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Resúmenes - Lois, Hay, Crítica genética

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RESÚMENES - CRÍTICA GENÉTICA
LOIS - DE LA FILOLOGÍA A LA GENÉTICA TEXTUAL
La historia de las transformaciones semánticas de los vocablos que designan actividades intelectuales remite a los puntos de inflexión que se producen dentro de esas prácticas. A partir del siglo V a.C. el termino filología desplaza su campo denotativo para dejar de significar “gusto por la charla” a “gusto por la erudición”, y la escritura pasa a ser el objeto de análisis de los filólogos. Problema de la charla (Sócrates) y la erudición que requiere almacenamiento y una memoria extendida en la escritura; a su vez que el problema de que la pretensión archivadora de la memoria erudita se desbarata: lo que se pretende registrar se disemina ad infinitum.
De este modo, la práctica filológica -como la de toda archivística- emerge tensionada entre dos extremos: la inabarcabilidad y la tergiversación. Por una parte, una misión arqueológica la impulsa a registrar una diversidad de enunciados manteniéndolos en su propia dispersión; por otra, se ve obligada a reducir complejidades del texto con el pretexto de clasificar, jerarquizar, autorizar.
 En el siglo XVII, se delinea una oposición entre “erudición” (enorme masa de datos fragmentarios, heterogéneos e inconexos que se enfocan analíticamente) y “ciencia” (ordenamiento sintético a partir del cual se organizan los datos que a primera vista se ofrecen como desperdigados, disimiles y cambiantes). En el campo textológico se elabora entonces un método riguroso para reconstruir un texto original perdido, a través del examen analítico de una complicada maraña de post-textos apógrafos de épocas y lugares diversos. 
Partiendo del análisis del material heterogéneo y no siempre completo, se busca llegar a la constitución de una “hipótesis textual” que intenta representar el máximo grado de aproximación posible a la obra original: los trabajos de Karl Lachmann son la expresión de esta teoría, quien plasmó un sistema de reglas estrictas para llegar al “arquetipo” del texto.
El arquetipo textual lachmanniano, -el cual es una invariante presupuesta en la multiplicidad de versiones heterogéneas y cambiantes de un proceso de transmisión textual- es una construcción formal y homogénea que estaba abriendo el camino hacia el objetivismo abstracto del estructuralismo lingüístico. Cuando Voloshinov tilda a la filología de disciplina a-histórica, está denunciando el declive de una línea de investigación arraigada en la Historia, ya que el examen de los procesos escriturales demuestra que en ese espacio late un perpetuo enfrentamiento entre permanencia y cambio, equilibrio e inestabilidad, un campo de tensiones que ya podía presentirse en el conflicto planteado por Platón en el Fedro, entre escritura y oralidad y entre memoria escritural versus αναμησις (reminiscencia).
La genética francesa como ruptura con la tradición filológica
Louis Hay y Lebrave han coincidido en presentar a la crítica genética como la resultante de una confluencia de fenómenos culturales: la evolución tecnológica (que posibilita la circulación impresa estable), la compilación de grandes colecciones de manuscritos modernos y el desarrollo de la ciencia lingüística y de la crítica literaria. 
La crítica genética conserva ciertos elementos de la Filología clásica, como el trabajo con manuscritos, la noción de “variante”; pero mientras el filólogo que edita textos clásicos o medievales no se enfrenta con textos ni tampoco con pre-textos, sino con algunos manuscritos apógrafos que constituyen un “post-texto”, la genética textual parte de los llamados “pre-textos” (Avant-textes). Pero no es el resultado de los pre-textos, el texto en sí, el objeto de las indagaciones de los geneticistas, sino el proceso de desembocadura en él. Así, la investigación no se traduce en la mera inversión de una dinámica con el objeto de rescatar la “palabra más auténtica”, se trata de enfocar un nuevo objeto de análisis, la escritura in progress. Con esta delimitación de un campo de estudios privativo, el geneticismo proclamó su ruptura con la tradición filológica. 
La escritura y los textos resultantes se insertan, a su vez, en un contexto de situación, y el primer nivel de inserción de los textos en un proceso histórico está representado por su realización material y por los sistemas de circulación vigentes, ya que existe una correlación entre la evolución de las técnicas de inscripción y la formalización intelectual de los objetos producidos. La difusión del libro impreso va a ir imponiendo, a partir del siglo XVIII, una nueva concepción del “texto”, que es el correlato de una mutación cultural profunda y afecta tanto a la circulación de la literatura como a la estética de la creación. 
En la vida social se observa la cristalización de la concepción moderna de “autor”, la noción de propiedad intelectual, el reconocimiento del derecho de los creadores a recibir remuneración por su trabajo; y paralelamente la corriente romántica instala el requerimiento de originalidad. Se trata de la noción moderna de “autor” como sujeto productor de una obra literaria y practicante de una actividad clasificable como profesional, y de la noción de “literatura” que nace en la modernidad como resultante de la valoración del trabajo a escritor. De hecho, la “obra” puede ser considerada como sinónimo de “trabajo”, y puede ser vista como la suma de los “pre-textos” y el texto final. Pero lo que se focaliza y se entroniza es el texto, valorado como producto original. 
Junto con una distinción entre el texto impreso y el manuscrito, surge el concepto de “manuscrito moderno”, de naturaleza diferente de la de un manuscrito de circulación textual, y se crea una pareja de opuestos simétricos: unos pertenecen al ámbito público, los otros al ámbito privado. Aparece entonces el concepto de “materiales de génesis” definidos como “todo lo que el texto dejó detrás de sí”. Los pre-textos aparecen entre los papeles privados y en un primer momento son vistos como “fetiches” de coleccionistas.
Según la autora, el acto de guardar o compilar un tipo de material por parte de los escritores, no permite apreciar de entrada que cuando la escritura es trabajo de creación van quedando en el escrito rastros del proceso de producción de sentido. Los enfoques genéticos aparecieron posteriormente, como una consecuencia lógica de la evolución de las ciencias del lenguaje y de la crítica literaria: la escuela de critica genética francesa revolucionaría el método histórico filológico y la estética formalista. 
Década del 60: Louis Hay y la formación del ITEM (instituto de textos y manuscritos modernos). Las investigaciones de los miembros del ITEM terminan por desplazar el estatuto científico del texto para cedérselo a los manuscritos y al proceso genético de su constitución. 
El objeto de análisis de la crítica genética son los documentos escritos (por lo general y preferiblemente, manuscritos, pero pueden no serlo) que, agrupados en conjuntos coherentes, constituyen la huella visible de un proceso creativo. Se la suele definir como el estudio de la prehistoria de los textos literarios, es decir, el desciframiento, análisis e interpretación de los papeles de trabajo de un autor, de los materiales que preceden a la publicación de una obra presuntamente “terminada”. 
En los papeles de trabajo escritural, “escritura” resulta ser sinónimo de “reescritura”, y la reescritura se exhibe como una combinatoria de operaciones múltiples y heterogéneas. Los borradores, particularmente (con tachaduras, reducciones, yuxtaposiciones, etc.) ponen en primer plano las vacilaciones y los conflictos, y el texto en el que eventualmente desembocan no es más que una etapa provisoriamente “final”; el producto específico de un conjunto de tendencias, pero jamás un resultado inevitable. La escritura avanza, retrocede, se dispersa o se encauza; tiene cierta “direccionalidad”, pero es una direccionalidad virtual. 
Evolución y diversificación conceptual dentro de la corriente geneticista
A partir de la constitución del ITEM comienzaa desarrollarse una investigación sistemática en la línea del análisis genético y con la pretensión teórica de erigirse en disciplina autónoma. Y es justamente la focalización de la escritura como producción de inscripciones materiales y como objetivación de procesos intelectuales lo que permite a los investigadores acotar una zona del campo cultural. En esta línea, durante más de una década la mayor parte de los geneticistas prefirió centrar sus análisis en la materialidad y en la operatoria de la escritura. 
A partir de esto, otros autores comienzan a prestar mayor atención al contexto de producción de los manuscritos: 
-Espagne y trabajo sobre Heine: Espagne no concibe el examen y la interpretación de la evolución textual divorciados de la evolución de sus referentes externos, por eso incorpora el análisis de una covariancia entre dinámica escritural y dinámica social. 
-Trabajo de Mitterand con Zola: Mitterand demuestra que las notas de documentación, los planes de escritura y los bosquejos de algunos dossiers genéticos constituyen un terreno apto para intentar atrapar las relaciones generativas que unen con la producción textual una serie de hechos históricos y una serie de discursos sociales en el interior de una sincronía inmediatamente anterior al surgimiento de la obra. 
-Duchet: verá en los materiales génesis escritural un espacio de confluencia entre una poética de la escritura y una sociología del texto, particularmente en lo que concierne al vínculo problemático entre texto y socialidad. Él sostiene que para el enfoque sociocrítico los aportes de un dossier genético resultan fundamentales, ya que permiten relevar los trazos de una “memoria del texto”, de una historicidad del proceso de textualización. La génesis escritural no solo abre el acceso a lo que se ha retenido en el espacio privado, sino también a ese espacio público del que procede una escritura que no surge ex nihilo: esas interacciones dejan huellas sobre el papel.
-Espagne y los conceptos de “variante” y “archivística”: considera que en el concepto de “variante” con el que ha venido trabajando la filología tradicional ya está implícita esa noción de “virtualidad textual” que se impone tan nítidamente en el examen de las reescrituras de manuscritos modernos. En las ediciones críticas de los textos antiguos y medievales, el vocablo “variante” designa esas alternativas que surgen del cotejo de manuscritos diversos, son las posibilidades desechadas después de “fijar” lo que se considera “el mejor texto”. Una variante no es otra cosa que una lección diferente de la que normalmente se admite; sin embargo, porque su presencia se transforma en una amenaza eventual para el trabajo del filólogo, constituye una afirmación de la índole virtual de todo texto. 
Es necesario registrar, organizar e interpretar las variantes de acuerdo con metodologías que remitan a una historia de las formas y modalidades de constitución textual que se correlacionen con parámetros culturales. Cada variante textual se vincula con un correlato cultural y esta interdependencia conduce a otras clasificaciones e interpretaciones de las lecciones alternativas. Por otra parte, en tanto las variantes son recopiladas y clasificadas constituyen un archivo, y desde esa condición, impulsan a confrontar el texto que en determinado momento se presentó como acabado y estable con los testimonios de su historicidad. 
Relecturas latinoamericanas de la genética textual. Precursores y seguidores
En 1943 se publica una edición del Fausto de Estanislao del Campo a cargo de Amado Alonso. Alonso solo había contado con una muestra parcial de la génesis del Fausto: una copia en limpio sin enmiendas que el autor había sacado del originar que enviaría a la imprenta para hacerla circular entre amigos. El análisis de esta copia y de dos pre-textos éditos muestra que la mayoría de las enmiendas se orientan en el sentido de acomodarse no solo a la gramática rural, sino también a la fluidez y a la naturalidad de la poesía popular. 
El análisis de Alonso puede ser considerado como un precursor de una “critica” genética, porque marca la distancia que va desde un estudioso que manipula material de génesis a otro que lo interpreta: su formación le permitió percibir con facilidad el sentido de un fenómeno lingüístico-literario de naturaleza dinámica. 
Con respecto al concepto de “pre-texto” (avant-texte), la autora señala que quien lo introdujo fue Bellemin Noel en la década del sesenta. Hasta los 80 todavía prevalecía en quienes manejaban el concepto la consideración de un complemento de la noción de “texto”, de un camino para llegar a él. Siguiendo las rutas de la producción textual se llega a la noción de texto como “eventualidad”, es decir, a un cuestionamiento del concepto de texto que hasta entonces se venía manejando. 
Ilusión teleológica: En la fase hermenéutica es necesario precaverse de todo reduccionismo teleológico y no dejar de lado los “excedentes” creativos representados por la presencia de las otras direcciones que el proceso hubiera podido tomar antes de desembocar en la forma conocida. Es necesario lograr una lectura liberada de presupuestos causales para contemplar la escritura como pura virtualidad. Según Lois, en la génesis de un poema o de una narración, nunca habría un programa preexistente ni un finalismo predeterminado ni la sistemática ejecución de un modelo. 
La “ilusión teleológica”, al articular la lectura del borrador con un texto considerado como “definitivo”, se ajusta a la visión finalista propuesta por la historia literaria tradicional. Si el análisis parte del resultado final no resulta excesivamente problemático remontarse hasta el comienzo, y justificar todas las etapas de un proceso genético en términos de pasaje de la nebulosa a la definición. Así, el proceso de significación es tautológico y arbitrario.
El abandono de la ilusión teleológica que propone la crítica genética permite establecer que la etapa final recopilada es el producto específico de un conjunto de tendencias, pero jamás un “resultado inevitable”. La escritura existe como una orientación en el tiempo, y esa orientación incluye la repetición y la creatividad, la novedad. Y es justamente la presencia de esa ruptura que llamamos “novedad” lo que impide sostener la preponderancia de procesos deterministas. 
Por consiguiente, la crítica genética tiene como objeto de investigación un “campo en desequilibrio” y, más que señalar factores determinantes de procesos, busca descubrir posibilidades, potencialidades. Así, el pre-texto se redefine como un proceso de no-equilibrio orientado en el tiempo, y el texto ya no puede ser visto como la “consecuencia inevitable del pre-texto. 
En el análisis de un borrador no se puede hablar en base a oposiciones del tipo coherente/incoherente u orden/caos, porque un borrador literario es un espacio donde orden y caos no son opuestos sino componentes del todo. La diferencia entre un borrador y un texto no hay que buscarla tan solo en el avance, en la estructuración o el acabamiento: es una diferencia de alteridad: El borrador ya no es más la preparación del texto, sino el otro del texto.
Las técnicas filológicas y las innovaciones técnicas de la genética textual
El objeto de análisis de la crítica genética son los documentos escritos (por lo general y preferiblemente, manuscritos) que, agrupados en conjuntos coherentes, constituyen la huella visible de un proceso creativo. En consonancia con la naturaleza de su objeto de análisis, la crítica genética desarrolla una metodología encaminada a enfocar tanto la materialidad, forma y la modalidad de la escritura, como los procesos de simbolización. Su finalidad es dar cuenta de una dinámica, la de la textualización en movimiento, y para ello, desarrolla dos tipos principales de actividades: 
· La edición genética de textos modernos: este tipo de actividad subraya su matriz filológica. 
· El emprendimiento de diversas orientaciones hermenéuticas (poéticas, lingüísticas, temáticas, etc.): a través de esta actividadse proyecta la matriz filológica en un terreno abordable no solo desde la crítica literaria sino también desde una óptica interdisciplinar.
Así, dentro de esta línea de investigación, editar e interpretar procesos de escritura son dos actividades complementarias: editar génesis representa una propuesta de lectura, y con ello se adelanta un primer intento de interpretación; así como es imposible interpretar sin haber antes transitado por un proceso de reconstrucción de la escritura.
Constitución del “dossier” genético:
La reconstrucción del proceso de la escritura presupone la constitución de un dossier genético (el conjunto material de documentos de ese proceso que ha sido posible reunir y clasificar). No se trata tan solo de material pre-redaccional, redaccional y editorial de la dinámica escritural misma, interesan también los documentos que aportan informaciones exteriores a la génesis pero valiosas para el analista (biblioteca personal del escritor, correspondencia, archivos personales y otros materiales testimoniales: fotos, dibujos, films, etc.).
Esta tarea constructiva representa la etapa heurística de la investigación geneticista y conlleva una serie de fases: 
· Localización de todo el material de génesis posible
· Datación
· Desciframiento
· Transcripción 
· Doble clasificación analógica: clasificación de las etapas escriturales y de las lecciones
· Doble clasificación tipológica: clasificación de cada etapa escritural (por ej, pueden distinguirse entre borradores, copias en limpio, originales destinados a la imprenta, etc.) y clasificación de las lecciones (cada manuscrito impone una tipología). 
· Reunión y clasificación de material complementario
· Descripción del material recopilado
· Análisis: comienzo de microanálisis. 
Las etapas escriturales: 
Al recortar en el tiempo las fases escriturales, la primera distinción que se impone es la de una genética pre-redaccional (etapa anterior al comienzo de un proceso de textualización) y una genética redaccional (etapa en la que la escritura se encamina directamente a textualizar). Lois señala que los dossiers genéticos más complejos muestran que esas etapas, que pueden sucederse en un proceso particular, se desarticulan al considerar globalmente un itinerario escritural: al igual que la escritura in progress, la historia de la dinámica textual de una obra no es lineal.
La crítica genética se ha fijado como objetivo esencial la reconstitución de la etapa pre-textual a partir de manuscritos y en este espacio ha desplegado, particularmente, su repertorio teórico-metodológico. A menudo pueden rastrearse importantes innovaciones en etapas posteriores, pero es indudable que entre el manuscrito y lo impreso se cruza la brecha entre el mundo privado y el espacio público, y la trasposición de ese límite constituye un hito remarcable en el proceso de la comunicación literaria. De todos modos, no siempre es posible trazar un borde nítido entre esos dos ámbitos: su interacción opera notoriamente en el proceso escritural mismo.
Los materiales de génesis escritural se dividen tres grandes categorías: materiales pre-redaccionales, material redaccional y versiones éditas sucesivas con reescrituras.
En la etapa pre-redaccional se producen “pre-textos” preparatorios, es decir, anteriores al comienzo de la textualización y, en algunos escritores, esta etapa constituye el núcleo generador primario del proceso escritural. Los pre-textos más característicos de este estadio son de índole instrumental: planes, croquis, bosquejos, cronologías, esbozos de redacción, etc. Pero distinguir los materiales pre-redaccionales de los redaccionales no implica desechar híbridos.
La etapa redaccional es el ámbito de los “pre textos” propiamente dichos, es decir, de la escritura ya encaminada a textualizar (borradores sucesivos, copias en limpio, originales para imprimir, etc.). Si bien los geneticistas privilegian el trabajo sobre manuscritos, en algunos casos las transformaciones a las que un autor somete las sucesivas ediciones de sus textos permiten seguir la génesis de la obra a través de variación édita. En estos casos, puede decirse que las reescrituras conocen una etapa editorial (como el caso del Martín Fierro).
La reescritura y su operatoria
La linealidad del lenguaje, directamente aprehensible en la cadena sonora y en la materialidad de los renglones impresos, se desarticula en la escritura in progress; como se ha dicho, “la escritura es reescritura”. En los estudios genéticos la reescritura se define como una operación escritural que vuelve sobre lo ya escrito para sustituirlo o suprimirlo; cada operación de reescritura es un indicio susceptible a ser interpretado.
En este tipo de análisis van surgiendo nuevas categorías conceptuales: la distinción entre espacios variantes y espacios invariantes (masa escritural conservada a lo largo de sucesivas reformulaciones). En los espacios variantes se distingue entre variantes de escritura (se reconocen porque se escriben en la línea escritural después de una tachadura) y variantes de lectura (las que surgen en una lectura posterior y se observan en interlineado, o se extienden por los márgenes). La ubicación y la distribución de las variantes de lectura informan sobre la temporalidad y las características del proceso de reformulación (la presencia de una o más campañas de reescritura, por ej.). 
 La interpretación del proceso escritural:
Finalmente, ya sobre la base de la reconstrucción de un proceso escritural, el conjunto y sus partes podrán ser interpretados, ya que solo en función de una interpretación del material examinado es que puede hablarse de una auténtica critica genética. Pero ese tipo de reconstrucción solo se manifiesta por medio de una edición genética o crítico-genética.
HAY - LA ESCRITURA VIVA
El autor comienza señalando que, hasta Gutenberg, todo escrito es un liber manu scriptum y, luego de la invención de la imprenta, harán falta todavía dos siglos más para que la lengua incorpore en su seno la oposición escrito/impreso. Es recién en el periodo clásico cuando manuscrit hace su entrada en los diccionarios franceses. 
El manuscrito posee una doble realidad, como documento, testimonio del texto y como monumento, reliquia; y esta doble realidad marca toda la historia cultural de su transmisión. Recién a fines del siglo XIX los dos puntos de vista se encuentran reflejados en un sintagma común, el manuscrito autógrafo, que reúne texto y autor, en una concepción más moderna de lo escrito. A partir de ahí, se desarrolla una evolución que comienza a desplazar la atención desde los testimonios del texto hacia los de su génesis; los papeles de un autor comienzan a ser considerados como una clase específica de objetos.
Esto supone un contraste y una oposición entre el manuscrito, soporte de un trabajo, y el libro, soporte de una comunicación. Constituye al mismo tiempo un sistema, ya que incluye en un mismo objeto intelectual documentos que difieren en sus características materiales y en sus modos de escritura. Pero la visión del autor sobre el manuscrito va más lejos: documento, monumento, pero también evento que hace surgir el movimiento de un pensamiento de un trazo de la mano. 
Con respecto al acopio moderno de manuscritos, el autor señala que, en general, el destino de un fondo patrimonial depende de condiciones y causas muy diversas. Unas responden a la época de la cual provienen y tienen que ver entonces con modos de escritura, de reproducción y de conservación y con la organización de bibliotecas y archivos. Otras están ligadas al status social y los hábitos personales de un autor. Esta trama histórica esta desgarrada además por accidentes catastr6ficos tales como las destrucciones, voluntarias o involuntarias, de origen natural o histórico. Es necesario desenmarañar esta madeja de causas y efectos para pasar de una arqueología de los documentos a una historia de las prácticas de escritura, y acceder así a una visión de conjunto de las condiciones de la producción literaria. 
Sobre los “primerosmanuscritos”, Hay dice que reconoce en el antiguo imperio romano, en el uso de tablillas de cera para escribir y borrar, en el empleo de correcciones y reescrituras sobre papiro, el principio de trabajo del manuscrito de escritor: la facultad de volver sobre lo ya escrito, de poner a prueba las formas provisorias; en síntesis, de utilizar las propiedades de la palabra no para una transmisión, sino para una invención del texto. 
Luego de la desaparición del mundo clásico, el retroceso secular de lo escrito en Occidente pone de manifiesto, por contraste, los factores que provocan el borrado de la producción literaria: el predominio de la oralidad y el manejo de la pluma reservado solamente al círculo de la Iglesia. 
Las practicas escriturales de la Edad Media comienzan a evolucionar con la aparición de un primer humanismo y con el desarrollo de las universidades. A partir del siglo XIV comienza a extenderse el empleo de la escritura autógrafa, y los rasgos constitutivos del “manuscrito de escritor” moderno aparecen ya a fines de siglo, mucho antes de la invención de la imprenta.
La imprenta ejercerá sin embargo una serie de efectos a largo plazo sobre el destino de los manuscritos. El encuentro entre el manuscrito medieval y el manuscrito moderno es un proceso que puede resumirse así: el libro de la edad media conserva su función, pero cambia de técnica, mientras que el manuscrito conserva su técnica, pero cambia de función. 
Comienza a trazarse de este modo una línea de demarcación entre dos vertientes de la comunicación escrita y dos clases de objetos. El libro impreso es el producto de una fabricación mecánica que multiplica un texto con miras a su difusión; se trata de una empresa colectiva. El manuscrito literario, por el contrario, perpetua un acto individual y corporal de la escritura que a partir de ese momento comienza a especializarse en una actividad productiva que se remonta más allá del texto público.
La página medieval deja de ser así la unidad textual para convertirse en la página en blanco con la que el escritor se enfrenta en soledad solo con su pluma. A lo largo de cinco siglos, toda la producción literaria de Occidente no conocerá otros instrumentos más que la hoja de papel, el lápiz o la pluma. Recién a fines del s. XIX la máquina de escribir comenzará a ocupar un lugar en la mesa del trabajo del escritor; falta un siglo para la aparición de la computadora. 
Aproximaciones críticas: a partir de mediados del siglo XVIII puede observarse ya la aparición de tres vías sucesivas de aproximación a los manuscritos. En los orígenes de dichos estudios se trata de encontrar modelos, reglas del buen escribir, con un principio pedagógico.
La segunda vía sería la aproximación filológica, donde los manuscritos del escritor son usados a la manera de los medievales: como testimonios que permiten verificar la exactitud de un texto y completarlo a veces por añadidura con elementos inéditos. A lo largo de todo un siglo, este principio va a dominar la filología editorial. El tercer punto de vista sobre los manuscritos es el que corresponde a una aproximación psicológica, que ve en la escritura la manifestación de una personalidad o espíritu. 
Ya en el siglo XX encontramos el surgimiento de dos nuevos términos (creación y génesis) que constituyen señales reveladoras de un cambio en la atmosfera intelectual. En los años 1930-60 las colecciones públicas se abren a los escritores de manera más amplia; las bibliotecas nacionales comienzan a reunir manuscritos literarios. Este aumento de capital se corresponde con un cambio de inquietudes intelectuales: el interés se desplaza de la constitución del texto hacia la producción de las obras. 
Desde este momento, la publicación de los manuscritos tiende a restituir la historia de una génesis y no a garantizar la literalidad de un texto. Nuevos estudios dan a la crítica de manuscritos el status de un verdadero método, el de la varianística (Italia). Un cuarto de siglo más tarde todo confluye en la perspectiva francesa de la crítica genética.
La constitución de los estudios de génesis como campo de investigación supone una distinción entre la experiencia de la creación tal como esta es vivida por el escritor, y las huellas de dicha actividad tales como pueden ser observadas en los manuscritos. El análisis del manuscrito abre la única vía de acceso a una etapa específica y decisiva de la génesis, aquella donde la escritura se hace posible, una introducción al universo de los hechos de escritura.
Por universo de hechos de escritura entendemos el conjunto de actos de expresión que ponen en marcha los poderes característicos de lo escrito. Poder sobre el tiempo: una memoria a la vez estable y plástica, que puede fijar o modificar la palabra, anular, modificar o desplazar. Poder sobre el espacio, que permite disponer simultáneamente de una pluralidad de lugares para una pluralidad de registros, y poder sobre los signos. 
De todos estos poderes de lo escrito procede precisamente el poder de la crítica, aunque se trate de un poder limitado y frágil, porque no disponemos de los manuscritos de la misma manera ni con la misma facilidad con la que accedemos a los textos. Pero se trata de un poder real, en la medida en que este se ejerce en el orden de los hechos y a través de la observación de los objetos. 
Como todo escrito, el manuscrito es a la vez un objeto material y un objeto intelectual, pero estos dos aspectos se cruzan en él de una manera muy particular. La materialidad del documento nos informa sobre sus orígenes, sobre el empleo de instrumentos diversos, la procedencia y naturaleza de los papeles. Las indicaciones de la arqueología de los manuscritos contribuyeron notablemente a establecer el lugar y fecha de una redacción, la estructura de un archivo, el orden de un texto. Pero la escritura, por el contrario, remite a la persona viva, y los métodos actuales de análisis permiten revelar los ritmos que definen un régimen de escritura, etc. 
No se debe hablar de “el manuscrito” sino de los manuscritos, una acumulación de objetos que es necesario ubicar en una época e identificar en cuanto a su función antes de aventurarse a su lectura. Coleccionistas e investigadores han propuesto establecer una tipología de los documentos en función de las etapas de su génesis:
Están entonces los dossiers -archivos o legajos, un conjunto de documentos reunidos por el escritor para su información previa-, los cuadernos que reúnen las primeras anotaciones, los proyectos, planes y otros documentos que sirven para la programación de su trabajo; luego, los borradores en los cuales elabora su texto y, finalmente, las ultimas puestas en limpio. 
Ahora bien, de un autor a otro puede hallarse una articulación muy distinta de las etapas genéticas y, en cada etapa, puede encontrarse además una clase diferente de documentos. A través de los objetos y de las funciones, se despliega un universo de operaciones de escritura que se debe tratar de explorar para leer los manuscritos, es decir, para darles un sentido. 
Hay señala que se ha intentado poner en evidencia las estructuras que podrían llegar a ordenar el sistema tipológico de las escrituras. Se ha propuesto clasificarlas con referencia a dos polos opuestos: el de las escrituras programadas, que se caracterizan por la presencia de una planificación de las operaciones genéticas y el de las escrituras en proceso, que se construyen espontáneamente con el correr de la pluma. 
La lectura de una génesis se diferencia de la de un texto en dos aspectos decisivos. El primero concierne al tiempo: en el manuscrito, además del tiempo real de la lectura y del tiempo ficcional del texto, el lector se enfrenta ante todo con el tiempo de un proceso que es necesario revivir a partir de sus trazos. 
El segundo concierne a los signos: el texto no reconoce otros signos más que las letras del alfabeto, la puntuación y la distribución sobre la página. Todos estos son elementos de un código que, en nuestras civilizaciones, denota el lenguaje. Se trata deun código colectivo y constante, quien sabe el alfabeto sabe leer. Otra cosa muy distinta ocurre con el manuscrito en donde, sobre el curso lineal de las palabras, surge a menudo una floración simultanea de signos. Para la lectura genética, todo esto constituye una causa de dificultades y problemas todavía no resueltos, pero constituye también un desafío si se admite que todo lo que se encuentra sobre la página forma parte de su sentido.
La semiótica del manuscrito retorna entonces sobre el antiguo problema de la relación entre la mano y la máquina. Este problema se inscribe ahora dentro del marco de una dualidad de funciones: la del libro al servicio del texto, es decir, de su fijación; y la del manuscrito al servicio de la génesis y de la libertad de escribir. 
Las funciones del libro y del manuscrito han sido siempre complementarias, y han permanecido así hasta ahora. La escritura se ha mantenido siempre dentro de los límites del manuscrito, a partir del cual la maquina confecciona un libro. Pero desde el momento en que la edición crítica decidió publicar archivos y borradores, dando a leer la génesis de un texto, comenzó a desencadenarse también un conflicto entre estas dos vertientes de lo escrito. Fue necesario así crear siglas inéditas e inventar al mismo tiempo nuevas significaciones para la distribución de la página, para poder imprimir las variaciones de un texto en lugar de su forma estable.
A partir de la revolución informática, los programas con recursos hipertextuales ofrecen la posibilidad de reproducir la imagen del manuscrito acompañada de su transcripción, y hasta simular el desarrollo de un trazo de la escritura. La edición electrónica entra así en competencia con la edición en papel.
La computadora ha llegado a revelar de manera imprevisible sus condiciones de máquina de escribir. Los trazos escritos se convierten en materia revocable, y es sin duda esta facilidad para realizar operaciones de corrección lo que ha contribuido de manera más notoria a la difusión del empleo de la computadora para la redacción de textos.
Pero algunas otras propiedades de la computadora nos llevan a remontarnos a un pasado lejano: tras la ventana de la pantalla, el texto se desarrolla y desenrolla a la manera del antiguo volumen y, también como en otros tiempos, el lector no llega a tener ante sus ojos más que un breve fragmento de lo escrito. 
Lo importante del manuscrito como objeto es que es allí donde se puede aprehender el primer movimiento de la disyunción entre el decir de una intención y el significar de una lectura, que ya constituye un fenómeno de producción, de creación. Al ver surgir y desvanecerse en la escritura la sucesión de textos posibles es cuando comenzamos a entrever la variedad de recorridos de lectura y llegamos a comprender que esta posible diversidad de los efectos legítimos de una obra es la marca misma de su espíritu. Corresponde además a la pluralidad de formas ofrecidas al autor durante su trabajo de producción (Paul Valéry).
Aprehender la obra a la vez en sus causas y efectos es tomar en un sentido literal el término “historia literaria”, no como una crónica de escuelas y de épocas, sino como una historia del texto y de su devenir. 
COLLA - LA EDICIÓN GENÉTICA
El texto base: Grésillon hace una distinción simple: existen por un lado las ediciones críticas, cuyo objetivo es la publicación de un texto, y que buscan establecer la configuración textual de una obra (“ofrecer el texto que el autor trató de escribir”); y por el otro las ediciones genéticas, cuya finalidad es la presentación de un pre-texto. 
El establecimiento de una obra según la tradición critica debe llevar a cabo la elección entre las diversas variantes de un texto. El autor señala que del criterio tradicional de la filología que es la adopción del texto de la última edición aparecida en vida del autor (como “expresión testamentaria”, los editores pasaron a una preferencia por la edición prínceps (considerada como la “expresión original de la primera forma lograda”) y luego, a un interés cada vez más centrado en la “verdad escondida” de los documentos manuscritos. 
Tavani vuelve sobre el tema de la elección de una versión textual existente como texto base de una edición crítica. Él dice que hay que desconfiar de los principios universales en el momento de elegir el texto a partir del cual se procurará la edición, se debe examinar críticamente y con cuidado todas las ediciones publicadas, y después hacer la elección. 
La edición genética: entre la profusión y la mesura
La edición genética intenta restituir exhaustivamente y en el orden cronológico de su aparición, los testimonios de una génesis, es decir, los documentos preparatorios que han constituido el laboratorio en el que la obra ha tomado forma. Las ediciones genéticas francesas se diferencian de las anteriores en que la reproducción de los documentos pre-textuales se realiza sucesivamente, documento por documento, en lugar de unificar varias capas en una sola. Además, la restitución que opera la edición genética carece de un referente estable como es el del “texto base” de la obra. 
Gresillon diferencia dos tipos de edición genética: 
1.Edición horizontal: las que se limitan a presentar una fase particular de la génesis. Se trata de reproducir un documento o una serie de documentos que representan una fase particular del proceso creativo de una obra considerada, por un motivo u otro, como particularmente interesante dentro del método general de trabajo de autor. Un ejemplo paradigmático es el de los cuadernos de trabajo de escritores contemporáneos. 
 2. Edición vertical: las que presentan un recorrido genético integral, la edición genética por excelencia. Este tipo de edición procura presentar la totalidad de los documentos que constituyen el archivo de la creación de la obra, desde los primeros esbozos hasta su formulación definitiva. El rasgo definitorio de esta empresa está representado por la conjunción de la exhaustividad de la documentación y de la diversidad de los procedimientos de presentación. El problema que plantea este tipo de edición es, evidentemente, el de su voluminosidad. Además, se suman los aparatos de notas que completan la información material y topográfica, comentarios, etc. 
Una forma de edición que por sus características ocupa una posición intermediaria entre las ediciones críticas y las ediciones genéticas propiamente dichas es la transcripción de documentos de génesis en forma lineal; lo que equivale a decir, transformar un documento de trabajo en un “texto” legible. Este tipo de edición está destinado a un público cultivado, atraído por la moda de los “pre-textos”.
Transcripción: Toda labor de genética textual se reduce a una cuestión de desciframiento y de clasificación (de espacios genéticos y de operaciones escriturales), y mostrar los resultados de ese trabajo en una edición se reduce también a una cuestión de transcripción. La tarea de transcribir comporta una doble finalidad: la de reproducir y la de tornar legible. 
Sin embargo, una cosa es transcribir un manuscrito “limpio”, donde simplemente se trata de trasponer una secuencia lineal de signos, y otra cosa muy distinta es transcribir documentos de génesis (esbozos, borradores, manuscritos redaccionales), cuya escritura es multidireccional, segmentada y discontinua. El desciframiento de un manuscrito de ese tipo supone el establecimiento previo o la elaboración de una hipótesis acerca del desarrollo temporal de su composición. Editar entonces, un documento de génesis es mostrar no solamente las secuencias textuales, sino también esos dos conjuntos de rasgos que hasta aquí hemos denominado la topografía y las campañas: las capas de escritura y reescrituras sucesivas, denotadas por los rasgos materiales de su realización (por ej. el color de la tinta).
Los dilemas que debe resolver el editor crítico confrontado a un documento de génesis se enmarcan en dos posibilidades extremas: mostrar el documento “tal cual es”, es decir, ofrecerlo en una edición facsimilar,o darlo a leer como un “texto”, reduciendo las múltiples dimensiones del documento de trabajo a una sucesión lineal de signos, sobrecargándolo de siglas y símbolos que den cuenta de su complejidad original. Pero el problema de esto último es la falta de normalización en el uso de estos sistemas simbólicos. 
Según Colla, hay una indecisión básica que signa muchas veces el trabajo de edición genética: el autor vacila entre asumir cabalmente su papel editorial, poniéndose al servicio de la producción textual editada, contentándose con exponerla de la manera más clara y legible posible, o, por el contrario, hacer de este conjunto textual un objeto, un medio de sus propias elucubraciones genéticas. De allí que las recriminaciones pueden ir en dos direcciones opuestas: o bien se le reprocha un exceso de intervenciones y de elecciones subjetivas, o bien se denuncia una búsqueda obsesiva de la objetividad, atentando el papel mediador del editor entre un conjunto enunciativo y un lector. 
Recursos electrónicos: La posibilidad de una lectura dinámica que restituye el dinamismo propio de la génesis (que el objeto libro negaba), fue una de las tantas puertas que abrió la revolución informática. Los formatos digitales, que explotan los abundantes recursos del hipertexto y la multimedia, permiten hoy alcanzar los términos ideales de una edición genética: la exhaustividad de las informaciones y la flexibilidad de su tratamiento. 
El espacio de la memoria de los soportes numéricos permite componer dossiers genéticos completos, sin que su extensión tenga una repercusión directa en la manuabilidad y costo de la edición, como sucede con el libro. La posibilidad de reproducir, en el dossier, documentos en modo imagen y texto, permite la consulta y la utilización combinada de facsímiles y transcripciones lineales. 
Por otra parte, la modalidad hipertextual, al abrir la posibilidad de alternar la lectura secuencial con una lectura multidireccional, no solo restituye de manera dinámica los dos ejes espaciales de la génesis, sino que da pie a todo tipo de reestructuraciones y remodelamientos del dossier, promoviendo la realización de los posibles de la obra, que el dossier contiene. 
En conclusión, la multiplicación de formatos no puede sino favorecer la edición critico-genética, contribuyendo a satisfacer sus variadas necesidades y exigencias; el interés mayor de la empresa reside en que ningún soporte parece imponerse de manera exclusiva, sino que propone aportes que se combinan al de los otros. En esta combinación, las distintas zonas de lectura que caracterizan esencialmente las ediciones críticas, encuentran cabida en formatos apropiados que valorizan sus potencialidades optimizando su tratamiento.