contra mi cuerpo, gimiendo. Me levanté de un salto.- ¡Basta! ¡Basta, por favor! – grité-. O soy capaz de… Había algo en mi semblante que la atemorizó. Sus ojos estaban bien abiertos, pero le temblaban las comisuras de los labios. Leí en su mirada una mezcla de odio, desprecio y amenaza. Después se volvió a la espalda y regresó a su habitación. (Schoklender, 1983, p. 107). A raíz de este episodio, Pablo tiene un sueño, así lo relata: Me veía asomado a esa garganta insondable, veía con espanto la negrura que se abría a mis pies, siniestra, pero provocativa a la vez; -Arrójate _decía una voz_ toma impulso y arrójate. Abajo está el fin de todo y el comienzo de todo. Ya entenderás. Súbitamente vi a Sergio, aferrado a una viga y extendiéndome la mano. “Sergio –grité- hacé un esfuerzo. Sergio, no me dejes caer. Abajo está la noche y la nada. Hermano, vos sos fuerte y no permitirás que me muera”. Pero una sombra tétrica se interpuso entre nosotros. La imagen de Sergio se desvaneció. (Schoklender, 1983, pp. 110-111). v. Vida tras las rejas En 1983 luego de ser detenido en Tucumán, siendo trasladado a la Unidad 2 de encausados en Villa Devoto, Pablo (1983) escribe Yo, Pablo Schoklender, libro que comprende cartas dirigidas a cada uno de los integrantes de su familia y que el periodista Emilio Petcoff ordenaría, las cuales consistían en relatos sobre el martirio que vivían los Schoklender en el complejo entramado familiar. También testimonia sobre lo que su madre le decía: “Sí, soy un monstruo y puedo arrastrarte donde quiera. Yo te di la vida, también puedo darte la muerte. El viaje al infierno, Pablo, puede resultar muy divertido conmigo” (Schoklender, P, 1983, p.112). Allí habla de Sergio como una especie de héroe, lo describe como un protector que intentaba cuidarlo de los avatares familiares, incluso en una carta que le dedicó desde la cárcel y le fue enviada mediante su abuela en una de las visitas, relata: Sergio, padre, hombre-niño, hermano… Quijote del siglo XX, profeta del espacio: no aceptes el rol de mártir, porque nadie va a valorar la nobleza de tu gesto. Sergio, ¡a veces te necesito tanto! como siempre en que me cegó el abatimiento y apenas pude defenderme llorando. Pero sabiendo que estás, qué podés ver las mismas estrellas que yo, aún detrás de las rejas, me siento más fuerte. (Schoklender, 1995, p. 142). 30 III. Lectura del caso - El grito perturbado de una garganta muda Del caso clínico expuesto, se puede realizar una lectura sobre cómo y por qué podría haber tenido lugar el mencionado parricidio, relacionando algunos hechos a partir de los conceptos expuestos a lo largo del presente trabajo. Un ambiente familiar patológico reinado por la tensión sofocante, conformado por una madre alcohólica, infiel, y sometida a tratamientos psiquiátricos desde hace 12 años, la cual ingería un gran número de pastillas, generalmente psicotrópicos de los que a su vez abusaba, y un padre, obsesivo por el trabajo al punto de catalogarse como un avaro traficante de armas, homosexual, de débil de caracter frente a su mujer, pese a que ambiguamente se mostrase fuerte y duro ante sus hijos (Vallejo, 2012, p. 151). Aunque a simple
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