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Copyright© 2022 UNIVERSIDAD CATÓLICA DE MANIZALES Compiladores: Diego Armando Jaramillo Ocampo • Napoleón Murcia Peña Editor: Carlos Manuel Varón Castañeda Corrección de estilo: Héctor Fernando Giraldo Bedoya - Centro Editorial UCM Diseño: Juan Andrés Mejía - Unidad de Marca Ilustración portada: Érika Jhulyana Cortés Morales Todos los derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada en sistema recuperable o transmitida en ninguna forma por medios electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros, sin la previa autorización por escrito del Centro Editorial Universidad Católica de Manizales y de los autores. Los conceptos expresados en este documento son responsabilidad exclusiva de los autores y no necesariamente corresponden con los de la Universidad Católica de Manizales. Se da cumplimiento al Depósito Legal según lo establecido en la Ley 44 de 1993, el Decreto 460 del 16 de marzo de 1995, el 2150 de 1995, el 358 de 2000 y la Ley 1379 de 2010. ©Centro Editorial Universidad Católica de Manizales Carrera 23 n.° 60-63 http://www.ucm.edu.co/centro-editorial/ centroeditorialucm@ucm.edu.co Manizales - Caldas Hecho en Manizales, Caldas · Colombia CATALOGACIÓN EN LA FUENTE Jaramillo Ocampo, Diego Armando El otro: entre el decir y lo dicho en educación / Diego Armando Jaramillo Ocampo, Napoleón Murcia Peña. Manizales: Centro Editorial Universidad Católica de Manizales, 2022. 251 páginas. Incluye: Referencias Bibliográficas. ISBN 978-958-53879-9-7 1. Alteridad en educación. 2. Filosofía de la educación. 3. Pedagogía. I. Murcia Peña, Napoleón. CDD 370.1934 BIBLIOTECA UCM CONTENIDO 6 • Lista de figuras 7 • Lista de tablas 9 • Prólogo 9 • Nuestro verbo interior: lo no alcanzado a decir en todo lo dicho 13 • Preludio 16 • Capítulo 1 El origen de una intención 16 • Deseo y proximidad en las relaciones de alteridad 30 • El camino recorrido: el uno para el otro 32 • Acerca de la alteridad radical: algunas tensiones teóricas 34 • Universidad y alteridad 38 • Fisuras y proyecciones de novedad 45 • En las márgenes del abordaje 47 • Capítulo 2 Lo dicho del otro desde los autores teóricos 53 • Lo dicho del otro: desde lo investigativo 60 • Lo dicho del otro: desde lo teórico 80 • El otro en la pedagogía y la educación: una apuesta por el otro ahí 94 • Alteridad, educación y lenguaje: controversias y conversaciones entre Lévinas, Habermas y Shotter 110 • Del reconocimiento del otro a la acogida y responsabilidad para-el-otro 131 • Alteridad, lenguaje y educación 139 • Capítulo 3 Tras las huellas del otro 139 • Algunas huellas epistemológicas 142 • Algunas huellas metodológicas 144 • El diseño 165 • Capítulo 4 Proximidad al otro 166 • El otro entre el decir y lo dicho: revelaciones, rebeliones 168 • Capítulo 5 Desempalabrando el dicho – empalabrando el decir del otro en educación (escuchar la palabra de los otros) 169 • El otro desde la responsabilidad 176 • Responsabilidad desde la escuela como construcción con el otro 180 • Responsabilidad para con el otro y sus valores educativos en la formación 183 • El otro desde el contacto 189 • El otro como lenguaje, como cultura 194 • El otro que va a la escuela para ser feliz 196 • El otro desde las diferencias 201 • El otro desde la projimidad del maestro 217 • Capítulo 6 Entre dichos instituidos y decires instituyentes (responsabilidad) 225 • Capítulo 7 Posludio: entre decires y dichos 230 • Referencias Lista de figuras 165 • Figura 1. El otro entre el decir y lo dicho 169 • Figura 2. Entre la libertad y la responsabilidad 183 • Figura 3. Oír, hablar, sentir y abrazar 196 • Figura 4. Yo, otro y nosotros 201 • Figura 5. La palabra y la escucha en la relación con el otro 217 • Figura 6. Entre dichos instituidos y decires instituyentes Lista de tablas 48 • Tabla 1. Investigadores, grupos y redes sobre alteridad 155 • Tabla 2. Fuentes y criterios para la recolección de la información 157 • Tabla 3. Organización y procesamiento de la información EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 9 Prólogo Nuestro verbo interior: lo no alcanzado a decir en todo lo dicho Toda palabra es incompleta ante la grandeza del lenguaje. Con esta afirmación, Gadamer (2003) denota el universo expresivo que antecede a toda enunciación, a todo intento de comprender o ser comprendido de manera diáfana. Y es que en el infinito de lo que somos (nuestra realidad encarnada) siempre nos quedará algo por decir, algo no dicho, algo que espera decirse como intento de evocación desesperada que sufre al no poder expresar todo lo que hay en nuestra existencia. A esta imposibilidad, Grondin (2009) la denomina verbo interior, que consiste en algo que se nos escapa cuando nos expresamos frente al otro, es decir, un querer ser comprendido en medio de las palabras, los murmullos, los gestos, los tartamudeos del cuerpo, los silencios. Al final de todo encuentro queda la incompleta satisfacción de saber que en lo dicho algo nos faltó por decir. Esta es una oportunidad que se nos ofrece para abrir un nuevo encuentro que, por lo regular, empieza con aclaraciones y preguntas como: ¿me hice entender?, creo que me faltó decirte algo, ¿fui claro la última vez que nos vimos?, eso no fue lo que yo quise decir. ¡Aflora entonces la maravilla del lenguaje! La palabra no proferida (dicha) es la que posibilita que nos sigamos encontrando en la enmarañada trama de la vida. No en vano Gadamer (2003) considera que, ontológicamente, somos comprensión. Si esta comprensión/incomprensión es y forma parte de nuestras existencias, y se manifiesta en los diversos escenarios de nuestra vida cotidiana, podemos decir entonces que donde más asidero y revelación tiene es en el campo de la educación. Inmersión del lenguaje en el que la comprensión no solo es proferida en el entendimiento de un algo, sino que encierra o guarda la esperanza de que ese algo que se dijo quede en la vida misma del que escucha o aprende, y que, al decirlo, albergue la seguridad o certidumbre del que habla o enseña. En educación, se experimenta, aún más, lo vacilante de la incomprensión: en la palabra dicha 10 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión queda envuelto el sujeto de la enseñanza, y se captura al sujeto del aprendizaje. En esta asimilación, se verifica lo alcanzado, se mide lo aprendido y se estandariza lo proyectado. No obstante, por estos pliegues asimiladores, lo no dicho aflora para expresar la excedencia interior de lo que somos: posibilidad emergente que anuncia un nuevo encuentro, un decir no dicho, una salida sin retorno. El verbo interior anida en la escuela, no solo en los conocimientos promulgados, sino en las interacciones que en ella se suscitan. Es interioridad que se hace palabra: extraordinaria imposibilidad de no alcanzar a decirlo todo por la grandeza de nuestra existencia. Apertura que emerge del texto de los profesores Diego Armando Jaramillo Ocampo y Napoleón Murcia Peña. Para ellos, la alteridad en educación suena y resuena entre lo dicho y el decir, categorías que asumen del fenomenólogo Emmanuel Lévinas, para ver en ellas una manera de interpelar al otro en la escuela, lugar desde el cual es posible responder con acciones trascendentes y donde se hace imposible toda indiferencia. Tal como lo dicen estos autores en el preludio de este libro: (...) la alteridad es un modo de relación que bordea lo dicho (la palabra, el concepto, el tema, el símbolo, el acuerdo social, la puesta en común, lo instituido) y el decir (el gesto, la responsabilidad, la expresión, la respuesta, la emergencia, la resistencia, lo instituyente). (p. 11) Estos presupuestos los ponen en conversación con otros autores como Castoriadis y su apuesta por los imaginarios sociales, Habermas y la acción comunicativa, Shotter y el bullicio de la vida cotidiana. Se trata de un diálogo intrateórico que enriquece ladiscusión y deja puntos de desarrollo importantes para seguir profundizando en las complejas relaciones que tejen y dan sentido a la educación. Sin caer en la manida dualidad decir/dicho, en el texto se percibe una apuesta de articulación complementaria en la que ambas categorías están presentes en toda acción educativa. Esto permite comprender la escuela desde sus narrativas existenciales, es decir, desde sus vocaciones y evocaciones que brotan constantemente de una interacción que se hace palabra, gesto, silencio, y lenguaje. En tal sentido, la complementariedad no solo se expresa en las categorías decir y dicho, sino que su abordaje se hace también metodológico, pues en ella se recrean y diseñan momentos que hacen posible un acercamiento a la solución del problema planteado en el libro. EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 11 Es decir, los momentos del estudio se acompasan con ritmo propio en tres categorías levinasianas: proximidad, escucha y responsabilidad. Estas se trenzan para configurar una comprensión de la alteridad en educación y toman como eje lo dicho y lo por decir. La complementariedad, entonces, como enfoque y diseño de investigación, pasa a ser una espiral hermenéutica que permite a las categorías encontradas moverse en un todo-con- sentido, con lo cual se logra una comprensión profunda de la educación y la alteridad como un fenómeno relacional de nuestra existencia. De este modo, el trenzado logrado no se cierra en un punto, por el contrario, permite que los hilos interpretativos de la vida se sigan desplegando en la discontinuidad de lo que somos y el infinito que nos asiste. En los procesos relacionales de los maestros (tanto en su decir como en su dicho) gravitaron sus imaginarios sociales sobre la escuela, su formación y las interacciones trenzadas entre ellos. Esto genera una armonía disonante que se sale de los cánones preestablecidos y comprenden la escuela como un lugar de instrucción, en tanto que la alteridad posibilita la interrupción de un otro asimilado como falto de conocimiento o vida interior. Por ello, en el texto se exponen asuntos que empiezan a ser cada vez más apremiantes en el campo educativo: la responsabilidad, el contacto, la diferencia y la proximidad. El otro, de quien se habla, es un prójimo, a quien se debe todo y del cual no se estaría esperando recibir nada a cambio. Como lo expresan los autores: (…) la proximidad, la escucha y la responsabilidad para el otro: tanto de lo que dice (expresado en sus narrativas) como de lo que muestra (expresado en sus dibujos y representaciones); tanto de lo que habla, como de su silencio; tanto de lo que sabe, como lo que ignora. Más que demostrado, lo que han mostrado los maestros en formación es que a toda palabra le antecede una sensibilidad. O sea, ellos caminan por senderos en los que sus experiencias vividas se entrelazan de manera armónica o tensionante con lo aprehendido(...) (p. 221) Esta es otra manera de comprender la educación en medio del verbo interior que nos asiste, pues este se escapa de los márgenes de la explicación preestablecida, la prescripción elaborada y la formación planificada, para hacernos comprender que la educación es, ante todo, encuentro relacional, y que sobre ella preexiste una alteridad incapaz de subsumir a los otros en un pensamiento asimilador en el que ambas partes quedan cooptadas en una teoría general o en una inteligencia maligna que rompe la vida interna de las personas. 12 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión Tal vez, será conservando ese verbo interior que nos habita y del cual nos sostenemos para decirnos que deseamos volver a encontrarnos, que hubo un algo más que nos faltó decir, un algo para contar lo que somos, un algo que no quisimos decir por temor a equivocarnos, un algo para decir que nos extrañamos, un algo más que se intenta escribir en este prólogo, un algo más, siempre, un algo más. Luis Guillermo Jaramillo Echeverri Universidad del Cauca EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 13 Preludio El presente texto es el resultado de una tesis culminada en el Doctorado en Educación de la Universidad de Caldas, titulada Alteridad: el otro entre el decir y lo dicho en educación. Este trabajo profundiza lo encontrado en el proyecto financiado por el Ministerio de Educación Nacional (MEN), la Universidad Católica de Manizales y la Universidad de Caldas, denominado: La educabilidad del sujeto: una aproximación desde los imaginarios sociales de maestros en formación, y realizado entre los años 2012 y 2013. Por eso, retoma una de las categorías expresadas por los actores sociales en dicho estudio, alusiva al reconocimiento del otro, y la aborda desde el lenguaje como posibilidad para tratar y responder al otro. Efectivamente, se podría considerar que el fundamento de este texto es asumir que la alteridad en educación suena y resuena entre lo dicho y el decir. Allí, la alteridad es la forma en que el otro interpela, y desde la cual se responde. La alteridad es un modo de relación que bordea lo dicho (la palabra, el concepto, el tema, el símbolo, el acuerdo social, la puesta en común, lo instituido) y el decir (el gesto, la responsabilidad, la expresión, la respuesta, la emergencia, la resistencia, lo instituyente). Lo anterior tiene su asidero inicial en la perspectiva de Lévinas (1987). Sin embargo, es con Waldenfels (2015) con quien se hace mucho más clara esa posible relación, dado que, siguiendo el trabajo del filósofo de Kaunas, el fenomenólogo alemán matiza lo dicho con mucha cercanía a lo que podría abordarse como lo instituido, lo hegemónico, lo tipificado, lo tematizado, en otras palabas, lo hablado, y lo acordado, mientras que el decir se halla muy próximo a lo que no es, a lo que se fuga del orden establecido, eso que emerge como posibilidad, sin previo aviso, a lo radical/instituyente. Uno de los autores del presente texto, el profesor Murcia (2011), desde los postulados de Castoriadis (1997) sobre los imaginarios sociales, sostiene que estos transitan por tres dimensiones: la de los imaginarios radicales, la de los imaginarios instituyentes, y la de los imaginarios instituidos. La primera se aborda como un cúmulo de creencias particulares y psicosomáticas en procura de ser, es decir, una posibilidad de proyectar aquello que no 14 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión existe, generación y creación de lo que está por ser. La segunda es abordada como las fuerzas colectivas que movilizan la creación primera (radical) hacia la búsqueda de realización social, con apoyo, en gran medida, en las perspectivas del lenguaje como acuerdo y construcción, ancladas en el palabrear y el discurso. Y la tercera, corresponde a las acciones, prácticas, normas, leyes y programas sociales ya establecidos y naturalizados en la vida cotidiana. Justamente, con el ánimo de establecer complementariedades de tipo teórico, pedagógico y metodológico, máxime en un asunto tan complejo como el referido a la alteridad del otro, el presente texto intenta mostrar algunas aproximaciones posibles entre las dimensiones del lenguaje tratadas por Lévinas (1987) (decir y dicho), en la relación con el otro, y las dimensiones del imaginario social en torno a la construcción de las realidades humanas propias, comunes y compartidas abordadas por Castoriadis (1997), y en educación, principalmente, por Murcia (lo instituido y lo radical/instituyente). Pese a que en el trabajo no se asume de manera directa, ni intencionada, la teoría de los imaginarios sociales, ni tampoco su acceso y operacionalización desde el punto de vista metodológico, estos apalancan las comprensiones de la alteridad desde el decir y lo dicho, establecen las relaciones antes mencionadas, y brindan insumos empíricos que son producto de múltiples investigaciones realizadas, en especial, la desarrollada con el MEN y las dos universidades antes citadas.Esa comprensión se despliega tanto desde el punto de vista teórico como del metodológico, y a partir de la complementariedad (Murcia y Jaramillo, 2008) se busca crear, recrear y diseñar los momentos que hagan posible dar respuesta al problema encontrado y formulado. De este modo, se acude a diversos métodos de investigación en tres momentos (proximidad, escucha y responsabilidad), los cuales se trenzaron para configurar una comprensión de la alteridad en educación tomando como ejes el decir y lo dicho. Precisamente, esto permitió dar cuenta de cuatro categorías centrales desde las cuales los actores sociales, en este caso, maestros en formación de programas de maestrías en educación de la ciudad de Manizales (Colombia), asumen la alteridad del otro: 1) el otro desde la responsabilidad, 2) el otro desde el contacto, 3) el otro desde las diferencias, y 4) el otro desde la projimidad del maestro. Su tejido se configura al mostrar las tensiones, las EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 15 puestas en cuestión, las fronteras, y las márgenes por las que transita la relación con el otro en educación, una relación que siempre bordea lo moral, lo ético, lo socialmente acordado, lo que rompe, acontece, y agrieta el orden establecido. En otras palabras, unas veces esas relaciones se definen por los acuerdos sociales explícitos o implícitos que palabrean al otro de un modo colectivo (una categoría común, naturalizada y normalizada en la práctica y en los discursos), y otras veces se expresa, en el mínimo gesto, en el abrazo, en el silencio, en la escucha, una respuesta que transgrede todo lo acordado. Se espera que el texto brinde algunas aproximaciones teóricas, pedagógicas y metodológicas en cuanto a la relación con el otro en los procesos educativos, porque no solo es importante lo que se ha dicho, lo que se ha impuesto o acordado, lo que se asume como lo que es, sino lo que no puede decirse pero se muestra (Wittgenstein, 2005; Mèlich, 2010), lo que se revela como radicalmente otro, lo que es de otro modo que ser (Lévinas, 1987). Allí también hay una complementariedad ineludible. Estamos condenados a lo dicho, a lo instituido, a la moral (Mèlich, 2014b), y estamos liberados en el decir, en lo radical/instituyente, en la ética (Mèlich, 2010). La condena no es cierre ni clausura, sino la posibilidad para un nuevo comienzo. Los autores 16 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión Capítulo 1 El origen de una intención “La palabra que aquí se escucha, no se oye si no se alcanza ese punto silencioso que se abre, paradójicamente, en el acto de hablar”. Mujica (1997, p. 167) Deseo y proximidad en las relaciones de alteridad Desde el nacimiento somos sujetos de alteridad, de relación, de encuentro, de respuesta al llamado del otro. Los primeros encuentros con la vida humana acontecen mediados por el lenguaje apelativo, el llamado silencioso, ese gesto inaudible que hace el otro y que solicita un tipo de respuesta. La educación es, en sí misma, un escenario de alteridades, de relaciones, de encuentros, de respuestas ante el llamado del otro. Por lo que somos alteridades que asisten a un escenario social como lugar de encuentro que se llama educación, donde establecemos unos modos de relación y unas formas de responder al otro y del otro. El deseo y la proximidad, en línea con el filósofo lituano-francés Emmanuel Lévinas, pasan por reconocer el deseo como una búsqueda insaciable e insatisfecha hacia el otro y la proximidad como cercanía y projimidad, como encuentro, como respuesta, como estar ahí para el otro. Esta aproximación al otro acontece a partir de un deseo de ir más allá de lo dicho, de no quedarse encerrado en su poder y en su palabra, y de escuchar lo que hay por decir, lo que se des-dice o se re-dice, tal como sugieren Lévinas (1987) o Waldenfels (2005, 2015). Lo anterior se orienta hacia un gesto que reivindique el papel del sujeto en los procesos de educación, sobre todo, en la forma como se responde y se atiende su llamado EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 17 desde la proximidad, pero no para predecir o comprobar lo que sucede, mucho menos para juzgar moralmente a los otros en sus prácticas y discursos. Todo lo contrario, es una cercanía que conserva la distancia que el otro demanda, dado que acceder a su palabra es ya responder, es ya sentirse implicado, obligado para escuchar como un gesto ético sin ocultar sus palabras con las mías. La educación se asume como un lugar de encuentro y de relaciones, a la manera de las que Calvo y Elizalde (2010) refieren como creación de relaciones posibles, o, como sostendrán Bárcena y Mèlich (2014), un acontecimiento ético en el que se pone en juego lo transmitido (moral, social y culturalmente) y se responde (inesperada e imprevistamente) de manera ética. Arendt lo diría en los siguientes términos: (…) la educación es una de las actividades más elementales y necesarias de la sociedad humana, que no se mantiene siempre igual, sino que se renueva sin cesar por el nacimiento continuado, por la llegada de nuevos seres humanos. Además, estos recién llegados no están hechos por completo sino en un estado de formación. (2016, p. 285) En este sentido, la educación es un lugar de relaciones y tensiones entre el mundo heredado, recibido y transmitido, y la vida que lo entrega, lo dona y lo ofrece. En otras palabras, se trata de una dinámica de transmisión y transgresión, pues (…) la educación es una relación de alteridad, pero no una relación de alteridad cualquiera. La educación es una relación en la que el otro tiene la iniciativa en la medida en que es capaz de interpelarnos y de obligarnos a responder de él, haciéndonos cargo de él. (Mèlich, 2001, p. 80) Si en la educación definimos unos modos de relación y cierto tipo de respuestas, estas transitan entre lo dicho y el decir, en otras palabras, entre lo que es acordado, palabreado, impuesto por lo social y lo moral, y por lo que aún no se logra pronunciar o expresar, o mejor, lo que se dice de otra manera, o lo que se desdice, o lo que se redice sin códigos lingüísticos, ni símbolos, ni señales, dado que solo la escucha, la pasividad y el silencio lo revelan y lo expresan. 18 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión Por un lado, lo dicho es contenido, reproducción de prácticas, de modelos y estereotipos ya fijados mediante signos lingüísticos, es el universo simbólico con sus tradiciones y acuerdos, es la palabra hablada y comunicada. Por otro lado, el decir es un acontecimiento anterior a la palabra, una respuesta responsable, responsiva y respondiente, en la que se dona, se ofrece y se da, no solo al otro, sino para-el-otro, mandato y orden anárquica que se cumple antes de ser solicitada. El decir es testimonio, proximidad y sensibilidad, lo cual coincide con los argumentos de Lévinas (1987), Waldenfels (2005, 2015) y Ducrot (2001). La alteridad es siempre del otro, es un misterio, es un enigma indescifrable, es una huella imborrable. La alteridad es un misterio porque al ser la llamada, la solicitud y la interpelación del otro, “(…) no conceptúa, no comprende, no recuerda” (Lévinas, 1987, p. 55). En otras palabras, es una promesa que “(…) quiebra el tiempo” (Lévinas, 2009, p. 12) y que pone en cuestión la seguridad del ser. Nunca se sabe completamente cómo encarar al otro, al menos no del todo, nunca se es plenamente bueno para tratar al otro, porque si eso ocurriese se entraría en la lógica de la moral y no en la de la ética1. Podría decirse que el misterio se revela con el rostro que irrumpe e interrumpe las prácticas educativas y pedagógicas, pero ello no permite saber con claridad qué se debe hacer ante él, frente a él. Lévinas afirma que “(…) el otro se retira en su misterio” (2015, p. 58), lo que abre la posibilidad para que en la relación con el otro sea encontrada su alteridad radical, lejos de los códigos lingüísticosque capturan y definen, más allá de los dichos y más acá de los decires. El sujeto se enfrenta a sí mismo mientras encuentra al otro, tal vez en otro tiempo y en otro espacio, tal vez estos encuentros no suelen coincidir, y raramente uno y otro se sienten satisfechos y complacidos. La alteridad del otro es esquiva para fijarse en el pensamiento, en la palabra y en la presencia, su forma de mostrarse para sí y para el otro suele recurrir a los lenguajes, los cuales no se pueden contener en sí mismos, esos que se derraman como 1Como se desplegará en las siguientes páginas, ética y moral no son iguales; principalmente, desde las posturas de la alteridad en Lévinas (2012) y Mèlich (2010, 2014b) se demarcan, sin desmarcarse completamente. La moral se asocia con el mundo en que se vive, y con las prácticas, tradiciones y expresiones culturales que reciben a los nuevos y a los que llegan y dan pautas de comportamiento, de pensamiento y de ser en el mundo. Por otra parte, la ética es una respuesta que altera el orden establecido, que fractura la continuidad del tiempo, porque ser ético, desde la perspectiva que asume este texto, es reconocer que no es posible serlo completamente, dado que la altura del otro es inalcanzable; es decir, que la responsabilidad (en Lévinas, 1987, 2012) o la compasión (en Mèlich, 2010) nunca alcanzan a responder completamente ante la demanda del otro. EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 19 agua entre los dedos, que se escapan por tratar al otro y por su imposibilidad de nombrarlo. Se trata de lenguajes que no se conforman nunca con los marcos establecidos por la lengua, por la regla, sino que apelan a otras maneras de decir, no tanto para hablar sino, ante todo, para escuchar. Sí, escuchar la alteridad del otro, esa que llega sin dar tiempo, sin preludios, esa que sorprende la vida, la vida educativa. Allí, los lenguajes inconclusos, inconformes, incómodos con la regla, e incapaces de hacer las cosas tal como dicen los otros lenguajes (los de la norma, los de la ley), se revisten de poesía, de cercanía, de amistad, de hospitalidad. Son lenguajes caprichosos para responder lo que el otro pide, lo que el otro necesita, lo que el otro desea, lo que el otro jamás podrá decir con sus palabras. Lenguajes que se aferran a su tradición, a su práctica y a su reproducción. Escuchar la alteridad del otro sin ser él, o ella, o ellos capaces de decir alguna cosa, escuchar. Precisamente, el presente texto da continuidad a uno de los resultados obtenidos en el trabajo investigativo titulado La educabilidad del sujeto: una aproximación desde los imaginarios sociales de maestros en formación2. Este estudio sobre los imaginarios sociales hizo visibles las tensiones existentes en las voces de maestros en formación de diez programas de pregrado y posgrado (ocho licenciaturas y dos maestrías en educación de dos universidades, una pública y otra privada de la ciudad de Manizales, Colombia). 2El proyecto fue desarrollado en la Universidad Católica de Manizales (UCM) en alianza con la Universidad de Caldas, y financiado por el Ministerio de Educación Nacional (MEN). Contó con la participación del grupo de investigación Educación y Formación de Educadores (EFE) de la UCM y Mundos Simbólicos: Estudios en Educación y Vida Cotidiana, de la Universidad de Caldas, realizado mediante convenio número 706 de 2012, dirigido por Napoleón Murcia Peña y Diego Armando Jaramillo Ocampo. Equipo investigador: Hernán Humberto Vargas y Elsa Victoria Mazenett. Asistentes de investigación: Natalia Guacaneme, William Orlando Arcila, Paula Tatiana Barbosa y Julián Andrés Bonilla. Fecha de inicio: 26 de septiembre de 2012. Fecha de finalización: 30 de julio de 2013. Los resultados de este estudio se han publicado en ocho artículos de investigación y dos libros que dan cuenta de las tensiones entre lo naturalizado y lo emergente en los imaginarios imperantes y hegemónicos en la formación de maestros y aquellos que nacen como esperanza y posibilidad de cambio en la educabilidad del sujeto. Uno de estos imaginarios emergentes está asociado con el reconocimiento del otro, categoría abordada, desbordada y profundizada en la tesis doctoral de la que deviene el presente texto, a partir del énfasis en la alteridad desde lo dicho y el decir en educación. Pueden confrontarse estos hallazgos en los dos libros referidos: Jaramillo et al., (2014) y Murcia y Jaramillo (2017). 20 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión Entre los resultados se muestra principalmente que un imaginario3 hegemónico, sostenido en las prácticas y los discursos de los maestros en formación, obedece a las formas de control que legitiman modos de ser, hacer y decir la condición educable del otro; o sea, expresiones que prolongan y reproducen los mecanismos y dispositivos de poder, vigilancia y control en las relaciones que hay entre maestros y alumnos, e inciden tanto en los aprendizajes adquiridos en sus procesos de formación como en los transferidos a otros lugares, como es el caso de las prácticas educativas y pedagógicas en las escuelas e instituciones donde se realizan dichas prácticas. Sin embargo, junto a este imaginario social instituido aparece como esperanza y proyección un imaginario radical/instituyente denominado por los maestros en formación el reconocimiento del otro, el cual surge como una voz de protesta y de exclamación ante las naturalizadas maneras de controlarlo, vigilarlo y dominarlo, y lo sitúan desde lugares más cercanos al acogimiento y la hospitalidad. En este sentido, se pretendió dar continuidad al tópico reconocimiento del otro, derivado del estudio precedente, pero con las rupturas y distancias asumidas en este trabajo desde la alteridad en educación. Para ello, se tomó como referente lo dicho y el decir en el palabrear de los maestros en formación de posgrados (maestrías en educación de la ciudad de Manizales). La categoría maestros en formación (en lo referido a los y las estudiantes de maestrías en educación de la ciudad de Manizales) fue abordada como nicho de indagación metodológico. Es decir, es el escenario donde se ubica y contextualiza el planteamiento del problema, donde se actúa y se interactúa, en concreto, con los actores sociales, quienes son diferentes del objeto de construcción teórica propiamente de interés, o sea, la alteridad y las relaciones constituidas entre el decir y lo dicho sobre las formas de asumir al otro a partir de la sustantividad de las realidades sociales. Sobre la formación de posgrados en Colombia, además del estudio referido que soporta el desarrollo de la tesis central, existen otros trabajos como el de Restrepo (2019), que presenta 3Esta idea desarrollada con fuerza en otros lugares parte de considerar, principalmente, que los imaginarios sociales son “(…) concebidos como ese conjunto de motivaciones, creencias y convicciones que permiten que las personas sean de una manera en lo particular y colectivo; es decir, los imaginarios sociales movilizan las formas de existir en la escuela o bien para acoger al otro como diverso o bien para discriminarlo y excluirlo; movilizan las formas de conocer en la escuela, bien para esquematizar ese conocimiento en inamovibles estructuras conceptuales o bien para re-conocer de forma reflexiva y crítica el mundo desde sus diferentes perspectivas (sean ellas científicas, substanciales o simbólicas)” (Murcia y Jaramillo, 2017, p. 81). EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 21 cómo las universidades operan con una lógica cada vez más tecnificada y tecnócrata en la que, de manera declarada o solapada, pretenden cierta semejanza a la empresa (con características de productividad, eficiencia y eficacia), en la que el otro muchas veces es asumido, de un lado, de manera instrumental y mercantil, y del otro, como anhelo de aportar a su formación humana. En este sentido, Restrepo afirma que “(…) la universidad debe respondera las demandas del mercado profesional, entendido como la formación de fuerza de trabajo útil (es decir, calificada y sumisa) o de emprendedores que agencien y potencien intereses empresariales” (2019, p. 55). Desafortunadamente, no solo los posgrados en educación, sino otros posgrados en Colombia y en el mundo, han sido cautivados u obligados por las mismas exigencias del mercado, de los organismos estatales o de las agencias internacionales. Todo ello va en detrimento de la formación en pensamiento crítico, en actitudes de cuidado del otro y del mundo, con sensibilidad ante el sufrimiento del prójimo. Con esto se quiere decir que “(…) la investigación pierde entonces relevancia ética y política” (Restrepo, 2019, p. 57). Justamente, lo que busca este texto es apostar por escuchar relatos, experiencias y aspiraciones de los maestros en formación, pues no es suficiente conocer lo que saben, sino que es necesario acoger sus más profundos deseos y anhelos vividos o por vivir. Dicho de otra manera, no es suficiente legitimar las prácticas y discursos hegemónicos en los procesos de formación, sino que se requiere recuperar aquello que se convierta en verdadera posibilidad instituyente de formación y de transformación. Esto quiere decir que no basta quedarse con los dichos, sino que a ellos los preceden unos decires llenos de deseo y posibilidad. No solo se trata de una respuesta legal y moral, sino de un responder responsable y ético4. Hasta ahora se ha situado el problema en el contexto de la formación de maestros de posgrado, concretamente en el nivel de las maestrías en educación de la ciudad de Manizales. Desde aquí, podría mostrarse, a la luz de algunos estudios previos, que la mayor fuerza en los relatos de los maestros hace énfasis en las formas de control, y aunque el reconocimiento del otro referido por ellos se asoma en sus procesos de reflexión, son tenues los intentos de llevarlos a sus prácticas educativas y pedagógicas (Jaramillo et al., 2014). 4En el capítulo tres se hará énfasis en la relación que hay entre moral, reconocimiento, ética y alteridad. Con el apoyo de algunos autores como Lévinas, Skliar y Mèlich se sostendrá una relación tensa, por un lado, entre ontología, moral y reconocimiento, y por el otro, entre ética, responsabilidad y alteridad. 22 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión Desde otro estudio, se ha encontrado que los actores principales con quienes se ha abordado la investigación en educación y pedagogía en el Eje Cafetero han sido “(…) estudiantes de primaria y pregrado principalmente” (Murcia et al., 2012, p. 33). Ese mismo estudio que forma parte de un proyecto nacional más amplio evidencia cómo la complementariedad se ha convertido en una opción metodológica irradiada a otras zonas geográficas para indagar y aproximarse a las realidades sociales, lo cual brinda alternativas no solo metodológicas, sino también teóricas, para pensar el estudio con maestros y con otros actores educativos. De otra parte, el Ministerio de Educación Nacional (MEN) decretó que los posgrados: (...) deben contribuir a fortalecer las bases de la capacidad nacional para la generación, transferencia, apropiación y aplicación del conocimiento, así como a mantener vigente el conocimiento disciplinario y profesional impartido en los programas de pregrado, y deben constituirse en espacio de renovación y actualización metodológica y científica, y responder a las necesidades de formación de comunidades científicas, académicas y a las del desarrollo y el bienestar social. (MEN, 2006, art. 1) Allí mismo, se precisa que en Colombia existen dos tipos de programas de maestría: por un lado, las de profundización, que buscan dar solución a un problema concreto de la realidad intervenida, y por el otro, las de investigación, que promueven la generación de conocimientos y el desplazamiento de las fronteras existentes del conocimiento vigente. Aunque desde la normativa, y desde algunos trabajos de investigación orientados a la formación de maestros en Colombia, se demuestra la necesidad de apostar por el reconocimiento de lo que estos son a la par del reconocimiento de lo que saben, en las prácticas sociales se deja a un lado o se pasa de largo ante la comprensión inicial de quién es el otro, de cómo puede ser asumido y de cómo se responde a su presencia/ausencia. Sobre este aspecto, en la perspectiva de Lévinas el término otro-Otro se distingue en sus inicios, sobre todo en Totalidad e infinito (Lévinas, 1977), obra en la cual se precisa el otro en minúscula y el Otro en mayúscula, en especial, porque en dicha obra se reivindica y reintroduce la fragilidad ante la barbarie humana desnudada tras la segunda guerra mundial. Sin embargo, en los textos posteriores (incluso, en ese mismo) no se demarca claramente su distinción, tal como lo afirma Miguel García-Baró en la traducción de la edición de 2012. EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 23 En su otra gran obra, el filósofo de la alteridad plantea que “(…) el sujeto es la experiencia del otro como totalmente otro, que se me impone pasivamente como algo único no deducible de ninguna categoría” (Lévinas, 1987, p. 27). En algunas ocasiones, el autor refiere al otro como el prójimo y lo contrasta con el Otro como el altísimo. Aunque el deseo del Otro aparece desde la perspectiva psicoanalítica de Lacan, en especial, para abordar la idea de imagen especular en la que el Otro es el que nos ve en tanto conciencia (Rabinovich, 1993), desde la perspectiva asumida en estos trazos se acude a la filosofía de la alteridad tanto en Lévinas como en otros autores, en la cual el “(…) deseo de Otro —la socialidad— nace en un ser que no le falta nada (…) nace más allá de todo lo que puede faltarle o satisfacerle” (Lévinas, 2009, p. 55). Con ello se matiza dicho concepto. De esta forma, el filósofo de Kaunas distingue Autre en tanto generalidad de los otros y “Autrui como el Otro concreto, el que tengo delante” (Lévinas, 2014, p. 18). Para evitar ambigüedades conceptuales, en este trabajo se asumirá el otro para nombrar su radical alteridad, con énfasis en algunos casos concretos en ese otro que se reduce a lo mismo y en otros, colocándose según corresponda como ese otro inalcanzable. Para este caso, el otro puede ser asumido como: objeto, cosa, reflejo, prójimo igual e idéntico o prójimo radicalmente distinto, entre otras manifestaciones y expresiones que se ampliaron en el contacto con la realidad y con los actores sociales, y que, de algún modo, son los que orientan los trazos en los procesos educativos y formativos no solo de los maestros en formación, sino de sus futuros educandos. Dicho de otro modo, son las formas en que se asume al otro y se relaciona con él, con ella, con ellos, las que perfilan un tipo de educación, cualquiera que este sea. No es suficiente asumir de una forma u otra al otro; son también, y sobre todo, las maneras en que se relaciona y se responde ante él, ella y ellos, las que marcaron el interés de este trabajo. De esta manera, las relaciones de alteridad que se establecen, para este caso en el contexto educativo, definen en gran medida la comprensión filosófica, antropológica y pedagógica del ser humano que se educa. Esto hace posibles unos tipos de enseñanza y unos modos de aprendizaje, es decir, primero el maestro asume vínculos y relaciones con el otro a través de los cuales traza una propuesta educativa, pedagógica, didáctica y evaluativa, pues a la 24 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión base de estos procesos está la comprensión del ser humano que se tiene en frente. Por tanto, fue indispensable acceder al lenguaje dicho y por decir de la alteridad en la vida cotidiana, dado que “(…) el mundo de la vida cotidiana es un mundo de cultura, porque es un universo de significación para nosotros, una textura de sentido que debemos interpretar para orientarnos y conducirnos enél” (Schutz, 2008, p. 41). Herrera, a partir del concepto de Husserl, afirma que el mundo de la vida se encuentra “(…) siempre presente de antemano. Nuestra experiencia, nuestras actividades, deseos, valoraciones y estimaciones, la elaboración de proyectos o la propuesta de tareas, todo ello presupone el mundo de la vida” (2010, p. 257). Precisamente, es en ese mundo de experiencias, vivencias y deseos donde los maestros en formación se relacionan con los demás y con ellos mismos, desde sus sensibilidades y racionalidades en los procesos educativos. No obstante, la alteridad, como una urdimbre en y con la que nos tejemos con los otros en ese mundo cotidiano, puede ser abordada desde cualquier otro lugar o escenario diferente al institucionalizado, al universitario. Pese a ello, y dado el escenario de actuación (el acceso a los sujetos y las intencionalidades investigativas derivadas del proyecto ya referido del cual se desprende este libro), se continuará asumiendo en la unidad de trabajo a los maestros en formación de maestrías en educación de la ciudad de Manizales. Justamente, el problema está en las relaciones de alteridad que reducen la humanidad del otro, que la esquivan o la totalizan5. Por ello, no acogen ni reciben su alteridad como una radicalmente distinta que implica no solo reconocerla, sino responder por ella y de ella. Esto quiere decir que, en los procesos de formación, las relaciones entre maestro y aprendiz no son verticales, y han dado preponderancia a la transmisión de información o de conocimiento. Pero estos procesos deben basarse en otras formas de relación y diálogo, ya vistas también por autores como Freire (1972, 2007), Van Manen (1998), Gusdorf (1963), 5Esta expresión, que en la perspectiva de Lévinas (1977, 2012, 2015) se asocia con la reducción del Otro al Mismo, podría vincularse en los procesos educativos con las formas de homogenización y de eliminación de las singularidades y la aceptación de las pluralidades. O sea, donde lo diferente se asume con la única pretensión de que su diferencia sea una manera de expresar lo igual. Sobre este asunto expone Han que la diversidad “(…) solo permite diferencias que estén en conformidad con el sistema. Representa una alteridad que se ha hecho consumible” (2017, p. 49). En términos pedagógicos, por ejemplo, en Freire (2007) la totalidad está afincada en las prácticas de una educación bancaria que asumen al educando como otro distinto, como pobre, oprimido e ignorante, resultado de un depósito de información del educador. EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 25 García (1962), Mèlich (2010), Bárcena (2016), Skliar (2017a), Murcia y Jaramillo (2017), dado que el otro del maestro, o sea el aprendiz, irrumpe para ser recibido y enseñado, al tiempo que el otro del aprendiz, el maestro, acontece en la vida de quien aprende para enseñar mientras aprende junto a él. Sin duda, la alteridad transita por los bordes de la vida cotidiana de las personas y de las comunidades y, en el escenario universitario, se camufla en los intersticios de las relaciones maestro/aprendiz desde lo dicho y lo por decir, aspectos que requieren una aproximación o una proximidad para reconocer clases de alteridad distintas a las dichas, hegemónicas y dominantes, unas que aún están por decir-se, por realizar-se, por transformar-se. La alteridad es inefable en su decir6, en aquello que nunca podrá ser definido, conceptualizado o tematizado completamente. Siempre habrá algo y alguien que se mantenga en la punta de la lengua, que no sea alcanzado por las palabras habladas o escritas y que requiera de otras formas de mostrarse y de decirse. Si hay existencia y coexistencia humana es gracias a las relaciones de alteridad que se establecen con los otros: prójimos, semejantes, extraños y extranjeros, que aparecen como radicalmente distintos de lo que se podría aceptar, asumir o reconocer. Sí, la alteridad no solo significa que es innombrable (en su decir), sino que, ante todo, es posibilidad para otorgarle un nombre propio a la vida del otro, de responder responsablemente al rostro del otro, y ello ocurre gracias a la expresión de lo dicho. Lévinas sostiene lo siguiente: (…) el Otro permanece infinitamente trascendente, infinitamente extranjero, pero su rostro, en el que se produce su epifanía y que me llama, rompe con el mundo que puede sernos común y cuyas virtualidades se inscriben en nuestra naturaleza y que desarrollamos también por nuestra existencia. (1977, p. 208) El rostro es mucho más que la cara. La cara es el resultado de una moral que, como sostiene Mèlich (2014b), es inevitable, en tanto el ser humano se encuentra inserto en una gramática que define, conceptualiza y clasifica al otro por sus posibilidades o limitaciones. Es la 6Para Lévinas , “(…) el Decir indecible se presta a lo Dicho, a la indiscreción sierva del lenguaje abusivo que divulga o profana lo indecible, pero se deja reducir sin difuminar lo indecible en la ambigüedad o en el enigma de lo trascendente donde el espíritu alentado retiene un eco que se aleja” (1987, p. 96). 26 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión predominancia del saber y de la mirada. El rostro es mandato y, al mismo tiempo, ruego, es apelación e interpelación, es la expresión más genuina de la fragilidad que se presenta para ser atendida, acogida y escuchada. El rostro habla, la “(…) manifestación del rostro es el primer discurso” (Lévinas, 2009, p. 59). El “(…) rostro está expuesto, amenazado, como invitándonos a un acto de violencia (…) al mismo tiempo, el rostro es lo que nos prohíbe matar” (Lévinas, 2015, p. 72). El rostro es “(…) exposición, desnudez, me pide, me llama, me reclama” (Lévinas, 2014, p. 123). Para este autor el rostro “(…) no es visto, es incontenible” (2015, p. 72), el rostro habla y el discurso son la respuesta a la responsabilidad, auténtica relación con el otro. En la cara se representa todo lo dicho; el rostro es un decir que contradice y redice lo sabido, lo percibido, lo comprendido. El rostro es el acontecimiento que llena de sentido las caras que ya han sido nombradas y tematizadas, las palabras que significan y los acuerdos logrados socialmente. No obstante, para Mèlich, el rostro no se puede definir ni comprender, cuando el rostro “(…) se conoce ya se convierte en cara y entonces deja de ser una demanda ética para convertirse en una categoría moral” (2014a, p. 137). Esa relación con el otro se juega entre dicho y decir, aparición y revelación, acuerdo y transformación, palabra y gesto. Allí se consuman en la vida social las acciones y las interacciones con el otro para nombrarlo y ser nombrados por él. Lévinas (1987) sugiere que lo dicho como designación “(…) abre el ser a sí mismo, suscita el aparecer y, desde ahí, dentro del tema, suscita nombres y verbos, opera la ‘puesta en común’” (p. 97). Para Waldenfels (2015) significa que “(…) nuestra habla se aproxima más a lo meramente Dicho cuanto más transita hacia una mera reproducción de lo ya dicho, repetir modelos dados y aplicar reglas ya existentes hasta la formación de estereotipos y automatismos” (p. 243). En lo colectivo, esos estereotipos fijados por lo social se materializan en caras que tienen unas u otras características que definen una cierta identidad que aspira una cierta estabilidad; sin embargo, la aparente identidad es puesta en cuestión y con ella la estabilidad cuando aparece el rostro que dice, o que calla, o que muestra, o que sufre, en últimas, un rostro vulnerable que no se deja enmarcar en el anonimato de personajes, sino que se revela en nombres propios con historias y voces que son imposibles de universalizar. EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 27 Eso ya dicho, ya puesto en común, ya hablado y regulado por las palabras y las prácticas de las personas, es puesto en tensión por el decir que es “(…) sostener que la relación con el prójimo, que se cumple incontestablementeen el Decir, es una responsabilidad para con este prójimo, que decir significa responder del otro” (Lévinas, 1987, p. 99). Eso se afirma en Waldenfels, en la medida en que “(…) el habla se acerca más al Decir puro cuanto más deja espacio para hallazgos de lo aún-no-dicho y para las correspondientes desviaciones de la regla” (2015, p. 243). En esa anfibología7 del lenguaje se posa la alteridad, entre lo que puede ser dicho y lo que se mantiene en su decir, o se desdice, o se redice: “(…) ¡lo inexpresable, más bien, está contenido —inexpresablemente— en lo expresado!” (Wittgenstein, 2005, p. 15). Decir y dicho se aferran a lo que hablamos y a lo que es incapaz de expresarse con la lengua. Así: aunque lo dicho habla, el decir muestra; aunque lo dicho nombra, el decir expresa; aunque lo dicho ordena y clasifica, el decir narra y responde8. Por lo anterior, la alteridad no se reconoce por la mera existencia del otro que no es como yo, sino que implica un tipo de respuesta, un modo de relación. Podría decirse, desde las perspectivas de Lévinas (1977, 1987, 2012, 2014, 2015) y de Mèlich (2001, 2010, 2014a, 2016), que existen, al menos, dos tipos de respuestas posibles. Por un lado, una totalitaria y moral, y por el otro, una infinita y ética. A la primera, estamos sujetos en tanto herencia biológica y sociocultural. A la segunda, se accede en primera persona, de manera singular en el cara a cara, en el encuentro con el otro. Esto coincide con el “(…) proyecto filosófico de Lévinas, el cual se deja resumir como una interpretación metafísica de la ética, como respeto absoluto a la alteridad del otro” (Peñalver, 2001, p. 36). 7En el libro De otro modo que ser o más allá de la esencia, Lévinas (1987) introduce este concepto para situar la tensión existente y la relación permanente entre el ser y el ente, entre el decir y lo dicho. En él, muestra como el designar es un dicho y el resonar es un decir. De ahí que el lenguaje se deslice por estos tapices, más que opuestos, complementarios. 8En términos de Ducrot, siguiendo la perspectiva de Wittgenstein, el decir tendría dos sentidos posibles: por un lado, “el decir como asertar (dire, sagen, to tell, to say), y por el otro, el decir como mostrar (montrer, vorweisen, to show)” (2001, p. 150). Entre decires y entre dichos nos encontramos con los otros, nos relacionamos, nos ponemos frente a ellos y respondemos a, y, por ellos. 28 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión Efectivamente, los procesos de educación acontecen en una relación cara a cara, una relación en la que, mínimo, dos sujetos (maestro y aprendiz) con sus relaciones particulares hacen común un proceso singular, cuyas historias están marcadas por las huellas de sus propias experiencias. Allí, donan en tiempos y espacios vividos aquello que necesita ponerse y exponerse para ser ofrecido al otro, para ser enseñado. La enseñanza no solo ocurre en la transmisión de un saber al otro, en la reproducción de modos distintos de percibir y sentir el mundo. La enseñanza inaugura una relación de alteridad en la que se ofrece, desde el inicio, una subjetividad expuesta y vulnerable para que el otro la reciba en un gesto ético que delinea todos los aprendizajes posibles, esto es, una entrega que va más allá de lo que puede ser dicho y que busca en el decir nuevas oportunidades de uno-para-el-otro, posibilidades de quiebre, de fisura, de transformación, que resquebrajan lo transmitido. Ese más allá de lo transmitido, que hace posible la no repetición y la no reproducción, es la fisura por donde nace y germina la ética, un gesto que es incontenible y que da sin retener ni retenerse. Ese gesto ético de dar y ofrecer el mundo no solo para transmitirlo, sino para transformarlo, tiene la universidad como uno de sus escenarios, en su anchura, profundidad y altura; un lugar para la socialidad, para el encuentro, un espacio/tiempo para las relaciones con el otro y lo otro. Es un espacio donde mínimo dos sujetos se encuentran para acordar algo sobre el mundo, el conocimiento, la cultura9, sus propias realidades y las que desconocen. Dicho encuentro se ve perturbado por la irrupción del aprendiz en la vida del maestro y la aparición del maestro en la del aprendiz, en una relación mediada por el conocimiento científico y el del sentido común, es decir, el de la vida cotidiana. Como se ha insisto hasta ahora, en los procesos de educación la alteridad transita entre el decir y lo dicho. En algunos casos, el decir se podría vincular más a las experiencias que no logran verbalizarse desde lógicas racionales y establecidas, sino que se arraigan al cuerpo vivido, a la expresión incapaz de ser descifrada por el concepto o el tema. Lo dicho, generalmente, se podría asociar al conocimiento empalabrado por la ciencia, por las comunidades académicas 9“Tanto la palabra como el concepto cultura son de origen romano. El vocablo deriva del verbo colere, cultivar, colonizar, ocuparse de algo, atender y conservar (…) (intercambio del hombre con la naturaleza), en el sentido de cultivar y atender la naturaleza para que el hombre pueda habitarla (actitud de cuidado afectivo)” (Arendt, 2016, p. 324). EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 29 que han validado sus premisas y estatutos. No obstante, hay dichos en el sentido común que hacen posibles los actos comunicativos y la vida colectiva, así como hay decires en el conocimiento científico que revisten de ética y de cuidado las prácticas de generación y circulación del conocimiento. No son y no podrán estar yuxtapuestos, sino relacionados, imbricados uno y otro a través del lenguaje. No obstante, en las márgenes de ese encuentro, asumido socialmente como un acuerdo, se origina otra relación, una que fractura lo previamente establecido y pactado. Allí, por los bordes de la relación subjetiva e intersubjetiva, nace un deseo de transgredir lo anteriormente definido o lo reconocido como válido socialmente. El otro, con su plena alteridad radical, emerge para poner en tensión lo considerado como normal o lo naturalizado de la vida social. Las voces se escuchan no solo para reproducir lo dicho, lo acordado y lo hablado, sino también para decir lo que aún no se pronuncia, para proyectar otras posibilidades, para hallar otras formas de redecir lo dicho o desdecirlo. Justamente, la irrupción del otro en el escenario universitario hace posible una respuesta a la fragilidad que va más allá de la imposición como cumplimiento de la norma. Muchos de los debates académicos en educación sobre los maestros en formación transitan por la discusión acerca de la naturaleza de su objeto (educativo, pedagógico, didáctico y curricular, entre otros); por la tensión entre la hegemonía de sus saberes (lo pedagógico y lo disciplinar); por la dicotomía entre adoctrinar o liberar; por la ambigüedad de si educar para la vida o para el trabajo; por la dualidad de sus normas y decretos (políticas sobre formación de maestros licenciados y profesionales que llegan al campo educativo y pedagógico); o, incluso, por la confusión en la denominación (si docentes, profesores o maestros). A pesar de dicha diversidad de aspectos, este trabajo buscó escuchar y atender las voces referidas al otro en el escenario universitario, lo cual significa un ejercicio de atención por la palabra y por el gesto, una acogida y un recibimiento de su completa humanidad en busca de rescatar el papel del ser humano que se pone en frente o que nos cubre la espalda, si se quiere, ese que se presenta como amenaza o como posibilidad para el encuentro, ese en el que maestros y maestras en formación no solo han dicho al otro como expresión de un contenido abarcable y tematizable, traducido en “(…) guías de trabajo, preparatorios, talleres de clase, exámenes” (Jaramillo, 2017, p. 147), sino que exploran en el decir nuevas formas de 30 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión relación y de respuestaante el rostro del prójimo, proximidades que como “(…) acontecimiento agrietan lo dicho para escuchar la expresión de otro que en su infinito expresa no solo algo, sino también a alguien” (Jaramillo, 2017, p. 149). Por lo anterior, es fundamental abordar la alteridad y sus relaciones, tomando como punto de enclave el decir y lo dicho, dado que antes que enseñar matemáticas, química, geografía o artes, el maestro enseña a otro (quien es siempre un sujeto concreto, situado en un tiempo y en un espacio), con una historia vivida y otra que está por contarse. Y el maestro que enseña es, ante todo, alguien que expone y se expone con toda su humanidad; antes de brillar con su conocimiento, resplandece el rostro infinito de su radical alteridad; antes de transmitir su saber y conocimiento, antes de entregar el mundo en las manos del otro, es un donador de vida, un tejedor de sueños, un artista en procura de una creación única y singular. El camino recorrido: el uno para el otro Preguntarse por el papel del otro surge, quizás, como muchas de estas experiencias10, en esa que lo traspasa a uno mismo, esa que lo ha marcado en su propio camino, una experiencia 10Las preguntas de la vida y por la vida nos atraviesan, nos tocan, nos perturban. Junto a la investigación referida, cuya categoría reconocimiento del otro dio sustento a la tesis doctoral de la que se deriva este texto, para uno de los autores su propia práctica educativa y pedagógica sirve de motivación y deseo para abordar la alteridad. A continuación, un relato que inspira la relación de alteridad en educación: una de las primeras experiencias formativas y transformativas para uno de los autores ocurrió en su licenciatura siendo aún estudiante, cuando orientaba clases de natación terapéutica y recreativa a niños con síndrome de Down, autismo y parálisis cerebral, y tuvo un encuentro y un acontecimiento con esa alteridad inefable del otro. “La primera vez que asistí y los vi entrar al agua con sus madres y acompañantes, mi mirada fue conmovida al instante, sentí que lo que estaba aprendiendo en la universidad era insuficiente para enseñar terapéutica y recreativamente a esos otros que tenía al frente. Mis lágrimas cayeron al ver la entrega, el afecto y la esperanza de aquellos padres y acompañantes, mi mirada cambió hacia la vida y hacia el otro, hubo una experiencia que me atravesó, hubo una experiencia…”, esa que afirma Larrosa se asocia con "eso que me pasa" (2006, p. 88), y que deja marcas, heridas, cicatrices y huellas en mi propia vida, no como clausura, sino como apertura de un nuevo comienzo. Esto se puede afirmar en lo expuesto por Han, para quien el sujeto de la experiencia "debe permanecer abierto a lo venidero, a lo sorprendente e indefinido del futuro (…) el sujeto de la experiencia nunca es el mismo. Habita la transición entre el pasado y el futuro. La experiencia comprende un espacio temporal más amplio" (2016, p. 19). Estas experiencias han enriquecido mi propia reflexión sobre la alteridad, la fragilidad, la vulnerabilidad, la cual, sumada a los autores y a las investigaciones realizadas y asesoradas, me han conmovido cada vez más de esa alteridad radical del otro. EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 31 vivida desde el acompañamiento a los maestros en formación durante años de enseñanza, pero, sobre todo, en el gesto profundo de aprendizaje de esos otros. La pregunta por la alteridad, por el encuentro y la respuesta para el otro, en el escenario de los maestros en formación de posgrado (maestrías), puede tener múltiples matices. Es decir, como respuesta posible a la existencia del otro, uno puede reaccionar de muchas formas plausibles. En línea con lo planteado por Lévinas, la alteridad humana puede ser entendida al menos como: “1. formal y lógica; 2. contenido; 3. Trascendente; y como 4. cualidad” (1993, p. 74). La primera distingue que cada uno es otro diferente o que cada uno es el otro del otro sin preocuparse por nada más; la segunda, centra su reflexión en la figura de las diferencias, sustentada en la metáfora de la feminidad; la tercera, la entiende como una obra del tiempo y del cara a cara con el otro en la relación social; y la cuarta, como mandamiento y respuesta ética al no matarás que expone al otro a través de su rostro. Justamente, el otro visto, escuchado y tratado en las relaciones de alteridad en la universidad por los maestros en formación, puede ser asumido desde esas comprensiones pensadas por Lévinas (1993), o desde otras que emergen en los discursos y relatos. El maestro puede hacerse diferentes ideas, por ejemplo: de que el otro es otro; o que es su alter ego; o su reflejo (alteridad formal y lógica); o es diferente, lejano, con características físicas, psicológicas y culturales distintas (alteridad como contenido); o es aquel que necesita del tiempo y del espacio, de la relación mediada por el encuentro para ser (alteridad trascendente); y por último, podría considerarse que el otro está ahí y que demanda de uno no solo preocupación, sino ocupación, responsabilidad, ante su solicitud (alteridad como cualidad). En este sentido, la pregunta por el otro se hace fundamental en los procesos de formación, dado que, ante sus polifónicas formas, no queda más que saber primero con quién se relaciona el maestro antes de pretender enseñar, pues de otra manera existirá una relación fría, sombría, distante, que no acoge la alteridad radical del otro, sino que insiste en mantenerlo como cosa, contenido o reflejo. La pregunta sobre el atender responsablemente al otro surge en un tiempo en que la formación de maestros ocupa un interés central en favorecer la lógica del mercado, el consumo y la producción en masa y en serie. Es decir, la actual es una época en que no solo se olvida al otro, sino que se descarta cualquier tipo de respuesta ética como estar ahí y responder responsablemente para el otro, una respuesta que se desliza entre lo dicho y el decir. 32 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión Acerca de la alteridad radical: algunas tensiones teóricas Dado que la pregunta transitó por los modos en que la alteridad del otro es palabreada y expresada desde el decir y lo dicho en educación, el actor social indagado fue el maestro en formación de posgrado en maestrías en educación de la ciudad de Manizales, ese quien también es el otro del otro (aprendiz) en el escenario educativo. Sin embargo, la propuesta buscó una proximidad con él (maestro en formación) para escuchar su voz acerca de la manera como asume al otro, se relaciona con él/ella/ellos, y la forma como responde por él/ ella/ellos. En esta dirección, el maestro es un artesano que hace de su oficio una labor invaluable, el “(…) gran maestro produce inquietud, transmite intranquilidad, invita a pensar” (Sennett, 2009, p. 10). El maestro mueve y conmueve la vida de su aprendiz, toca sus historiográficas seguridades para proponerle adentrarse en las aventuras del conocimiento, en una búsqueda por las incertidumbres de lo desconocido y lo que está por descubrirse, y provoca el pensamiento y la reflexión de lo que hasta ahora ha sido aceptado como verdadero. El maestro se lanza hacia el abismo de la relación con el otro, mediado por el conocimiento y, allí, como toda obra de arte, la configuración tanto de su propio yo como de la idea del otro y del mundo va aconteciendo entre sensibilidad y pensamiento. El maestro es un portador, un comunicador (Steiner, 2011) que educa para la disconformidad, para la marcha, y promueve lo mejor de los alumnos a través de su entrega y donación. Pero el maestro, después de su presencia y compañía, se retira, se aparta del camino de su aprendiz para que tome su propio rumbo. Ello implica, necesariamente, el deseo del aprendiz por recorrer los caminos, un transitar más allá de lo dicho por el maestro o, en palabas de Steiner, “(…) la enseñanza debe establecerse justo por encima del alcance del alumno, provocandoen él el esfuerzo y la voluntad” (2011, p. 106). El maestro es un donador compasivo no solo de lo que sabe, sino, ante todo, de lo que es (Mèlich, 2010, 2015b), es decir, el maestro ofrece todo aquello que se le ha permitido socialmente ser y hacer, o sea, lo que ha adquirido mediante el estudio, el saber y el EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 33 conocimiento. Sin embargo, su ofrecimiento va más allá, dado que, en el acto de transmitir un saber, entrega, al mismo tiempo, y quizás con mayor riqueza, lo que él mismo ha sido, lo que ha vivido, lo que le ha pasado (sus experiencias). Lévinas sostiene que la enseñanza “(…) viene del exterior y me trae más de lo que contengo” (1977, p. 75). Así, el maestro donador compasivo es más que un carcelero que circula a través del conocimiento el mundo entregado, lo salta, lo subvierte, lo pone en cuestión mediante la palabra y el gesto que entrega. El maestro acoge la alteridad sufriente y vulnerable del otro para responder por ella y para ella. El maestro da testimonio con su decir de la enseñanza, comenzando por su propia existencia, mostrando desde su experiencia lo que puede y lo que no puede. El maestro responde en secreto y sin pretensiones de elogios o reconocimientos por la fragilidad de la vida, esa que lo sorprende en un acontecimiento único, irrepetible, indescriptible. El maestro es quien cuida la frágil alteridad expresada en las voces y los rostros de niños, jóvenes, adultos, en fin, de otros que acuden a él esperando una palabra, un gesto mínimo, un silencio compartido, una alteridad cualquiera y conmovida (Skliar, 2008; Skliar y Téllez, 2008). El maestro hace de lo educativo un lugar para encontrarse con el otro y responder por su existencia, y convierte la educación en un acto de resistencia y de rebeldía frente a todo aquello que pretende injustamente imponerse y sobreponerse en la vida de los prójimos. Aunque este trabajo no se inscribe en lo que podría denominarse la pedagogía crítica, sí se aproxima desde algunos referentes a ella, tales como: Freire (2007) y Bárcena y Mèlich (2014). Estos últimos sostienen que la educación como acontecimiento ético defiende una suerte de (…) pedagogía crítica de nuestras sociedades modernas (…), una sociedad en la que educar constituye una tarea de “fabricación” del otro con el objeto de volverlo “competente” para la función a la que está socialmente destinado, en vez de entenderla como acogimiento hospitalario de los recién llegados, es decir, una práctica ética interesada en la formación de los sujetos. (Bárcena y Mèlich, 2014, p. 22) El maestro no impone su rol por encima del otro, a no ser que desee acortar las distancias de ese que es inicialmente extraño y que aspira que en el encuentro educativo se convierta en un cómplice cercano, esto es, se busca una distancia próxima en la que ni el uno ni el otro se 34 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión consuman en su propia identidad. Es decir, el maestro busca una relación de alteridad en la que el otro siga siendo a pesar de ser tocado y trastocado por la enseñanza, esto no lo hace para que el otro sea igual a él, su imagen y semejanza, sino para que, aunque es distinto, pueda hacer de la enseñanza un lugar de respuesta y acogimiento a la palabra que viene de afuera, un lugar común de encuentro y responsabilidad impregnado por la singularidad. Sin la palabra del otro y sin su gesto que la trasciende, cualquier proceso educativo se reduce a un monólogo en el que quien habla es casi siempre el que ejerce poder y saber. Sin embargo, no se trata solo de hablar para mantener el orden establecido o el acuerdo social construido, sino de encontrar lenguajes que aproximen a quienes participan en las relaciones educativas desde y hacia la alteridad hospitalaria, compasiva y responsable. La palabra del otro pone de manifiesto sus historias vividas, sus contextos, sus biografías que se muestran y se ocultan en el escenario universitario. Universidad11 y alteridad La universidad no solo es el templo del saber o la casa en la que se busca y se halla el conocimiento, es un lugar donde se lleva a cabo la “(…) profesión de la verdad” (Derrida, 2002, p. 10). Es decir, en la universidad se accede al conocimiento científico, epistémico y académico con el objetivo de proyectar lo que está por ser, lo que deviene, lo que se muestra como promesa y por venir en la vida de un sujeto y de una sociedad. Pero no solo el conocimiento científico, en la universidad también se encarnan los saberes y las prácticas sociales y culturales, las creencias y convicciones, los recorridos de cuantos asisten a esta institución social de encuentros y relaciones. En este sentido, la universidad requiere un compromiso vivo de sus actores, una decisión total y absoluta de que la palabra enseñada y donada para el otro sea muestra responsable de una vida que está por vivirse junto a los demás, por construirse frente a los otros, “(…) 11Como se sostendrá, según Murcia y Jaramillo (2017), la universidad como institución social puede estar vinculada con la Escuela (con mayúscula), en tanto lugar de encuentro y relación de saberes, conocimientos, textos y contextos, en otras palabras, un lugar no solo instruccional, sino de formación y encuentro, un espacio no solo intelectual, sino corporal, emotivo y afectivo de diálogo con otros y con el mundo. EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 35 un compromiso testimonial, una libertad, una responsabilidad juramentada, una fe jurada” (Derrida, 2002, p. 48). En esta óptica, a la universidad no la constituye la organización administrativa, la titulación, las producciones académicas e investigativas o el conocimiento descubierto y generado; lo que hace que la universidad sea y exista es lo que irrumpe e interrumpe la lógica convencional del mundo y del saber. En otras palabras, es lo “(…) arribante (…) lo que implicaría una irrupción que hace estallar el horizonte, interrumpiendo toda organización performativa (…) el puro acontecer singular de lo que ocurre, de lo que me ocurre o de quien llega” (Derrida, 2002, p. 71). Y lo que llega y quien llega son siempre un otro deseoso de continuar con su vida, de mejorarla, de trazar un camino marcado por el conocimiento y, sobre todo, de acentuar un rostro con voz propia que exige y reclama atención y respuesta. O sea, se trata de una alteridad que se hace y deshace en las relaciones establecidas con los prójimos en lugares comunes que reivindican y renuevan la propia subjetividad. Pese a que la universidad como institución social presenta una reducción e instrumentalización al servicio del mercado, sus aspiraciones trazan no solo horizontes del conocimiento y de las disciplinas, sino de formación humana. En la actualidad, se asiste a una mercantilización de la universidad, o, lo que se ha denunciado en el plano de la Escuela12 (con mayúscula), se ha pasado de una escuela expansiva a una escuela competitiva (Martínez, 2004), donde no basta ya la masificación de los procesos educativos, sino la producción y la inserción en el ámbito laboral, un educarse para el trabajo, y un vivir para trabajar, producir y consumir. De igual forma, Murcia (2012) presenta el hecho visible de cómo la construcción de las realidades de la universidad ha priorizado sus esfuerzos en lógicas hegemónicas, lo que ha favorecido imaginarios de control y dominación, 12Murcia y Jaramillo (2017) apelan a asumir no el lugar físico ni estructural de la institución educativa, sino el escenario simbólico para el encuentro con el otro, con lo otro y con el conocimiento. Plantean que en la Escuela se asume “(…) lo que se hace, dice y proyecta como práctica social; esta no es una actividad únicamente mecánica, también es una expresión de toda la humanidad de quien la realiza” (p. 15). Por tanto, cuando se refiera a la Escuela, con mayúscula, también se hace referencia a la universidad como lugar de encuentro,claro, desde la educación superior, en tanto genera condiciones de posibilidad y de sentido para la relación con el otro, con los otros. Con esta idea se aborda la alteridad en la educación desde las manifestaciones de lo dicho y el decir en maestros en formación de maestrías vinculadas al campo educativo y pedagógico de la ciudad de Manizales, asumiendo que la universidad es, o puede considerarse, una Escuela con mayúscula. 36 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión relegando otras experiencias y alternativas más cercanas a la relación y el encuentro con el otro. Mejía y Urrutia (2013) se han preguntado ¿para qué la escuela?, y muestran cómo entre sus diversas funciones priman la económica, la cultural y la política. También la escuela ha sido fuente de indagación desde los procesos simbólicos y de capital cultural (Baeza, 2008), o se la ha considerado como espacio para concienciar a los sujetos sobre la opresión a la que son sometidos, buscando construir una práctica de la libertad (Freire, 1972, 2007). Por otra parte, se ha legitimado que la escuela del siglo XXI debería promover la formación democrática y ciudadana para hacer de los individuos y de la sociedad un mundo más feliz, donde se fomente la autonomía (Delval, 2013). Otros autores conciben que es necesario construir otra escuela, otra universidad, en otras palabras, que otra escuela es posible, “(…) tantas como docentes que enseñan y estudiantes que aprenden” (Rodríguez, 2003, p. 17), o que la escuela es un lugar de mutación y transformación no solo de lugares, sino de subjetividades, juegos y prácticas que se encarnan en ella (Jaramillo y Murcia, 2013). En esta línea, se debe pensar una Escuela con mayúscula (una institución social en la que se encuentren unos y otros con el propósito de ayudarse a formar), en la que se asuma el reconocimiento del otro como opción para llevar a cabo las prácticas formativas (Murcia y Jaramillo, 2017). También se ha intentado recuperar las voces de maestros en formación en relación con la educabilidad (Jaramillo et al., 2014). Incluso, se ha pensado la presencia de la escuela en la literatura (Álvarez, 2013), apostando por una escuela para la tolerancia. Esa Escuela con mayúscula que puede ser y estar en la básica o en la universidad, asumida siempre en el marco del encuentro y la responsabilidad para con el otro, ha sido asumida como una “(…) institución social que se construye y de-construye constantemente en los procesos conversacionales dados en la vida cotidiana” (Murcia, 2011, p. 8). Ello implica una apuesta por la palabra, por el lenguaje en la relación con el otro y con los otros, un reconocimiento de sus historias vividas y del saber cultural con el que se llega a dicha institución. Desde esta racionalidad, la universidad como una Escuela con mayúscula deja de ser un espacio hablado por eruditos y administradores sobre la planeación y la organización EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación 37 administrativa y académica para mostrar cómo sus usos son traspasados y perforados por el intelectual universitario que halla en ella la insinuación de transgredir los límites establecidos. Esto, para revelar en ellos una realidad angustiante: la universidad que se camufla tras el papel o que se convierte en una universidad de papel (Porter, 2005). La universidad también se ha preguntado por la formación de maestros, a partir de los departamentos de estudios pedagógicos. Allí, Águila et al. sostienen que la profesión docente no solo es un proceso reflexivo, crítico y dinámico en la formación integral de la persona, sino que debe ocuparse de los “(…) sujetos en el proceso de búsqueda, descubrimiento y construcción de sí mismo, de los otros y del mundo” (2012, p. 20). En esta misma dirección, Parra, et al. (2010) muestran un estudio en el que se evidencia cómo los procesos de formación docente universitaria se inscriben en una lógica técnica, centrada principalmente en la preparación por contenidos que apuntan a la calidad educativa; no obstante, afirman que es necesario (…) incorporar también, y de manera privilegiada, las necesidades del contexto sociocultural en el que se enmarca la institución; es decir, un conocimiento profundo del estudiante que ingresa al sistema educativo a nivel terciario, de sus expectativas frente a la formación que espera recibir, de sus fortalezas y limitaciones en relación con los procesos de aprendizaje. (Parra et al., 2010, p. 3) Indudablemente, la formación de los maestros en la universidad está mediada no solo por el conocimiento pedagógico y disciplinar sobre sus objetos particulares y comunes de estudio, sino por otro tipo de conocimientos que transitan en las realidades educativas, de sus contextos y de sus biografías, ya que, si de fondo se asume un sujeto sometido a la tradición y al mercado, si la apuesta de humanidad que se acompaña en la formación no da cuenta de estas perspectivas teóricas, conceptuales o metodológicas, ¿de qué sirve apostarle institucionalmente a lo crítico o a lo sociocultural? En esta línea, De Sousa (2007) hace una crítica profunda a las universidades del siglo XXI, las cuales están al servicio de los procesos técnicos, funcionales y neoliberales del mercado, y 38 EL OTR O: ent re el d eci r y lo dic ho en edu cac ión sobreponen unos intereses y unos saberes ante otros. Desde esta encrucijada, propone una universidad diversa, una pluriuniversidad que expresa las amalgamas de posibilidades que circulan en el mundo social y cultural, lo que denomina una ecología de saberes. De igual manera, Lyotard (1991) analiza en su informe sobre el saber de la condición posmoderna cómo el saber se ha convertido en los últimos años en una gran fuerza de producción que diferencia, en gran medida, los países llamados desarrollados de los que se consideran en vía de desarrollo. Evidentemente, esta lucha por el saber está marcada por una lucha por el poder. Sin duda, estas perspectivas de universidad o escuela promueven relaciones de alteridad marcadas por intereses técnicos, instrumentales, operativos y funcionales. Sin embargo, se vislumbran otros modos de nombrar y de ser nombrado por el otro en dichas instituciones, en especial, cuando se considera el papel de la acogida, la hospitalidad, la singularidad, la alteridad radical13 que acontece incesantemente en los claustros universitarios y, para este caso, en los procesos educativos de maestros en formación desde su decir y su dicho. Fisuras y proyecciones de novedad En la búsqueda y la revisión lograda, la cual se presentará en el segundo capítulo, se muestra el abordaje de la alteridad desde dos planos principales. Uno es el plano investigativo, con estudios soportados empíricamente, es decir, con trabajo de campo realizado con actores sociales, métodos, técnicas e instrumentos de recolección y análisis de los datos obtenidos. Lo que se presenta, al menos en estas revisiones logradas, es que no son muchos los 13Aunque en el capítulo cuatro se amplía, desde la perspectiva de Lévinas, y de otros autores, la cuestión del reconocimiento y de la alteridad, podría señalarse que la “(…) comunicación sin duda es abrirse; pero la abertura no es completa si acecha el reconocimiento. Es completa no en tanto que se abre al ‘espectáculo’ o al reconocimiento del otro, sino convirtiéndose en responsabilidad respecto de él” (Lévinas, 1987, pp. 189-190). Como se analizará en el capítulo mencionado, no es desde el reconocimiento que nos encontramos y respondemos al otro y del otro, no es desde el yo poderoso, soberbio y autónomo que damos cuenta, que somos responsables. Es, más bien, desde afuera, desde la orilla, que el otro nos demanda, nos llama, nos solicita, y ante su petición no queda sino responder, porque antes de todo reconocimiento, antes de toda devolución, antes de todo contrato, ya está ahí, ya es, ya hay otro. EL OTRO: entre el decir y lo dicho en educación
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