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Enseñanza e Investigación en Psicología ISSN: 0185-1594 rbulle@uv.mx Consejo Nacional para la Enseñanza en Investigación en Psicología A.C. México González Fragoso, Claudia; Ampudia Rueda, Amada; Guevara Benítez, Yolanda COMPARACIÓN DE HABILIDADES SOCIALES Y AJUSTE PSICOLÓGICO EN NIÑOS MEXICANOS DE TRES CONDICIONES Enseñanza e Investigación en Psicología, vol. 19, núm. 2, 2014 Consejo Nacional para la Enseñanza en Investigación en Psicología A.C. Xalapa, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=29238007005 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto http://www.redalyc.org/revista.oa?id=292 http://www.redalyc.org/revista.oa?id=292 http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=29238007005 http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=29238007005 http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=292&numero=38007 http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=29238007005 http://www.redalyc.org/revista.oa?id=292 http://www.redalyc.org COMPARACIÓN DE HABILIDADES SOCIALES Y AJUSTE PSICOLÓGICO EN NIÑOS MEXICANOS DE TRES CONDICIONES Comparison of social skills and psychological adjustment in Mexican children of three conditions Claudia González Fragoso*, Amada Ampudia Rueda** y Yolanda Guevara Benítez*** *Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo 1 **Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México 2 ***Facultad de Estudios Superiores Iztacala, UNAM 3 RESUMEN Las habilidades sociales en la infancia guardan una estrecha relación con aspectos como autoestima, ansiedad y depresión. Tales variables son indicadoras del ajuste psicológico, que puede alterarse en los niños que son víctimas de violencia o que viven en instituciones. Para contar con datos sobre niños mexicanos, el presente estudio exploratorio evaluó y comparó los niveles mostrados en habilidades sociales, autoestima, ansiedad y depresión en tres grupos de niños que se hallaban en condiciones de vida distintas: viviendo institucionalizados, en un albergue temporal por ser víctimas de maltrato o en familia. A cada grupo de niños se les aplicaron cuatro instrumentos validados. Los resultados indican que los niños institucionalizados difirieron significativamente en todas las variables evaluadas en el estudio respecto a los niños que vivían en familia, y compartieron niveles similares de autoestima, ansiedad y depresión con los niños víctimas de maltrato. Estos, a su vez, difirieron de los niños que vivían en familia en esas variables y mostraron mayores índices de agresión. Indicadores: Habilidades sociales; Autoestima; Depresión; Ansiedad; Niños institucionalizados; Niños maltratados. ABSTRACT Social skills in children keep a close relationship with issues such as self-esteem, anxiety and depression. Such variables are indicators of psychological adjustment, which can be altered in the children who are victims of violence or who live under conditions of institutionalization. In order to obtain data on Mexican children, this exploratory study evaluated and compared levels in social skills, self-esteem, anxiety and depression, in three groups of children who are in different living conditions: institutionalized children, children 1 Instituto de Ciencias de la Salud, Área Académica de Psicología, Ex Hacienda La Concepción, 42757 Chilcuautla, Hgo., México, tel. (771)717-20-00, ext. 5104. Artículo recibido el 5 de septiembre y aceptado el 13 de noviembre de 2013. 2 Facultad de Psicología, Ciudad Universitaria, Av. Universidad 3000, Del. Coyoacán, 04510 México, D.F., México. 3 Unidad de Investigación Interdisciplinaria de Ciencias Sociales y de la Educación, Avenida de los Barrios 1, Col. Los Reyes Iztacala, 54090 Tlalnepantla, Edo de México, México, tel. (55)53-93-64-13, correo electrónico: yolaguevara@hotmail.com. living in a temporary shelter as victims of abuse, and children living in a family environment. Four tests were applied to each group of children to measure such variables. The results indicate that institutionalized children differed significantly in all the variables assessed with respect to children living in family. Institutionalized children and children victims of abuse shared similar levels of self-esteem, anxiety and depression. These in turn differ significantly from children living in family in terms of social skills, anxiety and depressive symptoms, and showed higher levels of aggression. Keywords: Social skills; Self-esteem; Depression; Anxiety; Institutionalized children; Abused children. El comportamiento interpersonal de los niños es de gran importancia para su integración social y cultural. Afrontar las diversas situaciones interactivas con un repertorio conductual asertivo aumenta la autoconfianza y la aceptación social, lo que favorece el ajuste psicológico. Interactuar con otros implica poner en juego un conjunto de habilidades sociales en un contexto dado, de un modo específico, que sea socialmente aceptable y valorado. El repertorio conductual desplegado actúa como un mecanismo a través del cual los niños actúan sobre su medio ambiente, obteniendo, suprimiendo o evitando ciertas consecuencias sociales (Caballo, 2000). Por el contrario, la ausencia de habilidades sociales conduce a que aparezcan conductas problemáticas, lo que impide el adecuado intercambio social de los niños con sus pares y con los adultos, alteran negativamente las expectativas y percepciones de los agentes educativos y favorecen el bajo rendimiento académico. Entre las causas que propician el déficit en las habilidades interpersonales y generan tales conductas en los niños, se encuentran las familiares, tales como el bajo nivel de ingresos, el alcoholismo, el frecuente cambio de la figura paterna o materna y la violencia familiar (Ison y Rodríguez, 1997). En diversos contextos socioculturales existen otros factores: pobreza, marginalidad, falta de recursos, convivencia en familias disfuncionales, disponibilidad de drogas, entre muchos otros, que favorecen el desarrollo de conductas de maltrato hacia los niños y adolescentes, por lo que estos deben recibir protección y asistencia social. Al sufrir diversas situaciones de desamparo –orfandad, maltrato o abandono–, el niño debe ser protegido de diferentes formas, como la separación de la familia y el ingreso a una institución de asistencia social a fin de preservar su seguridad e integridad. En diversos países se han llevado a cabo diversos estudios (Eisenberg y Belfer, 2009; Hwa- Froelich y Matsuoh, 2008), los que reportan que los niños criados en instituciones muestran retrasos significativos en diversas áreas del desarrollo –incluyendo problemas de salud mental– cuando se les compara con niños que crecen dentro de una familia propia. Tales estudios coinciden en que las condiciones de vida del orfanato se caracterizan por un escaso cuidado de la salud, una inadecuada alimentación, escasas oportunidades para el desarrollo del lenguaje y baja estimulación cognoscitiva. Aunado a lo anterior, esos niños y adolescentes suelen tener una exposición limitada a materiales estimulantes e interacciones sociales enriquecedoras; a la vez, tienen pocas oportunidades de obrar recíprocamente con sus cuidadores y pares, todo lo cual, en conjunto, puede ocasionar deficiencias en el desarrollo normal. Entre los principales problemas de ajuste psicológico de esta población se reportan la depresión, la ansiedad y la agresión, así como una baja autoestima, en estrecha relación con diversas dificultades para relacionarse socialmente y patrones de apego inseguro (Bennett, Espie,Duncan y Minnis, 2009; Le Mare, Audet y Kurytnik, 2007). En el contexto mexicano, son exiguas las investigaciones que dan cuenta de estos problemas en los niños y adolescentes institucionalizados. Entre las disponibles, se encuentran aquellas dirigidas a adaptar y validar diversos instrumentos (Bautista, 2000; Cruz, Morales y Ramírez, 1996; Lara y Silva, 2002; Verduzco, Lara-Cantú, Lancelotta y Rubio, 1989), lo cual ha hecho posible su aplicación para el estudio de la población mexicana en tales circunstancias. Enríquez (2004), por ejemplo, obtuvo indicadores de depresión y rendimiento escolar para comparar dos muestras de niñas escolarizadas, sin encontrar diferencias significativas en la variable depresión entre las niñas institucionalizadas y las que vivían en familia, aunque las primeras mostraron estados de infelicidad, pensamientos negativos y actitudes de miedo, cólera y vergüenza, así como un menor rendimiento académico. El estudio de Sánchez y Casillas (2003) permitió conocer que el principal motivo por el que los niños abandonan sus hogares es el maltrato físico y psicológico; también reportó que los niños y adolescentes callejeros mostraron niveles muy superiores de competitividad al compararlos con los institucionalizados. Ballesteros y González (2003), a su vez, reportan que los niños y adolescentes institucionalizados mostraron insatisfacción con su imagen corporal en mayor medida que los que vivían en familia, por lo que era mayor su nivel de riesgo de sufrir trastornos de la conducta alimentaria. Ulloa y Ampudia (2007) realizaron un estudio cuyo objetivo fue identificar, a través de la observación y la aplicación de instrumentos, algunas variables familiares e indicadores emocionales en niños que se hallaban en un albergue temporal. En la mayoría de los casos, los menores habían sido sometidos a maltrato físico y emocional y a un trato negligente al vivir en familias numerosas, desintegradas y de escasos recursos económicos, en las que la madre era la principal generadora de violencia, seguida del padre y el padrastro. El estudio mostró que se maltrata a niños y niñas por igual, y que los más vulnerables y maltratados son los niños en edad escolar y preescolar. También existen algunos reportes sobre las intervenciones breves que se han llevado a cabo con niños que ingresan a albergues temporales para ayudarles a comprender los motivos de su ingreso (Delgado, 2007) o para mejorar su resiliencia y autoestima (Arellano, 2007; López, 2007). A pesar de disponer de los datos de las investigaciones mencionadas, es necesario llevar a cabo investigaciones más sistemáticas que proporcionen más información sobre las características de los niños mexicanos institucionalizados y las de aquellos que han sido víctimas de violencia, con el propósito de disponer de un perfil más acabado sobre su desarrollo y ajuste psicológicos. Tiene particular interés observar variables tales como las habilidades sociales, autoestima, depresión y ansiedad, dados los hallazgos reportados en otros países. Por ejemplo, Savidge, Christie, Brooks, Stein y Wolpert (2004) señalan que frecuentemente los niños con problemas de comunicación social tienen dificultades para entender y procesar las señales interpersonales y dar respuestas apropiadas, lo que les impide desarrollar y mantener relaciones sanas con los adultos y con sus pares. Lo anterior es esencial, porque tener relaciones positivas con los pares es indispensable para lograr un adecuado ajuste psicológico y para obtener buenos resultados académicos. Beelmann y Lösel (2006) agregan que la falta de competencia social es una característica de los niños y adolescentes agresivos y delincuentes, a la vez que consideran que el procesamiento inadecuado de la información social, las deficiencias en la habilidad para resolver problemas y las relaciones conflictivas con los pares son componentes importantes en el desarrollo de una historia delictiva. Cook et al. (2008) afirman que los déficits en las habilidades sociales se asocian estrechamente con problemas emocionales, tales como depresión o aislamiento social, todo lo cual se convierte en un factor de riesgo para sufrir psicopatologías en la edad adulta. Para contar con mayores datos sobre el desarrollo y ajuste psicológicos de los niños mexicanos institucionalizados y de los que han sido víctimas de violencia, el presente estudio exploratorio se planteó como objetivo evaluar y comparar los niveles mostrados en habilidades sociales, autoestima, ansiedad y depresión en niños bajo condiciones de vida distintas: institucionalizados, que viven en un albergue temporal por ser víctimas de maltrato y que viven en familia. MÉTODO Participantes Participaron niños (46 niños y 44 niñas) con edades comprendidas entre los 6 y los 12 años, con un promedio de 9.7 años. La muestra total se conformó por tres grupos: 1) 30 niños institucionalizados (17 niños y 13 niñas), con un promedio de 9.83 años de edad, que vivían bajo el cuidado permanente de una institución; 2) 30 niños maltratados (11 niños y 15 niñas), con un promedio de 9.38 años de edad, quienes se encontraban en un albergue temporal en lo que se definía su situación legal, separados de sus padres debido al maltrato, y 3) 30 niños que vivían con sus familias (14 niños y 16 niñas), con un promedio de 10.03 años de edad. La selección de los participantes se hizo mediante un muestreo no probabilístico, intencional y con sujetos tipo. Escenario Se utilizó un aula de usos múltiples de cada institución participante. Una de las áreas medía 6 x 6 metros, otra 8 x 6 metros y una más 8 x 8 metros. Todas contaban con sillas y mesas de trabajo o pupitres, así como ventilación e iluminación adecuadas. Instrumentos Escala de Conducta Asertiva para Niños (CABS). Las habilidades sociales fueron evaluadas a través de la aplicación de la Escala de Conducta Asertiva para Niños (CABS), desarrollada originalmente por Michelson y Wood en 1980, la cual está compuesta por 27 reactivos con cinco opciones de respuesta. Dicha escala evalúa habilidades sociales tales como empatía, dar y recibir cumplidos o quejas, expresar sentimientos, iniciar conversaciones y formular peticiones. Se califica cada respuesta con un valor de 0 a 5 puntos para caracterizar el comportamiento como asertivo (puntajes entre 27 y 42), pasivo (entre 43 y 50) o agresivo (entre 51 y 135). La escala es inversa, o sea, a menor puntaje, mayor habilidad social. Los puntajes mayores detectan conductas agresivas. Se utilizó la adaptación de Lara y Silva (2002), quienes estandarizaron la escala en población mexicana, obteniendo una consistencia interna de .80. Inventario de Autoestima para Niños. Este instrumento consta de 58 reactivos relacionados con el desempeño escolar, social y personal. Cada reactivo se contesta con sí (0) o no (1). La clasificación se basa en puntajes totales: inferior a lo normal (0-57), normal (58-81) y superior (82-92). Se utilizó la versión de Verduzco et al. (1989), adaptada del original de Coopersmith (1959), la cual obtuvo confiabilidad y validez de constructo con consistencia interna en valores alfa de Cronbach de .77. Escala de Ansiedad Manifiesta en Niños Revisada (CMAS-R). Diseñada por Reynolds y Richmond (1978), consta de 37 reactivos que exploran ansiedad fisiológica, inquietud e hipersensibilidad y preocupaciones sociales. Cada reactivo se contesta afirmativa o negativamente, asignándose valores 0 y 1 en cada caso; a mayor puntuación, mayor ansiedad. Los valores promedio están por debajo de 13 puntos, y los valores superiores indican un alto nivel de ansiedad (de 13 a 28 puntos). Se utilizó la versión de Bautista (2000), quien obtuvo su validez, confiabilidad y consistencia interna con valores alfa de Cronbach de .74. Escala de Depresión para Niños (CDS). Desarrollada por Langy Tisher (2003), cuenta con 68 reactivos tipo Lickert. Se califica en un rango de 0 a 200 puntos y consta de dos subescalas: Total depresivo, que explora síntomas depresivos, afectividad, problemas sociales y sentimientos de culpa (a mayor puntaje, mayor presencia de síntomas depresivos), y Total positivo, que analiza los aspectos de su vida que agradan al niño. Es una escala inversa, donde los menores puntajes indican ausencia de elementos de agrado y diversión). En este estudio se utilizó la versión para México, adaptada, estandarizada y validada por Cruz et al. (1996), obteniéndose un alfa de Cronbach de .85. Procedimiento Se explicó a las autoridades escolares y a los tutores legales de los niños el objetivo del estudio y la confidencialidad de los datos a obtener, pidiéndoseles también su consentimiento informado. Una vez obtenida la anuencia de autoridades, padres y cuidadores de los menores, se solicitó a los niños de cada grupo su participación, explicándoseles que no estaban obligados a ello, la manera en que se llevaría a cabo la aplicación de los instrumentos, y que en cualquier momento podían suspender su participación. En cada grupo de niños se hizo la aplicación y se dieron las instrucciones para contestar mediante el autoinforme. La aplicación de las cuatro pruebas se llevó a cabo en dos sesiones de 60 minutos cada una. Análisis de datos Se calificaron los instrumentos y se capturaron los resultados en la base de datos elaborada con el programa SPSS, versión 15, incorporando a esta los valores obtenidos en cada instrumento aplicado por cada niño participante. Se obtuvieron los puntajes individuales y los promedios grupales de los participantes en los cuatro instrumentos aplicados. Se obtuvieron puntajes promedio para realizar el análisis estadístico descriptivo de los datos, y para la comparación de medias estadísticas se aplicó un ANOVA, prueba que permite examinar las diferencias entre grupos, para cuya determinación se utilizó la prueba de Bonferroni. RESULTADOS En la CABS se califica cada respuesta con un valor de 0 a 5 puntos. Los puntajes totales que se ubican entre 27 y 42 puntos permiten caracterizar el comportamiento como asertivo, y los ubicados entre 43 y 50 corresponden a un patrón de comportamiento pasivo. Ninguno de los tres grupos se situó en alguna de esas categorías. Los tres grupos obtuvieron un puntaje promedio mayor a 80, hallándose así en un patrón agresivo (entre 51 y 135), con pocas habilidades para relacionarse positivamente con los demás. Sin embargo, se aprecia que los niños que vivían con su familia se acercaron más a un estilo de conducta asertivo (con un puntaje medio de 83.10), en tanto que los menores maltratados fueron quienes alcanzaron los mayores índices de agresividad (puntaje medio de 89.23), por encima de aquellos que estaban bajo el cuidado permanente de una institución (media de 86.96). La diferencia de 6.13 puntos entre los puntajes promedio de los niños maltratados y los que vivían en familia fue estadísticamente significativa (p = .03). Con relación a la variable autoestima, los niños institucionalizados obtuvieron la menor calificación promedio (43.53), la cual se considera como autoestima inferior a lo normal. El grupo de niños maltratados obtuvo una media de 59.92, que entra dentro del rango normal, en tanto que los niños que vivían en familia fueron los que obtuvieron el puntaje mayor de los tres grupos en dicha variable (63.03). Se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre el grupo de niños institucionalizados y el de niños maltratados, con una diferencia de 16.39 puntos (p = .001), y entre los institucionalizados y quienes vivían con su familia, con una diferencia de puntaje de 19.59 (p = .001). En la variable de ansiedad se encontró que los niños maltratados tuvieron el mayor valor promedio en ansiedad (19), y los institucionalizados ligeramente por debajo de éste (18.36); en ambos casos se rebasan los valores promedio, lo que puede catalogar a estos dos grupos con alto nivel de ansiedad (de 13 a 28 puntos). El puntaje medio de los niños que vivían en familia (13) los ubica todavía dentro del valor de ansiedad promedio. Las diferencias fueron estadísticamente significativas al compararse el grupo de niños que vivían en familia con el de niños institucionalizados (5.36 puntos, p = .001), y con el de niños maltratados (6 puntos, p = .001). Por último, en la subescala Total depresivo se encontró que los niños que vivían bajo el cuidado permanente de una institución mostraron más síntomas depresivos (promedio de 159.23), obteniendo los niños maltratados un puntaje promedio de 153.15, mientras los que vivían con su familia tuvieron el promedio más bajo (127). Las diferencias fueron estadísticamente significativas cuando se comparó el puntaje promedio de los niños que vivían en familia con el de los institucionalizados (32.23 puntos, p = .001) y con el de los niños maltratados (26.15 puntos, p = .01). Con relación a la subescala Total positivo, los niños que mostraron menos elementos de alegría o un a menor capacidad para experimentarla fueron quienes vivían en una institución (calificación promedio de 49.03), en tanto que los niños que vivían en familia fueron quienes alcanzaron los mayores elementos de alegría o capacidad para experimentarla (promedio de 65.80); los niños maltratados obtuvieron un puntaje promedio de 62.23, colocándose en la posición intermedia. Se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los niños institucionalizados y los que vivían en familia (16.76 puntos, p = .001), así como entre los primeros y los niños maltratados (13.19 puntos, p = .001). DISCUSIÓN Si bien es cierto que los resultados del presente estudio no pueden generalizarse a todos los niños que comparten las características de los tres grupos aquí evaluados, sí permiten avanzar en la elaboración de un patrón de conductas que se relacionan con el ajuste psicológico de cada grupo. En el caso de los niños huérfanos institucionalizados, sus niveles de ajuste psicológico pueden considerarse muy deficitarios. En lo que respecta a las habilidades sociales, mostraron un patrón muy alejado de la asertividad; su estilo de relación estuvo caracterizado por respuestas de agresión, dificultades para iniciar y mantener contactos sociales; asimismo, mostraron escasas habilidades para relacionarse positivamente con los demás. Sus niveles de autoestima fueron extremadamente bajos, cayendo dentro de una clasificación clínica de inferior a lo normal. Sus altos niveles de ansiedad también pueden considerarse como un problema. Y lo más preocupante es que sus respuestas en la Escala de Depresión indicaron niveles muy altos en esta variable, incluyendo sentimientos negativos y una baja percepción de satisfacciones que les proporcionen alegría. Los niños maltratados que se hallaban en un albergue temporal mostraron niveles de ajuste psicológico con algunas similitudes a los de los niños institucionalizados. Sus habilidades sociales estaban también sumamente limitadas, pero fue éste el grupo que manifestó un patrón más agresivo de comportamiento. En relación a la autoestima, sus niveles fueron bajos pero dentro de lo normal; sin embargo, los indicadores de ansiedad y depresión, muy similares a los mostrados por los niños institucionalizados, pueden considerarse preocupantes. En cuanto al grupo de niños que vivían con sus familias, las habilidades sociales también se manifestaron como limitadas e indicaron un patrón agresivo; aun así, se acercaron a un estilo de conducta asertivo más que los otros dos grupos. Las escalas de autoestima, ansiedad y depresión mostraron niveles normales en estas variables de ajuste psicológico. De hecho, la aplicación de los instrumentos a este grupo de niños permitiórealizar los análisis estadísticos que indicaron diferencias significativas en favor de este grupo, diferencias que muestran que los niños institucionalizados y los maltratados tienen en efecto problemas de ajuste psicológico en todas las variables estudiadas. Los hallazgos del presente estudio, que aporta datos sobre estos grupos de niños mexicanos, coinciden con los reportados en estudios hechos en otros países respecto a los problemas de desarrollo de habilidades sociales que manifiestan los niños criados en instituciones (Eisenberg y Belfer, 2009; Hwa-Froelich y Matsuoh, 2008) y los problemas emocionales y conductuales que se observan en niños y adolescentes cuyas condiciones de crianza los llevan a desarrollar patrones de apego inseguro (Bennett et al, 2009; Le Mare et al., 2007). Los datos aquí presentados, aunados a los reportados en estudios previos con poblaciones mexicanas (Ballesteros y González, 2003; Ulloa y Ampudia, 2007), permiten avanzar en la identificación y caracterización de los problemas psicológicos de los niños criados en instituciones, o bajo situaciones familiares que los convierten en víctimas de maltrato infantil y que hacen necesario su ingreso en albergues temporales. Tales hallazgos son indicativos de graves problemas de ajuste psicológico, pero también de la urgencia de generar programas efectivos y permanentes para apoyar el desarrollo físico, psicológico y social de estas poblaciones. Una de las sugerencias posibles a partir de lo reportado en los estudios citados, es que se elaboren programas que puedan aplicarse en albergues e instituciones de cuidado infantil, encaminados a desarrollar habilidades sociales en los niños y adolescentes residentes. Como se ha señalado, la ausencia de habilidades sociales puede ser la condición que facilite la aparición de trastornos psicológicos; de hecho, la falta de habilidades sociales y los conflictos interpersonales promueven el rechazo interpersonal y los fracasos adaptativos generalizados, reduciendo de este modo las oportunidades de refuerzo significativo de los demás y las posibilidades de afrontar adecuadamente los acontecimientos estresantes, lo que a la larga aumenta la vulnerabilidad de la persona. Es muy probable que a través de programas que promuevan el establecimiento de habilidades sociales puedan propiciarse relaciones positivas con los pares, lo cual aumenta la capacidad para la solución de problemas y la autoestima, al tiempo que reduce los niveles de ansiedad, depresión, soledad y conducta agresiva (Sim, Whiteside, Dittner y Mellon, 2006). También es de suma importancia promover en los ambientes institucionales la aceptación social, dada su importante influencia en el ajuste psicológico infantil de corto, mediano y largo plazo. Kim y Cicchetti (2006) señalan que contar con familiares, pares y maestros como fuentes de apoyo social puede reducir significativamente los niveles de depresión, ansiedad y enojo en los niños que han sido víctimas de maltrato, así como el riesgo de que manifiesten conductas agresivas. Las futuras investigaciones, además de las metas de tratamiento para la población objetivo, han de considerar las características del entorno físico y social y las relaciones que allí se generan. Los niños abandonados pertenecen a una población que se halla en mayor riesgo que el promedio de tener problemas de desarrollo y de conducta debido a su condición institucionalizada, lo que aumenta la probabilidad de que al crecer manifiesten diversas psicolopatologías (Ochumbo, 2008). Por lo tanto, al intervenir con poblaciones similares a las descritas es importante involucrar el contexto institucional del niño, pues su comportamiento es mediado y modelado por las características del mismo, así como por las condiciones en las cuales se encuentra inmerso. REFERENCIAS Arellano, B. (2007). Programa para fortalecer la autoestima y la conducta resiliente en niños de una casa hogar. Tesis inédita de licenciatura. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Ballesteros, G. y González, F. (2003). La institucionalización en preadolescentes como factor de riesgo en trastornos de la conducta alimentaria e imagen a corporal. Tesis inédita de licenciatura. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Bautista, V. (2000). Validez y confiabilidad de la Escala de ansiedad manifiesta en niños y adolescentes mexicanos. Tesis inédita de Especialidad en Psiquiatría. México: Universidad Nacional Autónoma de México. Beelmann, A. y Lösel, F. (2006). 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