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Microrrelato

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Un microrrelato, también conocido como minicuento, minificción, microcuento o cuento brevísimo, es un tipo de texto narrativo extremadamente breve, generalmente de ficción, que condensa en pocas frases (a veces en pocas palabras) lo necesario para causar al lector una impresión estética. Se trata de un género narrativo muy cultivado a lo largo del siglo XX, cuya brevedad lo aproxima al poema, al aforismo, a la adivinanza y al chiste.
Tradicionalmente, el microrrelato se considera un cuento sumamente corto, pero no existen límites exactos respecto a qué tan corto debe ser. En general, los microcuentos suelen oscilar entre unas pocas palabras y una o dos páginas de texto, pero el criterio determinante de su formato no es solamente la extensión, sino también la densidad y precisión del lenguaje que apuesta por lo minimalista, por lo indispensable.
La escritura hiperbreve se ha practicado desde épocas antiguas, en géneros como el epigrama, el aforismo, el haiku, la fábula y la adivinanza, mientras que el microcuento constituye más bien una apuesta literaria moderna. De acuerdo al crítico literario español Pedro de Miguel (1956-2007), su invención es fruto de la influencia de las vanguardias y la proliferación de revistas que las acompañaron, en las cuales predominaban los textos breves ilustrados.
Algunos de los principales cultores del microrrelato en el siglo XX fueron a su vez grandes autores de las letras latinoamericanas, como el mexicano Juan José Arreola (1918-2001), el hondureño-guatemalteco Augusto Monterroso (1921-2003) o los argentinos Leopoldo Lugones (1874-1938), Jorge Luis Borges (1899-1986) y Julio Cortázar (1914-1984), entre muchos otros.
Características de un microrrelato
Las principales características de un microrrelato son:
· La brevedad, relacionada más con el tiempo de la anécdota narrada que con la extensión misma del relato, pues los hay que abarcan más de una página. Sin embargo, en general tienden a una escritura condensada, minimalista.
· La intertextualidad, entendida como la referencia a otros textos, lo cual les permite establecer una red de significados presupuestos, para ironizar o jugar con personajes y formas ya instaladas en la cultura.
· La elipsis, es decir, la omisión de partes significativas de la historia para centrarse en lo crucialmente importante. Este no es un rasgo único del microrrelato, pero en este género es llevado a su máxima expresión, pues se omite todo aquello que pueda ser repuesto luego por el lector.
· La simpleza, que se traduce en estructuras sencillas, de pocos personajes mínimamente caracterizados, en ambientes esquemáticos que se describen a medida que se necesitan en la trama.
· La exigencia lectora, o sea, la necesidad de un lector activo, que participe en el desenvolvimiento del misterio y no que reciba pasivamente la anécdota narrada. A menudo los lectores deben hacer un esfuerzo para entender lo contado.
¿Cómo escribir un microrrelato?
Para escribir un microrrelato conviene seguir los siguientes consejos:
· Escribir solo lo indispensable. Un microrrelato debe decir solo aquello que es necesario para que el lector recomponga el escenario y el relato contenidos en la anécdota. Eso significa que el escritor debe elegir cuidadosamente las palabras y la estructura que empleará.
· El título es parte del relato. Los microrrelatos no se explayan en detalles, de modo que el título ha de ser una clave que permita al lector tener información relevante de antemano. Por eso el título de un microrrelato es mucho más importante que en otros géneros.
· La ambigüedad puede ser una aliada. Así como en los poemas y los aforismos, los microrrelatos pueden jugar con múltiples sentidos y permitirse ser poco claros en algunos aspectos (siempre que no entorpezca la lectura del cuento).
· Pararse sobre hombros de gigantes. Esta expresión quiere decir que uno puede llegar más lejos gracias al trabajo que otros han hecho anteriormente, y aplica al microrrelato en la medida en que es posible utilizar imaginarios, personajes y anécdotas trabajados en otras obras literarias, especialmente en los clásicos.
· Calcular un buen giro final. La fórmula tradicional del microrrelato deja para la última línea una revelación que obliga a reinterpretar lo anteriormente leído o que arroja nueva luz sobre lo que se pensaba que estaba ocurriendo. Este tipo de retos finales suelen cautivar al lector, pero corren el riesgo de resultar efectistas.
· La tensión es la clave. Si la tensión narrativa es vital en un relato breve, en un microrrelato es totalmente indispensable. No hay espacio para explicaciones, digresiones y descripciones innecesarias ni para dudas ni nada que no sea exclusivamente acción. No se puede correr el riesgo de aburrir o distraer al lector en un texto tan breve.
· Evita los lugares comunes. Un microrrelato debe ser, ante todo, un planteamiento original, estético, llamativo. No se puede obtener eso repitiendo fórmulas ni resumiendo relatos ajenos. Se debe tener algo que decir, y decirlo.

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