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Enseñanza e Investigación en Psicología
ISSN: 0185-1594
rbulle@uv.mx
Consejo Nacional para la Enseñanza en
Investigación en Psicología A.C.
México
Hernández Zamora, Zoila Edith
La participación del psicólogo en la atención a la salud del adulto mayor
Enseñanza e Investigación en Psicología, vol. 9, núm. 2, julio-diciembre, 2004, pp. 303-319
Consejo Nacional para la Enseñanza en Investigación en Psicología A.C.
Xalapa, México
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 ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 9, NUM. 2: 303-319 JULIO-DICIEMBRE, 2004 
 
 
 
LA PARTICIPACIÓN DEL PSICÓLOGO EN LA ATEN-
CIÓN 
A LA SALUD DEL ADULTO MAYOR 
 
Participation of the psychologist in attending 
to the aged adult’s health 
 
 
Zoila Edith Hernández Zamora 
Universidad Veracruzana1 
 
 
RESUMEN 
En el presente trabajo se enumeran, a manera de recomendación y con su res-
pectiva justificación, algunas de las diversas tareas y campos en los que el psi-
cólogo puede desempeñarse dentro del área de la atención profesional a perso-
nas adultas mayores, con la finalidad de elevar su calidad de vida. Se hace hin-
capié en la dificultad de dedicarse a todas las actividades mencionadas y la per-
tinencia de seleccionar las tareas o funciones más acordes a las capacidades y/o 
intereses del psicólogo, además de que el trabajo que se haga con este grupo 
etario debe ser, en gran parte, de tipo multinterdisciplinario. 
Indicadores: Papel del psicólogo de la salud; Adultos mayores; Equipos interdiscipli-
narios en la atención a la salud. 
 
ABSTRACT 
This work lists, as a form of recommendation duly justified, some of the diverse 
tasks and fields in which the psychologist can perform within the area of ger-
ontology, that is, in his/her professional attention to aged people, in order to 
elevate the quality of their lives. It emphasizes the difficulty in dedicating one-
self to all of the mentioned activities and that the most pertinent thing would 
be to select that or those activities or functions most in accordance with the 
psychologist’s aptitudes and/or interests. It also points out that the work done 
with this elderly group should be mostly multi-interdisciplinary. 
 
1 Instituto de Investigaciones Psicológicas, Apartado Postal 478, 91000 Xalapa, Ver, Méxi-
co, tel. 2288-125740, fax 2288-128683, correo electrónico: zhernandez@uv.mx. Artículo reci-
bido el 25 de julio de 2003 y aceptado el 21 de mayo de 2004. 
 
LA PARTICIPACIÓN DEL PSICÓLOGO EN LA ATENCIÓN A LA SALUD DEL ADULTO MAYOR 
 
 
304 
Key words: psychologist, aged adult, multi-interdisciplinary team, attention, health. 
 
INTRODUCCIÓN 
El crecimiento de la población senescente en el mundo ha originado 
la necesidad de preparar personal en el campo de la gerontología 
(Conde, 1998), lo cual quiere decir que, principalmente, los profesio-
nales de la salud deben preocuparse por su formación para una aten-
ción de óptima calidad hacia las personas de la tercera edad. 
Para enfrentar los problemas de la vejez, se hace necesaria la 
participación de un equipo multidisciplinario formado por médicos 
geriatras y gerontólogos, psicólogos, enfermeras y trabajadores socia-
les, entre otros. De manera particular, el psicólogo tiene una función 
importante en el equipo gerontológico: se ha convertido en una herra-
mienta esencial en la atención del adulto mayor dado que en los úl-
timos años las investigaciones clínicas demuestran que en ese grupo 
de edad las enfermedades mentales tienen una prevalencia del 40 al 
45%, estadística que incluye toda una gama de problemas psicogeriá-
tricos reversibles e irreversibles (Conde, 1998). Una de las transfor-
maciones que experimenta el organismo humano en la última etapa 
de la vida es un cambio en sus funciones mentales (De la Fuente, 
1999). El tratamiento y prevención de tales padecimientos es una de 
las tantas funciones que el psicólogo puede desempeñar en el cuida-
do de la salud de las personas de la tercera edad, pero, como se verá 
más adelante, todavía queda un amplio campo de trabajo para este 
profesional de la salud con el referido grupo etario. 
En cuanto al tratamiento de las quejas de tipo somático y/o 
emocional, después de los 60 años de edad muchos trastornos que 
motivan la consulta médica están vinculados más al envejecimiento 
que a la en-fermedad. Existe, de hecho, una limitación evidente im-
puesta por las afecciones crónicas, lo cual debe recibir una atención 
considerable del profesional de la salud, teniendo presente el compo-
nente psicológico del vivir en esta edad. Los trastornos de la memoria, 
de la atención, las modificaciones del sueño y las dificultades de rela-
ción con el entorno matizan con un tono característico las quejas so-
 
 ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 9, NUM. 2: 303-319 JULIO-DICIEMBRE, 2004 
 
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máticas. Si a ello se suma cierto sentimiento de minusvalía y depen-
dencia que existe frecuentemente en el anciano por la pérdida de sus 
ingresos, el cierre de las perspectivas de vida y la conciencia de todo 
ello, se entenderá la aparición de una enfermedad depresiva de tipo 
reactivo y, en otras circunstancias, la de una enfermedad melancólica 
(Caetano, 1993). 
Son muchas las actividades y tareas que el psicólogo, dentro de 
su ramo y en coordinación con el equipo de salud, puede hacer en la 
mayoría de las ocasiones por mejorar la situación actual de las perso-
nas de la tercera edad. Dentro de ellas, por ejemplo, se hallan la in-
vestigación sobre los cambios cognitivos que se producen en el enve-
jecimiento, lo cual forma parte de los esfuerzos no sólo para conse-
guir alargar la vida, sino también para dotarla de la más alta calidad 
posible; conocer cómo operan los procesos de conocimiento en la ve-
jez y cuáles son las alteraciones mentales prevalecientes en esta im-
portante fase de la vida, o diseñar e instrumentar programas de inter-
vención cuyo objetivo prioritario sea mejorar la calidad de vida de las 
personas mayores. Dentro del cuerpo de este trabajo se mencionan 
otras quehaceres que el psicólogo puede ejecutar dependiendo del 
ámbito donde se encuentre, de los apoyos de que disponga, de sus 
intereses, de sus capacidades, de las áreas de conocimiento en que 
labore, los cuales pretenden servir de guía para lograr una mayor pe-
netración de la labor de este profesional dentro de la gerontología. 
 
El psicólogo y el adulto mayor hospitalizado 
En México, en los hospitales generales, el 60 por ciento de todas las 
camas están ocupadas por ancianos; en los de especialidad, el 80 por 
ciento son personas de más de 60 años de edad (Bravo, 1999). Una 
persona que cubre los criterios generales de internación es aquella 
que es mayor de 60 años, que tiene una enfermedad aguda o que 
muestra agudización de una enfermedad crónica, que dicha enferme-
dad tiende a la incapacidad, que presenta otras enfermedades asocia-
das y que la enfermedad está condicionada por factores psicológicos y 
sociales. 
La experiencia clínica diaria muestra que una persona es inter-
nada por padecer una patología determinada: diabetes, desnutrición, 
 
LA PARTICIPACIÓN DEL PSICÓLOGO EN LA ATENCIÓN A LA SALUD DEL ADULTO MAYOR 
 
 
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depresión, accidentes cerebro-vasculares, cáncer, consecuencias trau-
matológicaspor caídas y otros, resultando tentador ponerle el rótulo 
de “diabético” “ desnutrido”, “depresivo”, etcétera, y bajo esa etiqueta 
suprimir su condición de sujeto único y darle un tratamiento genera-
lizador. Es más, cuando se les entrevista, con frecuencia refieren ser 
“diabéticos”, “hipertensos”..., como si la enfermedad fuera una carta 
de presentación al otro, como un sujeto equivalente a la enfermedad. 
A este registro imaginario le corresponderá un devenir en registro 
simbólico, un registro a través de la palabra, tarea a ser realizada en 
el encuentro entre el paciente y el psicólogo. El psicólogo ofrece un 
dispositivo de escucha, facilitando así el hablar del paciente, quien irá 
reconociendo la operatividad del lenguaje, así como el hecho de que 
puede tomar distancia con respecto de su enfermedad. Se le invitará 
a que relate su historia, y allí se desplazarán las modalidades vincula-
res con sus familiares y parejas, sus posibilidades para resolver con-
flictos, mecanismos de defensa, pérdidas y ganancias, alegrías y tris-
tezas, sueños y fantasías, olvidos y recuerdos; en fin, se logra que se 
vea a sí mismo como a una persona y no como a una enfermedad. A 
través de las sucesivas entrevistas, se hallará a un sujeto que cons-
truye en el presente su historia, ya que muchos viejos acceden por 
primera vez al psicólogo, por lo que será necesario explicarles clara-
mente cuál es la función de éste. Queda explícito que en una unidad 
de internación son los psicólogos los que van hacia el paciente bajo el 
principio de asistirlo desde un enfoque multicausal y junto con las 
otras especialidades (Daverio, 1999). 
El psicólogo, durante sus intervenciones, evitará las respuestas 
acabadas; por el contrario, abrirá la interrogante por la causa ya que 
sólo así se podrá sostener la posibilidad de concienciar a un sujeto 
que no sabe ?conscientemente? el porqué de su enfermedad y de lo 
que la causa (Daverio, 1999). 
 Además de las entrevistas, el psicólogo puede utilizar otras 
herra-mientas diagnósticas para evaluar el nivel cognitivo, emocional 
y hasta físico ?en cuanto a las actividades que es capaz de hacer por 
sí mismo? del adulto mayor hospitalizado, aplicando determinadas 
pruebas. Ya aplicadas, resulta interesante evaluar los resultados ob-
tenidos en una primera administración con respecto a una posterior, 
 
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e investigar qué variables intervinieron para la modificación, si es el 
caso, de los resultados. 
Observando que la mayoría de los añosos son sujetos insertos 
en un medio familiar en el que influyen, a la vez que son influidos 
por éste, la labor del psicólogo debe dirigirse también al grupo fami-
liar evaluando sus características, mismas que se manifestarán en 
diferentes modalidades de quejas y reclamos por la calidad de la 
atención recibida. Dichos reclamos podrían volverse problemáticos en 
la relación institución-familia. Con una intervención que permita ex-
plicitar lo que aquí subyace ?conflictos vinculares, prejuicios, temo-
res, desconocimiento de tratamientos o alternativas de ayuda?, se 
logra alcanzar vías de solución que, por añadidura, contribuirán a 
disminuir la situación de an-siedad que se genera en el personal mé-
dico y de enfermería, así como en la institución hospitalaria en gene-
ral. 
Juntos, geriatras, enfermeros, asistentes sociales, nutricionis-
tas, kinesiólogos y psicólogos abordarán tareas de prevención, asis-
tencia y rehabilitación de cada viejo y de su familia en el modo singu-
lar y particular de la situación de enfermedad-internación. 
En lo que atañe a la atención de la enfermedad del senecto, 
puede surgir el agotamiento del cuidador, ya que si se ha de atender 
la enfermedad de manera integral, la familia será un punto básico 
donde enfocar los esfuerzos y buscar el apoyo necesario para proteger 
la salud. Aunque el cuidado no es por supuesto una enfermedad, es 
un problema de la vida que requiere adaptación; es de tal complejidad 
que es deber del profesional de la salud (en este caso podría ser el 
psicólogo) conocerlo a profundidad y desarrollar empatía. El psicólogo 
debe ser hábil en atender a todos los integrantes de la familia o cui-
dadores del enfermo añoso, tanto jóvenes como viejos (Mendoza, y 
Rodríguez, 2000). 
Los ancianos hospitalizados que se encuentran en su fase ter-
minal necesitan manifestaciones de afecto y apoyo, del contacto 
humano al que valoran. Muchas veces los viejos expresan su miedo de 
morir solos y en un hospital. Es necesario que el psicólogo tenga este 
punto en cuenta. Es importante también llegar a un acuerdo con el 
equipo de salud y con la familia para que el viejo, si lo desea, conozca 
 
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todo lo relacionado con la gravedad de su situación a fin de poder de-
jar arreglados sus asuntos no concluidos, tanto afectivos como mate-
riales. Podría, pues, ser una misión del psicólogo hablar de estos te-
mas con el senecto moribundo, además de ofrecerle la paz y la tran-
quilidad que necesita para poder tener una muerte digna. 
 
El psicólogo y el adulto mayor institucionalizado 
Son pocos los países que han logrado una eficaz administración de 
los recursos para la atención y el servicio de los ancianos, y ha que-
dado demostrado que cuanto más variados son dichos recursos y ma-
yor su cantidad, más posibilidades hay de mantener a los ancianos 
fuera de las instituciones, con lo que se ahorra dinero y personal. 
Muchas veces se tiende a aumentar indiscriminadamente los servicios 
sin efectuar una planificación general, olvidando que no hay nada 
que pueda reemplazar las relaciones afectivas y personales, y que un 
anciano pue-de estar mejor en su hogar rodeado de sus amigos y fa-
miliares, que en un edificio carente de sus relaciones afectivas coti-
dianas. 
La mayor parte de las personas mayores no desea vivir en insti-
tuciones; con frecuencia consideran que vivir allí es un abierto recha-
zo por parte de sus hijos, y éstos llevan ahí a sus padres disculpándo-
se al hacerlo y con grandes sentimientos de culpa. Sin embargo, de-
bido a las necesidades de la persona mayor o a las circunstancias de 
la familia, tal ubicación parece ser en ocasiones la única solución 
(Papalia y Wendkos, 1990). 
Por otra parte, en algunas familias hay un rechazo y una ten-
dencia a aislar a las personas ancianas, a las cuales se les ve frecuen-
temente como un estorbo del que tratan de deshacerse, por lo que se 
les interna en instituciones donde se cree que vivirán mejor y más 
cómodamente. Ello es consecuencia de que las familias, debido al 
ritmo de vida que les impone la misma sociedad, dedican poco tiempo 
a la atención y cuidado que aquéllos requieren, con lo que los priva 
de estímulos muy importantes para que conserven su salud mental 
?como el afecto, la seguridad y el respeto?, creándoles un sentimien-
to de inutilidad que aumenta fuertemente al momento en que se les 
ingresa a una institución. 
 
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También parece que existe muy poca preocupación en la comu-
nidad hacia el hecho de que un gran número de personas ancianas 
están siendo encauzadas hacia hospitales psiquiátricos y asilos, lo 
que crea necesidades adicionales para una buena protección, guía, 
supervisión y custodia, pues no reciben asistencia ni tratamiento 
adecuados en tales instituciones. 
En la mayoría de los asilos hay personal médico, de enfermería 
y de trabajo social; el psicólogo rara vez forma parte de este personal, 
cuando resulta ser un profesional de gran importancia precisamente 
por las condiciones emocionales por las que atraviesan las personas 
que se encuentran internadas en tales lugares, pues algunas de ellas 
lo están por decisión propia, pero otras lo deben al abandono de sus 
familiares, al desamparo económico en quese hallan y, en algunos 
casos, al sobrecupo en los hospitales psiquiátricos. 
Dadas estas condiciones, es indispensable la existencia de los 
asilos, pero no hay que perder de vista que, en primer lugar, un asilo 
es un establecimiento de beneficencia para los menesterosos, y, en 
segundo, que deben respetarse los derechos humanos de los internos 
(Martínez, 1998). 
 
En muchos de estos lugares no existen verdaderos programas 
para la atención integral, no se permiten a los asilados manifestacio-
nes afectivas y hay represión sexual, pues un adulto mayor también 
tiene tales necesidades. Hay en muchas ocasiones ?y quizá sea el 
origen, en parte, de estas fallas? carencia de presupuesto, razón por 
la cual no es posible integrar al menos a un psicólogo dentro del per-
sonal de trabajo. 
La labor del psicólogo en un asilo resulta indispensable, pues 
no sólo consiste en atender las necesidades emocionales, afectivas y 
terapéuticas de los senectos residentes, sino también de impartir a 
todo el personal que allí labora los conocimientos referentes a las re-
laciones humanas para que conviva con esos pacientes y les ofrezca 
no sólo una atención física sino también emocional, pues suele suce-
der que labore en estos sitios personal no capacitado que puede abu-
 
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sar o maltratar al paciente (Rodríguez, Morales, Encinas, D’hyver y 
Trujillo, 2000). 
Además, hace falta crear conciencia en los familiares que tratan 
a los senectos como estorbos, a los cuales abandonan en asilos sin 
volver a verlos más que muy ocasionalmente o nunca. “Cuando los 
internos llegan, se sienten abandonados o que no le importan a na-
die. Se deprimen y se vuelven apáticos, pues se sienten muy tristes” 
(Ruiz y Moreno, 1998). Dentro de las alteraciones psicosociales se en-
cuentran la pérdida del papel social y de la autoestima, una deficien-
te autopercepción y el miedo a perder el control de la propia vida. 
Las necesidades asistenciales de los institucionalizados son 
com-plejas. Componen a este vulnerable grupo quienes padecieron 
aislamiento social y que cuentan con limitaciones económicas; tam-
bién quienes enfrentan patologías múltiples y cuyo deterioro es, por 
lo mismo, más acelerado, además de que carecen de capacidad de 
respuesta orgánica a las agresiones externas (Vidal, 1998). El aborda-
je de estos pro-blemas hace imperativo el establecimiento de progra-
mas de rehabilitación psíquica, nutricional y general, en que inter-
venga un equipo multi e interdisciplinario, lo que implica, por lo tan-
to, un incremento en los costos de su atención. 
La atención de los institucionalizados se realiza, en gran parte, 
bajo los modelos caritativos que es tiempo ya de modificar para ofre-
cer una atención multi e interdisciplinaria que tenga a la gerontología 
como ciencia rectora. Así se ofrecerá una calidad de vida o la posibili-
dad de mejorar la atención en tales centros (Vidal, 1998). 
En una institución donde vive gente de la tercera edad 
?llámese asilo o estancia? , se considera a la terapia ocupacional co-
mo parte vital del programa psicológico, utilizándose para ello diver-
sas técnicas (recreativas, educacionales, funcionales, de sostén y au-
toayuda) que tratan de readaptar al anciano a su ámbito social y 
combatir su dependencia. La terapia ocupacional y recreativa busca 
que el senecto esté mejor y se acerque a los atractivos de la realidad 
que aún puede gozar. Se utilizan para ello una serie de actividades 
coordinadas que aprovechan el tiempo libre, mejoran la independen-
cia en las actividades de la vida diaria y logran una mayor movilidad. 
Es, pues, un método activo que tiene una profunda justificación psi-
 
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cológica, pero las actividades programadas deben cumplir ciertas ca-
racterísticas para que surta el beneficio que se pretende. Este tipo de 
actividades deben ser valoradas por personal profesional y técnico ca-
pacitado en el proceso de envejecimiento (Groues, 1997). 
Una de las últimas modalidades introducidas y encaminadas al 
logro del bienestar de las personas que viven en asilos es llevar a gru-
pos de niños y jóvenes para que convivan con ellos durante un día, 
aportándoles, además del contacto afectivo, algún elemento de tipo 
material que les sirva para aliviar un poco el difícil estado económico 
por el que atraviesan. Si esto se hace de manera continua y progra-
mada, rendirá grandes frutos en el bienestar emocional de los ancia-
nos institucionalizados, tarea que bien podría coordinar el psicólogo 
en conjunto con las autoridades de las instituciones educativas. 
 
El psicólogo y su labor con adultos mayores asociados 
En los últimos años, las personas de la tercera edad ?ya sea por ini-
ciativa propia o mediante programas institucionales? se han agrupa-
do en asociaciones de jubilados, clubes, grupos de barrio y otros; ca-
da uno de tales grupos funciona de acuerdo a políticas establecidas 
en parte por sus mismos miembros y en parte por las instituciones a 
las que pertenecen, pero coinciden en un objetivo principal, que es 
elevar la calidad de vida de sus integrantes. Esos grupos tienen una 
serie de actividades, como terapia ocupacional, ejecución de bailes y 
coros, cursos, talleres o conferencias sobre diversos temas, etcétera; 
precisamente es en las últimas actividades mencionadas donde el 
psicólogo desempeña una función trascendente al elaborar e instru-
mentar programas para el apoyo a la salud integral de las personas 
de la tercera edad, programas que incluyen temas de diversa índole, 
pero todos ellos encaminados a elevar dicha calidad de vida. No se tra-
ta de que el psicólogo aborde todos los temas que incluye el progra-
ma, sino de investigar cuáles son de interés para la población hacia 
los que van dirigidos, seleccionarlos y seleccionar asimismo al perso-
nal idóneo para tratarlos mediante la invitación a otras instituciones; 
el psicólogo se encargará de planear, organizar, operar y controlar 
tales programas. 
En cuanto a las asociaciones de jubilados y a los jubilados en 
ge-neral, el psicólogo debe hacerles reflexionar acerca de que la edad 
 
LA PARTICIPACIÓN DEL PSICÓLOGO EN LA ATENCIÓN A LA SALUD DEL ADULTO MAYOR 
 
 
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de la jubilación, que para muchos suena amenazante, no es una edad 
estéril; que es una edad de realización, de productividad, de fecundi-
dad artística, de cumplimiento de aspiraciones que posiblemente 
nunca se pudieron llevar a cabo; que es una edad de libertad para 
desligarse de muchas co-sas y compromisos que impedían la auto-
rrealización, y que es una edad de retos. Existen muchas personas 
que esperan esta etapa para encontrar el sentido de su vida como vo-
luntarios en diversas instituciones, con gente marginada, hospitaliza-
da o desahuciada que necesita de comprensión y apoyo (Rage, l997). 
 Otras actividades que el psicólogo puede promover dentro de 
estos grupos son la puesta en escena de obras de teatro; la exhibición 
de películas mediante la modalidad de cine-debate, cuyos personajes 
centrales sean personas de edad; la impartición de conferencias, cur-
sos y talleres; la creación de clubes de abuelos, de centros de jubila-
dos y pensionados y clubes de barrio; la elaboración de folletos edu-
cativos sobre di-versos temas (sexualidad, depresión, ansiedad, estrés, 
etc.) y otras más. 
 
El psicólogo y la atención individual a personas de la tercera edad 
Con frecuencia, el psicólogo atiende a las personas mayores en forma 
individual a través de un tratamiento psicológico o de psicoterapia. A 
menudo, para entender mejor al paciente y para que éste se entienda 
mejor, es bueno hacer una revisión de su vida. Este proceso de recor-
dar es comúnmente acompañado por la reaparición de conflictos no 
re-sueltos, y es aquí donde el psicólogo reconocerá el efecto de pro-
blemas anteriores que han persistido y que semanifiestan a través 
del estrés provocado por el envejecer (Groues, 1997). 
Problemas reales en la terapia de estos pacientes pueden ser 
económicos, de salud, emocionales, afectivos o de dependencia, y es 
posible aliviarlos con una intervención activa por parte del psicólogo, 
el cual podría apoyarse en agrupaciones o en familiares para conti-
nuar con sus esfuerzos terapéuticos. 
Como parte de la tarea del psicólogo, es necesario que trate de 
manera particular la presencia de los síntomas depresivos, que sue-
len ser muy frecuentes en esta etapa de la vida; de hecho, se obser-
van en los senectos cuadros clínicos de angustia y depresión (A.A., 
l999). El psicólogo puede enseñar técnicas del relajamiento que pro-
 
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ducen muy buenos resultados en aquellas personas que padecen de-
presión, ansiedad, estrés, hipertensión arterial, diabetes y otros (Dí-
az, 2001). 
Tratar temas delicados como la sexualidad, sobre los que mu-
chas veces los viejos no se atreven a hablar con sus médicos, podría 
ser otra de las tareas del psicólogo, ya que, como apenas se les impar-
te enseñanza ni se les prepara convenientemente, no es sorprenden-
te que muchos carezcan de información sobre los cambios fisiológicos 
que afectan su función sexual en esta etapa. A veces interpretan 
equivocadamente esta normal desaceleración de los procesos fisiológi-
cos y creen que su caducidad sexual es cuestión de días (Masters, 
Johnson y Kolodny, 1987). Existe la tendencia a ignorar, subestimar 
y, en la mayoría de las veces, malinterpretar las capacidades, deseos y 
necesidades que tienen los senectos en la esfera sexual (Anzola, 
1994). 
Una de las técnicas más utilizadas para el tratamiento de pro-
blemas emocionales en el senecto es la psicoterapia, que es un tra-
tamiento basado en la relación interpersonal entre el terapeuta (que 
puede ser el psicólogo) y su paciente. Este tratamiento tiene como 
finalidad aliviar la tensión emocional mediante la verbalización y ex-
presión de los sentimientos, modificación de conductas inadecuadas 
o mal adaptadas y promoción del crecimiento y desarrollo de la per-
sonalidad. Puede ser conducida en diversas modalidades dependien-
do de las necesidades específicas del paciente: individual, grupal, con 
la pareja o la familia. 
Los tipos de psicoterapia usados en la gente de edad avanzada 
han sido muy variados, y, según el caso, se pueden considerar los si-
guientes: terapia de grupo, terapia individual, orientación a la reali-
dad, terapia de resocialización, psicodrama, técnicas de modificación 
de con-ducta, remotivación, terapia de actitudes y prevención de so-
ledad, ansiedad y aburrimiento (Groues, 1997), combate de pensa-
mientos defor-mados, detención de cadenas de pensamiento, desen-
sibilización siste-mática y solución de problemas (McKay, Davis y 
Fanning, 1998). 
Se ha visto que estas técnicas psicológicas pueden retardar el 
desarrollo de la senilidad y resultan en una vida más rica y placente-
 
LA PARTICIPACIÓN DEL PSICÓLOGO EN LA ATENCIÓN A LA SALUD DEL ADULTO MAYOR 
 
 
314 
ra tanto para el paciente como para los que viven con él. Todas estas 
técnicas tienen como objetivo enfrentar al individuo de edad avanzada 
con la realidad del mundo que lo rodea, mejorar su conducta, ayudar-
lo a socializar mejor con la gente con la que tiene contacto y favorecer 
el que se dedique a realizar más actividades. Así, una serie de medi-
das se toman de manera ordenada, con ritmo y periodicidad, adapta-
das al estado físico y mental del paciente, con el fin de proporcionarle 
las técnicas terapéuticas para limitar la progresión al deterioro. 
En relación con la entrevista psicológica, el psicólogo debe to-
marse el tiempo necesario y asumir una actitud cordial y comprensi-
va, pero no paternalista. Tendrá en cuenta que es frecuente que estos 
pacientes se sientan psicológicamente disminuidos por la dependen-
cia, por lo que evitará tratarlos con sobreprotección o compasión. Se 
deberá ser claro en las explicaciones e introducirlas en el diálogo de 
una manera comprensible, nunca como una orden (Caetano, 1993). 
La familia debe constituirse en un punto importante de refe-
rencia del relato con la sutileza necesaria a fin de no crear enfrenta-
mientos entre el paciente y su medio. No debe olvidarse que el pa-
ciente permanece sólo un tiempo limitado y esporádico en el consul-
torio, y que el resto de su tiempo transcurre en su entorno familiar 
(Caetano, 1993). 
La atenta observación de la apariencia del paciente se torna 
imprescindible, específicamente de aspectos tales como su aseo, ali-
ño, actitud, mirada o forma de sentarse y caminar; con ello, se logra 
muchas veces la mitad del diagnóstico. 
Se considerará al paciente el centro de atención, no permitién-
dose que quien lo acompaña interrumpa el diálogo para rebatir, afir-
mar o modificar lo que está diciendo. Todos estos detalles en la con-
ducta del psicólogo le harán ganarse la confianza de aquél y facilitará 
su tarea. Al despedirse, el psicólogo no debe de olvidar invitarlo nue-
vamente a concurrir, haciéndole notar que está interesado en sus 
problemas. Todo ello requiere de tiempo, paciencia y tolerancia, lo 
que no es fácil con tal tipo de pacientes. 
 
El psicólogo y la atención primaria de la salud 
física y mental en la tercera edad 
 
 ENSEÑANZA E INVESTIGACIÓN EN PSICOLOGÍA VOL. 9, NUM. 2: 303-319 JULIO-DICIEMBRE, 2004 
 
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La salud mental de los senectos está determinada por aspectos de su 
historia clínica y la incidencia de padecimientos que generan incapa-
cidad y que afectan el funcionamiento cerebral. Factores de riesgo 
son 
los estilos de vida nocivos, la muerte de personas significativas, la 
pérdida de autonomía o de bienes y status social, la pobreza y el ais-
lamiento. 
La magnitud de trastornos como las demencias y la depresión 
en la población anciana de México es prácticamente desconocida. De 
la Fuente, Medina y Caraveo (1997) afirman que poco se ha hecho en 
el campo de la salud mental de los senectos, pero que mucho se pue-
de hacer en el futuro: promoción de la salud, asistencia, rehabilita-
ción, investigación y enseñanza. 
Los tratamientos médicos y psicoterapéuticos son generalmente 
caros y requieren mucho tiempo; para llevar a cabo estas terapias y 
tratamientos y la investigación correspondiente hacen falta grandes 
cantidades de recursos que sólo pueden ser aportados por institucio-
nes oficiales, estatales, regionales o particulares, ya que la mayoría de 
los adultos mayores dependen de la seguridad social o de la ayuda 
familiar. Para no llegar a tener que hacer uso de estos recursos, es 
necesario instrumentar programas de prevención para la salud inte-
gral del adulto mayor, lo que ahorraría dinero y mantendría a este 
grupo en un mejor estado de salud. 
Es tarea del psicólogo acompañar el planeamiento estratégico 
del proceso de envejecimiento revirtiendo los prejuicios que actúan 
como inhibidores para el logro de la identidad personal y como barre-
ras en todo el espectro social, que incluye además al propio adulto 
mayor y a los profesionales que lo tratan; así, los planes de preven-
ción deben responder a las necesidades sentidas por la población a la 
que se desea llegar, conforme a sus realidades y características psico-
lógicas, sociales y geográficas; es decir, atendiendo a su perfil epide-
miológico (Bárbara y Pereyra, 1999). Se estima que la obra social de-
bería guiar las acciones de promoción y prevención de la salud, inclu-
yendo más prestaciones (incremento vertical) y cubriendo a más per-
sonas (incremento horizontal), aumentando de esta manera la cober-
tura asistencial. 
 
LA PARTICIPACIÓN DEL PSICÓLOGO EN LA ATENCIÓN A LA SALUD DEL ADULTO MAYOR 
 
 
316 
La realidad obliga a aceptar este reto, lo que implica un acre-
centamiento de los costos de atención, pero, por otra parte, también 
debe plantearse como alternativala utilización de los recursos ya 
existentes optimizando su eficiencia. 
La propuesta es entonces el aumento de los recursos destina-
dos a la tercera edad en el renglón sanitario y la utilización racional 
de los recursos existentes (humanos y materiales) al servicio de una 
mejor calidad de vida. 
Quienes se ocupan de los problemas de la vejez ?geriatras, psi-
cólogos, psiquiatras, asistentes sociales, etc.? tienen ante sí el pro-
blema de la relación del añoso con la comunidad y la responsabilidad 
de obtener para los ancianos habitación apropiada, lugares para su 
esparcimiento, oportunidades de trabajo y atención médica. Desde 
luego, para conseguir mejorar la calidad de vida y decrementar las 
enfermedades asociadas a la edad es necesario incluir en el estilo de 
vida la dieta y el ejercicio. Entre otras ventajas, el ejercicio trae consi-
go una sensación de bienestar, disminuye la tensión arterial y el peso 
corporal (Ramiro, 1999). Igualmente, es necesaria la puesta en prácti-
ca de programas para la supresión del alcoholismo y el tabaquismo 
para favorecer estilos de vida saludables (González, 2001). 
De entre los principales objetivos de dichos programas sobresa-
le el trabajar desde la salud y no en la enfermedad. La metodología 
que se propone es el trabajo interdisciplinario con utilización de to-
dos los recursos existentes, facilitando su interrelación a fin de que 
constituyan una red, un soporte institucional capaz de llevar a cabo 
tareas de prevención de enfermedades y factores de riesgo, así como 
acciones recreativas y solidarias. 
 
 
COMENTARIOS 
La sociedad moderna impone con frecuencia una serie de obstáculos 
al proceso de ajuste durante los últimos años de vida, aun en los ca-
sos en que los factores físicos son favorables. Una sociedad donde 
predomina el espíritu de competencia, en que se adjudica gran im-
portancia al valor de la persona en relación con el trabajo que realiza, 
 
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a los logros productivos y donde la inactividad es motivo de un des-
plazamiento social, no constituye un ambiente favorable para un en-
vejecimiento tranquilo y, lo más importante, placentero. 
Los ancianos representan una carga para la sociedad porque no 
tienen una base material económica que los sostenga; además, son 
rechazados porque se desconoce el proceso de envejecimiento como 
una parte del desarrollo biopsicosocial del hombre, todo lo cual pro-
voca que 
los viejos estén desadaptados y funcionen como elementos de desin-
tegración social. De ahí la necesidad de crear una cultura sobre el 
envejecimiento como elemento de sensibilización y movilización de 
nuestras sociedades, tanto en los ámbitos de los gobiernos como en 
los de las comunidades y familias. 
La observación confirma que el mantenimiento del interés en lo 
que se hace protege a los viejos de la declinación intelectual. Muchos 
adultos mayores que no sufren enfermedades incapacitantes y que 
llevan una vida emocional saludable preservan su inteligencia, sus 
estructuras lógicas y sus habilidades verbales, enriquecidas por la 
experiencia y, sobre todo, conservan sus motivaciones y sus compro-
misos y llegan al final con una excelente calidad de vida. 
Casi todos los cambios psicológicos producidos por el envejeci-
miento tienen un carácter depresivo. Los viejos, unos más que otros, 
experimentarán por lo mismo una sentimiento de pérdida de autoes-
tima, una creciente y devastadora impresión de frustración y una gra-
ve pérdida de satisfacciones. Viven experimentando tristeza y soledad 
(Reyes, 1996). El psicólogo, en conjunto con el resto del equipo de 
salud, tiene la importante función de reorganizar en los senectos su 
manera de ver y sentir la vida para que esos cambios, si surgen, no 
alteren su salud integral y bienestar emocional. 
Para contrarrestar las pérdidas y sentimientos de minusvalía, al 
anciano hay que ofrecerle todo el afecto, la preocupación y compañía 
que necesite. Habrá que tratarlo con todo cuidado tanto desde el pun-
to de vista médico como psicológico, alentar su incorporación en la 
familia o, en su ausencia, en los grupos de apoyo que pueden funcio-
nar en su lugar. 
 
LA PARTICIPACIÓN DEL PSICÓLOGO EN LA ATENCIÓN A LA SALUD DEL ADULTO MAYOR 
 
 
318 
La posibilidad de adaptación y ajuste a la vejez y sus concomi-
tantes dependen en gran medida de los antecedentes de la persona, 
de lo pronunciado y brusco del cambio de su situación, pero estriban 
también en la disposición de la comunidad para proporcionar servi-
cios de apoyo antes de que se produzcan mayores desventajas. 
El que la sociedad cree una imagen de la vejez en la que intro-
duce por anticipado a los ancianos en un grupo problemático dentro 
de la misma, los empuja al aislamiento y a la inactividad. Es necesario 
que se estructure otro género de vida distinto al impuesto, de acuerdo 
con 
sus capacidades, condiciones y medios; pero para ello el anciano ne-
cesita del apoyo en todos los ámbitos que le rodean: familiar, econó-
mico, político, psicológico, social y educativo. 
Si la niñez puede definirse como un periodo de adquisición y 
ampliación de fortalezas y experiencia, la función principal de la vejez 
es aclarar, profundizar y encontrar utilidad lo que se ha logrado en el 
tiempo del aprendizaje y la adaptación. Los ancianos deben aprender 
a conservar su fuerza y sus recursos cuando resulta indispensable 
hacerlo, y adaptarse en la mejor forma posible a los cambios y pérdi-
das que ocurren como parte de la experiencia del envejecimiento. La 
habilidad de la persona mayor para adaptarse y prosperar depende 
de su salud física, personalidad, experiencias tempranas en la vida, 
apoyo social que recibe, bases económicas adecuadas, seguridad, cui-
dados para la promoción y mantenimiento de su salud integral, papel 
social y recreación. 
Algo que debe recalcarse es que, como en el caso de los niños, 
los adolescentes y las personas de mediana edad, es imperativo que 
las personas mayores continúen desarrollándose y cambiando de 
manera flexible, si se quiere promover y mantener su salud. Los tras-
tornos en la adaptación en cualquier edad y circunstancia pueden 
conducir a la enfermedad física o emocional, pero el crecimiento y la 
adaptación óptimos pueden suceder durante todo el ciclo de la vida 
cuando en el medio en el que se vive se reconocen, refuerzan y esti-
mulan las capacidades y potencialidades del individuo. 
 
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La realidad es que la gente mayor tiene necesidad de hallar 
nuevas metas y reorganizar la vida sin caer en la inutilidad y el ocio 
rutinario. Es indispensable que encuentren satisfactores vitales que 
les proporcionen alegría de vivir y metas que los conduzcan a una 
verdadera estabilidad (Ladrón de Guevara, l994). El psicólogo y otros 
profesionales de la salud deben preocuparse por la búsqueda de tales 
alternativas, toda vez que es de vital importancia que los senectos re-
organicen su tiempo y su vida en general. 
En los principios a favor de las personas de edad que fueron 
adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas se exhor-
tó a los gobiernos a que incorporasen estos principios en sus progra-
mas nacionales cuando fuese posible. Entre algunos puntos sobresa-
lientes, las personas de edad deberán tener, entre otros, el acceso a 
servicios de atención de salud que les ayuden a mantener o recuperar 
un nivel óptimo 
de bienestar físico, mental y emocional, así como a prevenir o retrasar 
la aparición de la enfermedad (Comisión de Derechos Humanos del 
Estado de Veracruz, 1999). 
Con base en los puntos abordados en el presente trabajo, se re-
comienda la participación del psicólogo como un elemento importante 
en la promoción, mantenimiento y tratamiento de la salud integral de 
las personas de la tercera edad. Si bien es cierto que las funciones 
propuestaspara este profesional ocupan una amplia gama, ello no 
significa que deba abarcarlas en su totalidad; debe, eso sí, y antes 
que nada, nutrirse de todo lo relacionado con el campo del envejeci-
miento, empaparse lo más posible de conocimientos gerontológicos 
que lo lle-ven a una mejor comprensión del problema, y, a partir de 
allí, selec-cionar las áreas más atractivas o acordes con sus capacida-
des para ocu-parse de ellas. 
Para finalizar, un terreno en el que falta mucho por trabajar y 
donde el psicólogo tiene las herramientas y la formación necesarias 
para realizarla es la investigación sobre el envejecimiento, sus rela-
ciones con otras esferas y sus implicaciones, tarea que con seguridad 
se realizará en los próximos años. 
 
 
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