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LOS HIJOS DE HERMES ENTRE LOS MORTALES: 
EL HERALDO EN LA DIPLOMACIA GRIEGA 
 
 
 
 
Antoni Vanrell Valls 
 
Grau d’ Història 
Facultat de Filosofia i Lletres 
 
Any acadèmic 2020-2021 
 
2 
 
 
 
HIJOS DE HERMES ENTRE LOS MORTALES: 
EL HERALDO EN LA DIPLOMACIA GRIEGA 
 
 
 
 
Antoni Vanrell Valls 
 
Treball de Fi de Grau 
Facultat de Filosofia i Lletres 
Universitat de les Illes Balears 
Any acadèmic 2020-2021 
 
 
Paraules clau del treball: 
Heraldo, diplomacia, caduceo, polis, Tucídides, leyes universales, sagrado. 
 
 
 
 
Nom del tutor: Enrique García Riaza 
 
 
 
Autoritz la Universitat a incloure aquest treball en el repositori 
institucional per consultar-lo en accés obert i difondre’l en línia, amb 
finalitats exclusivament acadèmiques i d'investigació 
 Autor/a Tutor/a 
 Sí No Sí No 
☒ ☐ X 
 
 
3 
 
 
Resumen 
El heraldo es una de las figuras sobre las que se basaba la diplomacia en la Grecia 
antigua. Como las ciudades-estado estaban más preocupadas por su política 
doméstica, la interlocución en política exterior solía depender por completo de esos 
tres cargos otorgados ocasionalmente: 
 El embajador. El encargado de visitar la polis concreta y dialogar con 
los órganos de gobierno correspondientes con la intención de 
persuadirlos de tomar una decisión que beneficiara al estado que los 
enviaba. 
 El proxenos, quien protegía a cualquier visitante de una ciudad 
extranjera con la que había realizado un pacto de amistad a cambio de 
prestigio y ciertos beneficios políticos. En ocasiones también intervenía 
a favor de los intereses políticos de su ciudad amiga, que le ponía 
ocasionalmente en delicadas situaciones en la que sus lealtades eran 
cuestionadas. 
 El heraldo, quien realizaba una comunicación básica entre los dos 
bandos tan solo durante la guerra por la protección excepcional y cuya 
posición no se explica por ninguna ley política sino por creencias ético-
religiosas compartidas por todos los griegos. Podrían ser vistos como 
simples mensajeros, pero tras el heraldo hay todo un mundo simbólico 
de gran profundidad que permitía al heraldo entregar sus mensajes, 
cortos como eran, en situaciones de gran tensión en la que otros 
cargos no podían acceder sin ser tomados como rehenes o, en 
algunos casos, ser víctimas de agresiones. 
Mediante un significado insospechadamente complejo vinculado estrechamente a 
los dioses el heraldo se diferencia entre otras cosas por no ser un cargo nacido no 
tanto de una necesidad política, sino más bien de una necesidad humana universal 
de limitar el daño que podía hacer la guerra y por tanto su autoridad, pese a ser muy 
limitada, era respetada escrupulosamente. Es cierto que existen casos en los que se 
les ignoraba o se cometía un sacrilegio mayor mediante una agresión, pero son 
excepciones a la regla que solían acarrear condena universal por parte la comunidad 
de polis griegas en el mejor de los casos. En el peor, atacar a un heraldo significaba 
despertar la ira de los dioses, básicamente condenando a la ruina la ciudad 
responsable. 
La tarea de un heraldo era indudablemente simple y sin embargo, era tan vital que 
una guerra sin ellos era considerada inhumana. Además, junta una serie de 
características que hacen que no sea definible bajo los criterios que se adaptan al 
embajador y al proxenos. Sigue siendo un diplomático, pero es algo más que tan 
solo un mensajero. 
 
 
 
 
4 
 
 
Índice 
1. Introducción. Pág. 5 
2. Bases de la diplomacia griega. Pág. 7 
2.1 Cuestiones Generales: Antecedentes y Características Universales. 
Pág. 7 
2.2 El Embajador. Pág. 11 
2.3 El Proxenos. Pág. 14 
2.4 El Diallaktes. Pág. 15 
3. El Heraldo. Pág 16 
3.1 Múltiples Incógnitas. Pág 17. 
3.2 Las Fuentes Clásicas y el Reto del Acceso a la Información. Pág 18. 
3.3 Funciones y Atributos. Pág 20. 
3.4 El Caduceo. Pág 26. 
3.5 Casos de Estudio: Excepcionalidades. Pág 29 
4. Conclusiones. Pág 34. 
5. Bibliografía. Pág 37. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
5 
 
1. Introducción 
La historia política es la rama más antigua del estudio de la historia. A través 
de ella se han formado las raíces más ancestrales nuestra ciencia y por ello ha 
sido criticada y consecuentemente revisada, creemos que con total razón. 
Es cierto que es fácil tanto pensar en la “sucesión de sucesos sucedidos 
sucesivamente” que tanto aficionados a la historia como profesionales aborrecen 
como también lo es que el precedente de en particular de una de nuestras 
principales fuentes, Tucídides (quien debatimos es el padre fundador del estudio 
de la historia), es muy fuerte, pero consideramos igualmente cierto que no 
podemos condenar toda una rama de estudio tan solo por los defectos de su 
fundación. Por ello, nos proponemos utilizar una metodología revisada. 
A través de este estudio de la polis griega del siglo V a.C. no pretendemos 
realizar una narración de hechos ni una serie de biografías de los grandes 
personajes que definieron el funcionamiento de un estado. Nuestro objetivo no es 
discutir el resultado de conflictos bélicos y sus consecuencias ni tampoco 
establecer conexiones con el presente en busca de una continuidad con el mundo 
clásico. 
No pretendemos estudiar el poder político de la Grecia clásica en sí mismo ni 
sus bases económicas o sociales en una línea más cercana a la historiografía 
marxista tradicional. En vez de eso, pretendemos utilizar el modelo de la nueva 
historia política1. 
Esencialmente hablando, queremos examinar las leyes y costumbres que 
regían la vida política en la antigüedad Griega, concretamente aquellas que 
debían observar en materias de política exterior o diplomacia con un método que 
se aproxima a la nueva historia política al restar importancia a los estados y 
reconocer que, dentro de lo que era la civilización griega y sus leyes universales, 
cada polis era un centro de poder autónomo2 en constante competición entre ellas 
pero que diferenciaba entre una competencia honesta y un ataque a traición de 
una ley de la que todo griego debía ser conocedor. 
Pretendemos, por tanto, ver no qué permite el funcionamiento del poder 
heleno, sino cómo funcionaba y aún más importante en el caso de la ley en la 
antigüedad, por qué. 
 
1
 Hespanha, 1996: 1. 
2
 Idem: 17 
6 
 
Invariablemente, ya que estamos analizando la ley, tendremos que incidir 
puntualmente la Historia del Derecho, especialmente en lo que se refiere a 
algunos mecanismos diplomáticos griegos como el arbitraje tal y como existían 
principalmente durante las guerras médicas y la guerra del Peloponeso. El 
espacio temporal tratado se debe a que las primeras fuentes que detallan el 
funcionamiento de la política exterior griega pertenecen a este periodo. 
Pretendemos, por tanto, centrar nuestra atención en los diplomáticos de este 
periodo de tiempo (es decir, el siglo V a.C.), que es cuando las dos grandes 
guerras de la historia de la antigua Grecia sacan a la luz la labor que realizaban 
también en otros conflictos bélicos en los que se puede observar claramente al 
objeto de nuestro estudio. 
El heraldo, nuestro centro, es tan solo una de las posiciones que un político 
de la antigua Grecia podía ocupar para ser considerado un diplomático y por 
desgracia, y debido a una serie de limitaciones únicas a este cargo, recibe menos 
menciones a nivel general que los demás, siendo la inmensa mayoría de estas en 
contextos bélicos. 
Finalmente, debemos admitir algunas de las limitaciones de esta 
investigación. 
Pese a que hemos declarado que no pretendemos detallar las vidas de 
personajes o tratar de guerras, esos tendrán inevitablemente su lugar debido a 
una serie de circunstancias que nos obligan a utilizarlos. 
Luego, las leyes que regían la diplomacia griega eran consideradas de origen 
divino,seguirlas era una obligación religiosa más que una “ley” como 
comprenderíamos hoy en día, así que las relaciones internacionales griegas se 
regían ante todo por derecho consuetudinario, rama del derecho que por 
definición no estaba codificada. Esto significa que a menudo nuestra mejor opción 
para observar estas leyes es verlas en práctica, cosa que se traduce en una 
necesidad de ejemplos que encontramos ante todo en conflictos bélicos y en 
personajes destacables ejerciendo algunos de estos cargos diplomáticos o sus 
funciones. Eso sí, pretendemos limitarlos exclusivamente a ese papel. 
Luego, debido a una limitación similar, nos vemos obligados también a utilizar 
registros y decretos de la ciudad de Atenas no por preferencia personal, sino por 
la simple razón de que son sus escritos los que han sobrevivido hasta hoy en día 
y los autores modernos le suelen prestar mucha atención. En aquellos casos en 
7 
 
los que utilicemos las leyes atenienses como ejemplo dejaremos claro si son o no 
datos que podrían considerarse representativos del mundo heleno. 
 
2. Bases de la Diplomacia Griega 
A continuación, nos detendremos en el estudio de la diplomacia griega en 
conjunto antes de entrar en detalles con el aspecto que queremos tratar, dado que 
no creemos poder tratar las particularidades del heraldo sin exponer las 
generalidades de las que se desvía. 
Comenzamos por aquellos aspectos que consideramos comunes a todos los 
diplomáticos de la antigua Grecia, con los que adjuntamos un modelo anterior de 
relaciones internacionales en los que seguramente encontraron algo de inspiración. 
Nos basamos en aquellos aspectos que tenían en común, aspectos que, 
aunque existentes y relevantes, son realmente pocos en comparación a las 
diferencias. Para hablar de esas características a menudo únicas a cada cargo, 
hemos decidido dedicar secciones individuales a cada uno de los tres posibles 
aspectos en los que se ejercía la política exterior en Grecia. Como ocurre con el 
heraldo, se definen por sus rasgos adaptados a una tarea concreta, e incluso si nos 
queremos centrar en el heraldo listaremos y explicaremos previamente y de forma 
breve el resto, principalmente para generar una idea de cómo encajaba con el resto 
de diplomáticos. Los ordenamos en función del grado de unicidad de sus funciones 
respecto a todos los demás, así como por un orden lógico que nos permita 
explicarlas adecuadamente. Por ejemplo, es más fácil explicar la labor del proxenos 
una vez se comprende la función de los embajadores. 
Para finalizar esta sección, debe decirse también que esta constituye tan solo 
una base mínima antes de entrar en el centro de nuestra investigación. Cualquier 
otra información relevante al heraldo, ya sea concerniente a sociedad, mentalidad, 
religión, ley o política se introducirá en contexto, es decir, cuando sea necesario en 
la sección que dedicamos exclusivamente al heraldo. 
 
2.1. Cuestiones Generales: Antecedentes y Características Universales 
Para empezar, creemos conveniente introducir primero qué comprendemos 
como diplomacia. Tal y cómo la entendemos actualmente, se puede definir como 
una “Rama de la política que se ocupa del estudio de las relaciones 
8 
 
internacionales”3 así como la describe su primera acepción en el diccionario de la 
Real Academia Española. Esta definición proviene probablemente del nacimiento 
de la diplomacia moderna en la Italia del renacimiento4, y mientras que no la 
consideramos necesariamente incorrecta y es bastante abierta, puede no reflejar 
toda la historia del término. 
Para hacernos una idea de su significado en el pasado debemos ampliarla y 
hacerla aún más abierta con el siguiente paso lógico: la inclusión de la realización 
de esas actividades. Si aplicamos la definición de diplomacia de esta generosa 
forma (admisiblemente bajo riesgo de ser demasiado ambiguos), encontramos un 
número de posibles precedentes en la antigüedad. 
Lo más antiguo que podemos reconocer como diplomacia sin ningún lugar a 
duda pertenece al periodo del reinado del faraón Akenaton, llamado igualmente 
periodo de Amarna. Se trata de una diplomacia aún poco desarrollada, en la que 
las reglas eran escasas y ambiguas, y las grandes distancias eran un serio 
problema para su funcionamiento5. Aun así, sigue siendo la primera muestra 
registrada del ejercicio una diplomacia regular y reglamentada que en este caso 
se organizaba a partir de una práctica diplomática común conocida como el de 
intercambio de regalos. 
El regalo diplomático en este contexto servía varias funciones6. Era la forma 
que tomaba el comercio de estado y era la principal forma de promover la amistad 
entre las distintas monarquías, puesto que en teoría eran regalos hechos por la 
magnanimidad del soberano que enviaba el regalo, magnanimidad que podía 
traducirse fácilmente en condescendencia hacia él receptor. He ahí el principal 
problema de la diplomacia de la edad del bronce reciente: era extremadamente 
fácil cometer una falta de etiqueta y ofender al interlocutor. Por ejemplo, podía 
ocurrir que mediante la petición de un regalo el monarca en cuestión pudiera 
aparentar ser débil o pobre, por lo que tenía que comunicar la petición mientras 
pretendía que los recursos que necesitaba no eran imprescindibles, sin que 
importara el que a menudo lo eran. Luego, el regalo y los mensajeros designados 
que lo acompañaban debían ser acogidos con una serie de honorarios cuya 
magnitud era siempre motivo de discusión: si eran demasiados los súbditos del 
 
3
 Diccionario online de la Real Academia española, consultado el 8/6/2021 a las 1:15 (diplomacia | Definición | 
Diccionario de la lengua española | RAE - ASALE) 
4
 Jönsson y Hall, 2005: 2 
5
 Siracusa, 2010:13 
6
 Aruz et. Al., 2000: 63-64. 
https://dle.rae.es/diplomacia
https://dle.rae.es/diplomacia
9 
 
monarca receptor asociarían la pompa con un agradecimiento que tan solo se 
daba a un superior, pero si la ceremonia era poca los emisarios del monarca que 
remite el regalo podían molestarse al no rendírsele el agradecimiento debido a la 
generosidad de su soberano y acabarían regresando con una pobre opinión de la 
corte que los había recibido, opinión que sin duda transmitirían a su propio rey al 
regresar. Finalmente, para continuar con la máxima del Quid pro Quo como 
norma general, era parte de la etiqueta comercial entre monarcas que el 
destinatario del regalo entregara a los emisarios otro de igual valor que llevarse 
de vuelta. Si este regalo no era del gusto del nuevo receptor o lo creía por debajo 
de su propio presente, este le enviaría una carta de nuevo, recriminándole su falta 
de respeto y exigiéndole que enmendara tal insulto. 
Como se puede ver, era una diplomacia extremadamente propensa a 
tensiones pese a que su propósito principal era mantener la paz necesaria para el 
desarrollo de actividades comerciales a grandes distancias. Relaciones 
diplomáticas tan volátiles eran la norma en el siglo XIV a.C., pero con la evolución 
que vemos en el mundo griego tales oportunidades de causar tensión se reducen 
considerablemente. 
 No hemos podido encontrar ninguna mención a una relación entre las tácticas 
diplomáticas del periodo de Amarna y la Grecia clásica. Pudo haber habido 
alguna influencia en el pasado remoto de la Grecia micénica, de hecho tal y cómo 
son las prácticas en la Grecia arcaíca parece una buena posibilidad, pero para el 
periodo de tiempo que pretendemos estudiar (que recordemos, es principalmente 
el siglo V a.C.) las tácticas diplomáticas griegas han evolucionado hasta un punto 
en el que las comparaciones con los grandes imperios de oriente medio son algo 
más difíciles de realizar. 
 El regalo diplomático seguía efectivamente en uso. Seguiría en uso durante el 
periodo helenístico7 y lo había estado desde mucho antes, pero hay que decirno 
era una práctica tan indispensable como lo era en la edad del bronce. Es verdad 
que tenía una tradición muy arraigada en el mundo griego, en la época arcaíca 
(siglos IX-VI a.C.) encontraba un uso parecido al ser la forma de obtener aquellos 
productos que no eran accesibles localmente y al parecer el intercambio personal 
de regalos era la forma de comercio más común a todos los niveles, tanto dentro 
de un mismo estado como entre ellos8. Seguía siendo una práctica habitual para 
 
7
 Grainer, 2019: 69. 
8
 Morris, 1986: 5. 
10 
 
los aristócratas, pero dado que la moneda era demasiado valiosa para ser útil en 
transacciones de menor envergadura, el intercambio seguiría siendo el principal 
método de comercio para granjeros y artesanos al menos hasta la época clásica. 
 Ahora bien, incluso si el regalo diplomático seguía siendo una parte 
acostumbrada de la diplomacia griega sin ser, como hemos dicho, su aspecto 
protagonista, algo que si cambia es la actitud de las ciudades estado griegas 
hacia el exterior. Las relaciones internacionales ocurrían constantemente, más 
específicamente, las distintas polis competían militarmente muy a menudo, siendo 
esta la forma principal que tomaba cualquier contacto entre ellas. 
 Los diplomáticos en su mayoría encontraban su uso durante las campañas 
bélicas. Fuera de estos cargos tan específicos, gran parte de la política que se 
llevaba a cabo en la ciudad era doméstica9. 
 No queremos decir que no prestaran atención al exterior. La vida política 
griega no se realizaba nunca en aislamiento, simplemente era imposible e 
intentarlo era de por sí imprudente, y para ello una de las funciones del 
diplomático era la recopilación de información sobre las ciudades con las que 
interactuaban10, pero la diplomacia no se realizaba con otro objetivo que no fuera 
el de regresar lo antes posible a la política interior. La mayoría de los contactos 
diplomáticos pretendían ser temporales incluso si realmente no lo eran. 
Fueran los contactos diplomáticos temporales o no, existían una serie de 
procedimientos y oficios por las cuales las ciudades-estado griegas interactuaban 
entre ellas. 
Había, para empezar, una burocracia destinada a gestionar los contactos 
diplomáticos basada en el ejercicio de una serie de cargos electos que se 
encontraban activos más o menos regularmente, pero siempre de forma temporal 
y circunstancial. Se les designaba específicamente con un cometido específico 
que una vez concluido significaba la caducidad del nombramiento. 
El objetivo era hacer de los contactos lo más rápidos, eficientes y directos 
posibles. El lenguaje diplomático se adapta a todo lo anterior11, pero no la 
burocracia vinculada a cada uno de estos cargos. 
Con todo lo anterior no queremos implicar que su funcionamiento no fuera 
simple, en la práctica todos los cargos diplomáticos griegos eran muy directos en 
 
9
 Adcock, 1948: 2 
10
 Mosley, 1973: 4-7. 
11
 Alonso, 1987: 57-58. 
11 
 
sus respectivos cometidos, era la reglamentación por las cuales cada uno de ellos 
operaba la variaba considerablemente de cargo en cargo. 
Hay siempre un proceso de selección y unas cualificaciones necesarias 
singulares, ambas tan específicas a cada uno de los cuatro cargos que a pesar de 
que existen unos criterios generales basados en reputación, influencia y estatus12, 
no siempre en ese orden. 
También existe el problema de que aunque existían herramientas para 
controlar la actividad de los diplomáticos, la influencia de estos mecanismos sobre 
uno u otro cargo no siempre queda manifiesta e incluso podía ocurrir que los 
limitados poderes que eran la norma13 hicieran innecesario cualquier control 
elaborado. En algunas ocasiones simplemente no había margen de acción 
suficiente para incumplir el propósito de la misión diplomática. 
Finalmente, aunque el concepto de inmunidad diplomática definitivamente 
existía, no todos los diplomáticos disfrutaban del mismo grado de protección e 
incluso esa protección que se supone tenían era teórica. En otras palabras, un 
diplomático nunca era totalmente intocable y la agresión hacia él no era algo tan 
raro como se pretendía14. La frecuencia de estos altercados es debatible y 
depende del cargo en específico, pero existía en cada caso. 
Para observar las variaciones respecto a estas normas generales así como las 
respectivas particularidades de cada cargo hemos decidido examinarlos 
individualmente empezando con el embajador (presbys), el diplomático mejor 
documentado y regulado y avanzar gradualmente para acabar con el heraldo 
(keryx) por razones que se harán evidentes cuando hablemos extensamente de 
él. 
 
2.2. El Embajador 
Tomemos al embajador como el diplomático arquetípico y empecemos por 
decir que normalmente cuando se habla de “diplomáticos” en la antigua Grecia, 
normalmente es en referencia a ellos15. 
 
12
 Mosley, 1975: 44-45. 
13
 Raul Buono-Cuore, 2010: 12 
14
 Idem. 
15
 No había, al parecer, ningún nombre en conjunto para todos los cargos. Lo que sí es cierto es que 
cualquier enviado en nombre de una polis vecina era reconocido como un mensajero (angelos), que 
sí que se usa mucho para los embajadores pero que hace referencia a una función sagrada junto con 
una función secular (Jönsson y Hall, 2005: 68) de forma que también puede aplicarse al heraldo. 
12 
 
No solo era su uso muy común sino que su función era la más vital para la 
política exterior de la polis. Eran ellos los que integraban las misiones 
diplomáticas que viajaban a la ciudad rival cuando había un conflicto de intereses 
e intentaban influenciar la opinión pública mediante discusión de la cuestión en 
público y apelaciones a las asambleas pertinentes del estado concreto16. 
Viajaban siempre en grupo17, y se les permitía una mayor capacidad de 
deliberación que al resto de diplomáticos puesto que se esperaba que tuvieran 
que hacer al menos unas pocas concesiones para llegar a un acuerdo en caso de 
que no lograran persuadir a su interlocutor, lo cual ocurría a menudo. Por ello, la 
diplomacia griega solía regirse por exigencias acompañadas de pragmatismo y 
argumentos de tipo moral presentados con bastante franqueza18. 
Nunca tenían la acogida garantizada y pese a que atentar contra su integridad 
física era algo generalmente muy mal visto en la sociedad griega, no existía una 
garantía real de su seguridad salvo el temor a las represalias sobre los agresores. 
Por ello es que para ellos el viaje era particularmente peligroso si la polis a la que 
estaban destinados era hostil hacia la suya propia, así que no se les enviaba sin 
asegurar que no serían tomados prisioneros, atacados o ejecutados durante el 
transcurso de su misión. Para realizar ese primer contacto existía el heraldo, que 
solía preceder a los embajadores o viajar junto con ellos si el tiempo era una 
preocupación. 
De cualquier modo, se les podía reconocer por el diplos, una carta que debían 
presentar a sus anfitriones en la que se incluía su procedencia y la razón de su 
presencia19. Ignoramos si cada embajador tenía la suya propia o si tan solo 
llevaban una para la misión en conjunto, pero en el mejor de los casos el diplos 
era tan solo una formalidad porque para los embajadores era ideal si su 
reputación personal les precedía. 
La política exterior era siempre muy delicada en varios sentidos. Los 
embajadores tenían que caminar una delgada línea de promover los intereses de 
su gobierno sin agotar la hospitalidad que se les debía como huéspedes y las 
protecciones que esta implicaba, limitadas como podían ser. Por esta razón, ser 
embajador no estaba al alcance de cualquiera. 
 
16
 Mosley, 1973: 11. 
17
 El número deembajadores por misión diplomática no era estable. Ciertas ciudades tenían 
preferencias por números concretos pero los ejemplos documentados solían ser como mínimo tres y 
nunca más de 10 (Mosley, 1973: 50-63.) 
18
 Thud. I. 139. 18-20 
19
 Kórakas, 1988: 24 
13 
 
Mediante un elaborado proceso de selección llamado dokimasia eran elegidos 
como embajadores los políticos más experimentados y honrados que además 
pudieran costearse personalmente el viaje. No era absolutamente necesario que 
afrontaran personalmente los gastos, aunque sí que era una marca de prestigio 
no tener que depender de un presupuesto, que en cualquier misión diplomática 
era bajo20 sobretodo en comparación a los gastos de su estancia. 
Los embajadores debían ser oradores de probada capacidad para ser elegidos 
siquiera porque la elocuencia verbal era siempre preferible a la escrita21. Esta era 
siempre la principal cualidad que debía tener el embajador incluso si se les daban 
órdenes específicas, en cualquier caso se ponía por entero en sus manos el 
resultado. No había otra alternativa que confiar en sus capacidades durante el 
desarrollo de la misión, pero una vez regresaban de la misma su inmunidad se 
acababa y podían ser juzgados de acuerdo a su actuación22. Un fracaso no 
significaba realmente ningún problema, pero sobrepasar las directrices era 
efectivamente un delito penado, tal y cómo lo era el aceptar sobornos de cualquier 
tipo. 
Parece una regla muy razonable hasta el momento en el que tenemos en 
cuenta que no era raro que el estado anfitrión entregara a sus huéspedes regalos 
como parte del recibimiento a la misión diplomática23. La intención era demostrar 
su generosidad y que los enviados de una polis eran recibidos de buen grado, 
además de una cortesía dado que estos regalos solían ser cantidades de dinero 
en teoría destinadas para costearse su estancia. 
A nadie se le escapaba, sin embargo, que estos regalos eran excelentes 
formas de disfrazar cuantiosos sobornos para los embajadores. Era seguramente 
por eso que las misiones diplomáticas no solían disponer de presupuesto, se 
esperaba que la polis anfitriona se ocupara al menos parcialmente de los gastos, 
pero obviamente incluso si se trataba claramente de un soborno los embajadores 
estaban en una posición en la que debían cogerlo para no insultar a quienes les 
habían recibido. La diferencia entre regalo y soborno era extremadamente 
subjetiva. Considerando que aceptar un soborno era un delito condenable al 
regresar a su polis natal, cada misión corría el mismo riesgo. Esta es la razón, 
asumimos, por la que los embajadores más adinerados eran los más deseables: 
 
20
 Mosley, 1973: 74. 
21
 Gazzano, 2019: 57 
22
 Mosley, 1973: 41-44. 
23
 Mitchell, 1997: 19. 
14 
 
al poder afrontar los gastos ellos mismos no tenían la necesidad de aceptar los 
sobornos. 
Independientemente de esto último, facilitar la tarea de los embajadores 
existían prácticamente todo el resto de cargos diplomáticos, en particular el 
siguiente cargo el proxenos era esencial. 
 
2.3 El Proxenos 
La labor del proxenos se resume en los dos fragmentos de su nombre, que 
juntos vienen a significar “a favor (o en nombre) del extranjero”24. A través de un 
acuerdo personal de amistad (philia) que le era otorgado por otra ciudad25, un 
ciudadano de una polis se comprometía a dar hospitalidad a cualquier visitante de 
esa misma ciudad con la que había llegado a un pacto. Sus deberes básicos eran 
los de proveer cobijo, comida y ropa limpia a los extranjeros26, pero además podía 
y se esperaba de él que actuara para protegerlos legalmente si era necesario, y 
que actuara políticamente hablando con los intereses de la ciudad que le había 
otorgado la proxenia en mente, siempre y cuando no actuaran en contra de la 
ciudad de la que era nativo27. 
Era el apoyo más importante del embajador, al ser el único diplomático cuya 
actividad era constante y el único que mantenía los nexos diplomáticos en vigor 
fuera de las circunstancias excepcionales que requerían del envío de una misión 
diplomática. Solían ser políticos influyentes en su propio derecho y por tanto 
tendrían información vital28 para el éxito de las embajadas, a las cuales se 
esperaba debía ayudar en su propósito. 
Nos gustaría poner énfasis en nuestra elección de palabras al poner peso en 
expectativas y no deberes. El proxenos no tenía unas órdenes específicas como 
el embajador y no había un control estricto sobre sus labores, así que tampoco 
había unas obligaciones legales que dijeran cómo debía cumplir con su deber. 
Tan solo había algo similar a un código de conducta. Una serie de directrices 
 
24
 Wallace, 1970: 190. Otra posible acepción la podemos deducir en Mitchell, quien habla de la 
amistad ritualizada o xenia vinculado a dos individuos llamados xenos (Mitchell, 1997: 12). Junto con 
otra acepción del prefijo Pro- siendo señalizar primacía (ej. El epíteto de Atenea Promachos), 
podríamos entender al proxenos como el “primer amigo” de la polis en territorio extranjero. 
25
 Tal contrato era efectivamente registrado, pero era además una amistad ritualizada mediante la 
entrega de un regalo por parte de la ciudad al individuo, del cual se esperaba que demostrara su 
agradecimiento (Mitchell, 1997: 18-19). 
26
 Chirinos Montalbetti, 2007: 7 
27
 Mack, 2015: 23-24 
28
 Mosley, 1973: 4-7. 
15 
 
generales de lo que era un proxenos y por tanto, los criterios de selección 
tampoco eran muy estrictos. 
En realidad, cualquier extranjero que hubiera demostrado su utilidad para una 
polis era elegible. En varios decretos atenienses29 (en parte mutilados, así que 
hay un cierto margen de error) se nombran sobre todo valores personales, no 
cualidades políticas que uno pensaría harían un buen representante. Lo que es 
más destacable es que es la única posición en la cual no había necesariamente 
una discriminación de género. Existen siete decretos en los que se le otorga la 
proxenia a una mujer30. 
Los privilegios que otorgaba el cargo eran pocos en comparación a los 
riesgos. Los mismos decretos atenienses evidencian que cualquier beneficio era 
válido tan solo en la ciudad emisora31 (y puede que en las ciudades aliadas, 
aunque no podemos confirmar esto último) donde podían ser garantizados. Nada 
protegía al proxenos en el caso de que la ciudad con la que había trabado 
amistad y su ciudad natal entraran en guerra. Ni que decir tiene que la gran 
mayoría de ellos abandonaban la proxenia para salvar la vida porque cualquier 
inmunidad política para actuar en nombre de sus clientes se disiparía en el 
momento de que fuera sospechoso de traición. Aun así, existen casos en los que 
el proxenos se decantó por su ciudad amiga. Pocos, pero existentes32. 
 
2.4. El Diallaktes 
Finalmente queda el Diallaktes, cuya traducción sería algo similar a 
“mediador”. Inicialmente pensamos que se trataba de un diplomático 
especializado en la práctica del arbitraje, pero la única mención que hemos 
logrado encontrar es en relación al legislador ateniense Solón33 y ninguna acerca 
de ningún papel en política exterior. No podemos asegurar siquiera que diallaktes 
no fuera un adjetivo exclusivo de Solón, en vez de eso, creemos que el arbitraje 
era realizado por un tribunal local adaptado a política internacional34. 
 
29
 Walbank, 2008: 135 
30
 Mack, 2015: 25. 
31
 La única posible excepción era en Esparta, donde eran los reyes los que designaban al proxenos 
responsable del contacto con cada ciudad y sí podían recibir honores en su propio estado (Wallace, 
1970: 194). 
32
 Mosley, 1973: 5. 
33
 Hölkeskamp, 2005: 280 ; Harding, 2008: 88. 
34
 Matthaei, 1908: 245. 
16 
 
Esencialmente, funcionaba como un tribunal civil35 al menos enel caso 
ateniense. Dos ciudades en conflicto se ponían de acuerdo para nombrar una 
tercera que reconociera la soberanía de ambas y estuviera dispuesta a mediar 
entre ellas. Esta ciudad era elegida explícitamente, preferiblemente fijando los 
detalles mediante tratado lo antes posible porque una vez comenzado el proceso 
no se podía alterar nada, y la decisión del tribunal era absoluta. Tras concertar el 
juicio, un número variable de jueces intentaría llegar a un compromiso entre las 
dos ciudades, pero de no ser posible forzaría una solución que considerara justa. 
Se dejaba constancia epigráfica detallando la sentencia y a veces las 
circunstancias que habían llevado al arbitraje y si era necesario se obligaba al 
cumplimiento de la resolución si uno de los litigantes se negaba a obedecer, cosa 
que rara vez ocurría porque dependía de la capacidad de resistirse del infractor 
quien si había recurrido al arbitraje se sobreentendía que no tendría suficiente 
fuerza para imponerse. Esparta era la única que podía hacerlo relativamente a 
menudo. 
 
3. El heraldo 
Habiendo introducido ya los rasgos principales de la diplomacia de la antigua 
Grecia y sus cargos diplomáticos, a continuación hemos decidido profundizar en una 
figura concreta, siendo esta la del heraldo o keryx, en griego. 
Nuestra decisión se debe a que a pesar de que los diplomáticos griegos seguían 
toda una serie de convenciones y protocolos, el heraldo es el único cargo que 
obedece muy pocas de estas restricciones o directamente las ignora para seguir 
otras propias únicamente del mismo. 
Por desgracia, por razones que comenzaremos a exponer a continuación, 
desconocemos gran parte de la información concerniente al heraldo. El primer 
problema consiste en lo poco común que el heraldo reciba la atención de los 
historiadores de la antigüedad y por tanto, tenemos que trabajar con muchos vacíos 
que tenemos que rellenar utilizando detalles contextuales. 
Empezamos enunciando las múltiples cuestiones sin resolver alrededor del 
heraldo, seguido inmediatamente por las fuentes clásicas que pretendemos utilizar 
para responderlas acompañadas nuestra sospecha de que estas mismas fuentes 
pueden ser las culpables de esos mismos vacíos. Debido a estos huecos, debemos 
 
35
 Harter-Uibopuu, 2002: 54-65. 
17 
 
complementarlas con la información que se puede extraer del heraldo no por sus 
descripciones sino por sus acciones sobre el terreno, el único momento donde 
demuestran sus funciones. 
Luego, dado que esta información todavía no incide en el aspecto simbólico del 
heraldo, aspecto que consideramos capital para comprender su existencia, hemos 
profundizado en el caduceo: la vara que todo heraldo empuñaba para hacerse 
reconocer como tal de inmediato. A través del caduceo podemos extraer las 
asociaciones religioso-culturales del objeto que más fielmente representa al heraldo 
en todas sus facetas y también en algunas facetas que no son del heraldo, sino de la 
divinidad bajo cuya protección y autoridad los heraldos actuaban en todo momento. 
Finalmente, para ilustrar que la ley y la realidad no siempre eran idénticas, hemos 
recopilado una serie de infracciones de las convenciones que protegían a los 
heraldos y aquellas ocasiones en la que la importancia de su función fue ignorada. 
Tales casos particulares son tratados tanto por la tradición como por los autores 
modernos como excepcionales en el menor de los casos, algunos de ellos llegan a 
la extrema gravedad que actualmente asociaríamos con crímenes de guerras. 
Los ordenamos a partir de su gravedad, que varía considerablemente entre 
rupturas de etiqueta, en sí mismas en un espectro que va de excusas pragmáticas 
relativamente aceptables y rupturas de cortesías que constituyen insultos 
diplomáticos por sí solos, y los crímenes de guerra que hemos mencionado unas 
líneas más arriba 
 
3.1. Múltiples Incógnitas 
Existe, para empezar, la cuestión de la antigüedad del heraldo. Homero recoge de 
forma explícita sus actividades en ambos bandos de la guerra de Troya y existen 
razones para sospechar, en base a la ingente cantidad de nombres procedentes de 
la Grecia micénica que abundan en la Ilíada, que la profesión del heraldo en Grecia 
es tan o más antigua que los tiempos que narra Homero36. 
Podemos recurrir a las raíces etimológicas del término para arrojar algo de luz 
sobre el trabajo del heraldo. La palabra heraldo tiene aparentemente un origen 
remarcablemente simple, puesto que en griego keryx simplemente significa 
“anunciar”37. La palabra describe a la perfección el cargo: esta era exclusivamente 
 
36
 Gray, 1958: 43. 
37
 Friedlander, 1992: 5. 
18 
 
su única función. No tenía ninguna otra tarea que no fuera la de transmitir un 
mensaje y regresar con una respuesta. Realmente era así de directo. 
Desconocemos igualmente el proceso de selección de un heraldo. No sabemos si 
era en absoluto similar al proceso de la dokimasia en el que los embajadores debían 
presentar sus credenciales. Consideramos que debía seguir generalmente los 
mismos criterios de honradez, experiencia38 y reputación tanto en la ciudad de 
origen como en la de destino39 con los que se seleccionaban el resto de oficios 
diplomáticos. Sin embargo, existían en algunas polis familias que clamaban ser 
descendientes de heraldos mitológicos y cuyos miembros tenían la tradición de 
servir ellos mismos como heraldos. Ejemplos son los Talthibios para Esparta y los 
Keryx para Atenas40. La representación real de estas familias dentro de los heraldos 
al servicio de cada estado es también desconocida. Es raro que las fuentes 
mencionen siquiera los nombres de los heraldos, mucho menos su filiación. 
Sospechamos también que serían necesarias una serie de competencias distintas a 
las comunes en base a las necesidades derivadas del hecho de que el heraldo debía 
viajar solo y rápido41, pero ninguna fuente antigua menciona nada al respecto si bien 
parece ser que no había restricciones estatuarias o de rango para servir como 
heraldo como las que existían para ejercer todo el resto de posiciones diplomáticas, 
así que es posible que fuera un cargo ocupado por hombres más jóvenes en su 
ascenso por la carrera política, aunque esto es admisiblemente tan solo una teoría 
personal. 
Similarmente, tampoco sabemos con certeza si se les sometía a los estrictos 
controles que sí debían pasar los embajadores tras la conclusión de su misión. 
Teniendo en cuenta la poca autonomía que se les permitía, no parece muy posible y 
es muy notable que el término en griego para un incumplimiento del deber de un 
diplomático (parapresbeia)42 haga referencia específicamente al embajador. 
Otro detalle revelador radica en la inmunidad diplomática, que era más amplia en 
el caso del heraldo al poseer un carácter sacrosanto superior al resto de “personas 
 
38
 Mosley, 1975: 44-45. 
39
 Raul Buono-Cuore, 2010: 13 
40
 Mosley, 1975: 88 
41
 Creemos que a la hora de seleccionar un heraldo debía priorizarse vigor sobre experiencia. Un 
ciudadano experimentado, es decir, más mayor, seguramente tendría más dificultades para mantener 
el paso necesario, por no mencionar la capacidad de afrontar los peligros que acarreaba el viajar 
solo. 
42
 Mosley, 1975: 39. 
19 
 
sagradas” que formaban el cuerpo diplomático de una polis43, que proviene de una 
vinculación más íntima de lo normal con lo divino. 
Vistas todas estas particularidades, no es raro que el heraldo pueda considerarse 
en ocasiones separado de otras funciones diplomáticas de la ciudad-estado griega, y 
se le menciona en otra categoría terminológica44. 
Todo lo anterior se traduce en distintos grados de misterio alrededor del heraldo, 
a veces intrínseco a su figura y otras vecestan solo por los huecos que las fuentes 
primarias simplemente no cubren. En otras palabras, es posible definirlo con cierto 
grado de precisión, pero describirlo es más difícil principalmente porque, como ya 
hemos mencionado, es raro que la documentación antigua se centre en él. 
 
3.2. Las Fuentes Clásicas y el Reto del Acceso a la Información 
Los heraldos desempeñaron un papel destacado en las relaciones diplomáti-
cas entre estados, no sólo en contexto bélico, sino también, excepcionalmente, en 
ámbitos de paz de manera específica y especializada. Se trata más bien de casos 
puntuales, escasos por estar fuera de lo que sería la norma para un heraldo además 
de por el desafortunado hecho de que las menciones a los heraldos en las fuentes 
clásicas son a menudo pasajeras, haciéndoles referencia cuando cumplen su fun-
ción45 junto con embajadores, quienes acostumbran a recibir algo más de aten-
ción46. 
Aun con la existencia de excepciones47, los historiadores de la antigüedad nos 
ofrecen una visión fragmentada de los hechos en base a sus preferencias. Suelen 
tender a lo que consideran extraordinario dentro de su propio tiempo, y, por tanto, 
omiten aquellos elementos que consideran rutinario. 
A partir de estas consideraciones debe abordarse el estudio de Tucídides, 
cuya Historia de la Guerra del Peloponeso consideramos nuestra principal fuente 
clásica. Tucídides hace frecuentes referencias a la labor del heraldo durante la 
guerra entre Atenas y Esparta, tanto entre los distintos bandos como dentro de los 
mismos e incluso cuando no los menciona directamente, deja explícitamente claro 
 
43
 Parker, 2016: 130. 
44
 Raul Buono-Cuore, 2012: 215. En su lugar se lista al Diallaktes, que no suele ser considerado un 
diplomático. 
45
 Thud. IV. 118, 5-7. 
46
 Jen. Hel. I. 79-85. 
47
 Son excepciones aquellos artículos que tratan específicamente sobre el heraldo (Lateiner, 1977), y 
notablemente Mosley, quien distingue claramente cuando se está refiriendo a cada institución y 
dedica su propia sección al heraldo (Mosley, 1975: 84-89). 
20 
 
que las comunicaciones entre los bandos se mantenían activas en todo momento48 
lo cual alude al movimiento constante de los heraldos tras cada batalla. 
Complementamos a Tucídides con un admirador y la continuación de su obra: 
los dos primeros libros de las Helénicas de Jenofonte. Jenofonte imita en gran 
medida la tónica de Tucídides, si bien las referencias no son tan abundantes como 
en las partes de la guerra que cubre Tucídides. 
Pese a que Tucídides es nuestro principal pilar, encontramos también apoyo 
puntual en Heródoto y en su relato de las guerras médicas. Concretamente en el 
tratamiento de los heraldos enviados por Jerjes de Persia a Atenas y Esparta, que 
creemos un ejemplo prácticamente único y muy bien documentado de maltrato a 
heraldos. 
Todas estas fuentes limitan nuestra visión del heraldo al siglo V a.C. y este es 
un problema que Mosley menciona49 y muchos otros autores corroboran, pero que 
no sea creemos insalvable. Podemos observar el funcionamiento de los heraldos en 
la Ilíada de Homero y personajes como los heraldos de Agamenón Talthibios y 
Eurybates, cuyas funciones son similares pero distintas a los heraldos del periodo 
clásico en un número de aspectos clave. Además, utilizamos un número limitado 
pero relevante de otras fuentes literarias, principalmente a dramaturgos como 
Eurípides y Aristófanes. 
Pese a todo, encontramos dificultades a la hora de encontrar documentación 
del trabajo de los heraldos fuera de la guerra, pero tenemos pruebas suficientes de 
que anunciaban mucho más que resultados de batallas o treguas. Una serie de 
decretos atenienses del siglo V mencionan una mensajería oficial dentro de la Liga 
de Delos que era llevada a cabo por heraldos, una función que se alejaba de la 
política de guerra. No son ricos en detalles, pero marcan la existencia de una labor 
muy poco explorada. 
 
3.3. Funciones y Atributos 
Gran parte de la problemática que tenemos a la hora de investigar al heraldo 
radica en la poca atención que se le presta en prácticamente toda ocasión. Nuestra 
principal alternativa para llenar los vacíos ya discutidos que dejan tanto fuentes 
clásicas como investigadores modernos es la de verlo en acción, así que debemos 
 
48
 Fernandez, 2009: 543-580. 
49
 Mosley, 1975: 1. 
21 
 
empezar por listar qué tareas realizaba el heraldo, tareas que, por otro lado, 
aparentan ser pocas y claras. 
Su labor era simple y por lo tanto solía ser efectivo al realizarla sin embargo, a 
pesar de que es muy fácil listar aquellas ocasiones en las que un heraldo debía ser 
enviado, describir adecuadamente su sentido y desenterrar el porqué de la 
existencia de estos mensajeros descubre que la simpleza se encuentra tan solo en 
la superficie. 
Tal y como hemos adelantado ya en varias ocasiones, las funciones (y tan 
solo las funciones) del heraldo podrían resumirse en pocas líneas. Arnush las lista 
en “declaraciones de guerra, treguas, la retirada de los muertos del campo de 
batalla, todo tipo de negociaciones (…)”50. Tal lista evidencia que es en el mundo de 
la diplomacia de guerra donde el heraldo es sobre todo visible y por eso nos 
concentraremos sobretodo en su función al servicio de la polis en este aspecto. 
Nótese, sin embargo, que en ningún punto de la lista se hace referencia a 
poder de negociación alguno. Esto era porque el heraldo tenía terminantemente 
prohibido tomar la iniciativa en ningún momento. Debía limitarse a pronunciar su 
mensaje, a menudo en forma de afirmación categórica y regresar con una respuesta 
generalmente igual de categórica51. Por esta razón era la figura diplomática con la 
autonomía más restringida de todas dentro del mundo griego52 y es en parte por 
esta razón que debemos tener cuidado también a la hora de comparar al heraldo 
con el resto de figuras diplomáticas, siendo lo demás resultado del hecho de que lo 
que menos se conoce respecto al heraldo son qué aspectos compartía o no con 
otros diplomáticos. En muchas de estas cuestiones no podemos responder con 
nada salvo suposiciones, que preferimos limitar. 
Lo que puede decirse en todos los casos es que existía un protocolo que 
debía seguirse escrupulosamente, protocolo en el que nos podemos basar para 
afirmar que el envío de un heraldo seguía una serie de estrictas normas en 
circunstancias concretas relacionadas con la política de guerra. 
La primera de estas funciones es la declaración de guerra en sí misma, a la 
que se llegaba tras un elaborado proceso de negociación que no involucraba al 
heraldo. 
 
50
 Arnush, 1993: 345. 
51
 Alonso, 1987: 57-58. 
52
 Raul Buono-Cuore, 2010: 13. 
22 
 
Sin importar la frecuencia a la que pudiera recurrirse a ella, para los griegos la 
guerra era indeseable y era considerada un último recurso53 que se daba tan solo 
cuando los embajadores propios no habían llegado a un acuerdo con el estado rival. 
La guerra se declaraba tan solo tras unos extensos contactos diplomáticos 
realizados sobre todo por los embajadores, tan solo cuando quedaba claro que 
ningún bando iba a ceder se declaraba la guerra según unas costumbres que 
indicaban que era un heraldo seleccionado expresamente para este propósito el que 
debía ir y declararla. No obstante, el ultimátum que precedía a la declaración (un 
aspecto diplomático que de por sí no ha sido estudiado en profundidad)54 no tenía 
que ser necesariamente dominio exclusivo del heraldo. Existe la posibilidad de que 
el heraldo tan solo fuera responsable de hacer oficial el comienzo de las 
hostilidades armadas y que su propósito fuera ante todo testimonial en estos casos 
e igualmente, imprescindible55. 
Era durante la guerra que el heraldojugaba un papel que todavía podría 
considerarse ceremonial pero que era políticamente mucho más relevante: este es 
el de mensajero oficial. 
 Los heraldos eran los únicos que podían entrar en los campamentos del 
enemigo con impunidad para transmitir sus mensajes: eran la única vía de 
comunicación entre los bandos que jamás debía romperse según Tucídides56 como 
parte de las leyes universales de los griegos o nomoi. Esto era principalmente para 
llevar a cabo unas funciones básicas consideradas un imperativo sagrado, 
funciones que no podía realizar cualquiera dada la tensión entre enemigos inherente 
a una guerra. 
Tal capacidad de actuar independientemente de la tensión presente aparece 
en una forma reconocible ya en la Ilíada, aunque hay que admitir que en muchos 
aspectos los heraldos representados por homero no realizan las mismas funciones. 
Talthibios en particular suele actuar más como un asistente personal de 
Agamenón que entre sus tareas estaba la de mensajero sin estar especializado 
como tal57, pero cuando vemos a los heraldos bajo esta función los paralelismos son 
evidentes. 
 
53
 Alonso, 2007: 208. 
54
 Alonso, 1987: 57. 
55
 Alonso, 2007: 208. En el comienzo de Las Leyes de Platón queda implícito que toda guerra era 
anunciada por los heraldos cuando Clenias proclama que entre las polis había una guerra constante 
no anunciada por ellos para describir las rivalidades entre las ciudades. 
56
 Thud, II. 1, 3. 
57
 Il, XIX. 196, 250-256. 
23 
 
Cuando Agamenón envía a sus dos heraldos (Talthibios y Euríbates) a exigir 
a Aquiles que entregue a la concubina Briseis con advertencia de que se la 
arrebatará por la fuerza si se opone, los heraldos son bien recibidos a pesar del 
reconocido mal temperamento de Aquiles y su animosidad hacia Agamenón. Los 
heraldos no solo repiten la amenaza, sino que regresan completamente intactos con 
el entendimiento explícito de que tan solo hablan las palabras de su rey58. 
Similarmente en el otro bando, es el heraldo troyano Idaios quien parece estar 
siempre informado de los avances de la guerra en ambos bandos y es él quien los 
relata a Príamo59. Puede ocurrir incluso que los heraldos de ambos bandos actuaran 
conjuntamente, cada uno en nombre de su rey en las ceremonias que consagraban 
una tregua. 
Al igual que era el heraldo quien proclamaba el comienzo de una guerra, era 
también el heraldo quien le ponía fin temporalmente mediante la tregua. Es una 
función documentada ya por Homero que un heraldo debía ser enviado al bando 
contrario cuando se deseaba pedir una tregua de cualquier tipo a un adversario. Su 
función era exclusivamente la trasmisión del deseo de cese de las hostilidades, pero 
debido al salvoconducto de inviolabilidad inherente al heraldo estaba prácticamente 
garantizado que el mando enemigo escucharía el mensaje y posiblemente también 
accedería al menos a asistir a las conversaciones de paz. 
Las treguas más comunes se pactaban para la recogida de los muertos tras 
cada batalla. Era una petición cargada de significado político. Se sobreentendía que 
si un heraldo debía pedir los cadáveres al enemigo era porque los soldados no 
podían recuperarlos por las armas. Era la aceptación tácita de una derrota60 y el 
reconocimiento del derecho del vencedor a quedarse las armas de los muertos, 
pero jamás sus cuerpos. El vencido estaba obligado por honor y por los dioses a 
aceptar la petición una vez que era hecha oficialmente. Conceder esta piedad era 
siempre lo mínimo, de no hacerlo el vencedor habría cometido un gravísimo 
sacrilegio que le haría ganarse el desprecio de los dioses y de los hombres61 así 
que era extremadamente raro que alguien se negara. Tampoco ocurría lo contrario, 
el perdedor siempre pedía sus muertos sin excepción, hacerlo era un deber igual de 
sagrado y tenía asociadas unas connotaciones casi heroicas62 sin estar vinculadas 
 
58
 Il, I. 320-344. 
59
 Il, III. 248-258. 
60
 Lateiner, 1977: 99. 
61
 Idem. 
62
 Konstan, 2007: 195. 
24 
 
necesariamente al combate y por el contrario, no hacerlo u obstaculizar el proceso 
era considerado un ejemplo de suprema villanía tal y como plasman los 
dramaturgos de la época reflejando los sucesos que les rodeaban. 
En Las Suplicantes Eurípides sí que acaba llevando la recuperación de los 
caídos a las armas, pero solo tras unos extensos diálogos por los cuales Teseo, 
héroe fundador de Atenas y encarnación de todas las virtudes cívicas y morales que 
debía idealmente representar la ciudad, encuentra que el tirano Creón de Tebas no 
escucha sus argumentos y es incapaz de reconocer las razones por las que retener 
los cuerpos de los soldados muertos de la ciudad de Argos es inmoral 
independientemente de que estén en guerra. Es la actitud del tebano la que obliga a 
Teseo (y por tanto a Atenas) a acudir en ayuda de Argos, escuchando así a las 
mujeres argivas suplicantes que titulan la obra. 
Tan solo después de que el dialogo fracasara Teseo recurre a la guerra y aun 
cuando lo hace dedica tiempo (esencialmente el comienzo del segundo acto) a 
explicar las razones por las cuales interviene militarmente al mismo tiempo que 
condena las acciones de Tebas. Teseo los acusa de violar el derecho internacional 
y actuar de forma inhumana, cobarde e irreflexiva al denegar una cortesía tan 
básica basándose tan solo en un giro de la fortuna que les favorece (porque ellos 
podrían perder la siguiente batalla y sus muertos recibir el mismo tratamiento)63. 
Otra derivación de la declaración de las treguas era la proclamación de las 
treguas sagradas. Una tregua sagrada era declarada con motivo de unas 
festividades para garantizar la seguridad de los peregrinos que iban a asistir a la 
misma64. Se diferencian porque las declaraba el templo en concreto, no un estado, 
pero eran estos quienes debían adherirse y por ello no era raro que no fuera 
universalmente respetada. Ninguna tregua sagrada, independientemente de la 
importancia de la festividad por la que se convocara, era totalmente inviolable65. Los 
heraldos eran igualmente sagrados (llamados sphondoroi en vez de keryx si servían 
a un templo) y las costumbres que los protegían eran las mismas a grandes rasgos. 
Eran generalmente intocables también y seguían los mismos protocolos a grandes 
rasgos si bien las treguas sagradas no eran tratadas con el mismo nivel de respeto 
que una tregua anunciada por un estado66. 
 
63
 Calvo Martínez, 1985:15. 
64
 Dillon, 1997: 2. 
65
 Golden, 2003:16 
66
 Dillon, 1997: 8-11. 
25 
 
Estas son sus funciones durante una guerra, pero la polis podía tener 
necesidad de heraldos en la paz también. En la antigua Grecia, incluso si el 
contacto entre ciudades era algo que era preferible limitar, las relaciones con el 
exterior se ocurrían inevitablemente sobre todo a partir del siglo V a.C. con 
advenimiento del imperio ateniense como ejemplo67. Atenas mantenía un intenso 
contacto con sus aliados para mantenerlos informados de las decisiones de la boulé 
y de las reformas en política monetaria y tributaria. Estos contactos se realizaban, 
curiosamente, mediante el envío de heraldos en gran número. Esta red de 
comunicación se extendía hasta Anatolia, con la cantidad de registros similares 
indicando que esta práctica era común68 y que Atenas mantenía heraldos en 
movimiento en todo momento de forma que el oficio era algo acostumbrado en vez 
del encargo ocasional que era normalmente. También resulta digna de mención la 
posibilidad de una ampliación de las responsabilidades del heraldo. Su cometido 
seguía siendo el de llevar una noticia a un destino, en eso no hay en absoluto 
variación, pero dada la posibilidad de que se les confiara la transcripción del decreto 
de un griego ático oral auna variación escrita que la mayoría de aliados utilizaban y 
para los demás era lengua franca, podría ser el único caso de una tarea para el 
heraldo que complementa su base como mensajero para la que además debía tener 
una cierta preparación. Es cierto que la calidad de la transcripción probablemente 
quedaba bajo supervisión del strategos al ser este responsable de la selección de 
ese heraldo, y también lo es que se trata solo de una hipótesis. Aun así, sea cierto 
esto último o no es innegable la excepcionalidad de convertir al heraldo, un cargo 
diplomático que tan solo tiene sentido vista su vinculación con los dioses, en una 
parte integral de la política económica de una organización supranacional como la 
Liga de Delos. 
Fuera de esta excepción, el heraldo no era un cargo político sino uno 
religioso. Uno que no provenía de las necesidades de los estados sino de las leyes 
comunes a todos los griegos (o nomoi) que habían sido impuestas por los dioses. 
Se le respetaba en base al concepto del honor en la guerra y las tradiciones que 
formaban el fundamento de las nomoi69, ambas cuestiones indiscutibles por razones 
prácticas, humanitarias y teológicas en igual medida. 
 
 
67
 Figueira, 1998: 381-384. 
68
 Arnush, 1993:344-349. 
69
 Robinson, 2006. 
26 
 
3.4. El Caduceo 
El heraldo debía ser sagrado para poder limitar de forma efectiva la crueldad 
de la guerra y por ello se le vinculaba siempre con lo divino de forma muy intensa y 
específica hasta el punto que no pudiera ser confundido ni por un instante. Esta 
vinculación se hacía explícita a través de un símbolo que incluso hacía irrelevante la 
necesidad de un diplos que lo acreditara como representante diplomático, cosa que 
sería impensable para cargos como el del presbys. 
Tal símbolo es el cetro del heraldo, también llamado Caduceo de Hermes. 
Este objeto siempre les es atribuido70 porque era todo lo necesario para identificar a 
un heraldo nada más verlo, dado que solo él podía empuñarlo. Era una seña de 
identidad que hacía a todos los heraldos “hijos de Hermes”71, tan divinos e 
invulnerables a las leyes de los mortales como lo era su progenitor72. 
Es un artefacto que dota al heraldo de profundo significado e historia. El 
caduceo es un símbolo complejo que confiere un carácter sobrenatural íntimamente 
vinculado al dios mensajero que representa hasta el punto de que mediante un 
análisis del mismo creemos que podríamos comprender el significado cultural y 
religioso que resulta vital para comprender por qué se respetaba al heraldo como se 
hacía. 
El caduceo, de la misma manera que su dueño, tiene un carácter mítico y le 
son adscritos poderes mágicos muy temprano, al mismo tiempo que le es entregado 
a Hermes poco después de su nacimiento. 
En el himno homérico a Hermes nos son relatados los primeros días del dios 
en la región peloponesia de Arcadia, en los que hurtó el ganado de Apolo para ganar 
notoriedad y reconocimiento. Siendo llevado ante Zeus, este media una 
reconciliación a través de un intercambio de regalos. Hermes ofrece la lira al dios de 
la música, que él ha inventado a partir de un caparazón de tortuga y tendones de 
oveja. Apolo entrega a Hermes una vara de oro, con la que dice hacerle “mensajero 
de los inmortales y de todos los hombres, caso honorable a mi corazón” y darle “la 
hermosísima varita de la felicidad y de la riqueza, áurea, de tres hojas, la cual te 
guardará incolumne, siendo poderosa para todos los dioses en virtud de las palabras 
y acciones buenas que declaro haber aprendido de la voz de Zeus”73. 
 
70
 Black, 2010: 20; Mosley, 1975: 88; Bardes, 2006: 237. 
71
 Mosley, 1975: 88. 
72
 Jönsson y Hall, 2005: 68 
73
 Himnos Homéricos. Himno IV a Hermes: 528-532. 
27 
 
Vemos más nexos en las raíces etimológicas de este objeto. El nombre del 
caduceo (en griego kerykeion) es una abreviación de kerykeion skeptron, es decir, 
vara del heraldo, pero la segunda parte se abandonó con el tiempo74. Esta última 
teoría sugiere que el cetro de Hermes tiene un origen muy claro y se debe a su 
caracterización como mensajero de los dioses. Esta propuesta interpretativa carece 
de argumentos definitivos. En todo caso, el significado del caduceo es tan variado 
como lo es el del propio dios heraldo. 
Una definición aportada por Nicholas Richardson argumenta que el caduceo 
parece haber combinado las funciones de un cayado de pastor, un cetro de heraldo 
y una varita mágica75. Esta descripción parece ser en general precisa. Algunas 
descripciones más antiguas sugieren que tenían una longitud más cercana a la de 
un bastón que a la de un cetro, puesto que son utilizados en la Ilíada para separar a 
dos guerreros enzarzados en combate mortal76. No tenemos una descripción de 
ningún tipo pero si los caduceos no permitían separar físicamente a los 
combatientes, esto significa que o bien simbolizaban la autoridad necesaria para 
forzarlos a detenerse o poseían unas cualidades mágicas capaces de calmar los 
ánimos de Ajax y Héctor y hacer que estos les escucharan. De una forma u otra, las 
cualidades de la vara de los heraldos se entremezclan y confunden de la misma 
manera que las del dios y del artefacto. 
Luego, cuando se habla de magia resulta difícil no encontrar al menos una 
mención a las capacidades sobrenaturales que este artefacto supuestamente tenía 
cada vez que se le hace referencia. Se han insinuado ya algunas de ellas y se 
comentarán más en profundidad a continuación, puesto que creemos que el 
caduceo era ante todo un objeto de fuerte carácter religioso y escasa utilidad real. 
Existía para invocar la protección divina. Los heraldos lo empuñaban para 
identificarse con Hermes77 y convertirse en “mensajeros de los dioses y de los 
hombres”78 como lo era la divinidad bajo cuyo poder se protegían, y para 
demostrarlo, procedemos a una descripción del objeto por tres unidades de mínimo 
significado simbólico: la vara, las serpientes y finalmente, las alas. 
Empezando por la vara del heraldo, el material del que estaba hecho depende 
de la fuente, pero parece que su forma primaria fue la de una rama de olivo envuelta 
 
74
 Friedlander, 1992: 5. 
75
 Allen y Woodward, 2013: 47. 
76
 Il, VII. 273-283. 
77
 Mosley, 1975: 88. 
78
 Il, I.330-335. 
28 
 
en dos hebras de lana, que fueron evolucionando a dos cintas blancas y 
eventualmente a dos serpientes entrelazadas y mirándose la una a la otra79. 
Incorpora, por tanto, dos elementos simbólicos distintos. 
La rama de olivo ha mantenido a través de la historia un significado de paz y 
pacificación. Una rama de olivo era entregada al vencedor por parte del perdedor 
como reconocimiento de su victoria tanto en la guerra como en los juegos 
olímpicos80. Aparte de este valor, también simbolizaba un salvoconducto por una 
ruta insegura para su portador, algo que el caduceo también representa. 
Las serpientes son el resultado de un desarrollo posterior. El escritor romano 
Higinio cuenta que “Mercurio (…) vio dos serpientes enlazadas en combate mortal. 
Separándolas con su varita, introdujo por tanto un estado de mutua paz.”81 Y 
mientras que Ovidio también recoge este mito82, la introducción de las serpientes a 
la simbología hermética es muy anterior a los romanos y posiblemente se debe a un 
desarrollo posterior al siglo VI a.C.83. 
La serpiente, además de ser un elemento atribuido a Hermes y al caduceo 
según unos posibles orígenes babilonios84, se ha vinculado a menudo con la magia, 
la adivinación, la curación y más específicamente la regeneración en diferentes 
mitologías, y el símbolo de la doble serpiente tiene de por sí considerable 
antigüedad, con algunos ejemplos datando del 3100 a.C. en Egipto85. Este 
significado tan íntimamente conectado conla medicina ha llevado a confusiones 
frecuentes con otro símbolo muy similar: la vara de Asclepio. La principal diferencia 
estéticamente hablando es que en vez de dos serpientes entrelazadas, la vara de 
Asclepio tan solo tiene una pero lo cierto es que los dos dioses, Hermes y Asclepio, 
tienen una conexión en el mejor de los casos muy tenue86 y cualquier comparación 
entre ellos se suele hacer a través de sus símbolos que en tiempos modernos son 
prácticamente intercambiables como símbolo internacional de la medicina. 
 
79
 Arias Guzmán, 2005: 7. 
80
 Lehner, 1960: 74. 
81
 British Medical Journey, 1924: 794. 
82
 Hattie, 1928:79 
83
 Richardson (ed), 2010. Richardson data el himno del siglo VI y en los versos que ya hemos citado 
no se mencionan serpientes enroscadas en el caduceo, sino que es descrito en este caso como una 
vara lisa. 
84
 Frothingham, 1916: 2. 
85
 Cilliers y Retief, 2002: 553-555. 
86
 Existe una versión del nacimiento de Asclepio en la que Hermes realiza la cesárea por la que nace 
el primero, pero es la única conexión que hemos podido encontrar y aun así no podemos citar su 
origen con confianza. 
29 
 
Por último, respecto al tercer elemento que conforma el caduceo, las alas, se 
trata de un símbolo que ya le es atribuido a Hermes en la Ilíada pero no a través del 
caduceo sino de sus sandalias, que son descritas en el encuentro entre Príamo de 
Troya y el dios mensajero87. La adición de las alas, pese a que no ser siempre 
necesaria, se da en tiempos modernos como evidencian las diferentes 
representaciones del dios heraldo y su instrumento datadas del siglo V a.C., la 
introducción del caduceo como símbolo del médico en el siglo XVI y las distintas 
descripciones datadas del siglo XX que sí incorporan la descripción de un bastón 
alado88. 
A partir de todo esto podemos concluir que el caduceo y sus cualidades son 
prácticamente análogos a las de su portador en muchos aspectos hasta a menudo 
confundirse. La equivalencia no es total, sin embargo, debido tan solo a la enorme 
variedad de epítetos que poseía Hermes y que cubren varias esferas como el viaje, 
el comercio, la diplomacia, la magia, la curación, la fertilidad, el subterfugio, la 
protección y la transición entre la vida y la muerte. Esto llega a tal extremo que en su 
comedia Pluto Aristófanes se burla de la cantidad de cualidades que se le atribuían a 
Hermes89. Es una simple verdad que el caduceo no representa algunas de estas 
cualidades, especialmente en cuanto se refiera a las facetas más “oscuras” de la 
divinidad, aquellas vinculadas con los engaños y el lucro específicamente. Ambas 
cualidades quedan, por tanto, fuera de la personalidad del heraldo y se pueden 
atribuir al propio dios en su lugar. 
 
3.5. Estudios de Caso: Excepcionalidades 
Hasta ahora hemos visto el funcionamiento del heraldo sobre la teoría. En 
situaciones ideales como hasta este punto, el heraldo llegaría sano y salvo a su 
destino y le sería concedida una audiencia pública en la que entregaría su mensaje 
para poder regresar lo antes posible y cumplir su cometido al comunicar la respuesta 
en su polis. El estatus de persona sagrada ciertamente hacía que fuera así la 
mayoría del tiempo pero existen un número de excepciones destacadas en las que 
se incumplen las leyes de los griegos y se comete el sacrilegio de agredir al heraldo. 
Ocurría en raras ocasiones, pero el escándalo que tal acción solía acarrear hace que 
 
87
 Richardson, 2000: 308. 
88
 Manrique, 2003: 141; Cilliers y Retief, 2010: 555; Friedlander, 1992: 7. 
89
 Allan, 2018:2. 
30 
 
cuando ocurría lo normal fuera que toda Grecia lo supiera y condenara al 
responsable. 
Lo mismo puede decirse de todas las reglas que regían el trabajo del heraldo. 
Eran observadas casi todo el tiempo, pero estaban basadas en costumbres más que 
en una ley tal y como la entenderíamos hoy90. 
Bajo las circunstancias poco favorecedoras los deberes del heraldo eran 
modificados en contra de las tradiciones y existen ejemplos de la mayoría. Para 
empezar con las “infracciones” de menor gravedad, el protocolo que dictaba las 
relaciones diplomáticas por el cual cualquier delegación diplomática debía ser 
precedida por un primer contacto con un heraldo no siempre se seguía. 
Dependiendo de la situación la delegación era enviada al mismo tiempo que 
el heraldo o incluso era enviada sin mención a precedente alguno. Implicaba una 
acción arriesgada, el salvoconducto del embajador era siempre más débil del que el 
del heraldo así que solo ocurría cuando el conflicto abierto no había estallado 
todavía. Las delegaciones de Corcira y Corinto recurrieron al arbitraje de Atenas sin 
necesidad de heraldos91. A través de tal hecho deducimos que existían protocolos 
distintos para la diplomacia durante la paz que no requerían de la intervención de un 
heraldo92. 
La necesidad proveniente de circunstancias extremas también juega un factor 
en otros casos. En los pasos previos a la rebelión jónica el tirano Aristágoras de 
Mileto junta las funciones del heraldo y el embajador para realizar unas peticiones de 
ayuda a las principales ciudades de la Grecia continental. Heródoto menciona que el 
milesio intentó persuadir a los lacedemonios para acudir en su ayuda sin éxito 
realizando las tareas de un embajador ignorando por completo la necesidad de un 
heraldo93. 
Podríamos llegar a la conclusión de que la tradición era respetada siempre 
que era posible, pero nunca de forma ciega. Prescindir del heraldo puede responder 
a las limitaciones naturales de la comunicación y el viaje en la antigüedad: era un 
proceso lento y peligroso, más aún en Grecia. Las misiones diplomáticas griegas 
nunca tenían un periodo de tiempo predeterminado en el que debían llevarse a cabo 
porque los contratiempos eran de esperar y podemos decir sin temor a equivocarnos 
 
90
 Robinson, 2006. 
91
 Blazquez et al, 2012: 528-529 
92
 Arnush, 1993: 345. 
93
 Hdt. V, 97. 
31 
 
que las comunicaciones ágiles y los caminos eficientes los tenían los persas, no los 
griegos94. 
Ya entrando en las infracciones más maliciosas, era posible obstaculizar la 
misión de un heraldo sin atacarle físicamente. Debía ser recibido en la polis, pero no 
tenía por qué ser escuchado necesariamente o brindársele una audiencia pública. 
Pericles prohibió las negociaciones con el heraldo enviado por el rey Arquídamos de 
Esparta tras el ataque de Tebas a Platea. Presionó a sus propios conciudadanos y 
no se le concedieron audiencias por ningún organismo público ateniense hasta que 
accedió a ser escoltado hasta la frontera95. Pese a bloquear por completo la labor 
del mensajero no rompió el tabú aunque para ser justos había precedentes al 
respecto. 
Hay cierta dispersión de opiniones respecto a la seguridad real que otorgaba 
el caduceo y su significado, pero esta nunca era absoluta de verdad. Valga como 
ejemplo principal la respuesta a los heraldos persas de Jerjes I en Atenas y Esparta. 
Era un abuso contra un heraldo sin precedentes. Arrojar a los heraldos al 
puerto del Barathon como hicieron los atenienses era grave, pero el caso de los 
espartanos en el que acabaron lanzándolos a un pozo pareció ser particularmente 
inaceptable. Los lacedemonios ofendieron a Talthibios, heraldo mítico que tenía su 
propio santuario en Esparta96, y enviaron a dos de sus propios heraldos cuyos 
nombres Heródoto recoge (Sperdias y Boulis) a morir a Persépolis en compensación 
por los que tiraron al pozo. Jerjes se negó a cometer el mismo crimen y los envió de 
vuelta97. 
En su momento era una declaración de guerra que suscitaba escándalo. 
Tenía sentido políticamente hablando en ambos casos98, aunque es discutible si tal 
ruptura total de tradición y etiquetadiplomática. Lo que sí es más difícil de justificar 
son las agresiones que ocurren más avanzado el siglo V a.C. 
Respecto a aquellas ocasiones ocurridas durante la guerra del Peloponeso 
hay que decir que no son nunca tan sonadas como lo fue el evento detonante de las 
guerras médicas, pero la gravedad de las ofensas se compensa con la aumentada 
frecuencia de las mismas. 
 
94
 Mosley, 1973: 71. 
95
 Blazquez et al, 2012: 539 
96
 Hdt. VII. 134. 
97
 Hdt, VII. 133-136. 
98
 Sealey, 1976: 15-20. 
32 
 
Existen referencias a los heraldos sagrados de Eleusis siendo retenidos 
contra su voluntad por un miembro de la liga Etolia99. En los meses previos a la 
declaración de guerra los atenienses protagonizan una de las escasas ocasiones en 
la que un heraldo es directamente asesinado cuando toman la vida de un heraldo 
megarense de camino a Esparta100 pero tales sacrilegios podrían ser considerados 
menores en comparación con muchos de los actos que se cometerían durante la 
guerra. 
Ya desde el principio Atenas y Esparta se acusaban mutuamente de 
sacrilegio y traición a los valores universales de los griegos en parte como campaña 
de difamación del enemigo y en parte para utilizar la inmoralidad del enemigo como 
causus belli. En la mayoría de casos se trataba de ofensas pasadas por las que el 
enemigo debía pagar, ofensas pasadas que no tenían relación alguna con la guerra 
o al menos ninguna que podamos observar101. 
Las acusaciones rara vez tendrían que ver con los heraldos, Tucídides reporta 
que solían funcionar de forma adecuada durante la gran mayoría de la guerra, pero 
como lleva siendo el caso, existen una serie de excepciones. Hay dos en particular 
que consideramos muy notables para el heraldo por ser ocasiones en las que las 
funciones más básicas del heraldo son rotas: los sucesos relacionados con la batalla 
de Delio y la expedición siciliana ocurrida entre el 415 y el 413 a.C. 
La importancia de la batalla de Delio requiere una contextualización algo 
extensa, puesto que se trata de una rareza por varios motivos102. Delio se 
encontraba en Beocia, territorio tebano tomado por los atenienses por las armas que 
pretendían utilizar para avanzar hacia el norte. Se encontraba en una frontera 
inestable, y para mantenerla los atenienses habían fortificado previamente el templo 
a Apolo local para hacer de él una base conectada con el Ática. 
Desde Delio salieron las tropas áticas hacia una batalla contra los beocios en 
la cercana Oropo, batalla que los atenienses perdieron dejando allí a sus muertos 
durante la huida. Siguiendo el protocolo, los perdedores enviaron a un heraldo para 
realizar la petición que les permitiría recuperar a sus muertos. Es a partir de aquí 
cuando empezamos a desviarnos de la norma, porque el heraldo ateniense fue 
recibido por un heraldo beocio quien, de acuerdo a su función, entregó un ultimátum 
para Atenas. Para que les fueran devueltos sus caídos en Oropo los atenienses 
 
99
 Dillon, 1997:10 
100
 Fernández, 2009: 550. 
101
 Thud. I. 126-135. 
102
 Thud, IV. 89-100. 
33 
 
debían abandonar el templo que habían invadido en Delio y militarizado en contra de 
la ley universal, que decía que debían respetarse los santuarios de cualquier tierra 
invadida103. El heraldo ateniense fue forzado a regresar, probablemente muy 
confuso, y relatar la respuesta. 
Atenas argumentó lo siguiente enviando de nuevo un heraldo. No habían roto 
ninguna ley, puesto que era también legítimo que una vez dominado el territorio el 
dominador tenía también el control de sus santuarios, de forma que podían disponer 
de ellos como vieran necesario. No solo eso, sino que no habían invadido el recinto 
sagrado, se habían refugiado en él de la ofensiva tebana sin intención alguna de 
insultar al dios. Se habían atenido a la protección divina por necesidad, forzados por 
las circunstancias. Por último, incluso si los tebanos tenían algún fundamento en sus 
acusaciones, utilizar a los caídos en batalla como rehenes era en todo caso una 
violación mucho peor de las leyes universales104. 
Ambos bandos, igualmente indignados e indispuestos a negociar, enviaron de 
nuevo a sendos heraldos que Tucídides en ningún momento específica les fueran 
dados poderes especiales. La batalla de Delio no solo marca la única ocasión en la 
que la tregua para la recogida de los muertos fue denegada, también es la única 
negociación (por así decirlo) en la que intervienen dos heraldos de forma exclusiva. 
Naturalmente, las negociaciones fueron infructuosas. Cada heraldo regresó 
con sus demandas ignoradas fue cuando los bandos retomaron las armas y lucharon 
esta vez en Delio. Los atenienses volvieron a perder, esta vez muriendo también su 
general, y cuando realizaron la petición habiendo perdido ya el santuario les fueron 
devueltos los muertos de las dos batallas105 que, en el caso de los cadáveres de 
Oporo, debían estar ya en pleno estado de descomposición106. 
Delio es un caso aislado de las reglas diplomáticas siendo ignoradas en una 
etapa de la misma en la que se solían respetar a pies juntillas. Tenemos que esperar 
a bien entrada la expedición siciliana para encontrar ocasiones en las que el deber 
del heraldo es tan directamente ignorado. Durante la totalidad de la primera parte de 
la expedición no ocurre ninguna infracción en absoluto, los cuerpos son devueltos 
 
103
 Thud, IV. 97, 99. 
104
 Thud, IV. 98. 
105
 Asumimos que los muertos de la batalla de Oporo también fueron devueltos al mismo tiempo dado 
que Tucídides no especifica lo contrario. 
106
 Siguiendo los intervalos de tiempo que sugiere Tucídides entre la batalla y el advenimiento de la 
tregua y añadiendo un periodo de tiempo similar entre el final de la batalla de Oropo y el comienzo de 
la de Delio nos quedamos con un periodo aproximado de un mes. Dependiendo del cuidado a la hora 
de preservar los cadáveres durante ese periodo de tiempo, estos ya podrían estar en la etapa de 
putrefacción (Janaway, 2009: 327). 
34 
 
allá donde se pidiera una tregua sin ninguna objeción por parte del ganador. Es tan 
solo cuando los atenienses comienzan a perder la guerra que vemos importantes 
cambios hasta ahora nunca vistos. 
Tras una derrota naval frente a Siracusa no son los siracusanos quienes 
deniegan la devolución de los caídos, son los atenienses quienes no se molestan en 
pedir la tregua. En vez de eso, Demóstenes y Nicias deciden continuar la estrategia 
para el día siguiente, presumiblemente mientras los cuerpos de los atenienses 
siguen abandonados flotando en el mar junto con los restos de las naves107. 
La gravedad de la situación no se detuvo ahí tampoco. Poco después de 
perder en Siracusa los atenienses decidieron retirarse apresuradamente 
abandonando a aquellos que murieron en el campamento sin enterramiento 
prescindiendo por supuesto del uso de heraldos por completo, y luego al ser 
perseguidos durante la huida más muertos (por no decir heridos) serían 
abandonados tal y como seguramente lo fueron todos los muertos de la última parte 
de la expedición siciliana dado que la reacción en Atenas una vez se supo lo 
ocurrido por boca de algunos supervivientes fue la de total incredulidad108 y no se 
registra ni en Tucídides ni en Jenofonte ninguna iniciativa para recuperarlos pese a 
notables atenienses como Nicias y Demóstenes, ambos figuras clave durante la 
guerra, habían muerto allí109. 
Los sucesos y la desastrosa derrota en Sicilia son ignorados durante el resto 
de la guerra incluso cuando los siracusanos y sus aliados continuaron apoyando a 
Esparta activamente en la Grecia continental. 
 
4. Conclusiones. 
 El heraldo es el más particular de todos los diplomáticos griegos. Es toda una 
rareza, un vestigio del pasado

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