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ACADEMiA COLOMBIANA DE HISTORIA
BIBLIOTECA EDUARDO
VOLUMEN I
SANTOS
FRANCESES EN LA INDEPENDENCIA
DE LA GRAN COLOMBIA
P O R
SERGIO EllAS ORTIZ
INDIVIDUO DE NUMERO DE LA ACADEMIA COLOMBIANA DE HISTORIA
SEGUNDA EDICION
(NOTABLEMENTE CORREGIDA Y AUMENTADA)
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1 9 7 1
EDITORIAL A Be - BOCO'rA
Este libro fue Digitalizado por la Biblioteca virtual Luis Àngel Arango del Banco de la República, Colombia
Busto erigido por la Academia Colombiana de His-
toria en Bogotá, el 11 de mayo de 1966, en homenaje
a este ilustre prócer y en su persona a los hijos de
Francia que prestaron invaluables servicios a Co-
lombia en la magna lucha por su independencia.
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INDICE GENERAL
P Á G .
Propósitos (Prólogo de la primera edición) 5
Introducción 9
Manuel Roergas de Serviez 19
Luis Girardot 77
Luis Francisco de Rieux 85
Pedro Labatut 101
Luis Bernardo Chatillotl 115
Carlos Alejandro Bobin ~ 121
Antonio BailIy 131
Antonio (Reynal) Sasmajous 141
Dufour 147
Emmanuel de Froes 149
J. Du Cayla 153
L. Peru de Lacroix 157
José de Schambourg 165
Alejandro Próspero Révérend 171
Marcos Guyon 177
Adolfo Klinger 179
Luis Ducoudray 181
Roman Chompré 185
Francisco Jeam-Pierre 187
Carlos Eloy Démarquet 189
Luis Aury 193
Vicente Duboulle 213
Juan Bautista Bideau 215
Otros franceses que se citan en los anales de la Gran Colombia .. 217
Bibliografía , 231
Indice onomástica , , , 239
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LA BIBLIOTECA EDUARDO SANTOS
(PROLOGO DE LA PRIMERA EDICION)
El Dr. Eduardo Santos} con su proverbial generosi-
dad y su ferviente patriotismo, viene destinando} años
ha, una cuantiosa manda que entrega a la Academia
Colombiana de Historia jJara que ésta, por medio de
una Junta creada al efecto, vaya aplicando tal donación
al cultivo y exaltación de las patrias glorias. Tal el
Fondo Santos que tantas nobles realizaciones ha llevado
a cabo en estos tiempos que vivimos tan necesitados
de la saludable inyección que venga a vigorizar el r:s-
Píritu de la nacionalidad, el patriótico sentimiento.
En tan benemérita empresa que con tant() entusias-
mo y decisión anima y fomenta su fundador, se destaca
la creación de la Biblioteca Eduardo Santos, nombre
que le impuso la Academia en homenaje al ilustre ex-
presidente de la república, no obstante sus sinceros y
reiterados deseos de que se diese otro distintivo a la
institución cultural.
El artículo }9 del Acuerdo académico que creo la
Biblioteca dice a la letra:
"Créase, como serie bibliográfica de la Academia la
Biblioteca Eduardo Santos, destinada a la publicación
de estudios o ensayos históricos de fondo, que se rela-
cionen, de preferencia, con la éPoca de la Independen-
cia y de la República."
y el 39 reza así:
-- -__'!LnLntudiM_l1 ~nsayo.L d d H m _ser _iné.ditQs-,-_pero_
podrán también reproducirse otros ya pUblicados} que
por su especial interés lo merezcan. Los autores debe-
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6 SERGIO ELÍAS ORTlZ
rán ser, de preferencia, miembms de la Academia; pero
podrán elegirse o seleccionarse estudios de autores que
no pertenezcan a la Corporación."
Como se ve, hay un amplio campo para que todos
aquellos escritores, sean o no miembros de la Academia
Colombiana de Historia, encuentren en la Biblioteca
Eduardo Santos un hogar editorial en donde se reci-
birán deferentemente sus producciones para hacer con
ellas ediciones pulcras y cuidadosas que se harán co -
nocer profusamente del público aquende y allende
nuestras fronteras para mayor prestigio de los auton:s
que quieran entrar en liza de tanta entidad.
De la valía y cuidadosa selección de los escritos q lle
ent1-en a las prensas de la Biblioteca, salen garantes los
nombres de los Directores de tal publicación. Y cómo
podría esperarse otra cosa de Daniel Arias Argáez, Luis
Augusto Cuervo, Rafael Gómez Hoyos y Fabio Lozano
y Lozano? Ello, excluyendo un quinto voto que no
menciono porque, como decían los proveídos que los
miembros del Consejo de Indias ponían al margen de
algún escrito para denotar la negativa respuesta: "no
ha lugar".
Hoy empieza y abre la Biblioteca su vida real con el
tomo contentivo de las biografías de aquellos benemé-
ritos hijos de Francia que en la guerra de nuestra eman-
cijJación acudieron solícitos al grito de somatén lanza-
do por los oprimidos colonos, para venir a luchar a su
lado en la hemica y porfiada gesta libertaria. EsPíritus
generosos que siguiendo la máxima de que la libertad
es bien de la Humanidad, combatieron a nuestra vera
con denuedo, constancia y recio valor, coadyuvando
con su esfuerzo a crear esta patria libre e independien-
te de que hoy disfrutamos.
Los méritos y servicios de tan bizarros campeones
yacían dispersos y soterrados a lo largo de los millares
de páginas que informan nuestra historia nacional,
hasta que hoy viene una pluma a destacarlos, burilarlos
con pulso firme en el Arco de Triunfo de nuestros
anales patrios. Pluma autorizada como la que más por
su esPíritu investigador, su veracidad y erudición, su
serenidad y su estilo castizo y desembarazado. Tal la
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FRANCESES EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA "I
pluma de Sergio Elías Ortiz) el tan estimado y conocido
historiador nariñense que tanta honra ha dado a la
patria con sus libros de tanto aliento y sus numerosos
estudios) siempre tan llenos de novedad) de originali-
dad y de interés.
Estamos seguros de que el ilustrado lector de la obra
que hoy presenta al público la Biblioteca Eduardo
Santos, como una bella primicia de la labor que ahora
se pone en marcha) sabrá apreciar el libro del Dr. Ortiz
por los muchos aspectos de bondad que él ofrece en
su calidad de obra historial) y por el esPíritu de alta
justicia que lo anima a rendir tan merecido homenaje
a los cuasi olvidados hijos de la noble Francia que en un
glorioso entonces) llegaron a estas latitudes a enseñar
a nuestros abuelos los éPicos acentos de la Marsellesa.
E .O .D .C .
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INTRODUCCION
Uno de los aspectos más interesantes en la historia
de la independencia de las colonias españolas de Améri-
ca es el de la ayuda, cooperación diríamos ahora, presta-
da a éstas por algunas naciones de Europa. Que sepamos
este aspecto abundante en episodios y secretos de carác-
ter internacional, aun no revelados en su totalidad, y
que deben buscarse en las cancillerías del viejo mundo,
no ha sido suficientemente estudiado.
Refiriéndonos especialmente a Colombia, la Gran-
de, sólo se cuenta hasta ahora con bastante información,
aunque sin agotar la materia, respecto de la participa-
ción de Inglaterra con hombres, material de guerra
y dinero en la lucha que afrontaron Nueva Granada
y Venezuela por separarse de su metrópoli. Del ingen-
te material aportado a esta cuestión debemos señalar
la colección de documentos publicados por C. K. Webs-
ter y F. B. A. Stevenson bajo el título de Britain and
the lndependence 01 Latin America} 1812-1830. Se-
lects documents Irom the Foreign Ollices Archives
(London, 1938); una obra magníficamente pensada y
mejor escrita sobre la materia debida a la investiga-
ción del historiador y diplomático Luis Cuervo Már-
quez. En dos macizos y bien documentados tomos, con
base, como debía ser, en los archivos del Foreign Office,
en Londres, se ofrece una visión clara de lo que fue
la ParticiPación de la Gran Bretaña y de los Estados
Unidos en la independencia de las colonias Hispano-
Americanas (Bogotá, 1938) y otro aporte valioso de
Alfred Hasbrouck en su libro: Foreign Legionaries in
the liberation 01 the spanish South America (New
_ _ _ _ _ _ J !'Q!l< -L 1928), L()s!1~Il1~rQ§o~_Qiºgr':lfº-Ld~ M!!~nga _y_
Bolívar, entre ellos Becerra, Robertson, Mancini, Dou-
coudray-Holstein, Vejarano y quienes han escrito sobre
los orígenes de la independencia de América han to-
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10 SERGIO ELÍAS ORTIZ
cado también la cuestión, pero con referencia, espe-
cialmente, a la Gran Bretaña. En lo que toca con
Francia, solo conocemos el libro serio y bien documen-
tado de W. S. Robertson: France and the Latín-Ame-
rican independence. (Baltimore, 1939).
En realidad, fue Inglaterra, la vieja enemiga angli-
cana de la católica monarquía española, la que con
mayor interés, guardadas apariencias, atendió a los
comisionados. Permitió el enganche de fuerzas consi-
derables dentro de su territorio metropolitano; favo-
reció los aprovisionamientos y las expediciones y miró
con benevolencia los empréstitos de dinero, aunque
dudase del cumplimiento de las obligaciones y estuvie-
se siempre dispuesta a poner mano fuerte a nuestros
comisionados cuando por incumplimiento de los com-
promisos contractuales cayesen dentro de las severas
leyes inglesas sobre deudas 1.
Gran Bretaña, sea por motivos religiosos, económi-
cos, de celo imperialista y seguramente para pagarle a
España en la misma moneda por su intervención des-
leal en la independencia de las colonias inglesas de
América, fue la que cooperó con mayor fervor a la
emancipación de la Gran Colombia. Muy poco se ha
dicho sobre la participación de Francia y casi nada
para los demás países. Y, sin embargo, es una tesis per-
fectamente sostenible la de que la causa de la libertad
de América se fraguó en toda Europa y allí tuvo su
sostén político y económico la enconada lucha entre
los criollos y la madre patria. La publicación del Ar-
chivo del General Miranda y de algunos documentos
de las cancillerías de Europa relativos a asuntos ame-
ricanos de los siglos XVIII Y XIX, ha arrojado mucha
luz sobre esta interesante cuestión que todavía irá
aclarándose a medida que la investigación desentrañe
algunos papeles que en su tiempo se tenían como de
absoluta reserva.
Los estados europeos, inclusive Rusia, miraban a las
colonias hispano-americanas sublevadas con no disimu-
lada simpatía, en que iba envuelta sin duda, la secreta
1 OR TIZ, SergÍo Elías: El Empréstito de México a la Gran Co-
lombia. Revista de América. N? 7. Bogotá, 1945.
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FRANCESES EN LA ¡l'óDEPE:-'DEl':CIA DE LA GRA:'i COLOMBIA 11
complacencia por la ruina del poder español allende
los mares. Importaba mucho a las grandes potencias
el triunfo definitivo de las indias occidentales en lucha
contra su metrópoli para que desapareciese, o cuando
menos se debilitase, como potencia, el que todavía
después de la invasión napoleónica era un poderoso
imperio colonial. Para ello acogían a los agentes secre-
tos americanos con mucho interés; se oía a los precur-
sores con atención, aunque con precauciones diplomá-
ticas; se les toleraba las gestiones revolucionarias; se les
dejaba actuar con bastante libertad hasta que ya no
era posible dejar de atender la protesta del embajador
español 2.
Tuvo Francia una participación apreciable en la
independencia de América? Sin duda alguna y, a nues-
tro juicio, de mucha consideración. En estas páginas
queremos destacar, aunque sea a grandes rasgos, la
ayuda decidida, eficaz, inapreciable, que algunos hijos
de la Francia libérrima prestaron personalmente a la
Gran Colombia en los momentos más difíciles de su
historia.
Seguramente de Filadelfia vino a los pueblos de
Indias de dominación hispana y portuguesa el ejemplo
patente de que no era imposible emanciparse para
constituirse en estado libre y soberano, pero de Francia
salió la chispa de inspiración ideológica. La Enciclo-
pedia y la promulgación de los Derechos del hombre
y del ciudadano, prepararon el cambio de orientación
de los espíritus en Europa, inclusive en la España de
Carlos 111, para el advenimiento de la nueva era del
estado democrático. Cita Mancini, a este propósito, al
abate R(!ynal, quien escribió su Histoire philoso-
Phique des deux lndes, "cuya repercusión fue enorme
y cuya influencia fue considerable en el movimiento
que precedió a la revolución de las colonias españo-
las", sobre la base de "documentos suministrados por
Aranda" 3. Los precursores, esos notabilísimos ilumi·
nadas que con su fervor de apóstoles hicieron posible
-- .-~--'--'--- ---
2 Ibidem.
3 MANCINI, Jules; Bolívar y la emanciPación de las colonias
españolas, 51.
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12 SERCIO ELÍAS ORTIZ
un entendimiento de Europa y América para la im-
plantación de nuevas ideas y procuraron crear una
conciencia entre ambas partes para hacer viables los
propósitos de independencia, se dirigieron siempre y
de preferencia, como cosa natural, a la Francia de las
libertades en busca de ayuda para sus proyectos revo-
lucionarios y solo cuando, por causas complejas de la
política del momento, desesperaban de obtenerla se
dirigían a Inglaterra. Así sabemos de las conversaciones
de Nariño con el convencional Tallien, por interme-
dio, posiblemente de Teresa Cabarrus; de los empeños
de Miranda con los hombres de la primera República,
Bristol, Lebrun, Talleyrand, que culminaron en el
envío del embajador Genet a los Estados Unidos "con
misión secreta de fomentar" la revolución de los países
hispanoamericanos; del verdadero club revolucionario
establecido por el mismo Miranda en su residencia de
Menilmontant, "en las puertas de Paris" y en otros
sitios donde se reunían los precursores Zea, N ariño,
Caro, Baquijano, Cortés Madarriaga y de una instan-
cia intentada por el propio Miranda ante el futuro
amo de Europa, Napoleón Bonaparte, en busca de
ayuda 4,
Ya desde mediados del siglo XVIII andaban algunos
patriotas mexicanos buscando la ayuda de Francia
para la independencia de la N ueva España, cerca del
misterioso Marqués de Aubarede y el no menos mis-
terioso caballero Durand, segÚn Villanueva", En 1811,
los Comisionados de la Junta Suprema de Caracas,
Orea, entre ellos, creyeron del caso solicitar del minis-
tro plenipotenciario francés, Serurier, ante el Gobierno
de los Estados Unidos, el establecimiento de relaciones
con Francia, primero que con ninguna otra potencia;
tal era la fe que se tenía en la protecciÓn del país de
los Derechos del Hombre a todo lo que fuera moví-
4 Ibidem, 89.
5 VILLANUEVA, Carlos A.: Napoleón y la independencia de
América, 47. Chile, que había hecho también gestiones en el mismo
sentido, obtuvo el envío de oficiales probados en los ejércitos de
Napoleón, entre ellos el general Enrique Brayer y los capitanes
Brandzen, Beaucheff y Viel.
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FRANCESES EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 13
miento revolucionario en busca de la libertad de Amé-
rica 6. Con mucha razón dice Mancini que "con Francia
es con quien más contaban entonces los sudamericanos.
Su tradicional generosidad seguía siendo para ellos
inderrocable dogma. Aquellos amantes de la libertad
esperaban con confianza el resultado de los destinos
que se elaboraban en el formidable crisol de la Revo-
lución" 7. Miranda, ese "apoderado continental", como
ha sido llamado por Jorge Ricardo Vejarano, había
pulsado la opinión de Europa y sabía que Francia era
el país mejor dispuesto a ayudar a las colonias hispano-
americanas, solo por ideales de libertad, lejos de inte-
reses imperialistas.
N o siempre el estado francés pudo cooperar como
quisiera en la sublevación de las Américas, por más
voluntad que tuviera, y es un hecho que la tenía, por
motivos de proselitismo, por odio a España, por moti-
vos económicos, etc. Las dificultades políticas de la
época, apunta Mancini, la propia defensa de la revo-
lucióncontra los reaccionarios de todas las fronteras
de la república, los cambios de régimen, impedían
una ayuda más eficaz a los conspiradores americanos.
Hubo aun momentos, como dentro de la restauración,
en que se hizo nugatoria la labor de los agentes propa-
gandistas de la independencia y llegó el caso en que
el Borbón Luis XVIII empezó a favorecer abiertamente
al Borbón español contra las asechanzas revoluciona-
rias que se fraguaban en Francia y en esta virtud, a
modo de policía de estado, fue enviado al Virreynato
de la Nueva Granada el barón de Chasseriau para que
se cerciorase de lo que estaba pasando a fin de tomar
mejores medidas contra la sublevación de las colonias
españolas 8, En todo caso hubo siempre la mejor vo-
luntad por parte de los franceses más distinguidos de la
Revolución, del Consulado y del Imperio y aun de la
Restauración por cooperar en los empeños de los co-
lonos de hispanoamérica por obtener su libertad esta-
tal.
~ -- -1 1 ' ROBERTSON; - Witlíam Spence:- Tñrliegmmgs -or-Spimlsh--:-- -
American diplomacy, 121.
7 MANCINI. ob. cit .• 170.
8 Ibidem.
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14 SERGIO ELÍAs ORTIZ
España, después de 1789, consideraba como peligro-
sos a los ciudadanos franceses avecindados en sus co-
lonias y si los toleraba y no les cerraba sus fronteras,
era porque no quería dar motivo a sus revolucionarios
vecinos para una ruptura definitiva, pero en cambio
estableció la más estricta censura para todo papel im-
preso en Francia no solamente para sus dominios de
América, sino para la propia metrópoli. Cuando en
1794 ocurrió el escándalo de la publicación de los
Derechos del Hombre en Santafé, el Virrey se apre-
suró a ordenar a los territorios vecinos se buscase ese
papel en ellos y se tomasen las medidas del caso contra
los individuos de nacionalidad francesa. En obedeci-
miento a esa insinuación el capitán general de Carcas,
don Manuel de Vasconcelos propuso a la Audiencia,
y fue aceptado, que se tratase de lo que debía de ha-
cerse con los franceses residentes en esa capital y "se
acordó unánimemente que debían salir desde luego
y ser remitidos en partida de Rexistro a España para
que desde allí vayan a los destinos que convengan todos
los franceses que haya no solo en esta provincia sino
en las demás del distrito de esta Capitanía General en
el Continente, y estén solteros sin especial cédula o
permiso de S. M. o empleo aprobado por el Rey, con
tal que para obtenerle, no haya ocultado su naturaleza;
y por lo respectivo a los demás que tengan permiso
o estén casados con españolas, o empleadas sobre el
conocimiento de ser francesas y con Real aprobación
se formen listas especificando los nombres, apellidos,
tiempo de residencia y casamiento, hijos que tuvieren,
oficio y su conducta, con todo lo demás que sea con-
cerniente en inteligencia de que si entretanto su Ma-
jestad resuelve se observe que alguno o algunos de
ellos no se trata con la debida circuspección y subor-
dinación, o propagan especies contrarias a ellas se for-
marán Expedientes y se procederá como convenga
dando siempre cuenta de todo a S. M." 9. Tales fueron
las medidas que se tomaron en la Capitanía General
de Venezuela, donde era relativamente numeroso el
9 Carta de don Manuel de Guevara Vasconcelos al Excelentísimo
señor don José de Ezpcleta, Virrey de Santafé. Caracas y noviembre
7 de 1794. Archivo Nacional. Virreyes, t. 5.
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FRANCESES EN LA INDEPENDE:-iCIA DE LA GRAN COLOMBIA 15
personal francés avecindado allá, y en otras partes,
contra esos ciudadanos, sospechosos todos, sin excep-
ción, de ser propagandistas del movimiento nuevo que
dio al traste en Francia con la monarquía y abrió la
era de la democracia en el mundo.
En 1799, también en Venezuela, ocurrió un intento
de sublevación contra el régimen español encabezado
por Francisco Xavier Pirela y apoyado por "tres buques
que enarbolaban bandera francesa". El golpe debía
darse en Maracaibo, en la noche del 19 de mayo de
ese año, pero se frustró porque el cabecilla Pirela se
arrepintió y denunció la trama tres horas antes de
darse, por lo que a él se le condonó la pena de muerte
por la de confinamiento "a una de las Bóvedas de los
Castillos de la isla de la Habana" por el término de
diez años. Cuanto a los franceses, capitanes de los
barcos, comprometidos en la conjuración: Agustín
Gaspar Bocé, José Román o Romano y Francisco Me-
quiet (alias C o c ó ) , sorprendidos en el momento de
atacar a las autoridades, se ordenó fuesen depositados
en los castillos de Panamá, de San Juan de Ulúa y de
Cartagena, respectivamente, hasta que resolviese su
Majestad. Otros marinos franceses, Antonio Duplesis,
Miguel Labat, Juan Bautista Aimet y Juan María
Gautier fueron condenados a servir "con grillete en
las obras de Puerto Rico", también hasta que fuese la
voluntad del Rey, y como pena adicional a perder toda
la carga que llevaban en los barcos El Bruto y La Pa-
trulla, de propiedad de los conjurados y de la goleta
Arlequín, de bandera inglesa que como corsarios habían
apresado 10. Estos corsarios franceses pagaron muy caro
el intento de participar en la sublevación de Maracai-
bo, pues aun el 89 Brumario de 1806 preguntaba el
embajador de Francia, Mr. de Bernonville al ministro
de estado de S. M. Católica si se había puesto en li-
bertad a los hermanos Jean Gaspard y Augusto Bosé,
por quienes se interesaba también Mr. de Talleyrand y
se contestó que sí, pero que las tres naves de ellos se ha-
__ p_~í_~~~onfiscado. (~rch. Gral. ~e_I~~i~s,~stado,Jeg~}06).
10 BLANCO Y AZPURUA: Documentos para la historia de la
vida pública del Libertador. 1, 357.
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16 SERGIO ELÍAS ORTIZ
Pero si en alguna forma fue menor y menos osten-
sible la ingerencia de Francia que la de Inglaterra en
estos asuntos, la participación de los ciudadanos fran-
ceses, empezando por Lafayette, en la revolución del
continente americano, fue magnífica, desinteresada,
eficaz, digna de imperecedera gratitud.
Los enganches principiaron con la venida de Miran-
da a Venezuela. Antiguos conmilitones del Precursor
en los ejércitos de Dumouriez, que se hallaban en los
Estados Unidos o en las Antillas, hacia 1811, acudieron
a poner sus espadas al servicio de la causa americana.
Muchos de ellos, la mayor parte, se comprometieron
en la revolución por amor a la libertad, sin esperar
recompensas; algunos hicieron donativos al naciente
estado venezolano. En 1812, cuando Miranda trataba
de organizar un verdadero ejército contra el poder
real de la Capitanía, "de solo franceses se formó un
cuerpo que se puso a órdenes del coronel Ducayla",
dicen Baralt y Díaz 11, para ponderar cuál fue ese en-
tusiasmo extranjero en momentos de graves dificulta-
des para la primera repÚblica venezolana. Curazao
Transmissions, 679, citado por Robertson, contiene la
copia de un discurso de aquel notable militar francés
en que "ofrece voluntariamente sus servicios para
combatir a los enemigos de la independencia de Vene-
zuela". El discurso tiene fecha 4 de mayo de 1812 y
concluye, así: "Plantemos el árbol de la libertad en
Coro y Maracaibo. lViva la República de Venezuela!
!Viva el general Miranda!" 12.
Con Du Cayla, se incorporaron a los ejércitos de
Miranda, Labatut, Chatillon, Lemer, Schambourg,
Dufour, y otros jefes que más tarde habían de actuar
en Nueva Granada. Andando los días aportaron a las
costas de Venezuela nuevos contingentes franceses, en
momento en que la guerra entre independientes y mo-
nárquicos se hacía de un modo feroz. De estos france-
ses hubo seis que firmaron un terrible pacto de guerra
a muerte, concebido por el abogado y exaltado patrio-
ta Antonio Nicolás Briceño, una de cuyas cláusulas.
11 BARAL T Y DIAZ: Resumen de la historia dI: Venl:%ul:la,l. 125.
12 Ibidem.
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}<RANCESIlS EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN CoLOMBIA 17
decía: "Se considera ser un mérito suficiente para ser
premiado y obtener grados en el ejército, el presentar
un número de cabezas de españoles europeos, inclusos
los isleños; y así el soldado que presentase veinte ca-
bezas de dichos españoles, será ascendido a alférez vivo
y efectivo; el que presentare treinta, a teniente; el que
cincuenta, a capitán." El compromiso se hizo en lengua
francesa. Helo aquí: "Nous soussignés, ayant lu les
dites proposition acceptons et signons le présent, pour
s'y conformer en tout, selon cidessus écrit; en foi de
quoi nous mettons de propre volonté, et de notre main
nos signatures: Antoine Rodrigo, capitaine Carabi-
niers; Joseph Debraine, Louis Marquis, lieutenant de
cavallerie; George H. Delon, B. Henriquez, L. Caz."
Firmaron también el pavoroso documento dos vene-
zolanos: Juan Silvestre Chaquea y Francisco de Paula
Navas 13.
Se ha criticado mucho este paso de Briceño y sus
compañeros franceses y venezolanos, pero hay que tener
en cuenta que los tiempos eran difíciles; la guerra
tenía que ser dura, sin misericordia, para terminarla
en breve y también para corresponder en la misma mo-
neda a la guerra cruel, despiadada, que hacían ciertos
caudillos realistas en la misma época. De la guerra a
muerte ambos contendores fueron responsables. Los
hombres se exaltaron y combatieron como desespera-
dos.
En las siguientes páginas se narran algunas vidas,
incompletas de los principales héroes franceses al ser-
vicio de la Gran Colombia. Es un homenaje sencillo,
de gratitud republicana a quienes nos lo dieron todo
al abrazar nuestra causa. Que sus nombres queden
grabados perpetuamente en los corazones americanos
y que su ejemplo nos sirva de estímulo para la defensa
del continente y de sus instituciones democráticas 14.
13 GONZALEZ, Juan Vicente: Biografía del general José Félix
Rivas, 97.
" 14_~O figuran en _es~osesb~o~bi~grá_fic~slosd~ los ilustr~s pró-
ceres Carlos Castel1i y Renato Beluche, a quienes algunos historia-
dores han considerado como franceses, porque el primero era piamon-
tés de origen y el segundo norteamericano, nacido en la Louisiana,
aunque de ascendencia francesa y aun más antigua, italiana.
Este libro fue Digitalizado por la Biblioteca virtual Luis Àngel Arango del Banco de la República, Colombia
MANUEL ROERGAS SERVIEZ
No existe, que sepamos, una biografía definitiva de
este gran soldado de nuestra homérica revolución de
independencia de España. En todas las historias que
tratan del tiempo heróico se citan con honor las proe-
zas de este esforzado francés, se alaban bien o mal sus
acciones de guerra; se critican sus métodos, pero muy
de paso, incidentalmente, como asunto obligado para
la concatenación de los hechos. Venezuela y Colombia,
ésta, mayormente, están en mora con Serviez. Le deben
una gran reparación de alabanza y de reconocimiento
por su gran voluntad de servir sus magnos intereses
en un momento solemne de su vida de pueblos, como
la deben a otros extranjeros, denodados campeones en
la lucha titánica por la libertad de la antigua y pode-
rosa Gran Colombia. Ya es hora de erigir en Caracas,
en Bogotá y en Quito arcos triunfales donde queden
esculpidos los nombres gloriosos de quienes en una
hora de prueba nos ofrendaron su juventud, su sangre,
su vida misma, por el ideal de libertad y de justicia
que perseguíamos al proclamar nuestra independen-
cia de la metrópoli española. La reparación ha tardado,
pero tiene que hacerse 1.
Deciámos que nada se había escrito definitivo para
la exaltación de Serviez; tampoco nosotros, en esta
breve biografía trazada para encabezar las semblanzas
1 Esto que decíamos en la primera edición de este libro, (1949)
como introducción a la semblanza de Serviez, halló al fin eco gra-
cias a la Junta de Festejos Patrios de Bogotá, de 1964. que nos tocó
-- ----PIesidiL la cual busc(t los medios pMa ~ L !Jn ª uestªtllª--e~U:JIQ!1<;e._
a este ilustre prócer en uno de los sitios más pintores¡:os de la
ciudad. En los costados del pedestal se inscribieron los nombres de
los principales legionarios franceses que actuaron en la independen-
cia de Colombia.
Este libro fue Digitalizado por la Biblioteca virtual Luis Àngel Arango del Banco de la República, Colombia
20 SERGIO ELÍAS ORTIZ
de varios compañeros suyos en este libro consagrado
a las glorias de Francia en tierras de América, intenta-
mos nada que agote la materia. N os limitamos a reunir
cuantos datos aportaron al mejor conocimiento de la
vida y tragedia del prócer, José Hilario López, José
Antonio Páez, José Manuel y Vicente Restrepo, Sole-
dad Acosta de Samper, Julio Mancini, Nicolás García
Samudio, Eduardo Posada, Roberto Botero Saldarria-
ga, y otros de los investigadores de los acontecimientos
de la magna contienda, con algunos datos más extraídos
de los archivos nacionales y extranjeros.
El caballero Manuel Roergas de Serviez perteneció,
a lo que se nos alcanza, al estamento de lo que en la
Francia de la Restauración se llarpó la "antigua noble-
za". Según Mancini 2, quien parece inspirarse para
sus datos en un libro atribuido al propio Serviez:
L'aide de Camp ou !'auteur inconnu. Souvenirs de
deux mondes 3, procedía Serviez de una excelente fa-
milia que contaba entre sus ascendientes al célebre
Mariscal de Thémines y era originaria del mediodía
de Francia, departamento de Puy de Dome. Puede
que haya mucho de verdad en esto, aunque debemos
aceptarlo con las reservas del caso tratándose de una
fuente cuya seriedad histórica ha sido, con mucha
razón puesta en duda, como se ve por la Apostilla que
transcribimos a propósito del supuesto libro de nues-
tro héroe 4. Con mayor fundamento pudiera creerse
2 MANCINI, Jules, Bolívar y la emancipación de las colonias es-
pañolas, 373.
3 Publicado por Maurice de Vierz. París, 1832.
4 Sobre este curioso libro trae Eduardo Posada en sus Apostillas
(Bogotá, 1926), la siguiente bajo el título de Memorias de Servie:
"Hay un libro anónimo escrito en francés titulado Souvenirs de l'
Independence américaine, el cual se ha creído por mucha gente que
son las memorias del general Serviez. Es indudable que quien lo
escribió trató de hacer creer al lector que aquello era la autobio-
grafía de dicho general, bien que no se atrevió a decirlo en la
portada y lo dejó correr sin nombre de autor. Vino a manos del
ilustre señor don Vicente Restrepo un ejemplar de este libro, ejem-
plar que decía en nota manuscrita, según lo refiere: Son las me-
morias de Serviez, no hay duda; y él, hombre de estudio y de crítica,
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FRANCESES EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 21
que Serviez era vástago de una vieja y nobilísima fa-
malia oriunda del pueblo de su mismo nombre 5 y que
contaría entre sus ascendientes próximos a Santiago
Roergas de Serviez, "escritor francés, nacido en Saint-
Gervais en 1679, y muerto en París en 1727, autor de
varias obras, entre ellas: Les imperatrices romaines,
Ou Histoire de la vie etdes intrigues secretes des douze
Césars; Les hommes illustres du Languedoc; Le capri-
ce ou les affects de la fortune" 6.
Nieto del anterior, y padre de nuestro biografiado
fue, según datos comunicados al señor Vicente Res-
trepo por el Presidente de la Sociedad de Ciencias y
Bellas Letras de Pau, señor M. Lacaze, Manuel Ger-
vasio Serviez, que "abrazó con entusiasmo la causa de
la revolución francesa, y cediendo a las ideas de en-
tonces, suprimió su apellido nobiliario Roergas, junto
con la partícula". El mismo que durante el imperio
fue "General de Brigada, y sirvió en el ejército de
Italia. En 1801 fue nombrado Prefecto del departa-
mento de los Bajos Pirineos. Durante su administra-
ción empezó la construcción de un puente que atra-
viesa .una calle de la ciudad de Pau, a la vez que se
dio en su honor la denominación de Puente de Serviez,
hoy calle Serviez." Nació estegeneral en Saint-Gervais
en 1755 y murió en 18047•
Hijo de éste, y de doña Marie-Henriette Treilliard,
su esposa, fue el prócer de nuestra independencia
Manuel Roergas Serviez, quien no nació como se había
lo analizó detenidamente y comprendió que era apócrifo. Allf halló
relatados acontecimientos, como el fusilamiento de Policarpa, pos-
teriores a la muerte de Serviez, quien fue asesinado en los Llanos".
5 Hay dos poblaciones francesas de este nombre: Serviez, distrito
de Castres, en el departamento de Tam, y Serviez en Val, distrito
de Carcasonne, en el departamento del Aude. Sin duda alguna dos
ramas de la misma familia dieron su nombre a esas poblaciones y
fueron dueñas y acaso constructoras de los antiguos castillos de sus
alrededores, uno de ellos, quizá por uniones de familia, pasó a poder
_______ d~_ILestirpe_ de los }'Joailles.
6 ACOSTA DE SAMPE"R, Soledad, Manuel de Roergas Serviez.
Biblioteca Histórica, número 15, 66.
7 RESTREPO, Vicente, Manuel Roergas Serviez, 47.
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22 SERGIO ELíAS OIlTlZ
año 7
año 8
año 9
año 9
año 10
año 11
año 12
venido repitiendo, a partir de don Vicente Restrepo,
en Saint-Gervais, en el Puy de Dome, sino en Longwy,
en el Meurthe y Mosela y la fecha de su nacimiento
que no se había podido fijar, sino calcular por deduc-
ciones de los años de sus campañas militares en Europa,
la tenemos ahora de fuente insospechable, el Archivo
del Ministerio de Guerra francés: el 16 de mayo de
1785 8.
Emparentado nuestro Serviez con militares de vieja
tradición en el ejército francés, por ambos lados, pues
su madre era hermana del famoso general Treillard,
desde muy joven siguió la vocación de la familia en la
carrera de las armas. La siguiente fue su hoja de ser-
vicios hasta 1809:
"Voluntario en el estado mayor
del general Serviez - Ejército de
Italia, en frimario
Voluntario en el estado mayor
del general Treillard, su tío, en .. fructidor
Cazador en el 119 regimiento .. 17 Mesidor
Solicita en esta época pasar a
servir en las colonias .
Subteniente en el 199 regimiento
de caballería 9 prerial .
Subteniente en el 119 regimiento
de caballería, 10 nivoso .
Subteniente en el 79 de Coraceros
19 fructidor
Separado del servicio en 1805 ..
Retorna al servicio en 1806 .
Teniente del 19 de Cazadores Sepbre. de 1807
Teniente en el Ejército de Espa-
ña en 1808
Desaparece en 1809" 9 ••••••••••
8 Mínistere de Guerre. Etat·Mayor de l'Armée de Terre. Servicc
Historique. Emmanue/ Roergas de Serviez. (Extrait de registres ma·
tricules et documents déposés au Ministere).
9 Ibidem.
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FRANCESES EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 23
Suponemos que entre 1804 a 1805 pidió su separa-
ción del ejército para casarse con la señora Eugenia
Teissier de Margueritte, en la cual tuvo dos hijos:
Emmanuel-Edmond y Alfredo Emmanuel10, según
la citada hoja de servicios. De 1809 en adelante, hasta
llegar Serviez a las playas de N ueva Granada, su vida
estuvo siempre envuelta en el misterio de leyendas te-
jidas al rededor de su recia personalidad.
El historiador Mancini, con base en las supuestas
Memorias de Serviez, afirma que éste, "después de
haber tomado parte en todas las primeras campañas
de la Revolución y del Imperio al lado de su padre,
a quien Napoleón nombró general de brigada en 1806,
se hallaba en Pau en el momento en que iba a estallar
la guerra de España. Tenía veinticinco años, llevaba
con altivez sus galones de capitán de dragones de la
guardia y fue distinguido por la joven condesa F ... "
esposa de uno de los generales más ilustres y que más
honores había recibido. Según su propia expresión, no
tardó Serviez en "tener la desgracia de ser feliz". Salió
para España hacia fines de octubre con el mariscal
Lefevre; pero herido en el combate de Vimeira, vol-
vio a Pu, en donde se reunió de nuevo con su querida
y, algunas semanas después, se fue con ella a Ingla-
terra.
Entonces comienza unan existencia desgraciada;
primero en Richmond, luego en Londres, el nacimiento
10 Precisamente a este segundo hijo de Serviez: AIfred Emmanuel,
atribuye el historiador chileno Barros Arana. las supuestas Memo-
rias de Serviez de las cuales opina el historiador chileno que son
un tejido de aventuras imaginarias de que se sirvió el autor "para
dar noticia de Bolívar. de sus compafieros y de sus adversarios, Es
simplemente una novela que puede engañar a un lector poco atento"
(Notas para ulla Bibliografia), Este AIfred Emmanuel Serviez "na-
cido en Paris en 1807. fue autor de una novela y de algunas de
las biografías de la colección titulada Les gloires de la France, 22
vols., in 189,"
Según García Samudio. el texto que sirvió al anónimo autor para
-"-esctibiLcl_.s.uY!L.fu~la ljjstoir~ _d~!!!._~o?(}m}1ie"por Lallement (paris.
1826) y agrega que la continuación del libro en -éuéstlon"Se -atri-
buye al general José María Córdoba. quien fue. según parece. el
que recogió los papeles de Serviez, después de su infausta muerte.
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24 SERGIO ELÍAS ORnZ
de un hijo, la salida para los Estados Unidos, vanas
instancias al presidente Madison para obtener un em-
pleo en el ejército federal ..... 11.
Si hemos de creer lo que afirma el historiador Ba-
rros Arana de que el autor de las supuesas Memorias
de Serviez, fue el escritor novelista llamado Alfred-Em-
manuel Roergas de Serviez, quien en la hoja de servi-
cios del prócer aparece como su hijo, el asunto se vuel-
ve un rompecabezas, pues se oculta que aquél fue
casado legítimamente y tuvo dos hijos de matrimonio,
de acuerdo con documentos incontestable de los archi-
vos del ministerio de guerra francés y en cambio se
hace mención de un hijo bastardo. ¿Qué puede pensar-
se de esa versión? ¿Qué es posible que haya en ella
mucho de novelesca, pero en todo caso que en la vida
de Serviez, entre 1809, en que se lo da como desapare-
cido en España del ejército francés de ocupación y
fines de 1811 en que según Mancini ingresó al ejér-
cito del general Miranda en Venezuela hay muchos
puntos oscuros diñciles de explicar por ahora.
De otro lado, el historiador Carda Samudio aporta
a este debate una contribución que a nuestro juicio,
apesar de estar basada en un documento de la época,
no pasa de ser sino otro enredo fabuloso. Dice Carda
Samudio: "Respecto a la vida de Serviez antes de venir
a América se dice que fue un oficial de los ejércitos
de Napoleón; que llevó una borrascosa juventud; fue
casado; se enamoró luego de la esposa de un general
francés, la condesa Estefanía, con quien vino a Norte
América.
"Es probable que al aventurarse de tal modo
Serviez se hubiera cambiado el nombre. La siguiente
declaración publicada en la Gaceta de Santafe (núme-
ro 11, de 22 de agosto de 1816) tiene algunos datos
que pueden aprovecharse, aunque en ella resalta la
mala voluntad de sus enemigos:
"En la capital del Valle, a 7 de mayo de 1815, el
ciudadano gobernador, habiendo comparecido el ex-
tranjero Francisco Juan Pedro, teniente de artillería
11 Mancini, ob. cit., 373.
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FRANCESES EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 25
de esta Provincia, por ante mí el Secretario de Estado,
le recibió juramento que hizo por la cruz de su espada
en toda forma, bajo del cual ofreció satisfacer a la
verdad en lo que supiere y le fuere preguntado, y sién-
dolo conforme a lo mandado por el Supremo Gobier-
no General de la Unión, según lo comunica a éste su
Secretario de Guerra en oficio de veintidós del último
abril, dijo que ni en Francia ni en Norte América,
donde se mantuvo muchos años, conoció el que de-
clarara al coronel Manuel Serviez; que cuando éste
llegó a la plaza de Cartagena en el mes de mayo de
1813, supo en aquella ciudadque hacía pocos días que
el referido Serviez había desembarcado en aquel puer-
to; pero que estando posado en dicha ciudad con va-
rios extranjeros en una casa, se ofreció hablar del ci-
tado Serviez, y tomando la palabra el francés Lefebre,
refirió que no era tal Serviez, sino Sangeron; que él
lo había conocido en Filadelfia, y que había vivido en
su compañía tres meses, y que hallándose sumamente
escaso de dinero había vendido una berlina y un ca-
ballo que. se le había alquilado para transportarse a
un puerto de los Estados Unidos; que asimismo oyó
decir en la citada ciudad de Cartagena a algunos ex-
tranjeros, que el motivo de haber tomado el apellido
de Serviez había sido porque en la isla de Guadalupe.
donde vivió este sujeto, había muerto un caballero
Serviez, dejando un caudal considerable, y que el dicho
Lefebre dijo, que era alemán; que el irlandés Artus
Forester que se halla en la villa del Socorro, le ha dicho
a este declarante que vino con el citado Serviez de la
isla de San Bartolomé a Cartagena; decían los extran-
jeros que el mencionado Serviez había estado en po-
sesió-t en la referida isla de Guadalupe, más de un
año, :le las referidas propiedades que había dejado
allí t.n sujeto del mismo apellido; que había sido co-
ronel y edecán del Gobernador, pero que después fue
denunciado por un marinero, y habiéndosele preve-
nido que acreditase los papeles en virtud de los cuales
había entrado en posesión de la herencia del finado
Serviez,.y qu~ nO_-PJldiéndolp.ver:i(icar.1.&<!lió.de.s.t.eJ.ra-_.
do por orden del dicho gobernador de la referida isla;
que el mismo Forester le ha expresado a este oficial
que igualmente oyó decir a los extranjeros que le
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26 SERGIO ELÍAS ORTIZ
estaba prohibido servir en la milicia bajo el gobierno
británico" 12.
Hay luego en la vida de Serviez otro punto oscuro.
¿Sirvió él en Venezuela a órdenes del general Francisco
de Miranda? El respetado historiador Julio Mancini,
en su Bolívar y la emanciPación de las colonias espa-
ñolas, obra laureada por la Academía Francesa con el
premio Marcellin Guérin, afirma que Serviez, estando
en Estados Unidos, tu va conocimiento de la insurrec-
ciÓn de Venezuela y de la presencia de Miranda en
este país y como en otro tiempo lo había conocido,
"se embarcó para La Guayra, se reunió con el gene-
ralísimo en Valencia, le ofreció sus servicios y fue ad-
mitido en el acto en calidad de comandante en jefe
del cuerpo de caballería y de ayudante general del
dictador" 13. Es éste el único dato serio que hemos
encontrado respecto de la presencia de Serviez en Ve-
nezuela, pero como la fuente que sirvió de base a
Mancini para sus afirmaciones históricas sobre el ge-
neral fueron sus supuestas Memorias que contienen
tantas inexactitudes, nos limitamos a anotar el dicho
de Mancini, a título de simple referencia, sin acep-
tarlo como hecho seguro y perfectamente comprobado.
En cambio prestamos mayor asentimiento a la ver-
sión de Gutiérrez Ponce, dada con base en los archivos
de los Gutiérrez Vergara y Gutiérrez Moreno, sobre
el viaje directo de Serviez desde las Antillas a Nueva
Granada, sin tocar con Venezuela. Es muy cierto que
don Agustín Gutiérrez Moreno fue comisionado en
octubre de 1812 por el gobierno de la provincia de
Cartagena, que en el año anterior había declarado su
independencia absoluta de España, para que f~ese a
las Antillas en busca "de víveres, elementos de guerra
y hombres de tropa, así como expedir patentes de
corso para luchar contra los corsarios de Santa Marta".
En el desempeño de esta comisión, Gutiérrez Moreno
sufrió muchas contrariedades y pérdidas, pero al fin,
en la isla de San Bartolomé, "repartió once patentes
12 GARCIA SAMUDIO. NÍcolás. Las Memorias del geneml Servie¡;,
160.
13 MANCINI. Jules. ob. cit., 374.
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FRANCESES EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 27
de corso que en breve quitaron muchas fuerzas a los
de Santa Marta, e hicieron ingresar a Cartagena más
de 40.000 pesos. Celebró, además, una contrata de fu-
siles, y logró reclutar cerca de cien hombres; pero a
última hora se le desertó el mayor número, quedán-
dole solo treinta, con los cuales largó las velas el 24
de marzo de 1813, haciendo rumbo a Cartagena, en
cuya bahía ancló el 3 de abril. Llevó entre ellos al te-
niente coronel Manuel Serviez, que se encaminó a
Popayán, cuyo gobierno había pedido un oficial inte-
ligente para disciplinar las tropas" 14.
Esta versión, como decimos, parece la más ajustada
a la realidad y ha sido aceptada, entre otros historia-
dores, por Botero Saldarriaga, al paso que ninguno de
los historiadores venezolanos, con una sola excepción,
menciona a Serviez en las campañas de Venezuela de
1811 y 12, ni se registra su nombre en las listas de los
venezolanos y extranjeros que escaparon de Caracas y
otros puntos, a la caída de Miranda, para salvarse de
las represalias de Monteverde y sus secuaces 15.
Prestó Serviez sus servicios en Cartagena a su llega-
da a esta plaza? Doña Soledad Acosta de Samper dice
que apenas llegado Serviez a la Nueva Granada, se
puso a órdenes del coronel Cortés Campomanes, a quien
se había encomendado la pacificación de las Sabanas
rebeladas contra el gobierno de Cartagena 16. Monsalve
asegura también que Serviez hizo la campaña del bajo
Magdalena con Cortés Campomanes en esa provincia
hasta que por intermedio del gobierno de la Unión
fue llamado como instructor por los republicanos de
14 GUTIERREZ PONCE, Ignacio, Vida de don Ignacio Gutiérre~
Vergara, 102.
15 Entre los autores colombianos sólo Monsalve hace llegar a
Serviez a Cartagena, el 14 de noviembre de 1813, procedente de Ve-
nezuela, con los emigrados Simón Bolívar, Vicente Tejera, José
Félix Rivas y otros. Error evidente, en lo que se refiere a Serviez,
_____ quien en esta_f~cha_!Iª~Ia__Y~_~á~_<le~es_m~~~~~~e estab!J~chan-
do contra los realistas del Valle del Cauca (Cf. LOPEZ, José Hilario,-
Memorias, 1, 25, 27.)
16 ACOSTA DE SAMPER, Soledad, ob. cit., 16.
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28 SERGIO ELÍAS ORTlZ
Popayán 17. La permanencia de Serviez en este teatro
de guerra de las Sabanas de Cartagena debió ser muy
corta, quizá de menos de un mes, y su viaje al Cauca,
pudo verificarse antes de terminarse la campaña, pues
en julio de 1813 estaba ya en la ciudad de Cartago.
De no ser así, no se explicaría el silencio de las histo-
rias tratándose de un hombre recio, todo fuego, todo
acción, que daba siempre qué hablar, superior quizá
en arrestos a sus conmilitones los Carabaños y Cortés
Campomanes. Algún hecho habría señalado su presen-
cia en las Sabanas de la provincia de Cartagena.
Sea de ello lo que fuere, es lo cierto que al poco
tiempo de estar en Cartagena emprendió el largo y
penoso viaje y en aquellos días no exento de peligros
desde la Cartagena de Indias convulsionada por las
disenciones y no completamente segura de su destino,
a la Santafé de Bogotá que aun no rompía definitiva-
mente sus ligaduras con la metrópoli. El viaje lo hizo,
según Botero Saldarriaga, por la vía del Magdalena y
luego por tierra por el antiguo camino de Ocaña.
Aunque no hay dato cierto sobre su llegada a la capi-
tal del extinguido Virreynato de la Nueva Granada,
dos notas del curioso diario de José María Caballero,
nos permiten suponer que arribaría entre el 11 y el
13 de mayo. Dice así el ingenuo cronista: "11. Martes
(mes de mayo). Entró un francés descarriado, quién
sabe de dónde lo vomitó Satanás; aventureros mendi-
gos que vienen así para después mandarnos". 13. Jueves.
Entraron más dos franceses. Esto está fiero; admitir
extranjeros sin mandarlos venir. Pues no es fácil que
sean emisarios cuando no de la Francia, de España?
Vaya!" 18. Estos tres franceses que tanto pánico ponían
en el ánimo del candoroso anotador es más que posi-ble que fueran Serviez, Bobin y Dufaure porque a
poco los encontramos a los tres en el Valle del Cauca.
Llegó Serviez a la confiada y gélida Santafé en mo-
mentos en que, calmados un tanto los ánimos, después
de darse la batalla de las ideologías constitucionales
17 MONSALvE, José Dolores, Don Antonio de Villavicencio, n.36.
IR CABALLERO, José María, Libro de varias noticias que han
sucedido en esta caPital de Santa Fe de Bogotá, 177.
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FRANCESllS EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 29
entre centralistas y federalistas y hecho bien o mal la
paz entre el gobierno y el congreso, todos empezaban
a mirar la cruda realidad en que se forjaba el porvenir
de la patria. Se había perdido inútilmente, en discu-
siones bizantinas, todo el año de 1812; luego en una
guerra intestina empezó a perderse el crédito del país,
la riqueza pública y la sangre de hermanos, en vez de
emplear todas las fuerzas en la consolidación de la re-
pública y en apurar el rompimiento con la madre
patria. Ahora, sin haberse ganado nada en el terreno
ideológico, se contemplaba una situación, si no des-
esperada, si de bastante gravedad. En el sur, en las
temibles montañas de Pasto, acababa de ocurrir una
catástrofe con la pérdida de las tropas patriotas de
Caicedo y Macaulay y el fusilamiento de éstos, con la
consecuencia inmediata de la invasión del coronel es-
pañol Juan Sámano al Valle del Cauca con fuerzas
respetables apoyadas desde Quito por el presidente
Toribio Montes. Por Santa Marta y por los valles
de Cúcuta había serias amenazas de expediciones puni-
tivas hacia el interior del Virreynato. En suma, el ho-
rizonte se presentaba ensombrecido para los padres de
la patria y por lo mismo, aquietados los ánimos y la
pugna partidarista, querían obrar de acuerdo con los
hechos.
De todas estas circunstancias y de los proyectos fu-
turos debió tomar nota Serviez, para lo de su gobierno
y para su voluntad de servir, en sus conversaciones con
los miembros del congreso y con el presidente N ariño,
en cuyo palacio tenían amplia acogida los volunta-
rios franceses, pues él los entendía en su propia lengua
y tenía confianza en ellos por ser ajenos a las pasiones
políticas latentes en la capital y veteranos de las gue-
rras de Europa. Las cualidades de energía, experiencia
técnica y los antecedentes de Serviez debieron impre-
sionar favorablemente a los hombres de gobierno, pues
a poco le fue confiada la misión de marchar a conte-
ner el desastre del ejército del sur. El 11 de julio anota
el cronista Caballero: "Hoy se ha echado leva para
-~-la- eX¡Jenición- apop-..yá:n;- yseha:n llena:do de- gente
los cuarteles de Patriotas y Milicias. Dicen que don
Juan Sámano viene invadiendo la provincia de Popa-
yán y que intenta entrar aquí para que se reconozca la
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30 SERGIO :ELlAS ORTlt
Regencia." El día 13, el cronista apunta: "Salió la P
División de Auxiliar. Salió don Tadeo Vergara con 100
hombres, a disgusto de la mayor parte del pueblo por
la noche salió la Artillería y soldados de caballería" 19.
Es muy posible que Serviez saliese con algunos de estos
grupos, si es que ya no lo había hecho antes, en calidad
de jefe, con el nombramiento otorgado por el Congreso
de Comandante en jefe del desbaratado ejército del
Cauca, como anota Botero Saldarriaga, o llamado por el
gobierno de Popayán, como quiere el historiador José
Manuel Restrepo, con el grado de teniente coronel. Lo
más grato a su corazón de patriota y a sus ideas de re-
volucionario, fue la proclamación de la independencia
absoluta de Cundinamarca de todo poder extranjero
en los días de su marcha a tierras caucanas, según lo
expresará más tarde en carta al doctor Camilo Torres
sobre sus experiencias en este teatro de la guerra 20.
A fines de junio de 1813 llegaba Serviez a la ciudad
de Cartago, en momentos en que llegaba también allí
una parte del desbandado ejército del sur. Oigamos la
relación que hace del encuentro con el militar francés,
de su psicología de hombre de cuartel, de sus cualidades
y defectos de jefe de tropas y de sus energías, un subal-
terno suyo que lo respetaba y admiraba, el benemérito
prócer José Hilario López, más tarde presidente de la
república.
A pocos días, dice López, llegamos a Cartago, ya re-
ducidos a cosa de 150 hombres. Allí encontramos al
teniente coronel francés Manuel Roergas de Serviez,
recomendado por el gobierno de Santafé para que se
le diese servicio en nuestra columna. Inmediatamente
se le confirió el mando de ella. Y este jefe aguerrido en
Europa, y acostumbrados a la autoridad y a la discipli-
na militar, empezó a hacerse conocer por rasgos tan se-
veros y temerarios que a no haber sido por las circuns-
tancias críticas en que nos hallábamos y por el patrio-
tismo de nuestros oficiales, no habría tenido dos días
de mando. Apenas se hacía entender en muy mal espa-
19 Ibidem. 180.
20 Carta del Comandante Manuel Serviez al doctor Camilo Torres.
Cartago 2 de agosto de 1813.
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FRANCESIi'S EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 31
ñol, pero apesar de esto él mismo nos enseñaba el ma-
nejo del arma a la francesa, y las evoluciones princi-
pales. Constantemente reunía ya a los oficiales y cadetes,
ya a los sargentos y cabos para incuIcarles sus deberes en
todo sentido; y se puede asegurar que este hombre ex-
traordinario e infatigable no dormía nunca, pues pasa-
ba las noches rondando las guardias, haciendo pasar
listas, ejercitando algunas veces en el campo y en la
oscuridad y dando sorpresas a los centinelas, en térmi-
nos que llegó el caso de arrojarse sobre uno, desarmarlo
y matarlo con un fuerte golpe que le dio sobre la ca-
beza con la llave de una carabina que llevaba siempre
terciada a la espalda, porque no le había dado el ¿Quién
vive? a tiempo.
Llenos de confianza esperábamos en Cartago los
auxilios de tropas que se nos habían prometido de San-
tafé; pero estos no llegaron nunca y entre tanto el ene-
migo, aunque lentamente, marchaba sobre nosotros.
El duro carácter de Serviez había disgustado a la tropa,
de la cual desertó un tercio, quedando reducida la co-
lumna como a 400 hombres. En tal estado de cOSasse
resolvió continuar la retirada hasta Piedra de Moler,
a la ribera derecha del río de La Vieja, con el objeto
de preservarnos de ser envueltos y de permanecer en
observación, mientras reforzados por las tropas de San-
tafé podíamos tomar la ofensiva. En vano aguardába-
mos los deseados auxiliares, pues aunque éstos ha-
bían llegado a Ibagué, no habían recibido órdenes para
continuar sus marchas y atravesar la montaña del Quin-
dío. Sámano ocupó a Cartago con 1.000 hombres. Serviez
que le observaba desde la cima de Cerrogordo, no pudo
disimular el contento que sintió al ver al general espa-
ñol y muchos de sus oficiales con quitasoles abiertos, y,
riéndose a carcajadas, como un insensato, ordenó que
un destacamento de 25 hombres defendiese, a las órde-
nes del bravo capitán José Joaquín Quijano, el acceso
al cerro, mientras él iba a Piedra de Moler, distante
más de media hora, a traer el resto de la columna. Allí
--se preseíftoagitactoperoreooi<ifido de-goz6. Como por-
encanto había cambiado sus miradas feroces y su sem-
blante adusto. Riéndose siempre y halagando a todos,
nos hizo tomar las armas y marchar al encuentro del
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32 SERGIO E L ÍA s ORTlZ
enemigo, repitiendo sin cesar: "Ese Sámano y su tropa
no son sino una canallá esos no son soldados; traen
quitasoles; los batiremos hoy mismo. !Muchachos! Hoy
dormiremos en Cartago o más adelante. Precisamente
venceremos a los españolistas. Es imposible que puedan
resistir a soldados tan buenos como los que mando.
Marchad unidos y con velocidad;oid mi voz y el triun-
fo es infalible.
Eramos menos de 40 hombres los que marchábamos
con el comandante Serviez; pero íbamos llenos de reso-
lución y confianza. Yo no habría cambiado por nada
de este mundo mi posición. Ya habíamos rendido los
dos tercios de Piedra de Moler a la altura de Cerro-
gordo, cuando empezamos a oir el fuego del fusil. Re-
doblando, en consecuencia, nuestros pasos para auxiliar
oportunamente al capitán Quijano, pero esto era im-
posible. Este bizarro oficial se defendía ya en retirada,
porque le había sido imposible impedir el paso con 25
hombres a una masa de 1.000, a quienes no obstante
disputaba el terreno palmo a palmo. El enemigo había
coronado la altura, y Serviez ordenó batirle en posicio-
nes dominantes. Su orden fue ejecutada con placer y
puntualidad; cargamos a los realistas hasta el pie de una
barranca escarpada, bajo cuyo fuego era imposible pasar.
La noche llegó, nuestras municiones escaseaban. Había-
mos perdido varios hombres, entre ellos a uno de nues-
tros mejores oficiales, el capitán José María Barrionuevo
(hoy teniente coronel), gravemente herido. La empresa
era en tales circunstancias más que temeraria. Serviez
dispuso entonces que el teniente Manuel Antonio Pi-
zarra (hoy teniente coronel) con 12 hombres permane-
ciese hasta nueva orden al pie de la barranca. Yo me
ofrecí para acompañar al teniente Pizarra, y es un
milagro que, no habiendo recibido orden de retirada
hasta las tres de la mañana del día siguiente, no se hu-
biese dado cuenta el enemigo de que ni eran ya 60
hombres sino 12 solamente los que hacían frente. Con-
fieso que pasé una noche cruel, acosado de hambre,
amenazado de riesgos positivos, pues nos hallábamos a
quemarropa y oíamos cuanto hablaban los realistas.
Nuestra seguridad la debimos a los troncos de los árbo-
les que nos servían de parapeto. Los enemigos tenían
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FRANCESES EN LA INDÉPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 33
perros y éstos latían incesantemente de la parte donde
nos encontrábamos, lo que les advertía nuestra aproxi-
mación, aunque en vez de explorar el campo se conten-
taban con hacer grandes descargas dirigidas al pie de la
barranca. N o puede negarse que en terreno igual ha-
bíamos podido batir con 200 hombres toda la columna
realista, que entonces mostró su cobardía, como la im-
pericia de sus jefes.
Serviez se había retirado a poca distancia. A las seis
de la mañana habíamos repasado el río y a las siete
continuábamos nuestra retirada en el mejor orden y a
la vista de las avanzadas enemigas. El teniente Pizarro
con 10 hombres 9.ue le restaban de los 12 que mandaba,
pues había perdido 2 durante la noche, marchaba a
retaguardia destinado a proteger la retirada. A poca
distancia ordenó Serviez hacer alto y defender un des-
filadero llamado el Santo de la Pradera, a cuyo fin
construimos parapetos e hicimos algunas palizadas.
Más como no llegó noticia de nuestro jefe que el
enemigo podría cortarnos marchando por una ruta
paralela que iba a resultar en el punto de El Roble,
a nuestra retaguardia, continuó la marcha en retirada
ya casi entrada la noche. Al día siguiente llegamos a
Las Cañas, en donde se nos aseguraba que encontra-
ríamos algunos destacamentos auxiliares que se habían
marchado ya de Ibagué, pero no encontramos ni noti-
cias. Serviez resolvió hacer alto hasta el último extremo,
siempre con la esperanza de los auxiliares de Santafé,
que esperaba de un momento a otro. Al segundo día
se reunieron los oficiales bajo unos guayabos con el
designio de quitar el mando a Serviez, fundados en que
los proyectos temerarios del jefe no podían producir
otro efecto que el del sacrificio infructuoso del resto de
la columna, reducida ya a unos 70 hombres entre ofi-
ciales y tropa, a la vez que continuando la marcha re-
trógada hasta encontrar los auxilios reunidos a éstos,
nos hallábamos aptos para las operaciones que debieran
aprenenderse. Otra de las razones era la absoluta falta
-- -aevíveres yta ninguna~speranzauque habfa- de poder-
los adquirir. La resolución había sido adoptada unáni-
memente y se iba a poner en ejecución cuando el fuego
del enemigo nos anunció un nuevo y desesperado com-
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SERGIO ELÍAS ORTlt
bate. Ya no era posible deponer del mando a Serviez,
la mayor parte de los oficiales huyó y a su ejemplo los
dos tercios de la tropa. No quedaban haciendo frente
sino el comandante Serviez y los oficiales de Pizarro,
Molina y Esparza con cosa de 20 soldados, entre los
cuales estaba yo. El enemigo, siempre temeroso, sin duda
porque suponía que habíamos recibido auxilios, en
lugar de continuar su carga sin dificultad alguna, lo que
hizo fue desplegarse en guerrillas, manteniéndose su
jefe con la masa de sus fuerzas a una prudente distancia;
increíble parecería esta relación si no viviesen todavía
algunos de los testigos presenciales del hecho. Serviez
se pone a nuestra cabeza. Unas veces dirige personal-
mente algunos tiros de metralla con un miserable pe-
drero de hierro del calibre de a 3 que teníamos mon-
tado y atado sobre unos estacones a falta de cureña;
otra hace fuego con su carabina, siempre animándonos
con su heróico ejemplo. Mas de media hora llevábamos
de combate en que habíamos perdido al teniente Mo-
lina, gravemente herido, ya la mitad de nuestros veinte
soldados. Pero Serviez no desconfía del éxito. Herido
él mismo en una pierna ordena al más que valiente
teniente Pizarro hacer una carga al enemigo con seis
hombres; Pizarro obedece con energía. Nos vamos con
las manos y en la refriega perdemos 3 hombres. Un
individuo del enemigo, más valiente que los otros, nos
obliga a replegar cargando denodadamente a la cabeza
de algunos soldados. Este, colocado tras un guayabo,
había acertado 2 tiros; Serviez me ordena disparar sobre
él diciéndome: "Cadete, tira ese canalla"; yo tuve la
suerte de no fallarle. El individuo al mismo tiempo
me acosaba a unos treinta pasos de distancia. Después
supimos que este soldado era hermano del alférez Es-
parza que nos acompañaba. Serviez tuvo la frescura de
felicitarme dándome tres besos y un abrazo. Hombre
sin igual, todavía tomaba medidas a sangre fría; en
medio de una situación tan crítica, dispuso que salvá-
semos el pedrero haciéndolo cargar sobre una mula que
estaba tras el rancho, y ayudando él mismo a la opera-
ción; conc1uída ésta me ordenó tirar la mula hasta el
instante en que salí de la barraca, cayó el animal he-
rido a la vez de muchas balas. Todavía ordenó Serviez
que quitásemos el cañón de sobre el animal y lo ocul-
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FRANCESES EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 35
tásemos entre el bosque, y que lo ejecutáramos el te-
niente Pizarra y yo. En este tiempo ya estábamos solo los
tres y nos salvamos por el camino recto bajo una gra-
nizada de balas, y cargados a la bayoneta, habiéndonos
reunido después a unos 10 hombres más de los que nos
habían abandonado antes a nosotros.
N o es posible formamos una idea exacta de lo que
sufrimos en nuestra retirada, atravezando la desierta
montaña del Quindía. Basta decir que no teníamos ni
cobijas para abrigamos durante la noche en un país
demasiado frío en muchos lugares, principalmente en
el páramo. No nos alimentábamos sino de carne medio
cruda de mulas moribundas que los pasajeros abando-
naban en semejantes parajes cuando se han fatigado
y estropeado en términos que no hay esperanzas de
salvadas. Dos de mis compañeros cadetes, de los cuales
uno de ellos es el señor Francisco Delgado y Scarpetta,
ya citado, fueron condenados por Serviez, en la retirada,
a recibir 25 golpes de vara sobre las espaldas porque se
resistían a comer mula cuando el hambre no había lle-
gado a su término. Por fortuna los enemigos no nos
persiguieron sino algunas leguas, y nos dejaron hacer
nuestro tránsito deseis días de montaña hasta la llegada
a Ibagué. Una jornada antes, en el sitio llamado Las
Tapias, encontramos ya algunos destacamentos de nues-
tros soldados auxiliares y un pequeño socorro de víveres
que, gracias a su escasez, no nos causaron la muerte:
tal fue la avidez con que los devoramos.
A Ibagué llegamos a fines de julio de 1813. Nuestra
columna estaba entonces reducida a unos 20 oficiales
y a otros tantos individuos de tropa. El coronel Cabal,
que comandaba la que se había retirado en esta ciudad
destinada a nuestro auxilio, vino a recibirnos como a
una legua. Allí formada una parte de los auxiliares, y en
presencia de algunos de los derrotados que no habían
entrado en la ciudad, Serviez, todavía medio desnudo,
dio cuenta en lengua francesa, que Cabal conocía muy
bien, de los sucesos ocurridos; en tres ocasiones diversas
--- ------se--<lirig-ió- a mí.- ID e = 'l hr;¡7Ó Y--he~ó h;¡cipncIo a CabaLre,_
ferencia de mi distinguida conducta" 21.
21 LOPEZ, José Hilario, Memorias, 1, 36.
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36 SERGIO ELÍAS ORTlZ
Imposible trazar un cuadro más vivo de lo que fue
esa retirada estratégica de Serviez por la terrible mon-
taña del Quindío. En esta página maestra del testigo
ocular José Hilario López, cadete entonces de la escue-
la práctica de los campos de batalla y más tarde general
de la república, quedó como estereotipada la persona-
lidad de aquel gran militar: su temeridad en los lances
difíciles, su rigidez de soldado, sus energías de hombre
valiente, su fe inconmovible en el triunfo de la liber-
tad, sus dotes de militar y sus defectos de procedimiento,
que serían los mismos distintivos que le acompañarían
en todas sus empresas, hasta caer vencido en una oscu-
ra celada en las soledades del río Apure.
Llegado Serviez a Ibagué, de orden del coronel Ca-
bal se dedicó inmediatamente a reclutar y a adiestrar,
como solo él sabía hacerlo, un grupo de caballería de
lanceros que ya había empezado a formar el capitán in-
glés Guillermo Enrique Virgo y que iba a destinarse pa-
ra ir a la campaña de liberación del sur que se preparaba
en Santafé en esos precisos momentos. Vivían entonces
juntos en Ibagué y continuaron luego formando un
grupo íntimo de camaradas, hasta que una ocurrencia
desgraciada los separó, Serviez, Virgo y José Hilario
López y tenían como soldado asistente al holandés
Carlos Ludovico 22, más tarde mayor del ejército de
Colombia.
Mientras con renovado fervor Serviez y Virgo cum-
plían su cometido en Ibagué, de Santafé empezaron a
salir con dirección al sur los efectivos del ejército para
la primera gran campaña libertadora en la Nueva Gra-
nada bajo el comando superior del presidente Nariño
por determinación y voluntad del congreso. La concen-
22 Monsalve, ob. cit., hace a Ludovico italiano, cuando todos los
autores que hemos consultado le asignan como patria a Holanda
José Hilario López que convivió con él, es la mejor autoridad para
decirnos el verdadero origen de este prócer de nuestra indepen-
dencia. A él no atenemos y por lo mismo continuaremos teniendo
a Ludovico como el mejor representante de los Países Bajos en
nuestros anales de la guerra magna. Los biógrafos Vergara y Scar-
petta. señalan la isla de Curazao como lugar de nacimiento tie
Ludovico. (Ob. cit., 277).
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FRANCESES EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 37
tración de tropas debía verificarse en el pueblo de Pu-
rificación y allí tenía que acudir, por lo mismo, el grupo
de caballería de Serviez, según orden recibida del co-
mandante Cabal, dentro del plan acordado por el ge-
neral N ariño para la marcha hacia Popayán. En Puri-
ficación debió demorar el ejército en espera de Serviez,
pues éste quería presentar una fuerza digna de ir a la
vanguardia, bien disciplinada y mejor acondicionada, y
por ello hubo de emplear más tiempo del convenido.
Reunido allí el grueso de las tropas, que contaban al-
rededor de dos mil hombres, se continuó la marcha hacia
La Plata, segunda etapa principal y lugar donde debía
continuar perfeccionándose la instrucción militar y a
donde se llegó el 25 de octubre.
y aquí viene ahora un episodio doloroso de nuestra
historia en que juega el principal papel la flaqueza
humana de nuestros próceres. Al grupo de oficiales
granadinos se había agregado otro, menos numeroso, de
militares extranjeros, utilísimos en esas circunstancias
por sus conocimientos técnicos y sus experiencias de las
guerras de Europa. Entre esos extranjeros se contaban
varios españoles como Manuel Cortés Campomanes,
José Ramón de Leiva, Narciso Carretero, Pascual An-
dreux, José María Barrionuevo, José María Aguilar,
Francisco Batía y otros; algunos franceses como Serviez,
Alejandro Bobin, Dufaure, Castelli, el conde de Silis-
que, el barón de Schambourg; los ingleses Beberley y
Virgo, y el holandés Ludovico. El coronel Cortés Cam-
pomanes y el teniente coronel Serviez tenían altos
cargos en el ejército: el primero, como coronel de inge-
nieros, corría con la instrucción de la infantería y des-
empeñaba, además, el delicado empleo de jefe del
estado mayor general; el segundo, como técnico en el
arma de caballería, estaba hecho cargo del escuadrón
de cazadores en calidad de comandate. Uno de ellos, o
ambos, aconsejó a Nariño, como medida urgente, el
cambio de toques en la ordenanza que regía y el cam·
bio, igualmente, de la táctica española, que aun se usaba
- --- -----por las-tropaspatl'iotas, p6l' los--métedo&- france--ses-así en--
el manejo de las armas, como en las evoluciones. Accedió
a ello Nariño y los dos expertos militares se pusieron
a la obra con excelentes y positivos resultados. Con todo,
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38 SUCIO ELÍAS ORTlZ
Serviez se permitió algunas críticas severas a la forma
de conducción del ejército. Decía con frecuencia que
"con la cuarta parte de las tropas que se preparaban
para obrar sobre el general Sámano, y sin la gruesa arti-
llería que se llevaba, él destruiría cuatro veces a Sá-
mano". Otras veces "se burlaba de los aparatos que se
hacían para la guerra y decía que ese ejército se asimi-
laba en su tren y lujo a un ejército asiático" 23. Cortés
Campomanes y Serviez, eran, por otra parte, duros en
el trato con los oficiales granadinos, y esas críticas, fun-
dadas o nó, y este proceder, les acarrearon la mala vo-
luntad de algunos e inclusive el disgusto del general
Nariño. Una acusación preparada en estas circunstan-
cias para hacer aparecer a Cortés Campomanes y a
Serviez comprometidos en una conjuración contra el
jefe del ejército, acabó por perderlos. La acusación, en
efecto, se fraguó sobre las más pobres bases, precisamen-
te en momentos de continuar la marcha hacia Popayán.
Oigamos cómo refiere el caso el testigo presencial José
Hilario López:
"Dispuesto estaba ya todo para ponerse en movi-
miento, cuando un día fui sorprendido por la orden
verbal que me comunicó un oficial, contraída a que pu-
siese de manifiesto los papeles y equipajes del coman-
dante, añadiéndome que éste se hallaba preso, igualmen-
te que el coronel Campomanes, el Barón de Chambull
y otros extranjeros. ¿Por qué causa?, le dije yo. "Por
traidores, me contestó, y es prohibido a usted el acercarse
a su prisión, pues tiene que declarar en el proceso." A
fe mía, le repliqué, que soy ignorante de cuanto pueda
haber pasado, y no creo que mi comandante fuese
traidor. Puse a su disposición, como se me ordenaba,
los pocos papeles de mi comandante, que examinados
no daban ni la más remota idea de traición. En seguida
se inventarió su equipaje, y se le dejó depositado en
mi poder. A poco rato llegó mi capitán Vega (Virgo)
y me dijo que estaba admirado de lo que acababa de
suceder y que temía que a él también se le complicase
en la calumniosa acusación que se había hecho contra
su amigo Serviez; pero que lomás extraño era que el
23 LOPEZ, José Hilario, Memorias, 1, 36
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FRANCESF.'i EN LA INDEPEI>DENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 39
calumniador fuese un oficial europeo y protegido por
Serviez" 24.
Aunque no hemos podido encontrar el proceso se-
guido contra Serviez, por el que se le instauró al capitán
José Barón de Shambourg, que publicamos en la ter-
cera serie de Colección de Documentos para la Historia
de Colombia 25, sabemos que todo principió por una
fenomenal borrachera que pilló el capitán Shambourg
el 24 de noviembre de 1813 en el Salado de Tepa,
cercanías del pueblo del Pedregal. Este oficial aristó-
crata era aficionado a las bebidas embriagantes y cuan-
do se propasaba, como en esta oportunidad en que sus
compañeros del estado mayor, capitanes Miguel Mon-
talvo y José Salgar le proporcionaron licor y ponche en
cantidad, perdía el juicio. En este estado se propasó en
insultos contra los oficiales que lo rodeaban y profirió
amenazas propias de borracho de que él mataría a Na-
riño al llegar a Popayán y se desató en injurias y ca-
lumnias contra éste, de tal forma que hubo de ser
arrestado y como no era la primera vez que estando en
este estado, o cuerdo, hubiera vertido expresiones ca-
lumniosas contra el general Nariño, el capitán Montalvo
elevó parte ante la comandancia general del ejército
y ésta dispuso que se siguiera la averiguación corres-
pondiente.
Ahora bien: dentro de la averiguación de los he-
chos, el capitán Shambourg dejó deslizar algunas sospe-
chas sobre sus superiores Cortés Campomanes y Serviez
por algo oscuro relacionado con la correspondencia de
éstos y supuestas apreciaciones sobre el jefe del ejército
que se estimaron por el juez militar, encargado de ade-
lantar el proceso, como suficientes para detener a esos
dos altos oficiales y seguirles causa, a cada uno por sepa-
rado, por un imaginario delito de conjuración de acuer-
do con los cargos que les hacía el descontrolado Barón.
Puestos presos los supuestos conjurados se les adelanta-
ron las causas por diferente cuerda, lo que hizo demorar
más de lo conveniente al ejército en La Plata. Perfeccio-
24 Ibidem, 37.
25 ORTIZ, Sergio Elías, Colección de documentos para la His-
toria de Colombia (Tercera Serie), pp. 85-192.
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SERGIO ELÍAs ORTlZ
nadas las diligencias hasta el estado de sentencia, fueron
despachados los sindicados a Santafé. En carta de 18 de
diciembre de 1813 dirigida por el general Nariño al
encargado del poder ejecutivo, don Manuel Bernardo
Alvarez, le dice:
"Tio Manuel: ... Mañana siguen\ r-ara esa las causas
de Campomanes, Serviez y Sharburg; éstos para Carta-
gena y yo para Popayán ... Las causas van sin concluirse
en estado de sentencia, en los términos que usted
verá. o. En las causas verán una carta de Pamba y lo
de Azuero; con ambos es menester que se tome una
providencia definitiva. A Honda se dan las órdenes para
el embarco de los que siguen a Cartagena; quién sabe
cómo se portarían allí, cuando dejaron pasar sin pasa-
porte a Casten" 26.
Los historiadores han condenado, por regla general,
la conducta de Nariño en esta emergencia. José Hilario
López testigo ocular de los acontecimientos, expresa su
juicio en estos términos: "En mi opinión, no hubo ni
asomos de delito en la conducta de las víctimas. Un
exceso de celo y emulación de parte del general N ariño,
que, acaso por las críticas que se le habían hecho, creía
que esos oficiales facultativos y llenos de recomenda-
ciones podían eclipsar su gloria militar. Estéril consi-
deración e indigna de un alma grande. ¡Cuántos males
nos habrá acarreado la intempestiva proscripción de
Campomanes y Serviez" 27.
Según Restrepo, influyó en el ánimo del general
Nariño el hecho de que tanto Cortés Campomanes,
como Serviez, habían sido destinados por el congreso,
circunstancia que los hacía odiosos no solamente a
N ariño, sino a sus oficiales de confianza, todavía im-
buidos en los odios partidaristas. "Como Nariño jamás
había sido militar, dice Restrepo, y era su primera
campaña la del sur, no contando las dos guerras civiles
con Tunja y el Congreso, muchos creían necesaria la
presencia de Campomanes y de Serviez; a su falta atri-
26 POSADA, Eduardo e IBA¡I;¡EZ,Pedro María, El Precursor, 420.
27 LOPEZ, José Hilaría, Memorias, 1, 37.
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FRANCESES EN LA INDEPENDENCIA DE LA GRAN COLOMBIA 41
buyeron algunos en, gran parte las desgracias que sobre-
vinieron después a este ejército" 28.
Los presos, según datos del cronista Caballero, lle-
garon a Santafé el 8 de enero de 1814; el 18 del mismo
mes "se comenzó, dice, el consejo de guerra, con asis-
tencia de todos los oficiales, para la relación que se hizo
en Palacio de la causa de.! coronel Campomanes y del
barón inglés, (sic) sobre la conspiración contra el pre-
sidente; no se concluyó" 29. Creemos que ese mismo día
se terminó todo a favor de los sindicados, pues a fines
del mismo mes estaba ya Serviez en Medellín, a donde
había llegado a por..erse al servicio del gobierno de An-
tioquia "como instructor de los oficiales y soldados del
Cuerpo Auxiliar que se destinaba para abrir operacio-
nes en el sur de la república de la Nueva Granada
contra las fuerzas realistas", según aparece del mensaje
dirigido el 28 de febrero de 1814 por el dictador Juan
del Corral al cuerpo legislativo de Antioquia. Botero
Saldarriaga, quien ha profundizado mucho en estas in-
vestigaciones, nos dice que Serviez con el sabio Caldas,
éste como coronel de ingenieros y director y el francés
como profesor, sostuvieron una academia militar para
ingenieros, fundada por el previsivo gobernante del
Corral y por Caldas, y que uno de los alumnos del gran
Serviez fue el futuro general de división y artífice en
la victoria de Ayacucho, el entonces cadete José María
Córdoba, en quien quedaron profundamente grabadas
las enseñanzas de aquel maestro de la escuela militar
napoleónica 30.
En Antioquia, al servicio de la educación de oficia-
les y cadetes, permaneció Serviez alrededor de nueve me-
28 RESTREPO, José Manuel, Historia de la revolución de la Re·
pública de Colombia, 1, 234.
29 En la semblanza del barón José Schambourg insertamos un
documento sobre el viaje de Campomanes, Serviez y Schambourg-,
desde Honda, por el río Magdalena a Cartagena, a donde no lle-
garon sino Campoman~s y Schambourg, pues Serviez desvió el ca-
____ ~ino_de~~e ::lg¡ínpunto del río para ir a Medellín contratado por
el gobierno de Antioquia como- inst-ructor-de una academia de Ofi·
ciales de que era director Francisco José de Caldas.
30 BOTERO SALDARRIAGA, R., General JOsé María Córdoba,
26.
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42 SUCIO ELíAS ORTlZ
-
ses hasta fines de octubre o principios de noviembre de
1814, pues ya en este mes se hallaba en Tunja llamado
por el presidente del congreso.
¿Cuál era el objeto de esta llamada? Seguramente ne-
cesitaba el congreso de un oficial experimentado en la
lucha que se avecinaba con el estado de Cundinamarca
y se recordaba que en Serviez se reunían las cualidades
de un excelente jefe y de un servidor decidido del fe-
deralismo. El estruendoso fracaso de la expedición de
N ariño en el sur y la permanencia al frente del gobierno
de un hombre anticuado, terco y arbitrario, que quería
conservarse a toda costa en el poder, con el carácter de
dictador, contra el querer de los pueblos y del congreso,
habían ocasionado nuevamente una situación de des-
contento y de pugna partidarista muy semejante a la
que antenormente había encendido la guerra civil. El
congreso, por Su parte, quería a todo trance que CUn-
dinamarca entrase en la confederación para formar un
frente común ante las grandes amenazas que se veían
por todos los puntos

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