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Teórico Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el Incc Freudiano

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Lic. Horacio Martinez
Desarrollos del Psicoanálisis 2008
Teórico #5
Vamos a trabajar con el grafo que Lacan construye en el texto Subversión del sujeto y 
dialéctica del deseo en el Incc Freudiano, texto de principios del `70 en el cual vamos a 
continuar trabajando esta lógica de pensar el inconsciente como estructurado a la manera 
del lenguaje. 
La gráfica es mucho más amplia de lo que vamos a ver hoy, sólo vamos a trabajar con un 
aspecto del primer piso de esta gráfica y cuando comencemos a trabajar con lo imaginario
vamos a agregar a esta gráfica una parte más. Por último, cuando trabajemos el Complejo
de Edipo y de Castración desde la perspectiva lacaniana vamos a completar la gráfica.
Solemos hacer referencia a una situación a la que comúnmente se le llama “mítica”. En 
principio a este tipo de situaciones las llamamos mítica porque no son situaciones 
constatables en la experiencia, ni son situaciones que supongan la posibilidad de 
corroboración a través de la observación y que, junto con otras situaciones, fueran 
constituyendo algo así como una génesis.
Hay ciertos procesos que la psicología explica, por ej. en el desarrollo de ciertas funciones 
psíquicas en el niño (adquisición del lenguaje, la marcha, la inteligencia) que suponen una
correlación de etapas, estadios que tienen entre sí un vínculo genético, un vínculo que 
supone que tiene que establecerse lo primero para que luego ocurra lo segundo y asì 
sucesivamente.
En el caso del psicoanálisis, sobre todo del psicoanálisis lacaniano, más aún en esta 
primera época de la obra de Lacan donde el peso de los planteos estructuralistas eran 
muy fuertes, nos vamos a encontrar con que estos planteos estructuralistas no están 
interesados por pensar la génesis, los procesos de génesis. Por el contrario, quieren 
trabajar sobre lo que se denomina una estructura que es un sistema invariante a lo largo
del tiempo. Tomemos un ejemplo de los que ya hemos visto hasta ahora en la cursada, el 
lenguaje.
A través de la lingüística de Saussure, el lenguaje se define como un sistema, como una 
estructura y los lingüistas estudian los elementos componentes de esa estructura y 
analizan la lógica que gobierna sus relaciones, pero no se hacen la pregunta sobre el 
origen ¿Cómo empezó el lenguaje? ¿Quién creó el lenguaje?
No es necesario porque no es una teoría genética que busca explicar las cosas desde el 
origen, desde las causas. Sino que son concepciones estructurales que simplemente hacen
un corte estructural y trabajan con los elementos que ese corte de alguna manera permite
visualizar.
En psicoanálisis hay muchas cuestiones que son parecidas o que de alguna manera se 
pueden pensar desde una perspectiva estructural y por lo tanto no supone una pregunta 
por el origen. Cuando de todas maneras el psicoanálisis ubica alguna versión posible del 
origen suele calificar a esta versión posible del origen como “mítica” o al menos Lacan 
califica a estas versiones como mítica.
Por ejemplo cuando comencemos a trabajar el Complejo de Edipo, ciertos aspectos del 
desarrollo del Edipo en la obra freudiana, vamos a trabajar algunos capítulos del texto de 
Freud llamado Tótem y tabú, y concretamente un capítulo donde Freud postula una teoría 
acerca del origen de la sociedad humana, específicamente acerca del origen de la ley.
Respecto de esa concepción teórica, Lacan va a decir que es un mito, es decir, que 
contiene elementos que resultan verdaderos para lo que vino después, pero resulta 
indemostrable y a la vez sin posibilidad de establecer un nexo genético entre, por ejemplo,
nuestra sociedad actual y lo que este mito representa como mito de origen.
Yendo ahora concretamente a la gráfica que queremos desarrollar, vamos a situar en el 
origen otro mito que es el mito del hombre natural. Un mito que exige que imaginemos la 
posibilidad de la existencia de un ser absolutamente ajeno a lo humano, a la cultura, al 
lenguaje.
Digo que es un mito porque el mismo Lacan lo dice en La instancia de la letra. Sostiene 
que el lenguaje nos pre- existe, que cuando venimos al mundo, incluso mucho antes de 
ser concebidos, el lenguaje dice cosas respecto de nosotros, determina cosas sobre 
nosotros, cosas tales como la filiación. El lenguaje dice que si yo soy hijo de tal Sr. voy a 
portar su apellido. Si él no quiere que lleve su apellido va a tener que hacer ciertas 
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acciones simbólicas para que eso no ocurra, pero todo eso ya está predeterminado por la 
estructura simbólica que nos acompaña como seres humanos.
Entonces hacemos una suerte de abstracción e imaginamos algo que no existe, un ser que
fuera puramente natural. Vamos a dibujarlo con un triangulito que es el punto de partida 
de nuestra gráfica.
Lacan dibuja ∆ en el inicio de su gráfica y como el triángulo se parece a la letra delta en 
algunos textos habla también de delta como este punto de partida.
Vamos a suponer en este viviente una línea, una flecha que Lacan llama línea 
intencional en el sentido de que esta flecha marca la dirección de sus intenciones, de su 
voluntad.
Si fuéramos seres naturales, no seres dependientes del lenguaje, nuestra voluntad, 
nuestras intenciones estarían determinadas por los instintos.
Serían los instintos los que dispararían nuestras acciones en procura de alguna clase de 
objeto. 
Esos objetos como Freud ya lo había planteado cuando construye su teoría pulsional se 
pueden reducir a dos. En la medida en que Freud reduce las necesidades a dos también, 
aquellas que vincula con el hambre y aquellas que vincula con el amor. Y en el plano de 
los instintos uno podría decir que hay objetos adecuados para satisfacer esas necesidades 
que el instinto ¿conecte….
Es decir que aquí tenemos lo que podríamos llamar la línea que representa la intención, la 
línea intencional, que está a su vez vinculada con las necesidades.
Vamos a hacer ahora un pequeño movimiento que supone comparar a este ser mítico 
natural con un bebé humano, un niño humano recién nacido.
Pasando por alto todas las salvedades del caso, si pudiéramos hacer abstracción de todo 
eso e imaginar que este niño es un niño virgen con respecto al lenguaje y está motivado 
entonces por sus necesidades.
En ese trayecto que lo guía hacia el objeto el niño se va a topar, antes de llegar al objeto, 
con otra línea que cruza la línea intencional en el sentido contrario y a la cual Lacan llama 
la cadena significante.
Recuerden que para Lacan la cadena significante es el lenguaje, en tanto el lenguaje 
para Lacan es el conjunto de los significantes.
Este lugar del cruce es un lugar particular al que va a dar una denominación que es la del 
Otro.
En francés la palabra Otro comienza con la letra A (Autre) y por lo tanto, en general, la 
inicial que coloca en la gráfica es una A mayúscula.
En las versiones castellanas se ha mantenido esta distinción porque es más fácil para 
cualquier lector distinguir la A mayúscula de la a minúscula que entre la O y la o que 
tipográficamente no tienen gran diferencia.
 
Lacan dice que ese Otro es un lugar y podríamos equipararlo con la lengua saussureana 
en tanto es un lugar virtual, es como el lugar del lenguaje.
Pero tratándose de Lacan y no de Saussure ese Otro como lugar del lenguaje lo va a 
llamar el Tesoro del Significante porque significante y significado son para Lacan 2 
órdenes diferentes y en principio la lengua está compuesta de significantes nada más.
Entonces si el Otro es equivalente a la lengua Lacan lo define como Tesoro del 
significante. Es decir, todos los significantes que una lengua posee sumado a las 
reglas de su posible combinación.
Sería como la definición más ajustada que podemos dar de una lengua. Todos los 
elementos que la componen, todos los significantes que forman parte de ella y las reglas 
que determinan cómo podemos combinar esos elementos.
Eso es el Otro lacaniano que es un equivalente al lenguaje.
Pero a los fines de esta gráfica y de muchas otras aplicaciones también podemos hacer 
coincidir ese lugar con una determinada función.Quiero decir con esto que, por ejemplo, 
para cualquier bebé humano recién nacido el hecho de encontrarse con el lenguaje, de 
enfrentarse al lenguaje, de percibir que existe algo de la índole del lenguaje, le va a 
ocurrir en la medida en que haya alguien que hable al lado de él. Por eso en general 
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cuando uno trabaja sobre esta gráfica equipara al Otro con la madre, pero aclaremos que 
el Otro no es la madre, es una entidad abstracta equiparable a la lengua.
Pero es cierto que en la vida de cada uno de nosotros nos encontramos con la lengua a 
través de alguien que nos habla en esa lengua y en general ocurre que cuando uno es 
bebito la persona que tiene al lado y que nos habla todo el tiempo es nuestra madre, pero
puede ser otra persona.
Estamos situando hipotéticamente al personaje que en general cumple esta función de 
hablarnos y no sólo es hablarnos, sino también y aunque parezca exótico en esos primeros
momentos de la vida “hacernos hablar”. Cualquier madre es un ser inmerso en el 
lenguaje, tiene un hijo que es una especie de su identidad viviente muda y la madre 
necesita comunicarse con ese hijo, necesita, por ejemplo, saber qué le pasa a ese hijo.
Pero aquí tenemos un hijo mudo, pero ella lo va a hacer hablar tomando esta intención, 
esta necesidad y convirtiéndola en un mensaje.
El niño no llora porque se quiera comunicar con la madre, esto es una presunción de la 
madre. El niño llora, en primer lugar, porque ha nacido prematuramente, lo cual quiere 
decir que no tiene la capacidad suficiente para conducir su intención hasta el objeto.
Si un bebé humano recién nacido tiene hambre alguien lo tiene que alimentar, él sólo no 
se puede alimentar, por lo tanto, los psicólogos y los psicoanalistas imaginan que esa 
tensión de necesidad que surge produce una descarga inespecífica que es el llanto. Llora 
como una manera, diría Freud, de descargar esa tensión de necesidad que va inundando 
su psiquismo y es la madre la que va a convertir ese llanto en mensaje, es la 
madre la que va a decir, por ej. llora porque tal cosa…(le duele la panza, tiene frío, quiere 
comer, etc.)
La madre lo hace hablar y construye un mensaje, es decir, algo que tiene un significado 
preciso.
Por eso en la gráfica van a ver que en este otro punto de aquí, donde la flecha curva 
impacta otra vez con la cadena significante, Lacan va a escribir s(A); la s minúscula remite
a la noción de significado, (así como la S mayúscula remite a significante), y esto se leería
entonces como Significado del Otro, es del Otro porque es el Otro el que sanciona eso en 
un sentido o en cualquier otro.
No hace falta que el niño llore o haga nada, esta imputación de comunicabilidad, esta 
imputación de mensaje, la madre la hace sin necesidad de que el chico manifieste nada y 
si el chico manifestara algo como el llanto o gritara o pataleara, el llanto, el grito o el 
pataleo no son significantes tampoco, son descargas inespecíficas de la tensión de 
necesidad; pero la madre le da a eso categoría significante y a su vez le da un significado.
Por lo tanto, la concreción de este mensaje podríamos decir que supone 2 movimientos en
este sentido y no uno solo.
Un primer movimiento podría ser convertir algo en significante y un segundo movimiento -
que también proviene del Otro- es darle a ese significante un significado. Ej. Convertir el 
llanto en significante y luego decir “llora porque tiene hambre”.
Lacan grafica este doble movimiento en una única curva pero habría que pensar que para 
construir un mensaje primero la madre lo que hace es darle a algo (llanto o la inacción del
niño) un carácter significante y luego lo sanciona, le da un significado.
La función del Otro es sancionar el mensaje, darle un significado.
La necesidad, que la pensábamos como algo que le ocurría a ese ser mítico natural (que 
era el niño antes de encontrarse con el lenguaje), queda transformada en otra cosa, 
queda transformada en algo que se expresa ahora en palabras. 
Salimos del plano de la necesidad y entramos en otro plano que es este de la circulación 
del lenguaje, esto que va y viene del Otro que Lacan llama demanda.
Esta es una de las primeras cosas que ocurre, cuando la necesidad pasa por el 
molinete (desfiladero) del lenguaje deja de ser necesidad y se transforma en 
demanda, con la peculiaridad que la demanda la instala el Otro.
El que demanda jamás es el niño, el niño no habla, el niño todavía no tiene chance de 
demandar, la que transforma la necesidad en demanda es la madre, es el Otro. La que le 
dice vos querés esto es la madre, de allí que Lacan insista mucho en plantear que, en este
primer contexto. la omnipotencia es del Otro, no del niño.
Insiste con esto contradiciendo una opinión de Freud que sostenía la idea de la 
omnipotencia infantil que, por ejemplo, se manifiesta en el terreno de los deseos. Lo que 
el niño desea supone que se va a cumplir porque tiene un pensamiento omnipotente. 
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Contra ese mito Lacan dice que el niño está absolutamente inerte frente al lenguaje, 
frente a la potencia del lenguaje y el que maneja el lenguaje es el que manda.
Cuando la necesidad ingresa al campo del lenguaje estamos obligados a plantearlo en los 
términos del lenguaje.
Para ilustrar mejor esto, llevémoslo a otro plano, por ej el de un reclamo salarial. Puede 
haber un grupo de personas que -aunque ya no son seres naturales- se manifiestan 
descontentos respecto a lo que ellos consideran sus necesidades insatisfechas. Las 
necesidades insatisfechas generan un reclamo social, supongamos, que como todo 
reclamo se realiza a algún otro que tenga poder y este otro va a hacer las dos cosas; va a
transformar esas necesidades en demanda y les va a dar un sentido. Piensen por ej la 
diferencia que puede haber entre el hambre de la gente y un plan social de $300 
mensuales. Estos $300 es el significado que algún otro le da a esa necesidad y transforma
esa necesidad en $300. Como ven hay un salto entre cualquier cosa que podamos 
plantear en el terreno de la necesidad y lo que ocurre cuando esta necesidad ingresa en el
campo del lenguaje. Cuando la necesidad ingresa en el campo del lenguaje estamos 
obligados a plantearlo en los términos del lenguaje, entonces nadie puede ir al Gobierno a
decirle “tengo hambre”, uno tiene que ir al Gobierno a demandarle lo que el Gobierno 
puede dar, por ejemplo, dinero. Pero eso ya supone entrar en el código del otro, en el 
lenguaje del otro.
Cuando la necesidad se choca con el lenguaje se instaura este circuito de la demanda, 
concomitantemente, como segunda cuestión, podemos marcar que el objeto de nuestra 
necesidad va a quedar perdido (si yo tenía hambre me van a dar $300) y con eso me las 
voy a tener que arreglar respecto de mi hambre que tenía en mente seguramente otra 
cosa que $300. No se si $300 van a calmar más o menos mi hambre pero es claro que se 
trata de otro nivel que el objeto de la necesidad.
Esto también Lacan lo plantea como la pérdida del ser natural, hay algo que queda 
perdido que es lo que hubiera sido nuestra relación natural con los objetos si no hubiera 
existido el lenguaje como mediador.
A la inversa, porque el lenguaje está como mediador nuestra relación con los objetos va a 
estar desnaturalizada.
La tercera cuestión la podemos plantear si seguimos la gráfica hasta el punto terminal. 
Esta vueltita es lo que pasó con la pobre línea intencional del viviente mítico que iba hacia 
el objeto y terminó en cualquier otro lado.
El resultado final -y acá termina el recorrido de la flecha- Lacan lo llama sujeto barrado. 
Este sujeto es efecto del significante, es el resultado de haber pasado la 
necesidad, por el molinillo del lenguaje. Perdemos el objeto y quedamos como 
sujetos efecto del lenguaje, como sujetos del lenguaje.
Una vez que la demanda se instala se crea un circuito, no podemos volver atrás, no 
podemos volver a la naturaleza.
Como decía Lévi Strauss no hay naturaleza a la que el ser humano pueda regresar.
Una vez que somos sujetos del lenguaje nos olvidamos de nuestrasnecesidades y 
empezamos a demandar. Ahí sí podemos decir que empezamos a demandar, no en el 
primer circuito, pero luego sí y piensen este luego no en términos genéticos o evolutivos. 
Seguramente a un bebé le lleva mucho tiempo establecer una primera demanda concreta, 
pedir algo con su boca. Va pasar mucho tiempo la madre sancionando y creando la 
demanda del bebé. Pero en algún momento el bebé va a empezar a hablar.
Empezar a hablar es expresarse en los términos del Otro y de allí que ese circuito sigue 
siendo útil para pensar cómo nos movemos los hablantes. Como hablante también 
tenemos que llevar nuestra intención hasta el Otro, el Tesoro del significante; escoger 
significantes y producir un mensaje, pero a sabiendas de que ese mensaje que yo he 
producido acá va a volver al Otro para recibir una sanción.
La sanción en principio supone darle un significado a lo que uno pide. Entonces uno puede
pedir algo y el Otro puede decirnos “no, lo que vos querés es esta cosa”, “lo que le 
convendría es esta cosa”, “lo que vos querés decir es tal otra cosa”.
Es decir, que por más que seamos sujetos hablantes dependemos siempre de la sanción 
del Otro.
En este movimiento podríamos pensarlo de esta forma, se produce algo que en principio 
podríamos llamar una frustración. Este sujeto queda frustrado respecto del objeto de su 
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necesidad. No recibe exactamente el objeto que busca y luego cuando empieza a 
expresarse en palabras su demanda tampoco es satisfecha.
Todo este circuito se sostiene en un terreno de frustración, pero en la medida en que 
pierdo este objeto natural de mi necesidad gano también otra clase de objeto, que va a 
ser un objeto simbólico. Este objeto simbólico tiene todo que ver con la respuesta del 
Otro.
Cuando yo me convierto en un sujeto demandante puede que ya no sepa lo que pido pero
me contento con que el Otro me responda.
El amor es parte de lo que nos ocurre por estar inmersos en el campo del lenguaje y el 
amor es un elemento simbólico que está estrechamente vinculado con la respuesta del 
Otro a nuestra demanda.
Para decirlo de otra manera un poco taxativa podríamos decir que, en última instancia, 
perdido el objeto de nuestra necesidad entramos en un circuito en el cual demandamos 
cualquier cosa pero lo que esperamos obtener es algo que podamos elevar a esta 
categoría de signo de amor. Es tan complicado esto y tan real a la vez que por ejemplo 
explica ciertos comportamientos que siempre llaman la atención, sobre todo de parte de 
los psicólogos como por ejemplo el de aquella mujer maltratada que se contenta con el 
maltrato de su marido y no lo abandona y está muy lejos de abandonarlo en la medida en 
que ella puede elevar ese mandato a un signo de amor. “Prefiero esto a su indiferencia”, 
“prefiero esto a que se vaya”. Por lo tanto le está dando a esto el estatuto de un signo de 
amor que nos ata indisolublemente a un otro.
Se utiliza acá signo porque con Lacan vale remitirse a lo que uno ya conoce. El signo 
dentro de la concepción saussureana es la unión significante/significado por lo tanto es 
algo que tiene pleno sentido, a diferencia de la cadena significante que siempre es floja en
cuanto al sentido.
Quiero decir que uno puede oponer el discurso de alguien aunque esté dirigido a un otro y
esa posibilidad siempre aparece en el otro de preguntarse qué me habrá querido decir.
Mientras que lo que funciona como signo no requiere interpretación, es evidente por sí 
mismo.
Así como alguien podría plantear que el humo es un signo del fuego, algo puede ser 
elevado a este carácter de ser signo.
Yo tengo como una especie de certeza de que este otro me ama por esta respuesta que 
me ha dado, que para cualquier otro no sería un signo de amor.
Aquí hay una suerte de captura, sea la madre, el marido, el gobernante o sea quien sea, 
en la medida en que aparece esta figura del Otro omnipotente yo quedo vinculado, 
atrapado en un contexto en el cual estoy obligada a expresarme en los términos del Otro y
a que mis dichos adquieran sentido por la interpretación del Otro.
Evidentemente para poder pensar en alguna salida posible, una salida que incluso me 
permita, como yo les decía, desarrollar un segundo piso en la gráfica, va a ser necesario 
que pueda ir más allá del Otro; que de alguna manera pueda recuperar el sentido de esta 
intención primitiva. Algo que me permita ir más allá del Otro siguiendo esta línea, pero 
que una vez que pasa por el lenguaje, ya no va a ser la línea de la necesidad sino como 
dice Lacan la del deseo.
Estamos entonces tratando de conjugar con esta gráfica 3 conceptos: necesidad, 
demanda y deseo.
Lacan tiene formulaciones un tanto poéticas en Subversión del sujeto como cuando dice 
por ejemplo, “el deseo es lo que insiste de la necesidad a la demanda”. 
Marca esta tendencia que supone una persistencia en la línea intencional, pero que ahora 
se sostiene más allá del Otro, de alguna manera marcada por la presencia de ese Otro.
¿Qué ocurre cuando sostengo el deseo más allá del Otro? Estoy planteando por mi propia 
acción que el Otro es incapaz de darme todas las respuestas.
Dicho en otros términos, en algún punto estoy marcando un quiebre, una impotencia en el
Otro o como va a decir Lacan una falta en el Otro.
Para que el sujeto pueda persistir en el deseo es necesario que él mismo con su accionar 
perfore este muro del lenguaje.
Por supuesto con el deseo no volvemos al ser natural porque ese lo perdimos., 
recuperamos, en todo caso, cierto camino vinculado con este ser natural, pero a la vez 
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este objeto que formaba parte de la intención vinculada a la necesidad, ahora va a ser 
objeto perdido.
El objeto que hubiera alcanzado si el lenguaje no se hubiera entrometido entre la 
necesidad y el objeto concreto.
Entonces si el lenguaje se metió, ese objeto lo perdí. Si yo pudiera persistir en la ruta del 
objeto, ahora el deseo está en esta manipulación no con un objeto real sino como un 
objeto que reconozco como perdido.
Este objeto perdido va a tener para Lacan función de causa de deseo.
En la concepción lacaniana el objeto en el deseo no es el objeto al cual mi tendencia 
tiende, no es el objeto al cual me dirijo, sino que es el objeto que perdí y reconozco como 
perdido y que entonces motoriza una búsqueda. Esa búsqueda como ya el mismo Freud la
había planteado, esa búsqueda que es el deseo está ligada a lo que Freud llamaba el 
reencuentro con el objeto.
El problema es que ese reencuentro es imposible. Hay muchas formas de pensar esta 
imposibilidad, la que nos queda más cómoda hoy es aquella de pensar que es imposible 
porque no puedo retrotraerme a los efectos que el lenguaje causó en mi y volver a ser un 
ser natural que se vincule directamente con los objetos.
La presencia del lenguaje en mi vida me saca del plano de viviente, me instala como 
sujeto, me aparta del objeto de mi necesidad y abre esta nueva tendencia que podemos 
llamar deseo y como tal, decía Freud, es indestructible.
Lacan medita en torno a esto de por qué Freud llama al deseo indestructible. Podríamos 
destruir al deseo satisfaciéndolo, pero si no hay manera de satisfacerlo, esta relación con 
el objeto perdido que nunca voy a reencontrar el deseo es indestructible, es insatisfacible. 
Por eso decimos que en la medida en que seguimos siendo hablantes y tenemos que 
articular nuestro deseo en términos de lenguaje, porque lo que nos vamos a encontrar 
más arriba es otra cadena significante, si siguiéramos la gráfica, donde el deseo se va a 
tener que articular. Así como la necesidad se quiso articular y no pudo y se convirtió en 
demanda, el deseo también se va a tener que articular porque sino no es nada.
Si somos seres hablantes, somos sujetos del lenguaje, para darle consistencia a nuestro 
deseo lo tenemos que poner en términos de lenguaje, De allí esa relación con la 
metonimia que Lacan propone para pensar cómo el lenguaje se vincula con el deseo.
Si tenemos la cadena significante, imaginemos que tenemos una sucesión de significantes 
y el significado correpor debajo de la cadena sin vincularse estrictamente con ninguno, 
podríamos decir que el deseo se aloja a esta dimensión metonímica, en tanto los 
significantes que de alguna manera podrían ser como nombres de objetos posibles le 
ofrecen algo así como señuelos que nunca terminan de ser el objeto que satisfaga al 
deseo. 
Por eso Lacan dice el deseo tiene respecto a sus posibles objetos un relación metonímica 
porque seguramente el deseo en la vida de cada quien se va a ir vinculando con objetos y 
diríamos que en cada objeto lo que buscamos es reencontrarnos con el objeto, pero ese 
objeto no va a ser un reencuentro, va a haber algo fallido, entonces puedo ingresar en 
una serie en una sucesión de objetos a través de los cuales el deseo, como decía Freud, 
se realiza.
Decíamos también que había una notable diferencia entre realizar y satisfacer. Realizar es 
cobrar realidad. 
Usemos un último ejemplo para tratar de abrochar todo esto con los temas por venir.
Cuando Freud habla de Complejo de Edipo dice que es esa situación en la cual el niño 
realiza por primera vez una elección de objeto. 
Tratemos de pensarlo en este plano, surge algo en el plano pulsional sexual, que el niño 
vincula con un objeto -la madre-, la operatoria simbólica que realiza el Edipo respecto de 
ese objeto madre al cual el niño dirige sus primeras pulsiones sexuales es prohibir, lo 
único que le plantea el Edipo es “con la madre no”.
Entonces el Comp. de Edipo se aplica a esta ---matriz. Teníamos algo del orden pulsional 
que se vincula con el objeto y cuando eso pasa por el terreno del lenguaje lo prohíbe.
Ahí donde tengo un primer objeto de pulsiones, paso por el lenguaje y resulta que pierdo 
ese objeto. Ese objeto, como objeto perdido, funcionaría como objeto causa de deseo.
Ese niño una vez que llega a la pubertad va a ir pasando por distintos objetos, sus 
primeros amores, sus primeras novias, en las cuales va a tratar de reencontrar a su 
madre.
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Entendamos que la madre aquí no es la madre de cada quien, sino el nombre que la teoría
le da a ese objeto mítico perdido. 
De última, el niño nunca estuvo sexualmente vinculado a su madre, por lo tanto, lo que 
quiere reencontrar es algo que nunca existió. Pero una de las ideas que el psicoanálisis 
plantea y que la extrae de la clínica, de los problemas de los neuróticos, es que 
justamente tratándose de un objeto que nunca existió, sin embargo, los seres humanos 
somos capaces de producir fijaciones, quedarnos fijados, adheridos a las condiciones de 
ese primer objeto.
Tomemos como ejemplo el Caso Dora. 
Dora ha quedado fijada a sus objetos edípicos, lo cual quiere decir que con sus 18 años 
sigue enredada en reclamos amorosos a su padre, que tenían que ver con una amante 
que el padre tenía y Dora le reclama tener que elegir entre la amante o ella.
Se produce una fijación que impide este movimiento metonímico. Quedamos fijados a 
nuestros objetos infantiles y por lo tanto tenemos serias dificultades en entrar en este 
movimiento metonímico que nos permite, por ejemplo, que nuestro deseo se desplace 
hacia nuevos objetos
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