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TEMA-2 -Literatura-clásica -Grecia-y-Roma

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TEMA 2 
 
LITERATURA CLÁSICA: GRECIA Y ROMA 
 
 
LITERATURA GRIEGA 
 
INTRODUCCIÓN 
 
 La literatura griega está en la base de la tradición literaria occidental. De ella 
proceden una serie de términos que perduran y sirven para nombrar diferentes formas 
genéricas: la epopeya, la tragedia y la comedia, la lírica, la bucólica o el diálogo, por 
ejemplo. Además de facilitar una serie de denominaciones con las que clasificamos los 
diversos tipos de textos, la literatura griega, junto a la latina, se distinguen como 
«literaturas clásicas» porque han legado también a la posterioridad una serie de tópicos 
literarios, de temas y argumentos que han apasionado a escritores y lectores de distintas 
épocas. Por tanto, la literatura griega puede entenderse, a la vez, como principio y 
también como culminación, ya que los antiguos escritores crearon mundo de belleza y 
fuerza perdurable. 
 No es extraño que en la continua sucesión de movimientos artísticos y literarios 
se repita, con repetidas alternancias, la idea de una vuelta a lo clásico (clasicismo, 
neoclasicismo, …). Como el arte griego, también la literatura de aquellos tiempos 
pasados buscaba el equilibrio, la proporción y la armonía para llegar a lo bello. Pero esa 
no era su única característica. El equilibrio de las formas se convertirá en hiperbólica 
exaltación del heroísmo en la epopeya o conflicto intenso y angustiado en las tragedias. 
La forma y el sentimiento iban muy unidos, del mismo modo que estuvieron 
enfrentados muchas veces el pensamiento mítico y las formas más racionales del logos 
filosófico. 
Tradicionalmente, la literatura griega se divide en cuatro períodos: 
 Época arcaica: abarca desde unos orígenes imprecisos en los siglos IX-VIII a. C. 
hasta comienzos del siglo V a. C. Recibe el nombre de Jonio-Dórico, porque el 
centro de la actividad literaria se localiza en las colonias, en el Asia Menor 
jónica y eólica, donde surgió la épica como arte independiente. 
 Época clásica, o de gran esplendor, que discurre desde el final de las guerras 
médicas 449 a. C. hasta Alejandro (356 a. C.) 
 Época helenística o alejandrina, coincidiendo con el reinado de Alejandro 
Magno hasta la conquista romana de Grecia. El reino de Alejandría se convierte 
en centro cultural, mientras la inspiración cede su lugar a la erudición y a la 
ciencia. 
 Época romana o bizantina, tras establecimiento del Imperio (finales del s. I a. 
C.), la literatura griega convive con la latina y experimenta un notable 
renacimiento a partir del s. II d. C. 
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1. LA EPOPEYA 
 
1.1. Heroísmo y oralidad 
 
 La poesía épica o epopeya está basada en una serie de mitos y leyendas, muchas 
veces con carácter fabuloso, que sucedieron en un pasado remoto. Se trata de 
narraciones en verso, destinadas a ser divulgadas mediante la recitación o el canto. 
Inicialmente se encargaron de su difusión los aedas («cantores» creadores), quienes 
empleaban unos versos formularios y repetían el proceso compositivo de poema a 
poema. La transmisión oral de sus historias conducía a una obra que era colectiva y 
donde lo más importante eran los hechos heroicos narrados. Posteriormente, los 
rapsodas (recitantes que reproducían con cierta libertad lo creado por otros), agrupando 
y ordenando los poemas, formaron repertorios para recitar en ciudades y palacios. 
 La difusión de la épica podía ser popular, aunque sus principales destinatarios 
eran los príncipes jonios y una aristocracia que pretendía afirmar su posición 
considerándose descendiente de los héroes de las epopeyas. Así, los cantos épicos 
tuvieron una vocación elitista. Se ocupaban de los dioses (siempre envueltos en la vida 
de los mortales) y los héroes, ansiosos de alcanzar la fama y cuyas hazañas les otorgan 
una condición semidivina. Frente a ellos, el resto de los personajes casi resultaban 
ridículos. 
 En este género no interesa tanto la verdad histórica (su correspondencia con 
unos sucesos verídicos) como la verdad modélica. Sus protagonistas eran dignos de ser 
recordados porque representaban unos valores ejemplares. 
 Es característico de su estilo el empleo de determinadas fórmulas como los 
«epítetos épicos» (sintagmas que expresan una cualidad peculiar del sustantivo al que 
acompañan), usadas para resaltar a los personajes más importantes, o la descripción 
tópica del amanecer o del ocaso. A través de estos recursos el poeta podía cuadrar la 
métrica de sus versos, mientras que al recitador le servían como apoyo memorístico. 
 
Homero 
 
 Considerado el padre de la epopeya griega, se supone que nació en Esmirna 
hacia el siglo VIII a. C. y, normalmente, se le representa como un anciano ciego. 
 Partiendo de unos temas que no eran originales, Homero es muy posiblemente el 
autor de la Ilíada y la Odisea, y también se le atribuyen unos treinta y tres himnos 
(bautizados como himnos homéricos). 
 Sus dos grandes poemas constan de veinticuatro «cantos» o «rapsodias» y están 
escritos en versos hexámetros (versos de seis pies acentuales). Los sucesos narrados, 
más históricos o más legendarios, se remontan hacia el año 1200 a. C., siendo, por tanto, 
muy anteriores a las hipotéticas fechas de redacción de los poemas. 
 La Ilíada es la narración más extensa, integrada por más de quince mil versos. 
Su argumento desarrolla una serie de acontecimientos pertenecientes al mítico asedio de 
la ciudad de Troya por las tropas griegas. Si la tradición asegura que la guerra 
provocada por el «rapto» de Helena por Paris duró diez años, los hechos relatados 
abarcan un periodo de menos de dos meses. En concreto, se inicia con la descripción de 
la ira de Aquiles al considerarse ofendido por Agamenón por querer quitarle una esclava 
(Briseida) que formaba parte del botín, y concluye con los funerales del príncipe 
troyano Héctor. 
 La historia gira alrededor del protagonismo de Aquiles, personaje obsesionado 
por el honor y la fama, cuyas decisiones le otorgan a la trama una total coherencia. Por 
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un lado, su enojo hacia Agamenón le hace abandonar la batalla; por otro, la cólera que 
le provoca la muerte de Patroclo determinará su vuelta al combate para confirmar su 
heroísmo mediante el uso de las armas. 
 El poema es, sobre todo, una sucesión de enfrentamientos militares entre los 
ejércitos aqueos y los troyanos, aunque también desempeñan un papel importante otros 
motivos y personajes. Los dioses, dominados por las pasiones humanas, intervienen de 
modo caprichoso en el destino de los héroes. Asimismo, la fuerza de sus afectos 
distingue a figuras como Andrómaca (por el amor hacia su esposo), Príamo (por su 
sentimiento paternal hacia Héctor) o las huestes griegas (por la añoranza de su patria). 
 Junto a la magnitud de los sucesos relatados y la grandeza de las pasiones que 
dominan a individuos como Aquiles, la Ilíada se caracteriza por su tono dramático, pues 
sus personajes se describen por sus hechos o sus palabras, nunca directamente. La 
narración de episodios bélicos alterna con pasajes que le otorgan un ritmo más lento a la 
historia, especialmente a través de la descripción de las armas de los guerreros o de 
otros detalles con sabor realista que, al igual que el empleo de las comparaciones, 
aproximan el poema a la experiencia de sus destinatarios. 
 La Odisea, compuesta por más de 12110 versos, puede entenderse como 
continuación de la Ilíada. Comparte su carácter mítico y legendario; sin embargo, a 
pesar de su tono épico, es una obra muy diferente. Después de participar en la guerra de 
Troya, Odiseo (Ulises en la tradición latina) emprende su regreso a Ítaca. Pero su viaje 
durará mucho más de lo previsto. Durante diez años, el protagonista discurre por 
escenarios diferentes, vive increíbles aventuras y tiene que enfrentarse a numerosos 
peligros: a monstruos, tempestades, trampas e incluso a la ira de Poseidón. 
 Posiblemente, el poema fue redactado por Homero durantesu madurez, de ahí la 
coherencia de un argumento organizado en tres grandes bloques: 
 Telemaquia (cantos I-IV): desde Ítaca se evoca la figura de Ulises, cuyo regreso 
desean sus parientes. Su hijo Telémaco pretende salir en su busca. 
 Aventuras marinas del protagonista (V-XII): componen la parte central de la 
historia. 
 Venganza (XIII-XXIV): a su llegada a Ítaca, Ulises tiene que pelear con los 
pretendientes de su esposa Penélope. 
 El nexo de unión entre las tres partes es Ulises, un héroe distinto a Aquiles, 
puesto que, si bien posee notables aptitudes para la guerra, destaca como el hombre de 
los “mil recursos”, inteligente, astuto, prudente, capaz de adaptar su conducta a las más 
diversas circunstancias. Un personaje más humano, a pesar de contar con la ayuda de la 
diosa Atenea. 
 Los rasgos del héroe le otorgan al poema un tono realista, del mismo modo que 
el mar y la navegación poseen una gran importancia, como reflejo del papel que el 
Mediterráneo desempeñó en el imaginario de los marinos griegos y fenicios en su 
intento de descubrir, comerciar y colonizar nuevas tierras. Aún así, en la narración 
predominan los elementos mitológicos, algunos relacionados con el cuento folclórico 
(como la aventura del cíclope Polifemo). 
 La tradición de la epopeya volvió a resucitar varios siglos después de Homero 
con Apolonio de Rodas (295-215 a. C.). Este autor helenístico enlazó con la Odisea en 
Las argonáuticas, poema compuesto por casi seis mil hexámetros y donde se narra el 
viaje de Jasón a la Cólquide para conseguir, con la ayuda de Medea, el famoso vellocino 
de oro. No obstante, la obra de Apolonio respondía a los nuevos gustos de la cultura 
alejandrina, como se revela en su el interés por una geografía trazada con rasgos 
maravillosos e inverosímiles. Asimismo, resultaba diferente el tratamiento de los 
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protagonistas, de un Jasón menos heroico que Ulises o una Medea en cuya psicología se 
detenía mucho más el autor. 
 
1.2. Epopeya didáctica 
 
 Surgió entre los dorios en el continente y estaba destinada a fijar los 
conocimientos de cualquier género y divulgarlos. 
 Hesíodo (nacido entre los ss. VIII y IX a. C., y, posiblemente, contemporáneo de 
Homero) es el principal representante de este subgénero. Su labor fundamental fue la de 
compilar la tradición mítica antigua. Precisamente, este es el asunto de su poema 
Teogonía, formado por unos mil versos y donde habla del origen del mundo y de la 
genealogía y los rasgos distintivos de los dioses mitológicos en un tono, quizá, 
demasiado enumerativo. En Los trabajos y los días, poema compuesto por 826 versos, 
Hesíodo, que fue un campesino, alaba el valor del trabajo e instruye a su hermano en 
materias agrícolas, náuticas, etc. 
 Frente a la poesía homérica, resultado de una tradición oral y colectiva, Hesíodo 
introdujo en sus obras un tono más personal, aunque su vocación fuese didáctica. 
 
2. TEATRO 
 
Orígenes 
 
 El nacimiento del teatro se remonta a las fiestas religiosas del mes de marzo en 
honor de Dionisos (dios del vino y de la vida silvestre). Así el término «tragedia» 
procede de la fusión de aquellos de «tragos» (macho cabrío) y «odes» (canción), en 
referencia al sacrificio de este animal ante el altar de Dionisos, acompañado de cánticos 
adecuados. En aquellas celebraciones, un coro de campesinos disfrazados con pieles de 
animales cantaba un ditirambo (himno sobre las aventuras del dios) con música y 
danzas. A veces el director del coro o corifeo interrumpía esos cantos para comentar o 
enfatizar determinados episodios de las aventuras relatadas. Sobre este esquema tan 
simple, en el siglo VI a. C., Tepsis introdujo en el ditirambo un segundo personaje o 
primer actor cuya misión era dialogar con el corifeo. 
 Se estaban sentando las bases del teatro. Era un género relacionado con la 
epopeya por tratar también de los mitos heroicos. Sin embargo, el mythos de la épica se 
fundía aquí con la acción o representación directa (drama). Asimismo, frente al uso de 
los hexámetros (característicos del poema épico), se usó el yambo (ya empleado en la 
lírica coral). 
 
La representación 
 
 El teatro griego alcanzó su máximo esplendor en el siglo V a. C., siendo el 
instrumento idóneo para la política ateniense, al contribuir a configurar el modelo de la 
polis. De ahí que los grupos aristocráticos financiaran los gastos de la representación y 
cualquier ciudadano libre pudiera asistir a las funciones sin pagar entrada. 
 A partir del siglo IV a. C. empezaron a construirse los primeros teatros de piedra 
con forma de herradura. Estos anfiteatros se ubicaban sobre la ladera de una montaña, 
en pendiente, para facilitar la visibilidad de los espectadores, situados en el auditorio. El 
coro ocupaba la orchestra, parte semicircular entre las gradas (cávea) y el escenario 
(scena). 
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 Las funciones tenían lugar durante el día para aprovechar la luz del sol; y las 
piezas dramáticas solo se representaban una vez. A lo largo de una jornada, se 
escenificaban tres tragedias y un drama satírico. El número de actores era mínimo (no 
podía pasar de cuatro) y un mismo actor (siempre un hombre) encarnaba varios papeles 
(incluso los femeninos). Por su parte, el coro, formado por quince miembros, se 
encargaba de comentar o interpretar las acciones de los personajes, reproduciendo el 
punto de vista del autor o del pueblo. 
 Los actores y el coro van ataviados con túnicas, mientras que aquellos llevan 
coturnos (zapatos altos) para que se les vea mejor y también unas máscaras, diferentes 
en la tragedia y en la comedia, con un orificio en la boca para dar mayor resonancia a la 
voz. 
 
Subgéneros dramáticos 
 
 La tragedia y la comedia surgieron a raíz de las fiestas dionisíacas. Sin embargo, 
mientras la primera nació en el ambiento urbano de Atenas, la segunda está vinculada a 
escenarios rurales, donde los campesinos centraban sus burlas en unas diversiones 
denominadas comos. Las obras de ambos subgéneros contienen partes recitadas por el 
actor y cantadas por el coro, y seguramente el desarrollo de la tragedia precedió a la 
fijación de los rasgos de la comedia. Ahora bien, ya Aristóteles (s. IV a. C.) en la 
definición que realizó de la tragedia en su Poética dejaba constancia de los límites 
existentes entre la una y la otra. 
 De forma resumida, estas son algunas diferencias entre los dos subgéneros: 
 
Tragedia Comedia 
Tiene una función correctiva. Intenta 
contribuir a la catarsis: que el espectador 
sienta miedo o compasión ante lo ocurrido 
en el escenario y la acción teatral le anime a 
“purificarse” de sus bajas pasiones 
Su finalidad es divertir y provocar la risa 
 
Sus fuentes de inspiración son la leyenda y 
la mitología. Sus temas son conocidos por el 
público 
 
Se basa en personajes y situaciones de la 
vida pública de la época. Sus temas son 
originales 
Tono elevado 
 
Tono popular 
Su lenguaje es solemne Abundan los chistes 
Su acción se desarrolla con un ritmo lento 
 
La acción se sucede a un ritmo más vivo 
Está protagonizada por personajes de alta 
extracción social, con un papel decisivo de 
los dioses 
Sus personajes son seres comunes 
 
Los grandes «trágicos» 
 
 Una de los principales motivos de la repercusión posterior de la tragedia griega 
reside en su capacidad para hablar de las pasiones humanas, un tema universal. Por eso, 
a pesar de las diferencias existentes entre las obras de los tres grandes escritores 
trágicos, todos coinciden en el hecho de enfrentarse en sus obras, en distinta medida, a 
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las limitaciones a las que se ven empujados los hombres en una época dominada por el 
antropocentrismo. 
 Esquilo (nacido, en Eleusis, en el s. V a. C.) es considerado como el «padre de la 
tragedia» por su papel decisivo en la transformación de las antiguas fiestas religiosas en 
un verdadero género literario. Se le atribuyen innovacionesfundamentales en la 
representación como el empleo de mantos, máscaras y altos coturnos por parte de los 
actores. Asimismo, introdujo un segundo actor (deuteragonista) que dialogaba con el 
coro. 
 Los temas de sus obras proceden, sobre todo, de las epopeyas homéricas, pero el 
sentido religioso de Esquilo, que se sentía como educador del pueblo, determinó la 
agrupación de sus tragedias en trilogías. Con el Destino como protagonista, el autor 
desarrollaba en tres historias, correspondientes a las tres generaciones de un linaje, la 
idea de que la acción errónea de un personaje influye en sus herederos. Las culpas 
siempre tienen un castigo. Mientras los hombres se resignan sin poder rebelarse ante las 
adversidades, solo los dioses pueden ponerle un límite al sufrimiento. 
 Aunque Esquilo compuso más de ochenta obras, solamente se conservan siete, 
siendo su trilogía más famosa La Orestiada, compuesta por Agamenón, Las Coéforas, 
Las Euménides. 
 Sófocles (nacido, en Colona, h. el 496 a. C.) se dedicó a la política y, como 
dramaturgo, triunfó en varios certámenes literarios. 
 Al igual que Esquilo, también introdujo algunas innovaciones escenográficas 
además de un tercer actor (tritagonista), a la vez que fue reduciendo la importancia del 
coro. Pero lo más significativo de sus obras es el pesimismo. En las siete tragedias que 
se conservan (aunque escribió muchas más), el argumento se centra en un solo 
personaje, indefenso ante la fatalidad y la omnisciencia divina. 
 Con grandes problemas universales como tema, sus obras (Edipo rey, Antígona, 
Áyax, Electra, Filoctetes, Edipo en Colono y Las Traquinias) cuestionan la posibilidad 
del heroísmo y desarrollan la idea que el hombre sufre un destino que no ha elegido. En 
ocasiones las circunstancias son tan horribles que al personaje no le queda otra salida 
que el suicidio, tal y como le ocurre al protagonista de Áyax. 
 Eurípides, contemporáneo de Sófocles, fue bautizado como «el filósofo de la 
escena» por su temperamento culto y reflexivo. Contribuyó a la evolución de la tragedia 
griega introduciendo niños en la escena, reduciendo el papel del coro y dotando de gran 
fuerza a sus figuras femeninas. 
 De las más de noventa obras que escribió se conocen unas dieciocho. En ellas el 
escritor también manifiesta su pesimismo. Pero, a diferencia de Sófocles, esta actitud le 
impulsa a ser crítico con las tradiciones heroicas y mitológicas. Aunque en sus tragedias 
siguen apareciendo los héroes y los dioses (considerados estos últimos como «ficciones 
engañosas»), sus personajes se transforman en seres normales que poseen incluso rasgos 
vulgares o caricaturescos. 
 En lugar de preocuparse por las dramáticas consecuencias que pueden derivar de 
la intervención del Destino, Eurípides profundiza en las pasiones y reacciones humanas 
más exaltadas, según se observa en títulos como Medea, Orestes o Ifigenia. 
 
La comedia antigua 
 
 El máximo exponente de la comedia antigua es Aristófanes (nacido el 444 a.C.). 
A través de sus obras, el lector actual puede acceder a algunas de las preocupaciones de 
la vida ateniense de aquella época, porque en cierto modo los personajes son portavoces 
de aquello que pensaba el pueblo griego pero no decía. En las once comedias 
 7 
conservadas de Aristófanes el principal objetivo es conseguir la risa del espectador. Para 
ello, el autor crítica y ridiculiza, hasta llegar a la caricatura, a filósofos, políticos y 
escritores contemporáneos. Así, desde una posición conservadora y aristocrática que 
defendía la validez de los mitos antiguos, se convierten en personajes cómicos figuras 
como Eurípides, cuyas tragedias juzgaba como una degradación del teatro clásico por su 
tendencia a desmitificar a los héroes legendarios (en Las ranas) o Sócrates en Las 
nubes, donde las maneras educativas del filósofo son descritas con fina ironía. 
 Las burlas de Aristófanes también tuvieron un carácter genérico y se dirigieron 
contra temas como la guerra en Lisístrata, comedia donde las mujeres se rebelan contra 
sus esposos, negándose a cumplir con sus deberes hasta que estos no terminen la guerra 
que los aleja de su hogar. 
 
La comedia nueva 
 
 Surgió en la época helenística, cuando la tragedia empezaba a entrar en 
decadencia. Presentaba rasgos propios como la desaparición del coro y la parábasis 
(momento de la representación en que el coro se dirigía al público para hablarle de un 
tema distinto al de la obra), la división del argumento en actos y el establecimiento de 
un prólogo donde el autor manifestaba sus opiniones. 
 El comediógrafo más representativo fue Menandro (h. 342-292 a.C.), que 
destacó por su capacidad para obtener el argumento de sus obras de la vida de la época, 
reflejándola con acierto. A diferencia de Aristófanes, moderó el tono de su sátira y se 
centró en tipos más genéricos: el viejo avaro, el soldado fanfarrón, etc., que serían un 
modelo a seguir para los autores latinos. En sus obras (por ejemplo, El misántropo), los 
temas principales son las costumbres y los vicios comunes enfocados con una intención 
moralizadora. 
 
3. LÍRICA 
 
 El término «lírica» hace referencia a la poesía cantada al son de la lira. La 
primitiva poesía griega se interpretaba, por tanto, con instrumentos de cuerda (lira o 
cítara), con acompañamiento de flauta o no. 
 Se distinguía entre: 
 
Lírica personal o 
individual 
Poemas más breves 
Recitación individual 
Expresa la subjetividad del poeta 
Destaca en Lesbos 
Subgéneros: 
a) Elegía: poema de tono sentencioso y con intención 
moralizadora, que trata de asuntos éticos o políticos 
(Tirteo, s. VII a.C.). Se compone de una sucesión de 
dísticos (hexámetro más pentámetro). 
b) Yambo: composición satírica y burlesca, de carácter 
realista (Arquíloco de Paros, s. VII a.C.), basada en el pie 
métrico del mismo nombre. 
Oda o canción: poesía monódica de carácter subjetivo que expresa 
el mundo interior del poeta y carece de una finalidad crítica o 
moralizante (Alceo, Safo, Anacreonte). Se amolda a una gran 
variedad métrica. 
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Lírica coral Poemas largos y complejos 
Cantada por un coro de jóvenes, durante fiestas religiosas o 
acontecimientos sociales. 
Tiene gran importancia en Esparta. 
Subgéneros: 
a) Epinicio: poema en honor de los atletas victoriosos (Píndaro). 
b) Himno: canto en honor de una divinidad. 
c) Encomio: poesía que elogia a determinado personaje. 
 
Dentro del periodo arcaico de la literatura griega, destacan varios poetas: 
 Alceo (nacido h. el 639 a. C.), como miembro de la aristocracia eólica, participó 
activamente en las luchas por el poder, que le acarrearon el destierro. Tales 
preocupaciones se reflejan en los doscientos fragmentos conservados de sus poemas. En 
ellos sorprende el apasionamiento con que ataca a sus enemigos políticos. 
 Safo (nacida en Lesbos h. 650-580 a. C.) fue contemporánea de Alceo y, como 
él, perteneció a la aristocracia. Sobre su vida surgieron leyendas como su trágico 
suicidio (lanzándose desde lo alto de un risco) por un amor no correspondido. 
Asimismo, parece ser que Safo dirigía un círculo de muchachas jóvenes a las que inició 
en la música, la poesía y el culto a la diosa Afrodita. A través de lo que dice en sus 
poemas, se especula con que se enamoraba de sus propias discípulas y mantenía 
relaciones con algunas de ellas, convirtiéndose en símbolo del «lesbianismo». Escribió 
himnos y epitalamios o cantos de boda; pero lo más destacado de su producción son sus 
poemas íntimos y cultos, basados en su experiencia personal. En ellos habla de la pasión 
amorosa, como una fuerza irracional, y de sus efectos (celos, deseo o nostalgia) de un 
modo espontáneo, sincero y sencillo. Uso metros diversos, entre los cuales destaca la 
estrofa que recibió su nombre: sáfica. Para los antiguos era la poetisa más famosa, hasta 
el extremo de que los romanos la elevaron a la categoría de décimamusa. 
 Anacreonte (563-478 a. C.) escribió para los príncipes y tiranos en los 
simposios o banquetes que estos organizaban. Era incapaz de tratar con profundidad 
cualquier tema. Así, en sus odas, se dedicó a cantar y ensalzar los aspectos más 
placenteros de la vida, revelándose como seguidor del epicureismo al encarar con un 
estilo alegre y festivo temas como el vino, la juventud y el amor. 
 La poesía de Anacreonte estaba tan vinculada a la exaltación de estos placeres 
terrenales que los poemas compuestos posteriormente sobre tales motivos recibieron el 
nombre de «anacreónticas». 
 Píndaro (nació hacia el 518 a. C.) fue el máximo exponente de la lírica coral. 
Defensor de los ideales aristocráticos, simpatizaba con el pasado y con los mitos 
antiguos. Su obra conocida, y la más valorada, está integrada por epinicios u odas 
triunfales que los alejandrinos ordenaron en cuatro libros, de acuerdo con los cuatro 
juegos (olímpicos, pitios, itsmios y nemeos) en que triunfaban los atletas a quienes él 
homenajeaba. En sus poemas utilizaba la victoria del atleta para remontarse al elogio de 
su linaje o de su ciudad natal, relacionando a su protagonista con un mito e 
incorporando reflexiones morales. Resulta un escritor difícil por el abuso de las frases 
largas, por las bruscas transiciones de tema o las rápidas alusiones mitológicas que 
realiza en sus versos. 
 Durante el periodo clásico la poesía perdió importancia a favor del teatro. Sin 
embargo, en la época helenística hay un resurgir de la lírica escrita por autores cultos y 
dirigida a unos lectores selectos. Entre los poetas más señalados, encontramos a 
Calímaco (310-240 a. C.), un erudito y maestro de Apolonio de Rodas. Compuso 
decenas de epigramas (composiciones breves, de dos a ocho versos, que expresan una 
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idea ingeniosa), ambientados en el entorno cortesano de la reina de Egipto Berenice. Su 
obra tuvo gran influencia en autores latinos como Catulo y Ovidio. 
 Teócrito (316-260 a. C.) ha sido reconocido como el creador de la literatura 
bucólica. Aunque escribió epilios, breves poemas de asunto épico en los que humaniza a 
los antiguos héroes, fueron sus idilios sus composiciones más famosas. Se trata de 
escenas dialogadas que protagonizan pastores o campesinos en un escenario natural 
bastante idealizado. En ellos los personajes compiten musical y poéticamente sobre 
cuestiones amorosas o míticas. Teócrito refleja los sentimientos de una sociedad en la 
que se aspira a la evasión hacia la naturaleza, mientras su preocupación por la forma de 
sus poemas lleva el sello de la cultura helenística. 
 
4. PROSA 
 
Historiografía 
 
Este género derivó de la epopeya, y su aparición estuvo ligada a dos hechos básicos: el 
deseo de los escritores de informar (no el de entretener), y el empleo de la prosa, de ahí 
que los primeros historiadores fuesen conocidos como «logógrafos» (escritores en 
prosa). La historiografía griega se ocupó, fundamentalmente, de sucesos ocurridos en la 
misma época en que vivieron los historiadores. La existencia de testigos orales, cuya 
información era más fiable, y la idea de que el escritor estaba situado en un momento 
clave de la Historia contribuyeron a la afición por lo contemporáneo. 
 Heródoto de Halicarnaso (484-425 a. C.), además de geógrafo, fue considerado 
el «padre de la historia». Intentó que no cayeran en el olvido los hechos dignos de ser 
recordados y que podían tener un valor ejemplar. En su afán por contar la verdad, 
distinguía entre aquello que él mismo había visto (adtestatio res visae) y aquello que le 
habían contado. Sin embargo, Heródoto no fue un cronista riguroso, pues le faltaba 
sentido crítico. En su Historia, dividida en nuevo libros en honor de las nueve musas y 
centrada en el relato de las guerras médicas, entre griegos y persas, demostró estar más 
interesado en la relación de sucesos que en las causas que los provocaron. Era más 
narrador que historiador, de forma que acogía con frecuencia anécdotas increíbles, 
leyendas o costumbres que conoció en sus viajes o que procedían de la tradición oral. 
 Tucídides (s. V a. C.) se reconoce como el primer historiador moderno. Frente al 
escaso rigor analítico de Heródoto, él busca la veracidad completa y la imparcialidad, 
indagando en la versión de sus testigos orales o basándose en informaciones precisas; 
frente al acopio masivo de datos, está más interesado por la explicación de las causas y 
motivaciones que generaban el comportamiento de los personajes históricos. Escribió 
una Historia de la guerra del Peloponeso, en ocho libros, dejando sin compilar lo 
ocurrido durante siete años. En su búsqueda de la exactitud, Tucídides llegó a 
desconfiar de la tradición legendaria.
 
 Jenofonte (440-350 a. C.) no fue exhaustivo en la recogida de datos para sus 
libros, ni profundizaba en los sucesos narrados o en las causas que los originaban. No 
obstante, destacó por su estilo «dulce», que le hizo merecedor del calificativo de «la 
abeja ática». En su Anábasis o La retirada de los diez mil, desarrolló un episodio 
histórico en el que él mismo estuvo envuelto. Como general griego había acudido en 
socorro de Ciro el Joven, que estaba siendo atacado por su hermano Artajerjes. Tras la 
derrota de Ciro, el mismo Jenofonte lideró la retirada de las tropas griegas desde Persia. 
La narración de estos sucesos se completó con la descripción de los espacios, la fauna o 
la flora de los países por los que iba discurriendo el autor, que convertía la obra en un 
reportaje de su propia experiencia en el ejército.
 
 10 
 Ya en la época romano-bizantina, Plutarco (46-120 d. C.), sacerdote del templo 
de Delfos y magistrado, enriqueció el género historiográfico con las Vidas paralelas, 
una obra integrada por unas cincuenta biografías donde empareja a personajes griegos y 
romanos (la mayoría políticos y militares), basándose en sus semejanzas de carácter. El 
carácter moralista de Plutarco se refleja en los contrastes y paralelismos que establece 
entre dichas figuras, transformadas en ejemplos humanos. Implícitamente, el autor deja 
entrever que la historia la hacen los hombres ilustres, a los que sus biografías les 
otorgan una función muy precisa. 
 Plutarco escribió también una Vida de Alejandro, considerada una de las fuentes 
más importantes del famoso conquistador. Asimismo es autor de unos escritos en prosa 
de carácter misceláneo, sobre filosofía, religión, pedagogía, etc., que el monje bizantino 
Máximo Planudes tituló como las Morales. 
 
Didáctica 
 
 En el siglo VI a.C., Esopo fue el primer cultivador de la fábula en la literatura 
occidental. Se supone que fue un esclavo, aunque su biografía está llena de elementos 
legendarios e incluso se ha cuestionado su existencia. Sus fábulas son breves historias, 
protagonizadas frecuentemente por animales, que tratan experiencias de la vida 
cotidiana para extraer una moraleja de tipo práctico. Estas lecciones de sabiduría moral 
(alrededor de unas trescientas) fueron conservadas por la tradición oral y reunidas por 
Demetrio de Falero hacia el año 300 a. C. El poeta griego Babrio las recreó en verso (s. 
II a. C.), mientras que Fedro las reescribiría en latín (s. I d. C.). 
 
Filosofía 
 
 En una cultura como la griega en la que los filósofos desempeñaron un papel tan 
importante, deben señalarse las contribuciones de pensadores como Platón (428–347 a. 
C.) y Aristóteles (384-322 a. C.). El primero fue el creador del diálogo filosófico, donde 
se contrastan varias opiniones sobre un tema a través del debate (El banquete, Fedro, La 
República, Apología de Sócrates,…). Por su parte, a Aristóteles se le debe la redacción 
de obras como la Retórica y la Poética. Las teorías tratadas en este último libro sobre la 
imitación, la regla de las unidades o la distinción entre la tragedia y la comedia se 
convirtieron en una especie de canon literario a lo largo de varios siglos.Oratoria 
 
 En el último tercio del s. V a. C., se convirtió en un género literario en prosa que 
venía a ser la manifestación práctica de la retórica (arte o técnica de persuasión a través 
del discurso oral). La afición de los griegos al diálogo y las exigencias de la democracia 
ateniense favorecieron la práctica de la oratoria, dividida por Aristóteles en tres géneros: 
el judicial (donde el orador argumentaba para reparar una injusticia), el deliberativo 
(que trataba asuntos políticos o de interés público) y el epidíctico (que englobaba los 
discursos conmemorativos de algún hecho glorioso). En este campo destacó la figura de 
Demóstenes (384-322 a. C.) con sus Filípicas contra el rey Filipo de Macedonia, 
discursos que reflejan la capacidad del orador para unir a la belleza de su estilo el 
empleo de fórmulas dirigidas a convencer a su auditorio, convirtiéndose en referente a 
seguir, entre otros, por Cicerón. 
 
 
 11 
Sátira 
 
 Cobró vigor durante el periodo romano con la obra de Luciano de Samosata (h. 
125-192 d. C.), escritor cuya actitud escéptica y pesimista lo condujo a ironizar y a 
burlarse, mediante un agudo ingenio, de cualquier personaje (filósofos, historiadores, 
etc.), costumbre o creencia que le resultara falsa y maravillosa. Frente a los relatos de 
geógrafos y viajeros de su época, escribió las Historias verdaderas, obra fantástica 
donde él y otros navegantes son empujados por un tifón hasta la Luna. Su talante crítico 
se manifestaría, sobre todo, en sus diálogos, precedentes de este subgénero narrativo en 
el Renacimiento, donde ridiculiza hasta la propia mitología clásica (como en sus 
Diálogos de los dioses) para divertir a sus lectores. 
 
Novela griega 
 
 La novela, narración en prosa para una lectura individual, tiene como 
antecedentes los cuentos o historias milesias, relatos amorosos (a veces de tono picante) 
que se escribieron en el s. I a. C. Dos siglos después, Caritón ya escribe la novela 
Quéreas y Callíorre, con elementos característicos que reaparecerán en relatos 
posteriores, siendo el punto de partida para determinadas narraciones medievales (por 
ejemplo, Libro de Apolonio) y las historias bizantinas del s. XVI. 
 Las novelas griegas están protagonizadas por una pareja de jóvenes hermosos y 
enamorados, que sufren una serie de increíbles viajes, raptos, cautiverios, separaciones, 
hasta que, finalmente, logran culminar su amor. Son, pues, historias itinerantes (con un 
inicio in media res como en la epopeya) en que los personajes demuestran su fidelidad, 
a pesar de los numerosos obstáculos que tienen que superar. En este contexto se sitúan 
Leucipa y Clitofonte de Aquiles Tacio (s. II d. C.), relato cuya originalidad reside en 
estar narrado en primera persona por su protagonista masculino; las Efesíacas de 
Jenofonte de Éfeso (s. II d. C.) y las Etiópicas de Heliodoro de Émesa (s. III d. C.). 
Especial mención merece la novela Dafnis y Cloe de Longo de Lesbos (ss. II o III d. C.), 
en la que los elementos típicos de la novela griega se mezclan con el ambiente pastoril 
propio de las bucólicas de Teócrito y Virgilio. 
 
 
 12 
LITERATURA ROMANA 
 
 
INTRODUCCIÓN 
 
 La literatura romana se nutre en gran parte de la griega, aunque no por ello deja 
de aportar valiosos textos a las generaciones futuras. Entre estas aportaciones ocupan un 
lugar privilegiado las fábulas mitológicas y los tópicos horacianos, cuyo atractivo hizo 
imprescindible su uso por los autores del Renacimiento europeo y aún hoy siguen 
teniendo vigencia. 
 Por un lado, la poesía romana es fundamental como base de gran parte de la 
poesía posterior, desde la lírica hasta la épica, esta última de procedencia griega y de 
gran transcendencia en los orígenes de la novela europea, que se sustenta en la base de 
aventuras y sucesos extraordinarios que presenta la épica romana; por otro lado, la 
historiografía se consolida como género literario y supone un punto de partida para la 
labor cronística que será una constante durante la Edad Media. La comedia, por último, 
servirá de modelo a muchos de los autores teatrales del Barroco, confirmando de esta 
forma la importancia capital de la literatura romana en el devenir del hecho literario. 
 La importancia del latín como lengua de cultura hace necesario que distingamos 
entre literatura romana y literatura latina, entendiendo la primera como la escrita 
durante la hegemonía de Roma y la segunda como la que, después, siguió utilizando la 
lengua latina como vehículo de expresión, hasta bien avanzado el siglo XVI. Nuestro 
estudio se centrará, en esta unidad, en la literatura romana, que se desarrolla 
fundamentalmente en un espacio de seis siglos, tres antes de Cristo y los otros tres en la 
era cristiana, abarcando a su vez el tiempo de mayor esplendor de Roma, durante la 
República y durante el Imperio. La decadencia de este último trajo consigo, también, la 
desaparición de la literatura. Con estos planteamientos, podríamos establecer dos 
períodos en el desarrollo de la literatura romana antigua, ligados a los dos grandes 
momentos de la historia de Roma: época republicana, que abarca desde la mitad del 
siglo III a. C. hasta los años centrales del siglo I a. C, y época imperial, desde la muerte 
de César (44 a. C.) hasta el siglo III d. C. Tras estos dos períodos se produce un 
predominio de la literatura paleocristiana y de la filosofía, y, más tarde, ya en la Edad 
Media e incluso en el Renacimiento, el latín sigue siendo la lengua de muchos 
escritores, con una temática principalmente religiosa y didáctica. 
 13 
1. EL TEATRO 
 
1.1. Orígenes del teatro en Roma 
 En un período preliterario tuvieron gran vigencia las fábulas atellanas, que 
reciben su nombre de Atella, población osca situada en la Campania, y que se 
caracterizaban por ser obras improvisadas, sin apoyo en ningún texto literario y 
protagonizadas por una serie de personajes fijos que representaban escenas de corte 
bufonesco. Los personajes respondían a cuatro tipos: Maccus (el tonto glotón), Pappus 
(el viejo ridículo), Bucco (el fanfarrón) y Dossennus (el jorobado sabihondo). En las 
obras predominaba el chiste grosero y vulgar, con un tono obsceno. Este tipo de teatro 
primitivo será uno de los modelos de la Commedia dell’Arte del Renacimiento italiano. 
En cuanto al teatro literario, sus orígenes se remontan al año 240 a. C., tras el final de la 
Primera Guerra Púnica (264-241 a. C.), fecha en la que se documenta el primer estreno 
teatral conocido, para celebrar la victoria del cónsul Lutacio Catulo en las islas Egates. 
Los dos grandes géneros son, como en Grecia, la comedia y la tragedia, pero en Roma 
hemos de dar más importancia a la comedia, entre otros motivos porque se conservan 
más textos que de la tragedia. 
 
1.2. La comedia romana 
 Fundamentalmente, la comedia romana tiene como punto de partida la Comedia 
Nueva griega, desarrollada en la época helenística, de la que toma argumentos, 
personajes y tono. Se distinguen cuatro tipos de comedia: 
-palliata, que recibe su nombre de la túnica griega, pallium, debido a que la 
ambientación y los personajes de este género son griegos. Se caracteriza por 
sus argumentos festivos y por dar más importancia a lo literario que a lo 
corporal. Livio Andronio, Gneo Nevio, Cecilio Estacio (para algunos el más 
grande comediógrafo romano) y, sobre todo, Plauto y Terencio son los 
principales representantes de este género. Solo de estos dos últimos autores nos 
han llegado obras enteras, de los demás se conservan únicamente versos sueltos 
y títulos de obras. 
-togata, cuyo nombre se debe a la toga romana que visten sus personajes, ya 
que este género no tiene un modelo griego y, aunque se asemeja a la palliata en 
los argumentos complejos y en el predominio de lo literario, los personajes y el 
ambiente son romanos. Su creador, Titinio, tuvo su período de esplendor en 
torno al año218 a. C., por lo que sería contemporáneo de Plauto. La togata 
pretende reformar la palliata, manteniendo el tono de esta, pero romanizando 
los argumentos. No se conserva ninguna pieza completa. 
-atellana, surge hacia el año 100 a. C., como una revisión literaria de las viejas 
fábulas atellanas. Recupera los argumentos groseros y vulgares, junto a los 
personajes de los tiempos preliterarios. Para algunos es el género más 
propiamente romano, dada su procedencia itálica, sin influencias de Grecia. Se 
conservan pocos fragmentos, de autores como Pomponio o Novio. 
-el mimo, en el que lo más importante es la expresión corporal, por encima del 
texto literario. Tiene antecedentes griegos y su argumento es simple, de tono 
festivo y bullicioso. Se desarrolló principalmente en el siglo I a. C., con autores 
como Décimo Laberio y Publilio Siro. Anteriormente se representaba en los 
entreactos de las obras mayores. 
 
 
 
 14 
Tito Macio Plauto (c. 254-184 a. C.) 
 Procedente de Sársina, una ciudad de la región de Umbría, en el centro de Italia, 
y posiblemente de origen humilde, Plauto es el más celebrado de los comediógrafos 
latinos. Se considera que debió de escribir unas ciento treinta comedias, de las que solo 
se conservan veintiúna, algunas de ellas incompletas. Se ha establecido una posible 
cronología del teatro de Plauto: 
-Primeras obras, de fecha anterior al año 200 a. C., entre otras: Asinaria (La 
comedia de los burros) y Miles gloriosus (El soldado fanfarrón). 
-Período de plenitud, a comienzos del siglo II a. C.: Amphitruo (Anfitrión), 
Menaechmi (Los Menecmos) y Aulularia (La comedia de la olla) son algunos 
ejemplos. 
-Últimos años, aproximadamente entre 191-184 a. C., con obras como 
Trinummus (Las tres monedas) o Captivi (Los cautivos). 
 Los modelos de Plauto se encuentran en la Comedia Nueva griega, con la 
excepción de Anfitrión, que, por su temática mitológica, parece acercarse más a los 
argumentos de la Comedia Media. Recurre a menudo a la técnica de la 
“contaminación”, que consiste en no tomar como fuente una única comedia griega, sino 
en mezclar situaciones procedentes de otras que le puedan ser útiles para la intriga que 
planea. No obstante, a pesar de la ambientación indiscutiblemente griega de las 
comedias de Plauto, encontramos a menudo ciertos toques romanos, como hablar de las 
legiones o jurar por Júpiter Capitolino, que pretenden acercar más las obras al público, 
que se identifica con lo que le es más familiar. 
 Aunque no hay en Plauto un deseo moralizador, sí se percibe una cierta crítica 
negativa de los vicios representados por determinados personajes, en la burla y 
ridiculización que de ellos se hace. 
 Para lograr la risa del espectador, Plauto recurre al continuo movimiento 
escénico, a la ruptura de la ilusión (introduciendo secuencias ajenas a la trama), a las 
alusiones a la vida cotidiana, a las burlas de provincianos y campesinos, a la hipérbole, a 
la inclusión de equívocos y enredos, al uso de palabras y expresiones obscenas o soeces, 
etc. 
 
Publio Terencio Afro (184-159 a. C.) 
 Nacido en el norte de África (en Cartago para algunos, pero de origen bereber 
para otros), fue esclavo del senador Terencio Lucano, a quien debe su nombre y una 
educación esmerada. Ya como hombre libre, cultivó la amistad de importantes 
personajes romanos, como Escipión Africano, lo que le valió también su protección y 
mecenazgo, además de ciertos comentarios maliciosos que hablaban de unas hipotéticas 
relaciones sexuales de Terencio con sus protectores y de la colaboración excesiva de 
estos en sus obras de teatro. 
 La producción de Terencio se reduce a seis piezas, entre las que destacan: 
Eunuchus (El eunuco), Heautontimorumenos (El atormentador de sí mismo) y Adelphoe 
(Los hermanos). Todas ellas se representaron en el período comprendido entre los años 
166 y 160 a. C. Se trata de obras que se ciñen con más rigor a la razón de ser de la 
palliata, ya que son muy fieles a sus modelos helenos (Menandro, sobre todo) e incluso 
tienden a mantener el título en griego. Es un teatro que busca el beneplácito de un 
público culto y, por ello, de menos éxito que el de Plauto. 
 El estilo es elegante y reposado, con una tendencia moralizante. Terencio 
muestra una gran habilidad en el manejo de los sentimientos y en la caracterización 
psicológica de los personajes. Al contrario que Plauto, no emplea expresiones groseras 
y su teatro es más refinado y más humano, con personajes más individualizados. De ese 
 15 
humanismo terenciano es ejemplo un verso del comienzo de su Heautontimorumenos: 
“Homo sum: humani nihil a me alienum puto” (“Soy hombre: ninguna cosa humana 
considero ajena a mí”). 
 
1.3. La tragedia romana 
 Al igual que sucede con la comedia, la tragedia tiene su base en Grecia, al menos 
en sus orígenes, pues luego se crea un género más propiamente romano. En ninguno de 
los casos llega la tragedia a obtener el favor que el público había dispensado a la 
comedia. Se distinguen dos tipos: 
-la tragoedia o fabula cothurnata, procedente de modelos griegos. Su nombre 
es una adaptación del griego tragodía y hace alusión también al tipo de calzado 
que usaban los actores, el coturno, que les daba más altura. Cultivan la 
cothurnata autores como Livio Andrónico, Gneo Nevio y Quinto Enio, en 
época republicana, y Séneca, ya en el siglo I d. C. 
-la fabula praetexta, cuyo nombre se debe a la toga que usaban los 
magistrados romanos. Es un tipo de tragedia de tema romano y de contenido 
histórico. Según la tradición, el creador fue Gneo Nevio. Se conservan, como 
en el caso anterior, solo textos muy fragmentarios, con la excepción de la 
Octavia, atribuida a Séneca. 
 
2. LA POESÍA 
 
2.1. Época republicana 
 El primer poeta relevante de la literatura romana es Lucrecio, autor de un poema 
de tema científico, De rerum natura (De la naturaleza), pero sobre todo nos interesa la 
corriente que Cicerón denominó poetas nuevos, que englobaba a un grupo de jóvenes de 
familias acomodadas, educados en la cultura griega y amantes de los poetas griegos, 
principalmente del período helenístico. A este grupo pertenece Catulo. 
 
Cayo Valerio Catulo (84-54 a. C.) 
 Catulo nació en Verona, en una familia aristocrática, y fue un refinado poeta y 
un amante de la vida ociosa, de las relaciones sociales, del amor apasionado y de la 
amistad. Pasó gran parte de su vida en Roma y tuvo una intensa relación amorosa con 
una mujer llamada Clodia, esposa del político Cecilio Metelo, a la que en su poesía 
llamó Lesbia: a partir de Catulo será común en los poetas darles otro nombre a sus 
amadas equivalente en el número de sílabas al auténtico. Además, en este caso, la 
pasión que tanto Clodia como el poeta sentían por la poesía de Safo (natural de Lesbos) 
hace propicio el nombre poético de Lesbia. 
 Gran parte de los poemas escritos por Catulo están dedicados a Lesbia y a su 
relación real con ella, llena de altibajos en los que se alternan momentos de pasión y de 
amor desenfrenado con otros de odio y distanciamiento, producidos por las 
inclinaciones eróticas de ella, una mujer al parecer propensa a mantener relaciones 
amorosas con diversos hombres. 
 También cultivó una poesía de corte satírico en la que retrata la sociedad romana 
y señala sus gustos, vicios y pasiones, sin muchos miramientos. Sus obras engloban 
desde composiciones breves sugeridas por asuntos triviales hasta poemas eruditos que 
lo califican como “poeta docto”. Un ejemplo de esto último es el dedicado a las bodas 
de Tetis y Peleo, los padres de Aquiles. 
 
 
 16 
2.2. Época imperial 
 Aunque las vidas de la mayoría de los poetas de este período comienzan durante 
la República, sus obras se desarrollan fundamentalmente en época de Augusto, el 
período de mayor esplendor de la literatura romana. 
 
Publio Virgilio Marón (70-19 a. C.) 
 Virgilio nació en Andes, una pequeña localidadcercana a Mantua, en el seno de 
una familia ligada al campo, pero la preocupación de su padre por su futuro le llevó a 
estudiar en Cremona, Milán y Roma, ciudad esta última en la que se inicia en la carrera 
forense que nunca ejerció. Allí conoce a Mecenas, entra en contacto con los poetas 
nuevos y comienza su actividad literaria, pero también vive los rigores de las guerras 
entre César y Pompeyo, que marcarán su obra con los deseos de una paz que haga más 
grande a Roma. Se traslada a Nápoles en el año 48 a. C., para estudiar filosofía de la 
mano del epicúreo Sirón, y esta ciudad se convierte en su favorita. En el último año de 
su vida emprendió un viaje a Grecia y Asia para conocer de cerca los escenarios que 
había incluido en la Eneida, pero la enfermedad le hace volver desde Atenas 
(acompañando a Augusto que regresaba de Asia), y a su llegada a Brindis muere, en 
septiembre del año 19 a. C. Su producción literaria se compone, fundamentalmente, de 
tres libros: Bucólicas, Geórgicas y Eneida. 
 -Bucólicas se compone de diez églogas, escritas a imitación de los Idilios de 
Teócrito, en las que se exalta e idealiza la vida pastoril por medio de la inclusión de 
unos pastores que ocultan a personajes reales del círculo de amigos de Virgilio, lo que 
le da al texto un tono culto y refinado, a la vez que aporta un esquema que será muy 
utilizado por los escritores del Renacimiento. En las Bucólicas se presenta el tópico 
literario del locus amoenus, la naturaleza idealizada, que adquiere su mayor 
representación en la Arcadia, región ideal situada en el Peloponeso y creada por 
Virgilio, sin duda a partir de su epicureísmo. En la cuarta égloga se profetiza el 
nacimiento de un niño y la instauración de la edad dorada; para algunos esta profecía 
tendría un tono mesiánico y anunciaría la llegada de Cristo (así, por ejemplo, San 
Agustín), mientras para otros el niño era Claudio Marcelo, sobrino de Augusto, y la 
edad de oro representaría la esperanza en el poder de Roma y la paz interna, tan deseada 
por Virgilio. 
 -Geórgicas es un poema escrito a instancias de Mecenas, en el que se produce 
una exaltación de la vida rural, entendida también como un canto a la paz romana, 
lograda por fin tras largos años de guerras, tanto internas como externas, y como una 
vuelta a la vida sencilla del trabajo, asociada a los primitivos romanos. La vida ociosa 
representada por los pastores de las Bucólicas es sustituida aquí por el ideal del trabajo, 
también entendido como contacto con la naturaleza, que se nos ofrece más real en las 
Geórgicas. El poema se divide en cuatro libros que tratan, respectivamente, de la 
agricultura, de la arboricultura, de la ganadería y de la apicultura. 
 -La Eneida es la gran epopeya de los romanos, escrita por Virgilio con el deseo 
de engrandecer a Roma y de asimilar a sus caudillos, principalmente César y Augusto, 
con la estirpe de los descendientes de Troya a través de la figura de Eneas. En ella se 
narra el destino de este héroe, que no es otro que el de fundar una ciudad en el Lacio 
que será, según los dioses, la cabeza del mundo. 
 El poema está escrito a imitación de los textos de Homero y se estructura en 
doce libros que se podrían dividir en dos partes: los libros I al VI narran el viaje de 
Eneas desde Troya a Italia, y tradicionalmente se vienen asimilando con la Odisea, por 
el predominio de las aventuras marítimas; los libros VII al XII son un relato de las 
guerras de los troyanos en el Lacio, a imitación de la Ilíada. La Eneida comienza in 
 17 
medias res, es decir, con la acción ya iniciada y continuada tras la intercalación de los 
episodios que no se han narrado al principio: nos presenta a Eneas y sus compañeros 
arrojados por la tormenta a las costas de Cartago, en el norte de África (libro I), y 
después se narra, por boca del héroe, que se lo cuenta a Dido, la reina de Cartago, el 
final terrible de Troya y su travesía hasta llegar allí, con la muerte de su padre, 
Anquises, en Sicilia (libros II y III). El libro IV retoma la linealidad del relato con la 
vuelta al presente y contiene los amores de Eneas y Dido. La profecía que obliga a 
Eneas a llegar a Italia y fundar Roma hará imposible la continuidad de esos amores. 
Dido, tras la marcha de Eneas, incapaz de sufrir su ausencia, se suicida. 
 Los libros V y VI suponen la vuelta de los troyanos al mar: en el primero llegan 
a Sicilia, donde celebran grandes juegos en honor a Anquises, allí enterrado, y en el 
segundo, Eneas desciende a los reinos de la muerte, acompañado por la sibila de Cumas. 
Los cantos VII al XII muestran las guerras por la conquista del Lacio, que se resuelven 
finalmente con la muerte de Turno, el rey de los rútulos, a manos de Eneas, y la 
consecución, por parte de este, de la mano de Lavinia, la heredera del rey Latino. 
La crítica ha querido ver en la Eneida una doble simbología histórica, que asimilaría las 
andanzas de Eneas en Cartago con las guerras púnicas entre Roma y los cartagineses 
(que abarcaron más de un siglo, entre la mitad del III y la mitad del II a. C.), y los 
combates por el dominio de Italia con las guerras civiles que fueron contemporáneas de 
Virgilio. 
 
Quinto Horacio Flaco (65-8 a.C.) 
 Nació Horacio en Venusia, hijo de un liberto que procuró siempre facilitar sus 
estudios, por lo que lo llevó a Roma para que aprendiera retórica y después a Atenas, 
donde estudió filosofía y profundizó en los estudios literarios. Tras la muerte de César 
(44 a. C.) se alistó en el ejército de Bruto y participó como tribuno militar en la batalla 
de Filipos. Formó parte junto a Virgilio del círculo de Mecenas. En sus obras se alternan 
poemas de carácter lírico con otros de tono discursivo, con reflexiones morales, 
filosóficas o literarias. 
 -Epodos es una colección de diecisiete poemas en los que predomina la crítica 
injuriosa de determinados tipos o grupos sociales, entre los que se encuentran el 
poetastro Mevio, una vieja lujuriosa, un liberto enriquecido, una famosa hechicera o un 
usurero avaricioso. Este último es el que reflexiona sobre las ventajas de la vida retirada 
en el campo, lejos de las preocupaciones, en el conocido poema que comienza con la 
expresión Beatus ille (“Dichoso aquel”), que dio lugar a uno de los tópicos más 
difundidos de la antigüedad 
 También censura Horacio las guerras civiles que tanto daño hacen a Roma. El 
nombre de epodos (verso breve) responde a la estructura métrica predominante, que 
combina ese verso breve con otro más largo que lo sigue. 
 -Sátiras recoge la poesía de tipo crítico, con un tono conversacional, de charla 
amena, donde Horacio retrata la sociedad de su tiempo y refleja la vida cotidiana en 
Roma. Predomina la crítica moral y de costumbres. 
 -Las Odas marcan el punto más elevado de la poesía horaciana. Escritas en el 
sosiego de su casa de campo en Sabina (regalo de Mecenas) y con la tranquilidad que le 
da a su espíritu la paz social de los primeros años de Augusto, las Odas son una 
colección de poemas que tratan temas como la amistad, el elogio del campo, el amor, el 
vino, la mitología... Todo ello desde la angustia que le produce la idea de la muerte, que 
le lleva a la exaltación de los más pequeños placeres de la vida, desde un punto de vista 
epicúreo. Por eso cobran relevancia en él los más conocidos tópicos literarios sobre el 
aprovechamiento de la vida, como el aurea mediocritas o el carpe diem. 
 18 
 -Las Epístolas, de contenido filosófico y moral, suponen un retorno de Horacio a 
los temas satíricos y críticos. Destaca sobre todas la Epístola a los Pisones, también 
conocida como Arte poética, donde censura la literatura recargada y pretenciosa y 
defiende una poesía sencilla y cercana. 
 
Los poetas elegíacos: Tibulo y Propercio 
 La elegía, de origen griego, es un género que se caracteriza por su aspecto 
formal y por sus temas. Formalmente se compone a partir de los llamadosdísticos 
elegíacos, esquema formado por dos versos, un hexámetro y un pentámetro, como ya 
estudiamos al hablar de la poesía griega. Los temas, aunque variados, giran siempre en 
torno a la expresión de sentimientos que se describen en primera persona: amorosos, 
patrióticos, tristes (reflejo del dolor producido por la muerte de un ser querido o por el 
exilio). De ahí que se pueda hablar de subgéneros como la elegía erótica, patriótica, 
fúnebre o del exilio. 
 De duración efímera, el género elegíaco abarca desde los tiempos finales de la 
República hasta los inicios del Imperio, y en él se inscriben una serie de autores que se 
sitúan cronológicamente entre Catulo y Ovidio (extremos ambos que, según la 
perspectiva crítica que tengamos en cuenta, se incluyen o no en la nómina de los 
elegíacos). 
 Albio Tibulo (c. 60-19 a. C.) es autor de una poesía de corte principalmente 
amoroso, con composiciones que reflejan la intimidad y la naturaleza, dirigidas a sus 
dos amores principales: una dama, Delia, y una prostituta, llamada por él Némesis, que 
le provocó intensas amarguras. 
 Sexto Propercio (47-14 a. C.) es considerado un poeta más refinado y culto, que 
refleja en sus versos la pasión por Cintia, tan tumultuosa como la relación amorosa de 
Catulo y Lesbia. 
 
Publio Ovidio Nasón (43 a. C.-17 d. C.) 
 Ovidio nació en Sulmona, en una familia acomodada, y estudió en Roma. Por 
causas desconocidas, en el año 8 d. C. cae en desgracia ante Augusto, que lo destierra a 
las orillas del Ponto Euxino (el mar Negro), en la ciudad rumana de Tomis (hoy 
Constanza), donde morirá en el año 17 d. C. 
 Su obra se inicia con una serie de libros de asunto amoroso, el primero de los 
cuales es Amores, una colección de poemas de corte erótico, en la línea de los poetas 
elegíacos, dirigida a una mujer llamada Corina, cuya identidad se desconoce, pero que 
tal vez sea tan solo un nombre para referirse con él a varias mujeres. A veces destaca la 
ironía y llama la atención la ausencia del sufrimiento amoroso. En las Heroidas, Ovidio 
incluye una serie de cartas presuntamente escritas por mujeres a sus amantes o maridos 
ausentes. Los protagonistas son todos ellos personajes mitológicos (Dido y Eneas, Hero 
y Leandro, Helena y Paris, Medea y Jasón...), con la excepción de Safo, la poetisa 
griega, que se dirige en la ficción ovidiana a su amado Faón, y que pregona con su 
presencia en el libro el interés que despertó su obra en Ovidio y en sus contemporáneos 
romanos. Desde un punto de vista teórico y didáctico, escribe el Arte de amar y los 
Remedios de amor. El primero de ellos es una colección de consejos para conquistar a 
las mujeres y de advertencias a estas para conservar a sus amantes, teniendo como base, 
en gran medida, la propia experiencia del autor. 
 En un segundo momento de su producción poética, Ovidio escribe las 
Metamorfosis, donde recoge una historia de la mitología desde los orígenes del mundo 
hasta la muerte de César. Se divide en quince libros en los que el mito transciende a la 
categoría de poesía, de manera un tanto alejada del hecho religioso en sí. Los personajes 
 19 
de las Metamorfosis sufren transformaciones que les hacen pasar de la categoría humana 
a la de plantas, árboles, piedras, animales, estrellas... Entre otras historias, destacan las 
de Apolo y Dafne, Píramo y Tisbe, Orfeo y Eurídice o Narciso y Eco. 
 El último período de la obra de Ovidio se desarrolla en el destierro del poeta en 
el Ponto Euxino, y está compuesto por dos libros: Tristes y Epístolas desde el Ponto. En 
ambos casos, predomina una poesía de lamentos, con una vuelta a los moldes de la 
elegía en el primero de los dos libros, que busca conmover al que lee ante el sentimiento 
de humillación y de desdicha que ofrece el autor, que no esconde nunca sus deseos de 
volver a Roma y utiliza, a veces, un tono adulador con los poderosos que podrían 
facilitar esa vuelta. 
 
Otros poetas 
 Cabe destacar la labor de Marco Anneo Lucano (39-65 d. C.), que cultivó un 
nuevo tipo de poesía épica, alejada del modelo de Virgilio (y, por tanto, de Homero), al 
centrarse en hechos reales y tomar la historia como motivo poético, sin referencias 
mitológicas ni legendarias, como hace en la Farsalia, que trata sobre las guerras civiles 
entre César y Pompeyo. Otros poetas de este período fueron Fedro, que escribió fábulas 
a imitación del griego Esopo, o Marcial y Juvenal, autores de epigramas y sátiras, 
respectivamente, que retratan la inmoralidad de su tiempo. 
 
3. LA PROSA 
 
3.1. Época republicana 
 Destacaremos dos géneros en la prosa romana de este período: la oratoria y la 
historia. En la oratoria nos encontramos con Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.), 
cuya obra se desarrolla en tres vertientes: la filosofía, la política y la oratoria. Cicerón 
cultivó una prosa exquisita y refinada en todas sus obras, entre las que podemos citar el 
Orador y el Brutus, donde recoge una preceptiva sobre el arte de la elocuencia y esboza 
su historia en lengua latina. Desde el punto de vista del discurso político, es interesante 
destacar su obra Catilinarias, formada por cuatro discursos que Cicerón pronunció en el 
senado acerca de la conjura de Lucio Sergio Catilina, que él mismo desarticuló en su 
calidad de cónsul, o los discursos violentos contra Marco Antonio, conocidos como 
Filípicas, por su cercanía a la obra de Demóstenes. También escribió algunos de sus 
tratados filosóficos siguiendo el género del diálogo, a imitación de Platón y Aristóteles, 
como es el caso de las Discusiones tusculanas, sobre la inmortalidad del alma y la 
importancia de la filosofía. 
 En la historia hay que destacar, en primer lugar a Cayo Julio César (100-44 a. 
C.), que escribió, entre otras obras, sendas crónicas de asunto bélico que recogen 
episodios de la historia de Roma vividos por él en primera línea: los Comentarios a la 
guerra de las Galias y los Comentarios a la guerra civil, cuyas fuentes principales son 
los informes de sus oficiales y sus propios diarios de campaña. Las obras de César (que 
a veces contienen digresiones geográficas, etnográficas o técnicas) presentan al autor en 
tercera persona, con lo que se crea un distanciamiento y una objetividad que permite la 
reflexión del lector, quien puede sacar sus propias conclusiones sin verse dirigido por la 
opinión del narrador. 
 El otro historiador relevante del período republicano es Cayo Salustio Crispo 
(86-35 a. C.), que escribió la totalidad de su obra en los últimos diez años de su vida y 
se concentró en el relato de acontecimientos contemporáneos o muy cercanos en el 
tiempo, como es el caso de la Conjuración de Catilina. Salustio, deudor en gran medida 
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de la prosa del griego Tucídides (con quien comparte un uso arcaizante del lenguaje), 
concibe la historiografía como un arte, pero huye del retoricismo. 
 
3.2. Época imperial 
 Además de la historia, la prosa se adentra en los terrenos de la filosofía y de la 
ciencia, y nos lleva al surgimiento de la novela, concebida a imitación de la novela 
griega, con una base fundamental en la aventura y en las situaciones extremas. 
 Entre los historiadores destaca Tito Livio (59 a. C.- 17 d. C.), que se aleja del 
relato de la historia reciente, practicado por sus predecesores, para entregarse al 
ambicioso proyecto de escribir la historia de Roma desde sus orígenes hasta los últimos 
años de la era precristiana, en su Desde la fundación de Roma (Ab Urbe condita), que 
llegó a alcanzar ciento cuarenta y dos libros, de los que se han conservado poco más de 
treinta. El patriotismo y el deseo de hacer presentes las viejas virtudes de los romanos 
son los móviles principales de la obra de Tito Livio. Otros historiadores fueron Cornelio 
Tácito y Cayo Suetonio Tranquilo, ya a mitad de camino entre los siglos I y II. 
 La filosofía está representada por Lucio Anneo Séneca (c. 1-65 d. C.), que 
manejó una prosa ágil,acomodada a su pensamiento y a sus planteamientos morales, 
reducida a veces a breves máximas cargadas de expresividad (como en sus Epístolas a 
Lucilio), pero además escribió tragedias de temática griega, a la manera de Eurípides, 
que son las únicas obras de este género conservadas en latín. 
 
La novela. El género que nosotros llamamos novela aparece ligado, en la Antigüedad, a 
los relatos de aventuras y de corte sentimental que fueron una de las formas de 
expresión del período helenístico de la literatura griega, y en esa línea se insertan los 
dos textos en los que nos vamos a detener. 
 Petronio (c. 14/27-c. 65) es el autor al que se atribuye el Satiricón (c. 64-65 d. 
C.), una novela que nos ha llegado muy fragmentariamente, pero que debió de ser muy 
extensa, y cuya estructura es un tanto caótica. El historiador Tácito consideraba que era 
un relato en clave que pretendía reflejar la vida depravada del emperador Nerón, ante 
quien, realmente, Petronio había caído en desgracia. De hecho, el escritor se cortó las 
venas de manera ceremoniosa para cumplir la sentencia que le había impuesto Nerón. 
 El Satiricón narra las aventuras de tres personajes, Encolpio, que actúa como 
narrador, su amigo Ascilto y el muchacho Gitón, su amante, en un ambiente de 
perversión y obscenidad. Es importante, también, el carácter satírico y paródico del 
relato: sin ir más lejos, los amantes castos y perfectos de la novela griega son aquí 
sustituidos por la pareja de depravados que representan Encolpio y Gitón. Además, el 
tono crítico que envuelve el relato nos ofrece una imagen de la sociedad romana en la 
que la degradación y el contraste entre el lujo y la miseria forman el escenario de la 
acción. Formalmente hemos de incluir el Satiricón en la tradición de la sátira menipea, 
un género híbrido, en prosa y verso, creado por el griego Menipo de Gadara en el siglo 
III a. C., en el que, al reflejo de la vida y costumbres de la época, se le añade un 
componente de humor y fantasía. 
 A lo largo del relato se intercalan cuentos variados que le dan a la obra un 
aspecto misceláneo. Uno de esos cuentos es el de la matrona de Éfeso, que te ofrecemos 
fragmentariamente a continuación. 
 Apuleyo (c. 125-c. 170/180 d. C.) nació en el norte de África, en la ciudad de 
Madaura, y fue un hombre de gran inteligencia, muy aficionado a la magia y a las 
religiones de procedencia oriental. Fue acusado de practicar la magia para conquistar a 
una mujer viuda y rica con la que se casó, y él mismo se defendió en el juicio y con un 
libro titulado Apología. Su obra más importante es Las metamorfosis o El asno de oro, 
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donde narra las aventuras de un hombre, Lucio, transformado en asno por artes mágicas, 
pero que, al no perder su inteligencia humana, se convierte en testigo y narrador de todo 
lo que le rodea, recreando una sociedad en crisis. El protagonista se configura, por esto 
y por su forma de vida, como un antihéroe que preludia en gran medida la novela 
picaresca. De ambientación griega, El asno de oro tiene su base en una obra anterior, 
también llamada Metamorfosis, escrita por Lucio de Patras. 
 En el relato se encadena una sucesión de cuentos, trabados por el hilo conductor 
de la presencia de Lucio y, a veces, por la propia intervención de este, que sirven de 
contrapunto y de entretenimiento en medio de las fortunas y adversidades del 
protagonista. Tiene un especial interés, por la belleza de la historia, el cuento que trata 
de los amores de Eros y Psique.

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