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El Señor y el Siervo

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Índice 
PREFACIO………………………………………………………..……… 5 
Capítulo 1 
EL SEÑOR Y EL SIERVO…………………………………..……….. 9 
 
Capítulo 2 
EL CARÁCTER DE UN SIERVO…………………………..………15 
 
Capítulo 3 
LA HUMILDAD………………………………………………..……… 19 
 
Capítulo 4 
EL MAYOR Y MEJOR SIERVO…………………………..………..23 
 
Capítulo 5 
LA CONCIENCIA DEL SEÑOR………………………….………… 27 
 
Capítulo 6 
LA OBEDIENCIA AL SEÑOR……………………………..………..31 
 
 
Capítulo 7 
LA RAZÓN DEL SIERVO…………………………………..…………35 
 
Capítulo 8 
LA DEPENDENCIA DEL SIERVO……………………………….. 39 
 
Capítulo 9 
EL ESPÍRITU DE HUMILDAD Y EL DE ORGULLO………..43 
 
Capítulo 10 
LAS TRIBULACIONES DEL SIERVO…………………………… 51 
 
Capítulo 11 
LOS DIFERENTES TIPOS DE TRIBULACIÓN……………….57 
 
Capítulo 12 
LA VOLUNTAD DEL SIERVO……………………….……………61 
 
Capítulo 13 
LA FORMACIÓN DE LA IGLESIA……………….……………..67 
 
Capítulo 14 
EL SIERVO VENCEDOR…………………….…………………….73 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
La relación Señor-siervo, en la Biblia, una de las más 
presentadas para mostrar la relación entre dios y el hombre. 
Aunque la Palabra de Dios firme que el Creador es nuestro 
Padre amado -que está siempre a nuestro lado listo para 
bendecirnos, proteger y concedernos todas las cosas- deja 
claro que nuestra principal misión en la Tierra es servirlo, 
pues es el Señor de todas las cosas. 
Siendo Señor, es lógico que su voluntad es soberana y de 
todas las criaturas, incluyendo naturalmente al ser humano, 
le deben obediencia, respeto y alabanza. La palabra de dios 
dice que “Todo lo sujetaste bajo sus pies” (Hebreos 2:8) 
Para que el hombre pueda hacer la voluntad de Dios, tiene la 
necesidad de aceptarlo como Señor y de colocarse, 
naturalmente, en la condición de siervo. Eso no significa decir 
que Dios trate al hombre con distancia o autoritarismo, 
porque en esa relación Señor-siervo, el amor, por parte de 
Dios, es lo fundamental. 
El Señor Jesús también llamó a sus seguidores siervos y Se 
presentó a ellos como su Señor, mientras que nadie los amó 
más que Él: 
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida 
por sus amigos” Juan 15:13 
Su amor por nosotros no tiene medida. Más que siervos, 
somos sus amigos, cuando hacemos Su voluntad: 
“Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando” Juan 
15:14 
Ser siervo de Dios y de Jesucristo es lo más precioso que 
puede sucederle a una persona. Servir espíritu y en verdad es 
experimentar la buena, agradable y perfecta voluntad de 
Dios para nuestra vida: 
“No os confirméis a este mundo, sino transformaos por medio 
de la renovación de vuestro entendimiento, para que 
comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y 
perfecta” Romanos 12:2 
Este libro del obispo Macedo pretende no sólo mostrar el 
significado de ser siervo, sino también aclarar sobre el 
servicio cristiano, estableciendo el correcto procedimiento, a 
la luz de la Palabra de aquel que desea hacer la obra de Dios. 
 
Los editores 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Para que se tenga una idea apropiada de la relación entre el 
Señor Jesús y sus siervos es preciso volver a los orígenes de 
la relación humana entre los señores y sus siervos. 
Desde los tiempos más remotos, la única diferencia entre el 
siervo y el animal de carga era que uno poseía razón y el otro 
no. 
De hecho, el siervo o esclavo no tenía la libre disposición de 
su persona ni de sus bienes; tampoco el derecho de exponer 
su personalidad y pensamientos, ni de satisfacer sus propios 
caprichos. 
En aquellos tiempos, existían varias formas de imponer a las 
personas la condición de esclavos o siervas. 
La primera era a través de la compra. Los siervos eran 
adquiridos por un valor, como si fuesen un objeto cualquiera, 
pasando a ser propiedad de aquellos que los compraban. En 
este caso, se encuadran los verdaderos siervos del Señor 
Jesucristo, pues fueron comprados no por dinero, sino por su 
preciosa sangre. 
Podemos comprender esto mejor por lo que el apóstol Pablo 
dijo: 
“…pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a 
Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de 
Dios.” 1 Corintios 6:20 
El apóstol Juan también dijo: 
“... Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque 
tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para 
Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y nación; nos has hecho 
para nuestro Dios un reino y sacerdotes, y reinaremos sobre 
la tierra.” Apocalipsis 5: 9-10 
La sangre Señor fue el precio que pagó para sacarnos de la 
condición de esclavos del infierno, dándonos la futura 
condición de reyes y sacerdotes de Dios. 
La segunda forma de servidumbre era por medio de la 
imposición política, en qué los prisioneros de guerra se 
tornaban esclavos. 
La tercera forma ocurría por nacimiento, pues los hijos de los 
esclavos, automáticamente, se convertían en esclavos. La 
analogía aquí está en la idea de que los hijos de aquellos que 
han servido al Señor Jesús deben servirlo también. Muchos 
hijos de siervos del Señor (cristianos) no sirven a Dios debido 
a que la personalidad y las actitudes de los padres no son las 
adecuadas a las del siervo bueno y fiel, porque cuando tienen 
el ejemplo en casa, se convierten en fieles seguidores de 
Cristo. 
La cuarta forma era como restitución. Si el ladrón no tuviese 
como restituir lo robado y pagar por los daños causados, 
podía ser vendido como esclavo. Hay una lección muy 
importante aquí: el ser humano jamás puede pagar a Dios la 
deuda por sus pecados, a no ser con su propia vida, 
entregándosela a Jesús. 
La quinta, por la falta de dinero para pagar una deuda. La 
persona que no tenía con que pagar una deuda, era forzada 
a vender a sus hijos como esclavos o éstos eran confiscados 
por el acreedor. 
Era como un que el propio deudor insolvente, junto a su 
esposa e hijos se tornarán esclavos del acreedor. Lo 
importante era que la deuda tenía que ser pagada, sin 
importar el sacrificio qué tendría que ser hecho para eso. El 
caso de la viuda que llegó hasta el profeta Eliseo es un 
ejemplo de eso: 
 
“Una mujer, de las mujeres de los hijos de los profetas, clamó 
a Eliseo, diciendo: Tu siervo mi marido ha muerto; y tú sabes 
que tu siervo era temeroso del Señor; y ha venido el acreedor 
para tomarse dos hijos míos por siervos.” 2 Reyes 4:1 
 
De acuerdo con la ley mosaica, un esclavo hebreo necesitaba 
trabajar seis años para tener derecho a su libertad. Entonces, 
su señor era obligado a darle alguna recompensa para que 
pudiese dar reinicio a su vida por sus propios medios. 
 
La sexta, era por auto-venta. Una persona podía venderse 
voluntariamente con el fin de escapar de la miseria, pero aún 
así, después de seis años podía quedar libre. En este caso, 
tampoco la persona salía con las manos vacías, pues su señor 
tenía que darle alguna compensación. 
 
 
Muchos sean propuesto servir al Señor Jesús sólo para huir 
de una vida de miseria o del lago de fuego eterno. Mientras 
que algún tiempo más tarde se «redimen» de su servidumbre 
al Señor Jesús y buscan en la ley del mundo el derecho de 
algunas migajas para comenzar a vivir libremente. 
 
La séptima y última forma era por medio del rapto. En la ley 
de Moisés, raptar a una persona y reducirla a la esclavitud 
era una ofensa castigada con la muerte. Los hermanos de 
José, por ejemplo, se tornaron culpables de ese crimen y por 
eso temieron mucho las consecuencias. 
 
Cualquiera que fuese la forma de la adquisición del siervo (a 
través de la compra, como el pago de una deuda, prisionero 
de guerra, etc.), no tenía ningún derecho, solamente 
obligaciones y eso excluía salarios o cualquier tipo de 
recompensa. Los señores daban comida, agua y tiempo 
apenas para dormir con el propósito de recomponer las 
fuerzas de los siervos para el trabajo diario, lo demás era sólo 
servir. No había hora límite de trabajo, y tenía que estardisponible para servir a su señor a toda hora y en cualquier 
momento. 
 
Jesús sólo es Señor de los que le sirven. 
 
 
 
¿Cómo podemos definir el carácter de un siervo útil, bueno 
y fiel? En cierta ocasión, el Señor Jesús enseñó: 
“Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os 
ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que 
debíamos hacer, hicimos.” Lucas 17:10 
El siervo es inútil aunque haya hecho lo que le fue ordenado; 
el siervo útil es aquel que además de hacer lo que debe, 
aplica dedicación y amor, y coloca todas sus fuerzas y su vida 
al servicio del Señor. 
En la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30), el Señor 
Jesús consideró buenos y útiles a los dos primeros siervos, 
que habían salido inmediatamente a negociar lo que les 
había sido dado y, algún tiempo después, rindieron cuentas, 
diciendo: 
“…Señor, cinco talentos me entregaste; aquí tienes, he 
ganado otros cinco talentos sobre ellos” Mateos 25:20 
Debido a ese comportamiento, fueron elogiados por el Señor 
y considerados siervos buenos y fieles. 
Debemos entender que un siervo bueno es aquel que 
manifiesta un carácter idéntico al del Señor. Muchas veces, 
el siervo manifiesta fidelidad en su vida y piensa que eso es 
suficiente. Hay veces que su fidelidad es tan marcada y 
fuerte, qué piensa que los deslices de su conducta son 
justificados. Muchos han malinterpretado la palabra de 
Santiago, cuando dice: 
“Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de 
la verdad y alguno lo hace volver, sepa que el que haga volver 
al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma 
y cubrirá multitud de pecados” Santiago 5:19-20 
Esa multitud de pecados son del pecador que se convierte, y 
no de aquel que lo convirtió. De ser así, no habría 
justificación por la fe y si por salvar a otros. 
Vea lo que el Señor enseña: 
“No todo el que me dice: ¡Señor, Señor!, entrará en el reino 
de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi padre que 
está en los cielos. Muchos me dirán aquel día: Señor, Señor, 
¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos 
fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? 
Entonces les declararé: Nunca os conocí. ¡Apartaos de mí, 
hacedores de maldad!”. Mateo 7:21-23 
Y vea también si no es ese el tipo de siervo fiel. Él había 
profetizado, expulsando demonios y hecho milagros. Pero el 
Señor le dice: “Apartaos de mí, porque nunca os conocí.” 
Resumiendo, no es suficiente ser fiel, también es preciso 
tener el carácter de Cristo. 
 
 
Cuando el Señor Jesús quiso formar Su carácter en sus 
discípulos, subió al monte y enseñó, diciendo que la 
humildad no es solamente la mayor virtud apreciada en el ser 
humano, es mucho más, es la base de la vida eterna. Es eso 
lo que el Señor Jesús enseña aquí. Y no solamente enseñó, 
como también vivió durante toda su vida terrenal. 
 
El apóstol Pablo, lleno del Espíritu Santo, dijo: 
 
“Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios 
como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, 
tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres, 
se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte 
y muerte de cruz”. Filipenses 2: 6-8 
 
En otras palabras, el Señor Jesús, aún teniendo la misma 
naturaleza de Dios-Padre, no pensó en sacar ventaja. Muy 
por el contrario, Él se vació de sí mismo y asumió la condición 
de verdadero siervo a fin de revelar a Su Padre para el 
mundo. Entre las muchas pruebas de eso, nosotros tenemos: 
 
1) Su bautismo en las aguas por Juan el Bautista. El Hijo de 
Dios, Rey de reyes y Señor de los señores fue bautizado 
por un hombre del desierto. 
Para tener una idea mejor de cuánto muestra esto la 
humildad de Jesús, basta analizar el caso de la Reina de 
Inglaterra, por ejemplo, que se bautizó en la Iglesia 
Universal ubicada en un barrio carenciado, por un pastor 
sencillo y humilde. 
 
¿Cuántas son las personas convencidas de estar 
convertidas qué, presas en su orgullo personal, no 
reconocen que necesitan sepultar su carne a través del 
bautismo en las aguas? Están presas también a la timidez 
o a la vergüenza y no lo hacen por temor a las críticas de 
otros hermanos. 
 
2) Cuando el Señor Jesús se inclino para lavar los pies de 
los discípulos. Él no solamente los lavó, sino que 
también los enjuagó. 
 
El salmista, exaltando al Señor Dios dijo: 
 
“¿Quién como el Señor, nuestro Dios, que se sienta en las 
alturas, que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra?” 
Salmo 113:5-6 
 
Al mismo en qué Él presenta la grandeza de Dios, muestra 
también Su lado humilde, pues «se inclina para ver lo que 
pasa en los cielos y en la tierra». Eso demuestra que la 
humildad es una virtud que tiene origen en el propio Dios. 
 
 
Ahora podemos entender mejor porque los humildes de 
espíritu heredarán el reino de los cielos. Es que ellos nacen 
de la Fuente de Humildad y vivirán allá por toda la 
eternidad. ¡Pues de allá es que viene su subsistencia 
espiritual! 
 
 
El Señor Jesús dijo a sus discípulos: 
 
“El qué es el mayor de vosotros sea vuestro siervo” 
Mateo 23:11 
 
“Pero entre vosotros no será así, sino que el que quiera 
hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el 
que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro 
siervo, como el Hijo del hombre, que no vino para ser 
servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por 
todos.” Mateo 20:26-28 
 
En esas sencillas palabras el Señor hijo todo lo que significa 
ser un siervo. Siervo es aquel que sirve. Y cuánto más sirve, 
mayor y mejor siervo será. Pues todo lo que él hace es 
ofrenda para su Señor. Ese es el objetivo principal del 
siervo, ¡entendiéndose que su servicio en sí, es una 
ofrenda! 
 
“Si, pues, coméis o bebéis o a hacéis otra cosa, hacedlo 
todo para la gloria de Dios” 
1 Corintios 10:31 
 
Cualquier cosa que el siervo hace, por más insignificante 
que sea, debe ser para la gloria de Dios. 
 
¡Eso es una ofrenda! Por lo tanto, todo el trabajo que el 
siervo ejecuta tiene como finalidad glorificar a su Señor. Y 
no importa si el trabajo que él hace es en la iglesia o fuera 
de ella. Cualquiera que sea el trabajo del siervo de Dios y 
para quien quiera que se lo ejecute, tendrá que ser 
siempre como si fuese para el Señor, ¡en ofrenda para 
Dios! Por eso, el Espíritu Santo, a través de Pablo dijo: 
 
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el 
Señor y no para los hombres” Colosenses 3:23 
 
Si esas palabras fueron practicadas por todos los siervos, 
entonces tendríamos una Iglesia fuerte, invencible, firmé 
delante de toda persecución. Pues la Iglesia del Señor 
Jesús es compuesta exclusivamente de siervos del Siervo 
Mayor. 
 
Éste es el espíritu que tiene que haber en nuestro medio, 
cueste lo que cueste, y aquellos que no estuviesen 
encuadrados en ese espíritu, es mejor que salgan, para no 
contaminar a los demás. 
 
El placer del siervo es servir cada vez más y mejor. No con 
intereses oscuros y excusas, sino simplemente porque 
tiene el mismo Espíritu de Aquel que le sirvió primero. El 
Señor Jesús “…no vino para ser servido, sino para servir y 
para dar su vida en rescate por todos” Mateo 20: 28 
 
Lo que los siervos deben entender es que, para poder servir, 
el Señor Jesús los sirvió primero, se vació de sí mismo, asumió 
la condición de siervo y sirvió a todos los que sufrían, y ahora 
espera ser servido por ellos. 
 
 
El siervo de Dios fue engendrado por el Espíritu de Dios, 
para servirlo. Y de acuerdo con esta conciencia, el siervo vive 
en función del placer de servir a su Señor. A causa de esto, él 
no piensa en su futuro o el de su familia. Si por un momento 
él piensa en sí mismo, entonces en aquel mismo momento 
ya dejó de ser siervo de quién lo gestó, para ser siervo de sí 
mismo. Porque todo su pensamientoen todo momento tiene 
que estar en satisfacer a su Señor. Por eso Él dijo: 
 
“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra, 
porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con 
Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, 
entonces vosotros también seréis manifestados con él en 
gloria”. Colosenses 3: 2-4 
 
Aquellos que realmente son siervos del Señor Jesús, 
murieron y sus vidas están ocultas juntamente con Él. 
Cuando el señor Jesús se manifieste en gloria, también sus 
siervos se manifestarán. 
 
Ahora, si esa conciencia es tan sólo teórica para algunos 
“siervos”, entonces todas las demás promesas de Dios, 
inclusive la vida eterna, ¡para ellos también serán teóricas! 
 
 
 
 
 
“Entonces Samuel dijo: ¿Acaso se complace 
el Señor tanto en los holocaustos y 
sacrificios como en la obediencia a las 
palabras de Dios? Mejor es obedecer que 
sacrificar; prestar atención mejor es que la 
grasa de los carneros.” 
1 Samuel 15:22 
 
“Esclavos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, 
no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los 
hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. Y todo 
lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no 
para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis 
recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” 
Colosenses 3:22-24 
¡El verdadero siervo obedece! ¡No piensa, ejecuta! El siervo 
no tiene derecho de sugerir, cambiar ideas o exponer sus 
razones, porque su condición es solamente la de obedecer. 
Realmente la condición del siervo parece ser dura e 
inflexible, pero, no podemos olvidar que fue comprado para 
servir. 
Si observamos el hecho de que toda la responsabilidad, no 
sólo del servicio de aquel siervo, como también de su propia 
vida, están en las manos del Señor, entonces podremos ver 
claramente la posición tranquila del siervo. Aunque el siervo 
haya sido elegido por el Señor, no está obligado a servirlo. La 
puerta de entrada para los verdaderos siervos es realmente 
muy estrecha, pero para la salida de los siervos malos, es 
ancha y espaciosa. 
“Entrad por la puerta angosta, porque ancha es la puerta y 
espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los 
que entran por ella; pero angosta es la puerta y angosto el 
camino que lleva a la vida, y pocos los que la hallan.” 
Mateo 7: 13-14 
 
Cuando el siervo da lo mejor de sí en la tarea que está 
realizando, él sabe que en el fondo, su servicio es para el 
Señor Jesús. Aunque su patrón sea un incrédulo, aún así, 
debe trabajar como si lo hiciera para el Señor Jesús. De esta 
forma, su servicio será reconocido y el Señor Jesús será 
honrado por los incrédulos, pues Él mismo dijo: 
 
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que 
vean vuestras buenas obras y glorifiquen, a vuestro Padre 
que está en los cielos.” Mateos 5:16 
 
 
 
Todas las veces que el siervo intenta justificarse, pierde la 
razón, es decir, pierde su condición de siervo. Cuando intenta 
argumentar sus razones, en el fondo, él está intentando 
colocarse en el mismo nivel del Señor. El siervo no debe 
justificarse o exponer sus razones, sino servir. 
El Señor Jesús vivió en la dependencia del Padre durante todo 
su ministerio terreno. Eso lo mostró cuándo ayunaba, oraba 
y vigilaba. En la hora más angustiante, en el Jardín del 
Getsemaní, no reclamó ni tampoco protestó por Su situación, 
sólo imploró al Padre que hiciese pasar a que el dolor pero, 
por sobre todo, que se hiciera la santa voluntad del Padre. 
El Señor Jesús fue un siervo perfecto, ¡incluso en la hora de 
mayor aflicción! Él podía discutir con el Padre, buscar mil 
razones, para que su sacrificio fuese hecho sin que tuvieran 
que separarse. ¡Pero no! Por única vez en la historia de la 
eternidad, el Hijo de Dios tuvo que someterse al abandono 
total del Padre y por eso confesó a Pedro, Santiago y a Juan, 
en Getsemaní: 
“…Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y 
velad conmigo.” Mateo 26:38 
Y más tarde, cuando estaba colgado en la cruz, clamó, 
diciendo: 
“…Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” 
Mateo 27:46 
 
Allí en la cruz, sufriendo mucho más en el alma que en el 
cuerpo, el Señor Jesús no se dirigió al Padre, como las veces 
anteriores. Porque ambos ya estaban separados, desde su 
prisión en el jardín. Con el pecado de la humanidad sobre su 
cuerpo, no tenía el derecho de invocar al Padre y por eso 
clamó a Dios. 
Delante de esto ¿qué más necesita saber el siervo, para dar 
lo mejor de sí mismo para su Señor, sin murmuraciones, 
reclamos o lamentos? 
 
 
¿Cuáles son las posesiones del siervo? Él no posee mujer, 
hijos, casa, ni siquiera su propia vida le pertenece. ¡Su único 
bien es su Señor! Todo lo que tiene pertenece al Señor, y este 
se lo presta por algún tiempo. Ser siervo no es sólo servir, 
sino sobre todo, pertenecer a alguien. El concepto más 
profundo de siervo es que él no se pertenece, ni mucho 
menos lo que tiene. 
Su familia, su vida y todo lo demás son de propiedad 
exclusiva del Señor a quién pertenece y sirve. Si acaso el 
siervo se sintiera dueño de algo, entonces el dejaría de ser 
siervo para ser señor. Porque el siervo no tiene derecho de 
poseer nada. Todo es propiedad exclusiva de Él. Esa es la 
principal idea del cristianismo. Pues todo lo que está en 
nuestras manos, ha sido un préstamo de nuestro Señor. 
Cuando morimos, todo queda aquí. Entonces nuestra vida se 
une al Señor a quién pertenecemos, por eso podemos 
afirmar que el siervo de Dios es un dependiente de Él por 
toda la eternidad. 
Aquellos que han luchado por una posición social o bienes 
materiales, están totalmente fuera del Espíritu del Señor 
Jesús. Los intensos conflictos por el poder, la autoridad y por 
la posesión de algún bien o comodidad, demuestran que no 
están encuadradas como siervos. Tal vez les falte conciencia 
de lo que es ser siervo o lo más probable, es que ellas nunca 
nacieron del Espíritu. Pues quién tiene el Espíritu del Señor 
Jesús, automáticamente recibe la conciencia de siervo. 
La verdad es que ser siervo del Señor Jesús es un privilegio 
de pocos. Y esa servidumbre es solo aquí mientras vivimos en 
este “vaso de barro”. Pues cuando nuestro Señor se 
manifieste en gloria, también nos manifestaremos a través 
de Él. ¡Aleluya! 
Además, es preferible ser siervo en el reino de Dios, que ser 
“señor” en el reino del diablo. 
 
Recordemos lo que el Señor Jesús dijo sobre el trabajo de la 
posesión de la vida eterna: 
 
“Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida 
que permanece para vida eterna, la cual os dará el Hijo del 
hombre, porque a este señaló Dios, el Padre.” Juan 6:27 
 
 
“Si él pusiera sobre el hombre su corazón y retirara su 
espíritu y su aliento, todo ser humano perecería a un tiempo 
y el hombre volvería al polvo” Job 34:14-15 
 
El espíritu de humildad es una de las sublimes virtudes de 
Dios. Todos los seguidores del Señor Jesucristo tienen a su 
disposición el aliento de su Santo Espíritu para guiarlos de 
acuerdo con Su voluntad. La humildad es una de las 
principales virtudes necesarias para que el cristiano pueda 
seguir al Maestro. 
“…Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” 
Romanos 8: 9 
La virtud del Espíritu Santo es el aliento para que sus hijos 
exhalen el perfume del Señor Jesús aquí en la Tierra. El 
Espíritu de humildad, el de amor, el de alegría, el de dominio 
propio y el de paz son virtudes de Dios para sus hijos. 
Una persona que se dice cristiana, pero no exhala la fragancia 
del Señor Jesús, o sea, la humildad, se engaña a sí misma. Ella 
incluso puede hablar en lenguas extrañas y manifestar otros 
dones espirituales, pero si hubiera un mínimo del espíritu de 
orgullo en su vida, entonces, el espíritu que está en ella no es 
el de Dios. 
Es necesario tenermucho cuidado con el corazón, pues el 
espíritu de orgullo se aloja en él. El orgullo sólo se apodera 
del corazón cuando no está el espíritu de humildad. No se 
puede olvidar el ejemplo de Lucifer, qué andaba en el brillo 
de las piedras y lideraba a todos los ángeles celestiales. 
¡Hasta que el orgullo lleno su corazón y se rebeló contra Dios! 
Este orgullo no fue colocado por otro ser. Nació dentro de él; 
tal vez, debido a la codicia de sus ojos. 
El vio La gloria de Dios y la deseó. Lo que le sucedió puede 
también pasar con el siervo. El siervo es el único que puede 
destruirse a sí mismo, cuando permite que el orgullo entre 
en su corazón. 
Surge una pregunta: ¿Es posible que una persona tenga el 
sello del Espíritu Santo, y sea poseída por el espíritu de 
orgullo? Es claro que sí, y no sólo por ese espíritu, sino 
también por cualquier otro espíritu maligno. 
Lucifer es el mayor ejemplo de eso, era el querubín de la 
guarda del trono de Dios, tenía autoridad sobre todos los 
ángeles (arcángeles, querubines y serafines). Vivía en la 
presencia de Dios. No había nada que impidiera su comunión 
con el Altísimo, porque todo era santo, puro y perfecto. Sin 
embargo cayó, permitiendo que naciera dentro de él un 
deseo maligno. 
Compare nuestra situación con la de Satanás. 
 
Vivimos en un mundo radicalmente contrario al que él vivía 
y habitamos dentro de un vaso impuro, mientras él 
disfrutaba de la santidad, sin embargo, cayó; entonces, ¿no 
sería también posible que el siervo, en este mundo malo 
perdiera la gloria de Dios? 
Muchas veces, la persona es cristiana y llena del Espíritu 
Santo, pero por no mantener un constante cuidado de su 
corazón, puede dejarse llevar por el sentimiento de la codicia 
que sus ojos transmiten a la mente. 
Si en la mente no hubiera una inmediata resistencia de fe, el 
pensamiento maligno descenderá al corazón, dando luz a 
aquel sentimiento maligno. En ese momento, el Espíritu de 
Dios ya no tendrá más acceso al corazón, se entristecerá y se 
apagará en aquella vida. Por supuesto que para llegar a ese 
punto el Espíritu Santo ya debió haber agotado todos los 
recursos para ayudar a que siervo. Y la resistencia de éste a 
la voz del Espíritu, se constituye en un pecado imperdonable. 
Creo que el espíritu de orgullo es el más peligroso de todos 
¡Hasta el pensamiento de pureza y santidad puede llevar a la 
persona al orgullo de santidad! ¡Eso es terrible! 
El Señor Jesús dijo a Caín: 
“…el pecado está a la puerta, acechando. Con todo, tú lo 
dominarás” Génesis 4:7 
El escritor a los Hebreos dijo: 
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro 
tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y 
del pecado que nos asedia…” Hebreos 12:1 
Todo pecado tiene que ser combatido inmediatamente. Si 
echa raíces, será mucho más difícil dominarlo. El pecado del 
orgullo tiene raíces más sólidas y profundas. Creo que él ha 
sido el responsable por el mayor número de hombres de Dios 
que han caído. Y eso sucede porque es sutil y discreto cuando 
nace. Y puede nacer a través de elogios, de deseos de Gloria 
y pensamientos sugestivos del diablo; pero, una vez 
desarrollado, es casi imbatible. 
El orgullo es altamente mortal y cuando finalmente se 
manifiesta, es porque ya tiene sus raíces bien establecidas y 
difícilmente pueda ser expulsado. 
“En el crisol se prueba la plata, en el horno el oro y al hombre 
la boca del que le alaba” Proverbios 27: 21 
La persona que comete los pecados de la carne, tiene chance 
de arrepentirse, sin embargo esos pecados dejan marcas 
dolorosas hasta la muerte. El pecado del orgullo, cuyas raíces 
están en el corazón, es mucho más difícil de ser arrancado, 
de forma que se lleve a la persona al arrepentimiento porque 
la persona orgullosa difícilmente acepte que el Espíritu Santo 
use a alguien para hablarle. Ella siempre pensará que Él 
puede hablarle personalmente. 
Si hubiese alguna posibilidad, Dios habría recuperado a 
Lucifer, pero normalmente, el orgulloso cree que lo sabe 
todo, que todo lo conoce, no necesita de nadie, ni de 
consejos, en fin, se aferra de tal forma a sus pensamientos, a 
sus palabras y actitudes, que es prácticamente imposible 
recuperarlo; la solución es dejarlo en las manos de Dios y 
esperar. 
El escritor a los Hebreos dijo: 
“Es imposible que los que una vez fueron iluminados, 
gustaron del don celestial, fueron hechos participes del 
Espíritu Santo y asimismo gustaron de la buena palabra de 
Dios y los poderes del mundo venidero, y recayeron, sean otra 
vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo 
para sí mismo al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla.” 
Hebreos 6:4-6 
El Espíritu de orgullo hace sus víctimas sentir la sensación de 
autosuficiencia. Se sienten gloriosas por tener autoridad 
sobre los demonios y demás personas, por el poder 
económico, de ser independientes, y cuando ese sentimiento 
llega al corazón, no sirve intentar ayudarlas. Por eso es muy 
importante que el siervo siempre tenga conciencia de que no 
tiene nada y que todo le fue prestado por Dios por algún 
tiempo. 
“Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo 
librará el Señor.” Salmos 34:19 
 
Cuando el Señor Jesús estaba por concretar Su más 
importante misión, esto es, ser separado del Padre, para 
asumir la culpa de los pecados de toda la humanidad, Él dijo 
a quienes fueron a prenderlo: 
“…pero esta es vuestra hora y la potestad de las tinieblas” 
Lucas 22:53 
Y de allí, Él extendió Sus manos y se dejó prender. Vemos en 
este pasaje dos hechos extremadamente importantes para 
los siervos buenos si fieles. 
Primero – La iniciativa del diablo. Si el diablo no hubiese 
usado a sus hijos para prender y crucificar a Jesús, entonces 
la humanidad no podría ser salva. Si el diablo no hubiese 
tocado en el Señor, Jesús habría muerto de vejez o cosa 
parecida, y quedaríamos sin salvación. Pero el diablo terminó 
por colaborar con el plan de Dios, sin querer. Ése es el punto 
central de la tribulación de Cristo: 
“Sabemos, además, que a los que aman a Dios, todas las 
cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su 
propósito son llamados”. Romanos 8:28 
El diablo impuso al Señor Jesús un sufrimiento limitado, o 
sea, apenas por algunas horas. Pero en compensación, 
aquellas horas de tribulación produjeron un resultado 
maravilloso para toda la eternidad y es lo mismo que debe 
suceder con los siervos buenos y fieles. 
 
Segundo – La concreción de la voluntad de Dios. Mediante la 
acción del diablo, vino la reacción de parte de Dios. El Señor 
Jesús, como Siervo, no reaccionó ante la injusticia, por el 
contrario, se dejó prender y crucificar, porque Él estaba 
convencido de que estaba actuando de acuerdo con la 
voluntad del Padre. 
Él esperaba aquel momento y por eso dijo que no lo habían 
prendido antes porque aún no tenía la autorización del 
Padre, afirmando que aquella era la hora en que, finalmente, 
tenían permiso para concluir con sus planes. 
A partir de allí es que los siervos de Dios deben entender las 
razones de las tribulaciones. Toda tribulación que los siervos 
pasen y deban pasar es para su propio beneficio. La acción 
de la tribulación de los siervos de Dios viene de parte del 
diablo, pero los beneficios que produce son de parte del 
Señor. 
El Espíritu Santo, orientando sobre la tribulación, a través de 
Pablo dijo: 
“Por lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco 
de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en 
diversas pruebas, para que, sometida a prueba vuestra fe, 
mucho más preciosa que el oro (el cual, aunque perecedero, 
se prueba con fuego), sea hallada en alabanza, gloria y honra 
cuando sea manifestado Jesucristo. Vosotros, que lo amáis 
sin haberlo visto, creyendo en él aunque ahora no lo veáis, os 
alegráis con gozo inefable y glorioso, obteniendo elfin de 
vuestra fe, si es la salvación de vuestras almas.” 
1 Pedro 1:6-9 
Por breve tiempo nos entristecerá pasar por tormentos, pero 
nuestra fe, una vez aprobada, nos hará conquistar la 
salvación, y finalmente, el Señor será exaltado en nosotros. 
A través de Pablo, el Espíritu Santo enseña: 
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las 
tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 
y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza…” 
Romanos 5:3-4 
A ningún siervo le gusta pasar por tribulaciones, por mayor 
beneficio que ésta traiga. Mientras tanto, como ya vimos, el 
siervo fiel no tiene razones ni derechos de gustarle o no, pues 
la única preocupación que debe tener es agradar a su Señor, 
y si para eso tiene que pasar por las tribulaciones, ¡entonces 
que vengan! 
 
“…Pues esta leve tribulación momentánea produce en 
nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de 
gloria…” 
2 Corintios 4:17 
 
 
 
 
Cualquier tribulación, será una prueba de fe. Muchas veces, 
el ciervo piensa que la única forma de tribulación es la 
persecución por causa de la fe. Y cuando enfrenta problemas 
en la convivencia con otros siervos, y se siente herido, 
abandona el campo de su Señor y busca servirlo 
aisladamente. ¿Ahora, qué tipo de siervo es éste? 
No puede ser considerado siervo, porque el siervo no tiene 
derecho de elegir el área en que irá a servir. Él no fue 
comprado para servirse a sí mismo, sino a Aquel que lo 
adquirió. 
 
Las injusticias sufridas dentro o fuera de la iglesia, las 
calumnias, infamias, los desprecios, las prisiones injustas, las 
incomprensiones de parte de otros siervos, en fin, todo 
sufrimiento por causa de su fe, es de competencia exclusiva 
de su Señor. 
El siervo no tiene derecho de reclamar o rezongar, sino sólo 
gemir y aceptar. 
 
 
“…el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu Ley 
está en medio de mi corazón.” Salmos 40:8 
 
 
 
No hay nada qué distancia más al siervo de su Señor que su 
maldita carne; cuando el siervo quiere hacer prevalecer su 
voluntad, entonces la voluntad del Señor queda de lado, pues 
ningún siervo puede hacer simultáneamente su propia 
voluntad y la de su Señor. Fue sólo que el Señor Jesús enseñó 
a sus siervos, cuando dijo: 
 
“Ninguno pueden servir a dos señores, porque odiar al uno y 
amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No 
podéis servir a Dios y a las riquezas.” Mateo 6:24 
 
Esto es simple y profundo al mismo tiempo: el siervo hace la 
voluntad de su Señor o su propia voluntad; y si opta por la 
voluntad de su Señor, estará imposibilitado de hacer la suya 
propia; si hiciere su voluntad, entonces no tendrá 
condiciones de hacer la voluntad de su Señor. 
 
El lenguaje bíblico llama a la voluntad propia del siervo la 
“carne”; y el Espíritu del Siervo Mayor, a través del Apóstol 
Pablo enseña: 
 
“Los que son de la carne piensan en cosas de la carne; pero 
los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. El ocuparse 
de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y 
paz, por cuanto los designios de la carne son enemistad 
contra Dios, porque no se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco 
pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a 
Dios. Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el 
Espíritu, si es que el Espíritu de Dios está en vosotros. Y si 
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.” 
Romanos 8: 5-9 
 
Estos versos muestran el gran contraste entre el siervo carnal 
y el espiritual. Aquél es dominado por la voluntad propia, por 
la concupiscencia de sus ojos, en fin, inclinado a satisfacerse 
a sí mismo por encima de todo; en cuanto éste es dirigido por 
el Espíritu Santo, vive deseoso por agradar a su Señor. 
 
Hay siervos que procuran satisfacer la voluntad de Dios 
cuando ella está de acuerdo con la suya. 
 
Esa inclinación del siervo es enemistad contra el Señor, pues 
aquellos que no controlan ese ímpetu jamás se podrán 
sujetar a la voluntad de Dios y, siendo así, ciertamente irán a 
la muerte eterna. 
 
El siervo fiel conoce la voluntad de su Señor, sabe qué hacer 
y dónde ir para agradarle, pues el Espíritu del Señor está en 
él para orientarlo, pero aquel que no se somete al Señor no 
sabe dónde va a llegar, ya que su propio espíritu no conoce 
el futuro. Queda desorientado y sin visión y eso es lo que 
acostumbramos a llamar “perder la unción”. 
Esa es la cosa más cruel y dolorosa que puede ocurrirle a un 
siervo, perder la comunión con su Señor, tornándose 
insípido, como dijo el Señor Jesús: 
 
“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, 
¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser 
echada fuera y pisoteada por los hombres.” Mateo 5:13 
 
Lo que ocurre es que el individuo nace para servir a Dios, pero 
con el tiempo cree que tiene el derecho de servirse y, cómo 
es imposible servir a Dios y asimismo simultáneamente, 
pierde la condición de siervo. A partir de ahí, pasa a ser señor 
de sí mismo, quedando fuera de la presencia de Dios por 
causa de su voluntad. Sin unción, sin visión e insípido, no 
sirve ni para el antiguo Señor, ni para el mundo, tornándose 
como una nave sin rumbo y sin dirección, llevada por los 
vientos del mundo. 
 
Nada contraria más al Señor que la rebelión de Su siervo, Y 
nada aparta más al siervo del Señor que su ¡maldita propia 
voluntad! 
 
Cuando el Señor Jesús enseñó a sus siervos a orar, dijo: 
 
“Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así 
también en la tierra”. Mateo 6: 10 
 
Al respecto de la vida eterna dijo: 
 
“No todo el que me dice: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de 
los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está 
en los cielos.” Mateo 7:21 
 
Para glorificar al Padre, a través de Su tribulación, Jesús oró: 
 
“…Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi 
voluntad, sino la tuya.” Lucas, 22:42 
 
Para dar ejemplo a Sus siervos, dijo: 
 
“Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me 
envió y que acabe su obra” Juan 4:34 
 
Finalmente, el apóstol Pablo nos instruyó: 
 
“Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de 
Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, 
santo, agradable a Dios, qué es vuestro verdadero culto. No 
os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de 
la renovación de vuestro entendimiento, para que 
comprobéis cuál es la buena voluntad de Dios, agradable y 
perfecta.” 
Romanos 12:1-2 
 
 
 
 
La iglesia es un cuerpo formado por siervos. El Señor 
Jesucristo es la cabeza de ese cuerpo, o sea, es la Cabeza de 
todos los siervos que realmente le sirven. Como en el cuerpo 
humano, en que todos los miembros son distribuidos 
armoniosamente, así también los siervos son distribuidos en 
la Iglesia, cada uno desempeñando una función, de acuerdo 
con la voluntad del Señor. Sobre eso, el apóstol Pablo dice: 
 
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a 
otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de 
perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la 
edificación del cuerpo de Cristo…” Efesios 4: 11-12 
 
Esto significa decir que el siervo pastor no es mayor que el 
siervo obrero o evangelista, pero que de acuerdo con los 
talentos que recibió, tiene mayor responsabilidad. Es muy 
importante comprender eso, porque cuanto mayor es la 
responsabilidad, mayor será la exigencia. 
 
“Pero el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será 
azotado poco, porque a todo aquel a quien se haya dado 
mucho, mucho se le demandará, y al que mucho se le haya 
confiado, más se le pedirá.” Lucas 12:48 
 
 
Los siervos, como parte de la iglesia, tienen la mayor y más 
sublime de las tareas: revelar al Señor Jesucristo todo el 
mundo. Revelarlo no significa apenas predicar, sino 
principalmente,vivir la prédica, dar un buen testimonio con 
su propia vida, en el carácter y en el comportamiento, o sea, 
exhalar el perfume de la presencia del Señor Jesús. 
 
Dios nos dio su Espíritu sin medida, para qué lo dejásemos 
fluir en la vida de otras personas a través de nuestro vivir. Ese 
fluir por medio de nosotros, es posible, sólo cuando nos 
comportamos de manera de poder servir al Señor Jesús con 
el corazón abierto y repleto de alegría. El Espíritu dice por 
intermedio de Pablo: 
 
“Pero gracias a Dios, que nos lleva siempre en triunfo en 
Cristo Jesús, y que por medio de nosotros manifiesta en todo 
lugar el olor de su conocimiento, porque para Dios somos 
grato olor de Cristo en los que se salvan y en los que se 
pierden…” 2 Corintios 2:14-15 
 
El mundo tiene que ver y sentir al Señor Jesús a través de sus 
siervos y ésa es la mayor misión de la Iglesia. Por eso, el siervo 
bueno no se preocupa, sí servirá en la cocina, en la sala, en el 
quintal, o aún en el chiquero cuidando de los chanchos, pues 
su preocupación no es el lugar que ocupará entre los demás 
siervos, sino cumplir su tarea de la mejor manera posible. 
 
La mayoría de las veces, el siervo está tan preocupado con su 
posición delante de los demás que se olvida u omite de hacer 
su obligación. El siervo que simplemente sirve es bueno y fiel, 
es aquel que comprendió lo que es ser siervo. 
 
En una ocasión, Felipe dijo al Señor: 
 
“…Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: 
¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me has 
conocido, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre, 
¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” Juan 14:8-9 
 
Ésa es la misión gloriosa del Siervo Mayor, “quién me ve a mí, 
ve al Padre” y aquellos que sirven al Señor Jesús tiene la 
obligación de imitarlo. O sea, quién ve al siervo tiene que ver 
al Señor también. 
Así cómo los hijos del diablo revelan a Satanás al mundo a 
través de un comportamiento satánico, el siervo del Señor 
Jesús lo revela a través de un comportamiento como el de su 
Señor. 
 
Si los siervos se preocupasen mostrar al Señor Jesús en sus 
vidas, dando un buen testimonio, nunca habría competencia 
entre ellos y sabrían que cada uno tiene una función para 
desempeñar, que es la propagación del Evangelio en la 
Tierra. 
 
 
“Al vencedor le concederé qué se siente conmigo en mi 
trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre 
en su trono.” 
Apocalipsis 3: 21 
 
 
 
Cómo se puede medir la victoria de un siervo? Ser un siervo 
vencedor en el Reino de Dios significa ser un siervo perdedor 
en el reino del diablo. El apóstol Pablo, dijo: 
 
“Hasta el día de hoy padecemos hambre tenemos sed, 
estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos lugar 
fijo donde vivir. Nos fatigamos trabajando con nuestras 
propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos 
persecución, y la soportamos. Nos difaman, y respondemos 
con bondad; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria 
del mundo, el desecho de todos.” 
1 Corintios 4:11-13 
 
Cuando un siervo busca ventajas personales es porque está 
altamente comprometido con el mundo. 
La verdad, sí sirve bien al Señor, no precisa preocuparse o 
ponerse ansioso por conseguir el bienestar material, pues el 
propio Señor le satisfará todos los deseos de su corazón. El 
Señor Jesús prometió esto cuando dijo: 
 
“Si alguno me sirve, sígame; y donde yo esté, allí también 
estará mi servidor. Si alguno me sirve, mi Padre lo honrará “ 
Juan 12:26 
 
Hemos creído y enseñado esto confiando en la promesa: 
 
“Deléitate asimismo en el Señor y él te concederá las 
peticiones de tu corazón.” Salmos 37: 4 
 
La iglesia de Esmirna es caracterizada en el Apocalipsis por la 
tribulación, por la pobreza, el sufrimiento y por las pruebas 
que algunos miembros pasaron al ser lanzados en la prisión 
durante diez días. Con excepción de la iglesia de Filadelfia, 
todas las demás tenían buenas obras, perseverancia, 
soportando pruebas por causa del nombre del Señor Jesús; 
tenían amor, fe, servicios, eran ricas, en fin, aparentemente 
estaban bien, sin embargo, fueron censuradas y corrían 
riesgo de ser derrotadas y de perder la vida eterna. 
 
Ahora, ¿qué es lo más importante para el siervo? ¿Su 
posición de liderazgo, su mejor condición de vida, la 
autoridad concedida por el Señor o su condición económica? 
Lo más importante para el siervo no es nada de eso, sino 
mantener la comunión íntima con el Señor, pues en Él está 
su riqueza y gloria y, sobre todo, su victoria. El siervo que está 
distante del Señor no puede conocer Su voluntad. Esmirna es 
pobre y atribulada, pero por cuánto era rica de la presencia 
de Dios y mantenía vivo su primer amor, exactamente por 
eso, pasaba por tanto sufrimiento. 
 
Cuando estamos próximos a la cruz, somos afligidos, y cuánto 
más cerca de ella, más persecuciones, injusticias y pruebas. 
Ése era el secreto de Esmirna, y su corazón estaba 
continuamente humillado a los pies del Señor a causa de las 
tribulaciones. 
 
Esmirna es como María, qué eligió la buena parte. 
El siervo vencedor es aquel que soporta todo y guarda su fe 
viva hasta el encuentro final con su Señor Jesucristo, cuando 
correrá para el abrazo eterno en el encuentro con el Novio, 
en la Gran Fiesta, en las Bodas del Cordero de Dios. ¡Amén y 
Aleluya! 
 
“…¡Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida! 
El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El 
vencedor no sufrirá daño de la segunda muerte.” 
Apocalipsis 2:10-11

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