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Aborigenes_Cuba (1)

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Inicios de la Colonización
No es hasta fines de 1510 o principios de 1511 cuando se inicia la colonización de Cuba, y nuestros indios son en realidad personajes históricos bien caracterizados, desempeñando papeles de importancia. Pero del descubrimiento a la colonización, la Historia los menciona incidentalmente unas cuantas veces, algunas en buena amistad con los castellanos, y otras como enemigos. Hacia 1509, los de la región de Jagua auxiliaron a Ocampo, que en ese puerto se detuvo al bojear la Isla, y también los de Macaca, donde el mismo Ocampo dejó uno de sus compañeros enfermo, que enseñó a los indios a componer areítos en honor de la Virgen María, cristianizándose su Cacique, que tomó el nombre de Comendador y fue en 1511 amigo de Enciso. También los de Cueibá acogieron benévolamente a Ojeda en 1510, y recibieron del mismo, y en cumplimiento de una promesa que había hecho, una imagen de la Virgen, que el Cacique conservó en gran veneración. Pero en cambio, el mismo Ojeda había sido atacado poco antes por los indios del sur de Camagüey, y Valdivia y sus compañeros náufragos eran atacados y muertos en Matanzas hacia 1510, y Juan de Nicuesa y los suyos sufrían igual suerte hacia 1511 en la parte occidental de la Isla. Posiblemente, algunos de esos indios sabían ya de las atrocidades de la conquista en La Española, y otros no, o unos tenían jefes más agresivos que otros, y de ahí sus distintas actitudes. Pero una explicación muy sugerente nos la ofrece la evidencia arqueológica que hoy tenemos, acusando que los indios de aquellas regiones en que los españoles fueron atacados, posiblemente no pertenecían al mismo grupo cultural que los que tuvieron amistosa conducta. En Jagua, en Macaca y en Cueibá, los principales pobladores eran indocubanos agrícolas, tainos iguales o semejantes a los de La Española; y no así en. la parte occidental de Cuba ni en las ciénagas del sur de Camagüey, donde indios de inferior cultura —guanatahabeyes y siboneyes—, en esos lugares acorralados por la invasión taina, lógicamente vivían en agresiva desconfianza. Más adelante encontraremos otras referencias históricas que parecen confirmar esta sugerencia. En 11 de junio de 1510, ya Diego Velásquez había partido desde Salvatierra de la Sabana para Cuba. En enero de 1512, Diego Colón escribía al Rey trasladándole noticias de la expedición. En marzo de este mismo año, una cédula hace saber a don Diego el real placer por las nuevas de Cuba, elogiando la conducta de Velásquez y apreciando como los indios cubanos son más razonables que los de las otras islas. ¿ En qué consistía esta naturaleza razonable de nuestros indios ~ Parece que se les creía fáciles a convertirse al cristianismo y dóciles a la conquista; y se le reitera a Velásquez que los trate bien, pero que esté sobre aviso para que le tengan respeto. Se ha estimado generalmente que los indocubanos se mantuvieron en actitud pacífica frente a la conquista. Pero en realidad, a falta de grandes acciones guerreras, que no permitían la densidad de población india, ni las diferencias de armamentos, no pocas referencias históricas contradicen aquella creencia, y puede afirmarse que nuestros indios defendieron su libertad muy dignamente, hasta el extremo de que en ningún momento, y mientras la libertad no les fue reconocida en la ley y en la práctica, dejó de haber en la Isla indios alzados. 
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A pesar de que el ex cacique de Guahabá y sus hombres emplearon procedimientos de lucha irregulares, tales como emboscadas y golpes súbitos, seguidos de una rápida salida del combate; de que aprovecharon las cualidades tácticas de las abruptas serranías orientales y del heroísmo que desplegaron, su ejemplo no se extendió a otros jefes y cacicazgos, habituados a vivir independientes, lo que privó a Hatuey de contar siquiera con la superioridad numérica y condujo a que, después de dos o tres meses de resistencia tan activa como infructuosa, se viera obligado a internarse en el país y a buscar refugio en las montañas de la región de Macaca, entre Manzanillo y la Sierra Maestra.
Esto permitió a Velázquez concentrar sus esfuerzos en la búsqueda, captura y aniquilamiento del núcleo de Hatuey, lo que logró después de más de año y medio de incesantes operaciones con varias cuadrillas, gracias a la información obtenida por medio de las torturas a que sometía a los prisioneros que hacía.
Bien conocido es el epílogo. Hatuey fue capturado, acusado de hereje y rebelde y quemado vivo en los alrededores de Bayamo el 2 de febrero de 1512. Refiere Las Casas que instantes antes del suplicio, el sacerdote franciscano Juan de Tesín trató de convertirlo al catolicismo describiéndole las delicias del paraíso, pero que al enterarse el condenado de que allí iban también los españoles, se negó rotundamente a aceptar un bautismo que lo obligaría a encontrarse de nuevo con “gente tan mala y cruel”. 
Pero no solo fue Guamá; en 1523 se produjeron alzamientos de indios cayos en la provincia de Macaca, con un saldo de dos españoles muertos, estancias destruidas e indígenas liberados. Otros focos de alzamientos y palenques estuvieron presentes en Trinidad, Bayamo, Baracoa, Santiago de Cuba y diversas regiones del país, incluyendo la sublevación de los esclavos de las minas de cobre en 1533; todos ellos simultáneos, pero carentes de cohesión entre sí. 
Especial encono tuvo la lucha de los rebeldes contra los indios mansos al servicio de los colonos, a los que persuadían, conminaban y obligaban a abandonar las labores en la minería y las colonias agrícolasestablecidas en 1526.
Los esclavos africanos, que comenzaron a ser introducidos en Cuba desde 1513, y que para 1532 se calculaban en unos 500, 
No fue la abrumadoramente desfavorable correlación de fuerzas en contra de los indocubanos, ni la abolición de las encomiendas decretada por las Nuevas Leyes de 1542 y materializadas en 1553, lo que puso fin a la viril decisión de resistir y luchar, sino la casi total extinción.
Además de las matanzas inmotivadas, los suicidios, el exilio voluntario y las muertes por trabajo forzado, según los frailes dominicos, la hambruna desatada en 1511, al impedirse a los nativos sembrar sus conucos, provocó la muerte de 100 000 de ellos, cifra muy abultada pero que da una idea de la magnitud de la catástrofe. Las epidemias de viruelas de 1519 y 1529 dieron muerte, según cálculos, a la tercera parte de los naturales de Cuba. Hacia 1540 no quedaban más de 5 000 nativos controlados. 
Según fray Diego Sarmiento, para 1544 quedaban solo 893 aborígenes en los poblados españoles; las actas capitulares del cabildo habanero elevan esa cifra hasta 4 000, y Pérez de la Riva señala que, al aplicarse las leyes nuevas, que declaraban libre al indio, solo fueron hallados 1 800 indígenas para liberar y 200 esclavos traídos del continente. Tal vez quedasen algunos miles más, cimarrones, vagando por los montes. Estos tristes despojos fueron concentrados en tres o cuatro lugares para formar algunos pueblos: Guanabacoa, Jiguaní y El Caney. Allí se extinguieron en las primeras décadas del Siglo XVII, al fundirse por mestizaje con la población blanca.
No obstante, todavía hasta 1676 hubo actividad insurrecta aborigen en la Ciénaga de Zapata, protagonizada por macurijes procedentes de Haití.

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