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Ética y ciudadanía
La ética y la ciudadanía son nociones fundamentales para la vida en sociedad, vinculadas con la manera en que las personas se relacionan entre sí y con las instituciones. Se trata de un conjunto de actitudes, disposiciones y valores morales que la sociedad organizada busca fomentar en los individuos, con el fin de construir una sociedad más justa, armónica y funcional.
En ese sentido, debemos entender por “ética” a la comprensión moral de la conducta del ser humano, o sea, a la reflexión sobre qué tipo de comportamientos son buenos, es decir, deseables, dado que benefician a la colectividad y contribuyen con el mejoramiento del tejido social.
La ética es una disciplina filosófica sumamente antigua, de la cual se ocuparon extensamente los pensadores clásicos de la Antigua Grecia y la Antigua Roma, y cuyo desarrollo histórico es diverso y complejo. Es posible entenderla no solo como una reflexión sobre la moralidad de las acciones, sino también como una respuesta, una forma de ayudar a encauzar la conducta humana hacia el bien.
Por su parte, la ciudadanía es un concepto legal y jurídico que se desprende de la nacionalidad, o sea, de la pertenencia formal de un individuo a un Estado determinado y sus leyes. Pero también puede ser mucho más que eso. Los antiguos filósofos griegos entendían la ciudadanía como la condición por la que el ser humano puede aspirar a “vivir una buena vida”.
La ciudadanía, así, es la condición de ser un ciudadano, entendido esto no solo como ser alguien que habita en sociedad (del latín civitas, “ciudad”), sino como ser un sujeto de derechos políticos, sociales y económicos, es decir, contar con libertades y compromisos respecto de la colectividad.
En el punto de contacto entre la ética y la ciudadanía se encuentra, así, la ética ciudadana, que es la consideración respecto de la forma correcta de ejercer los propios derechos y cumplir los propios deberes. O, dicho de otro modo, es una reflexión sobre cuál es la manera correcta de ser ciudadano, y qué significa ser un ciudadano virtuoso.
Relación entre ética y ciudadanía
En su Política, el filósofo griego Aristóteles (384-322 a. C.) explicaba que el Estado no es simplemente una aglomeración de personas reunidas de un modo cualquiera, sino “una reunión de ciudadanos asociados por acuerdo mutuo para observar la justicia y por comunidad de intereses”. Esto quiere decir que detrás de los derechos y obligaciones que confiere la ciudadanía, se encuentra el principio de la justicia, es decir, el bienestar común, lo cual es una perspectiva ética.
Por lo tanto, la ciudadanía y la ética se encuentran estrechamente vinculadas, si entendemos a la primera como algo más que simplemente tener una nacionalidad o vivir en una ciudad determinada. La ciudadanía es también la manera en que nos relacionamos con los demás, con las instituciones, con una idea de sociedad compartida con el resto de las personas.
Es por eso que una persona que irrespete las señales de tránsito, que incumpla sus obligaciones cívicas, que piense que su bienestar personal e individual está por encima del bienestar del resto de la comunidad, no tendrá cabida en esta última y no será considerado un ciudadano.
Por otro lado, ejercer la ciudadanía en las naciones democráticas implica tener algún grado de participación en la conducción política de la sociedad: ya sea ocupando roles activos, o bien sumándose a la toma de decisiones mediante el sufragio. Al hacerlo, los ciudadanos trabajan por el bienestar común.
La ética ciudadana
La ética ciudadana se puede entender como el punto de cruce entre la ética y la ciudadanía, dado que consiste en la reflexión sobre cuál es la manera de ser un ciudadano virtuoso, es decir, cuál es la conducta apropiada, deseable, correcta, de un ciudadano de bien. La ética ciudadana es la que dicta cuáles son los parámetros morales que deben tener los ciudadanos. Por ejemplo: respetar la ley, respetar los derechos humanos, actuar con honestidad, decir la verdad, entre otros.
La formación en ética ciudadana no solo busca defender el orden y la resolución pacífica y justa de los conflictos, sino que también apunta a preservar la dignidad de las personas a través de los principios éticos universalmente compartidos por los miembros de la sociedad.
Importancia de la ética ciudadana
A lo largo de la historia se ha demostrado que las naciones más prósperas, más organizadas y que mejor calidad de vida ofrecen a sus habitantes son aquellas en las cuales existe una importante ética ciudadana. Esto se debe a que el compromiso de los ciudadanos con el bienestar colectivo garantiza también el bienestar individual, tanto propio como ajeno.
Por lo tanto, la ética ciudadana es la herramienta principal de la que se dispone para forjar a los ciudadanos virtuosos que se necesitan. El dilema está, como suele ocurrir, en la decisión respecto de qué es un comportamiento virtuoso y qué es un comportamiento ruin, dado que estos valores no suelen ser universales, y pueden cambiar con el tiempo o diferir sustancialmente de un pueblo a otro.

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