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Resumen de Diagnóstico de Adultos - Kutrumba - Final

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Psicoanálisis y Medicina
Autor: Jacques Lacan
El lugar del psicoanálisis en la medicina.
Actualmente, este lugar es: 
 Marginal : Debido a la posición de la medicina respecto al psicoanálisis, al que admite como 
una suerte de ayuda externa. 
 Extra-Territorial : Por obra de los psicoanalistas quienes, sin duda, tienen sus razones para 
querer conservar esta extraterritorialidad.
Considerar el lugar del psicoanálisis en la medicina desde el punto de vista del médico y del rapidísimo 
cambio que se está produciendo en lo que llamaría la función del médico y en su personaje.
La medicina entró en su fase científica surgió un mundo que, exige los condicionamientos necesarios en la
vida de todos en la medida que la presencia de la ciencia incluye a todos en sus efectos.
El médico es requerido en la función de científico fisiologista, pero sufre también otros llamados: el 
mundo científico vuelca entre sus manos un número infinito de lo que puede producir como agentes 
terapéuticos nuevos, químicos o biológicos.
Es en el registro del modo de respuesta a la demanda del enfermo donde está la posibilidad de 
supervivencia de la posición propiamente médica.
El enfermo coloca al médico ante la prueba de sacarlo de su condición de enfermo, lo que es totalmente 
diferente, pues esto puede implicar que él esté totalmente atado a la idea de conservarla. Viene a veces a 
demandarnos que lo autentifiquemos como enfermo; en muchos casos viene, de la manera más 
manifiesta, para demandarles que le preserven en su enfermedad, que lo traten del modo que le conviene a 
él, el que le permitirá seguir siendo un enfermo bien instalado en su enfermedad.
La significación de la demanda, dimensión donde se ejerce hablando estrictamente la función médica,
y para introducir lo que parece fácil de captar, aunque no haya sido seriamente interrogado más que en mi 
escuela, a saber, la estructura de la falla que existe entre la demanda y el deseo.
No es necesario ser psicoanalista, para saber que cuando cualquiera, sea hombre o mujer, nos pide 
algo, esto no es para nada idéntico, a aquello que desea.
Este cuerpo no se caracteriza simplemente por la dimensión de la extensión: un cuerpo es algo que está 
hecho para gozar, gozar de sí mismo.
Desde el punto de vista del goce, qué es un uso ordenado de lo que se llama más o menos 
adecuadamente, tóxicos, qué puede tener de reprensible, a menos de que el médico no entre francamente 
en lo que es la segunda dimensión característica de su presencia en el mundo, a saber, la Dimensión 
Ética. Estos comentarios, tienen de todos modos el interés de demostrar que la Dimensión Ética es 
aquella que Se Extiende en la Dirección del Goce.
Tenemos pues dos puntos de referencia: 
1) La Demanda del Enfermo.
2) El Goce del Cuerpo. 
Ambos confinan, en cierto modo, en esa dimensión ética, pero no los confundamos, pues aquí 
interviene lo que llamaré simplemente la teoría psicoanalítica, que llega a tiempo, en el momento de la 
entrada en juego de la ciencia, con ese ligero avance que es siempre característico de las invenciones de 
Freud.
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Hay un deseo porque hay inconscientes, es decir lenguaje que escapa al sujeto en su estructura y sus 
efectos, y hay siempre a nivel del lenguaje algo que está más allá de la conciencia, y es allí donde 
puede situarse la función del deseo.
Por eso es necesario hacer intervenir ese lugar que llamé el lugar del Otro, en todo lo conveniente al 
sujeto. Es en sustancia el campo donde se ubican esos excesos de lenguaje cuya marca que escapa a su 
propio dominio lleva el sujeto. Es en ese campo donde se hace la junción con lo que llamé el polo del 
goce.
Lo que introdujo Freud, el Placer es una Barrera al Goce. 
¿Qué se nos dice del placer? Que es la menor excitación, lo que hace desaparecer la tensión, por lo 
tanto aquello que nos detiene necesariamente en un punto de alejamiento, de distancia muy respetuosa del 
goce. Pues lo que yo llamo goce en el sentido en que el cuerpo se experimenta, es siempre del orden de la 
tensión, del forzamiento, del gasto, incluso de la hazaña. Incontestablemente hay goce en el nivel donde
comienza a aparecer el dolor.
¿Qué es el deseo? Es de algún modo el punto de compromiso, la escala de la dimensión del goce, en la 
medida en que en cierto modo permite llevar más lejos el nivel de la barrera del placer. Pero éste es 
un punto fantasmático, quiero decir donde interviene el registro imaginario, que hace que el deseo esté
suspendido a algo cuya naturaleza no exige verdaderamente la realización.
El saber sigue estando para él marcado con un valor nodal, debido a algo cuyo carácter central se olvida en
el pensamiento, que el deseo sexual tal como lo entiende el psicoanálisis no es la imagen que debemos 
hacernos de acuerdo a un mito de la tendencia orgánica: es algo infinitamente más elevado y anudado 
en primer término precisamente con el lenguaje, en tanto que es el leguaje el que le da primero su lugar, y 
que su primera aparición en el desarrollo del individuo se manifiesta a nivel del deseo de saber.
Lo que indico al hablar de la posición que puede ocupar el psicoanalista, es que actualmente es la única
desde donde el médico puede mantener la originalidad de siempre de su posición, la de aquel que 
tiene que responder a una demanda de saber, aunque sólo se pueda hacerlo llevando al sujeto a 
dirigirse hacia el lado opuesto a las ideas que emite para presentar esa demanda.
El único terreno es esa relación por la cual es médico: a saber la demanda del enfermo. La relación con 
el goce del cuerpo.
La querella de los diagnósticos
Autor: Colette Soler
Actualidad de la ética del psicoanálisis
Para ser, les haga falta ex–sistir. “Para ser”, entiendan ese “para ser”, como ser representante de un 
deseo específico; dicho de otro modo, para que haya deseo del analista, les hace falta ex–sistir. Para 
ex–sistir es preciso añadir un decir específico a esta presencia que, por supuesto, es necesaria. La ex–
sistencia de los psicoanalistas es la ex–sistencia de un Decir Propio del Discurso Analítico, que está 
más allá de las propias personas. Se trata de un decir diferente, que vehicula finalidades y, digamos, una 
ética diferente a la del discurso común.
¿Podemos aventurarnos diciendo que “el psicoanálisis no es una psicoterapia? Es verdad, no es una 
psicoterapia, sin embargo los psicoanalistas reciben las mismas demandas que los psicoterapeutas, las 
demandas generadas por los síntomas y el sufrimiento que produce nuestro malestar. El psicoanálisis 
transforma estas demandas en otra cosa, pero son las mismas. Por otra parte, muchos analistas no 
solamente analizan sino que trabajan en instituciones, con todo lo analistas que son, se piensa que no 
practican psicoanálisis en las instituciones, sino que se limitan a responder al síntoma que encuentran y 
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hay que decir que en ocasiones hacen lo mismo que los psicoterapeutas. En el mejor de los casos los 
psicoterapeutas escuchan, no siempre es así, otros hablan. 
“El psicoanálisis no es una terapéutica como las demás”.
En efecto, no vendemos psicoterapia, pero aceptamos demandas terapéuticas y, en consecuencia, 
tratamos demandas terapéuticas. La tratamos efectivamente, más allá de la escucha psicoterapéutica. El
psicoanálisis presenta dos aspectos indisociables:
 Una Exploración del Inconsciente : Consiste en construir, construir con la palabra; consiste en 
explorar los significantes, las palabras, los deseos que circulan en el inconsciente: es su 
Vertiente Epistémica. 
 Es un Hecho : Al mismo tiempo, obtiene modificaciones en los síntomas: lo que llamamos 
Terapéutica. 
Resulta muy importante señalar que las dos vertientes son indisociables. En el psicoanálisis se curan 
los síntomas por la exploración del inconsciente, es nuestra diferencia. Es por eso que creo que no se 
puede disociar al psicoanálisis de su alcance terapéutico, el que además da testimonio del inconsciente 
lenguaje. 
Se trata de dos respuestas a un mismo dilema: Cómo ex-sistiral discursocorriente común en su forma 
capitalista actual sin desaparecer, esta es la cuestión.
Un siglo de diagnóstico psicoanalítico
“Las variantes de la sintomatología en el psicoanálisis”.
La sintomatología se trata de la conceptualización de los síntomas, o sea el saber que se construye, o si lo 
prefieren y utilizando un término simple de la teoría psicoanalítica, la teoría que se elabora acerca de los
síntomas.
Freud y sus colegas se plantearon la elaboración de una teoría clínica propia del psicoanálisis, diferente de 
las teorías clínicas de la psiquiatría. Se trataba de saber si había una clínica psicoanalítica propia del 
discurso analítico, que no fuera simplemente la clínica psiquiátrica de ese tiempo. Una clínica 
psicoanalítica propia, suponía dos cosas: 
1) Una Nosografía Propia, es decir una identificación de los síntomas propia.
2) Teorías Explicativas Propias.
Tanto Freud como Lacan retomaron esta nosografía. En Freud se entiende porque era la clínica 
psiquiátrica de su época. Era contemporáneo de la construcción de esta nosografía. En Lacan ya es un 
poco diferente. Durante su formación como psiquiatra de los años ´30, no está lejos de estas elaboraciones,
pero considerando al Lacan psicoanalista de posguerra, ya está prácticamente a cincuenta años de 
distancia.
Lacan partió de la Psicosis mientras que Freud lo hizo de la Neurosis. Freud y Lacan realizaron la 
misma operación: retomaron la nosología psiquiátrica, sus términos, el mapa de trastornos aislados por 
la psiquiatría, y procuraron construir una teoría psicoanalítica de esa nosografía.
Freud desde el principio efectúa una operación muy simple: toma el mapa de los síntomas y se 
pregunta cuál es la incidencia del inconsciente descubierto por él mediante el análisis de las 
neurosis, en cada uno de los síntomas.
Mi primera observación es que Lacan no se inmutó por la aparición de los DSM en el campo de la 
psiquiatría.
Mi segunda observación es que Lacan no se refiere en absoluto a los nuevos síntomas que nos 
obsequia el capitalismo, estos síntomas los que hacen tanto caso los psicoanalistas de hoy en día y que 
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llaman “los nuevos síntomas”. Tenía una poderosa conciencia de la evolución de los síntomas, de su 
relatividad en función del estado del discurso.
Polémica sobre el uso del diagnóstico
El uso de diagnósticos, el uso práctico ante el paciente. Se trata de otra cosa que el mapa nosográfico o la 
teoría de los tipos sintomáticos. Toda una corriente de pensamiento que rechaza dos cosas:
1) La necesidad del diagnóstico en psicoanálisis. Algunas personas piensan que el diagnóstico es 
inútil en el discurso psicoanalítico, que no se debería utilizar el diagnóstico. 
2) Pero también, y es enrevesado, están quienes denuncian el uso del diagnóstico como un Abuso, 
lo que no es del todo lo mismo.
La época actual es más bien “diagnosticista”, se diagnóstica bien o mal, a diestra y siniestra. Los 
mismos pacientes lo demandan: “dígame lo que soy, dígame lo que tengo, quieren etiquetas, tal vez 
eso los tranquilice ante el desconcierto reinante.
El diagnóstico se hace por un motivo de racionalidad.
La sintomatología de la mirada siempre es una sintomatología del Otro, establecida por el médico. En la 
psiquiatría se hace hablar al paciente, sin duda alguna, pero en la medida en que a través de lo que dice 
pueda entregar los signos de la especie mórbida a la que pertenece. En su palabra no se buscan las 
huellas de un sujeto, sino las huellas de su enfermedad.
El síntoma que puede tratarse está constituido de modo muy distinto, es un síntoma necesariamente auto-
diagnosticado. En el Psicoanálisis es un Síntoma Aquello que el Sujeto Considera como Síntoma. 
Mientras no considere un rasgo como síntoma, este permanecerá inerte, permanecerá como un enclave en 
la palabra analizante. Hay entonces una disyunción entre la presencia o la ausencia de los síntomas 
buscados por el médico, y aquellos que permiten entrar en el psicoanálisis.
Solo es un síntoma tratable aquel que se presenta como un Significante de la Transferencia, es decir 
que Suponga un Sujeto. 
Por eso el mismo síntoma definido en la clínica psiquiátrica, en la clínica de la observación, puede o no 
convertirse en síntoma analítico.
Lo denominado “síntoma” en la clínica de la observación no se denomina forzosamente “síntoma” 
en la clínica auto-diagnosticada del sujeto. O incluso más: lo que el Otro social no soporta o lo 
estigmatiza, no siempre coincide con lo que no soporta un sujeto dado. En este sentido, la palabra, los 
dichos del sujeto, son constituyentes del síntoma que puede tratarse con el psicoanálisis.
Un “enfermo imaginario” es un enfermo subjetivo, es decir que el discurso común dice de él “lo tiene todo
para ser feliz”, pero no, algo no marcha. Aquí se aprecia una considerable diferencia entre el síntoma 
visible, aquel que el psiquiatra puede diagnosticar, y eventualmente también el psicoanalista, y el síntoma 
invisible, aquel que el sujeto vive, o sea entre el síntoma observado y el síntoma subjetivo.
La ética de los diagnósticos
Para resumir la tesis de quienes lo denuncian, el diagnóstico sería una especie de abuso del saber en 
provecho de otra cosa; dicho de otro modo, es la idea de que el ejercicio clínico, que es un ejercicio de
saber, solo es la justificación del goce clínico. Michel Foucault, El poder psiquiátrico.
¿Cuál es la tesis de Michel Foucault?
Foucault estigmatiza el poder del psiquiatra sobre el pobre psiquiatrizado que está a su merced. Y también
aísla, dos empresas que llama des-psiquiatrización y que coloca en un mismo plano, si no lo han leído, no 
van a adivinar cuáles son: 
 La Farmacología.
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 El Psicoanálisis.
Esta tesis de Michel Foucault me parece bastante representativa de una tesis que circula en un cierto 
número de autores, tesis del abuso inherente al diagnóstico que hace del saber una justificación del goce. 
Allí no se trata tanto ya del goce de la mirada, sino del goce del poder.
La posición de Lacan es muy simple: el saber clínico orienta la acción. Si no se sabe cómo está 
construida una psicosis, cuáles son sus condiciones y la naturaleza de sus fenómenos, entonces, como él 
dice al final de su texto “De una cuestión preliminar”, “se remará sobre la arena”.
La necesidad del diagnóstico es solidaria del racionalismo de la orientación lacaniana, es decir del 
postulado según el cual la relación analítica con su experiencia de palabra y el instrumento del lenguaje 
por un lado, y por otro el campo que ella trata, a saber los síntomas, ambos, relación analítica y síntoma,
están regulados; es decir que hay leyes, mecanismos, y por ello un cálculo posible. 
Lo mejor que se puede hacer en el psicoanálisis es un cálculo que le dé lugar a lo incalculable.
En todo diagnóstico, hay algo que excede el mero juicio de saber. Vale más seguramente que el 
diagnóstico sea ajustado, pero ajustado o no, implica siempre un juicio ético y un juicio ético no es un 
juicio de saber. Si ustedes prefieren, se podría decir un juicio de gusto, retomando el término de Kant. 
Hay fenómenos discretos que muestran esta dimensión de juicio ético en el diagnóstico, y en principio una
cosa muy simple: ser diagnosticado es siempre muy desagradable. Se habla del que hace el diagnóstico,
pero también está el que resulta diagnosticado.
Y luego está la práctica del Diagnóstico Salvaje: nos tratan de totalmente loco, histérico, paranoico, 
esquizo… Que en lo cotidiano se pueda hacer este uso evidencie de que hay un uso posible del 
diagnóstico como injuria, especialmente en los ámbitos informados psicoanalíticos y psiquiátricos, es 
decir que también hay diagnósticos de pasillo, murmullos que dicen “usted sabe, Fulano es un…” “todo 
significante injuria al sujeto”, es decir que todo juicio que atribuye un significante a un sujeto ejerce 
violencia sobre ese sujeto. Hay una violencia de la predicación y la predicación del diagnóstico no escapa 
en absoluto esta estructura general. Las palabras quese nos imputa nos violentan.
En este sentido el diagnóstico es lo puesto al nombre propio, no me refiero al nombre propio como el 
patronímico que se lleva, sino a una definición del nombre propio como un nombre que identifica los 
rasgos de uno mismo como singulares, único, impredicables justamente, y que no se promueve sino 
por la vía de los actos y las obras. Es lo que permite decir que el nombre propio ex-siste al Otro: no es 
un significante del Otro, incluso si hacen falta muchos otros para rubricarlo.
Lacan no tenía el hábito de ignorar la realidad y nunca disimuló el juicio ético que implicaba en sus 
categorías diagnósticas. Él explicitó paso a paso cómo las categorías diagnósticos implicaban evaluaciones
éticas.
Es decir que el neurótico, por el hecho de la represión, de la defensa y tutti quanti, recula cuando se 
trata de reconocer y de asumir su propio goce.
Y de golpe, en esos años, estamos en el ´67, elogia al perverso diciendo que “afronta la impasse sexual 
desde mucho más cerca”.
Entonces, ustedes ven que en esas dos etapas Lacan explicita el juicio del diagnóstico en función de la 
perspectiva que toma para el diagnóstico. La ética del diagnóstico no es la misma en el psicoanálisis 
y en la psiquiatría. Para el psiquiatra en tanto que agente de la salud mental, los diagnósticos, en 
último análisis, refieren siempre a la Adaptación Social, a la peligrosidad o no.
Evaluación Ética del Diagnóstico Psicoanalítico: Saber Encontrarse en el Inconsciente, ese es el 
deber analítico.
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Creo que quienes denuncian el uso de los diagnósticos se equivocan de blanco. En el plano epistémico y 
práctico, tenemos necesidad de los diagnósticos bajo la pena de ser irresponsables. El abuso posible, es 
un abuso a nivel de la predicación ética y de lo que inspira el juicio ético que es interno al 
diagnóstico. Ahí, efectivamente, puede haber usos del diagnóstico poco recomendables.
Las entrevistas preliminares y la entrada en análisis
Autor: Ernesto S. Sinatra
El valor del dinero
Hablar de del dinero en las entrevistas preliminares y en el análisis.
Freud explica que el proceso analítico sigue su propio camino más allá de lo que uno quisiera y en eso, el 
analista es impotente. ¿Cómo define Freud al poder del analista?
Dice así:
“…ese proceso una vez iniciado, el analítico, sigue su propio camino y no admite que se le prescriban ni
su dirección, ni la secuencia de los puntos que acometerá. Al poder del analista le ocurre casi lo mismo
que a la potencia del varón. El más potente de los hombres, puede sí, concebir un hijo completo, más no
puede engendrar en el organismo femenino una cabeza sola, un brazo o una pierna; ni siquiera puede
ordenar el sexo del niño. Es que él sólo inicia un proceso en extremo enmarañado y determinado por
antiguos sucesos, que termina, en el plano biológico, con la separación del ser humano hijo respecto de la
madre. (…) También la neurosis de un ser humano posee los caracteres de un organismo; sus
fenómenos parciales no son independientes unos de otros…”
No hay posibilidad de efectuar una cura que no sea bajo trasferencia y la transferencia hay que 
sostenerla, soportarla.
Que el paciente se autoriza en su analista para actuar, tomando una intervención como una indicación de 
una acción. Según sea el lugar que el analista ocupe para ese paciente en ese preciso momento, eso 
decidirá el valor de significación adjudicado a una interpretación, indicación o al silencio del analista. Sea 
cual fuera la respuesta, hay un punto infranqueable: nunca podrá anticiparse con certeza ese saber, sólo 
podrá conjeturarse, calcularse, la respuesta que dará cada analizante, paciente, entrevistado, a una 
intervención del analista. No se trata de una cuestión del discurso-de-curso-corriente, como decía Lacan, 
no es una conversación ni son sus términos los que regulan los dichos en la sesión analítica.
Freud ubica un párrafo muy preciso para intentar al entrevistado, que no se trata de un diálogo como los 
otros, que el análisis es otra cosa que un discurso corriente, cotidiano, entre dos personas. 
“Van a suceder aquí cosas que usted no esperaría que sucedieran, probablemente, yo tampoco, y 
que van a tener que ver con lo que se ponga aquí en juego”. Esta es una de las maneras en que lo 
verbaliza.
No se puede operar desde el poder de la transferencia, sería rebajarla, reducirla a la sugestión. Freud 
advierte que no se puede analizar sin ese obstáculo que aparece y que es la transferencia, y el problema es 
que ella viene con sus efectos imaginarios. Logró transformar lo que surgía como un obstáculo 
decisivo en las curas en un instrumento fundamental para conducirlas. No se puede operar sin 
sostener la transferencia, pero tampoco se puede aprovechar el uso sugestivo de la transferencia al analizar
para identificar al analista con la sede del saber.
El manejo de la transferencia surge desde el inicio de las entrevistas como una dificultad para el analista, y
es una de las cuestiones más espinosas de la experiencia analítica.
El valor del dinero. Comienza ubicando en este texto una doble vía para tratar cuestiones de dinero:
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“…el hombre civilizado actual observa en las cuestiones de dinero la misma conducta que en las
cuestiones sexuales, procediendo con la misma doblez, el mismo falso pudor y la misma hipocresía”.
Freud definirá al analista, de la función que debe ocupar, de un modo muy particular: como sinvergüenza.
“Por su parte, el analista no está dispuesto a incurrir en iguales vicios…”
El analista debe manejar el dinero de un modo que no redoble el mismo problema que el neurótico 
tiene con el manejo del mismo.
El analista debe cobrar y hasta debe cobrar caro para hacer valer eso que ofrece, lo que por otro lado 
habría que ver si es el caso hoy.
En primer lugar, que “caro” apunta al caso singular. Se trata de que el analizante pague con lo que 
tiene de dinero, con lo que sea posible de pagar con dinero para él, lo que pone en juego desde el 
inicio una cuestión ética: ya que, por ejemplo, si alguien dice que puede pagar “poco” y el analista le 
dice que pague entonces lo máximo que pueda pagar, queda del lado del analizante la decisión del monto 
del pago, y en principio sólo él sabrá si lo que paga, es decir, lo que está dispuesto a ceder de dinero en el 
análisis, es lo que puede pagar. Una variable dependiente del trayecto libidinal de un análisis. Es en torno 
de la transferencia que el pago con dinero toma valor en el análisis. Es bueno recordar que el analizante 
no sólo paga con lo que tiene, sino que, según la definición que Lacan dio alguna vez del amor, también 
él paga con lo que no tiene.
“El tratamiento gratuito intensifica, pongo el acento en intensifica, enormemente algunas de las
resistencias principales del neurótico; por ejemplo, en las mujeres jóvenes, la tentación integrada en la
relación de transferencia, y en los hombres jóvenes, la rebeldía contra el deber de gratitud, rebeldía
procedente del complejo del padre y que constituye uno de los más graves obstáculos a la influencia
terapéutica. La ausencia de la compensación que supone el pago de los honorarios al médico se hace
sentir penosamente al enfermo; la relación entre ambos pierde todo carácter real y el paciente queda
privado de uno de los motivos principales para atender a la terminación de la cura”.
Se intensifican los puntos más resistenciales de la neurosis de jóvenes hombres y mujeres. 
 En jóvenes mujeres, en conexión con la Tentación en la relación de Transferencia.
 En los jóvenes hombres, en relación con la Rebeldía procedente del Complejo del Padre.
El valor del dinero toma su lugar desde las entrevistas preliminares hacia la entrada en análisis.
Una mujer joven, viene porque se interesa por el psicoanálisis y porque estudia psicología. “De la 
seducción al fraude”, en verdad, a ella no le pasa nada, que su niñez ha sido muy alegre mientras también 
alegremente, indica que no está muy dispuesta a hablar y que además, no tiene dinero para pagar.Acá está el reverso de lo que uno podría pensar que es, no hay sufrimiento, no tiene dinero, no le pasa 
nada. ¿Qué hacer?
Ella nunca se había analizado pero había pensado que, en caso de que lo hiciera sería el analista el que 
tendría que pagarle para que ella entregara sus secretos.
Los secretos que atesoraba; ellos eran su tesoro y por eso, ella consideraba que era el analista el que tenía 
que pagar y no ella.
Luego de confesar este olvido, dijo que, al suspender yo tan bruscamente la entrevista, cuando me levanté 
invitándola a venir en otra oportunidad se sorprendió, y que, ya en la calle, terminó de ubicar esa 
ocurrencia tan particular que ella ya sabía, pero que había olvidado.
Se aprecia un resto con el cual alguien llega luego de una primera entrevista, ese resto funciona como 
causa de un segundo encuentro con un analista, se trata de una segunda oportunidad.
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En esta segunda oportunidad, su posición de una de las bellas almas más absolutas que pudieran habitar el 
cielo hegeliano: ella era alguien que no tenía ningún lugar en el desorden del cual (ni siquiera) se quejaba 
porque, como decía, después de todo el problema era de los demás, no de ella, pues ella había tenido una 
infancia feliz, y ahora no tenía problemas.
Cuando ella plantea este recuerdo se sitúa la posibilidad de la analizabilidad, a partir del emplazamiento 
de lo que constituía hasta ese momento un manifiesto obstáculo para la entrada (y sobre todo para la 
llegada) al analista. El analista, además, debería pagar.
En esta segunda entrevista, contando su posición de bella alma, aquella que se afirma en el mundo 
localizando al Otro como el causante de cada uno de sus males. Tendríamos ya un indicio de localización 
subjetiva en la que su posición aparece al desnudo: “Yo soy, podríamos decir, como enunciado de su 
enunciación, la que, en contra de toda prescripción analítica, cobraré para hablar en un análisis.
Se ubica una sutil manera de dirigirse al Otro por la vía de la seducción, porque ella venía a ofrecer 
un producto que consideraba absolutamente agalmático, ella venía, casi condescendientemente, a traer sus 
tesoros como primicias.
Luego de varios meses, se suceden las entrevistas, mientras comienza a ubicarse una cuestión precisa 
respecto del dinero y se despliega una fantasía muy clara de prostitución, que hacía pantalla a su 
entrada en análisis. Una fantasía de prostitución que estaba emparentada con esta otra fantasía no sexual, 
en relación con lo que ella consideraba, debería hacer el analista, respecto de lo que ella tendría para dar: 
pagarle.
La seducción es el significante amo con el que esta mujer se presenta. Debajo de la barra he escrito 
fraude por la sencilla razón de que eso es lo que se desprendió al final de las entrevistas: de la seducción 
al fraude.
La seducción ocultaba la división de ese sujeto en torno del fraude. Con esta puesta en función del sujeto a
partir del significante localicé, y sancioné, la entrada en análisis a partir del significante de la 
transferencia: fraude.
La entrada en análisis se basa en los postulados que se desprenden de un aserto: existe 
Discontinuidad entre las entrevistas preliminares y la entrada en análisis. Es decir, que algo tiene 
que pasar para que la entrada en análisis se produzca.
La entrada en análisis implica una Decisión que habrá de ser sancionada por el analista con el 
consentimiento del entrevistado. Se pone en acto, en el momento en el que se efectiviza, por parte del 
analista. Eso nunca acontece sin el consentimiento del entrevistado propuesto analizante quien, en el 
momento en el que da el “sí”, al acceder a su primera sesión, se ofrece a la experiencia analítica para 
intentar saber de verdad qué destino ha elegido para su vida.
La oferta del goce sexual ofrecido en la maniobra seductora mostraba el lugar de otro goce, el de la 
función intelectual inhibida.
“Fraude”, del que habíamos dicho que es el significante de la transferencia, el que dio cuenta de su 
entrada en análisis, se conecta con un padecimiento que hasta entonces no lo era: la inhibición 
intelectual. Se aprecia la división de este sujeto entre estos dos significantes: Fraude // Inhibición 
Intelectual, el modo por el cual éste último adquiere un valor de significante amo a partir del despliegue 
que, desde ese momento, habrá de producirse. Para esta mujer, toda su vida había sido ordenada, 
organizada, para no saber absolutamente nada de todo aquello que tuviera que ver con su 
rendimiento intelectual.
Sólo en un momento más avanzado de su análisis se habría localizado un deseo paterno que “trabajaba” 
sobre la inhibición intelectual: él siempre habría querido “ser un intelectual”.
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Las significaciones son producidas a posteriori de la interpretación por la analizante y es eso lo que pone 
en juego la función del síntoma, en relación en esta dificultad con su entendimiento.
En este caso se percibe claramente que la localización del sujeto es la que produce la apertura de lo 
inconsciente. Estoy utilizando aquí dos categorías que han sido empleadas por J. A. Miller para dar cuenta
de la función de las entrevistas preliminares.
La vía de la seducción cubría, ocultaba el fraude, mientras esta mujer ofrecía una bella imagen de sí 
completa, a todo aquél que quisiera contemplarla para seguir, entretanto, gozando de la inhibición.
Freud lo decía con claridad al hablar de “neurosis de transferencia”: La llamaba una neurosis artificial en 
la que no sólo se recordaban situaciones supuestamente vividas con terceros, en términos freudianos, sino 
que además, esos síntomas se reeditaban bajo transferencia, habitualmente de un modo que puede ser 
complicado para el “usuario”.
Freud su texto “Sobre la iniciación del tratamiento…”:
“Para las clases medias, el gasto en dinero que el psicoanálisis importa es sólo en apariencia
desmedido”.
Y remata de la siguiente forma:
“No hay en la vida nada más costoso que la enfermedad y la estupidez”.
El psicoanálisis debe ser pagado lo mejor posible; que existe una relación entre el valor en dinero que 
se le otorga al análisis y el valor del análisis en sí mismo. En el texto que nos ocupa, si bien desaconseja
un tratamiento gratuito, también dice que en algunas ocasiones puede funcionar.
No es infrecuente que si alguien atiende a una cierta cantidad de personas atienda gratuitamente al menos 
a alguna de ellas, por distintas circunstancias que hacen a ese tratamiento en sí. Puede tratarse de una 
situación transitoria o de un caso excepcional y esto no significa que eso haya de ser para siempre así.
El dinero es un acumulador de goce sobre el cual, en cada ocasión, hay que localizar el valor que 
tiene. Por eso es muy difícil generalizar (también) en esto, pero sí podemos afirmar que el dinero, respecto
del pago de los honorarios de un análisis, es una variable que depende de ese análisis.
La cuestión es cómo hacer del dinero una variable para tratar en cada análisis. Y esto vale para cada caso, 
es algo que no se puede tomar en sí mismo a partir de un valor fijo establecido, pues eso sería neutralizar 
una variable ya que, el dinero es un valor que anula todas las significaciones en tanto y en cuanto se trata 
de la significación absoluta que ofrece el mercado para intercambiar por cualquier mercancía. En este 
sentido el dinero es en sí mismo un valor puro que al aplicarse en el mercado da la medida de los 
intercambios, es el patrón de la economía que ese mercado sustenta. Es esta su función simbólica, 
pero existe otra función que precisamos relevar desde el psicoanálisis: su función real.
Considerar al dinero desde el valor de circulación monetaria, puede hacer olvidar su valor de goce, es 
decir, su función libidinal (o económica, en términos freudianos).
Freud caracterizó al neurótico obsesivo: el goce autoerótico que domina su relación con el otro lo rige,
también, en cuestiones de dinero.
Las entrevistas preliminares también sirven para detectar, a partir del empleo del dinero que hace el 
entrevistadocuál es su relación con el goce pulsional.
Para situar el momento en el que surge el sujeto, empleé el término de Localización Subjetiva y no el de 
rectificación subjetiva: la rectificación subjetiva da cuenta de una modificación en la posición del 
sujeto a partir de que la relación con el deseo se ha desplazado: es el término empleado por Lacan en 
los años cincuenta a partir del caso Dora; la localización subjetiva, diría, es un término tan robusto como 
el anterior pero más modesto, pues indica que el sujeto ha sido localizado en el dispositivo, que se ha 
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emplazado en el sitio analítico poniendo el énfasis en dicho emplazamiento más que en la modificación de
la relación del sujeto con su deseo. 
Podríamos decir que la localización es una maniobra a conseguir en las entrevistas preliminares 
previa a la rectificación, incluso como condición de esta última.
Primer Paso: Se lo localiza como problema, luego vendría la rectificación.
La condición de la entrada es que se localice el sujeto, no a la persona, sino al sujeto como efecto 
mismo de esta división. Ya no es la bella mujer que habla, es un sujeto que surge cuando el fraude la 
sorprende, fraude que la hace hablar, interpretada ella por el sueño.
La iniciación analítica
Al comenzar siempre es importante dejar al paciente elegir su relato y escoger el punto de partida, 
la dirección del inicio será la que elija el entrevistado. 
Freud: “Antes que yo pueda decirle algo, cuénteme lo que usted sabe sobre usted mismo”. De este 
modo logró invertir las condiciones de la demanda: “no soy yo el que sabe, de antemano, sino usted”. 
En el saber psicoanalítico hay un tratamiento de saber distinto del discurso médico.
Texto freudiano: “Sobre la iniciación del tratamiento…”.
“Quien pretenda aprender por los libros el noble juego del ajedrez, pronto advertirá que sólo las aperturas
y los finales consienten una exposición sistemática y exhaustiva, en tanto que la rehúsa la infinita variedad
de las movidas que siguen a las de apertura. Únicamente el ahincado estudio de partidas en que se
midieron grandes maestros puede colmar las lagunas de la enseñanza. A parecidas limitaciones están
sujetas las reglas que uno pueda dar para el ejercicio del tratamiento psicoanalítico.
Intentaré compilar, para uso del analista práctico, algunas de tales reglas sobre la iniciación de la cura. 
Valga en su disculpa no ser sino unas reglas de juego que cobrarán significado desde la trama del plan de 
juego”.
Es decir, que las reglas llevan en sí la marca de dicha imposibilidad: Freud las llama “limitaciones”.
La inconsistencia de la experiencia analítica, la imposibilidad de simbolizar la totalidad del proceso 
analítico; algo pasa a las redes de la formalización, pero lo real de la experiencia se resiste a pasar por allí:
siempre el “medio” será la metáfora que designe la imposible simbolización de la experiencia como un 
todo, como un todo formalizado en el sueño del materma ideal.
Nosotros sabemos de una regla esencial: La de la asociación libre, ella es a la que Freud llamaba 
“fundamental”, condición de posibilidad del análisis. Le dirá el analista a su paciente: “Usted habla, dice 
todo lo que se le ocurre; yo escucho e intervengo cuando lo considere oportuno”.
La regla fundamental es para el inicio del análisis.
¿Cuál es la relación a establecer entre lo universal y lo singular?
Ha sido la histeria, con su obcecada resistencia al saber general de la medicina en nombre de su 
padecimiento singular, la que le dijo “no” al saber médico.
El acontecimiento freudiano implica dar lugar a la singularidad de la histeria que venía a hacer 
síntoma en el cuerpo mismo de la neurofisiología. La objeción singular debe tener siempre lugar en el 
psicoanálisis.
De hecho Freud dice aquí en su texto:
“Por otra parte obro bien al presentarlos como unos consejos y no pretenderlos incondicionalmente
obligatorios”.
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Lacan: “No hay entrada en análisis sin entrevistas preliminares”. Eso es decisivo pues no implica 
solamente una discontinuidad entre las entrevistas preliminares y la entrada en análisis sino, al mismo 
tiempo, que las entrevistas preliminares son una condición necesaria. Freud tiene que introducir lo que él 
llama “la regla fundamental” desde el primer momento porque ¿cómo hacer para hacerle saber a quién 
llega, que no tiene un saber previo sobre el psicoanálisis que eso no será una conservación como cualquier
otra?
“Una cosa todavía antes que usted comience. En un aspecto su relato tiene que diferenciarse de una
conversación ordinaria (…) aquí debe proceder de otro modo”.
Freud no contaba con la transferencia al psicoanálisis con la que contamos ahora por la cual podría no 
enunciarse la regla fundamental y suponerla ya sabida por el propuesto analizante. Hoy la transferencia 
es, primero, con el psicoanálisis y nada de esto ocurría en la época freudiana. Haciéndole saber, en 
primer lugar, que no va a ser el analista el que sabe sino que hay un saber que se le atribuye a quien 
llega y además se espera que hable para que ese saber se manifieste. En segundo lugar, se explicita la 
regla fundamental propiamente dicha, la que, por cierto, tiene distintas formas de ser enunciada.
Freud dice: “diga, pues, todo cuanto se le pase por la mente”. 
A partir de Lacan, que el momento de la enunciación de la regla fundamental es en la entrada del análisis.
¿Qué actualidad tiene esto hoy? El rechazo al saber inconsciente es estructural. Vamos a ver si hacer 
saber esta regla fundamental resuelve los problemas.
El rechazo a saber valer para todos, tiene una función universal: nadie quiere saber, de verdad, aquello 
que le pasa. La última formulación de J. Lacan respecto del síntoma como modo de gozar, no hace más 
que ubicar la dificultad más grande que hay en el psicoanálisis: que en el mismo lugar en el cual se 
padece, genuinamente se obtiene alguna satisfacción; y se trata de una satisfacción que el sujeto paga 
con inhibiciones, síntomas y angustia. Vemos que las resistencias al psicoanálisis no son sino las 
resistencias a querer saber “eso que me pasa”.
Freud plantea, que no puede no haber pensamientos aunque no se haya prestado la debida atención 
sobre ellos. Y esos pensamientos pueden tomar la forma de imágenes, ocurrencias y atravesar como 
relámpago aquello que alguien está diciendo.
Estructuralmente, el cumplimiento de la regla fundamental es imposible: nadie puede decir “todo” 
lo que se le ocurre. Porque:
1) Cuando uno cree que no se le ocurre nada y lo dice, al mismo tiempo está pensando en otra 
cosa o lo atraviesa cualquier otro pensamiento. 
2) Cuando alguien está queriendo decir “todo”, para cumplir exactamente con lo que se le 
demandó, se le ocurre otra cosa más. Podemos plantear, con respecto a este tema, una referencia 
a la fábula de Aquiles y la tortuga: siempre va a ir un paso adelante el pensamiento que el decir.
La infracción a la regla fundamental es estructural. Está formulada para no ser cumplida.
La primera cuestión que Freud descubre es que es imposible no infringir la ley de la asociación libre: 
decirlo “todo”, no se puede.
Pero Freud es muy sagaz: luego de encontrar esta imposibilidad estructural plantea que hay gente, por 
ejemplo, que tiende a contar cosas que le pasan, que son importantes para su vida, pero no quiere revelar 
los nombres de las personas que están involucradas, como terceros, en esos acontecimientos. Freud es 
taxativo: “de ninguna manera hay que aceptar eso”. Cuando alguien tiene la tendencia a descartar 
nombres involucrados en acontecimientos, va recortando lazos asociativos que conducen hacia otras
tramas, que involucran sectores de su historia personal. Si el analizante no dijera algo que recuerda en 
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relación con un nombre estaría, recortando otras representaciones que darían cuenta de su posición 
subjetiva.
Freud dice aquí:
“…los nombres reservados impiden el acceso a toda clase de importantes vínculos…”
Si alguien sustrae un nombre en el análisis constituye una infraccióna la asociación libre. En principio 
Freud dice, taxativamente, “no”, no podemos permitirlo; pero ahora, ¿siempre es “no”? Hay que dejar 
enunciada esta pregunta a la que el mismo Freud responde formulando una excepción al taxativo “no” del 
universal:
“…es posible dejar que los nombres se reserven hasta que el analizado se familiarice más con el médico y
el procedimiento”
Hacerse a la situación analítica no sólo para el analizante sino también para el analista. Hacerse a la 
situación analítica con ese analizante es también saber escuchar los puntos donde hay, no sólo ausencias 
por olvidos, sino ausencias por recuerdos bien presentes, lo que llamamos “secretos”, que alguien prefiere 
no decir. Histéricos y obsesivos no responden de la misma manera a la enunciación de la regla 
fundamental.
Freud plantea: Lo que él desaconseja es que el analista espera que haya, por parte de quienes hablen, un 
relato sistemático de sus padeceres.
Freud advierte sobre otro problema: cierta gente resiste al psicoanálisis con secretos. El analista debe 
llegar a ser confiable para el analizante, debe llegar a serlo no implica que lo sea desde el inicio del 
tratamiento. El analista deberá ganarse la confianza del analizante.
Se ha llamado “Lateralización de la Transferencia” lo que suele suceder en los casos en los que se 
enquista este procedimiento de guardar, durante mucho tiempo, un secreto que es esencial para la 
cura de alguien.
Esta “lateralización de la transferencia” implica que eso es comulgado, “comulgado” con toda intención 
en otra persona.
Las formaciones del inconsciente, para localizar al sujeto la cuestión es que la localización del sujeto 
requiere no sólo que haya sujeto en las formaciones del inconsciente sino que haya quien se 
Reconozca en esas formaciones.
Una formación del inconsciente existe cuando, existe el sujeto del inconsciente, y para que exista este
sujeto es condición necesaria para que haya formaciones del inconsciente, pero no es suficiente con 
el fenómeno de su manifestación. Hace falta un trabajo de la transferencia para que el saber que 
surja pueda aprovecharse. No podemos generalizar una interpretación cuando alguien oculta un secreto 
y lo lateraliza transferencialmente durante mucho tiempo. Uno puede pensar: “sus razones habrá de tener”.
También es necesario preguntarse qué pasó ahí con el análisis que, durante un año, no fueron tocadas sus 
condiciones de satisfacción; pero también es preciso destacar que ese secreto puede ser el bien más 
preciado de alguien y también que ese alguien no esté dispuesto a “soltarlo” así como así.
Freud advierte en este caso que haber aceptado desde el principio que hubiera algo que no se podía 
tocar, resultó absolutamente contraproducente para el análisis. Por supuesto, se espera que las 
formaciones del inconsciente puedan horadar esos secretos, pero hay que entender que ellas habrán de 
aparecer cuando las condiciones de la transferencia se hayan producido
¿Cuál es el medidor de la intervención? ¿Cómo se sabe si uno se ajustó a la estrategia transferencial que 
estaba allí en juego y al mismo tiempo a la maniobra táctica que requería la interpretación? Se sabe a 
posteriori, no hay ninguna garantía previa, pero hay una orientación: la transferencia es una 
orientación.
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¿Cuál es la indicación que da Freud da respecto a cuándo hay que interpretar?
“No antes de que se haya establecido en el paciente una Transferencia Operativa, un rapport en
regla”
La posición aquí de Freud sería, el analista que debe esperar la transferencia para interpretar. 
Freud intentaba tomar en la transferencia: el lugar del Padre que Ama.
Freud buscaba, fomentar esta transferencia positiva. Pero hay un problema: aprovecharse del poder de
la transferencia. Así Lacan se pregunta en “La dirección de la cura y los principios de su poder”:
“¿Aceptará aprovecharse de ese error sobre la persona? (…) la moral del análisis no lo contradice, a
condición de que interprete ese efecto, a falta de lo cual el análisis se quedaría en una sugestión grosera”.
El analista puede aprovechar el valor sugestivo de la transferencia que fomentaría la posibilidad de 
la transferencia positiva para que el entrevistado confíe en él, sólo si después no deja de interpretar 
ese efecto sugestivo que la transferencia conlleva. En última instancia, la función de la interpretación va
en contra del poder sugestivo de la transferencia en la lectura de Lacan. El analista no debe creer que él es 
ese lugar de donde proviene el poder de sugestión que la transferencia vehiculiza. El analista puede tomar 
prestado ese valor que otorga, ese lugar para hacer avanzar el análisis pero no en función del investimiento
de ese poder sino de la autoridad que esa transferencia habrá de poner en juego.
Freud decía algo muy simpático: “¿Cómo puede ser que mujeres bellas se enamoraran de alguien que no 
hablaba en mucho tiempo y además es viejito y feo, como yo? No voy a creer que es por los atractivos que
yo emano. Debe haber algo, me di cuenta en determinado momento, que iba más allá de mí y yo me 
apoderaba de ese poder”. La cuestión es que el analista no se la crea y no se quede ubicado en ese lugar. Si
bien, por un lado nos dice que hay que ubicarse en ese lugar, del padre o de la madre, acá habla en 
general de los seres que han amado al paciente, también dirá luego que esto conlleva un problema, ya 
que podría efectivizar una posición moralizante sobre el paciente adoctrinarlo. Por eso si se piensa el 
análisis como una cuestión interpersonal no hay ninguna salida, ya que la única vía posible sería la 
identificación.
Cuando se produce la identificación con la persona lo que se está poniendo en juego son todos estos 
mecanismos que intervienen en nombre del yo, es decir, en nombre del goce de la propia imagen (que es
la manera lacaniana de nombrar al narcisismo freudiano).
Freud dice que para analizar a alguien tiene que saber aprovecharse de las series psíquicas del 
paciente. Pero ahí se produce lo que Freud llamaba el obstáculo y al mismo tiempo la solución. Creía que 
queda instalado en el lugar del que sabe qué es lo que le conviene al paciente y hablar desde el lugar del 
poder que le inviste la transferencia, se va a encontrar, con los problemas. Este goce del narcisismo es lo 
que ya aparece como contraindicado por Freud mismo en este texto. El analista no puede de ninguna 
manera, ubicarse como medida de todas las cosas, como el que sabría decir qué está bien y qué está mal.
La medida del goce de uno mismo no puede ser dimensión de la medida del goce y de la satisfacción
del otro.
Hay un saber que no se sabe y que además resiste a ser sabido. Todo el momento de comprender, 
lapso en el que transcurre un análisis, implica la apertura realizada para que alguien pueda tener una 
relación de sensibilidad con los contenidos subjetivamente de verdad, con la verdad de su satisfacción.
Es necesaria la introducción del tiempo de comprender para que haya análisis, en verdad, es el análisis 
mismo este tiempo de comprender, el verdadero “biombo” entre la realidad y el goce pulsional. Y para 
que ello acontezca se debe producir, como decían antes, la localización subjetiva y las formaciones del 
inconsciente; pero es preciso saber que no es suficiente solamente con que ellas se produzcan, sino que 
también debe darse el tiempo para que el sujeto surja y se reconozca en ese producto, para que 
afirme y dé lugar al inconsciente como existencia.
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Pero cuando se quiere forzar el saber, ¿qué aparece?: el Goce del Síntoma, que es la verdadera 
causa de la resistencia. El término de resistencia hay que tenerlo en cuenta, si bien ha sido devaluado en 
algunas lecturas de la enseñanza de Lacan, tal vez de él acá podremos encontrar su valor preciso.
Podemos, ubicar a la resistencia como el nombre de la causa del no saber, articulada con el goce del 
síntoma.
Ya para finalizar el texto, Freud se refiere al motor del psicoanálisis:
“El motor más directo de la terapia es el Padecer delpaciente y el Deseo, que ahí se engendra, de
Sanar”.
Se trata de un sufrimiento, por parte de quien consulta, articulado con un anhelo de curarse; Freud aquí 
habla de un deseo de curarse. Porque el furor curandis ya es advertido por el mismo Freud como un 
problema cuando aparece del lado del analista. El paciente puede tener el objetivo central de su curación, 
de sanar. Que alguien quiera curarse ¡es lo más lícito que hay que nos manifieste su sufrimiento cuando 
llega y, al mismo tiempo, afirme querer curarse de eso…!
Acá, el deseo de sanar lo localiza claramente del lado del paciente condición ineludible para que haya 
tratamiento. Acá el motor del tratamiento es un sufrimiento, pero ese sufrimiento y el deseo de curar, así 
como la inteligencia del paciente o el interés intelectual que demuestre, no evitarán que haya resistencias 
al análisis.
El fundamento de las entrevistas preliminares
“La equivocación del Sujeto-supuesto-Saber”.
La técnica en psicoanálisis implica, necesariamente, la ética.
El “bien decir”, el que debe ser articulado a los dichos de cada cual, tanto en el analizante como en el 
analista.
Esta articulación entre técnica y ética, introduce la cuestión de la subjetividad en el campo analítico y pone
en el banquillo de los acusados, especialmente, al analista.
Lacan, toma la letra freudiana para demostrar que, en principio, el psicoanálisis cuenta al menos tres: lo 
simbólico, más allá de lo imaginario constituye una forma de decirlo.
Veremos cómo el concepto de contratransferencia muestra el impasse cuando, efectivamente, se toma a la 
persona del analista como la placa sensible de la cuál gira el análisis.
Miller: en el psicoanálisis se trata de una ética que corresponde al bien decir. Que no se trata de un 
“saber hacer” aplicado mecánicamente.
“No hay maneras lacanianas de hacer análisis que podrían importarse de prácticas que tengan como
perspectiva al ego”.
En esta frase Miller se refiere al “yo fuerte” que los posfreudianos partidarios de la psicología del yo 
intentaban emplear como el elemento central que daría cuenta de un análisis: pacto a establecer entre las 
partes sanas del yo del paciente y el yo del analista.
Miller, por prescripción misma de Lacan, nuestra práctica está desregulada, carecemos de estándares, de 
patrones, que ofrecerían la facilidad de un “saber hacer” técnico aplicable de un modo mecánico en todas 
las situaciones y de la misma manera. No hay un saber previo que podría transmitirse de un modo 
automático, ¿o lo hay y no lo sabíamos?
Miller dice que no tenemos patterns, patrones de conducta, principios técnicos automáticos para ser
aplicados pero sí tenemos principios.
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El principio sería la manera de articular lo técnico incorporándole al sujeto, es decir, incluyendo la 
dimensión de la responsabilidad subjetiva. Hay principios que rigen la práctica pero que no constituyen 
reglas. 
La Demanda es siempre Demanda de Amor es la condición de posibilidad de que haya análisis.
Los principios van hacia los fundamentos y, dice Miller, deben ser formalizados. No tenemos técnicas, 
regulaciones, estándares. Tenemos matemas, que implican el intento de hacer una transmisión, lo más 
integral posible, de la experiencia analítica.
La formalización que conviene a esos principios habrá de ser ubicada a partir de matemas. Este es el ideal 
de transmisión de la enseñanza de Lacan, lo cual no ofrece una regla técnica que habría de localizar el 
setting, el encuadre, y que nos daría cuenta en sí mismo de lo que es un análisis. Además, como ideal de 
transmisión, indica que hay algo de la experiencia que no pasa por la máquina simbólica, que es imposible
que pase al símbolo: hay un hueso, algo real que siempre escapará a la simbolización, que imposibilitará la
reabsorción de lo real por lo simbólico ya que, en un punto, la formalización no es sino semblante.
El texto Introducción al método… comienza haciendo referencia cómo recibimos a alguien:
“Tenemos gusto por la novedad y, al mismo tiempo, una tendencia al aburrimiento…”
Esto no sucede sólo cuando analizamos sino también cuando enseñamos; el aburrimiento, y vale el 
ejemplo, es tal vez, el afecto menos agalmático para un enseñante, pero no lo es menos para aquél que 
recibe esa enseñanza, ése que se suele llamar “alumno”, aunque también “participante”.
El aburrimiento suele ser la norma cuando el análisis tropieza con la estasis del goce.
Miller indica que el que llega ya tiene una primera evaluación clínica; él es el primero que evalúa su 
síntoma. El modo en que cada cual presenta su padecer habrá de orientar al analista desde la primera 
entrevista; pero debemos agregar que lo que es formulado así por el entrevistado requiere ser avalado por 
el analista, es decir, que desde el primer encuentro se produce un pedido de autorización del síntoma por 
parte de aquel que llega.
Si alguien consulta porque quiere ser analista, el analista no puede avalar de por sí esa demanda. Esto es 
central: el analista no puede dar garantías de que, luego de un análisis, el candidato estará en condiciones 
de dedicarse al psicoanálisis: hay algo que se produce o no se produce y no puede ser anticipado. Eso se 
llama: el deseo del analista. 
Es el deseo del analista el invento de Lacan que permite entender no sólo que haya quienes deciden 
finalmente no analizar a pesar de suponerlo decidido antes de iniciar sus análisis; sino algo considerado 
esotérico por algunos: que alguien que no pensaba dedicarse al psicoanálisis termine haciéndolo al 
finalizar su análisis personal.
Vemos que las decisiones no las toma sólo el analizante y ven por qué está puesto el analista en el 
banquillo de los acusados; es el analista el que tiene que decidir y poner en juego allí el acto analítico.
Miller: Es el acto analítico mismo el que está en juego a partir de las entrevistas preliminares.
Miller plantea:
“…la práctica de las entrevistas preliminares es una consecuencia directa de cómo damos una estructura a
las “bienvenidas”.
¿Qué significan en principio las entrevistas preliminares como tales?
1) Son preliminares respecto de la entrada en análisis, lo cual implica que hay un umbral que 
indica una discontinuidad pero, al mismo tiempo, una suspensión calculada de la entrada en 
análisis.
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2) El paciente no tiene por qué saber que está en entrevistas preliminares; es suficiente que sea el
analista el que se hace cargo de esa existencia, de encontrar su fundamento y de entender la lógica 
de su estructura.
3) Que hay algo en ese umbral que tiene que acontecer para que se produzca la entrada.
Se entiende que la técnica, más que un procedimiento instrumental, es una manera de pensar la 
clínica, un modo de privilegiar lo universal en detrimento de lo singular; y esto vale para cualquier 
empleo, más allá de los nombres que se le asignen al procedimiento, más allá de la orientación del 
practicante.
Cuando uno habla de Encuadre o de Setting, está hablando de las normas que rigen el procedimiento 
analítico y que se supone, deben se explicitadas. Sería una manera de establecer, con una normativa 
precisa, lo que le corresponde al analista o lo que le corresponde al analizante.
Nuestro problema es cómo hacer saber lo que es un análisis sin explicitarlo. Por eso el acto analítico, 
desde las entrevistas preliminares, intenta responder a esta cuestión: ¿cómo hacer saber, sin decirlo, sin 
explicarlo, a un supuesto-analizante, aquello que habrá de constituir un análisis?
La cuestión es que el acto analítico está desde el inicio jugando su apuesta y a la espera de la respuesta 
que, con él o sin él, ponga en juego el analista para responder allí.
Las entrevistas preliminares sirven, a un objetivo: 
Elucidar si se puede autorizar o no un análisis para una persona en ese momento y con ese analista. 
Si esas razones no están claras no se debe avalar esa demanda y poner al trabajo hasta elucidarlo.
Sirven para: 
 Ratificar el pedido de análisis. 
 Acompañar al entrevistado a que intente cruzar elumbral de las mismas. 
¿Cuánto duran las entrevistas preliminares?
“….pueden durar un mes, a una por semana, en total cuatro entrevistas. Pero también pueden durar un año
y, a veces el analista se queda con el paciente durante varios años en una situación preliminar, de tal forma
que tendríamos ahí un “preliminar permanente”.
En muchos casos, cuando se produce cierto impasse en un análisis, es conveniente recurrir a las 
entrevistas preliminares, sobre todo, si éste se produjo, apenas iniciado el análisis, para localizar cuál fue
la puerta de entrada.
Como principio lógico se extrae lo siguiente: no por haber dado inicio de hecho un análisis, por haber 
resuelto el momento de la entrada en el plano fenoménico ello indicaría que hubo entrada.
En este principio de formalización de la entrada en análisis que realiza J. A. Miller hay tres elementos 
y dos vínculos: 
1) La Evaluación Clínica.
2) La Localización Subjetiva 
3) La Introducción al Inconsciente. 
Entre la Evaluación Clínica y la Localización Subjetiva, Miller ubica una operación que llama
Subjetivación y entre la Localización Subjetiva y la Introducción al Inconsciente, ubica la operación
Rectificación.
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Lo primero que hay que hacer es permitir que de esa persona que llega advenga como efecto un 
sujeto. Sin ese efecto, no hay análisis ni entrada en análisis que funcione.
Se trata de que, a partir de la puesta en forma de las formaciones del inconsciente, la subjetivación tome su
lugar para que el sujeto del inconsciente se localice entre el analista y el entrevistado, el supuesto (y 
propuesto) analizante.
¿Qué es lo que intentamos establecer en la evaluación clínica? Miller aquí lo dice de un modo muy 
claro:
“El analista debe ser capaz de concluir, de una manera previa, algo respecto de la estructura clínica
de la persona que viene a consultarlo”.
La clínica del diagnóstico diferencial es una clínica del detalle y es a veces muy difícil captar ese detalle 
que puede permitir, por ejemplo, detectar una psicosis.
En las entrevistas preliminares se intenta ubicar los fenómenos elementales, buscar los fenómenos 
psicóticos que antecedieron al delirio; es decir, aplicar una clínica del detalle que ya implica la posición 
ética del practicante.
La disposición al detalle es un instrumento de la intervención analítica; con este instrumento, 
aplicándolo, podremos decidir dar o no entrada a alguien en análisis; si conviene, si es posible, si están 
dadas las condiciones para hacerlo. Lo más importante es diferenciar entre neurosis y psicosis a partir 
del poder desencadenante del significante.
La pérdida de realidad en la neurosis y psicosis
Autor: Sigmund Freud
Neurosis
El Yo, en vasallaje a la realidad, sofoca un fragmento del Ello (vida pulsional). Lo decisivo para la 
neurosis sería la Hiperpotencia del Influjo Objetivo. En cuanto a la perdida de la realidad se creería que 
la evita.
La neurosis consiste, en los procesos que aportan un resarcimiento a los sectores perjudicados del 
ello; por tanto, en la reacción contra la represión y en el fracaso de esta. El aflojamiento del nexo con la 
realidad es entonces la consecuencia de este segundo paso en la formación de la neurosis, la pérdida de 
realidad atañe justamente al fragmento de esta última a causa de cuyos reclamos se produjo la represión de
la pulsión.
Volverá a aflorar con fuerza toda vez que se trate de un caso de neurosis cuyo ocasionamiento (la “escena 
traumática”) sea notorio y en que uno pueda ver cómo la persona se extrañó de una vivencia de esa índole 
y la abandonó a la amnesia. 
En la Neurosis se Evita, al modo de una huida, un Fragmento de la Realidad
Cuando el yo, al servicio de la realidad, emprende la represión de una moción pulsional. La obediencia 
inicial es seguida por un posterior intento de huida. La neurosis se limita a no querer saber nada de la 
realidad. Tiene una conducta que trata de Modificar su Mundo, es Aloplástica 
La neurosis se conforma, con Evitar el fragmento de realidad correspondiente y protegerse del 
encuentro con él.
Psicosis
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En la Psicosis el Yo, al servicio del Ello, se Retira de un Fragmento de la Realidad, lo decisivo para la
psicosis, es la Hiperpotencia del Ello. La pérdida de realidad (objetividad) estaría dada de
antemano.
En la psicosis se perfilaran dos pasos: 
1) Arranca al yo de la realidad.
2) Quisiera Indemnizar los perjuicios y restablecer el vínculo con la realidad a expensas del ello.
El Segundo Paso de la Psicosis quiere también compensar la pérdida de realidad, con la Creación de
Una Realidad Nueva, que ya no ofrece el mismo motivo de escándalo que la abandonada. Presenta el
Carácter de la Reparación, se Reconstruye un Fragmento de la Realidad.
En la psicosis, a la huida inicial sigue una fase activa de reconstrucción.
La psicosis desmiente la realidad. Esta conducta lleva a efectuar un trabajo que opere sobre el mundo 
exterior, y no se conforma, como la neurosis, con producir alteraciones internas; es Autoplástica.
En la psicosis, el remodelamiento de la realidad tiene lugar en los sedimentos psíquicos de los vínculos 
que hasta entonces se mantuvieron con ella, o sea en las huellas mnémicas, las representaciones y los 
juicios que se habían obtenido de ella hasta ese momento y por los cuales era subrogada en el interior de la
vida anímica. A la psicosis se le plantea la tarea de procurarse percepciones tales que corresponda a la 
realidad nueva, lo que se logra de la manera más radical por la vía de la Alucinación. Las formaciones 
delirantes y alucinaciones presentan un carácter penosísimo y van unidas a un desarrollo de angustia, ese 
es el cabal indicio de que todo el proceso de replasmación se consuma contrariando poderosas fuerzas. Es
probable que en la psicosis el fragmento de la realidad rechazado se vaya imponiendo cada vez más a la 
vida anímica
Análisis
Tanto neurosis como psicosis expresan la rebelión del ello contra el mundo exterior; expresan su 
displacer o, su incapacidad para adaptarse al apremio de la realidad, a la [necesidad]. 
Neurosis y psicosis se diferencian mucho más en la primera reacción, que en el subsiguiente ensayo de
reparación.
Otra analogía entre neurosis y psicosis es que en ambas la tarea que debe acometerse en el segundo 
paso fracasa parcialmente, puesto que no puede crearse un sustituto cabal para la pulsión reprimida 
(neurosis), y la subrogación de la realidad no se deja verter en los moldes de formas satisfactorias. Pero en
uno y otro caso los acentos se distribuyen diversamente. En la psicosis, el acento recae íntegramente 
sobre el primer paso, que es en sí patológico y sólo puede llevar a la enfermedad; en la neurosis, en 
cambio, recae en el segundo, el fracaso de la represión, mientras que el primer paso puede lograrse, y 
en efecto se logra innumerables veces en el marco de la salud, si bien ello no deja de tener sus costos y 
muestra, como secuela, indicios del gasto psíquico requerido.
El mundo de la fantasía desempeña en la psicosis el mismo papel, también en ella constituye la cámara del
tesoro de donde se recoge el material o el modelo para edificar la nueva realidad. El nuevo mundo 
exterior, fantástico, de la psicosis quiere remplazar a la realidad exterior; en cambio, el de la 
neurosis gusta de apuntalarse, como el juego de los niños, en un fragmento de la realidad. Llamamos
simbólico. Para neurosis y psicosis, no sólo cuenta el problema de la pérdida de realidad, sino el de un 
Sustituto de Realidad.
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Intervención sobre la transferencia
Autor: Lacan
Por lo que hace a la experiencia psicoanalítica debe comprenderse que se desarrolla entera en esa 
relación de sujeto a sujeto, conserva una dimensión irreductible a toda psicología considerada como una 
objetivación de ciertas propiedades del individuo.
El sujeto, se constituye por un discurso donde la mera presencia del psicoanalista aporta, la dimensión
del diálogo.
El discurso introduce en la realidad. En una palabra, el psicoanálisis es una Experiencia Dialéctica.Hay enfermedades que hablan.
El caso de Dora es expuesto por Freud bajo la forma de una serie de Inversiones Dialécticas. Se trata
de una escansión de las estructuras en que se trasmuta para el sujeto la verdad, y que no tocan solamente a 
su comprensión de las cosas, sino a su posición misma en cuanto sujeto del que los “objetos” son función. 
El concepto de la exposición es idéntico al progreso del sujeto, o sea a la realidad de la curación.
Es la primera vez que Freud da el concepto del obstáculo contra el que ha venido a estrellarse el análisis 
bajo el término de transferencia. Vamos a intentar definir en términos de pura dialéctica la 
transferencia de la que se dice que es negativa en el sujeto, así como la operación del analista que la 
interpreta.
Primer Desarrollo de la Verdad, ejemplar por cuanto somos arrastrados de golpe al plano de la 
afirmación de la verdad. Después de una primera puesta prueba de Freud: ¿Irá a mostrarse tan hipócrita 
como el personaje paterno?
“Esos hechos están ahí, proceden de la realidad y no de mí. ¿Qué quiere usted cambiar en ellos?” A lo cual
Freud responde por:
Primera Inversión Dialéctica: “Mira, le dice, cuál es tu propia parte en el desorden del que te 
quejas”. Y aunque no es sólo por el silencio, sino gracias a la complicidad de Dora misma, más aparece 
entonces:
Segundo Desarrollo de la Verdad: a saber que no es sólo por el silencio, sino gracias a la complicidad de
Dora misma, más aún: bajo su protección vigilante, como pudo durar la ficción que permitió prolongarse
a la relación de los dos amantes.
La relación edípica se revela constituida en Dora por una identificación al padre, que ha favorecido la 
impotencia sexual de éste, experimentada además por Dora como idéntica a la prevalencia de su posición 
de fortuna: esto traicionado por la alusión inconsciente que le permite la semántica de la palabra fortuna 
en alemán: Vermögen.
¿Qué significan sobre esta base los celos súbitamente manifestados por Dora ante la relación amorosa de 
su padre? Por presentarse bajo una forma tan preponderante, requieren una explicación que rebasa sus 
motivos.
Segunda Inversión Dialéctica: No es aquí el objeto pretendido de los celos el que da su verdadero 
motivo, sino que enmascara un interés hacia la persona del sujeto-rival, interés cuya naturaleza mucho
menos asimilable al discurso común no puede expresarse en él sino bajo esa forma invertida.
De donde surge:
Tercer Desarrollo de la Verdad: La atracción fascinada de Dora hacia la señora K… (“su cuerpo 
blanquísimo”), las confidencias que recibe hasta un punto que quedará sin sondear sobre el estado de sus 
relaciones con su marido, el hecho patente de sus intercambios de buenos procedimientos como mutuas 
embajadoras de sus deseos respectivos ante el padre de Dora.
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¿Cuál es el motivo de esa lealtad que la lleva a guardarle el secreto último de sus relaciones?
Tercera Inversión Dialéctica: La que nos daría el valor real del objeto que es la señora K…para 
Dora. El misterio de su propia feminidad, queremos decir de su feminidad corporal, tal como 
aparece sin velos en el segundo de los dos sueños cuyo estudio forma la segunda parte de la exposición del
caso Dora.
Es aquella imagen, la más lejana que alcanza Dora de su primera infancia (en una observación de Freud): 
es Dora, probablemente todavía infans, chupándose el pulgar izquierdo, al tiempo que con la mano 
derecha tironea la oreja de su hermano, un año y medio mayor que ella.
Parece que tuviésemos aquí la matriz imaginaria en la que han venido a vaciarse todas las situaciones. 
De los automatismos de repetición. Podemos tomar con ella la medida de lo que significan ahora para ella 
la mujer y el hombre.
La mujer es el objeto imposible de desprender de un primitivo deseo oral y en el que sin embargo es
preciso que aprenda a reconocer su propia naturaleza genital.
Así pues Dora se ha identificado al señor K… como está identificándose a Freud mismo (el hecho de 
que fuese al despertar del sueño “de transferencia” cuando percibió el olor de humo que pertenece a los 
dos hombres no indica, como dijo Freud, que se tratase de alguna identificación más reprimida, sino más 
bien que esa alucinación correspondía al estadio crepuscular del retorno al yo). 
Como piensa Freud, que el retorno a la reivindicación pasional para con el padre representa una regresión 
en comparación con las relaciones esbozadas con el señor K…
Pero ese homenaje de que Freud entrevé el poder saludable para Dora no podría ser recibido por ella como
manifestación del deseo sino a condición de que se aceptase a sí misma como objeto del deseo.
El problema de su condición es en el fondo aceptarse como objeto del deseo del hombre, y es éste 
para Dora el misterio que motiva su idolatría hacia la señora K…, así como en su larga meditación 
ante la Madona y su recurso al adorador lejano, la empuja hacia la solución que el cristianismo ha dado a 
este callejón sin salida subjetivo.
Pero el hecho de que su falla fuese fatal para el tratamiento, lo atribuyera a la acción de la transferencia al 
error que le hizo posponer su interpretación.
Freud tiene hacia el señor K… una simpatía que viene de lejos, puesto que fue él quien le trajo al padre de 
Dora, y que se expresa en numerosas apreciaciones. Después del fracaso del tratamiento, se empeña en 
seguir soñando con una “victoria del amor”.
Freud en razón de su contratransferencia vuelve demasiado constantemente sobre el amor que el señor 
K… inspiraría a Dora, es singular ver cómo interpreta siempre en el sentido de la confesión las respuestas 
sin embargo muy variadas que le opone Dora. La sesión en que cree haberla reducido a “no contradecirlo 
ya” y al final de la cual cree poder expresarle su satisfacción, Dora la concluye en un tono bien diferente. 
“No veo que haya salido a luz nada de particular”, dice, y es al principio de la próxima cuando se 
despedirá de él.
¿Qué sucedió pues en la escena de la declaración al borde del lago, que fue la catástrofe por donde Dora 
entró en la enfermedad, arrastrando a todo el mundo a reconocerla como enferma, lo cual responde 
irónicamente a su rechazo de proseguir su función de sostén para su común dolencia (no todos los 
“beneficios” de la neurosis son para el exclusivo provecho del neurótico)?
El señor K…: “Mi mujer no es nada para mí.” Y ya su hazaña recibía su recompensa: una soberbia 
bofetada, la misma cuyo contragolpe experimentará Dora mucho después del tratamiento en una neuralgia 
transitoria, viene a indicar al torpe: “Si ella no es nada para usted, ¿qué es pues usted para mí?”.
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La fantasía latente de embarazo que seguirá a esta escena no es una objeción para nuestra interpretación: 
es notorio que se produce en las histéricas justamente en función de su identificación viril.
¿Qué es finalmente esa transferencia de la que Freud dice en algún sitio que su trabajo se prosigue 
invisible detrás del progreso del tratamiento y cuyos efectos por lo demás “escapan a la demostración” 
¿No puede aquí considerársela como una entidad totalmente relativa a la contratransferencia definida 
como la suma de los prejuicios, de las pasiones, de las perplejidades, incluso de la insuficiente 
información del analista en tal momento del proceso dialéctico?
La transferencia no es nada real en el sujeto sino la aparición, en un momento de estancamiento de
la dialéctica analítica, de los modos permanentes según los cuales constituye sus objetos.
¿Qué es entonces interpretar la transferencia? No es otra cosa que llenar con un engaño el vacío de 
ese punto muerto. Pero este engaño es útil, pues aunque falaz, vuelve a lanzar el proceso.
La oposición misma que habría orientado probablemente a Dora, a pesar de Freud, en la dirección 
favorable: la que la habría conducido al objeto de su interés real.
Así la transferencia no remite a ninguna propiedad misteriosa de la afectividad, e incluso cuando se delata 
bajo un aspecto de emoción, éste no toma su sentido sino en función del momentodialéctico en que se 
produce.
Dora, tratándose de una histérica, la pantalla del yo es en ella bastante transparente para que en ninguna 
parte, dijo Freud, sea más bajo el umbral entre el inconsciente y el consciente, o mejor dicho entre el 
discurso analítico y la palabra del síntoma.
La transferencia tiene siempre el mismo sentido de indicar los momentos de errancia y también de 
orientación del analista, el mismo valor para volvernos a llamar al orden de nuestro papel: un no actuar 
positivo con vistas a la ortodramatización de la subjetividad del paciente.
Dora y la joven homosexual
Autor: Lacan
Tenemos la posición de la chica cuando se encuentra todavía en la época de la pubertad. La equivalencia 
pene imaginario-niño instaura al sujeto como madre imaginaria con respecto a ese más allá, el 
padre, que interviene como Función Simbólica, es decir, como quien puede dar el falo. La potencia del
padre es pues inconsciente.
En un Segundo Tiempo. La intervención del Padre Real con respecto al niño, niño del que en 
consecuencia ella resulta frustrada, produce la transformación de toda la ecuación, planteada por 
consiguiente en estos términos, el padre imaginario, la dama, el pene simbólico.
Mediante una especie de inversión, la relación del sujeto con su padre, situada hasta ahora en el orden 
simbólico, pasa a la relación imaginaria. Hay una proyección de la fórmula inconsciente, la de su primer
equilibrio, en una relación perversa entre comillas, una relación imaginaria, o sea su relación con la 
dama. Éste es el Tercer Tiempo.
Freud cristaliza las posiciones respectivas, la de él y la de su paciente, de una forma nada satisfactoria, 
porque, como él mismo afirma, es entonces cuando se rompe la relación analítica. Su propia intervención, 
su concepción, sus prejuicios sobre la situación, algo habrán tenido que ver en la ruptura.
Las resistencias de la enferma han sido insuperables. ¿Cómo materializa dichas resistencias? Las ve 
expresadas particularmente en un sueño. Es en efecto un sueño en el que se trata, nada de unión, conjugo, 
matrimonio fecundo. En él la paciente está sometida a un cónyuge ideal y tiene hijos. El sueño manifiesta 
un deseo que va en la dirección de lo que, si no Freud, al menos la sociedad, representada aquí por la 
familia, puede desear como el mejor resultado del tratamiento.
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Freud, lejos de tomar el texto del sueño al pie de la letra, no ve en él más que una treta de la paciente, 
destinada expresamente a decepcionarlo, o más exactamente a ilusionarlo y desilusionarlo al mismo 
tiempo.
Un sueño producido durante un análisis comporta siempre cierta dirección hacia el analista, y esta 
dirección no es siempre obligatoriamente la dirección inconsciente.
Hay en la transferencia un elemento Imaginario y un elemento Simbólico, y en consecuencia hay que 
elegir. Si la transferencia tiene sentido, si tiene sentido lo que Freud no aportó ulteriormente con la noción 
de Widerholunzswang, es que si hay transferencia es en la medida en que hay una insistencia propia de la 
cadena significante.
Esta insistencia propia de la cadena simbólica no la asume el sujeto.
Cuando algo adquiere su sentido al convertirse el analista en el lugar de la transferencia, es precisamente 
en la medida en que se trata de la articulación simbólica propiamente dicha y ello, por supuesto, antes de 
que el sujeto la haya asumido, como puede verse aquí en lo que es un sueño de transferencia.
La confusión de la posición simbólica con la posición imaginaria se produce en un sentido opuesto en 
cada caso. Pero más aún porque, en el conjunto de su constelación, se corresponden estrictamente, sólo 
que uno se organiza con respecto al otro como lo positivo es a lo negativo. En Dora los mismos personajes
en primer término, un padre, una hija y también una dama, la señora K. todo el problema gira de la 
misma forma alrededor de la dama, aunque esto se le oculta a Freud en la presentación de la 
situación por parte de la chica.
Se trata de una pequeña histérica. La situación se ha hecho intolerable tras una especie de 
demostración o de intención de suicidio que ha acabado alarmando a su familia. La propia consulta,
es un elemento que de por sí denota, una crisis en el conjunto social que hasta entonces se había 
mantenido en cierto equilibrio. Sin embargo, este singular equilibrio se había roto ya dos años atrás, con
motivo de una situación que de entrada le ocultan a Freud, a saber que el padre tenía como amante a una
tal señora K., casada con un señor llamado señor K. esta pareja vive en una especie de Relación de 
Cuarteto con la pareja formada por el padre y la hija. La madre está ausente de la situación.
En el caso de Dora, es el padre quien introduce a la dama y al parecer la mantiene ahí.
Dora le demuestra inmediatamente a Freud que siempre estuvo al corriente de la existencia de tal 
relación, de su permanencia y su carácter preferente, y que ha llegado a resultarle intolerable. Todo su 
comportamiento denota su reivindicación frente a esa relación.
Freud lleva a Dora hasta la siguiente pregunta, esto que la subleva a usted como si de una disipación se 
tratara, ¿acaso no es algo en lo que usted misma ha participado? Pone al descubierto, que la situación 
había sido sostenida de la forma más eficaz por la misma Dora. Ella se había mostrado mucho más que
complaciente con esta situación singular, había sido incluso su pieza clave, había protegido los apartes 
de la pareja del padre y la dama, incluso había sustituido en una ocasión a la dama en sus funciones, 
cuidando de sus hijos, por ejemplo. Dora tiene una relación muy especial con la dama, que resulta ser su 
confidente y, al parecer, ha llegado muy lejos en sus confidencias.
El intervalo de nueve meses entre el síntoma histérico de la apendicitis y su raíz, la escena del lago, 
que Freud cree descubrir porque la enferma se lo proporciona simbólicamente, pero si se examina con más
cuidado, veremos que en realidad son quince meses. Quince meses y es un elemento útil para su 
comprensión, puesto que se basa en números y en un valor puramente simbólico.
Sin duda Freud se da cuenta a posteriori de que si ha fracasado, es en razón de una resistencia de la 
paciente a admitir la relación amorosa que la une con el señor K., algo que él le sugirió como un 
hecho con todo el peso de su insistencia y de su autoridad. Freud llega incluso a indicar en una nota que 
sin duda hubo algún error por su parte, y que hubiera debido comprender que el Apego Homosexual por 
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la señora K. era la verdadera significación de la institución de la Posición Primitiva de Dora, así 
como de su crisis. Pero lo importante no es únicamente que Freud lo reconozca a posteriori, porque a lo 
largo de toda la observación pueden ustedes leer cómo se mantiene en la mayor ambigüedad en lo que se 
refiere al objeto real del deseo de Dora.
Está claro que el señor K., su persona, tiene una importancia primordial para Dora y que con él se 
establece algo semejante a un vínculo libidinal. Juega un papel en el vínculo libidinal de Dora con la 
señora K.
La histérica es alguien cuyo Objeto es Homosexual, la histérica aborda este objeto homosexual por
identificación con alguien del otro sexo.
Partiendo de la relación narcisista como fundadora del yo (moi), como matriz, de la constitución de esa 
función imaginaria llamada del yo, había mostrado que había huellas de ella en la observación. Que el yo, 
sólo el yo, de Dora ha hecho una identificación con un personaje viril, el señor K., y que los hombres 
son para ella otras tantas cristalizaciones posibles de su yo. En otros términos, por medio del señor K., en
la medida en que ella es el señor K., en el punto imaginario que constituye la personalidad del señor 
K., es como Dora está vinculada con el personaje de la señora K.
La señora K. es alguien importante, ¿por qué? No sólo es importante porque constituye el objeto de una 
elección entre otros objetos. No sólo es importante porque está investida con la función

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