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1 LOS HIJOS DE HERMES ENTRE LOS MORTALES: EL HERALDO EN LA DIPLOMACIA GRIEGA Antoni Vanrell Valls Grau d’ Història Facultat de Filosofia i Lletres Any acadèmic 2020-2021 2 HIJOS DE HERMES ENTRE LOS MORTALES: EL HERALDO EN LA DIPLOMACIA GRIEGA Antoni Vanrell Valls Treball de Fi de Grau Facultat de Filosofia i Lletres Universitat de les Illes Balears Any acadèmic 2020-2021 Paraules clau del treball: Heraldo, diplomacia, caduceo, polis, Tucídides, leyes universales, sagrado. Nom del tutor: Enrique García Riaza Autoritz la Universitat a incloure aquest treball en el repositori institucional per consultar-lo en accés obert i difondre’l en línia, amb finalitats exclusivament acadèmiques i d'investigació Autor/a Tutor/a Sí No Sí No ☒ ☐ X 3 Resumen El heraldo es una de las figuras sobre las que se basaba la diplomacia en la Grecia antigua. Como las ciudades-estado estaban más preocupadas por su política doméstica, la interlocución en política exterior solía depender por completo de esos tres cargos otorgados ocasionalmente: El embajador. El encargado de visitar la polis concreta y dialogar con los órganos de gobierno correspondientes con la intención de persuadirlos de tomar una decisión que beneficiara al estado que los enviaba. El proxenos, quien protegía a cualquier visitante de una ciudad extranjera con la que había realizado un pacto de amistad a cambio de prestigio y ciertos beneficios políticos. En ocasiones también intervenía a favor de los intereses políticos de su ciudad amiga, que le ponía ocasionalmente en delicadas situaciones en la que sus lealtades eran cuestionadas. El heraldo, quien realizaba una comunicación básica entre los dos bandos tan solo durante la guerra por la protección excepcional y cuya posición no se explica por ninguna ley política sino por creencias ético- religiosas compartidas por todos los griegos. Podrían ser vistos como simples mensajeros, pero tras el heraldo hay todo un mundo simbólico de gran profundidad que permitía al heraldo entregar sus mensajes, cortos como eran, en situaciones de gran tensión en la que otros cargos no podían acceder sin ser tomados como rehenes o, en algunos casos, ser víctimas de agresiones. Mediante un significado insospechadamente complejo vinculado estrechamente a los dioses el heraldo se diferencia entre otras cosas por no ser un cargo nacido no tanto de una necesidad política, sino más bien de una necesidad humana universal de limitar el daño que podía hacer la guerra y por tanto su autoridad, pese a ser muy limitada, era respetada escrupulosamente. Es cierto que existen casos en los que se les ignoraba o se cometía un sacrilegio mayor mediante una agresión, pero son excepciones a la regla que solían acarrear condena universal por parte la comunidad de polis griegas en el mejor de los casos. En el peor, atacar a un heraldo significaba despertar la ira de los dioses, básicamente condenando a la ruina la ciudad responsable. La tarea de un heraldo era indudablemente simple y sin embargo, era tan vital que una guerra sin ellos era considerada inhumana. Además, junta una serie de características que hacen que no sea definible bajo los criterios que se adaptan al embajador y al proxenos. Sigue siendo un diplomático, pero es algo más que tan solo un mensajero. 4 Índice 1. Introducción. Pág. 5 2. Bases de la diplomacia griega. Pág. 7 2.1 Cuestiones Generales: Antecedentes y Características Universales. Pág. 7 2.2 El Embajador. Pág. 11 2.3 El Proxenos. Pág. 14 2.4 El Diallaktes. Pág. 15 3. El Heraldo. Pág 16 3.1 Múltiples Incógnitas. Pág 17. 3.2 Las Fuentes Clásicas y el Reto del Acceso a la Información. Pág 18. 3.3 Funciones y Atributos. Pág 20. 3.4 El Caduceo. Pág 26. 3.5 Casos de Estudio: Excepcionalidades. Pág 29 4. Conclusiones. Pág 34. 5. Bibliografía. Pág 37. 5 1. Introducción La historia política es la rama más antigua del estudio de la historia. A través de ella se han formado las raíces más ancestrales nuestra ciencia y por ello ha sido criticada y consecuentemente revisada, creemos que con total razón. Es cierto que es fácil tanto pensar en la “sucesión de sucesos sucedidos sucesivamente” que tanto aficionados a la historia como profesionales aborrecen como también lo es que el precedente de en particular de una de nuestras principales fuentes, Tucídides (quien debatimos es el padre fundador del estudio de la historia), es muy fuerte, pero consideramos igualmente cierto que no podemos condenar toda una rama de estudio tan solo por los defectos de su fundación. Por ello, nos proponemos utilizar una metodología revisada. A través de este estudio de la polis griega del siglo V a.C. no pretendemos realizar una narración de hechos ni una serie de biografías de los grandes personajes que definieron el funcionamiento de un estado. Nuestro objetivo no es discutir el resultado de conflictos bélicos y sus consecuencias ni tampoco establecer conexiones con el presente en busca de una continuidad con el mundo clásico. No pretendemos estudiar el poder político de la Grecia clásica en sí mismo ni sus bases económicas o sociales en una línea más cercana a la historiografía marxista tradicional. En vez de eso, pretendemos utilizar el modelo de la nueva historia política1. Esencialmente hablando, queremos examinar las leyes y costumbres que regían la vida política en la antigüedad Griega, concretamente aquellas que debían observar en materias de política exterior o diplomacia con un método que se aproxima a la nueva historia política al restar importancia a los estados y reconocer que, dentro de lo que era la civilización griega y sus leyes universales, cada polis era un centro de poder autónomo2 en constante competición entre ellas pero que diferenciaba entre una competencia honesta y un ataque a traición de una ley de la que todo griego debía ser conocedor. Pretendemos, por tanto, ver no qué permite el funcionamiento del poder heleno, sino cómo funcionaba y aún más importante en el caso de la ley en la antigüedad, por qué. 1 Hespanha, 1996: 1. 2 Idem: 17 6 Invariablemente, ya que estamos analizando la ley, tendremos que incidir puntualmente la Historia del Derecho, especialmente en lo que se refiere a algunos mecanismos diplomáticos griegos como el arbitraje tal y como existían principalmente durante las guerras médicas y la guerra del Peloponeso. El espacio temporal tratado se debe a que las primeras fuentes que detallan el funcionamiento de la política exterior griega pertenecen a este periodo. Pretendemos, por tanto, centrar nuestra atención en los diplomáticos de este periodo de tiempo (es decir, el siglo V a.C.), que es cuando las dos grandes guerras de la historia de la antigua Grecia sacan a la luz la labor que realizaban también en otros conflictos bélicos en los que se puede observar claramente al objeto de nuestro estudio. El heraldo, nuestro centro, es tan solo una de las posiciones que un político de la antigua Grecia podía ocupar para ser considerado un diplomático y por desgracia, y debido a una serie de limitaciones únicas a este cargo, recibe menos menciones a nivel general que los demás, siendo la inmensa mayoría de estas en contextos bélicos. Finalmente, debemos admitir algunas de las limitaciones de esta investigación. Pese a que hemos declarado que no pretendemos detallar las vidas de personajes o tratar de guerras, esos tendrán inevitablemente su lugar debido a una serie de circunstancias que nos obligan a utilizarlos. Luego, las leyes que regían la diplomacia griega eran consideradas de origen divino,seguirlas era una obligación religiosa más que una “ley” como comprenderíamos hoy en día, así que las relaciones internacionales griegas se regían ante todo por derecho consuetudinario, rama del derecho que por definición no estaba codificada. Esto significa que a menudo nuestra mejor opción para observar estas leyes es verlas en práctica, cosa que se traduce en una necesidad de ejemplos que encontramos ante todo en conflictos bélicos y en personajes destacables ejerciendo algunos de estos cargos diplomáticos o sus funciones. Eso sí, pretendemos limitarlos exclusivamente a ese papel. Luego, debido a una limitación similar, nos vemos obligados también a utilizar registros y decretos de la ciudad de Atenas no por preferencia personal, sino por la simple razón de que son sus escritos los que han sobrevivido hasta hoy en día y los autores modernos le suelen prestar mucha atención. En aquellos casos en 7 los que utilicemos las leyes atenienses como ejemplo dejaremos claro si son o no datos que podrían considerarse representativos del mundo heleno. 2. Bases de la Diplomacia Griega A continuación, nos detendremos en el estudio de la diplomacia griega en conjunto antes de entrar en detalles con el aspecto que queremos tratar, dado que no creemos poder tratar las particularidades del heraldo sin exponer las generalidades de las que se desvía. Comenzamos por aquellos aspectos que consideramos comunes a todos los diplomáticos de la antigua Grecia, con los que adjuntamos un modelo anterior de relaciones internacionales en los que seguramente encontraron algo de inspiración. Nos basamos en aquellos aspectos que tenían en común, aspectos que, aunque existentes y relevantes, son realmente pocos en comparación a las diferencias. Para hablar de esas características a menudo únicas a cada cargo, hemos decidido dedicar secciones individuales a cada uno de los tres posibles aspectos en los que se ejercía la política exterior en Grecia. Como ocurre con el heraldo, se definen por sus rasgos adaptados a una tarea concreta, e incluso si nos queremos centrar en el heraldo listaremos y explicaremos previamente y de forma breve el resto, principalmente para generar una idea de cómo encajaba con el resto de diplomáticos. Los ordenamos en función del grado de unicidad de sus funciones respecto a todos los demás, así como por un orden lógico que nos permita explicarlas adecuadamente. Por ejemplo, es más fácil explicar la labor del proxenos una vez se comprende la función de los embajadores. Para finalizar esta sección, debe decirse también que esta constituye tan solo una base mínima antes de entrar en el centro de nuestra investigación. Cualquier otra información relevante al heraldo, ya sea concerniente a sociedad, mentalidad, religión, ley o política se introducirá en contexto, es decir, cuando sea necesario en la sección que dedicamos exclusivamente al heraldo. 2.1. Cuestiones Generales: Antecedentes y Características Universales Para empezar, creemos conveniente introducir primero qué comprendemos como diplomacia. Tal y cómo la entendemos actualmente, se puede definir como una “Rama de la política que se ocupa del estudio de las relaciones 8 internacionales”3 así como la describe su primera acepción en el diccionario de la Real Academia Española. Esta definición proviene probablemente del nacimiento de la diplomacia moderna en la Italia del renacimiento4, y mientras que no la consideramos necesariamente incorrecta y es bastante abierta, puede no reflejar toda la historia del término. Para hacernos una idea de su significado en el pasado debemos ampliarla y hacerla aún más abierta con el siguiente paso lógico: la inclusión de la realización de esas actividades. Si aplicamos la definición de diplomacia de esta generosa forma (admisiblemente bajo riesgo de ser demasiado ambiguos), encontramos un número de posibles precedentes en la antigüedad. Lo más antiguo que podemos reconocer como diplomacia sin ningún lugar a duda pertenece al periodo del reinado del faraón Akenaton, llamado igualmente periodo de Amarna. Se trata de una diplomacia aún poco desarrollada, en la que las reglas eran escasas y ambiguas, y las grandes distancias eran un serio problema para su funcionamiento5. Aun así, sigue siendo la primera muestra registrada del ejercicio una diplomacia regular y reglamentada que en este caso se organizaba a partir de una práctica diplomática común conocida como el de intercambio de regalos. El regalo diplomático en este contexto servía varias funciones6. Era la forma que tomaba el comercio de estado y era la principal forma de promover la amistad entre las distintas monarquías, puesto que en teoría eran regalos hechos por la magnanimidad del soberano que enviaba el regalo, magnanimidad que podía traducirse fácilmente en condescendencia hacia él receptor. He ahí el principal problema de la diplomacia de la edad del bronce reciente: era extremadamente fácil cometer una falta de etiqueta y ofender al interlocutor. Por ejemplo, podía ocurrir que mediante la petición de un regalo el monarca en cuestión pudiera aparentar ser débil o pobre, por lo que tenía que comunicar la petición mientras pretendía que los recursos que necesitaba no eran imprescindibles, sin que importara el que a menudo lo eran. Luego, el regalo y los mensajeros designados que lo acompañaban debían ser acogidos con una serie de honorarios cuya magnitud era siempre motivo de discusión: si eran demasiados los súbditos del 3 Diccionario online de la Real Academia española, consultado el 8/6/2021 a las 1:15 (diplomacia | Definición | Diccionario de la lengua española | RAE - ASALE) 4 Jönsson y Hall, 2005: 2 5 Siracusa, 2010:13 6 Aruz et. Al., 2000: 63-64. https://dle.rae.es/diplomacia https://dle.rae.es/diplomacia 9 monarca receptor asociarían la pompa con un agradecimiento que tan solo se daba a un superior, pero si la ceremonia era poca los emisarios del monarca que remite el regalo podían molestarse al no rendírsele el agradecimiento debido a la generosidad de su soberano y acabarían regresando con una pobre opinión de la corte que los había recibido, opinión que sin duda transmitirían a su propio rey al regresar. Finalmente, para continuar con la máxima del Quid pro Quo como norma general, era parte de la etiqueta comercial entre monarcas que el destinatario del regalo entregara a los emisarios otro de igual valor que llevarse de vuelta. Si este regalo no era del gusto del nuevo receptor o lo creía por debajo de su propio presente, este le enviaría una carta de nuevo, recriminándole su falta de respeto y exigiéndole que enmendara tal insulto. Como se puede ver, era una diplomacia extremadamente propensa a tensiones pese a que su propósito principal era mantener la paz necesaria para el desarrollo de actividades comerciales a grandes distancias. Relaciones diplomáticas tan volátiles eran la norma en el siglo XIV a.C., pero con la evolución que vemos en el mundo griego tales oportunidades de causar tensión se reducen considerablemente. No hemos podido encontrar ninguna mención a una relación entre las tácticas diplomáticas del periodo de Amarna y la Grecia clásica. Pudo haber habido alguna influencia en el pasado remoto de la Grecia micénica, de hecho tal y cómo son las prácticas en la Grecia arcaíca parece una buena posibilidad, pero para el periodo de tiempo que pretendemos estudiar (que recordemos, es principalmente el siglo V a.C.) las tácticas diplomáticas griegas han evolucionado hasta un punto en el que las comparaciones con los grandes imperios de oriente medio son algo más difíciles de realizar. El regalo diplomático seguía efectivamente en uso. Seguiría en uso durante el periodo helenístico7 y lo había estado desde mucho antes, pero hay que decirno era una práctica tan indispensable como lo era en la edad del bronce. Es verdad que tenía una tradición muy arraigada en el mundo griego, en la época arcaíca (siglos IX-VI a.C.) encontraba un uso parecido al ser la forma de obtener aquellos productos que no eran accesibles localmente y al parecer el intercambio personal de regalos era la forma de comercio más común a todos los niveles, tanto dentro de un mismo estado como entre ellos8. Seguía siendo una práctica habitual para 7 Grainer, 2019: 69. 8 Morris, 1986: 5. 10 los aristócratas, pero dado que la moneda era demasiado valiosa para ser útil en transacciones de menor envergadura, el intercambio seguiría siendo el principal método de comercio para granjeros y artesanos al menos hasta la época clásica. Ahora bien, incluso si el regalo diplomático seguía siendo una parte acostumbrada de la diplomacia griega sin ser, como hemos dicho, su aspecto protagonista, algo que si cambia es la actitud de las ciudades estado griegas hacia el exterior. Las relaciones internacionales ocurrían constantemente, más específicamente, las distintas polis competían militarmente muy a menudo, siendo esta la forma principal que tomaba cualquier contacto entre ellas. Los diplomáticos en su mayoría encontraban su uso durante las campañas bélicas. Fuera de estos cargos tan específicos, gran parte de la política que se llevaba a cabo en la ciudad era doméstica9. No queremos decir que no prestaran atención al exterior. La vida política griega no se realizaba nunca en aislamiento, simplemente era imposible e intentarlo era de por sí imprudente, y para ello una de las funciones del diplomático era la recopilación de información sobre las ciudades con las que interactuaban10, pero la diplomacia no se realizaba con otro objetivo que no fuera el de regresar lo antes posible a la política interior. La mayoría de los contactos diplomáticos pretendían ser temporales incluso si realmente no lo eran. Fueran los contactos diplomáticos temporales o no, existían una serie de procedimientos y oficios por las cuales las ciudades-estado griegas interactuaban entre ellas. Había, para empezar, una burocracia destinada a gestionar los contactos diplomáticos basada en el ejercicio de una serie de cargos electos que se encontraban activos más o menos regularmente, pero siempre de forma temporal y circunstancial. Se les designaba específicamente con un cometido específico que una vez concluido significaba la caducidad del nombramiento. El objetivo era hacer de los contactos lo más rápidos, eficientes y directos posibles. El lenguaje diplomático se adapta a todo lo anterior11, pero no la burocracia vinculada a cada uno de estos cargos. Con todo lo anterior no queremos implicar que su funcionamiento no fuera simple, en la práctica todos los cargos diplomáticos griegos eran muy directos en 9 Adcock, 1948: 2 10 Mosley, 1973: 4-7. 11 Alonso, 1987: 57-58. 11 sus respectivos cometidos, era la reglamentación por las cuales cada uno de ellos operaba la variaba considerablemente de cargo en cargo. Hay siempre un proceso de selección y unas cualificaciones necesarias singulares, ambas tan específicas a cada uno de los cuatro cargos que a pesar de que existen unos criterios generales basados en reputación, influencia y estatus12, no siempre en ese orden. También existe el problema de que aunque existían herramientas para controlar la actividad de los diplomáticos, la influencia de estos mecanismos sobre uno u otro cargo no siempre queda manifiesta e incluso podía ocurrir que los limitados poderes que eran la norma13 hicieran innecesario cualquier control elaborado. En algunas ocasiones simplemente no había margen de acción suficiente para incumplir el propósito de la misión diplomática. Finalmente, aunque el concepto de inmunidad diplomática definitivamente existía, no todos los diplomáticos disfrutaban del mismo grado de protección e incluso esa protección que se supone tenían era teórica. En otras palabras, un diplomático nunca era totalmente intocable y la agresión hacia él no era algo tan raro como se pretendía14. La frecuencia de estos altercados es debatible y depende del cargo en específico, pero existía en cada caso. Para observar las variaciones respecto a estas normas generales así como las respectivas particularidades de cada cargo hemos decidido examinarlos individualmente empezando con el embajador (presbys), el diplomático mejor documentado y regulado y avanzar gradualmente para acabar con el heraldo (keryx) por razones que se harán evidentes cuando hablemos extensamente de él. 2.2. El Embajador Tomemos al embajador como el diplomático arquetípico y empecemos por decir que normalmente cuando se habla de “diplomáticos” en la antigua Grecia, normalmente es en referencia a ellos15. 12 Mosley, 1975: 44-45. 13 Raul Buono-Cuore, 2010: 12 14 Idem. 15 No había, al parecer, ningún nombre en conjunto para todos los cargos. Lo que sí es cierto es que cualquier enviado en nombre de una polis vecina era reconocido como un mensajero (angelos), que sí que se usa mucho para los embajadores pero que hace referencia a una función sagrada junto con una función secular (Jönsson y Hall, 2005: 68) de forma que también puede aplicarse al heraldo. 12 No solo era su uso muy común sino que su función era la más vital para la política exterior de la polis. Eran ellos los que integraban las misiones diplomáticas que viajaban a la ciudad rival cuando había un conflicto de intereses e intentaban influenciar la opinión pública mediante discusión de la cuestión en público y apelaciones a las asambleas pertinentes del estado concreto16. Viajaban siempre en grupo17, y se les permitía una mayor capacidad de deliberación que al resto de diplomáticos puesto que se esperaba que tuvieran que hacer al menos unas pocas concesiones para llegar a un acuerdo en caso de que no lograran persuadir a su interlocutor, lo cual ocurría a menudo. Por ello, la diplomacia griega solía regirse por exigencias acompañadas de pragmatismo y argumentos de tipo moral presentados con bastante franqueza18. Nunca tenían la acogida garantizada y pese a que atentar contra su integridad física era algo generalmente muy mal visto en la sociedad griega, no existía una garantía real de su seguridad salvo el temor a las represalias sobre los agresores. Por ello es que para ellos el viaje era particularmente peligroso si la polis a la que estaban destinados era hostil hacia la suya propia, así que no se les enviaba sin asegurar que no serían tomados prisioneros, atacados o ejecutados durante el transcurso de su misión. Para realizar ese primer contacto existía el heraldo, que solía preceder a los embajadores o viajar junto con ellos si el tiempo era una preocupación. De cualquier modo, se les podía reconocer por el diplos, una carta que debían presentar a sus anfitriones en la que se incluía su procedencia y la razón de su presencia19. Ignoramos si cada embajador tenía la suya propia o si tan solo llevaban una para la misión en conjunto, pero en el mejor de los casos el diplos era tan solo una formalidad porque para los embajadores era ideal si su reputación personal les precedía. La política exterior era siempre muy delicada en varios sentidos. Los embajadores tenían que caminar una delgada línea de promover los intereses de su gobierno sin agotar la hospitalidad que se les debía como huéspedes y las protecciones que esta implicaba, limitadas como podían ser. Por esta razón, ser embajador no estaba al alcance de cualquiera. 16 Mosley, 1973: 11. 17 El número deembajadores por misión diplomática no era estable. Ciertas ciudades tenían preferencias por números concretos pero los ejemplos documentados solían ser como mínimo tres y nunca más de 10 (Mosley, 1973: 50-63.) 18 Thud. I. 139. 18-20 19 Kórakas, 1988: 24 13 Mediante un elaborado proceso de selección llamado dokimasia eran elegidos como embajadores los políticos más experimentados y honrados que además pudieran costearse personalmente el viaje. No era absolutamente necesario que afrontaran personalmente los gastos, aunque sí que era una marca de prestigio no tener que depender de un presupuesto, que en cualquier misión diplomática era bajo20 sobretodo en comparación a los gastos de su estancia. Los embajadores debían ser oradores de probada capacidad para ser elegidos siquiera porque la elocuencia verbal era siempre preferible a la escrita21. Esta era siempre la principal cualidad que debía tener el embajador incluso si se les daban órdenes específicas, en cualquier caso se ponía por entero en sus manos el resultado. No había otra alternativa que confiar en sus capacidades durante el desarrollo de la misión, pero una vez regresaban de la misma su inmunidad se acababa y podían ser juzgados de acuerdo a su actuación22. Un fracaso no significaba realmente ningún problema, pero sobrepasar las directrices era efectivamente un delito penado, tal y cómo lo era el aceptar sobornos de cualquier tipo. Parece una regla muy razonable hasta el momento en el que tenemos en cuenta que no era raro que el estado anfitrión entregara a sus huéspedes regalos como parte del recibimiento a la misión diplomática23. La intención era demostrar su generosidad y que los enviados de una polis eran recibidos de buen grado, además de una cortesía dado que estos regalos solían ser cantidades de dinero en teoría destinadas para costearse su estancia. A nadie se le escapaba, sin embargo, que estos regalos eran excelentes formas de disfrazar cuantiosos sobornos para los embajadores. Era seguramente por eso que las misiones diplomáticas no solían disponer de presupuesto, se esperaba que la polis anfitriona se ocupara al menos parcialmente de los gastos, pero obviamente incluso si se trataba claramente de un soborno los embajadores estaban en una posición en la que debían cogerlo para no insultar a quienes les habían recibido. La diferencia entre regalo y soborno era extremadamente subjetiva. Considerando que aceptar un soborno era un delito condenable al regresar a su polis natal, cada misión corría el mismo riesgo. Esta es la razón, asumimos, por la que los embajadores más adinerados eran los más deseables: 20 Mosley, 1973: 74. 21 Gazzano, 2019: 57 22 Mosley, 1973: 41-44. 23 Mitchell, 1997: 19. 14 al poder afrontar los gastos ellos mismos no tenían la necesidad de aceptar los sobornos. Independientemente de esto último, facilitar la tarea de los embajadores existían prácticamente todo el resto de cargos diplomáticos, en particular el siguiente cargo el proxenos era esencial. 2.3 El Proxenos La labor del proxenos se resume en los dos fragmentos de su nombre, que juntos vienen a significar “a favor (o en nombre) del extranjero”24. A través de un acuerdo personal de amistad (philia) que le era otorgado por otra ciudad25, un ciudadano de una polis se comprometía a dar hospitalidad a cualquier visitante de esa misma ciudad con la que había llegado a un pacto. Sus deberes básicos eran los de proveer cobijo, comida y ropa limpia a los extranjeros26, pero además podía y se esperaba de él que actuara para protegerlos legalmente si era necesario, y que actuara políticamente hablando con los intereses de la ciudad que le había otorgado la proxenia en mente, siempre y cuando no actuaran en contra de la ciudad de la que era nativo27. Era el apoyo más importante del embajador, al ser el único diplomático cuya actividad era constante y el único que mantenía los nexos diplomáticos en vigor fuera de las circunstancias excepcionales que requerían del envío de una misión diplomática. Solían ser políticos influyentes en su propio derecho y por tanto tendrían información vital28 para el éxito de las embajadas, a las cuales se esperaba debía ayudar en su propósito. Nos gustaría poner énfasis en nuestra elección de palabras al poner peso en expectativas y no deberes. El proxenos no tenía unas órdenes específicas como el embajador y no había un control estricto sobre sus labores, así que tampoco había unas obligaciones legales que dijeran cómo debía cumplir con su deber. Tan solo había algo similar a un código de conducta. Una serie de directrices 24 Wallace, 1970: 190. Otra posible acepción la podemos deducir en Mitchell, quien habla de la amistad ritualizada o xenia vinculado a dos individuos llamados xenos (Mitchell, 1997: 12). Junto con otra acepción del prefijo Pro- siendo señalizar primacía (ej. El epíteto de Atenea Promachos), podríamos entender al proxenos como el “primer amigo” de la polis en territorio extranjero. 25 Tal contrato era efectivamente registrado, pero era además una amistad ritualizada mediante la entrega de un regalo por parte de la ciudad al individuo, del cual se esperaba que demostrara su agradecimiento (Mitchell, 1997: 18-19). 26 Chirinos Montalbetti, 2007: 7 27 Mack, 2015: 23-24 28 Mosley, 1973: 4-7. 15 generales de lo que era un proxenos y por tanto, los criterios de selección tampoco eran muy estrictos. En realidad, cualquier extranjero que hubiera demostrado su utilidad para una polis era elegible. En varios decretos atenienses29 (en parte mutilados, así que hay un cierto margen de error) se nombran sobre todo valores personales, no cualidades políticas que uno pensaría harían un buen representante. Lo que es más destacable es que es la única posición en la cual no había necesariamente una discriminación de género. Existen siete decretos en los que se le otorga la proxenia a una mujer30. Los privilegios que otorgaba el cargo eran pocos en comparación a los riesgos. Los mismos decretos atenienses evidencian que cualquier beneficio era válido tan solo en la ciudad emisora31 (y puede que en las ciudades aliadas, aunque no podemos confirmar esto último) donde podían ser garantizados. Nada protegía al proxenos en el caso de que la ciudad con la que había trabado amistad y su ciudad natal entraran en guerra. Ni que decir tiene que la gran mayoría de ellos abandonaban la proxenia para salvar la vida porque cualquier inmunidad política para actuar en nombre de sus clientes se disiparía en el momento de que fuera sospechoso de traición. Aun así, existen casos en los que el proxenos se decantó por su ciudad amiga. Pocos, pero existentes32. 2.4. El Diallaktes Finalmente queda el Diallaktes, cuya traducción sería algo similar a “mediador”. Inicialmente pensamos que se trataba de un diplomático especializado en la práctica del arbitraje, pero la única mención que hemos logrado encontrar es en relación al legislador ateniense Solón33 y ninguna acerca de ningún papel en política exterior. No podemos asegurar siquiera que diallaktes no fuera un adjetivo exclusivo de Solón, en vez de eso, creemos que el arbitraje era realizado por un tribunal local adaptado a política internacional34. 29 Walbank, 2008: 135 30 Mack, 2015: 25. 31 La única posible excepción era en Esparta, donde eran los reyes los que designaban al proxenos responsable del contacto con cada ciudad y sí podían recibir honores en su propio estado (Wallace, 1970: 194). 32 Mosley, 1973: 5. 33 Hölkeskamp, 2005: 280 ; Harding, 2008: 88. 34 Matthaei, 1908: 245. 16 Esencialmente, funcionaba como un tribunal civil35 al menos enel caso ateniense. Dos ciudades en conflicto se ponían de acuerdo para nombrar una tercera que reconociera la soberanía de ambas y estuviera dispuesta a mediar entre ellas. Esta ciudad era elegida explícitamente, preferiblemente fijando los detalles mediante tratado lo antes posible porque una vez comenzado el proceso no se podía alterar nada, y la decisión del tribunal era absoluta. Tras concertar el juicio, un número variable de jueces intentaría llegar a un compromiso entre las dos ciudades, pero de no ser posible forzaría una solución que considerara justa. Se dejaba constancia epigráfica detallando la sentencia y a veces las circunstancias que habían llevado al arbitraje y si era necesario se obligaba al cumplimiento de la resolución si uno de los litigantes se negaba a obedecer, cosa que rara vez ocurría porque dependía de la capacidad de resistirse del infractor quien si había recurrido al arbitraje se sobreentendía que no tendría suficiente fuerza para imponerse. Esparta era la única que podía hacerlo relativamente a menudo. 3. El heraldo Habiendo introducido ya los rasgos principales de la diplomacia de la antigua Grecia y sus cargos diplomáticos, a continuación hemos decidido profundizar en una figura concreta, siendo esta la del heraldo o keryx, en griego. Nuestra decisión se debe a que a pesar de que los diplomáticos griegos seguían toda una serie de convenciones y protocolos, el heraldo es el único cargo que obedece muy pocas de estas restricciones o directamente las ignora para seguir otras propias únicamente del mismo. Por desgracia, por razones que comenzaremos a exponer a continuación, desconocemos gran parte de la información concerniente al heraldo. El primer problema consiste en lo poco común que el heraldo reciba la atención de los historiadores de la antigüedad y por tanto, tenemos que trabajar con muchos vacíos que tenemos que rellenar utilizando detalles contextuales. Empezamos enunciando las múltiples cuestiones sin resolver alrededor del heraldo, seguido inmediatamente por las fuentes clásicas que pretendemos utilizar para responderlas acompañadas nuestra sospecha de que estas mismas fuentes pueden ser las culpables de esos mismos vacíos. Debido a estos huecos, debemos 35 Harter-Uibopuu, 2002: 54-65. 17 complementarlas con la información que se puede extraer del heraldo no por sus descripciones sino por sus acciones sobre el terreno, el único momento donde demuestran sus funciones. Luego, dado que esta información todavía no incide en el aspecto simbólico del heraldo, aspecto que consideramos capital para comprender su existencia, hemos profundizado en el caduceo: la vara que todo heraldo empuñaba para hacerse reconocer como tal de inmediato. A través del caduceo podemos extraer las asociaciones religioso-culturales del objeto que más fielmente representa al heraldo en todas sus facetas y también en algunas facetas que no son del heraldo, sino de la divinidad bajo cuya protección y autoridad los heraldos actuaban en todo momento. Finalmente, para ilustrar que la ley y la realidad no siempre eran idénticas, hemos recopilado una serie de infracciones de las convenciones que protegían a los heraldos y aquellas ocasiones en la que la importancia de su función fue ignorada. Tales casos particulares son tratados tanto por la tradición como por los autores modernos como excepcionales en el menor de los casos, algunos de ellos llegan a la extrema gravedad que actualmente asociaríamos con crímenes de guerras. Los ordenamos a partir de su gravedad, que varía considerablemente entre rupturas de etiqueta, en sí mismas en un espectro que va de excusas pragmáticas relativamente aceptables y rupturas de cortesías que constituyen insultos diplomáticos por sí solos, y los crímenes de guerra que hemos mencionado unas líneas más arriba 3.1. Múltiples Incógnitas Existe, para empezar, la cuestión de la antigüedad del heraldo. Homero recoge de forma explícita sus actividades en ambos bandos de la guerra de Troya y existen razones para sospechar, en base a la ingente cantidad de nombres procedentes de la Grecia micénica que abundan en la Ilíada, que la profesión del heraldo en Grecia es tan o más antigua que los tiempos que narra Homero36. Podemos recurrir a las raíces etimológicas del término para arrojar algo de luz sobre el trabajo del heraldo. La palabra heraldo tiene aparentemente un origen remarcablemente simple, puesto que en griego keryx simplemente significa “anunciar”37. La palabra describe a la perfección el cargo: esta era exclusivamente 36 Gray, 1958: 43. 37 Friedlander, 1992: 5. 18 su única función. No tenía ninguna otra tarea que no fuera la de transmitir un mensaje y regresar con una respuesta. Realmente era así de directo. Desconocemos igualmente el proceso de selección de un heraldo. No sabemos si era en absoluto similar al proceso de la dokimasia en el que los embajadores debían presentar sus credenciales. Consideramos que debía seguir generalmente los mismos criterios de honradez, experiencia38 y reputación tanto en la ciudad de origen como en la de destino39 con los que se seleccionaban el resto de oficios diplomáticos. Sin embargo, existían en algunas polis familias que clamaban ser descendientes de heraldos mitológicos y cuyos miembros tenían la tradición de servir ellos mismos como heraldos. Ejemplos son los Talthibios para Esparta y los Keryx para Atenas40. La representación real de estas familias dentro de los heraldos al servicio de cada estado es también desconocida. Es raro que las fuentes mencionen siquiera los nombres de los heraldos, mucho menos su filiación. Sospechamos también que serían necesarias una serie de competencias distintas a las comunes en base a las necesidades derivadas del hecho de que el heraldo debía viajar solo y rápido41, pero ninguna fuente antigua menciona nada al respecto si bien parece ser que no había restricciones estatuarias o de rango para servir como heraldo como las que existían para ejercer todo el resto de posiciones diplomáticas, así que es posible que fuera un cargo ocupado por hombres más jóvenes en su ascenso por la carrera política, aunque esto es admisiblemente tan solo una teoría personal. Similarmente, tampoco sabemos con certeza si se les sometía a los estrictos controles que sí debían pasar los embajadores tras la conclusión de su misión. Teniendo en cuenta la poca autonomía que se les permitía, no parece muy posible y es muy notable que el término en griego para un incumplimiento del deber de un diplomático (parapresbeia)42 haga referencia específicamente al embajador. Otro detalle revelador radica en la inmunidad diplomática, que era más amplia en el caso del heraldo al poseer un carácter sacrosanto superior al resto de “personas 38 Mosley, 1975: 44-45. 39 Raul Buono-Cuore, 2010: 13 40 Mosley, 1975: 88 41 Creemos que a la hora de seleccionar un heraldo debía priorizarse vigor sobre experiencia. Un ciudadano experimentado, es decir, más mayor, seguramente tendría más dificultades para mantener el paso necesario, por no mencionar la capacidad de afrontar los peligros que acarreaba el viajar solo. 42 Mosley, 1975: 39. 19 sagradas” que formaban el cuerpo diplomático de una polis43, que proviene de una vinculación más íntima de lo normal con lo divino. Vistas todas estas particularidades, no es raro que el heraldo pueda considerarse en ocasiones separado de otras funciones diplomáticas de la ciudad-estado griega, y se le menciona en otra categoría terminológica44. Todo lo anterior se traduce en distintos grados de misterio alrededor del heraldo, a veces intrínseco a su figura y otras vecestan solo por los huecos que las fuentes primarias simplemente no cubren. En otras palabras, es posible definirlo con cierto grado de precisión, pero describirlo es más difícil principalmente porque, como ya hemos mencionado, es raro que la documentación antigua se centre en él. 3.2. Las Fuentes Clásicas y el Reto del Acceso a la Información Los heraldos desempeñaron un papel destacado en las relaciones diplomáti- cas entre estados, no sólo en contexto bélico, sino también, excepcionalmente, en ámbitos de paz de manera específica y especializada. Se trata más bien de casos puntuales, escasos por estar fuera de lo que sería la norma para un heraldo además de por el desafortunado hecho de que las menciones a los heraldos en las fuentes clásicas son a menudo pasajeras, haciéndoles referencia cuando cumplen su fun- ción45 junto con embajadores, quienes acostumbran a recibir algo más de aten- ción46. Aun con la existencia de excepciones47, los historiadores de la antigüedad nos ofrecen una visión fragmentada de los hechos en base a sus preferencias. Suelen tender a lo que consideran extraordinario dentro de su propio tiempo, y, por tanto, omiten aquellos elementos que consideran rutinario. A partir de estas consideraciones debe abordarse el estudio de Tucídides, cuya Historia de la Guerra del Peloponeso consideramos nuestra principal fuente clásica. Tucídides hace frecuentes referencias a la labor del heraldo durante la guerra entre Atenas y Esparta, tanto entre los distintos bandos como dentro de los mismos e incluso cuando no los menciona directamente, deja explícitamente claro 43 Parker, 2016: 130. 44 Raul Buono-Cuore, 2012: 215. En su lugar se lista al Diallaktes, que no suele ser considerado un diplomático. 45 Thud. IV. 118, 5-7. 46 Jen. Hel. I. 79-85. 47 Son excepciones aquellos artículos que tratan específicamente sobre el heraldo (Lateiner, 1977), y notablemente Mosley, quien distingue claramente cuando se está refiriendo a cada institución y dedica su propia sección al heraldo (Mosley, 1975: 84-89). 20 que las comunicaciones entre los bandos se mantenían activas en todo momento48 lo cual alude al movimiento constante de los heraldos tras cada batalla. Complementamos a Tucídides con un admirador y la continuación de su obra: los dos primeros libros de las Helénicas de Jenofonte. Jenofonte imita en gran medida la tónica de Tucídides, si bien las referencias no son tan abundantes como en las partes de la guerra que cubre Tucídides. Pese a que Tucídides es nuestro principal pilar, encontramos también apoyo puntual en Heródoto y en su relato de las guerras médicas. Concretamente en el tratamiento de los heraldos enviados por Jerjes de Persia a Atenas y Esparta, que creemos un ejemplo prácticamente único y muy bien documentado de maltrato a heraldos. Todas estas fuentes limitan nuestra visión del heraldo al siglo V a.C. y este es un problema que Mosley menciona49 y muchos otros autores corroboran, pero que no sea creemos insalvable. Podemos observar el funcionamiento de los heraldos en la Ilíada de Homero y personajes como los heraldos de Agamenón Talthibios y Eurybates, cuyas funciones son similares pero distintas a los heraldos del periodo clásico en un número de aspectos clave. Además, utilizamos un número limitado pero relevante de otras fuentes literarias, principalmente a dramaturgos como Eurípides y Aristófanes. Pese a todo, encontramos dificultades a la hora de encontrar documentación del trabajo de los heraldos fuera de la guerra, pero tenemos pruebas suficientes de que anunciaban mucho más que resultados de batallas o treguas. Una serie de decretos atenienses del siglo V mencionan una mensajería oficial dentro de la Liga de Delos que era llevada a cabo por heraldos, una función que se alejaba de la política de guerra. No son ricos en detalles, pero marcan la existencia de una labor muy poco explorada. 3.3. Funciones y Atributos Gran parte de la problemática que tenemos a la hora de investigar al heraldo radica en la poca atención que se le presta en prácticamente toda ocasión. Nuestra principal alternativa para llenar los vacíos ya discutidos que dejan tanto fuentes clásicas como investigadores modernos es la de verlo en acción, así que debemos 48 Fernandez, 2009: 543-580. 49 Mosley, 1975: 1. 21 empezar por listar qué tareas realizaba el heraldo, tareas que, por otro lado, aparentan ser pocas y claras. Su labor era simple y por lo tanto solía ser efectivo al realizarla sin embargo, a pesar de que es muy fácil listar aquellas ocasiones en las que un heraldo debía ser enviado, describir adecuadamente su sentido y desenterrar el porqué de la existencia de estos mensajeros descubre que la simpleza se encuentra tan solo en la superficie. Tal y como hemos adelantado ya en varias ocasiones, las funciones (y tan solo las funciones) del heraldo podrían resumirse en pocas líneas. Arnush las lista en “declaraciones de guerra, treguas, la retirada de los muertos del campo de batalla, todo tipo de negociaciones (…)”50. Tal lista evidencia que es en el mundo de la diplomacia de guerra donde el heraldo es sobre todo visible y por eso nos concentraremos sobretodo en su función al servicio de la polis en este aspecto. Nótese, sin embargo, que en ningún punto de la lista se hace referencia a poder de negociación alguno. Esto era porque el heraldo tenía terminantemente prohibido tomar la iniciativa en ningún momento. Debía limitarse a pronunciar su mensaje, a menudo en forma de afirmación categórica y regresar con una respuesta generalmente igual de categórica51. Por esta razón era la figura diplomática con la autonomía más restringida de todas dentro del mundo griego52 y es en parte por esta razón que debemos tener cuidado también a la hora de comparar al heraldo con el resto de figuras diplomáticas, siendo lo demás resultado del hecho de que lo que menos se conoce respecto al heraldo son qué aspectos compartía o no con otros diplomáticos. En muchas de estas cuestiones no podemos responder con nada salvo suposiciones, que preferimos limitar. Lo que puede decirse en todos los casos es que existía un protocolo que debía seguirse escrupulosamente, protocolo en el que nos podemos basar para afirmar que el envío de un heraldo seguía una serie de estrictas normas en circunstancias concretas relacionadas con la política de guerra. La primera de estas funciones es la declaración de guerra en sí misma, a la que se llegaba tras un elaborado proceso de negociación que no involucraba al heraldo. 50 Arnush, 1993: 345. 51 Alonso, 1987: 57-58. 52 Raul Buono-Cuore, 2010: 13. 22 Sin importar la frecuencia a la que pudiera recurrirse a ella, para los griegos la guerra era indeseable y era considerada un último recurso53 que se daba tan solo cuando los embajadores propios no habían llegado a un acuerdo con el estado rival. La guerra se declaraba tan solo tras unos extensos contactos diplomáticos realizados sobre todo por los embajadores, tan solo cuando quedaba claro que ningún bando iba a ceder se declaraba la guerra según unas costumbres que indicaban que era un heraldo seleccionado expresamente para este propósito el que debía ir y declararla. No obstante, el ultimátum que precedía a la declaración (un aspecto diplomático que de por sí no ha sido estudiado en profundidad)54 no tenía que ser necesariamente dominio exclusivo del heraldo. Existe la posibilidad de que el heraldo tan solo fuera responsable de hacer oficial el comienzo de las hostilidades armadas y que su propósito fuera ante todo testimonial en estos casos e igualmente, imprescindible55. Era durante la guerra que el heraldojugaba un papel que todavía podría considerarse ceremonial pero que era políticamente mucho más relevante: este es el de mensajero oficial. Los heraldos eran los únicos que podían entrar en los campamentos del enemigo con impunidad para transmitir sus mensajes: eran la única vía de comunicación entre los bandos que jamás debía romperse según Tucídides56 como parte de las leyes universales de los griegos o nomoi. Esto era principalmente para llevar a cabo unas funciones básicas consideradas un imperativo sagrado, funciones que no podía realizar cualquiera dada la tensión entre enemigos inherente a una guerra. Tal capacidad de actuar independientemente de la tensión presente aparece en una forma reconocible ya en la Ilíada, aunque hay que admitir que en muchos aspectos los heraldos representados por homero no realizan las mismas funciones. Talthibios en particular suele actuar más como un asistente personal de Agamenón que entre sus tareas estaba la de mensajero sin estar especializado como tal57, pero cuando vemos a los heraldos bajo esta función los paralelismos son evidentes. 53 Alonso, 2007: 208. 54 Alonso, 1987: 57. 55 Alonso, 2007: 208. En el comienzo de Las Leyes de Platón queda implícito que toda guerra era anunciada por los heraldos cuando Clenias proclama que entre las polis había una guerra constante no anunciada por ellos para describir las rivalidades entre las ciudades. 56 Thud, II. 1, 3. 57 Il, XIX. 196, 250-256. 23 Cuando Agamenón envía a sus dos heraldos (Talthibios y Euríbates) a exigir a Aquiles que entregue a la concubina Briseis con advertencia de que se la arrebatará por la fuerza si se opone, los heraldos son bien recibidos a pesar del reconocido mal temperamento de Aquiles y su animosidad hacia Agamenón. Los heraldos no solo repiten la amenaza, sino que regresan completamente intactos con el entendimiento explícito de que tan solo hablan las palabras de su rey58. Similarmente en el otro bando, es el heraldo troyano Idaios quien parece estar siempre informado de los avances de la guerra en ambos bandos y es él quien los relata a Príamo59. Puede ocurrir incluso que los heraldos de ambos bandos actuaran conjuntamente, cada uno en nombre de su rey en las ceremonias que consagraban una tregua. Al igual que era el heraldo quien proclamaba el comienzo de una guerra, era también el heraldo quien le ponía fin temporalmente mediante la tregua. Es una función documentada ya por Homero que un heraldo debía ser enviado al bando contrario cuando se deseaba pedir una tregua de cualquier tipo a un adversario. Su función era exclusivamente la trasmisión del deseo de cese de las hostilidades, pero debido al salvoconducto de inviolabilidad inherente al heraldo estaba prácticamente garantizado que el mando enemigo escucharía el mensaje y posiblemente también accedería al menos a asistir a las conversaciones de paz. Las treguas más comunes se pactaban para la recogida de los muertos tras cada batalla. Era una petición cargada de significado político. Se sobreentendía que si un heraldo debía pedir los cadáveres al enemigo era porque los soldados no podían recuperarlos por las armas. Era la aceptación tácita de una derrota60 y el reconocimiento del derecho del vencedor a quedarse las armas de los muertos, pero jamás sus cuerpos. El vencido estaba obligado por honor y por los dioses a aceptar la petición una vez que era hecha oficialmente. Conceder esta piedad era siempre lo mínimo, de no hacerlo el vencedor habría cometido un gravísimo sacrilegio que le haría ganarse el desprecio de los dioses y de los hombres61 así que era extremadamente raro que alguien se negara. Tampoco ocurría lo contrario, el perdedor siempre pedía sus muertos sin excepción, hacerlo era un deber igual de sagrado y tenía asociadas unas connotaciones casi heroicas62 sin estar vinculadas 58 Il, I. 320-344. 59 Il, III. 248-258. 60 Lateiner, 1977: 99. 61 Idem. 62 Konstan, 2007: 195. 24 necesariamente al combate y por el contrario, no hacerlo u obstaculizar el proceso era considerado un ejemplo de suprema villanía tal y como plasman los dramaturgos de la época reflejando los sucesos que les rodeaban. En Las Suplicantes Eurípides sí que acaba llevando la recuperación de los caídos a las armas, pero solo tras unos extensos diálogos por los cuales Teseo, héroe fundador de Atenas y encarnación de todas las virtudes cívicas y morales que debía idealmente representar la ciudad, encuentra que el tirano Creón de Tebas no escucha sus argumentos y es incapaz de reconocer las razones por las que retener los cuerpos de los soldados muertos de la ciudad de Argos es inmoral independientemente de que estén en guerra. Es la actitud del tebano la que obliga a Teseo (y por tanto a Atenas) a acudir en ayuda de Argos, escuchando así a las mujeres argivas suplicantes que titulan la obra. Tan solo después de que el dialogo fracasara Teseo recurre a la guerra y aun cuando lo hace dedica tiempo (esencialmente el comienzo del segundo acto) a explicar las razones por las cuales interviene militarmente al mismo tiempo que condena las acciones de Tebas. Teseo los acusa de violar el derecho internacional y actuar de forma inhumana, cobarde e irreflexiva al denegar una cortesía tan básica basándose tan solo en un giro de la fortuna que les favorece (porque ellos podrían perder la siguiente batalla y sus muertos recibir el mismo tratamiento)63. Otra derivación de la declaración de las treguas era la proclamación de las treguas sagradas. Una tregua sagrada era declarada con motivo de unas festividades para garantizar la seguridad de los peregrinos que iban a asistir a la misma64. Se diferencian porque las declaraba el templo en concreto, no un estado, pero eran estos quienes debían adherirse y por ello no era raro que no fuera universalmente respetada. Ninguna tregua sagrada, independientemente de la importancia de la festividad por la que se convocara, era totalmente inviolable65. Los heraldos eran igualmente sagrados (llamados sphondoroi en vez de keryx si servían a un templo) y las costumbres que los protegían eran las mismas a grandes rasgos. Eran generalmente intocables también y seguían los mismos protocolos a grandes rasgos si bien las treguas sagradas no eran tratadas con el mismo nivel de respeto que una tregua anunciada por un estado66. 63 Calvo Martínez, 1985:15. 64 Dillon, 1997: 2. 65 Golden, 2003:16 66 Dillon, 1997: 8-11. 25 Estas son sus funciones durante una guerra, pero la polis podía tener necesidad de heraldos en la paz también. En la antigua Grecia, incluso si el contacto entre ciudades era algo que era preferible limitar, las relaciones con el exterior se ocurrían inevitablemente sobre todo a partir del siglo V a.C. con advenimiento del imperio ateniense como ejemplo67. Atenas mantenía un intenso contacto con sus aliados para mantenerlos informados de las decisiones de la boulé y de las reformas en política monetaria y tributaria. Estos contactos se realizaban, curiosamente, mediante el envío de heraldos en gran número. Esta red de comunicación se extendía hasta Anatolia, con la cantidad de registros similares indicando que esta práctica era común68 y que Atenas mantenía heraldos en movimiento en todo momento de forma que el oficio era algo acostumbrado en vez del encargo ocasional que era normalmente. También resulta digna de mención la posibilidad de una ampliación de las responsabilidades del heraldo. Su cometido seguía siendo el de llevar una noticia a un destino, en eso no hay en absoluto variación, pero dada la posibilidad de que se les confiara la transcripción del decreto de un griego ático oral auna variación escrita que la mayoría de aliados utilizaban y para los demás era lengua franca, podría ser el único caso de una tarea para el heraldo que complementa su base como mensajero para la que además debía tener una cierta preparación. Es cierto que la calidad de la transcripción probablemente quedaba bajo supervisión del strategos al ser este responsable de la selección de ese heraldo, y también lo es que se trata solo de una hipótesis. Aun así, sea cierto esto último o no es innegable la excepcionalidad de convertir al heraldo, un cargo diplomático que tan solo tiene sentido vista su vinculación con los dioses, en una parte integral de la política económica de una organización supranacional como la Liga de Delos. Fuera de esta excepción, el heraldo no era un cargo político sino uno religioso. Uno que no provenía de las necesidades de los estados sino de las leyes comunes a todos los griegos (o nomoi) que habían sido impuestas por los dioses. Se le respetaba en base al concepto del honor en la guerra y las tradiciones que formaban el fundamento de las nomoi69, ambas cuestiones indiscutibles por razones prácticas, humanitarias y teológicas en igual medida. 67 Figueira, 1998: 381-384. 68 Arnush, 1993:344-349. 69 Robinson, 2006. 26 3.4. El Caduceo El heraldo debía ser sagrado para poder limitar de forma efectiva la crueldad de la guerra y por ello se le vinculaba siempre con lo divino de forma muy intensa y específica hasta el punto que no pudiera ser confundido ni por un instante. Esta vinculación se hacía explícita a través de un símbolo que incluso hacía irrelevante la necesidad de un diplos que lo acreditara como representante diplomático, cosa que sería impensable para cargos como el del presbys. Tal símbolo es el cetro del heraldo, también llamado Caduceo de Hermes. Este objeto siempre les es atribuido70 porque era todo lo necesario para identificar a un heraldo nada más verlo, dado que solo él podía empuñarlo. Era una seña de identidad que hacía a todos los heraldos “hijos de Hermes”71, tan divinos e invulnerables a las leyes de los mortales como lo era su progenitor72. Es un artefacto que dota al heraldo de profundo significado e historia. El caduceo es un símbolo complejo que confiere un carácter sobrenatural íntimamente vinculado al dios mensajero que representa hasta el punto de que mediante un análisis del mismo creemos que podríamos comprender el significado cultural y religioso que resulta vital para comprender por qué se respetaba al heraldo como se hacía. El caduceo, de la misma manera que su dueño, tiene un carácter mítico y le son adscritos poderes mágicos muy temprano, al mismo tiempo que le es entregado a Hermes poco después de su nacimiento. En el himno homérico a Hermes nos son relatados los primeros días del dios en la región peloponesia de Arcadia, en los que hurtó el ganado de Apolo para ganar notoriedad y reconocimiento. Siendo llevado ante Zeus, este media una reconciliación a través de un intercambio de regalos. Hermes ofrece la lira al dios de la música, que él ha inventado a partir de un caparazón de tortuga y tendones de oveja. Apolo entrega a Hermes una vara de oro, con la que dice hacerle “mensajero de los inmortales y de todos los hombres, caso honorable a mi corazón” y darle “la hermosísima varita de la felicidad y de la riqueza, áurea, de tres hojas, la cual te guardará incolumne, siendo poderosa para todos los dioses en virtud de las palabras y acciones buenas que declaro haber aprendido de la voz de Zeus”73. 70 Black, 2010: 20; Mosley, 1975: 88; Bardes, 2006: 237. 71 Mosley, 1975: 88. 72 Jönsson y Hall, 2005: 68 73 Himnos Homéricos. Himno IV a Hermes: 528-532. 27 Vemos más nexos en las raíces etimológicas de este objeto. El nombre del caduceo (en griego kerykeion) es una abreviación de kerykeion skeptron, es decir, vara del heraldo, pero la segunda parte se abandonó con el tiempo74. Esta última teoría sugiere que el cetro de Hermes tiene un origen muy claro y se debe a su caracterización como mensajero de los dioses. Esta propuesta interpretativa carece de argumentos definitivos. En todo caso, el significado del caduceo es tan variado como lo es el del propio dios heraldo. Una definición aportada por Nicholas Richardson argumenta que el caduceo parece haber combinado las funciones de un cayado de pastor, un cetro de heraldo y una varita mágica75. Esta descripción parece ser en general precisa. Algunas descripciones más antiguas sugieren que tenían una longitud más cercana a la de un bastón que a la de un cetro, puesto que son utilizados en la Ilíada para separar a dos guerreros enzarzados en combate mortal76. No tenemos una descripción de ningún tipo pero si los caduceos no permitían separar físicamente a los combatientes, esto significa que o bien simbolizaban la autoridad necesaria para forzarlos a detenerse o poseían unas cualidades mágicas capaces de calmar los ánimos de Ajax y Héctor y hacer que estos les escucharan. De una forma u otra, las cualidades de la vara de los heraldos se entremezclan y confunden de la misma manera que las del dios y del artefacto. Luego, cuando se habla de magia resulta difícil no encontrar al menos una mención a las capacidades sobrenaturales que este artefacto supuestamente tenía cada vez que se le hace referencia. Se han insinuado ya algunas de ellas y se comentarán más en profundidad a continuación, puesto que creemos que el caduceo era ante todo un objeto de fuerte carácter religioso y escasa utilidad real. Existía para invocar la protección divina. Los heraldos lo empuñaban para identificarse con Hermes77 y convertirse en “mensajeros de los dioses y de los hombres”78 como lo era la divinidad bajo cuyo poder se protegían, y para demostrarlo, procedemos a una descripción del objeto por tres unidades de mínimo significado simbólico: la vara, las serpientes y finalmente, las alas. Empezando por la vara del heraldo, el material del que estaba hecho depende de la fuente, pero parece que su forma primaria fue la de una rama de olivo envuelta 74 Friedlander, 1992: 5. 75 Allen y Woodward, 2013: 47. 76 Il, VII. 273-283. 77 Mosley, 1975: 88. 78 Il, I.330-335. 28 en dos hebras de lana, que fueron evolucionando a dos cintas blancas y eventualmente a dos serpientes entrelazadas y mirándose la una a la otra79. Incorpora, por tanto, dos elementos simbólicos distintos. La rama de olivo ha mantenido a través de la historia un significado de paz y pacificación. Una rama de olivo era entregada al vencedor por parte del perdedor como reconocimiento de su victoria tanto en la guerra como en los juegos olímpicos80. Aparte de este valor, también simbolizaba un salvoconducto por una ruta insegura para su portador, algo que el caduceo también representa. Las serpientes son el resultado de un desarrollo posterior. El escritor romano Higinio cuenta que “Mercurio (…) vio dos serpientes enlazadas en combate mortal. Separándolas con su varita, introdujo por tanto un estado de mutua paz.”81 Y mientras que Ovidio también recoge este mito82, la introducción de las serpientes a la simbología hermética es muy anterior a los romanos y posiblemente se debe a un desarrollo posterior al siglo VI a.C.83. La serpiente, además de ser un elemento atribuido a Hermes y al caduceo según unos posibles orígenes babilonios84, se ha vinculado a menudo con la magia, la adivinación, la curación y más específicamente la regeneración en diferentes mitologías, y el símbolo de la doble serpiente tiene de por sí considerable antigüedad, con algunos ejemplos datando del 3100 a.C. en Egipto85. Este significado tan íntimamente conectado conla medicina ha llevado a confusiones frecuentes con otro símbolo muy similar: la vara de Asclepio. La principal diferencia estéticamente hablando es que en vez de dos serpientes entrelazadas, la vara de Asclepio tan solo tiene una pero lo cierto es que los dos dioses, Hermes y Asclepio, tienen una conexión en el mejor de los casos muy tenue86 y cualquier comparación entre ellos se suele hacer a través de sus símbolos que en tiempos modernos son prácticamente intercambiables como símbolo internacional de la medicina. 79 Arias Guzmán, 2005: 7. 80 Lehner, 1960: 74. 81 British Medical Journey, 1924: 794. 82 Hattie, 1928:79 83 Richardson (ed), 2010. Richardson data el himno del siglo VI y en los versos que ya hemos citado no se mencionan serpientes enroscadas en el caduceo, sino que es descrito en este caso como una vara lisa. 84 Frothingham, 1916: 2. 85 Cilliers y Retief, 2002: 553-555. 86 Existe una versión del nacimiento de Asclepio en la que Hermes realiza la cesárea por la que nace el primero, pero es la única conexión que hemos podido encontrar y aun así no podemos citar su origen con confianza. 29 Por último, respecto al tercer elemento que conforma el caduceo, las alas, se trata de un símbolo que ya le es atribuido a Hermes en la Ilíada pero no a través del caduceo sino de sus sandalias, que son descritas en el encuentro entre Príamo de Troya y el dios mensajero87. La adición de las alas, pese a que no ser siempre necesaria, se da en tiempos modernos como evidencian las diferentes representaciones del dios heraldo y su instrumento datadas del siglo V a.C., la introducción del caduceo como símbolo del médico en el siglo XVI y las distintas descripciones datadas del siglo XX que sí incorporan la descripción de un bastón alado88. A partir de todo esto podemos concluir que el caduceo y sus cualidades son prácticamente análogos a las de su portador en muchos aspectos hasta a menudo confundirse. La equivalencia no es total, sin embargo, debido tan solo a la enorme variedad de epítetos que poseía Hermes y que cubren varias esferas como el viaje, el comercio, la diplomacia, la magia, la curación, la fertilidad, el subterfugio, la protección y la transición entre la vida y la muerte. Esto llega a tal extremo que en su comedia Pluto Aristófanes se burla de la cantidad de cualidades que se le atribuían a Hermes89. Es una simple verdad que el caduceo no representa algunas de estas cualidades, especialmente en cuanto se refiera a las facetas más “oscuras” de la divinidad, aquellas vinculadas con los engaños y el lucro específicamente. Ambas cualidades quedan, por tanto, fuera de la personalidad del heraldo y se pueden atribuir al propio dios en su lugar. 3.5. Estudios de Caso: Excepcionalidades Hasta ahora hemos visto el funcionamiento del heraldo sobre la teoría. En situaciones ideales como hasta este punto, el heraldo llegaría sano y salvo a su destino y le sería concedida una audiencia pública en la que entregaría su mensaje para poder regresar lo antes posible y cumplir su cometido al comunicar la respuesta en su polis. El estatus de persona sagrada ciertamente hacía que fuera así la mayoría del tiempo pero existen un número de excepciones destacadas en las que se incumplen las leyes de los griegos y se comete el sacrilegio de agredir al heraldo. Ocurría en raras ocasiones, pero el escándalo que tal acción solía acarrear hace que 87 Richardson, 2000: 308. 88 Manrique, 2003: 141; Cilliers y Retief, 2010: 555; Friedlander, 1992: 7. 89 Allan, 2018:2. 30 cuando ocurría lo normal fuera que toda Grecia lo supiera y condenara al responsable. Lo mismo puede decirse de todas las reglas que regían el trabajo del heraldo. Eran observadas casi todo el tiempo, pero estaban basadas en costumbres más que en una ley tal y como la entenderíamos hoy90. Bajo las circunstancias poco favorecedoras los deberes del heraldo eran modificados en contra de las tradiciones y existen ejemplos de la mayoría. Para empezar con las “infracciones” de menor gravedad, el protocolo que dictaba las relaciones diplomáticas por el cual cualquier delegación diplomática debía ser precedida por un primer contacto con un heraldo no siempre se seguía. Dependiendo de la situación la delegación era enviada al mismo tiempo que el heraldo o incluso era enviada sin mención a precedente alguno. Implicaba una acción arriesgada, el salvoconducto del embajador era siempre más débil del que el del heraldo así que solo ocurría cuando el conflicto abierto no había estallado todavía. Las delegaciones de Corcira y Corinto recurrieron al arbitraje de Atenas sin necesidad de heraldos91. A través de tal hecho deducimos que existían protocolos distintos para la diplomacia durante la paz que no requerían de la intervención de un heraldo92. La necesidad proveniente de circunstancias extremas también juega un factor en otros casos. En los pasos previos a la rebelión jónica el tirano Aristágoras de Mileto junta las funciones del heraldo y el embajador para realizar unas peticiones de ayuda a las principales ciudades de la Grecia continental. Heródoto menciona que el milesio intentó persuadir a los lacedemonios para acudir en su ayuda sin éxito realizando las tareas de un embajador ignorando por completo la necesidad de un heraldo93. Podríamos llegar a la conclusión de que la tradición era respetada siempre que era posible, pero nunca de forma ciega. Prescindir del heraldo puede responder a las limitaciones naturales de la comunicación y el viaje en la antigüedad: era un proceso lento y peligroso, más aún en Grecia. Las misiones diplomáticas griegas nunca tenían un periodo de tiempo predeterminado en el que debían llevarse a cabo porque los contratiempos eran de esperar y podemos decir sin temor a equivocarnos 90 Robinson, 2006. 91 Blazquez et al, 2012: 528-529 92 Arnush, 1993: 345. 93 Hdt. V, 97. 31 que las comunicaciones ágiles y los caminos eficientes los tenían los persas, no los griegos94. Ya entrando en las infracciones más maliciosas, era posible obstaculizar la misión de un heraldo sin atacarle físicamente. Debía ser recibido en la polis, pero no tenía por qué ser escuchado necesariamente o brindársele una audiencia pública. Pericles prohibió las negociaciones con el heraldo enviado por el rey Arquídamos de Esparta tras el ataque de Tebas a Platea. Presionó a sus propios conciudadanos y no se le concedieron audiencias por ningún organismo público ateniense hasta que accedió a ser escoltado hasta la frontera95. Pese a bloquear por completo la labor del mensajero no rompió el tabú aunque para ser justos había precedentes al respecto. Hay cierta dispersión de opiniones respecto a la seguridad real que otorgaba el caduceo y su significado, pero esta nunca era absoluta de verdad. Valga como ejemplo principal la respuesta a los heraldos persas de Jerjes I en Atenas y Esparta. Era un abuso contra un heraldo sin precedentes. Arrojar a los heraldos al puerto del Barathon como hicieron los atenienses era grave, pero el caso de los espartanos en el que acabaron lanzándolos a un pozo pareció ser particularmente inaceptable. Los lacedemonios ofendieron a Talthibios, heraldo mítico que tenía su propio santuario en Esparta96, y enviaron a dos de sus propios heraldos cuyos nombres Heródoto recoge (Sperdias y Boulis) a morir a Persépolis en compensación por los que tiraron al pozo. Jerjes se negó a cometer el mismo crimen y los envió de vuelta97. En su momento era una declaración de guerra que suscitaba escándalo. Tenía sentido políticamente hablando en ambos casos98, aunque es discutible si tal ruptura total de tradición y etiquetadiplomática. Lo que sí es más difícil de justificar son las agresiones que ocurren más avanzado el siglo V a.C. Respecto a aquellas ocasiones ocurridas durante la guerra del Peloponeso hay que decir que no son nunca tan sonadas como lo fue el evento detonante de las guerras médicas, pero la gravedad de las ofensas se compensa con la aumentada frecuencia de las mismas. 94 Mosley, 1973: 71. 95 Blazquez et al, 2012: 539 96 Hdt. VII. 134. 97 Hdt, VII. 133-136. 98 Sealey, 1976: 15-20. 32 Existen referencias a los heraldos sagrados de Eleusis siendo retenidos contra su voluntad por un miembro de la liga Etolia99. En los meses previos a la declaración de guerra los atenienses protagonizan una de las escasas ocasiones en la que un heraldo es directamente asesinado cuando toman la vida de un heraldo megarense de camino a Esparta100 pero tales sacrilegios podrían ser considerados menores en comparación con muchos de los actos que se cometerían durante la guerra. Ya desde el principio Atenas y Esparta se acusaban mutuamente de sacrilegio y traición a los valores universales de los griegos en parte como campaña de difamación del enemigo y en parte para utilizar la inmoralidad del enemigo como causus belli. En la mayoría de casos se trataba de ofensas pasadas por las que el enemigo debía pagar, ofensas pasadas que no tenían relación alguna con la guerra o al menos ninguna que podamos observar101. Las acusaciones rara vez tendrían que ver con los heraldos, Tucídides reporta que solían funcionar de forma adecuada durante la gran mayoría de la guerra, pero como lleva siendo el caso, existen una serie de excepciones. Hay dos en particular que consideramos muy notables para el heraldo por ser ocasiones en las que las funciones más básicas del heraldo son rotas: los sucesos relacionados con la batalla de Delio y la expedición siciliana ocurrida entre el 415 y el 413 a.C. La importancia de la batalla de Delio requiere una contextualización algo extensa, puesto que se trata de una rareza por varios motivos102. Delio se encontraba en Beocia, territorio tebano tomado por los atenienses por las armas que pretendían utilizar para avanzar hacia el norte. Se encontraba en una frontera inestable, y para mantenerla los atenienses habían fortificado previamente el templo a Apolo local para hacer de él una base conectada con el Ática. Desde Delio salieron las tropas áticas hacia una batalla contra los beocios en la cercana Oropo, batalla que los atenienses perdieron dejando allí a sus muertos durante la huida. Siguiendo el protocolo, los perdedores enviaron a un heraldo para realizar la petición que les permitiría recuperar a sus muertos. Es a partir de aquí cuando empezamos a desviarnos de la norma, porque el heraldo ateniense fue recibido por un heraldo beocio quien, de acuerdo a su función, entregó un ultimátum para Atenas. Para que les fueran devueltos sus caídos en Oropo los atenienses 99 Dillon, 1997:10 100 Fernández, 2009: 550. 101 Thud. I. 126-135. 102 Thud, IV. 89-100. 33 debían abandonar el templo que habían invadido en Delio y militarizado en contra de la ley universal, que decía que debían respetarse los santuarios de cualquier tierra invadida103. El heraldo ateniense fue forzado a regresar, probablemente muy confuso, y relatar la respuesta. Atenas argumentó lo siguiente enviando de nuevo un heraldo. No habían roto ninguna ley, puesto que era también legítimo que una vez dominado el territorio el dominador tenía también el control de sus santuarios, de forma que podían disponer de ellos como vieran necesario. No solo eso, sino que no habían invadido el recinto sagrado, se habían refugiado en él de la ofensiva tebana sin intención alguna de insultar al dios. Se habían atenido a la protección divina por necesidad, forzados por las circunstancias. Por último, incluso si los tebanos tenían algún fundamento en sus acusaciones, utilizar a los caídos en batalla como rehenes era en todo caso una violación mucho peor de las leyes universales104. Ambos bandos, igualmente indignados e indispuestos a negociar, enviaron de nuevo a sendos heraldos que Tucídides en ningún momento específica les fueran dados poderes especiales. La batalla de Delio no solo marca la única ocasión en la que la tregua para la recogida de los muertos fue denegada, también es la única negociación (por así decirlo) en la que intervienen dos heraldos de forma exclusiva. Naturalmente, las negociaciones fueron infructuosas. Cada heraldo regresó con sus demandas ignoradas fue cuando los bandos retomaron las armas y lucharon esta vez en Delio. Los atenienses volvieron a perder, esta vez muriendo también su general, y cuando realizaron la petición habiendo perdido ya el santuario les fueron devueltos los muertos de las dos batallas105 que, en el caso de los cadáveres de Oporo, debían estar ya en pleno estado de descomposición106. Delio es un caso aislado de las reglas diplomáticas siendo ignoradas en una etapa de la misma en la que se solían respetar a pies juntillas. Tenemos que esperar a bien entrada la expedición siciliana para encontrar ocasiones en las que el deber del heraldo es tan directamente ignorado. Durante la totalidad de la primera parte de la expedición no ocurre ninguna infracción en absoluto, los cuerpos son devueltos 103 Thud, IV. 97, 99. 104 Thud, IV. 98. 105 Asumimos que los muertos de la batalla de Oporo también fueron devueltos al mismo tiempo dado que Tucídides no especifica lo contrario. 106 Siguiendo los intervalos de tiempo que sugiere Tucídides entre la batalla y el advenimiento de la tregua y añadiendo un periodo de tiempo similar entre el final de la batalla de Oropo y el comienzo de la de Delio nos quedamos con un periodo aproximado de un mes. Dependiendo del cuidado a la hora de preservar los cadáveres durante ese periodo de tiempo, estos ya podrían estar en la etapa de putrefacción (Janaway, 2009: 327). 34 allá donde se pidiera una tregua sin ninguna objeción por parte del ganador. Es tan solo cuando los atenienses comienzan a perder la guerra que vemos importantes cambios hasta ahora nunca vistos. Tras una derrota naval frente a Siracusa no son los siracusanos quienes deniegan la devolución de los caídos, son los atenienses quienes no se molestan en pedir la tregua. En vez de eso, Demóstenes y Nicias deciden continuar la estrategia para el día siguiente, presumiblemente mientras los cuerpos de los atenienses siguen abandonados flotando en el mar junto con los restos de las naves107. La gravedad de la situación no se detuvo ahí tampoco. Poco después de perder en Siracusa los atenienses decidieron retirarse apresuradamente abandonando a aquellos que murieron en el campamento sin enterramiento prescindiendo por supuesto del uso de heraldos por completo, y luego al ser perseguidos durante la huida más muertos (por no decir heridos) serían abandonados tal y como seguramente lo fueron todos los muertos de la última parte de la expedición siciliana dado que la reacción en Atenas una vez se supo lo ocurrido por boca de algunos supervivientes fue la de total incredulidad108 y no se registra ni en Tucídides ni en Jenofonte ninguna iniciativa para recuperarlos pese a notables atenienses como Nicias y Demóstenes, ambos figuras clave durante la guerra, habían muerto allí109. Los sucesos y la desastrosa derrota en Sicilia son ignorados durante el resto de la guerra incluso cuando los siracusanos y sus aliados continuaron apoyando a Esparta activamente en la Grecia continental. 4. Conclusiones. El heraldo es el más particular de todos los diplomáticos griegos. Es toda una rareza, un vestigio del pasado
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