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Enseñanza e Investigación en Psicología
ISSN: 0185-1594
rbulle@uv.mx
Consejo Nacional para la Enseñanza en
Investigación en Psicología A.C.
México
González Fragoso, Claudia; Ampudia Rueda, Amada; Guevara Benítez, Yolanda
COMPARACIÓN DE HABILIDADES SOCIALES Y AJUSTE PSICOLÓGICO EN NIÑOS MEXICANOS
DE TRES CONDICIONES
Enseñanza e Investigación en Psicología, vol. 19, núm. 2, 2014
Consejo Nacional para la Enseñanza en Investigación en Psicología A.C.
Xalapa, México
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=29238007005
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COMPARACIÓN DE HABILIDADES SOCIALES Y AJUSTE PSICOLÓGICO 
EN NIÑOS MEXICANOS DE TRES CONDICIONES 
 
Comparison of social skills and psychological adjustment in Mexican children 
of three conditions 
 
Claudia González Fragoso*, Amada Ampudia Rueda** 
y Yolanda Guevara Benítez*** 
*Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo
1
 
**Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México
2
 
***Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM
3
 
 
RESUMEN 
 
Las habilidades sociales en la infancia guardan una estrecha relación con aspectos como 
autoestima, ansiedad y depresión. Tales variables son indicadoras del ajuste psicológico, 
que puede alterarse en los niños que son víctimas de violencia o que viven en instituciones. 
Para contar con datos sobre niños mexicanos, el presente estudio exploratorio evaluó y 
comparó los niveles mostrados en habilidades sociales, autoestima, ansiedad y depresión en 
tres grupos de niños que se hallaban en condiciones de vida distintas: viviendo 
institucionalizados, en un albergue temporal por ser víctimas de maltrato o en familia. A 
cada grupo de niños se les aplicaron cuatro instrumentos validados. Los resultados indican 
que los niños institucionalizados difirieron significativamente en todas las variables 
evaluadas en el estudio respecto a los niños que vivían en familia, y compartieron niveles 
similares de autoestima, ansiedad y depresión con los niños víctimas de maltrato. Estos, a 
su vez, difirieron de los niños que vivían en familia en esas variables y mostraron mayores 
índices de agresión. 
 
Indicadores: Habilidades sociales; Autoestima; Depresión; Ansiedad; Niños 
institucionalizados; Niños maltratados. 
 
ABSTRACT 
 
Social skills in children keep a close relationship with issues such as self-esteem, anxiety 
and depression. Such variables are indicators of psychological adjustment, which can be 
altered in the children who are victims of violence or who live under conditions of 
institutionalization. In order to obtain data on Mexican children, this exploratory study 
evaluated and compared levels in social skills, self-esteem, anxiety and depression, in three 
groups of children who are in different living conditions: institutionalized children, children 
 
1
 Instituto de Ciencias de la Salud, Área Académica de Psicología, Ex Hacienda La Concepción, 42757 
Chilcuautla, Hgo., México, tel. (771)717-20-00, ext. 5104. Artículo recibido el 5 de septiembre y aceptado el 
13 de noviembre de 2013. 
2
 Facultad de Psicología, Ciudad Universitaria, Av. Universidad 3000, Del. Coyoacán, 04510 México, D.F., 
México. 
3
 Unidad de Investigación Interdisciplinaria de Ciencias Sociales y de la Educación, Avenida de los Barrios 1, 
Col. Los Reyes Iztacala, 54090 Tlalnepantla, Edo de México, México, tel. (55)53-93-64-13, correo 
electrónico: yolaguevara@hotmail.com. 
living in a temporary shelter as victims of abuse, and children living in a family 
environment. Four tests were applied to each group of children to measure such variables. 
The results indicate that institutionalized children differed significantly in all the variables 
assessed with respect to children living in family. Institutionalized children and children 
victims of abuse shared similar levels of self-esteem, anxiety and depression. These in turn 
differ significantly from children living in family in terms of social skills, anxiety and 
depressive symptoms, and showed higher levels of aggression. 
 
Keywords: Social skills; Self-esteem; Depression; Anxiety; Institutionalized children; 
Abused children. 
 
 
El comportamiento interpersonal de los niños es de gran importancia para su integración 
social y cultural. Afrontar las diversas situaciones interactivas con un repertorio conductual 
asertivo aumenta la autoconfianza y la aceptación social, lo que favorece el ajuste 
psicológico. Interactuar con otros implica poner en juego un conjunto de habilidades 
sociales en un contexto dado, de un modo específico, que sea socialmente aceptable y 
valorado. El repertorio conductual desplegado actúa como un mecanismo a través del cual 
los niños actúan sobre su medio ambiente, obteniendo, suprimiendo o evitando ciertas 
consecuencias sociales (Caballo, 2000). Por el contrario, la ausencia de habilidades sociales 
conduce a que aparezcan conductas problemáticas, lo que impide el adecuado intercambio 
social de los niños con sus pares y con los adultos, alteran negativamente las expectativas y 
percepciones de los agentes educativos y favorecen el bajo rendimiento académico. Entre 
las causas que propician el déficit en las habilidades interpersonales y generan tales 
conductas en los niños, se encuentran las familiares, tales como el bajo nivel de ingresos, el 
alcoholismo, el frecuente cambio de la figura paterna o materna y la violencia familiar 
(Ison y Rodríguez, 1997). 
En diversos contextos socioculturales existen otros factores: pobreza, marginalidad, falta de 
recursos, convivencia en familias disfuncionales, disponibilidad de drogas, entre muchos 
otros, que favorecen el desarrollo de conductas de maltrato hacia los niños y adolescentes, 
por lo que estos deben recibir protección y asistencia social. Al sufrir diversas situaciones 
de desamparo –orfandad, maltrato o abandono–, el niño debe ser protegido de diferentes 
formas, como la separación de la familia y el ingreso a una institución de asistencia social a 
fin de preservar su seguridad e integridad. 
En diversos países se han llevado a cabo diversos estudios (Eisenberg y Belfer, 2009; Hwa-
Froelich y Matsuoh, 2008), los que reportan que los niños criados en instituciones muestran 
retrasos significativos en diversas áreas del desarrollo –incluyendo problemas de salud 
mental– cuando se les compara con niños que crecen dentro de una familia propia. Tales 
estudios coinciden en que las condiciones de vida del orfanato se caracterizan por un escaso 
cuidado de la salud, una inadecuada alimentación, escasas oportunidades para el desarrollo 
del lenguaje y baja estimulación cognoscitiva. Aunado a lo anterior, esos niños y 
adolescentes suelen tener una exposición limitada a materiales estimulantes e interacciones 
sociales enriquecedoras; a la vez, tienen pocas oportunidades de obrar recíprocamente con 
sus cuidadores y pares, todo lo cual, en conjunto, puede ocasionar deficiencias en el 
desarrollo normal. 
Entre los principales problemas de ajuste psicológico de esta población se reportan la 
depresión, la ansiedad y la agresión, así como una baja autoestima, en estrecha relación con 
diversas dificultades para relacionarse socialmente y patrones de apego inseguro (Bennett, 
Espie,Duncan y Minnis, 2009; Le Mare, Audet y Kurytnik, 2007). 
En el contexto mexicano, son exiguas las investigaciones que dan cuenta de estos 
problemas en los niños y adolescentes institucionalizados. Entre las disponibles, se 
encuentran aquellas dirigidas a adaptar y validar diversos instrumentos (Bautista, 2000; 
Cruz, Morales y Ramírez, 1996; Lara y Silva, 2002; Verduzco, Lara-Cantú, Lancelotta y 
Rubio, 1989), lo cual ha hecho posible su aplicación para el estudio de la población 
mexicana en tales circunstancias. 
Enríquez (2004), por ejemplo, obtuvo indicadores de depresión y rendimiento escolar para 
comparar dos muestras de niñas escolarizadas, sin encontrar diferencias significativas en la 
variable depresión entre las niñas institucionalizadas y las que vivían en familia, aunque las 
primeras mostraron estados de infelicidad, pensamientos negativos y actitudes de miedo, 
cólera y vergüenza, así como un menor rendimiento académico. 
El estudio de Sánchez y Casillas (2003) permitió conocer que el principal motivo por el que 
los niños abandonan sus hogares es el maltrato físico y psicológico; también reportó que los 
niños y adolescentes callejeros mostraron niveles muy superiores de competitividad al 
compararlos con los institucionalizados. Ballesteros y González (2003), a su vez, reportan 
que los niños y adolescentes institucionalizados mostraron insatisfacción con su imagen 
corporal en mayor medida que los que vivían en familia, por lo que era mayor su nivel de 
riesgo de sufrir trastornos de la conducta alimentaria. 
Ulloa y Ampudia (2007) realizaron un estudio cuyo objetivo fue identificar, a través de la 
observación y la aplicación de instrumentos, algunas variables familiares e indicadores 
emocionales en niños que se hallaban en un albergue temporal. En la mayoría de los casos, 
los menores habían sido sometidos a maltrato físico y emocional y a un trato negligente al 
vivir en familias numerosas, desintegradas y de escasos recursos económicos, en las que la 
madre era la principal generadora de violencia, seguida del padre y el padrastro. El estudio 
mostró que se maltrata a niños y niñas por igual, y que los más vulnerables y maltratados 
son los niños en edad escolar y preescolar. 
También existen algunos reportes sobre las intervenciones breves que se han llevado a cabo 
con niños que ingresan a albergues temporales para ayudarles a comprender los motivos de 
su ingreso (Delgado, 2007) o para mejorar su resiliencia y autoestima (Arellano, 2007; 
López, 2007). 
A pesar de disponer de los datos de las investigaciones mencionadas, es necesario llevar a 
cabo investigaciones más sistemáticas que proporcionen más información sobre las 
características de los niños mexicanos institucionalizados y las de aquellos que han sido 
víctimas de violencia, con el propósito de disponer de un perfil más acabado sobre su 
desarrollo y ajuste psicológicos. Tiene particular interés observar variables tales como las 
habilidades sociales, autoestima, depresión y ansiedad, dados los hallazgos reportados en 
otros países. Por ejemplo, Savidge, Christie, Brooks, Stein y Wolpert (2004) señalan que 
frecuentemente los niños con problemas de comunicación social tienen dificultades para 
entender y procesar las señales interpersonales y dar respuestas apropiadas, lo que les 
impide desarrollar y mantener relaciones sanas con los adultos y con sus pares. Lo anterior 
es esencial, porque tener relaciones positivas con los pares es indispensable para lograr un 
adecuado ajuste psicológico y para obtener buenos resultados académicos. Beelmann y 
Lösel (2006) agregan que la falta de competencia social es una característica de los niños y 
adolescentes agresivos y delincuentes, a la vez que consideran que el procesamiento 
inadecuado de la información social, las deficiencias en la habilidad para resolver 
problemas y las relaciones conflictivas con los pares son componentes importantes en el 
desarrollo de una historia delictiva. 
Cook et al. (2008) afirman que los déficits en las habilidades sociales se asocian 
estrechamente con problemas emocionales, tales como depresión o aislamiento social, todo 
lo cual se convierte en un factor de riesgo para sufrir psicopatologías en la edad adulta. 
Para contar con mayores datos sobre el desarrollo y ajuste psicológicos de los niños 
mexicanos institucionalizados y de los que han sido víctimas de violencia, el presente 
estudio exploratorio se planteó como objetivo evaluar y comparar los niveles mostrados en 
habilidades sociales, autoestima, ansiedad y depresión en niños bajo condiciones de vida 
distintas: institucionalizados, que viven en un albergue temporal por ser víctimas de 
maltrato y que viven en familia. 
 
MÉTODO 
 
Participantes 
 
Participaron niños (46 niños y 44 niñas) con edades comprendidas entre los 6 y los 12 años, 
con un promedio de 9.7 años. La muestra total se conformó por tres grupos: 1) 30 niños 
institucionalizados (17 niños y 13 niñas), con un promedio de 9.83 años de edad, que vivían 
bajo el cuidado permanente de una institución; 2) 30 niños maltratados (11 niños y 15 
niñas), con un promedio de 9.38 años de edad, quienes se encontraban en un albergue 
temporal en lo que se definía su situación legal, separados de sus padres debido al maltrato, 
y 3) 30 niños que vivían con sus familias (14 niños y 16 niñas), con un promedio de 10.03 
años de edad. La selección de los participantes se hizo mediante un muestreo no 
probabilístico, intencional y con sujetos tipo. 
 
Escenario 
 
Se utilizó un aula de usos múltiples de cada institución participante. Una de las áreas medía 
6 x 6 metros, otra 8 x 6 metros y una más 8 x 8 metros. Todas contaban con sillas y mesas 
de trabajo o pupitres, así como ventilación e iluminación adecuadas. 
 
Instrumentos 
 
Escala de Conducta Asertiva para Niños (CABS). Las habilidades sociales fueron evaluadas 
a través de la aplicación de la Escala de Conducta Asertiva para Niños (CABS), desarrollada 
originalmente por Michelson y Wood en 1980, la cual está compuesta por 27 reactivos con 
cinco opciones de respuesta. Dicha escala evalúa habilidades sociales tales como empatía, 
dar y recibir cumplidos o quejas, expresar sentimientos, iniciar conversaciones y formular 
peticiones. Se califica cada respuesta con un valor de 0 a 5 puntos para caracterizar el 
comportamiento como asertivo (puntajes entre 27 y 42), pasivo (entre 43 y 50) o agresivo 
(entre 51 y 135). La escala es inversa, o sea, a menor puntaje, mayor habilidad social. Los 
puntajes mayores detectan conductas agresivas. Se utilizó la adaptación de Lara y Silva 
(2002), quienes estandarizaron la escala en población mexicana, obteniendo una 
consistencia interna de .80. 
Inventario de Autoestima para Niños. Este instrumento consta de 58 reactivos relacionados 
con el desempeño escolar, social y personal. Cada reactivo se contesta con sí (0) o no (1). 
La clasificación se basa en puntajes totales: inferior a lo normal (0-57), normal (58-81) y 
superior (82-92). Se utilizó la versión de Verduzco et al. (1989), adaptada del original de 
Coopersmith (1959), la cual obtuvo confiabilidad y validez de constructo con consistencia 
interna en valores alfa de Cronbach de .77. 
Escala de Ansiedad Manifiesta en Niños Revisada (CMAS-R). Diseñada por Reynolds y 
Richmond (1978), consta de 37 reactivos que exploran ansiedad fisiológica, inquietud e 
hipersensibilidad y preocupaciones sociales. Cada reactivo se contesta afirmativa o 
negativamente, asignándose valores 0 y 1 en cada caso; a mayor puntuación, mayor 
ansiedad. Los valores promedio están por debajo de 13 puntos, y los valores superiores 
indican un alto nivel de ansiedad (de 13 a 28 puntos). Se utilizó la versión de Bautista 
(2000), quien obtuvo su validez, confiabilidad y consistencia interna con valores alfa de 
Cronbach de .74. 
Escala de Depresión para Niños (CDS). Desarrollada por Langy Tisher (2003), cuenta con 
68 reactivos tipo Lickert. Se califica en un rango de 0 a 200 puntos y consta de dos 
subescalas: Total depresivo, que explora síntomas depresivos, afectividad, problemas 
sociales y sentimientos de culpa (a mayor puntaje, mayor presencia de síntomas 
depresivos), y Total positivo, que analiza los aspectos de su vida que agradan al niño. Es 
una escala inversa, donde los menores puntajes indican ausencia de elementos de agrado y 
diversión). En este estudio se utilizó la versión para México, adaptada, estandarizada y 
validada por Cruz et al. (1996), obteniéndose un alfa de Cronbach de .85. 
 
Procedimiento 
 
Se explicó a las autoridades escolares y a los tutores legales de los niños el objetivo del 
estudio y la confidencialidad de los datos a obtener, pidiéndoseles también su 
consentimiento informado. Una vez obtenida la anuencia de autoridades, padres y 
cuidadores de los menores, se solicitó a los niños de cada grupo su participación, 
explicándoseles que no estaban obligados a ello, la manera en que se llevaría a cabo la 
aplicación de los instrumentos, y que en cualquier momento podían suspender su 
participación. En cada grupo de niños se hizo la aplicación y se dieron las instrucciones 
para contestar mediante el autoinforme. La aplicación de las cuatro pruebas se llevó a cabo 
en dos sesiones de 60 minutos cada una. 
 
Análisis de datos 
 
Se calificaron los instrumentos y se capturaron los resultados en la base de datos elaborada 
con el programa SPSS, versión 15, incorporando a esta los valores obtenidos en cada 
instrumento aplicado por cada niño participante. Se obtuvieron los puntajes individuales y 
los promedios grupales de los participantes en los cuatro instrumentos aplicados. Se 
obtuvieron puntajes promedio para realizar el análisis estadístico descriptivo de los datos, y 
para la comparación de medias estadísticas se aplicó un ANOVA, prueba que permite 
examinar las diferencias entre grupos, para cuya determinación se utilizó la prueba de 
Bonferroni. 
 
 
 
 
RESULTADOS 
 
En la CABS se califica cada respuesta con un valor de 0 a 5 puntos. Los puntajes totales que 
se ubican entre 27 y 42 puntos permiten caracterizar el comportamiento como asertivo, y 
los ubicados entre 43 y 50 corresponden a un patrón de comportamiento pasivo. Ninguno 
de los tres grupos se situó en alguna de esas categorías. Los tres grupos obtuvieron un 
puntaje promedio mayor a 80, hallándose así en un patrón agresivo (entre 51 y 135), con 
pocas habilidades para relacionarse positivamente con los demás. Sin embargo, se aprecia 
que los niños que vivían con su familia se acercaron más a un estilo de conducta asertivo 
(con un puntaje medio de 83.10), en tanto que los menores maltratados fueron quienes 
alcanzaron los mayores índices de agresividad (puntaje medio de 89.23), por encima de 
aquellos que estaban bajo el cuidado permanente de una institución (media de 86.96). La 
diferencia de 6.13 puntos entre los puntajes promedio de los niños maltratados y los que 
vivían en familia fue estadísticamente significativa (p = .03). 
 
Con relación a la variable autoestima, los niños institucionalizados obtuvieron la menor 
calificación promedio (43.53), la cual se considera como autoestima inferior a lo normal. El 
grupo de niños maltratados obtuvo una media de 59.92, que entra dentro del rango normal, 
en tanto que los niños que vivían en familia fueron los que obtuvieron el puntaje mayor de 
los tres grupos en dicha variable (63.03). Se encontraron diferencias estadísticamente 
significativas entre el grupo de niños institucionalizados y el de niños maltratados, con una 
diferencia de 16.39 puntos (p = .001), y entre los institucionalizados y quienes vivían con 
su familia, con una diferencia de puntaje de 19.59 (p = .001). 
 
En la variable de ansiedad se encontró que los niños maltratados tuvieron el mayor valor 
promedio en ansiedad (19), y los institucionalizados ligeramente por debajo de éste (18.36); 
en ambos casos se rebasan los valores promedio, lo que puede catalogar a estos dos grupos 
con alto nivel de ansiedad (de 13 a 28 puntos). El puntaje medio de los niños que vivían en 
familia (13) los ubica todavía dentro del valor de ansiedad promedio. Las diferencias fueron 
estadísticamente significativas al compararse el grupo de niños que vivían en familia con el 
de niños institucionalizados (5.36 puntos, p = .001), y con el de niños maltratados (6 
puntos, p = .001). 
 
Por último, en la subescala Total depresivo se encontró que los niños que vivían bajo el 
cuidado permanente de una institución mostraron más síntomas depresivos (promedio de 
159.23), obteniendo los niños maltratados un puntaje promedio de 153.15, mientras los que 
vivían con su familia tuvieron el promedio más bajo (127). Las diferencias fueron 
estadísticamente significativas cuando se comparó el puntaje promedio de los niños que 
vivían en familia con el de los institucionalizados (32.23 puntos, p = .001) y con el de los 
niños maltratados (26.15 puntos, p = .01). Con relación a la subescala Total positivo, los 
niños que mostraron menos elementos de alegría o un a menor capacidad para 
experimentarla fueron quienes vivían en una institución (calificación promedio de 49.03), 
en tanto que los niños que vivían en familia fueron quienes alcanzaron los mayores 
elementos de alegría o capacidad para experimentarla (promedio de 65.80); los niños 
maltratados obtuvieron un puntaje promedio de 62.23, colocándose en la posición 
intermedia. Se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los niños 
institucionalizados y los que vivían en familia (16.76 puntos, p = .001), así como entre los 
primeros y los niños maltratados (13.19 puntos, p = .001). 
 
 
DISCUSIÓN 
 
Si bien es cierto que los resultados del presente estudio no pueden generalizarse a todos los 
niños que comparten las características de los tres grupos aquí evaluados, sí permiten 
avanzar en la elaboración de un patrón de conductas que se relacionan con el ajuste 
psicológico de cada grupo. 
En el caso de los niños huérfanos institucionalizados, sus niveles de ajuste psicológico 
pueden considerarse muy deficitarios. En lo que respecta a las habilidades sociales, 
mostraron un patrón muy alejado de la asertividad; su estilo de relación estuvo 
caracterizado por respuestas de agresión, dificultades para iniciar y mantener contactos 
sociales; asimismo, mostraron escasas habilidades para relacionarse positivamente con los 
demás. Sus niveles de autoestima fueron extremadamente bajos, cayendo dentro de una 
clasificación clínica de inferior a lo normal. Sus altos niveles de ansiedad también pueden 
considerarse como un problema. Y lo más preocupante es que sus respuestas en la Escala 
de Depresión indicaron niveles muy altos en esta variable, incluyendo sentimientos 
negativos y una baja percepción de satisfacciones que les proporcionen alegría. 
Los niños maltratados que se hallaban en un albergue temporal mostraron niveles de ajuste 
psicológico con algunas similitudes a los de los niños institucionalizados. Sus habilidades 
sociales estaban también sumamente limitadas, pero fue éste el grupo que manifestó un 
patrón más agresivo de comportamiento. En relación a la autoestima, sus niveles fueron 
bajos pero dentro de lo normal; sin embargo, los indicadores de ansiedad y depresión, muy 
similares a los mostrados por los niños institucionalizados, pueden considerarse 
preocupantes. 
En cuanto al grupo de niños que vivían con sus familias, las habilidades sociales también se 
manifestaron como limitadas e indicaron un patrón agresivo; aun así, se acercaron a un 
estilo de conducta asertivo más que los otros dos grupos. Las escalas de autoestima, 
ansiedad y depresión mostraron niveles normales en estas variables de ajuste psicológico. 
De hecho, la aplicación de los instrumentos a este grupo de niños permitiórealizar los 
análisis estadísticos que indicaron diferencias significativas en favor de este grupo, 
diferencias que muestran que los niños institucionalizados y los maltratados tienen en 
efecto problemas de ajuste psicológico en todas las variables estudiadas. 
Los hallazgos del presente estudio, que aporta datos sobre estos grupos de niños mexicanos, 
coinciden con los reportados en estudios hechos en otros países respecto a los problemas de 
desarrollo de habilidades sociales que manifiestan los niños criados en instituciones 
(Eisenberg y Belfer, 2009; Hwa-Froelich y Matsuoh, 2008) y los problemas emocionales y 
conductuales que se observan en niños y adolescentes cuyas condiciones de crianza los 
llevan a desarrollar patrones de apego inseguro (Bennett et al, 2009; Le Mare et al., 2007). 
Los datos aquí presentados, aunados a los reportados en estudios previos con poblaciones 
mexicanas (Ballesteros y González, 2003; Ulloa y Ampudia, 2007), permiten avanzar en la 
identificación y caracterización de los problemas psicológicos de los niños criados en 
instituciones, o bajo situaciones familiares que los convierten en víctimas de maltrato 
infantil y que hacen necesario su ingreso en albergues temporales. 
Tales hallazgos son indicativos de graves problemas de ajuste psicológico, pero también de 
la urgencia de generar programas efectivos y permanentes para apoyar el desarrollo físico, 
psicológico y social de estas poblaciones. Una de las sugerencias posibles a partir de lo 
reportado en los estudios citados, es que se elaboren programas que puedan aplicarse en 
albergues e instituciones de cuidado infantil, encaminados a desarrollar habilidades sociales 
en los niños y adolescentes residentes. Como se ha señalado, la ausencia de habilidades 
sociales puede ser la condición que facilite la aparición de trastornos psicológicos; de 
hecho, la falta de habilidades sociales y los conflictos interpersonales promueven el rechazo 
interpersonal y los fracasos adaptativos generalizados, reduciendo de este modo las 
oportunidades de refuerzo significativo de los demás y las posibilidades de afrontar 
adecuadamente los acontecimientos estresantes, lo que a la larga aumenta la vulnerabilidad 
de la persona. 
Es muy probable que a través de programas que promuevan el establecimiento de 
habilidades sociales puedan propiciarse relaciones positivas con los pares, lo cual aumenta 
la capacidad para la solución de problemas y la autoestima, al tiempo que reduce los niveles 
de ansiedad, depresión, soledad y conducta agresiva (Sim, Whiteside, Dittner y Mellon, 
2006). 
También es de suma importancia promover en los ambientes institucionales la aceptación 
social, dada su importante influencia en el ajuste psicológico infantil de corto, mediano y 
largo plazo. Kim y Cicchetti (2006) señalan que contar con familiares, pares y maestros 
como fuentes de apoyo social puede reducir significativamente los niveles de depresión, 
ansiedad y enojo en los niños que han sido víctimas de maltrato, así como el riesgo de que 
manifiesten conductas agresivas. 
Las futuras investigaciones, además de las metas de tratamiento para la población objetivo, 
han de considerar las características del entorno físico y social y las relaciones que allí se 
generan. Los niños abandonados pertenecen a una población que se halla en mayor riesgo 
que el promedio de tener problemas de desarrollo y de conducta debido a su condición 
institucionalizada, lo que aumenta la probabilidad de que al crecer manifiesten diversas 
psicolopatologías (Ochumbo, 2008). Por lo tanto, al intervenir con poblaciones similares a 
las descritas es importante involucrar el contexto institucional del niño, pues su 
comportamiento es mediado y modelado por las características del mismo, así como por las 
condiciones en las cuales se encuentra inmerso. 
 
REFERENCIAS 
 
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Autónoma de México. 
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factor de riesgo en trastornos de la conducta alimentaria e imagen a corporal. Tesis 
inédita de licenciatura. México: Universidad Nacional Autónoma de México. 
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adolescentes mexicanos. Tesis inédita de Especialidad en Psiquiatría. México: 
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