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PERSPECTIVAS,	CONSIDERACIONES,	AVANCES	Y	METODOLOGÍAS	PARA	LA	
APLICACIÓN	DE	LA	TERAPIA	GÉNICA	EN	EL	TRATAMIENTO	DE	PACIENTES	CON	
ENFERMEDADES	MONOGÉNICAS	HEREDABLES	Y	ADQUIRIDAS	EN	COLOMBIA	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
MARIANA	ARANGO	SAAVEDRA	
	
	
	
	
	
	
Trabajo	de	grado	
Microbiología	
	
	
	
	
	
	
	
	
Dirigido	por:	Maria	Claudia	Lattig	
																																Zayra	Viviana	Garavito	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
UNIVERSIDAD	DE	LOS	ANDES	
FACULTAD	DE	CIENCIAS	
BOGOTÁ,	D.C	
2016	
	 2	
	
ÍNDICE	
	
Resumen	
1. Introducción	………………………………………………………………………………………………..4	
2. Historia	y	desarrollo	de	la	terapia	génica……………………………………………………....6	
3. Metodologías	para	abordar	la	terapia	génica……………………………………………….11	
a. Vectores	virales……………………………………………………………………………….12	
i. Adenovirus………………………………...…………………………………………12	
ii. Retrovirus………………………...…………………………………………………..14	
b. Vectores	no	virales…………………………………………………………………………..15	
4. Enfermedades	con	impacto	positivo	para	la	terapia	génica…………………………..18	
a. VIH………………………………………………………………………………………………….18	
b. Parkinson………………………………………………………………………………………..20	
c. Cáncer……………………………………………………………………………………………..22	
d. Inmunodeficiencia	combinada	grave………………………………………………...24	
5. Implicaciones	éticas	y	legislación	:	Ejemplos	del	mundo	y	Colombia……………..27	
6. Terapia	génica	en	Colombia	……………………………………………………………………….31	
7. Conclusiones………………………………………………………………………………………………32	
8. Bibliografía………………………………………………………………………………………………...34	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	 3	
PERSPECTIVAS,	CONSIDERACIONES,	AVANCES	Y	METODOLOGÍAS	PARA	LA	
APLICACIÓN	DE	LA	TERAPIA	GÉNICA	EN	EL	TRATAMIENTO	DE	PACIENTES	CON	
ENFERMEDADES	MONOGÉNICAS	HEREDABLES	Y	ADQUIRIDAS	EN	COLOMBIA	
	
	
	
Resumen	
	
La	 terapia	 génica	 se	 define	 como	 la	 metodología	 por	 la	 cual	 se	 inserta	 material	
genético	 exógeno	 con	 el	 objetivo	 de	 corregir	 disfuncionalidades	 de	 pacientes	 con	
patologías	 	 resultantes	 de	 la	 ausencia	 o	 defecto	 de	 una	 proteína	 en	 particular.	 Ésta	
terapia	 se	 ha	 ido	 desarrollando	 durante	 aproximadamente	 20	 años	 enfocada	 en	 el	
tratamiento	de	enfermedades	monogénicas	heredables,	cánceres	y	VIH.	El	desarrollo	
ha	 sido	 incentivado	 por	 los	 grandes	 beneficios	 clínicos	 que	 se	 han	 evidenciado	
experimentalmente	 en	 el	 tratamiento	 de	 pacientes	 con	 enfermedades	 como	 el	
síndrome	 de	 Lesch-Nyhan,	 la	 inmunodeficiencia	 combinada	 grave	 (IDCG),	 fibrosis	
quística,	 ataxia,	 entre	 otros.	 Productos	 terapéuticos	 como	 Glybera	 y	 StarGen,	
desarrollados	a	partir	de	investigaciones	en	terapia	génica,	se	encuentran	actualmente	
en	 el	 mercado.	 Así	 mismo,	 se	 espera	 la	 introducción	 de	 éstas	 terapias	 en	 los	
procedimientos	estándar	para	el	tratamiento	de	la	deficiencia	de	lipoproteína	lipasa	y	
la	enfermedad	de	Stargardt	respectivamente.	Actualmente	se	han	descrito	más	de	500	
protocolos	 con	 el	 uso	 de	 vectores,	 siendo	 los	 retrovirus	 y	 los	 adenovirus	 los	 más	
utilizados.	Con	éstos	 se	han	 realizado	 intervenciones	en	cerca	de	3500	pacientes	en	
todo	el	mundo	con	enfermedades	tanto	hereditarias	como	oncológicas	esporádicas.	A	
pesar	 de	 los	 resultados	 alentadores,	 los	 costos	 económicos	 de	 producción	 y	
comercialización	hacen	de	la	terapia	génica	un	producto	poco	asequible.	En	Colombia,	
la	 investigación	en	esta	materia	se	encuentra	retrasada	debido	a	 los	altos	precios	de	
los	materiales	y	equipos	necesarios	para	su	desarrollo.	A	pesar	de	esto,	el	Instituto	de	
Errores	Innatos	del	Metabolismo	de	 la	Pontificia	Universidad	Javeriana	ha	efectuado	
ensayos	 de	 terapia	 génica	 con	 vectores	 derivados	 de	 virus	 adeno-asociados	 (AVV)	
para	 el	 tratamiento	 del	 síndrome	 de	 Morquio.	 Por	 otro	 lado,	 la	 Universidad	 de	
Antioquia	 se	 encuentra	 evaluando	 la	 terapia	 génica	 para	 el	 tratamiento	 de	 atrofia	
muscular	 espinal	 en	 modelos	 murinos.	 En	 esta	 revisión	 se	 abarcan	 los	 avances	
conceptuales	 y	 técnicos	 realizados	 hasta	 el	 momento	 en	 terapia	 génica	 en	 células	
somáticas,	 así	 como	 las	 consideraciones	 éticas	 y	 limitaciones.	 El	 progreso	 y	 la	
implementación	de	ésta	nueva	metodología	en	Colombia	permitirá	enfrentar	algunos	
problemas	de	salud	que	ponen	en	riesgo	la	vida	de	muchos	ciudadanos.	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	 4	
1.	INTRODUCCIÓN	
	
Después	de	tres	décadas	de	investigación	en	terapia	génica	se	ha	visto	una	aplicación	
próspera	 de	 éste	 tratamiento	 enfocada	 en	 enfermedades	 raras	 y	 heredables.	 Los	
primeros	 ensayos	 en	 terapia	 génica	 se	 realizaron	 en	 los	 años	 80	 basados	
exclusivamente	 en	 aproximaciones	 ex	 vivo.	 En	 estas	 pruebas	 las	 células	 madre	
autólogas	de	 los	pacientes	eran	extraídas	y	modificadas	genéticamente,	y	 luego	eran	
introducidas	en	procedimientos	clínicos	a	manera	de	trasplante	(Wilson,	2013).		Hoy	
en	 día,	 este	 tipo	 de	 terapia	 ha	 resultado	 efectiva	 en	 el	 tratamiento	 de	 una	 gran	
variedad	 de	 enfermedades,	 entre	 las	 que	 se	 destaca	 la	 inmunodeficiencia	 severa	
combinada.	En	esta	enfermedad,	las	células	madre	de		la	médula	ósea	son	el	objetivo	
para	las	modificaciones	genéticas.	Dichas	alteraciones	se	realizan	mediante	el	uso	de	
vectores	virales,	principalmente	retrovirus.	No	obstante,	existen	otras	aproximaciones	
para	la	terapia	génica	un	poco	más	versátiles.	Entre	éstas	se	encuentra	la	inoculación	
directa	del	gen	a	reparar	o	faltante	por	métodos	in	vivo.	Aquí,	el	vector	debe	dirigirse	
de	forma	específica	a	una	población	de	células	determinada	y	debe	introducir	el	gen	
de	interés	en	el	núcleo	de	las	células	(Wilson,	2013).		
	
Durante	los	últimos	años	se	ha	visto	una	creciente	preferencia	por	el	uso	de	la	terapia	
génica	in	vivo	usando	como	vectores	los	virus	adeno-asociados	(AAV).	Investigaciones	
con	 éstos	 vectores	 han	 logrado	 demostrar	 que	 la	 inserción	 de	 genes	 es	 posible	
realizarla	 de	 manera	 satisfactoria	 en	 una	 gran	 variedad	 de	 poblaciones	 celulares,	
tejidos	 y	 órganos.	 Entre	 las	 poblaciones	 celulares	 con	 mejores	 resultados	 se	
encuentran	aquellas	del	sistema	nerviosos	central,	hígado,	músculo	y	retina	(Wilson,	
2013).	 Siguiendo	 la	 misma	 línea	 de	 investigación,	 ensayos	 en	 modelos	 animales	
murinos	 con	 ceguera	 congénita	 han	 evidenciado	 una	 mejora	 en	 la	 agudeza	 visual	
después	 de	 la	 terapia	 con	 AAV	 (Wan	 et	 al.,	 2016).	 Así	 mismo,	 ensayos	 clínicos	
consiguieron	revertir	parcialmente	defectos	en	coagulación	en	pacientes	que	padecían	
hemofilia	B	(Chir	et	al.,	2012).	Los	ensayos	clínicos	y	pre-clínicos	que	se	han	venido	
desarrollando	para	el	tratamiento	de	hemofilia	B,	demuestran	un	beneficio	clínico	de	
una	 duración	 de	 hasta	 diez	 años	 con	 una	 sola	 inyección	 del	 vector	 (Buchlis	 et	 al.,	
2012).	
	
Todos	 estos	 avances	 y	 pruebas	 clínicas	 han	 permitido	 desarrollar	 productos	 de	 la	
terapia	génica	para	su	disposición	mundial.	Tal	es	el	caso	de	la	compañía	UniQure	de	
Holanda,	 la	 cual	 recibió	 por	 primera	 vez	 en	 la	 historia	 autorización	 de	 la	 Agencia	
Europea	 de	 Medicamentos	 (EMA)	 para	 la	 comercialización	 de	 Glybera	 en	 2012.	
Glybera	 (alopene	 tiparvovec)	 es	 un	 producto	 de	 terapia	 génica	 basado	 en	 AAV	 y	
diseñado	 para	 el	 tratamiento	 de	 personas	 con	 hipertrigliceridemia	 causada	 por	 la	
deficiencia	 de	 la	 proteína	 lipasa	 (Bryant	 et	 al.,	 2013).	 Aún	 falta	 la	 aprobación	 de	 la	
Administración	 de	 Alimentos	 y	 Medicamentos	 (FDA)	 para	 que	 Glybera	 pueda	 ser	
distribuido	 en	 Estados	 Unidos.	 Esto	 se	 debe	 principalmente	 a	 que	 no	 se	 ha	 podido	
establecer	 un	 precio	 justo	 que	 satisfaga	 tanto	 a	 los	 pacientes	 como	 	 a	 la	 compañía,	
pues	los	gastos	de	crear	el	producto	son	muy	elevados	dada	la	tecnología.	
	
	 5	
Cuando	 se	 comenzaron	 los	 estudios	 en	 terapia	 génica,	 se	 pensaba	 que	 las	
enfermedades	 raras	 no	 eran	 buenas	 candidatas	 de	 investigación	 en	 un	 contexto	 de	
negocios.	Esto	se	creía	dado	que	el	porcentajede	la	población	que	las	padece	es	muy	
bajo	 y	 no	 se	 consideraban	 suficiente	 para	 una	 buena	 inversión	 monetaria	 que	
permitiera	 desarrollar	 una	 terapia	 efectiva.	 En	 consecuencia,	muchas	 enfermedades	
fueron	 ignoradas	 hasta	 finales	 de	 los	 años	 80	 cuando	 algunos	 centros	 educativos	
comenzaron	nuevas	investigaciones	(Kesselheim,	2011).	Con	estas	investigaciones	se	
demostró	que	las	enfermedades	huérfanas	podían	proporcionar	un	modelo	de	negocio	
atractivo	para	las	farmacéuticas	debido	a	sus	resultados	prometedores.		
	
Es	 por	 esto	 que	 los	 aspectos	 técnicos	 y	 de	 laboratorio	 representan	 un	 reto	 para	 la	
comercialización	de	los	productos	génicos.	Los	primeros	inconvenientes	provienen	de	
los	 sistemas	 de	 salud,	 los	 cuales	 deben	 incentivar	 a	 que	 se	 realicen	 inversiones	
significativas	 para	 su	 uso	 teniendo	 en	 cuenta	 sus	 beneficios.	 A	 diferencia	 de	 los	
tratamientos	 actuales	 que	 comprenden	 el	 sistema	 de	 salud	 obligatorio,	 la	 terapia	
génica	 requiere	 de	 una	 sola	 administración	 para	 que	 se	 obtengan	 los	 beneficios	
clínicos	y	biológicos	deseados	de	manera	definitiva.	No	obstante,	para	su	adquisición	
el	 principal	 inconveniente	 es	 el	 pago	 de	 elevadas	 sumas	 de	 dinero,	 con	 lo	 cual	 de	
disminuyen	las	probabilidades	de	que	la	población	de	los	países	en	desarrollo	tengan	
acceso	a	la	terapia	génica.	
	
Abordando	 los	 problemas	 de	 costos,	 se	 puede	 fortalecer	 el	 potencial	 de	 esta	 nueva	
tecnología	en	una	gran	cantidad	de	enfermedades	terminales	y	de	difícil	tratamiento.	
Al	 comparar	 los	 gastos	 de	 un	 paciente	 con	 Hemofilia	 B	 que	 recibe	 tratamientos	
rutinarios,	 la	 inversión	 en	 terapia	 génica	 es	 mucho	 menor	 a	 largo	 plazo.	 Los	
tratamientos	 comunes	 para	 la	 Hemofilia	 B	 incluye	 el	 reemplazo	 de	 factores	
recombinantes	 como	 el	 factor	 XI	 cuando	 se	 dan	 episodios	 hemorrágicos.	 Estos	
reemplazos	 pueden	 costar	 entre	 doscientos	mil	 y	 trescientos	mil	 dólares,	 lo	 cual	 se	
convierte	 en	 una	 suma	 de	 $4	 a	 6	 millones	 de	 dólares	 si	 el	 tratamiento	 se	 realiza	
durante	30	años	(Soucie	et	al.,	2000).	Por	otro	 lado,	 la	 terapia	génica	 in	vivo	para	el	
tratamiento	 de	 la	 hemofilia	 B	 que	 se	 ha	 ido	 desarrollando	 puede	 llegar	 a	 costar	 1	
millón	de	 dólares.	 A	 pesar	 que	 los	 gastos	 de	 la	 terapia	 génica	 son	más	 reducidos,	 a	
primera	 vista	 la	 cifra	 parece	 desorbitada	 y	 de	 difícil	 desembolso.	 Así,	 en	 términos	
económicos,	la	terapia	génica	puede	llegar	a	afrontar	una	gran	oposición	si	su	precio	
no	es	ajustado	decentemente.				
	
Aunque	los	protocolos	para	el	uso	de	la	terapia	génica	ya	han	sido	estandarizados,	su	
aplicación	y	la	legislación	por	la	cual	se	rigen	es	diferente	para	cada	país.	Actualmente	
Estados	 Unidos	 es	 el	 país	 con	 un	 mayor	 número	 de	 protocolos	 de	 terapia	 génica	
aprobados	y	el	país	con	mayor	investigación	en	el	tema.	En	Latinoamérica	los	avances	
no	han	sido	progresivos	debido	a	 los	costos	de	 los	equipos	y	 la	 falta	de	 financiación	
por	parte	de	los	entes	gubernamentales.	Tal	es	el	caso	colombiano	en	el	que	las	únicas	
instituciones	 educativas	 que	 se	 encuentran	 realizando	 investigaciones	 en	 terapia	
génica	son	el	Instituto	de	Errores	Innatos	del	Metabolismo	de	la	Pontificia	Universidad	
Javeriana	y	la	Universidad	de	Antioquía.		
	
	 6	
2.	HISTORIA	Y	DESARROLLO	DE	LA	TERAPIA	GÉNICA	
	
La	 terapia	 génica	 es	 una	 técnica	molecular	 en	 la	 que	 se	 hace	 uso	 de	 la	 información	
génica	 para	 tratar	 o	 prevenir	 enfermedades	 a	 nivel	 molecular.	 	 La	 Asociación	 de	
Medicina	 Europea	 (EMA)	 lo	 define	 como	 un	 producto	 medicinal	 que	 contiene	 una	
sustancia	activa	en	forma	de	ácidos	nucleicos	recombinantes,	la	cual	es	administrada	
directamente	o	a	través	de	virus	o	microorganismos	modificados	a	seres	humanos	con	
el	objetivo	de	reparar,	reemplazar,	regular,	adicionar	o	eliminar	secuencias	específicas	
del	 genoma.	De	 esta	 forma,	 la	 terapia	 génica	 se	 clasifica	 en	dos	 grandes	 subgrupos:	
terapia	 génica	 en	 células	 germinales	 y	 terapia	 génica	 somática.	 La	 primera	 hace	
referencia	 a	 que	 las	modificaciones	 realizadas	 en	 el	 individuo	 con	 el	 fin	 de	 corregir	
anomalías	 serán	heredadas	por	 sus	 futuras	 generaciones,	mientras	que	en	 la	última	
los	elementos	génicos	insertados	son	específicos	y	dirigidos	a	células	particulares,	por	
lo	que	los	cambios	no	afectan	la	descendencia.	
	
Para	entender	el	surgimiento	de	 la	 terapia	génica	es	necesario	recordar	 los	estudios	
sobre	neumonía	realizados	en	ratones	por	el	bacteriólogo	británico	Frederick	Griffith	
en	1928.	En	estos	estudios,	Griffith	describió	el	 cambio	de	una	cepa	no	virulenta	de	
Streptococcus	 pneumoniae	 a	 una	 cepa	 virulenta,	 lo	 que	 se	 denominó	 principio	 de	
transformación	 (Griffith,	 1928).	 En	 el	 momento	 se	 creía	 que	 la	 causa	 de	 la	
transformación	 en	 las	 bacterias	 era	 su	 extracto	 celular,	 a	 partir	 del	 cual	 se	
continuaron	con	numerosas	investigaciones.	En	1944	se	llevó	a	cabo	la	purificación	de	
dicha	 sustancia	 y	 se	 demostró	 que	 el	 principio	 de	 transformación	 descrito	
anteriormente	 era	 causado	 por	 el	 ADN	 (Avery,	Macleod,	 &	McCarty,	 1944).	 Con	 los	
resultados	 de	 Avery	 et	 al.	 (1994),	 se	 sugirió	 que	 el	 ADN	 era	 una	 molécula	 con	
especificidad	biológica	que	contenía	la	información	genética	de	los	organismos.	Años	
más	 adelante,	 el	 genetista	 Joshua	 Lederberg	 detalló	 dos	mecanismos	 adicionales	 de	
transferencia	de	información	genética	entre	bacterias.	El	primer	mecanismo	consistía	
en	 la	 inserción	 de	 material	 genético	 exógeno	 al	 interior	 de	 las	 bacterias.	 Una	 vez	
adentro	 de	 la	 célula,	 el	 ADN	 exógeno	 podía	 intercambiar	 segmentos	 con	 el	 ADN	
cromosómico	 de	 la	 bacteria	 receptora,	 lo	 cual	 se	 denominó	 el	 principio	 de	
transformación.	 Por	 otra	 parte,	 el	 segundo	 mecanismo	 descrito	 consistía	 en	 la	
transferencia	de	material	genético	hereditario	mediante	el	contacto	entre	dos	células	
bacterianas.	Este	contacto	permitía	la	formación	de	un	tubo	de	conjugación	por	el	cual	
las	 bacterias	 podían	 intercambiar	 fragmentos	 de	 ADN.	 Este	 segundo	mecanismo	 se	
denominó	el	principio	de	conjugación.	Por	último,	el	tercer	mecanismo	consistía	en	el	
transporte	 de	 material	 genético	 mediado	 por	 un	 bacteriófagos,	 lo	 cual	 se	 designó	
como	 el	 principio	 de	 transducción	 (Tatum	&	Lederberg,	 1947;	 Zinder	&	 Ledenberg,	
1952).	 Los	 descubrimientos	 de	 éstos	 mecanismos	 fueron	 esenciales	 para	 el	
entendimiento	de	 la	 adquisición	de	 resistencia	 a	 antibióticos	por	parte	de	una	 gran	
variedad	de	bacterias	patógenas	presentes	en	los	hospitales.		
	
En	1962	Waclaw	Szybalski	publicó	el	primer	trabajo	documentado	de	transformación	
genética	 de	 células	 humanas	 en	 donde	 se	 corregía	 un	 defecto	 metabólico.	 Waclaw	
investigó	acerca	de	 los	mecanismos	moleculares	 involucrados	en	 la	 transferencia	de	
ADN	usando	células	humanas	de	la	médula	ósea.	Szybalski	utilizó	dos	tipos	de	células:	
	 7	
unas	 que	 poseían	 la	 capacidad	 de	 sintetizar	 la	 enzima	 soluble	 Hipoxantina-guanina	
fosforribosiltransferasa	(HGRPT+)	y	 las	otras	carecían	de	dicha	capacidad	 	(HGRPT-).	
Esta	 enzima	 sintetiza	 purinas	 de	 novo	 a	 partir	 de	 ADN	 degradado	 en	 las	 células.	
Cuando	 se	 bloquea	 la	 síntesis	 de	 purinas,	 la	 enzima	 HGPRT	 continúa	 sintetizando	
purinas	 mediante	 una	 vía	 alterna.	 Para	 esto,	 la	 enzima	 cataliza	 la	 conversión	 de	
guanina	a	guanosina	y	de	hipoxantina	a	ácido	inosínico.		De	esta	forma,	Szybalski	usó	
cultivos	 celulares	 de	 médula	 ósea	 humana	 (variante	 D98)	 con	 el	 medio	 HAT	 que	
contenía	aminopterina,	hypoxantina	y	timidina.	La	aminopterina	es	una	sustancia	que	
evita	 la	síntesis	de	novo	de	purinas	inhibiendo	el	dihidrofolato	reductasa	(DHFR).	El	
DHFR	es	necesario	para	 la	proliferación	 celular	debido	a	que	 las	 células	 loemplean	
para	sintetizar	ácidos	nucleicos.	La	células	 incapaces	de	utilizar	DHRF	en	los	medios	
HAT	debían	recurrir	a	la	vía	alterna	de	la	enzima	HGRPT,	la	cual	utiliza	como	fuente	de	
purinas	la	timidina	presente	en	el	medio	HAT.	Por	esta	razón,	las	células	carentes	de	la	
enzima	 HGRPT	 morían	 en	 dichos	 cultivos	 al	 ser	 incapaces	 de	 sintetizar	 ADN.	
Consecuentemente,	 las	 células	HGRPT+	 eran	 las	 únicas	 sobrevivientes	 debido	 a	 que	
utilizaban	 la	 hipoxantina	 de	 la	 timidina.	 Una	 vez	 finalizada	 esta	 primera	 etapa	 del	
experimento,	 Szybalski	 aisló	 el	 ADN	 de	 las	 células	 HGRPT+	 en	 buffer	 de	 fosfatasa	
alcalina	 y	 lo	 usó	 para	 transformar	 a	 las	 células	 HGRPT-.	 Después	 de	 realizar	 dicha	
transformación,	 las	células	HGRPT-	eran	capaces	de	 formar	colonias	y	de	 incorporar	
ADN	 de	 células	 donantes	 en	 sus	 propios	 genomas.	 Adicionalmente,	 estas	 células	
pasaban	el	ADN	incorporado	a	células	hijas	en	división.	Así,	las	células	transformadas	
podían	 sobrevivir	 y	 reproducirse	 en	 los	medios	HAT.	 Con	 esto	 se	 demostró	 que	 los	
defectos	 genéticos	 en	 los	 organismos	 pueden	 ser	 resueltos	 con	 la	 transferencia	 de	
ADN	funcional	proveniente	de	células	sanas	y	que	además	éstos	pueden	ser	heredados	
(Szybalska	 &	 Szybalski,	 1962).	 Este	 estudio	 motivo	 el	 desarrollo	 de	 futuros	
experimentos	 que	 tenían	 como	 objetivo	 identificar	 líneas	 celulares	 estables	 y	
desarrollar	 métodos	 cuantitativos	 para	 el	 estudio	 de	 mutaciones	 haciendo	 uso	 del	
medio	selectivo	HAT	(Bigda	&	Kosza,	2013).	
	
Simultáneamente,	en	1961	se	realizaron	estudios	en	donde	se	demostraba	que	células	
de	pollo	infectadas	con	el	virus	del	sarcoma	de	Rous	(RSV),	perteneciente	a	la	familia	
de	 los	 retrovirus,	 transferían	 mutaciones	 específicas	 del	 virus	 a	 sus	 células	 hijas	
mediante	el	flujo	de	información	de	ARN	a	ADN	y	de	la	inserción	del	material	genético	
foráneo	 en	 los	 cromosomas	 (Sambrook,	 Westphal,	 Srinivasan,	 &	 Dulbecco,	 1968;	
Temin,	 1961).	 Este	 conocimiento	 de	 la	 transferencia	 de	 genes	 ocurrida	 en	 pollo	 a	
través	de	 las	características	 intrínsecas	de	 los	virus,	 fue	 fundamental	para	su	 futuro	
uso	 tanto	 en	 microorganismos	 como	 en	 organismos	 eucariotas.	 Fue	 así	 como	 en	
primera	 instancia	 surgió	 la	 terapia	 genética	partiendo	de	 la	 idea	de	usar	 virus	para	
transformar	 exitosamente	 células	 de	 pacientes	 que	 padecían	 de	 enfermedades	
genéticas.	 	 No	 obstante,	 en	 esta	 época	 no	 se	 habían	 desarrollado	 las	 tecnologías	
necesarias	de	recombinación	de	ADN	que	permitieran	eliminar	los	genes	patológicos	
de	los	virus	para	luego	insertar	los	genes	terapéuticos	de	interés	en	las	personas.		
	
Un	 par	 de	 años	 más	 tarde,	 se	 realizó	 el	 primer	 ensayo	 de	 terapia	 génica	 en	 dos	
mujeres	 con	 trastornos	 del	 ciclo	 de	 la	 urea.	 En	 este	 caso	 se	 empleó	 el	 virus	 del	
papiloma	 de	 conejo	 (CRPV)	 y	 se	 intentó	 introducir	 el	 gen	 de	 la	 arginasa	 en	 las	
	 8	
pacientes.	Los	resultados	de	este	primer	ensayo	fueron	desalentadores	debido	a	que	
los	 niveles	 de	 arginasa	 no	 cambiaron	 en	 las	 pacientes.	 Los	 científicos	 creían	 que	 el	
virus	 poseía	 el	 gen	 y	 que	 al	 inocular	 cutáneamente	 a	 las	 pacientes	 el	 gen	 se	
transferiría.	 No	 obstante,	 estudios	 posteriores	 evidenciaron	 que	 el	 virus	 CRPV	 no	
posee	genes	codificantes	para	arginasa		(Terheggen,	Lowenthal,	Lavinha,	Colombo,	&	
Rogers,	 1975).	 Continuando	 con	 experimentación	 con	ADN	 recombinante	 en	 células	
de	 mamíferos,	 se	 demostró	 la	 capacidad	 de	 ratones	 de	 repoblar	 parcialmente	 su	
médula	 ósea	 a	 partir	 de	 células	 provenientes	 de	 otro	 individuo	 (Mercola,	 Bar-eli,	
Stang,	 Slamon,	 &	 Cline,	 1982).	 En	 1988	 se	 aprobó	 de	 manera	 oficial	 el	 primer	
protocolo	RAC	(por	sus	siglas	en	inglés,	Recombinant	DNA	Advisory	Committee)	para	
introducir	genes	en	humanos.	A	pesar	de	que	no	se	describía	el	uso	de	una	terapia	en	
especial,	se	hacia	énfasis	en	la	 importancia	y	el	poder	de	la	terapia	génica	utilizando	
virus.	
	
En	 1990	 se	 experimentó	 con	 pacientes	 que	 sufrían	 de	 beta-talasemia.	 Esta	
enfermedad	 se	 caracteriza	 por	 la	 producción	 defectuosa	 de	 la	 subunidad	 beta	
globulina	 en	 la	 hemoglobina,	 lo	 que	 desencadena	 la	 destrucción	 de	 glóbulos	 rojos	
causando	anemia.	 Células	de	 la	médula	ósea	 fueron	 transfectadas	 con	ADN	humano	
recombinante	 y	 un	 marcador	 selectivo,	 para	 luego	 tratar	 a	 dos	 pacientes	 con	 la	
patología	 mencionada	 sin	 que	 estos	 obtuvieran	 una	 mejoría	 significativa.	
Desafortunadamente,	el	estudio	no	se	realizó	con	 la	reglamentación	necesaria	ni	 fue	
considerado	oficial,	razón	por	la	cual	obtuvo	numerosas	críticas	(Mercola	et	al.,	1982).	
El	 14	 de	 Septiembre	 de	 1990	 se	 realizó	 el	 primer	 ensayo	 con	 genes	 terapéuticos	
acreditado	por	la	FDA	en	dos	niños	que	padecían	de	déficit	de	adenosina	desaminasa	
(ADA).	 Este	 déficit	 produce	 un	 tipo	 de	 inmunodeficiencia	 severa.	 Para	 el	
procedimiento	 que	 duró	 4	 años,	 se	 extrajeron	 leucocitos	 de	 los	 pacientes	 y	 fueron	
tratados	 ex	 vivo	 para	 que	 expresaran	 los	 genes	 necesarios	 para	 la	 síntesis	 de	 la	
adenosina	 desaminasa.	 Los	 resultados	 no	 fueron	 satisfactorios.	 Uno	 de	 los	 niños	
mostró	una	respuesta	temporal	mientras	que	en	el	otro	no	se	evidenció	ningún	efecto	
(Blaese	 et	 al.,	 1995).	 A	 partir	 de	 esta	 primera	 aproximación	 a	 la	 terapia	 génica,	 se	
realizaron	 diversos	 ensayos	 concernientes	 a	 transferencias	 génicas	 en	 humanos	 en	
Europa	para	diversas	 enfermedades.	 	Un	ejemplo	 claro	 es	 la	primera	 terapia	 génica	
realizada	 en	 Escandinavia	 en	 1995,	 el	 cual	 mostró	 el	 primer	 resultado	 claro	 de	 la	
eficiencia	de	 la	 terapia	génica	 in	vivo	en	el	 cerebro	humano	 (Bordignon	et	al.,	 1995;	
Puumalainen,	Vapalahti,	L,	Kossila,	&	Al,	1998).	
	
Los	 estudios	 realizados	 hasta	 el	 momento	 motivaron	 al	 uso	 masivo	 de	 la	 terapia	
génica	hasta	que	en	1999	el	paciente	Jesse	Gelsinger	de	18	años	murió	en	una	terapia	
ejecutada	 en	 la	 clínica	 de	 la	 Universidad	 de	 Pensilvania	 en	 Filadelfia.	 La	 terapia	
realizada	 pretendía	 introducir	 el	 gen	 que	 codifica	 para	 la	 enzima	 ornitina	
transcarbamilasa	 mediante	 un	 vector	 viral	 perteneciente	 a	 la	 familia	 de	 los	
adenovirus.	El	paciente	 sufría	de	deficiencia	de	dicha	enzima	haciéndolo	 incapaz	de	
metabolizar	 el	 amonio.	 Se	 creía	 que	 el	 tratamiento	 funcionaría	 debido	 a	 que	 el	
individuo	no	había	heredado	la	mutación	si	no	que	ésta	se	había	producido	de	manera	
espontánea.	 No	 obstante,	 Gelsinger	 fue	 administrado	 con	 una	 dosis	 muy	 alta	 del	
adenovirus,	 lo	 cual	 desencadenó	 una	 respuesta	 inmune	 acelerada	 causándole	 la	
	 9	
muerte	4	días	después	de	la	terapia	debido	al	colapso	que	se	produjo	en	sus	órganos	
(Stolberg,	1999).	Después	de	la	muerte	de	Gelsinger,	la	FDA	convocó	una	investigación	
de	4	días.	Allí	 se	presentaron	 informes	detallados	 concernientes	a	 la	 conducta	de	 la	
investigación	 realizada	 y	 acerca	 de	 la	 seguridad	 del	 uso	 del	 vector	 adenoviral	 en	
terapia	génica.	A	partir	de	estos	informes	se	establecieron	nuevas	políticas	de	bioética	
y	 normas	 para	 informar	 al	 paciente	 o	 voluntario	 acerca	 de	 los	 riesgos	 y	 beneficios.	
Adicionalmente,	 se	 precisaron	 rigurosos	 procedimientos	 que	 los	 científicos	 debían	
seguir	al	realizar	los	ensayos	clínicos.		
	
El	controvertido	caso	de	Gelsinger	y	 la	 terapia	génica	sirvió	para	 introducir	mejoras	
en	 los	 procedimientos,	 en	 la	 creación	 de	 los	 vectores	 y	 en	 el	 aseguramiento	 de	 la	
calidad	de	la	terapia.	Con	esto	se	logró	disminuir	la	ocurrencia	de	ensayos	precoces	en	
humanos	que	pudieran	poner	en	peligro	 la	salud	de	 los	pacientes.	A	partir	de	ahí,	 la	
terapia	 génica	 ha	 sido	 usada	 ampliamente	 en	 leucemia,	 cáncer	 de	 seno,	 cáncer	 de	
ovarios,	 cáncer	 de	 próstatay	 cáncer	 de	 nasofaringe.	 En	 total,	 los	 cánceres		
mencionados	 representan	 el	 60%	 de	 las	 terapias	 génicas	 ejecutadas	 seguido	 por	
enfermedades	 cardiovasculares	 y	 monogénicas	 (Kay,	 2011).	 Actualmente,	 más	 de	
2000	 ensayos	 clínicos	 de	 las	 terapias	 se	 han	 realizado	 exitosamente	 a	 través	 de	
vectores	virales	pertenecientes	a	las	familias	de	adenovirus	y	retrovirus.	También	se	
han	realizado	terapias	con	el	uso	de	plásmidos,	los	cuales	son	los	vectores	no	virales	
de	transferencia	génica	más	comunes.		No	obstante,	la	terapia	génica	no	se	encuentra	
aún	consentida	de	manera	global	ya	que	muchos	países	la	consideran	inadecuada.	La	
falta	 de	 conocimiento	 acerca	 de	 los	 beneficios	 frente	 a	 los	 riesgos	 ha	 hecho	 que	 la	
población	se	sienta	vulnerable	ante	la	posibilidad	de	la	implementación	de	la	terapia	
génica.	 Por	 ellos	 es	 importante	 resaltar	 los	 avances	 en	 las	 diferentes	 técnicas	
moleculares	que	posibilitan	la	implementación	de	la	terapia	génica	en	la	actualidad	sin	
dejar	a	un	lado	los	beneficios	y	los	riesgos	reales.	 	Así,	con	esta	revisión	se	pretende	
informar	 a	 la	 comunidad	 acerca	 de	 estos	 aspectos	 teniendo	 en	 cuenta	 bases	
científicas,	 con	 las	 cuales	 se	 ha	 logrado	que	 los	 beneficios	 superen	 los	 riesgos	de	 la	
terapia	de	manera	contundente.		
	
China	 fue	 el	 primer	 país	 en	 legalizar	 el	 uso	 de	 la	 terapia	 génica	 sobre	 células	
cancerígenas	en	hospitales	con	Gendicine.	Este	producto	es	un	virus	no	replicativo	que	
contiene	el	gen	humano	p53	en	lugar	del	gen	viral	E1	y	se	encuentra	patentado	por	el	
laboratorio	Shenzhen	SiBiono	GeneTech	Co.	Ltd.	La	autorización	formalizada	en	2004	
para	el	uso	del	Gendicine	generó	grandes	debates.	Esto	debido	a	que	el	gobierno	chino	
tomó	la	decisión	sin	información	acerca	de	la	tercera	fase	de	los	ensayos	clínicos	con	
el	virus,	con	lo	que	se	ponía	en	duda	la	eficiencia	de	las	terapias	(Döring,	2003).	Pese	a	
las	criticas,	dos	años	después	el	SFDA	(por	sus	siglas	en	 inglés,	State	Food	and	Drug	
Administration)	 de	 China	 autorizó	 Oncorine®,	 el	 segundo	 producto	 para	 uso	 en	
terapia	génica.		
	
A	diferencia	de	Gendicine,	Oncorine®	es	un	adenovirus	condicionalmente	replicativo	
desarrollado	 por	 Sunway	 Biotech	 Co.	 Los	 adenovirus	 silvestres	 contienen	 una	
proteína	 E1A	 y	 una	 región	 E1B	 que	 codifica	 para	 la	 proteína	 EB155K.	 La	 proteína	
EB155K	se	une	a	p53	y	lo	inactiva	mientras	que	E1A	induce	la	apoptosis	dependiente	
	 10	
de	 p53,	 permitiendo	 así	 la	 replicación	 del	 virus	 dentro	 de	 las	 células.	 Teniendo	 en	
cuenta	esto,	los	adenovirus	utilizados	en	Oncorine®	carecen	de	EB155K.	Esto	lleva	a	
la	inactivación	de	p53	e	induce	la	desactivación	de	la	vía	apoptótica	en	las	células	del	
huésped	que	pasan	a	la	fase	S	en	el	ciclo	lítico	del	virus.	Así,	en	ausencia	de		EB155K		
(Imagen	 1)	 el	 virus	 es	 incapaz	 de	 replicarse	 en	 células	 normales	 mientras	 que	 en	
células	 cancerígenas	 que	 se	 caracterizan	 por	 la	 ausencia	 de	 p53	 funcional,	 el	 virus	
prolifera	 de	manera	 exitosa.	 Esto	 permite	 que	 en	 las	 células	 malignas	 se	 produzca	
oncolisis	 	y	el	 cáncer	pueda	ser	 tratado.	Oncorine®	esta	pensado	para	ser	usado	en	
conjunto	con	la	quimioterapia	en	cáncer	de	nasofaringe,	cáncer	pulmonar,	cáncer	de	
hígado	y	cáncer	de	páncreas.		(Bischoff	et	al.,	1996;	Ma	et	al.,	2008).		
	
Imagen	1.	Esquema	estructural	en	donde	se	muestran	las	diferencias	entre	un	
adenovirus	silvestre	y	el	vector	adenoviral	usado	en	Oncorine®	((Wirth,	Parker,	&	Ylä-
Herttuala,	2013).	
	
	
En	 2008	 el	 suplemento	 comercial	 Cerepro®	 fue	 el	 primero	 en	 completar	 la	 tercera	
fase	 de	 los	 ensayos	 clínicos	 y	 por	 ende	 el	 primero	 en	 recibir	 una	 certificación	GMP	
(por	 sus	 siglas	 en	 inglés,	 Good	 Manufacturing	 Practices)	 en	 la	 Unión	 Europea	
(Immonen	 et	 al.,	 2004).	 Cerepro®	 se	 componen	 de	 un	 vector	 adenoviral	 inapaz	 de	
replicarse	 y	 que	 contiene	 el	 gen	 que	 codifica	 para	 la	 enzima	 timidina	 quinasa.	
Mediante	 transferencia	 local,	el	vector	Cerepro®	introduce	en	células	específicas	un	
gen	suicida,	es	decir,	un	gen	capaz	de	 inducir	 la	muerte	celular	en	 las	 células	diana.	
Luego,	éste	gen	es	expresado	en	la	célula	modificada	y	al	administrar	una	droga	que	
transforma	el	nucleósido	análogo	a	guanosina	(GCV)	en	GCV	monofosfato,	la	célula	lo	
convierte	en	GCV-difosfato	y	posteriormente	en	GCV-trifosfato.	El	GCV	trifosfatado	es	
un	metabolito	 tóxico	activo	que	 se	dispersa	a	 células	 tumorales	vecinas	e	 induce	 su	
muerte	 celular.	 La	 inyección	 del	 virus	 debe	 realizarse	 de	 manera	 específica	 a	 la	
	 11	
población	de	células	tumorales	para	evitar	daños	a	células	normales	y	se	recomienda	
que	esto	se	realice	en	cirugía	si	se	 trata	de	 tumores	cerebrales.	Los	ensayos	clínicos	
con	Cerepro®	fueron	congruentes	mostrando	una	mejoría	en	los	pacientes	a	los	que	
se	 les	 inoculaba	el	vector	en	las	paredes	de	la	cavidad	tumoral	después	su	resección	
(Sandmair	 et	 al.,	 2000).	 De	 igual	 forma,	 se	 realizaron	 terapias	 génicas	 exitosas	 con	
enfermedades	 en	 donde	 solo	 se	 afecta	 un	 gen.	 Algunos	 ejemplos	 de	 estas	
enfermedades	monogénicas	son	amaurosis	congénita	de	Leber	(LCA),	beta	talasemia	
leve	y	grave,	Inmunodeficiencia	Combinada	Grave	(IDCG),	hemofilia	B	y	Síndrome	de	
Wiskott-Aldrich	(Banerjee	et	al.,	2010;	Blanche	D,	Durandy,	&	Bushman,	2011;	Cassani	
et	al.,	2009;	Jessup	et	al.,	2011;	Maguire	et	al.,	2009).	
	
Para	el	2012	el	EMA	(por	sus	siglas	en	inglés,	European	Mediciines	Agency)	favoreció	
la	terapia	génica	con	Glybera;	producto	viral	comercializada	por	UniQure.	Glybera	es,	
nuevamente,	 un	 adenovirus	 modificado	 genéticamente	 para	 que	 exprese	 la	 enzima	
lipoproteinlipasa	 en	 tejido	 muscular	 con	 el	 objetivo	 de	 someter	 a	 personas	 con	
deficiencia	severa	de	la	proteína	mencionada.	No	obstante,	con	éste	producto	se	han	
realizado	 tres	 intentos	 fallidos	 por	 obtener	 una	 acreditación	 del	 Comité	 de	
Medicamento	de	Uso	Humano	(CMH),	la	cual	es	necesaria	para	su	comercialización	en	
la	Unión	Europea	(Ylä-Herttuala,	2012).	Con	esto	se	evidencia	que	las	terapias	génicas	
emergentes	 no	 sólo	 deben	 satisfacer	 los	 requerimientos	 clínicos	 y	 técnicos,	 sino	
también	los	legales	para	que	se	puedan	emplear	a	gran	escala.		
	
A	lo	largo	de	los	años,	el	uso	de	virus	como	vectores	ha	generado	escepticismo	acerca	
de	 la	 garantía	 en	 la	 terapia	 entre	 la	 comunidad	 puesto	 que	 como	 ya	 se	 explicó,	
estudios	han	demostrado	que	en	los	retrovirus	la	integración	de	los	transgenes	puede	
ocurrir	 en	 sitios	 transcripcionalmente	 activos	 o	 en	 medio	 de	 genes	 regulatorios,	
haciendo	 que	 existan	 probabilidades	 de	 riesgo	 de	 generar	 oncogénesis	 en	 los	
pacientes	que	se	sometan	al	tratamiento	en	cuestión.	A	pesar	del	éxito	en	muchas	de	
las	terapias,		se	han	reportado	derivaciones	negativas	resultante	de	la	introducción	de	
genes,	tales	como	fallos	en	la	inserción	de	los	mismos	en	los	pacientes	o	surgimiento	
de	leucemias	después	de	los	primeros	ensayos	(Cavazzana-Calvo	et	al.,	2010;	Fehse	&	
Roeder,	2008).	Por	esta	razón,	la	inserción	dirigida	de	los	transgenes	es	de	los	temas	
más	 importantes	a	estudiar	a	 la	hora	de	generar	vectores	virales	y	ha	 llevado	a	que	
uno	de	los	métodos	más	eficientes	en	las	terapias	incluyan	ADN	de	doble	cadena	y	que	
los	cortes	de	las	regiones	específicas	del	genoma	se	efectúen	con	dedos	de	zinc	(ZNF),	
con	 meganucleasas	 o	 con	 TALENs	 (Lombardo	 et	 al.,	 2007;	 Mussolino	 &	 Cathomen,	
2012;	Urnov,	Rebar,	Holmes,	Zhang,	&	Gregory,	2010).	
	
Con	respecto	a	los	adenovirus,	éstos	son	considerados	inmunogenos	y	las	terapias	en	
las	que	se	han	administrado	 localmente	en	 tejidos	han	mostrado	resultados	seguros	
(Muona,	 Mäkinen,	 Hedman,	 Manninen,	 &	 Ylä-Herttuala,	 2012).	 Asimismo,	 se	 ha	
evidenciado	 que	 la	 respuesta	 por	 anticuerpos	 ampliamente	 neutralizantes	 en	
consecuencia	a	la	inoculaciónde	los	adenovirus	es	extremadamente	rápida	y	estos	son	
eliminados	adecuadamente	del	cuerpo	(Hedman	et	al.,	2009).		
	
	 12	
Actualmente,	 la	 principal	 limitación	 de	 la	 terapia	 génica	 radica	 en	 que	 su	 uso	 se	
encuentra	 restringido	 a	 enfermedades	 genéticas	 a	 las	 que	 se	 les	 ha	 identificado	 las	
mutaciones	los	genes	específicos	que	causan	la	enfermedad	Hay	que	tener	en	cuenta	
que	 muchas	 enfermedades	 o	 predisposiciones	 a	 desarrollarlas	 no	 tienen	 una	
causalidad	 genética	 directa	 y	 están	 influenciadas	 por	 factores	 ambientales	 o	
epigenéticos.	 Por	 esta	 razón,	 la	 terapia	 celular	 ha	 surgido	 para	 tratar	 dichas	
enfermedades	ya	que	con	esta	metodología	se	sustituye	el	tejido	enfermo	sin	alterar	el	
ADN	del	mismo.	 Una	 segunda	 limitación	 es	 el	 tamaño	 de	 los	 genes	 que	 pueden	 ser	
introducidos	ya	que	si	se	tiene	en	cuenta	que	para	que	el	gen	pueda	ser	introducido	a	
la	 célula	 debe	 contener	 todos	 sus	 exones	 e	 intrones,	 en	 algunos	 casos	 el	 gen	puede	
sobrepasar	la	capacidad	de	almacenamiento	del	virus	que	va	a	ser	usado	como	vector.	
Finalmente	 cabe	 resaltar	 que	 para	 que	 la	 terapia	 resulte	 efectiva,	 no	 solo	 se	 debe	
asegurar	que	el	gen	sea	introducido	adecuadamente	en	el	lugar	adecuado	sino	que	los	
elementos	propios	de	la	regulación	en	la	activación	del	gen	y	su	interacción	con	demás	
moléculas	 celulares	 se	 den	 de	 la	 manera	 correcta.	 Por	 esta	 razón,	 para	 obtener	
resultados	igual	de	fascinantes	a	las	expectativas	las	investigaciones	en	las	causas	de	
las	 enfermedades	 debe	 continuar	 para	 completar	 su	 entendimiento	 y	 comenzar	 a	
realizar	terapias	génicas	para	la	mayoría	de	las	enfermedades	genéticas.	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	 	
	 13	
3.	METODOLOGÍAS	PARA	ABORDAR	LA	TERAPIA	GÉNICA	
	
El	 éxito	 de	 la	 terapia	 génica	 depende	 de	 que	 se	 consideren	 todos	 los	 factores	
secundarios	 que	 podrían	 afectar	 al	 paciente,	 que	 incluyen	 la	 forma	 de	 insertar	 la	
información	 genética,	 las	 respuesta	 inmune	 de	 la	 persona,	 la	 herencia	 de	 la	
enfermedad,	 los	 órganos	 que	 manifiestan	 el	 fenotipo	 anormal	 y	 las	 mutaciones	
implicadas	en	la	enfermedad.	Actualmente	existen	aproximadamente	95	metodologías	
que	abordan	la	transferencia	génica	que	has	sido	avaladas	a	nivel	mundial	para	tratar	
enfermedades	monogénicas.	 De	manera	 general,	 estas	metodologías	 para	 tratar	 los	
trastornos	hereditarios	se	puede	dividir	en	estrategias	ex	vivo	e	in	vivo.		
	
La	 transferencia	de	genes	ex	vivo	 involucra	 la	 fácil	obtención	de	células	corregidas	a	
partir	 de	 la	médula	 ósea,	 donde	 éstas	 células	 tienen	una	 ventaja	 al	 ser	 devueltas	 al	
paciente.	 Otras	 aplicaciones	 incluyen	 el	 uso	 de	 células	 corregidas	 como	 fuentes	 de	
proteínas	secretadas,	como	por	ejemplo	en	la	transferencia	del	gen	codificante	para	el	
factor	VIII	a	partir	de	cultivos	de	fibroblastos	autólogos	para	tratar	la	hemofilia	A	o	la	
transferencia	de	un	gen	suicida	a	 los	 linfocitos	T	para	controlar	 los	efectos	adversos	
que	 pueden	 tener	 los	 individuos	 al	 ser	 tratados	 con	 trasplantes	 de	médula	 ósea	 no	
autólogo,	es	decir,	cuando	el	paciente	no	es	el	mismo	donante.	
	
Por	otra	parte,	las	aproximaciones	in	vivo	resultan	ser	la	estrategia	más	directa	para	la	
transferencia	 de	 genes	 y	 teóricamente	 puede	 ser	 usada	 para	 el	 tratamiento	 de	
diversas	 enfermedades	 hereditarias.	 En	 enfermedades	 monogénicas	 se	 inocula	 el	
vector	que	contiene	el	ADN	curativo	directamente	en	el	órgano	afectado	o	en	los	vasos	
sanguíneos	 para	 que	 posteriormente	 pueda	 llegar	 al	 órgano	 de	 interés.	 Las	
aproximaciones	para	focalizar	específicamente	la	llegada	del	ADN	nuevo	a	los	tejidos	
que	 presentan	 las	 patologías	 no	 ha	 sido	 ensayadas	 clínicamente	 para	 desordenes	
hereditarios.	 Para	 que	 la	 transferencia	 génica	 sea	 efectiva,	 esta	 debe	 asegurarse	 de	
que	 la	 transferencia	génica	ocurra	en	una	población	celular	concreta	y	que	 funcione	
adecuadamente	para	corregir	el	fenotipo	defectuoso.	Para	enfermedades	en	las	que	el	
fenotipo	 es	 intracelular,	 el	 gen	 debe	 ser	 transferido	 a	 un	 número	 considerable	 de	
células	afectadas	para	asegurar	que	la	terapia	dé	buenos	resultados.	Por	otro	lado,	si	
el	 fenotipo	 de	 a	 enfermedad	 es	 el	 resultado	 de	 la	 secreción	 de	 una	 proteína	 en	
particular,	la	corrección	a	realizar	requeriría	sólo	de	producir	niveles	suficientes	de	la	
proteína	 donde	 ésta	 debe	 ser	 modificada	 post	 transcripcionalmente	 y	 responder	 a	
señales	celular	específicas	que	permitan	regularla.	Si	estas	condiciones	se	cumples,	la	
transferencia	génica	se	puede	dar	en	cualquier	célula	u	órgano	indiscriminadamente.	
No	 obstante,	 existen	 ciertas	 barreras	 en	 las	 que	 los	 genes	 deben	 ser	 transferidos	
localmente	 o	 de	 otra	 forma	 no	 llegarían	 al	 sitio	 afectado,	 como	 por	 ejemplo	 en	
enfermedades	cerebrales.	
	
Generalmente,	el	gen	curativo	es	inoculado	en	forma	de	cassette	de	ADNc	flanqueado	
en	el	extremo	5’	por	un	promotor	activo	y	en	el	3’	por	una	poliadenilación	y	un	codón	
de	parada.	En	algunos	casos	se	han	utilizado	genes	que	contienen	intrones	artificiales	
que	 separan	 uno	 o	más	 exones.	 A	medida	 que	 se	 desarrollan	 nuevas	metodologías	
para	la	inserción	de	genes,	es	posible	que	se	comiencen	a	utilizar	genes	con	intrones	
	 14	
artificiales	 ya	 que	 teóricamente	 se	 estaría	 conservando	 el	 patrón	 de	 “splicing”	 que	
produce	diferentes	mRNA	con	sus	múltiples	funciones.		
	
Para	realizar	una	adecuada	inoculación	de	los	genes	exógenos	al	interior	de	las	células	
se	deben	usar	vectores	que	faciliten	 la	entrada	del	material	genético	y	 lo	coloquen	a	
disponibilidad	de	la	células	para	su	correcto	funcionamiento.	A	lo	largo	de	los	años	en	
los	 ensayos	 experimentales	 se	 han	 desarrollado	 diversos	 vectores	 con	 la	 función	
principal	 de	 transportar	 el	 gen	 terapéutico	 al	 interior	 del	 núcleo	 celular	 para	 que	
pueda	 ser	 transcrito	 y	 traducido.	 Los	 vectores	 se	 pueden	 clasificar	 de	 manera	
universal	en	vectores	virales	y	no	virales.	Es	importante	tener	en	cuenta	que	a	pesar	
de	que	los	vectores	transportan	el	gen	al	interior	de	la	célula,	los	vectores	no	virales	y	
lo	adenovirus	no	median	la	inserción	de	este	en	el	genoma	celular	y	solo	se	encargan	
de	que	ocurra	expresión	transitoria	del	gen	de	interés.		
	
a) Vectores	virales	
	
Los	 vectores	 virales	 se	 caracterizan	 por	 el	 uso	 de	 virus	 como	 herramientas	 de	
transporte	 del	 genes	 terapéuticos	 a	 introducir	 en	 células	 dianas.	 Para	 que	 un	 virus	
pueda	 ser	 usado	 en	 la	 terapia	 génica	 es	 necesario	 realizarle	 modificaciones	 para	
anular	parcialmente	el	genoma	viral	para	que	sean	incapaces	de	replicarse	dentro	de	
la	células	pero	que	mantengan	la	capacidad	de	infectar.	Estas	modificaciones	incluyen	
la	eliminación	de	 regiones	 codificantes	de	proteínas	estructurales	esenciales	para	el	
ensamblaje	 de	 las	 envolturas	 virales,	 como	 son	 las	 proteínas	 gal,	 poli	 y	 env	 en	
retrovirus	y	las	proteínas	E1	en	los	adenovirus.	Una	vez	delecionadas	dichas	regiones,	
se	 introduce	 en	 el	 virus	 el	 gen	 o	 los	 genes	 terapéuticos	 de	 interés.	 Con	 las	
modificaciones	 completadas,	 el	 virus	 se	 convierte	 en	 un	 empaquetamiento	 génico	
capaz	 de	 replicarse	 únicamente	 en	 los	 cultivos	 celulares	 que	 contengan	
sobreexpresión	de	las	partes	del	genoma	viral	que	han	sido	eliminados.		
	
El	 tamaño	 de	 la	 información	 genética	 que	 puede	 ser	 incorporada	 en	 el	 vector	 viral	
depende	 del	 tipo	 de	 virus,	 pues	 también	 se	 debe	 tener	 en	 cuenta	 el	 tamaño	 del	
genoma	 viral	 y	 el	 tamaño	 de	 su	 cápside.	 Al	 establecer	 el	 tamaño	 de	 los	 genes	 a	
insertar,	los	vectores	pueden	ser	usados	tanto	en	metodologías	in	vivo	como	ex	vivo.	
	
Con	el	objetivo	de	evitar	problemas	asociados	a	la	mutagénesis	de	inserción	mediada	
por	virus,	el	material	genético	transportadoes	entregado	al	interior	del	núcleo	en	una	
región	 extra	 cromosomal.	 Este	 tipo	 de	 transporte	 es	 efectivo	 siempre	 y	 cuando	 la	
célula	no	se	este	replicando,	de	lo	contrario	en	gen	introducido	de	diluirá	y	se	perderá	
con	 facilidad.	 Adicionalmente,	 los	 vectores	 virales	 se	 asocian	 a	 una	 expresión	
persistente	 del	 material	 genético	 introducido.	 Entre	 los	 vectores	 virales	 más	
comúnmente	usados	se	encuentran	los	Adenovirus	(AAV)	y	los	Retrovirus.	
	
i) Adenovirus	
	
Los	adenovirus	 fueron	 los	primeros	vectores	virales	usados	para	 la	 terapia	génica	y	
actualmente	se	utilizan	en	los	serotipos	2	y	5	debido	a	que	es	un	vector	estable	para	
	 15	
los	procedimientos	in	vivo,	lo	que	lo	constituye	en	un	vector	estándar	por	excelencia.	
Ésta	estabilidad	se	da	gracias	a	que	la	internalización	de	la	célula	objetivo	se	da	por	la	
unión	 altamente	 específica	 entre	 la	 fibra	 Knob	 y	 el	 receptor	 coxsackie	 del	 virus.	
Actualmente	se	han	identificado	cerca	de	50	serotipos	que	pueden	usar	usados	en	la	
terapia	génica	en	humanos,	sin	embargo,	los	más	usados	son	el	Ad5	y	el	Ad2.	El	ADN	
de	este	virus	se	une	a	las	células	diana	mediante	epítopes	en	sus	bases	pentona.	Para	
hacer	 más	 eficiente	 la	 unión	 del	 virus	 a	 las	 células,	 estas	 secuencias	 pueden	 ser	
modificadas.	
	
Los	vectores	adenovirales	son	virus	no	envueltos	que	contienen	un	genoma	de	ADN	de	
doble	cadena	de	36	kb	con	repeticiones	terminales	invertidas	a	ambos	extremos	(ITR)	
que	facilitan	la	replicación	del	ADN	viral,	una	señal	de	empaquetamiento	(ψ),	deleción	
de	la	región	E1	para	evitar	la	replicación	en	células	infectadas	y	deleción	de	la	mayoría	
de	genes	E3	para	liberar	más	espacio	y	poder	introducir	genes	terapéuticos	de	mayor	
tamaño,	los	cuales	son	usualmente	de	7-8	kb	(Dmitriev	et	al.,	1998).		
	
Imagen	2.	Esquema	del	mecanismo	usado	para	la	generación	de	Adenovirus	
recombinantes	con	los	genes	de	interés	(Kotterman	&	Schaffer,	2014)	
	
	
	
	 16	
Entre	las	ventajas	que	posee	este	vector	se	encuentra	la	persistencia	del	genoma	viral	
en	las	células	de	hígado,	corazón,	retina	y	cerebro.	Adicionalmente,	posee	la	capacidad	
de	 insertar	el	genoma	tanto	en	células	en	reposos	o	quiescentes	como	en	células	en	
división,	 lo	 que	 los	 convierte	 en	 un	 vehículo	 ideal	 para	 la	 terapia	 contra	 el	 cáncer	
(Whitlock,	Hackett,	 Leopold,	 Rosengart,	&	 Crystal,	 2004).	 Por	 otro	 lado,	 la	 principal	
desventaja	de	los	adenovirus	es	las	respuesta	inmune	que	se	puede	desencadenar	en	
el	paciente	como	consecuencia	de	una	administración	alta	del	virus,	por	 lo	que	para	
garantizar	 la	 seguridad	 de	 los	 individuos	 a	 tratar,	 se	 deben	 primero	 establecer	 las	
dosis	del	virus	a	utilizar	y	la	frecuencia	de	dicha	inoculación	ya	que	la	expresión	de	los	
niveles	 del	 gen	 insertado	 disminuyen	 con	 respecto	 al	 tiempo	 a	 causa	 de	 la	 falta	 de	
integración	 del	 virus.	 Por	 ejemplo,	 investigaciones	 han	 determinado	 que	 para	 la	
administración	 del	 virus	 directamente	 en	 órganos,	 se	 deben	 usar	 dosis	 de	 1012	
partículas	virales	(Crystal	et	al.,	2002).		
	
Otra	desventaja	constituye	la	baja	capacidad	para	transportar	genes,	pues	ésta	es	de	
tan	 solo	 4.5	 kb	 (Dmitriev	 et	 al.,	 1998).	 Sin	 embargo,	 esta	 dificultad	 es	 posible	
sobrellevarla	si	 se	 introducen	diferentes	porciones	del	cassette	genético	en	vectores	
separados.	De	esta	forma,	los	segmentos		génicos	transportados	en	vectores	diferentes	
se	pueden	expresar	en	moléculas	de	mRNA	separadas	y	posteriormente	hibridarse	en	
una	 sola	 orientación.	 Por	 último,	 la	 introducción	 del	 gen	 que	 transportan	 se	 da	 de	
manera	episomal	y	no	directamente	dentro	de	la	células	del	organismo.		
	
ii) Retrovirus	
	
Los	 retrovirus	 fueron	 los	primeros	 vectores	 virales	 usados	 en	metodologías	ex	vivo.	
Durante	los	primeros	ensayos	con	estos	vectores	se	observaba	que	los	títulos	virales	
disminuían	 al	 ser	 transferidos	 de	 cultivos	 celulares	 a	 las	 células	 de	 los	 animales	 en	
experimentación	y	que	además	sus	niveles	de	expresión	eran	transitorios	(Dunbar	et	
al.,	1998).		
	
Los	retrovirus	se	constituyen	de	un	genoma	de	ARN	de	cadena	sencilla	de	7-10	kb	con	
repeticiones	terminales	largas	(LTR)	a	ambos	lados	en	donde	se	encuentran	los	genes	
regulatorios	rev,	gag	y	pool	requeridos	para	las	funciones	propias	del	virus	(Takeuchi	
et	 al.,	 1994).	 Para	 el	 uso	 de	 vectores	 retrovirales	 se	 eliminan	 los	 promotores	 y	 las	
regiones	enhancer	en	el	extremo	3’	del	LTR	para	evitar	su	transcripción	y	en	su	lugar	
se	inserta	un	cassette	de	aproximadamente	8	kb,	el	cual	es	regulado	en	cis	por	la	señal	
de	empaquetamiento	(ψ)(Bushman	et	al.,	2005).	
	
Imagen	3.	Esquema	del	proceso	de	integración	génico	mediado	por	retrovirus	en	sitios	
concretos	del	genoma	humano	(Bushman	et	al.,	2005).	
	 17	
	
	
Entre	las	principales	ventajas	de	este	vector	se	destaca	su	eficiencia	en	la	trasducción	
que	 permite	 una	 expresión	 persistente	 de	 la	 proteína	 terapéutica	 y	 su	 adecuada	
integración	genómica	en	el	ADN	celular.	En	cuanto	a	sus	desventajas	se	encuentra	su	
capacidad	de	desarrollar	oncogénesis,	la	dependencia	de	su	efectividad	en	la	división	
celular	de	huésped	y	las	posibilidades	de	que	sucedan	inserciones	en	sitios	diferentes	
a	 los	 de	 interés.	 Adicionalmente,	 éste	 vector	 infecta	 únicamente	 las	 células	 que	 se	
encuentren	en	división	activa.	
	
b) Vectores	no	virales	
	
Los	vectores	no	virales	hacen	referencia	a	aquellos	en	los	que	la	transferencia	génica	
se	 da	 mediante	 métodos	 químicos	 o	 físicos,	 como	 con	 el	 uso	 de	 electroporación,	
microinyección	 o	 liposomas.	 Típicamente,	 para	 estos	 procedimientos	 se	 utilizan	
plásmidos	 de	 ADN	 de	 doble	 cadena	 combinado	 con	 liposomas	 catiónicos	 que	 le	
permiten	al	material	genético	traspasar	la	membrana	plasmática	de	la	célula.	También	
se	han	utilizado	vectores	químicos	basados	 en	 fosfato	de	 calcio,	 el	 cual	precipita	 en	
	 18	
ADN	mediante	los	iones	de	calcio	y	permite	introducir	el	ADN	al	interior	de	la	célula	
mediante	endocitosis	(Pichon,	Billiet,	&	Midoux,	2010).	A	pesar	de	que	esta	técnica	no	
resulta	tóxica	para	las	células,	la	expresión	del	gen	introducido	es	transitoria	y	de	muy	
baja	eficiencia.		
	
Imagen	4.	Terapia	in	vivo	mediante	el	uso	de	vectores	no	virales	y	barreras	a	superar	
para	la	incorporación	exitosa	del	material	genético	exógeno	(Yin	et	al.,	2014).		
	
	
	
Entre	 los	 vectores	 no	 virales	 de	mayor	 uso	 se	 encuentran	 los	 liposomas,	 los	 cuales	
presentan	una	alta	selectividad	celular	y	alta	eficiencia	en	la	transfección	de	los	genes	
de	interés.	Éstos	vectores	han	sido	ampliamente	usados	en	la	terapia	génica	contra	el	
cáncer	de	próstata	(Zarante,	Suárez,	&	Vera,	2004).	
	
	 19	
Imagen	5.	Esquema	de	la	integración	de	ADN	foráneo	por	parte	de	vectores	no	virales	
capaces	de	mediar	endocitosis	e	importación	nuclear	para	la	generación	de	cambios	
genéticos	permanentes	(Glover,	Lipps,	&	Jans,	2005)	
	
	
	
La	 principal	 limitación	 del	 uso	 de	 vectores	 no	 virales	 es	 la	 dificultad	 de	 corregir	
permanentemente	una	enfermedad	hereditaria,	pues	de	los	múltiples	ensayos	que	se	
han	 realizado	 en	 clínicas	 la	 mayoría	 han	 mostrados	 resultados	 negativos	 con	 muy	
poca	 expresión	 del	 gen	 contenido	 en	 el	 plásmido.	 De	 esta	 forma,	 los	 vectores	 no	
virales	 han	 sido	 catalogados	 en	múltiples	 ocasiones	 de	 ineficientes	 y	 a	 pesar	 de	 las	
críticas,	algunos	investigadores	continúan	realizando	ensayos	de	este	tipo	para	tratar	
enfermedades	respiratorias	y	fibrosis	quística	(Montier	et	al.,	2004).	
	
También	 existe	 la	 posibilidad	 de	 hacer	 tratamientos	 con	 fragmentos	 de	 secuencias	
codificantes	para	la	terapia	con	RNAs	o	con	genomas	completo.	Las	investigaciones	en	
este	campo	son	escasas	y	los	resultados	aún	no	son	congruentes,	sin	embargo	se	sabe	
que	 la	 terapia	 génica	 que	 utiliza	 vectores	 no	 virales	 es	 significativamente	 más	
económicay	 fácil	 de	 reproducir	 (Nott,	Meislin,	&	Moore,	 2003;	Pergolizzi	&	Crystal,	
2004).	
	
	
	
	
	 20	
4.	ENFERMEDADES	CON	IMPACTO	POSITIVO	PARA	LA	TERAPIA	GÉNICA	
	
a. VIH	
	
El	 VIH	 hace	 referencia	 al	 virus	 de	 la	 inmunodeficiencia	 humana,	 el	 cual	 daña	 las	
células	del	sistema	inmune	hasta	el	punto	de	extinguirlas.	Cuando	la	acción	del	virus	
avanza	y	la	enfermedad	se	torna	crónica,	se	dice	que	las	personas	han	adquirido	SIDA	
(síndrome	 de	 inmunodeficiencia	 adquirida).	 El	 VIH	 puede	 estar	 presente	 en	 un	
individuo	hasta	por	10	años	antes	de	que	aparezcan	los	síntomas	del	SIDA.	El	contagio	
del	VIH	 se	puede	dar	por	 contacto	directo	 con	 sangre	de	una	persona	 infectada	o	 a	
través	de	relaciones	sexuales	(HealthDay,	2015).	
	
Los	 signos	 de	 la	 infección	 con	 VIH	 incluye	 inflamación	 de	 los	 ganglios	 y	 síntomas	
similares	a	 los	gripales	 causados	por	el	 virus	de	 la	 Influenza.	Los	análisis	de	 sangre	
son	 necesarios	 y	 son	 los	 más	 seguros	 para	 el	 diagnóstico	 de	 la	 infección.	 Aunque	
todavía	no	existe	cura	para	el	VIH,	en	el	mercado	se	encuentran	disponibles	una	gran	
cantidad	 de	 medicamentos	 y	 tratamientos	 que	 ayudan	 a	 detener	 los	 síntomas	 y	 a	
controlar	las	infecciones	secundarias	(HealthDay,	2015).		
	
El	desarrollo	de	la	terapia	génica	para	el	VIH	ha	involucrado	tanto	tratamiento	ex	vivo	
como	 in	vivo.	Con	éstas	metodologías	se	ha	hecho	uso	de	 los	retrovirus	como	vector	
para	 el	 transporte	 de	 material	 genético.	 La	 mayoría	 de	 los	 genes	 codifican	 para	
proteínas	 requeridas	 para	 la	 formación	 de	 la	 cápside	 o	 envoltura	 viral.	 Entre	 éstos	
genes	 se	 encuentra	 el	 que	 codifica	 para	 la	 proteína	 superficial	 g20	 (SU),	 el	 cual	 se	
encuentra	 dirigido	 para	 ser	 transducido	 en	 los	 linfocitos	 T	 del	 organismos.	 De	 esta	
manera,	 los	 leucocitos	 son	 capaces	 de	 reconocer	 de	 manera	 más	 eficaz	 aquellas	
células	infectadas	con	el	virus	(Ledergerber	et	al.,	1999).	Ensayos	han	demostrado	que	
tanto	 al	 principio	 del	 tratamiento	 como	 después	 de	 varias	 dosis,	 los	 leucocitos	 son	
capaces	 de	 eliminar	 las	 células	 infectadas	 con	 VIH	 y	 con	 varios	 de	 sus	 mutantes	
(Deeks,	2006).		
	
Durante	 los	últimos	años,	 la	terapia	génica	contra	el	VIH	se	ha	venido	desarrollando	
desde	 diferente	 perspectivas.	 Éstas	 aproximaciones	 pueden	 clasificadas	 en	 dos	
grandes	grupos:	terapia	basada	en	ARN	y	terapia	basada	en	proteínas.	La	terapia	que	
incluye	los	agentes	inhibitorios	asados	en	ARN	se	compone	en	su	mayor	parte	de	ARN	
anti	sentidos,	ribozimas,	aptámeros	y	ARN	de	interferencia	(RNAi).	Los	ribozimas	son	
ARNs	anti	sentido	con	la	capacidad	de	realizar	cortes	en	los	ARNs	mensajeros.	Muchas	
investigaciones	 han	 involucrado	 el	 uso	 de	 ribozimas	 ya	 que	 se	 ha	 demostrado	 en	
diversas	ocasiones	que	éstas	moléculas	son	capaces	de	 inhibir	 la	replicación	del	VIH	
(C.	Rossi	et	al.,	1999).		
	
De	manera	 similar,	 los	ARN	 transgenes	 anti	 sentidos	 se	 acoplan	 a	 los	 transcrito	 del	
VIH	 y	 formas	 dúplex	 no	 funcionales,	 evitando	 la	 replicación	 del	 virus	 en	 células	
hematopoyéticas.	 Las	 primeras	 demostraciones	 de	 éste	 hecho	 se	 realizaron	 con	
vectores	adenovirales	que	transportaban	una	región	pequeña	de	ARN	anti	sentido	de	
la	región	U5	(Chatterjee,	Johnson,	&	Wong		Jr.,	1992).	A	pesar	de	que	los	mecanismos	
	 21	
molecular	exactos	por	 los	cuales	se	da	 la	 inhibición	de	 la	replicación	del	VIH	por	 los	
ARNs	 anti	 sentido	 no	 es	 muy	 clara,	 se	 ha	 especulado	 acerca	 de	 los	 mismo.	 Se	 ha	
descrito	que	puede	haber	una	deaminación	de	la	adenosina	del	dúplex	formado	entre	
los	ARN	y	los	transcritos	del	virus.	Esto	resultaría	en	mutaciones	elevadas	del	virus	o	
en	la	retención	nuclear	de	sus	transcritos	y	desencadenando	un	mal	ensamblaje	de	las	
nuevas	partículas	virales	(X.	Lu	et	al.,	2004).	
	
Otro	grupo	de	moléculas	de	ARN	ampliamente	usado	descritos	para	ensayos	in	vitro,	
son	los	aptámeros.	No	obstante,	uno	de	los	problemas	más	notorios	de	los	aptámeros	
es	que	no	forman	la	estructura	terciaria	necesaria	para	que	realicen	su	función	dentro	
de	las	células.	Éstos	ARNs	usados	se	basan	en	la	región	de	respuesta	trans	activadora	
del	VIH	(TAR)	y	en	el	elemento	de	respuesta	Rev	(RRE).	Su	mecanismo	de	acción	los	
hace	 ser	 buenos	 candidatos	 para	 la	 terapia	 génica	 debido	 a	 que	 inhiben	 la	
transcripción	 y	 bloquean	 el	 transporte	 de	 los	 transcritos	 del	 VIH	 al	 citoplasma	
mediante	la	unión	a	las	secuencias	Tat	o	Rev	del	virus	(Jacque,	Triques,	&	Stevenson,	
2002).	
	
Imagen	5.	Mecanismo	de	acción	de	los	agentes	inhibidores	usados	en	la	terapia	génica	
contra	el	VIH	en	células	hematopoyéticas	(J.	J.	Rossi,	June,	&	Kohn,	2007).	
		
	
	
	 22	
Una	de	las	desventajas	de	la	terapia	génica	para	el	VIH	es	la	alta	tasa	de	mutación	por	
parte	 del	 virus.	 Esto	 hace	 que	 se	 generen	 muchos	 mutantes	 que	 pueden	
eventualmente	escapar	de	la	terapia,	haciendo	de	ésta	un	tratamiento	poco	específico.	
Una	de	las	alternativas	que	se	ha	propuesto	para	sobrellevar	este	gran	inconveniente	
es	 utilizar	 como	 blanco	 los	 transcritos	 celulares	 esenciales	 para	 la	 replicación	 y	
entrada	del	 virus	 a	 la	 célula.	 	 Éstos	 transcritos	 corresponden	a	 los	 factores	 cappa	B	
(NF-kB)	y	 los	 correceptores	CCR5	y	CXCR4	del	 receptor	CD4.	Cuando	éstos	 factores	
son	des	regulados,	el	virus	VIH	es	incapaz	de	entrar	a	la	célula	y	de	replicarse	(Surabhi	
&	 Gaynor,	 2002).	 Tomar	 como	 blanco	 otros	 genes	 del	 individuo	 hospedero	
involucrados	en	el	ciclo	de	vida	del	virus,	como	LEDGEF/p75	que	facilita	a	integración	
de	VIH,	también	demuestran	resultados	positivos	(Chang,	Liu,	&	He,	2005).	
	
En	cuanto	a	la	terapia	basada	en	inhibidores	proteicos,	éstos	son	transportados	en	la	
mayoría	 	 de	 los	 casos	 por	 vectores	 virales	 de	 tipo	 LTR.	 Uno	 de	 los	 inhibidores	
proteícos	 más	 potentes	 y	 de	 mayor	 uso	 es	 el	 mutante	 de	 la	 proteína	 Rev	 del	 VIH	
llamada	M10.	M10	bloquea	el	transporte	afuera	del	núcleo	hacia	el	citoplasma	de	los	
RNA	 del	 VIH.	 Éste	 bloqueo	 inhibe	 ensamblaje	 de	 las	 nuevas	 partículas	 virales	 y	 su	
posterior	transmisión	a	células	vecinas	(Unwalla	et	al.,	2006).	Además	de	M10,	en	éste	
tipo	de	procedimientos	 también	es	 común	el	uso	de	 anticuerpos	 intracelulares	 y	de	
intracinas.	Éstas	moléculas	se	unen	a	las	proteínas	virales	y	las	vuelven	un	blanco	fácil	
para	la	degradación	de	las	mismas	mediada	por	proteosomas	(Marasco,	Lavecchio,	&	
Winkler,	 1999).	 De	 todas	 los	 inhibidores	 proteicos	 detallados,	 el	 único	 que	 ha	 sido	
probado	en	humanos	es	el	M10.		
	
b.	Parkinson	
	
El	Parkinson	es	una	enfermedad	crónica	y	degenerativa	del	sistema	nervioso	central	
que	 puede	 llegar	 a	 ser	 de	 difícil	 diagnóstico	 en	 sus	 etapas	 tempranas.	 Cuando	 la	
enfermedad	del	Parkinson	se	desarrolla,	ésta	produce	un	exceso	de	temblores,	falta	de	
coordinación,	 demencia	 y	 puede	 llegar	 a	 ser	 mortal.	 La	 principal	 causa	 de	 la	
enfermedad	del	Parkinson	es	la	falta	de	producción	del	neurotransmisor	dopamina,	el	
cual	es	el	encargado	de	regular	los	movimientos	y	la	motricidad	del	cuerpo	así	como	
también	 de	 normalizar	 los	 estados	 de	 ánimo.	 Ésta	 enfermedad	 es	 de	 carácter	
progresivo	y	aparece	con	mayor	 frecuencia	en	hombres	de	alrededor	de	60	años	de	
edad.	 A	 pesar	 de	 que	 no	 existe	 un	 examen	 diagnóstico,	 los	 médicos	 suelen	 usar	 la	
aparición	 y	 combinación	 de	 síntomas	 junto	 con	 exámenes	 neurológicos	 para	
dictaminar	 el	 padecimiento	 de	 la	 enfermedad.	 El	 tratamiento	 farmacológico	 más	
usado	 es	 la	 L-dihidroxifenilalanina,	 el	 cual	 es	 un	 medicamento	 que	 reduce	 los	
síntomas	de	la	enfermedad	pero	no	detiene	el	progreso	de	la	enfermedad.		
	
Si	bien	 la	relación	de	 los	 factores	genéticos	con	 la	aparición	de	 la	enfermedad	no	es	
tan	 clara,	 se	 sabe	 que	 el	 restablecimiento	 de	 las	 redes	 neuronales	 se	 puede	 lograr	
mediante	la	liberaciónnormal	de	la	dopamina.	Así,	el	objetivo	principal	de	la	terapia	
génica	en	este	caso	es	el	reemplazo	de	las	neuronas	dopaminérgicas	para	normalizar	
la	cantidad	de	dopamina.	En	los	ensayos	con	terapia	génica	se	utilizan	métodos	ex	vivo	
con	células	hiperactivas	del	núcleo	subtalámico.	A	éstas	células	se	les	inserta	en	el	gen	
	 23	
que	 codifica	para	 la	 descarboxilasa	 glutámica	 ácida	 (GAD),	 el	 cual	 es	 el	 responsable	
por	 la	 producción	 de	 del	 neurotrasmisor	 GABA.	 Con	 éstos	 ensayos	 se	 ha	 logrado	
restaurar	el	funcionamiento	neuronal	y	se	ha	frenado	la	progresión	de	la	enfermedad	
(Li,	Chen,	&	Li,	2015).	
	
De	 forma	 similar,	 se	 han	 realizado	 modificaciones	 ex	 vivo	 para	 producir	 células	
capaces	 de	 secretar	 dopamina,	 factores	 de	 crecimiento	 y	 neurotrofinas	 como	BDNF	
(factor	neurotrófico	derivado	del	cerebro),	GNDF	(factor	neurotrófico	derivado	de	 la	
glía)	 y	 NGF	 (factor	 de	 crecimiento	 nervioso).	 Esto	 permite	 la	 activación	 de	 la	
supervivencia	 celular	 en	 las	 neuronas	 afectadas,	 evitando	 la	 muerte	 de	 las	mismas	
(Zhang,	Tong,	Bai,	Shi,	&	Ouyang,	2016).	En	otros	ensayos	se	han	utilizado	células	de	
origen	no	neuronal	para	 la	 terapia	génica,	 como	por	ejemplo	células	adrenales	 cuya	
capacidad	 de	 producir	 cateolaminas	 las	 hace	 favorables	 para	 el	 transplante.	 La	
principal	ventaja	de	el	uso	de	éstas	células	es	la	homogeneidad	que	se	consigue	luego	
de	que	son	cultivadas	para	los	tratamientos	ex	vivo.	No	obstante,	éstas	células	no	son	
capaces	de	extender	sus	procesos	celulares	sobre	el	parénquima	y	su	supervivencia	es	
muy	baja	(Kompoliti,	Chu,	Shannon,	&	Kordower,	2007).	
	
Por	 otro	 lado,	 se	 ha	 demostrado	 que	 el	 trasplante	 intra	 cerebral	 de	 astrocitos	
modificados	 genéticamente	 para	 la	 producción	 de	 el	 factor	 de	 crecimiento	 nervioso	
(NFG)	en	ratas	genera	una	reducción	de	síntomas	si	se	acompaña	el	tratamiento	con	
apomorfina	 (Aronica,	 Gorter,	 Rozemuller,	 Yankaya,	 &	 Troost,	 2005).	 Paralelamente,	
investigaciones	 en	 células	 neuronales	 modificadas	 mediante	 retrovirus	 para	 la		
síntesis	 y	 liberación	 de	 BNDF	 muestran	 resultados	 semejantes	 (Yoshimoto	 et	 al.,	
1995).	 	 También	 se	 comprobó	 que	 el	 trasplante	 en	 conjunto	 de	 fibroblastos	 que	
producían	el	factor	básico	de	crecimiento	potenciaba	la	supervivencia,	el	crecimiento	
y	las	actividades	dopaminérgicas	de	las	neuronas	(O’Keeffe	et	al.,	2008).		
	
De	 manera	 similar,	 se	 han	 realizado	 estudios	 con	 el	 uso	 de	 células	 troncales	
embrionarias	 en	 estadio	 dorsal	 en	 ratas.	 Al	 madurar	 estas	 células,	 se	 pueden	
transformar	en	neuronas	y	reemplazar	aquellas	que	por	la	enfermedad	se	encuentren	
deterioradas.	Adicionalmente,	tienen	la	capacidad	de	liberar	dopamina	en	respuesta	a	
mecanismos	 de	 despolarización	 (O’Keeffe	 et	 al.,	 2008).	 De	 modo	 semejante,	 los	
trasplantes	 que	 involucran	 células	 neuronales	 troncales	 derivadas	 del	 mesencéfalo	
ventral	y	que	expresan	el	 factor	de	transcripción	Pitx3,	direccionan	la	diferenciación	
celular	 a	 neuronas	 dopaminérgicas	 (Kim	 et	 al.,	 2006).	 Resultados	 similares	 se	
observan	con	células	troncales	de	la	línea	C17.2	de	ratones	transducidas	con	el	gen	TH	
y	el	gen	que	codifica	para	la	trifosfato	de	guanosina	ciclohidrolasa	I.	Éstas	enzimas	son	
fundamentales	 para	 producción	 y	 liberación	 de	 la	 dopamina,	 por	 lo	 que	 sus	
inserciones	mejoran	 las	actividades	motoras	y	cognitivas	de	 las	 ratas	con	Parkinson	
(Shin,	Garcia,	Winkler,	Bj??rklund,	&	Carta,	2012).		
	
Pese	a	 los	 resultados	 satisfactorios	del	uso	de	 la	 terapia	génica	que	 terminaban	por	
detener	la	progresión	de	la	enfermedad	y	producían	una	disminución	de	los	síntomas,	
se	encontraron	fallas	importantes.	Un	estudió	demostró	que	aproximadamente	el	40%	
	 24	
de	 las	 células	 trasplantadas	 con	 las	 características	 mencionadas	 anteriormente,	
desencadenaban	la	formación	de	tumores	(L.	Lu	et	al.,	2005).	
	
c.	Cáncer	
	
El	 cáncer	 es	 una	 enfermedad	 muy	 prevalente	 entre	 la	 población	 mundial	 en	 gran	
medida	 debido	 a	 los	 efectos	 secundarios	 de	 las	 quimioterapias	 y	 radioterapias.	
Aunque	 el	 origen	molecular	 del	 cáncer	 es	 de	 tipo	 poligénico,	 tiene	 un	 conjunto	 de	
características	que	la	hacen	atractiva	para	la	terapia	génica.	Éstas	son:	la	frecuencia	de	
la	 aparición	 de	 tumores,	 la	 asequibilidad	 de	 la	 neoplasia	 en	 intervenciones	
quirúrgicas,	 la	 variabilidad	 histológica	 de	 dichas	 neoplasias	 en	 los	 el/los	 órgano(s)	
afectado(s),	 los	 genes	 alterados	 en	 las	 neoplasias,	 la	 presencia	 de	 antígenos	
específicos	 provenientes	 de	 las	 células	 cancerígenas	 y	 la	 respuesta	 inmune	 a	 los	
tratamientos	clínicos	convencionales	(Rodríguez,	Martínez,	Cruz,	&	Cómbita,	2014).			
	
Debido	a	que	 el	 desarrollo	del	 cáncer	 y	 la	 transformación	de	 las	 células	normales	 a	
células	 malignas	 es	 un	 proceso	 secuencial,	 la	 identificación	 temprana	 de	 la	
enfermedad	la	implementación	de	las	terapias	a	tiempo	es	importante	para	frenar	la	
enfermedad.	 En	 éste	 proceso	 las	 células	 adquieren	 nuevas	 características	 en	 donde	
comienzan	a	proliferarse	incontroladamente	y	comienzan	a	invadir	diferentes	tejidos	
y	zonas	del	organismo.	La	terapia	génica	para	el	tratamiento	del	cáncer	se	ha	venido	
enfocando	en	el	mejoramiento	de	 la	 respuesta	 inmune	del	organismo	para	que	éste	
sea	 capaz	 de	 bloquear	 o	 eliminar	 las	 células	 cancerígenas	 por	 si	mismo.	 La	 terapia	
génica	 para	 la	 eliminación	 de	 células	 cancerígenas	 se	 puede	 realizar	 mediante	 la	
compensación	de	mutaciones	en	donde	se	corrigen	 los	genes	supresores	alterados	o	
se	 inhibe	 a	 los	oncogenes.	También	es	 común	el	 uso	de	 la	 terapia	 génica	 suicida	 en	
donde	 se	 utiliza	 un	 vector	 viral	 de	 replicación	 selectiva	 que	 transporte	 un	 gen	
coficador	para	una	enzima	con	el	potencial	de	activar	profármacos.	La	terapia	suicida	
también	 se	 puede	 realizar	 a	 través	 de	 la	 infección	 de	 las	 células	 tumorales	 con	 un	
virus	lítico	que	sea	capaz	de	lisar	las	células	que	infecte.	
	
La	 terapia	 génica	 por	 compensación	 de	 mutaciones	 se	 ha	 realizado	 para	 el	
restablecimiento	normal	de	la	función	del	gen	p53,	el	cual	se	encuentra	mutado	en	el	
50%	 de	 los	 tumores	 reportados.	 La	 corrección	 de	 los	 defectos	 de	 éste	 gen	 se	 	 ha	
realizado	mediante	 el	 uso	 del	 vector	 adenoviral	Ad-p53	 en	pacientes	 con	 cáncer	 de	
cuello	 uterino	 de	 próstata.	 El	 vector	 Ad-p53	 tiene	 la	 capacidad	 de	 inhibir	 el	
crecimiento	tumoral	en	tratamientos	in	vivo	(C.	Yang,	Cirielli,	Capogrossi,	&	Passaniti,	
1995).	 Después	 de	 diversos	 ensayos	 exitosos	 con	 Ad-p53,	 se	 aprobó	 en	 el	 2003	 la	
patente	de	éste	vector	 (Gendicine)	para	 la	 terapia	génica	 contra	 cáncer	de	 cuellos	y	
cabeza.	
	
El	 cáncer	 de	 próstata	 es	 una	 de	 las	 enfermedades	 oncogénicas	 que	 causa	 mayor	
muerte	en	el	mundo.	Los	orígenes	del	cáncer	de	próstata	se	derivan	de	la	interacción	
de	 factores	 genéticos	 con	 factores	 ambientales.	 (Zarante	 et	 al.,	 2004).	 Para	 el	
desarrollo	del	cáncer	de	próstata	debe	haber	una	susceptibilidad	en	el	individuo	como	
resultado	de	alteraciones	genéticas	en	los	reguladores	del	ciclo	celular.	La	exposición	
	 25	
a	determinados	factores	externos	ambientales	y	 la	deficiencia	de	genes	supresores	o	
protooncogénes	 conllevan	 a	 la	 división	 incontrolada	 de	 un	 grupo	 celular	 y	
posteriormente	 un	 falla	 multisistémica	 en	 el	 organismo.	 Se	 han	 descrito	 una	 gran	
variedad	de	protooncogenes	que	otorgan	susceptibilidad	al	cáncer	de	próstata,	entre	
los	 que	 se	 encuentran	HPC1,	 PCAP,	HPCX	 y	HPC20	 (Antczak	 et	 al.,	 2013).	De	 forma	
similar,	 mutaciones	 en	 los	 protooncogenes	 generan	 una	 alteración	 en	 la	 fase	 de	
división	 celular	 mediante	 ganancia	 de	 función.	 Los	 protooncogenes	 asociados	 al	
desarrollo	de	cáncer	en	próstata	son	RAS,	MYC,	erbB2	y	bcl-2	(Antczak	etal.,	2013).	En	
cuanto	 mutaciones	 en	 los	 genes	 supresores	 cuya	 función	 es	 la	 de	 controlar	 las	
divisiones	celulares,	alteraciones	en	P53,	P21,	P16	y	RB	se	relacionan	con	la	aparición	
del	cáncer	de	próstata	(Antczak	et	al.,	2013).	
	
Ya	 identificados	 los	genes	 implicados	en	 la	evolución	de	ésta	enfermedad,	 la	 terapia	
génica	 puede	 ser	 desarrollada	 para	 modificar	 la	 expresión	 de	 los	 mismos.	 La	
caracterización	 de	 los	 antígenos	 específicos	 de	 las	 células	 cancerígenas	 pueden	 ser	
usados	como	blanco	molecular	en	la	terapia	génica.	Algunos	de	éstos	antígenos	son	h-
Kallikreina-2	y	la	hormona	relaxina.	No	obstante,	debido	a	que	el	desarrollo	del	cáncer	
de	próstata,	 como	ya	 se	mencionó	es	de	origen	poligénico,	 el	 tratamiento	 es	mucho	
más	complejo.	En	este	caso,	los	objetivos	de	la	terapia	génica	son:	1)la	inhibición	de	la	
expresión	de	oncogenes,	2)reparación	de	 los	genes	supresores,	3)estimulación	de	 la	
respuesta	inmunológica	hacia	las	células	cancerígenas,	4)bloqueo	de	la	angiogénesis,	
crecimiento	tumoral	y	metástasis,	5)	integración	de	genes	“suicidas”	para	la	apoptosis	
de	 células	 cancerígenas	 e	 6)	 incorporación	 de	 genes	 tóxicos	 que	 codifican	 para	
enzimas	que	estimulan	la	acción	de	profármacos	 ,	 lo	cual	resulta	en	la	muerte	de	las	
células	blanco	(Zarante	et	al.,	2004).		
	
Uno	de	los	tratamientos	más	estudiados	es	la	terapia	inmune	moduladora	por	la	cual	e	
modifican	 los	 linfocitos	 del	 organismos	 para	 que	 sean	 capaces	 de	 reconocer	 los	
antígenos	de	 las	células	cancerígenas.	Con	éste	tratamiento	se	pretende	generar	una	
respuesta	 inmunológica	 satisfactoria	 contra	 las	 células	 cancerígenas.	 A	 pesar	 de	 la	
efectividad	del	proceso,	una	de	las	desventajas	más	importantes	de	ésta	aproximación	
es	la	dependencia	de	la	condición	inmunológica	del	paciente.	Esto	sucede	debido	a	que	
en	 muchas	 ocasiones	 el	 antígeno	 expresado	 en	 las	 células	 cancerígenas	 es	 varía	
dependiendo	 de	 la	 tasa	 de	 mutación	 y	 del	 estado	 diferenciación	 de	 éstas	 células	
(Rodríguez	et	al.,	2014).		
	
Contrariamente,	 la	 incorporación	de	genes	que	provocan	 la	apoptosis	celular	 (genes	
toxicos)	 es	 una	 alternativa	más	 segura	 debido	 a	 que	 aumenta	 la	 sensibilidad	 de	 los	
tumores	 a	 la	 radioterapia.	 Ésta	 sensibilidad	 se	 da	 por	 la	 fosforilación	 de	 diversas	
moléculas	que	producen	los	genes	introducidos	y	que	interfieren	en	los	mecanismos	
de	 reparación	 del	 ADN.	 De	 esta	 forma,	 los	 daños	 del	 ADN	 resultantes	 de	 la	
radioterapia	no	se	pueden	reparar	y	las	células	terminan	entrando	en	apoptosis	(W.	S.	
Yang	et	al.,	2006).	Adicionalmente,	los	genes	tóxicos	y	la	terapia	actúan	en	diferentes	
fases	del	ciclo	celular,	lo	cual	aumenta	la	tasa	de	mortalidad	de	las	células	blanco;	los	
genes	tóxicos	actúan	en	la	fase	S	mientras	que	la	radioterapia	lo	hace	en	la	fase	M	y	G2	
	 26	
del	ciclo	celular	(Zarante	et	al.,	2004).	Por	último,	la	radioterapia	afecta	positivamente	
la	transfección	y	transcripción	de	los	genes	inoculados	mediante	la	terapia	génica.		
	
	Una	 ventaja	 adicional	 de	 los	 genes	 tóxicos	 es	 que	 la	 toxicidad	 no	 se	 genera	
únicamente	 con	 la	 presencia	 del	 gen,	 para	 que	 éste	 funcione	 se	 requiere	 de	 la	
presencia	 de	 los	 profármacos.	 Un	 ejemplo	 que	 ilustra	 este	 concepto	 es	 el	 gen	 que	
codifica	 para	 la	 timidina	 quinasa,	 la	 cual	 requiere	 del	 profármaco	 ganciclovir	 que	
cuando	se	fosforila	inhibe	la	acción	de	la	ADN	polimerasa	e	impide	la	replicación	del	
ADN	y	consecuentemente	 la	división	celular.	Así	mismo,	 la	 introducción	del	gen	que	
codifica	para	la	citosina	desaminasa	requiere	de	la	presencia	de	a	droga	flucitosina.	La	
flutocina	se	transforma	en	5-fluorouracilo	a	través	de	la	acción	de	la	enzima	citosina	
desaminasa,	 lo	 cual	 genera	 activación	de	 las	 células	NK	y	posteriormente	 la	muerte	
celular	de	 las	células	que	 lo	contiene.	De	esta	 forma,	 los	efectos	de	 los	genes	tóxicos	
inoculados	son	controlados	con	 la	dosificación	de	 los	profármacos	(W.	S.	Yang	et	al.,	
2006).		
	
Existe	además	un	efecto	secundario	de	la	terapia	génica	con	el	uso	de	genes	tóxicos	es	
la	 alta	 probabilidad	 de	muerte	 de	 las	 células	 que	 no	 fueron	 transfectadas	 y	 que	 se	
encuentran	 cerca	 de	 las	 que	 si	 lo	 fueron.	 Esto	 puede	 suponer	 una	 ventaja	 para	 la	
terapia	génica	que	aumenta	su	eficacia	y	reduce	el	tamaño	poblacional	de	las	células	
tumorales.	 El	 efecto	 descrito	 puede	 deberse	 al	 transporte	 e	 incorporación	 de	 las	
moléculas	a	través	de	las	uniones	GAP	entre	las	células,	liberación	de	los	componentes	
tóxicos	al	ambiente	células	mediante	la	lisis	de	las	células	y	producción	de	citoquinas	
como	consecuencia	de	la	respuesta	inmune	(W.	S.	Yang	et	al.,	2006).		
	
En	 la	 actualidad,	 se	 han	 descrito	 65	 protocolos	 en	 el	mundo	 que	 utilizan	 la	 terapia	
génica	para	el	tratamiento	del	cáncer	de	próstata.	Muchos	de	estos	se	encuentran	en	
fase	 I	 y	 II	 de	 los	 ensayos	 clínicos,	 sin	 embargo,	 los	 resultados	 obtenidos	 hasta	 el	
momento	 son	 satisfactorios	 (Antczak	et	 al.,	 2013).	 	Al	 ser	 el	 cáncer	de	próstata	una	
enfermedad	 de	 fácil	 seguimiento,	 favoreciendo	 que	 la	 terapia	 génica	 puede	 ser	
valorada	 de	 manera	 recurrente.	 Así,	 la	 terapia	 génica	 puede	 ser	 monitoreada	
mediante	 los	 niveles	 de	 Antígeno	 Prostático	 Específico	 (PSA)	 y	 ecografía	 del	 tracto	
rectal	(Nastiuk	&	Krolewski,	2015).	Sin	embargo,	la	terapia	génica	para	el	tratamiento	
de	cáncer	de	próstata	presenta	algunos	obstáculos	como	la	alta	variabilidad	y	número	
de	genes	expresados	en	las	células	tumorales.	Esto	hace	que	la	escogencia	de	los	genes	
para	 la	 terapia	 sea	 difícil	 y	 muchas	 veces	 cambie	 entre	 individuos	 de	 diferentes	
poblaciones	(Antczak	et	al.,	2013).			
	
	 d.	Inmunodeficiencia	combinada	grave	
	
las	 enfermedades	 del	 sistema	 inmunitario	 han	 sido	 consideradas	 idóneas	 para	 el	
tratamiento	con	terapia	génica	debido	a	que	para	muchas	de	éstas	enfermedades,	las	
causas	son	monogénicas.	Un	ejemplo	de	éste	tipo	es	la	Inmunodeficiencia	combinada	
grave	 (IDGC),	 para	 la	 cual	 se	 conocen	 hasta	 el	 momento	 doce	 causas	 genéticas.	 La	
IDGC	es	un	síndrome	que	se	caracteriza	por	la	ausencia	combinada	de	las	funciones	de	
los	 linfocitos	 T,	 linfocitos	 B	 y	 en	 muchos	 casos	 de	 los	 linfocitos	 citotóxicos	 NK.	
	 27	
Alteraciones	en	los	tipos	celulares	mencionados	causa	una	susceptibilidad	extrema	de	
los	 individuos	 a	 infecciones	 graves	 que	 en	 contextos	 normales	 podrían	 pasar	
desapercibidos	 (The	 Patient	 and	 family	 handbook	 for	 primary	 inmunodeficiency	
diseases,	2007).		
	
La	terapia	génica	para	el	tratamiento	de	la	Inmunodeficiencia	combinada	grave	se	ha	
realizado	en	los	casos	en	que	la	enfermedad	se	encuentra	ligada	al	cromosoma	X	o	en	
los	que	se	sabe	que	la	causa	en	la	deficiencia	de	la	adenosina	desaminasa	(ADA).		Las	
alteraciones	 en	 los	 genes	 que	 codifican	 para	 receptores	 presentes	 en	 las	 células	
progenitoras	 de	 los	 linfocitos	 T	 y	 de	 las	 células	 NK	 	 hace	 que	 éstas	 células	 no	 se	
desarrollen	ni	lleguen	a	la	maduración.	Debido	a	que	ni	los	linfocitos	ni	las	células	NK	
proliferan	y	 tampoco	crecen,	 los	 individuos	se	encuentran	 indefensos	ante	cualquier	
infección	leve,	razón	por	la	cual	se	les	denomina	comúnmente	“niños	burbuja”.		
	
Hace	décadas	el	único	tratamiento	eficiente	para	el	tratamiento	de	los	“niños	burbuja”	
era	el	 trasplante	de	médula	ósea,	 lo	cual	permitía	repoblar	el	 linaje	celular.	Para	 los	
años	90	ya	se	habían	realizado	estudios	con	ratones	usando	terapia	génica	en	donde	
se	 introducía	 el	 gen	 que	 codifica	 para	 la	 enzima	 adenosina	 desaminasa	 (Taylor,	
Touzot,	 Fischer,	 &	 Cavazzana,	 2014).	 Cinco	 años	 más	 tarde,	 se	 autorizaron	 a	 dos	
grupos	de	investigación	para	la	realización	de	la	terapia	génica	en	pacientes	usando	la	
metodología	ex	vivo	en	niños	que	padecían	de	IDGC	en	Italia.	Éstatécnica	consistía	en	
extraer	la	médula	ósea	de	niños	con	IDGC	ligada	al	X	(IDGC-XI).	De	la	médula	ósea	se	
obtenían	 las	 células	 progenitoras	 de	 la	 línea	 celular	 hematopoyética	 y	 se	 ponían	 en	
contacto	 con	 vectores	 retrovirales	 que	 portaban	 el	 gen	 para	 corregir	 el	 defecto.	
Después	de	tres	días	de	mantener	las	células	en	cultivo,	éstas	eran	reintroducidas	a	los	
pacientes.	 Tras	 15	 días	 de	 haber	 realizado	 el	 procedimiento,	 los	 investigadores	
reportaron	 una	mejoría	 notoria	 en	 los	 pacientes,	 a	 los	 cuales	 les	 detectaron	 células	
hematopoyéticas	 con	 el	 gen	 transfectado	 y	 funcionado	 adecuadamente.	 Incluso	 los	
pacientes	 tratados	que	desarrollaron	 leucemia	 seguían	 teniendo	un	 sistema	 inmune	
bien	 desarrollado,	 pues	 no	 representaban	 susceptibilidad	 a	 ninguna	 infección	 en	
particular	(Taylor	et	al.,	2014).		
	
La	IDGC-XI	es	causada	por	la	deleción	o	defectos	en	el	gen	IL2RG,	el	cual	codifica	para	
el	receptor	de	 interleukina	2	(γc).	Éste	defecto	se	presenta	en	alrededor	del	50%	de	
los	pacientes	con	IDGC	(Buckley,	2004).	La	reversión	de	mutaciones	en	IL2RG	produce	
una	mejora	significativa	en	ésta	deficiencia	inmune.	Debido	a	que	la	regulación	de	éste	
gen	 no	 es	 estricta,	 la	 probabilidad	 de	 que	 se	 presente	 una	 toxicidad	 asociada	 a	 su	
expresión	 es	 mínima.	 Una	 ventaja	 adicional	 de	 IDGC	 es	 que	 una	 vez	 realizada	 la	
terapia	 génica,	 su	 expresión	 se	 da	 de	 manera	 homogénea	 en	 todas	 las	 células	
hematopoyéticas	 (Bousso	 et	 al.,	 2000).	 El	 vector	 retroviral	 empleado	 en	 la	 terapia	
génica	contiene	una	subunidad	del	receptor	γc	citoquina	bajo	repeticiones	terminales	
largas	(LTR),	las	cuales	funcionan	como	control	transcripcional.		
	
En	 la	 actualidad	 existe	 una	 variedad	 de	 protocolos	 para	 la	 terapia	 génica	 de	 la	
inmunodeficiencia	combinada	grave.	Sin	embargo,	el	gen	a	introducir	o	corregir	sigue	
siendo	 el	 que	 codifica	 para	 la	 adenosina	 desaminasa	 y	 los	 vectores	 siguen	 siendo	
	 28	
retrovirus.	La	diferencia	entre	los	protocolos	se	radica	en	las	células	blanco	a	las	que	
va	 dirigido	 el	 vector.	 Las	 células	 progenitoras	 hematopoyéticas	 son	 las	 que	 mayor	
mente	se	usan	debido	a	que	poseen	la	capacidad	de	reconstruir	y	mejorar	la	médula	
ósea	(Gennery,	2014).	Éstas	células	se	usan	no	solo	para	el	tratamiento	de	IDGC	sino	
también	para	diversas	hemoglobinopatías,	enfermedad	de	Gaucher,	enfermedades	de	
deficiencia	de	adhesión	leucocitaria,	hemofilia	A	y	B,	entre	otras	(Juan	Rozalén,	2003).	
Es	importante	resaltar	que	para	que	la	terapia	génica	en	ésta	enfermedad	funcione,	es	
necesario	 que	 el	 diagnóstico	 de	 los	 pacientes	 a	 tratar	 se	 haga	 con	 métodos	
moleculares.	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	
	 29	
5.	 IMPLICACIONES	 ÉTICAS	 Y	 LEGISLACIÓN	 MUNDIAL	 ACERCA	 DEL	 USO	 DE	 LA	
TERAPIA	GÉNICA	
	
La	 terapia	génica	es	una	técnica	que	se	ha	desarrollado	rápidamente	en	 	 los	últimos	
años	 y	 que	 promete	 ser	 una	 modalidad	 efectiva	 para	 el	 tratamiento	 de	 diversas	
enfermedades	que	hasta	ahora	solo	había	podido	ser	tratadas	pero	no	prevenidas	ni	
curadas,	 permitiendo	 así	 a	 las	 personas	 afectadas	 mejorar	 su	 calidad	 de	 vida	 y	
aliviando	los	sufrimientos	físicos.	Esto	hace	que	un	futuro	cercano	pueda	llegar	a	ser	
parte	de	los	tratamientos	estándares	en	los	hospitales.	Si	bien	numerosos	ensayos	han	
obtenidos	resultados	positivos,	todavía	se	generan	preguntas	respecto	a	la	seguridad	
en	 la	 transferencia	 génica	 y	 a	 las	 posibles	 consecuencias	 de	 la	 terapia	 sobre	 la	
descendencia	 de	 los	 pacientes.	 Adicionalmente,	 muchas	 de	 las	 especificaciones	
técnicas	tales	como	la	cantidad	de	vector	a	usar	y	la	estabilidad	en	la	expresión	del	gen	
transferido	 a	 células	 humanas	 no	 han	 sido	 estandarizadas.	 Por	 esta	 razón	 la	
legislación	actual	de	la	mayoría	de	países	permite	el	uso	de	la	terapia	génica	única	y	
exclusivamente	en	células	somáticas.	
	
Una	de	las	preocupaciones	del	ciudadano	común	es	el	uso	inadecuado	de	esta	terapia	
novedosa	que	conlleve	a	que	en	el	futuro	haya	un	abuso	de	la	técnica	que	termine	por	
modificar	 genotipos	 que	 no	 constituyan	 enfermedades	 sino	 caracteres	 físicos	 no	
deseados	entre	 los	 individuos	y	que	conduzcan	a	una	 tendencia	por	homogenizar	 la	
población.	Para	amenizar	dichas	percepciones,	se	crearon	los	comités	de	bioética	con	
el	 objetivo	 de	 regular	 las	 aplicaciones	 de	 las	 tecnologías	 emergente,	 en	 especial	 las	
que	 afectan	directamente	 a	 la	 salud	de	 los	 humanos	para	 que	 estas	 no	 caigan	 en	 el	
deseo	 de	 perfeccionar	 la	 raza	 humana.	 La	 bioética	 como	disciplina	 racional	 tiene	 el	
deber	 de	 establecer	 criterios	 que	 permitan	 concluir	 si	 una	 decisión	 científica	 es	
correcta	o	errónea,	asimismo,	debe	exigir	a	los	laboratorios	la	labor	de	concientizar	e	
informar	 a	 las	 personas	 acerca	 de	 las	 expectativas,	 los	 beneficios	 y	 los	 riesgos	 que	
conlleva	 la	 práctica	 clínica	 de	 la	 terapia	 génica,	 teniendo	 en	 cuenta	 que	 esto	 varía	
significativamente	dependiendo	de	la	enfermedad	que	se	este	tratando.		
	
Del	 mismo	 modos,	 las	 autoridades	 gubernamentales	 y	 estatales	 tienen	 la	
responsabilidad	de	el	desarrollar	leyes	y	normas	que	se	ajustan	a	las	necesidades	de	
cada	 país	 y	 eviten	 los	 peligros	 que	 se	 puedan	 derivar	 por	 el	 uso	 de	 las	 nuevas	
tecnologías	 para	 garantizar	 la	 seguridad	 de	 los	 pacientes,	 por	 lo	 que	 deben	 evaluar	
que	 los	 beneficios	 para	 los	 seres	 humanos	 superen	 los	 riesgos	 de	 las	 terapias	
genéticas	 emergentes.	 Al	 hacer	 esto,	 se	 esta	 permitiendo	 que	 las	 personas	 sean	
tratadas	como	tal	y	no	como	medios	para	fines	científicos,	haciendo	que	se	les	respete	
el	derecho	a	la	vida	digna	y	al	consentimiento	informado.		
	
La	opiniones	más	radicales	en	contra	de	la	manipulación	genética	se	encuentra	en	los	
centros	 religiosos,	 en	 especial	 en	 la	 Iglesia	 Católica.	 El	 Vaticano	 ha	 rectificado	 en	
múltiples	ocasiones	su	 inconformismo	con	la	práctica	de	 la	 ingeniería	genética	tanto	
en	 animales	 y	 plantas	 como	 en	 seres	 humanos.	 Esto	 se	 debe	 principalmente	 a	 la	
creencia	de	que	la	alteración	de	las	características	físicas	de	los	seres	humanos	es	un	
atentado	contra	 la	 soberanía	y	el	orden	 impuesto	por	un	Dios	 todopoderoso.	Pese	a	
	 30	
los	argumentos	religiosos,	numerosos	debates	públicos	han	llevado	a	la	aceptación	de	
la	terapia	en	células	somáticas	solamente	cuando	la	persona	padezca	de	una	mutación	
patológica	o	de	una	enfermedad	lesiva	debidamente	diagnosticada.		
	
Otro	de	los	principales	argumentos	en	contra	de	la	terapia	génica	es	la	posibilidad	de	
que	 ocurran	 cambios	 genéticos	 o	mutaciones	 incontrolables	 en	 los	 pacientes	 y	 que	
éstos	puedan	ser	heredados	a	 sus	hijos.	Estas	 ideas	 son	 soportadas	por	el	hecho	de	
que	algunos	medicamentos	mutagénicos,	 como	 los	usados	en	 tratamientos	 contra	el	
cáncer,	así	 como	 la	 radioterapia	causan	alteraciones	genéticas	que	si	 suceden	en	 las	
células	germinales	son	pasadas	a	la	descendencia,	razón	por	la	cual	el	uso	de	la	terapia	
génica	ha	despertado	preocupaciones	éticas	respecto	a	su	uso	para	un	acercamiento	a	
la	 cura	 de	 varias	 enfermedades	 humanas.	 Sin	 embargo,	 debido	 a	 que	 con	 la	 terapia	
génica	 se	 busca	 un	 fin	 terapéutico	 para	 curar	 enfermedades	 crónicas,	 se	 ha	
considerado	que	para	estos	casos	el	uso	de	la	ingeniería	genética	es	éticamente	lícito	a	
priori.	 El	 fin	 terapéutico	 se	 define	 exclusivamente	 como	 el	 tratamiento	 de	
enfermedades	 en	 humanos,	 de	modo	que	 si	 se	 usan	 a	 estos	 como	parte	 de	 ensayos	
iniciales	 en	 donde	 no	 se	 conocen	 de	 antemano	 las	 posibles	 consecuencias,	 el	 fin	
terapéutico	 desaparece	 y	 la	 terapia	 génica	 se	 convierte	 inmediatamente	 en	 un	 acto	
ilícito	que	puede	ser	penalizado	gravemente	por	la	ley.	
	
Al	 igual	 que	 en	 muchos	 países,

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