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GINECOLOGIA (882)

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861Cáncer ovárico epitelial
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rios indican que el riesgo de cáncer es elevado, la paciente se debe 
enviar directamente con el especialista y no se realiza la prueba 
OVA1. Sin embargo, cuando la valoración clínica indica que el 
riesgo de cáncer es reducido, este estudio permite conocer el riesgo 
de cáncer y, por tanto, ayudar a decidir si es necesario referir a la 
paciente con el ginecólogo oncólogo (Ueland, 2011; Ware Miller, 
2011). Una califi cación ≥5 en una premenopáusica y una ≥4.4 
en una posmenopáusica sugieren cáncer. Es importante señalar que 
esta prueba no es una herramienta de detección y sólo se utiliza 
en aquellas con un tumor quirúrgico conocido para ayudar a su 
clasifi cación preoperatoria (Vermillion, Inc., 2011; Zhang, 2010). 
Los estudios clínicos con asignación al azar en los que se analiza 
esta prueba son limitados y aún no se establece su función en la 
clasifi cación preoperatoria.
Imágenes
Ecografía. Para diferenciar los tumores benignos de los cánceres 
ováricos en etapa temprana, la ecografía transvaginal casi siempre 
es la modalidad de imágenes más útil (cap. 2, pág. 41). En general, 
los tumores malignos son multiloculados, sólidos o ecógenos, gran-
des (>5 cm) y tienen tabiques gruesos con áreas de nodularidad 
(fig. 35-7A). Otras características incluyen proyecciones papilares 
o neovascularización demostradas por fl ujo Doppler (fi g. 35-7B 
y C). Aunque se han descrito varios modelos presuntivos en un 
intento por distinguir las masas benignas de los cánceres ováricos 
antes de la intervención quirúrgica, ninguno tiene implementación 
universal (Timmerman, 2005; Twickler, 1999).
En pacientes con enfermedad avanzada, la ecografía es menos 
útil. La ecografía pélvica tal vez sea muy difícil de interpretar 
cuando una masa grande abarca útero, anexos y estructuras cir-
cundantes. La ascitis, cuando existe, se detecta fácilmente, pero en 
general la utilidad de la ecografía abdominal es limitada.
Radiografía. En toda paciente con sospecha de cáncer ovárico, 
se debe obtener una radiografía torácica para detectar derrames 
pulmonares o, pocas veces, metástasis pulmonares. En casos raros, 
la enema con bario ayuda a descartar enfermedad diverticular o 
cáncer colónico o a identifi car la afectación del recto sigmoides 
por el cáncer ovárico.
Imagen por tomografía computarizada. La función princi-
pal de la CT es la planeación del tratamiento en las mujeres con 
cáncer ovárico avanzado. Antes del procedimiento, permite detec-
tar afectación de hígado, retroperitoneo, epiplón o en otra parte 
del abdomen y así guiar la citorreducción quirúrgica (fig. 35-8). 
Sin embargo, la CT no es muy confi able para encontrar anomalía 
intraperitoneal menor de 1 a 2 cm de diámetro. Como resultado, 
casi siempre pueden identifi carse sitios con tumor durante la inter-
vención quirúrgica que no se descubrieron en la CT. Además, la 
exactitud de la CT es baja para diferenciar una tumoración ovárica 
benigna de un tumor maligno cuando la enfermedad se limita a la 
pelvis. En estos casos, es mejor la ecografía transvaginal. En gene-
ral, los demás estudios radiográfi cos como resonancia magnética, 
gammagrafía ósea y tomografía con emisión de positrones (PET, 
positron emission tomography) ofrecen información adicional limi-
tada durante la etapa prequirúrgica.
Paracentesis
Es posible asumir que una mujer con una tumoración pélvica y 
ascitis tiene cáncer ovárico hasta que se demuestre lo contrario en 
res malignos tienden a ser sólidos, nodulares y fi jos, pero no hay 
datos patognomónicos que distingan tales crecimientos de tumores 
benignos. De manera paradójica, un tumor grande que llena la 
pelvis y el abdomen por lo general corresponde a una neoplasia 
benigna o limítrofe. Para ayudar a la intervención quirúrgica, tam-
bién se debe efectuar una exploración rectovaginal. Por ejemplo, 
una mujer con un tumor en el tabique rectovaginal se debe colocar 
en posición de litotomía dorsal para realizar la resección anterior 
baja (Sección 44-23, pág. 1327).
La presencia de una onda líquida o, menos a menudo, abulta-
miento del fl anco, sugiere la presencia de ascitis importante. En 
una mujer con una tumoración pélvica y ascitis, el diagnóstico es 
cáncer ovárico hasta que se demuestre lo contrario. Sin embargo, 
la ascitis sin una tumoración pélvica identifi cable sugiere la posibi-
lidad de cirrosis u otros tumores malignos, como cáncer gástrico o 
pancreático. En la enfermedad avanzada, la exploración de la parte 
superior del abdomen casi siempre revela una masa central que 
signifi ca condensación epiploica.
La auscultación torácica también es importante porque es posi-
ble que las pacientes con derrames pleurales malignos no tengan 
síntomas evidentes. El resto de la exploración debe incluir palpa-
ción de los ganglios periféricos, además de valoración física general.
Pruebas de laboratorio
La biometría hemática y la química sanguínea sistemáticas a 
menudo demuestran unos cuantos rasgos característicos. Por ejem-
plo, 20 a 25% de las pacientes presenta trombocitosis (recuento 
plaquetario >400 × 109/L) (Li, 2004). Se cree que esto se debe 
a que las células ováricas malignas liberan citocinas que aumentan 
la velocidad de producción plaquetaria. Otro dato frecuente es la 
hiponatremia, que casi siempre fl uctúa entre 125 y 130 meq/L. 
En tales pacientes, la secreción tumoral de una sustancia simi-
lar a la vasopresina puede originar un cuadro clínico sugestivo 
de síndrome de secreción inapropiada de hormona antidiurética 
(SIADH, syndrome of inappropriate antidiuretic hormone secretion).
La prueba de CA-125 sérica es parte integral del tratamiento 
del cáncer ovárico epitelial. En 90% de las mujeres con tumores no 
mucinosos malignos, se elevan las concentraciones de CA-125. Sin 
embargo, antes de la intervención quirúrgica éste no debe usarse 
solo en el tratamiento de una tumoración en los anexos. La mitad 
de los cánceres ováricos en etapa I se acompaña de concentraciones 
normales de CA-125 (negativo falso). En cambio, un valor alto 
(positivo falso) puede relacionarse con diversos trastornos benig-
nos, como enfermedad pélvica infl amatoria, endometriosis, leio-
miomas, embarazo e incluso menstruación.
En posmenopáusicas con una tumoración pélvica, la medición 
de CA-125 quizá sea útil para pronosticar mayor probabilidad de 
cáncer maligno (Im, 2005). Con los tumores mucinosos, los marca-
dores tumorales séricos antígeno canceroso 19-9 (CA-19-9, cancer 
antigen 19-9) y antígeno carcinoembrionario (CEA, carcinoembryo-
nic antigen) tal vez sean mejores indicadores de enfermedad que el 
CA-125. Asimismo, la prueba OVA1 al parecer mejora el potencial 
predictivo de cáncer ovárico en las mujeres con tumores pélvicos 
(American College of Obstetricians and Gynecologists, 2011).
El OVA1 es un estudio hematológico de biomarcadores que 
se utiliza para la clasifi cación preoperatoria de las mujeres con un 
tumor ovárico que se planea intervenir. Esta prueba está indicada 
en mujeres mayores de 18 años de edad, con un tumor ovárico que 
requiere intervención quirúrgica y que no han sido enviadas con el 
oncólogo. Cuando los estudios clínicos y radiográfi cos preoperato-
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