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3 Comentario de texto Aitor Jimenez Maldonado i

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Alumno: Aitor Jiménez Maldonado Acceso mayores 25 años / Filosofía 
 
 
Comentario de texto. 
La familia humana que no vive de la fe busca la paz terrena en los 
bienes y ventajas de esta vida temporal. En cambio, aquella cuya vida 
está regulada por la fe está a la espera de los bienes eternos prometidos 
para el futuro. Utiliza las realidades temporales de esta tierra como 
quien está en patria ajena. Pone cuidado en no ser atrapada por ellas ni 
desviada de su punto de mira, Dios, y procura apoyarse en ellas para soportar 
y nunca agravar el peso de este cuerpo corruptible, que es lastre 
del alma. He aquí que el uso de las cosas indispensables para esta vida 
mortal es común a estas dos clases de hombres y de familias. Lo que es 
totalmente diverso es el fin que cada uno se propone en tal uso. Así, la 
ciudad terrena, que no vive según la fe, aspira a la paz terrena, y la armonía 
bien ordenada del mando y la obediencia de sus ciudadanos la hace 
estribar en un equilibrio de las voluntades humanas con respecto a los 
asuntos propios de la vida mortal. 
 
Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios, XIX, 17, p . 600- 
Página 118-119 Libro de texto “Acceso a la Filosofía” 
 
Ejercicio: 
 
Este texto pertenece a un fragmento perteneciente al libro 19 de La Ciudad de Dios. Es 
un compendio de 22 libros escritos por Agustín de Hipona, el más grande representante de los 
Padres de la Iglesia y en especial de la tradición latina de la Patrística. 
Esta obra filosófica fue escrita a principios del siglo V d.C, siendo influenciada por decadencia 
del Imperio Romano, y más concretamente por la invasión del pueblo godo a la capital del 
Imperio. Esta invasión provocó grandes críticas por parte de los paganos hacia la religión 
cristiana, ya que era firme partidaria de la liberación de esclavos. De estos esclavos dependían 
tanto las familias como las instituciones del estado para la mayoría de las necesidades de mano 
de obra. 
No era el principal de los problemas del imperio Romano, pero contribuyó a lastrar más su 
capacidad económica. El Imperio Romano tenía varios frentes abiertos, a parte de las continuas 
guerras en contra de potencias extranjeras, para defender sus amplias fronteras, se le sumaba 
el lidiar con las sublevaciones de los esclavos. 
 
En gran parte de esta obra filosófica, el autor representa el mal y el bien con dos ciudades 
opuestas que cohabitan en la tierra, la Ciudad Celestial o de Dios que acatan el voluntarismo 
cristiano, que es la ley moral de Dios, subordinada a la voluntad divina y la Ciudad Terrena donde 
reina el amor a uno mismo, el apego a las cosas materiales y el egoísmo humano. 
 
En esta parte del texto se refiere a la familia humana que forma parte de la ciudad 
terrenal, al no seguir la voluntad de Dios y vivir por sus propios intereses: “no vive de la fe, busca 
la paz terrena en los bienes y ventajas de esta vida temporal…” 
Por otra parte, también incluye a otro tipo de familia humana, la que si forma parte de la ciudad 
celestial: “aquella cuya vida está regulada por la fe está a la espera de los bienes eternos 
prometidos para el futuro”. 
 
En este otro tipo de familia que sigue los preceptos de Dios, refiere que está regulada 
por la fe, teniendo como el concepto de fe que ha llegado a nuestros dias: llevar una vida santa, 
merecedora de la vida eterna, en creer lo que no se ve y en definitiva, creer en los preceptos 
divinos sin tener prueba de la existencia de ese Dios; además, dice que esta familia, la de la 
ciudad celestial, aun no aferrándose a las realidades temporales de esa tierra, las utiliza para 
poder vivir, pero no aparta la vista de lo importante, que es su punto de mira hacia Dios. 
Lo que pone en común a los habitantes de las dos ciudades, es la utilización de las cosas 
indispensables para la vida mortal, y marca la diferencia con el fin que cada ciudad tiene para el 
uso de esas cosas. Además, dice que los habitantes de la ciudad terrena, aún no viviendo la fe, 
aspiran a la paz eterna, la armonía bien ordenada en el mando, y estribar en un equilibrio de las 
voluntades humanas con respecto a los asuntos propios de la vida mortal. 
 
De esta manera el autor quiere dar a entender que, aunque no se viva en la ciudad 
celestial regida por la voluntad de Dios y por la fe, esta forma de vivir está organizada por lo que 
conocemos por el sentido de la justicia platónica. 
Esta justicia platónica se basa en la idea del bien y de la armonía en el mundo, y de esta justicia, 
en consecuencia directa para su aplicación, subyace la necesidad de que se organice de la forma 
más eficaz, que es desde el poder del estado, y como viven buscando la paz eterna, este estado 
debe estar acorde con esta idea del bien y de la paz eterna. Aunque el autor no se refiera a ello 
de forma directa, con esta metáfora de las dos ciudades, significa la posibilidad de la convivencia 
del poder terrenal y el divino en la misma sociedad, lo que sería la convivencia en su forma 
práctica del Estado y la Iglesia. 
 
Por otra parte, al decir que los ciudadanos de la ciudad terrenal aspiran a la paz eterna 
y a la armonía, que la hace estribar en un equilibro de voluntades humanas, da a entender que 
aún no teniendo fe, como la razón y fe para el autor tienen la misma meta que es la vida eterna, 
también llamada la paz de Dios, tiene como consecuencia que llevando una vida ordenada y 
justa, se puede alcanzar de la misma forma esa vida eterna siempre que sean buenos 
ciudadanos. 
 
En mi opinión personal, esta obra filosófica a la que pertenece este fragmento, en el que 
en el fondo, desea justificar la convivencia de la iglesia y el estado, es una de las de más 
importantes de la historia. 
Ha sido tomada como parte de la base del funcionamiento político en las épocas posteriores, 
inspirando a gran parte de los filósofos cristianos católicos que le precedieron, haciendo que la 
Iglesia Cristiana y los estados que aceptaran esta doctrina, fueran impregnados de estos valores 
religiosos, dándole un significado de cierta forma de capacidad divina al estado, siendo por tanto 
posible que pudieran coexistir el poder del Estado y el eclesiástico. 
Esta forma de gobernar que se implementó en gran parte de Europa durante la Edad Media y 
Moderna y permitió que la Iglesia Cristiana, tras la caída del Imperio Romano, fuera capaz de 
reestablecer la civilización occidental. 
 
 
 
	Alumno: Aitor Jiménez Maldonado Acceso mayores 25 años / Filosofía
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