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El consumo de energía fósil y la especificidad de la transición energética en
América Latina, 1900-1930
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2 authors:
Mauricio Folchi
University of Chile
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Mar Rubio-Varas
Universidad Pública de Navarra
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1 
 
 
El consumo de energía fósil 
y la especificidad de la transición energética en 
América Latina, 1900-1930* 
 
Mauricio Folchi†‡ y Mar Rubio† 
 
† Universidad Pompeu Fabra, Barcelona, España. 
‡ Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile. 
 
 
 
 
1. Energía, historia y medio ambiente 
 El consumo de energía es un hecho esencial en la historia de la humanidad, 
especialmente si ésta se enfoca desde el punto de vista económico o del ambiental. Como ha 
argumentado Carlo Cipolla, las dos grandes revoluciones económicas de la humanidad: la 
revolución agrícola del neolítico y la revolución industrial del siglo XVIII —la cuales dieron 
origen a las sociedad agrícolas e industriales, respectivamente— fueron básicamente 
revoluciones energéticas. Ambas consistieron en la introducción de unos determinados 
convertidores de energía que multiplicaron la energía disponible por persona, lo cual propició 
que se ampliara la productividad del trabajo y, consecuentemente, se incrementara el nivel de 
vida de las personas de forma significativa.1 
 Para la historia ambiental, la energía también es una cuestión imprescindible. John 
McNeill sostiene que la explicación última de los grandes cambios ambientales ocurridos 
durante el siglo XX se encuentra, en primer lugar, en el sistema energético; y da tres razones. 
Primero porque desde 1890 éste se basa en los combustibles fósiles, cuya combustión tiene 
efectos a nivel local y global (contaminación y cambio climático). Segundo, porque los 
combustibles fósiles permitieron el desarrollo de nuevas tecnologías, las cuales incrementaron 
 
* Ponencia presentada al III Simposio Latinoamericano y Caribeño de Historia Ambiental, Carmona, abril de 2006. Este trabajo forma 
parte del proyecto de investigación “Importaciones y modernización económica en América Latina, 1890-1960” dirigido por Albert 
Carreras i Odriozola. Sobre los fundamentos y orientación del mismo, véase Carreras et al. (2003): “El desarrollo económico de 
América Latina en épocas de globalización. Una agenda de Investigación”, CEPAL. Los autores quieren expresar su especial 
agradecimiento a los miembros y colaboradores del proyecto de cuyo trabajo o sugerencias nuestros resultados son deudores: 
César Yáñez, Xavier Tafunell, Frank Noten, Marc Badía y Carolina Román. 
1 En la primera revolución energética, lo que los cazadores-recolectores de las sociedades primitivas consiguieron con la 
domesticación de plantas y animales fue incrementar y controlar la gama de convertidores biológicos. En la segunda revolución 
energética, esos agricultores y pastores de las sociedades agrícolas se transformaron en operarios de máquinas, las cuales 
constituyen no otra cosa que convertidores inanimados alimentados con energía inanimada. Esta innovación abrió la puerta a la 
explotación de nuevas fuentes de energía que, a diferencia de lo que ocurría a nivel agrícola, donde el suministro de energía era en 
su mayor parte de índole fisiológica, se encontraban en disposición ilimitada. Gracias a eso, se consiguieron mejoras sustanciales 
de los niveles de vida, así como la satisfacción masiva de necesidades superiores a las puramente elementales que las sociedades 
agrícolas del pasado apenas lograban satisfacer. La sociedad industrial entró en una dinámica de crecimiento económico que actuó 
de estímulo para el desarrollo de nuevas formas de energía: cuanta más energía se producía, más energía se buscaba. Véase 
Cipolla (1994): Historia económica de la población mundial, Crítica, Barcelona, pp. 53-87. 
 
2 
exponencialmente el impacto ambiental provocado por actividades como la minería, la 
agricultura o la silvicultura. Además de esto, otras fuentes de energía como la hidroelectricidad 
y la energía nuclear, han sido también causantes de importantes perturbaciones en el 
ambiente.2 
 Si planteamos la historia ambiental con el enfoque del metabolismo social, la historia de 
la energía también aparece como una cuestión fundamental. Este enfoque propone el análisis 
de la relación sociedad-naturaleza a partir del concepto básico de metabolismo, esto es, el 
conjunto de reacciones de síntesis, degradación y transformación por medio de las cuales los 
organismos captan del medio los elementos que necesitan para su desarrollo, y eliminan 
productos finales. Así como cada organismoestablece una relación metabólica con su medio 
ambiente, las sociedades hacen lo propio con su entorno. De esta manera, las sociedades 
construyen un metabolismo social que puede definirse como el conjunto de “procesos por 
medio de los cuales los seres humanos organizados en sociedad […], se apropian, circulan, 
transforman, consumen y excretan, materiales y/o energías provenientes del mundo natural”.3 
La historia ambiental de las sociedades puede leerse en esta clave, identificando las formas y la 
magnitud que adopta cada una de estas cinco funciones a lo largo del tiempo. Una historia 
ambiental en clave metabólica y energética podría escribirse a partir de los cambios que 
experimenta una sociedad, un país, o la humanidad en la apropiación (generación), la 
transformación, la circulación, el consumo y la excreción (anergía) de la energía a lo largo del 
tiempo. 
 Tanto para la historia económica como para la historia ambiental, resulta imprescindible 
establecer la trayectoria energética en la historia, lo cual supone hacerse cargo de por lo menos 
cinco asuntos básicos: 1) la evolución de la producción de energía primaria y secundaria, 2) la 
composición de la producción de energía primaria y secundaria por fuentes y formas de 
energía, 3) la evolución del consumo energético primario y secundario, 4) la composición del 
consumo energético primario y secundario por fuentes y formas de energía, y 5) la composición 
del consumo energético por sectores productivos o actividades. 
Una vez que esta información se conoce se abre la posibilidad de plantear algunas 
preguntas imprescindibles, como las siguientes: ¿cuánto se ha incrementado el consumo 
energético por persona?, ¿se ha reducido históricamente la participación de combustibles 
orgánicos en el conjunto de fuentes de energía?, ¿a qué ritmo?, ¿han incrementado su 
participación los combustibles fósiles?, ¿carbón y petróleo por igual, ¿qué participación han 
tenido las fuentes de energía renovables entre las fuentes de energía primaria?, ¿se ha 
ampliado o reducido el grado de dependencia exterior del país en la generación de energía?, 
¿cuál ha sido la evolución del consumo de energía en términos de eficiencia energética?, etc. 
 
2 McNeill, John R. (2002), “El sistema internacional y el cambio ambiental en el siglo XX”, Ayer, núm. 46, págs. 19-42. 
3 González de Molina, Manuel (2003), “La historia ambiental y el fin de la ‘utopía metafísica’ de la modernidad”, Aula-Historia Social, 
núm. 12, pág. 29. 
 
3 
Todas estas interrogantes ponen de manifiesto la necesidad de contar con estadísticas 
históricas de producción y consumo de energía (deseablemente, desagregadas por fuentes y 
formas de energía) lo más extensas en el tiempo que sea posible. Sobre esta necesidad, la 
historiografía latinoamericana ha dejado un vacío ostensible. Sólo una pequeña parte de los 
estudios sobre la energía que se han hecho en América Latina adoptan un enfoque histórico-
estadístico y, desgraciadamente, en ninguno de éstos se ha retrocedido más allá de 1925, lo 
cual sólo es el caso de un puñado de países estadísticamente privilegiados. En la actualidad se 
desconoce cuál fue la evolución energética del grueso de las economías latinoamericanas con 
anterioridad a la década del ‘40 del siglo XX, y se desconoce por completo, cuál fue esta 
evolución para el conjunto de los países latinoamericanos y caribeños con anterioridad a 1925. 
Nuestra investigación se ha propuesto terminar con este vacío de información y comenzar a dar 
respuesta a algunas de las interrogantes planteadas. 
Con una metodología basada en la información de las estadísticas oficiales de comercio 
exterior, complementada con los datos internos de producción, el presente estudio ofrece dos 
estimaciones de consumo de combustibles fósiles: dos cortes en el año 1925 que incluyen a 17 
o 23 países latinoamericanos y caribeños, según el método, y series largas de consumo para 
once países. Con estos datos a la vista se analiza uno de los problemas centrales de la historia 
de la energía: la transición energética. 
Todos los estudios que abordan la historia energética de un país coinciden en señalar 
un fenómeno típico, que se repite en todos los casos. A lo largo del tiempo se pueden distinguir 
etapas en las que una fuente de energía (o un tipo de fuente energética) predomina 
ampliamente, y que poco a poco comienza a retroceder ante el avance de una nueva fuente 
que termina reemplazándola. Este fenómeno se ha bautizado como transición energética que se 
define como la sustitución gradual de una fuente de energía o tipo de fuente de energética por 
otra, a lo largo de la historia. 4 La lógica que estaría detrás de este fenómeno, dicho muy 
sintéticamente, es el reemplazo de unas energías tradicionales por unas fuentes, tipos o formas 
de energía más modernas, es decir, por unas energías “mejores” en términos de eficiencia, 
rendimiento, versatilidad, o cualquier otro atributo, lo cual viene a decir, que la transición 
energética debe entenderse como un proceso de modernización energética.5 
Los procesos de transición energética y, en particular, la transición en la energía fósil, 
se han estudiado o, por lo menos descrito, en la mayoría de los países industrializados, pero no 
en los países de menor desarrollo relativo. En el caso de los países latinoamericanos y 
caribeños, esta cuestión se encuentra en una zona que la historiografía ha dejado vacía de 
datos y argumentos. 
 
4 No existe una sola transición energética sino varias transiciones energéticas que pueden sucederse, traslaparse en el tiempo u 
ocurrir paralelamente. Una transición es la que lleva de fuentes de energías tradicionales a fuentes de energías modernas, es decir, 
el abandono de los combustibles de origen orgánico. Otra transición es la que ocurre dentro de los combustibles fósiles; de carbón 
a petróleo. Otra transición, que atañe a las formas de energía, es el avance de la energía eléctrica, independientemente de cuál sea 
la fuente de la cual provenga. 
5 A. Groüble propone una definición del concepto transición energética más complejo “en términos de tres características 
interdependientes: cantidad (crecimiento en cantidad de energía transformada y usada), estructura (tipos de energ ía recogida, 
procesada y entregada al consumidor final), y calidad (energética y medioambiental)”. Veáse Grüble (2004), “Transitions in Energy 
Use”, Encyclopedia of Energy , vol.6, pág. 163. 
 
4 
2. Las estadísticas históricas sobre consumo de energía en América Latina 
Existen cuatro trabajos que aportan datos históricos de consumo energético en América 
Latina: Prebisch (1951), Naciones Unidas (1952), CEPAL (1956) y Darmstadter et al (1971). 
 En el Estudio Económico de América Latina 1949 que Raúl Prebisch publicó en 1951, la 
energía sólo aparece como una sub-sección dentro de los análisis particulares de Argentina, 
Brasil, Chile y México, países para los cuales se ofrecen datos que cubren desde 1925 a 1948. 
Aunque Prebisch tiene el mérito de haber sido el primero en plantear la necesidad de estudiar 
retrospectivamente el consumo de energía, su trabajo no tiene la consistencia que hubiese sido 
deseable. No se hace un análisis comparativo de los cuatro países, presentándose cada uno de 
ellos por separado. La metodología no es homogénea: para cada país se definen tipos de 
energía y emplean unidades de medida diferentes.6 La diversidad de fuentes utilizadas hace 
difícil comparar los datos entre sí.7 Por otra parte, no queda claro cómo se establecieron las 
equivalencias entre los distintos tipos de energía, ni cómo se calcularon los consumos aparentes 
para los países en que sólo aparece el dato final (p.e. para México y Chile). En algunos casos, 
los datos se citan como estimaciones de la propia CEPAL, pero su fiabilidad queda en 
entredichocuando la propia organización deshecha estas estimaciones en un monográfico 
sobre el consumo de energía publicado apenas cinco años más tarde. 
A partir de 1952, la oficina de Estadísticas de las Naciones Unidad inicia la publicación 
de la “Serie J” de sus statistical papers, con el título World Energy Supplies. El primer número 
de la colección ofrece una análisis bastante completo de la situación energética mundial en el 
año 1949 y de su evolución desde 1929, desagregada por continentes y grandes regiones 
económicas. En el apéndice del volumen se ofrecen estadísticas históricas por países para el 
período 1929-1950 en el que se incluyen hasta 34 países o territorios de Latinoamérica y el 
Caribe. Desgraciadamente, la información que se ofrece no es continuada sino cuatro cortes: 
1929, 1937, 1949 y 1950. El estudio tiene el mérito de incluir a todos los países de la región y 
situarlos en el panorama mundial. También tiene el mérito de ofrecer cifras desagregadas por 
todas las fuentes de energía comercial (aunque frecuentemente se recure a “estimaciones 
aproximadas”) y, para 1949, aportar incluso datos de combustibles orgánicos: bagazo, leña, 
carbón vegetal y turba. 
 Cuatro años más tarde, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) publicó un 
texto muy importante: La energía en América Latina, en el que reúne datos de consumo de 
energía para 20 países latinoamericanos y caribeños, aunque con diferentes grados de calidad, 
tanto en la cobertura temporal como en la desagregación de las series. Para la mayoría de 
países, las series arrancan a mediados de la década de los 30 y se extienden hasta 1955. Para 
 
6 Argentina (1925-1948), Combustibles producidos en el país e importados, en toneladas equivalentes de petróleo; Brasil (1920-
1949), Carbón producido, combustible importado y energía hidroeléctrica, en millones de kilovatios/hora; Chile (1925-1948), 
Energía hidroeléctrica, carbón, leña, petróleo y gasolina consumidos, en millones de kilovatios/hora; México (1925-1948), Carbón, 
petróleo, gas natural y electricidad consumidos, en millones de kilovatios/hora. 
7 Toda suerte de fuentes se mezcló para conformar estas series, desde el Comité Argentino de Energía al Instituto de Estudios 
Económicos del Transporte (Argentina), pasando por las estimaciones de la Conferencia Mundial de la Energía, sumados a datos de 
anuarios estadísticos de comercio exterior y estimaciones particulares de estudiosos de la época, de las compañías eléctricas, etc. 
 
5 
siete países se aventuran estimaciones anteriores a 1930. 8 La investigación no levantó 
información original sino que recurrió a las series estadísticas que ya estaban publicadas. Por 
esta misma razón, las fuentes que emplea son diversas entre los países. 
El estudio establece tres grupos de países de acuerdo a la calidad y detalle de la 
información estadística disponible. En un primer grupo se incluyen los países que mejor 
información proporcionan: Argentina, Brasil, Colombia, Chile y México, países que al año 1955 
contaban con un acervo estadístico y de estudios sectoriales apreciable, aunque no fueran más 
atrás de 1925. En general, puede decirse que los datos que ofrece para estos cinco países son 
los más fiables, o por lo menos, los más sustentados y más refinados. El segundo grupo está 
formado por Cuba, Perú, Uruguay y Venezuela. En este caso se recurre a los anuarios 
estadísticos nacionales (especialmente de comercio exterior) combinados con las estadísticas 
internacionales tales como el Statistical Yearbook (1948) de las Naciones Unidas, y algunas 
monografías sectoriales para el caso de los países productores (Perú y Venezuela) e informes 
de los departamentos públicos de energía de los mismos países. Un tercer grupo de países, 
para los que se ofrece información considerablemente más pobre, son: Bolivia, Costa Rica, 
Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay y República 
Dominicana. Para estos países se recurre escasamente a las estadísticas nacionales (sólo 
algunos anuarios) y, en cambio, se emplean masivamente las publicaciones estadísticas de las 
Naciones Unidas. Con todo, el informe de CEPAL de 1956 es, hasta el día de hoy, la principal o 
quizá única referencia para cualquier estudio retrospectivo del consumo energético en América 
Latina. 
Otro estudio que ofrece estimaciones anteriores a 1930 para la región es el dirigido por 
Joel Darmstadter, publicado en 1971: Energy in the world economy; a statistical review of 
trends in output, trade, and consumption since 1925. Aunque sólo propone dos estimaciones 
puntuales para antes de 1930 (1925 y 1929), construye valiosas estimaciones para 11 países 
latinoamericanos. Respecto de la metodología cabe señalar que el estudio ofrece las series 
básicas que se usan para elaborar las series de consumo aparente de energía (producción 
nacional, exportaciones e importaciones de productos energéticos, cargas a buques, producción 
hidroeléctrica), también que hace explícitas las conversiones utilizadas para convertir los 
distintas formas de energía a toneladas equivalentes de carbón y también el modo en que se 
agrega la hidroelectricidad.9 El punto débil del trabajo es el uso de fuentes secundarias tanto 
para los datos de comercio, fundamentalmente de Naciones Unidad (incluida la propia CEPAL) y 
la Liga de Naciones, como para las series de producción nacional que se basan casi 
 
8 Los siete países son: Argentina, México, Chile, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Haití. Llama poderosamente la atención la 
ausencia de Brasil de este último grupo, cuyos datos se ofrecen desde sólo desde 1939, desechando por completo las estimaciones 
realizadas por Prebisch en su Estudio Económico de América Latina. 
9 Traducida en el valor calorífico de la electricidad producida en vez de por la cantidad equivalente de carbón necesaria para producir 
esa electricidad. 
 
6 
exclusivamente en el Bureau of Mines estadounidense y el Insitute of Geological Sciences 
británico.10 
Esta breve descripción de las estadísticas históricas de consumo de energía deja en 
claro la carencia que existe hasta el día de hoy de series continuas, que abarquen a la totalidad 
de países latinoamericanos y caribeños. Resumiendo, sólo existen estimaciones continuas y 
fiables anteriores a 1937 para siete países, que no van más atrás que 1925. En el resto de los 
casos sólo contamos con dos estimaciones puntuales para 1925 y 1929. Con anterioridad a 
estas fecha no sabemos prácticamente nada del consumo energético en la región (véase cuadro 
núm. 1).11 
 
Cuadro 1 
Cobertura de las estadísticas históricas sobre consumo de energía entre 1913 y 1940 
 
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1926 
1927 
1928 
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1930 
1931 
1932 
1933 
1934 
1935 
1936 
1937 
1938 
1939 
1940 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Nota: Los círculos negros indican la existencia de datos, los recuadros vacíos su inexistencia. Los números indican la reiteración del 
registro en las distintas fuentes. 
 
 
 
 
10 Alguien podría echar en falta en esta reseña el trabajo de Joseph W. Mullen (1978), Energy in Latin America: the historical record. 
Esta publicación tiene un título engañoso, pues abarca sólo 25 años (desde 1950 a 1975) y no aporta series continuas de datos 
estadísticos para el conjunto de países, sino cortes decenales: 1950, 1960 y 1970. Difícilmente podría clasificarse este documento 
como un estudio de análisis histórico, no obstante, ofrece una visión sinóptica que puede tener interés respecto de la evolución y 
características de los sectores energéticos principales, con cierto énfasis en el petróleo. 
11 Existen estudios con información estadística sobre el consumo de energía que se remontan más atrás, pero, además de ser pocos, 
son estudios aislados, monográficos y de alcance estrictamente nacional o regional que no permiten su agregación a nivel 
latinoamericano. 
 
7 
3. Objetivo, fuentes y la metodología 12 
Nuestra investigación tiene dos objetivos. El primero es estimar el consumo aparente de 
energía fósil13 para todos los países latinoamericanos en el año 25 y la evolución a largo plazo 
(1890-1950’s) de este mismo indicador para once de ellos. El segundo objetivo es captar y 
analizar, con estos mismos datos, el fenómeno de la transición energética en las energías 
fósiles (el paso del carbón al petróleo) y discutir, en comparación al modelo clásico de 
transición energética, la especificidad latinoamericana de este fenómeno. 
La opción de concentrarse en la transición energética de los combustibles fósiles tiene 
una justificación. Evidentemente, un estudio exhaustivo de la historia energética debería 
incorporar el consumo de todas las variedades de combustible, incluidas las orgánicas (leña, 
bagazo y carbón vegetal), y también utilización de las demás fuentes energéticas. No obstante, 
si lo que nos interesa es identificar cambios en el patrón de consumo energético, el consumo de 
combustibles fósiles entre 1890y 1950’s es un indicador fundamental. 
Salvo excepciones puntuales y acotadas en el tiempo, básicamente el siglo XIX y casi 
nunca el XX (algunos ferrocarriles, algunos sistemas de iluminación y algunas actividades 
metalúrgicas o industriales), los combustibles orgánicos no se han empleado en actividades 
modernas, sino tradicionales, esto es, usos domésticos y algunas labores rurales.14 Esto explica 
que el consumo per capita de este tipo de combustible tienda a permanecer invariable en el 
tiempo. Si un país experimenta un incremento significativo en el consumo de energía total per 
cápita, con toda probabilidad éste se registrará en el ítem combustibles fósiles (véase gráfico 
núm. 1). 
Un hecho incontrovertible entre los estudios de historia de la energía, es la relación 
positiva que existe entre nivel de ingreso y el de consumo de energía por persona. 
Invariablemente en el tiempo y en la geografía, las economías de alto ingreso son las que más 
energía per capita consumen, y las de bajo nivel de ingreso, las que menos.15 De la misma 
 
12 Para una discusión detenida acerca de los problemas metodológicos que enfrenta este tipo de reconstrucciones de estadísticas 
históricas de consumo de energía y de las soluciones adoptadas por los autores véase Folchi, Mauricio y María del Mar Rubio 
(2004), “El consumo aparente de energía fósil en los países latinoamericanos hacia 1925: una propuesta metodológica a partir de 
las estadísticas de comercio exterior” , Segundo Congreso Nacional de Historia Económica, Asociación Mexicana de Historia 
Económica, México D.F.; también Rubio, M. d. M. y Mauricio Folchi (2005), “Energy as an Indicator of Modernisation in Latin 
America by 1925”, Universidad Pompeu Fabra, Economics & Business Papers, Nº 868. 
13 El consumo aparente de energía fósil es la diferencia entre el total de los combustibles fósiles importados (medidos en TEP), más el 
total de combustibles fósiles producidos en el país, menos el total de combustibles fósiles exportados. En otras palabras, equivale a 
la cantidad de combustibles disponibles para ser consumidos en un año. Este valor no es igual al consumo efectivo de energía fósil, 
pues no incluye las variaciones ni las acumulaciones de stock. 
14 Las excepciones son, no obstante, vetas de estudio interesantes. Los ferrocarriles y la siderurgia en Brasil, el beneficio del cobre y 
del salitre en Chile, la industria del azúcar cubana, etc. En este mismo sentido, Martin Melosi advierte que "identificar madera como 
un combustible preindustrial, incluso primitivo, sería erróneo en el caso norteamericano. Aparte de su importancia como 
combustible para cocinar y calor, la madera fue un elemento imprescindible en el desarrollo de las locomotoras, barcos de vapor, y 
el crecimiento de la industria del hierro previo al uso de carbón mineral”. A mediados del siglo XIX, la mitad del hierro se producía 
en Estados Unidos con carbón vegetal. Melosi, Martin V. (1982): “Energy Transitions in the Nineteenth -Century Economy”, pág. 60. 
15 Este es un fenómeno reconocido por los economistas desde principios del siglo XX —véanse Hobson (1914) y Carver (1924)— y 
sobre el que se ha debatido desde de primeros estudios de T. Read a principios de los años ’30, en los que afirmaba que “a general 
relationship between work done [consumo de energía] per capita and economic well-being is observable; but a precise correlation 
is not yet possible’ (Read (1933), 'The World's Output of Work', American Economic Review , vol. 23, núm. 1 p.55). En esta misma 
línea Arnulf Grüble, ha argumentado hace poco que “las diferencias de crecimiento del uso de energía entre Norte y Sur reflejan 
bastante bien las diferencias de crecimiento del ingreso dado que el crecimiento del uso de la energía está ligado a crecimiento del 
ingreso”, y que “la correlación positiva entre crecimiento económico y crecimiento en el consumo de energía se mantiene como uno 
de los hechos más importantes que podemos extraer la historia, a pesar de que esta correlación y sus tendencias varían 
grandemente en el tiempo” (Grüble (2004), “Transitions in Energy Use”, Encyclopedia of Energy , vol.6, pág. 167). 
 
8 
manera, podemos decir que existe cierta relación negativa entre la proporción de combustible 
orgánico que consume una economía por persona y el nivel de producción de la misma. Las 
actividades que emplean combustibles tradicionales son las que menos crecimiento económico 
generan y por eso, no debe causar extrañeza que aquellos países donde el consumo relativo de 
energía orgánica es más elevado sean los que tienen un nivel de ingreso más reducido (véase 
gráfico núm. 2).16 
 
Gráfico 1. Relación del consumo per capita de 
energía total y el consumo per capita de energía 
fósil en América Latina en 1939. 
Gráfico 2. Relación del consumo relativo 
de energía orgánica y el nivel de ingreso 
en América Latina en 1939. 
Honduras
Haití
Brasil
México
Uruguay
Cuba
Argentina
Chile
Rep. Dom.0,1
0,2
0,3
0,4
0,5
0,6
0,7
0 0,1 0,2 0,3 0,4 0,5
Energía fósil (TEP/capita)
E
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.
 
Honduras
Nicaragua
México
Venezuela
Uruguay
Argentina
El Salvador
Guatemala
Ecuador
Chile
10
30
50
70
90
1.000
PIB per capita (USD de 1990)
%
 d
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or
gá
ni
ca
 
.
4.0002.000 3.000
 
Fuente: Elaboración propia con datos de CEPAL (1956), La 
energía en América Latina. 
 
 
Fuente: Elaboración propia con datos de CEPAL (1956), La 
energía en América Latina, y Maddison (2003) The World 
Economy: Historical Statistics. 
 
 
Por estos motivos insistimos en que, si lo que se desea es identificar los cambios 
cuantitativos y cualitativos en el patrón de consumo energético se justifica concentrarse en los 
combustibles fósiles. 
Ahora bien, lo que tiene interés de estudio no es sólo el avance histórico de los 
combustibles fósiles sino su pugna interna, es decir, la transición energética del carbón al 
petróleo. La razón de esto es que esta mutación tiene una repercusión enorme, que va más allá 
del propio modelo energético, por todos los cambios tecnológicos, económicos, sociales, 
culturales y ambientales que esta transición comporta. Un cambio energético es un cambio 
social, económico y ambiental. Siguiendo a Melosi: 
“El concepto transición energética es útil como herramienta histórica. En sentido 
amplio, el concepto puede ayudar a comprender la evolución de la cultura material 
humana, el crecimiento y el desarrollo económico [...]. Como mecanismo de cambio, la 
transición energética influencia y es influenciada por las fuerzas técnicas, económicas, 
políticas, medioambientales, y sociales que también marcan la sociedad”.17 
 
16 En este mismo sentido ha argumentado G. Leach, “un hecho básico en el proceso de crecimiento económico asociado con 
urbanización e industrialización es que al tiempo se produce un cambio sustancial del uso de fuentes energía tradicionales a fuentes 
energía modernas. En los países más pobres la biomasa corresponde a entre 60%- 95% del total del energía usada, en los países 
de ingresos medios corresponde a un 25%-60%, y los países industrializados-salvo alguna excepción-la biomasa corresponde a 
menos de 5%”. Leach (1992), “The Energy Transition”, Energy Policy , vol. 20, núm. 2 pág. 116. 
17 Melosi (1982). ‘Energy Transitions in the Nineteenth-Century Economy’, pág. 55. 
 
9 
Nuestra reconstrucción de las estadísticas históricas se basa en los datos oficiales de 
comercio exterior. Esta opción metodológica se justifica en que, hasta por lo menos el año 
1925, la mayor parte de los países latinoamericanos y caribeños eran importadores de carbón y 
petróleo, y que dichos combustibles procedían, en su mayor parte, de sólo tres países: EE.UU., 
Alemania y Gran Bretaña. Este flujo puede captarse satisfactoriamente en dos fuentes 
alternativas o complementarias: las estadísticas de comercio exterior de los exportadores y las 
estadísticas de comercio exterior los importadores. Para los países de la región que en este 
período son a la vez productores, exportadores e importadores de carbón o petróleo (Colombia, 
México, Argentina, Chile, Perú, Brasil y Venezuela), las estadísticas del comercio exterior deben 
complementarse con los datos de producción nacional y exportación. 
Un asunto aparte lo constituye la generación de energía hidroeléctrica que, al igual que 
los combustibles fósiles, es una forma moderna de energía y, por lo tanto, suelen contabilizarse 
conjuntamente. La representatividad que los combustibles fósiles tengan en el consumo total de 
energías modernas depende de la importancia de este sector en cada país, lo cual es muy 
variable. 18 En cualquier caso, este ítem ha quedado fuera de este estudio, pues éste se 
concentra, por las razones expresadas, en el consumo de combustibles fósiles y en la transición 
energética dentro de los combustibles fósiles: la ratio carbón y petróleo. 
 De los 20 países que conforman América Latina, 18 elaboraron estadísticas de comercio 
exterior con anterioridad a 1937 (al parecer, ni Panamá, ni Honduras lo hicieron). De los 
restantes países, son aprovechables las estadísticas de 17 países, ya que las de Paraguay 
ofrecen unos datos muy defectuosos. Como es lógico, las doce posesiones coloniales británicas 
y holandesas en Centroamérica y las Antillas, que hoy son estados independientes y, por lo 
tanto, forman parte de la región América Latina y Caribe, tampoco elaboraron informes 
estadísticos. Afortunadamente, en las estadísticas publicadas por los exportadores principales: 
EE.UU. (petróleo y carbón), Inglaterra (carbón) y Alemania (carbón) se consiga una lista de 
destinos bastante detallada, que incluye 12 pequeños estados y territorios del área Caribe. Esto 
se traduce en que las reconstrucciones basadas en fuentes propias (de los propios países 
latinoamericanos), pueden formar un corpus de información para 17 países, pero si la 
reconstrucción se hace con la información de los exportadores principales, se llega a cubrir un 
total de 26 países. Ahora bien, cuando los datos deben expresarse en términos per cápita , la 
falta de información demográfica reduce el número a 25. 
 Las estadísticas de producción y comercio exterior de combustibles pueden ser 
reconstruidas en unidades físicas (peso o volumen) o monetarias. La opción tomada ha sido 
trabajar sólo con unidades físicas que son las que mejor representan la materialidad del 
fenómeno energético. Para agregar los valores correspondientes al carbón y al petróleo se ha 
 
18 De acuerdo al informe de Naciones Unidas, World Energy Supplies in selected years, 1929-1950, los países en los que el sector 
hidroeléctrico tenía una participación significativa en 1929 eran ocho: Costa Rica (36,0%), Ecuador (30,2%), Bolivia (18,4 %), 
Colombia (15,1%), Perú (15,8%), México (14,6%), El Salvador (12,0 %) y Brasil (11,8%). Cabe señalar que estos porcentajes 
están calculados sobre las estimaciones aproximadas que en dicha publicación se consignan, respecto de las cuales no hay 
explicación metodológica alguna, por lo tanto, han de tomarse con la máxima cautela. 
 
10 
tomado como unidad de medida común el poder calorífico de estos productos, expresada en 
toneladas equivalentes de petróleo (TEP). 
 
4. El consumo aparente de energía fósil en América Latina en 1925 
 Con la metodología descrita es posible construir un ranking de consumo aparente per 
capita de energía fósil para 17 o 23 países, dependiendo de la fuente utilizada. Si se emplean 
las estadísticas de los países importadores, el ranking comprende 17 países. Si éste se 
confecciona con los datos registrados por los principales exportadores, abarca a 23 países. 
 Como puede apreciarse en los gráficos 3 y 4, cualquiera sea el método empleado, el 
producto es el mismo. Entre los resultados que se consiguen con una y otra fuente, 
prácticamente no hay variaciones en las posiciones relativas de los países, ni saltos perceptibles 
en la magnitud de las cifras. Encabezando el grupo aparecen, invariablemente, Cuba, Chile, 
Argentina y Uruguay y cerrándolo, El Salvador, Bolivia y Haití. La única salvedad hay que 
hacerla en los casos de Costa Rica y Perú, que intercambian posiciones entre sí, pero sin que 
varíe significativamente la magnitud del consumo que se ha estimado. Un caso excepcional, que 
habría que aislar, es Panamá, o el Canal de Panamá, que aparece como destinatario de una 
cantidad desproporcionada de carbón y petróleo per capita. La explicación de esta situación es 
que el Canal de Panamá es un lugar donde los barcos cargan de combustible, y desde el cual se 
redistribuye hacía otros países.19 
 
Gráfico 3. Consumo Aparente de Energía fósil, 1925 
17 países, según fuente propia 
(TEP/100 hab) 
49,0
50,9
33,3
29,4
18,9
9,4
7,9
6,1 4,64,6 4,5
2,5 2,2 2,1 1,7 1,4 0,3
0
10
20
30
40
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 La posición en el ranking de países como Brasil y Costa Rica llaman la atención, pues 
ésta parece inferior a lo que se supone les correspondería. Hay que recordar que en este 
ranking no se incluyen dos fuentes de energía que, de acuerdo a lo que la literatura indica, 
estos países pueden ser intensivos: la hidroelectricidad y la leña. Otro caso que puede llamar la 
 
19 Un caso similar es el de Cuba, cuya posición geográfica también le convierten en punto de carga de combustible, aunque en este 
caso, el fenómeno, no nos debe llevar a hacer más que un pequeño ajuste a la baja. 
 
11 
atención es el de Honduras, cuyo valor, aunque parezca exagerado, debemos darlo por 
fidedigno.20 
 
Gráfico 4. Consumo Aparente de Energía fósil, 1925 
23 países, según fuente extranjera (exportadores) 
(TEP/100 hab) 
14,3 
12,9 
8,6 7,8 7,0 6,9 
5,1 5,0 4,6 3,5 2,9 2,2 2,0 0,9 0,8 0,2 0,03 
19,2 
32,2 
28,9 
54,5 
50,5 
0
10
20
30
40
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60
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00
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230
 
 
 
 Tomando como referencia los trabajos disponibles, nuestras estimaciones resultan 
suficientemente robustas. En casi todos los casos donde podemos comparar datos, nuestras 
cifras se encuentran en un orden de magnitud similar a las publicadas hasta ahora para 1925 
(véase cuadro núm. 2 en el apéndice). Este contraste sirve de respaldo a las estimaciones que 
ofrecemos para aquellos países donde no existe ningún elemento de comparación (Barbados, 
Honduras, Jamaica, Paraguay, etc.) y alienta el esfuerzo de extender con esta metodología las 
estadísticas de consumo aparente para el los “años en blanco” de las estadísticas históricas; el 
período comprendido entre 1890 y 1925. 
 
 
5. El consumo aparente de energía fósil en once países latinoamericanos entre 1890 
y 1950’s. 
 Con la misma metodología empleada en los cortes del año 1925, es decir una 
combinación de las estadísticas de comercio exterior de los países latinoamericanos (tanto de 
los exportadores como los importadores) y de los principales exportadores mundiales de 
combustibles, más las estadísticas de producción de los países latinoamericanos productores de 
carbón o petróleo, 21 se ha reconstruido la estadística de consumo aparente de energía fósil de 
once países, entre 1890 y 1930 o 1940, dependiendo del año de empalme con las series 
 
20 Volveremos sobre el caso de Honduras más adelante, cuando revisemos las series largas de consumo aparente de energía fósil. 
21 Para este segmento hemos recogido información de fuentes diversas. En el caso del carbón, hemos intentado revisar la estadística 
oficial de los países latinoamericanos productores, o bien la información publicada por Mitchell (2003) quien reproduce esa misma 
información. También se ha utilizado el trabajo de Grunwald y Musgrove (1970), Natural Resources in Latin A merican Development. 
Para el petróleo se han usado los datos del American Petróleum Institute (1937). 
 
12 
elaboradas por CEPAL en 1956, con las cuales éstas se extienden hasta 1953, 1954 o 1955 
según los casos. 
 
Gráfico 5. Consumo aparente de energía fósil en Argentina, 1890-1955 
0
3.000
6.000
9.000
12.000
18
90
18
92
18
94
18
96
18
98
19
00
19
02
19
04
19
06
19
08
19
10
19
12
19
14
19
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19
18
19
20
19
22
19
24
19
26
19
28
19
30
19
32
19
34
19
36
19
38
19
40
19
42
19
44
19
46
19
48
19
50
19
52
19
54
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 .
 
Nota: Los datos del período 1940-1955 han sido tomados de CEPAL (1956), La energía en América Latina. 
 
 
 
Gráfico 6. Consumo aparente de energía fósil en Brasil, 1890-1955 
0
2.000
4.000
6.000
8.000
10.000
18
90
18
92
18
94
18
96
18
98
19
00
19
02
19
04
19
06
19
08
19
10
19
12
19
14
19
16
19
18
19
20
19
22
19
24
19
26
19
28
19
30
19
32
19
34
19
36
19
38
19
40
19
42
19
44
19
46
19
48
19
50
19
52
19
54
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Nota: Los datos del período 1902-1939 han sido tomados de IBGE (1958), los datos de 1940-1955, de CEPAL (1956), La energía 
en América Latina. 
 
 
 
Gráfico 7. Consumo aparente de energía fósil en Chile, 1889-1955 
0
1.000
2.000
3.000
4.000
18
89
18
91
18
93
18
95
18
97
18
99
19
01
19
03
19
05
19
07
19
09
19
11
19
13
19
15
19
17
19
19
19
21
19
23
19
25
19
27
19
29
19
31
19
33
19
35
19
37
19
39
19
41
19
43
19
45
19
47
19
49
19
51
19
53
19
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Nota: Los datos del período 1931-1955 han sido tomados de CEPAL (1956), La energía en América Latina. 
 
 
 
 
Gráfico 8. Consumo aparente de Energía fósil en Cuba, 1890-1954 
0
500
1.000
1.500
2.000
2.500
18
90
18
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18
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18
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19
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19
18
19
20
19
22
19
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19
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19
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19
32
19
34
19
36
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19
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Nota: Los datos del período 1932-1954 han sido tomados de CEPAL (1956), La energía en América Latina. 
 
13 
 
Gráfico 9. Consumo aparente de energía fósil en Uruguay, 1890-1964 
0
200
400
600
800
1.000
1.200
18
90
18
92
18
94
18
96
18
98
19
00
19
02
19
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19
06
19
08
19
10
19
12
19
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19
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18
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19
30
19
32
19
34
19
36
19
38
19
40
19
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19
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19
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19
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19
58
19
60
19
62
19
64
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ile
s 
de
 T
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P
 
Nota: Los datos de 1897 en adelante han sido tomados de Bertoni (2002), Economía y Cambio Técnico. 
 
 
 
 
 
Gráfico 10. Consumo aparente de energía fósil en República Dominicana, 1890-1953 
0
40.000
80.000
120.000
160.000
200.000
18
90
18
92
18
94
18
96
18
98
19
00
19
02
19
04
19
06
19
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10
19
12
19
14
19
16
19
18
19
20
19
22
19
24
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26
19
28
19
30
19
32
19
34
19
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19
38
19
40
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19
44
19
46
19
48
19
50
19
52
TE
P
 
Nota: Los datos del período 1940-1953 han sido tomados de CEPAL (1956), La energía en América Latina. 
 
 
 
 
Gráfico 11. Consumo aparente de Energía fósil en Costa Rica, 1883-1955 
0
30.000
60.000
90.000
120.000
150.000
18
83
18
85
18
87
18
89
18
91
18
93
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18
97
18
99
19
01
19
03
19
05
19
07
19
09
19
11
19
13
19
15
19
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19
19
19
21
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23
19
25
19
27
19
29
19
31
19
33
19
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19
37
19
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41
19
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47
19
49
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51
19
53
19
55
TE
P
 
Nota: Los datos del período 1930-1955 han sido tomados de CEPAL (1956), La energía en América Latina. 
 
 
 
 
Gráfico 12. Consumo aparente de energía fósil en El Salvador, 1890-1954 
0
40.000
80.000
120.000
160.000
18
90
18
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19
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19
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19
12
19
14
19
16
19
18
19
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19
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19
24
19
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19
28
19
30
19
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19
34
19
36
19
38
19
40
19
42
19
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19
46
19
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19
50
19
52
19
54
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Nota: Los datos del período 1928-1954 han sido tomados de CEPAL (1956), La energía en América Latina. 
 
 
 
14 
Gráfico 13. Consumo aparente de energía fósil en Honduras, 1890-1953 
0
40.000
80.000
120.000
160.000
18
90
18
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18
94
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00
19
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04
19
06
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19
10
19
12
19
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16
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20
19
22
19
24
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26
19
28
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30
19
32
19
34
19
36
19
38
19
40
19
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19
44
19
46
19
48
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19
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TE
P
 
Nota: Los datosdel período 1938-1953 han sido tomados de CEPAL (1956), La energía en América Latina. 
 
 
 
Gráfico 14. Consumo aparente de Energía fósil en Nicaragua, 1890-1954 
0
20.000
40.000
60.000
80.000
100.000
18
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18
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00
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19
54
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Nota: Los datos del período 1940-1954 han sido tomados de CEPAL (1956), La energía en América Latina. 
 
 
Gráfico 15. Consumo aparente de energía fósil en Haití, 1890-1952 
0
15.000
30.000
45.000
60.000
75.000
18
90
18
92
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94
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00
19
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19
10
19
12
19
14
19
16
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18
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20
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22
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24
19
26
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28
19
30
19
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19
34
19
36
19
38
19
40
19
42
19
44
19
46
19
48
19
50
19
52
TE
P
 
Nota: Los datos del período 1936-1952 han sido tomados de CEPAL (1956), La energía en América Latina. 
 
Los resultados que ofrecemos para estos once países confirman que, entre estos años, 
se produjo un aumento significativo y generalizado del consumo de combustibles fósiles, 
aunque a desigual ritmo entre los países y sin que se aprecie una tendencia a converger entre 
ellos. Llama la atención la existencia de fases de retroceso relativamente largas en casos como 
el de Chile (1917-1932), Cuba (1920-1933) y Uruguay (1929-1944), las cuales podrían 
explicarse, muy probablemente, por crisis sectoriales profundas y procesos de ajuste 
estructural. Otro hecho que destaca es el impacto de los episodios de crisis internacionales: 
1914-1919, 1929-1932, 1939-1944, que se produjo en todos los países, llegando a ser muy 
profundo en casos como el de El Salvador, Haití y Honduras (durante la crisis del ‘29), 
Argentina (durante la primera guerra mundial), o Uruguay (en ambas coyunturas). No cabe 
duda de que el consumo de combustibles fósiles es sensible a los impactos externos, no sólo en 
los países 100% importadores, que sufren las restricciones de la oferta de forma directa, sino 
 
15 
también en aquellos países productores de carbón o petróleo cuyas actividades más intensivas 
en este tipo de energía (minería y transporte) están estrechamente vinculadas a la demanda 
exterior. 
 
6. La transición energética: modelos y experiencias 
El caso paradigmático y ampliamente aceptado de transición energética lo constituye 
EE.UU. país en el cual, entre 1850 y 1955, se reconocen dos transiciones energéticas: de 
madera a carbón en el siglo XIX, y de carbón a petróleo en la primera parte del siglo XX. El uso 
de madera (y en menor grado viento y fuerza del agua) dominó los Estados Unidos hasta la 
mitad del siglo XIX, de hecho el consumo de madera tuvo su máximo histórico en 1885. El 
carbón dominó el mercado energético —y desde luego, el de los combustibles fósiles— desde 
1885 hasta la Primera Guerra Mundial. En 1910 el carbón representaba el 76,8 de la energía 
total y el 89,2% dentro de los combustibles fósiles. A partir ese momento el carbón comenzó a 
declinar, mientras el petróleo, o mejor dicho, las empresas petroleras, comenzaron a aumentar 
su cuota de mercado de forma sostenida, en perjuicio de las empresas carboneras. 22 Hacia 
1950 el petróleo ya había superado al carbón en cuota de mercado y superado el 50% de la 
energía total consumida. A principios de los años ’70 la cuota de del carbón en el mercado de la 
energía se había reducido a un 20%, mientras que la del petróleo alcanzaba el 75% de la 
energía total y el 95% de la energía fósil (véase gráfico núm. 16). 
En los países de Europa se produjo más o menos el mismo proceso con una diferencia 
importante: una vida mucho más larga del carbón. En Gran Bretaña, por ejemplo, la etapa de 
preponderancia del carbón se inició mucho antes (fines del siglo XVIII) y terminó bastante 
después. En el periodo inmediatamente posterior a 1947 el Reino Unido era todavía muy 
dependiente del carbón (90% de la energía primaria consumida) y “la política energética del 
país era básicamente la política carbonera". El consumo de carbón en Gran Bretaña tuvo su 
máximo histórico en 1956. 23 En los primeros años cincuenta el carbón proveía 
aproximadamente el 70% del total de la energía consumida en muchos países europeos, 
mientras en EE.UU. era alrededor del 30%. Recién en los años ’60 y ’70 se produce el rápido 
declive en el porcentaje de energía consumida provista por el carbón en los países europeos. 
Por ejemplo el porcentaje de carbón en Alemania cayó del 90% en 1955 al 32% veinte años 
después, en Francia el porcentaje de carbón cayó del 70% al 18% en ese mismo período. En 
Holanda, país que explotaba gas natural desde los años sesenta, el porcentaje de carbón cayó 
 
22 Una excelente descripción de las circunstancias que propiciaron el avance del petróleo en EE.UU a comienzos del siglo XX, y de las 
estrategias que emplearon las empresas petroleras para ganar cuota de mercado, puede leerse en Pratt (1981). Cabe señalar que 
en este avance, el uso de petróleo también vivió diversas etapas antes de reemplazar al carbón como fuente de energía principal. 
Desde 1869 y hasta los años 90 se conoce como periodo del keroseno, utilizado para la iluminación; de ahí se pasó al período del 
fuel oil; y para el cambio de siglo la gasolina se convirtió en el combustible de los motores de explosión. Véase también Melosi 
(1982), “Energy Transitions in the Nineteenth-Century Economy”, op cit., pág. 56. 
23 Peake, S. (1994), Transport in Transition: Lessons from the History of Energy , pág. 
 
16 
del 73% en 1955 a niveles inexistentes en los años setenta . 24 En España, el consumo de 
petróleo no se impuso hasta finales de la década del ‘60 (véase gráfico 17). 
 
 
Gráfico 16. 
Transición energética en EE.UU., 1850-1970. 
Gráfico 17. 
Transición energética en España, 1890-1979. 
0
25
50
75
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18
50
18
60
18
70
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19
30
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19
50
19
60
19
70
% Carbón % Petróleo y gas natural 
0
25
50
75
100
18
90
18
96
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02
19
08
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14
19
20
19
26
19
32
19
38
19
44
19
50
19
56
19
62
19
68
19
74
% Carbón % Petróleo 
Fuente: Schurr y Netschert (1977), Energy in the 
American economy ; y Darmstadter (1971), “Energy 
consumption: trends and patterns”. 
Fuente: Rubio, M.d.M, Series for the energy history of 
Spain: 1850-2001, Nápoles (en prensa). 
 
 
 
De acuerdo a esta lógica de las transiciones energéticas, cabría esperar que, detrás de 
EE.UU., y de los países industrializados de Europa, todos los países en proceso de 
modernización económica hubieran replicado, con cierto desfase temporal (acorde al nivel de 
atraso económico relativo de cada país), el mismo patrón de sucesión energética de tres 
etapas: biomasa, carbón y petróleo, y unas trayectorias semejantes en la transición 
carbón/petróleo. No obstante, a pesar de la regularidad que exhibe el fenómeno en EE.UU. y 
Europa occidental, no debe olvidarse que la transición energética es un fenómeno complejo, 
gobernado por múltiples fuerzas y circunstancias y que, por lo tanto, cabe esperar que la 
transición energética se produzca de acuerdo al modelo norteamericano o europeo sólo en 
aquellos países donde ese conjunto de fuerzas y circunstancias hayan existido y actuado de 
forma similar. 
 
 
7. La transición de las energías fósiles en América Latina 
 Aceptando como hipótesis que todos los países efectúan la transición del carbón al 
petróleo durante el siglo XX, a mayor o menor velocidad y a partir de cierto momento 
específico, podemos hacer un primer ejercicio con los datos que disponemos (la proporción en 
el consumo del carbón y del petróleo) estimando el punto de la transición en la que se 
encontraban los países latinoamericanos en el año 1925. 
 
 
24 Dunkerley, J. (1980): "Energy UseTrends in Industrial Countries: Implications for Conservation," Energy Journal, vol. 8, núm. 2, 
pág. 107. 
 
17 
Gráfico 17. Consumo Aparente de Energía fósil por productos, 
1925 (17 países) (TEP/100 hab) 
0
10
20
30
40
50
C
ub
a
C
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rg
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E
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ia
H
ai
tí
Petróleo
Carbón
 
 
 El primer hecho que destaca es que para la mayoría de Centro América el carbón 
constituya un aporte poco significativo, lo cual insinúa que puede haber una relación causal con 
la situación geográfica de estos países. Por otro lado, aparece claramente que los países del 
Cono Sur tienen una tendencia mayor al uso de carbón. De hecho, entre Argentina, Chile y 
Uruguay representan el 52 por ciento del consumo aparente de la región. La explicación, 
probablemente debe encontrarse en la historia industrial y comercial de estos países. 
Al comparar los niveles de transición de los países latinoamericanos en el año 1925 con 
algunos países de referencia se extrae una conclusión muy clara: que la sustitución del carbón 
por el petróleo ocurre en Latinoamérica muy precozmente (en el tiempo y en relación a los 
niveles de PIB alcanzados), en comparación a lo ocurrido en los países industrializados. 
Ordenados por participación del carbón en el total de combustibles fósiles, EE.UU. —el país 
industrializado que más tempranamente hizo la transición y, por lo tanto, donde el petróleo 
tiene una mayor participación— queda a la izquierda de Brasil que es el país latinoamericano 
donde el carbón tiene la mayor participación en el consumo de combustibles fósiles. En otras 
palabras, lo que estas cifras sugieren es que todos los países latinoamericanos, sin excepción, 
hicieron la transición energética con anticipación a los países industrializados o que la hicieron 
más velozmente, destacándose casos espectaculares como República Dominicana, Nicaragua, 
Ecuador, Colombia, Haití, Costa Rica, El Salvador y Guatemala donde, al parecer, en 1925 ésta 
ya se había completado. 
 
 
 
 
 
 
 
 
18 
Gráfico 18. Transición Energética al año 1925 (América Latina y Países de referencia) 
0%
25%
50%
75%
100%
A
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él
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r
G
ua
te
m
al
a
Carbón Petróleo 
Nota: Los datos de los seis países de referencia están tomados de Darmstadter et al. (1973) 
 
 
 Para corroborar esta primera lectura es necesario complementar la información que 
proporciona este corte temporal con las series de largo plazo que ofrecemos para once países 
(véanse gráficos 19 a 29). Mirar la transición en el largo plazo permite apreciar si el dato de 
1925 es representativo de la tendencia o si, por el contrario, es un año excepcional. Asimismo, 
sólo en una mirada de largo plazo puede apreciarse si el valor del año 25, en caso de que sea 
un año normal, forma parte de un proceso de larga o corta duración. 
 Lo primero que estos datos evidencian es que, si bien, en todos los caso se confirma 
el proceso de transición energética, ni la experiencia estadounidense ni la europea sirven como 
modelos para interpretar la experiencia latinoamericana, ni en términos de trayectoria: mucho 
más oscilante en los casos latinoamericanos, ni de cronología: mucho más temprana en casos 
latinoamericanos, ni de velocidad del proceso: muy variable en los casos latinoamericanos. El 
conjunto de países latinoamericanos no ofrecen uno sino cinco modelos de transición. 
 
 
 
 
19 
Gráficos 19 al 29 
Transición energética en once países latinoamericanos, 1890-1950s 
Gráfico 19. Argentina Gráfico 20. Brasil Gráfico 21. Costa Rica 
0
25
50
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18
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94
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18
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% Carbón % Petróleo
 
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90
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06
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19
14
19
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22
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19
30
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19
38
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% Carbón % Petróleo
 
0
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18
95
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03
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11
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19
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19
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% Carbón % Petróleo
 
 
Gráfico 22. Cuba 
 
Gráfico 23. Chile 
 
Gráfico 24. Uruguay 
0
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% Carbón % Petróleo
 
0
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19
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61
19
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% Carbón % Petróleo
 
0
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75
100
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19
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19
25
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29
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33
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19
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19
45
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49
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19
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19
61
19
65
Carbón Petróleo
 
 
 
20 
Gráfico 25. Haití Gráfico 26. Nicaragua Gráfico 27. República Dominicana 
0
25
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Gráfico 28. Honduras 
 
Gráfico 29. El Salvador 
 
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% Carbón % Petróleo
 
 
 
21 
 En primer lugar están los casos de Brasil y Argentina, que son los que más se acercan 
al modelo clásico: una transición relativamente larga y clara, no obstante, ambos casos se 
distinguen en una cuestión importante: la cronología. En EE.UU. y Europa el petróleo supera al 
a partir de 1950, en Brasil, que es el país latinoamericano donde más tardíamente esto ocurre, 
la fecha es 1940. En el resto de los países de la región, la imposición del petróleo ocurre en la 
década de lo ’20, es decir, 30 o 40 años antes. En el caso de Argentina se aprecia otra 
diferencia importante, compartida con la mayoría de los países de la región. En 28 años el 
carbón pasa de una cuota del 93,7% a una cuota del 10,8%. En Estados Unidos esa misma 
transformación tomó más de 70 años. Costa Rica es, prácticamente, un modelo en sí mismo. La 
transición en este país es moderadamente oscilante, como en la mayoría de los casos, pero se 
produce a una velocidad sorprendente; tiene lugar en apenas cinco años. En 1914 el carbón 
ocupaba el 96% del consumo de combustibles fósiles, en 1919 se había reducido 
irreversiblemente al 5,5%. Una experiencia similar a la costarricense es la cubana. En este país 
la transición también se produce de forma abrupta pero en dos fases: hay un cambio 
pronunciado entre 1919 y 1922, seguido de un período de relativa estabilidad de 16 años, y una 
segunda y definitiva fase de caída del carbón a partir de 1939. Un cuarto modelo puede 
distinguirse en un grupo de países en los cuales se suceden varios ciclos de retroceso y 
recuperación del carbón, sin que se imponga con claridad la supremacía del petróleo hasta 
muchos años después de iniciado el proceso de transición. En el caso de Chile, esta falta de 
claridad del proceso se prolongó nada menos que 56 años. No fue hasta 1961 que el carbón 
entró en una fase de descenso definitivo, después de tres intentosde recuperación. En el caso 
de Uruguay se produce algo muy similar aunque en un plazo de tiempo más breve: entre 1911 
y 1943. En Haití ocurrió un fenómeno de igual naturaleza pero más agudo todavía. El carbón, 
que en diez años descendió de un 82% a 14% (1904), llegó a recuperarse hasta un 69% justo 
antes de la primera guerra mundial, evento que parece marcar su decadencia definitiva. Una 
historia muy similar es la de la transición en Nicaragua donde la temprana y no muy larga 
transición experimenta un ciclo de recuperación del carbón entre 1896 y 1907. Un quinto 
modelo, más alejado todavía del paradigma estadounidense, está representado por Honduras y 
República Dominicana, países en los cuales parece producirse un fenómeno de transición 
inverso. Estos países entran a la era de los combustibles fósiles, a finales del siglo XIX, con un 
mayor consumo de petróleo que de carbón, pero al cabo de algunos años, es este combustible 
el que empieza abrirse terreno para experimentar un período de preponderancia que se inicia 
en 1893 en República Dominicana y en 1899 Honduras, y que se extiende hasta finalizar la 
primera guerra mundial, en ambos casos. En este mismo modelo encajaría El Salvador, país 
que, al igual que los anteriores, parece nacer en la era del petróleo para luego sufrir un abrupto 
y efímero avance del carbón, aunque en este caso las marcadas oscilaciones del proceso dejan 
ciertas dudas. 
 
 
 
22 
8. Las razones de la especificidad de la transición energética latinoamericana 
La experiencia norteamericana de transición energética ofrece un modelo muy claro: la 
potencia del carbón le permitió avanzar sobre las formas de energía tradicionales hasta 
conquistar todos los sistemas energéticos: urbanos, industriales y de transporte. No obstante, 
desde principios del siglo XX, una nueva fuente de energía, el petróleo, le fue quitando terreno 
progresivamente, hasta, 60 años más tarde, reducir su cuota del consumo a un 25% o menos. 
Al mirar hacia América Latina la pregunta que se abre es por qué no siguió un camino 
de transición similar y por qué se produjeron tantas trayectorias tan distintas. 
Antes de responder conviene tener presente que la transición energética en su versión 
modélica está siempre expresa en términos relativos y no absolutos, los cuales también deben 
ser tomados en cuenta (véase gráfico núm. 30). La transición energética no significa, 
necesariamente, un abandono generalizado del carbón y las tecnologías del carbón. Para que el 
fenómeno se produzca basta que éstas, en términos absolutos, se mantengan relativamente 
constantes mientras el petróleo y sus tecnologías asociadas (el motor de explosión, en primer 
lugar) no cesen de expandirse. En este sentido, el avance del petróleo no necesita conquistar 
todos los sectores industriales. Habrá algunos que permanecerán fieles al carbón. Para que la 
transición se produzca, basta que aquellos sectores que nazcan en las tecnologías del petróleo, 
o se conviertan a éstas, sean más expansivos que aquellos que permanecen fieles al carbón. 
 
Gráfico 30. Consumo relativo y absoluto de 
carbón en EEUU, 1850-1945 
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%
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1
10
100
Q
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B
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Valores relativos Valores absolutos 
Fuente: Schurr y Netschert (1977) Energy in the American Economy, 1850-1975. 
 
 
Respecto de las fuerzas que están detrás del avance del petróleo, no cabe duda que la 
más importante es el precio por unidad calorífica. Curiosamente, en sus primeros años el 
petróleo era más caro de producir que el carbón. No obstante, el petróleo era mucho más 
barato de transportar por medio de barcos u oleoductos, que el carbón por medio de 
ferrocarriles. 25 Mientras mayor fuera la distancia a la que había que transportar el combustible, 
 
25 Richard Rodhes, ha argumentado que “el uso de petróleo pudiera haber desaparecido a principios del siglo veinte, porque era 
mucho más caro por unidad de energía que el carbón pero dado que es un líquido es mucho más barato de transportar. Todavía 
1955 en coste por milla de transportar una tonelada de combustible líquido por oleoducto o barco era 15% más barato que 
transportar una cantidad igual de carbón por tren”. Véase Rodhes (2002), “Energy Transitions: a history lesson”. 
 
23 
mayor competitividad/precio ganaba el petróleo. 26 Además de la relación precio/unidad 
calorífica en punto de consumo, el petróleo contaba con otros atributos técnicos como la 
versatilidad, el peso o el volumen, que le daban una ventaja absoluta frente al carbón en 
sectores como el transporte motorizado o la industria farmacéutica. A esto hay que añadir que 
la penetración de un producto en los mercados no sólo es consecuencia del libre juego del 
mercado, sino de la mayor o menor eficacia de las estrategias desarrolladas por las empresas 
que los comercializan. En este sentido, las empresas petroleras —las primeras grandes 
empresas y primeros trust de la historia— escribieron unas páginas inolvidables.27 
La experiencia de América Latina puede considerarse un hallazgo. La explicación de lo 
ocurrido requiere abrir una nueva agenda de investigación que contemple los múltiples factores 
que intervienen en el avance relativo y absoluto del petróleo y en el retroceso relativo y 
estancamiento o declinación absoluta del carbón, en cada experiencia nacional. No obstante, 
estamos en condiciones de adelantar algunas hipótesis que se desprenden del examen de los 
datos. 
La principal diferencia que salta a la vista en las distintas experiencias latinoamericanas 
es la diferencia de velocidad en el abandono del carbón. En un extremo se encuentran 
Argentina y Uruguay donde, si bien el proceso es rápido en comparación a lo sucedido en el 
mundo industrializado, es relativamente lento en el contexto latinoamericano. En el otro 
extremo aparecen países como Costa Rica o El Salvador, donde el proceso es 
extraordinariamente rápido. 
La primera línea de interpretación para este fenómeno es que los países que inician con 
anterioridad su proceso industrializador (Argentina, Chile, Uruguay y Brasil) 28 tienden a 
conservar más tiempo el patrón de consumo energético clásico (basado en el carbón). Esto es 
una manifestación evidente de path dependency. Por el contrario, a los países de 
industrialización más reciente, donde las tecnologías del carbón tenían una presencia nula o 
escasa, les resulta más fácil incorporan tecnologías de punta en las que el combustible es 
líquido. En estos países menos industrializados el consumo de combustibles fósiles es bastante 
más reducido, está presente en menos sectores productivos y, probablemente, su adopción 
depende de la decisión de un número mucho más reducido de empresas. En ese escenario, que 
es el que predominaba en América Central y el Caribe a principios de siglo, es muy probable 
que la influencia tecnológica norteamericana haya tenido facilidades para inclinar a estos países 
hacia el uso de las tecnologías del petróleo. 
La segunda línea de exploración dice relación con las redes comerciales. En el caso de 
Argentina, probablemente sean los lazos comerciales históricos de este país con Gran Bretaña 
 
26 Grüble introduce una matización interesante a este argumento. sostiene que “es importante reconocer que estos cambios históricos 
no fueron el resultado de la escasez o de señales económicas directas como podrían ser precios. Puesto de manera más simple no 
fue la escasez de carbón lo que llevó a la introducción de petróleo. Estos cambios históricos fueron primero del todo cambios 
tecnológicos particularmente a nivel del uso de la energía”. Grüble (2004) “Transitions in Energy Use”, op cit.,pág. 170. 
27 Al respecto véase Pratt, J. (1983), “El ascenso del petróleo…”, op cit. 
28 Entendemos la industrialización en un sentido amplio, esto es, no sólo como el desarrollo del sector manufacturero, des transporte 
y los servicios urbanos, sino como la transformación del sector primario con la introducción de maquinaria y formas modernas de 
energía. 
 
24 
los que le mantienen durante un buen tiempo como un gran consumidor de combustible 
británico: carbón. En el caso de los países centroamericanos y caribeños no cabe duda que la 
proximidad geográfica, los lazos comerciales y la presencia de empresas norteamericanas 
grandes consumidoras de combustible, como la United Fruit, propiciaron la rápida adopción de 
petróleo. 
Otro elemento a considerar es la dotación de factores. La inercia comercial que ataba a 
Argentina con Gran Bretaña obviamente se rompe cuando Argentina empieza a explotar sus 
yacimientos petrolíferos. A partir de allí, el carbón importado irá retrocediendo 
irremediablemente. En el caso de Chile la situación de partida es similar a la de Argentina, pero 
la trayectoria de la transición es completamente diferente por su propia dotación de recursos 
(carbón). Chile arranca un proceso de industrialización relativamente temprano alimentado 
primero con carbón importado y luego con carbón nacional. Probablemente, lo que provoca el 
retraso en el abandono del carbón, y también explica esos extraños ciclos de recuperación que 
se producen a lo largo del proceso, son las sucesivas políticas de fomento de la industria 
nacional que obligan a buena parte de los consumidores a preferir el carbón nacional frente al 
petróleo (importado). 
Otro factor que modela los procesos de transición energética en Latinoamérica es la 
coyuntura internacional. No es casualidad que Costa Rica haya saltado del carbón al petróleo 
entre 1914 y 1919. Evidentemente, las restricciones a la exportación sufridas durante la primera 
guerra mundial por parte de los proveedores europeos de carbón fueron aprovechadas por las 
empresas petroleras norteamericanas para abastecer a un país hambriento de combustible. Con 
toda probabilidad ocurrió lo mismo en Cuba y República Dominicana, y en cierta medida 
también en Argentina y Uruguay. 
 
 
9. Conclusión 
Creemos haber demostrado que el modelo de transición energética de EE.UU. y de 
Europa occidental no puede ser considerado como el paradigma de la transición energética 
fósil, sino más bien, como una de las versiones posibles de la transición energética fósil, 
especialmente lenta y relativamente retrasada. 
También parece claro que la sucesión de las fuentes de energía no responde a una ley 
universal del progreso o del cambio técnico, sino que es el resultado de un conjunto de 
determinantes históricas, entre las que destacan las condiciones estructurales de cada país 
(ubicación geográfica, dotación de recursos, estructura económica, dependencia tecnológica, 
marco institucional, etc.) y las coyunturas y evolución a largo plazo del mercado internacional 
de la energía y los combustibles. De acuerdo a la combinación de todos estos factores, cada 
país describe históricamente una trayectoria energética particular. 
Evidentemente, la explicación de porqué los países de América Latina y El Caribe 
hicieron su transición tan rápido y tan temprano debe buscarse caso a caso, y aceptando de 
 
25 
antemano que no habrá una sola relación causal. En este punto se abren unas posibilidades de 
investigación riquísimas y fascinantes. 
 
 
10. Referencias Bibliográficas 
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26 
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Government Printing Office (Washington 1931). 
 
 
 
 
27 
Apéndice. Cuadro 2 
Consumo aparente de energía fósil año 1925, varias fuentes 
 
Prebisch 1949 CEPAL 1956 Darmstadter et al 1971 Rubio y Folchi (2005) 
 Según país importador Según país exportador 
 Total Petróleo Carbón Total Petróleo Carbón Total Petróleo Carbón Total Petróleo

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