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UNA CUESTIÓN DE FE EL IMPACTO DE LA CONTRACULTURA A TRAVÉS DE GODSPELL Y JESUCRISTO SUPERSTAR Trabajo realizado por: Virginia E. Higueras Rodríguez Trabajo tutorizado por: Domingo Sola Antequera MÁSTER EN TEORÍA E HISTORIA DEL ARTE Y GESTIÓN CULTURAL DEPARTAMENTO DE HISTORIA DEL ARTE 2019 1 ÍNDICE 1. INTRODUCCIÓN ......................................................................................................... 2 2. UN MUNDO EN CRISIS: ANHELOS DE CAMBIO EN LA SOCIEDAD AMERICANA TRAS LA II GRAN GUERRA .................................................................... 7 2.1 El origen de la Contracultura .................................................................................. 7 2.2 Los jóvenes que decidieron luchar: La Generación Beat, instigadores de la Revolución Hippie. .......................................................................................................... 14 2.3 Dios baja a la tierra en forma de cantante folk y predicador de masas ................. 23 3. NUEVAS VÍAS CREATIVAS DEL MUSICAL EN ESTADOS UNIDOS ............... 28 4. JESÚS EN TIEMPOS DE LA CONTRACULTURA: LAS PROPUESTAS DE GODSPELL Y JESUCRISTO SUPERSTAR ....................................................................... 40 5. CONCLUSIONES ....................................................................................................... 60 6. ANEXO I...................................................................................................................... 62 7. ANEXO II .................................................................................................................... 70 8. BIBLIOGRAFÍA .......................................................................................................... 72 9. FILMOGRAFÍA........................................................................................................... 74 2 1. INTRODUCCIÓN Cuando echamos la vista atrás y nos remontamos a las décadas en las que se desarrolló la Contracultura, muchas de las imágenes que nos vienen a la cabeza fueron creadas por la cultura de masas que se generó en ese período. Es curioso observar, cómo una sociedad juvenil que luchó contra los estándares del capitalismo que se desarrollaba con voracidad en aquel momento, ha pasado a la historia a través de uno de los medios más comerciales que existe, el cine. Tanto la industria cinematográfica, como la sociedad de la década de los sesenta, experimentó un cambio que alteraría el curso de la historia. Mientras que los jóvenes beat comenzaron a organizarse para crear e ir juntos en busca de nuevas experiencias, artísticas, estéticas y espirituales, el cine buscaba la manera de renovarse tras la caída del sistema de estudios. El musical clásico, como género escapista por excelencia, se agotó a mediados de la década sesenta, la sociedad ya no necesitaba grandes espectáculos que les permitieran vivir el sueño americano. El estado socio-político del país había generado la suficiente crispación como para que los jóvenes se levantaran contra la Casa Blanca y luchasen por los derechos civiles, la libertad sexual, y de culto, en definitiva fueran en busca de un futuro mejor. La espiritualidad, y la necesidad de encontrar un ser superior, llevó a los beat a experimentar con sustancias alucinógenas, tradición que recogería el movimiento hippie, y que posteriormente, llegaría a las comunidades cristianas que querían comprender el mensaje del Mesías. Los gurús llegados de la India, acompañaron a muchos jóvenes ‘hijos de las flores’ hasta el verano del amor de 1969, donde música y psicodelia se unieron en una celebración en comunidad por la paz y el antibelicismo frente a la Guerra de Vietnam. A estos nuevos mesías de la cultura y la espiritualidad oriental, se le sumaron algunos sacerdotes latinoamericanos que promovían la teología de la liberación. Al establecer que todos podemos ser mesías, pronto se empieza a cuestionar la existencia de un único Mesías tal y como se describe en el Nuevo Testamento. Las comunidades católicas, tras el Concilio Vaticano II, se modificaron para, a través de melodías folk, acercarse a todos aquellos jóvenes que se encontraban perdidos. Se apropiaron de la idea de comunidad que los primeros hippies habían establecido, y en vez de promover el amor libre, creerán que Jesús está en todos y cada uno de los fieles y por lo tanto el amor de Dios es compartido y debe ser vivido en comunidad. Ante esta ebullición cultural, los nuevos creadores se ven en la necesidad de experimentar y sacar a la luz sus tribulaciones. El teatro 3 musical, antes escapista, ahora se enfrenta de cara a los conflictos que preocupan a la sociedad. Aparecen así, los musicales contraculturales que pasaría a formar parte de la cultura de masas, ayudando a perpetuar las preocupaciones juveniles. Hair es considerado el musical más relevante de la Contracultura pero, sin embargo, los problemas jurídicos a los que se enfrentaron, por el simple hecho de reflejar la realidad del movimiento hippie, sus manera de ver la vida, el amor libre y la vida en comunidad, hicieron que no llegará a las pantallas hasta finales de los setenta. Los jóvenes talentos que se criaron a las sombras de la Generación Beat, y vivieron en el movimiento hippie, comenzaron a experimentar en el Off-Broadway con obras novedosas que rompían con todo lo establecido. Es en este momento, cuando, al otro lado del Atlántico, en Reino Unido, aparece la primera ópera rock de la historia, de forma que la música popular llega al espectáculo que seguía hasta entonces anclado en las melodías jazzísticas del pasado. Tanto en Estados Unidos como en Inglaterra, el rock psicodélico, el pop y el folk se suben a los escenarios. El cine musical no llegó a recuperarse tras la debacle que vivió en los años sesenta, nunca recuperó el esplendor del que había gozado en los años treinta, pero las melodías de los musicales que resultaron de la Contracultura se han convertido en himnos antibelicistas y, debido a su carácter popular, han traspasado la barrera del tiempo llegando hasta nuestros días. Luchando contra el capitalismo y la cultura de masas, el legado de la Contracultura ha pasado a la historia en forma de película musical. En el periodo que sucedió a la II Guerra Mundial, Estados Unidos vivió una gran efervescencia a todos los niveles debido a los nuevos movimientos socio-culturales instigados por los cambios políticos que se estaban viviendo. Es por este motivo por el que nos hemos decidido a estudiar el cambio de paradigma en el cine musical que se produjo como consecuencia de todo ello. Se ha elegido este género debido a que, a través de él, podemos analizar la evolución social que se produjo en las décadas que abarcan la Contracultura. Viniendo de un periodo clásico de esplendor, el cine musical sufre una caída irremediable con la aparición de la música rock, y la metamorfosis social que la acompañan, al no poder dar respuesta a una sociedad que ya no buscaba en este género el escapismo y el entrenamiento de antaño. Para ello hemos estudiado las transformaciones socio-culturales que se sucedieron tras el final de II Gran Guerra y que se conocen bajo el nombre de Contracultura, así como los 4 movimientos que se incluyen bajo esta denominación, desde su origen en los años cincuenta de manos de la Generación Beat, hasta la muerte del flower power tras el verano del amor en 1969. Hemos establecido así, un marco cronológico que abarca desde 1950 hasta principios de 1970, cuando los musicales consecuentes de estos cambios socioculturales se estrenaron en las salas de cine. Hemos profundizado en la Generación Beat, precedente del movimiento hippie, así como en las ideas que plantearon los primeros y materializaron los segundos, como sería el casodel uso de sustancias alucinógenas para llegar a niveles elevados de conciencia, la vida en comunidad y el amor libre. Del mismo modo se ha identificado la relación directa entre las practicas religiosas cristianas tras el Concilio Vaticano II y el auge de la música folk de manos de cantautores que, en un inicio, se vieron fuertemente vinculados a estas nuevas comunidades. En relación a este último factor, hemos decidido utilizar los musicales Godspell (David Greene, 1973) y Jesucristo Superstar (Norman Jewison, 1973) como casos de estudio. A través de los cuales se ha explorado la importancia de la espiritualidad presente ya desde la Generación Beat que comienzan a buscar respuestas a través de los cultos orientales. Es precisamente este motivo, el que llevaría a un resurgir del cristianismo a mediados de la década de los sesenta. Al tratarse de dos musicales con orígenes completamente opuestos, debido a que uno se gesta en Estados Unidos, mientras el otro tiene su desarrollo en Gran Bretaña, estudiamos la importante repercusión que tuvieron los movimientos contraculturales a nivel mundial. Ambos toman como protagonista al Mesías del Nuevo Testamento pero lo utilizan de maneras muy distintas, mientras en Godspell hace las veces de pastor de hombres, en Jesucristo Superstar encontramos una versión más humana y real de un personaje que a menudo es mitificado y que se cuestiona el porqué de su muerte. A través de estas obras exploraremos los anhelos de la juventud que necesitó respuestas ante los avatares políticos que les había tocado vivir; como una generación que vivió las consecuencias de la política mundial y que asistió al auge del capitalismo a ambos lados del Atlántico. Los autores se plantean de manera simultánea las mismas preguntas, en un mundo que aún no conocía la globalización de la información. Hemos seleccionado estos dos musicales porque, al pensar en cine musical contracultural, tendemos a dejar de lado las producciones de temática religiosa, aún habiendo sido las primeras obras en estrenarse en las salas. Tanto Godspell como Jesucristo Superstar fueron producto directo del magma creativo que se dio a lo largo de los años de la Contracultura, 5 uno estadounidense y el otro británico. Esto nos permite comprobar la magnitud que cobraron en estos años las revoluciones juveniles que se dieron tanto en Europa como en Estados Unidos. Los autores del primero, uno de origen judío y el otro presbiteriano, utilizan los Evangelios de una manera completamente distinta a la que lo hacen los autores de ascendencia protestante del segundo. Al proceder de países distintos, su semejanza en cuanto al uso de la religión como eje principal facilita su comparación, del mismo modo que sus diferencias, nos proporcionan suficientes datos como para comprender los cambios culturales que motivaron su creación. De manera que, sirviéndonos de estos dos musicales como pretexto se ha llevado a cabo un estudio sociocultural desde 1940 hasta 1970, con el fin de poder comprenderlos como productos de un desarrollo socio político, y no de un capricho artístico por parte de sus autores. Para ello se han establecido los siguientes objetivos: - Cuál fue la situación sociopolítica que llevó a un cambio en el paradigma cultural. - Qué se entiende por Contracultura, y cómo afectó al desarrollo social - Qué cambios suscitó la Generación Beat y cuáles fueron sus consecuencias - Qué trasfondo político tuvo el movimiento hippie, más allá de su de su extendida estética. - Cómo afectó la renovación religiosa al crecimiento cultural. - Cómo se vio afectado el musical estadounidense por los cambios sociopolíticos - Qué consecuencias tuvieron los movimientos contraculturales en la cultura de masas, en especial en los musicales Godspell y Jesucristo Superstar. Para poder llevar a cabo este análisis se han utilizado como referencias fundamentales el texto de Roszack publicado en 1973, El nacimiento de una contracultura para poder comprender los motivos detrás de los cambios socioculturales, así como sus consecuencias, ya que su publicación coincide cronológicamente con el momento en el que los movimientos contraculturales comenzaban a ser revisitados, a principios de la década de los setenta. Para poder crear un marco cronológico y establcer los hitos históricos que llevaron al estallido de la Contracultura a mediados de los años cincuenta, así como las distintas etapas en las que 6 se dearrolló, se ha recurrido a la publicación de 2007, La Contracultura ¿Qué fue? ¿Qué queda?, en la que Aja establece los pilares sobre los que ésta se levantó, así como sus concecuencias sobre el movimeinto hippie. Para completar la información aportada por estos dos autores, y con el fin de estudiar más a fondo la relación de la religión con los movimientos contratuculturales, se ha utilizado el texto de Oppenheimer, Knocking on Heaven's Door,American Religion in the age of Counterculture de 2003. Además, al establecer como caso de estudios los musicales de Godspell y Jesucristo Superrestar se ha acudido a las biografías y memorias de sus autores para comprender el contexto en el que se gestaron estas producciones. La memoria de Andrew Lloy Webber publicada en 2018, Unmasked: A memoir y la biografía de Stephen Schwartz Defying Gravity: The creative career of Stephen Schwartz, publicada en 2008. Al abordar el estudio de la Contracultura, nos encontramos con una limitada bibliografía publicada en español, lo que nos ha hecho acudir en su mayoría a textos en inglés que no han sido traducidos al español, en busca de la información necesaria. Debido al que el volumen de citas originales en inglés que hemos tenido que incluir en el texto, en vez de colocarlas a pie de página como corresponde, hemos decidido llevarlas a un anexo al final del mismo. Para que, de esta manera, la lectura sea más fluida. Otro de los problemas que se nos presentó al intentar desentrañar la compleja situación sociocultural de este periodo, es la falta de textos revisados y de nuevas ediciones, siendo generalmente textos que se publicaron en la década de los setenta o los ochenta. Además, muchos de ellos no se encontraban disponibles para poder hacer uso presencial de los mismo, por lo que se han utilizado bibliotecas virtuales que permitieran acceder a los textos íntegros. 7 2. UN MUNDO EN CRISIS: ANHELOS DE CAMBIO EN LA SOCIEDAD AMERICANA TRAS LA II GRAN GUERRA La sociedad estadounidense vivió tras la II Guerra Mundial un periodo de bienestar económico que llevó a la estabilidad social. Sin embargo, los eventos políticos harían que las nuevas generaciones se revelaran contra todo el sistema establecido, cuestionándose a menudo la vigencia del mismo. Coincidiendo con un periodo político convulso, los jóvenes creadores romperían los esquemas culturales, que parecían haber entrado en bucle, en el periodo conocido como Contracultura. Ésta será una de las etapas artísticas y culturales más prolíficas en la que los jóvenes no tendrán miedo a enfrentarse a los principios morales y, cuya obra trascenderá más allá de las barreras temporales. 2.1 El origen de la Contracultura En la sociedad estadounidense de finales de los sesenta y principio de los setenta, atendemos al nacimiento de una nueva corriente cultural que abarca, no sólo todos los movimientos artísticos, sino que supone un nuevo estilo de vida. Cuando pensamos en el término Contracultura en aquellos años, lo primero que llega a nuestra mente es, generalmente, una serie de elementos que forman parte de la iconografía de ese periodo; la psicodelia, las drogas, una peculiar forma de vestir, con pantalones de campana, vestidos estampados y flores en la cabeza, el amor libre, y en muchos casos hasta la despreocupada vida en comunidad. Establecer estas características como ciertas es sumamentepeligroso, considerando que la Contracultura no conforma una etapa histórica en la que se desarrolla un único movimiento cultural. Como encontramos recogido en el texto de Mark Oppenheimer, lo ocurrido a lo largo de los años sesenta, resulta ser un fenómeno complejo que traspasa las barreras de una década. ‘Los Setentas conforman un fenómeno complejo, difícil de reducir únicamente a ciertas tendencias políticas o sociales […] Algo ocurrió, sin importar las fechas exactas. Ese algo, tenía que ver con el comportamiento, la forma de vestir, el lenguaje, la música, y las costumbres sexuales’1 (2003: 4). Podríamos decir que hablar de Contracultura implica, no sólo abarcar el despertar juvenil que se vive en los Estados Unidos, sino también las crecientes manifestaciones que se 1 Citas originales en Anexo 1 8 desarrollaron en una Europa que empezaba a recuperarse tras la segunda Guerra Mundial, especialmente en Francia y Reino Unido. Oppenheimer deja entrever que la contracultura no posee una cronología exacta. Como todo periodo histórico, no podemos establecer una fecha de nacimiento y muerte concreta, los bordes son difusos y en muchos casos confusos, incluso con la perspectiva del tiempo. La Contracultura no fue un movimiento uniforme en el tiempo y tampoco se desarrolló en un país exclusivamente. Como ya mencionamos con anterioridad, los principales focos de esta revolución cultural fueron Francia, Reino Unido y Estados Unidos; siendo este último, el más influyente frente a los países europeos. A lo largo de esas dos décadas, se suceden en Estados Unidos, una serie de hechos que dejaron una importante huella en el desarrollo cultural del país. Atendemos a un despertar juvenil que hizo frente a la sociedad establecida, a todos los niveles, desde el ámbito político- social hasta las formas artísticas. Los años sesenta representan un cambio crucial, ‘una discontinuidad’. Desde 1607 hasta 1965, la Historia de Estados Unidos se desarrolla siguiendo ‘un patrón cíclico. Así es como lo hicimos hasta que la Great Society2 lo arruinó todo: no trabajes, no comas, tu salvación es espiritual; el gobierno por definición no puede salvarte; los gobernantes creen en mantenerse en su posición y todas las buenas reformas buscan la transformación’ […] La Contracultura es una aberración momentánea en la Historia de Estados Unidos que será revisitada como un tranquilo período bohemio en la élite nacional3 (Frank, 1997: 2). Se genera, así un movimiento de protesta contra el establecido american way of life4, un modo que, como describe el sociólogo Will Herberg, es de vida individualista, dinámico y pragmático, afirmando que el trabajo duro será recompensado sin hacer diferencias entre individuos. El estilo de vida americano es individualista, dinámico y pragmático. Reafirma el valor supremo de la dignidad del individuo, insiste en la incesante actividad por su parte, ya que no debe descansar nunca, sino esforzarse por avanzar; define una ética independiente, mérito y carácter, y en la que se juzga por logro: ‘hechos no creencias’ son lo que cuenta […] Los estadounidenses creen en el progreso, en el crecimiento personal, y de manera un poco fanática en la educación. Pero, sobre todo, los estadounidenses son idealistas […] Los estadounidenses tienden a ser moralistas, tienen una inclinación a ver todas las cuestiones simples y sencillas, blancas o negras, cuestión de principios5 (1960:79). Esta idea está ya presente en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos (1776), todos los seres humanos fueron creados iguales, y están dotados de ciertos derechos inalienables por el creador, cuyo fin último es ir en busca de la felicidad. ‘Establecemos estas 9 verdades como evidentes, todos los seres humanos son creados iguales, y son dotados por el Creador con ciertos derechos inalienables, que entre otros son la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad’6. Entendiendo así que ir en busca de la felicidad implica llegar a cumplir los propósitos que cada individuo se propone, a través de trabajo constante. Precisamente, el modo de vida americano, pone de manifiesto que todo ser humano es capaz de progresar en la escala social, sin importar su origen. Haciendo referencia a la industria cinematográfica, encontramos un buen ejemplo de esto en los grandes moguls7 de los estudios, muchos de ellos procedentes de una Europa devastada por la I Guerra Mundial, que galopaba hacía la II, dominada por el nazismo. La mayoría de los creadores de los grandes estudios cinematográficos fueron judíos procedentes de Centroeuropa que crearon las primeras sedes en la Costa Este. Con el tiempo se trasladarían a Hollywood donde dominarían la gran industria del cine. Con trabajo y esfuerzo todo se logra, sin embargo, los jóvenes de los sesenta querían romper con esta verdad que se instaura en la sociedad estadounidense a partir de la recuperación económica tras la gran crisis económica que, en otoño de 1929, paralizó el país, en el conocido como ‘Crack del 29’. En 1933, el demócrata Franklin D. Roosevelt se convierte en el nuevo presidente de Estados Unidos, siendo el encargado de levantar el país siguiendo una política económica intervencionista, conocida como el New Deal, concebida para luchar contra los efectos de la Gran Depresión. Este programa se desarrolló entre 1933 y 1938 con el objetivo de reformar los mercados financieros y, así, recuperar la economía estadounidense. Sería, en este preciso momento cuando empiecen a surgir los primeros argumentos que marcaran el posterior desarrollo de los movimientos contraculturales en los sesenta. Como se recoge en el texto de Barbara Epstein, éstos tienen su origen en los años treinta, los que conforman la base del desarrollo político de posguerra; y establecen la importancia de las protestas de la clase trabajadora que conducirán a la creación de un estado del bienestar. Los movimientos de los años 30 pueden ser vistos como el punto de partida de la política que se desarrollará en la posguerra: establecieron la importancia de clase, especialmente la de la organización de la clase trabajadora. La experiencia de los 30 puso de manifiesto la relación entre los movimientos de protesta y el estado; fue la presión de la clase trabajadora organizada y sus aliados la que condujo a la creación de un estado del bienestar8 (1993: 22). Con la creciente recuperación económica a finales de la década de los treinta, Estados Unidos se ve implicado en la II Guerra Mundial. El suceso que desencadenaría su directa 10 participación en el conflicto armado sería el bombardeo japonés a Pearl Harbour, en Hawái. Los estadounidenses tendrían un papel clave formando parte en 1944 de las fuerzas aliadas que desembarcaron en las costas de Normandía y liberaron los territorios ocupados por los nazis. Mientras tanto, en Estados Unidos, los primeros movimientos pacifistas comenzaban a tomar forma. En palabras de Barbara Epstein, el Partido Comunista y la izquierda, alimentados por las ideas del movimiento obrero y el New Deal, ayudaron a que la sociedad estadounidense se tornara más democrática. Sin embargo, estos primeros movimientos sociales, pronto se radicalizaron. Al estar generalmente instigados por ‘granjeros, hábiles trabajadores, o empleados por cuenta propia’9 (1993: 27) llevaron la política hacia el populismo y el feminismo, rodeado de una sensibilidad cristiana que pronto derivó hacia la utopía. El estallido de la II Guerra Mundial revivió algunas de las organizaciones pacifistas que habían sobrevivido, apareciendo en este momento completamente radicalizadas. ‘Durante la Guerra y a lo largo de los cincuenta, las organizaciones pacifistas que sobrevivieron, atrajeron a pacifistas radicales que no sólo eran contrarias a la guerra, sino que además eran críticos con la estructura social y cultural’10(1993: 28). Estas primeras revoluciones sociales sentarían las bases del movimiento pacifista que nació en los años setenta como respuesta a la participación de Estados Unidos en la Guerra de Vietnam. Como establece Epstein en su texto Political Protest and Cultural Revolution: Una generación de pacifistas radicales emergió a partir de la experiencia de la Guerra para desafiar a los cautelosos líderes de los movimientos pacifistas existentes. Las organizaciones más importantes eran las de inclinación religiosa, la Comunidad de Reconciliación11 y su filial secular la Liga de la Resistencia a la Guerra12. […] Los pacifistas radicales impulsaron la creación de la Conferencia de la No-Violencia Revolucionaria Socialista, una formación de corta vida comprometida con el socialismo, el anarquismo y el pacifismo13 (1993: 28). Si bien los movimientos culturales y los periodos históricos son difíciles de acotar entre una fecha de nacimiento y muerte, muchos autores encuentran el origen de la Contracultura a mediados de la década de los cincuenta, cuando la sociedad estadounidense, ya completamente recuperada después de la crisis económica, empieza a crecer hacia una cultura de masas y un sistema capitalista. Es en esta época de bienestar económico cuando se empiezan a levantar los barrios residenciales a las afueras de las grandes ciudades. En ellos, los jóvenes emergen como un fuerza cultural, política y económica. Las comodidades económico-sociales en las que esta nueva generación se desarrolló, provocaron que gran parte del incipiente mercado capitalista se dirigiera hacia estos despreocupados consumidores que poco conocían las penurias vividas en décadas anteriores. Del mismo 11 modo, el bienestar económico permitió que esta nueva juventud permaneciera más tiempo desconectada de las responsabilidades del mundo adulto y desarrollara, así, una subcultura juvenil. Como este grupo continuaba sus estudios más allá del instituto en cifras de récord, el fenómeno de jóvenes adultos no vinculados a las rutinas y las responsabilidades adultas, expandieron la cultura juvenil más allá de los años de la adolescencia. […] Esta subcultura y su desconexión de la vida adulta tradicional empezaron a criticar seriamente la cultura dominante, incluyendo el consumismo que les había consentido en su infancia14 (Richardson, 2012: 8). Además, asistimos, en este momento, al baby boom consecuencia de un período de relativa calma político-social. En este periodo de estabilidad económica, como establece Roszak en su texto El nacimiento de una contracultura, se darán los hechos que ayuden a hablar del nacimiento de la misma: ¿Dónde encontrar, si no es entre la juventud disidente y entre sus herederos de las próximas generaciones, un profundo sentimiento de renovación y un descontento radical susceptible de transformar esta desorientada civilización? Estos jóvenes son la matriz donde se está forjando una alternativa futura (1973: 11). Muchos autores apuntan que, pese a ser un periodo histórico convulso lleno de movimientos sociales, el punto de partida de ésta se sitúa en 1955, cuando se produce el primer acto contra la segregación racial en Montgomery, Alabama. Esta protesta por parte de los ciudadanos afro americanos, en busca de reafirmar sus derechos, es quizás el revulsivo que necesitaba una sociedad adormecida tras la segunda Guerra Mundial. Los cambios culturales que se identificarían como ‘contracultura’ comenzaron mucho antes de 1960, con profundas raíces en la bohemia y el pensamiento romántico […] Como reacción a la anquilosada economía y estado cultural de los años de la posguerra, casi nadie se dio cuenta de cómo ese contexto – el ámbito económico y la clase media- estaba cambiando a lo largo de la década de 196015 (1997: 6). Los años sesenta se caracterizaron por ser un periodo especialmente combativo a favor de los derechos civiles, la libertad de expresión, la igualdad entre razas, entre hombres y mujeres, y el inicio de los movimientos LGTB16. Pudiendo situar así hacia 1969, coincidiendo con el Nacimiento del Movimiento de Liberación de la Mujer, el arranque del conocido como Movimiento Gay, a partir de la revuelta de Stonewall. Como Martin Duberman describe, este suceso marcó un hito dentro de la historia moderna: Stonewall marca un hito emblemático en la historia moderna del movimiento gay y lésbico. El suceso de una serie de revueltas a finales de junio y principios de julio de 1969 resultaron en una redada policial en un bar gay de Greenwich Village, 12 ‘Stonewall’ se ha convertido en sinónimo, a lo largo de los años, de la resistencia gay a la opresión. […] Los disturbios de 1969 se toman generalmente como el nacimiento del movimiento político de la comunidad gay y lésbica moderna -este fue el momento en el que gays y lesbianas, todos al unísono aceptaron su humillación y reforzaron su solidaridad. Por definición ‘Stonewall’ se ha convertido en un símbolo empoderador de proporciones globales17 (Stonewall, 1994: XVII). Como establece Ruiz Aja en su texto La Contracultura ¿Qué fue? ¿Qué queda?, es posible agrupar de manera sintética los hechos ocurridos a lo largo de la década de los sesenta, en tres periodos diferenciados. La primera fase, que podría encuadrarse a comienzos de la misma, entre 1960 y 1964, es en la que se dan ‘las primeras protestas contra cuestiones como la pobreza, el racismo, Vietnam…entendidas estas cuestiones como errores políticos, susceptibles de subsanarse mediante una rigurosa reforma’ (2007: 69). Estos son los principales años de la lucha pacífica en los que se dibuja el nacimiento de la Nueva Izquierda y del activismo estudiantil, se empiezan a dar las primeras protestas estudiantiles a favor de la integración racial, así como a favor de los derechos civiles. Son las nuevas generaciones las encargadas de cuestionar el estilo de vida ideal alcanzado en la década anterior. La segunda fase, que iría desde 1964 hasta las protestas de Berkeley en 1968, en las que se desarrolla ya de manera patente el movimiento hippie, ofrecen una revolución estético- psicológico-psicodélica, la liberación individual, el abandono de la sociedad, la búsqueda de nuevas experiencias internas y externas, los movimientos de la no-violencia, del irracionalismo-misticismo, así como la desesperada voluntad de conseguir un mundo propio en el que no exista la violencia (2007: 69). Y finalmente, la tercera fase, que comienza en 1968 y que incluye el desarrollo de la estrategia yippie y el creciente movimiento comunal. Este periodo será el más radicalizado y complejo, en el que la cultura juvenil debe enfrentarse a los frentes político-sociales abiertos a lo largo de la década de los sesenta. ‘De este modo -más o menos espontáneamente- se camina hacia un cierto cambio de estrategia: la cultura se subordina a la política, y el ‘Underground’ pasa a formar parte de variedad de dimensiones: el Movement’ (2007:70). Es difícil definir la Contracultura como un movimiento con fecha de inicio y fin, ya que sus influencias han traspasado los años sesenta, extendiéndose a lo largo de las décadas posteriores, como retazos de un estallido cultural a todos los niveles. 13 La sociedad estadounidense de finales de los sesenta y mediados de los setenta, los años de Nixon, parecía salvaje e incontrolable. La fotografía, las películas, la música y los periódicos mostraban unos Estados Unidos en los que estaba a punto de nacer una nueva cultura moderna, más liberal que las que habían existido antes18 (2003: 1). Los movimientos contraculturales emergen de los jóvenes y se postulan como una transición generacional presente en todas las manifestaciones socioculturales. Tomando como referencia una de las producciones musicales que mejor reflejan la efervescencia de este periodo, Hair.Tthe American tribal love-rock musical –obra musical original de Gerome Ragni y James Rado estrenada en 1968- vemos como se teme al movimiento juvenil más radical. En ella el personaje principal es enviado a Vietnam y muere. Podría esto tener una lectura poético-religiosa en la que el defensor de la libertad y el joven hippie en contra de la guerra se convierte en mártir. Sin embargo, podríamos hacer también una lectura quizás más apegada a la realidad, de este modo su muerte podría ser una forma de poner freno ante la incertidumbre generada por la juventud revolucionaria. Su homónimo cinematográfico no ve la luz hasta finales de la década siguiente. Esto ocurrirá con un gran número de películas musicales cuyos orígenes se encuentran en producciones musicales rompedoras desarrollados por jóvenes estadounidenses y británicos en la década de los sesenta. Muchas de ellas, no pisarán los escenarios a ambos lados del Atlántico hasta una década después. Al tratarse de un periodo de gran desarrollo cultural a todos los niveles, no podemos establecer una fecha que marque el fin de la Contracultura, así como tampoco podemos acotar su impacto en un único territorio. Podríamos hablar de la Contracultura, como una serie de movimientos que favorecieron el cambio en la sociedad. Entre ellos destacaría la Generación Beat como motor del cambio y el movimiento hippie como como la mayor representación sociocultural del mismo. Tanto es así, que su característica iconografía ha traspasado la barrera del tiempo, manteniéndose intacta hasta nuestros días. 14 2.2 Los jóvenes que decidieron luchar: La Generación Beat, instigadores de la Revolución Hippie. Haz que todo suceso sea un acontecimiento de significado histórico y mítico. Conviértete a ti mismo en un símbolo (Jerry Rubin). Como establece Ann Charters, en un país que vivía en la estabilidad económico- social posterior a la II Guerra Mundial, surgiría el germen de la Contracultura, Era el momento del cambio. A finales de la década de 1950, el país estaba experimentado el despertar de una disidencia radical generalizada, en parte como respuesta a los tumultuosos eventos históricos de la Guerra Fría, con el sangriento esfuerzo de los Estados Unidos para restringir la expansión global del comunismo, y en parte como reacción contra la conformidad autocomplaciente19 (2001: XX). Atendemos así, al nacimiento de una generación marcada por las tensiones nucleares de la Guerra Fría, la contundente lucha del senador Joseph McCarthy contra el comunismo, las secuelas de la bomba de Hiroshima, y el inminente estallido de la Guerra de Vietnam. En este periodo convulso podemos identificar una serie de autores que se erigen como instigadores de una revolución juvenil: Allen Ginsberg, Jack Kerouac, Neal Cassady y William S. Burroughs constituyen el núcleo de la conocida como Generación Beat. La Generación Beat fue un movimiento literario que surgió entre las comunidades bohemias de postguerra en el Greenwich Village de Nueva York y en North Beach, San Francisco y en Boston. Ginsberg apunta que fue ‘un grupo de amigos que trabajó de manera conjunta en la poesía, la prosa y la conciencia cultural de mediados de los cuarenta hasta que el termino se popularizó a finales de los cincuenta’20 (Waldman, 1999: XIV) y si bien se define a esta generación especialmente por su literatura, podríamos hablar de una comunidad heterogénea formada por artistas, escritores e intelectuales que crearon simultáneamente en la era del expresionismo abstracto y el jazz bebop a finales de los años cuarenta. Al tratarse de un movimiento tan heterogéneo y definitorio de una generación, encontramos en él tintes undergroud o como lo llamaba Kerouac, subterráneos, siendo además un híbrido entre los bohemios y los hípsters de Nueva York. Podríamos, por tanto, establecer que esta generación surgió a mediados de los cuarenta y se extendió a lo largo de la década de los cincuenta hasta comienzo de los sesenta. Tomando tales dimensiones, fue necesario encontrar un término 15 capaz de englobar tan diversas creaciones y creadores. Es precisamente su carácter híbrido lo que propicia la aparición de varias definiciones a lo largo de la década. El primero en designar a este movimiento como la Generación Beat fue John Clellon Holmes en un artículo publicado en The New York Magazine el 16 de noviembre de 1952, This is the Beat Generation. La primera acepción de la palabra beat que aparece al buscar su traducción directa al español es golpear y de alguna manera Holmes relaciona a la Generación Beat con este significado. Como ocurre con la Generación Perdida del periodo de entreguerras, los jóvenes de la década de los cincuenta fueron ‘golpeados’ con violencia contra ellos mismos y contra el muro que constituyó una sociedad que parecía estar sumida en el estatismo, tras la II Guerra Mundial. Para Holmes, la palabra beat, ‘implica la sensación de haber sido utilizado, estar en carne viva. Implica una suerte de desnudez de mente, y, básicamente, del alma’21 (1952:10). Holmes no solo proporciona esta definición, sino que pone además de manifiesto la relación de los jóvenes de ambas generaciones con la espiritualidad. Tanto la Generación Perdida como la Beat fueron resultantes de períodos bélicos anteriores que marcaron profundamente su relación con fuerzas superiores. Holmes establece que, mientras los jóvenes de los años 20 estaban ocupados luchando con la pérdida de la fe, la Generación Beat buscaba desesperadamente la existencia de una divinidad. Deja entrever así, lo importante que era para esta generación la espiritualidad y su conexión con un plano divino. Esta idea se condensa en la definición presente en el siguiente texto de Kerouac: Beat no significa estar cansado, o desgastado, tanto como significa beato, la forma italiana para beato; estar en estado de beatitud, como San Francisco, intentando amar la vida, intentando ser sincero con todo el mundo, practicando la resiliencia, la amabilidad, cultivando la alegría del corazón. ¿Cómo puede esto llevarse a cabo en esta locura del mundo moderno de multitudes y millones? Practicando la soledad, caminando contigo mismo de vez en cuando, para almacenar el oro más preciado: la vibración de la sinceridad22 (Kerouac, 1995: 568). Definiendo la Generación como beata, Kerouac sugiere que el objetivo de los jóvenes beat es vivir la vida real y encontrar el propósito último del alma. Sirviendo así, como ejemplo de resiliencia y amabilidad en una sociedad inmersa en conflictos políticos como el Macartismo, la Guerra Fría y la posterior Guerra de Vietnam. Esta última definición de Kerouac aparece, según escritos de Ginsberg, por primera vez en el año 1959 ‘para contrarrestar el abuso del término en los medios’23 (1999: XIV), lo que nos hace cuestionarnos la relación de la Generación Beat con el mundo religioso que, sin duda, tuvo 16 un gran impacto en décadas posteriores. Prestando atención al texto de Ginsberg encontramos una tercera teoría acerca del origen de la palabra beat como definitoria de una generación, siendo posiblemente la más acertada de las tres. Ginsberg asegura que Herbert Huncke, amigo de Kerouac y perteneciente al círculo literario de los cuarenta, fue el que introdujo el término beat en esta pequeña comunidad que apenas comenzaba su andadura. Esta palabra procedía del argot hip, propio de Nueva York; y si bien en algún momento se usó como sinónimo de encontrarse en la noche oscura del alma y en la niebla de lo desconocido, mucho antes tuvo otros significados más tangibles y cercanos a la realidad, como sin techo o marginado. En este contexto, la Palabra ‘beat’ es […] un término muy utilizado en Times Square: ‘Hombre, Estoy ‘beat’, significa sin un lugar donde quedarse […] O la palabra puede ser utilizada como en la siguiente conversación: ‘¿Te gustaría ir al zoo del Bronx?’‘No, estoy demasiado ‘beat’, estuve despierto toda la noche’ En su uso original en la calle significaba exhausto, en el culo del mundo, esperando algo, desvelado, perspicaz, marginado, sólo, espabilado. O como una vez se insinuó, ‘beat’ significaba acabado, terminado, en la noche oscura del alma o en la niebla de lo desconocido 24 (1999: XIII-XIV). Entendiendo que se trató de un movimiento profundamente heterogéneo es difícil establecer una de estas tres definiciones como la única y verdadera. En un afán por delimitar con palabras la magnitud de este movimiento, la el término beat se utilizará para englobar a hombres y mujeres que frecuentaron los mismos círculos culturales, y que tuvieron un especial contacto con la literatura. Podríamos decir que el acto inaugural de este movimiento tuvo lugar el 7 de octubre de 1955 en una galería de arte experimental de San Francisco, la 6 Gallery. Allí se reunieron una serie de poetas que decidieron desafiar el sistema académico y la poesía tradicional, Philp Lamantia, Michael McClure, Philip Whalen, Gary Snyder y un joven Allen Ginsberg. Es en este momento cuando, por primera vez, ve la luz el poema de este último Howl for Carl Solomon. Sin embargo, el término beat no apareció hasta dos años después, en 1957, tras la publicación de la novela de Jack Kerouac, On the road y la finalización del juicio contra el editor Lawrence Ferlinghetti por publicar los poemas de Ginsberg, condenados en ese momento por su carácter obsceno. No son solo los hombres los protagonistas de la Generación Beat, pues hubo también un grupo de mujeres escritoras que trabajó a la sombra de los grandes nombres. ‘Las mujeres de la Generación Beat, con raras excepciones, escaparon del ojo de la cámara. Se 17 mantuvieron ocultas, escribiendo. Fueron una pieza fundamental para el legado literario de la Generación Beat’25 (Knight, 1996: 1). En los años cincuenta la mujer estadounidense quedó recluida al ámbito doméstico, como se refleja en el texto de Friedan, ‘las amas de casa de las afueras -eran la imagen soñada y la envidia de las jóvenes mujeres americanas’26 (1963: 18). Muchas de ellas tenían trabajos de asistente o secretaria, que les permitían dar sustento económico a sus jóvenes maridos que asistían a la universidad. Las mujeres beat fueron ‘rebeldes valientes con talento y con un espíritu creativo suficiente como para dejar atrás ‘la buena vida’ que prometían los años cincuenta. […] Nada podría ser más romántico que unirse a un movimiento de individualidad y libertad, dejando atrás el aburrimiento, la seguridad y la conformidad’27 (1996: 3). Todas las mujeres de esta generación compartían las mismas inquietudes que los hombres, ‘ellas corrieron riesgos, cometieron errores, hicieron poesía, hicieron el amor, hicieron historia. Las mujeres del Beat no tenían miedo de ensuciarse’28 (3) Eran inconformistas, lucharon contra lo establecido, muchas de ellas no se casaron, criaron hijos birraciales. dejando atrás la establecida como perfecta ama de casa de los años cincuenta. ‘Su modo de vida iconoclasta iba aparejado con su trabajo literario’29 (4). Algunos autores apuntan a que existieron tres generaciones de mujeres beat, la primera que formó parte de la Nueva Bohemia de la posguerra, sentó las bases de las dos posteriores, rompiendo con las formas literarias más académicas. Nacidas en los años treinta, la segunda generación de escritoras vivió en completa consonancia con los nombres masculinos más destacados de este movimiento. Entre los más representativos, encontramos autoras como Joanna McClure, Bobbie Louise Hawkins, Lenore Kandel, Elise Cowen, di Parma y Kyger. Esta segunda generación de mujeres beat, no sólo tuvo un impacto en el ámbito artístico, sino que sus escritos anticiparon la segunda ola feminista que se desarrolló en los años sesenta. ‘La versión de la individualidad americana de las mujeres beat fue un revulsivo para la liberación personal promulgado en sus escritos. Esto desencadenó un levantamiento femenino centrado en la literatura beat que anticipó la segunda ola feminista’30 (Johnson y Grace, 2002: 7). Si a la segunda generación se le relaciona con el despertar feminista de los años sesenta, la tercera generación fue precursora de la libertad que se experimentó en el movimiento hippie. El papel de la Generación Beat fue cuestionar los principios y los valores fundamentales de una sociedad que vivía anclada en el puritanismo. Los beat fueron sin duda los predecesores del movimiento hippie de los 60. “En la sociedad moderna Occidental, los 18 valores de comunidad están presentes en la literatura y el comportamiento de lo que se conoce como ‘generación beat’ y que será sucedida por los ‘hippies’”31 (Turner, 1969: 112). A principios de la década de 1960 empieza a gestarse lo que será el movimiento hippie en el Haight-Ashbury, un barrio de San Francisco. Una amalgama de artistas, estudiantes de Berkeley y de la Universidad de San Francisco, así como los drops out y bohemios de la zona de North Beach, cruzaron el país con destino a Haight-Ashbury. Como se recoge en el texto de Moretta, los jóvenes que conformaron el movimiento hippie estaban convencidos de que debían alejarse de todo lo establecido para poder romper el círculo del creciente capitalismo que se estaba desarrollando en Estados Unidos. Los jóvenes americanos que se unieron a la contracultura creían que era mejor dejar todo atrás y ‘encargarse de sus asuntos’ antes que continuar sobreviviendo o intentando dar sentido a una sociedad quebrada. Los hippies representaban ‘una protesta, una declaración de intenciones’ […] Los hippies eran de valores anti tradicionalistas, anti materialistas; de hecho, anticapitalista 32 (Moretta, 2017: 38). Los jóvenes buscaban hacerse un hueco en el mundo por ellos mismos. Como el propio Stuart Hall atiende a definir, ‘el hippie es un «drop out» (salido) del sistema para el que le han estado preparando la familia, la ·educación y el proceso de socialización: activamente «opta» por seguir el camino «desviacionista» de vida’ (Hall, 1970: 17). Muchos de ellos eran estudiantes de entre 18 y 25 años que decidieron dejar atrás una vida orientada al trabajo, el estatus y el poder. Entendiendo como poder no solo a la capacidad de ejercer poder sobre otros, sino al económico que lleva hacia el perfecto modelo de vida americano. ‘En la década de 1960 los hippies se rebelan contra la cultura americana establecida, sus valores y sus prácticas’33 (Rorabaugh, 2015: 15). Para comprender contra qué se revelaban los jóvenes de los sesenta, debemos saber en qué creía la sociedad de los años cincuenta. En esa década, bajo el paraguas de la estabilidad económica, nace el Estados Unidos suburbano, de casas idénticas con su correspondiente jardín y bandera en la fachada. Es en este momento cuando la clase media empieza a crecer en las afueras de las ciudades. Siendo profundamente patriótica, abiertamente anticomunista y, en su mayoría, profesaban la religión cristiana o judía, siendo el protestantismo el movimiento que seguía dominando el país. La vida se desarrollaba en torno a la familia, imagen que se había estandarizado a través de la televisión. Como método de escape frente a esta perfecta sociedad, los jóvenes encontraron un nuevo modelo de vida en el que todo parecido con la realidad vivida hasta el momento sería una mera coincidencia. Aparecen así las primeras señales de la vida bohemia, donde prima el 19 compartir, el vivir en comunidad y el respeto mutuo. Los núcleos juveniles se convierten así en espacios de experimentación colectiva en el que todos van en busca de lo mismo, encontrar la realidad detrás de su existencia. Las comunas, los gurús, el yoga en grupo y la música psicodélica en ambientes donde las sustancias ayudan a encontrar el éxtasis más allá de la vida terrenal, se conviertenen un nuevo modo de vida. El movimiento hippie comenzó así a extenderse a lo largo del país, desarrollando un estilo de vida radicalmente opuesto al modo de vida tradicional. Las comunas, el amor libre, el misticismo y el uso indiscriminado de drogas para expandir la conciencia fueron los pilares básicos sobre los que se erigió este nuevo movimiento. Si bien todo esto cobraría sentido a lo largo de los años sesenta, materializándose en el verano del amor de 1967, los ‘hijos de las flores’ no fueron más que los herederos de una revolución que comenzaron los beat. Como establece el autor del texto American Hippies (2015), ambos compartían el deseo de alcanzar la autenticidad y el conocimiento de los valores individuales. Para poder llevar a cabo una tarea de autoconocimiento, los hippies retornaron a la vida en comunidad, de manera que hacían frente al anticomunismo y, como establece Hall, abandonaron el frenesí de la vida moderna. El arcadianismo pastoral de los hippies marca un retorno a la simplicidad autosuficiente de la comunidad separada que ha hecho una aparición tan fuerte de tanto en tanto en la cultura americana: una visión de que la vida en sus formas y organizaciones más simples puede ser reducida a lo meramente esencial y así es contrapuesta al frenesí, a las necesidades estimuladas y a los anhelos consumistas de la civilización tecnológica moderna; el deseo de recrear, dentro de la América industrial y urbana, la paz y la dulce coherencia de la comunidad tribal (1970: 30). La idea de vida en comunidad va intrínsecamente relacionada con el amor libre, que muchas veces se da también en comunidad. Si bien los hippies ponen de manifiesto que para liberarse de un pasado opresor hay que liberarse también de prejuicios, es el autor Allen Ginsberg el que encuentra en el amor libre la solución a los problemas del mundo moderno. ‘Tan pronto como cada persona sea libre de amar a otra persona, la sociedad estará curada, la cultura sanada, y el crimen, la violencia y la guerra desaparecerán’34 (2015: 28). En un país que vive las consecuencias de la Guerra Fría y se prepara para la Guerra de Vietnam, los hippies predican el altruismo y el misticismo, así como la alegría y la no violencia. Con estos valores, cada vez más jóvenes se suman a las filas del movimiento, escapando de la realidad suburbana y acomodada en la que vivían. Como refleja Roszack ‘El FBI informó de unos noventa mil jóvenes fugados en 1966. […] encontrados, a miles todos los años, en 20 las bohemias de las grandes ciudades, desnutridos, pasto de las enfermedades venéreas’ (1970: 48). Ya desde los tiempos de los beat, como vimos en la definición que hace Kerouac del propio término, los jóvenes de la posguerra presentaban un gusto por los fenómenos místicos y religiosos. Uno de los primeros en manifestarlo fue Allen Ginsberg, que poco a poco irá haciendo la transición hacia el zen y las tradiciones místicas de Oriente, convirtiéndose en uno de los grandes gurús del movimiento hippie. Roszak lo define como ‘el apóstol peregrino cuyos poemas no son más que forma subsidiaria de anunciar la nueva consecuencia que él encarna y las técnicas para cultivarla’ (1973: 144). Lo que buscaba era, por un lado, escapar a la oscura realidad que los rodeaba y, por otro, estar en paz con ellos mismos, explorando su ser a todos los niveles. Como Ginsberg, muchos jóvenes comenzaron a viajar hacia Oriente Medio e India en busca de experiencias místicas a través de las cuales llegar al autoconocimiento, rompiendo así con el sistema conformista que generaciones pasadas habían establecido. La religión cristiana era mayoritaria en Estados Unidos junto con la judía, por lo que buscan alejarse lo más posible de estos modelos. Los libros sagrados de la religión y misticismo oriental, los libros-códigos eróticos, las figuras de Buddha y de Karma, fragmentos de la filosofía oriental, la adopción del kashdan, el orientalismo simulado del ritual de las «representaciones » de LSD de Leary, la música de Ravi Shankar, la cítara, las danzas sinuosas y culebreantes, los cantos budistas de Allen Ginsberg, todos estos elementos en el ecléctico orientalismo de la vida hippie, representan una vuelta a la contemplación y a la experiencia mística (1970: 27). Buscaban estar en contacto pleno con la realidad, estimulando los sentidos que la estereotipada sociedad les había bloqueado. Para ello se sirvieron de sustancias alucinógenas también conocidas como psicodélicas. Las virtudes de estas drogas y su uso son descritas en el texto de William Burrough que empieza a circular en 1953, Junkie. Primero los beat, y más tarde, ‘los hijos de las flores’, comenzaron a experimentar con este tipo de sustancias para alcanzar un estado alterado de conciencia que les permitiera la vivencia de experiencias trascendentales. Los hippies comienzan estando en contra de los avances de la ciencia, por lo que utilizan sustancias presentes en la naturaleza, como la marihuana, la mezcalina, el peyote o el hachís, hasta que descubrieron el poder de la dietilamida de ácido lisérgico (LSD). La marihuana y el hachís comenzaban a recomendarse en libros de cocina de finales de los cincuenta; además profesores de la Universidad de Berkeley afirmaban que todos los jóvenes debían haber fumado hierba antes de los 20. Como refleja Brown en su texto, las 21 sustancias psicodélicas se convirtieron en un método de escape de la aburrida realidad en cuyo viaje los sentidos se distorsionaban y la imaginación se disparaba. La filosofía de lo psicodélico, una ferviente creencia de la autorrevelación, los poderes alucinógenos de plantas y semillas y químicos mezclados conocidos por el hombre desde la prehistoria, pero completamente ajeno para la sociedad Occidental […] Una alfombra mágica con la que escapara de la aburrida realidad en la que las percepciones se intensifican, el sentido se distorsiona, y la imaginación es permanentemente deslumbrada por visiones extáticas de la verdad tecnológica35 (Brown, 1967: 2). Hacia 1967, el movimiento hippie estaba muriendo. En octubre de ese mismo año se desarrolló la marcha contra la Guerra de Vietnam en el Pentágono y por primera vez en la historia los hippies acudían en masa a un acto eminentemente político. Fue en ese momento cuando se dieron cuenta de la realidad, la sociedad no estaba dispuesta a aceptar el cambio. Los hippies estaban siendo atacados por la policía por su amor por las drogas y perseguidos por el mundo ‘correcto’ por su creencia en la libertad emocional y sexual. Empezaron a entender que la sociedad no les dejaría ir en paz. Lucharon. La Nueva Izquierda estaba luchando también contra en viejo mundo, y los hippies estaban dispuestos a hacer una alianza36 (Stein, 1969: 5). Poco quedaba de los hippies que habían iniciado el movimiento, las barbas, los pantalones de campana, las flores y el arte psicodélico trascendían a su significado original. Los verdaderos hippies se reunieron en julio de ese mismo año en San Francisco para enterrar de manera simbólica el flower power. Como recoge Stein, ‘los hippies estaban simulando una revolución cultural. Los Yippies les dieron la oportunidad de tomar acciones políticas de acuerdo con todas sus creencias’ 37 (6). Será en este momento cuando aparezcan los Yippies. Establecidos como un partido político, Youth International Party (YIP), su origen según el mito se remonta a finales de año 1967, cuando Abbie Hoffman, Jerry Rubin y Paul Krassner discuten sobre el futuro de la revolución. Los tres se convertirían en los fundadores del partido que llamarían coloquialmente Yippie. El Youth International Party no comenzó sus acciones hasta finales de 1968 en el Lower East Side de Manhattan. Como deja entrever Rubin en su texto ¡Hazlo! Escenarios de la revolución del 68, el Partido Internacional de la Juventud no era un partidopolítico ni estaba organizado, no eran ni hippies ni flower power, eran un híbrido de la Nueva Izquierda y los hippies (2018: 98). El manifiesto Yippie fue firmado en 1968 en Chicago por 25 artistas, escritores y músicos entre otras personalidades de la cultura estadounidense. 22 El movimiento hippie fue uno de los mayores hitos contraculturales, y en muchas ocasiones se identifica, con el verano del amor y el flower power. Si bien el modo de vida psicodélico dejó una impronta imborrable en todos los ámbitos sociales, no debemos olvidar que detrás de la revolución juvenil se encontraba la Generación Beat. Este movimiento generó una iconografía que traspasó las fronteras temporales, una estética característica que muchas veces se ha descontextualizado y utilizado banalmente. La vida en comunidad, el amor libre, y el consumo indiscriminado de sustancias es, a menudo, la única referencia que se tiene de este periodo, sin embargo, fue su carácter político y antibelicista el que definió a una juventud que por primera vez se enfrentó abiertamente a la clase política de esta gran potencia mundial. 23 2.3 Dios baja a la tierra en forma de cantante folk y predicador de masas Durante los años de la Contracultura, la espiritualidad y el misticismo se apoderaron de jóvenes que se abrían paso hacía un mundo nuevo. Buscaban, en las culturas orientales, alejarse lo más posible de las creencias consideradas tradicionales. Sin embargo, será en este momento, cuando comiencen a aparecer, a lo largo y ancho de Estados Unidos, nuevas comunidades cristianas. El catolicismo que, hasta entonces había sido una de las ramas del cristianismo minoritarias, en ese país, cobrará gran relevancia. Nos encontramos así, con nuevas comunidades que, sirviéndose de la música y la oración colectiva, marcarán un antes y un después en las prácticas religiosas. Será entonces cuando los predicadores procedentes de Latinoamérica se erijan como gurús de la juventud que busca alejarse de las prácticas tradicionales. Si bien el catolicismo no había gozado de una gran devoción hasta el momento, los cambios en el Concilio Vaticano II y la introducción de nuevas formas de celebrar la fe, genera una nueva y atractiva manera de vivir en comunidad, que se asemeja a las experiencias del movimiento hippie. La música folk, y la oración, irán de la mano en un momento en el que encontraremos cantautores dedicados única y exclusivamente a desarrollar música religiosa. Estados Unidos es un país que, debido a la inmigración que recibió de los países que sufrían las consecuencias de la I y la II Guerra Mundial, aglutina gran cantidad de cultos, siendo los mayoritarios el cristianismo en todas sus formas, tanto el protestantismo como el catolicismo, además del judaísmo. Los católicos, que durante el siglo XIX y a principios del XX, poblaban las grandes ciudades, se trasladaron en la década de 1950 a los suburbios, consiguiendo colocarse al mismo nivel que el protestantismo. De hecho, en 1960 llegará al poder el primer presidente católico, John F. Kennedy. En una época en la que prolifera la búsqueda del ‘yo’ y las experiencias trascendentales a través de las creencias Orientales, el catolicismo, una religión anclada en el pasado, con el latín como lengua universal, debe adaptarse a la sociedad o morir. Para entender el desarrollo religioso en Estados Unidos, debemos saber que, como establece Oppenheimer, que ‘en Estados Unidos la religión debe venderse constantemente. Y así, debe cambiar para adaptarse a las nuevas modas’38 (2003: 62-63), por lo que necesitaba renovarse continuamente para no perder fieles. 24 En 1959, con el anuncio del Concilio Vaticano II, pudieron realizarse los cambios que le darían a los cristianos católicos un nuevo lugar en Estados Unidos. Aún siendo uno de los credos más liberales dentro del país, nunca se consideró como propia, ya que fueron los inmigrantes irlandeses los que lo trajeron consigo. En un territorio donde habían aparecido los mormones, diferentes sectas, creyentes en Satán, los católicos no eran considerados una religión principal, como si lo era el protestantismo. Por ello fue tan importante el Concilio Vaticano II que, como refleja el texto de Cusic, introdujo en sus cultos la música contemporánea: El catolicismo ha sido durante mucho tiempo ha tenido un desarrollo a parte del protestantismo americano, y ha tenido si no ninguno, muy pocos efectos en la recuperación del cristianismo en América. Su estructura rígida controlada por el Vaticano deja a la fe prácticamente inmutable, mientras que las religiones del protestantismo americano estaban cambiando dramáticamente. Sin embargo, el mayor cambio se produjo con el Concilio Vaticano II que llevó a la introducción de la música contemporánea en las ‘misas folk’ de mediados de los sesenta 39 (2002: 269). La primera misa folk tuvo lugar en 1964 bajo el nombre de Mass for Young Americans40 Los efectos de esta carismática renovación hicieron que las misas pasaran de ser un rito de espaldas a los fieles a uno desarrollado directamente hacia las personas que ahora podían establecer una relación directa con Dios. Como afirma Cusic, ‘los católicos sentían que podían tener una relación directa con Cristo y las misas se centraron más en la gente […] Esto llevó a la formación de grupos católicos y la aparición de cantautores que pudieran escribir el material necesario para las misas’41 (2002: 273). La incorporación de estas canciones al culto hizo que su forma cambiara completamente, ya no consistían en sentarse, arrodillarse y ponerse en pie cuando fuera necesario. La música invitaba a bailar en círculos, cogidos de la mano, acompañados por una guitarra y en ocasiones percusión que llevaba al baile interpretativo. ‘Las canciones folk católicas motivaban al naturalismo y la familia, a la libertad de creencias universal. Su religión no trata sobre doctrinas o el catequismo, sino sobre un espíritu generalizado […] Estas canciones podían ser cantadas fácilmente por metodistas, luteranos o presbiterianos’42 (2003: 80). Las canciones evitaban hacer mención directa a la figura de Jesucristo o los santos católicos, y poseían un carácter universal de paz y vida en comunidad, por lo que no sólo eran dominio de los católicos, sino que otras ramas del cristianismo también las adoptaron. En los años sesenta atendemos a un resurgir de la música folk, entendiendo ésta como parte del folclore estadounidense que se relaciona con las tierras al oeste del río Mississippi 25 y los cowboys. Sin embargo, la música folk que surge en esta década tiene tintes del blues y sonidos procedentes de las culturas indígenas americanas. No podríamos entenderlo sin la imagen de Bob Dylan, que tuvo un papel importante en desarrollo de la música de la Contracultura, siendo el impulsor del resurgir folk en la década de 1960. ‘La inspiración del folk era la utopía y la inocencia’43 (Coupe; 2007: 83-84), siendo un género ampliamente aceptado, que para los católicos fue muy sencillo tomar como referencia. No sólo contaba con una gran cantidad de artistas que se habían sumado a éste, entre los que destacaron Jhonny Cash, Simon & Garfunkel, Neal Young o Leonard Cohen, sino que sus letras, en su mayoría con origen literario. eran narraciones o poemas, lo que lo convirtió en un género muy asequible para todos los públicos. Mientras Estados Unido vivía este nuevo apogeo católico, en América Latina comenzaban su andadura los predicadores que no tardarían en cruzar la frontera para sumarse a los ya existentes gurús. Será entonces cuando aparezca la Teología de la liberación, constituida por una mezcla de elementos protestantes y católicos. Los primeros escritos que aparecen sobre esta nueva forma religiosa son del sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez Merino. Comoaparece reflejado en el texto de Leonardo Boff, ésta surge como una corriente filosófica con tintes marxistas que se pone en marcha teniendo en mente a los más desfavorecidos. La teología de la liberación y del cautiverio ha nacido en un contexto de Tercer Mundo y en el seno de cristianos que se han dado cuenta del régimen de dependencia y de opresión que viven sus pueblos. Partiendo de un compromiso liberador inspirado en su propia fe cristiana, intentaron una praxis concreta en sus iglesias y en la sociedad, que se reflejó en una práctica teórico-teológica distinta de la tradicional y que tomó el nombre de teología de la liberación (1978: 5). Latinoamérica se caracterizarán en la década de los cincuenta y los sesenta por ser un continente en vías de desarrollo que sufría la dominación de los grandes países que abrazaban en el capitalismo, como es el caso de Estados Unidos. Los sectores más deprimidos y los países menos desarrollados fueron los más afectados por esta situación, siendo en este contexto en el que se habla de teología y praxis de la liberación, impulsando a través de la religión una revolución que permitiese la liberación de la ‘dominación ejercida por los grandes países capitalistas’ (1971: 115). Como deja claro Gustavo Gutiérrez, este proceso ‘requiere la participación activa de los oprimidos; este es, ciertamente uno de los temas más importantes en los textos de la Iglesia’ (153). Según los teólogos latinoamericanos, Dios se presenta en la Biblia como un Dios liberador que interviene en el curso de la Historia para 26 sacudir el yugo a los esclavos judíos, como refleja el Éxodo. La problemática a la que se enfrentan los sacerdotes es la imposibilidad de utilizar los Evangelio como texto que reflejan tal liberación; por lo que se promueve la evangelización en estos valores de libertad no sólo como pueblo, sino también a nivel personal, a través de la figura de Cristo. La lectura que se hace, según los teólogos, de esta corriente es que, ante todo, Dios interviene en hechos históricos para salvar a la humanidad. ‘La fe bíblica es […] una fe en un Dios que se revela en acontecimientos históricos. En un Dios que salva en la historia. La creación es presentada en la Biblia no como una etapa previa a la salvación, sino como inserta en el proceso salvífico’ (191); y, por tanto, con hechos meramente políticos, como es el caso de la liberación de los esclavos en Egipto. ‘Es la ruptura con una situación de despojo y de miseria, y el inicio de la construcción de una sociedad justa y fraterna. Es la supresión del desorden y la creación de un nuevo orden’ (195). Leonardo Boff reflexiona sobre las características de la teología de la liberación, y sobre cómo se erige la Iglesia y, por tanto, los sacerdotes como únicos instrumentos de salvación. El papel que éstos desarrollaron adscribiéndose a la misma, podría ser más cercano al del gurú que al del propio sacerdote. La nueva teología hace hincapié en el carácter humano de la figura de Jesús. Cristo se presenta como verdadero hombre que, siendo un privilegiado, no sólo se acerca a los pobres, sino que se hace pobre y funda la Iglesia para anunciar su liberación. La idea clave de la teología que comprende la historia humana como única historia de liberación-salvación y de opresión-perdición significa que no hay portadores exclusivos de liberación y de opresión. Todo y todos en la historia son señales e instrumentos de salvación y de perdición. No es específico de la Iglesia traer la liberación a un mundo que vive bajo todas las formas de alienación, de pecado y de opresión. La salvación-liberación está siempre presente en la historia. La ofrece Dios por Jesucristo a todos los hombres desde el comienzo de la historia (1978: 96). En cuanto al término liberación, como establece Gutiérrez, hace referencia, a los de los países pobres como dominados y oprimidos, a una liberación económica, social y política; pero esta nueva teología no sólo hace referencia a este pensamiento más cercano al capitalismo, sino que además anima al hombre a ir en busca de la liberación de todo aquello que lo limite o le impida realizarse como hombre libre (1971: 44). Es por tanto el hombre el que tiene la capacidad de liberarse de los opresores y de sí mismo contando con el apoyo y la ayuda de los sacerdotes que, como instrumentos de la Iglesia creada por Jesús, son los elegidos para sacar a la humanidad de las tinieblas. 27 En un periodo de continuos cambios socio-políticos, muchos de los jóvenes que habían encontrado en el movimiento hippie una manera de dejar atrás la perfecta vida estadounidense, buscando la experimentación espiritual, llegaron a las comunidades cristianas. Los jóvenes de la Generación Beat encontraron en las creencias orientales, la liberación del espíritu y la búsqueda de la verdadera razón de ser. Una vez estas influencias llegaron al país, aparecieron los nuevos gurús, que, considerándose expertos en materias espirituales, guiaban a las masas hacia elevados estados de conciencia. Las influencias latinoamericanas de la teología de la liberación, generarán un gran impacto en estas nuevas comunidades. Entendiendo que todos somos responsables de nuestra liberación espiritual, la idea de la existencia de un solo mesías comienza a cuestionarse. Atendiendo al desarrollo sociocultural que se estaba generando de manera masiva, las comunidades religiosas necesitaban actualizarse para no perder fieles frente a estas nuevas formas de entender la espiritualidad. El Concilio Vaticano II permitió, así, que la vibrante cultura juvenil encontrara en la música folk su mejor aliado. Estas comunidades experimentaron, igual que lo hacían las comunas hippies, con sustancias, y música que les permitiese conectar directamente con un ente superior. Los jóvenes se plantearon la verdadera existencia de un único mesías y de su mensaje, por lo que reinterpretaron los textos bíblicos en busca de encontrar el verdadero mensaje de la divinidad. De este modo, se generaron nuevas lecturas que los separarían de la estereotipada vida, que estaban destinados a perpetuar. 28 3. NUEVAS VÍAS CREATIVAS DEL MUSICAL EN ESTADOS UNIDOS Hacia finales de la década de los sesenta los movimientos contraculturales ya habían generado una iconografía que traspasaría las barreras temporales. Primero la Generación Beat y a continuación el movimiento hippie surgieron como revulsivos ante el conformismo y el creciente capitalismo, respectivamente. Hicieron frente, por un lado, a la sociedad anquilosada en una vida idílica y, por otro, a un gobierno más centrado en los conflictos en territorios extranjeros que en la búsqueda de la paz y el entendimiento dentro del propio país. A finales de los cincuenta aparecieron en Nueva York los conocidos como beatnik44, seguidores de la Generación Beat que nada tenían que ver con el movimiento literario original, pero seguía la estética beat. Esto mismo ocurrió con los jóvenes que aparecieron tras el entierro oficial del flower power, poco quedó de la ideología detrás de las comunas, el amor libre y la psicodelia, sin embargo, podríamos hablar de una estética hippie que se ha extendido hasta nuestros días. La Contracultura poco a poco se diluyó tras la fachada de una sociedad que buscaba diferenciarse del hastiado pasado, siguiendo aquellos movimientos que un día alentaron al cambio. Sin embargo, como movimiento social, la Contracultura tuvo un gran impacto a todos los niveles dentro de la vibrante cultura estadounidense de los años sesenta. Tanto la literatura, como la música, sentaron las bases de la narrativa que se desarrolló tanto en el teatro más experimental de Nueva York, como en las películas que, poco a poco plagaron los cines de los suburbios estadounidenses. Como medio de comunicación, el cine permitióque el pensamiento más liberal diese el salto desde los suburbios neoyorquinos a la gran industria hollywoodiense. Aunque a pesar de que los principales movimientos tuvieron lugar a lo largo de la década de los sesenta, muchas de las películas con una mayor carga contracultural, no aparecerán hasta entrados los setenta. En el caso del cine musical nos encontramos que, en las décadas en la que se encuadra la Contracultura, poco quedaba de la boyante industria que floreció en los años treinta. Con el declive del sistema de estudios moriría la gran maquinaria de los musicales a principios de los años setenta. El musical, el género escapista que había gozado de un éxito inigualable en los años siguientes al final de la I Guerra Mundial, entró en ‘la década de 1970 con la penosa distinción de haber ayudado, más que ningún otro género, a propiciar la crisis financiera de 1969-1971’45de la industria cinematográfica; ya que, como apunta Cook, para su recuperación y vuelta a las grandes pantallas, los estudios quisieron retomar la 29 espectacularidad de grandes musicales como Sonrisas y Lágrimas (Robert Wise, 1965), lo que los llevó a la banca rota, tras la pérdida de más de sesenta millones de dólares entre 1967 y 1970. De esta manera, podríamos considerar que ese filme fue el canto del cisne del musical clásico de Hollywood. Algunos autores apuntan que la caída del género, en ese preciso momento, se debió a la efervescencia musical que se vivía en la calle. La imposibilidad de encontrar un único género que fuera capaz de mover a las masas propició una fuerte inestabilidad a la hora de crear nuevas películas que cosecharan el éxito del que, treinta años atrás, habían gozado las películas protagonizadas por Fred Astaire y Ginger Rogers. A pesar de que la caída del musical se coloca a mediados de la década de los sesenta, lo cierto es que ya desde la anterior el género había perdido interés para el público, teniendo que recurrir las nuevas estrellas del rock, como Elvis, para de alguna manera continuar explotando el filón. Todo ello coincide con ello el estallido del fenómeno fan, primero con el Rey del Rock y a continuación, a nivel mundial con The Beatles, viendo la industria en ellos una fuente de ingresos. Mientras la sociedad estadounidense vivía momentos de tensiones políticas, tanto con la Guerra Fría, la de Corea, así como el inminente conflicto en Vietnam, las major aprovecharán el furor que causaban los nuevos géneros musicales para atraer a los jóvenes a las salas. Estas películas carecían de buenos guiones, en su mayoría eran historias sencillas que se utilizaban para llevar a la gran pantalla las inquietudes de los jóvenes estadounidenses. Hollywood intentó así, que el género que había enamorado a los espectadores décadas atrás no muriera en los momentos más difíciles de la industria. Estas producciones pronto se agotaron pues la situación social que se experimentó en Estados Unidos a lo largo de los años sesenta era demasiado importantes como para que las salas proyectaran películas banales; y el público demandaba dosis de realidad. Mientras que en las pantallas el cine musical no fue capaz de mantener la producción de décadas pasadas, los teatros de Broadway y del Off-Broadway se llenaba con nuevas producciones, lo que nos hace pensar que, quizás el problema al que se enfrentaba la industria cinematográfica era mucho mayor que a una crisis económica tras la caída en picado del género. Necesitaba encontrar nuevas narrativas que llegaran a los espectadores que mayoritariamente acudían a las salas, la juventud. Mientras los teatros más alternativos de la Costa Este se llenaban de obras experimentales que, poco a poco, conseguían ser transferidos a la avenida teatral más popular de Nueva York, las productoras hollywoodienses, desesperadas por levantar la industria, recurrieron a las adaptaciones de los grandes musicales de Broadway. De modo que, a principios de los sesenta, se estrenaron 30 películas basadas en algunos que ya habían visto la luz sobre los escenarios a lo largo de la década anterior, como es el caso de West Side Story (Robert Wise, 1961), Gypsy (Mervyn LeRoy, 1962), My Fair Lady (George Cukor, 1964), y Sonrisas y lágrimas. Estos dos últimos se produjeron con la intención de que, tanto la Warner como la Fox, recuperaran las sumas de dinero que habían perdido al producir películas multimillonarias que los había acercado peligrosamente, a la quiebra. En el caso de la Fox, se sirvieron del último musical de Richard Rogers y Hammerstein para recuperar su inversión en una de las últimas grandes superproducciones históricas del estudio, Cleopatra (Joseph L. Mankiewicz, 1963).Los musicales tradicionales no conseguían los beneficios con los que Hollywood pretendía volver a la época dorada. Tras la imposibilidad de crear nuevos filmes que atrajeran público a los cines, vieron como única opción adaptar los grandes musicales de la escena al ámbito cinematográfico. Todo ello coincidía con un momento histórico un tanto turbulento en el que Estados Unidos vivía sumido en una revolución juvenil interna, que atacaba directamente a la estabilidad del país, así como una política exterior delicada, influida por la Guerra Fría y la Guerra de Vietnam, encontrado así en los grandes musicales de Broadway el mejor método para escapar de la realidad. Como ocurrió tras la I Guerra Mundial, en este momento Hollywood utilizó las adaptaciones cinematográficas como una forma de distracción frente a los problemas a los que se enfrentaba el país. Es especialmente llamativo, que a lo largo de los sesenta, no encontremos ninguna película de este género que se acerque a las preocupaciones juveniles. Sin embargo, proliferaron los musicales de grandes números, generalmente con un componente romántico, pero, ante todo, tramas en las que se mantenía el estereotipo estadounidense al que precisamente se enfrentaban las grandes masas en las calles de Estados Unidos. No sería hasta 1979, cuando el musical de la Contracultura por excelencia, Hair, llegase a las pantallas. Con el entierro del flower power a finales de la década de los sesenta, las productoras cinematográficas parecen volver a ponerse en marcha, para por fin, tras una década de silencio, tomar conciencia de la revolución cultura que había experimentado el país. A partir de ese momento, el género musical se vio obligado a buscar un nuevo público y, para ello, fue necesario acercarse lo más posible a la cultura juvenil. Aparecen nuevos creadores, nuevos compositores y directores que se habían formado en los años más vibrantes de la Contracultura. Se produce así, el cambio que la industria necesitaba para sobrevivir, y la Contracultura se convertiría, de la noche a la mañana, en un fenómeno de masas. Se utilizó el cine como medio para hacer crítica social, ya no se teme, como en https://www.google.com/search?rlz=1C1PRFI_enES773ES773&q=Joseph+L.+Mankiewicz&stick=H4sIAAAAAAAAAOPgE-LUz9U3SC6vNDFXAjONzMsKirXEspOt9NMyc3LBhFVKZlFqckl-0SJWEa_84tSCDAUfPQXfxLzszNTyzOQqAJ4ComtHAAAA&sa=X&ved=2ahUKEwj0i6iM3oPkAhWfURUIHW61AgsQmxMoATAhegQIDxAK 31 décadas pasadas que la juventud conozca el comunismo, las drogas psicodélicas o los efectos de la guerra de Vietnam en la población estadounidense. Mientras que en décadas atrás todo vestigio subversivo habría sido censurado, en ésta era, por primera vez celebrado, no sin ciertas reticencias. Nuevos filmes aparecieron, en los que se retrata la sociedad de la más pura psicodelia y la música rock, pero, sin embargo, de alguna manera, se sigue trasmitiendo el mensaje de peligro frente a los actos radicales que tuvieron lugar a lo largo de la década. Los personajes protagonistas, impulsores del cambio y la revolución en películas como Hair (1979), The Rocky Horror Picture Show (1975) y Tommy (1975) acaban siendo castigados al final del filme.
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