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Resumen de Psicopato Adultos - Uccelli Final

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Universidad del Salvador
Facultad de Psicología y Psicopedagogía
PSICOPATOLOGÍA DE LA ADULTEZ Y
SENESCENCIA
CATEDRA: UCCELLI
ALUMNO: ALDERETE ALEXIS
AÑO: 3º
ALDERETE ALEXIS
INDICE
La transferencia. Conferencia 272
Los Caminos de la Formación de Síntoma. Conferencia 23° 4
La Identificación 9
Enamoramiento e Hipnosis 10
La Angustia 11
Fragmento de Análisis de un Caso de Histeria (Caso Dora) 14
Obsesiones y Fobias 31
La Negación 32
Neurosis y Psicosis 33
La Perdida de la Realidad en la Neurosis y la Psicosis 34
El Hombre de las Ratas 36
La Forclusión del Nombre del Padre 41
La Metáfora Paterna 45
Los Tres Tiempos del Edipo 50
Los Tres Tiempos del Edipo CAPITULO XI 54
Sobre un Caso de Paranoia (Caso Schereber) 56
1
ALDERETE ALEXIS
La transferencia. Conferencia 27
Autor: Sigmund Freud
¿Dónde hay espacio para una intervención terapéutica? 
Tenemos, en primer lugar, la Disposición Hereditaria.
Después, La Influencia de las Vivencias Infantiles Tempranas, que solemos poner en primer plano en 
el análisis; pertenecen al pasado, no podemos hacer que no ocurrieran. Todo lo que hemos sintetizado 
bajo el título de “frustración real”, las desventuras de la vida de donde nacen la falta de amor, las querellas
familiares, el infortunio en la elección matrimonial. Entonces, uno se curaría si “gozara de la vida” 
sexualmente. Y en verdad, sobre el tratamiento analítico cae la sombra de una sospecha: no estaría al 
servicio de la moralidad general.
Por el mero hecho de que proclamamos que en el enfermo se libra un obstinado conflicto entre la moción
libidinosa y la represión sexual, entre la orientación sensual y la ascética; y ese conflicto no se cancela 
por más que se ayude a una de esas orientaciones para que triunfe sobre su contraria. Y aun vemos que en 
el neurótico ha prevalecido el ascetismo, como consecuencia de lo cual, la aspiración sexual sofocada se 
abre paso en los síntomas.
Evitamos dentro de lo posible el papel de mentores; lo que más ansiamos es que el enfermo adopte sus 
decisiones de manera autónoma.
Por consiguiente, no pueden ustedes explicar el efecto terapéutico del psicoanálisis refiriéndose al permiso
que este daría para gozar sexualmente de la vida. Al hacer que lo inconsciente prosiga hasta lo consciente:
 Cancelamos las Represiones. 
 Eliminamos las condiciones para la Formación de Síntoma. 
 Mudamos el conflicto patógeno en un conflicto normal que tiene que hallar de alguna manera su
solución. 
No otra cosa que esta transformación psíquica provocamos en el enfermo: hasta donde ella alcanza, hasta 
ahí llega nuestro auxilio.
Podemos expresar la meta de nuestro empeño con diversas fórmulas: 
 Hacer Consciente lo Inconsciente. 
 Cancelación de las Represiones.
 Llenado de las Lagunas Amnésicas.
El neurótico curado ha devenido en realidad otro hombre, aunque en el fondo, siga siendo el mismo: 
ha devenido lo que en el mejor de los casos y bajo las condiciones más favorables podía devenir.
En la medida en que no se propone como tarea inmediata la eliminación de los síntomas, la terapia 
analítica se comporta como causal. Con nuestra terapia psíquica hincamos en otro lugar de la trabazón, no 
justo allí donde creeríamos discernir las raíces de los fenómenos, pero sí bastante lejos de los síntomas: en 
un lugar que unas circunstancias muy asombrosas nos han hecho asequible.
¿Qué debemos hacer, para sustituir en nuestro paciente lo inconsciente por lo consciente? Nuestro saber 
sobre lo inconsciente no equivale al saber de él; cuando le comunicamos nuestro saber, él no lo tiene en 
lugar de su inconsciente, sino junto a eso, y es muy poco lo que ha cambiado. Debemos representarnos 
a eso inconsciente tópicamente; debemos rebuscar en su recuerdo el lugar en que eso se produjo por obra
de una represión. Si esta represión se elimina, la sustitución de lo inconsciente por lo consciente puede 
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ALDERETE ALEXIS
consumarse sin dificultad. Ahora bien, ¿Cómo cancelar una represión así? Nuestra tarea entra aquí en 
una segunda fase:
1) La Rebusca de la Represión.
2) La Eliminación de la Resistencia que la Mantiene en Pie.
¿Cómo se remueve la resistencia? Coligiéndola y presentándosela al paciente. La resistencia, brota 
de una represión; de la misma que procuramos solucionar, o de una anterior. 
La Resistencia es producida por la Contrainvestidura que se Erigió para Reprimir la Moción
Chocante.
Interpretar, colegir y comunicarlo; pero ahora lo hacemos en el lugar correcto. La contrainvestidura, o 
resistencia, pertenece al yo, que es nuestro colaborador, y esto es así por más que aquella no esté 
destinada a ser consciente. ¿Con qué fuerzas pulsionales trabajamos en un caso así? 
1) Con la aspiración del paciente a sanar, que lo movió a avenírsela trabajo en común con nosotros.
2) Con la ayuda de su inteligencia, que reforzamos mediante nuestra interpretación.
Hemos dicho que en las histerias, las neurosis de angustia y las neurosis obsesivas el éxito no da en 
principio la razón. Estos pacientes, los paranoicos, los melancólicos, los aquejados de dementia praecox, 
permanecen totalmente incólumes e inmunes a la terapia psicoanalítica. Se requiere que nuestros pacientes
tengan cierto grado de capacidad intelectual. 
Pasado un tiempo. Notamos que el paciente, al que no le interesaría sino encontrar una salida para sus 
conflictos patológicos, desarrolla un interés particular hacia la persona del médico. Por eso el trato 
con el paciente resulta durante un tiempo muy agradable. Procura mostrarse agradecido en cuanta ocasión 
se le presenta, exhibe finezas y rasgos meritorios de su carácter que quizá no habríamos esperado hallar en
él.
Esperemos que el médico sea lo bastante modesto como para atribuir este aprecio de su personalidad por 
parte del paciente a las esperanzas que él puede darle y a la ampliación de su horizonte intelectual gracias 
a las sorprendentes y liberadoras revelaciones que la cura trae consigo. En estas condiciones el análisis 
hace brillantes progresos; el paciente comprende lo que se le apunta, profundiza en las tareas que la cura le
plantea, el material de recuerdos y ocurrencias afluye en abundancia, sorprende al médico por la seguridad
y el acierto de las interpretaciones que hace.
Reconocerá como la cusa de la perturbación el hecho de que el paciente ha trasferido sobre el médico 
intensos sentimientos de ternura que ni la conducta de este ni la relación nacida de la cura justifican. 
Hallaremos comprensible que una muchacha se enamore de un hombre con quien pasa mucho tiempo a 
solas y puede conversar de cosas íntimas, y que además se le presenta en la ventajosa posición de un 
auxiliar superior a ella.
Llamamos Trasferencia a este nuevo hecho. Creemos que se trata de una trasferencia de sentimientos 
sobre la persona del médico, pues no nos parece que la situación de la cura avale el nacimiento de estos 
últimos. La trasferencia puede presentarse como un tormentoso reclamo de amor o en formas más 
atenuadas; en lugar del deseo de ser amada, puede emerger en la muchacha joven el deseo de que el 
hombre anciano la acepte como hija predilecta, y la aspiración libidinosa, pero ideal y no sensual.
En los pacientes masculinos, el médico observa más a menudo que en el caso de las mujeres una forma 
de manifestación de las trasferencia que, parece contradecir todo lo descrito hasta aquí: La trasferencia 
hostil o negativa.
La trasferencia surge en el paciente desde el comienzo del tratamiento y durante un tiempo constituye 
el más poderoso resorte impulsor del trabajo. Pero si después se muda en resistencia, es preciso prestarle
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ALDERETE ALEXIS
atención y reconocer que modifica su relación la cura bajo dos condiciones diferentes y 
contrapuestas: 
1) Cuando en calidad de inclinación tierna se ha hecho tan fuerte, ha dejado ver tan claramente los 
signos de su procedencia de la necesidad sexual, que no puede menos que suscitar una 
resistencia interior contra ella.
2) Cuando consiste en mociones hostilesen vez de mociones tiernas. 
Y en cuanto a que los sentimientos hostiles hacia el médico merezcan el nombre de “trasferencia”, no hay 
duda de ello, puesto que, la situación de la cura no les da ocasión suficiente; la necesidad de concebir así 
la trasferencia negativa nos asegura que no hemos errado en nuestro juicio sobre la positiva o tierna. 
Queda excluido ceder a las demandas del paciente derivadas de su trasferencia, y sería absurdo rechazarlas
inamistosamente o con indignación; superamos la trasferencia cuando demostramos al enfermo que 
sus sentimientos no provienen de la situación presente y no valen para la persona del médico, sino que 
repiten lo que a él le ocurrió una vez, con anterioridad.
Todos los síntomas del enfermo han abandonado su significado originario y se han incorporado a un
sentido nuevo, que consiste en un vínculo con la trasferencia. O de esos síntomas subsistieron sólo 
algunos, que admitieron esa remodelación. 
La trasferencia tiene esta importancia extraordinaria, lisa y llanamente central para la cura, en las 
histerias, las histerias de angustia y las neurosis obsesivas, que por eso se reúnen con justo título bajo 
el nombre de “Neurosis de Trasferencia”.
Si el enfermo tiene que librar, el conflicto normal con las resistencias que le hemos revelado en el análisis,
necesita de una impulsión poderosa que influya sobre la decisión en el sentido deseado por nosotros, el 
que lleva al restablecimiento. Lo que decide el resultado de esta lucha no es su penetración intelectual,
sino únicamente su relación con el médico. 
Es preciso atribuir a todos los hombres normales la capacidad de dirigir investiduras libidinosas de 
objeto sobre personas. La inclinación a la trasferencia en el llamado neurótico no es sino un 
extraordinario acrecentamiento de esta propiedad universal.
Transferencia según el diccionario: 
El proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de
un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de la relación
analítica.
Repetición de prototipos infantiles, vivida con un marcado sentimiento de actualidad.
Los Caminos de la Formación de Síntoma. Conferencia 23°
Autor: Sigmund Freud
Los síntomas constituyen la esencia de la enfermedad; para ellos, la curación equivale a la supresión 
de los síntomas. Tras eliminarlos, lo único aprehensible que resta de la enfermedad es la capacidad para 
formar nuevos síntomas. Supongamos que desentrañar los síntomas equivale a comprender la 
enfermedad. 
Los síntomas psíquicos (o psicógenos) son actos perjudiciales o, inútiles para la vida en su conjunto; a 
menudo la persona se queja de que los realiza contra su voluntad, y conllevan displacer o sufrimiento para 
ella. Su principal perjuicio consiste en: 
 El Gasto Anímico que ellos mismos cuentan.
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ALDERETE ALEXIS
 En el que se necesita para Combatirlos. 
Si la formación de síntomas es extensa, estos dos costos pueden traer como consecuencia un 
empobrecimiento de la persona en cuanto a energía anímica disponible y, por tanto, su parálisis para 
todas las tareas importantes de la vida. Interesa sobre todo la cantidad de energía así requerida. 
Los Síntomas Neuróticos son el resultado de: 
Un Conflicto que se libra en torno de una Nueva Modalidad de la Satisfacción Pulsional.
Las dos fuerzas que se han enemistado vuelven a coincidir en el síntoma. Por eso el síntoma es tan 
resistente. Sabemos que una de las dos partes envueltas en el conflicto es la libido insatisfecha, 
rechazada por la realidad, que ahora tiene que buscar otros caminos para su satisfacción. La libido está 
dispuesta a aceptar otro objeto en lugar del denegado (frustrado), la realidad permanece inexorable, 
aquella se verá finalmente precisada a emprender el camino de la regresión.
El camino de la Perversión se separa tajantemente del de la neurosis. Si estas regresiones no 
despiertan la contradicción del yo, tampoco sobrevendrá la neurosis, y la libido alcanzará alguna 
Satisfacción Real, aunque no una satisfacción normal. Y se acuerda de tiempo pasados que fueron 
mejores. He ahí su carácter, en el fondo inmutable. Las representaciones sobre las cuales la libido trasfiere
ahora su energía en calidad de investidura pertenece al sistema del inconsciente y están sometidas a los 
procesos allí posibles, en particular la condensación y el desplazamiento. El sueño genuino, el que quedó
listo en el inconsciente y es el cumplimiento de una fantasía inconsciente de deseo, entra en una 
transacción con un fragmento de actividad (pre) consciente. La subrogación de la libido en el interior 
del inconsciente tiene que contar con el poder del yo preconsciente. La contradicción que se había 
levantado contra ella en el interior del yo la persigue como “contrainvestidura” y la fuerza a escoger 
una expresión que pueda convertirse al mismo tiempo en la suya propia. Así, el síntoma se engendra 
como un retoño del cumplimiento del deseo libidinoso inconsciente.
La escapatoria de la libido bajo las condiciones del conflicto es posibilitada por la preexistencia de 
fijaciones. Por el rodeo a través del inconsciente y de las antiguas fijaciones, la libido ha logrado por fin 
abrirse paso hasta una satisfacción real, aunque extraordinariamente restringida y apenas reconocible 
ya. 
1) Cuán íntimamente aparecen ligados aquí: 
 La Libido y el Inconsciente.
 El Yo, la Consciencia y la Realidad.
2) Y lo que se diga en lo que sigue se refiere exclusivamente a la formación de síntoma en el caso 
de la neurosis histérica.
¿Dónde halla la libido las fijaciones que le hacen falta para quebrantar las represiones? 
En las Prácticas y Vivencias de la Sexualidad Infantil, en los afanes parciales abandonados y en los
Objetos Resignados de la niñez.
Hacia ellos, revierte la libido. 
1) En él se manifestaron por primera vez las orientaciones pulsionales que el niño traía consigo 
en su Disposición Innata. 
2) En virtud de influencias externas, de vivencias accidentales, se le Despertaron y Activaron por
vez primera otras pulsiones. 
La experiencia analítica nos obliga a suponer que unas vivencias puramente contingentes de la infancia 
son capaces de dejar como secuela fijaciones de la libido.
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ALDERETE ALEXIS
La fijación libidinal del adulto, que hemos introducido en la ecuación etiológica de las neurosis como 
representante del factor constitucional, se nos descompone ahora, en otros dos factores: 
1) La Disposición Heredada.
2) La Predisposición Adquirida en la Primera Infancia.
La constitución sexual hereditaria nos brinda una gran diversidad de disposiciones, según que esta o 
aquella pulsión parcial, por sí sola o en unión con otras, posea una fuerza particular. La constitución 
sexual forma con el vivenciar infantil otra “Serie Complementaria”, en un todo semejante a la que ya 
conocimos entre predisposición y vivenciar accidental del adulto.
La indagación analítica muestra que la libido de los neuróticos está ligada a sus vivencias sexuales 
infantiles.
Es que a la importancia de las vivencias infantiles debemos restarle lo siguiente: La libido ha vuelto 
a ellas regresivamente después que fue expulsada de sus posiciones más tardías. Y esto nos sugiere 
con fuerza la inferencia recíproca, que las vivencias libidinales no tuvieron en su momento 
importancia alguna, y sólo la cobraron Regresivamente. 
Si en períodos más tardíos de la vida estalla una neurosis, el análisis revela, que es la continuación 
directa de aquella enfermedad infantil quizá sólo velada, constituida sólo por indicios.
En segundo lugar, debemos admitir que sería inconcebible que la libido regresase con tanta 
regularidad a las épocas de la infancia si ahí no hubiera nada que pudiera ejercer una atracción 
sobre ella. Tenemos los extremos de la “Inhibición del Desarrollo” y de la “Regresión” y, entre ellos, 
todos los grados de conjugación de ambos factores.
Crean, un sustituto para la satisfacción frustrada; lo hacen por mediode una regresión de la libido a épocas
anteriores, a la que va indisolublemente ligado el retroceso a estadios anteriores del desarrollo en la 
elección de objeto o en la organización. Hace mucho que sabemos que el neurótico quedó adherido a 
algún punto de su pasado; ahora nos enteramos de que en ese período su libido no echaba de menos la 
satisfacción, y él era dichoso. 
El Síntoma Repite de algún modo aquella Modalidad de Satisfacción de su Temprana Infancia,
Desfigurada por la Censura que nace del conflicto, volcada a una sensación de sufrimiento y
mezclada con elementos que provienen de la ocasión que llevó a contraer la enfermedad.
Lo que otrora fue para el individuo una satisfacción está destinado, a provocar hoy su Resistencia o 
su Repugnancia.
En manera alguna nos recuerdan nada de lo que solemos normalmente esperar de una satisfacción. Casi 
siempre prescinden del objeto y resignan, el vínculo con la realidad exterior. Entendemos esto como una 
consecuencia del extrañamiento respecto del principio de realidad, y del retroceso al principio de placer. 
Empero, es también un retroceso a una suerte de autoerotismo ampliado, como el que ofreció las primeras 
satisfacciones a la pulsión sexual. Remplazan una modificación del mundo exterior por una modificación 
del cuerpo; vale decir, una acción exterior por una interior, una acción por una adaptación, lo cual a su vez
corresponde a una regresión de suma importancia en el aspecto filogenético. En esta han cooperado los 
mismos procesos inconscientes que contribuyen a la formación del sueño: la condensación y el 
desplazamiento. Al igual que el sueño, el síntoma figura algo como cumplido: Una satisfacción a la 
manera de lo infantil; pero por medio de la más extrema condensación esa satisfacción puede 
comprimirse en una sensación o inervación únicas, y por medio de un extremo desplazamiento puede 
circunscribirse a un pequeño detalle de todo el complejo libidinoso.
Por el análisis de los síntomas tomamos conocimiento de las vivencias infantiles en que la libido está 
fijada y desde las cuales se crean los síntomas. Bien; lo sorprendente reside en que estas escenas infantiles 
no siempre son verdaderas. Si las vivencias infantiles que el análisis saca a la luz fueran reales en todos 
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ALDERETE ALEXIS
los casos, tendríamos la sensación de movernos en terreno seguro. Las vivencias infantiles construidas en 
el análisis, o recordadas, son unas veces irrefutablemente falsas, otras veces son con certezas verdaderas, y
en la mayoría de los casos, una mezcla de verdad y falsedad.
Es el menosprecio por la realidad, el descuido por la diferencia entre ella y la fantasía. También él quiere 
conocer realidades y desprecia todas las “imaginaciones”. También ellas poseen una suerte de realidad: 
queda en pie el hecho de que el enfermo se ha ocupado de esas fantasías, y difícilmente ese hecho tenga 
menor importancia para su neurosis que si hubiera vivenciado en la realidad el contenido de sus fantasías.
Ellas poseen realidad psíquica, por oposición a una realidad material, y poco a poco aprendemos a 
comprender que en el mundo de las neurosis la Realidad Psíquica es la Decisiva.
Entre los acontecimientos que siempre retornan en la historia juvenil de los neuróticos, les enumero: 
 La Observación del Comercio Sexual entre los Padres.
 La Seducción por una Persona Adulta.
 La Amenaza de Castración. 
Sería un error suponer que nunca les corresponde una realidad material; al contrario, muchas veces la 
compulsa entre parientes mayores permite comprobar su realidad fuera de toda duda. Nos resulta 
suficiente comprender las cosas del siguiente modo: el niño se compone esa amenaza sobre la base de 
indicios, ayudado por su saber de qué la satisfacción autoerótica está prohibida, y bajo la impresión de su 
descubrimiento de los genitales femeninos.
Sea testigo de un acto sexual entre los padres u otros adultos, y no debe descartarse que pueda 
comprender con posterioridad esta impresión y reaccionar frente a ella. El producto más extremo de 
esta índole es, por último, la fantasía de haber observado el coito entre los padres cuando, todavía no 
nato, se estaba en el seno materno.
Particular interés presenta la fantasía de la seducción, aunque sólo sea porque a menudo no es una 
fantasía, sino un recuerdo real. La seducción por niños mayores o de la misma edad es, más frecuente que 
la seducción por adultos, y si en el caso de las niñas que acusan este hecho en su historia infantil el padre 
aparece con bastante regularidad como el seductor, no son dudosos ni la naturaleza fantástica de esta 
inculpación ni el motivo que constriñe a ella. Con la fantasía de la seducción, cuando no la ha habido, 
el niño encubre por regla general el período autoerótico de su quehacer sexual.
¿De dónde vienen la necesidad de crear tales fantasías y el material con que se construyen? No cabe duda 
de que su fuente está en las pulsiones, pero queda por explicar el hecho de que en todos los casos se 
creen las mismas fantasías con idéntico contenido. Tengo una respuesta para esto, y sé que les parecerá 
atrevida. Opino que estas Fantasías Primordiales, junto a algunas otras son un Patrimonio Filogenético.
La importancia de aquella actividad del espíritu llamada “fantasías”. El yo del hombre es educado poco a 
poco para apreciar la realidad y para obedecer al principio de realidad por influencia del apremio exterior. 
En ese proceso tiene que renunciar de manera transitoria o permanente a diversos objetos y metas de su 
aspiración de placer, no sólo sexual. Pero siempre es difícil para el hombre la renuncia al placer; no la 
lleva a cabo sin algún tipo de resarcimiento. Toda aspiración alcanza enseguida la forma de una 
representación de cumplimiento; no hay ninguna duda de que el demorarse en los cumplimientos de 
deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción, aunque el saber de qué no se trata de una realidad 
permanezca intacto.
Las producciones de la fantasía más conocidas son los llamados “Sueños Diurnos”: 
Unas Satisfacciones Imaginadas de Deseos Eróticos, de Ambición y de Grandeza, que florecen con
tanta más exuberancia cuanto más llama la realidad a moderarse o a ser paciente.
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ALDERETE ALEXIS
Estos sueños diurnos son el núcleo y los modelos de los sueños nocturnos. No necesariamente los sueños
diurnos son conscientes; existen también sueños diurnos inconscientes. Estos últimos son la fuente 
tanto de los sueños nocturnos cuanto… de los síntomas neuróticos.
¿Cómo encuentra la libido el camino hacia esos lugares de fijación? Todos los objetos y orientaciones de
la libido resignados no lo han sido todavía por completo. Ellos o sus retoños son retenidos aún con 
cierta intensidad en las representaciones de la fantasía. Estas fantasías gozan de cierta tolerancia, y no 
se llega al conflicto entre ellas y el yo, por grandes que sean las oposiciones, mientras se observe una 
determinada condición. Es una condición de naturaleza cuantitativa, infringida ahora por el reflujo de la
libido a las fantasías. Si antes fueron preconscientes o conscientes, ahora son sometidas a la represión
por parte del yo y libradas a la atracción del inconsciente.
La retirada de la libido a la fantasía es un Estadio Intermedio del Camino hacia la Formación de 
Síntoma, que merece sin duda una denominación particular. Jung acuño para ella el nombre muy 
apropiado de Introversión. La introversión designa: 
El Extrañamiento de la Libido respecto de las Posibilidades de la Satisfacción Real, y la
Sobre investidura de las Fantasías que hasta ese momento se toleraron por inofensivas.
Un introvertido no es todavía un neurótico, pero se encuentra en una situación lábil; al menor 
desplazamiento de fuerzas se verá obligado a desarrollar síntomas, a menos que haya hallado otras salidas 
para su libido estancada. 
Una concepción meramente dinámica de estos procesos anímicos es insuficiente; hace falta todavía el 
punto de vista económico. No podemos menos que decirnos lo siguiente:El conflicto entre dos 
aspiraciones no estalla antes que se hayan alcanzado ciertas intensidades de investidura, por más que
preexistieran las condiciones de contenido. No menos decisivo es el factor cuantitativo para la capacidad 
de resistencia a contraer una neurosis. Interesa el monto de libido no aplicada que una persona puede 
conservar flotante, y la cuantía de la fracción de su libido que es capaz de desviar de lo sexual hacia 
las metas de la sublimación. La meta final de la actividad del alma, que en lo cualitativo puede 
describirse como aspiración a la ganancia de placer y a la evitación de displacer, se plantea, para la 
consideración económica, como la tarea de domeñar los volúmenes de excitación (masas de estímulo) que 
operan en el interior del aparato anímico y de impedir su estasis generadora de displacer.
Todo lo dicho aquí se refiere sólo a la formación de síntoma en el caso de la histeria.
Existe, un camino de regreso de la fantasía a la realidad, y es… el arte. Al comienzo, el artista es también 
un introvertido, y no está muy lejos de la neurosis. Es constreñido por necesidades pulsionales 
hiperintensas; querría conseguir honores, riqueza, fama y el amor de las mujeres. Pero le faltan los medios
para alcanzar estas satisfacciones. Se extraña de la realidad y trasfiere todo su interés, también su libido, a 
las formaciones de deseo de su vida fantaseada, desde las cuales se abre un camino que puede llevar a la 
neurosis. Por otro lado, posee la enigmática facultad de dar forma a un material determinado hasta que se 
convierta en copia fiel de la representación de su fantasía y, después, sabe anudar a esta figuración de su 
fantasía inconsciente una ganancia de placer tan grande que en virtud de ella las represiones son 
doblegadas y canceladas, al menos temporariamente. Y si puede obtener todo eso, posibilita que los otros 
extraigan a su vez consuelo y alivio de las fuentes de placer de su propio inconsciente, que se les habían 
hecho inaccesibles; así obtiene su agradecimiento y su admiración, y entonces alcanza por su fantasía 
lo que antes lograba sólo en ella: honor, poder, y el amor de las mujeres.
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ALDERETE ALEXIS
La Identificación
Autor: Sigmund Freud
Identificación: 
La más Temprana Exteriorización de una Ligazón Afectiva con otra persona.
Desempeña un papel en la prehistoria del complejo de Edipo. El varoncito manifiesta un particular 
interés hacia su padre; querría crecer y ser como él, hacer sus veces en todos los terrenos. Toma al 
padre como su ideal. Esta conducta es masculina por excelencia. Se concilia muy bien con el complejo 
de Edipo, al que contribuye a preparar.
Muestra entonces dos lazos psicológicamente diversos: 
 Con la Madre : Una directa Investidura Sexual de Objeto. 
 Con el Padre : Una Identificación que lo toma por Modelo. 
Nace el complejo de Edipo normal. El pequeño nota que el padre le significa un estorbo junto a la 
madre; su identificación con él cobra entonces una tonalidad hostil. Desde el comienzo mismo, la 
identificación es ambivalente; puede darse vuelta hacia la expresión de la ternura o hacia el deseo de 
eliminación. Se comporta como un retoño de la primera fase, oral, el objeto anhelado y apreciado se 
incorpora por devoración y así se aniquila como tal. Le gusta (ama) devorar a su enemigo, y no 
devora a aquellos de los que no puede gustar de algún modo.
Puede ocurrir después que el complejo de Edipo experimente una inversión. La identificación con el 
padre se convierte en la precursora de la ligazón de objeto que recae sobre él. Lo mismo vale para la 
niña, con las correspondientes sustituciones.
El distingo entre: 
 Una Identificación con el Padre : El padre es lo que uno Querría Ser. 
 Una Elección de Objeto que Recaiga sobre él : Lo que uno Querría Tener. 
La diferencia depende, de que la ligazón recaiga en el sujeto o en el objeto del yo.
Dilucidemos en el caso de una formación neurótica de síntoma. Supongamos ahora que una niña pequeña 
reciba el mismo síntoma de sufrimiento que su madre; por ejemplo, la misma tos martirizadora. La 
identificación puede ser la misma que la del complejo de Edipo, que implica una voluntad hostil de 
sustituir a la madre, y el síntoma expresa el amor de objeto por el padre; realiza la sustitución de la madre 
bajo el influjo de la conciencia de culpa: “Has querido ser tu madre, ahora lo eres al menos en el 
sufrimiento”. He ahí el mecanismo completo de la formación histérica de síntoma. 
La identificación remplaza a la elección de objeto; la elección de objeto ha regresado hasta la
identificación.
Dijimos que la identificación es la forma primera, y la más originaria, del lazo afectivo; bajo las 
constelaciones de la formación de síntoma, de la represión y el predominio de los mecanismos del 
inconsciente, sucede a menudo que la elección de objeto vuelva a la identificación, o sea, que el yo 
tome sobre sí las propiedades del objeto.
Hay un Tercer Caso de formación de síntoma, en que la identificación prescinde por completo de la 
relación de objeto con la persona copiada. Si una muchacha recibió en el pensionado una carta de su 
amado secreto, la carta despertó sus celos y ella reaccionó con un ataque histérico, algunas de sus amigas, 
que saben del asunto, pescarán este ataque, como suele decirse, por la vía de la infección psíquica. El 
mecanismo es el de 
La identificación sobre la base de poder o querer ponerse en la misma situación.
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ALDERETE ALEXIS
La empatía nace sólo de la identificación, y la prueba de ello es que tal infección o imitación se 
establece también en circunstancias en que cabe suponer entre las dos personas una simpatía preexistente 
todavía menor que la habitual entre amigas de pensionado.
1) La identificación es la forma más originaria de ligazón afectiva con un objeto.
2) Pasa a sustituir a una Ligazón Libidinosa de objeto por la vía regresiva, mediante 
Introyección del Objeto en el Yo.
3) Puede nacer a raíz de cualquier comunidad que llegue a percibirse en una persona que no es 
objeto de las pulsiones sexuales. Mientras más significativa sea esa comunidad, tanto más exitosa
podrá ser la identificación parcial y, así, corresponder al comienzo de una nueva ligazón.
Enamoramiento e Hipnosis
Autor: Sigmund Freud
Enamoramiento: 
Una Investidura de Objeto de parte de las Pulsiones Sexuales con el fin de alcanzar la satisfacción
sexual directa, lograda la cual se extingue.
Es lo que se llama Amor Sensual. La certidumbre de que la necesidad que acababa de extinguirse 
volvería a despertar tiene que haber sido el motivo inmediato de que se volcase al objeto sexual una 
investidura permanente y se lo “amase” aun en los intervalos, cuando el apetito estaba ausente.
Historia de desarrollo por la que atraviesa la vida amorosa. En la primera fase, casi siempre concluida ya
a los cinco años, el niño había encontrado un primer objeto de amor en uno de sus progenitores; en él 
se habían reunido todas sus pulsiones sexuales que pedían satisfacción. La represión que después 
sobrevino obligó a renunciar a la mayoría de estas metas sexuales infantiles y dejó como secuela una 
profunda modificación de las relaciones con los padres. Permaneció ligado a ellos, con pulsiones “de 
meta inhibida”. Los sentimientos que en adelante alberga hacia esas personas reciben la designación 
de “tiernos”. Las anteriores aspiraciones “sensuales” se conservan en el inconsciente.
Con la pubertad se inician nuevas aspiraciones, dirigidas a metas sexuales. El hombre se inclina a 
embelesarse por mujeres a quienes venera, que empero no le estimulan al intercambio amoroso; y sólo es 
potente con otras mujeres a quienes no “ama”, a quienes menosprecia o aun desprecia. Y gracias a la 
contribución de las pulsiones tiernas, de meta inhibida, puede medirse el grado del enamoramiento 
por oposición al anhelo simplemente sensual.
Sobrestimación Sexual: El objeto amado goza de cierta exención de la crítica, sus cualidades son 
mucho más estimadas que en laspersonas a quienes no se ama o que en ese mismo objeto en la época en 
que no era amado. Se ama sensualmente al objeto sólo en virtud de sus excelencias anímicas; y lo cierto es
que ocurre lo contrario, a saber, únicamente la complacencia sexual pudo conferir al objeto tales 
excelencias.
El afán que aquí falsea al juicio es el de la idealización. Discernimos que el objeto es tratado como el yo
propio, y por tanto en el enamoramiento afluye al objeto una medida mayor de libido narcisista. En 
muchas formas de la elección amorosa que el objeto sirve para sustituir un ideal del yo propio, no 
alcanzado. Se ama en virtud de perfecciones a que se ha aspirado para el yo propio y que ahora a uno le 
gustaría procurarse, para satisfacer su narcisismo, por este rodeo.
Rasgos de humillación, restricción del narcisismo, perjuicio de sí, están presentes en todos los casos de
enamoramiento; en los extremos, no hacen más que intensificarse y, por el relegamiento de las 
pretensiones sensuales, ejercen una dominación exclusiva.
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ALDERETE ALEXIS
Contemporáneamente a esta “entrega” del yo al objeto, que ya no se distingue más de la entrega sublimada
a una idea abstracta, fallan por entero las funciones que recaen sobre el ideal del yo. Todo lo que el 
objeto hace y pide es justo e intachable. La situación puede resumirse cabalmente en una fórmula: 
El Objeto se Ha Puesto en Lugar del Ideal del Yo.
Ahora es fácil describir la diferencia entre la identificación y el enamoramiento en sus expresiones más
acusadas, que se llaman
 Fascinación : El yo se ha Enriquecido con las propiedades del objeto, lo ha “Introyectado”. 
 Servidumbre Enamorada : El yo se ha empobrecido, se ha Entregado al Objeto, le ha 
concedido el lugar de su ingrediente más importante. 
También puede describirse el enamoramiento extremo diciendo que el yo se ha introyectado el objeto. 
En el caso de la identificación, el objeto se ha perdido o ha sido resignado; después se lo vuelve a erigir en
el interior del yo, y el yo se altera parcialmente según el modelo del objeto perdido. En el otro caso el 
objeto se ha mantenido y es sobreinvestido como tal por el yo a sus expensas. Admitiendo que la 
identificación presupone la resignación de la investidura de objeto. Que el objeto se ponga en el lugar 
del yo o en el ideal del yo.
El trecho que separa el enamoramiento de la hipnosis no es, muy grande. La misma sumisión humillada, 
igual obediencia y falta de crítica hacia el hipnotizador como hacia el objeto amado. El hipnotizador ha 
ocupado el lugar del ideal del yo. El hipnotizador es el objeto único: no se repara en ningún otro además 
de él. El vínculo hipnótico es una entrega enamorada irrestricta que excluye toda satisfacción 
sexual, mientras que en el enamoramiento esta última se pospone sólo de manera temporaria, y 
permanece en el trasfondo como meta posible para más tarde.
Las aspiraciones sexuales de meta inhibida no son susceptibles de una satisfacción plena, mientras 
que las aspiraciones sexuales no inhibidas experimentan, por obra de la descarga, una extraordinaria 
disminución toda vez que alcanzan su meta. El amor sensual está destinado a extinguirse con la 
satisfacción; para perdurar tiene que encontrarse mezclado desde el comienzo con componentes 
puramente tiernos, vale decir, de meta inhibida, o sufrir un cambio en ese sentido.
La Angustia
Autor: Sigmund Freud
Por qué justamente los neuróticos sienten una angustia tanto más fuerte que los otros. 
Si designo a esta angustia como angustia realista, por oposición a una angustia neurótica. Es una 
Reacción Frente a la Percepción de un Peligro Exterior, es decir, de un daño esperado, previsto; va 
unida al reflejo de la huida, y es lícito ver en ella una manifestación de la pulsión de 
autoconservación.
El juicio según el cual la angustia realista es racional y adecuada debe revisarse a fondo. Si la angustia 
alcanza una fuerza desmedida: Paraliza toda acción, aun la de la huida. La reacción frente al 
peligro consiste en una mezcla de afecto de angustia y acción de defensa. El animal aterrorizado se 
angustia y huye, pero lo adecuado en ese caso es la “huida”, no el “angustiarse”.
Si descomponemos la situación de angustia. Lo primero es el Apronte para el Peligro, que se exterioriza
en un aumento de la atención sensorial y en una tensión motriz. Ese apronte debe reconocerse, como 
ventajoso, y su falta puede traer serias consecuencias. En lo que llamamos angustia, el Apronte 
Angustiado me parece lo más adecuado al fin, y el Desarrollo de Angustia lo más inadecuado.
 Angustia : Se refiere al estado y prescinde del objeto.
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ALDERETE ALEXIS
 Miedo : Dirige la atención al objeto.
El uso de la palabra “angustia” se entiende por tal estado subjetivo en que se cae por la percepción del 
“Desarrollo de Angustia”. ¿Qué es, en sentido dinámico, un afecto? Algo muy complejo incluye:
1) Determinadas inervaciones motrices o descargas.
2) Ciertas Sensaciones. Son de dos clases: 
 Las percepciones de las acciones motrices ocurridas.
 Las sensaciones directas de placer y displacer que prestan al afecto, su tono dominante.
En cuanto al afecto de angustia, creemos conocer cuál es esa impresión temprana que él reproduce en 
calidad de repetición. Decimos que es el acto del nacimiento, en que se produce ese: 
Agrupamiento de Sensaciones Displacenteras, Mociones de Descarga y Sensaciones Corporales.
Se ha convertido en el modelo para los efectos de un peligro mortal y desde entonces es repetido por 
nosotros como estado de angustia. El nombre “angustia” angostamiento, destaca el rasgo de la falta de 
aliento, que en ese momento fue consecuencia de la situación real y hoy se produce casi regularmente 
en el afecto.
Una Primer Angustia : 
La Angustia Neurótica. Hallamos, en primer lugar, un estado general de angustia, por así decir una 
angustia libremente flotante. Está dispuesta a prenderse del contenido de cualquier representación 
pasajera; influye sobre el juicio, escoge expectativas, acecha la oportunidad de justificarse. Llamamos a 
este estado “Angustia Expectante” o “Expectativa Angustiada”. Las personas aquejadas, interpretan
cada hecho accidental como indicio de una desgracia, explotan en el peor sentido cualquier 
incertidumbre. Un grado llamativo de angustia expectante corresponde, por regla general, a una afección 
neurótica que yo he llamado “neurosis de angustia” e incluyo entre las neurosis actuales.
Una Segunda Angustia : 
Está más bien psíquicamente Ligada y Anudada a ciertos Objetos o Situaciones. Es la angustia de las 
“Fobias”. Es sugerente diferenciar tres grupos:
1) Muchos de los objetos y situaciones temidos tienen también para nosotros, normales, algo de 
ominoso (abominable, horroroso), una dimensión de peligro, y por eso tales fobias no nos 
parecen inconcebibles, aunque sí muy exageradas en su fuerza. 
2) Habiendo una dimensión de peligro, pero solemos minimizar y no anticipar ese peligro. Entre 
ellos se cuentan la mayoría de las Fobias a una Situación. Si viajamos en ferrocarril, la 
probabilidad de sufrir un accidente es mayor que si permaneciésemos en casa. ¡La angustia de las 
fobias es directamente abrumadora!
3) Cuando una mujer sana y bien desarrollada es presa de incomprensible angustia porque un 
gato roza el ruedo de su vestido o una laucha atravesó corriendo la habitación.
La Angustia Expectante, Libremente Flotante, y la Unida a Fobias, son Independientes entre sí.
Una Tercera Angustia : 
Perdemos de vista el nexo entre la angustia y la amenaza de un peligro. En el caso de la histeria, esta 
angustia aparece acompañando a los síntomas histéricos. En esos ataques espontáneos advertimos, 
además, que el complejo que designamos como estado de angustia es susceptible de una división. La 
totalidad del ataque puede estar subrogada por un único síntoma, intensamente desarrollado: Por 
un temblor, un vértigo, palpitaciones, ahogos; y el sentimiento general que individualizamos como 
angustia puedefaltar o hacerse borroso.
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ALDERETE ALEXIS
Si hay angustia, tiene que existir también algo frente a lo cual uno se angustie. De la observación 
clínica se obtienen varias indicaciones.
1) La Angustia Expectante o Estados de Angustia General : Mantiene estrecha dependencia con 
determinados procesos de la vida sexual. Con ciertas aplicaciones de la libido. El caso más 
simple, aquellas en que unas violentas excitaciones sexuales no experimentan descarga suficiente, 
no son llevadas a una consumación satisfactoria. La influencia que sobre la contracción de angustia
ejercen ciertas fases de la vida, como la pubertad y la menopausia, a las que es lícito atribuir un 
considerable incremento en la producción de libido.
2) Un segundo indicio el análisis de las psiconeurosis, en especial de la histeria. Aparece a menudo 
acompañando a los síntomas, se exterioriza también, como ataque o como estado crónico. 
Los enfermos no saben decir qué es eso ante lo cual se angustian y, mediante una inequívoca 
elaboración secundaria, lo enlazan con las fobias que tienen más a mano, como morir, 
enloquecer. Cuando estamos frente a un estado de Angustia Histérica, su correlato inconsciente 
puede ser una moción de similar carácter, de angustia, vergüenza,pero también una excitación 
libidinosa positiva, o una agresiva, de hostilidad, como la furia y el enojo.
3) Los enfermos que padecen de Acciones Obsesivas, exentos de angustia, en apariencia. Si 
intentamos impedirles que ejecuten su acción obsesiva, su lavado o su ceremonial, o si ellos 
mismos se aventuran a abandonar una de sus compulsiones, una angustia horrible los fuerza a 
obedecer a la compulsión. La angustia estaba encubierta por la acción obsesiva, y esta no se 
ejecutaba sino para evitar aquella. Por tanto, una formación de síntoma sustituye a la angustia. 
Los síntomas sólo se forman para sustraerse a un desarrollo de angustia que de lo contrario 
sería inevitable. Esta concepción sitúa a la angustia, en el centro de nuestro interés en cuanto a los 
problemas de las neurosis.
Sobre la neurosis de angustia inferíamos que la desviación de la libido de su aplicación normal, se 
produce en el campo de los procesos somáticos. Puede ser también el efecto de un rehusamiento de parte 
de las instancias psíquicas. Establecer un vínculo entre la:
 Angustia Neurótica : Que es libido aplicada de manera Anormal.
 Angustia Realista : Que corresponde a una Reacción Frente al Peligro.
Desarrollo de Angustia: 
La Reacción del Yo Frente al Peligro y la Señal para que se Inicie la Huida.
En el caso de la angustia neurótica, el yo emprende un idéntico intento de huida frente al reclamo de 
su libido y trata este peligro interno como si fuera externo. También el desarrollo de la angustia 
neurótica cede paso a la formación de síntoma, que produce una ligazón de la angustia.
La disposición neurótica se trasluce también por una inclinación expresa a la angustia realista, el estado 
de angustia aparece como lo primario, y se llega a la conclusión de que el niño, y más tarde, el 
adolescente se angustian frente al nivel de su libido justamente porque todo lo angustia.
El niño se aterroriza frente al rostro extraño porque espera ver a la persona familiar y amada: en el fondo, 
a la madre. Son su desengaño y su añoranza las que se trasponen en angustia; vale decir, en una libido que 
ha quedado inaplicable, que por el momento no puede mantenerse en suspenso, sino que es descargada 
como angustia.
Las primeras Fobias Situacionales de los niños son: 
1) Fobia a la oscuridad
2) Fobia a la soledad 
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La primera persiste a menudo durante toda la vida, y es común a las dos la nostalgia por la persona 
amada que cuidó al niño, vale decir, la madre. 
Lo que más favorece la génesis de una neurosis es la Incapacidad para Soportar por largo tiempo 
una Estasis Libidinal Considerable. Aquí el factor constitucional recupera unos derechos que, por lo 
demás, nunca quisimos impugnarle. Sólo nos ponemos en guardia cuando alguien pretende, por sustentar 
ese derecho, descuidar todo lo demás e introducir el factor constitucional aun allí donde, según los 
resultados conjugados de la observación y del análisis, no es pertinente o debe ser computado en último 
término.
La angustia infantil tiene muy poco que ver con la angustia realista y, en cambio, se emparienta de cerca 
con la angustia neurótica de los adultos. Como esta, se genera a partir de una libido no aplicada y sustituye
al objeto de amor, que se echa de menos, por un objeto externo o una situación. 
El análisis de las fobias. Una libido que permanece inaplicable se trasmuda en una aparente 
angustia realista y, de ese modo, un minúsculo peligro externo se erige como subrogación de los 
reclamos libidinales. Toda fobia histérica se remonta a una angustia infantil y la continua, aun si 
tiene un contenido diverso y, por ende, debe recibir otro nombre. La diferencia reside en el mecanismo. 
 Adulto : Para la mudanza de la libido en angustia no basta que aquella, en calidad de 
añoranza, se haya vuelto momentáneamente inaplicable. Desde largo tiempo atrás ha aprendido
a mantener en suspenso esa libido o aplicarla de otro modo.
 Pero cuando la libido pertenece a una moción psíquica que ha experimentado la represión, se 
restablece una situación parecida a la del niño que todavía no posee ninguna separación entre 
consciente e inconsciente.
Dejamos de lado lo que acontece con el afecto adherido a la representación reprimida, y sólo ahora nos
enteremos de que el destino más inmediato de ese afecto es el de ser mudado en angustia, sin que 
interese la cualidad que haya presentado en el decurso normal. Esta Mudanza del Afecto es, la parte 
más importante del proceso represivo. Pero un afecto es un proceso de descarga y ha de ser objeto 
de un juicio muy diverso que una representación.
La descarga en la forma de la angustia es el destino más inmediato de la libido afectada por la 
represión. En el caso de las fobias, es posible diferenciar dos fases del Proceso Neurótico:
1) La represión y el trasporte de la libido a la angustia, que es ligada a un peligro exterior. 
2) Edificación de todas aquellas precauciones y aseguramientos destinados a evitar un contacto 
con ese peligro considerado como algo externo. La represión corresponde a un intento de 
huida del yo frente a la libido sentida como peligro. La “contrainvestidura” que el yo gasta a 
raíz de una represión y que debe mantener permanentemente para que esta persista. Sobre 
tal contrainvestidura recae la tarea de ejecutar las diversas formas de protección contra el 
desarrollo de angustia tras la represión.
Fragmento de Análisis de un Caso de Histeria (Caso Dora)
Autor: Sigmund Freud
El cuadro clínico
Los problemas del sueño me salieron al paso mientras yo me empeñaba en curar una psiconeurosis 
mediante un particular procedimiento psicoterapéutico: Los enfermos, entre otros sucesos de su vida 
anímica, me contaban también sueños que parecían reclamar su inserción en la trama, de tan larga 
urdimbre, entre un síntoma de la enfermedad y una idea patógena. El sueño constituye uno de los 
caminos por los cuales puede llegar a la conciencia aquel material psíquico que, en virtud de la 
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ALDERETE ALEXIS
aversión que suscita su contenido, fue cloqueado de la conciencia, fue reprimido, y así se volvió 
patógeno. 
El Sueño es uno de los rodeos por los que se puede sortear la represión (desalojo), uno de los
principales recursos de la llamada figuración indirecta en el interior de lo psíquico.
El presente historial está destinado a ilustrar el modo en que la interpretación del sueño se inserta en 
el trabajo del análisis. 
La incapacidad de los enfermos para dar una exposición ordenada de su biografía en lo atinente a su 
historial clínico no es sólo característica de la neurosis. 
1) El enfermo, por los motivos todavía no superados de la timidez y la vergüenza, se guarda 
consciente y deliberadamente una parte de lo que le esbien conocido y debería contar; esta 
sería la contribución de la insinceridad consciente y deliberadamente una parte de lo que le es bien 
conocido y debería contar.
2) Una parte de su saber anamnésico, del cual el enfermo dispone en otras oportunidades, no le 
acude durante el relato, sin que él se proponga guardársela: Es la contribución de la insinceridad 
inconsciente. 
3) Nunca faltan amnesias reales, lagunas de la memoria en las que ha caído no sólo recuerdos 
antiguos, sino aún muy recientes; además, espejismos del recuerdo [paramnesias] que se formaron 
secundariamente para llenar esas lagunas. A muchos recuerdos los encontramos, en un primer 
estadio de la represión: se presentan aquejados por la duda. Algún tiempo después, esta duda 
se habría sustituido por un olvido o un falso recuerdo.
Tal estado de los recuerdos relativos al historial de la enfermedad es el correlato que exige la teoría, el 
correlato necesario de los síntomas patológicos.
Se infiere que en nuestros historiales clínicos debemos prestar tanta atención a las condiciones puramente 
humanas y sociales de los enfermos como a los datos somáticos y a los síntomas patológicos. Nuestro 
interés se dirigirá a las relaciones familiares de los enfermos. Y ello no sólo en razón de los antecedentes
hereditarios que es preciso investigar, sino de otros vínculos.
El círculo familiar de nuestra paciente de 18 años, incluía, a sus padres y a un hermano un año y medio
mayor que ella. La persona dominante era el padre tanto por su inteligencia y sus rasgos de carácter 
como por las circunstancias de su vida, que proporcionaron el armazón en torno del cual se edificó la 
historia infantil y patológica de la paciente. La hija estaba apegada a él con particular ternura, y la 
critica que tempranamente había despertado en ella se escandalizaba tanto más por muchos de sus actos.
El padre padeció desde que ella cumplió su sexto año de vida. Enfermó de tuberculosis, y ello 
ocasionó que la familia se trasladara a una pequeña ciudad de nuestras provincias meridionales, de 
benigno clima; la afección pulmonar mejoró allí con rapidez, ese sitio que llamare B.
Yo había conocido en Viena a una hermana del padre, algo mayor que él, en quien individualicé una 
forma grave de psiconeurosis sin los síntomas característicos de la histeria. Tras una vida abrumada por un
desdichado matrimonio, esta mujer murió a raíz de las manifestaciones, de un marasmo.
Un hermano mayor del padre de mi paciente, a quien tuve oportunidad de conocer, era un solterón 
hipocondríaco.
La muchacha, mi paciente a los 18 años de edad, había depositado desde siempre sus simpatías en la 
familia paterna y, después de caer enferma, veía su modelo en la tía. No conocí a la madre. De 
acuerdo con las comunicaciones del padre y de la muchacha, no pude menos que formarme esta idea: era 
una mujer de escasa cultura, pero sobre todo poco inteligente, que, tras la enfermedad de su marido y 
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ALDERETE ALEXIS
el consecuente distanciamiento, concentró todos sus intereses en la economía doméstica, y así ofrecía el 
cuadro de lo que puede llamarse la “psicosis del ama de casa”.
La relación entre madre e hija era desde hacía años muy inamistosa. La hija no hacía caso a su madre,
la criticaba duramente y se había sustraído por completo a su influencia.
El único hermano de la muchacha, un año y medio mayor que ella, había sido en épocas anteriores el 
modelo al cual ambicionaba parecerse. Pero en los últimos años las relaciones entre ambos se habían
vuelto más distantes. El joven procuraba sustraerse en todo lo posible a las disputas familiares; cuando se
veía obligado a tomar partido, lo hacía del lado de la madre. Así, la usual atracción sexual había 
aproximado a padre e hija. Por un lado, y a madre e hijo, por el otro.
Nuestra paciente, a quien daré el nombre de “Dora” presentaba síntomas neuróticos. Contrajo una 
disnea permanente, en la forma de ataques muy agudos, que le apareció por primera vez tras una 
pequeña excursión por las montañas.
La pequeña tuvo las habituales enfermedades infeccionas de la infancia sin que le dejaran secuelas. Su 
hermano solía contraer primero la enfermedad en grado leve, y ella le seguía con manifestaciones 
más serias. La migraña se hizo cada vez más rara y hacia los dieciséis años había desaparecido. Los 
ataques de tussis nervosa, que se habían iniciado con un catarro común, perduraron todo el tiempo. A 
los dieciocho años, tosía de nuevo de manera característica. El número de estos ataques no puede 
precisarse, pero la duración de cada uno era de Tres a Cinco semanas, y en una ocasión se extendió por 
varios meses. Al menos en los últimos años, durante la primera mitad del ataque el síntoma más molesto 
era una Afonía Total.
La vi por primera vez a comienzos de un verano, cuando ella tenía dieciséis años; estaba aquejada de 
tos y afonía, y ya entonces le prescribí una cura psíquica de la que después se prescindió porque también 
este ataque, que había durado más que otros, desapareció espontáneamente.
Los signos de su enfermedad eran ahora una desazón y una alteración de carácter. Enfrentaba 
hostilmente a su padre y no se entendía con su madre, que a toda costa quería atraerla a las tareas 
domésticas. Buscaba evitar el trato social; cuando el cansancio y la dispersión mental de que se quejaba se
lo permitían, acudía a conferencias para damas y cultivaba estudios más serios. Un día los padres se 
horrorizaron al hallar sobre el escritorio de la muchacha, o en uno de sus cajones, una carta en la 
que se despedía de ellos porque ya no podía soportar más la vida.
El historial clínico “Petite hystérie” con los más corrientes síntomas somáticos y psíquicos: disnea, tussis
nervosa, afonía, quizá también migrañas; además desazón, insociabilidad histérica y un taedium vitae 
probablemente no tomado en serio.
El padre me informó que él y su familia habían trabado íntima amistad en B. con un matrimonio 
que residía allí desde hacía varios años. La señora K, lo había cuidado, durante su larga enfermedad, 
ganándose así un imperecedero derecho a su agradecimiento. El señor K siempre se había mostrado 
muy amable hacia su hija Dora, salía de paseo con ella cuando estaba en B, le hacía pequeños 
obsequios, pero nadie había hallado algo reprobable en ello. Dora atendía a los dos hijitos del 
matrimonio K, de la manera más solícita, les hacía de madre. Cuando padre e hija vinieron a verme en 
el verano, dos años atrás, estaban justamente a punto de viajar para encontrarse con el señor y la señora K,
quienes pasaban el verano junto a uno de nuestros lagos alpinos. El señor K durante una caminata, tras 
un viaje por el lago, había osado hacerle una propuesta amorosa. Cuando el padre y el tío de Dora 
pidieron cuentas de su proceder al inculpado en una inmediata entrevista, este desconoció con gran energía
toda acción de su parte que pudiera haber dado lugar a esa interpretación, y empezó a arrojar sospechas 
sobre la muchacha, quien, según lo sabía por la señora K, sólo mostraba interés por asuntos sexuales y aun
en su casa junto al lago había leído la Fisiología del amor de Mantegazza, y libros de ese jaez.
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Dijo el padre, me liga a la señora K una sincera amistad. La pobre señora es muy desdichada con su 
marido, de quien, no tengo muy buena opinión; ella misma ha sufrido mucho de los nervios y tiene en mí 
su único apoyo. Tras esta relación no se esconde nada ilícito. Somos dos pobres seres que nos consolamos 
el uno al otro, como podemos, en una amistosa simpatía.
En la vivencia de nuestra paciente Dora con el señor K. en el requerimiento amoroso de este y la 
consecuente afrenta, tendríamos entonces el trauma psíquico que en su momento Breuer y yo definimos
como la condición previa indispensable para la génesis de un estado patológico histérico. Si no 
queremos abandonar la teoría traumática, tenemos que retroceder hasta la infancia para buscar allí 
influencias que pudieron efectos análogos a los de un trauma.Una vez superadas las primeras dificultades de la cura Dora me comunicó una vivencia anterior con el 
señor K, mucho más apropiada para producir el efecto de un trauma sexual. Tenía entonces 14 años. El 
señor K había convenido con ella y con su mujer que, después del mediodía, las damas vendrían a su 
tienda, situada frente a la plaza principal de B, para contemplar desde allí unos festejos que se realizarían 
en la iglesia. Él hizo que su mujer se quedara, en casa, despachó a los empleados y estaba solo cuando la 
muchacha entró en el negocio. Al acercarse a la hora de la procesión, le pidió que lo aguardase junto a la 
puerta que daba a la escalera que conducía al primer piso, mientras él bajaba las cortinas. En lugar de 
pasar por la puerta abierta, estrechó de pronto a la muchacha contra sí le estampó un beso en los 
labios. Dora sintió en ese momento un violento asco, se desasió y pasando junto al hombre corrió hacia 
la escalera y desde ahí hacia la puerta de calle. No obstante, el trato con el señor K prosiguió; ninguno 
de los dos aludió nunca a esa pequeña escena, y ella sostiene haberla guardado en secreto hasta su 
confesión durante la cura.
En esta escena, la Segunda en la serie pero la primera en el tiempo, la conducta de la niña de catorce
años es ya totalmente histérica. Yo llamaría “histérica”, a toda persona, sea o no capaz de producir 
síntomas somáticos, en quien: 
Una Ocasión de Excitación Sexual provoca predominante o exclusivamente Sentimientos de
Displacer.
Poniendo de relieve el trastorno de afecto; es preciso decir, que se ha producido aquí un desplazamiento
de la sensación. En lugar de la sensación genital que en tales circunstancias, una muchacha sana no habría
dejado de sentir le sobreviene la sensación de displacer propia de la mucosa del tramo de entrada del 
aparato digestivo, vale decir, el asco.
El asco que entonces sintió no había pasado a ser en Dora un síntoma permanente, y en la época del 
tratamiento existía sólo de manera potencial. Comía mal y confesaba cierta repugnancia por los 
alimentos. Decía que seguía sintiendo la presión de aquel abrazo sobre la parte superior de su cuerpo. De 
acuerdo con ciertas reglas de la formación de síntoma que me han llegado a ser familiares. Opino que 
durante el apasionado abrazo ella no sintió meramente el beso sobre sus labios, sino la presión del 
miembro erecto contra su vientre. Esta percepción repelente para ella fue eliminada en el recuerdo, 
fue reprimida y sustituida por la inocente sensación de la presión en el tórax que recibía de la fuente
reprimida su intensidad hipertrófica, otro desplazamiento. No quiere pasar junto a ningún hombre a 
quien cree sexualmente excitado porque no quiere volver a ver el signo somático de ello.
Tres Síntomas: 
1) El Asco.
2) La Sensación de Presión en la parte superior del cuerpo.
3) El Horror a los hombres en Tierno Coloquio.
Provienen de una misma vivencia, y sólo refiriendo unos a otros estos tres signos se hace posible 
comprender el origen de la formación de síntoma. 
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ALDERETE ALEXIS
El asco corresponde al síntoma de represión de la zona erógena de los labios. La presión del 
miembro erecto tuvo probablemente por consecuencia una alteración análoga en el correspondiente 
órgano femenino, el clítoris, y la excitación de esta segunda zona erógena quedó fijada en el tórax 
por desplazamiento sobre la simultánea sensación de presión.
Pregunté con la mayor cautela a la paciente si conocía el signo corporal de la excitación en el cuerpo del 
hombre. La respuesta fue “Sí”, para el momento actual; pero, en aquel tiempo, creía que no.
Para ella no había ninguna duda de que su padre había entablado con esa mujer joven y bella una 
vulgar relación amorosa. No había lagunas en su memoria sobre este punto. El trato con los K había 
empezado antes de la enfermedad grave del padre; pero sólo se volvió íntimo cuando en el curso de esta 
última la joven señora se erigió oficialmente en su cuidadora, mientras que la madre se mantenía alejada 
del lecho del enfermo.
Toda vez que en el tratamiento psicoanalítico emerge una serie de pensamientos correctamente 
fundados e inobjetables, ello significa un momento de confusión para el médico, que el enfermo 
aprovecha para preguntar: “Todo es verdadero y correcto, ¿no es cierto? ¿Qué podría usted modificar, 
pues es tal como se lo he contado?”. Tales pensamientos inatacables para el análisis han sido usados por el
enfermo para encubrir otros que se quiere sustraer de la crítica y de la conciencia. 
Los reproches que Dora dirigía a su padre estaban totalmente “Enfundados”, “Envueltos”, junto con
autorreproches del mismo contenido según veremos en detalle. Tenía razón en que su padre no quería 
aclararse la conducta del señor K hacia su hija para no ser molestado en su relación con la señora 
K. pero ella había hecho exactamente lo mismo. Se había vuelto cómplice de esa relación, desvirtuando 
todos los indicios que dejaban traslucir su verdadera naturaleza. En casa de Dora había habido una persona
que tempranamente le abrió los ojos sobre las relaciones del padre con la señora K, y quiso incitarla a 
tomar partido en contra de esta mujer. Fue su última gobernanta, una señorita mayor, muy leída y de 
opiniones liberales. Maestra y alumna se llevaron bien durante algún tiempo, hasta que Dora de pronto se 
enemistó con ella e insistió para que la despidieran. Mientras la señorita tuvo influencia, la utilizó para 
azuzar a los demás contra la señora K. llamó la atención de Dora sobre todo cuanto era llamativo en esa 
relación. Dora notó que la señorita estaba enamorada de su papá. Cuando el papá estaba presente, parecía 
otra persona; podía ser encantadora y servicial. En la época en que la familia vivía en el lugar donde se 
hallaba la fábrica y la señora K no aparecía en el horizonte, su animadversión se dirigía a la mamá, como 
la rival que ahora contaba.
La pobre le había iluminado con claridad no deseada un aspecto de su propio comportamiento. El 
comportamiento que la señorita tenía a veces hacia Dora era el mismo que Dora había tenido hacia los 
hijos del señor K. les hacía el papel de madre, los instruía, salía con ellos, y así les ofrecía un cabal 
sustituto del escaso interés que su madre les mostraba. Entre el señor y la señora K se había hablado a 
menudo de divorcio; no se producía porque el señor K, que era un padre tierno, no quería renunciar a 
ninguno de los dos hijos. El compartido interés por los niños había sido desde el comienzo un medio 
de unión en el trato entre el señor K y Dora.
De su tácito consentimiento al trato de su padre con la señora K, que todos esos años ella había estado 
enamorada del señor K. cuando le formulé esta conclusión, no tuvo aceptación alguna de su parte.
Su otro reproche, que su padre creaba sus enfermedades como pretextos y las explotaba como un 
recurso, coincide también con todo un fragmento de su propia historia secreta. Cierto día se quejó de un
supuesto nuevo síntoma, unos lacerantes dolores de estómago, y yo di en lo justo preguntándole: “¿A 
quién copia usted en eso?”. El día anterior había visitado a sus primas, las hijas de la tía fallecida. La más 
joven había formalizado noviazgo, y con esa ocasión la mayor contrajo unos dolores de estómago y debió 
ser llevada a Semmering. Observando a la señora K ella había averiguado cuán provechosamente 
pueden usarse las enfermedades. El señor K estaba de viaje durante una parte del año; cada vez que 
regresaba, hallaba doliente a su mujer, quien hasta el día anterior, según Dora sabía perfectamente, había 
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gozado de buena salud. Dora comprendió que era la presencia del marido lo que hacía enfermar a la mujer,
y que esta consideraba bienvenida su enfermedad para sustraerse de unos deberes conyugales que le eran 
odiosos. Dora había presentado gran cantidad de ataques de tos con afonía; ¿La ausencia o la 
presencia del amado habrán ejercido una influencia sobre la venida y la desaparición de esta 
manifestaciónpatológica? Le pregunte por la duración media de estos ataques. Era de tres a seis 
semanas. ¿Cuánto habían durado las ausencias del señor K? tuvo que admitirlo, entre tres y seis 
semanas. Con sus enfermedades ella demostraba su amor por K, así como la mujer de este le 
demostraba su aversión. Sólo hacía falta suponer que se había comportado a la inversa que la mujer: 
Enfermaba cuando él estaba ausente, y sanaba tras su regreso.
La afonía de Dora admitía la siguiente interpretación simbólica: 
Cuando el amado estaba lejos, ella renunciaba a hablar; el hacerlo había perdido valor, pues no podía
hablar con él. En cambio, la escritura cobraba importancia como el único medio por el cual podía tratar
con el ausente.
La determinación del síntoma en el caso de Dora es demasiado específica como para que pueda pensarse 
en una frecuente repetición de esa misma etiología accidental.
Todo síntoma histérico requiere de la contribución de las dos partes. No puede producirse sin cierta 
solicitación (transacción) somática brindada por un proceso normal o patológico en el interior de un 
órgano del cuerpo, o relativo a ese órgano. Pero no se produce más que una sola vez y está en el carácter 
del síntoma histérico, la capacidad de repetirse, sino posee un significado (valor, intencionalidad) 
psíquico, un sentido. El síntoma histérico no trae consigo este sentido, sino que le es prestado, es 
soldado con él, y en cada caso puede ser diverso de acuerdo con la naturaleza de los pensamientos 
sofocados que pugnan por expresarse. Para la terapia, las destinaciones dadas dentro del material psíquico 
accidental son las más importantes; los síntomas se solucionan en la medida en que se explora su 
intencionalidad psíquica. 
En todas las psiconeurosis los procesos psíquicos son durante un buen trecho los mismos, y sólo después 
entra en cuenta la “solicitación somática” que procura a los procesos psíquicos inconscientes una salida 
hacia lo corporal. Cuando este factor no se presenta, el estado total será diverso de un síntoma histérico, 
pese a lo cual es afín en cierta medida: tal vez una fobia o una idea obsesiva; en suma, un síntoma 
psíquico.
Al reproche de “simulación” de enfermedades que Dora hacía a su padre. No había duda de que ella 
tenía en vista un fin que esperaba alcanzar mediante su enfermedad. Este no podía ser otro que el de 
hacer que el padre se alejase de la señora K, mediante ruegos argumentos no lo lograba; quizás 
esperaba alcanzarlo causando espanto al padre despertando su compasión y, si nada de eso servía, al 
menos se vengaría de él.
El síntoma es primero, en la vida psíquica, un huésped mal recibido; lo tiene todo en contra y por eso se
desvanece tan fácilmente, bajo la influencia del tiempo. Al comienzo no cumple ningún cometido útil 
dentro de la economía psíquica, pero muy a menudo lo obtiene secundariamente; una corriente psíquica 
cualquiera halla cómodo servirse del síntoma, y entonces este alcanza una función secundaria y queda 
como anclado en la vida anímica. 
Los estados patológicos se hallan por lo general destinados a cierta persona, de suerte que desaparecen 
cuando esta se aleja.
En el caso de la histeria, el punto débil para cualquier terapia, reside, en el combate contra los 
motivos de la enfermedad. La peripecia de vida del propio enfermo, en cambio, tiene facilitadas las 
cosas, pues no le hace falta atacar su constitución ni su material patógeno; le quita un motivo para estar 
enfermo, él se libra de su enfermedad temporariamente, y aun quizá de manera duradera.
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ALDERETE ALEXIS
Motivos que sostienen la condición de enfermo se hallarán, en todos los casos bien desarrollados. Pero 
hay casos con motivos puramente internos, como el autocastigo, vale decir, el arrepentimiento y la 
expiación. Para Dora, esta meta era mover a compasión al padre y hacerlo apartarse de la señora K.
El relato de Dora respondía a la verdad en todos sus puntos. Apenas hubo comprendido los propósitos 
del señor K, no lo dejó explicarse, le dio una bofetada en el rostro y escapó.
Como las acusaciones contra el padre se repetían con fatigante monotonía, y al hacerlas ella tosía 
continuamente, tuve que pensar que ese síntoma podía tener un significado referido al padre. Los 
requisitos que suelo exigir a una explicación de síntoma estarían lejos de satisfacerse. Por lo menos uno de
los significados de un síntoma corresponde a la figuración de una fantasía sexual, mientras que los otros 
significados no están sometidos a esa restricción en su contenido. Y yo agregaría que, a mi entender, una 
única ilación de pensamiento o fantasía inconsciente difícilmente baste para la producción de un síntoma.
Se presentó la oportunidad de atribuir a la tos nerviosa una interpretación, por una Situación
Sexual Fantaseada.
Dijo que hay más de una manera de satisfacción sexual. La fuente de este conocimiento le era de nuevo
inhallable. Cuando le pregunté si aludía al uso de otros órganos que los genitales para el comercio sexual, 
me dijo que sí; y yo pude proseguir: sin duda pensaba justamente en aquellas partes del cuerpo que en ella 
se encontraban en estado de irritación (garganta, cavidad bucal). Por cierto, no quiso saber nada de que sus
pensamientos pudieran llegar hasta ahí y, si eso debía posibilitar el síntoma, tampoco podía ella tenerlo 
totalmente en claro. Armoniza muy bien con esto que la tos desapareciera muy poco después que ella 
recibió, callada, este esclarecimiento.
Antes de emprender el tratamiento de una histeria es preciso estar convencido de que será inevitable 
tocar temas sexuales, o al menos estar dispuesto a dejarse convencer por las experiencias.
Tiene que ser posible hablar sin indignarse de lo que llamamos perversiones sexuales, esas trasgresiones
de la función sexual tanto en el ámbito del cuerpo cuanto en el objeto sexual. Las perversiones no son 
bestialidades ni degeneraciones en el sentido patético de la palabra. Son desarrollos de gérmenes, 
contenidos todos ellos en la disposición sexual indiferenciada del niño, cuya sofocación o cuya vuelta
hacia metas más elevadas, asexuales, su sublimación, están destinadas a proporcionar la fuerza 
motriz de un buen número de nuestros logros culturales. Toda vez que alguien, de manera grosera y 
manifiesta, ha devenido perverso, puede decirse, más correctamente, que ha permanecido tal: 
ejemplifica un estadio de una inhibición del desarrollo. Las psiconeurosis son, el negativo de las 
perversiones. La constitución sexual, en la que va contenida también la expresión de la herencia, coopera 
en los neuróticos con influencias accidentales que sufrieron en su vida y perturbaron el despliegue de la 
sexualidad normal. 
Las Fuerzas Impulsoras para la formación de Síntomas Histéricos no provienen sólo de la
sexualidad normal reprimida, sino también en las mociones perversas inconscientes.
No es asombroso, que nuestra histérica de casi diecinueve años tuviera conocimiento de la existencia de 
esa clase de comercio sexual (la succión del miembro viril), hubiera desarrollado una fantasía 
inconsciente de esa índole y las expresara a través de la sensación de estímulo en la garganta y la tos. 
Recordaba muy bien que en su infancia había sido una “chupeteadora”. El padre se acordaba de 
haberle quitado esa costumbre, mantenida por ella hasta su cuarto o quinto año de vida. La propia 
Dora conservaba en la memoria una imagen de sus años de infancia: estaba sentada en el suelo, en un 
rincón, chupándose el pulgar de la mano izquierda, mientras con la derecha daba tironcitos al lóbulo de la 
oreja de su hermano, que estaba ahí quieto, sentado.
Nadie pondrá en duda, que la mucosa de los labios y de la boca considerarse una zona erógena primaria, 
pues una parte de esa satisfacción se ha conservado en el beso, que se juzga normal. La intensa 
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activación de esta zona erógena a temprana edad es, la condición para la posterior solicitación 
somática de parte del tracto de mucosa que empieza en los labios.Un síntoma corresponde con toda regularidad a varios significados simultáneamente; agreguemos que 
también puede expresar varios significados sucesivamente. El síntoma puede variar uno de sus 
significados o su significado principal en el curso de los años, o el papel rector puede pasar de un 
significado a otro. Es tan difícil la producción de un síntoma así, son tantas las condiciones 
favorecedoras que se requieren para esa trasferencia de la excitación puramente psíquica a la 
corporal que yo he llamado Conversión, y es tan raro que se disponga de una solicitación somática 
como la que se necesita para aquella que el esfuerzo ejercido desde lo inconsciente para descargar la 
excitación lleva a contentarse en lo posible con la vía de descarga ya transitable. Mucho más fácil que 
crear una nueva conversión parece producir vínculos asociativos entre un pensamiento nuevo urgido de 
descarga y el antiguo, que ha perdido esa urgencia. Por la vía así facilitada fluye la excitación desde su 
nueva fuente hacia el lugar anterior de la descarga.
En el caso de Dora, la incesante repetición de los mismos pensamientos acerca de la relación entre su
padre y la señora K ofreció al análisis la oportunidad para un aprovechamiento todavía más importante.
Un itinerario de pensamientos así puede llamarse Hiperintenso o, mejor, Reforzado, Hipervalente. A 
pesar de su carácter en apariencia correcto, resulta patológico por esta peculiaridad: 
No puede ser Destruido ni Eliminado por más Esfuerzos Conceptuales Conscientes y Deliberados
que haga la persona.
A un itinerario de pensamientos normal, por intenso que sea, a la postre uno le pone fin.
Este itinerario hiperintenso de pensamiento debe su refuerzo al inconsciente. El trabajo conceptual no 
puede resolverlo, sea porque sus raíces llegan hasta el material inconsciente, reprimido, sea porque tras 
él se oculta otro pensamiento inconsciente. Y este último es casi siempre su Opuesto Directo 
(contrarreciproco). Los opuestos están enlazados estrechamente entre sí, y a menudo apareados de tal 
suerte que uno de los pensamientos es consciente con hiperintensidad, pero su contraparte está 
reprimida y es inconsciente. Esta constelación es resultado del proceso represivo. 
 Refuerzo Reactivo : La represión (Esfuerzo de Suplantación), a menudo se produjo por el 
Esfuerzo Desmedido del Opuesto del pensamiento que se reprimía. 
 Pensamiento Reactivo : Al que se Afirma en lo Consciente con Hiperintensidad y se muestra 
indestructible, a la manera de un Prejuicio. 
El pensamiento reactivo retiene en la represión (desalojo) al repelido; pero al hacerlo, él mismo queda
como “taponado” y resguardado del trabajo conceptual consciente. Entonces, hacer consciente el opuesto
reprimido, es el camino que permite sustraer su refuerzo al pensamiento hiperintenso.
En el ejemplo de Dora, era evidente que su conducta rebasaba con mucho la esfera que corresponde a una 
hija; más bien sentía y obraba como una mujer celosa, tal como se lo había esperado de la madre. Con 
su exigencia “o ella o yo”, con las escenas que hacía y la amenaza de suicidio que dejo entrever, 
evidentemente ocupaba el lugar de la madre. La conclusión resultaba obvia: 
Se sentía inclinada hacia su padre en mayor medida de lo que sabía o querría admitir, pues estaba
enamorada de él.
Y esta temprana inclinación de la hija por el padre, y del hijo por la madre, no puede menos que suponerse
más intensa, ya desde el comienzo, en el caso de niños constitucionalmente destinados a la neurosis, de 
maduración precoz y hambrientos de amor. Ellos fijan esa rudimentaria moción amorosa o la refuerzan de 
suerte tal que aún en la infancia, o a lo sumo en la pubertad, se convierte en algo equiparable a una 
inclinación sexual y que, como esta, absorbe a la libido.
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ALDERETE ALEXIS
Dora, estaba enamorada de su padre, pero durante varios años no lo exteriorizó; más bien mantuvo 
en ese lapso la más cariñosa armonía con la mujer que la había desalojado (verdrangen) del lugar 
que ocupaba junto a él, y aun favoreció su relación con este, como sabemos por sus autorreproches.
Suponer que el hipervalente itinerario de pensamientos de Dora, que la hacía ocuparse de la relación de su 
padre con la señora K, no estaba destinado sólo a sofocar el amor por el señor K, amor que antes fue 
consciente, sino que también debía ocultar el amor por la señora K, inconsciente en un sentido más 
profundo. Estas corrientes de sentimientos varoniles o, como es mejor decir, ginecófilos han de 
considerarse típicas de la vida amorosa inconsciente de las muchachas histéricas.
El primer sueño
En una casa hay un incendio, contó Dora; mi padre está frente a mi cama y me despierta. Me visto 
con rapidez. Mamá pretende todavía salvar su alhajero, pero papá dice: “No quiero que yo y mis dos 
hijos nos quememos a causa de tu alhajero”. Descendemos de prisa por las escaleras, y una vez abajo 
me despierto.
Le pregunto, cuándo lo soñó por primera vez. No lo sabe. Pero se acuerda de que tuvo el sueño en L. (el 
lugar del lago donde ocurrió la escena con el señor K) tres noches sucesivas, y había vuelto a tenerlo 
unos días antes aquí [en Viena]). Exhorté a Dora a que descompusiera el sueño y me comunicase lo que 
se le ocurría sobre él.
“Se me ocurre algo, pero no puede venir al caso, pues es demasiado reciente, mientras que sin duda alguna
al sueño ya lo he tenido antes”
En estos días papá tuvo una disputa con mamá, porque ella cierra por la noche el comedor. Es que la 
habitación de mi hermano no tiene entrada propia, sino que sólo se puede llegar a ella por el comedor. 
Papá no quiere que mi hermano quede así encerrado por la noche. Dijo que no estaba bien: por la noche 
podría pasar algo que obligase a salir.
¿Y eso la hizo pensar en el peligro de un incendio?
Ha dicho que por la noche podría pasar algo que obligase a salir.
Pero Dora halla la conexión entre la ocasión reciente y la ocasión antigua del sueño, pues prosigue:
“Cuando legamos a L aquella vez, papá y yo, él expresó directamente su angustia por el hecho de que 
pudiera producirse un incendio. Pregunto: ¿Tuvo usted el sueño en L durante las primeras noches o en las 
últimas, antes de su partida? Vale decir, ¿Antes o después de aquella escena en el bosque? Primero 
responde: “No lo sé. Y tras unos instantes: “Pero creo que después”.
Ahora yo sabía que el sueño era una reacción frente a aquella vivencia.
Tengo la seguridad de que el sueño fue el efecto inmediato de la vivencia con el señor K. usted lo soñó ahí
A la siesta del día de nuestro viaje por el lago, del que el señor K y yo regresamos al mediodía, yo me
había acostado sobre el sofá, como era mi costumbre, en el dormitorio, para dormir un poco. Me desperté 
de pronto y vi al señor K de pie frente a mí.
¿Tal como su papá estaba en el sueño frente a la cama de usted?
Sí. Lo increpé, preguntándole qué buscaba. Me respondió que no dejaría de entrar en su dormitorio 
cuando quisiese; por otra parte, tenía que recoger algo. Alertada por ese episodio, pregunté a la señora K si
no existía una llave para el dormitorio, y a la mañana siguiente (del segundo día) me encerré para hacerme
la toilette. Cuando a la siesta quise encerrarme para recostarme de nuevo en el sofá, faltaba la llave. 
Estoy convencida de que el señor K la había quitado.
He ahí entonces el tema del cerrar o dejar abierta la habitación, que se presenta en la primera 
ocurrencia acerca del sueño y que por casualidad desempeña un papel en la ocasión reciente del sueño.
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Su sueño se repitió cada noche justamente porque respondía a un Designio. Y un designio persiste 
hasta que se lo ejecuta. Acaso se dijo usted: No tendré tranquilidad, no podré dormir tranquila hasta que 
no me encuentre fuera de esta casa. Lo inverso dice usted en el sueño: Una vez abajo me despierto.
En mi libro “La interpretación de los sueños” he puntualizado que todo sueño es un deseo al que se figura 
como cumplido; la figuración es encubridora cuando se trata

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