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282 Volumen 67 · Nº 4
Economía, política y salud
Dr. Javier Oscar Vilosio
La economía es una disciplina del campo de 
las ciencias sociales cuyo principal objeto 
de estudio es la manera en que las personas 
distribuyen los limitados recursos de los que 
disponen para satisfacer sus necesidades cada 
vez mayores. 
De esta manera, la economía se vincula es-
trechamente con otras disciplinas que aportan 
a la comprensión de los complejos mecanis-
mos implicados en la elección de alternativas, 
preferencias, prioridades y valores, y al estable-
cimiento de reglas de juego e instituciones que 
tienden a ordenar de una forma u otra el entra-
mado de decisiones que constituyen el ámbito 
de lo económico: el derecho y la política. 
Por otra parte, un problema central de la or-
ganización de servicios y sistemas de atención 
sanitaria es el mismo: cómo satisfacer crecien-
tes necesidades y demandas con recursos es-
casos, en términos absolutos o relativos. 
No hay organización ni actividad sanitaria 
que escape a este dilema. Y no hay médico 
que no lo enfrente en su práctica diaria.
Bajo el título “Economía de la salud” se 
agrupan los análisis y propuestas derivados 
de la aplicación de las herramientas económi-
cas a la particular problemática del complejo 
proceso salud-enfermedad. Aunque son rela-
tivamente más difundidos los estudios econó-
micos orientados a la evaluación de tecnolo-
gías diagnósticas y terapéuticas, no es menor 
el aporte de la economía a la interpretación de 
las conductas de las personas como provee-
dores y consumidores de servicios y bienes 
sanitarios, a la problemática de las conductas 
no saludables y a la estructura y formas de 
funcionamiento que en consecuencia adoptan 
las organizaciones vinculadas a la salud.
De tal manera, el aporte de las herramien-
tas económicas a la organización de la aten-
ción médica (centrada en la enfermedad y sus 
consecuencias) y de la atención de la salud 
(en su significado más amplio, que incluye la 
atención médica pero la excede largamente), 
debe vincularse a un contexto social principal-
mente definido por el juego de valores, insti-
tuciones y prácticas políticas vigentes.
El profesional de la salud puede eventual-
mente elegir ignorar este contexto. Lo que 
seguramente no podrá hacer es evitar las 
consecuencias que el mismo impone, en su 
actividad cotidiana.
Mercado y salud
La economía clásica propone, con fines didác-
ticos, un escenario ideal en el que se producen 
los intercambios entre compradores y vende-
dores de bienes y servicios: el mercado per-
fecto. Este mercado supone básicamente un 
gran número de vendedores y compradores, 
transparencia en la información disponible 
para todas las partes, la posibilidad de partici-
par voluntariamente y la inexistencia de posi-
ciones predominantes (tanto en la oferta como 
en la demanda) que puedan alterar la principal 
señal que regula el flujo de bienes y servicios 
que se ofertan y se demandan: los precios.
El mercado de los bienes y servicios desti-
nados a la atención del binomio salud/enfer-
medad se describe como un típico “mercado 
imperfecto”: el que ofrece conoce más que el 
que demanda (las personas demandan cura-
ción, los médicos indican prácticas preventi-
vas, diagnósticas, terapéuticas y de rehabilita-
ción), y hay relativamente pocos oferentes, es 
decir, existen posiciones dominantes. Pero en 
SIMPOSIO 2009
Médico. Máster en Economía y Ciencias 
Políticas. Profesor asistente en el Depto. 
de Salud Pública de la Escuela de Medicina 
del Hospital Italiano de Buenos Aires.
En el presente artículo se reseñan algunos principios conceptuales 
de la economía sanitaria, algunos aspectos de un problema 
macro, el gasto en salud en Argentina y, finalmente, la 
utilización de herramientas de evaluación económica. 
RAA 283
la capacidad del estado de asegurar realmente 
a todas las personas el derecho a acceder a un 
mínimo de servicios y cuidado de su salud.
Otro factor relevante a la hora de caracte-
rizar el mercado sanitario es el tiempo. Efec-
tivamente, las características del consumo y 
los costos de los servicios médicos imponen 
la lógica de los seguros: que las personas pa-
guen anticipadamente para cubrir la eventua-
lidad futura de un evento en que los servicios 
sean necesarios, ya que para la mayoría de la 
población sería imposible pagar la totalidad 
del precio en ese momento.
Los economistas denominan relación de 
agencia a la que se establece entre quien 
aporta su dinero y quien lo administra en su 
nombre: compañías de seguros, obras socia-
les, empresas de medicina prepaga o el pro-
pio estado. El problema central de ese vínculo, 
primariamente moral, se deriva del hecho que 
el administrador (agente) no asume los costos 
de sus decisiones sobre el dinero ajeno. Una 
vez más, la calidad de las instituciones y la va-
loración social de las conductas individuales 
son fundamentales para controlar la discre-
cionalidad y sancionar los desvíos.
Del lado del que realiza los aportes, a su 
vez, la sensación (errónea) de no estar pagan-
do por la atención recibida induce, durante 
el contacto con prestadores pagados por el 
agente (el tercer pagador), comportamientos 
de prescripción y consumo fuertemente dis-
torsionados, muchas veces injustificados y 
frecuentemente nocivos. 
Existe un riesgo moral inherente a la toma 
de decisiones por parte de agentes y de pres-
tadores que implica costos solamente sobre 
el asegurado y compromete seriamente la efi-
ciencia del sistema. 
la realidad casi todos los mercados de bienes 
y servicios se parecen, y no sería tan peculiar 
la “imperfección” del sector salud.
También la literatura se extiende en la ca-
racterización de diversos servicios o bienes 
requeridos para la atención de la salud como 
bienes públicos, que son aquellos que, a di-
ferencia de los bienes privados, no pueden 
transarse en el mercado simplemente porque 
pagar por ellos no significa apropiarse con 
exclusividad de sus beneficios. Este tipo de 
bienes presenta fuertes externalidades posi-
tivas: producen beneficios (directos e indirec-
tos) a terceros que no pagan por ellos. De ahí 
su condición de públicos. 
Pero el hecho claramente distintivo que 
distorsiona las reglas del mercado perfecto es 
que desde hace no muchos años atrás el acce-
so a los servicios de salud comenzó a consi-
derarse un derecho de la población. 
Ello impone la necesidad de intervención 
del estado, con el objeto de asegurar que to-
das las personas reciban al menos un mínimo 
de asistencia considerada socialmente acep-
table y puedan disfrutar de los beneficios de 
la promoción y protección de su salud. Los 
bienes y servicios vinculados se convierten 
entonces en bienes meritorios o “preferidos”: 
aunque algunos pueden intercambiarse en el 
mercado, existe una decisión colectiva (políti-
ca) de asegurarlos para todos los ciudadanos 
o habitantes, independientemente de su ca-
pacidad de pagar por ellos.
La vinculación entre mercado y estado es 
uno de los debates fundamentales de la cien-
cia política. 
En la realidad de nuestro mundo, no exis-
ten sistemas de salud totalmente estatales 
—me apresuro aquí a aclarar que Cuba cuen-
ta con todo un segmento de sus servicios de 
salud dedicado a la atención de extranjeros, 
bajo claras reglas de mercado— ni totalmente 
ajenos a la intervención estatal. La definición 
de esta mezcla implica siempre una discusión 
sobre los derechos, las obligaciones y las li-
bertades individuales y colectivas a los que 
adhiere una sociedad. 
Obviamente la calidad de sus instituciones es 
una cuestión fundamental a la hora de evaluar 
La evaluación farmacoeconómica en la práctica médica
284 Volumen 67 · Nº 4
¿Se gasta mucho o se gasta poco?
De acuerdo con la última estimación oficial pu-
blicada en 2001 sobre datos de 19971, el gasto en 
salud en Argentina equivalía a algo más del 8% 
del PBI nacional, cifra muy cercana a la estima-
da por Tobar y col. para el mismo período2. Ese 
porcentaje era similar (para1995) al de Australia, 
Bélgica, Dinamarca, Islandia, Holanda, Noruega, 
Portugal y Suecia, y mayor que el del Reino Uni-
do3, dentro del grupo de países de la OCDEa. 
Desde el punto de vista del origen del gas-
to, Tobar4 describe que el 45% del mismo era 
“privado” (básicamente el que no correspon-
día a los presupuestos públicos y a las obras 
sociales del gasto “público”, que representa-
ron 60% y 40%, respectivamente). 
En Holanda, Alemania y Suecia, en el año 
2000, el gasto privado representaba entre el 
22% y el 29% del total. 
Para 2006, la OMS estimaba el gasto en sa-
lud de Argentina como un porcentaje del PBI 
de aproximadamente el 10,1%5, valores simila-
res a los de Alemania (10,3%), Austria (10,2%), 
Canadá (10%) y Portugal (10,2%). 
Sin embargo, según la OMS el gasto per 
capita en nuestro país es de US$ 549 (dólares 
ajustados para hacer comparables las parida-
des de cambio entre países), mientras que el 
de Alemania es de US$ 2.664, el de Austria, 
US$ 2.737, el de Canadá, US$ 2.578 y el de 
Portugal, US$ 1.552. 
Además, la evaluación debe completarse 
con el análisis de los resultados: Colina y col. 
publicaron una comparación entre probabilidad 
de muerte en menores de 5 años y años de vida 
saludable perdidos, contra gasto per capita en 
países de América Latina, y en todos los casos 
los resultados fueron muy pobres en Argenti-
na, comparados con sus niveles de gasto6.
Finalmente, debemos señalar que una eva-
luación completa de los resultados sanitarios 
de un país no puede limitarse al análisis del 
sector salud. Otras áreas del desarrollo eco-
nómico y social inciden muy significativa-
mente, tal vez de modo más expresivo que los 
servicios de atención a la enfermedad.
Hoy es mayoritariamente aceptado que a 
medida que los países incrementan su renta 
per capita (es decir, crecen), el gasto sanitario 
se incrementa más que proporcionalmente7. 
Si el gasto es mucho o es poco deberá enton-
ces valorarse en función de sus resultados. 
Hoy no es infundado el reclamo de una mayor 
asignación presupuestaria al subsector públi-
co. En tanto, la seguridad social puja perma-
nentemente por mayores aportes o subsidios, 
lo cual, en el primer caso, incrementa los cos-
tos laborales, y en el segundo, atenta contra 
el reclamo presupuestario para los hospitales 
públicos, y en ambos casos, dada la magnitud 
de flujos económicos del sector, se afectan a 
otras áreas de la economía. 
De cualquier manera, persisten sin resolver 
otros problemas estructurales y organizacio-
nales a los que no nos hemos referido en este 
artículo. Ellos atentan contra las condiciones 
de eficiencia del sistema, cualquiera sea el in-
cremento de los recursos que se disponga, y 
en nuestra opinión mantienen vigente la ne-
cesidad de una reorganización del sistema sa-
nitario argentino; y en nuestra historia política 
ya hubo varios intentos fallidos. 
Es necesario además tener presente que 
los grandes números que muchas veces entu-
siasman a los que toman decisiones políticas 
no son más que convenciones que reflejan en 
términos comparativos situaciones promedio: 
enfrentamos el acuciante problema de la “in-
equidad” (diferencias o desigualdades en el 
acceso a determinados servicios o bienes que 
son ya intolerables para nuestro grado de de-
sarrollo social). 
Esa falta de equidad en el interior de regio-
nes, países, zonas y aun dentro de conglome-
rados urbanos no se percibe fácilmente por 
los indicadores agregados de nivel nacional o 
provincial, y requiere ser buscada, identifica-
da y combatida.
a OCDE: Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico.
SIMPOSIO 2009
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Las evaluaciones económicas
Las evaluaciones económicas8 surgen como 
necesidad de dar respuestas prácticas al ya 
mencionado dilema entre recursos y necesi-
dades. La escasez de los primeros impone la 
necesidad de la eficiencia a la hora de satisfa-
cer las segundas: es eficiente aquella práctica 
que obtiene los resultados deseados con el 
menor uso de recursos.
De manera que el conjunto instrumental de 
lo que denominamos evaluaciones económicas 
se basa en la idea de comparar costos y conse-
cuencias de distintas intervenciones diagnós-
ticas, terapéuticas o de política sanitaria9.
Ahora bien, ¿es la eficiencia el único criterio 
válido a la hora de decidir sobre la utilización 
o no de determinadas prácticas o productos? 
La economía aporta su racionalidad, que pue-
de ser una mejor o peor guía para la toma de 
decisiones, pero en la mayoría de los casos 
no será la única a considerar. De hecho, las 
características de cada patología o riesgo en 
cuestión, la existencia de alternativas de inter-
vención, el impacto presupuestario de la intro-
ducción de nuevas prácticas o aspectos rela-
cionados con la capacidad de investigación de 
los productores10 son tanto o más relevantes, 
dependiendo de cada caso en particular.
Por otra parte, demostrar un alto costo-
efectividad en una intervención no significa 
que pueda ser efectivamente incorporada, ni 
hay evidencia de que fuera posible incorporar 
todas las prácticas que cumplieran con dicha 
condición. Por lo tanto, otros criterios de eva-
luación deben ser considerados. El análisis del 
impacto presupuestario es una herramienta 
que permite estimar el efecto de la incorpora-
ción de una nueva tecnología en la utilización 
de los servicios y en los costos de los produc-
tos, aunque ya haya demostrado que es favo-
rablemente costo-efectiva en su evaluación. 
Sin embargo, los estudios económicos bien 
realizados aportan un fundamento extremada-
mente sólido a la hora de establecer la forma en 
que los recursos pueden ser utilizados en la for-
ma más provechosa, y han significado un avance 
extraordinario en el uso racional de los mismos.
Por otra parte, al tomar una decisión sobre 
gasto sanitario, debe considerarse el costo de 
oportunidad, es decir, el costo de sacrificar 
una mejor utilización alternativa de dichos re-
cursos. En salud, la sábana es siempre corta.
Por supuesto que el significado de térmi-
nos como “mejor” o “peor”, por encima de 
ciertos niveles mínimos en los que no debie-
ra haber discusiónb, debe interpretarse en el 
contexto de valores y recursos (materiales e 
institucionales) con que cada sociedad cuen-
ta, sus paradigmas y sus anhelos.
 Las evaluaciones económicas no se han 
difundido ampliamente, a pesar de su gran 
valor y del contexto de creciente crisis en los 
sistemas de salud que debiera generar signifi-
cativa demanda de las mismas.
Para algunos autores, ello se debe básica-
mente a tres fenómenos: 
a) la mayor parte de ellas es financiada por 
los propios productores o proveedores de 
insumos o tecnologías; 
b) la imposibilidad de extrapolar resultados 
de estudios realizados en países con sis-
temas sanitarios, costos y condiciones de 
salud sustancialmente distintos, lo cual 
impone la necesidad de realizar investiga-
ciones locales, y la falta de comparación 
entre estudios de tecnologías sustitutivas 
realizados por distintos investigadores sin 
una metodología estándar, 
c) la dificultad de verificar rigurosamente la 
validez de los estudios, que pocas veces 
son reproducibles10. 
A propósito de nuestro medio, deberíamos 
agregar el gravísimo problema de la carencia 
de buena información de base para los análi-
sis (costos e inclusive precios, utilización, sa-
tisfacción, etc.)
b Hemos hecho referencia más arriba al significado político del término “inequidad”.
La evaluación farmacoeconómica en la práctica médica
286 Volumen 67 · Nº 4
Entender las evaluaciones económicas sim-
plemente como poderosas herramientas debie-
ra servir para superar los estériles debates que 
otrora fueron intensos: la búsqueda de eficien-
cia no suplanta la evaluación criteriosa y res-
ponsable de cada caso, sino más bien le otorga 
una relevancia mayor al incorporarle trascen-
dencia social, lo cual es, aunque frecuentemen-
te lo soslayemos, inherente a la práctica misma 
de la medicina. Virchow expresaba ya enel si-
glo xix: “La medicina es una ciencia social y la 
política es medicina a gran escala”11. 
Desde este punto de vista, debe recordar-
se que el verdadero objeto de la economía de 
la salud no es describir y manejar las cuentas 
y gastos del sector, sino garantizar el acceso 
equitativo al cuidado y mantenimiento de la 
salud12.
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