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El problema de la explicación en las ciencias fácticas: monismo metodológico y pluralismo metodológico. La problemática de la explicación en las ciencias fácticas es una temática importante y compleja en la que confluyen varios debates y discusiones aún hoy abiertos. En este sentido, nos encontramos aquí con una serie de aportes realizados por filósofos y epistemólogos contemporáneos que buscan polemizar acerca del estatuto propio del método de justificación de las llamadas “ciencias humanas” o ciencias sociales -sin perder, desde ya, nada de su carácter científico-. Así, se origina lo que para la historia de la ciencia se conoce como la “tensión entre monismo metodológico y pluralismo metodológico”. La primera de estas dos posturas entiende que existe un único método aplicable a todas las ciencias fácticas –tanto naturales como sociales-, es decir, independientemente de cuál sea el objeto de estudio de cada una de las ciencias, la actividad científica se lleva a cabo a partir de una única metodología de investigación: ya sea se opte por el monopolio del método hipotético-deductivo o bien, por el método dialéctico (de allí que todo monismo metodológico conlleva algún tipo de reduccionismo). Por el contrario, en el caso del pluralismo metodológico nos encontramos ante una corriente epistemológica que afirma que para cada tipo de ciencia fáctica existe un método propio de justificación para sus hipótesis y/o teorías dependiendo éste de las peculiaridades de su objeto de análisis (ciencias naturales o ciencias humanas). El problema de la explicación en las ciencias fácticas: ¿explicar o comprender? Podemos afirmar que la distinción entre los métodos de justificación correspondientes a las ciencias fácticas conlleva una fuerte interrogación acerca cuál es su finalidad, es decir, un cuestionamiento acerca de cuál es el propósito de estas ciencias. La pregunta que aquí aparece es la siguiente: la tarea de la investigación científica ¿es explicar -en términos de leyes causales- los acontecimientos, o bien, describirlos -para comprenderlos-?. Siguiendo este cuestionamiento podemos concluir que en el caso de la explicación propiamente dicha se trataría de dar cuenta del “por qué” de los sucesos que se intenta analizar, mientras que en el caso de la comprensión es tarea suya describir, responder la pregunta acerca de “cómo” es que algo es o pudo ser posible. Ahora bien, según como nos posicionemos ante la pregunta que indaga cuál es el objetivo de la ciencia, nos inclinaremos por una o por otra: si es tarea suya explicar o describir. Si retomamos la presentación de los cuatro modelos explicativos ya presentados (el modelo hipotético-deductivo, el estadístico-inductivo, el modelo genético y el teleológico) podemos ver como los dos primeros, en la medida en que se basan en estructuras derivativas apoyadas en algún tipo de ley, son más afines a una posición científica que busca explicar los hechos; mientras que las dos últimas, revelan una afinidad notable con la posición que encuentra en la ciencia la tarea de describir (y ello en tanto reconoce en la voluntad y la libertad la peculiaridad que permite comprender las acciones humanas). Desde ya, cabe aclarar, que ambas modalidades son igualmente legítimas de cara a la investigación científica y sólo varían en la manera en la que la llevan adelante. Algunas de las principales posturas contemporáneas de cara a la tensión “explicación-comprensión” en el marco de las ciencias sociales. Alfred Schütz y la sociofenomenología. El sociólogo y filósofo austríaco A. Schütz concibe la comprensión como la reconstrucción de las perspectivas que los individuos tienen a la hora de actuar. Asimismo, la acción -eje central de sus análisis- es entendida como una vivencia surgida de un determinado plan o proyecto que responde a las motivaciones propias de quien lleva adelante un determinado acto. De esta manera, para Schütz no hay acciones humanas que puedan ser analizadas a partir de reglas o leyes universales que se puedan aplicar en condiciones generales, así como tampoco es posible predecir o anticipar acción humana alguna ya que cada acto es, en sí mismo, único e implica una específica estructura intencional que la justifica. Comprender, entonces, desde esta perspectiva, implica poder dar cuenta de las motivaciones que hacen a alguien actuar de una determinada forma y no de otra. Hans-Georg Gadamer y la comprensión de la historia desde “el círculo hermenéutico”. Este filósofo alemán aborda el tema de la comprensión en las ciencias fácticas desde la problemática más general del lenguaje y los textos. Así, la comprensión de los hechos pasados solo es posible a partir de la referencia al presente desde el cual, el intérprete, se encuentra situado y proyectando sentidos. De esta manera, hay un importante reconocimiento de la situación concreta desde la cual el investigador trata de comprender un determinado hecho histórico acontecido. Esto implica para Gadamer la asunción de la imposibilidad de abandonar la tradición desde la cual se abordan los acontecimientos así como tampoco se puede prescindir de los prejuicios a partir de los cuales nos vinculamos con los hechos para tratar de comprenderlos. Con lo que se hace manifiesto que quien investiga está, para Gadamer, involucrado con aquello que se propone comprender en un vínculo necesario, esto es, del cual es imposible salirse. De manera que tanto el investigador como el objeto de su investigación se encuentran en una relación de mutua dependencia lo cual produce una circularidad en el abordaje de los acontecimientos que, lejos de ser calificada de viciosa es, por el contrario, “virtuosa”, en tanto no se la puede evitar y se la reconoce como tal. Así, para Gadamer comprender implica una convergencia de horizontes que hacen que el sentido no pueda no ser más que siempre histórico, dinámico y contextual. Bas van Fraassen y el modelo pragmático. Este pensador estima inútil hacer un análisis de las explicaciones científicas que no tenga en cuenta los contextos específicos en que éstas se producen, con lo cual, su perspectiva es fuertemente pragmática (cabe recordar aquí la distinción presentada en el tema 1 entre las dimensiones semántica, sintáctica y pragmática). Asimismo, cabe mencionar que no existe para van Fraassen la posibilidad de dar con una justificación definitiva de los acontecimientos ya que éstos requieren de un determinado marco de referencia desde el cual pueden ser comprendidos. De esta manera, se abre la posibilidad de múltiples explicaciones alternativas de un mismo hecho -sin que ello haga peligrar el rigor de la misma-. En esto, justamente, radica la potencialidad de la comprensión en las ciencias fácticas, en el reconocimiento de la imposibilidad de la pretensión de atribuir verdades definitivas y unilaterales a hechos que son siempre abordados y analizados desde determinados presupuestos y determinados contextos que, por definición, son variables. Peter Winch y el cruce entre la tradición filosófica analítica y la hermenéutica. Existe para Winch una diferencia fundamental en el marco de las ciencias fácticas entre las ciencias sociales y las ciencias naturales. La diferencia está dada por el hecho de que la comprensión de la acción significativa (propia de las ciencias sociales) es distinta de la explicación de eventos (ciencias naturales). En el caso de las ciencias sociales, ellas son posibles porque la acción humana no está regida por el azar, sino que puede ser comprendida, y lo puede ser porque está regida por reglas que guían la conducta de los actores en cada acción. Pero esas reglas no son iguales a las leyes en las ciencias naturales, sino que tienen que ser conocidas por medio de la interpretación de los sujetos de la acción. De ahí la necesidad de recurrir a la tradición hermenéutica que hace lugar a la categoría de interpretación del sentido de los actos practicados por agentes humanos. Y, justamenteen esto consiste su principal aporte: acercar al contexto de la filosofía anglosajona -generalmente afín a los modelos científicos que hacen de la explicación su objetivo primordial- un abordaje de los hechos más cercano al de las ciencias sociales, esto es, basándose en la interpretación de los hechos. Anthony Giddens y la teoría social: el problema de la comprensión entre la filosofía hermenéutica y la tradición analítica. En la línea de Winch, su principal aporte consistió en estimular el ejercicio de la filosofía hermenéutica en el marco de la tradición filosófica anglosajona. Sin embargo, a diferencia de Winch, Giddens afirma que las explicaciones no corresponden únicamente a las ciencias naturales cuanto que también se pueden llevar adelante en el campo de las ciencias sociales ampliando así su campo de sentido. En ello consistió su intento de superar la dicotomía excluyente entre comprensión y explicación para las ciencias fácticas. Su “teoría social”, justamente, se orienta en esta dirección ya que ella asume una peculiar interpretación de la hermenéutica, a la que le da el nombre de “doble hermenéutica o teoría de la estructuración” y que consiste en que la comprensión del sentido se da en dos planos: tanto entre los individuos comunes en la vida cotidiana (tienen que comprender el sentido para poder actuar y proyectarse) así como en el plano de la teoría social, pues los investigadores tienen que comprender el sentido de los actores que realizan las acciones sociales. De esta manera, tanto comprender como explicar se ven mutuamente enriquecidos conceptualmente. George von Wright y su modelo comprensivista a partir de una reformulación de la noción de causalidad. Este filósofo finlandés, en consonancia con los planteos precedentes tanto de Winch como de Giddens y Gadamer, se propone dar cuenta no de una relación de incompatibilidad sino de complementariedad entre explicación y comprensión como actitudes para abordar las ciencias fácticas. Así, postula que la filosofía analítica es afín a la hermenéutica a partir de varios factores, entre los que se destacan: su tratamiento dedicado a los conceptos de significado, intencionalidad, interpretación y comprensión como también por compartir una importante preocupación acerca del rol de la metodología en las ciencias fácticas y por la filosofía de la ciencia en general. En el marco de una indagación sobre la explicación científica, el notable aporte de este autor surge de la reformulación de la noción de causa que lleva adelante. Esta novedosa caracterización consiste en indicar que esta noción surge en nosotros a partir de la proyección de nuestras acciones en el mundo natural, es decir, en la medida en que efectivamente actuamos en el mundo cotidiano, en tanto tenemos la experiencia de un acto, se proyecta en nosotros el concepto (y no al revés, como se podría pensar comúnmente). De esta manera, von Wrigth invierte la idea de sentido común que al respecto entiende que primero disponemos de un concepto que luego llevamos a la práctica para pasar a afirmar que disponemos de un concepto en tanto podemos concebir su ejecución (supongamos que “x” muere por mi disparo, por mi acción o, lo que es lo mismo, que mi acción fue la causa de la muerte de “x”, allí según von Wright la idea de causalidad de la constatación del hecho de “saber que yo puedo” matar a una persona en la naturaleza, en la realidad). De allí que el uso de la categoría de explicación causal es deudor de la posibilidad humana de llevar adelante acciones concretas. De esta manera y extremando un poco más el planteo, el autor logra justificar la posibilidad de causas posteriores a su efecto, es decir, procesos causales de tipo retroactivo. Jugando con la distinción entre temporal y lógicamente anterior, podría darse el caso de una causa que sea en términos lógicos posterior a su efecto pese a ser temporalmente anterior. En el caso de las acciones humanas (el ejemplo sobre el cual trabaja von Wright es el del disparo) podríamos afirmar que en primer lugar esta la decisión, en segundo, el proceso cerebral y por último, la acción ejecutada Pero temporalmente, primero se presenta el proceso cerebral y luego la acción. Esta cuestión, obviamente, se inmiscuyen las problemáticas y los cuestionamientos de orden ético (la intencionalidad y la responsabilidad de los sujetos que llevan adelante las acciones). Paul Ricoeur: hermenéutica y narrativismo. Este filósofo francés se sirve del “modelo del texto” para dar cuenta de cómo es posible comprender las acciones sociales y los acontecimientos históricos. Si texto es todo aquello de lo cual podemos elaborar una interpretación, Ricoeur va a extender esta categoría al ámbito humano en su conjunto. Así, al no haber identidad entre la intención del autor y el significado del texto que este produjo -una vez que el texto empieza a circular se aleja del “respaldo” y el “querer decir” de quien fuere su autor- tiene lugar una “autonomía semántica” que expone su desborde de significación. De esta manera, el texto siempre habla de algo que no compartimos con el autor y ello nos sirve para designar referencias nuevas que se nos presentan como posibilidades, es decir, nos abre un mundo nuevo, en tanto la comunicación es en la distancia. Con lo cual, todas las acciones y todos los acontecimientos humanos están abiertos a una comprensión que esta por fuera de las motivaciones propias de quien las lleva a cabo. Ricoeur sostiene que las ciencias sociales son hermenéuticas y que requieren para su comprensión tomar al sujeto social como si fuese un texto. La utilización de este modelo ofrece entonces un nuevo enfoque sobre la relación explicar y comprender en las ciencias sociales. Ya que no nos encontraríamos más ante dos ámbitos irreductibles que haya que oponer, sino ante zonas que presentan una relacion de complemntariedad estrategica. La propuesta de Ricoeur toma así la forma de una dialéctica entre comprensión y explicación, compuesta por dos movimientos, uno que va de la comprensión a la explicación, y el inverso, que va de la explicación a la comprensión, de allí que la explicación sea el puente que nos lleva de comprensiones superficiales a comprensiones más profundas y, por eso, pueda pensarse que explicar más es comprender mejor y que toda explicación sólo es posible a partir de una cierta pre-comprensión.
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