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La prensa amarilla en América Latina Autor Sandro Macassi Lavander

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Revista Latinoamericana de Comunicación CHASQUI
Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina
chasqui@ciespal.net 
ISSN (Versión impresa): 1390-1079
ECUADOR
 
 
 
 
2002 
Sandro Macassi Lavander
LA PRENSA AMARILLA EN AMÉRICA LATINA 
Revista Latinoamericana de Comunicación CHASQUI, marzo, número 077 
Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina 
Quito, Ecuador 
 
 
 
 
 
mailto:chasqui@ciespal.net
http://www.redalyc.org/
REVISTA LATINOAMERICANA DE COMUNICACIÓN CHASQUI 
 
CENTRO INTERNACIONAL DE ESTUDIOS SUPERIORES PARA AMÉRICA 
LATINA/ QUITO, ECUADOR/ ISSN 1390-1079 
 
LA PRENSA AMARILLA EN AMERICA LATINA 
Sandro Macassi 
Periodista peruano, Director del Centro de Investigación de la Asociación de Comunicadores 
Sociales “Calandria”. Correo-e: semacassi@hotmail.com 
 
El presente texto surge de la preocupación por la mayor presencia de la prensa amarilla en 
nuestras naciones. Ciertamente mucho se ha escrito y discutido sobre la prensa amarilla, de 
cómo tergiversa la información, cómo inventa noticias, cómo resalta el morbo e incentiva la 
violencia y banaliza la vida social. Dada la amplia discusión que este fenómeno ha tenido desde 
la prensa de masas norteamericana hasta los tabloides ingleses, no hay muchas novedades si 
solo nos centramos en el análisis de los textos y de las estructuras narrativas de estos diarios. 
Más allá de una nueva condena o la apelación a una legislación más severa, estimo que el 
fenómeno de la prensa amarilla ya ha sido ampliamente descrito desde su dimensión 
periodística. 
 
Sin embargo, como fenómeno comunicativo y cultural, la reciente prensa amarilla sugiere una 
serie de interrogaciones y preguntas que no han sido abordadas suficientemente. Al concebirse a 
la prensa amarilla al margen del periodismo, de cierta manera ha primado una visión negativa y 
condenatoria (estimo que con justa razón), sin embargo, ello ha impedido observar las tramas 
culturales que ésta entreteje con las culturas de sus lectores y con la agenda pública . 
 
Ciertamente, pensar la prensa amarilla como un proceso comunicativo supone superar la 
perversidad con que sus dueños usan y tergiversan la información y nos lleva a comprender la 
comunicación también desde el punto de vista de sus públicos. Si partimos de esta premisa, 
debemos entender a la prensa amarilla desde otra perspectiva: como un proceso dinámico, en el 
que están involucrados otra oferta de prensa, otros medios audiovisuales, un sistema político. En 
una sociedad de intercambios cada vez más dinámicos que trascienden el tiempo y el espacio, 
no podemos pensar la relación entre el lector y el diario amarillo como si estos estuvieran 
aislados de lo que ocurre en el mundo, es necesario analizarlos en sus contextos culturales y 
mediáticos. 
 
La prensa amarilla actual 
 
Como muchos autores han señalado, la prensa amarilla ha evolucionado, de las primeras planas 
del Journal de New York de 1895, pasando por el Bild alemán, hasta los diarios amarillistas 
peruanos como el Chino y Ajá o los bolivianos como Extra y Gente, el sensacionalismo ha 
permeado tanto a la prensa seria como a la televisión y la radio. Es evidente su influencia en los 
noticieros y programas periodísticos, como también en otros géneros audiovisuales. 
Frecuentemente, resulta difícil trazar una línea tajante entre el sensacionalismo y la prensa 
amarilla. De hecho el término prensa amarilla surgió de una disputa entre el World de Albert 
Pulitzer y el Journal de Rodolf Hearst, por una tira cómica que se publicaba en ambos diarios 
llamada “yellow kid”, y cuyo color pasó a representar el tipo de periodismo en extremo 
sensacionalista. Sin embargo, la prensa amarilla de nuestra época presenta algunas 
particularidades que detallaremos. 
 
Esta prensa cumple una doble función, sirve tanto para ser comprada y consumida por sus 
lectores como para ser mirada en sus titulares. La práctica de ver los titulares es muy común; 
más del 50% de los consumidores limeños prestan atención a los titulares, es más, durante el 
proceso electoral peruano del 2000 muchos titulares no tenían interiores (no para que sirvieran 
como gancho para la compra) pues su objetivo era llegar al transeúnte, al que pasa en el 
ómnibus, a la que observa desde su propio auto. Ciertamente, estos diarios estuvieron 
articulados al poder corrupto de Fujimori y Montesinos y fueron parte de los operativos 
psicosociales, pero también reflejan la velocidad de la vida cotidiana, donde lo audiovisual tiene 
su imperio y toda la diagramación periodística está organizada para ser más vista que leída. 
 
A diferencia de la prensa amarilla de finales del siglo XIX, en nuestro medio esta prensa se 
ocupa muy poco de la noticias internacionales o de personajes de la realeza. Más bien, una lista 
interminable de personas anónimas, como albañiles, profesores, vendedores ambulantes, 
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cobradores de microbuses discurren entre sus páginas, entre las notas exageradas y 
distorsionadas. Personajes que de ninguna manera son los protagonistas de los diarios serios y 
sesudos, encuentran en esta prensa una representación, distorsionada y banal de su 
cotidianeidad y sus espacios. 
 
Contra lo que se suele pensar los lectores de esta prensa no son siempre los menos instruidos, 
ni los miembros de las clases sociales más bajas. En el estudio que realizamos encontramos que 
muchos miembros de las clases medias también son lectores asiduos. 
 
Otro dato sorprendente fue que sus lectores suelen consumir otros diarios que usan para seguir 
la agenda política. En cambio, los diarios amarillistas son fuente de entretenimiento, de 
satisfacción de sus necesidades de protagonismo y también de vouyerismo público. Por lo tanto, 
no estamos frente a un lector de poca instrucción, ni desvinculado de la agenda política, no 
estamos frente al paradigma de la marginalidad, según el cual esta prensa se ocupa de los 
márgenes de la sociedad. Todo lo contrario, esta prensa resalta y apela a dimensiones que los 
otros diarios no se proponen, la función lúdica predominante. Ellos no tiene competencia en los 
diarios tradicionales que encasillan el entretenimiento a las secciones de humor y misceláneas. 
Por su parte los lectores de estos diarios se articulan en torno a algunos factores: 
 
 El gusto por el entretenimiento extremo por encima de la veracidad. 
 
 Por los enfoques trasgresores, es decir, sin reparar en aspectos éticos, morales o de 
valores (de allí el gusto o la tolerancia frente a la crónica roja, el uso del cuerpo de la 
mujer como objeto y la escasa preocupación por la estricta veracidad de los hechos ) 
 
 Por la búsqueda de “horizontalidad social”, es decir de espacios, rostros y lenguajes 
similares a los suyos. 
 
 Y finalmente la preferencia por las narrativas de acción en desmedro de una actitud más 
analítica. 
 
Por lo mismo, estamos hablando de comunidades de consumo que trascienden las clases 
sociales y el grado de instrucción (instrumentos clásicos del análisis del marketing) y se ubican 
en lo que podemos llamar cultura de la trasgresión y la horizontalidad que ampliaremos a 
continuación. 
 
Prensa amarilla y búsqueda de horizontalidad social 
 
La prensa amarilla tiene sus orígenes en la prensa sensacionalista o popular de los años 50. De 
cierta manera, las distintas generaciones han espectado sus titulares y han sido unas lectoras y 
otras observadoras del proceso de radicalización que devino en la actual prensa amarilla. Existe, 
por lo tanto, una historia personal de consumo que se ha constituido a lo largo de los años en 
cada uno de sus lectores. Dado que la conformación del gusto no surge simplemente de la 
exposición a las ofertas amarillistas, a este habitus por la noticia amarillista concurren otros 
medios yotros fenómenos culturales. 
Cuando analizamos la constitución de los públicos debemos tener en cuenta el sistema de 
medios, frente al cual se sitúan como públicos y ante el cual desarrollan o no diálogos con sus 
universos culturales. Por ello, es central en nuestro análisis que los lectores entrevistados 
subrayaron que en los diarios serios, los protagonistas de la información, suelen ser otros. 
Ciertamente, la clase política y los sectores económicos acomodados suelen ser los protagonistas 
de las noticias, ellos, en cambio, figuran en las páginas interiores, recluidos a las secciones 
policiales. En el momento en que surgieron los principales diarios amarillistas en el Perú, no 
existía una oferta periodística sostenida que recogiera el “mundo popular”, estos diarios 
ingresaron porque los diarios serios excluían a amplios sectores, del protagonismo de sus 
noticias. 
La prensa amarilla se incrusta como una cuña allí donde el periodismo serio y racionalista no 
facilita la comprensión de las noticias o éstas están disociadas del entretenimiento y lo lúdico. 
Por lo mismo, existe un sistema de medios en prensa que de alguna manera margina o no tiene 
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ofertas para los grandes sectores de las poblaciones urbanas. Si analizamos las fotos de los 
principales diarios de las capitales latinoamericanas encontramos que los rostros y personajes, 
allí representados, difieren de los personajes populares o de los sectores conocidos como C, D y 
E. 
Por los personajes, lugares y lenguajes que discurren en la prensa amarilla pensamos que 
estamos frente a una prensa pensada para agradar y responder a las demandas básicas de 
protagonismo y visibilidad pública de los sectores más populares de las sociedades. Se trata de 
periódicos que construyen su propia agenda, una agenda que hace de los hechos triviales y 
anecdóticos que la prensa seria suele desdeñar en sus titulares de portada. De esta manera, las 
muertes accidentales cobran protagonismo tratándose de humildes albañiles o vendedores de 
fruta, que no sería tal si su espectacularización no estableciera una relación de espejo que logra 
con amplios sectores excluidos de la imagen y presencia pública. Tal y como lo señala Martini, 
“no solo la violencia criminal logra una cobertura sensacionalista: todo conflicto puede ser 
relatado desde la retórica sensacionalista”, es decir, que el sensacionalismo puede permear toda 
la vida cotidiana de los personajes representados, por más insignificantes que sean, y por lo 
mismo la relación de espejo que se establece viene a ser a veces más importante que las 
estrategias discursivas y de diagramación que estos diarios ofrecen 
 
Para sus públicos, la prensa amarilla retrata a pobladores que usualmente se encuentran en las 
márgenes, en los espacios de sombra de lo que es importante y de lo que es protagónico en la 
ciudad. Estos diarios, de cierta manera, les dan visibilidad y representatividad, dando a su vida 
cotidiana dimensiones épicas que de otro modo se perderían en la memoria de su entorno 
inmediato. 
 
No estamos ciertamente ante un proceso de democratización de la imagen pública o del 
protagonismo social, pues este periodismo se ejerce a través de la exageración, distorsión y la 
mentira, estamos, eso sí, frente a un proceso de horizontalidad del rostro, del territorio y del 
discurso de los sectores populares. En los países andinos, donde no existió en el espacio público 
un proceso de reconocimiento y valoración de las imágenes propias, esto es importante. En 
otros países como en México, a través del cine, en Brasil a través de la zamba, de la salsa en 
Centroamérica, o del tango en Argentina, ya se pasó por este proceso. 
 
En conclusión, la prensa amarilla es la solución perversa que da el mercado y la política a la 
exclusión de los sectores populares, es la forma a través de la cual adquieren protagonismo y 
son actores de la épica social, que provienen de los géneros de acción, en desmedro de los 
géneros melodramáticos históricamente anclados en nuestra cultura. 
 
La prensa amarilla como parte de la cultura de la trasgresión 
 
Las expresiones culturales cotidianas, sean del signo positivo o negativo, como bien lo señala 
Stuart Hall responden a contextos culturales específicos. Ciertamente nuestras sociedades están 
atravesadas por tres procesos: 
 
 La desistitucionalización, por el cual las personas se desvinculan de las esferas decisorias 
(sea por caducidad de las instituciones o por su disfuncionalidad) como resultado de la 
reducción del Estado. 
 
 La inserción conflictiva y excluyente de la población al ejercicio ciudadano, que está 
permeado de racismo, autoritarismo e inequidad de género y generacional. 
 
 Hegemonía audiovisual de programas que trasgreden las normas y costumbres 
tradicionales, tales como programas cómicos, talk shows, revistas noticiosas, concursos 
y musicales. 
 
Estos tres factores vienen conformando esta cultura de la trasgresión. Pero para nuestro análisis 
nos detendremos en el factor mediático. 
 
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 De hecho la producción de la región se ha visto inundada del vedettismo, de situaciones 
que denigran al ser humano, de revistas periodísticas que enfocan la crónica roja y se 
concentran en las notas de trasgresión. Ciertamente el fenómeno de la prensa amarilla debe 
leerse como un fenómeno social que no se agota con un enfoque satanizador de la respuesta del 
mercado, tiene que ver con los procesos de significación que las grandes mayorías hacen de la 
vida cotidiana y de su ubicación en las ciudades. 
 
Por lo anterior, debemos tener en cuenta que las instituciones significadoras de nuestras 
sociedades están en crisis: la iglesia, la escuela y la familia han perdido su rol formativo de 
valores y constructores de comunidades de significación. En cambio, los medios de comunicación 
cumplen una serie de funciones de soporte social que antes eran de exclusividad de dichas 
instituciones, de tal manera que los públicos demandan a los medios la satisfacción de 
necesidades de espiritualidad (encontrar el sentido y significado a su vida), las necesidades de 
comunidad (sentirse parte de un proyecto junto a otros), las necesidades de entretenimiento y 
las necesidades políticas (pertenencia simbólica a la comunidad política a través del seguimiento 
de la agenda pública) y hasta las necesidades sexuales por citar algunas. 
 
Por su parte, los medios evidentemente no están preparados para asumir ninguna de estas 
funciones, es más, su visión del marketing los impulsa a la satisfacción de las necesidades 
inmediatas sin comprender la densidad de los procesos políticos, culturales y sociales que están 
en juego. La prensa amarilla en este contexto da cuenta de los segmentos más desagregados de 
nuestras sociedades, incentivando el morbo, el entretenimiento perverso, construyendo 
comunidades de significación alrededor de la farándula y el vedettismo. 
Las instituciones tradicionales, por su parte, no caminan a la misma velocidad que los lenguajes 
audiovisuales y se encuentran marginadas de las formas actuales de producción de 
conocimientos, lo cual las ha debilitado en su rol de constructores de sentidos que organicen el 
mundo de la vida de los habitantes de las ciudades. En medio de este vaciamiento de sentidos 
operan los medios sensacionalistas. 
 
Lamentablemente, estamos frente a una cultura de la trasgresión, que en el Perú se le denomina 
“cultura chicha”, hecha de la mezcla, de la superposición, del sacarle la vuelta a las normas, la 
cultura del vivo, del criollo que obtiene lo que quiere sin importar los medios, una cultura 
ciertamente híbrida que no tiene forma ni estructuras, que camina de lamano del mercado, pero 
que también se alimenta de su tradición. La cultura que da forma a la actual versión de la 
prensa amarilla es ciertamente signo de la confusión y el desorden de nuestras sociedades, de la 
velocidad de la vida actual que sedimenta con dificultad y que no opera en los plazos largos, sino 
en la inmediata satisfacción de necesidades. 
 
Político y el ablandamiento 
Diversos autores han señalado los cambios en el género informativo, el creciente ablandamiento 
de sus temas (Brunner, 1988), el uso de géneros híbridos (Macassi, 1999), de elementos de la 
sátira (García Avilez, 1999) en general se ha descrito la tendencia a espectacularizar las noticias. 
Sin embargo, no es lo único que ha cambiado, también las formas de hacer política han sufrido 
profundas transformaciones, como bien lo ha señalado Manuel Castells. Han caducado los 
partidos de masas y los ciudadanos no tienen referentes de cómo interpretar los acontecimientos 
políticos, por lo tanto recurren a elementos de su vida cotidiana para relacionarse con el espacio 
público, interpretando los gestos o comportamientos de los políticos en lugar de sus ideas y 
propuestas (en caso que las tuvieran). 
 
Por su parte, la prensa amarilla desde sus inicios ha estado fuertemente articulada a la política. 
Solo basta recordar la famosa cobertura que el “Journal” realizó de los acontecimientos que 
precedieron la invasión de Cuba por parte de los Estados Unidos en 1998, donde a decir de 
muchos este diario precipitó los hechos. Recientemente en el Perú los diarios amarillistas 
sirvieron como herramientas de presión, difamación y debilitamientos de los adversarios políticos 
del régimen autoritario de Fujimori. Posteriormente, se supo que cada titular le costaba al 
gobierno entre 2.000 y 4.000 dólares. La credibilidad de sus lectores en las noticias políticas era 
muy baja, pues no encontraban correspondencia entre los titulares y los interiores. Ciertamente 
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el objetivo del gobierno no era convencer a los lectores de los diarios, sino influir en todas 
aquellas personas que de una manera o de otra miran, a diario, los titulares en los kioscos. 
Como lo demostramos en la investigación, los lectores de titulares fueron quienes más se 
desilusionaron y dudaron de sus opciones políticas, a raíz de los titulares de la prensa amarilla. 
 
Otro de los usos dados a esta prensa fue el de distractor político, generando cortinas de humo y 
escándalos de la farándula o inventando hechos como la “virgen que llora” para reorientar la 
atención pública de los hechos que eran desfavorables al gobierno de turno. Posteriormente la 
prensa amarilla siguió apoyando a diferentes candidatos y teniendo un papel oscuro en el 
proceso electoral reciente. 
 
Querámoslo o no la prensa amarilla actual es parte del tejido político, cultural y social de 
nuestras sociedades, las ideas aquí presentadas nos deben servir como preguntas para repensar 
las relaciones entre los ciudadanos y los medios entre los ciudadanos y la política. 
 
 
	004.pdf
	La prensa amarilla actual

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