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Cirugía ortopédica Michael H. Heggeness, Francis H. Gannon, Jacob Wienberg, Peleg Ben-Galim y Charles A. Reitman Una especialidad en crecimiento Anatomía de huesos largos Anatomía articular Anatomía muscular Biomecánica básica Biomecánica del movimiento esquelético Lesiones óseas traumáticas Reparación de fracturas Factores de crecimiento Tratamiento de fracturas y luxaciones Fijación interna Fijación simple con tornillos Fijación interna intramedular Fracturas abiertas Síndrome de compartimiento Fracturas del calcáneo Fracturas extraarticulares del calcáneo Fracturas del calcáneo que afectan la articulación subastragalina Fracturas del astrágalo Fracturas del cuello del astrágalo Fracturas traumáticas del mediopié de los huesos del tarso Fracturas de los metatarsianos Fracturas del quinto metatarsiano Fracturas de las articulaciones metatarsofalángicas Fracturas del tobillo Anatomía del tobillo Luxaciones del tobillo Fracturas del maléolo lateral Fracturas aisladas del maléolo lateral Fracturas bimaleolares Fractura del maléolo posterior Sindesmosis del tobillo Rotura aguda del tendón de Aquiles Fracturas tibiales intraarticulares: fracturas del pilón tibial (epífisis distal de la tibia) Fracturas del cuerpo tibial Fracturas de la meseta tibial Luxación de la rodilla Luxación de la rótula Fracturas de la rótula Fracturas de la parte distal del fémur Fracturas del cuerpo femoral Fracturas de la cadera Clasificación de las fracturas de cadera Fracturas del cuello femoral Fracturas intertrocantéricas de la cadera Fracturas subtrocantéricas y fracturas del cuerpo femoral Luxación de la cadera Traumatismo pélvico Fracturas de la rama del pubis Fracturas del anillo pélvico Fracturas del hombro Fracturas de la clavícula Fracturas de la parte distal de la clavícula Fracturas del omóplato Fracturas de la parte proximal del húmero Fracturas del cuerpo del húmero Fracturas de codo y antebrazo Fracturas de la parte distal del húmero Fracturas del olécranon Fracturas de la cabeza del radio Fracturas del cuerpo del cúbito Fractura del cúbito y el radio (fractura de ambos huesos del antebrazo) Fracturas de la parte proximal del cúbito con luxación de la cabeza del radio (fractura-luxación de Monteggia) Fracturas del cuerpo del radio con luxación radiocubital (fractura de Galeazzi o fractura de Piedmont) Fracturas de muñeca y mano Infecciones musculoesqueléticas Infecciones del hueso 43Brunicardi(1557-1608).indd 155743Brunicardi(1557-1608).indd 1557 15/7/10 12:17:2815/7/10 12:17:28 1558 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica Osteomielitis hematógena Osteomielitis focal Osteomielitis granulomatosa Artritis séptica Trastornos del pie y el tobillo Anatomía ósea Valoración del paciente Exploración física Estudios radiográficos Trastornos degenerativos frecuentes del tobillo Tratamiento Primer dedo rígido Deformidades de los dedos menores del pie Síndromes por atrapamiento nervioso Síndrome del túnel del tarso Artritis reumatoide del pie Síndrome doloroso del talón (fascitis plantar) Dolor en la parte posterior del talón Medicina del deporte Anatomía de la rodilla Meniscos Lesiones ligamentosas de la rodilla Lesión del ligamento cruzado anterior Hombro Luxación e inestabilidad del hombro Síndrome subacromial Articulación acromioclavicular Columna vertebral Traumatismo raquídeo Luxación occipitocervical Fracturas de C1 (fractura de Jefferson) Fracturas de C2 (fractura odontoidea) Fractura “del ahorcado” de C2 Fractura por compresión de la columna cervical Fracturas con estallido de la columna cervical Luxación facetaria unilateral y bilateral Lesión “del paleador” Fracturas de las columnas torácica y lumbar Lesión de la columna toracolumbar Fractura por compresión Fractura con estallido Lesiones por cinturón de seguridad (lesiones de separación por flexión) Fracturas-luxaciones raquídeas Hernia de disco Estenosis raquídea Dolor de espalda y enfermedad degenerativa de disco intervertebral Escoliosis Escoliosis idiopática Escoliosis neuromuscular Patología y oncología ortopédicas Introducción Neoplasias óseas Enfermedades metastásicas Tratamiento de pacientes con sarcomas óseos Sarcomas metastásicos Quimioterapia en el tratamiento de sarcomas Tumores formadores de hueso: osteoma osteoide (benigno) Osteoblastoma (benigno) Sarcoma osteógeno Osteosarcoma clásico (maligno) Tumores formadores de cartílago Neoplasias formadoras de cartílago Lesiones benignas del cartílago Osteocondroma Condroblastoma Condrosarcomas Lesiones fibrosas del hueso Quistes óseos aneurismáticos Quiste óseo de una cavidad Displasia fibrosa (displasia fibroósea) Fibroma no osificante Lesiones vasculares del hueso Hemangiomas óseos Tumores del tejido hemopoyético Mieloma solitario (plasmacitoma) Cordoma Tumor óseo de células gigantes Sarcoma óseo de Ewing Exostosis subungueal Miositis osificante Enfermedad de Paget Fractura por esfuerzo Reconstrucción articular Tratamiento quirúrgico de la artritis Inyección articular Sinovectomía Osteotomía periarticular Fusión Artroplastia (sustitución articular) Artroplastia total de la cadera Artroplastia total de la rodilla Complicaciones de la artroplastia total Corrosión, desgaste y osteólisis Cirugía ortopédica pediátrica Lesiones durante el nacimiento que causan daño neurológico Parálisis del plexo braquial Parálisis cerebral Crecimiento esquelético Generalidades de las fracturas pediátricas Clasificación de lesiones en el cartílago de crecimiento Lesiones diafisarias en el paciente pediátrico Fracturas de la cadera pediátrica 43Brunicardi(1557-1608).indd 155843Brunicardi(1557-1608).indd 1558 15/7/10 12:17:2915/7/10 12:17:29 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica UNA ESPECIALIDAD EN CRECIMIENTO La cirugía ortopédica es una especialidad quirúrgica amplia y en creci- miento activo. Se ocupa del tratamiento quirúrgico y no quirúrgico de trastornos del aparato locomotor, incluidos huesos, articulaciones, múscu- los, tendones, ligamentos y nervios. El cirujano ortopédico debe estar fa- miliarizado con el crecimiento y el desarrollo normales de dicho aparato, así como con los trastornos que pueden derivar de anomalías genéticas o del desarrollo, traumatismo, infección, procesos inflamatorios, padeci- mientos degenerativos y neoplasias. En todos los pacientes, el cirujano ortopédico trabajará duro para encontrar soluciones no quirúrgicas para el problema del sujeto. Sin embargo, los tratamientos quirúrgicos a menu- do son necesarios para conservar o restaurar la función musculoesqueléti- ca, ayudar a la curación o paliar el dolor. Anatomía de huesos largos Gran parte de la práctica del cirujano ortopedista se refiere al tratamiento de los “huesos largos”. Por lo general, estos últimos están formados por las epífisis (la porción del hueso a ambos extremos que casi siempre tiene una superficie articular), metáfisis y diáfisis. La epífisis se forma a partir de un centro de osificación epifisaria en ambos extremos de la mayoría de los huesos largos, separada de la metáfisis del hueso largo por el cartílago de crecimiento (fig. 43-1). Después de la maduración esquelética, los extre- mos de los huesos todavía se denominan como región epifisaria. La metá- fisis de un hueso largo es la región inmediata al cartílago de crecimiento o su remanente. La metáfisis se reduce de manera gradual para convertirse en el cuerpo o diáfisis del hueso largo. Los huesos largos presentan una o más superficies articulares cubiertas por cartílago hialino, una corteza gruesa duradera de hueso denso y una región interior de hueso trabecular y médula. Es importante saber que toda estructura ósea está sujeta al recambio, con resorción y formación de hueso nuevo; esto ocurre tanto en el hueso trabecular como en la corteza. Sinembargo, el recambio del hueso cortical es siete u ocho veces más len- to que el del hueso trabecular (fig. 43-2). Otra actividad ósea importante, además de su función mecánica, es la regulación de la concentración san- guínea de calcio. Además, la hemopoyesis ocurre en la médula. Las células que sintetizan la matriz ósea (osteoide) son los osteoblastos. Todas las superficies del hueso están cubiertas por osteoblastos u osteoci- tos. En el estudio histológico, los osteoblastos, activos en la síntesis ósea son grandes, con abundante citoplasma. Los osteoblastos quiescentes son delgados y “planos”. Anatomía articular Las articulaciones móviles se llaman articulaciones diartroideas. En ellas no hay contacto directo de un hueso con otro, sino que el soporte del peso y el movimiento se ejercen a través de superficies intercaladas de cartílago hialino (articular). La estabilidad de las articulaciones se obtiene por la acción musculoesquelética, limitada y guiada por la presencia de ligamen- tos y de la cápsula articular misma. Esta última también sirve para conte- ner al líquido sinovial lubricante, que brinda nutrición a los condrocitos en el cartílago articular, y facilita los movimientos de deslizamiento entre las dos superficies articulares. Anatomía muscular Por su peso, el músculo esquelético es el tejido individual más abundante del cuerpo. La estructura de dicho músculo se muestra en la figura 43-3. La contracción muscular se produce por movimientos deslizantes entre filamentos de actina y miosina impulsados por el trifosfato de adenosina de la molécula de miosina. Con una disposición precisa, las sarcómeras que contienen actina y miosina forman el aparato contráctil básico, la mio- fibrilla. Muchas miofibrillas componen una fibra muscular y múltiples fi- bras musculares conforman el fascículo. A su vez, varios fascículos consti- tuyen un músculo. Biomecánica básica Para un cirujano ortopédico es indispensable comprender la biomecánica básica. En general, el hueso se considera una estructura rígida bastante estática, pero éste es un malentendido. No sólo las células y la matriz del hueso están sometidas a un recambio regular, sino que el hueso mismo se flexiona y dobla en un grado sorprendente en situaciones normales. Fracturas de la región intertrocantérica de la cadera pediátrica Fracturas del cuerpo femoral Fracturas del tobillo pediátrico Fracturas del codo pediátrico Enfermedad del desarrollo en niños Displasia de la cadera durante el desarrollo Tratamiento de la displasia de la cadera durante el desarrollo Enfermedad de Legg-Calvé-Perthes Deslizamiento de epífisis de la cabeza femoral Anomalías por rotación en la extremidad inferior Pie equino varo congénito Enfermedad de Osgood-Schlatter Futuro de la cirugía ortopédica Centro de osificación secundario Epífisis Metáfisis Diáfisis Figura 43-1. Los huesos largos tienen tres secciones. El extremo es la epífisis o centro de osificación secundaria; el área adyacente es la metáfisis, y la porción media del hueso es la diáfisis. La metáfisis es más ancha que la diáfisis, tiene corteza delgada y está formada sobre todo por hueso esponjoso. 43Brunicardi(1557-1608).indd 155943Brunicardi(1557-1608).indd 1559 15/7/10 12:17:2915/7/10 12:17:29 1560 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica Cavidad de la médula ósea Hueso laminar Lagunas de Howship Periostio Conducto de Havers (osteonas) Resorción osteoclástica Cono cortante Superficie endóstica Hueso trabecular Cavidad de resorción Conducto de Volkmann Z H A Fascículo Fibra Banda I Banda I Banda A Miofibrilla Z M Línea Z Línea Z Zona HLínea M 1. La valoración de cualquier sujeto con una molestia o lesión musculoesquelética debe contener una anamnesis y una ex- ploración física cuidadosas que incluyan valoraciones ósea, neurológica, vascular y muscular. 2. Las fracturas a menudo implican lesión considerable al tejido blando, además del hueso. 3. Las fracturas abiertas (fracturas en las cuales el hematoma de la misma se extiende a una herida en la piel) requieren irriga- ción y desbridamiento quirúrgicos urgentes. 4. La mayoría de las fracturas puede tratarse sin intervención qui- rúrgica, con un aparato de yeso o abrazadera. 5. Las lesiones ortopédicas en pacientes pediátricos se tratan de manera distinta a las de los adultos. Es frecuente la lesión en el cartílago de crecimiento (fisis) y amerita tratamiento especial. La lesión ósea en individuos jóvenes cura con tanta rapidez que son cruciales el tratamiento expedito y el seguimiento constante. PUNTOS CLAVE Figura 43-2. Organización celular y estructural del hueso. Figura 43-3. Organización del músculo esquelético desde el nivel microscópico al macroestructural. (Con autorización de Simon SR [ed]: Orthopaedic Basic Science. Rosemont IL: American Academy of Orthopaedic Surgeons, 1994, p 91.) 43Brunicardi(1557-1608).indd 156043Brunicardi(1557-1608).indd 1560 15/7/10 12:17:2915/7/10 12:17:29 1561 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica Los ingenieros en biomecánica utilizan los términos tensión y deforma- ción para describir las propiedades materiales del hueso, del tejido y de otros implantes ortopédicos. La palabra tensión se refiere a la fuerza ejerci- da por unidad de área. La palabra deformación se usa para definir la alte- ración de un material cuando se somete a tensión. Las propiedades mecá- nicas de la mayoría de los materiales pueden presentarse en una curva de tensión-deformación. La rigidez de un material se expresa por la pendien- te de dicha curva. La deformación en un hueso u otro material casi siem- pre es elástica (o reversible por completo) cuando se ejercen grados bajos de tensión. Cuando la fuerza aplicada causa cambios irreversibles al mate- rial, se dice que hay deformación plástica o falla mecánica (fractura). Los comportamientos mecánicos de una sustancia pueden cambiar mucho por la presencia de anomalías focales en el material. Por ejemplo, un hueso se romperá con mucha mayor facilidad en o cerca de una altera- ción pequeña en el hueso. Esto se debe a la concentración de fuerzas de tensión en esta área, llamada elevadora de tensión. Esto puede ocurrir en el sitio de una lesión destructiva, como un tumor, o más importante, tal vez sea resultado de una intervención quirúrgica con la creación de agujeros para tornillos (fig. 43-4). Biomecánica del movimiento esquelético Las articulaciones se mueven por la acción de músculos sobre el hueso a través de sus inserciones tendinosas. El efecto de la contracción de un músculo depende de su origen e inserción, así como de las limitaciones y la geometría de la(s) articulación(es) interpuesta(s). El efecto de la mayo- ría de los músculos casi siempre puede visualizarse como un brazo de pa- lanca. La cantidad de fuerza necesaria para mover un objeto depende mu- cho de la longitud del brazo de la palanca (fig. 43-5). La contracción de una unidad muscular con un brazo de palanca corto genera una aplicación de fuerza intensa, casi siempre a baja velocidad. Una palanca de brazo más larga disminuye la cantidad de fuerza efectiva que puede ejercerse, pero origina un movimiento muy rápido. Por tanto, debido a los brazos de pa- lanca presentes en codo y hombro, se puede mover la mano y lanzar un objeto a una velocidad muchas veces mayor que la velocidad máxima de contracción muscular. LESIONES ÓSEAS TRAUMÁTICAS Reparación de fracturas Los fenómenos biológicos e histológicos en la reparación de fracturas pue- den dividirse en tres etapas generales. La duración y la clasificación de cada etapa varían según edad, salud general y otros factores. Además, estas fases pueden superponerse, ya que no hay características definitivas que sugieran la progresión de una a otra. Las tres etapas son: a) circulatoria, que incluye el cierre de cualquier herida y formación del callo primario; b) metabólica, en la cual el callo primario se refuerza y conducea la unión clínica, y c) mecánica, donde el hueso unido se remodela a lo largo de las líneas de tensión. Cuando ocurre una fractura, también se dañan el músculo, los vasos y otros tejidos blandos circundantes. En los primeros tres a cinco días, hay una respuesta celular prominente, con presencia de células inflamatorias y células mesenquimatosas indiferenciadas. Los fenómenos biológicos que conducen a la curación de las fracturas son complejos y hasta ahora no se comprenden del todo. La mayoría de las fracturas cicatriza mediante la formación de un callo. En algunos casos inusuales, cuando los fragmentos fracturados están en contacto estrecho, la curación del hueso implica la penetración directa de osteona a través del sitio de fractura, un proceso llamado cicatrización ósea primaria. En la cicatrización normal de fracturas en huesos largos, se describen cuatro etapas en la evolución clínica: inflamación, callo blando, callo duro y re- modelación ósea. Estas células mesenquimatosas constituyen la marca distintiva de la etapa circulatoria de la reparación de la fractura y dan lugar a la aparición de células condrocíticas, osteoblásticas y vasculares. Estos componentes forman la estructura del callo primario. El hematoma es invadido desde la periferia por tejido de granulación que se agrega y ayuda a la formación del callo. La fase celular va seguida de la fase vascular. El hematoma se sustituyó poco a poco por un lecho celular y vascular. Con esto, se genera una hiper- emia pasiva y un decremento en la presión de oxígeno, que conducen a la formación de cartílago. Mientras esto ocurre, se observa una respuesta os- teoclástica para retirar el hueso dañado y dejar espacio para el hueso re- cién formado. Cuando la formación de cartílago es suficiente y con la osi- ficación endocondral subsiguiente, se forma el callo primario. También hay cambios en el periostio adyacente a la fractura. Las células periósticas adyacentes a esta última se activan y generan una matriz que eleva el pe- riostio y se agrega al callo primario. Esto termina con la fase circulatoria. La principal actividad de la segunda etapa es el reforzamiento del callo. El callo inicial se remodela mediante la eliminación y la sustitución del hueso entretejido por un hueso laminar más maduro. El hueso laminar brinda la fuerza y el soporte en esta etapa. Para este momento ya desapa- recieron los detritos necróticos y la inflamación, y el callo está definido sobre todo por la formación y la remodelación ósea. La fase metabólica conduce a la etapa mecánica, con remodelación y alineación del hueso y el callo a lo largo de las líneas de tensión. Este pro- ceso continúa y dura hasta dos años, según varios factores. Todas estas fuerzas se concentran en el borde del orificio, lo cual produce un “elevador de tensión” Figura 43-4. Un elevador de tensión es un orificio o anomalía en un material que concentra fuerzas. Esto aumenta el riesgo de que el material falle en circunstancias que, sin el elevador de fuerza, no conducirían a falla del material. 5lb Brazo de palanca B × fuerza del bíceps = A × 5 libras (2.5 kg) A B Figura 43-5. El músculo bíceps con su inserción en la tuberosidad bicipital del radio tiene un brazo de palanca más corto en comparación con la longitud del antebrazo, que es el brazo de palanca para el peso que sostiene la mano. La fuerza del bíceps debe ser mucho mayor al peso del objeto por la diferencia entre la longitud de ambos brazos. 43Brunicardi(1557-1608).indd 156143Brunicardi(1557-1608).indd 1561 15/7/10 12:17:3015/7/10 12:17:30 1562 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica Conforme continúa este proceso, se forma una corteza definida con una estructura laminar de Havers. El área cicatrizada de la fractura tam- bién tiene un interior esponjoso con contenido medular normal que inclu- ye grasa y elementos hemopoyéticos. En una etapa temprana del proceso de cicatrización, el cartílago sinte- tizado al principio por los condrocitos dentro del callo se refleja por la cantidad considerable de sulfato de condroitina y sulfato de dermatán, así como cartílago tipo II. Conforme continúa la cicatrización, predomina la síntesis de colágena tipo I sobre los demás tipos y la cantidad de proteínas de la matriz colágena también disminuye. Factores de crecimiento Desde la descripción original de las proteínas morfógenas de Marshall Urist en 1974, ya se identificó la existencia de varias proteínas pequeñas y factores de crecimiento polipeptídicos. Hoy en día, tales factores se en- cuentran en estudio intensivo por su posible aplicación a la manipulación del proceso de cicatrización ósea. Es probable que las funciones biológicas normales de estas proteínas controlen y regulen la formación y la resor- ción de hueso. La proteína morfógena ósea es una proteína de bajo peso molecular que puede influir en la diferenciación de células mesenquima- tosas en osteoblastos maduros. Otros factores proteínicos que intervienen en la cicatrización de frac- turas abarcan factor de crecimiento parecido a la insulina, factor transfor- mador de crecimiento β y factor de crecimiento derivado de las plaquetas (PDGF, platelet-derived growth factor). El factor de crecimiento parecido a la insulina estimula la proliferación de células óseas y la producción de cartílago. El factor transformador de crecimiento β induce la síntesis de cartílago, proteoglucanos y colágena tipo II. El PDGF estimula la proli- feración de osteoblastos y aumenta la velocidad de síntesis de colágena tipo I. El PDGF también tiene actividad conocida como agente quimiotác- tico e induce la migración de células inflamatorias al callo. Este proceso es diferente al que ocurre en la cicatrización ósea primaria en los huesos lar- gos, con la extensión de conos cortantes en las áreas de contacto óseo fir- me, con extensión de los conductos de Havers nuevos que abarcan las dos superficies opuestas. Los osteoclastos al frente de dicho cono cortante re- absorben los conductos cilíndricos del hueso que luego se llenan con capas concéntricas de hueso laminar y un conducto vascular central. TRATAMIENTO DE FRACTURAS Y LUXACIONES La mayoría de las fracturas se trata de manera no quirúrgica. El tratamien- to óptimo depende de muchos factores, incluidos la localización y el tipo de fractura. En algunos casos (como una fractura con desplazamiento mí- nimo de la falange intermedia en uno de los dedos menores del pie), no se requieren más medidas terapéuticas que el alivio del dolor (fig. 43-6). En la mayoría de las demás fracturas, el tratamiento de elección es alguna modalidad de inmovilización, lo cual podría ser desde un simple cabestri- llo (como en la fractura de la parte media de la clavícula), hasta una férula o abrazadera de mayor espesor. Cuando se desea la inmovilización más completa, con frecuencia lo idóneo es un aparato de yeso o fibra de vidrio circunferencial. A menudo se subestiman los aspectos técnicos de la creación de un aparato de yeso. Un aparato de yeso apropiado se construye con cuidado para inmovilizar el hueso fracturado y evitar las complicaciones de la pér- dida de reducción, alteración neurovascular, ulceración cutánea por pre- sión o la aparición de contracturas articulares. Por lo general, las fracturas no desplazadas se tratan con un aparato de yeso simple. En caso que la fractura tenga un desplazamiento inaceptable, la reducción cerrada (con aplicación de fuerza por presión directa, tracción u otras maniobras) para realinear los huesos precede a la aplicación del aparato de yeso. Muchas veces esto necesita anestesia local, regional o sistémica. Para formar el apa- rato de yeso, con frecuencia la extremidad afectada se cubre primero con una manga o calcetín de tela, aunque no siempre esto es así. Un paso cru- cial es que después la extremidad se envuelve con una cantidad generosa de guata. Las personas inexpertas en la colocación de aparatos de yeso casi siempre aplican muy pocaguata para amortiguar. El acojinamiento insufi- ciente, en especial sobre prominencias óseas, permite la erosión cutánea dentro del aparato de yeso, una complicación que puede ser devastadora. Después de colocar el acojinamiento adecuado, la extremidad se enro- lla con suavidad con el yeso o fibra de vidrio. El material se aplica mojado y genera cierto calor durante el endurecimiento. En ocasiones, esta reac- ción exotérmica se subestima. Tal vez los individuos sufran quemaduras durante la aplicación de aparatos de yeso o férulas de gran espesor. Se re- quieren varios minutos y, por esta razón, se aplican en capas mientras se mantiene la reducción de la fractura. El proceso puede ser cansado y de- mandante desde el punto de vista técnico. Una alternativa al aparato de yeso es una cinta adhesiva de fibra de vi- drio. Ésta es mejor que el yeso desde el punto de vista de su proporción entre fuerza y peso, y ya casi sustituyó al yeso en muchas aplicaciones. Sin embargo, la cinta adhesiva de fibra de vidrio es un poco elástica y genera un riesgo potencial adicional de que el aparato esté demasiado ajustado, lo cual produce compresión excesiva de la extremidad. Por último, la inflamación de la extremidad lesionada debajo del apa- rato de yeso quizá sea un problema de importancia y peligroso. En muchas fracturas con desplazamiento mínimo, es segura la aplicación inmediata de un aparato de yeso o fibra de vidrio circunferencial. Para muchas otras lesiones, el aparato de yeso se utiliza 24 a 72 h después de la lesión por la Figura 43-6. Tipos de fractura. Arriba: segmentaria, conminuta y espiral. Abajo: oblicua y transversal. 43Brunicardi(1557-1608).indd 156243Brunicardi(1557-1608).indd 1562 15/7/10 12:17:3015/7/10 12:17:30 1563 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica posibilidad de inflamación continua debajo de dicho aparato, lo cual muy a menudo origina alteraciones cutáneas o afección neurovascular. Por lo general, la aplicación del aparato de yeso, sobre todo si la colo- cación implica maniobras de reducción, van seguidas de una radiografía inmediata posterior al procedimiento para verificar la alineación satisfac- toria de los fragmentos de fractura. También se acostumbra repetir las imágenes a través del aparato de yeso para asegurar que éste mantenga con buenos resultados la reducción correcta. Fijación interna La fijación interna se refiere a cualquier dispositivo colocado por medios quirúrgicos para conservar los huesos en posición. Puede tratarse de sutu- ras, alambres y tornillos, placas, barras o clavos. Sin embargo, los princi- pios generales de la fijación interna se detallan más adelante en las seccio- nes Fijación simple con tornillos y Fijación interna intramedular. Fijación simple con tornillos Muchas veces es eficaz la fijación simple de dos fragmentos con tornillos individuales. Muchas veces se subestima el desafío técnico de la fijación con tornillos. El cirujano debe elegir un tornillo del tamaño apropiado y colocarlo de manera correcta, con buen aprovechamiento de hueso. Se cuenta con diseños de tornillos óseos para resolver problemas específicos en la fijación de fracturas. Un tornillo cortical es el que tiene un diámetro interno menor y rosca poco profunda. Este tornillo está diseñado para tener una fuerza de rotura elevada en todo su diámetro y los giros de la rosca están elaborados para sujetar el hueso cortical. El aprovechamiento de un tornillo poco profundo en el hueso cortical puede ser excelente. Los tornillos para hueso esponjoso tienen un patrón de rosca más pro- fundo y menor diámetro en el cuerpo. Están diseñados para conseguir la fijación en el hueso esponjoso menos denso. Con frecuencia se utilizan también los tornillos tirafondo; sólo tienen rosca en la porción distal del tornillo, y penetran un fragmento de hueso sin fijarse con rosca. Cuando la porción con rosca del tornillo alcanza un segundo fragmento de fractu- ra, el giro de la cabeza del tornillo para ajustarlo contra la corteza del pri- mer fragmento óseo tira del fragmento distal hacia la cabeza del tornillo. El resultado es la compresión de los huesos fracturados. Fijación interna intramedular Las fracturas del cuerpo de los huesos largos a menudo se tratan con ba- rras intramedulares o clavos. Se introduce una barra metálica en el con- ducto medular para obtener un ajuste firme y seguro que inmovilice la fractura. Muchas veces, como ocurre en el fémur, el conducto medular es escariado de manera secuencial sobre un alambre guía para hacer posible la inserción de una barra fuerte. Con frecuencia, la marra se estabiliza además con la colocación de “tornillos cruzados” que atraviesan la corteza ósea y pasan por agujeros apropiados en la barra, ya sea en su extremo distal, proximal o ambos. Fracturas abiertas Por fortuna, las fracturas óseas casi nunca ocurren con penetración de la piel. Cuando se produce una fractura y el hematoma de ésta no se halla en continuidad con una herida en la piel, se dice que la fractura es cerrada. Este hematoma de la fractura puede adquirir una infección secundaria, pero esto es infrecuente. Se presenta un trastorno más grave cuando el hematoma de la fractura se comunica con una herida en la piel. Estas lesiones se llaman fracturas abiertas. Los extremos fracturados del hueso a menudo pasan por la piel al momento de la lesión, muchas veces con lesiones pequeñas engañosas. El traumatismo penetrante también puede generar fracturas abiertas y debe asumirse que hay contaminación bacteriana en estos casos. Todas estas lesiones conllevan un riesgo grave de infección y osteomielitis. Salvo en circunstancias inusuales, la totalidad de las fracturas abiertas se tratan al principio con irrigación formal y desbridamiento en el quiró- fano.1 Según las circunstancias de cada lesión individual, el desbridamien- to inicial puede ir seguido de inmovilización simple o fijación externa (con la práctica del tratamiento quirúrgico definitivo en fecha ulterior), o fijación interna definitiva. En las lesiones graves, con daño extenso a los tejidos blandos, el tratamiento de la fractura casi siempre se lleva a cabo por etapas.2 Sin embargo, hay que subrayar que el desbridamiento urgente de las fracturas abiertas es un paso crucial en el tratamiento de estos pa- cientes. Síndrome de compartimiento Un síndrome de compartimiento describe una situación en la cual el ede- ma en el compartimiento del tejido muscular constreñido por la aponeu- rosis muscular que lo rodea, incrementa la presión dentro del comparti- miento lo suficiente para detener el flujo sanguíneo en los vasos pequeños. Surgen anomalías graves cuando la presión en el compartimiento alcanza o rebasa a la presión de perfusión en el lecho capilar. En esta situación, la perfusión del músculo se reduce y esto genera necrosis muscular. El diag- nóstico del síndrome de compartimiento es clínico, se basa en la queja de dolor local desproporcionado a la lesión aparente, además de dolor con el estiramiento pasivo de los músculos afectados. Este trastorno puede surgir luego de un periodo de isquemia, ulterior a un traumatismo contuso local y, muchas veces, en presencia de una fractura aguda. La medición de la presión en el compartimiento con alguno de los diversos dispositivos dis- ponibles en el mercado, implica la inserción de una aguja en el comparti- miento muscular en cuestión para cuantificar la presión. La mera medi- ción de la presión no es confiable para confirmar o descartar de manera categórica el diagnóstico, pero constituye una herramienta útil coadyu- vante a la valoración clínica, con valor particular en sujetos obnubilados o inconscientes. Las presiones mayores o menores de 30 mmHg de la pre- sión sanguínea diastólica son congruentes, pero no diagnósticas, del sín- drome de compartimiento. El diagnóstico es clínico. El tratamiento de dicho síndrome siempre es quirúrgico e incluye incisiones extensas en la piel y liberación aponeuróticade todos los compartimientos musculares sospechosos. El síndrome de compartimiento no tratado suele causar necrosis de los músculos afectados, con contractura ulterior y pérdida grave de la función de la extremidad afectada. FRACTURAS DEL CALCÁNEO Las fracturas del calcáneo son frecuentes y a menudo se relacionan con caídas de cierta altura. Al valorar a los individuos con una fractura del calcáneo, el ortopedista siempre debe considerar una posible fractura ra- quídea concurrente, ya que estas lesiones con frecuencia ocurren juntas (fig. 43-7). Las fracturas del calcáneo pueden ser extraarticulares. Lo más habitual es que afecten la articulación subastragalina o las articulaciones calca- neocuboidea y a veces la calcaneonavicular. A menudo se necesita una tomografía computadorizada (CT, computed tomography) además de las radiografías simples para documentar la extensión completa de la lesión en una fractura del calcáneo. Fracturas extraarticulares del calcáneo La fractura del tercio posterior del calcáneo sin afectación articular puede producirse por caídas o lesiones por aplastamiento. Otras fracturas ex- traarticulares del calcáneo corresponden a las lesiones por arrancamiento en el área de inserción del tendón de Aquiles. En tales casos, el criterio clínico y la experiencia son importantes pero, en general, si los fragmentos son grandes y están desplazados, hay que considerar la fijación interna con tornillos (fig. 43-8). Esta última en el calcáneo quizá resulte un desafío técnico, ya que por desgracia la corteza de este hueso es sorprendentemen- te delgada y con frecuencia el hueso trabecular es muy poroso. Fracturas del calcáneo que afectan la articulación subastragalina Por lo regular, es mejor valorar las fracturas del calcáneo que afectan la articulación subastragalina con CT además de las imágenes radiográficas. El tratamiento óptimo para las fracturas desplazadas del calcáneo que afectan la articulación subastragalina casi siempre consiste en la reduc- ción abierta con fijación interna con tornillos y dispositivos de placa y tornillo. 43Brunicardi(1557-1608).indd 156343Brunicardi(1557-1608).indd 1563 15/7/10 12:17:3115/7/10 12:17:31 1564 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica Fracturas del astrágalo Éstas muchas veces son resultado de la flexión dorsal forzada del pie y el tobillo. Como con la mayoría de las fracturas de los huesos del tarso, la va- loración completa de la lesión a menudo requiere CT y proyecciones radio- gráficas. La superficie del astrágalo está cubierta por grandes áreas de car- tílago articular desde la articulación tibioastragalina hasta la articulación entre astrágalo y calcáneo (articulación subastragalina) y las articulaciones astragalonaviculares. Por ende, el riego sanguíneo de este hueso es un poco tenue. Por consiguiente, muchas fracturas del astrágalo se complican por necrosis vascular. El principal riego vascular al hueso del cuello astragalino está dado por las ramas de la arteria dorsal del pie y la peronea. Las arterias del conducto del tarso son la fuente principal de sangre para el cuerpo del astrágalo. Por tanto, las fracturas desplazadas de este hueso conllevan un riesgo muy alto de necrosis avascular. La necrosis ósea avascular también puede surgir en fracturas no desplazadas. Casi siempre las fracturas no des- plazadas del cuerpo del astrágalo se tratan sin intervención quirúrgica, con abrazadera o aparato de yeso. Las fracturas desplazadas del cuerpo astraga- lino casi siempre se controlan con reducción abierta y fijación interna. Fracturas del cuello del astrágalo Las fracturas del cuello del astrágalo también pueden atenderse sin inter- vención quirúrgica, con aparato de yeso o abrazadera y ausencia estricta del soporte de peso. Las fracturas no desplazadas del cuello del astrágalo conllevan una incidencia cercana a 14% de necrosis vascular. Las fracturas desplazadas del cuello astragalino siempre se tratan con reducción abierta cuidadosa seguida de fijación interna.3 Las tasas publicadas de necrosis avascular para estas fracturas varían entre 30 y 100%. Fracturas traumáticas del mediopié de los huesos del tarso Los huesos del tarso (navicular, cuboideo y los tres cuneiformes) vinculan el retropié con los metatarsianos. La disposición precisa de estos huesos brinda estabilidad mecánica al arco del pie. Sin embargo, las grandes su- perficies articulares de estos huesos también hacen que la necrosis avascu- lar sea una complicación potencial de cualquier fractura. Las fracturas aisladas de los huesos del tarso son infrecuentes. La fuerza necesaria para romper estos huesos casi siempre es muy alta. Estas lesiones se relacionan con traumatismo a estructuras adyacentes y a menudo incluyen luxacio- nes de las articulaciones tarsometatarsianas. La articulación entre los hue- sos del tarso y los del metatarso se conoce como articulación de Lisfranc. Por lo regular, la fractura-luxación de esta región del pie resulta de grandes fuerzas de torsión aplicadas al pie cuando éste se mantiene en dorsiflexión. Tales luxaciones pueden relacionarse con múltiples fracturas y pueden afectar cualquier número de metatarsianos. Las luxaciones desplazadas en cualquiera de estas articulaciones casi siempre se tratan de manera quirúr- gica con fijación interna (fig. 43-9). Fracturas de los metatarsianos La fractura de la base de los metatarsianos tal vez se presente por mecanis- mos similares a los de la fractura-luxación de Lisfranc, pero no se acompa- Figura 43-8. Imágenes radiográficas de una fractura intraarticular conminuta del calcáneo, antes y después de la reducción abierta y la fijación interna. Figura 43-7. Múltiples encondromas en la mano. 43Brunicardi(1557-1608).indd 156443Brunicardi(1557-1608).indd 1564 15/7/10 12:17:3115/7/10 12:17:31 1565 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica ñan de deformidades articulares de importancia. Por lo general, pueden tratarse con éxito con la inmovilización simple. Las fracturas distales del cuerpo de los metatarsianos, sobre todo del primero, con frecuencia se someten a fijación interna para asegurar la alineación correcta de la por- ción de estos huesos que soporta el peso. Fracturas del quinto metatarsiano Este tipo de fracturas requieren un análisis especial. Es habitual que la fractura muy proximal de la tuberosidad posterolateral del quinto meta- tarsiano se origine de un mecanismo por arrancamiento. Estas fracturas no atraviesan el cuerpo metatarsiano y el tratamiento con inmovilización simple genera buenos resultados. Sin embargo, las fracturas un poco más distales en el metatarso proximal necesitan seguimiento constante porque a menudo se producen uniones anómalas o a veces requieren fijación in- terna. Fracturas de las articulaciones metatarsofalángicas Estas fracturas son frecuentes, por lo regular resultado de traumatismo directo. Las lesiones en las articulaciones metatarsofalángicas y de la falan- ge proximal muchas veces se tratan con “unión al compañero” del dedo afectado con un dedo vecino sano. A menudo es mejor tratar las lesiones de la primera articulación matatarsofalángica con un zapato de suela rígi- da. Las lesiones en la primera articulación metatarsofalángica que impli- can lesión de las superficies articulares en ocasiones son objeto de reduc- ción abierta y fijación interna. Fracturas del tobillo Éstas son muy frecuentes, siempre son intraarticulares. Como la articula- ción del tobillo es una de las principales articulaciones que soporta peso sometida a grandes cargas rotatorias, la reconstrucción precisa de la ar- ticulación constituye una gran prioridad.4 Anatomía del tobillo La articulación del tobillo está compuesta por el astrágalo, la tibia y el pe- roné. En situaciones normales, el astrágalo se articula justo debajo de la parte distal de la tibia y está restringido en su parte medial por el contra- fuerte que brinda el maléolo medial. En la parte lateral, el astrágalo estálimitado por la superficie articular del peroné que, en alineación precisa con la parte distal de la tibia, permite la flexión y la extensión del tobillo. La estabilidad ligamentosa de la parte medial del tobillo depende del liga- mento “deltoides” que se inserta en el maléolo medial de la tibia y en el Figura 43-9. Imágenes radiográficas de un paciente con fractura-luxación de las articulaciones tarsometatarsianas del pie, antes y después de la reducción y la fijación interna. 43Brunicardi(1557-1608).indd 156543Brunicardi(1557-1608).indd 1565 15/7/10 12:17:3115/7/10 12:17:31 1566 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica astrágalo. La estabilidad de la articulación astragaloperonea se obtiene con el ligamento astragaloperoneo anterior (sitio frecuente de esguinces del tobillo), el ligamento calcaneoperoneo y los ligamentos astragaloperoneos posteriores. Luxaciones del tobillo Las luxaciones del tobillo son frecuentes. Por lo general, se presentan com- binadas con fracturas considerables de la tibia o el peroné. Una lesión mu- cho más inusual sería una lesión ligamentosa pura que permitiera la luxa- ción anterior o posterior. Con o sin fractura relacionada, una luxación de la articulación del tobi- llo pone en riesgo el riego sanguíneo del pie y requiere una valoración neu- rovascular pronta. Ya sea que se identifique o no una alteración neurológi- ca aguda o afectación vascular, ha de llevarse a cabo la corrección de la posición del astrágalo debajo de la tibia lo más pronto posible. Una articu- lación del tobillo que permanece luxada pone al paciente en riesgo de de- sarrollar una lesión neurovascular y posible síndrome de compartimiento. La luxación del tobillo sin fractura relacionada puede tratarse con in- tervención quirúrgica (por medio de reparación primaria de los principa- les ligamentos estabilizadores) o de manera conservadora, con inmoviliza- ción según se determine en la exploración física, los estudios de imagen y la estabilidad demostrada del astrágalo debajo de la tibia ulterior a la re- ducción. Fracturas del maléolo lateral Una fractura aislada de la parte distal del peroné, con frecuencia denomi- nada fractura del maléolo lateral, debe reducirse siempre que sea posible. Muchas veces esto es susceptible de lograrse con reducción cerrada y apa- rato de yeso cuando las condiciones lo hacen factible (figs. 43-10 y 43-11). Si las maniobras de reducción cerrada no consiguen la restauración anatómica o casi anatómica del tobillo, está indicada la reducción abierta precisa con fijación interna. Incluso una alteración de tan sólo 1 mm en la posición del maléolo lateral puede originar desviación lateral del astrágalo con disminución de la superficie de contacto entre la tibia y el astrágalo de casi 50%, lo cual acelera mucho la artritis degenerativa. Los fragmentos de fractura se alinean con exactitud y se fijan en su sitio, casi siempre con un dispositivo de placa y tornillo. Con la reducción precisa y la fijación inter- na, puede obtenerse una función excelente. Fracturas aisladas del maléolo lateral En la mayoría de los casos, una fractura aislada del maléolo lateral se pro- duce por arrancamiento del maléolo. Si la fractura no se desplaza o si pue- de reducirse de manera anatómica con técnicas cerradas, un aparato de yeso o una abrazadera tal vez sea un tratamiento adecuado y suficiente. Por lo regular, las medidas quirúrgicas asiladas del maléolo lateral consis- ten en exposición de los huesos a través de un acceso medial, alineación anatómica precisa y fijación con tornillos insertados en sentido proximal a distal. Por lo general, el tratamiento posoperatorio incluye aparato de yeso o abrazadera. Fracturas bimaleolares La fractura bimaleolar es una lesión que incluye fractura de la parte distal del peroné y de la tibia. Estas lesiones a menudo se acompañan de subluxa- ción considerable, incluso luxación completa de la articulación tibioastra- galina. Está indicada la reducción pronta de la luxación. Casi todas estas fracturas se tratan con intervención quirúrgica para permitir la mejor re- alineación de los fragmentos de fractura y de la anatomía articular.5 Fractura del maléolo posterior La parte posterior distal de la tibia (tercio posterior de la superficie articu- lar tibioastragalina) con frecuencia se denomina maléolo posterior. Las fracturas aisladas de este último son inusuales, pero las fracturas de esta superficie que soporta peso en la articulación tibioastragalina son frecuen- tes en sujetos con fracturas de ambos maléolos. Esta lesión puede llamarse Figura 43-10. Radiografía anteroposterior de un paciente con fractura bimaleolar. Figura 43-11. Radiografía anteroposterior de un paciente que fue objeto de reducción abierta y fijación interna de la fractura bimaleolar del tobillo. 43Brunicardi(1557-1608).indd 156643Brunicardi(1557-1608).indd 1566 15/7/10 12:17:3215/7/10 12:17:32 1567 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica fractura trimaleolar. Si la fractura afecta más de un tercio de la articulación tibioastragalina o si hay desplazamiento considerable, está indicada la fija- ción interna de este fragmento de fractura maleolar posterior. Sindesmosis del tobillo Es importante la alineación exacta de la tibia y el peroné para la función de la articulación del tobillo. Una inserción ligamentosa robusta entre los dos huesos, la sindesmosis del tobillo, conforma un estabilizador importante para el tobillo y casi siempre se extiende al menos 4 cm por arriba de la articulación. Con mucha frecuencia, las lesiones de la articulación tibioas- tragalina también afectan la sindesmosis, lo cual origina separación o en- sanchamiento de la tibia y el peroné. Por lo general, estas lesiones se tratan con un “tornillo sindesmótico” que se inserta de lateral a medial y fija tan- to la tibia como el peroné. Muchas veces la curación de los ligamentos es más lenta que la ósea, por lo cual estos tornillos suelen dejarse durante ocho a 12 semanas. Con frecuencia se realiza la extracción electiva del tornillo después de este periodo, pero la consecuencia de dejarlo más de tres meses es la rotura del mismo. La posible morbilidad causada por el tornillo roto en esta área es mínima. Rotura aguda del tendón de Aquiles La acción del complejo muscular de gastrocnemio y sóleo sobre el calcá- neo mediante el tendón de Aquiles puede generar fuerzas muy intensas, sobre todo con actividades deportivas que implican saltos o cambios rápi- dos de dirección durante la carrera. El tendón de Aquiles es susceptible de romperse.6 Esto se manifiesta por debilidad para la flexión plantar. El in- dividuo a menudo nota un “pop” audible al momento de la lesión. Muchas veces se lleva a cabo la reconstrucción abierta del tendón, a menudo con material de aumento (tendón cadavérico o tendón plantar autólogo). Sin embargo, la reconstrucción quirúrgica de este tendón tiene una tasa im- portante y problemática de complicaciones de la herida, como infección local o necrosis cutánea. Por consiguiente, muchos médicos tratan esta lesión sin intervención quirúrgica, sino sólo con aparato de yeso o abraza- dera. Ambas estrategias son razonables. Fracturas tibiales intraarticulares: fracturas del pilón tibial (epífisis distal de la tibia) Las fracturas de alta energía de la parte distal de la tibia y el peroné que afectan tanto el cuerpo de la tibia como la superficie que soporta el peso se llaman fracturas tibiales intraarticulares o, más a menudo, fracturas del pi- lón. Por la naturaleza subcutánea de estas fracturas de alta energía, las complicaciones cutáneas, los síndromes de compartimiento, los proble- mas para la cicatrización de heridas y la falta de unión muchas veces com- plican la atención de las personas con fracturas del pilón, que constituyen uno de los mayores desafíos en el campo de la traumatología ortopédica (fig. 43-12). Las fracturas del pilón casi siempre son desplazadas y acompañadas de daño importantedel tejido blando. Por lo regular, el tratamiento implica reducción abierta y fijación interna de los fragmentos óseos con la recons- trucción más meticulosa posible de la articulación del tobillo. Sin embar- go, rara vez se practica intervención quirúrgica reconstructiva inmediata por la incidencia tan alta de complicaciones del tejido blando. En la mayo- ría de los casos, la extremidad inferior se estabiliza con fijación externa, muchas veces con reducción abierta limitada y fijación interna del peroné para establecer y preservar la longitud anatómica. Con frecuencia, el pro- cedimiento de reconstrucción definitiva de la tibia se pospone hasta que desaparece la inflamación aguda. Esta modalidad terapéutica reduce la incidencia de complicaciones del tejido blando. Con o sin la estabilización y la programación adecuadas, las complicaciones son frecuentes. En más de 10% se observan complicaciones de la herida. La incidencia de infec- ción de la herida es tan alta como la de falta de unión de los fragmentos distales. La frecuencia de artritis postraumática es muy elevada. Fracturas del cuerpo tibial Las fracturas del cuerpo tibial casi siempre se deben a golpes directos o mecanismos de torsión.7 La posición casi subcutánea del hueso hace que sean frecuentes las fracturas abiertas. Por tanto, es crucial inspeccionar la piel, sobre todo en la cara anterior de la pierna. Las fracturas generadas por un golpe directo por lo regular son transversales u oblicuas, casi nunca afectan el peroné. La lesión por torsión (frecuente en esquiadores) a menu- do origina una fractura espiral de la tibia, muchas veces acompañada de lesión peronea en la rodilla o el tobillo. El traumatismo de alta energía en la pierna puede causar fractura conminuta y lesión extensa del tejido blando. El tratamiento de la fractura del cuerpo tibial puede llevarse a cabo con reducción cerrada simple e inmovilización con aparato de yeso largo. A menudo se recomienda cambiar a una abrazadera funcional luego de cua- tro a seis semanas. La falta de unión de las fracturas tratadas con técnica cerrada es un problema de importancia y, cuando se usa la inmovilización con aparato de yeso, casi siempre es necesaria durante tres o cuatro meses. Ahora es frecuente la colocación de un clavo intramedular en la tibia; de hecho, es la modalidad terapéutica preferida en más de 50% de los casos. Se introduce un clavo intramedular a través de la fractura, en sentido proximal a distal. Los clavos de diámetro pequeño (“clavos sin escariado”) pueden impactarse a través del sitio de fractura de manera directa. Otra alternativa, sobre todo para las fracturas más inestables, es un clavo intra- Figura 43-12. Radiografías de una fractura grave de la parte distal de la tibia y el peroné, antes y después de reducción abierta y fijación interna. El traumatismo de alta energía a la parte distal de la pierna a menudo causa lesión neurovascular, síndrome de compartimiento y problemas para la cicatrización de la herida. 43Brunicardi(1557-1608).indd 156743Brunicardi(1557-1608).indd 1567 15/7/10 12:17:3215/7/10 12:17:32 1568 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica medular rígido; en este caso, dispositivos escariadores de diámetro pro- gresivo se pasan por el sitio de fractura antes de insertar el clavo más gran- de. Estos clavos grandes a menudo se fabrican con orificios para tornillos situados en las áreas proximal y distal con el propósito de aceptar torni- llos transfictivos cruzados distales y proximales que ayuden a controlar la longitud y la rotación. Fracturas de la meseta tibial La superficie superior de la tibia que se articula con los cóndilos del fémur tiene una superficie relativamente plana y a menudo se refiere como mese- ta tibial.8 Las fracturas de esta amplia superficie articular pueden ser un desafío. Esta superficie tiene requerimientos intensos para soportar peso y las fracturas muchas veces se acompañan de aplastamiento e impacción de los meniscos cartilaginosos y el hueso esponjoso subyacente; esto dificulta mucho la reconstrucción, ya que muchos fragmentos de este rompecabe- zas tridimensional quizá se encuentren triturados (fig. 43-13). Las fractu- ras pueden afectar la parte medial de la meseta, la lateral o ambas, y asi- mismo muchas veces se observa deformidad angular de importancia. Las fracturas con desplazamiento mínimo pueden tratarse sin intervención quirúrgica, con un aparato de yeso o una abrazadera. Los criterios para el tratamiento no quirúrgico incluyen <3 mm de desfase articular documen- tado y estabilidad ligamentosa de la rodilla cuando se mantiene en exten- sión. Las fracturas más graves con fragmentos articulares desplazados son objeto de tratamiento quirúrgico por medio de accesos anterior, medial, lateral o combinado, con fijación interna de los fragmentos de fractura. Esto puede llevarse a cabo con tornillos transfictivos, con dispositivos de placa y tornillo o, más a menudo, con una combinación de ambos. A causa del aplastamiento del hueso de la metáfisis, muchas veces es necesario el injerto óseo (local, de cresta iliaca o aloinjerto) para reconstruir la estruc- tura anatómica original. En ocasiones, también está indicada la recons- trucción de ligamentos y meniscos. La fractura que afecta esta amplia superficie articular soportadora de peso con frecuencia causa rigidez crónica de la articulación o artritis tem- prana. El cirujano a cargo debe estar alerta ante lesiones relacionadas, como síndrome de compartimiento en la extremidad inferior o lesión del nervio safeno. Luxación de la rodilla La luxación de la rodilla (luxación de la articulación entre el fémur y la tibia no debe confundirse con la luxación de la rótula) es una lesión devas- tadora y casi siempre se debe a un mecanismo de lesión de alta energía. Es necesario que ocurra lesión masiva de los ligamentos para permitir la luxación, la cual puede generarse en cualquier dirección (anterior, poste- rior, lateral o rotatoria). Es habitual que esta lesión pase desapercibida al principio, ya que después de una luxación de rodilla, la reducción espon- tánea o la recolocación por parte del personal terapéutico inicial puede retrasar el diagnóstico, no obstante, la recolocación pronta de la rodilla es una prioridad en el tratamiento de urgencia de esta anomalía. La luxación de la rodilla conlleva una incidencia alta de lesión neurovascular y síndro- me de compartimiento. Incluso si no hay una lesión arterial evidente, la desviación o la compresión del vaso y los desgarros con colgajo de la ínti- ma causados por la luxación limitan el flujo sanguíneo a la extremidad. Ulterior a la reducción, es indispensable valorar los pulsos de inmediato. La visualización radiográfica temprana del riego arterial a la extremidad inferior está indicada cuando los pulsos son deficientes. También es nece- sario prestar mucha atención a la posibilidad de síndrome de comparti- miento en evolución. En ocasiones, según la valoración clínica y la magni- tud de las lesiones ligamentosas, es razonable el tratamiento no quirúrgico. Sin embargo, en la mayoría de los casos se efectúa la reparación de las es- tructuras ligamentosas con atención especial a la cápsula posterior. Las complicaciones posibles de esta lesión devastadora son rigidez tar- día de la rodilla y, a veces, inestabilidad tardía de la misma. Si no se presta mucha atención a la elevada probabilidad de lesión arterial o síndrome de compartimiento, quizá se llegue incluso a la muerte de la extremidad. Luxación de la rótula La luxación de la rótula, casi siempre en dirección lateral, es una lesión re- lativamente frecuente en adolescentes, sobre todo los atletas. El tratamien- to consiste en reducción manual de la rótula, casi siempre con la rodilla en extensión completa. Las medidas terapéuticas iniciales abarcan la inmovi- lización en extensión durante un intervalo aproximado de seis semanas. La complicación más grave de esta lesión es la luxaciónrecurrente. Fracturas de la rótula Las fracturas de la rótula pueden producirse por falla de la rótula bajo ten- sión, lo cual casi siempre origina fractura transversa simple no desplazada o con desplazamiento mínimo. Asimismo, son posibles las fracturas por arrancamiento del polo superior. Los golpes directos a la rodilla, como ocurre a un pasajero sin restricción que se golpea con el tablero del auto- móvil, muchas veces generan fracturas conminutas que pueden afectar un área grande de la superficie articular. Las fracturas con desplazamiento mí- nimo son susceptibles de tratarse de manera no quirúrgica con una abra- zadera en extensión. Las fracturas conminutas, sobre todo con fragmentos desplazados, se controlan mejor con reducción abierta y fijación interna. Fracturas de la parte distal del fémur Las fracturas femorales distales quizá presenten diversos desafíos al ciru- jano ortopedista. Las fracturas simples de la metáfisis no se acompañan de afectación intraarticular (fig. 43-14). Sin embargo, éstas son menos fre- cuentes que las lesiones que afectan uno o ambos cóndilos del fémur. Como con todas las fracturas intraarticulares, ha de llevarse a cabo un gran esfuerzo para la reducción anatómica de la fractura con reconstruc- ción y realineación precisas de las superficies articulares. En la mayoría de estas lesiones, las fracturas se tratan con fijación interna, casi siempre con tornillos de transfixión combinados con una placa medial o lateral. Al igual que en todas las fracturas intraarticulares, las complicaciones pue- den incluir pérdida de la reducción, falta de unión o unión anómala. La complicación tardía más habitual es la osteoartritis. Fracturas del cuerpo femoral La causa más frecuente de las fracturas del cuerpo femoral es el traumatis- mo de alta energía. Es usual que estos sujetos tengan lesiones vinculadas. Casi todas las lesiones del cuerpo femoral son objeto de tratamiento qui- rúrgico, por lo general con colocación de clavo intramedular.9 Los clavos intramedulares suelen insertarse después de escariado progresivo. Por lo general, éstos se insertan en sentido proximal a distal a través de un punto de entrada medial al trocánter mayor en la parte proximal del fémur (fig. 43-15). En algunas situaciones es preferible usar un acceso “retrógrado” en el cual se inserta una barra similar en sentido distal a proximal, con un punto de entrada dentro de la articulación de la rodilla (este procedimien- to requiere artrotomía de la rodilla). Los clavos intramedulares a menudo son suficientes para controlar la longitud y la rotación. En fracturas con- minutas graves, otra situación en la cual se desea estabilidad adicional, muchos sistemas de barra intramedular disponibles tienen agujeros proxi- Figura 43-13. Imagen por tomografía computadorizada (CT) de una fractura tibial proximal. Los detalles de la fractura son más fáciles de ver con una CT. Esto mejora la planeación quirúrgica preoperatoria. 43Brunicardi(1557-1608).indd 156843Brunicardi(1557-1608).indd 1568 15/7/10 12:17:3315/7/10 12:17:33 1569 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica males y distales para colocar tornillos “cruzados” transfictivos que abarcan ambas cortezas para atravesar el orificio en la barra intramedular. Esto brinda un control rotacional y axil extraordinario. En algunos casos inusuales, está indicada la utilización de un fijador externo en el tratamiento de la fractura del cuerpo femoral. La indicación habitual para este problema es un individuo con traumatismos múltiples y otras lesiones graves que ponen en riesgo la vida, por lo cual la estabilidad de la extremidad tiene menor prioridad que otros procedimientos quirúrgi- cos. Asimismo, la fijación externa tal vez constituya una buena opción tera- péutica en pacientes con fracturas abiertas graves del cuerpo femoral que requieren atención o acceso a la herida. Por último, la fijación externa tam- bién se considera en sujetos con lesiones vasculares ipsolaterales mayores. Fracturas de la cadera Las fracturas de esta última (parte proximal del fémur) son muy frecuen- tes. Son lesiones mayores con riesgo significativo de morbilidad y muerte. Es importante que ninguno de los médicos implicados en la atención de un individuo con fractura aguda de cadera subestime la lesión. La tasa de supervivencia por esta lesión en la etapa aguda es cercana a 90%. Varios autores han publicado que la tasa de mortalidad para enfermos que sufren fractura de cadera puede ser de hasta 25 a 50% cuando se valoran un año después de la lesión. Como es bien sabido, las fracturas de cadera tienen una relación mar- cada con osteoporosis precedente. La osteoporosis, la edad avanzada de muchos de los sujetos y las enfermedades médicas concurrentes hacen que la supervivencia con esta lesión sea causa de preocupación en todos los casos. Los médicos que atienden a estos individuos deben incluir una va- loración médica cuidadosa y seguimiento de las enfermedades concurren- tes. Tales consideraciones también han de extenderse al bienestar social del paciente al salir del hospital. La disminución de la movilidad, el dolor y la alteración de la rutina pueden causar trombosis venosa profunda, neu- monía, úlceras por presión y depresión. También es importante compren- der que una fractura de cadera con frecuencia es un fenómeno de vida Figura 43-14. Imágenes radiográficas de una fractura femoral supracondílea, antes y después de reducción abierta y fijación interna. Nótese que la fractura separó los cóndilos femorales, lo cual necesitó reconstrucción de la superficie articular distal. Figura 43-15. Fractura oblicua del cuerpo del fémur, antes y después de fijación intramedular con escariado, con un clavo grueso y tornillos cruzados. Este tratamiento permite al paciente la ambulación casi inmediata. 43Brunicardi(1557-1608).indd 156943Brunicardi(1557-1608).indd 1569 15/7/10 12:17:3315/7/10 12:17:33 1570 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica precipitante, ya que el sujeto afectado puede cambiar de la vida indepen- diente a la vida asistida o hasta el ingreso a una institución de asistencia. Aunque es parte necesaria del tratamiento agudo inmediato, todos los sujetos que sufren fractura de cadera deben valorarse con el propósito de detectar osteoporosis, con tratamiento apropiado para la densidad mine- ral después del procedimiento quirúrgico. CLASIFICACIÓN DE LAS FRACTURAS DE CADERA Por lo general, estas fracturas se clasifican en tres tipos distintos: fracturas del cuello femoral, fracturas intertrocantéricas y fracturas subtrocantéricas. Fracturas del cuello femoral Las fracturas del cuello femoral comprenden casi 50% de todas las fractu- ras de la parte proximal del fémur. Son más frecuentes en personas de edad avanzada. La anatomía de la articulación de la cadera es una conside- ración importante en el tratamiento de esta lesión. La cápsula articular de la cadera se extiende desde el borde del acetábulo a la base del cuello femo- ral. Por consiguiente, las fracturas del cuello femoral son intracapsulares. El riego sanguíneo del cuello femoral es precario. En algunos individuos adultos hay un riego sanguíneo limitado desde el ligamento redondo del acetábulo, que contiene una pequeña rama de la arteria del obturador. La principal vía de aporte sanguíneo al cuello femoral de todos los pacientes (el único para la cabeza femoral en la mayoría) proviene de vasos que es- tán dentro y a lo largo de la superficie del hueso del cuello femoral. Ya que las fracturas del cuello femoral están del todo dentro de la cáp- sula articular, casi nunca se acompañan de hemorragia importante. Los hematomas de la fractura quedan contenidos dentro de la cápsula. Cuando la fractura del cuello femoral está desplazada, la interrupción del flujo san- guíneo a la cabeza del fémur es casi segura. Por consiguiente, la osteone- crosis de la cabeza femoral es casi inevitable en las fracturas desplazadas.10 Muchas veces es mejorproceder de inmediato a la sustitución prostética de la cabeza femoral. Esta intervención quirúrgica se denomina hemiartro- plastia e implica la sustitución del cuello y la cabeza femorales con prótesis metálicas y plásticas que se ajustan dentro del acetábulo nativo. Por lo ge- neral, esto se lleva a cabo por medio de acceso posterior de la cadera; ex- posición e ingreso a la cápsula articular; extracción de la cabeza femoral condenada; resección del cuello femoral residual para hacer posible la am- pliación del conducto medular proximal, e inserción de una prótesis del tamaño adecuado. Después de colocar la prótesis, la cabeza artificial se ubica de nuevo en el acetábulo nativo, se aponen los tejidos y se cierra la piel. Aunque esta técnica permite soportar peso casi de inmediato sobre la extremidad afectada, implica un estrés fisiológico significativo para los sujetos. La colocación segura del componente femoral dentro de la parte proximal del cuerpo femoral puede efectuarse con cemento óseo de poli- metilmetacrilato que crea un manto alrededor del cuerpo de la prótesis. Esto conlleva la ventaja de la fijación segura e inmediata del componente femoral. Una desventaja de esta técnica es que el cemento de polimetilme- tacrilato es un sustrato atractivo para películas biológicas bacterianas en caso que el paciente adquiera una infección perioperatoria. Una alternati- va al uso de dicho cemento es la utilización de prótesis con “ajuste a pre- sión”. En estas técnicas no cementadas, las prótesis de forma más precisa se impactan en la parte proximal del fémur para obtener un ajuste por inter- ferencia. Una desventaja de este tipo de prótesis en el tratamiento de la fractura de cadera es que la obtención de un “ajuste a presión” de la próte- sis conlleva algún riesgo de fractura femoral yatrógena (fig. 43-16). Figura 43-16. Fractura desplazada del cuello femoral. En esta lesión es tan predecible la osteonecrosis de la cabeza femoral que es mejor tratarla (como se muestra) con hemiartroplastia. En este caso, se eligió un implante no cementado. 43Brunicardi(1557-1608).indd 157043Brunicardi(1557-1608).indd 1570 15/7/10 12:17:3415/7/10 12:17:34 1571 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica La colocación de la prótesis de artroplastia para reponer la parte proxi- mal del fémur es una buena opción para el individuo sólo si la parte aceta- bular de la articulación se encuentra sana. Cuando el lado acetabular de la articulación presenta artritis avanzada, el uso de la cabeza femoral prosté- tica en el acetábulo será inaceptablemente doloroso. Por consiguiente, en sujetos con cambios osteoartríticos notables precedentes a la fractura del cuello femoral, la mejor alternativa sería proceder a la artroplastia total de la cadera con sustitución de los lados femoral y acetabular de la articu- lación. La descripción de la técnica se encuentra en la sección Artroplastia total de la cadera, en este mismo capítulo. Las fracturas no desplazadas o impactadas de la cabeza femoral pue- den ocurrir sin interrupción crítica del riego sanguíneo a la cabeza femo- ral. Por ende, tales fracturas casi siempre se tratan con fijación interna in situ con tres o cuatro tornillos (fig. 43-17) insertados a través de la corteza de la parte proximal lateral del fémur, lo cual atraviesa el sitio de fractura y abarca la cabeza femoral. La colocación de tales tornillos puede efectuar- se a través de incisiones cutáneas muy pequeñas y, en la mayoría de los casos, no se requiere exposición directa del hueso. Estos procedimientos causan hemorragia mínima y a menudo se acompañan de recuperación posoperatoria muy rápida. Fracturas intertrocantéricas de la cadera Las fracturas de la cadera también ocurren a menudo en la región entre el trocánter mayor y el menor. Estas fracturas se denominan fracturas inter- trocantéricas de la cadera, las cuales pueden tener una sola línea de fractu- ra o quizá se formen varios fragmentos escasamente visibles. Un resultado habitual es un fragmento leve que corresponde al trocánter menor. A dife- rencia de las fracturas del cuello femoral, aquéllas de la región trocantérica casi siempre originan hemorragia considerable que puede tener conse- cuencias hemodinámicas. La vigilancia de los índices hemodinámicos y el hematócrito es importante en cualquier paciente con fractura intertrocan- térica. Como las fracturas del cuello femoral, casi todas las fracturas de la región intertrocantérica se tratan con intervención quirúrgica porque las medidas terapéuticas no quirúrgicas conllevan una incidencia muy alta de complicaciones. El tratamiento de este tipo de lesiones siempre incluye fijación interna. Esto puede llevarse a cabo con una tabla de fractura, en la cual la alineación de la extremidad inferior se mantiene por medios mecá- nicos en posición reducida, mientras se realiza la intervención quirúrgica. Una alternativa es practicarla en posición supina sobre una mesa radiolú- cida con métodos de reducción manual. En la mayoría de los casos se opta por el acceso lateral de la cadera y la fijación de la fractura se consigue con transfixión del trocánter, el cuello y la cabeza femorales por medio de un tornillo grande. Éste puede colocarse junto con un dispositivo de tornillo y placa (que en conjunto se llama un tornillo deslizante para cadera). Otra alternativa es un dispositivo cefalo- medular en el que tornillos con ángulo fijo se fijan con un clavo intrame- dular corto en sentido proximal a distal, a través de la región proximal del trocánter o por la fosa piriforme. Con la colocación de cualquiera de estos dispositivos (cuya elección por lo regular depende de la morfología de la fractura), el individuo es capaz de soportar peso casi inmediatamente des- pués de la intervención quirúrgica. Fracturas subtrocantéricas y fracturas del cuerpo femoral Por lo general, las fracturas subtrocantéricas de la cadera son resultado de mecanismos de lesión de mayor energía en comparación con aquéllos de las fracturas del cuello femoral o las intertrocantéricas. Por consiguien- te, es más probable que se acompañen de otras lesiones óseas o de tejidos blandos. En la mayoría de los casos, las fracturas intertrocantéricas se tra- tan con un dispositivo intramedular, el cual puede insertarse con o sin escariado previo. Como las inserciones musculares en los fragmentos proximales originan un fuerte desplazamiento de los fragmentos, a menu- do es necesaria la resección abierta. Casi todas las fracturas de la diáfisis femoral se controlan con una barra intramedular. Ésta se aplica después Figura 43-17. Radiografías preoperatoria y posoperatoria de un paciente con fractura desplazada del cuello femoral y cambio artrítico grave preexistente en el acetábulo. El enfermo fue tratado con sustitución total de cadera, así como de la superficie acetabular y de la cabeza y el cuello femorales. 43Brunicardi(1557-1608).indd 157143Brunicardi(1557-1608).indd 1571 15/7/10 12:17:3415/7/10 12:17:34 1572 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica del escariado progresivo. En muchos casos, el dispositivo intramedular se refuerza con tornillos de fijación o un tornillo de transfixión que abarca el cuello femoral. En la mayoría de los casos, es posible el soporte posopera- torio inmediato del peso. Luxación de la cadera Ésta corresponde a una lesión grave de alta energía que con frecuencia se observa en sujetos con traumatismos múltiples. La mayoría de las luxacio- nes de cadera se genera en sentido posterior. A menudo tales lesiones pro- pician afectación neurovascular. De hecho, una luxación aislada de cadera puede constituir una lesión que pone en peligro la vida. Está indicada la reducción urgente, que por lo general puede llevarse a cabo como proce- dimiento cerrado. Si ésta no tiene buenos resultados se recomienda la re- ducción abierta pronta. Muchas veces las luxaciones de cadera se acompañan de fracturas del acetábulo y con frecuencia menor, aunquenotable, con fracturas de la ca- beza femoral (fig. 43-18). Es obvio que la fractura de la cabeza femoral con lesión acetabular relacionada o la fractura de la cabeza femoral sola con- forman una lesión muy grave. Las complicaciones frecuentes con cual- quiera de estas lesiones corresponden a artritis postraumática, osteone- crosis y luxación recurrente. Las lesiones neurovasculares relacionadas son habituales.11 Las fracturas acetabulares pueden ocurrir con o sin luxa- ción evidente de la cadera. Las fracturas acetabulares a menudo se encuen- tran en presencia de otras fracturas de la pelvis (fig. 43-19). La pérdida significativa de sangre por hemorragia ósea es una preocupación impor- tante en presencia de estas lesiones. El tratamiento quirúrgico de la fractura acetabular se enfoca en la re- construcción y la fijación interna de la estructura anatómica acetabular original, así como la creación de una articulación de la cadera estable.12 El acetábulo puede exponerse mediante un acceso anterior, lateral o poste- rior, según la lesión ósea. El tratamiento quirúrgico de una fractura aceta- bular es una tarea mayor, requiere entrenamiento especial y experiencia. TRAUMATISMO PÉLVICO Fracturas de la rama del pubis Las fracturas de la rama del pubis casi siempre se ven después de un trau- matismo menor en personas de edad avanzada con osteoporosis. Por lo general, tales fracturas se presentan con dolor pélvico anterior difuso y pueden vincularse o no con un episodio traumático identificable. La sen- sibilidad a la compresión lateral suave tal vez sea una maniobra útil en la exploración física. Las fracturas de la rama del pubis a menudo se acom- pañan de fracturas concurrentes en el sacro. Es habitual que tales lesiones sean concomitantes con fracturas verticales a través del ala sacra que afec- tan múltiples orificios sacros. Un hecho interesante es que las fracturas sacras casi nunca son desplazadas y quizá sean difíciles o imposibles de visualizar en las imágenes radiográficas simples. Las fracturas no despla- zadas del sacro y las fracturas de las ramas pélvicas con desplazamiento mínimo se tratan con analgésicos y movilización. Estas lesiones son com- patibles con el soporte de peso completo. Sin embargo, una fractura pélvi- ca aparentemente ligera en un individuo joven sin osteoporosis debe gene- Figura 43-18. Imagen por tomografía computadorizada (arriba) y radiografía (abajo) de un paciente con fractura espiral del fémur derecho, con fractura acetabular ipsolateral. Las imágenes radiográficas posoperatorias demuestran el clavo escariado con tornillo cruzado, además de la fijación con placa acetabular. Asimismo, nótese la fractura en la rama del pubis que no requirió tratamiento quirúrgico. 43Brunicardi(1557-1608).indd 157243Brunicardi(1557-1608).indd 1572 15/7/10 12:17:3415/7/10 12:17:34 1573 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica rar una búsqueda más minuciosa de lesiones relacionadas o un tumor maligno. Fracturas del anillo pélvico Las fracturas del anillo pélvico son una consecuencia infortunada, pero fre- cuente de los traumatismos de alta energía.13,14 Las fracturas verticales a través de los elementos posteriores de la pelvis o el sacro acompañadas de lesión en la parte anterior del anillo pueden originar la “abertura en libro” de la pelvis. La traslación vertical de grandes porciones de la pelvis con estas lesiones se acompaña muy a menudo de lesión visceral importante y hemo- rragia que puede ser catastrófica. Las lesiones en la vejiga, el uréter, la uretra y los riñones también son frecuentes en presencia de estas fracturas. Cual- quier hematuria concomitante ha de investigarse de manera intensiva. Por desgracia, los sujetos con estas lesiones muchas veces se presentan con alte- raciones hemodinámicas por hipovolemia y sangrado. En ocasiones, esto mejora con la aplicación urgente de un fijador externo para abarcar ambos iliacos. La compresión y la estabilización de la pelvis ayudan a limitar la hemorragia ósea. La reconstrucción de una rotura pélvica mayor de este tipo es una tarea grande y casi siempre se lleva a cabo tres a 10 días ulterio- res a la lesión inicial para permitir que la hemorragia ósea se estabilice.15 Estos procedimientos reconstructivos constituyen un desafío clínico y de- ben planearse muy bien. Sólo han de llevarlos a cabo cirujanos ortopedistas con entrenamiento especial y experiencia en tales lesiones (fig. 43-20). Figura 43-19. Imágenes radiográficas de un paciente con fractura en el acetábulo derecho, antes y después de la reconstrucción quirúrgica. Nótese la protrusión de la cabeza femoral hacia la pelvis antes de la intervención quirúrgica. Figura 43-20. Imágenes preoperatoria y posoperatoria de un paciente con fracturas desplazadas del pubis y la articulación sacroiliaca. Estas lesiones son resultado de un traumatismo de alta energía y a menudo se relacionan con lesiones viscerales y hemorragia abundante. 43Brunicardi(1557-1608).indd 157343Brunicardi(1557-1608).indd 1573 15/7/10 12:17:3515/7/10 12:17:35 1574 C A PÍTU LO 43 C irugía ortopédica FRACTURAS DEL HOMBRO Fracturas de la clavícula Las fracturas del tercio interno de la clavícula son inusuales. A menudo, lo que parece una fractura en la parte medial de la clavícula en realidad es una luxación de la articulación esternoclavicular. Cuando se desplaza en sentido anterior, esta lesión, aunque dolorosa, sólo requiere tratamiento sintomático. En contraste, la luxación posterior de la articulación esterno- clavicular puede afectar vasos grandes y puede tratarse por medio de re- ducción cerrada. Con anestesia general, se abduce la extremidad superior y se aplica fuerza lateral; pueden utilizarse una toalla, un broche o una pinza para sujeción ósea con el propósito de aplicar fuerzas anteriores so- bre la clavícula que recoloquen la articulación. Estas maniobras sólo de- ben llevarse a cabo cuando hay un cirujano disponible para corregir cual- quier lesión de un vaso grande. Por fortuna, estas lesiones son infrecuentes (fig. 43-21). Las fracturas del tercio medio de la clavícula son muy habituales. De hecho, constituyen una de las fracturas más usuales en la práctica ortopé- dica. Con frecuencia, una fractura clavicular es aparente a simple vista, ya que el tercio medio de la clavícula es subcutáneo. Por fortuna, estas lesio- nes rara vez se acompañan de penetración cutánea. Es posible que haya falta de unión de la parte intermedia del cuerpo clavicular, aunque esto es raro. Por consiguiente, casi siempre es suficiente el tratamiento sintomáti- co con un analgésico suave y un cabestrillo. Fracturas de la parte distal de la clavícula Las fracturas en el tercio medio de la clavícula pueden ser más problemá- ticas. Cuando tales fracturas se desplazan, muchas veces esto es resultado de la rotura concomitante de los ligamentos coracoclaviculares. El despla- zamiento significativo de la clavícula puede invadir la musculatura del hombro y el tejido blando interpuesto impide la unión. Como consecuen- cia, a menudo se recomienda la reducción abierta, la colocación de clavos o la reducción abierta con fijación interna de las fracturas claviculares dis- tales, o ambos procedimientos. En cualquier tratamiento quirúrgico de la clavícula, ha de tenerse presente la proximidad del pulmón, los vasos grandes y el plexo braquial. Fracturas del omóplato Las fracturas del omóplato pueden ser resultado de un golpe directo al hombro o por caídas sobre la extremidad superior. La mayoría de las frac- turas escapulares se tratan de manera conservadora, con excepción de aquéllas con alteración glenoidea importante. En tales casos, casi siempre se recomienda la reducción abierta y la fijación interna con tornillos y placas pequeñas. Por lo general, estos procedimientos se realizan a través de un acceso posterior. Fracturas de la parte proximal del húmero Este tipo de fracturas es frecuente.16 Esta anomalía constituye
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