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1 The Alpha’s Domination Sam Crescent (The Alpha Shifter Collection 04) Este libro ha sido realizado en colaboración por: Traducción de Fans para Fans, sin fines de lucro Traducción no oficial, puede presentar errores Apoya a los autores adquiriendo sus libros 2 Sinopsis Daniel es un Alfa y un Dom. Durante el último año ha estado tratando de convencer a Dawn de que son compañeros. Él ve la forma en que ella se contiene. Ni una sola vez durante su tiempo juntos ella ha confiado en él lo suficiente como para entregarse a él. Es hora de hacerse cargo y mostrarle quién es el verdadero Maestro. Dawn anhela el dolor y nadie puede manejar su necesidad. Cuando Daniel descubre su secreto no hay marcha atrás. Ella no puede sentir dolor y depende de su Dom protegerla. Su condición la hace vulnerable a los depredadores. Daniel no dejará que le pase nada a su compañera y hará todo lo que esté a su alcance para protegerla, incluso de la persona que más quiere lastimarla. 3 Capítulo 1 Daniel Brennan corrió por el bosque inhalando todos los deliciosos aromas y escuchando todos los sonidos que lo rodeaban durante una carrera. Necesitaba aclarar su mente antes de dirigirse hacia su club BDSM. Algunos de su manada lo seguían, siendo los guardias leales que ansiaban ser, mientras que otros estaban en el club. Nadie de su manada vivía con él. Nunca había sido uno de esos Alfas que exigían la presencia de la manada en todo momento. Eran libres de vagar dentro de su área, y la única regla que exigía que todos siguieran era que el secreto del lobo se mantuviera en todo momento. Obviamente, si uno de los hombres o mujeres encontrara a su compañero predestinado, no le importaría que se divulgara ese secreto. Ocurrían cosas serias entre los compañeros predestinados, y los secretos se guardaban fácilmente. Rodeó el bosque y echó a correr con los demás siguiéndolo. Ser el Alfa de la manada lo hacía más rápido y más fuerte que cualquier otra persona. Daniel amaba el poder aunque nunca lo usaba contra ningún miembro. Nunca había sido cruel ni había degradado a otros. Eran su manada y los 4 amaba como a sus hijos. Daniel había oído hablar de otras manadas en las que ocurría la crueldad, pero aún no había conocido a ninguna de ellas. Una vez que se terminó el estallido de energía, se quedó mirando su propiedad. Su familia venía de dinero heredado, por lo que su casa era grande, lo suficientemente grande como para albergar una manada. —Está bien, eres rápido, lo entendemos —dijo Jake, tomando varias respiraciones profundas. —Mierda, ¿tenías que demostrarnos lo grande y poderoso que eres? Riendo, Daniel miró a su amigo, quien también resultaba ser uno de los guardias que se asignó a sí mismo para cuidarlo. —Tú eres el único, junto con Dave y Bill, que se queda para protegerme. No necesito protección, Jake. —Todos sabemos eso, y a ninguno de nosotros le importa lo que dices. Vamos a estar a tu lado pase lo que pase. Daniel puso los ojos en blanco. No estaba siendo un dolor en el culo y realmente creía que no necesitaba ayuda para protegerse. En todos los años que había sido Alfa, no había tenido ningún conflicto con ningún extraño. Cualquier manada que ingresara a su territorio se presentaba y solicitaba permiso para permanecer dentro de su área por unos días o semanas. Ni una sola vez se había encontrado con un lobo rebelde o alguien que representara alguna amenaza. Todos eran pacíficos y él trabajaba con ellos para facilitar la vida de su manada. Había escuchado de otros Alfas que no hacían más que luchar, 5 discutir y causar problemas al tratar de conquistar otros territorios. —¿Vas a ir a verla? —preguntó Jake. La sonrisa en el rostro de Daniel desapareció. Vería a su muy terca compañera, un dolor en el culo que no lo reconocía como compañero o cualquier otra cosa que no fuera un Maestro. —Iré a verla. No tengo otra opción. —Apretó los dientes, cerrando los puños mientras la ira y el anhelo se combinaban. Daniel no podría tener a la mujer que quería mientras ella se mantuviera alejada de él. —¿Entonces irás a Kinkster? Asintió. Kinkster era el club BDSM local que ayudaba a dirigir. Atendían a los lobos con un gusto por el lado más duro y perverso del sexo. Algunos de los miembros eran humanos, ya que los compañeros no estaban restringidos a los de su propia especie. A Daniel no le importaba. No estaba en contra de las parejas en la forma en que vinieran. El mundo, a veces, era extremadamente cruel. Que un lobo encontrara a su único y verdadero compañero era un regalo que pocos disfrutaban. Algunos hombres dejaban de buscar a sus compañeras y se establecían con la siguiente mejor opción. El único problema de conformarse con la siguiente mejor opción era cuando finalmente tropezaban con la mujer destinada a ser suya. 6 —No tengo otra opción. Ella estará allí, y sé que mi lobo no me permitirá que la pierda sólo porque odio lo que está pasando entre nosotros. —Y es que no estaba pasando nada. Dawn Weldon había entrado en su vida hace un año y se había dedicado a joderle la cabeza. Ella no sabía cómo lo jodía, pero era testaruda. Dawn no formaba parte de su manada, pero, sin embargo, se había acercado a él para pedirle permiso para entrar en Kinkster. Era una sumisa en su interior, que ansiaba todo lo que sus hombres pudieran darle, ya fuera con una mano o con un bastón. En el momento en que ella entró en su lugar, él sintió la necesidad de aparearse, reclamar, poseer. Esos sentimientos solo se habían intensificado cuando ella estuvo en su compañía vestida con una sencilla falda lápiz negra y una blusa blanca. La ropa conservadora no le repugnaba. Había olido los antojos más oscuros dentro de ella. La loba sumisa pedía ayuda, su ayuda, para domar el fuego interior. Ni una palabra salió de sus labios mientras se miraban el uno al otro, evaluando, esperando. Sintió a su loba, pudo verla como si ella hubiera cambiado frente a él. La loba negro oscuro con toques de marrón necesitaba una mano fuerte, una mano firme. Por primera vez en su vida, había sentido de qué se trataba la verdadera sumisión, y Dawn lo tenía todo encerrado en su cuerpo de piel oscura. Sus ojos color avellana dispararon fuego hacia él mientras su cuerpo curvilíneo le rogaba que la tomara y la 7 follara. Dawn era toda una mujer con grandes tetas, caderas redondeadas y un estómago curvo. En su opinión, podría darle una follada dura sin miedo a lastimarla. Sus piernas también eran gruesas y fuertes. Su cuerpo era pura perfección, y siempre lo tenía duro como una roca. Incluso cuando su loba quería acostarse en sumisión, la mujer frente a él se resistía. Dawn y su loba estaban juntas como un entero, pero ella estaba decidida a no poner su futuro en manos de una persona en la que no confiaba. Por más sumisa que fuera, no era estúpida. Daniel la respetaba por eso. Su compañera no ansiaba ningún tipo de sumisión a manos de un hombre cruel. Quería ser sumisa para el hombre adecuado, que la cuidaría y la trataría bien, no como un animal. Las cicatrices en su interior eran profundas y, sin embargo, ella las guardaba como si no le importara en absoluto. Ni siquiera reconocía su reclamo. Nunca habían follado, y él no había conocido al Alfa de su manada. Su única petición había sido que su presencia allí permaneciera en secreto. Ella no quería que él se acercara al Alfa de su manada, y como su compañero y Dom, él no podía hacer lo que ella le pedía que no hiciera. Con cada día que pasaba, intentaba demostrarle una y otra vez que podía confiar en él. Ella le permitía tocarla, pero solo como castigo, nunca íntimamente. 8 Su relación era lamentable, pero es lo que necesitaba. Su lobo se calmaba un poco cuandoestaba con ella y se negaba a perder eso solo porque ella fuera difícil. —Podrías encontrar a alguien más, Daniel. No tienes que aguantar esta mierda. —Jake le puso una mano en el hombro. —No tengo elección. Ella es mi otra mitad. Mi única razón para ir a Kinkster ahora. —Desde el momento en que Dawn entró en su vida, lo había destruido para cualquier otra mujer. Solía disfrutar de entrenar sumisas y compartir un estilo de vida único con otras mujeres. Ahora, dependía de Dawn. Ella no tenía la menor idea del poder que tenía sobre él. Lo veía en sus ojos cuando estaban juntos. No confiaba en sus respuestas ni en sus sentidos. ¿Sus sentidos la habían defraudado en el pasado? No lo sabía. Había tanto que no sabía sobre su mujer. Ella era un misterio que quería resolver. —El resto de la manada, ¿Comparten tus pensamientos? — preguntó Daniel. —Están preocupados por su Alfa, su líder. Tienes que entender sus preocupaciones. —No tengo que entender nada, Jake. Me preocupo por mi manada y ninguna decisión que tome es fácil. —Se pasó una mano por la cara sintiendo el deseo de encontrar a su compañera. Su lobo deseaba disfrutar de su aroma y ver su sumisión a sus pies. —Sabemos que serás cuidadoso cuando tomes esta decisión. Sólo estamos preocupados por ti. Tu lobo ha corrido 9 todos los días durante el último mes. Nada de lo que haces parece encerrarlo bien. El hecho de que Dawn te mantenga a distancia está haciendo que tu lobo se ponga difícil. Un año, Daniel, un año has estado pasando por esto. Algo tiene que cambiar. Se giró para mirar a Jake. Dave y Bill estaban parados a una buena distancia, pero él vio la tensión en sus cuerpos. —¿Estás preocupado de que deje que mi bestia se haga cargo? —preguntó Daniel. —Han sucedido cosas peores en el pasado. Algunas mujeres que negaban a sus compañeros a veces podían liberar a la bestia salvaje que llevaban dentro. Cuando el instinto salvaje golpeaba, todos estaban en peligro. —No voy a dejar que llegue tan lejos. Tengo el control de todo. Dawn necesita orientación y cuidado. No voy a apresurarla solo porque mi lobo exige más. —Si apresuraba a Dawn, todo el trabajo que habían hecho juntos en su relación terminaría. Por mucho que le encantaría extenderla y follarla desde el amanecer hasta el atardecer, sabía que ansiaba más. —Confiamos en ti —dijo Jake. La mirada que Dave y Bill le enviaron le contó otra historia. Confiaban en él, pero con Dawn, comenzaban a dudar de su liderazgo. Era hora de poner a Dawn en conocimiento de lo que le estaba haciendo. 10 *** Dawn hizo girar la pajita en su vaso y observó cómo el líquido se arremolinaba. Había estado sentada en la barra durante la última hora. Los sonidos de gemidos femeninos y masculinos llenaban el aire. Kinkster no era como muchos clubes BDSM. El bar no vendía licor sino tazas de té, café, expreso o, en su caso, refrescos. Le encantaba beber refrescos. El sabor era tan refrescante, que le recordaba mucho a su juventud cuando la vida era fácil, simple. La vida había dejado de ser simple en su transición cuando su vida había cambiado para siempre. Dawn guardaba un secreto que no podía contarle a nadie, ni siquiera a su propio padre. Ella era una loba, de principio a fin, y solo su necesidad de ser controlada la diferenciaba de los demás dentro de su manada. Dando vueltas en su asiento, miró a la gente que tenía delante. Algunas de las personas eran compañeros humanos, mientras que muchos de ellos eran lobos. Su manada estaba situada en un territorio a tres pueblos de distancia, y ella venía a Kinkster ya que ninguno de ellos lo hacía. Nadie de su manada había creído jamás en el BDSM. Había escuchado lo que decían cuando abrió este club. Pasando los dedos por su cabello, vio cómo le enrojecían el culo a una mujer que estaba inclinada sobre un banco de azotes. Su tierna carne blanca se sonrojó con un bonito colorete cuando el hombre, su Dom, la castigó por algún delito 11 menor. La escena dejó el coño de Dawn mojado. Su piel era oscura, y le costaba mucho a su trasero mostrar un toque de rojo. Lo sabía porque se lo habían dicho antes. Encontrar a un hombre que se convirtiera en su Maestro o Dom la había puesto en malas situaciones. Los hombres de su manada no creían en darle con una mano o una vara a una mujer, y mucho menos castigarla. Deseó poder decir lo mismo de una mujer de la manada. Dawn cerró los ojos cuando los recuerdos la inundaron por lo que se había hecho a sí misma. Había salido entre los humanos para encontrar lo que ansiaba. Su miedo y necesidad habían disfrazado el olor natural de las personas que la rodeaban. El primer hombre con el que se permitió liberarse la había amarrado durante dos días y había azotado su cuerpo dejando un rastro de sangre por el suelo. Había sido un sádico de la peor clase. Mientras pensaba que la estaba lastimando, dejó escapar que había matado a una mujer porque ella no podía soportar su tipo de castigo. A su loba no le había gustado eso y había salido de su neblina para matarlo. Ella había convertido sus manos en garras y lo había destrozado. Durante mucho tiempo se había quedado mirando el desastre que había creado con el hombre y luego se había ocupado de la evidencia. Él era una basura, y nadie lo echaba de menos. Después de su primer desastre en el BDSM, había decidido dejarlo de lado. Tenía que dejar de lado el deseo de dolor, la necesidad de dolor y el ansía de dolor. El 12 dolor que ansiaba que, no importaba lo que le hicieran, no podía sentir. No podía permitirse volverse vulnerable a nadie. Los lobos no eran sumisos y no disfrutaban de ese mordisco de dolor para excitarse, ni buscaban a alguien que les hiciera daño con la esperanza de sentirlo. No sabía por qué era diferente a los demás de su manada, pero por miedo no le preguntaba a nadie lo que ellos experimentaban. Las parejas predestinadas que veía en la manada siempre eran dulces juntas. Su primera vez había sido horrible, y el chico con el que lo había hecho la había sujetado mientras cabalgaba con fuerza sobre su cuerpo. Lo único que recordaba que le había gustado era que la sujetara y el hecho de que no pudo sentir nada cuando él la mordió durante su liberación. A partir de ese momento, su necesidad de encontrar el dolor solo había crecido. Su loba sabía lo que quería, y también Dawn. —Lo siento, Maestro. Dawn siguió el sonido para ver a un hombre abrazando a su sumisa. Llevaba unos vaqueros y eso era todo. Sus brazos rodearon a su mujer y le acarició el pelo. —La próxima vez te harás cargo, ¿no? —preguntó él. Su curiosidad se apoderó de ella y se encontró mirando a la pareja. No sabía sus nombres ni la relación entre ellos. El olor que emanaba de ellos le dijo que ambos eran lobos. —Tara no tuvo ningún cuidado cuando salió de compras y caminó frente a un autobús que se aproximaba. Si Dale no hubiera estado cerca, habría perdido a su bebé por nacer y 13 podría haber sido asesinada. Podemos soportar mucho, pero un choque frontal con un autobús es demasiado —dijo Daniel, sentado a su lado. Poniendo las manos en sus rodillas, trató de luchar contra la necesidad de mirarlo. Son compañeros. Deja de luchar. Según Daniel eran compañeros, pero ella no confiaba en los sentimientos que atravesaban su cuerpo. Había estado en una situación tan espantosa que ya no tenía la menor idea de qué creer. Su loba ansiaba su duro castigo al igual que ella, pero ambas eran cautelosas, sus errores pasados y sus antojos las hacían desconfiar. Él la miraba fijamente. Toda su perfección masculina se burlaba de ella con lo que podría tener y de lo que se mantenía alejada. ¿Estaba aquí para burlarse de ella? Él nunca te haría eso. Deja de tratarlo como a los demás. Se obligó a mirarlo y luego deseó no haberlo hecho. Danielno llevaba camiseta como la mayoría de los hombres del club. Sin embargo, cuando Daniel estaba semidesnudo, ella no podía concentrarse en nada más que en su carne al descubierto. Su piel generalmente pálida estaba bronceada por las horas que pasaba al sol. La misma piel estaba cubierta con diferentes tipos de tinta. Ningún tatuaje estaba coloreado ni era elaborado. Los diseños estaban en tinta negra, bastante simples, pero se destacaban en su cuerpo, que era fuerte, grueso y musculoso. Se le hacía agua la boca cuando 14 simplemente lo miraba. Rápidamente miró su falda, deseando haberse puesto algo más. Cuando Daniel se paró a su lado, la hizo sentir pequeña, delicada. Sus curvas de talle cuarenta y nueve junto a él se sentían como nada. Él vibraba con energía y poder. El lobo Alfa dentro de él exudaba todo lo que ella quería en un hombre y en un líder. No confíes. Las advertencias internas de su loba la pusieron tensa. —Mírame, Dawn. Él habló con dureza. Su cuerpo se despertó una vez más y lo miró. Su cabello negro colgaba sobre su rostro rozando la parte superior de sus ojos. Daniel no tenía mucho cabello, pero tenía suficiente para que ella quisiera pasar los dedos por él. Su mirada morena estaba completamente enfocada en ella. Se estremeció ante el poder, un ligero toque de ámbar apareció cuando su lobo salió a la superficie. Compañero. —Gracias por decírmelo —dijo. —¿Son tus lobos? —¿Qué ocurre? —preguntó él. —Nada. Solo tenía curiosidad por la pareja. —Ofreció una sonrisa a pesar de que sonreír era lo último que quería hacer. —Me estás mintiendo de nuevo. Se mordió el labio y se miró las manos. Dawn soltó un resoplido y él la levantó del taburete en el que estaba sentada y tomó asiento. Con movimientos rápidos 15 la tenía sentada en su regazo. La evidencia de su erección presionó contra su trasero, burlándose de ella. Eso es lo que podrías tener pero nunca lo harás porque eres una cobarde. Su mano se posó en su pierna. Daniel no empujaba los límites que ella había establecido. Él era el perfecto caballero y Maestro. —Tate y Dale han estado viniendo a Kinkster durante cinco años. Son una pareja apareada verdaderamente feliz. —¿Ella está feliz de ser sumisa? —Les gusta jugar, Dawn. Apareados o no, saben lo que les gusta. Dawn se humedeció los labios mientras sus pezones se hinchaban ante el sonido de su voz. El calor de su cuerpo la rodeó, llenándola de esperanza por algo más. Su coño estaba en llamas por su toque. Había pasado un año desde la última vez que experimentó un orgasmo, tal vez un poco más. Su última pareja se fue cuando no pudo darle lo que ella quería. Él le dijo que necesitaba encontrar a alguien dispuesto a aguantar su mierda. Siempre estaba a la caza de sentir dolor, mucho, y le gustaba que la sujetaran. A algunos hombres no les gustaba estar completamente a cargo. Eso era todo lo que quería, un hombre que tuviera el control total y que le produjera dolor. Durante sus primeros años, hubiera dado cualquier cosa para dejar de sentir dolor. Ahora, quería que el dolor supiera que estaba viva, que no le faltaba algo. 16 Mira lo que pasó todas las veces que los hemos dejado. Cerró los ojos mientras todos sus intentos fallidos sonaban a través de ella como un disco rayado. A la edad de veintinueve años, había matado a un hombre y había sido herida por seis más en una relación. Que te dijeran que estabas enferma, que eras repugnante o simplemente extraña, dolía tanto como un puñetazo. A Dawn no le gustaba que le pegaran, o no solía gustarle. Ahora, no lo sentía. Le gustaba que la azotaran, la castigaran de la manera más deliciosa, ya que el toque era mejor que nada. —No puedes ir a ningún lado —dijo Daniel, capturando su barbilla y girándola para que lo viera. El agarre en su rostro era duro, y él no la soltó. —¿Qué te dije cuando viniste aquí? —Que estoy contigo y no puedo ir a ningún otro lado. —Eso es, mascota. Viniste a mí porque necesitabas una fuerte disciplina y mano dura. Estás tratando de pelear conmigo, y estoy cansado de eso. —La puso de pie y él se levantó también. —¿Qué estás haciendo? Daniel la fulminó con la mirada. —¿Señor? ¿Qué está haciendo, Señor? —Vamos a ocuparnos con tu castigo. Dentro de Kinkster eres mi sumisa a menos que digas tu palabra de seguridad. — La tomó de la mano y la alejó de los testigos. Incluso mientras su corazón se aceleraba por el miedo a lo que estaba por venir, 17 no pudo evitar el golpe de excitación. Verlo en el papel de un Dom la excitaba. 18 Capítulo 2 Daniel pasó a varios miembros de su manada que le dieron un rápido asentimiento. Los saludó pero siguió moviéndose mientras. Dawn se mantuvo a su lado con la cabeza inclinada. No estaba actuando como una sumisa; simplemente lo estaba siguiendo. Al observarla, notó que ella mantenía la cabeza gacha cada vez que se movía de un lugar a otro. Dawn rara vez miraba hacia arriba para ver el mundo que la rodeaba. Su vida no había sido fácil. Había visto la evidencia tanto en sus ojos como en sus acciones. Había sido herida en el pasado. Quería saber todos sus secretos y lo que le estaba ocultando. Los compañeros no se ocultaban la verdad el uno al otro. Ella le respondía de la forma en que lo hacía un compañero, sin embargo, sentía que su loba se tensaba a su alrededor. Para que una mujer y su loba no estuvieran seguras, sabía que lo que había sucedido las había dejado a ambas con una cicatriz. De él dependía hacerla salir. Al abrir la última puerta al final del pasillo, Daniel le soltó la mano, encendió la luz y cerró la puerta. Se giró hacia ella para evaluar sus reacciones. Esta era su habitación privada. La 19 única vez que usaría esta habitación sería para la mujer con la que pretendiera quedarse. Solo un par de mujeres habían estado cerca de entrar aquí hasta que esta mujer pidió permiso para unirse al club. —¿Dónde estamos? —preguntó ella. Se mantuvo alejada de la cama, manteniéndola a su espalda mientras se giraba para mirarlo. —Esta es mi habitación privada y personal. A partir de ahora, cada vez que vengas a este club, aquí estaremos. —Se cruzó de brazos, esperando. —No, tenemos que estar a la vista de los demás. —Delante de los demás, te reprimes. Afuera no eres tú misma y siempre tienes miedo de que alguien te note. He visto tu forma de ser. Quieres ver lo que sucede dentro del club para asegurarte de que los hombres y mujeres estén tratando bien a sus sumisas, pero cuando se trata de ti, quieres la libertad de estar lejos de todo. —No, estás equivocado. —Entonces quítate la ropa y saldremos a hacer una escena ahora mismo. Te castigaré por tu falta de reconocimiento de autoridad, y luego te haré correrte para que todos vean la belleza de tu orgasmo. Ella se apartó de él. Su cuerpo se tensó y comenzó a mirar alrededor de la habitación. ¿Por una oportunidad de escapar? La loba dentro de ella comenzó a golpear su jaula interior. 20 El instinto protector dentro de él aumentó con toda su fuerza. Sus reacciones estaban enfureciendo al Dom y al protector al mismo tiempo. —De rodillas y preséntate ante mí. —Él profundizó su voz, y Dawn se puso de rodillas, abriendo las piernas mientras inclinaba la cabeza, presentando su cuerpo en la pose sumisa que tanto amaba. —Tu loba puede descansar. No te dejaría salir para que otros vieran este hermoso cuerpo. —Extendió la mano para tocar un mechón de su cabello. Tenía un cabello hermoso, largo y castaño oscuro. Observó las hebras mientras las acariciaba con los dedos. —Las cosas van a cambiar entre nosotros, Dawn. Ella lo miró. Las lágrimas brillaron en sus ojos mientras lo miraba fijamente, y sus labios temblaron. —Durante el último año te he visto bailar a mi alrededor como si tuvieras el control. Soy el Dom, tu Maestro,y también soy tu compañero. —Presionó un dedo contra sus labios cuándo quiso discutir con él. —No más discusiones. Me has mantenido a distancia y he seguido tus reglas. Algo jodido te pasó, lo entiendo, pero no vas a lidiar más con eso. Me dejarás entrar aquí. —Presionó el dedo de su boca en su cabeza. —No voy a dar marcha atrás ni a marcharme. Estamos en esto juntos. — Esperó que varios minutos pasaran. —Puedes hablar. —Esto no es lo que acordamos. Cuando te fui a ver, me prometiste que podría tomarme mi tiempo para acostumbrarme a ti y que podría terminar con esto cuando quisiera. 21 —Acepté esos términos antes de darme cuenta de lo dañada que te habías vuelto con este estilo de vida. Tienes problemas, Dawn. Puedo ayudarte a superarlos, pero tienes que confiar en mí. —¿Cómo puedo confiar en ti cuando estás haciendo esto? —Hizo un gesto con la mano entre ellos. ¿Tenía alguna idea de lo hermosa que se veía de rodillas ante él? Lo dudaba. Dawn no tenía la menor idea del poder que tenía sobre él. —No fui a ver a tu padre cuando me di cuenta de que no ibas a aceptar nuestro apareamiento. —A cualquier padre, especialmente a un Alfa, le hubiera encantado que su hija se apareara con un compañero alfa. Daniel había tenido toda la intención de ir con su padre. Ella le había rogado que no lo hiciera y luego amenazó con negar su afirmación. Si ella negaba su reclamo, el riesgo de volverse salvaje aumentaba. Se echó atrás y decidió demostrarle que podía confiar en él. —Te di un ultimátum. Eso no es confianza. Él ahuecó su cara y le pasó el dedo por el labio. Ella no se tensó ni se apartó, lo cual era una mejora. Cuando estuvieron juntos por primera vez, ella luchó contra él a cada paso y se alejó de cualquier tipo de intimidad. —Te he dado más en el último año de lo que has recibido en otros lugares. Veo la mirada en tus ojos, Dawn. No me permites llevarte al orgasmo, pero el placer está en tus ojos, en la forma en que me dejas abrazarte. Hay muchas cosas de las 22 que me puedes acusar, pero no preocuparme y ocuparme de tus necesidades no es una de ellas. —Retiró la mano. —Has pasado por muchas mierdas. Quiero saber qué es. —No, no te voy a decir nada. —¿Sientes a tu loba ahora mismo? ¿Cómo se pasea por las paredes de tu mente, curiosa pero reprimiéndose? —Cómo sabes… —Ella quiere confiar en mí, confiar en este instinto dentro de ella. Te has puesto en peligro y no iremos a ningún otro lado hasta que me lo digas. —La miró fijamente sabiendo que necesitaba ganar esta batalla. —Esta noche, vendrás a casa conmigo. Vamos a llegar al fondo de tus problemas. Nadie miente en mi casa. Estaremos totalmente solos y podremos explorar tus problemas. —No, no voy a ir a ningún lado contigo. —Es simple, Dawn, vendrás conmigo de regreso a casa o te acompañaré a tu casa, le diré a tu padre y retiraré tu membresía de aquí. Nadie te tocará y tu padre te echará o te exigirá algo. —No puedes hacer eso. Te rechazaré. Voy a detener esto. —Todo el club conocerá tu secreto. Si guardas el secreto aquí conmigo, morirá conmigo, pero volverás a casa conmigo. He guardado este secreto durante un año. He aguantado tu mierda, y esto termina ahora. —Este era un movimiento radical de su parte. Ella podría salir por esa puerta y estar a salvo por el resto de su vida. Daniel sabía que había algo más mal dentro 23 de ella. Dawn estaba aterrorizada por sus propios instintos, que le decían que se pondría en riesgo en más de un sentido. —Esto no es justo. —La vida no es justa. Nunca te haré daño, Dawn. Soy tu compañero Te cuidaré y te prometo que todo lo que suceda será lo que tú quieras. Ella miró un punto más allá de su hombro. Sus labios se abrieron y luego se cerraron. Se imaginó su mente trabajando a toda marcha para escapar de su sugerencia. —No quiero que le digas nada a mi padre. No necesita saber dónde paso mi tiempo. —Bien —dijo, dolido de que ella estuviera avergonzada por la forma en que pasaba su tiempo. Sus uñas se hundieron en la carne de sus muslos, se imaginó que para causarse un mordisco de dolor. No le gustaba lo que estaba haciendo. Poniéndose de rodillas, la tomó de las manos para evitar que se causara más dolor. Ella jadeó ante su toque, y él no apartó la mirada de sus ojos. —¿Qué va a ser, Dawn? Esto no puede continuar. —¿Estamos emparejados? —Sí. Ella rompió su mirada al mirar su mano sosteniéndola. — ¿Qué necesitas que haga? —Necesito que confíes en mí. —No soy normal. 24 —Nunca dije que quisiera una mascota normal. Vamos a superar esto. Le apretó la mano en un intento de tranquilizarla. Ella dejó escapar un suspiro. —Está bien, iré contigo. Daniel deseaba que hubiera más entusiasmo en su voz, pero aceptaría lo que ella le daba ahora mismo. El apareamiento era diferente para todos. Había compañeros que podían luchar contra el impulso de aparearse, pero eso generalmente se debía al hecho de que uno de ellos ya estaba en una relación con otra persona. En su caso, el de él y el de Dawn, ella había sido herida en el pasado y no confiaba en el instinto natural de aparearse. Cuando finalmente se aparearan, no habría forma de negarse el uno al otro. Una vez que Dawn lo aceptara y él la follara y mordiera, ella sería suya y su conexión sería completa. Entendería todo lo que pasaba dentro de su cabeza. Si no fuera por Jake, no habría sabido que Dawn era la hija de un alfa. Su amigo se enteraba de todo. Era una de las razones por las que era un buen guardia. Nada se le pasaba nunca. *** ¿Qué estás haciendo? 25 Dawn miró fijamente su mano donde él sostenía su palma dentro de la suya. Su piel oscura se destacaba en contraste con su piel pálida, pero sus diferentes colores de piel no la molestaban. No, lo que la sorprendía era la forma en que la abrazaba. Era fuerte, poderoso y, sin embargo, la abrazaba como si fuera delicada. Ella era todo menos delicada. Él no la lastimaba, simplemente la mantenía firme. ¿Qué estaba tratando de hacer? —Mírame, Dawn. Ella levantó la mirada hacia él, confundida por lo que estaba sucediendo dentro de ella. Por un lado, quería seguir hundiendo los dedos en su carne para tratar de causarse dolor y, sin embargo, quería lo que Daniel le daba. ¿Él siquiera entendería lo que le estaba pasando? —Me has desobedecido hoy. Antes de que vayamos a mi casa, te castigaré y luego llamarás a tu padre. Cuando fue a hablar, él presionó un dedo en sus labios para detenerla. —No, no puedes hablar ahora. No te dejaré sola. Vas a hacer la llamada mientras estoy aquí para escuchar lo que tienes que decir. No permitiré que un padre enojado piense que le he robado a su hija. Ni siquiera había pensado en iniciar un conflicto entre Daniel y su padre. Dawn era muchas cosas, pero una iniciadora de peleas no era una de ellas. La idea de tener uno o dos hombres peleando por ella le revolvió el estómago. —Yo no haría eso —dijo ella. 26 Dawn aceptaría cualquier castigo que Daniel sintiera que necesitaba darle. Lo había estado presionando durante el último año y él tenía derecho a castigarla. Te gustan sus castigos. No le importaba lo que él usara: mano, bastón, látigo o paleta, le encantaba todo. Daniel era inventivo con las restricciones que ella le había impuesto. —¿No lo harías? Algunas mujeres harían cualquier cosa para crear una guerra entre dos territorios. —No estoy interesada en comenzar nada, Maestro. — Inclinó la cabeza, mostrando su lado sumiso. ¿Lado? No tienes un lado. Ésta es quién eres. La loba dentro de ella gruñó ante las palabras que pensó. A su loba no le gustaba ser insultada a pesar de que Dawn tenía tendencia a hacerlo. —Bien. Te creo, Dawn. Ahora, ¿me crees cuando te digo que puedes confiar en mí? Qué nunca te lastimaré, y que te cuidaré durante tu tiempo conmigo. ¿Qué debería decirella? ¿La verdad? ¿Mentiras? ¿Medias verdades? Se decidió por la verdad. Las mentiras rara vez le daban lo que quería. —Confío en que no me lastimarás, pero no creo que seamos compañeros. No puedo confiar en mí misma para tomar esa decisión en este momento. 27 —No te estoy pidiendo que tomes ninguna decisión, Dawn. Bueno, pasaremos un tiempo juntos y, con el tiempo, verás que estoy diciendo la verdad. Ella se mordió el labio y asintió. —Si, confió en ti. De todos los hombres que conocía, Daniel siempre tenía el control. Nunca perdía los estribos ni utilizaba su ira contra su manada. No era estúpida y había oído a su manada hablar de él. Nadie dijo nada malo. En todo caso, hablaron de lo increíble que era como Alfa, uno de los mejores que habían conocido. —Quiero que te subas a la cama boca abajo y extiendas los brazos y las piernas. —Ella vaciló por un segundo y luego decidió hacer lo que él decía. Daniel no había traspasado sus límites y no la había visto desnuda en el año que había sido su Maestro. No le has dado la oportunidad de ser un verdadero Maestro para ti. Luchas contra él a cada paso. Su loba levantó la cabeza en señal de acuerdo. Ella era la que tenía el control de su cuerpo, no su loba. Trepándose a la cama hizo lo que le ordenó. Segundos más tarde sintió que las ataduras de seda se envolvían alrededor de sus muñecas seguidas de sus tobillos. Daniel se tomó su tiempo para asegurarle las muñecas. Tenía las piernas abiertas tanto como le permitía la falda. Se lamió los labios, deseando poder darle esa otra parte de sí misma. —Eres absolutamente hermosa, Dawn. 28 Le tocó el tobillo y retiró la mano cuando su toque se volvió demasiado para ella. No sabía cómo sabía él cuándo dejarla libre —Gracias, Señor —dijo ella. —No te di permiso para hablar. —Le dio una bofetada en el trasero provocando que ella gritara. Había aprendido a hacer los ruidos correctos incluso si no sentía ningún dolor. —Solo hablarás cuando te hablen. Mantuvo los labios cerrados. Su coño estaba ardiendo, los labios de su sexo empapados por el impacto de su azote. Su palma era grande, cubriendo tanto de su trasero como podía. ¿Cómo sería ceder y dejar que la tocara? El solo pensamiento la sacudió un poco. Nunca en su vida había sentido curiosidad por un toque más íntimo. Las puntas de sus dedos rozaron su pantorrilla, dejándola de nuevo mientras se movía por la habitación. Nunca había estado en una cama en su compañía antes. Está bien. No lo llevará demasiado lejos. —Tienes miedo a la intimidad, Dawn. Quiero saber por qué, pero esta noche te quedarás callada mientras hablo. ¿Necesito usar algo para mantenerte callada? —preguntó él. Ella negó con la cabeza en respuesta. —Bien. Confío en que seguirás mis instrucciones, de lo contrario estarás en problemas. Dawn escuchó mientras él se alejaba de la cama, dándole más espacio. Giró la cabeza y por el rabillo del ojo lo vio entrar 29 en un armario. Encendió una luz, pero ella no pudo distinguir nada. ¿Era ahí donde guardaba sus juguetes? —Te gusta ponerme a prueba, Dawn. Tu sola presencia me provoca y sé que lo disfrutas. —Tarareó, sacando juguetes de su armario. Oyó que la luz se apagaba y la puerta se cerraba. — Mientras estés conmigo, voy a derribar todos esos muros que has mantenido entre nosotros. Somos compañeros. Sé que no me crees, pero lo somos. Mi lobo quiere aparearse contigo, reclamarte. Lo mantendré a raya hasta que solucionemos este problema. Para tu estadía, vamos a establecer algunas reglas básicas. —Dejó algo sobre la cama. Los lazos le impidieron moverse para mirar. Apretando los dientes, cerró los ojos con fuerza para evitar preguntarle qué era. —Algunas de mis reglas no te van a gustar, pero las harás porque cumpliré mi amenaza, Dawn. Bien, puedes hablar cuando te haga una pregunta, ¿entendido? —Si, Señor. —Bien. Ahora, también puedes contar. ¡Golpe! Su palma aterrizó en su trasero. —Uno —dijo, amando la sensación de su mano en su trasero, incluso si no podía sentir la punzada de dolor que debería haber creado su toque. ¡Golpe! —Dos. 30 Ella esperaba que su mano aterrizara en su trasero de nuevo. Nunca lo hizo. Había dejado de tocarla. Abriendo los ojos, jadeó al verlo mirándola. —¿Te estoy lastimando? —No. —¿Te gusta el dolor? Dawn abrió la boca para discutir con él y luego se detuvo. No le mientas. Siempre sabe cuándo mientes. —Sí. —¿Era realmente una mentira? Probablemente podría mutilarla y ella no lo sentiría. —¿Cuánto dolor? Ella se humedeció los labios, preguntándose qué decirle. Hubo un momento en su interior en el que empezó a odiar lo que estaba pasando, y eso la dejó sintiéndose enferma. Los hombres con los que estaba nunca le dieron lo que necesitaba y ella nunca encontró lo que buscaba. —¡Dawn! Él pronunció su nombre a modo de advertencia. —Me gusta mucho el dolor. —Dejó escapar un suspiro cuando la apariencia de una verdad se derramó de sus labios. Después de todo, ella había ido a buscar el dolor pero nunca lo encontró. —¿Estás diciendo la verdad? —preguntó él. —Sí. —¿Sabes cuánto dolor te gusta? Ella sacudió su cabeza. 31 —Te hice una pregunta directa. —Algo del dolor ha hecho que sangre. —Sintió que se le calentaban las mejillas. ¿Sería capaz de ver su vergüenza? —Puedo oler tu vergüenza, mascota. ¿Por qué estás avergonzada? —Está mal sacar sangre. Algo anda mal conmigo. Ninguna de las personas de la manada de mi padre necesita lo que yo necesito. No soy normal. —Ninguno de ellos busca el dolor con la esperanza de finalmente sentirlo. Nadie sabía lo que había hecho, el matar a ese hombre. ¿Hizo lo correcto al quitarle la vida? No lo sabía. Él había herido a otras personas, pero ¿merecía morir bajo su mano o garra? No había respuestas fáciles. ¿Qué pensaría Daniel de ella cuando descubriera la verdad? ¿Sentiría repulsión y desearía no haberle dado nunca una oportunidad? Ella era una compañera defectuosa. Él apartó un poco de su cabello, inclinándose más cerca. — ¿Alguna vez dije que estaba buscando a alguien normal? Eres perfecta tal como eres. Daniel se alejó de ella. —Te vas desnudar cuando estés conmigo, y espero no escuchar ninguna queja tuya. Ambos estaremos desnudos y vamos a explorar esto entre nosotros. Ella no quería que él la viera desnuda. Dawn gritó cuando él le dio una palmada en el trasero con un bastón. Si tan solo pudiera sentir el dolor. 32 —Tres —gritó la palabra. Golpeó fuerte con el bastón, o al menos, ella imaginó que era fuerte. Ningún dolor floreció en su trasero, pero su clítoris se hinchó debido a su presencia. Daniel nunca dejaba de encenderla. 33 Capítulo 3 Daniel la golpeó dos veces más con el bastón, sorprendido de que siguiera contando. Ella era una sumisa tan buena. No la cambiaría por nadie. Le gusta el dolor hasta sangrar. En algunas transiciones de humano a lobo, la línea entre placer y dolor cambiaba. Había escuchado de algunos hombres y mujeres que podían soportar tanto dolor que podrían estar al borde de la muerte y no los afectaría emocionalmente. El funcionamiento de un cuerpo de lobo lo sorprendía. Dawn no era extraña ni diferente a muchos de ellos. Tenía miedo, no tenía instrucción y estaba sola. Su loba estaba dividida en dos entre quererlo y tener miedo. No era un idiota. Dawn había hecho algo para causar este problema. Dejando el bastón en el suelo, se quedó mirando su cuerpo odiando la vista de la ropa. Daría cualquier cosa por tenerla extendida y desnuda, su carne oscura al descubierto para que él la tocara, acariciara o castigara. Espera, ten paciencia. Ella será nuestra. Su lobo paseó por las paredes de su mente. Querían reclamar a la hembra frente a él. Levantó la paleta. Esta tenía 34 agujeros en el interior y la estrelló contrasu culo. Se aseguró de golpear con la suficiente fuerza para hacer doler, pero no lo suficiente como para causar hematomas. Era casi imposible usar una paleta sin magulladuras, pero no le dio todo. Ella gritó, gimiendo los números que él quería escuchar. El olor de su excitación llenó la habitación y su lobo aulló dentro de su mente. Querían deslizarse entre sus muslos y lamer su coño cremoso. Ella estaría empapada cuando él pusiera su boca alrededor de su clítoris, tragando su jugo. Solo el olor de su coño lo estaba volviendo loco. Su polla se tensó, imaginando cómo se sentiría envuelta alrededor de su longitud. No presiones. Una vez que terminó con la paleta, decidió no usar el látigo. Sentado en el borde de la cama, le tocó la espalda. La camisa que vestía estaba empapada en sudor. —Cuando me veas entrar en una habitación, quiero que te me presentes. Ese será el caso dentro de mi casa. Si alguna vez tenemos compañía, no es necesario que lo hagas. La única excepción a esta regla es cuando estamos afuera. ¿Lo entiendes? —Sí, lo entiendo —dijo ella. Daniel apartó un poco de su cabello que le había caído sobre la cara. Sus hermosos ojos marrones le devolvieron la mirada. Ella no sonrió, pero claro, Dawn rara vez sonreía. Antes 35 de que terminara su tiempo, quería que una sonrisa se reflejara en su rostro. —Vamos a hablar sobre tu pasado y tu futuro. Mi casa está abierta y rodeada de tierra para que corramos libremente. Si piensas en huir de mí, le diré la verdad a tu padre. —Esto es un chantaje —dijo ella. Él le dio una palmada en el trasero. —No había terminado de hablar. —Daniel la fulminó con la mirada antes de continuar con lo que estaba hablando. —Como estaba diciendo, si huyes de mí, se lo diré a tu padre. Si haces cualquier cosa para arruinar esto, me aseguraré de arruinarte a ti también. Es un chantaje, pero trata de vivir un año sabiendo que tu compañera está siendo una mujer obstinada. Su mirada lo abandonó y él la agarró por la barbilla para obligarla a mirarlo. —Lo siento —dijo ella. —Bien. —Daniel se puso de pie y le quitó la seda que la ataba a la cama. Le encantaría mantenerla atada, pero no era lo que debía hacer. Una vez que la soltó y se sentó, notó que no se frotaba las muñecas ni los tobillos como lo hacían otras mujeres. —Llama a tu padre. Señaló el teléfono al lado de la cama. —Si utilizo ese teléfono, sabrá de dónde viene la llamada. También puedo decirle dónde estoy. 36 —Es una línea personal y privada, Dawn. No rastreable. Puede intentar encontrarte, pero a menos que des una ubicación, no lo hará. —Cruzó los brazos sobre el pecho y la vio teclear el número de su padre. —Hola, papá, soy yo, Dawn. —¿Qué te pasa, cariño? ¿Necesitas que te busque o algo? —preguntó su padre. Daniel pudo escuchar la conversación. Los lobos tenían un oído genial. —No, no. Solo quería hacerte saber que no volveré a casa hasta dentro de un par de días. Me quedaré con un par de amigas y me divertiré un poco. —Ella lo miró. Daniel esperó. —Cariño, ¿estás segura de que estás bien? No suenas bien. —Estoy segura. Estoy bien. No me pasa nada. Te llamo para que no te preocupes y envíes un grupo de búsqueda. —Ella se obligó a reír. Daniel la vio sabiendo en su corazón que necesitaba arreglar lo que había salido mal durante su transición. —Ok, cariño. Te veré cuando regreses. Mantente en contacto. —Lo haré. Se despidieron y ella volvió a dejar el teléfono en la base. —¿Sientes dolor? —preguntó él. No sabía por qué, pero su instinto le decía que algo no estaba bien. Todos los demás sumisos harían una mueca de dolor por la paliza que él le había 37 dado, pero Dawn no había respondido ni mostrado ningún signo de ser consciente de ello. Ella lo miró. —Sí, siento dolor. Mi papá no tiene una verdadera compañera. Se decidió por la mujer más fuerte de la manada. Ella es mi madre. —Nunca mencionaste a tu madre. —Ella no es el tipo de persona de la que me gusta hablar. —Ella bajó la mirada de nuevo y él sintió el odio dentro de ella. —¿Por qué? Soltó un suspiro antes de pasar sus dedos por su cabello. —No lo sé. Simplemente no lo hago. —No la mencionas, y no preguntas por ella. ¿Por qué? —Mi mamá, ella no es el mejor ejemplo de una madre. Daniel esperó a que ella continuara. —¿No vas a decir más? —preguntó cuando ella no mostró signos de decir nada más. —No. Mi mamá no es un tema que debamos discutir. El hecho de que no quisiera hablar de su madre significaba que era un tema más importante del que hablar. Daniel se quedó en silencio, archivando la información hasta más tarde. —Está bien, claro, toma tu bolso. Vamos a ir a mi casa — dijo él. —¿Ahora? —Sí. —Tomó su mano entre las suyas y caminó hacia el bar. Ella no luchó contra él cuando la colocó en el taburete. — Quédate aquí. Volveré a recogerte en breve. 38 Dejándola sola, fue a la oficina de seguridad del fondo donde encontró a Jake mirando las pantallas. —Necesito que corras la voz de que hasta nuevo aviso mi casa está fuera del alcance de la manada. Diles que si me necesitan, que me llamen y yo me ocuparé de cualquier problema que tengan. —¿Por qué no podemos ir a la casa? —preguntó Jake. —Me llevaré a Dawn conmigo. —¿Finalmente la has hecho admitir que son compañeros? Daniel negó con la cabeza. —¿Harás esto por mí? —Considéralo hecho. Haré correr la voz de inmediato. — Jake sacó su teléfono celular y comenzó a escribir. —¿Estás seguro acerca de esto? Se detuvo para mirar a su amigo. —Ella es mi otra mitad, Jake. Estoy seguro, y voy a arreglar lo que sea que esté roto dentro de ella. —Miró las cámaras de seguridad. —Por favor, mantén este lugar en orden. —Señaló con la cabeza a los hombres y luego salió de la habitación. Caminando de regreso a la barra vio a Dawn bebiendo de una pajita. Siempre pedía un refresco, un refresco de crema transparente. Tenía los ojos cerrados mientras disfrutaba del sabor de su bebida. Pasando una mano por su rostro, se preguntó si estaba haciendo lo correcto al llevarla a casa con él. Nuestra. 39 Dawn era su compañera, su otra mitad, y estaría condenado si la dejaba escapar. Tocó su hombro mientras se acercaba. Ella se sacudió ante su toque pero no se apartó. —Termina tu bebida y luego nos vamos. —¿Puedo hacerte una pregunta? —Sus ojos marrones estaban muy abiertos mientras lo miraba. —Sí —dijo, tomando asiento. —¿Por qué ahora? ¿Por qué esperar un año para ponerme en esta posición? Él sonrió. —Finalmente he tenido suficiente de nuestros juegos. Me estás manteniendo lejos y eso no me gusta. Ya he jugado a tu manera y lo he jodido todo. Es hora de jugar a mi manera, y empezando ahora. Terminó su bebida dejando una pequeña cantidad de refresco en el fondo. —¿Por qué no has terminado tu bebida? —preguntó él. —Lo hice. Daniel señaló los restos que había dejado en el vaso. —Si bebo eso, hará un ruido con la pajita, y si saco la pajita, se ensuciará el costado. Se puso de pie tomando su mano. Había más en esa explicación. Su instinto le decía que no le gustaría lo que ella tuviera que decir. 40 *** La casa de Daniel era vieja y enorme. Él se detuvo frente a una gran puerta de hierro y escribió un código que abrió esas imponentes puertas. Miró detrás de ella para ver las puertas cerrarse después de ellos. Se cerraron, atrapándola dentro del terreno con Daniel. Había gente peor con la que estar encerrada. Madre es una de ellas. Apagó sus pensamientos y se giró hacia el frente. Él condujo por un camino de entrada realmente largo que estaba rodeado de árboles grandes y gruesos. —La casa ha pertenecido a la familia durante generaciones. —¿Eran lobos todos? —preguntó ella, mirando hacia él. —Sí. Algunos de mis antepasados se casaron con humanos y se mudaron, y otros se quedaron cerca. —¿Dóndeestán tus padres ahora? —preguntó ella. —Están disfrutando de unas vacaciones muy necesarias. Están explorando Europa, visitando algunas manadas que no han tenido el placer de ver en años. —Tamborileó con sus dedos en el volante mientras hablaba. —¿Cómo te hiciste cargo cómo alfa? Él sonrió. —Mi papá me dijo que era hora de tomar el lugar. Estaba envejeciendo y dijo que un verdadero Alfa sabe cuándo 41 hacerse a un lado y traer uno nuevo. Yo era el siguiente en la fila, así que asumí el cargo. —¿Qué hay de los otros hombres de tu manada? ¿No les molestó que los pasaran por alto? —Algunos de los hombres me desafiaron a una pelea. Gané, pero siempre me negué a luchar a muerte. No quiero que nadie manche mis manos con sangre. Ella se tensó ante sus palabras. Tengo las manos manchadas de sangre. Mirando por la ventana, jadeó cuando su casa apareció a la vista. Era tan grande que dudaba que tuviera que verlo durante días. Podían jugar al escondite y perderse. —¿Esta es tu casa? —preguntó ella, asombrada. —Sí. La manada puede ir y venir cuando quiera. No te preocupes, saben que no deben venir aquí hasta nuevo aviso. Ella salió del auto una vez que él lo detuvo. —¿Estás asombrada? ¿Pensaste que vivía en un lugar pequeño? —preguntó él, acercándose a ella. —Estaba pensando en una cabaña en algún lugar de los bosques. Ni siquiera me imaginé esto. —¿Hace que mi reclamo de apareamiento sea más atractivo? —preguntó él. Ella se giró para mirarlo. —No soy una buscadora de oro, y no pretendo reclamar nada —No dije que lo fueras. A veces, a las lobas les gusta ver que se las puede cuidar. ¿A tu loba le gusta lo que ve? —Se 42 detuvo justo detrás de ella con la palma de su mano apoyada ligeramente sobre su espalda. Dawn hizo una pausa mientras escuchaba a su loba. —No, no creemos que seas un mejor partido ni nada por el estilo. Nos preocupa lo que significa que seas dueño de esta gran casa. —¿Por qué significaría algo? —Te sorprendería lo peligrosas que son las casas y los hombres grandes. —Ella miró hacia la casa sintiéndose… ¿feliz, segura? Dawn no sabía en qué emoción confiar o saborear. Daniel no la lastimaría. Había sido su Dom durante un año y nunca la asustaba. Si que la ponía nerviosa, pero nunca asustada. —Voy a conocer todos esos secretos que estás escondiendo —dijo él. —No son secretos. —Son solo recuerdos de una época que me gustaría olvidar. Se inclinó más cerca. Sintió su aliento en la mejilla. Su cuerpo se tensó con el calor de él. Por dentro, su loba comenzó a gruñir, queriendo acercarse un poco más a su cuerpo. ¿Cómo sería desnudarse y darse la vuelta? ¿Correr con él en la naturaleza del bosque sin que nadie escuchara sus pensamientos? Había dejado de correr por los bosques en casa porque la conexión de la manada les permitía acceder a sus pensamientos si estaban lo suficientemente cerca. Todos sentirían repulsión por ella si supieran la verdad. No tenía 43 ninguna duda de que la habrían expulsado como si no existiera en el mundo de sus padres. —Siempre hay secretos en este mundo, mascota. —Le dio un beso en la mejilla y, por primera vez, ella quedó encantada con su toque. Nadie se había tomado el tiempo de tocarla, abrazarla, tranquilizarla. Todos los pensamientos sobre su madre quedaron bloqueados. —No tengo ninguna muda de ropa —dijo, girándose para mirarlo. —No necesitas ropa. Estamos solos y así nos quedaremos. —Él tomó su mano y la llevó por los múltiples escalones para llegar a la puerta principal. Ella lo vio sacar un juego de llaves y comenzar a abrir la puerta grande. —¿No tienes otros Alfas tratando de apoderarse de tu territorio? —preguntó ella. —No. Trato a todas las manadas con el respeto que se merecen y exijo que me traten igual. Su padre no permitía que ninguna otra manada caminara por su territorio. Si un lobo de otra manada caminara por su tierra, él le daría una paliza. Se había cansado de ver mendigar a hombres y mujeres. Si era una mujer, su madre daba la paliza ya que su padre no creía en lastimar a una mujer. Su madre nunca tenía problemas para causar dolor. —Vienen a mí pidiendo permiso para entrar en mis tierras y se los concedo. No provoco peleas innecesarias. A mi manada 44 le gusta vivir al aire libre sin miedo a que otros se acerquen. Me aseguro de que estén todos cuidados. —Daniel encendió una luz cuando ella entró en su casa. La puerta se cerró y el sonido resonó por toda la vieja casa como si fuera una señal de que la perdición se acercaba. ¡Estamos atrapadas! No podía salir de esta casa hasta que Daniel estuviera satisfecho. ¿Sería tan difícil estar de acuerdo con su afirmación de ser su compañera? Realmente no sabía qué pensar sobre su afirmación. Dawn estaba dividida en dos entre querer su reclamo más que su próximo aliento y luego tener miedo de aceptar su reclamo. Una vez que supiera la verdad, ¿realmente la querría? Realmente, ningún hombre quería una asesina como su compañera predestinada. Ella cortó los pensamientos, mirando a Daniel mientras él se giraba hacia ella. Deslizó los cerrojos en su lugar, bloqueándolos dentro de la dominante casa. —Por esta noche, no vamos a hacer nada. Vamos a disfrutar de una buena comida y bebida, y luego nos iremos a la cama. —¿Dónde dormiré? —preguntó ella. —Donde yo te diga que lo hagas. —Caminó por el largo vestíbulo de entrada, girando a la izquierda. Ella apresuró sus pasos para seguirle el ritmo. Teniendo en cuenta la antigüedad de la casa, los aromas eran dulces y encantadores. 45 Quienquiera que viviera aquí era feliz. La casa olía a felicidad, a paz. Era un olor tan extraño de tenerlo en la casa. Corrió hacia él, siguiéndolo a través de tres habitaciones más antes de llegar a la cocina. —La casa tiene varias habitaciones para la manada. Pueden visitar y cuando lo hacen me gusta que se sientan como en casa. Desafortunadamente, con los lobos hay peleas. Tengo cuatro salas de televisión, así que no hay pelea por el control remoto o lo que miran. —Ella se rio entre dientes, imaginando una discusión subiendo de tono con la vista puesta en el mando a distancia. Lobos despiadados, atacándose unos a otros sólo porque no querían ver un programa de televisión. —Puedes reír todo lo que quieras. Ha sucedido. Él entró en una gran cocina. Ella se detuvo para admirar la habitación, que estaba ambientada en un estilo rústico antiguo con un fregadero de porcelana. La isla del centro era grande, pero entraba mucha gente sentada para ayudar. —Una vez más, la cocina es lo suficientemente grande para toda la manada. —¿Cómo se mantiene limpio este lugar? —preguntó ella. —Tengo una loba que es un poco obsesiva cuando se trata de limpiar. Ella se asegura de que todo esté limpio cuando viene de visita. Además, hago que la manada limpie después lo suyo. No permitiré ninguna mierda por ahí porque sean demasiado jodidamente perezosos para limpiar su mierda. —Él se movió hacia el refrigerador completamente surtido. Olió la frescura de 46 las verduras y la carne del interior. ¿Había planeado que ella pasara tiempo con él? No, él tiene una manada que también necesita comer. —¿Cocinas? —preguntó ella. —Sí, cocino y de vez en cuando limpio. También hago la colada. —Se giró para ofrecerle una sonrisa. —¿Estamos en una escena en este momento? —preguntó, insegura sobre el protocolo adecuado que necesitaba cumplir. —¿Te sentirías más segura estando en una escena? — preguntó él. Ella sacudió su cabeza. —No. —Entonces no estamos en una escena. Somos solo dos personas, Daniel y Dawn, por esta noche. El alivio la inundó. Podía manejar simplemente ser una mujer compartiendo una comida con Daniel. Compañero. Se inclinó para agarrar algo de la nevera y ella miró su trasero. Se veía duro y firme. —Estás mirando mi trasero—dijo él, sonriendo mientras se giraba hacia ella. —No lo estoy. —No te preocupes, Dawn, no te pondré sobre mis rodillas. Vio que se estaba burlando de ella y no pudo evitar sonreír. —Me gusta la idea de estar encima de tus rodillas. Él se rio, echando la cabeza hacia atrás. 47 Sí, ella podía soportar estar a solas con él durante unos días. 48 Capítulo 4 Daniel empezó a cortar el pollo y con cada inhalación olía a Dawn sentada en la isla. Olía a cítricos dulces, a algo adictivo que él quería oler una y otra vez. Se lavó las manos antes de caminar hacia la despensa. Daniel tomó las especias y los fideos que necesitaba para terminar la cena. —¿Quieres una bebida? —preguntó él, esparciendo los ingredientes por un lado. —Seguro. Le pasó un refresco de la nevera. Ella tomó la lata de sus manos. Sus dedos se tocaron y él no quería dejarla ir. Apartando su atención de ella, comenzó a cocinar. —¿Te gustaría algo de ayuda? Me encanta cocinar —dijo, de pie junto a él. —¿Te encanta cocinar? —Sí, y hornear, pero mis caderas protestan un poco por eso. —Apoyó una mano en su cadera. Mirando a lo largo de su cuerpo, Daniel no pudo encontrar una sola razón para quejarse de la mujer frente a él. Era sexo con piernas, y él no la cambiaría por nada del mundo. 49 —Eres perfecta y no dejes que nadie más te diga lo contrario. —Extendió la mano para tocar su mejilla. Le sujetó la mandíbula y le pasó el pulgar por sus labios regordetes. — Eres hermosa, y me importa un carajo lo que piensen los demás. Eres perfecta. —Se inclinó más cerca, rozando sus labios contra los de ella. Ella jadeó pero no se apartó. Él la miró detenidamente mientras se burlaba de sus labios con la lengua. Ninguno de los dos dijo una palabra mientras él se deslizaba lentamente dentro de su boca, encontrando su lengua con la suya. Envolviendo su otra mano alrededor de su cintura, la atrajo hacia su cuerpo, gimiendo al sentir sus curvas junto a las suyas. Ella era la perfección en sus brazos. No quería dejarla ir nunca. Ella encontró su lengua con la suya. Bailaron juntos, profundizando el beso, y Daniel olió el calor de apareamiento saliendo de él. Quería estar dentro de ella con su coño abriéndose bajo él. Se apartó de ella antes de que la necesidad de aparearse se hiciera cargo y no fuera capaz de controlar sus acciones. —¿Porque te detuviste? —preguntó ella. Sus manos estaban sobre sus hombros, agarrándolo. —Si no nos detenemos, no podré evitar lo que suceda a continuación. Necesito reclamarte, Dawn. Eres mi compañera incluso si no te gusta la verdad o no la crees. Hay un límite de 50 lo que puedo soportar antes de hacer algo de lo que me arrepienta. Ella le soltó los hombros. —Lo lamento. —No lo hagas. Quiero demostrarte que estamos emparejados. No voy a hacer nada para destruir esa confianza. —Su polla protestó contra la parte delantera de sus jeans. Joder, la ansiaba. Todo lo que quería hacer era inclinarla sobre la isla de la cocina y follarla sin nada interponiéndose. Ella estaba excitada por él, lo que le daba cierto placer. —Empieza a marinar la carne. Dawn agarró las tiras de pollo y las agregó a un tazón mientras él comenzaba a agregar las especias a la mezcla. Se rieron cuando él puso la mayoría de las especias en sus manos en lugar de la carne. La escuchó reír, amando el cambio dentro de ella. En Kinkster siempre era un poco retraída. Dentro de su casa, estaba comenzando a abrirse y florecer. Si le daba suficiente tiempo, ¿estaría de acuerdo con su reclamo? Su lobo no podía aguantar más. —Bien, Chef, estoy preparando el pollo. ¿Qué hay que hacer? —preguntó ella. Sus ojos brillaban con humor. Encantado, le dio un beso en la nariz y luego se giró hacia las hornallas. Puso una olla a hervir agregando fideos para el pollo. Empezaron a hervir y los revolvió. Dawn se lavó las manos y se paró junto a él mientras se calentaba el aceite. Juntos, trabajaron en equipo para hacer la 51 comida. Ella añadía la comida mientras él la revolvía con una cuchara. Ninguno de los dos habló, pero su mirada captó sus pezones duros y erectos. Una vez más, su polla comenzó a latir con fuerza ante la vista. La visión de ella desnuda en su cama no dejaría su mente. Confianza, se trata de generar confianza. Durante los siguientes diez minutos cocinaron la cena y el aroma del pollo picante llenó el aire. Su estómago rugió con la necesidad de alimentarse. Sentados uno al lado del otro, comieron en un cómodo silencio. —Esto está increíble —dijo, haciendo girar unos fideos en su tenedor. —Tú sí sabes cómo cocinar. —No habrías pensado eso en mi primer intento de fideos con pollo picante. Vomité durante tres días. Ella se rio entre dientes, tapándose la boca mientras lo hacía. —Estás bromeando. No te creo. —No cociné el pollo correctamente. Te digo que fueron los peores días para mí. —Está bien, puedo creer eso. —Limpiaron su desorden y él guardó las especias. Cuando terminaron, la condujo fuera de la cocina y se dirigió hacia las escaleras. —Te daré el gran recorrido mañana. Por ahora, creo que será bueno si duermes bien por la noche. —Él tomó su mano, 52 apretando los dientes mientras su lobo comenzaba a caminar dentro de su mente. Su lobo sabía lo que quería, y era a Dawn. Ella lo siguió escaleras arriba, y él decidió quedarse en el primer piso en lugar de subir al dormitorio principal en el quinto piso. El espacio del ático era grande y él guardaba muchas de las pertenencias de sus antepasados allí. Abrió la puerta al final del largo pasillo que estaba junto al suyo. —Aquí es donde te quedarás. —Encendió la luz y dejó al descubierto la gran cama con dosel de encaje blanco que colgaba de cada poste. —Aquí está el armario. —Abrió el gran armario, mostrándole el interruptor de la luz para encenderlo. Había un par de camisetas y jeans. Tenía una tendencia a comprar ropa para su manada para cuando la necesitaran. Daniel le mostró el baño y luego abrió las puertas dobles que daban a la pequeña terraza que daba al jardín. —Por la mañana puedes ver el amanecer y es una vista realmente hermosa. — Cerró las puertas, las bloqueó y corrió las cortinas de las ventanas. —Aquí es donde dormiré. —Abrió la puerta de enlace y encendió las luces. —¿Cómo es que no tienes ninguno de esos dispositivos para encenderse al aplaudir? Mi papá los instaló en nuestra casa — dijo Dawn. —Lo hace mucho más fácil el solo aplaudir. —dijo aplaudiendo. —Los instalé, pero mi manada es, eh, muy activa con el sexo. Las luces seguían encendiéndose con sus cuerpos golpeándose mientras follaban. Me pidieron que volviera a esto. 53 —Pulsó el interruptor dejando que las luces se apagaran y luego se encendieran. Ella rio. —Puedo entender por qué lo cambiaste. —Si me necesitas por la noche no dudes en venir a verme. Estaré feliz de verte. —Cerró la distancia entre ellos. Dawn inclinó la cabeza hacia atrás y él miró hacia la belleza de sus ojos marrones. —Mañana hablaremos de ti y descubriremos cuál es tu nivel de dolor. —No creo que sea una buena idea. —Empezaremos con una carrera. Faltan un par de semanas para la luna, pero salir a correr puede ser igual de divertido. —Dejó caer un beso en sus labios. —Buenas noches, Dawn. Ella dio un paso atrás, cerrando la puerta detrás de sí. Nuestra compañera está en la habitación de al lado. Reclámala, fóllala, tómala. Ignoró al lobo dentro de él, tomando una respiración profunda para calmar su cuerpo. No iba a ir a ninguna parte para poner en peligro a su mujer. Alejándose del olor de ella que acechaba detrás de la puerta, entró al baño y cerró la puerta. Agarró una cerilla y la llevó a la vela de lavanda que tenía a mano para cuando necesitaba enfocar sus pensamientos y sentidos. La lavanda ayudaba a calmar al lobo dentro deél. La bestia dentro de él se calmó, finalmente escuchando la razón mientras respiraba profundamente. 54 Ella necesita confiar en nosotros. No quería una compañera que estuviera con él por obligación. La compañera que quería para él no estaría allí porque tuviera que hacerlo. Quería que Dawn se enamorara de él, que estuviera con él porque era una devota compañera. El hecho de que a ella le gustara que la dominaran aliviaba sus pensamientos. Uno de sus mayores temores había sido encontrar una mujer que no compartiera su necesidad de perversión. Pero ella no solo era sumisa, sino que le gustaba el dolor. Lo que Dawn no sabía era que a él le gustaba dar dolor siempre que no fuera del tipo que afectara emocional o mentalmente a la mujer con la que estaba. Toma un respiro y profundiza en eso mañana. *** Deslizándose bajo las mantas, Dawn miró al techo. Frunció el ceño al ver el espejo encima de ella. Pervertido. Debajo de las mantas de seda, no llevaba ni una prenda de ropa. Agarrando el borde de la manta, se miró a sí misma preguntándose qué demonios estaba haciendo. En su casa, con el resto de la manada, su habitación era la mitad del tamaño que en la que se estaba quedando. No se había mudado de su casa ya que la manada no lo aceptaría hasta que encontrara a su 55 compañero. Su padre no confiaba en ella sola, así que se quedaba con él y su madre. Se estremeció al pensar en su madre. No pienses en ella. Dejando a su madre a un lado, se concentró en cambio en el hombre en el dormitorio contiguo al de ella. Él no iba a dejar que ella se escondiera. Era más fácil esconderse de la manada en casa. Su padre era el único de toda la manada que exigía su presencia en la cena o durante una carrera. Rara vez se convertía en lobo a pesar de que él le pedía que estuviera allí. Su padre la amaba; su madre la despreciaba. ¿Y Daniel? No sabía lo que Daniel sentía por ella. Hubo momentos a lo largo del año en los que pensó que él cruzaría la línea y tomaría lo que quería. Pero nunca lo hizo, y su confianza en él comenzó a construirse. Él es nuestro compañero. ¿Valía la pena seguir discutiendo con él? No podía confiar en sí misma para estar cerca de él. Su búsqueda del dolor la había puesto en situaciones aterradoras. Otros hombres con los que había estado la consideraban un fenómeno. No había forma de que pudiera soportar que Daniel supiera la verdad. Ella era defectuosa. Apestaba que quisiera a Daniel y, sin embargo, estuviera asustada por lo que había hecho en el pasado. ¿Qué pensaría él cuando supiera la verdad? Mirando su reflejo, una vez más hizo a un lado todos los pensamientos negativos, deseando algún tipo de cambio dentro 56 de ella. Encontrar un compañero debería haber despertado algo en su interior, pero todo lo que sentía era un pavor que la consumía. Con un compañero, finalmente tendría que aclarar quién era. Daniel era un Maestro, pero no era el tipo de maestro que ella necesitaba. Él la había azotado, pero era suave comparado con lo que ella necesitaba. Parte de ella se preguntaba si la razón por la que no podía sentir dolor era porque los hombres con los que había estado no la lastimaron lo suficiente. La imagen del hombre que la había dejado sangrando entró en su mente. No, no puede ser eso. Debería haber sentido algo. Estás enferma. Se quitó la manta del cuerpo y se quedó mirando su desnudez. ¿Le repugnaría su aspecto? La comida siempre había sido parte de su consuelo cuando sus emociones empeoraban demasiado. Le encantaba comer, cocinar y comer. Sus piernas eran gruesas con un pequeño toque de celulitis, pero rara vez usaba algo más que faldas y nunca revelaba su piel a nadie. Mantenía su coño desnudo y los labios marrones de su sexo brillaban con excitación. El olor de Daniel estaba por todas partes en la habitación volviéndola loca de necesidad. Con sus gruesas caderas, sus grandes pechos y el ocasional destello de una estría, en el espejo su cuerpo no se veía tan mal. Estaba acostada, así que tal vez la gravedad se estaba 57 encargando de darle un buen aspecto. Su pelo castaño estaba extendido sobre la almohada blanca. Compañero. No sabía si podía ser tan abierta con Daniel. Él no la dejaría esconderse. La casa es lo suficientemente grande. Podemos escondernos. Presionando una mano sobre su rostro, trató de calmar sus pensamientos alborotados, deseando que algo sucediera para salvarla. El recuerdo de su mano azotando su trasero llenó su mente. Abriendo los ojos, abrió las piernas e inclinó las caderas para ver los labios de su coño abrirse. Se puso de rodillas y bajó las cortinas para crear un poco más de privacidad para ella. Se acomodó en la cama y observó mientras acariciaba su cuerpo con la mano. Se tocó los pezones, tirando de los duros capullos marrones hasta que estuvieron erectos y empujándose hacia arriba. Deslizó su mano por su estómago, sintiendo los músculos de su estómago tensarse por el contacto. Dawn presionó un dedo en su clítoris, tocando el capullo hinchado mientras se pellizcaba los pezones. Apretó su pezón entre sus uñas con la esperanza de sentir al menos algo de dolor y no sintió nada. Jadeando, movió las caderas contra su mano. ¿Qué haría Daniel si la viera ahora? Ella no sabía lo que él haría y eso la excitaba tanto como cualquier otra cosa. 58 Dejando su clítoris, empujó dos dedos en su interior, abriendo los dedos para estirarse un poco más. Se mordió los labios para contener el gemido que amenazaba con salir. —¿Crees que no puedo olerlo? —dijo Daniel. Jadeó, retirando su mano y aflojando el agarre de su pezón. Poniéndose de rodillas, se arrastró hasta el borde de la cama y abrió la cortina. Daniel estaba en la puerta entre sus habitaciones. —Puedo oler y oír lo que estás haciendo. No te di permiso para jugar contigo misma. Estaba completamente desnudo. Su polla estaba dura como una roca y sobresalía frente a él. Su tamaño de hizo que se le secara la boca. No había forma de que encajara dentro de una mujer y fuera cómodo. —Lo lamento. —No, no lo haces. Si querías tocarte, deberías haber venido a mí para pedirme permiso para hacerlo. —No sabía que estábamos en una escena. Daniel suspiró. —No estamos en una escena, Dawn. Necesitas algunas reglas estrictas en tu vida. Mantienes todo al alcance de la mano, escondiéndote detrás de tus muros de escarcha y depresión. —Él se cruzó de brazos y la miró fijamente. —Esto no puede esperar hasta la mañana. Vamos a tener esta discusión ahora. —Se quedó de pie frente a ella, sin hacer ningún movimiento para ponerse algo de ropa. 59 —¿Puedes vestirte, por favor? —Eso le daría tiempo para agarrar una bata y no estar completamente desnuda frente a él. —¿Para que puedas esconderte de mí? No lo creo. —Se quedó donde estaba. —Nos vamos a ver desnudos. No veo porque no debería ser ahora. —Es fácil para ti decirlo. Eres como un dios mientras yo tengo grasa. La fulminó con la mirada. —¡Bájate de la cama ahora! Su voz se hizo más profunda. Dawn lo miró y se preguntó si podría simplemente volver a la cama y dormir sin que él le diera órdenes. —No me desobedezcas, Dawn. Estaba dispuesto a esperar hasta mañana y todo lo que has hecho es ponerme a prueba. No me gusta que me pongan a prueba. —Se quedó quieto incluso mientras su voz viajaba por la habitación. El Alfa dentro de él le erizó los pelos por todo el cuerpo. Su clítoris se hinchó ante la orden dentro de su voz. Lentamente, manteniendo la cortina frente a ella, se bajó de la cama. —Suelta la cortina. No te escondas de mí. —Caminó hacia la puerta y encendió la luz, iluminando toda la habitación. Ya no había más escondites. Él se había asegurado de eso. —Esto es injusto. —Injusto es tener a tu compañera predestinada durante todo un año negándote. Injusto es quetu compañera se toque a sí misma en lugar de venir a su Dom. Ni siquiera empieces a 60 decirme qué es injusto o no. No te gustará lo que tengo que decir. —Él se cruzó de brazos una vez más. Su mirada estaba en la de ella, esperando. —No puedo hacer esto. —Sí, puedes. Si no lo haces, te prometo que habrá un castigo severo, uno que no te gustará. ¿Qué no le gustaría? Había presionado a Daniel durante todo el año desde que se habían conocido. Tenía todo el derecho a enojarse y castigarla. ¿Hasta dónde llegaría él para considerarla castigada? La incertidumbre era demasiado para ella. Agarró la cortina con fuerza, antes de salir lentamente de detrás de la seguridad de ésta. Mantuvo la cabeza inclinada y juntó las palmas de las manos en un intento de controlar sus temblores. Dejar que un hombre la viera desnuda le costaba mucho esfuerzo. Estaba acostumbrada a levantarse la falda y que el hombre le chupara los pezones a través de la camiseta. Toda su vida sexual era espantosa. El único hombre que la había visto desnuda estaba muerto. Había dejado que él la lastimara de la peor manera posible. —Mírame, Dawn. Al mirarlo, no sabía lo que esperaba encontrar. ¿Perdería su erección? ¿Mostraría alguna señal de que odiaba lo que veía? De nuevo, estaba en un territorio extraño para sí misma. 61 Su polla permaneció dura como una roca. No se había desinflado ni se había vuelto flácida al verla desnuda. —¿Qué esperabas ver? —preguntó él. No hizo ningún movimiento para tocar su polla. —¿Qué quieres decir? —No te hagas la tonta. No soy estúpido. Veo en tus ojos que esperabas algo de mí. ¿Qué? El deseo de mentir la golpeó de nuevo. No le mientas. Él lo sabrá. —No esperaba que estuvieras duro. —¿Por qué no estaría duro? Ella miró fijamente la punta de su polla. Estaba brillando, excitado. —Mírame —dijo, soltando las manos para que no cubrieran ni un centímetro de ella. —No soy hermosa. Como demasiado y tú eres perfecto. Deberías ser modelo o algo así. Sus brazos permanecieron cruzados sobre su pecho. Ninguno de los dos dijo una palabra. Él siguió mirándola. Había algo en su mirada que ella no podía identificar. —Ponte de rodillas —dijo él. Las palabras fueron pronunciadas lentamente, con amenaza, sin dejar lugar a dudas que estaba enojado. Mierda, ¿qué había hecho? 62 Capítulo 5 Daniel estaba enojado con su falta de autoestima. ¿No sabía lo hermosa que era? —¿Qué? —preguntó ella. —Ponte de rodillas. No me hagas repetirme. Vamos a lidiar con esto de la única manera que sabes. —La vio luchar con su demanda. No había forma de que tuviera la intención de ayudarla. En el momento en que había olido su excitación pensó que estaba perdiendo la cabeza. Cuando la escuchó gemir, se enojó. No dejaba que la tocara íntimamente y, sin embargo, hacía todo lo posible para satisfacerse. ¿Cuántas veces lo había dejado en un estado de excitación mientras se ocupaba de sus propias necesidades? No había estado con otra mujer desde que ella entró en su mundo. —¿Daniel? —No. Para ti no soy Daniel. Me llamarás Señor o Maestro, no me importa cuál. Iba a hacer esto lentamente para que confiaras en mí, pero vamos a empezar ahora. Eres mi sumisa. Por las mañanas te levantarás a las siete, irás al baño y me estarás esperando a las siete y media junto a tu cama. Te espero 63 de rodillas, lista para servirme. —Dio un paso más cerca. Dawn estaba de rodillas, con la cabeza inclinada en la pose perfecta. Había algo en una mujer sumisa en esa pose que lo excitaba. Su polla estaba sufriendo al punto del dolor. El olor de su excitación llenaba el aire. Su lobo no quería hacer nada más que reclamar su derecho. Pero Daniel se aseguró de mantener el completo control. —Desayunarás conmigo. Entrenaremos juntos y tú te convertirás en mi sumisa. Durante el próximo mes voy a demostrarte que eres mi compañera. —La agarró por la barbilla cuando ella comenzó a negar con la cabeza. Obligándola a mirarlo, la miró a los ojos. —Eres mi compañera, Dawn. Con el tiempo verás la verdad. Vamos a llegar al fondo de esos secretos que has mantenido ocultos. —No sabes lo que estás haciendo. —Nena, he sido un Dom por más de diez años. Tengo más experiencia con pequeñas sumisas obstinadas que tú con Doms. No eres más que un bebé comparado conmigo, y te lo voy a demostrar una y otra vez. —Ella dejó de luchar contra él. Sus dientes se mordieron el labio. —Detente. —Le sacó el labio de entre los dientes. —Crees que sabes lo que es el verdadero dolor, pero no tienes idea de lo que realmente te pasa. No te preocupes. Puedo ocuparme de ti. Se agachó, agarró su brazo y la atrajo hacia su cuerpo. 64 Ella luchó contra él, y él siguió abrazándola. Su excitación se intensificó. Ella no gritó ni una sola vez para que se detuviera o le dijera que no. Empujándola contra la cama, agarró sus manos presionándolas sobre la cama, sosteniendo sus dos manos en una de las suyas. A su mano libre la deslizó por su cuerpo. —Podrías haber venido a mí y yo sabría exactamente qué hacer para liberarte. Ella se rio, el sonido fue áspero y amargo. —Serías el primer hombre. Él sonrió. —Ningún otro hombre te ha llevado jamás al orgasmo. Nena, te espera un regalo. Dar orgasmos a las mujeres es una habilidad que aprendí temprano. — Inclinándose, chupó su apretado pezón marrón con la boca. No le dio tiempo para acostumbrarse a su toque, mordiendo el duro brote. Dawn gritó, arqueándose contra su agarre. Su fuerza no era rival para la de él. Manteniendo sus manos en la cama, presionó una palma contra su estómago manteniéndola en el lugar mientras torturaba el capullo más cercano a él. Aun así, ella no le rogó que se detuviera ni le pidió que fuera suave con ella. Ella gritó de placer. Claramente, el dolor la excitaba aún más. Su olor almizclado llenó el aire, haciendo que su boca se hiciera agua y su polla latiera con la necesidad de estar dentro de ella. No se la estaría follando esta noche. No, se ocuparía de las necesidades de su mujer antes incluso de 65 ocuparse de las suyas. Daniel no lidiaría con su propia excitación hasta que estuviera a puerta cerrada. Le dio un golpecito en el pezón, miró hacia arriba de su cuerpo y vio que sus ojos se cerraban con fuerza. Alejándose del capullo, lo sopló. Su pezón se apretó y ella jadeó. Se inclinó sobre su cuerpo e hizo exactamente lo mismo con el otro. Una vez más, ella luchó contra él, permaneciendo con los labios cerrados salvo para jadear o gritar. Él apretó su pezón, mordiéndolo hasta el punto de estar a punto de romper la piel. Los lobos tenían un umbral de dolor más alto y podían soportar mucho más dolor que la mayoría de los humanos. Dawn le estaba mostrando que algo había cambiado en su interior durante su primera transición a loba. Incluso los lobos a los que les gustaba el dolor protestarían un poco. No había nada proveniente de Dawn. A él le gustaba dar dolor y castigar a su mujer, pero sacar sangre no era lo que esperaba hacer. Daniel necesitaba saber qué le había sucedido durante su transición. —Por favor —dijo ella, suplicándole. —No me supliques, mascota. Tuviste la oportunidad de mendigar. Ahora eres toda mía y obtienes lo que te doy. — Cambió su atención entre sus dos pechos, mordiendo y chupando los duros capullos en su boca. Se sentó a horcajadas sobre su cintura para acercarse a ella. Ella se arqueó contra él. A lo largo de todo, su excitación 66 solo aumentó, contándole más sobre ella. La loba dentro de ella tarareaba en aprobación. A ella le agradaba y quería el apareamiento. Cuando se transformaran, él podría escuchar sus pensamientos y conocer algunos de sus secretos. Se preguntó qué tendría que hacer para que ella aceptara cambiar con él. Moviéndose fuera de su cuerpo, pasó los dedos por su cuerpo para
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