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en tanto que de rosa y de azucena- stanton

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“EN TANTO QUE DE ROSA Y DE AZUCENA” E. STANTON
Los dos temas principales del poema están en los versos iniciales, y atraviesan la totalidad de la composición: la rosa roja de la pasión y de la juventud; la azucena blanca de la castidad y la contención. En un primer momento, los dos temas están fundidos: en el semblante de la dama y en la sinalefa rosa y-azucena.
Los adjetivos del verso 3 corresponden a la rosa (ardiente) y a la azucena (honesto) (también en posición final, y unidos por sinalefa). El verso 4 vuelve a juntar los dos temas, con verbos equilibrados: enciende (rosa, ardiente), refrena (azucena, honesto) que también riman. (El objeto es el corazón, colocado en el medio de los dos verbos). El equilibrio se refuerza por medio de las vocales tónicas: e- o –e
La hermosura juvenil, provoca el deseo del poeta a la vez que le impone respeto. Así se sientan las bases estructurales en el primer cuarteto. Se cierra con punto y coma, la primera pausa fuerte, pero el sentido queda en suspenso.
El segundo cuarteto empieza repitiendo como eco las dos primeras palabras “en tanto”; y los dos cuartetos son dos cláusulas adverbiales paralelas. Se describen otros rasgos de hermosura de la dama (cuello, cabello). El cabello es dorado y además, oro extraído de una veta de la tierra. La adjetivación (excepto hermoso) es objetiva y precisa. Este cuarteto termina con una sucesión de verbos, con una intensidad que cada vez es mayor: el viento mueve, luego esparce y después desordena el pelo. Las acciones se funden entre sí, la sinalefa contribuye a la fluidez del verso, y la tensión existente entre la puntuación y la métrica en el verso 7. Termina nuevamente en punto y coma (todavía no se completó la larga oración inicial).
En el primer terceto finalmente está el verbo principal “coged”: carpe diem. Este terceto tiene una unidad notable, muchas sinalefas, dos encabalgamientos (versos 9,10), y una sola pausa en medio del verso 10. El rápido movimiento de estos versos podría corresponderse a la huida del tiempo. El último verso carece de sinalefas, más los sonidos vocálicos (u-e-o-u) obligan a leer con lentitud, y le da énfasis a las palabras. Garcilaso vuelve a oponer en el verso 0 sintaxis y métrica, es el eje temático de todo el poema.
El segundo terceto es una especie de coda, reiteración del mensaje de los versos 9-11, pero que reaparece en un terreno impersonal. Después de la primera pausa larga (el punto), se sorprende al lector con vocales fuertes en un endecasílabo de cuatro acentos. Es el verso más enérgico del poema, lleno de aes para expresar los inexorables estragos de tiempo. Hay además una evocación de motivos anteriores. Vuelven a mencionarse la rosa (12), y el viento (12), y lo hermosa (11). La blancura de la nieve y el viento helado se relacionan con lo blanco del semblante y la gelidez de su porte. La metáfora es que el viento invernal (o tiempo) destruirá la belleza de la primaveral juventud. El dulce fruto armoniza con las imágenes botánicas del poema, y además tiene la connotación de gozo, provecho y deleite. Así, alegre está en aposición con airado (tiempo). 
En los cuartetos la adjetivación era objetiva y sensorial, ahora es subjetiva y conceptual, de acuerdo a la función temática-didáctica de los tercetos.
El tono desciende en los últimos dos versos. La paradoja y el juego de palabras resultan incongruentes con el tono noble del resto del poema. El lenguaje es abstracto y vacío de las imágenes concretas anteriores. La poesía se convierte en prosa. La tensión y el desplazamiento a un plano universal tienen una función, permiten al poeta eludir una afirmación tajante de lo que se sobreentiende: la belleza de la dama se convertirá en algo que no es bello (la rosa en el verso 12 está presente, pero temblando bajo el viento helado). Esta perspectiva apenas se menciona (de manera general, ya que la ley se refiere a todos los seres): todo lo humano y no humano, sufren la misma transformación por obra del tiempo.
Garcilaso compone este poema sobre un tema antiguo. Lapesa enumera sus fuentes: un soneto a Bernardo Tasso, la oda de Horacio, y “Collige, virgo, rosas” de Ausonio. Pertenece al último período de la vida de Garcilaso, el de la inspiración clásica: empapado de gusto pagano y renacentista por la belleza y vitalidad. La dama a la que se dirige es un arquetipo, y un ejemplo de ese arquetipo en una mujer concreta, que es un ideal (como Laura). Sólo tres de sus rasgos son mencionados: semblante rojo y blanco, largos cabellos rubios, cuello blanco y enhiesto (derecho). Son todos encantos convencionales del Renacimiento. Por una parte la dama se describe de una manera gráfica, y por otra sus perfiles son imprecisos.
Góngora trata el mismo tema en un soneto posterior: “mientras que por competir con tu cabello”, con ecos garcilasistas evidentes. Sin embargo, el contraste entre el final de estos versos y los finales del soneto XXIII de Garcilaso es llamativo. “En tierra, en humo, en polvo, en nada” no tiene lugar en el mundo poético de G. Así la función de los últimos versos del soneto XXIII queda más clara, en apariencia vacíos, dispensan al poeta de la obligación de describir los estragos del tiempo, y mantienen intacta e inmaculada la belleza de la dama en su mundo poético.
Los dos temas o motivos contrastados (el de la rosa y el de la azucena) al inicio del poema apenas se distinguen entre sí, están mezclados en el semblante de la dama. Luego van alternándose y cambian de posición, como sujeto y contrasujeto en fuga. 
Rosa (juventud, belleza, pasión, vida): rosa, ardiente, enciende, alegre, primavera, dulce fruto
Azucena (castidad, contención, orgullo, frialdad, edad muerte): azucena, honesto, refrena, airado, nieve, viento helado, cuello blanco.

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