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1 II LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA La historia de la teología está íntimamente ligada a la historia de la Iglesia y a la historia de la sociedad. Los teólogos han trabajado en contextos culturales diversos: como el Imperio Romano (antes y después de Constantino), la cristiandad occidental medieval, la Edad moderna (dividida por el protestantismo y la contrarreforma católica) y nuestra propia era secularizada: el hombre de hoy ha sacado a Dios de su historia y su destino está en riesgo. Igual que ha cambiado el contexto, también ha cambiado la forma de hacer teología. Nos aproximaremos a los distintos períodos considerando: a) La configuración predominante que asumió en la época b) Sus protagonistas c) Sus principales interlocutores d) Las características generales 1. Las primeras comunidades cristianas La primera comunidad cristiana (siglo I de nuestra época) reflexionó sobre su fe interpretando el acontecimiento fundante de la vida-muerte-resurrección de Jesús. El NT es una compilación de las respuestas a las preguntas que se hacían las comunidades de esa época: ¿quién es Jesús para nosotros?, ¿quiénes somos nosotros a partir de Jesús? La comunidad tiene conciencia de que en Jesús la revelación de Dios alcanzó su cumbre. Esa experiencia fue transformada y transformada en anuncio. Los evangelistas y los autores de las cartas se dirigen a comunidades concretas. Su intención no es hacer reflexión académica, especulativa, sino expresar la experiencia cristiana y suscitar y alimentar la fe. Características del primer anuncio de la fe: • Pneumático: embebida por el Espíritu que suscita la continuidad de los seguidores de Jesús • Eclesial: nacida en el seno de una comunidad • Misionera: destinada a transmitir y recrear la fe cristiana • Vivencial: procede de la experiencia del seguimiento del Resucitado • Contextualizada: en la historia de la comunidad. Hace presente el dato revelado en distintas situaciones. • Abierta al futuro. 2. La teología patrística Abarca desde la generación inmediatamente posterior a los apóstoles hasta el siglo VII. Los cristianos tuvieron el desafío de exponer la Buena Noticia en la cultura helénica. Tuvo que justificarse ante quienes utilizaban la filosofía griega para considerar la fe cristiana como algo secundario. 2 Es necesario desarrollar un proceso de catequesis sistemática. Los santos padres realizan esta reflexión manteniendo con cuidado el fermento evangélico. El enfrentamiento con las herejías estimula y hace que la teología avance, porque exige precisión de términos y fidelidad a la Escritura. De frente a los movimientos gnósticos existe un principio que podemos llamar patrístico: “creer para entender, entender para creer”. No acepta separar inteligencia y fe, reflexión y caridad vivida, conocimiento profano del mundo y conocimiento esperanzado a la luz de la revelación. La reflexión patrística es sobre todo pastoral. La mayoría son pastores en constante contacto con la liturgia y con la espiritualidad de la comunidad eclesial: homilías, textos litúrgicos, comentarios sobre la Escritura, catequesis, etc. Aunque la mayoría están dirigidos a la comunidad cristiana, también existen algunos que se dirigen a la intelectualidad de la época. A principios del siglo III se formaron escuelas teológicas. Las más conocidas fueron la de Antioquía1 y la de Alejandría2. Antioquía tendía a la exégesis literal de la Escritura y Alejandría ponderaba el sentido espiritual. Características de la teología patrística: - Bíblica: la Escritura es la Palabra de Dios escrita y tiene poder para cambiar la vida de sus receptores. Su origen divino determina su contenido y fundamenta su importancia. Predomina la interpretación simbólica de la escritura. (Ver, por ejemplo, a San Agustín en la página 114 de su libro). - Litúrgica: la liturgia cristiana es teología. Se presenta como expresión completa de la fe. Ahí nace la homilía, y de la homilía la exégesis de los textos bíblicos. - Crística y eclesial: los Padres contemplan a Cristo en el centro del cosmos. Los seres humanos fueron creados y recreados a imagen del Verbo Encarnado. Jesucristo, en su relación viva con la Iglesia, constituye la clave privilegiada de la lectura de los datos de la fe. Los padres tienen claro que sólo se alcanza el sentido de la Escritura mediante la interpretación en la Iglesia y por la Iglesia. La comunidad eclesial se reconoce a sí misma en estos libros y se siente responsable 1 Antioquía: Filosóficamente estaba más ligada a la herencia de Aristóteles, la cual dejó su marca en la escuela teológica. Predomina el método de trabajo del judaísmo rabínico. 2 En Oriente, Alejandría era la ciudad centro de una brillante vida intelectual, donde nació el helenismo como fusión de la culturas oriental, egipcia y griega, dando origen a una nueva civilización. Fue donde el pensamiento griego influyó más sobre la mentalidad hebrea. Allí surgió la traducción de los Setenta. A finales del siglo I el cristianismo se estableció en la ciudad encontrándose con todas esas culturas. ������ La Escuela de Alejandría es el centro más antiguo de ciencias sagradas del cristianismo. Tenía el influjo de Platón y se inclinaba al misticismo. ������ Esta escuela se aplicó al análisis metafísico de los datos de la fe, con orientación platónica y a la interpretación alegórica de los textos sagrados. El método alegórico empleado por los griegos fue adoptado por algunos judíos, como Filón. Los teólogos cristianos lo adoptaron. ������ A fines del siglo II surgen en Alejandría pensadores cristianos capaces de poner en jaque el predominio cultural de los gnósticos. 3 de su conservación y correcta transmisión. - Creativa, inculturada y plural: la patrística se da a la tarea de inculturar la fe cristiana en el helenismo. La Iglesia vive un período de expansión y de creatividad. Se abre paso en un mundo altamente civilizado y dotado de gran cultura intelectual. El pluralismo está ilustrado por las diferencias entre los padres griegos y latinos y las escuelas teológicas. Las controversias teológicas convierten la era patrística en la época tal vez más interesante de toda la historia de la Iglesia. La figura de Jesucristo unifica los distintos aspectos de la reflexión teológica, nacida en el interior de la Iglesia inculturada y destinada a fortalecer su presencia y su actuación en la sociedad. La patrística tiene un valor inmenso en la teología actual. Por los contenidos y por la misma de reflexionar sobre la fe. Influyó enormemente en algunos documentos del Concilio Vaticano II. Para la inculturación actual de la fe cristiana, el ejemplo de la patrística es iluminador. Ejemplos de esta época son San Ireneo de Lyon3, Orígenes de Alejandría4 y por supuesto San Agustín5. 3. Teología escolástica medieval En el ambiente rural feudal, estático y conservador, la teología se transmite en las escuelas de las abadías por medio de obras. La teología se limita a la lectura y al comentario de la palabra de la Escritura, influenciados por textos patrísticos. Entre los siglos X y XII se producen cambios significativos en la sociedad y en la Iglesia: surgen órdenes religiosas unificadas y nacen las universidades. El descubrimiento de los escritos aristotélicos moldearon una nueva mentalidad: el pensamiento por la confrontación, resultante de la negación y la afirmación: también llamado dialéctica. El libro de las sentencias, de Pedro Lombardo, es un ejemplo de la teología medieval, que reúne textos de la Biblia y de los Santos Padres clasificados en grandes temas: Trinidad, creación y caída, redención en Cristo, sacramentos y escatología. 3 http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2007/documents/hf_ben- xvi_aud_20070328_sp.html 4 http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2007/documents/hf_ben- xvi_aud_20070425_sp.htmly http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2007/documents/hf_ben- xvi_aud_20070502_sp.html 5 Benedicto XVI, Audiencias Generales del 9, 16 y 30 de enero de 2008, y 20 y 27 de febrero del mismo año: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2008/documents/hf_ben- xvi_aud_20080109_sp.html 4 Pedro Lombardo6 Teólogo que vivió en el siglo XII y gozó de gran fama. Una de sus obras, titulada Sentencias, fue adoptada como manual de teología durante muchos siglos. Nació entre los siglos XI y XII cerca de Novara, en el norte de Italia. Pertenecía a una familia de escasos recursos. Inició sus estudios en Bolonia, luego se trasladó a Reims y, por último, a París. Desde 1140 enseñó en la prestigiosa escuela de Notre-Dame. Como todos los maestros de teología de su tiempo, también Pedro escribió discursos y textos en los que comentaba la Sagrada Escritura. Su obra maestra son los cuatro libros de las Sentencias. Se trata de un texto que nació con vistas a la enseñanza. Según el método teológico utilizado en esos tiempos, era preciso conocer, estudiar y comentar el pensamiento de los Padres de la Iglesia y de otros escritores a los que se consideraba autorizados. Por eso, Pedro recogió una documentación muy amplia, constituida principalmente por las enseñanzas de los grandes Padres latinos, sobre todo de san Agustín. Utilizó también una obra enciclopédica de teología griega que desde hacía poco tiempo se conocía en Occidente: La fe ortodoxa, compuesta por san Juan Damasceno. El gran mérito de Pedro Lombardo consiste en haber ordenado todo el material, que había recogido y seleccionado con esmero, en un cuadro sistemático y armonioso. De hecho, una de las características de la teología es organizar de modo unitario y ordenado el patrimonio de la fe. Por eso, él distribuyó las sentencias, es decir, las fuentes patrísticas sobre los distintos temas, en cuatro libros. En el primero se trata de Dios y del misterio trinitario; en el segundo, de la obra de la creación, del pecado y de la gracia; en el tercero, del misterio de la Encarnación y de la obra de la Redención, con una amplia exposición sobre las virtudes. El cuarto libro está dedicado a los sacramentos y a las realidades últimas, las de la vida eterna. La visión de conjunto que se obtiene incluye casi todas las verdades de la fe católica. Incluso los más grandes teólogos del siglo XIII, san Alberto Magno, san Buenaventura de Bagnoregio y santo Tomás de Aquino, iniciaron su actividad académica comentando los cuatro libros de las Sentencias de Pedro Lombardo, enriqueciéndolas con sus reflexiones. El texto de Lombardo fue el libro que se usó en todas las escuelas de teología hasta el siglo XVI. La presentación orgánica de la fe es una exigencia irrenunciable. De hecho, las distintas verdades de la fe se iluminan recíprocamente y, en una visión total y unitaria, se aprecia la armonía del plan de salvación de Dios y la centralidad del misterio de Cristo. Un ejemplo actual de este tipo de sistematización es el Catecismo de la Iglesia Católica, que nos ofrece un cuadro completo de la Revelación cristiana que es necesario acoger con fe. Para tener una idea del interés que sigue suscitando la lectura de las Sentencias de Pedro Lombardo, Benedicto XVI propone dos ejemplos: Inspirándose en el comentario de san Agustín al libro del Génesis, Pedro se pregunta el motivo por el cual la creación de la mujer 6 Benedicto XVI, Audiencia General del 30 de diciembre de 2009: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2009/documents/hf_ben- xvi_aud_20091230_sp.html 5 se realizó a partir de la costilla de Adán y no de su cabeza o de sus pies. Y explica: "Dios no estaba formando una dominadora ni una esclava del hombre, sino una compañera suya" (Sentencias 3, 18, 3). Luego, también apoyándose en la enseñanza patrística, añade: "En esta acción está representado el misterio de Cristo y de la Iglesia. En efecto, como la mujer fue formada de la costilla de Adán mientras éste dormía, así la Iglesia nació de los sacramentos que comenzaron a fluir del costado de Cristo que dormía en la cruz, es decir, de la sangre y el agua, con que fuimos redimidos del castigo y purificados de la culpa" (Sentencias 3, 18, 4). Son reflexiones profundas, que siguen siendo válidas hoy que la teología y la espiritualidad del matrimonio cristiano han profundizado mucho en la analogía con la relación esponsal entre Cristo y su Iglesia. Teología Monástica y Escolástica En el siglo XII, en los países de Europa occidental reinaba una paz relativa, que aseguraba a la sociedad el desarrollo económico y la consolidación de las estructuras políticas, y favorecía una intensa actividad cultural, entre otras causas gracias a los contactos con Oriente. En la Iglesia se advertían los beneficios de la vasta acción conocida como "reforma gregoriana", promovida vigorosamente en el siglo anterior, que había aportado una mayor pureza evangélica a la vida de la comunidad eclesial, sobre todo en el clero, y había restituido a la Iglesia y al Papado una auténtica libertad de acción. Además, se iba difundiendo una amplia renovación espiritual, sostenida por un fuerte crecimiento de la vida consagrada: nacían y se expandían nuevas Órdenes religiosas, mientras que las ya existentes vivían una prometedora recuperación. La teología también volvió a florecer y adquirió una mayor conciencia de su naturaleza: afinó el método, afrontó problemas nuevos, avanzó en la contemplación de los misterios de Dios, produjo obras fundamentales, inspiró iniciativas importantes en la cultura, desde el arte hasta la literatura, y preparó las obras maestras del siglo sucesivo, el siglo de santo Tomás de Aquino y de san Buenaventura. Los ambientes en los que tuvo lugar esta intensa actividad teológica fueron dos: los monasterios y las escuelas de la ciudad, algunas de las cuales muy pronto darían vida a las universidades, que constituyen uno de los típicos "inventos" de la Edad Media cristiana. Precisamente a partir de estos dos ambientes, los monasterios y las scholae, se puede hablar de dos modelos diferentes de teología: la "teología monástica" y la "teología escolástica". a) La teología monástica Los representantes de la teología monástica eran monjes, por lo general abades, dotados de sabiduría y de fervor evangélico, que se dedicaban esencialmente a suscitar y a alimentar el deseo amoroso de Dios. Los representantes de la teología escolástica eran hombres cultos, apasionados por la investigación, deseosos de mostrar la racionabilidad y la autenticidad de los misterios de Dios y del hombre, en los que ciertamente se cree por la fe, pero que también se comprenden con la razón. La distinta finalidad explica la diferencia de su método y de su manera de hacer teología. 6 En los monasterios del siglo XII el método teológico estaba vinculado principalmente a la explicación de la Sagrada Escritura, de la página sagrada, como decían los autores de ese periodo; se practicaba especialmente la teología bíblica. Todos los monjes escuchaban y leían devotamente las Sagradas Escrituras, y una de sus principales ocupaciones consistía en la lectio divina, es decir, en la lectura orante de la Biblia. Para ellos la simple lectura del texto sagrado no era suficiente para percibir su sentido profundo, su unidad interior y su mensaje trascendente. Por tanto, era necesario practicar una "lectura espiritual". Efectivamente, el deseo de conocer y de amar a Dios, que nos sale al encuentro a través de su Palabra que debemos acoger, meditar y practicar, lleva a intentar profundizar los textos bíblicos en todas sus dimensiones. Por consiguiente, la teología se convierte en meditación, oración y canto de alabanza, e incita a una sincera conversión. b) La teología escolástica Se practicaba en las escuelas que surgieron junto a las grandes catedrales de la época,para la preparación del clero, o alrededor de un maestro de teología y de sus discípulos, para formar profesionales de la cultura, en una época en la que el saber era cada vez más apreciado. En el método de los escolásticos era central la quaestio, es decir, el problema que se plantea al lector a la hora de afrontar las palabras de la Escritura y de la Tradición. Ante el problema que estos textos autorizados plantean, surgen preguntas y nace el debate entre el maestro y los alumnos. En ese debate aparecen, por una parte, los temas de la autoridad; y, por otra, los de la razón, y el debate se orienta a encontrar, al final, una síntesis entre autoridad y razón para alcanzar una comprensión más profunda de la Palabra de Dios. San Buenaventura dice al respecto que la teología es "per additionem", es decir, la teología añade la dimensión de la razón a la Palabra de Dios y de este modo crea una fe más profunda, más personal y, por tanto, también más concreta en la vida del hombre. En este sentido, se encontraban distintas soluciones y se formaban conclusiones que comenzaban a construir un sistema de teología. La organización de las quaestiones llevaba a la elaboración de síntesis cada vez más extensas, pues se componían las diversas quaestiones con las respuestas encontradas, creando así una síntesis, las denominadas summae, que eran en realidad amplios tratados teológico-dogmáticos nacidos de la confrontación entre la razón humana y la Palabra de Dios. La teología escolástica tenía como objetivo presentar la unidad y la armonía de la Revelación cristiana con un método, llamado precisamente "escolástico", de la escuela, que confía en la razón humana: la gramática y la filología están al servicio del saber teológico, pero con mayor motivo lo está la lógica, es decir, la disciplina que estudia el "funcionamiento" del razonamiento humano, de manera que resulte evidente la verdad de una proposición. Todavía hoy, leyendo las summae escolásticas sorprende el orden, la claridad, la concatenación lógica de los argumentos, y la profundidad de algunas intuiciones. Con lenguaje técnico se atribuye a cada palabra un significado preciso, y entre el creer y el 7 comprender se establece un movimiento recíproco de clarificación7. Santo Tomás de Aquino Es el máximo representante de la teología escolástica. Nació entre 1224 y 1225 en el castillo que su familia, noble y rica, poseía en Roccasecca, en los alrededores de Aquino, cerca de la célebre abadía de Montecassino, donde sus padres lo enviaron para que recibiera los primeros elementos de su instrucción. Algunos años más tarde se trasladó a la capital del reino de Sicilia, Nápoles, donde existía una prestigiosa universidad. En ella se enseñaba el pensamiento del filósofo griego Aristóteles, en quien el joven Tomás fue introducido y cuyo gran valor intuyó inmediatamente. Fue enviado a París para estudiar teología bajo la dirección de Alberto Magno, con quien entabló una profunda amistad. Tomás entró en contacto con todas las obras de Aristóteles y de sus comentaristas árabes, que Alberto ilustraba y explicaba. En ese período, la cultura del mundo latino se había visto profundamente estimulada por el encuentro con las obras de Aristóteles, que durante mucho tiempo permanecieron desconocidas. Se trataba de escritos sobre la naturaleza del conocimiento, sobre las ciencias naturales, sobre la metafísica, sobre el alma y sobre la ética, ricas en informaciones e intuiciones que parecían válidas y convincentes. Era una visión completa del mundo desarrollada sin Cristo y antes de Cristo, con la pura razón, y parecía imponerse a la razón como «la» visión misma; por tanto, a los jóvenes les resultaba sumamente atractivo ver y conocer esta filosofía. Muchos acogieron con entusiasmo acrítico este bagaje del saber antiguo, que parecía poder renovar provechosamente la cultura. Sin embargo, otros temían que el pensamiento pagano de Aristóteles estuviera en oposición a la fe cristiana y se negaban a estudiarlo. Se confrontaron dos culturas: la cultura pre-cristiana de Aristóteles, con su racionalidad radical, y la cultura cristiana clásica. Se desencadenaron entonces un sinfín de disputas en el mundo universitario y en el eclesiástico. Tomás de Aquino, siguiendo la escuela de Alberto Magno, llevó a cabo una operación de fundamental importancia para la historia de la filosofía, de la teología y para la historia de la cultura: estudió a fondo a Aristóteles y a sus intérpretes, consiguiendo nuevas traducciones latinas de los textos originales en griego. Así ya no se apoyaba únicamente en los comentaristas árabes, sino que podía leer personalmente los textos originales; y comentó gran parte de las obras aristotélicas, distinguiendo en ellas lo que era válido de lo que era dudoso o de lo que se debía rechazar completamente, mostrando la consonancia con los datos de la Revelación cristiana y utilizando amplia y agudamente el pensamiento aristotélico en la exposición de los escritos teológicos que compuso. En definitiva, Tomás de Aquino mostró que entre fe cristiana y razón subsiste una armonía natural. Esta fue la gran obra de santo Tomás, que en ese momento de enfrentamiento entre 7 Cfr. Benedicto XVI, Audiencia General del 28 de octubre de 2009: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2009/documents/hf_ben- xvi_aud_20091028_sp.html 8 dos culturas —un momento en que parecía que la fe debía rendirse ante la razón— mostró que van juntas, que lo que parecía razón incompatible con la fe no era razón, y que lo que se presentaba como fe no era fe, pues se oponía a la verdadera racionalidad; así, creó una nueva síntesis, que ha formado la cultura de los siglos sucesivos. No todos aceptaban la interpretación de Aristóteles que daba Tomás, pero incluso sus adversarios en el campo académico admitían que la doctrina de fray Tomás era superior a otras por utilidad y valor, y servía como correctivo a las de todos los demás doctores. Tomás no sólo se dedicó al estudio y a la enseñanza, sino también a la predicación al pueblo. Y el pueblo de buen grado iba a escucharle. Es verdaderamente una gran gracia cuando los teólogos saben hablar con sencillez y fervor a los fieles. La vida y las enseñanzas de santo Tomás de Aquino se podrían resumir en un episodio transmitido por los antiguos biógrafos. Mientras el Santo, como acostumbraba, oraba ante el crucifijo por la mañana temprano en la capilla de San Nicolás, en Nápoles, Domenico da Caserta, el sacristán de la iglesia, oyó un diálogo. Tomás preguntaba, preocupado, si cuanto había escrito sobre los misterios de la fe cristiana era correcto. Y el Crucifijo respondió: «Tú has hablado bien de mí, Tomás. ¿Cuál será tu recompensa?». Y él respondió: «¡Nada más que tú, Señor!»8. 4. El problema del método en el modernismo Con el surgimiento de la Reforma y del humanismo se llega a un rechazo del método escolástico. La Reforma9 trataba de establecer una nueva relación entre la fe y la razón apelando al principio de la “sola Scriptura” y el Humanismo buscaba una comprensión histórica de la verdad. Esto condujo a una teología muy apologética y a disputas de cuestiones muy particulares. A partir del Concilio de Trento (1545-1563) se llega a la época de la teología manualística, cuya principal preocupación era la voluntad de elaborar pruebas racionales apologéticas, en reacción contra las corrientes racionalistas del pensamiento moderno. Se eleva la autoridad del magisterio al primer puesto en la escala de las diversas autoridades. Se busca restaurar la antigua teología medieval mediante la “neoescolástica”, que alcanza su culmen en el Concilio Vaticano I (convocado en 1869) al proclamar el dogma del primado del papa y su la infalibilidad. La teología se niega a dialogar con el mundo moderno. La teología se constituye como la gran arma del magisterio para combatir las herejías y evitarla división al interior de la Iglesia. Abandona su función de investigación para convertirse en exposición autoritaria de la doctrina. 8 Cfr. Benedicto XVI, Audiencia General del 2 de junio de 2012: http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2010/documents/hf_ben- xvi_aud_20100602_sp.html 9 La Reforma Protestante tuvo como máximo exponente a Lutero (1483-1546). 9 El Denzinger, que reúne las citas de los concilios y de los documentos papales, se convierte en “el nuevo libro de las sentencias”, pues dirige la búsqueda de las fuentes y delimita el horizonte teológico. Los destinatarios de la teología son los clérigos. La teología se convierte en curso obligado para la formación sacerdotal. La teología de desarrolla en tres grandes áreas: fundamental, dogmática y moral. • En la teología fundamental prevalece la apologética. Sus argumentos no se orientan a suscitar la fe, sino a mostrar la credibilidad de la revelación realizada por Jesucristo y dada por su Iglesia. • La moral se estructura a partir de la ley (divina, natural y positiva) y de los diez mandamientos. • Los manuales de teología dogmática hacían partir el discurso teológico de las definiciones y declaraciones doctrinales del magisterio eclesiástico. Parten de una tesis que relacionan con la enseñanza del magisterio y tratan de probarla mostrando cómo esta enseñanza aparece principalmente en la Escritura y se encuentra en continuidad en las expresiones de la fe patrística y medieval. Evaluación crítica Crece el abismo entre teología y espiritualidad. La teología, enseñada principalmente en los seminarios, se aísla de las cuestiones cotidianas del mundo. No consigue descubrir los signos de Dios fuera de los muros de los templos. 5. La Teología en cambio a) Siglo XIX: Tubinga y la Escuela Romana Tubinga, Alemania. Surge en el 1817. La escuela intenta un diálogo con el romanticismo y el idealismo alemán. Relee algunos datos de la revelación y de la comprensión del cristianismo. La Iglesia es comprendida como el lugar de continuidad de la manifestación divina. Inicia un movimiento de retorno a las fuentes, especialmente a la tradición patrística y a la gran escolástica. Roma. Una serie de profesores se entrega al estudio serio de los Padres, utilizando las lenguas antiguas. Entran en contacto con la escuela histórica alemana. Las dos presentan algunos puntos en común: realizan estudios positivos, críticos e históricos. Aprovechan los descubrimientos históricos. Intentan salir al encuentro del pensamiento moderno. b) Inicios del siglo XX La teología católica empieza a despertar, especialmente con estudios de exégesis, patrología, historia de las religiones, historia de los dogmas e historia de la Iglesia. La apologética clásica fracasa ante la mentalidad moderna. 10 Maurice Blondel desarrolla la Apologética de la inmanencia, que se fundamenta en la tesis según la cual el ser humano posee una tendencia innata a la trascendencia. Surge también el movimiento modernista, llamado así por la pretensión de sus protagonistas de adaptar el catolicismo al pensamiento moderno, aunque a costa de cierta discontinuidad respecto de la tradición de la Iglesia. La Iglesia oficial desencadena contra este movimiento un violento proceso de persecución. Pío X lo llama: suma de todas las herejías (Dz 2105, 2114) y lo condena por medio de dos documentos: Lamentabili y Pascedi, en 1907. Entre la primera y la segunda guerras mundiales se debilita la investigación en el campo de la exégesis y de la crítica histórica. Y se escriben vidas de Jesucristo con mayor sentido crítico. Surge un esfuerzo por acercar la teología a la espiritualidad. La problemática humana comienza a ser tema de la teología. Se elaboran escritos sobre la moral familiar y las relaciones entre la Iglesia y el Estado, el progreso, las relaciones sociales. En la eclesiología se destacan las dimensiones espiritual, sobrenatural y comunitaria de la Iglesia, en contraposición al juridicismo y al individualismo. El principal movimiento teológico de este tiempo es el kerigmático, protagonizado por un grupo de teólogos de Innsbruck (Austria). Parte de la constatación de la ignorancia y mediocridad de la vida cristiana de los fieles, atribuida a la deficiencia de la predicación de los pastores, formados en una teología abstracta, seca y teórica. La teología kerigmática se ordena a la predicación. Pone énfasis en el plano salvífico de Dios en la historia. Y como teología más del corazón que del intelecto, utiliza preferentemente imágenes y estilos sencillos, distanciándose de los manuales de teología en uso. La teología kerigmática diagnostica correctamente la enfermedad en el cuerpo de la teología, pero prescribe una medicación errónea. Acentúa demasiado la separación en dos teologías. Y toda teología debe ser simultáneamente kerigmática, al servicio de la evangelización, y científica, es decir sistemática y coherente de su discurso. Veinte años antes del Vaticano II brotan varios movimientos teológicos y otros se consolidan. Se publican importantes escritos de la patrística, la liturgia empieza a ser más valorada como fuente de reflexión teológica y Pío II estimula la exégesis bíblica, sobre todo al aceptar oficialmente los géneros literarios de la Escritura en la encíclica Divino afflante Spiritu10 (1943). En los años de la guerra y de la inmediata postguerra, surge en Francia la “nueva teología”, con dos centros: la facultad de los jesuitas de Lyon y la casa de los estudios dominicos en Saulchoir. Propugna el retorno a las fuentes y la aplicación de los métodos histórico-críticos11. Busca contacto con la vida, intenta participar en ella y explicarla. 10 Pío XII, Encíclica Divino Afflante Spiritu, sobre los estudios bíblicos: http://www.vatican.va/holy_father/pius_xii/encyclicals/documents/hf_p-xii_enc_30091943_divino- afflante-spiritu_sp.html 11 Histórico: es relevante ubicarse, en cuanto sea posible, en el mismo entorno en que los textos 11 Integra teología y espiritualidad. 6. La teología a la luz del Vaticano II12 El Concilio Vaticano II (1962-1965) es para la teología católica actual una fuente continua de orientación e inspiración. El concilio enriqueció todas las ramas de la teología, especialmente con cuatro impulsos importantes para el método del teólogo: 1. La llamada inicial del papa Juan XXIII a reformular el patrimonio doctrinal, de modo que pueda traer beneficios saludables al género humano. 2. La nueva comprensión de las fuentes teológicas: Tradición y Escritura, y Magisterio de la Iglesia. 3. La adopción de la historicidad en las exposiciones doctrinales. 4. La estructuración de las doctrinas particulares de acuerdo con la jerarquía de verdades subordinadas a la fe en Jesucristo. Reformular la doctrina a beneficio de los seres humanos (Juan XXIII)13 El Papa se manifiesta esperanzado en atraer al mundo salvado por Cristo. Expresó que la Iglesia posee un legado doctrinal transmitido a lo largo de los siglos, especialmente por los concilios ecuménicos. Los obispos debían considerarse los administradores de una realidad de utilidad potencial para todos los seres humanos en todos los ámbitos de sus vidas. La enseñanza cristiana, de la que la Iglesia es la administradora, puede irradiar bendiciones sobre las vidas de individuos, familias y el conjunto de la sociedad. Los tiempos exigen una nueva profundización en la herencia y un salto hacia delante en la formulación de la doctrina, a fin de hacerla más provechosa para producir santidad y una vida verdaderamente humana. El concilio (y la teología) debe volver a expresar el tesoro que la Iglesia lleva dentro de sí para beneficio de toda la familia humana. Esta es la aportación de los teólogos: ofrecer una comunicación del mensaje de fe adecuada a la realidad contemporánea Nueva luz sobrela Tradición, la Escritura y el Magisterio aparecieron, tanto de los posibles escritores como de los posibles oyentes. Crítico: el método usa todos los aportes que la ciencia investigativa ha dado para la comprensión de los textos. Una definición de crítica dará luces con referencia a este concepto: “‘Crítica’ significa hacer juicios intelectuales acerca de asuntos o preguntas históricos, literarios, textuales y filológicos que uno debe confrontar cuando se estudia la Biblia, por ejemplo, a la luz de toda la evidencia disponible”. 12 Cfr. Jared Wicks, Introducción al Método Teológico, Verbo Divino, pp. 31-41. 13 Juan XXIII, Discurso de la solemne apertura del Concilio Vaticano II: http://www.vatican.va/holy_father/john_xxiii/speeches/1962/documents/hf_j- xxiii_spe_19621011_opening-council_sp.html 12 La Dei Verbum ofrece una nueva comprensión de la Tradición entregada por los apóstoles de Jesús y transmitida posteriormente en la Iglesia. Este depósito, o Tradición, que utiliza toda teología cristiana, es más que un simple cuerpo doctrinal: procede de Jesús y su Evangelio y conlleva una forma de vida en comunidad. Los libros del NT consignan por escrito los principales temas y normas, pero la Tradición es más que lo que está escrito. La enseñanza de la Dei Verbum sobre la Escritura es amplia. La Biblia es, en primer lugar, el mensaje de salvación en Cristo puesto por escrito por los apóstoles y sus colaboradores inmediatos (DV n. 7). Pero los escritos apostólicos sólo tienen sentido en relación con la palabra de Dios dirigida primero a Israel: “Todo lo que está escrito, se escribió para enseñanza nuestra; de modo que, por la perseverancia y el consuelo de las Escrituras, mantengamos la esperanza” (Rm 15,4, citado en DV n. 14). La Biblia es un fundamento permanente de todo trabajo teológico y el estudio de la Sagrada Escritura debería ser el alma de la teología (DV n. 24). Sobre el Magisterio, el concilio afirma que su papel es servir a la palabra transmitida. “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al magisterio dela Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo. Pero el magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído” (DV n. 10). El magisterio no es una actividad creativa dentro de la Iglesia, sino un ministerio de comunicación que protege e interpreta el mensaje y su significado original, dado de una vez para siempre por los profetas y los apóstoles. Doctrina en la historia14 La teología ha de estar comprometida a considerar la doctrina en la Historia y a expresar la enseñanza de la Iglesia de un modo nuevo, para beneficio de los contemporáneos. Así: • La Escritura fundamenta la teología sistemática y asienta su discurso en los testimonios de Moisés y los profetas, en las palabras y hechos de Jesús y en la transmisión del Evangelio por parte de los Apóstoles. • Los Padres de la Iglesia muestran al teólogo actual cómo las Escrituras eran leídas con provecho en contextos culturales completamente distintos, tales como Siria, Alejandría y los territorios occidentales del Imperio romano. • Los dogmas fueron proclamados solemnemente en momentos particulares de la Historia, en respuesta a problemas y cuestiones determinadas. • Tomás de Aquino nos muestra un intellectus fidei reflexivo, que hace uso de conceptos y formas de pensamiento que ofrecía la mejor sabiduría secular de su tiempo. 14 Puede profundizarse este punto en el decreto Optatam Totius, que habla sobre la formación sacerdotal; principalmente en el número 16. 13 Pero la teología se orienta continuamente hacia la vida de la comunidad: su culto, su testimonio, su práctica de servicio. La actividad teológica de profundizar en la revelación desemboca en una comunicación de significados capaces de iluminar la vida humana en medio de las luchas de una determinada época, con sus grandes problemas y necesidades. La jerarquía de verdades Una última aportación del Vaticano II al método teológico se encuentra en el decreto sobre el ecumenismo (Unitatis Redintegratio). El decreto urge a buscar significados más hondos, a usar un lenguaje inteligible para los de otras confesiones y a ser sensibles a la interrelación de las doctrinas particulares de la Iglesia. Las doctrinas no deberían tratarse como átomos aislados, sino como partes de un todo orgánico y complejo. “La fe católica hay que exponerla al mismo tiempo con más profundidad y con más rectitud, para que tanto por la forma como por las palabras pueda ser cabalmente comprendida también por los hermanos separados… en el diálogo ecumenista los teólogos católicos, bien imbuidos de la doctrina de la Iglesia, al tratar con los hermanos separados de investigar los divinos misterios, deben proceder con amor a la verdad, con caridad y con humildad. Al confrontar las doctrinas no olviden que hay un orden o "jerarquía" de las verdades en la doctrina católica, por ser diversa su conexión con el fundamento de la fe cristiana15”. El obispo que introdujo esta idea durante el Vaticano II, Andrea Pangrazio, atribuía primacía en la jerarquía de verdades a las realidades de duración perenne, tales como el Dios uno y trino y la Encarnación del Verbo; al tiempo que consideraba secundarios y derivados los medios ordinarios de nuestra salvación, tales como los sacramentos de la Iglesia peregrina. En el NT, el kerygma de la muerte y resurrección de Jesús es de gran importancia en la predicación y la fe. Además, la Escritura habla del “gran mandamiento” que debe impregnar las otras formas en que el creyente practica la obediencia a Dios. Pautas del Concilio Vaticano II El Vaticano II da primacía a la Sagrada Escritura. Se habla claramente de que la Escritura es el punto fundamental de procedimiento, ya sea por el hecho de que el desarrollo de los temas bíblicos está a la base de aquellas verdades que hay que profundizar, ya sea porque la Escritura es “el alma de la teología”16. El mismo concilio hace relación directa a la importancia de la Tradición, es decir, no basta escuchar exclusivamente el texto bíblico, es necesario recurrir a la voz de los padres de la Iglesia y al desarrollo teológico, puesto que las conclusiones dogmáticas han sido fruto de 15 Concilio Vaticano II, Decreto Unitatis Redintegratio, n. 11. 16 Concilio Vaticano II, Constitución dogmática Dei Verbum 24. 14 un largo camino de fe, de reflexión y análisis, que han permitido a la Iglesia fijar de manera normativa la comprensión del mensaje revelado. En efecto, para la teología católica la verificación de una doctrina de fe o que se deriva de la revelación se obtiene a través del estudio de cuanto está contenido en la Escritura, pero corroborado por la tradición eclesial, que es la encargada de transmitir, explicitar e interpretar el mensaje revelado. De acuerdo con la doctrina conciliar, la teología tiene como tarea mostrar la continuidad entre el anuncio bíblico, la historia de la fe, la reflexión especulativa, la celebración cristiana y la misma vida cristiana, al mismo tiempo que trata de profundizar en el dato revelado, para lograr una mejor comprensión del mismo. Señala como elemento fundamental para su elaboración tener siempre en cuenta la centralidad de Jesucristo, el salvador, pero dando una gran importancia a la cuestión antropológica y a su finalidad pastoral, ya que “a la luz de la revelación hay quebuscar la solución a los problemas humanos, a aplicar sus eternas verdades a la mudable condición de la vida humana y a comunicarlas de un modo apropiado a sus contemporáneos”17. Lo anterior nos conduce a mirar otro gran principio que parte de la doctrina conciliar referente al «depósito de la fe». Aunque éste es ya completo con la revelación y ministerio de Jesús y con la predicación apostólica, la comprensión de dicho depósito tiene que fructificar y progresar en la comunidad cristiana; es decir, el depósito de la fe es ya definitivo e irreformable, pero el modo de proponer sus exigencias doctrinales es y debe ser permanentemente actualizado de acuerdo con las circunstancias de la comunidad. La interpretación del núcleo de nuestra fe es inacabable dentro de la historia, pues el dogma cristiano se inscribe en la línea misma de la encarnación del Verbo: contiene elementos divinos y humanos, de tal manera que la verdad del evangelio trasciende el curso de la historia y las diferentes culturas18. Esto es lo que explica la necesidad de diversas aproximaciones humanas a la revelación, al igual que en la transmisión y presentación de la misma, pero manteniéndose fiel a esa palabra que viene de Dios. A partir del Vaticano II no se busca una uniformidad teológica, ya que la situación contemporánea de la Iglesia y de la teología es de diálogo y apertura, de auténtica renovación y de mirada serena hacia el mundo. De esta manera el discurso teológico es un ejercicio de hermenéutica, de traducción, de ayuda para que la Palabra pronunciada una vez por todas sea siempre inteligible, realizable y eficaz. 17 Concilio Vaticano II, Decreto Optatam totius, 16. 18 Al respecto es muy iluminadora la doctrina que expone el mismo concilio cuando aborda la cuestión mariológica en la constitución dogmática sobre la Iglesia, haciendo ver que no tiene la intención de proponer una doctrina completa sobre María ni resolver las cuestiones que aún no ha dilucidado plenamente la investigación de los teólogos y, por consiguiente, recuerda el derecho que tienen ellos de conservar su derecho de opinión dentro de la Iglesia. Cf. Lumen gentium 54.
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